”EEUU Y LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ” es el símil que utiliza Carlos Pereyra Mele, director de Dossier Geopolítico, en su columna del Club de La Pluma, para establecer un nexo entre el actual estado caótico, violento y de fractura interna que vive Norteamérica, con aquella trágica época de derrumbe del siglo XIX, retratada en el icónico film de ese nombre, sobre la Guerra de Secesión en Estados Unidos, que dejó medio millón de muertos.

Y de la misma manera que la película protagonizada por Vivien Leigh y Clark Gable, más allá de una historia de amor y desamor, es un canto nostálgico sobre el fin de una época idílica, también ahora prolifera una lista interminable de políticos, medios y expertos, todos nostálgicos, que añoran el retorno imposible al momento histórico en que este estado-imperio era el dueño del poder mundial. Además de que son más y más, los pronósticos geopolíticos que indican que Estados Unidos no podrá mantener unida su conformación interna de 50 estados.

Y analiza que la actual no es una crisis política común, sino un quiebre profundo e irreparable, propio de todo fin de ciclo, ante la llegada al corazón de EEUU de los cambios sistémicos mundiales, por el fracaso de su economía globalizada, por las pérdidas permanentes de poderío internacional, por sus sonadas derrotas militares y por el ascenso irreversible de las potencias euroasiáticas y del Sur Global. Todo ello en una sociedad fragmentada y tensionada -entre otras razones- por los radicales cambios demográficos que imponen las crecientes minorías en aumento que “no responden al tradicional espíritu norteamericano” y que están desplazando del centro de la escena nacional a “LOS WASP” (blancos, anglosajones y protestantes). Además del trágico y extendido flagelo de los opióides que desnuda otro aspecto oscuro, triste y solitario del alma de los estadounidenses.

Pero sobretodo profundiza, y detallando la larga lista de asesinatos y atentados políticos -incluido el reciente contra Trump-, en el fenómeno histórico y cultural de la violencia en este país, que está completamente asumida e incorporada en la sociedad, ya que desde siempre la utilizó tanto para la conquista territorial contra los indígenas, para el asentamiento de sus colones y luego para su expansionismo global desde 1889 con la guerra contra España, mientras que también ha recurrido a la violencia para afrontar sus sonados conflictos raciales y migratorios y hasta los de su vida diaria. Logrando por décadas que las devastadoras consecuencias de la misma se ocultaran tras el éxito de su ascenso como potencia mundial y por el gran crecimiento económico del siglo XX. Unas condiciones triunfantes que ya no existen y que dejan al “milagro americano” desnudo y debilitado.

Por lo que sus dirigencias actuales no tienten muchas alternativas para salir de la encerrona en la que cayeron. Tal cual lo reflejan las expectativas sobre las próximas elecciones presidenciales que se dirimen entre continuar con la ruinosa política de guerra global de su senil presidente y de la OTAN o en las complicadas promesas de Trump de trabajar hacia adentro para reverdecer viejas épocas de porvenir, y buscar alguna forma mínimamente digna de compatibilizar su andadura en el mundo con los nuevos poderes emergentes y con el objetivo de recuperar algo de todo «lo que el viento se llevó»

Eduardo Bonugli (Madrid, (21/07/24)

SL KanthanSputnik – Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés

“Usted es un delincuente convicto”.

“Eres un criminal. Puedes ser un delincuente convicto tan pronto como dejes el cargo”.

«Eres un perdedor. Te acostaste con una estrella del porno cuando tu esposa estaba embarazada”.

No, estas no son líneas de un reality show de mala calidad, sino extractos del debate presidencial estadounidense entre Biden y Trump. El llamado líder del mundo libre, Biden, de 81 años, a menudo murmuraba incoherencias y sonaba como un paciente con demencia que debería ser hospitalizado. Sin embargo, no se trata sólo de Biden o Trump, el propio imperio estadounidense es geriátrico y se acerca a su fin. Para los analistas geopolíticos objetivos, el declive y la decadencia de EEUU han sido evidentes desde hace algún tiempo, pero la implosión se acelerará rápidamente y se volverá innegable durante esta década. ¿Cómo se producirá el fin del imperio?

