Quince líderes de Asia, África y Europa se dieron cita en cita en Samarcanda en una cumbre que marca la consolidación del nuevo orden multipolar aunque todos los países de esa mayoría participan de las cadenas mundiales de producción que dominan EE.UU. y Europa Occidental. Por Hernando Kleimans Telam autorizado por su autor para ser publicado en Dossier Geopolitico
La milenaria Samarcanda, capital del imperio de Tamerlán con sus mezquitas irrepetibles y el panteón donde descansa el temible Timur, es el centro del mundo. Quince líderes mundiales se dieron cita en la antigua ciudad uzbeka, alto centro intelectual que albergó a Ibn Sina (Avicena para los occidentales), uno de los filósofos y científicos más importantes del mundo árabe cuando Europa era un árido continente poblado por bárbaros y América todavía no había sido hollada por la conquista.
Los quince líderes de Asia, África y Europa discutieron la coyuntura internacional y la consolidación del nuevo orden multipolar.
La cumbre de la mayoría mundial fue precisamente eso: el símbolo del establecimiento del mundo multipolar. Yuri Ushakov, asesor del presidente ruso Vladímir Putin, advirtió que se trata de una “impetuosa e inexorable transformación de todo el conjunto de vínculos y relaciones internacionales, de la política y de la economía mundial, se afirma el nuevo modelo sobre la base de una auténtica multipolaridad y de un real diálogo”.
Esta mayoría mundial se consolida, unifica esfuerzos y va creando sus propias reglas de juego en los asuntos del planeta, en momentos en que el mundo unipolar se desmorona con gran rapidez. Esa consolidación marcha por un camino absolutamente desconocido, superando inercias, seculares diferencias, temores propios. La conformación actual de la mayoría mundial se origina en los marcos que fundó y aún controla el mundo unipolar. El “milagro” chino partió de su ingreso al mercado y las transferencias de los EE.UU. La India recibe de ese mismo mercado tecnología e inversiones. Todos los países de esa mayoría participan de las cadenas mundiales de producción, surgidas bajo el patronazgo y a iniciativa de los EE.UU. y Europa Occidental. Corren todavía el riesgo, por sostener políticas independientes, de ser “desconectados” de los bienes de la civilización, en cuya distribución Washington aún juega un papel central.
El movimiento de los países emergentes hacia una mayor libertad del dólar o del euro, del FMI o del Club de París, la creación de nuevos sistemas de comunicación económica, política o militar entre ellos y la conformación de plataformas cohesionadas para el enfoque conjunto de la situación internacional son las vías de acceso que transitan hacia el nuevo orden multipolar mundial.
No es un proceso de rápida ejecución. El mundo unipolar tiene 500 años de dominio político y militar, que impedirá su desarme en un corto tiempo. El camino hacia su superación se inició a mediados del siglo pasado, cuando los líderes del entonces Tercer Mundo: el indio Jawaharlal Nehru, el egipcio Gamal Abdel Nasser y el indonesio Sukarno fundaron el Movimiento de No Alineados. Un movimiento que contó con la plena adhesión de otros líderes como Juan Perón y Iosip Broz Tito. El desafío de los ahora conocidos como países emergentes es el que recoge la OCSh.
Del original quinteto de Shanghai formado en 1996 por China, Rusia, Kazajstán, Tadzhikistán y Kirguistán a la OCSh panasiática y euroasiática pasó más de un cuarto de siglo, La necesidad de una respuesta coordinada y dinámica ante la agresividad globalizadora y el dictado hegemónico del mundo multipolar terminó por consolidar la alianza. Su objetivo final es el desarrollo independiente contra los dictados de una nueva globalización, la anglosajona liderada por Washington, con la Unión Europea como fracturado aliado en una crisis cada vez más detonante.
