Al proclamar la candidatura de la actual vicepresidenta a la presidencia, los electores demócratas contrariaron al aparato partidario y aumentaron la incertidumbre sobre el futuro de EE.UU.

Por Eduardo J. Vior
analista internacional, especial para Dossier Geopolitico

El pasado jueves 22 a la noche terminó la Convención Nacional Demócrata (DNC, por su nombre en inglés) que ungió la fórmula Kamala Harris-Tim Walz para la elección presidencial del 5 de noviembre próximo. Ya antes de la Convención la candidatura de una mujer de color había vuelto a movilizar las esperanzas del pueblo demócrata. En el promedio de las encuestas electorales, la actual vicepresidenta supera a Donald Trump por 1,5 puntos, pero hasta los encuestadores demócratas aconsejan tomar los guarismos con prudencia. 

Recordemos, por otra parte, que los ciudadanos norteamericanos no eligen a su presidente sino a un colegio de 538 electores comprometidos con alguna de las dos fórmulas principales. Como la composición de este colegio no responde exactamente a la cantidad de habitantes de cada estado y en la mayoría de los distritos quien obtiene la mayoría se lleva todos los electores, ha sucedido ya varias veces (G.W. Bush en 2000, D. Trump en 2016) que el presidente resulte electo por la mayoría de los electores, aunque no haya sido el más votado por los ciudadanos. De hecho, según las encuestas, el candidato republicano todavía tiene la mayoría en el colegio..

O sea que el resultado está abierto. Lo mismo pasa con las perspectivas del próximo gobierno.

Sabemos qué haría Trump si es elegido: proteccionismo, guerra comercial con China, reducción de impuestos, paz en Ucrania, repliegue de Europa, apoyo a Israel, medidas sociales y culturales reaccionarias.

Pero Kamala todavía no ha presentado su programa. Podemos estar seguros de que seguirá la agenda “woke” en política interior, educación, género y relaciones interraciales, pero no sabemos cómo afrontará la competencia china, la inflación y el desempleo. Tampoco tenemos datos sobre su orientación en política exterior.

Biden: «Amo a mi país más que a mi trabajo»
El presidente Joe Biden y la vicepresidenta en la DNC

A falta de pronunciamientos de la candidata, orientémonos por el modo en que surgió su candidatura y quiénes la apoyan. 

Después de la Guerra Fría, EE.UU. se erigió en Imperio único y aspiró a vivir a costas de todo el mundo sin preocuparse por la salud de la propia economía. Para ello sirvieron la emisión monetaria sin límites y la expansión de la deuda pública. Sin embargo, a principios de los 2000 China comenzó a competir y Rusia a poner límites a la expansión occidental en Europa. La crisis de 2007 arruinó a la clase media que nunca se recuperó totalmente. La élite de Washington perdió credibilidad y empezaron a surgir alternativas antisistema. La elección de Donald Trump en 2016 fue un punto de ruptura. Los consensos y equilibrios en torno a Washington dejaron de funcionar.

Ante esta falta de controles, el aparato burocrático, político, empresario y militar, se separó de su base y empezó a aprovecharse del Estado y a inventar cada día nuevas aventuras que agigantaron el gasto público en beneficio de unos pocos. La guerra de Ucrania fue en este sentido paradigmática. Todo iba bien, con Biden desempeñando el papel de anciano y sabio recaudador de fondos, mientras sus cómplices llenaban sus arcas a costa del tesoro.

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Barack Obama, Chuck Schumer y Nancy Pelosi rodean (y deponen) al presidente Biden

Pero surgió un pequeño problema: Biden se volvió demasiado senil y esto se hizo dolorosamente obvio para todos los que lo vieron debatir con Trump en junio pasado. Había que hacer algo y tres mafiosos con control del aparato partidario conspiraron para sustituir a Biden: la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, el jefe del bloque demócrata en el Senado Chuck Schumer y el expresidente Barack Obama. Los tres confabulados planearon desplazar a Biden de la candidatura, llevar a cabo una breve compulsa entre los principales líderes demócratas y celebrar luego un simulacro de elección en la convención demócrata que convalidara a un candidato surgido del riñón del aparato partidario y controlado por él, es decir por los clanes Clinton y Obama. Sin embargo, Biden se las arregló para frustrar su plan respaldando a Kamala Harris, una candidata indeseada por la jerarquía, incapaz e imprevisible. 

En algún momento del mes pasado el trío de mafiosos tuvo que deponer su resistencia contra esta decisión del presidente. Definitivamente, Kamala no es la elección de nadie más que de Biden, pero cuenta con el beneplácito de Putin (¡!). 

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Cuando en febrero pasado el periodista Pavel Zarubin preguntó al mandatario ruso a quién le gustaría ver como futuro presidente de Estados Unidos, éste respondió “a Joe Biden”. Biden, dijo, es un político experimentado y predecible. Con Trump, en cambio, podría haber sorpresas debido a su carácter tempestuoso e imprevisible y a que es un aficionado a la política. El presidente actual nunca intentaría algo tan insensato como querer hacer nuevamente grande a Estados Unidos. Biden y su clan sólo están ahí para apropiarse indebidamente de lo que queda del país y eso no es un problema de Rusia. Evidentemente, por lo tanto, ahora que Biden ya no está disponible, Kamala es la favorita de Putin, porque garantizará la continuidad: los mismos bandidos continuarán saqueando el Estado, permitiendo a Putin dedicar su atención a actividades más interesantes que adivinar cuál será el próximo truco publicitario que intente hacer Trump.

Las grandes naciones hegemónicas necesitan tres ingredientes para mantener su dominio: la supremacía económica, la supremacía militar y la convicción de los sometidos de que ésa es la mejor solución. ¿Cómo están ahora la supremacía de Estados Unidos y la convicción de sus sometidos? ¿En qué situación hallará al país el/la próximo/a presidente/a de Estados Unidos?

Si observamos el presupuesto federal, veremos que un tercio del mismo se compone de dinero prestado y que el país se ve obligado cada tres meses a pedir prestado un billón de dólares para poder mantener su nivel de funcionamiento. Ni hablar de mejorarlo o de reconstruir la infraestructura deshecha.

IGNACIO RAMONET on X: "Próxima Cumbre BRICS, 22-24 de octubre en Kazán  (Rusia). https://t.co/rzJhkKUiSH" / X
La próxima cumbre de BRICS se celebrará en octubre en Kazán, Rusia

Mientras tanto, se espera que el próximo mes de octubre en la reunión de BRICS en Kazán se adopte un plan para sustituir el dólar estadounidense en el comercio internacional. Como preparación de los mercados ante esta decisión, el oro ha alcanzado por primera vez los 2.550 dólares la onza y los inversores internacionales están empezando a deshacerse de los bonos del Tesoro estadounidense sin renovar sus tenencias. Como nadie quiere quedarse afuera del comercio internacional, en la medida en que disminuye la importancia del dólar estadounidense como divisa de intercambio,

49 países han solicitado ya formalmente la adhesión al BRICS. 

Si se le quita al Departamento del Tesoro de EE.UU. la capacidad de pedir préstamos, sólo quedará dinero suficiente para el gasto social, pero recortar todo lo demás hará que la base impositiva se reduzca hasta el punto de que tampoco podrá sostener el gasto social. Demasiado para la supremacía económica. 

Seguridad en el Mar Rojo: Europa debe dar un paso al frente
EE.UU. fracasó en su intento por liberar el tránsito occidental por el Mar Rojo 

Ahora echemos un vistazo al poder militar. Estados Unidos (y un puñado realmente patético de aliados) intentaron montar una operación internacional, para tratar de arrebatar el control del Mar Rojo y, en consecuencia del Canal de Suez, a Ansar Allah, también conocido como el Movimiento Houthi, llamado así por el venerable Abdul-Malik Badruldeen al-Houthi. Actualmente, sólo los barcos chinos y rusos pueden navegar sin obstáculos por la Puerta de las Lamentaciones (también conocida como Bab el Mandeb), a la entrada del Mar Rojo. Otras opciones de navegación incluyen bordear el Cabo de Buena Esperanza, en el extremo sur de África, o abordar la Ruta Marítima Septentrional de Rusia. Una es cara, la otra es políticamente desagradable.

El resultado de esta misión (de la que apenas se supo nada) fue un agujero en la cabina de mando de un cierto portaaviones estadounidense causado por un cohete Houthi, tras lo cual el portaaviones (del que no se dijo nada) regresó cojeando a Norfolk. 

Más recientemente, cuando Irán prometió represalias por el asesinato por Israel del líder político de Hamás y multimillonario palestino Ismail Haniyeh mientras visitaba Teherán, una delegación estadounidense de alto nivel fue a Teherán y muy discretamente rogó a los iraníes que no atacaran Israel (otra vez), porque, como demostró el anterior ataque iraní con cohetes y aviones no tripulados, Israel no puede defenderse y Estados Unidos tampoco puede defenderlo. Sin embargo, Estados Unidos ha enviado un portaaviones a la región (uno de los pocos que siguen en uso), ¿para qué exactamente? Para llevar a cabo salidas efectivas de aviones hacia la costa sin reabastecimiento en el aire, la distancia máxima desde la costa debe ser inferior a 300 millas náuticas. El alcance de los cohetes hipersónicos, que todo el mundo excepto EE.UU. y sus aliados parece tener ahora y que EE.UU. aún no ha aprendido a interceptar, es mayor que eso. Un solo ataque a un portaaviones estadounidense vale más que mil salidas de aviones. Demasiado para la supremacía militar. 

Contra toda evidencia fáctica, empero, la convicción de la mayoría de las poblaciones en América del Norte, Europa, América Latina (no en todos los países) y Japón se mantiene. Esta negación patológica de la realidad se debe al monopolio de las corporaciones norteamericanas de la información en los medios de aire y en las redes sociales, a la férrea censura que ejercen sobre informaciones no deseadas y al control de los datos personales en gran escala. En el resto del mundo ese poder de convicción está seriamente resquebrajado o desapareció. 

Claro que hasta noviembre falta mucho y pueden suceder muchas cosas, pero ¿qué podría hacer una presidenta Harris en este contexto? Durante los últimos tres años y medio, la vicepresidenta de Estados Unidos, se ha hecho eco fielmente de su jefe, invocando prácticamente la misma visión hegemónica del mundo que todos los presidentes estadounidenses han abrazado desde la Segunda Guerra Mundial. 


Rebecca Lissner y Philip Gordon, asesores de política exterior de Kamala Harris

Sin embargo, si Harris es elegida presidenta en noviembre, es posible que Estados Unidos sea degradado a un estatus más humilde, según el pensamiento de sus principales asesores: Philip Gordon, asesor de seguridad nacional de Harris, y la viceconsejera de seguridad nacional Rebecca Lissner. En un libro reciente el primero de ellos ha esbozado los contornos de una nueva visión del mundo en la que Washington reconoce francamente sus excesos pasados y rebaja drásticamente sus ambiciones. 

En lugar de intentar seguir siendo el poder hegemónico incuestionable, Estados Unidos debería reducir seriamente su papel global, escribieron Lissner y su coautora, Mira Rapp-Hooper, actual directora del Consejo de Seguridad Nacional de Biden para Asia Oriental y Oceanía. Ya es hora de que Washington deseche el objetivo mesiánico de transformar el mundo a su imagen y semejanza. En su lugar, afirman, debería limitarse a preservar un sistema mundial abierto en el que Estados Unidos pueda prosperar.

En pocas palabras, Lissner y Rapp-Hooper argumentaron que las políticas de contención y hegemonía deberían ser suplantadas por el objetivo mucho más modesto de garantizar un «procomún global accesible». A Estados Unidos le queda una tarea crítica como “superpotencia indispensable”, escribieron: es “el único país que puede garantizar un sistema abierto”. Obviamente, quien quiera abrir el sistema mundial deberá atenerse a la definición norteamericana de lo que se entiende por “apertura”.

A pesar del americano centrismo que limita la visión expuesta, ya el intento de abandonar el hegemonismo requeriría una potencia que no se sabe de dónde la tomaría Harris. ¿O tiene algún apoyo muy poderoso que le permita soñar con redireccionar a su país hacia la sensatez? En las pocas semanas desde su prenominación por Biden la candidata demócrata recaudó 350 millones de dólares, la tercera parte de lo conseguido por el presidente desde enero pasado. Blackstone y George Soros son dos de sus principales patrocinadores (en realidad, su hijo Alexander, heredero del emporio). Aunque aún no se han facilitado las cifras exactas por donante, desde la plataforma ActBlue que utilizan los demócratas sí advierten de que estos dos grandes inversores –Soros y Jonathan Gray-, junto a distintos vehículos y socios, superan los 100 millones de dólares.


Alexander Soros fue uno de los primeros en felicitar a Kamala Harris por su nominación

Desde entonces hasta ahora, toda la maquinaria demócrata ha tenido que movilizarse para recaudar cerca de 1.000 millones de dólares para Biden, y ahora ha tenido que reiniciar los números. Desde el punto de vista legal el dinero recaudado para la campaña de Biden no es traspasable: o justifican que el gasto se produjo en favor del presidente antes del cambio por Harris o lo tienen que devolver. Como Kamala estaba en la misma campaña, han ideado una fórmula para no devolverlo: si no se solicita expresamente, dan por hecho que el votante demócrata de Biden también apoya a Harris. Y si no, el ciudadano tiene la opción de reclamarlo en una web habilitada para las donaciones.En estas condiciones, puede predecirse que, si Kamala Harris alcanza la presidencia de EE.UU., su política general se caracterizará por la continuidad del universalismo liberal de Woodrow Wilson, Franklin D. Roosevelt, John F. Kennedy, James Carter, Bill Clinton, Barack Obama y Joe Biden con algunos toques de modestia impuestos por la escasez de medios, pero con la ambición de forjar nuevas alianzas transnacionales que aseguren la hegemonía del capital financiero especulativo concentrado. Más de lo mismo, pero perfumado.