En 1980, nadie en la URSS habría predicho la caída de su sistema. La única diferencia entre la Unión Soviética y EEUU es que este último no se desmantelará pacíficamente. La extraordinaria combinación de arrogancia y codicia entre los oligarcas que gobiernan EEUU será un obstáculo formidable para cualquier negociación pacífica de una nueva arquitectura de seguridad. Más importante aún, el racismo y el imperialismo incrustados en la psique del establishment angloamericano se resistirán intensamente a la aceptación de Asia como el nuevo centro de poder global. (El epicentro de prosperidad e influencia podría ser Eurasia, si Europa logra liberarse de la dominación estadounidense).

Los estadounidenses son malos en historia, por eso piensan que son únicos y que el siglo estadounidense durará para siempre. Pero todos los imperios surgen y caen. Más esclarecedor es el hecho de que todos los imperios siguen caminos completamente idénticos de crecimiento, decadencia y muerte. Se puede leer sobre los imperios egipcio, romano, griego, chino, indio, español, holandés, portugués, francés, alemán y británico, y encontrar similitudes asombrosas.

En las primeras etapas, hay paz y prosperidad impulsadas por la productividad y la innovación. Recién saliendo de una pobreza relativa, la gente trabaja duro y ahorra dinero.

Entonces la sociedad se vuelve complaciente y el sistema político poco a poco se convierte en una cleptocracia. El imperio recurre a la deuda y a guerras de saqueo para compensar la caída del nivel de vida.

En la fase final, hay una ruptura de la moralidad y el propósito que une a la nación. Los líderes alientan la degeneración y el hedonismo para distraer a las masas. La deuda se está disparando, la productividad y la ventaja competitiva se están derrumbando, la desigualdad se está volviendo marcada, el patriotismo está perdiendo su atractivo y la guerra civil se asoma en el horizonte. En este punto, surgen rivales disciplinados y decididos para desafiar y, en última instancia, derrotar al imperio.

Cualquiera que analice el imperio estadounidense puede ver en qué etapa se encuentra ahora.

Los pilares del imperio americano

El imperio americano es –pronto será necesario decir “fue”- el más grande y poderoso de la historia de la humanidad. Con 800 bases militares en 140 países, ha logrado lo que ningún otro imperio ha podido hacer en la historia mundial.

Sin embargo, lo que realmente sustenta el imperio estadounidense no es el ejército, sino el dólar real. Creado en 1944 en la conferencia de Bretton Woods, el dólar casi muere en 1971 cuando Estados Unidos incumplió sus obligaciones y abandonó el patrón oro. Sorprendentemente, se salvó gracias al ingenioso acuerdo del petrodólar con Arabia Saudita. Hoy en día, es la moneda de facto para fijar el precio de todas las materias primas del mundo; y esta demanda convierte al dólar en la moneda principal del comercio mundial y de las reservas de divisas de todas las naciones.

Así, el dólar estadounidense tiene dos ventajas principales: (1) mantiene su fortaleza a pesar del enorme déficit comercial y presupuestario de EEUU (2); Puede usarse para imponer sanciones y castigar a las naciones que desobedecen a EEUU.

La fortaleza del dólar ayuda a atraer a las mejores mentes de todo el mundo, un factor crucial para mantener el liderazgo de EEUU en ciencia y tecnología. La innovación, por supuesto, es un pilar clave de cualquier imperio.

También existe una relación sinérgica entre el dólar y el ejército estadounidense. La hegemonía del dólar permite gastar 1 billón de dólares al año en el ejército y miles de millones más en guerras perpetuas, que no son sólo programas de bienestar para contratistas militares sino que también sirven como advertencia a vasallos y rivales potenciales. “No desobedezcan al Imperio americano, de lo contrario…”.