La política exterior de los países de la OCSh es contundentemente favorable al mundo multipolar, esgrimiendo tres consignas fundamentales: estabilidad, seguridad y desarrollo. Pero si hasta esta cumbre las cumbres eran un punto de discusión de algunos proyectos generales, ahora sus miembros plantean la concreta cooperación en cuestiones geopolíticas y geoestratégicas.
“Nos corresponde -afirmó el presidente de Kazajstán Kasim-Yomart Tokaev- transformar la OCSh en una plataforma económica mundial. Hoy nuestra organización reúne a las economías del mundo en dinámico desarrollo y con un colosal potencial”.
La dinámica de crecimiento de la OCSh está intrínsecamente relacionada con el desarrollo del nuevo orden multipolar. En esta cumbre, además de los anteriores miembros: Rusia, China, India, Pakistán, Kazajstán, Kirguistán, Tadzhikistán y Uzbekistán, se registró el ingreso de Irán como miembro pleno y de la solicitud como tal de Belarrús. Estuvieron presentes Mongolia (una de las economías con mayor crecimiento por su riqueza en minerales), Afganistán (con los talibanes consolidando su estado y abjurando del terrorismo), Turquía (el gran favorecido por el paso de cereales y gas rusos hacia el sur de Europa), Arabia Saudita (socia directa de Rusia en la conducción de la OPEP y principal proveedora de China), Egipto (principal receptor del cereal ruso) y los países del Golfo Pérsico: Emiratos Árabes Unidos, Kuweit y Bahrein.
Una primera lectura de este listado revela la conformación de un poderoso subpolo islámico, con obvias y antiguas tensiones internas pero dispuesto a no ser más un objeto del colonialismo unipolar, sino un sujeto del sistema de nuevas relaciones internacionales.
También podemos hablar de un importante componente budista: Nepal, Shri-Lanka, Cambodgia y Mianma. A ellos podrán agregárseles Vietnam, Indonesia, Malasia y Tailandia, con los que ya se mantienen negociaciones.
De esta manera, el nuevo orden multipolar tiene ya una estructura definida y una interacción en crecimiento entre sus distintas organizaciones. Con la OCSh se entrelazan los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica por ahora), la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) integrada por Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán, Rusia y Tadzhikistán, la Unión Económica Euroasiática (Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguizia y Rusia). Existen fuertes lazos comunicantes también con la Liga Árabe y la Unión Africana. Nuestra CELAC todavía no está integrada en este nuevo universo, aunque existen contactos con sus representantes.
Todas estas organizaciones plantean entre sí en el área económica importantes proyectos de desarrollo tecnológico, agroindustrial, energético y de transporte. Rusia, Kazajstán, Uzbekistán y Pakistán trabajan en el tendido del gasoducto “Fuerza de Siberia II” que llevará el fluido hasta el Golfo de Bengala.
En un encuentro tripartito, China, Mongolia y Rusia acordaron el tendido del ferrocarril que desde Rusia atravesará Mongolia y llegará a China, así como su cooperación en la traza de un segundo gasoducto troncal que llevará el gas ruso a los dos países. Entre los trascendidos surgidos de este encuentro, destaca el que prevé la participación de Corea del Norte en ambos proyectos, tanto con mano de obra como con equipos técnicos.
El proyecto de base es el chino “una franja, una ruta”, que prevé una intrincada red de cooperación desde la península de Kamchatka hasta el mar Báltico, pasando por los países de Asia Central, el mundo árabe, el Magreb africano e incluso el sur europeo. Nuevas carreteras, ferrocarriles de ultravelocidad, aviones diseñados en conjunto, exploraciones conjuntas del cosmos lejano, desarrollos agroindustriales compartidos, son algunos de los temas de este proyecto épico.
