[Artículo de Elisabeth Hellenbroich, que nos remite el Director de Movimiento de Solidaridad Iberoamericana (MSIa) Dr. Lorenzo Carrasco para ser difundido por Dossier Geopolitico]

27 de agosto de 2021.-El impresionante colapso del gobierno afgano ante las fuerzas del Talibán señala un cambió de fase estratégico en la política mundial. Tanto en Occidente como en Oriente, en Rusia, China, India, Irán, Turquía y Oriente Medio, los líderes políticos y los analistas internacionales calificaron el hecho de “fracaso completo de Occidente” y de sus servicios de información.

La guerra de 20 años costó muchas vidas y 1 billón 400 mil millones de dólares, según un estudio de Naciones Unidas (UN), con el pretexto de combatir el terrorismo y llevar la democracia a Afganistán. Téngase en mente que fue durante la presidencia del Donald Trump cuando comenzaron las negociaciones con el Talibán en Doha, Catar, en 2020, y que el presidente Joe Biden, en mayo pasado, anunció la retirada completa de las tropas estadounidenses, en consonancia con las naciones aliadas que todavía permanecían en el país.

Esto abrió el camino para la conquista por parte del Talibán, – un grupo heterogéneo- formado de núcleos terroristas radicales y de otros más moderados. De acuerdo con muchos especialistas europeos, hay motivos para el escepticismo respecto al Talibán, que todavía no ha dado respuesta sobre qué rumbo dará al país. Alertan, igualmente, del peligro de una nueva ola de refugiados afganos, que ya comenzó a extenderse por Irán, Paquistán, Turquía y Asia Central, y que también amenaza a Europa.

Sin embargo, también está claro -y esto ha sido articulado más claramente por voces de Rusia y de Asia Central, vecinos inmediatos de Afganistán-, que la única solución a largo plazo será el empeño común de Occidente, principalmente de la Unión Europea (UE), Rusia, Asia Central, Irán, India, Turquía, Paquistán y China, para encontrar una solución diplomática duradera de la crisis estratégica.

Fue probablemente el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeir quien manifestó con mayor claridad lo que muchos diplomáticos occidentales están pensando. Durante una entrevista colectiva en Berlín, el 17 de agosto, habló de una “tragedia que se está desarrollando, de la cual somos responsables. Es un giro político que cambiará el mundo”. Además, recalcó: “Es el fracaso de los esfuerzos de años en Afganistán para construir una comunidad viable. Y presenta muchas cuestiones fundamentales sobre nuestro pasado y nuestro futuro, en términos de nuestros compromisos políticos y militares. Existen algunas cuestiones amargas que se deben tomar en cuenta, que deben responderse de una forma seria. Las respuestas deben buscarse en un esfuerzo común de la Alianza Occidental, ya que, sin esta alianza y sin su solidaridad, no habríamos ido a Afganistán hace 20 años”.

En una conferencia en la Universidad Federal Báltica, el canciller ruso, Serguéi Lavrov, quien ha conversado al respecto con el secretario de Estado, Anthony Blinken, y con su colega chino Wang Yi, afirmó: “Es evidente que Rusia y Occidente necesitan trabajar juntos. Los esfuerzos conjuntos de Occidente y de Rusia para ayudar a resolver numerosas crisis y conflictos regionales son relevantes. Esto se hizo más claro después de que la situación de Afganistán se derrumbó, luego de la retirada precipitada de las tropas de Estados Unidos y de la OTAN”.

El especialista en derecho internacional Francis Boyle, de la Universidad de Illinois, dijo en una entrevista concedida a la agencia informativa rusa TASS que el presidente ruso, Vladímir Putin, está trabajando bastante para limitar los daños, para que Uzbekistán y Tayikistán no sean atacados, y está desempeñando un papel muy constructivo junto con China. Según él, Estados Unidos no invadieron Afganistán para vencer al terrorismo: “Estados Unidos entraron allí para crear una base estratégica en el corazón de Asia Central… y para conquistar el máximo de petróleo y gas que pudiesen de Asia Central. Todo ese proyecto, entonces, fracasó”.

Voces humanitarias

En una entrevista concedida al Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ) el 16 de agosto, el Dr. Reinhard Erös, presidente de la organización humanitaria Kinderhilfe-Afghanistan (Ayuda infantil-Afganistán), que ha trabajado en Afganistán desde hace 35 años, afirmó, sobre el gobierno del Talibán, que “habría un régimen de emirato religioso como el que existió entre 1996 y 2001, pero no un gobierno de transición mixto”. Consideró que el nuevo emirato islámico de Afganistán estará determinado por la ley islámica de la Sharía (semejante a la de Arabia Saudita –“nuestros amigos”, que incluye la pena de muerte y las mutilaciones). Al mismo tiempo, señaló que es necesario conversar y negociar con el Talibán, para que la situación no se agrave. Comentó que la guerrilla venció, pues “Estados Unidos, obviamente, nunca quiso conquistar los corazones ni las mentes de las personas”. Lo que faltó fue fundamentalmente una “estrategia” civil y militar, en términos de Clausewitz. En otro artículo señaló que las capas de afganos educados que viven en Kabul, en lugar de huir, deberían permanecer, por ser necesarios para la reconstrucción del país: “Quien se entienda con el nuevo régimen bajo el emirato islámico, vivirá sin guerra. El pueblo afgano necesita el respaldo firme para lograr una recuperación económica, sin ninguna interferencia política egoísta”.

Este fue también el argumento repetido por Malalai Jova, política y activista afgana que en un artículo aparecido en el Süddeutsche Zeitung del 14 de agosto afirmó que la situación es extremadamente crítica con el avance del Talibán; pero, de la misma forma, las tropas occidentales deberían haber dejado el país hace mucho tiempo:

“Debemos reconstruir nuestro país con nuestras propias manos: ¿los compromisos de 20 años fueron en vano? Sí, definitivamente. Las tropas estadounidenses u occidentales fracasaron. Vinieron por intereses geopolíticos y, ahora, parten de nuevo. Los estadounidenses sustituyeron al bárbaro régimen del Talibán con los brutales señores de la guerra y, al mismo tiempo, comenzaron a negociar con el Talibán, sin que la naturaleza del grupo cambiara. Los estadounidenses arrojaron bombas, contaminaron el ambiente e hicieron al sistema todavía más corrupto. Nunca se interesaron por el pueblo afgano. El pueblo afgano debe permanecer junto y luchar contra los terroristas y los señores de la guerra: lo que necesitamos de los países extranjeros no son armas, sino ayuda humanitaria, en particular para proyectos de educación”, afirmó.

Entrevistado por el periódico en línea ruso Vzdlyad, el influyente “kremlinólogo” alemán Alexander Rahr, miembro del prestigioso Club de Debates Valdai, se manifestó a favor de una cooperación entre la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO), así como entre la UE y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), para ayudar a calmar la situación de Afganistán.

Para él, la crisis afgana es una verdadera “prueba de tensión para las relaciones ruso-chinas”. Calificó a la CSTO, que reemplazó a la Comunidad de Estados Independientes en 2002 de “una organización de coordinación política de seguridad”, que incluye a estados como Armenia, Kazajistán, Kirguistán, Rusia, Tayikistán y Bielorrusia. Afganistán y Serbia tienen la condición de observadores. Uzbekistán dejó la organización en 2012. Rahr reclamó que Estados Unidos todavía pretende “contener” a Rusia y a China, en lugar de concentrarse en la lucha contra el factor islámico. Si se considera que en breve los europeos enfrentarán el problema de los refugiados de Afganistán, advirtió que “los estrategas occidentales deben cooperar con Rusia y China y los estados de Asia Central”.