Si el dinero y el ejército son esenciales, el poder blando es más crucial en un mundo de 8 mil millones de habitantes, que tienen fácil acceso a información diversa y abundante. Democracia es una palabra peligrosa para un imperio, que por lo tanto debe garantizar que el pueblo (los votantes) esté completamente formateado para apoyar al imperio. Esta es la razón por la que los medios de comunicación y las redes sociales estadounidenses dominan la autopista de la información en todo el mundo.

Sin embargo, después de años de negligencia y arrogancia, EEUU ha entrado en la última etapa del imperialismo y cada uno de los pilares analizados anteriormente está colapsando al mismo tiempo.

El ejército estadounidense ya no es abrumador

“Amamos la guerra porque somos buenos en ella. Somos buenos en esto porque tenemos mucha práctica. No somos buenos en nada más”, dijo George Carlin, el brillante comediante estadounidense.

Sin embargo, EEUU también está perdiendo su ventaja en las guerras. Los únicos países que puede derrotar son aquellos que son relativamente mucho más débiles, como Irak (que ha quedado significativamente debilitado después de una década de sanciones paralizantes), Libia, Afganistán, etc. El ejemplo más reciente es la ayuda a Israel a librar una guerra genocida contra la indefensa Gaza.

Sin embargo, mire cómo EEUU está perdiendo la guerra por poderes contra Rusia en Ucrania. El presupuesto militar anual de EEUUy los países de la OTAN combinados asciende a la asombrosa cifra de 1’6 billones de dólares. Esto es 25 veces más que el presupuesto militar ruso. Sin embargo, después de más de dos años de conflicto, Rusia sigue invicta, mientras el comediante Zelenski advierte que Ucrania ha perdido demasiados hombres y no le queda mucho tiempo. Más importante aún, ¡Rusia es capaz de fabricar más municiones que los desindustrializados EEUU y Europa juntos!

En Medio Oriente, Estados Unidos ha intentado crear una «coalición de dispuestos» para derrotar a los hutíes en Yemen, uno de los países más pobres del mundo. En primer lugar, casi ningún país europeo se ha sumado a la llamada Operación Guardián de la Prosperidad. En segundo lugar, el heterogéneo grupo de resistencia yemení no sólo ha resistido los bombardeos estadounidenses, sino que también está derribando aviones no tripulados estadounidenses e incluso lanzando misiles balísticos antibuque contra portaaviones estadounidenses.

En cuanto a los famosos contratistas militares de Estados Unidos, no pueden producir misiles, aviones de combate y portaaviones sin productos y componentes chinos, incluidos elementos de tierras raras, que son esenciales para prácticamente todas las armas de alta tecnología. Como admitió el director general de Raytheon, su empresa depende de miles de proveedores chinos.

China ahora tiene la armada más grande del mundo. Y su capacidad de construcción naval es 250 veces mayor que la de EEUU. Cuando se trata de tecnología de drones, China es mucho más avanzada que EEUU, lo que ha llevado a que el ejército ucraniano rechazase los drones estadounidenses por drones DJI chinos.

Más importante es el hecho de que China y Rusia tienen misiles hipersónicos, algo que EEUU aún no ha descubierto. Combine los misiles hipersónicos con 1000 ojivas nucleares que China tendrá para 2030, y una vez que pueda apostar con seguridad a que no habrá una guerra caliente entre Estados Unidos y China.

En resumen, el imperio americano perdió su ventaja militar. La guerra por poderes en Ucrania bien podría ser su última guerra. Una vez que Rusia gane decisivamente, ningún país asiático se unirá a EEUU en una guerra contra China. La Pax Americana estará oficialmente muerta en un futuro próximo.

El dólar estadounidense se enfrenta a la muerte por miles de recortes

En cuanto al poderoso dólar estadounidense, se enfrenta a ataques de todos lados. Todo el mundo está tratando de desvincularse del “dólar terrorista”, como lo llamó el multimillonario indio Uday Kotak. El esfuerzo de desdolarización se ha acelerado en todo el mundo desde la imposición de sanciones draconianas a Rusia y el robo de cientos de miles de millones de dólares de moneda rusa hace dos años. El comercio bilateral chino-ruso se realiza actualmente en un 90% con monedas locales: rublo y yuan.