Las organizaciones multipolares se han convertido en el mayor oponente y la más concreta alternativa a los nuevos intentos de dominio mundial que plantea el proyecto anglosajón de globalización. Ahora alienado y desaforado con sanciones y amenazas a diestra y siniestra. A China que “ya va a ver” si se junta con Rusia y si reafirma su soberanía sobre Taiwán. A la India que no compre petróleo y gas ruso. A Turquía que no adquiera armamento defensivo ruso y chino. A Arabia Saudita que aumente la extracción de petróleo aun a costa de romper la OPEP. Al Brasil que se adhiera a las sanciones cuando los principales mercados brasileños son sus socios de los BRICS. A Rusia, que no utilice su armamento atómico (algo rigurosamente reglamentado por la doctrina militar del Kremlin) y no emplee armas químicas, cuando Rusia las ha desmantelado en 2017 con supervisión del organismo internacional pertinente.
Conviene recordar que los Estados Unidos fueron los únicos en ejecutar un bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki, matando a cientos de miles de civiles japoneses. Además, Washington no se ha plegado a la convención de destrucción de armas químicas…
Jack Sullivan, consejero de seguridad nacional del presidente Joe Biden, afirmó abiertamente que los Estados Unidos están interesados en la fragmentación del orden mundial y la supervisión de una red de alianzas locales. En el foro anual Defense One, hace algunos meses, Sullivan declaró que el sistema de relaciones internacionales encabezados por la ONU desaparece gradualmente, algo que “conviene a los Estados Unidos”.
Esta estrategia destructora del orden mundial se verifica en la formación de algunas nuevas alianzas locales, siempre dirigidas por Washington. Entre ellas QUAD (diálogo de seguridad entre Australia, India, EE.UU. y Japón), AKUS (alianza político-militar entre Australia, Gran Bretaña y los EE.UU.), la frustrada “Cumbre por la Democracia” y otras.
Änjali Kaur, funcionaria de la USAID para Asia, declaró en el Congreso norteamericano: “Los EE.UU. consideran críticamente importante dividir las economías de los países del Asia Central de la rusa y la china”.
No tiene demasiado éxito este intento. Ni siquiera con los países asiáticos que todavía no están en la OCSh, como Japón. En agosto, Tokio aumentó en flecha la importación de GNL (Gas Natural Licuado) de Rusia. En comparación con el período análogo del año anterior, el incremento fue del 211,2%, según informó el propio Ministerio de Finanzas japonés.
China, según Le Figaro, “confirma su respaldo a Rusia en contraposición a los planes de los EE.UU. de aislar” a ambos países y agrega “Rusia para China hoy es un socio clave en la confrontación con Washington en la arena internacional”. La participación del presidente chino Xi Jinping en la cumbre de Samarcanda, en su primera salida al exterior luego de la pandemia del coronavirus, testimonia la solidez del régimen chino en vísperas del XX Congreso del Partido Comunista Chino, acontecimiento clave en la continuidad del propio Xi.
Vladímir Putin, quien acaba de conseguir el respaldo de más del 80% del electorado en reciente comicios regionales y municipales, concurrió con un frente interno ampliamente consolidado y orientado hacia el final victorioso de la confrontación en Ucrania, en la que, según Putin, el ejército ruso “sólo ha mostrado una pequeña parte de su potencial”.
El encuentro de ambos líderes en el marco de la cumbre de la OCSh ha tenido un significado simbólico ya que sólo marcaron lineamientos para fortalecer su intercambio comercial que este año llegará a los 200.000 millones de dólares. Lo trascendente es que ambos fundamentaron su disposición a encaminar el orden mundial “en una dirección más justa y razonable”.
Hace medio siglo apareció la teoría del “millardo de oro”, encargada por el Club de Roma, que pretextando amenazas de un apocalipsis global a corto plazo, proponía un exhaustivo control del equilibrio traducido en un gobierno mundial, descartando soberanías y derechos nacionales sobre recursos. Los padrinos fueron Rockefeller y Soros. El resto de los países periféricos fueron considerados como los miserables que deberían supervivir como pudieran.
Global Times, el vocero oficioso del Partido Comunista Chino, señaló: “la esencia de la mentalidad occidental es considerar la geopolítica exclusivamente como un juego donde tienen que haber vencedores y vencidos”. No hay confianza, cuanto menos, con la OTAN.