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

Las próximas elecciones en Estados Unidos deben ser vistas en el marco de algunos hechos que señalan cambios importantes en la dinámica política y que de no ser considerados, podrían generar confusión en el análisis, toda vez que  se está produciendo un solapamiento de ideas o corrientes de pensamiento. Este escenario obliga a entender a Estados Unidos -de forma cada vez más necesaria-  como un actor heterogéneo en el que coexisten diversas fuerzas contradictorias que defienden intereses diversos.

Esto se manifiesta, por ejemplo, en asuntos como libertad de expresión y funcionamiento de los medios de comunicación y prensa en el que se están produciendo cambios muy profundos que tienen enorme influencia en las elecciones. Así mismo, influye en los debates sobre el comportamiento de los medios de comunicación que son asumidos hoy por los demócratas liberales como si fuera un precepto inamovible de su propuesta. Por ello, los medios dan espacio a demócratas en contra y a favor de la guerra tras una supuesta libertad de expresión que en realidad oculta que los medios han  perdido su condición de “entes autónomos” de cualquier control desde el momento que respaldan posiciones políticas en una u otra dirección. 

En esa medida todo el mundo en estados Unidos sabe que The New York Times favorece a los demócratas y el Washington Post a los republicanos. Es la versión estadounidense de “libertad de expresión” para encubrir que ambos soportan a facciones distintas del poder.

La asunción por parte de Trump de un discurso contra la guerra en Ucrania produce un desdoblamiento político de la sociedad, difícil de comprender porque las consignas y los mitos han construido la idea de que los demócratas han sido los sostenedores del orden liberal y los republicanos los exponentes del conservadurismo. Y pudiéndose aceptar que en algún momento del pasado eso pudo ser cierto, hoy ya no es así. De cara a las elecciones, esta situación nos obliga a un análisis más profundo de lo que está ocurriendo en Estados Unidos para entender las alianzas que se producen y comprender quien realmente asumirá el poder en el futuro próximo.

En la actualidad  se está generando una superposición de fuerzas que se organizan de distintas formas en el espectro político estadounidense superando el tradicional agrupamiento bipartidista. Esto, que se manifiesta con más fuerza en el bando republicano (hoy capturado por Trump) está forjando una división entre el sector neoconservador y los aislacionistas tradicionales y nacionalistas que han puesto el interés nacional por encima del interés global. En este sentido, se podría decir que hay sectores republicanos que ya no son tan “conservadores”. Esto es una anormalidad dentro del sistema.

Durante la época de predominio del clan Bush, el control neoconservador del partido republicano y por ende del gobierno, era evidente, pero se ha ido  produciendo un cambio que ha llevado a que hoy los neoconservadores cubran el bipartidismo, llegando a una situación tal que hasta podría decirse que recientemente,  el partido demócrata se ha impregnado con mucha más fuerza de esta idea. 

Como efecto de esta tendencia, en la actualidad, hay neoconservadores (neocons) en ambos partidos. Tal propensión comenzó a verse en la época en que Barack Obama tomó el control del Partido Demócrata (PD). En un primer momento se pensó que a raíz de ello se produciría un cambio de paradigma al interior del partido azul. Por el contrario, en este período se echaron las bases para la construcción de “un solo partido” a fin de sostener el sistema o “establishment”.

El cambio viene dado porque Donald Trump no pertenece  a ese  frente neoconservador cada vez más controlado por el PD. Sin embargo, durante su administración Trump hizo una alianza con los neocons para sostener su poder cuando todavía no controlaba al Partido Republicano (PR). Todo esto conduce a dificultades para determinar una posición ideológica precisa para Trump, más allá de su condición de multimillonario.

No obstante, el ex presidente y candidato ha tenido la habilidad suficiente para tomar nota  de las crecientes carencias que en la sociedad estadounidense están afectando a sectores importantes de la población blanca rural que el PD depauperó, afectando también a negros y otras minorías. Esto es lo que explica la designación de J.D. Vance como candidato a vicepresidente.

Vance, proveniente de una familia fragmentada en un pequeño pueblo del mundo rural del noreste de Estados Unidos, muy religiosa y profundamente marginada, se ha caracterizado por exponer un discurso de rechazo a la “clase dominante “ de Estados Unidos que, -según él-  en el colmo de su fracaso, ha firmado acuerdos con México y China abiertamente negativos para Estados Unidos y favorables a esos países.

El ahora candidato republicano a vicepresidente opina que con ello de destruyó “aún más los buenos empleos de manufactura de la clase media estadounidense”. Vance también ha rechazado  la “desastrosa” invasión de Irak, sobre todo porque innecesariamente los hijos de los campesinos del noreste de Estados Unidos fueron enviados a una guerra sin sentido. 

Vance un joven político que proyecta un liderazgo para el futuro del PR (que el PD no tiene) también ha manifestado su rechazo a lo que llama la “estafa verde” de los demócratas. Mientras tanto, él –gracias a Trump- se asume como “un niño de la clase trabajadora nacido lejos de los pasillos del poder [que] puede estar en este escenario como el próximo Vicepresidente de los Estados Unidos de América”. 

También ha manifestado su rechazo a Wall Street  a quien culpa de haber dejado sin negocio a los constructores estadounidenses y haber sido responsable  de “inundar” el país con inmigrantes ilegales obligando a los estadounidenses a tener que competir con personas que no deberían estar en el país.

Ha culpado a Biden de permitir que China envíe fentanilo  con el objetivo de que muchos jóvenes se volvieran adictos. Vance ha dicho que Trump y él se han comprometido con los trabajadores, eliminando la “importación de mano de obra extranjera” a fin de  luchar por los ciudadanos estadounidenses, buenos empleos y salarios.

Así mismo, prometió dejar de comprar energía  de países “que nos odian”  porque la van a producir en Estados Unidos. De igual manera, prometió la reindustrialización de Estados Unidos evitando “que el Partido Comunista Chino construya su clase media a costa de los ciudadanos estadounidenses”. Además, propuso asegurarse de que los aliados de Estados Unidos “compartan la carga de asegurar la paz mundial”.

Más allá de la posibilidad real de cumplir estas promesas,  es necesario traer a colación el ideario de Vance porque representa el verdadero pensamiento del trumpismo y del partido republicano alejado del tradicional paradigma neoconservador. Desde mi punto de vista, estos planteamientos señalan el rumbo de la ideología de Estados Unidos en las próximas décadas.

Los intentos de los neocons por sostenerse en la élite se manifestaron en la decisión de Nikki Haley (una de sus más conspicuas representantes) de mantenerse en la contienda interna del PR a pesar de su inminente derrota ante Trump. Haley defendía la guerra en Ucrania, al Comité Israelí-americano de asuntos públicos (AIPAC) y al Complejo Militar Industrial (CMI). 

Pero ahora Trump no los necesita, sobre todo cuando vio la caída de Biden tras el debate. Tampoco piensa que vaya a tener problemas en la confrontación con Kamala Harris. En su interior, Trump piensa que los neocons lo traicionaron, en particular John Bolton que se ha transformado en uno de sus más férreos opositores. Esta es también la razón de que rechazara al muy anunciado Marcos Rubio como candidato a vicepresidente.

En este sentido, es interesante dar seguimiento a lo ocurrido con el periodista Tucker Carlson que se ha mantenido en la línea de apoyo a Trump y en el sostenimiento del planteamiento anti neocons y anti élites del CMI y de la industria farmacéutica. Carlson, a pesar de tener el programa más visto de le televisión estadounidense en la Cadena Fox, fue despedido por su apoyo a Trump. He ahí la prueba de la farsa de la libertad de expresión y la autonomía de los medios. Ahora, tras la designación de Vance, todos los ataques se han centrado en él. No obstante los ataques a Carlson y a Vance , en realidad dirigidos contra Trump, han fracasado.

En la trinchera opuesta, tras la designación de Kamala Harris como candidata demócrata a la presidencia, todo el aparato mediático del establishment se ha volcado a su favor. Han centralizado el discurso y han construido una gran burbuja encaminada a demostrar que hay un “empate técnico” entre Trump y ella en las encuestas. Efectivamente, el apoyo al PD se elevó en las pesquisas tras el “renacimiento” que produjo la declinación de Biden, pero este crecimiento no es superior a las cifras que tenía Biden a comienzos de año. 

El problema ahora es saber qué pasará cuando la burbuja vuelva a su estado natural. Eso pasa por conocer cuánta influencia pueda tener Harris y cuánta fuerza pueda acumular  para poner en duda la elección del republicano. Nada indica que Harris pueda ser una amenaza para Trump. Pero habrá que esperar para saberlo porque hoy se vive “una luna de miel” entre ella, los medios y las encuestadoras que están abiertamente favoreciéndola.

Muchos piensan que Michelle Obama hubiera sido más competitiva que Harris contra Trump. Parecía que el PD iría hacía una fuerte confrontación interna para el nombramiento de su aspirante, pero algo indeterminado ocurrió, alguna negociación hubo para evitar que la designación de la candidata demócrata fuera lo menos traumática posible. 

Para oponerse a Trump, Harris designó a un candidato a vicepresidente con características similares al candidato republicano: Tim Walz, gobernador del estado de Minnesota. Al igual que Vance, Walz proviene de una zona rural, al igual que Vance sirvió  en las fuerzas armadas y al igual que Vance era un casi desconocido fuera de su estado. 

A pesar que Vance es senador y Walz gobernador, ninguno de los dos pertenece al establishment del poder de Washington. Sin ser tan joven como Vance (40 años) Walz (60 años) pretende proyectar una cara nueva para el futuro de los demócratas. En los códigos políticos de Estados Unidos, Walz es considerado un liberal (¿progresista?) a través del cual el PD intenta atraer al sector juvenil que se agrupa en torno al senador Bernie Sanders y que ha sido profundamente crítico con Biden, sobre todo por su apoyo a Israel. 

Con respecto a posibles alianzas, vale saber que Trump le ofreció la vicepresidencia al candidato independiente Robert. K Kennedy. Ambos líderes conversaron y manifestaron afinidades, por ejemplo coincidieron en la necesidad de apoyar a Israel y en el rechazo a los neocons,   pero finalmente, Kennedy rechazó  la designación. Hay que recordar que éste, intentó ser candidato por el PD pero el establishment de este partido, le negó  la posibilidad de participar en las primarias, llevándolo a transformarse en candidato independiente.  

En resumen, estamos en un momento de la campaña de Estados Unidos en que se enfrenta un Trump carismático frente a una Harris frágil, sostenida artificialmente por los medios de comunicación. Por decisión del PD, ella ejerció sus funciones como vicepresidenta con un perfil muy bajo. Ahora, eso le va a “pasar la cuenta” en sus aspiraciones presidenciales.

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”EEUU Y LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ” es el símil que utiliza Carlos Pereyra Mele, director de Dossier Geopolítico, en su columna del Club de La Pluma, para establecer un nexo entre el actual estado caótico, violento y de fractura interna que vive Norteamérica, con aquella trágica época de derrumbe del siglo XIX, retratada en el icónico film de ese nombre, sobre la Guerra de Secesión en Estados Unidos, que dejó medio millón de muertos.

Y de la misma manera que la película protagonizada por Vivien Leigh y Clark Gable, más allá de una historia de amor y desamor, es un canto nostálgico sobre el fin de una época idílica, también ahora prolifera una lista interminable de políticos, medios y expertos, todos nostálgicos, que añoran el retorno imposible al momento histórico en que este estado-imperio era el dueño del poder mundial. Además de que son más y más, los pronósticos geopolíticos que indican que Estados Unidos no podrá mantener unida su conformación interna de 50 estados.

Y analiza que la actual no es una crisis política común, sino un quiebre profundo e irreparable, propio de todo fin de ciclo, ante la llegada al corazón de EEUU de los cambios sistémicos mundiales, por el fracaso de su economía globalizada, por las pérdidas permanentes de poderío internacional, por sus sonadas derrotas militares y por el ascenso irreversible de las potencias euroasiáticas y del Sur Global. Todo ello en una sociedad fragmentada y tensionada -entre otras razones- por los radicales cambios demográficos que imponen las crecientes minorías en aumento que “no responden al tradicional espíritu norteamericano” y que están desplazando del centro de la escena nacional a “LOS WASP” (blancos, anglosajones y protestantes). Además del trágico y extendido flagelo de los opióides que desnuda otro aspecto oscuro, triste y solitario del alma de los estadounidenses.

Pero sobretodo profundiza, y detallando la larga lista de asesinatos y atentados políticos -incluido el reciente contra Trump-, en el fenómeno histórico y cultural de la violencia en este país, que está completamente asumida e incorporada en la sociedad, ya que desde siempre la utilizó tanto para la conquista territorial contra los indígenas, para el asentamiento de sus colones y luego para su expansionismo global desde 1889 con la guerra contra España, mientras que también ha recurrido a la violencia para afrontar sus sonados conflictos raciales y migratorios y hasta los de su vida diaria. Logrando por décadas que las devastadoras consecuencias de la misma se ocultaran tras el éxito de su ascenso como potencia mundial y por el gran crecimiento económico del siglo XX. Unas condiciones triunfantes que ya no existen y que dejan al “milagro americano” desnudo y debilitado.

Por lo que sus dirigencias actuales no tienten muchas alternativas para salir de la encerrona en la que cayeron. Tal cual lo reflejan las expectativas sobre las próximas elecciones presidenciales que se dirimen entre continuar con la ruinosa política de guerra global de su senil presidente y de la OTAN o en las complicadas promesas de Trump de trabajar hacia adentro para reverdecer viejas épocas de porvenir, y buscar alguna forma mínimamente digna de compatibilizar su andadura en el mundo con los nuevos poderes emergentes y con el objetivo de recuperar algo de todo «lo que el viento se llevó»

Eduardo Bonugli (Madrid, (21/07/24)

SL KanthanSputnik – Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés

“Usted es un delincuente convicto”.

“Eres un criminal. Puedes ser un delincuente convicto tan pronto como dejes el cargo”.