En general, más del 50% de todas las transacciones transfronterizas en China se realizan actualmente en RMB chino (y esta cifra era prácticamente el 0% en 2010).

El mayor shock para el petrodólar vendrá del petroyuan, es decir, cuando Arabia Saudita y otros miembros de la OPEP comiencen a vender petróleo y gas a cambio de yuanes chinos. Las ondas de choque resultantes no pueden subestimarse. Pronto, todos los países adoptarán la opción de fijar precios y vender productos básicos (desde cobre y oro hasta trigo y café) en yuanes chinos. El corolario obvio es que los países reducirán sus tenencias de dólares y los reemplazarán con yuanes.

La desdolarización no es sólo para los rivales geopolíticos de Estados Unidos. Por ejemplo, la India y los países de la ASEAN también se han embarcado en este viaje de transformación. Por no hablar de los BRICS+, que están trabajando en su propio sistema financiero alternativo para eludir el dólar, el euro y el tipo de cambio SWIFT.

La desdolarización es la democratización definitiva de las finanzas globales.

Efectos de la desdolarización

Al igual que en el mercado de valores o en cualquier actividad económica, la gente sigue la tendencia y se sube al carro. Lo mismo ocurrirá con el dumping del dólar. Y las repercusiones de la desdolarización serán sísmicas.

En primer lugar, la demanda de dólares estadounidenses y de deuda estadounidense caerá drásticamente. El efecto inmediato de esto será un aumento en los rendimientos de los bonos del Tesoro de EEUU, lo que diezmará el mercado de bonos a corto plazo y, de forma permanente, resultará en tasas de interés más altas en toda la economía de EEUU, incluidas tasas de tarjetas de crédito e hipotecas más altas.

Los tipos hipotecarios más altos tendrán un efecto muy perjudicial en el sector inmobiliario. Consideremos que el valor total de las viviendas estadounidenses es de 47 billones de dólares. Si las tasas hipotecarias alcanzan el 15% (el doble de la tasa actual), el impacto en el sector residencial y comercial será catastrófico. Hoy en día la gente olvida que en 1981 la tasa hipotecaria promedio en Estados Unidos era del 18%.

Las tasas de interés afectan los precios de todo. Por lo tanto, el coste de la vida también se disparará.

Los hogares y las empresas, que se endeudaron durante los años de tasas de interés bajas, enfrentarán problemas financieros monumentales en la era de tasas de interés más altas.

Además, los pagos de la deuda pública estadounidense serán enormes, lo que conducirá a importantes recortes del gasto. En 2024, los pagos de intereses sobre la deuda del gobierno federal de Estados Unidos serán de poco más de 1 billón de dólares. ¿Qué pasará si este pago se duplica? ¿Recortará el Congreso el gasto en partidas sensibles como la Seguridad Social, Medicare y Medicaid o las bases militares estadounidenses en el extranjero? ¿Se atreverán los políticos a aumentar los impuestos y correr el riesgo de una revuelta electoral?

Las personas que piensan que EEUU puede imprimir una salida a sus problemas se están engañando a sí mismas. Esto sólo funciona hasta cierto punto mientras el dólar disfrute de su “privilegio exorbitante”. Cuando este estatus exclusivo comience a desaparecer, EEUU se verá obligado a tragarse la austeridad, la temida palabra en economía.

Los políticos estadounidenses también se verán obligados a reducir la ayuda exterior, lo que provocará una disminución del poder diplomático del imperio estadounidense. No olvidemos que muchos países votan junto a Estados Unidos en la ONU únicamente por incentivos monetarios. Cuando el dinero se agota, también lo hace la amistad en la geopolítica. En algún momento, Europa también se liberará del dominio estadounidense, reformará o expulsará a la OTAN, normalizará las relaciones con Rusia y desarrollará una cooperación beneficiosa para todos con China.