Los efectos de la crisis afgana en Asia Central

Dentro de este contexto, el pasado 12 de agosto, el Valdai Weekly Newsletter publicó un artículo de Judoberdi Joliknazar, director del Centro para Estudios de Asia Central y China de Tayikistán, en el que describe la situación en algunas repúblicas de Asia Central vecinas de Afganistán, cuyo destino está vinculado a Rusia.

En el texto, Jolinazar señala que la retirada precipitada de las tropas estadounidenses, iniciada en mayo, creó una serie de problemas a los países vecinos:” El primer problema y el más acuciante para todos los vecinos de Afganistán es el flujo de refugiados afganos”. Según él, en junio se inició un ataque en la zona fronteriza afgano-tayika que terminó con la ocupación de toda la zona en un mes. El 7 de julio, el coronel general Anatoly Sidorov, jefe militar de la CSTO, afirmó que “luego de la captura de las regiones fronterizas de Afganistán por el Talibán, el flujo de desplazados internos de Afganistán hacia Tayikistán se está convirtiendo en una nueva amenaza”. Resaltó que, a pesar de que las autoridades de la región de Gorno-Badajshan de Tayikistán han anunciado su disponibilidad para recibir más de 10 mil refugiados afganos, en realidad, hay grandes dificultades para acomodar más de mil refugiados”.

Destacó el peligroso grupo terrorista tayiko-talibán Ansarullah, pues afirma que la frontera tayika-afgana, antes considerada una “frontera amigable”, se está transformando en una “frontera hostil”, lo que aumenta las amenazas potenciales para Tayikistán. Por ello, el gobierno tayiko envió a toda prisa 20 mil reservistas a la frontera con Afganistán, en un trabajo conjunto con la CSTO y la OCS, presididas ambas, coincidentemente, este año por Tayikistán. Sidirov añadió: “Unidades especiales y de mantenimiento de la paz de las Fuerzas Armadas rusas realizarán nueve ejercicios conjuntos de contraterrorismo con tropas de Tayikistán, Uzbekistán y Kirguistán a finales de agosto y septiembre. Los ejercicios a gran escala terminarán con las maniobras estratégicas de la Misión de Paz 2021 de las Fuerzas Armadas de los países de OCS, con la participación de más de 4 mil militares”.

Sidorov observó, igualmente, que los dirigentes de Uzbekistán y de Turkmenistán han sostenido comunicaciones con el Talibán desde finales de la década de 1990, habiendo llegado el primero a crear una plataforma de negociaciones en su territorio para conversaciones de paz entre el grupo y los líderes políticos afganos. Por otro lado, las actividades de los militantes de la organización terrorista Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU), junto con el Talibán, en las zonas fronterizas, están forzando a Uzbekistán a fortalecer su frontera con Afganistán. “La decisión de Uzbekistán de realizar ejercicios militares conjuntos con Rusia para garantizar la integridad territorial de los estados de la región de Asia Central en los que participaron cerca de 1.500 militares de la Federación Rusa y de Uzbekistán, fue muy oportuna”.

La frontera con Afganistán es la más corta (144 km) y, al mismo tiempo, la más protegida de las fronteras de Uzbekistán, en tanto que la frontera de Turkmenistán con Afganistán tiene 804 kilómetros. Sidorov destacó que varios proyectos económicos entre Afganistán y Uzbekistán, así como con Turkmenistán, que deberían firmarse antes de este fin de años, se han suspendido: “Los planes de Uzbekistán de firmar un acuerdo comercial preferencial con Afganistán a finales de 2021, lo que podría aumentar el volumen de negocios mutuos en 2,5 veces, a los dos mil millones de dólares, está ahora en el aire. El destino del proyecto uzbeko de construir un ferrocarril de la ciudad afgana de Mazar-i-Sharif a la ciudad de Herat también parece incierto”. Lo mismo sucede con varios proyectos económicos entre Turkmenistán y Afganistán.

Concluyó con un argumento muy semejante al de Rahr, es decir, que “los acontecimientos recientes en Afganistán muestran claramente, una vez más, que los países post soviéticos de Asia Central deberían cooperar estrechamente con organizaciones regionales internacionales como la CSTO y la OCS, con el fin de proteger sus soberanías e independencias nacionales”.

[Artículo realizado por el Dr. Eduardo Vior para la Agencia de Noticias Argentina TÉLAM que por su importancia publicamos en Dossier Geopolitico]

La expectativa de que la retirada norteamericana pudiera traer la paz a Afganistán reavivó el antiguo plan para construir un gasoducto de Turkmenistán a India, que todavía deberá esperar.

Por Eduardo J. Vior*

Sólo tres días después de la caída de Kabul, el 18 de agosto pasado el cónsul turkmeno en Mazar-i-Sharif, una de las últimas ciudades en ser conquistada por los rebeldes, se reunió con el jefe de la provincia de Balj nombrado por los talibanes y en un comunicado el Ministerio de Asuntos Exteriores turkmeno habló de una reunión «positiva y constructiva», destacando «el carácter fraternal» de las relaciones entre ambos países.

Reunión en Mazar-i-Sharif, Afganistán (Foto: MAE de Turkmenistán).Reunión en Mazar-i-Sharif, Afganistán (Foto: MAE de Turkmenistán).
La razón de tanta amabilidad debe buscarse, sin dudas, en el TAPI, el proyecto para la construcción de un gasoducto que desde Turkmenistán atraviese Afganistán y Paquistán hasta alcanzar India. Turkmenistán espera que la conquista del país por los talibanes traiga la ansiada paz y la estabilidad que permitan tender la tubería con tranquilidad. Sin embargo, los datos duros indican que todavía es prematuro para encarar planes de tanta envergadura.

El mismo día de la reunión en el noroeste de Afganistán tuvo lugar en Herat, cerca de la frontera iraní, otro intercambio entre diplomáticos turcomanos y la oficina de representación de los talibanes en esa ciudad.

No los une el amor sino la necesidad pragmática de poner en marcha un negocio que beneficiaría a ambas partes. Tanto lo ansían que ya el 17 de agosto en declaraciones a la cadena de televisión Sky News el vocero talibán Muhammad Suhail Shaheen se manifestó entusiasmado con éste y otros proyectos, sonando para todo el mundo como si estuviera dando una charla en una conferencia de desarrollo regional.

“Afganistán es un puente entre Asia Central y el Sur de Asia”, dijo, y habló del modo en que los intereses de ‘conectividad’ se verían favorecidos si se construyen no sólo el oleoducto TAPI sino también carreteras y ferrocarriles que atraviesen el país de norte a sur y de este a oeste. “Esperamos… [que] se pongan en marcha”, finalizó.

En lugar de ceder al pánico fácil, como ha sucedido en otras capitales de Asia Central, Ashgabat está siguiendo una línea de negocio normal.