«Eres un perdedor. Te acostaste con una estrella del porno cuando tu esposa estaba embarazada”.

No, estas no son líneas de un reality show de mala calidad, sino extractos del debate presidencial estadounidense entre Biden y Trump. El llamado líder del mundo libre, Biden, de 81 años, a menudo murmuraba incoherencias y sonaba como un paciente con demencia que debería ser hospitalizado. Sin embargo, no se trata sólo de Biden o Trump, el propio imperio estadounidense es geriátrico y se acerca a su fin. Para los analistas geopolíticos objetivos, el declive y la decadencia de EEUU han sido evidentes desde hace algún tiempo, pero la implosión se acelerará rápidamente y se volverá innegable durante esta década. ¿Cómo se producirá el fin del imperio?

En 1980, nadie en la URSS habría predicho la caída de su sistema. La única diferencia entre la Unión Soviética y EEUU es que este último no se desmantelará pacíficamente. La extraordinaria combinación de arrogancia y codicia entre los oligarcas que gobiernan EEUU será un obstáculo formidable para cualquier negociación pacífica de una nueva arquitectura de seguridad. Más importante aún, el racismo y el imperialismo incrustados en la psique del establishment angloamericano se resistirán intensamente a la aceptación de Asia como el nuevo centro de poder global. (El epicentro de prosperidad e influencia podría ser Eurasia, si Europa logra liberarse de la dominación estadounidense).

Los estadounidenses son malos en historia, por eso piensan que son únicos y que el siglo estadounidense durará para siempre. Pero todos los imperios surgen y caen. Más esclarecedor es el hecho de que todos los imperios siguen caminos completamente idénticos de crecimiento, decadencia y muerte. Se puede leer sobre los imperios egipcio, romano, griego, chino, indio, español, holandés, portugués, francés, alemán y británico, y encontrar similitudes asombrosas.

En las primeras etapas, hay paz y prosperidad impulsadas por la productividad y la innovación. Recién saliendo de una pobreza relativa, la gente trabaja duro y ahorra dinero.

Entonces la sociedad se vuelve complaciente y el sistema político poco a poco se convierte en una cleptocracia. El imperio recurre a la deuda y a guerras de saqueo para compensar la caída del nivel de vida.

En la fase final, hay una ruptura de la moralidad y el propósito que une a la nación. Los líderes alientan la degeneración y el hedonismo para distraer a las masas. La deuda se está disparando, la productividad y la ventaja competitiva se están derrumbando, la desigualdad se está volviendo marcada, el patriotismo está perdiendo su atractivo y la guerra civil se asoma en el horizonte. En este punto, surgen rivales disciplinados y decididos para desafiar y, en última instancia, derrotar al imperio.

Cualquiera que analice el imperio estadounidense puede ver en qué etapa se encuentra ahora.

Los pilares del imperio americano

El imperio americano es –pronto será necesario decir “fue”- el más grande y poderoso de la historia de la humanidad. Con 800 bases militares en 140 países, ha logrado lo que ningún otro imperio ha podido hacer en la historia mundial.

Sin embargo, lo que realmente sustenta el imperio estadounidense no es el ejército, sino el dólar real. Creado en 1944 en la conferencia de Bretton Woods, el dólar casi muere en 1971 cuando Estados Unidos incumplió sus obligaciones y abandonó el patrón oro. Sorprendentemente, se salvó gracias al ingenioso acuerdo del petrodólar con Arabia Saudita. Hoy en día, es la moneda de facto para fijar el precio de todas las materias primas del mundo; y esta demanda convierte al dólar en la moneda principal del comercio mundial y de las reservas de divisas de todas las naciones.

Así, el dólar estadounidense tiene dos ventajas principales: (1) mantiene su fortaleza a pesar del enorme déficit comercial y presupuestario de EEUU (2); Puede usarse para imponer sanciones y castigar a las naciones que desobedecen a EEUU.

La fortaleza del dólar ayuda a atraer a las mejores mentes de todo el mundo, un factor crucial para mantener el liderazgo de EEUU en ciencia y tecnología. La innovación, por supuesto, es un pilar clave de cualquier imperio.

También existe una relación sinérgica entre el dólar y el ejército estadounidense. La hegemonía del dólar permite gastar 1 billón de dólares al año en el ejército y miles de millones más en guerras perpetuas, que no son sólo programas de bienestar para contratistas militares sino que también sirven como advertencia a vasallos y rivales potenciales. “No desobedezcan al Imperio americano, de lo contrario…”.

Si el dinero y el ejército son esenciales, el poder blando es más crucial en un mundo de 8 mil millones de habitantes, que tienen fácil acceso a información diversa y abundante. Democracia es una palabra peligrosa para un imperio, que por lo tanto debe garantizar que el pueblo (los votantes) esté completamente formateado para apoyar al imperio. Esta es la razón por la que los medios de comunicación y las redes sociales estadounidenses dominan la autopista de la información en todo el mundo.

Sin embargo, después de años de negligencia y arrogancia, EEUU ha entrado en la última etapa del imperialismo y cada uno de los pilares analizados anteriormente está colapsando al mismo tiempo.

El ejército estadounidense ya no es abrumador

“Amamos la guerra porque somos buenos en ella. Somos buenos en esto porque tenemos mucha práctica. No somos buenos en nada más”, dijo George Carlin, el brillante comediante estadounidense.

Sin embargo, EEUU también está perdiendo su ventaja en las guerras. Los únicos países que puede derrotar son aquellos que son relativamente mucho más débiles, como Irak (que ha quedado significativamente debilitado después de una década de sanciones paralizantes), Libia, Afganistán, etc. El ejemplo más reciente es la ayuda a Israel a librar una guerra genocida contra la indefensa Gaza.

Sin embargo, mire cómo EEUU está perdiendo la guerra por poderes contra Rusia en Ucrania. El presupuesto militar anual de EEUUy los países de la OTAN combinados asciende a la asombrosa cifra de 1’6 billones de dólares. Esto es 25 veces más que el presupuesto militar ruso. Sin embargo, después de más de dos años de conflicto, Rusia sigue invicta, mientras el comediante Zelenski advierte que Ucrania ha perdido demasiados hombres y no le queda mucho tiempo. Más importante aún, ¡Rusia es capaz de fabricar más municiones que los desindustrializados EEUU y Europa juntos!

En Medio Oriente, Estados Unidos ha intentado crear una «coalición de dispuestos» para derrotar a los hutíes en Yemen, uno de los países más pobres del mundo. En primer lugar, casi ningún país europeo se ha sumado a la llamada Operación Guardián de la Prosperidad. En segundo lugar, el heterogéneo grupo de resistencia yemení no sólo ha resistido los bombardeos estadounidenses, sino que también está derribando aviones no tripulados estadounidenses e incluso lanzando misiles balísticos antibuque contra portaaviones estadounidenses.

En cuanto a los famosos contratistas militares de Estados Unidos, no pueden producir misiles, aviones de combate y portaaviones sin productos y componentes chinos, incluidos elementos de tierras raras, que son esenciales para prácticamente todas las armas de alta tecnología. Como admitió el director general de Raytheon, su empresa depende de miles de proveedores chinos.

China ahora tiene la armada más grande del mundo. Y su capacidad de construcción naval es 250 veces mayor que la de EEUU. Cuando se trata de tecnología de drones, China es mucho más avanzada que EEUU, lo que ha llevado a que el ejército ucraniano rechazase los drones estadounidenses por drones DJI chinos.

Más importante es el hecho de que China y Rusia tienen misiles hipersónicos, algo que EEUU aún no ha descubierto. Combine los misiles hipersónicos con 1000 ojivas nucleares que China tendrá para 2030, y una vez que pueda apostar con seguridad a que no habrá una guerra caliente entre Estados Unidos y China.

En resumen, el imperio americano perdió su ventaja militar. La guerra por poderes en Ucrania bien podría ser su última guerra. Una vez que Rusia gane decisivamente, ningún país asiático se unirá a EEUU en una guerra contra China. La Pax Americana estará oficialmente muerta en un futuro próximo.

El dólar estadounidense se enfrenta a la muerte por miles de recortes

En cuanto al poderoso dólar estadounidense, se enfrenta a ataques de todos lados. Todo el mundo está tratando de desvincularse del “dólar terrorista”, como lo llamó el multimillonario indio Uday Kotak. El esfuerzo de desdolarización se ha acelerado en todo el mundo desde la imposición de sanciones draconianas a Rusia y el robo de cientos de miles de millones de dólares de moneda rusa hace dos años. El comercio bilateral chino-ruso se realiza actualmente en un 90% con monedas locales: rublo y yuan.

En general, más del 50% de todas las transacciones transfronterizas en China se realizan actualmente en RMB chino (y esta cifra era prácticamente el 0% en 2010).

El mayor shock para el petrodólar vendrá del petroyuan, es decir, cuando Arabia Saudita y otros miembros de la OPEP comiencen a vender petróleo y gas a cambio de yuanes chinos. Las ondas de choque resultantes no pueden subestimarse. Pronto, todos los países adoptarán la opción de fijar precios y vender productos básicos (desde cobre y oro hasta trigo y café) en yuanes chinos. El corolario obvio es que los países reducirán sus tenencias de dólares y los reemplazarán con yuanes.

La desdolarización no es sólo para los rivales geopolíticos de Estados Unidos. Por ejemplo, la India y los países de la ASEAN también se han embarcado en este viaje de transformación. Por no hablar de los BRICS+, que están trabajando en su propio sistema financiero alternativo para eludir el dólar, el euro y el tipo de cambio SWIFT.

La desdolarización es la democratización definitiva de las finanzas globales.

Efectos de la desdolarización

Al igual que en el mercado de valores o en cualquier actividad económica, la gente sigue la tendencia y se sube al carro. Lo mismo ocurrirá con el dumping del dólar. Y las repercusiones de la desdolarización serán sísmicas.

En primer lugar, la demanda de dólares estadounidenses y de deuda estadounidense caerá drásticamente. El efecto inmediato de esto será un aumento en los rendimientos de los bonos del Tesoro de EEUU, lo que diezmará el mercado de bonos a corto plazo y, de forma permanente, resultará en tasas de interés más altas en toda la economía de EEUU, incluidas tasas de tarjetas de crédito e hipotecas más altas.

Los tipos hipotecarios más altos tendrán un efecto muy perjudicial en el sector inmobiliario. Consideremos que el valor total de las viviendas estadounidenses es de 47 billones de dólares. Si las tasas hipotecarias alcanzan el 15% (el doble de la tasa actual), el impacto en el sector residencial y comercial será catastrófico. Hoy en día la gente olvida que en 1981 la tasa hipotecaria promedio en Estados Unidos era del 18%.

Las tasas de interés afectan los precios de todo. Por lo tanto, el coste de la vida también se disparará.

Los hogares y las empresas, que se endeudaron durante los años de tasas de interés bajas, enfrentarán problemas financieros monumentales en la era de tasas de interés más altas.

Además, los pagos de la deuda pública estadounidense serán enormes, lo que conducirá a importantes recortes del gasto. En 2024, los pagos de intereses sobre la deuda del gobierno federal de Estados Unidos serán de poco más de 1 billón de dólares. ¿Qué pasará si este pago se duplica? ¿Recortará el Congreso el gasto en partidas sensibles como la Seguridad Social, Medicare y Medicaid o las bases militares estadounidenses en el extranjero? ¿Se atreverán los políticos a aumentar los impuestos y correr el riesgo de una revuelta electoral?

Las personas que piensan que EEUU puede imprimir una salida a sus problemas se están engañando a sí mismas. Esto sólo funciona hasta cierto punto mientras el dólar disfrute de su “privilegio exorbitante”. Cuando este estatus exclusivo comience a desaparecer, EEUU se verá obligado a tragarse la austeridad, la temida palabra en economía.

Los políticos estadounidenses también se verán obligados a reducir la ayuda exterior, lo que provocará una disminución del poder diplomático del imperio estadounidense. No olvidemos que muchos países votan junto a Estados Unidos en la ONU únicamente por incentivos monetarios. Cuando el dinero se agota, también lo hace la amistad en la geopolítica. En algún momento, Europa también se liberará del dominio estadounidense, reformará o expulsará a la OTAN, normalizará las relaciones con Rusia y desarrollará una cooperación beneficiosa para todos con China.

A Estados Unidos también le resultará más difícil atraer inmigrantes brillantes a las universidades y los negocios. Las universidades estadounidenses recortarán las becas, mientras que los institutos de investigación de China, Rusia, Hong Kong, Singapur, etc. se convertirán en el centro de las mentes más inteligentes. Otra opción para China es también establecer centros de excelencia en países europeos amigos. Así, por ejemplo, Serbia y Hungría pueden abrir universidades chinas para atraer a los mejores científicos del mundo.

También habrá una fuga de cerebros inversa hacia la India. Los ingenieros de software y líderes empresariales más exitosos de la India en Estados Unidos se dirigirán a la India, creando un renacimiento en la industria del software. Pronto habrá empresas indias de software compitiendo globalmente con Oracle y Google.

La reacción en cadena será imparable, del mismo modo que EEUU se convirtió en la meca de la innovación después de la Segunda Guerra Mundial, tras siglos de dominación europea. China ya es el número uno del mundo en términos de patentes y artículos científicos de alta calidad; y líder indiscutible en muchas tecnologías como 5G, vehículos eléctricos, baterías, paneles solares, energía nuclear y muchas categorías de IA. Si bien EEUU tiene cierta ventaja en un puñado de áreas como los semiconductores, China alcanzará y superará a EEUU en los próximos años.

Y cuando la economía estadounidense se debilite, China se impulsará hacia adelante. La combinación de investigación, ideas prácticas y manufactura le dará a China la ventaja que EEUU disfrutó brevemente en las décadas de 1950 y 1960. Sin embargo, a diferencia de EEUU, China no subcontratará su producción ni adoptará el capitalismo financiero que ha destruido la economía estadounidense.