A Estados Unidos también le resultará más difícil atraer inmigrantes brillantes a las universidades y los negocios. Las universidades estadounidenses recortarán las becas, mientras que los institutos de investigación de China, Rusia, Hong Kong, Singapur, etc. se convertirán en el centro de las mentes más inteligentes. Otra opción para China es también establecer centros de excelencia en países europeos amigos. Así, por ejemplo, Serbia y Hungría pueden abrir universidades chinas para atraer a los mejores científicos del mundo.

También habrá una fuga de cerebros inversa hacia la India. Los ingenieros de software y líderes empresariales más exitosos de la India en Estados Unidos se dirigirán a la India, creando un renacimiento en la industria del software. Pronto habrá empresas indias de software compitiendo globalmente con Oracle y Google.

La reacción en cadena será imparable, del mismo modo que EEUU se convirtió en la meca de la innovación después de la Segunda Guerra Mundial, tras siglos de dominación europea. China ya es el número uno del mundo en términos de patentes y artículos científicos de alta calidad; y líder indiscutible en muchas tecnologías como 5G, vehículos eléctricos, baterías, paneles solares, energía nuclear y muchas categorías de IA. Si bien EEUU tiene cierta ventaja en un puñado de áreas como los semiconductores, China alcanzará y superará a EEUU en los próximos años.

Y cuando la economía estadounidense se debilite, China se impulsará hacia adelante. La combinación de investigación, ideas prácticas y manufactura le dará a China la ventaja que EEUU disfrutó brevemente en las décadas de 1950 y 1960. Sin embargo, a diferencia de EEUU, China no subcontratará su producción ni adoptará el capitalismo financiero que ha destruido la economía estadounidense.

Un dólar débil también reducirá la capacidad de las empresas estadounidenses –particularmente gigantes financieros como BlackRock– de adquirir empresas en todo el mundo. De hecho, sucederá lo contrario, es decir, las empresas extranjeras comprarán acciones de antiguos gigantes estadounidenses. Y las repercusiones serán significativas.

Por ejemplo, imaginemos que los países asiáticos se convierten en grandes accionistas de las empresas matrices de Facebook, Google, Wall Street Journal, CNN, etc. Y que las empresas asiáticas también se conviertan en importantes anunciantes en los medios occidentales. ¿Resultado? La cobertura de los medios occidentales cambiaría radicalmente. De repente, los medios estadounidenses se verían obligados a ser objetivos e introducir narrativas completamente diferentes. Quizás los libros de historia y Wikipedia se reescriban de muchas maneras.

Finalmente, uno de los aspectos más peligrosos de la pérdida de poder hegemónico será la posible venganza de todos los países que Estados Unidos ha oprimido o destruido durante décadas, desde América Latina hasta Medio Oriente y más allá de Asia. ¿Qué pasaría si los países poderosos del futuro –Rusia, Irán y China– quisieran imponer sanciones devastadoras a EEUU? Tal vez Rusia diga a otros países que dejen de comprar petróleo y gas a EEUU; ¡Y China puede imponer sanciones a los iPhone y Tesla por preocupaciones sobre el espionaje!

Conclusión

“Los americanos son la refutación viviente del axioma cartesiano: “Pienso, luego existo”. Los estadounidenses no piensan y, sin embargo, lo hacen” – filósofo italiano, Julius Evola.

Cuando el Imperio Americano comience a implosionar, la reacción de los estadounidenses comunes y corrientes será bastante violenta, porque nadie está preparado para el futuro. Habiendo escuchado constantemente que Estados Unidos es el país más grande, las masas ignoran por completo los inminentes tsunamis económicos y geopolíticos. Habrá caos, crimen y tal vez incluso guerra civil, por lo que los estadounidenses buscarán un chivo expiatorio para explicar la caída del imperio.

En cuanto a los demás, prepárense para un siglo asiático. Si Europa fuera inteligente, veríamos un siglo euroasiático más próspero.

SL Kanthan es analista geopolítico y escritor indio.

Quien quiso asesinar a Donald Trump pretendía aprovecharse del caos subsecuente para instaurar una dictadura y meter al país en una guerra nuclear. ¿Quién fue?