El Ministerio de Asuntos Exteriores turkmeno afirmó en otro comunicado del 18 de agosto que mantiene una comunicación regular con los talibanes para seguir prestando servicios de tránsito fronterizo.

«Tomamos nota de que los puestos de control… en los cruces de Imamnazar-Aqina y Serhetabat-Torghundi están funcionando como de costumbre y que se está permitiendo el paso del número necesario de remolques de carretera y de carga ferroviaria en las condiciones acordadas por ambas partes», expresó el comunicado.

Al comportarse como lo está haciendo, Turkmenistán está adhiriéndose al pedido de Paquistán, para que la comunidad internacional interactúe con los talibanes.

Durante el fin de semana pasado se informó que el ministro de Asuntos Exteriores de Paquistán, Sha Mahmud Qureshi, iba a visitar esta semana todos los países fronterizos con Afganistán, excepto China, con ese mismo mensaje.

En efecto, este jueves 26, tras su reunión con el Presidente de Turkmenistán, Gurbanguly Berdimuhamedov, Qureshi dijo a los medios de comunicación que se esperaba que el proyecto TAPI cree 2.000 nuevos empleos directos y muchos más indirectos.

Gasoducto TAPI (Turkmenistán-Afganistán-Paquistán-India).Gasoducto TAPI (Turkmenistán-Afganistán-Paquistán-India).
El ministro paquistaní mencionó que el plan del gasoducto fue discutido en detalle con el presidente turkmeno como parte de una propuesta integral paquistaní, para mejorar la «conexión económica» a través de varios proyectos. Y también dijo que en un futuro próximo se estaba estudiando la posibilidad de convocar a una reunión de ministros de Asuntos Exteriores de los Estados vecinos para discutir la situación afgana.

Además, afirmó que Pakistán y Turkmenistán seguirán colaborando con representantes especiales de ambas partes para celebrar reuniones sobre el fortalecimiento de los vínculos.

El pragmatismo turkmeno se manifiesta también de otras maneras. Ninguno de los otros países de Asia Central ha aprovechado exactamente la oportunidad de ayudar en las operaciones de evacuación de Afganistán, pero algunos de ellos han aportado su granito de arena.

Tayikistán permitió la entrada de tropas que huían, Uzbekistán ayudó a la evacuación de Alemania de Kabul y Kazajistán, por fin, se ofrece como nueva sede para las oficinas de las Naciones Unidas obligadas a abandonar momentáneamente Kabul.

La respuesta humanitaria de Turkmenistán, en cambio, ha oscilado entre la tacañería y la insensibilidad. El 19 de agosto, el Ministerio de Asuntos Exteriores anunció que permitía el uso de su espacio aéreo a los vuelos que evacuaban a ciudadanos extranjeros de Afganistán.

A los refugiados, al parecer, se les mantiene a una previsible distancia. El servicio turkmeno de inmigración y refugio informó el 17 de agosto de que Ashgabat no permitía la entrada en el país ni a los soldados afganos que huían ni a los turcomanos étnicos que vivían en la frontera.

Por su parte, “Crónicas de Turkmenistán”, una plataforma con sede en Viena, ha declarado que 18 ciudadanos afganos de etnia turcomana que habían sido aceptados como estudiantes en el Instituto Pedagógico Estatal Turcomano Seyitnazar Seydi, en la ciudad de Turkmenabat, han sido informados que no podrán seguir sus cursos.

El proyecto de construcción del TAPI tiene impronta argentina. En 1987 la empresa Bridas, entonces perteneciente a Carlos y Alejandro Bulgheroni, comenzó a expandirse en el sector energético de Asia Central.

Turkmenistán espera que la conquista del país por los talibanes traiga la ansiada paz y la estabilidad que permitan tender la tubería con tranquilidad. Turkmenistán espera que la conquista del país por los talibanes traiga la ansiada paz y la estabilidad que permitan tender la tubería con tranquilidad.
En 1992 obtuvo su primer contrato para la exploración de gas en Turkmenistán. Entre 1995 y 1997 Carlos Bulgheroni participó personalmente en las negociaciones entre Bridas, los gobiernos de Paquistán, Turkmenistán y el entonces gobierno talibán de Afganistán, para construir el gasoducto transafgano.

Estas negociaciones competían con las de Unocal (Union Oil Company of California, antigua exploradora de petróleo, comprada en 2005 por Chevron) y, aunque se llegó a un acuerdo con la corporación CentGas que aquélla integraba, el acuerdo se cambió en enero de 1998 a favor de Bridas.

Sin embargo, la invasión occidental en 2001 y la guerra sucesiva retrasaron la construcción del ducto. Algunas versiones hablan también de un veto de la CIA hacia los argentinos que, tras la fusión con Amoco (hoy perteneciente a British Petroleum) en Pan American Energy y la muerte de Carlos Bulgheroni en 2016, perdieron el interés en el proyecto.

Turkmenistán, por el contrario, insiste en el plan, porque el país produce más gas natural del que puede consumir y tiene muy pocas formas de sacarlo al mercado.

Sin embargo, la probabilidad de que la inversión en el TAPI se materialice pronto es casi nula, dada la frágil situación de seguridad de Afganistán.

Como han demostrado los recientes atentados en Kabul, el país seguirá siendo de alto riesgo hasta que los talibanes sean capaces de proporcionar un nivel mínimo de seguridad y estabilidad, para que se realicen inversiones a largo plazo.

Por un lado, están divididos en distintas facciones, por el otro el Estado Islámico-Jorasán (la facción del EI que acaba de atentar en el aeropuerto de Kabul) tiene presencia fuerte en el este del país y el Frente Nacional de Resistencia en el norte.

Es, por lo tanto, casi imposible que alguien quiera invertir en una obra tan costosa en condiciones tan peligrosas.

Los ministros seguirán viajando y Turquestán seguirá buscando a quién vender su gas, pero el TAPI todavía deberá esperar.

*Doctor en Ciencias Sociales y en Sociología, periodista especializado en América Latina y relaciones internacionales.

El Profesor Doctor Alfredo Jalife nos detalla en dos magníficos Videos en su Canal Radar Geopolitico, el tema de la Gran Capacidad Mineral del Castigado País Afgano con una guerra que ya dura 40 años. 

En el Primero Las “Tierras Raras” y en el segundo el “Litio”; que posiblemente sean para mayores dolores paar ese sufrido Pueblo luego de la Huida humillante de EEUU y sus Socios europeos

PRIMER VIDEO:

SEGUNDO VIDEO:

16 años promoviendo semanalmente la Geopolitica; Análisis Radial Semanal de Geopolitica de Carlos Pereyra Mele para el Programa: el Club de la Pluma, que conduce el periodista Norberto Ganci por la Radio Web al Mundo. 

Eje Central:

Sigue profundizandose el conflicto entre Atlantistas (EEUU y socios) y Continentalistas (China y sus socios) conflicto que conduce a un mundo Bipolar nuevamente

AUDIO

El director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, presenta la columna semanal del Club de La Pluma, en medio del impacto mundial por la humillante derrota de EEUU y su precipitada huida de Afganistán, y con el titular de “LA CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA”, por haberla prevista en este espacio, desde hace mucho tiempo. 