Un dólar débil también reducirá la capacidad de las empresas estadounidenses –particularmente gigantes financieros como BlackRock– de adquirir empresas en todo el mundo. De hecho, sucederá lo contrario, es decir, las empresas extranjeras comprarán acciones de antiguos gigantes estadounidenses. Y las repercusiones serán significativas.

Por ejemplo, imaginemos que los países asiáticos se convierten en grandes accionistas de las empresas matrices de Facebook, Google, Wall Street Journal, CNN, etc. Y que las empresas asiáticas también se conviertan en importantes anunciantes en los medios occidentales. ¿Resultado? La cobertura de los medios occidentales cambiaría radicalmente. De repente, los medios estadounidenses se verían obligados a ser objetivos e introducir narrativas completamente diferentes. Quizás los libros de historia y Wikipedia se reescriban de muchas maneras.

Finalmente, uno de los aspectos más peligrosos de la pérdida de poder hegemónico será la posible venganza de todos los países que Estados Unidos ha oprimido o destruido durante décadas, desde América Latina hasta Medio Oriente y más allá de Asia. ¿Qué pasaría si los países poderosos del futuro –Rusia, Irán y China– quisieran imponer sanciones devastadoras a EEUU? Tal vez Rusia diga a otros países que dejen de comprar petróleo y gas a EEUU; ¡Y China puede imponer sanciones a los iPhone y Tesla por preocupaciones sobre el espionaje!

Conclusión

“Los americanos son la refutación viviente del axioma cartesiano: “Pienso, luego existo”. Los estadounidenses no piensan y, sin embargo, lo hacen” – filósofo italiano, Julius Evola.

Cuando el Imperio Americano comience a implosionar, la reacción de los estadounidenses comunes y corrientes será bastante violenta, porque nadie está preparado para el futuro. Habiendo escuchado constantemente que Estados Unidos es el país más grande, las masas ignoran por completo los inminentes tsunamis económicos y geopolíticos. Habrá caos, crimen y tal vez incluso guerra civil, por lo que los estadounidenses buscarán un chivo expiatorio para explicar la caída del imperio.

En cuanto a los demás, prepárense para un siglo asiático. Si Europa fuera inteligente, veríamos un siglo euroasiático más próspero.

SL Kanthan es analista geopolítico y escritor indio.

Quien quiso asesinar a Donald Trump pretendía aprovecharse del caos subsecuente para instaurar una dictadura y meter al país en una guerra nuclear. ¿Quién fue?

Por Eduardo J. Vior
analista internacional
especial para Dossier Geopolitico

Cuando un acontecimiento político resulta inexplicable, hay que preguntarse a quién beneficia, cui bono? Si el intento de asesinato contra Donald Trump el pasado sábado en Butler, Pennsylvania, no hubiera fallado por un casual giro de su cabeza, nunca habría beneficiado a Joe Biden. Dado que él mismo había dicho hace pocos días que había que “poner a Trump en la mira”, nadie habría creído en su inocencia. El caos se habría apoderado de las calles de Estados Unidos. Claro que, al sobrevivir, el candidato republicano capitaliza la agresión en su favor. Pero, ¿a quién debía beneficiar originariamente el atentado? Si lo sabemos, sabremos de dónde emana el peligro de guerra civil para EE.UU. y de guerra nuclear para el mundo.


Donald Trump al ser rescatado por el Servicio Secreto, en una foto que remeda la imagen de los Marines izando la bandera en Iwo Jima en 1945

El FBI ha identificado a Thomas Matthew Crooks como el atacante implicado en el intento de magnicidio contra Trump. Cito textualmente a Carlos Pissolito en la red X: “Fallas del Servicio Secreto de los EEUU: 1. La enorme bandera estadounidense que ondeaba sobre la cabeza de Trump sirvió como un indicador de viento, marcando su velocidad y dirección. Tales indicadores se utilizan en todos los polígonos del mundo y son de gran ayuda para un tirador experto. 2. Además, la rápida eliminación del agresor sugiere la existencia de francotiradores del Servicio Secreto apuntando en esa dirección. 3. Finalmente, se sabe que 4/5 minutos antes de los disparos hubo denuncias del público sobre la existencia del tirador, pero el Servicio Secreto no reaccionó adecuadamente. Como conclusión, es difícil creer que el Servicio Secreto fuera tan incompetente. Fuente: The New Atlas Channel.”: 

Por su parte, Pepe Escobar, en su canal de Telegram pocos minutos después del atentado escribió lo siguiente: “El tirador NO falló. Su tiro profesional dio en el blanco. Trump movió la cabeza una fracción de segundo antes de que la bala impactara. Menos de una pulgada. De lo contrario, ahora estaría muerto”. Y recuerda que “todos los que tienen cerebro saben que él es un objetivo”, por eso destaca la “GRAN falla del Servicio Secreto”. Otro dato a destacar, según su visión, es que “el tirador fue ’neutralizado’ para que no dijera quién está detrás”.

En cambio, Scott Bennett, analista político-militar citado por Ramiro Caggiano Blanco, no se arriesgó por ninguna de las dos posibilidades (atentado o autoatentado) y levantó la hipótesis de que en las próximas horas (o días) “también puede haber un esfuerzo planificado y un descubrimiento conveniente de pruebas y vínculos que culpen a un país extranjero por este asesinato [malogrado], como Rusia, Irán, China, Isis-k, etc.”.

A esta altura puede afirmarse, primero, que Trump sufrió un intento de asesinato y que la hipótesis del autoatentado es inverosímil. En segundo lugar, es evidente que el Servicio Secreto falló por ineptitud o porque recibió la orden de hacer la vista gorda. El análisis de los hechos sugiere que alguien con poder y mando sabía del atentado y lo instigó o lo apañó.

El ataque contra Trump culminó dos semanas catastróficas para la campaña electoral demócrata después del debate del 27 de junio. La penosa imagen que dio el presidente desató una discusión generalizada sobre la continuidad de su candidatura. Este viernes que pasó el New York Times informó que los principales donantes a la campaña presidencial demócrata habían congelado compromisos por valor de 90 millones de dólares y el sábado por la mañana Pepe Escobar reportó que “Elon Musk ha hecho una ‘donación considerable’ a un super PAC que trabaja para devolver a Donald Trump a la Casa Blanca.” PAC (Political Action Commitee, Comité de Acción Política) son los grupos no partidarios que recaudan fondos para distintos aspectos de las campañas electorales. 

El frustrado asesinato y, sobre todo, la foto de Associated Press mostrando al ex presidente puesto en pie, rodeado por agentes del Secret Service y alzando el puño, mientras convocaba a sus seguidores a continuar la lucha, impulsaron el aprovechamiento patriótico del hecho. Todo norteamericano conoce la foto de los marines izando la bandera de EE.UU. sobre la isla nipona de Iwo Jima en febrero de 1945. La imagen de Trump y los agentes este sábado fue un calco del original y ya es emblema de la campaña republicana.

Biden dijo que no tiene todos los datos para calificar el tiroteo de atentado contra Trump. Nada más perjudicial para su campaña que contrariar la percepción mayoritaria de los ciudadanos.

Las investigaciones sobre el atentado pondrán bajo la lupa a la directora del Servicio Secreto, Kimberly Cheatle, que deberá responder al FBI por el operativo fallido. También debe resolverse cómo proteger a los presidentes en un momento de polarización y acceso generalizado a las armas de fuego. En reconocimiento del riesgo que corren los candidatos, este lunes el secretario de Seguridad Interior, Alejandro Mayorkas, anunció que el Servicio Secreto custodiará también al candidato independiente Robert Kennedy Jr.

Obviamente, el ex presidente está sacando del ataque un rédito político enorme. El lunes comenzó en Milwaukee, Wisconsin, la Convención Nacional Republicana que en cuatro días debe elegir la fórmula y determinar la plataforma electoral. El lunes por la tarde Donald Trump fue aclamado como un héroe por los 50.000 delegados.


Donald Trump y James Vance en la Convención Nacional Republicana en Milwaukee

Ya antes de que comenzaran las sesiones, el líder republicano anunció que el senador por Ohio James D. Vance sería su compañero de fórmula. Vance, de 39 años de edad, es un antiguo crítico de Trump que se convirtió en aliado y ahora es el primer millennial en participar en la fórmula presidencial de un partido importante en un momento en que la elite política estadounidense está muy envejecida.

James David Vance, nacido James Donald Bowman, es un político, comentarista conservador, empresario y autor, actualmente senador por Ohio desde enero de 2023. Es muy conocido por su saga familiar Hillbilly Elegy, que se hizo popular durante la campaña de 2016. Es veterano de la Marina y fue educado en Yale. En el Senado ejerce una fuerte crítica contra Mitch McConnell, el líder del bloque republicano. Entrevistado por CNN en la tarde del lunes, declaró que “sobre la cuestión de Ucrania en particular, todo el mundo con un cerebro en la cabeza sabe que esto va a terminar con negociaciones… Ucrania está funcionalmente destruida como país”.

“Nuestra política sobre Ucrania es insostenible, continuó. La edad media de un soldado de su ejército es de 43 años, más que yo. Nadie puede articular lo que se conseguirá con 61.000 millones de dólares, así que tenemos que impulsar un final negociado de la guerra.”

Respecto al atentado, en un mensaje en la red X el mismo lunes escribió lo siguiente: “la premisa central de la campaña de Biden es que el presidente Donald Trump es un fascista autoritario al que hay que detener a toda costa”.Esa retórica condujo directamente al intento de asesinato del presidente Trump”, agregó.

Al escoger a Vance, Trump jugó a ganar un estado tradicionalmente oscilante que, empero, le dio su voto en las elecciones de 2016 y 2020. Es parte del llamado Rust Belt (el cinturón del óxido) que abarca las comarcas desindustrializadas de Ohio, Pennsylvania, Michigan, Indiana, Illinois, Wisconsin y Iowa y cuyo empobrecimiento retrató el ahora candidato vicepresidencial en su novela.

Allí viven los antiguos trabajadores industriales que todo lo esperan del proteccionismo del candidato republicano. Al escoger su compañero de fórmula, Trump también pensó en la edad: “se necesita a alguien que pueda ser bueno por si acaso, así de horrible por si acaso”, subrayó en una entrevista para The Clay Travis & Buck Sexton Show en mayo. 

Antes de comenzar la asamblea, el mismo lunes por la mañana el ex presidente se reunió con Robert F. Kennedy Jr. Ésta último confirmó la reunión, pero puso en duda la información de Político de que el objetivo principal de la misma haya sido discutir un posible apoyo a Trump. La conjetura del portal de orientación demócrata no carece de sentido: mientras que el promedio de las encuestas da a Donald Trump el 47,1% de los votos y a Joe Biden el 44%, Kennedy oscila entre el 8 y el 9%, un caudal apetecido por los dos candidatos principales para resolver la elección sin problemas.

La candidatura del Partido Republicano se hizo oficial en la tarde del lunes, cuando los delegados eligieron mayoritariamente la fórmula Trump-Vance. El elegido de Trump entró entonces en la convención junto con su esposa, Usha Vance, mientras la multitud coreaba “¡J.D., J.D.!”.

Wall Street, en tanto, ya votó. Las cotizaciones subieron el lunes tras el intento de asesinato que aumentó la ventaja de Trump en las encuestas. Con el republicano los mercados esperan una política comercial de línea dura y regulaciones más laxas en cuestiones que van desde la política energética hasta las criptomonedas. Significativamente, también se beneficiaron por el ascenso de Trump las acciones del fabricante de armas Gunmaker Smith & Wesson.

Del mismo modo el lunes subió el bitcoin un 8,6% a 62.508 dólares, llevando al 47% sus ganancias en lo que va del año. Ether también aumentó un 6,8% a 3.322 dólares. Trump ha criticado a los demócratas por intentar regular y limitar el sector de las criptomonedas que se venga apoyando a los republicanos.


Cuadro de la evolución de la intención de voto para las presidenciales de noviembre. Se notan claramente las influencias del debate de junio y del atentado contra Donald Trump

Cuando en política se produce un hecho disruptivo y sus responsables no aparecen claros, la primera pregunta a hacerse es quién se beneficia, cui bono?, en latín. Si se parte de la base de que nadie organiza un autoatentado para que lo maten, Donald Trump, indudablemente el beneficiario inmediato del fallido magnicidio, no puede haber sido el instigador u organizador del hecho.

Si el candidato republicano hubiera sido muerto, el caos se habría adueñado de las calles estadounidenses. Las milicias patrióticas habrían salido a atacar sedes gubernamentales, legislaturas, locales demócratas, de asociaciones y lobbies afines, etc. Probablemente, en más de un estado habría sido necesario declarar el estado de emergencia y poner la Guardia Nacional en la calle, prohibir las reuniones públicas y censurar las redes de comunicación masiva. Con un candidato suplente no tan conocido, el Partido Republicano habría sido un adversario más fácil de vencer que hoy en día. Si, finalmente, la cúpula demócrata se hubiera decidido a sustituir a Biden por otro candidato, la operación habría sido menos riesgosa sin Trump que con él vivo y actuante.

En definitiva, todo apunta a que el aparato demócrata, en consecuencia la elite globalista, habrían sido los beneficiarios de la desaparición del candidato republicano. Esto no implica, como afirma la paranoia patriota, que EL Deep State (Estado profundo) como tal sea responsable por el atentado. Se trata de un conjunto de organizaciones, instituciones y asociaciones que no responden cual robots a las órdenes de una jefatura única. Están unidos por redes en cuyos nodos reinan algunos caciquejos imbuidos de omnipotencia y paranoia. De cualquiera de ellos puede haber venido la iniciativa desesperada de eliminar físicamente al líder de la otra república.

Tras el atentado fallido y la convención exitosa, Donald Trump pasa a la ofensiva, para vencer en noviembre e instalarse en la Casa Blanca en enero próximo. La Justicia comienza a pavimentarle el camino haciendo caer la causa por apropiación indebida de documentos confidenciales. Sin embargo, aun en retroceso, el aparato militar-empresario-mediático-legislativo-científico y de inteligencia no está derrotado.