Por Eduardo J. Vior
analista internacional
especial para Dossier Geopolitico

Cuando un acontecimiento político resulta inexplicable, hay que preguntarse a quién beneficia, cui bono? Si el intento de asesinato contra Donald Trump el pasado sábado en Butler, Pennsylvania, no hubiera fallado por un casual giro de su cabeza, nunca habría beneficiado a Joe Biden. Dado que él mismo había dicho hace pocos días que había que “poner a Trump en la mira”, nadie habría creído en su inocencia. El caos se habría apoderado de las calles de Estados Unidos. Claro que, al sobrevivir, el candidato republicano capitaliza la agresión en su favor. Pero, ¿a quién debía beneficiar originariamente el atentado? Si lo sabemos, sabremos de dónde emana el peligro de guerra civil para EE.UU. y de guerra nuclear para el mundo.


Donald Trump al ser rescatado por el Servicio Secreto, en una foto que remeda la imagen de los Marines izando la bandera en Iwo Jima en 1945

El FBI ha identificado a Thomas Matthew Crooks como el atacante implicado en el intento de magnicidio contra Trump. Cito textualmente a Carlos Pissolito en la red X: “Fallas del Servicio Secreto de los EEUU: 1. La enorme bandera estadounidense que ondeaba sobre la cabeza de Trump sirvió como un indicador de viento, marcando su velocidad y dirección. Tales indicadores se utilizan en todos los polígonos del mundo y son de gran ayuda para un tirador experto. 2. Además, la rápida eliminación del agresor sugiere la existencia de francotiradores del Servicio Secreto apuntando en esa dirección. 3. Finalmente, se sabe que 4/5 minutos antes de los disparos hubo denuncias del público sobre la existencia del tirador, pero el Servicio Secreto no reaccionó adecuadamente. Como conclusión, es difícil creer que el Servicio Secreto fuera tan incompetente. Fuente: The New Atlas Channel.”: 

Por su parte, Pepe Escobar, en su canal de Telegram pocos minutos después del atentado escribió lo siguiente: “El tirador NO falló. Su tiro profesional dio en el blanco. Trump movió la cabeza una fracción de segundo antes de que la bala impactara. Menos de una pulgada. De lo contrario, ahora estaría muerto”. Y recuerda que “todos los que tienen cerebro saben que él es un objetivo”, por eso destaca la “GRAN falla del Servicio Secreto”. Otro dato a destacar, según su visión, es que “el tirador fue ’neutralizado’ para que no dijera quién está detrás”.

En cambio, Scott Bennett, analista político-militar citado por Ramiro Caggiano Blanco, no se arriesgó por ninguna de las dos posibilidades (atentado o autoatentado) y levantó la hipótesis de que en las próximas horas (o días) “también puede haber un esfuerzo planificado y un descubrimiento conveniente de pruebas y vínculos que culpen a un país extranjero por este asesinato [malogrado], como Rusia, Irán, China, Isis-k, etc.”.

A esta altura puede afirmarse, primero, que Trump sufrió un intento de asesinato y que la hipótesis del autoatentado es inverosímil. En segundo lugar, es evidente que el Servicio Secreto falló por ineptitud o porque recibió la orden de hacer la vista gorda. El análisis de los hechos sugiere que alguien con poder y mando sabía del atentado y lo instigó o lo apañó.

El ataque contra Trump culminó dos semanas catastróficas para la campaña electoral demócrata después del debate del 27 de junio. La penosa imagen que dio el presidente desató una discusión generalizada sobre la continuidad de su candidatura. Este viernes que pasó el New York Times informó que los principales donantes a la campaña presidencial demócrata habían congelado compromisos por valor de 90 millones de dólares y el sábado por la mañana Pepe Escobar reportó que “Elon Musk ha hecho una ‘donación considerable’ a un super PAC que trabaja para devolver a Donald Trump a la Casa Blanca.” PAC (Political Action Commitee, Comité de Acción Política) son los grupos no partidarios que recaudan fondos para distintos aspectos de las campañas electorales. 