La reciente sanción de un préstamos por 5.000 millones de dólares para “ayuda militar” a Taiwán, dispuesta por el senado norteamericano, es un ejemplo de ello. Pero también vuelve a empujar a Washington a un callejón sin salida diplomática. China ya manifestó que esta decisión es una injerencia en sus asuntos internos. El congreso estadounidense resolvió confirmar las obligaciones contraídas por Washington en 1979, de defender la isla en caso de sufrir ella una agresión. Como lo explicitaron en el Congreso, la resolución se dictó “ante la amenaza de una agresión china”…
Para Beijing, esta decisión “cambia la política tradicional de los EE.UU. en relación con la convención de una sola China”.
En su afán por “desenganchar” la OCSh del resto de países del Pacífico, Washington anunció su intención de “asegurar” la defensa de Japón de “posibles amenazas” tomando en consideración además de los tipos tradicionales de armamento, su arsenal nuclear, según declaró Lloyd Austin, ministro de Defensa de los EE.UU.
Pero los intentos de mantener su papel hegemónico le fracasan a Washington y sus aliados. No consiguen asimilar los cambios estructurales que se están produciendo en el mundo. El sistema internacional de relaciones cambió y en vez de ordenarse verticalmente, desde un solo centro de dictado, ahora lo hace en forma horizontal entre todos los países. Además, el vector principal del sistema gira definitivamente desde Occidente a Oriente.
La OCSh se ha convertido, especialmente luego de esta “multitudinaria” cumbre, en un factor independiente y decisivo de la realidad política internacional. A partir de Samarcanda, se fortalecen además de la cooperación económica, la lucha contra el terrorismo y el soporte a la estabilidad regional y mundial.
El presidente kasajo Tokaev propuso en la cumbre de Samarcanda incrementar la cooperación entre los departamentos de defensa y los servicios especiales de los estados miembros de la OCSh. A principios de año, Tokoaev superó un golpe de estado financiado por el narcotráfico con ayuda de la OTSC y de la OCSh.
Dada la absoluta falta de publicidad a la declaración final de la cumbre OCSh, he aquí sus principales puntos:
-Inadmisibilidad de la adopción unilateral de sanciones económicas, a excepción de las adoptadas por el Consejo de Seguridad de la ONU.
-Ampliación de la utilización de divisas nacionales en los cálculos mutuos.
-Adscripción a la no difusión del arma atómica en el mundo y continuidad del desarme nuclear.
-Inadmisibilidad de utilizar la agenda climática para sancionar restricciones.
-Ampliación de la OCSh como modo de garantizar la seguridad y estabilidad en la región.
-Inadmisibilidad de injerencia en asuntos de otros estados so pretexto de confrontar al terrorismo. Los países de la OCSh condenan al terrorismo y están dispuestas a liquidar activamente las condiciones que lo faciliten.
-Necesidad del ulterior fortalecimiento de la cooperación internacional en la lucha contra la difusión del coronavirus.
-Regulación en Afganistán para fortalecer la seguridad de los países de la OCSh.
Los miembros plenos y asociados de la OCSh superan el 82% de la población del planeta y producen casi el 30% del PIB mundial pero lo más importante es que la economía de estos países se desarrolla a ritmos mayores que los mundiales y, como dato concluyente, en muchos casos ese desarrollo se combina entre todos.
Esto contrasta de una manera expresa con la situación en las economías de los Estados Unidos y la Unión Europea. Con una inflación que supera el 10% (algo inusitado para ellos) y reducción de la actividad que ya amenaza con transformarse en recesión. En Alemania, por ejemplo, el centro analítico Ifo de Munich advierte que el aumento de precios sobre el gas y la energía eléctrica asestó a la economía germana “un golpe demoledor” pues conducirá a la caída en un 0,3% del PBI en 2023. El mismo centro había pronosticado en junio un incremento del 3,7% del PIB para ese año.