Nuevos atentados se sucederán, operaciones de falsa bandera, maniobras financieras, diplomáticas y provocaciones bélicas, con tal de hacer el país ingobernable e imposibilitar la paz con Rusia y China. EE.UU. está en guerra y sólo su derrota podrá detenerlo.

Frente a un orden internacional cada vez más conflictivo, la integración permite que Latinoamérica pueda tener mayores márgenes de maniobra, así como espacios de diálogo y cooperación.

Por SEBASTIÁN SCHULZ

Desde la época de las primeras independencias latinoamericanas a finales del siglo XVIII y principios del XIX, distintos intelectuales, militares y políticos plantearon la necesidad de impulsar la integración de las naciones del continente. Estos debates continúan hasta nuestros días y, a medida que se agudizan las disputas geopolíticas a nivel internacional, vuelven a cobrar vigencia.

Ya sea por la necesidad de aumentar las cuotas de poder frente a las pujas globales, o señalando la existencia de un sustrato histórico y cultural común de los pueblos latinoamericanos, la integración estuvo desde siempre en la agenda regional. Sin embargo, por distintas razones, no ha llegado aún a materializarse verdaderamente.

La integración en perspectiva histórica

La idea de una patria latinoamericana puede encontrarse desde finales del 1700 en las obras de figuras destacadas a nivel regional como el expresidente de la Primera República de Venezuela, Francisco de Miranda; también el escritor jesuita peruano Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, o el político, militar y revolucionario argentino, Bernardo de Monteagudo.

Uno de los primeros en darle impulso al integracionismo regional fue el expresidente de la Gran Colombia, Simón Bolívar, quien en 1826 convocó a los representantes de los recientemente independizados Estados americanos al Congreso de Panamá, con el objetivo de establecer una Confederación de Estados Latinoamericanos que promoviera la cooperación y la defensa mutua.

El político, filósofo, fundador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra de Independencia de Cuba, José Martí, en tanto, acuñó en 1891 el concepto de “Nuestra América” para señalar la necesidad de la unidad de los pueblos latinoamericanos frente a las amenazas del imperialismo y el colonialismo.

El escritor, diplomático y político argentino Manuel Ugarte fue otro de los grandes integracionistas latinoamericanos, y popularizó la idea de «Patria Grande» para referirse a una América Latina unida, libre de influencias extranjeras, y solidaria en su lucha por la justicia social y el desarrollo autónomo.

Estos fueron solo algunos de los referentes que impulsaron la idea de integración regional desde la etapa independentista frente a diferentes oligarquías locales que pugnaban por dividir al continente en una multiplicidad de estados nacionales, apoyadas generalmente por Estados Unidos, Gran Bretaña y otras potencias europeas.

En la década de 1950, en tanto, el militar y presidente argentino Juan Domingo Perón recuperó el espíritu de integración, y propuso la formación de un bloque “ABC” entre Argentina, Brasil y Chile, con el objetivo de fortalecer la autonomía regional, contrapesar la influencia de potencias extranjeras en un marco de Guerra Fría, promover el desarrollo económico conjunto y defender los intereses regionales.

Según la visión de Perón, plasmada en su obra La Doctrina Universal, “en el año 2000 las agrupaciones menores serán los continentes. Esa evolución no ha de detenerse y el progreso de los medios de comunicación nos llevará hacia una próxima etapa de universalismo”. Lo que decía el político y militar argentino es que, para poder adquirir los umbrales de poder necesarios que garanticen la soberanía, los países de América Latina debían constituirse como una confederación continental de estados.

La necesidad de constituir estados de dimensiones continentales, según esta visión, había sido la que llevó a conformar los principales Estados Continentales de la época: Estados Unidos y la Unión Soviética. También sería esta visión la que luego daría impulso a la conformación de la Comisión Económica Europea en 1951. Para lograr grados de autonomía suficientes que permitieran incidir en la política internacional, la región debía inevitablemente agruparse en una integración de proporciones continentales.

La necesidad de la integración

La noción de continentalismo propuesta por Perón la retomó el gran pensador uruguayo Alberto Methol Ferré, quien introdujo la idea de “Estado Continental Industrial” como núcleo mínimo de aglutinación para formar parte, en condiciones de soberanía, de las disputas globales de poder.

Según la visión de Methol Ferré, los estados latinoamericanos debían integrarse política y económicamente para tener mayor influencia en el escenario global, mientras que el desarrollo de industria pesada y estratégica era un requisito indispensable para reducir la dependencia de importaciones y fortalecer la economía interna. En ese sentido, alcanzar la soberanía tecnológica era crucial para asegurar un desarrollo autónomo y sostenible.

La necesidad de una integración económica efectiva se complementó a partir de la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) en 2004 y la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) en 2008, por el impulso de un Consejo de Defensa Sudamericano, por una Iniciativa para la Integración en Infraestructura Regional (IIRSA) e, inclusive, por la propuesta de creación de un mecanismo de compensación regional (el SUCRE) y un Banco del Sur.

Estas iniciativas tenían el objetivo, como dijimos antes, de dotar a la región de mayores márgenes de soberanía frente a las confrontaciones geopolíticas globales. Es que América Latina y el Caribe se ha convertido en una región clave en las disputas internacionales, al contar con 660 millones de habitantes (el 8% de la población mundial), más del 14% de la superficie y el 6% del PBI mundial (superior a Japón o Alemania).

La región posee, asimismo, la principal reserva de hidrocarburos del mundo, la principal reserva de litio, es una de las primeras regiones de producción de alimentos, posee una de las principales reservas de biodiversidad y una de las principales reservas de agua dulce del planeta.

A su vez, en un orden internacional en el cual el centro del dinamismo económico global se está trasladando desde el Atlántico Norte hacia el Pacífico, la región cuenta con dos pasos bioceánicos estratégicos: el Canal de Panamá, por un lado, y el Estrecho de Magallanes, por el otro, el cual también permite proyectar poder hacia el continente antártico.

En este marco, la llamada “balcanización” de la región promovida por británicos y estadounidenses desde mediados del siglo XIX solo ha exacerbado el divisionismo, la confrontación, la inestabilidad y la pérdida de peso relativo de América Latina y el Caribe en los asuntos globales.

La actualidad de la integración

Luego de una etapa de fuertes retrocesos en las iniciativas de integración regional entre 2015 y 2019, la vuelta de un ciclo progresista en la región ha permitido darle un nuevo impulso a esta articulación regional. Los esfuerzos conjuntos de Alberto Fernández en Argentina (2019-2023) y Andrés Manuel López Obrador en México (2018-2024) permitieron darle una nueva vitalidad a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que había sido paralizada en los años anteriores por gobiernos de sesgo neoconservador.

Con el retorno de Luiz Inácio Lula da Silva a la presidencia de Brasil, este impulso tomó un nuevo vigor, ahora acompañado también por los apoyos de Gustavo Petro en Colombia, Luis Arce en Bolivia y Gabriel Boric en Chile.

De este modo, la integración latinoamericana vuelve a estar en la agenda regional de los gobiernos nacionales. Materializar esta integración será vital para que la región no sea un sujeto pasivo de las disputas geopolíticas, sino que pueda tener la capacidad de participar de la toma de decisiones sobre los asuntos globales.

Frente a una situación internacional cada vez más conflictiva, la integración regional permite que la región tenga mayores márgenes de maniobra, al dotarla de espacios de diálogo, ámbitos de cooperación y herramientas específicas generadas desde y para la región.

En un orden internacional donde los espacios continentales/regionales ganan cada vez mayor protagonismo, es imprescindible pensar en favorecer instancias de integración regional para ganar autonomía y soberanía.

FUENTE: TRT ESPAÑOL https://www.trtespanol.com/opinion/la-geopolitica-de-la-integracion-latinoamericana-14928217


Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista expresados ​​por los autores no reflejan necesariamente las opiniones, puntos de vista y políticas editoriales de TRT World.

Sebastian Schulz

Sebastián Schulz

Es sociólogo de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.

Por Alastair Crooke

Vemos claramente el colapso de la manipulación que ha confinado el discurso al interior de las distintas aldeas de Washington.

El editor general del Wall Street Journal, Gerry Baker, dice : «Hemos sido engañados y engañados» – durante años – «todo en nombre de la ‘democracia'». Ese engaño “se derrumbó” con el debate presidencial del jueves”.

“Hasta que el mundo vio la verdad… [contra] la ‘desinformación’… la ficción de la competencia del Sr. Biden… sugiere que ellos [los demócratas] evidentemente pensaron que podían salirse con la suya promoviéndola. [Sin embargo] al perpetuar esa ficción también estaban revelando su desprecio por los votantes y por la democracia misma”.

Baker continúa:

“Biden tuvo éxito porque hizo de seguir la línea del partido el trabajo de su vida. Como todos los políticos cuyos egos empequeñecen sus talentos, ascendió en el polo grasiento siguiendo servilmente a su partido a dondequiera que lo llevara… Finalmente, en el acto supremo de servilismo partidista, se convirtió en vicepresidente de Barack Obama, la cima de los logros de aquellos incapaces, pero leales. : la posición cumbre para el consumado ‘sí hombre’”.

“Pero entonces, justo cuando estaba listo para hundirse en una cómoda y bien merecida oscuridad, su partido necesitaba un testaferro… Buscaban una figura leal y confiable, una bandera de conveniencia, bajo la cual pudieran navegar el barco progresista hacia el Los rincones más profundos de la vida estadounidense, con la misión de promover el estatismo, el extremismo climático y el despertar autolacerante. No había vehículo más leal y conveniente que Joe”.

Si es así, ¿quién ha estado realmente «moviendo los hilos de Estados Unidos» estos últimos años?

“Ustedes [la maquinaria demócrata] no pueden engañarnos, disimularnos y engañarnos durante años acerca de cómo este hombre era brillantemente competente en el trabajo y una fuerza curativa para la unidad nacional, y ahora díganos, cuando se descubra su engaño, que es ‘hora de dormir para Bonzo’ – gracias por su servicio y sigamos adelante”, advierte Baker.

“[Ahora] todo va terriblemente mal. Gran parte de su partido ya no lo necesita… en un acto notablemente cínico de cebo y cambio, [están tratando de] cambiarlo por alguien más útil para su causa. Una parte de mí piensa que no se les debería permitir salirse con la suya. Me encuentro en la extraña posición de querer apoyar al pobre Joe que murmura… Es tentador decirle a la maquinaria demócrata que se moviliza frenéticamente contra él: No puedes hacer esto. No puedes engañarnos, disimularnos y engañarnos durante años”.

Algo significativo se ha roto dentro del «sistema». Siempre es tentador situar tales acontecimientos en el «momento inmediato», pero incluso Baker parece aludir a un ciclo más largo de iluminación con gas y engaño, uno que sólo ahora ha estallado repentinamente a la vista.

Estos acontecimientos –aunque aparentemente efímeros y coyunturales– pueden ser presagios de contradicciones estructurales más profundas.

Cuando Baker escribe que Biden es la última ‘bandera de conveniencia’ bajo la cual los estratos gobernantes podrían navegar en el barco progresista hacia los confines más profundos de la vida estadounidense – “en una misión para promover el estatismo, el extremismo climático y el despertar autolacerante” – parece Es probable que se esté refiriendo a la era de los años 1970 de la Comisión Trilateral y el Club de Roma.

Las décadas de 1970 y 1980 fueron el punto en el que el largo arco del liberalismo tradicional dio paso a un ‘sistema de control’ mecánico (tecnocracia gerencial) abiertamente iliberal que hoy se presenta fraudulentamente como democracia liberal.

Emmanuel Todd, el historiador antropológico francés, examina la dinámica más larga de los acontecimientos que se desarrollan en el presente: El principal agente de cambio que condujo a la decadencia de Occidente (La Défaite de l’Occident), sostiene, fue la implosión de lo ‘anglo’. El protestantismo en Estados Unidos (e Inglaterra), con sus hábitos de trabajo, individualismo e industria que conllevaba, un credo cuyas cualidades se consideraban entonces para reflejar la gracia de Dios a través del éxito material y, sobre todo, para confirmar la pertenencia a los «Elegidos» divinos.

Mientras que el liberalismo tradicional tenía sus costumbres, el declive de los valores tradicionales desencadenó el deslizamiento hacia la tecnocracia gerencial y hacia el nihilismo. La religión persiste en Occidente, aunque en un estado «zombi», afirma Todd. Sostiene que tales sociedades fracasan, al carecer de una esfera metafísica rectora que proporcione a las personas sustento no material.

Sin embargo, la doctrina emergente de que sólo una élite financiera adinerada, expertos en tecnología, líderes de corporaciones multinacionales y bancos poseen la previsión y el conocimiento tecnológico necesarios para manipular un sistema complejo y cada vez más controlado cambió la política por completo.

Las costumbres habían desaparecido, y también la empatía. Muchos experimentaron la desconexión y el desprecio de la fría tecnocracia.

Entonces, cuando un editor senior del WSJ nos dice que el ‘engaño y el ‘gaslighting’ colapsaron con el debate Biden-Trump de CNN, seguramente deberíamos prestar atención; Él está diciendo que finalmente las escamas cayeron de los ojos de la gente.

Lo que se estaba iluminando era la ficción de la democracia y también la de Estados Unidos declarándose –en sus propias escrituras– ser el pionero y pionero de la humanidad: Estados Unidos como la nación excepcional: la singular, la pura de corazón, la bautizadora, y redentor de todos los pueblos despreciados y oprimidos; la “ última y mejor esperanza de la tierra ”.

La realidad era muy diferente. Por supuesto, los Estados pueden «vivir una mentira» durante un largo período. El problema subyacente –el punto que Todd plantea de manera tan convincente– es que se puede tener éxito en engañar y manipular las percepciones del público, pero sólo hasta cierto punto.