Y en ese análisis, aborda el proceso histórico de lo que él llama “EL GRAN JUEGO”, que se remonta al siglo XIX con la lucha entre Rusia, Turquía e Inglaterra por controlar precisamente la zona del Asia Central donde está Afganistán, también recuerda la independencia que este país arrancó a los ingleses en 1919 tras sucesivos triunfos militares, y nos explica cómo un siglo después, este GRAN JUEGO, heredado y continuado por EEUU y que abarca al mundo entero, ha llegado a su fin ante el inevitable cambio total de liderazgo mundial, con un Occidente Imperial en desbandada, agotado, sin liderazgo, con aliados débiles y temerosos y con el freno y derrumbe de su “Doctrina Del Caos Organizado”, aquella que consistía en crear conflictos permanentes para impedir la unidad del gigantesco continente superpoblado de Eurasia. Una estrategia que le dio buenos resultados y por mucho tiempo en todo el mundo, diseñada para mantener a una parte del mismo en permanente crisis, mientras que daba solidez a sus aliados y lograba así un control absoluto del globo terráqueo. 

Nos relata Carlos que es tan gigantesco el desconcierto estratégico y doctrinario de Occidente ante la derrota, que hasta se refleja en los desubicados titulares de la prensa, y entre ellos, los que utiliza el sufrimiento secular y crónico de las mujeres en la región, casi como único argumento político. Todo para  disimular y no asumir la responsabilidad de Occidente en semejante catástrofe histórica, con una huida cobarde y a gran velocidad, abandonando a su suerte a un país que aplastó durante 20 años y con infinidad de crímenes y genocidios a sus espaldas, que derrumban su hipócrita relato sobre los derechos humanos. 

Y enfatiza que todo ha saltado por los aires, que al Imperio le han estallado sus planes, como el del Consenso de Washington y la Teoría del Caos Organizado, y también el relato mediático de sus voceros económicos, sociales y culturales. Además de que ya no le basta con  la mentira y el terror, como herramientas y como armas permanentes para consolidar su dominio.

Y sobretodo, que hoy se desmantela el verticalismo  autoritarismo de Occidente con los aliados incondicionales, que le permitió, luego de la caída de la URSS, los atropellos de Irak, Libia, las Primaveras Árabes, las Revoluciones de los Colores en la Europa Oriental y la guerra de Siria, donde sufrió en Alepo la terrible derrota del “Stalingrado de Occidente”, y que desnudó abiertamente la fragilidad militar de EEUU en sus aventuras de ocupación. 

Y nuestro director sentencia que la demostración del fracaso occidental está en la realidad y potencia de Eurasia, en la alianza Pekín – Moscú, con su poderosa Organización de Cooperación de Shanghái, con La Ruta de La Seda y en los múltiples proyectos económicos, científicos, tecnológicos, industriales y hasta cibernéticos, todos muy avanzados, y que van a dar lugar a un nuevo orden global, siempre pendiente de la reacción (violenta o inteligente) del imperio anglosajón en medio de su evidente agonía. 

Además, Pereyra Mele se refiere a la TORMENTA PERFECTA que sufre internamente EEUU, con sus 5 graves crisis: la  económica, la social, la cultural, la sanitaria y la militar. Y nos habla de cada una de ellas con datos y argumentos que demuestran que a la clase media estadounidense se le avecina una larga noche de pesadillas, que el neoliberalismo seguirá creando más ricos y más pobres y que su oligarquía de partidos ya carece de autoridad y margen para continuar con la pretensión de dominar al mundo en solitario. 

Y finaliza la columna analizando el reflejo que tendrán estos cambios en América Latina y Argentina, recordando que nuestro subcontinente es parte de esa disputa mundial y que el desafío no puede afrontarse con discursos ni con insultos, sino con cambios estructurales y realistas, y para ello hace falta tener políticos con pensamiento de estadista.

Toda una clase de geopolítica de alto vuelo, en un relato llano, simple y ameno. 

Eduardo Bonugli (Madrid, 22/08/21)

La desordenada salida de Biden de Afganistán le ha dado a China una oportunidad de oro para retratar a Estados Unidos como un aliado poco confiable y poco confiable. Por RICHARD JAVAD HEYDARIAN* Asia Times

MANILA – En su deseo declarado de poner fin a las «guerras para siempre» de Estados Unidos y, en consecuencia, reenfocar la política exterior del país más directamente en China, el presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, siguió adelante con una salida apresurada de Afganistán.

Convencido de que Estados Unidos ha hecho más que suficiente con su parte de responsabilidad al gastar billones de dólares en la construcción de la nación en Afganistán, Biden resistió o ignoró repetidamente las advertencias de sus principales funcionarios de defensa sobre un colapso precipitado a favor de las fuerzas talibanes.

Pero la salida » dura y complicada» y la victoria sin fisuras de las fuerzas talibanes han provocado conmociones en todo el mundo, amenazando con socavar la credibilidad de Estados Unidos y planteando dudas sobre sus compromisos a largo plazo con aliados en otros lugares, especialmente en Asia.

En muchos sentidos, puede haber socavado cualquier capital diplomático generado por la reciente visita de «tranquilidad» del secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, a los aliados en el sudeste asiático, a saber, Singapur, Vietnam y Filipinas.

El espectacular fracaso de la administración Biden para predecir la gran velocidad del colapso del gobierno afgano ya ha sido calificado como uno de los mayores fracasos de inteligencia en décadas. Imágenes de helicópteros estadounidenses que rescatan a diplomáticos y residentes desesperadamente varados en Kabul han revivido los oscuros recuerdos de la «Caída de Saigón» en 1975.

Como era de esperar, China y sus representantes regionales están tratando de explotar la debacle para presentar a Estados Unidos como un aliado poco confiable y poco confiable, que se apresura a intervenir en las naciones solo para repudiarlas en su mayor momento de necesidad.

Desde que llegó al poder a principios de este año, la administración Biden ha dejado en claro que confrontar y competir con China es su principal prioridad estratégica. «Estamos en una competencia con China para ganar el siglo XXI», declaró Biden durante su primer discurso antes de la sesión conjunta del Congreso en abril.

Al declarar que «Estados Unidos está en movimiento nuevamente», Biden advirtió que su país se encuentra «en un gran punto de inflexión en la historia» y, por lo tanto, necesita «competir más enérgicamente que nosotros» en las últimas décadas.

Desde entonces, Biden ha enviado a sus principales adjuntos, el secretario de Estado Antony Blinken y el secretario de Defensa Austin a lo largo de Asia y Europa para movilizar una contra-coalición contra una China resurgente.

Voto de Biden a doblar en su compromiso estratégico con el Indo-Pacífico a través de “una fuerte presencia militar” tiene la mano se ha ido de la mano con la desconexión del Gran Oriente Medio, incluyendo Afganistán.

Bajo su supervisión, Washington ha cesado su apoyo a la guerra liderada por Arabia Saudita en Yemen, ha reactivado las conversaciones nucleares para evitar la confrontación con Irán y, lo que es más dramático, ha acelerado la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán.

En muchos sentidos, la administración Biden comenzó a cumplir con lo que el ex presidente Barack Obama trató de lograr bajo su política de “giro hacia Asia”. También abrazó reenfoque de la ex administración del triunfo en la “rivalidad entre grandes potencias”, especialmente con China, como el lugar de la política exterior de Estados Unidos en el 21 st siglo.