En los Estados Unidos, el aumento inflacionario ya se acerca a los dos dígitos y la efervescencia social está en un punto de ebullición muy peligroso. El conflicto sindical en los ferrocarriles amenaza desde la semana pasada con paralizar el transporte vital de hidrocarburos y cereales pero, fundamentalmente, con el desabastecimiento de alimentos. La Cámara de Comercio de los EE.UU. calificó la huelga ferroviaria como “una catástrofe económica nacional”.
El politólogo estadounidense Harlan Kenneth Ullman, en su artículo en «The Hill» afirma que Estados Unidos, al tratar de hacer frente a presuntas amenazas a gran escala en el país y en el extranjero al mismo tiempo, absolutizó el concepto de enemigo. «Los dos partidos estadounidenses son incapaces de gobernar conjuntamente el país. Cada uno considera a los opositores políticos un mal absoluto. Y en 2024, dos ancianos planean postularse para presidente», concluye con dureza Ullman, refiriéndose al actual presidente demócrata Joe Biden y a su oponente, el expresidente republicano Donald Trump.
«Lo peor -añade-, es que este mal y esta bilis se está extendiendo más allá de nuestras fronteras y se aplica a China, Rusia y adversarios menores. Si la trayectoria de las relaciones con Beijing y Moscú no cambia diametralmente, ambos países pronto lo harán» para convertirse en amenazas existenciales. La afirmación del presidente Biden de que enfrentar a China y Rusia, así como a Irán y Corea del Norte, es una especie de batalla sagrada entre la democracia y la autocracia sólo agrega combustible a una estéril confrontación, absolutamente pasada de moda.
Ullman, consejero “senior” del Consejo del Atlántico, fundado en 1961 en la OTAN, tras enumerar las contrariedades norteamericanas en política exterior, recuerda que “las perspectivas económicas en la mayoría de los norteamericanos no son agradables”.
Un contexto interno, en ambas sedes del poder unipolar, que además de dificultar la realización de una política internacional estable y coherente con el mundo actual, puede perjudicar grandemente el futuro real de supervivencia de la humanidad.
Unos 200 países asistieron a la inauguración de la 77 sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas. El subtexto fundamental radica en la expectativa si la organización mundial, fundada en 1945 con el objeto de garantizar un futuro sin guerras para la Humanidad y de fundar condiciones apropiadas para el desarrollo económico, político y social de esa misma Humanidad, de toda la Humanidad, está en condiciones de cumplir hoy con su tarea. Si puede funcionar libremente, independiente de las presiones y los subterfugios que la condicionan y la alienan por parte del poder hegemónico unipolar.
En el orden del día que deberán aprobar los asambleístas de la ONU para el año próximo figuran temas claves como el combate contra las pandemias, el cambio climático, el desarrollo sostenible, los derechos humanos y los conflictos y las crisis. Pero el tema más importante, sin dudas, es el propio futuro de las Naciones Unidas. La crisis de autoridad y fiabilidad que afecta cada vez más a la organización es, precisamente, la que facilita su dependencia de ese poder hegemónico y le impide jugar su rol fundamental de coordinador en el mundo multipolar. La única herramienta de que dispone para superar las crisis.
Como ejemplo baste su vergonzosa inacción ante la descarada actitud de Washington, que impidió hasta último momento la entrega de visados para las delegaciones de países como Rusia, Irán o Corea del Norte. Esta violación de sus obligaciones como país anfitrión de la ONU mereció apenas una advertencia por parte de colaboradores del secretario general…
Como en todo parto, hay un momento en que la crisis debe cambiar de calidad y dejar que surja la nueva vida. Este es el hecho. Todos nosotros, seres humanos, asistimos a ese parto y también somos parte de él. La cumbre de la OCSh es un poderoso catalizador de esta coyuntura. Será bueno y prudente preparar a la Argentina, nuestro país, para incorporarse al proceso de cambios. Llega el momento de las definiciones.
El punto crítico…