La realidad era que simplemente no estaba funcionando.

Lo mismo ocurre con «Europa». La aspiración de la UE de convertirse también en un actor geopolítico global dependía de convencer al público de que Francia, Italia y Alemania, entre otros, podían seguir siendo entidades nacionales reales, incluso cuando la UE se apoderó de todas las prerrogativas nacionales de toma de decisiones, mediante engaños. . El motín en las recientes elecciones europeas reflejó este descontento.

Por supuesto, la condición de Biden se conoce desde hace mucho tiempo. Entonces, ¿quién ha estado dirigiendo los asuntos? ¿Tomar decisiones críticas diarias sobre la guerra, la paz, la composición del poder judicial y los límites de la autoridad estatal? El artículo del WSJ da una respuesta: “Asesores no electos, hackers del partido, familiares intrigantes y parásitos aleatorios toman las decisiones críticas diarias” sobre estos temas.

Tal vez tengamos que reconciliarnos con el hecho de que Biden es un hombre enojado y senil que le grita a su personal: “Durante las reuniones con asistentes que están organizando sesiones informativas formales, algunos altos funcionarios en ocasiones han hecho todo lo posible para seleccionar la información de una manera esfuerzo para evitar provocar una reacción negativa”.

«Es como, ‘No puedes incluir eso, eso lo enfadará’ o ‘Pon eso, a él le gusta'», dijo un alto funcionario de la administración. «Es muy difícil y la gente le tiene muchísimo miedo». El funcionario añadió: «No sigue los consejos de nadie más que de esos pocos asesores importantes, y se convierte en una tormenta perfecta porque se aísla cada vez más de sus esfuerzos por controlarla».

Seymour Hersh, el conocido periodista de investigación, informa :

“La caída de Biden en el vacío ha continuado durante meses, mientras él y sus asesores de política exterior han estado instando a un alto el fuego que no ocurrirá en Gaza mientras continúan suministrando las armas que hacen que un alto el fuego sea menos probable. Hay una paradoja similar en Ucrania, donde Biden ha estado financiando una guerra que no se puede ganar, pero se niega a participar en negociaciones que podrían poner fin a la matanza”.

“La realidad detrás de todo esto, como me han dicho durante meses, es que Biden simplemente ‘ya no está allí’, en términos de comprensión de las contradicciones de las políticas que él y sus asesores de política exterior han estado llevando a cabo”.

Por un lado, Politico nos dice : “El insular equipo senior de Biden conoce bien a los antiguos asesores que siguen contando con el oído del presidente: Mike Donilon, Steve Ricchetti y Bruce Reed, así como Ted Kaufman y Klain en el exterior”.

“Son las mismas personas; él no ha cambiado a esas personas durante 40 años… El número de personas que tienen acceso al presidente se ha vuelto cada vez más pequeño. Llevan meses cavando más profundamente en el búnker”. Y, dijo el estratega, “cuanto más te metes en el búnker, menos escuchas a nadie”.

Entonces, en palabras de Todd, las decisiones las toma una pequeña «aldea de Washington».

Por supuesto, Jake Sullivan y Blinken se encuentran en el centro de lo que se llama la visión «interinstitucional». Aquí es donde principalmente se discute la política. No es coherente (con su sede en el Comité de Seguridad Nacional) sino que se propaga a través de una matriz de ‘grupos’ entrelazados que incluye el Complejo Industrial Militar, los líderes del Congreso, los grandes donantes, Wall Street, el Tesoro, la CIA, el FBI. , unos pocos oligarcas cosmopolitas y los principitos del mundo de la inteligencia y la seguridad.

Todos estos «príncipes» fingen tener una visión de la política exterior y luchan como gatos para proteger la autonomía de su feudo. A veces canalizan su «participación» a través del NSC, pero si pueden, la «transmitirán» directamente a uno u otro «actor clave» con el oído de una u otra «aldea» de Washington.

Sin embargo, en el fondo, la doctrina Wolfowitz de 1992, que subrayaba la supremacía estadounidense a toda costa en un mundo post-soviético –junto con “aplastar a los rivales, dondequiera que surjan”– sigue siendo hoy la «doctrina actual» que enmarca la «doctrina internacional». línea de base de la agencia.

La disfunción en el corazón de una organización aparentemente funcional puede persistir durante años sin ninguna conciencia pública real o apreciación del descenso hacia la disfuncionalidad. Pero entonces, de repente –cuando llega una crisis o el debate presidencial fracasa– “puf” y vemos claramente el colapso de la manipulación que ha confinado el discurso al interior de las distintas aldeas de Washington.

Desde este punto de vista, algunas de las contradicciones estructurales que Todd señaló como factores que contribuyeron al declive occidental quedan inesperadamente «iluminadas» por los acontecimientos: Baker destacó una: El acuerdo fáustico clave: la pretensión de una democracia liberal operando en conjunto con una democracia liberal «clásica». economía versus la realidad de un liderazgo oligárquico iliberal sentado sobre una economía corporativa hiperfinanciarizada que ha absorbido la vida de la economía orgánica clásica y también ha creado desigualdades tóxicas.

El segundo agente del declive occidental es la observación de Todd de que la implosión de la Unión Soviética dejó a Estados Unidos tan engreído que éste desencadenó un paradójico desencadenamiento de una expansión global del imperio basada en un «orden basado en reglas» frente a la realidad de que Occidente estaba ya se está consumiendo desde la raíz hacia arriba.

El tercer agente en declive fue, sostiene Todd, que Estados Unidos se declarara la nación militar más grande del mundo, frente a la realidad de un Estados Unidos que hace mucho que se deshizo de gran parte de su capacidad manufacturera (particularmente la capacidad militar), pero elige choque con una Rusia estabilizada, una gran potencia que ha regresado, y con China, que se ha convertido en el gigante manufacturero del mundo (incluso militarmente).

Estas paradojas no resueltas se convirtieron en los agentes del declive occidental, sostuvo Todd. Él tiene un punto.

Las opiniones de los contribuyentes individuales no necesariamente representan las de la Fundación Cultura Estratégica y Dossier Geopolitico

La recuperación de la segunda potencia latinoamericana le ha dado un peso continental y mundial  que el futuro gobierno deberá ampliar y consolidar, si pretende continuar con las reformas

Por Eduardo J. Vior
analista internacional especial para Dossier Geopolitico

Claudia Sheinbaum ganó el 2 de junio nuevamente la presidencia de México para la alianza Sigamos Haciendo Historia, encabezada por su Movimiento de Reconstrucción Nacional (Morena), con más del 58% de los votos y superó por cinco puntos el resultado obtenido por Andrés Manuel López Obrador (popularmente AMLO) en 2018. Además, su alianza conservó el gobierno de la Ciudad de México y ganó las gobernaciones de seis de los ocho estados en los que se elegía la máxima autoridad. Durante el último sexenio México se ha convertido en el primer inversor extranjero en EE.UU., su moneda se ha revalorizado sustancialmente contra el dólar y cinco millones de personas han salido de la pobreza. No obstante, todavía quedan 47 millones de pobres, los cárteles de la droga mantienen el control de importantes zonas del territorio nacional y los migrantes siguen atravesando el país desde la frontera sur hasta la del norte. 

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A partir del 1º de octubre la primera presidenta mujer en 200 años de historia deberá afirmar un nuevo liderazgo superando la pobreza y pacificando el país en medio de una aguda polarización entre los bloques de poder mundial que requerirá un cuidadoso equilibrio, para que la reconstrucción no se diluya por una abstinencia o una indeseada toma de partido que aislaría a México de alguno de sus múltiples -todos necesarios- interlocutores internacionales.

En su programa electoral Claudia Sheinbaum afirmó que su “política exterior seguirá los principios constitucionales de autodeterminación de los pueblos, no intervención y fraternidad con todos los pueblos del mundo”. Como demostró recibiendo el mismo día del triunfo al boliviano Evo Morales y al argentino Alberto Fernández, la futura presidenta mantendrá el alineamiento progresista del gobierno de la 4T. Para ello deberá definir la relación con El Salvador del reelecto Nayib Bukele, el modo de acompañar cómo estabilizar Haití sin plegarse al intervencionismo norteamericano, cómo garantizar la elección presidencial venezolana sin caer en partidismos, la presión sobre los gobiernos autoritarios de Ecuador y Perú y la distancia justa del gobierno de Javier Milei haciendo caso omiso de las provocaciones de éste para no dañar aún más la relación con Buenos Aires.

En realidad, el mayor desafío que la nueva presidenta deberá encarar inmediatamente está en la frontera norte. El avance de las causas judiciales contra Donald Trump y la evidente senilidad de Joe Biden plantean un insólito panorama en el que ninguno de los dos candidatos llegaría a noviembre y, si lo hacen, encararía la elección debilitado y en un clima de crispación que desautorizará a cualquiera que pretenda representar a la superpotencia. Durante el sexenio de AMLO México ha impuesto respeto a los dirigentes norteamericanos, pero todavía tiene demasiados frentes abiertos. A medida que se debilita el poder de Washington, se diluye el perfil de la política migratoria. Cada uno de los cuatro estados fronterizos (California, Nuevo México, Arizona y Texas) aplica criterios diferentes al recibir a los migrantes que llegan a la frontera. La presidenta electa ha manifestado su voluntad de que sus vecinos del norte legalicen la inmigración del sur, ya que necesitan mano de obra, pero en un Estados Unidos profundamente ideologizado y polarizado nadie quiere aparecer negociando con los latinos.

Sheinbaum insiste asimismo en que EE.UU. y Canadá inviertan en los países de origen de la migración, pero la experiencia de varias décadas demuestra la falta de interés de los dirigentes de ambos países por políticas de win-win en las que todos ganen. Las inversiones han sido escasas, mayormente especulativas y dirigidas puntualmente a las áreas en las que las empresas canadienses y norteamericanas pueden obtener pingües ganancias sin generar empleos.

El futuro gobierno mexicano buscará aumentar la densidad tecnológica y la integración de las empresas norteamericanas relocalizadas en su territorio, especialmente en el fronterizo Nuevo León, pero también incentivar su instalación en el sureste del país donde ha hehco enormes inversiones en infraestructura. Durante la campaña electoral la candidata de Morena ha afirmado la necesidad de superar la maquila, para organizar cadenas de producción transfronterizas. Sin embargo, no sólo a los norteamericanos, sino también a los empresarios chinos deberá imponerles el mejoramiento de las condiciones de trabajo, para ajustarlas a los derechos sociales de la Constitución mexicana.

EE.UU. es incapaz o carece de la voluntad necesaria para afrontar su terrible epidemia de drogadicción. El mercado estadounidense de narcóticos mantiene una fuerte demanda que alienta a los cárteles mexicanos y atrae la importación desde otras regiones del mundo a través de México. Al mismo tiempo las autoridades norteamericanas permanecen pasivas ante el tráfico de armas hacia el sur.

En la medida en que crece la confrontación entre Estados Unidos y China, aumenta la presión de Washington contra la radicación de empresas asiáticas que usan el territorio de su vecino para exportar al norte aprovechando el tratado de libre comercio de América del Norte cuya próxima renegociación está agendada. México se ha convertido en el principal inversor extranjero directo en EE.UU. y no puede arriesgar una crisis comercial, pero tampoco quiere abrir sus fronteras sin reparos, como sucedía en presidencias anteriores a 2018.

Al mismo tiempo Sheinbaum tendrá que combinar una postura enérgica ante su vecino del norte con el cuidado de permanecer neutral en el enfrentamiento entre Biden y Trump. Probablemente la decisión sobre el perfil que se dará a la relación con EE.UU. defina la selección del futuro titular de Relaciones Exteriores.

Estas distintas áreas de la política exterior del futuro gobierno mexicano se reúnen bajo la consigna del fortalecimiento del liderazgo internacional de México. Para ello Sheinbaum se ha comprometido a mantener una mayor presencia en espacios multilaterales como la Asamblea General de Naciones Unidas, las Conferencias de las Partes, el G20 y la CELAC. Finalmente, México deberá hacerse más presente fuera del continente también, para evitar que la creciente confrontación entre las potencias del Norte y del Sur Global estrangule su espacio de maniobra.

Mucho para hacer, si la primera presidenta de México quiere profundizar la Cuarta Transformación. No basta con las reformas internas. Debe consolidar la posición de su país en un contexto internacional incierto y polarizado. En el sexenio pasado la reconstrucción del Estado y de la economía y el liderazgo moral de López Obrador aumentaron sustancialmente el peso internacional de México. Ahora, para seguir por el camino de su predecesor, Claudia Sheinbaum debe ampliar su radio de acción y su protagonismo.

Por Leandro Morgenfeld, Norteamerica

Una democracia anacrónica ofrece en Estados Unidos una plutocracia en manos de ancianos.

Cada cuatro años, el mundo concentra su atención en las elecciones estadounidenses. Si bien al jefe de la Casa Blanca lo eligen los ciudadanos de ese país, tiene un rol determinante en la vida de buena parte de los habitantes del planeta. Este año el proceso electoral tiene varias singularidades, pero también regularidades que vale la pena destacar y que suelen ser soslayadas. El supermartes del 5 de marzo confirmó que en noviembre va a repetirse el enfrentamiento Biden-Trump que tuvo en vilo al mundo a fines de 2020, y que terminó con la toma del Capitolio y un intento de golpe de estado. Tras esa acción violenta sin antecedentes, Trump fue sometido a un nuevo impeachment, del que salió indemne. A diferencia de 2016 y 2020, este año las primarias transcurrieron sin demasiada competencia: Bernie Sanders ya no se presenta como el gran desafiante por izquierda y Trump destrozó a sus rivales internos más fácilmente que en 2016. El jueves 7 de marzo, en el discurso del estado de la Unión, el presidente atacó a Trump y defendió su gestión, dando inicio a la fase final de una contienda que se le presenta complicada. El 5 noviembre se elegirá al presidente más anciano de la historia (el republicano asumiría con 78 años, el actual presidente con 82), y esta situación es apenas un síntoma del anquilosamiento imperial, que no logra renovar a los líderes de los dos partidos del establishment, ambos con índices de rechazo elevadísimos.  En este artículo repasamos las últimas novedades del proceso electoral, los ejes de discusión en la campaña y las perspectivas que se abren para nuestra región y nuestro país a partir de lo que ocurra en las urnas.  