“Estados Unidos envió a sus mejores hombres y mujeres jóvenes, invirtió casi $ 1 billón de dólares, entrenó a más de 300,000 soldados y policías afganos, los equipó con equipo militar de última generación y mantuvo su fuerza aérea como parte de la guerra más larga en Historia de Estados Unidos ”, dijo Biden en un comunicado en medio de crecientes críticas a su apresurada retirada del país después de una guerra de 20 años.

Al advertir sobre el avance de la misión, Biden enfatizó que el objetivo principal del país en Afganistán no era la construcción de una nación per se, sino «derrotar a las fuerzas que atacaron a este país», un objetivo que se logró después de «la muerte de Osama bin Laden durante más de una década». hace y la degradación de al-Qaeda «.

Pero aunque las intenciones estratégicas de Biden fueron bien recibidas en el país y en el extranjero, los expertos y observadores internacionales han visto en gran medida la forma y el momento de la retirada como una «salida sin estrategia». El primer gran golpe fue a la credibilidad de Estados Unidos, y las agencias de inteligencia estadounidenses sostuvieron que el gobierno afgano en Kabul podría durar al menos tres a seis meses después de la retirada de las tropas estadounidenses.

El mes pasado, Biden afirmó con confianza : «Es muy poco probable que los talibanes se apoderen de todo y sean dueños de todo el país».

Consciente de la debacle de la «Caída de Saigón» en 1975, cuando las fuerzas comunistas invadieron el régimen de Vietnam del Sur respaldado por Estados Unidos, Biden sostuvo categóricamente «No habrá ninguna circunstancia en la que veas a gente ser levantada del techo de una embajada de los Estados Unidos». en Afganistán «.

Sin embargo, las garantías de la administración Biden terminaron como «un fallo de inteligencia del más alto nivel», según el experto en contrainsurgencia Bill Roggio de la Fundación para la Defensa de las Democracias en Washington DC.

Como tal, las estimaciones de la inteligencia estadounidense probablemente se recibirán con mayor escepticismo en otros lugares en el futuro. Esto incluye reiteradas garantías por parte de funcionarios estadounidenses de que los talibanes no renovarán sus antiguos lazos con otros grupos extremistas en el corto plazo.

Pero entre los países del sudeste asiático que enfrentan el extremismo religioso en casa, de manera más dramática en el caso de Filipinas, Indonesia y Tailandia, existe una profunda preocupación de que Afganistán se convierta una vez más en un caldo de cultivo y entrenamiento para terroristas transnacionales.

Más allá de la credibilidad operativa y de inteligencia de Estados Unidos, la debacle en Afganistán también ha fortalecido la voz de los sinófilos y los escépticos de Estados Unidos en toda Asia.

“Deberían decir anteayer, Vietnam, ayer, Taiwán y hoy, Afganistán. ¿No fue la isla abandonada por Estados Unidos en 1979? El experto taiwanés Chang Ching dijo al periódico The Global Times, respaldado por el estado de China.

Por su parte, Li Haidong, profesor del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Asuntos Exteriores de China, dijo al periódico nacionalista : «La acción de huida de Estados Unidos es una advertencia para los secesionistas de Taiwán, o más bien, un pronóstico [de lo que sucederá en el futuro] «. 

En países del sudeste asiático como Filipinas, la crisis en Afganistán solo profundizará la brecha de credibilidad de Washington. También empoderará a las élites favorables a Beijing, como el presidente populista Rodrigo Duterte, quien ha cuestionado constantemente la credibilidad estadounidense durante su mandato mientras giraba hacia China.

Aunque Estados Unidos sigue siendo muy popular entre los filipinos, su fiabilidad se ha cuestionado cada vez más en los últimos años. En una encuesta autorizada de Pulse Asia, casi la mitad de los filipinos  estaban indecisos (33%) o en desacuerdo (17%) cuando se les preguntó si la alianza del país con Estados Unidos había sido «beneficiosa para Filipinas».

Hasta el 47% de los filipinos apoyó la iniciativa de Duterte de mejorar las relaciones con China y Rusia a expensas de Estados Unidos.

Las dudas sobre el compromiso estadounidense con Filipinas pueden explicar por qué una encuesta del Pew Research Center mostró que la mayoría de los filipinos (67%) prefieren lazos económicos más cálidos con China en lugar de la confrontación.

Las escenas de pánico y desesperación en Kabul, con diplomáticos filipinos y trabajadores en el extranjero que luchan por escapar de las fuerzas talibanes que se acercan, solo han profundizado el escepticismo frente a la credibilidad estadounidense como aliado. Las autoridades filipinas, incluido el ejército, están monitoreando de cerca la situación a fin de determinar planes de contingencia para evacuar a 130 filipinos en el extranjero que aún se encuentran varados en el país.

El año pasado, la Armada de Filipinas desplegó dos de sus buques para evacuar a los filipinos varados en Irak y Libia en medio de crecientes tensiones en la región.

Como dijo un alto funcionario filipino a Asia Times, «¿Se ha convertido en un hábito, o es solo que ellos [los estadounidenses] no se preocupan por sus aliados?», Citando sus preocupaciones sobre el destino de los funcionarios alineados con Estados Unidos en Kabul.

De hecho, muchos filipinos de todo el espectro político han invocado la propia historia trágica del país, cuando Estados Unidos entregó rápidamente la independencia formal a Filipinas tras la devastación masiva del país tras la Batalla de Manila contra el Japón imperial.

En su último discurso nacional, el presidente filipino Duterte subió la apuesta, buscando una mayor seguridad del apoyo de Estados Unidos al exigir nuevos lotes de vacunas Covid-19. Según las estadísticas de la Casa Blanca de EE. UU., Filipinas ya ha recibido más de 6 millones de vacunas fabricadas en EE. UU., Lo que la convierte en el segundo receptor más grande del mundo.

El plan de retirada de Biden en Afganistán fue impulsado en gran medida por su objetivo de reenfocar los recursos estratégicos de Estados Unidos en China. Pero su mala ejecución ha socavado objetivos estratégicos más amplios.

Como advirtió en Twitter el influyente estratega estadounidense Walter Russell Mead: “No escucharás a nadie que diga esta mañana: ‘Confía en los estadounidenses. Ellos saben lo que están haciendo ‘”.

RICHARD JAVAD HEYDARIAN*:

Richard Javad Heydarian es un académico de Manila, que ha enseñado ciencias políticas en la Universidad Ateneo De Manila y la Universidad De La Salle, Filipinas. Es colaborador habitual del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) y del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR).

FUENTE: https://asiatimes.com/2021/08/afghan-debacle-dims-us-credibility-across-asia/?mc_cid=0b314f516b&mc_eid=3ab8a50a07


No sólo la errónea apreciación de la situación, la imprevisión y la indecisión sino también sus arrogantes generales y almirantes llevaron al desastre norteamericano en el Hindu Kush.

Por Eduardo J. Vior

La ceguera ideológica, la arrogancia del alto mando, la ausencia de claridad estratégica y la carencia de conducción convirtieron la inevitable derrota de Estados Unidos en el Hindu Kush en una catástrofe. Desde que Donald Trump firmó en febrero de 2020 el acuerdo con los talibanes, para retirar a las tropas norteamericanas del país de Asia Central hasta mayo de 2021 (plazo que Joe Biden luego prorrogó hasta el 31 de agosto venidero) era previsible para cualquier observador sin anteojeras que los insurgentes se harían con el poder y que el Imperio estaba derrotado. Sin embargo, la combinación de soberbia, falta de realismo, acomodamiento y decrepitud (no sólo del presidente) que reinan en Washington transformó la previsible pérdida en un terremoto de alcance mundial.