El frustrado asesinato y, sobre todo, la foto de Associated Press mostrando al ex presidente puesto en pie, rodeado por agentes del Secret Service y alzando el puño, mientras convocaba a sus seguidores a continuar la lucha, impulsaron el aprovechamiento patriótico del hecho. Todo norteamericano conoce la foto de los marines izando la bandera de EE.UU. sobre la isla nipona de Iwo Jima en febrero de 1945. La imagen de Trump y los agentes este sábado fue un calco del original y ya es emblema de la campaña republicana.

Biden dijo que no tiene todos los datos para calificar el tiroteo de atentado contra Trump. Nada más perjudicial para su campaña que contrariar la percepción mayoritaria de los ciudadanos.

Las investigaciones sobre el atentado pondrán bajo la lupa a la directora del Servicio Secreto, Kimberly Cheatle, que deberá responder al FBI por el operativo fallido. También debe resolverse cómo proteger a los presidentes en un momento de polarización y acceso generalizado a las armas de fuego. En reconocimiento del riesgo que corren los candidatos, este lunes el secretario de Seguridad Interior, Alejandro Mayorkas, anunció que el Servicio Secreto custodiará también al candidato independiente Robert Kennedy Jr.

Obviamente, el ex presidente está sacando del ataque un rédito político enorme. El lunes comenzó en Milwaukee, Wisconsin, la Convención Nacional Republicana que en cuatro días debe elegir la fórmula y determinar la plataforma electoral. El lunes por la tarde Donald Trump fue aclamado como un héroe por los 50.000 delegados.


Donald Trump y James Vance en la Convención Nacional Republicana en Milwaukee

Ya antes de que comenzaran las sesiones, el líder republicano anunció que el senador por Ohio James D. Vance sería su compañero de fórmula. Vance, de 39 años de edad, es un antiguo crítico de Trump que se convirtió en aliado y ahora es el primer millennial en participar en la fórmula presidencial de un partido importante en un momento en que la elite política estadounidense está muy envejecida.

James David Vance, nacido James Donald Bowman, es un político, comentarista conservador, empresario y autor, actualmente senador por Ohio desde enero de 2023. Es muy conocido por su saga familiar Hillbilly Elegy, que se hizo popular durante la campaña de 2016. Es veterano de la Marina y fue educado en Yale. En el Senado ejerce una fuerte crítica contra Mitch McConnell, el líder del bloque republicano. Entrevistado por CNN en la tarde del lunes, declaró que “sobre la cuestión de Ucrania en particular, todo el mundo con un cerebro en la cabeza sabe que esto va a terminar con negociaciones… Ucrania está funcionalmente destruida como país”.

“Nuestra política sobre Ucrania es insostenible, continuó. La edad media de un soldado de su ejército es de 43 años, más que yo. Nadie puede articular lo que se conseguirá con 61.000 millones de dólares, así que tenemos que impulsar un final negociado de la guerra.”

Respecto al atentado, en un mensaje en la red X el mismo lunes escribió lo siguiente: “la premisa central de la campaña de Biden es que el presidente Donald Trump es un fascista autoritario al que hay que detener a toda costa”.Esa retórica condujo directamente al intento de asesinato del presidente Trump”, agregó.

Al escoger a Vance, Trump jugó a ganar un estado tradicionalmente oscilante que, empero, le dio su voto en las elecciones de 2016 y 2020. Es parte del llamado Rust Belt (el cinturón del óxido) que abarca las comarcas desindustrializadas de Ohio, Pennsylvania, Michigan, Indiana, Illinois, Wisconsin y Iowa y cuyo empobrecimiento retrató el ahora candidato vicepresidencial en su novela.

Allí viven los antiguos trabajadores industriales que todo lo esperan del proteccionismo del candidato republicano. Al escoger su compañero de fórmula, Trump también pensó en la edad: “se necesita a alguien que pueda ser bueno por si acaso, así de horrible por si acaso”, subrayó en una entrevista para The Clay Travis & Buck Sexton Show en mayo. 