Lo que hay en juego

Luego del “supermartes” del 5 de marzo, en el que 15 estados fueron a las urnas, entramos en la fase final de las elecciones primarias estadounidenses. Cada cuatro años, la carrera por el control de la Casa Blanca acapara la atención mundial. El próximo 5 de noviembre, además de la compulsa principal, se renovará también la totalidad de la Cámara de Representantes (435 escaños, hoy con mayoría opositora: 222 republicanos y 212 demócratas), un tercio de los 100 senadores (hoy con mayoría demócrata) y se elegirán gobernadores y autoridades municipales. Al día de hoy todo indica que volverá a repetirse el duelo entre el expresidente Donald Trump y el actual mandatario Joe Biden. Estos comicios se realizan en medio de una crisis que pone de manifiesto el declive sistémico que afecta el dominio hegemónico estadounidense, que ya lleva unas dos décadas, pero que se aceleró durante la pandemia. La anterior elección presidencial, recordemos, terminó en un gran escándalo: Trump no reconoció la derrota, alegó fraude y terminó impulsando a sus seguidores a tomar el Capitolio, el 6 de enero de 2021 —cuando el Congreso debía certificar el triunfo de Biden—, lo cual provocó uno de los mayores escándalos políticos de la historia estadounidense —con un saldo de varios muertos, heridos y encarcelados, además de la ruptura con su vice Mike Pence— y le valió su segundo juicio político, que sin embargo terminó no prosperando por falta de apoyo en la Cámara de Senadores. Tres años más tarde, y a contramano de todo lo que se dijo por esos convulsionados días, Trump ratificó que controla el Grand Old Party (GOP), aplastó a sus rivales en la interna republicana y, hasta ahora, superó los escollos judiciales que parecía enfrentar su candidatura (está imputado por más de 90 delitos, en procesos penales en curso, pero el lunes pasado la Corte Suprema allanó el camino para que fuera candidato). 

A diferencia de lo que ocurrió en 2016, cuando las encuestas vaticinaban su derrota frente a Hillary Clinton, hoy la mayoría de los analistas lo dan como favorito para enfrentar al octogenario Biden, quien cosecha índices de rechazo comparables a los de James Carter (uno de los pocos presidentes que fracasó en su aventura reeleccionista). Existen posibilidades de que el proceso de elección del jefe de la Casa Blanca vuelva a provocar un escándalo político-institucional como el mencionado de 2020 o como el del 2000 —cuando George W. Bush ganó por apenas 538 votos el estado de Florida, donde gobernaba su hermano Jeff, luego de semanas de controversias e impugnaciones judiciales y acusaciones de fraude electoral—, profundizando la crisis del liderazgo global que Estados Unidos padece desde el inicio de este siglo. Trump viene tensionando el sistema político estadounidense hace casi una década y todo indica que va a seguir haciéndolo. La fractura de las clases dominantes, a pesar de lo que muchos analistas auguraron, no se cerró con la asunción de Biden en 2021. 

Mitos sobre la plutocracia estadounidense

Como en cada elección estadounidense, es bueno aclarar algunos equívocos arraigados en el sentido común. Si bien los principales medios de comunicación y los políticos y propagandistas del establishment de Occidente abonan la idea y la percepción general de que Estados Unidos es una democracia modelo, en realidad ese es uno de los grandes mitos forjados en el poderoso país del norte, para consumo externo y también para reforzar su dominio ideológico, cultural y político global. 

En realidad, lo que se observa en Estados Unidos es más bien una democracia (burguesa) de baja intensidad, en la cual la participación política ciudadana está muy mediatizada. Se vota cada dos años, pero garantizando la alternancia prácticamente exclusiva entre los dos partidos del orden. En los procesos electorales hay una serie de mecanismos para que cambie algo —un demócrata o un republicano al mando de la Casa Blanca—, pero sin que nada se modifique estructuralmente. La presencia de legisladores de terceras fuerzas políticas es casi inexistente. Hace una década, por ejemplo, Bernie Sanders era el único senador independiente. Y, para dar batalla a nivel nacional, debió hacerlo al interior del Partido Demócrata, cuyo establishment lo boicoteó en las primarias de 2016 contra Hillary Clinton y en las de 2020 contra Biden. 

Desde que George W. Bush desreguló los aportes electorales privados —y de las corporaciones y lobistas— quedó más en evidencia que lo que realmente existe es más una plutocracia que una democracia. En 2010 la Corte Suprema, con mayoría conservadora, falló a favor de la desregulación de estos lobistas. En 2016, por ejemplo, se registraron 2.368 SuperPACs (Comités de Acción Política) ante la Comisión Federal Electoral, grupos de lobistas que invirtieron más de 1.000 millones de dólares en esas campañas presidenciales. Si se suman los gastos de los aspirantes a las Cámaras de Representantes y de Senadores, las cifras se disparan. La carrera para controlar el Capitolio insumió 4.267 millones, de dólares. El gasto total estimado alcanzó la astronómica cifra de 7.000 millones de dólares hace ocho años. Y sigue creciendo desde entonces. La contracara, por cierto, son las campañas del senador Sanders de 2016 y 2020, con pequeños aportes, situación que también se replicó en las de otros aspirantes socialistas democráticos (DSA), quienes recaudaron importantes cifras con cientos de miles de aportes de menos de 20 dólares. 

El sistema electoral estadounidense, además, es uno de los más anacrónicos, heredado del período esclavista: en cuatro oportunidades, no llegó a la Casa Blanca el candidato presidencial que más votos sacó, sino el que ganó en el colegio electoral, en el cual están sobrerepresentados algunos estados escasamente poblados. La última vez ocurrió en 2016: Trump ganó en colegio electoral (538 integrantes), a pesar de que obtuvo 2.800.000 votos menos que Hillary Clinton. Lo mismo ocurrió en 2000, cuando Bush le arrebató la elección a Al Gore, habiendo sacado menos votos que él a nivel nacional. Además, existen muchos mecanismos de supresión del voto. Esto quiere decir que a millones de personas —pobres, negros e hispanos, en su mayoría—, en cada elección, se les niega el derecho político más elemental: el derecho a votar (el informe de la ACLU, American Civil Liberties Union, “Block the Vote: Voter Suppression in 2020” muestra todos los mecanismos de supresión del voto, a quiénes afecta y por qué). La elección, además, se realiza en un día laborable (martes), el voto no es obligatorio y es necesario empadronarse para poder participar. En 2016, por ejemplo, de una población total de 325 millones de personas, había habilitados para votar 231 millones, pero sólo ejercieron ese derecho 137 millones. La participación fue de apenas el 55% de los votantes habilitados (en las presidenciales de Argentina, en 2019, la participación llegó al 81%). Trump, entonces, se convirtió en presidente con apenas el 27% de los votos del total de personas en condiciones de sufragar. 

La plutocracia estadounidense, con su sistema electoral obsoleto y conservador, devino en una farsa democrática, que se manifiesta en la banalización-espectacularización de la política. Trump es un objeto más de consumo por parte de los grandes medios de comunicación —con menos recursos financieros que Hillary Clinton, hace ocho años, logró mayor cobertura mediática por el rating que generaba a través de los escándalos que protagonizó durante toda la campaña—, pero él no es una rara avis. O al menos no totalmente, como pretenden mostrarlo los medios de prensa liberales. Todo aquel que siguió la transmisión de las convenciones demócrata y republicana en 2020 puede percibir cómo la política estadounidense devino en un gran show, con un contenido diluido. Y los candidatos parecen envases vacíos, a merced de que los expertos en marketing los vendan lo mejor posible a sus potenciales clientes-consumidores-votantes. Si bien este fenómeno no deja de ser global, en el caso de Estados Unidos, cuna de la telepolítica desde hace 1960, esta tendencia está llevada a su máxima expresión. Con el auge de las redes sociales y de las fake news, esta tendencia no hizo sino acelerarse. 

Lo singular en estas elecciones

Lo que distingue el actual proceso de los dos últimos es que en esta oportunidad la competencia interna fue mucho menor que en las primarias anteriores. La paradoja es que esto ocurrió a pesar de que Biden tiene niveles de rechazo altísimos y de que Trump es indigerible para al menos la mitad de la población estadounidense, incluida la mayor parte de la fracción globalista de la clase dominante. Si bien falta la formalidad de ratificar ambas candidaturas en las respectivas convenciones partidarias (del 15 al 18 de julio será la Republicana en Milwakee, Wisconsin; del 19 al 22 de agosto tendrá lugar la demócrata, en Chicago, Illinois) ambos partidos ya tienen sus cabezas de fórmula.

En el campamento demócrata, sólo un declive en la frágil salud del presidente podría precipitar una “renuncia histórica” (hasta hace pocos días algunos se ilusionaron con los rumores sobre una hipotética candidatura de la popular Michelle Obama). Pero hoy esa posibilidad parece cada vez más lejana. Habrá que ver quién lo secunda en la fórmula, si nuevamente Kamala Harris, o si escucha esta vez a Bernie Sanders y se inclina por alguien más progresista, para marcar un contrapunto con Trump y energizar a una base demócrata que está bastante descontenta con su gobierno (recordemos que el voto no es obligatorio por lo cual el gran desafío del oficialismo es que quienes detestan a Trump concurran a las urnas).

Entre los republicanos, en tanto, la novedad de la semana fue el retiro de Nikki Haley, quien no pudo doblegar a los trumpistas, pero cosechó un porcentaje significativo en las primaras. En su discurso de renuncia del miércoles se negó a apoyar la candidatura de Trump, lo cual fue aprovechado por los estrategas de la campaña demócrata para llamar a sus votantes a acompañar a Biden. Trump todavía no anunció quién lo secundará en la fórmula, lo cual también es un dato clave ya que, de ser electo, terminaría su mandato con 82 años, un récord histórico para cualquier mandatario. Dada su pelea con su ex vice Mike Pence —quien también participó sin suerte en las primarias republicanas— se especula con que puede elegir una candidata mujer, que le sea absolutamente leal. Pueden ser las congresistas Elise Stefanik o Marjorie Taylor Greene, ambas ultraconservadoras, con el riesgo de espantar a los más moderados. 

Lo singular, entonces, es que volverán a enfrentarse los mismos rivales que en 2020, que ambos ya fueron presidentes y que, cualquiera de los dos que asuma, se transformará en el presidente más añoso en llegar a la Casa Blanca. Trump deberá afrontar durante la campaña varios juicios penales en su contra (sería la primera vez que asuma un presidente condenado) y debe demostrar que su movimiento Make America Great Again (MAGA) no sólo le permite conquistar el partido republicano, sino también mejorar la performance electoral de los últimos seis años. Los demócratas, a pesar de tener las encuestas en contra, destacan que ganaron en las elecciones de 2018, 2020 y 2022. Los republicanos, en tanto, saben que la clave es llegar a los 270 votos en el colegio electoral, lo cual pueden concretar a pesar de perder el voto popular.

La izquierda y el progresismo, que supo tener un peso electoral muy significativo en la última década, esta vez no pudo expresarse en una precandidatura que le dé mayor visibilidad. Siguen los debates estratégicos entre quienes se inclinan por dar la pelea dentro del partido demócrata (Bernie Sanders llama a votar a Biden para derrotar la amenaza anti-derechos trumpista, a la vez que impulsa un giro en la política económica hacia una orientación más distribucionista) y quienes plantean la necesidad imperiosa de construir una alternativa por afuera, empalmando con las luchas de los sindicatos, las organizaciones sociales, los feminismos, los estudiantes, los afroamericanos, los latinos, los pueblos originarios y las organizaciones ambientalistas, quienes protagonizaron la resistencia a Trump desde 2017. 

Temas en la agenda electoral

Entre los temas de campaña se destacan la crisis fronteriza (Trump insiste con culpar a los inmigrantes latinoamericanos por la falta de empleos y problemas de seguridad, mientras el gobernador de Texas militariza la frontera y amenaza incluso con una secesión), la economía (inflación, tenue recuperación post pandemia, estancamiento del salario mínimo, aumento de la pobreza e indigencia), la trampa en Ucrania (cada vez es más improbable un triunfo de Volodimir Zelenzky, mientras crece la oposición a seguir financiándolo) y el apoyo de Biden a la ofensiva israelí contra Gaza está generándole una creciente oposición en su propio partido, en particular entre los jóvenes (tuvo su expresión electoral en las primarias), e incluso entre un vasto movimiento de judíos progresistas, que denuncian las masacres y el genocidio contra la población palestina indefensa.

Biden, representante de la fracción globalista, despliega una fuerte defensa de la OTAN, mientras que Trump, el preferido de los sectores americanistas, nacionalistas y aislacionistas, asegura que si él hubiera permanecido en la Casa Blanca los conflictos militares en Ucrania y Medio Oriente no hubieran estallado.

Otro tema volverá a ser, sin lugar a dudas, la relación con China. El avance imparable del gigante oriental, punta de lanza del ascenso de Asia-Pacífico y del reordenamiento geopolítico global, en torno al grupo BRICS —ahora ampliado— y a distintas iniciativas de cooperación, como la Ruta de la Seda, acapara buena parte de los debates en Estados Unidos y el mundo entero. Hoy crece la percepción del declive relativo del poderío estadounidense y las discusiones entre los especialistas giran en torno a cómo se va a procesar esa transformación del escenario global. Tanto la estrategia de guerra comercial de Trump como la actual de una política neokeynesiana de Biden fracasaron en recuperar la competitividad productiva estadounidense y en frenar el imparable avance chino y asiático. Estados Unidos, salvo el músculo militar y la influencia político-diplomática, tiene poco para ofrecer. Desde el punto de vista comercial, financiero y de inversiones, incluso sus aliados de Occidente cada vez dependen más de China y Asia.