Dicen que la inteligencia de EE.UU. predijo la rápida derrota del Ejército afgano, mientras que Biden minimizaba la amenaza. Solo después del evidente caos el mandatario estadounidense habría admitido que los talibanes habían conseguido hacerse con el control del país mucho más rápido de lo que esperaba su gobierno.


Combatientes talibanes en Kabul, Afganistan, el 16 a de agosto de 2021. Reuters

Funcionarios de inteligencia de EE.UU. afirman haber advertido tempranamente sobre el colapso de las fuerzas armadas de Afganistán y una rápida toma del poder por parte de los talibanes, reveló un informe publicado este martes por The New York Times. Las evaluaciones de inteligencia estadounidenses ya venían cuestionando si las fuerzas afganas estaban dispuestas a resistir el avance talibán y si el gobierno del país se encontraba en capacidad de mantener el control de la capital. En julio, los informes fueron incluso más pesimistas, sugiriendo que los combatientes afganos no estaban preparados para evitar una derrota, según los documentos clasificados. Las tropas estaban mal pagadas y muchas veces no les llegaban ni los sueldos ni las vituallas, que eran comercializadas por sus jefes en el mercado negro o vendidas a los propios talibanes

Mientras Washington se preparaba para la retirada de sus tropas, el mes pasado Biden seguía desvalorizando las capacidades de los combatientes islámicos, afirmando que una invasión era muy poco probable y prometiendo que no habría una evacuación caótica de los estadounidenses como al término de la guerra de Vietnam en 1975.


En vez de disculparse por el desastre, el pasado lunes Biden dijo en su discurso que “la construcción de una nación nunca fue un objetivo de la ocupación norteamericana en Afganistán”.

Sin embargo, el fin de semana pasado, el Ejército Nacional Afgano terminó rindiéndose sin luchar, a medida que los talibanes tomaban el control de la capital. El presidente Ashraf Ghani renunció a su cargo y abandonó el país en dirección a Uzbequistán, llevándose consigo cuatro coches cargados con 160 millones de dólares de las arcas del Estado, para recalar finalmente en Doha, en los Emiratos. El personal diplomático estadounidense también tuvo que ser evacuado rápidamente hacia el aeropuerto de Kabul, mientras dejaba atrás y sin preaviso a miles de colaboradores y traductores.

Fue sólo después de que el caos se hizo evidente que el mandatario norteamericano admitió que los rebeldes afganos habían conseguido hacerse con el control del país mucho más rápido de lo que esperaba su equipo.

Uno de los informes de inteligencia publicado por The New York Times suponía que el grupo rebelde primero cruzaría la frontera, después se trasladaría a las capitales de las provincias, antes de asegurar el territorio en el norte, para luego ingresar a Kabul, predicciones que –según el diario neoyorquino- en gran medida habrían sido precisas. Sin embargo, informaciones de Afganistán revelan, primero, que los talibanes todos los días cruzan la frontera con el norte y el oeste de Paquistán, simplemente, porque la mayoría de ellos pertenecen a la etnia pashtún, que representa el 42% de la población afgana y está asentada a ambos lados de la frontera convenida en 1922 entre el Imperio Británico y el Reino de Afganistán, después de que las tropas imperiales fueran derrotadas en su tercer intento de invadir el país de Asia Central.

En segundo lugar, aprendiendo de la experiencia de 2001, los talibanes ya no libran batallas frontales, sino que se infiltran silenciosamente en las ciudades, para que esas “células dormidas” actúen en el momento del combate. Así lo hicieron en Kandahar, Jalalabad y, finalmente, en Kabul. No necesitaron “tomar” las ciudades. Enfrentados a la ofensiva externa y al levantamiento interno, las defensas gubernamentales se desmoronaron. Con su parafernalia de big data la comunidad de inteligencia norteamericana no previó que la capilaridad de la sociedad afgana y el cansancio por la indecible corrupción y latrocinio del gobierno títere abrirían las puertas de las mayores ciudades a los seguidores del histórico Mulá Omar casi sin derramamiento de sangre.

«La mayoría de las evaluaciones de EE.UU. se habían centrado en cuán bien iría a las fuerzas de seguridad afganas en una lucha con los talibanes. En realidad, nunca pelearon realmente», comentó Seth Jones, un experto del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington.

Los talibanes tienen ahora el enorme problema de poner orden en sus propias filas, evitar desbordes que los aíslen internamente frente a otras etnias y grupos religiosos, mostrarse tolerantes con las mujeres y, sobre todo, con la minoría chiíta del oeste (Herat), protegida por Irán, administrar la cotidianeidad, formar un gobierno de coalición, controlar el tráfico del opio comercializado por norteamericanos y británicos a través de Turkmenistán hacia Azerbaiyán, Turquía y Europa, y obtener el reconocimiento de la Organización de Cooperación de Shanghai (SCO, por su nombre en inglés), llave maestra para tener relaciones pacíficas dentro de Asia y obtener asistencia financiera y económica.

Sin embargo, la batalla principal de la posguerra se libra en Washington. Durante dos décadas los elegantes generales de cuatro estrellas y almirantes norteamericanos llegaron a enterrar un billón de dólares en el pobre país del Hindu Kush. Caudillos políticos como el general David Petraeus mandonearon a los gobiernos civiles. Ahora, el informe publicado en el diario de los Sulzberger intenta echar la culpa al equipo presidencial de Joe Biden. Otros informes en los medios capitalinos están “descubriendo” la corrupción y el defaitismo del ejército afgano. La prestigiosa Foreign Affairs llegó a publicar el martes 17 que “la principal responsabilidad de este trágico final de 20 años de esfuerzos de construcción del Estado en Afganistán recae directamente en los dirigentes afganos”. Nadie habla de la colusión del Estado Mayor Conjunto de EE.UU. con las empresas que sobrefacturan miles de millones de dólares de material innecesario para alimentar guerras permanentes que sólo conducen a una derrota tras otra, miserablemente encubiertas por los medios asociados al mismo poder.

Es probable que el dinámico y asertivo Jarek Sullivan tenga los días contados al frente del Consejo de Seguridad Nacional. Puede seguirlo el “todo según lo establecido” secretario de Estado Antony Blinken. Ya es más difícil, en cambio, que la empresa Raytheon deje caer a su testaferro en el Pentágono, el secretario de Defensa Lloyd Austin.


“No sé, quizás”. El miércoles el subsecretario de Defensa, John Kirby, respondió muy vagamente a las preguntas de los periodistas sobre la capacidad del US-Army para asegurar la evacuación en Kabul.