Un último tema será el político-ideológico-institucional. Trump continuará con su política de “demolición” de todo lo establecido —fue y es su estrategia para presentarse, sin serlo, como un outsider— y Biden intentará nuevamente, como en 2020, ofrecerse como un muro de contención para sostener las instituciones y para que no se avancen con derechos de las minorías. El tema del aborto va a ser central en la campaña. El vergonzoso giro de la Corte Suprema ultraconservadora, en junio de 2022, anuló el fallo del caso Roe vs. Wade, una resolución que en 1973 había legalizado el derecho al aborto en todo el país. Esto les permitió a los demócratas movilizar a sus bases y mejorar su suerte electoral en las últimas legislativas.   

Proyecciones

Desde 2016, en Occidente cada vez se hace más difícil aventurar los resultados de los procesos electorales. Las encuestas suelen fallar mucho más que antes, la volatilidad es mayor y las capacidades predictivas son cada vez menores. Por eso hay que ser prudentes. Falta todavía mucho tiempo para noviembre. 

Ese año casi todos planteaban que era imposible que Trump ganara las primarias, luego que eran casi nulas sus chances de derrotar a Hillary, finalmente que no iba a poder hacer lo que había prometido en la campaña. Tras su no reconocimiento de la derrota en 2020 y su impulso a la toma del Capitolio, una vez más el coro de analistas repitió hasta el cansancio que Trump estaba acabado. Otro tanto ocurrió cuando el año pasado proliferaron, en distintas cortes estadounidenses, pedidos de inhabilitación electoral. Sin embargo, el magnate probó, una vez más, que es más resistente de lo que se cree. Algo similar, en sentido, inverso, ocurrió en noviembre del 2022. Las encuestas pronosticaban una debacle demócrata y un avance ultraconservador y eso no ocurrió. El oficialismo conservó (y hasta amplió) su mayoría en la Cámara de Senadores y apenas está 10 votos abajo en la de Representantes. Se vaticinaba también que Biden no terminaría su mandato por su enflaquecida salud y hoy es el candidato oficial de los demócratas, que intentará la reelección. 

Es cierto que las encuestas no lo favorecen, que los oficialismos están perdiendo en todo Occidente desde el inicio de la pandemia y que sus balbuceos y su frágil estado de salud siembras serias dudas —ya protagonizó varios furcios, lo cual acrecienta las dudas sobre su condición mental—, pero también puede repetir el camino que lo llevó a ganar en 2020, cuando era tan mal candidato como ahora —aunque, es cierto, era cuatro años más joven y no era presidente. El tono agresivo y punzante que exhibió este jueves en el discurso sobre el estado de la Unión, en el que criticó duramente a Trump y destacó sus logros económicos, intentó relanzar su campaña, revigorizar su alicaída figura y mostrarlo competitivo. 

Epílogo: América Latina y Argentina ante las elecciones

Más allá de la alternancia entre demócratas y republicanos, los objetivos estratégicos de Estados Unidos hacia la región se mantienen desde hace dos siglos, cuando se planteó la doctrina Monroe: alejar a potencias extrahemisféricas, mantener el control del “patio trasero” y tratar de evitar que avance cualquier proyecto de coordinación política e integración latinoamericana. El llamado “gobierno permanente de las grandes corporaciones” y el complejo militar-industrial y de inteligencia y el equilibrio de pesos y contrapesos bloquea cualquier alternativa de cambio real, como la que podía haber expresado Bernie Sanders en 2016 y 2020, quien sí es muy crítico del injerencismo estadounidense. Ante cada cambio de los inquilinos de la Casa Blanca, hay más continuidades que las aparentes. Tener esto en claro es fundamental para no alimentar falsas expectativas. Ya Obama decepcionó a quienes creyeron en su promesa de 2009 de una nueva política “entre iguales” con los países de la región.

Más allá de esta aclaración, para la región no da igual Trump o Biden. Comparten objetivos, pero existen diferencias en las tácticas y las modalidades empleadas, en el uso de hard (Trump) o soft power (Biden), en apelar más al multilateralismo (Biden) o al bilateralismo (Trump) y en la retórica más o menos agresiva, por ejemplo, contra Cuba o Venezuela. Y También en las alianzas e impulso de líderes ultraderechistas. 

En este sentido, la vuelta de Trump potenciaría todavía más a las ultraderechas, como ocurrió con Bolsonaro en Brasil en 2018. Si bien el ex presidente de Brasil hoy enfrenta la posibilidad de ser juzgado por el intento de golpe de enero de 2023, todavía conserva capacidad de movilización. Trump nuevamente en la Casa Blanca implicaría un espaldarazo político-ideológico para Milei, y reforzaría a Bukele, Kast y otros exponentes de las ultraderechas reaccionarias en la región y en el mundo. Marcaría, desde el punto de vista ideológico, una reofensiva contra cualquier política económico-social incluso tímidamente igualitarista, o contra los derechos sociales conquistados o por conquistar (sindicales, de las diversidades sexuales, del aborto legal, de las luchas de los pueblos originarios por las tierras o de los ambientalistas contra el extractivismo). Cuatro años más de Trump implicarían un corrimiento todavía mayor hacia a la derecha en Occidente, y en especial en América Latina. Es cierto que el magnate no promovió los mega acuerdos de libre comercio que impulsaban los globalistas ni impulsó guerras en el extranjero. Pero el avance de la internacional ultraderechista apañada por los trumpistas y sus émulos latinoamericanos implicarían un mayor peligro para la región. La derrota de Trump, entonces, debilitaría al gobierno de Milei y a todas las fuerzas y líderes, en cada país de la región, que se referencian en ellos.

Con respecto a Argentina, hoy el gobierno de los libertarios despliega una política de alineamiento acrítico incluso más profunda que las “relaciones carnales” que se cultivaron durante el menemismo. El seguidismo a Washington es total, aunque el gobierno sea demócrata. Pero Milei no oculta su favoritismo por Trump. Incluso viajó en febrero a participar de la Conferencia de Acción Política Conservadora, oportunidad en la que se sacó una foto con el expresidente republicano, quien le prodigó halagos. En el plano interno, entonces, la reelección de Biden o el triunfo de Trump van a impactar en forma distinta. Y este es otro motivo para seguir de cerca el proceso electoral estadounidense. 

FUENTE: https://tektonikos.website/sintomas-de-envejecimiento-imperial/

par Jorge Majfud *

Para entender los fenómenos políticos y sociales en América latina, es imposible ignorar lo que ocurrió o está ocurriendo en Estados Unidos. Los ejemplos van desde diseños de agencias secretas, manipulación de medios, redes y elecciones hasta decisiones judiciales.

Según la Ley Federal de Campañas Electorales, las contribuciones están sujetas a ciertos límites. Un ciudadano no puede donar más de 3.300 dólares por elección. Una vez limitada la generosidad de gente común, la ley muestra sus debilidades por los lobbies. Uno de los actores de peso en la administración del poder social son los Political Action Committees (PACs) los cuales, como las sectas, están exentos de pagar impuestos, pese a que su accionar gira entorno al gran capital. Exentos de pagar impuestos y exentos de revelar sus fuentes de ingresos. Libres para acosar a las instituciones―carajo.

En 2010, la Corte Suprema de Estados Unidos (con una amplia mayoría de jueces elegidos por presidentes conservadores) falló en favor de Citizens United, otra « organización sin fines de lucro » a favor de los derechos de las grandes corporaciones. Su fundador, masón y admirador de Ronald Reagan, Floyd Brown, lo definió de forma sintomática : « Somos gente a la que no les importa la política ; gente que desea que el gobierno los deje en paz ; pero si su país los llama a luchar en el extranjero, lo harán con gusto ». Para este fanatismo anglosajón, las brutales intervenciones en otros países no son políticas ni son sobre intereses económicos, sino puro patriotismo y amor por la libertad―la libertad de la unión esclavista, representada en la bandera amarilla de la viborita que flamean con pasión los colonizados en América Latina.

Como toda organización funcional a una elite oligárquica, su lema incluye las palabras « restaurar » y « volver a los buenos viejos tiempos », « devolver el gobierno a los ciudadanos », junto con la clásica narrativa que se chorrea hacia el Sur desde hace generaciones : « reafirmar los tradicionales valores estadounidenses de un gobierno mínimo, de la defensa de la libertad de empresa, por una familia fuerte y por la soberanía y seguridad nacional ».

En 2009, esta poderosa organización privada inició una demanda contra la Comisión de Elecciones Federales. Con cinco votos en nueve, la Suprema Corte dictó que las megacorporaciones son ciudadanos « participando en discursos políticos… » Que una corporación multimillonaria no pudiese donar unos cientos de millones de dólares a un candidato al senado o a la presidencia violaba la « libertad de expresión ». La decisión liberó múltiples restricciones : los ultra millonarios no pueden donar sumas obscenas a los candidatos, excepto a través de fundaciones fachadas, conocidas como « sin fines de lucro » y diferenciadas de los PAC por el superlativo « super » : los Super PACs no tienen limitación de donación a grupos que promueven una determinada candidatura. Además, pasan a tener el derecho de hacerlo de forma anónima, lo que pasó a llamarse dark money.

Claro, en el país de las leyes se hace todo legal. La corrupción ilegal, históricamente funcional a estas mismas transnacionales, es cosa de las razas inferiores (culturas enfermas, mentalidad subdesarrollada) de las colonias. Otra prueba irrefutable de la observación de Anatole France : « La Ley, en su magnífica ecuanimidad, prohíbe, tanto al rico como al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar pan ».

Como suele ocurrir en una democracia secuestrada por las corporaciones, antes de ser inoculados los ciudadanos tenían otra opinión. Una encuesta de ABC News The Washington Post reveló que el 80% de los estadounidenses se oponía a la eliminación de límites en las donaciones a los políticos propuesta por Citizens United. Obviamente, nada de eso importa ni tiene algún efecto legal. Cinco votos en nueve decidieron el destino de 320 millones de estadounidenses y, por extensión, de gran parte del resto del mundo.

Hubo varios intentos para, al menos, revelar la identidad de los super donantes. Uno fue una ley aprobada por California, la que obligaba a revelar el origen de las donaciones multimillonarios a causas políticas. La demanda contra la ley fue impulsada por la fundación Americans for Prosperity , otra « organización sin fines de lucro » exenta de impuestos y fundada por el billonario Charles Koch, por su hermano David Koch, y por el grupo conservador Thomas More Law Center . La Suprema Corte determinó que la ley violaba el derecho de los supermillonarios, establecido en el fallo de 2010. La transparencia es una violación del derecho a la privacidad de los lobbies. Estas prácticas son conocidas desde el siglo XIX, pero a partir del nuevo fallo de 2010 el negocio de la política se multiplicó.

Veamos solo un caso entre cientos, de empresas dedicadas a crear opinión pública, ahora con más impunidad que antes. Berman and Company , fundada por el lobista Richard Berman, es uno de los mayores conglomerados dedicados a la creación de opinión a través de la demonización o el enchastre de los adversarios de sus clientes. Aunque es una empresa privada con ganancias de decenas de millones de dólares, posee decenas de « organizaciones sin fines de lucro » que actúan como fachada, para su acción en el mundo mediático y para la recepción de donaciones y pagos. ¿Por qué ? Porque, según las leyes que lograron aprobar estos mismos grupos de intereses especiales, las donaciones a los grupos « sin fines de lucros » se realizan en total y completo secreto. La ley protege la anonimidad de los donantes. Todo en nombre de la libertad. Rick Berman, abogado especializado en relaciones laborales, fundó «  Enterprise Freedom Action Committee (Comité de Acción por la Libertad Empresarial) », una organización de derecha, dedicada al astroturf (ver capítulo « Relaciones sociales y astroturfing » en Moscas en la telaraña), es decir, a crear « movimientos populares » falsos desde arriba, para servir los intereses de los de arriba. Berman inventó el «  Center for Consumer Freedom  », «  American Beverage Institute  » (en favor del consumo de alcohol), «  Employment Policy Institute Foundation  » (para beneficiar a los obreros), «  Center for Union Facts  » (para educar a los trabajadores sobre los males antidemocráticos de los sindicatos), entre otras organizaciones gremiales y proletarias.

El 30 de octubre de 2014, el New York Times publicó una confesión del poderoso señor Berman a un micrófono abierto : « La gente siempre me pregunta : ¿Cómo sé que no seré descubierto, que lo que hago tiene una intencionalidad política ? Es que todo lo que hacemos lo hacemos a través de organizaciones sin fines de lucro, las que están protegidas de cualquier obligación de revelar quiénes son sus donantes. Existe un anonimato total. La gente no sabe quién nos apoya ». También dejó escapar algunos consejos para manipular la opinión pública : « Se debe usar el humor para desacreditar o marginar a nuestros adversarios ». Como sabemos que el humor ya casi no existe en las redes sociales, a lo que seguramente se refería el nuevo Bernays era a la ridiculización del adversario. « Algunos dicen que somos helicópteros negros… En parte tienen razón. Nuestro trabajo es atacar la capacidad de operación de nuestros adversarios », reconoció Berman.

La libertad de presión se llama libertad de expresión y no incluye el derecho a saber.

Jorge Majfud] para Página12

Jorge Majfud (Uruguay) es escritor, arquitecto, doctor en Filosofía por la Universidad de Georgia y profesor de Literatura Latinoamericana y Pensamiento Hispánico en Jacksonville University, Estados Unidos. College of Arts and Sciences, Division of Humanities. Es autor de las novelas « La reina de América » (2001) ; « La ciudad de la Luna » (2009) y « Crisis » (2012), entre otros libros de ficción y ensayo. Twitter : www.twitter.com/majfud y « LA FRONTERA SALVAJE :
200 años de fanatismo anglosajón en América Latina ». Blog : Estudios Críticos