La denegación del fracaso conlleva la tentación de repetir las mismas acciones que lo produjeron. Siempre el responsable está afuera. Probablemente, muchos entorchados piensen que, si ellos se hicieran cargo del gobierno, las cosas se harían “como se debe”. No obstante, que los generales y almirantes no se equivoquen: si ocupan el gabinete de Biden, se habrán quedado sin amortiguador. Todas las tensiones de un mundo en transición y de una nación norteamericana desengañada y desesperanzada caerán sobre las fuerzas armadas sin que nadie las proteja. Cuando hacia 1960 el Imperio Británico se derrumbó y decenas de sus colonias se independizaron, la Reina Isabel se puso la mochila al hombro y reaseguró a la aristocracia, el gran capital financiero y los militares la continuidad del poder británico por otros medios. Estados Unidos carece de ese paraguas tradicionalista. La lealtad de sus ciudadanos y la aceptación de sus aliados las ha obtenido y mantenido por una hábil combinación (a veces, prestidigitación) de consumismo y excepcionalismo. Si no hay una cosa ni la otra y no hay rey que los cobije, quedan desnudos y a la intemperie. El gran derrotado de la guerra de Afganistán debe pagar ahora sus cuentas.

Lic. Carlos Pereyra Mele – Director del Equipo Dossier Geopolítico

Mi análisis sobre Afganistán y las lecciones que debemos aprender los Latinoamericanos de lo acontecido con la deshonrosa derrota de EEUU y la OTAN. Para la Radio de la Ciudad de San Francisco de Córdoba Argentina

AUDIO

El analista internacional Miguel Barrios abordó en Radio Leaks la historia reciente del pueblo afgano y su importancia estratégica al estar en el centro de Asia.

El surgimiento talibán en los ’90 financiados fue financiado por Estados Unidos para contener el avance soviético en Asia. Sin embargo, su fundamentalismo islámico talibán comenzó a ser un problema no solo para EEUU sino para la región.

💬 «Afganistán, a pesar de que se calcula que se gastaron 2 billones de dólares para la guerra, en lo que parecía ser la desaparición de los talibanes y una estabilidad de la zona, sin embargo lo que nosotros conocíamos, en realidad los talibanes nunca fueron derrotados, se habían agazapado en su zona montañosa. No nos olvidemos que es un pueblo que nunca perdió una guerra, ni siquiera Alejandro Magno pudo vencerlos, y al mismo tiempo el gobierno títere que instaló EEUU se dedicaba año a año a explotar el opio que seguía vendiendo al mundo» comentó Barrios.

Escuchá #RadioLeaks, con Sebastián Salgado los domingos a las 20:00 (GMT-3)

por William S. Lind

Los Estados Unidos han perdido otra guerra de cuarta generación. Para su beneficio, el presidente Biden se ha apegado a la decisión del presidente Trump de retirar todas las fuerzas estadounidenses de Afganistán. ¿Significará eso la caída del actual gobierno afgano, el regreso de los talibanes a Kabul y la reanudación de la guerra civil? Por supuesto. Eso es Afganistán. Podríamos quedarnos cien años en ese infierno y nada cambiaría.

Lo asombroso es porque fuimos allí en primer lugar. Yo era asesor de un senador en Capitol Hill cuando los soviéticos invadieron Afganistán. Todos estaban tristes, esperando que el Ejército Rojo lograra una victoria rápida y fácil. Estaba exultante, porque sabía que los soviéticos acababan de unirse al club del dedo del bebe en el hormiguero. Me costaba creer que Moscú hiciera algo tan estúpido y confiaba en que terminaría mal para ellos. Y luego, con el ejemplo soviético mirándonos a la cara, ¡cometimos el mismo error tan obvio! ¿Por qué?

La primera respuesta es que el Establishment de la política exterior de Washington es, deliberadamente, ignorante. Conocen la historia de lugares como Afganistán y los Balcanes; pero no creen que se aplique a ellos. Así que se comportan como niños malos, hacen lo que quieren y dejan a los adultos, en forma de los militares estadounidenses, para limpiar el desorden. Desafortunadamente, los militares de alto rango, también, ignoran deliberadamente, en su caso, el hecho de que lideran un ejército de segunda generación que está condenado a la derrota en las guerras de cuarta generación. Así que miles de vidas y de billones de dólares después, aceptamos nuestra inevitable derrota y nos vamos a casa con otra derrota a cuestas. 

¿Por qué nos lleva tanto tiempo, veinte años en el caso de Afganistán, admitir la derrota y volver a casa? Porque tanto el Establishment civil como  el militar de alto rango de Washington están conformado, casi exclusivamente, por cobardes morales. Su enfoque son sus carreras personales, llegaron a los puestos superiores que ocupan evitando decisiones y pasando cada dólar y no quieren ser los que se llevan el sambenito de perder otra guerra. Así que patean la pelota para el adelante, dejando que una guerra perdida continúe con un enorme costo humano y financiero. Veinte años es mucho tiempo para estar pateando la pelota. 

Deberíamos haber salido de Afganistán no más de 90 días después de haber entrado. En ese momento, habíamos hecho todo lo que un invasor extranjero puede hacer. Tomamos Kabul, echamos al gobierno que no nos gustaba, pusimos un gobierno títere en su lugar y le dimos algo de dinero y de armas. Después de eso, si un invasor se queda, se convierte en el blanco de todos. En esos primeros tres meses también habíamos estropeado la oportunidad que teníamos de atrapar a Bin Laden, por lo que la misión no ofrecía ninguna justificación para quedarnos. Una vez más, la única razón por la que lo hicimos fue la cobardía moral de las altas esferas.

Ese fracaso militar apunta a la tercera razón por la que nos hemos anotado otra derrota: la incompetencia militar. Osama estaba en las cuevas de Tora Bora cuando intentamos atraparlo allí. Escapó porque el ejército de los Estados Unidos no sabe cómo librar batallas de cerco. Dibuja una línea en un mapa con nosotros en un lado y el enemigo en el otro, luego descarga grandes cantidades de potencia de fuego en su lado de la línea. Un enfoque tan reduccionista de la guerra que tiene pocas posibilidades de éxito, a menos de que el enemigo deba moverse mientras está bajo fuego, lo que en la mayoría de los casos no lo hace.

Generalmente, el éxito decisivo en la batalla requiere una emboscada o un cerco, no solo una base de apoyo de fuego. El ejército de los EEUU hace pocos intentos para hacerlo y, como en Tora Bora, las pocas veces que lo intenta, el resultado suele ser un fracaso.

Tratar con estas tres causas de nuestras repetidas derrotas en la guerra de la Cuarta Generación requiere el reemplazo del Establishment, civil y militar existente. No se lo puede reformar; ya es demasiado tarde para eso. El reemplazo vendrá solo de una catástrofe nacional lo suficientemente grave como para captar la atención del público. Sospecho que se encuentra en el horizonte.

Traducción: Carlos Pissolito

Publicado en http://espacioestrategico.blogspot.com/2021/08/afganistan.html

POLITICA INTERNACIONAL

De igual manera que han aparecido indicios de un deshielo en las relaciones entre EEUU y Rusia, también parece existir un cambio en la política exterior estadounidense hacia China y un periodo de transición en las relaciones entre las dos potencias. Esto se explicaría por el fracaso de la política de presión global ejercida por EEUU sobre sus adversarios y en paralelo la disminución de su capacidad para seguir ejerciéndola, sumada a su debilidad geopolítica en la «vecindad», Centroamérica y Suramérica, y la amenaza de una pérdida creciente de influencia en la misma. Dr Antonio Mitre Colaborador de Dossier Geopolitico

SE AVECINA UN PERIODO DE TRANSICIÓN EN LA RELACIONES ENTRE EEUU Y CHINA Por M.K.Bhadrakumar 16 de julio

La visita de trabajo oficial de la canciller alemana Angela Merkel a la Casa Blanca el 15 de julio ha sido más notoria por su tono moderado con respecto al tema más fatídico de su discusión con el presidente Joe Biden: China.  

Los comentarios cautelosos de Merkel sobre China en la conferencia de prensa conjunta con Biden no fueron una sorpresa, pero lo que dejó sin aliento es que el propio Biden habló con suavidad sobre ese tema. 

Merkel es una estadista de gran experiencia con un excelente dominio del uso de paréntesis en la articulación de políticas y estrategias. Estuvo de acuerdo con Biden en que la relación con China es una de las muchas prioridades de la política exterior actual; que «donde no se garanticen los derechos humanos, haremos oír nuestra voz y dejaremos en claro que no estamos de acuerdo con esto», pero Alemania «también está a favor de la integridad territorial de todos los países del mundo». 

Merkel reveló que «hablaron sobre las muchas facetas de la cooperación y también de la competencia con China, ya sea en el área económica, en la protección del clima, en el sector militar y en la seguridad», dejando claro que China no puede ser calificado en términos unidimensionales como un adversario. 

Merkel dijo que “hay mucho entendimiento común (entre Alemania y Estados Unidos) de que China, en muchas áreas, es nuestro competidor”; que el comercio con China «debe basarse en el supuesto de que tenemos igualdad de condiciones». Pero luego, señaló que, «la fuerza impulsora» detrás del Acuerdo UE-China sobre comercio que se negoció en diciembre pasado, para gran disgusto por parte de la administración Biden, se trataba de prácticas comerciales justas. 

De hecho, Merkel señaló que el acuerdo de diciembre con China también compromete a Beijing a «acatar las normas laborales fundamentales de la OIT», una referencia indirecta a la presión de Estados Unidos para boicotear a China por presuntas prácticas de trabajo forzoso en Xinjiang.  

Merkel está «convencida de nuestra necesidad de ser líderes tecnológicos … en muchas, muchas áreas», pero luego, «Obviamente, es legítimo que China desee hacer esto también, pero, por ejemplo, cooperaremos en muchos avances tecnológicos. tecnologías de vanguardia, por ejemplo, CHIPS «. Merkel redondeó:

“Y luego están los intereses, obviamente, a veces intereses divergentes, pero a veces intereses comunes. Pero también tenemos, obviamente, áreas en las que las empresas estadounidenses compiten con las europeas, y tenemos que aceptarlo. Pero creo que, básicamente, las reglas sobre cómo tratamos con China deberían basarse en nuestros valores compartidos «. 

El meollo del asunto es que Biden puede estar acercándose al pensamiento de Merkel sobre China. Lo más probable es que el propio Biden esté reflexivo después de la interacción prolongada el mes pasado, en un entorno formal e informal, en Europa recientemente con los líderes occidentales, incluida Merkel, donde China fue la mayor parte del tiempo el elefante proverbial en la sala.

De hecho, en la llamada de prensa oficial del 17 de junio desde la Casa Blanca por parte del asesor de seguridad nacional Jake Sullivan, hubo un amplio indicio de nuevos indicios en las políticas estadounidenses de China. Sullivan hizo saber que Biden «buscará oportunidades para comprometerse con el presidente Xi en el futuro». 

Sullivan agregó, «muy pronto, nos sentaremos a trabajar en la modalidad correcta para que los dos presidentes se involucren». Como dijo, Biden está muy comprometido «a garantizar que tengamos ese tipo de comunicación directa que nos pareció valiosa con el presidente Putin ayer … Ahora es solo una cuestión de cuándo y cómo». 

Evidentemente, Sullivan ha estado al tanto desde entonces. Ahora escuchamos que la subsecretaria de Estado de Estados Unidos, Wendy Sherman, se reunirá con el viceministro de Relaciones Exteriores de China, Xie Feng, en la ciudad portuaria de Tianjin, en el noreste de China, la próxima semana.

Al informar de esto, el diario de Moscú Nezavisimaya Gazeta comentó ayer: “Aunque la Casa Blanca ha calificado a China como un adversario potencial clave, Biden cree que el contacto cara a cara aclarará qué temas encontrarán las partes un terreno común y dónde no. » 

Una vez más, hace diez días, hubo algunas señales definitivas de que el terreno bajo los pies con respecto al enfoque de Estados Unidos hacia China podría haber comenzado a cambiar. Esto fue perceptible en la presentación de una hora de duración de Kurt Campbell, quien es el Coordinador de la Casa Blanca para India-Pacífico y asistente adjunto del presidente, mejor conocido como el «zar de Asia» de Biden.

Campbell se dirigía a la Sociedad de Asia, la influyente organización con sede en Nueva York que históricamente iluminó los caminos sino-estadounidenses y mejoró el entendimiento mutuo. 

Campbell tiene la reputación de tener puntos de vista agresivos y, por lo tanto, sus puntos de vista suavizados con respecto a la trayectoria futura de la política estadounidense merecen atención. Evidentemente, seis meses después de la presidencia de Biden, después de muchas reflexiones internas y con los aliados de Estados Unidos, Campbell estaba hablando en el contexto de las discusiones en curso para una reunión entre Biden y Xi. 

A continuación, se reproduce un pasaje de la presentación de Campbell, aunque sólo sea para dar una idea de lo que está en marcha. En respuesta a una pregunta  del presidente de la Sociedad Asiática Kevin Rudd, un conocido experto en China y ex diplomático y primer ministro australiano, sobre si se puede prevenir una Guerra Fría con China, Campbell dijo: 

“No me gusta mucho el encuadre de la guerra fría. Aprecio el trabajo que has hecho en esto. Me temo que ese encuadre oscurece más de lo que ilumina. Y creo que nos endurece al retroceder en patrones y pensar que de ninguna manera es realmente útil, fundamentalmente para enfrentar algunos de los desafíos presentados por China … Creo que la característica definitoria del período venidero estará en torno a la competencia y también al mismo tiempo para encontrar áreas donde Estados Unidos pueda – no es necesariamente cooperación, pueda ser simplemente alineación de políticas … El desafío por delante será presentar a China algunas oportunidades …

La cita anterior debería dar una idea de una política china muy matizada que se está perfeccionando en la Casa Blanca. (¡Rudd en un momento comenzó a especular si no sería una buena idea que Australia presionara el botón de «pausa» en la retórica anti-China durante algún tiempo para que hubiera una oportunidad disponible para que la relación se arreglara!) 

Igualmente, en Taiwán, Campbell descartó rotundamente cualquier vaciamiento de la «política de Una China». Dijo enérgicamente que, si bien Estados Unidos apoya «una relación no oficial fuerte» con Taiwán, no se trata de alentar la independencia de Taiwán. Admitió que puede ser un equilibrio delicado y peligroso, pero consideró que debe mantenerse.

Claramente, así como podrían haber aparecido últimamente indicios de un deshielo en las relaciones entre Estados Unidos y Rusia , también parece haber un período de transición por delante en la política de la administración Biden hacia China. Campbell confirmó la probabilidad de una reunión entre Biden y Xi Jinping «en un futuro no muy lejano».