Antes de comenzar la asamblea, el mismo lunes por la mañana el ex presidente se reunió con Robert F. Kennedy Jr. Ésta último confirmó la reunión, pero puso en duda la información de Político de que el objetivo principal de la misma haya sido discutir un posible apoyo a Trump. La conjetura del portal de orientación demócrata no carece de sentido: mientras que el promedio de las encuestas da a Donald Trump el 47,1% de los votos y a Joe Biden el 44%, Kennedy oscila entre el 8 y el 9%, un caudal apetecido por los dos candidatos principales para resolver la elección sin problemas.

La candidatura del Partido Republicano se hizo oficial en la tarde del lunes, cuando los delegados eligieron mayoritariamente la fórmula Trump-Vance. El elegido de Trump entró entonces en la convención junto con su esposa, Usha Vance, mientras la multitud coreaba “¡J.D., J.D.!”.

Wall Street, en tanto, ya votó. Las cotizaciones subieron el lunes tras el intento de asesinato que aumentó la ventaja de Trump en las encuestas. Con el republicano los mercados esperan una política comercial de línea dura y regulaciones más laxas en cuestiones que van desde la política energética hasta las criptomonedas. Significativamente, también se beneficiaron por el ascenso de Trump las acciones del fabricante de armas Gunmaker Smith & Wesson.

Del mismo modo el lunes subió el bitcoin un 8,6% a 62.508 dólares, llevando al 47% sus ganancias en lo que va del año. Ether también aumentó un 6,8% a 3.322 dólares. Trump ha criticado a los demócratas por intentar regular y limitar el sector de las criptomonedas que se venga apoyando a los republicanos.


Cuadro de la evolución de la intención de voto para las presidenciales de noviembre. Se notan claramente las influencias del debate de junio y del atentado contra Donald Trump

Cuando en política se produce un hecho disruptivo y sus responsables no aparecen claros, la primera pregunta a hacerse es quién se beneficia, cui bono?, en latín. Si se parte de la base de que nadie organiza un autoatentado para que lo maten, Donald Trump, indudablemente el beneficiario inmediato del fallido magnicidio, no puede haber sido el instigador u organizador del hecho.

Si el candidato republicano hubiera sido muerto, el caos se habría adueñado de las calles estadounidenses. Las milicias patrióticas habrían salido a atacar sedes gubernamentales, legislaturas, locales demócratas, de asociaciones y lobbies afines, etc. Probablemente, en más de un estado habría sido necesario declarar el estado de emergencia y poner la Guardia Nacional en la calle, prohibir las reuniones públicas y censurar las redes de comunicación masiva. Con un candidato suplente no tan conocido, el Partido Republicano habría sido un adversario más fácil de vencer que hoy en día. Si, finalmente, la cúpula demócrata se hubiera decidido a sustituir a Biden por otro candidato, la operación habría sido menos riesgosa sin Trump que con él vivo y actuante.

En definitiva, todo apunta a que el aparato demócrata, en consecuencia la elite globalista, habrían sido los beneficiarios de la desaparición del candidato republicano. Esto no implica, como afirma la paranoia patriota, que EL Deep State (Estado profundo) como tal sea responsable por el atentado. Se trata de un conjunto de organizaciones, instituciones y asociaciones que no responden cual robots a las órdenes de una jefatura única. Están unidos por redes en cuyos nodos reinan algunos caciquejos imbuidos de omnipotencia y paranoia. De cualquiera de ellos puede haber venido la iniciativa desesperada de eliminar físicamente al líder de la otra república.

Tras el atentado fallido y la convención exitosa, Donald Trump pasa a la ofensiva, para vencer en noviembre e instalarse en la Casa Blanca en enero próximo. La Justicia comienza a pavimentarle el camino haciendo caer la causa por apropiación indebida de documentos confidenciales. Sin embargo, aun en retroceso, el aparato militar-empresario-mediático-legislativo-científico y de inteligencia no está derrotado.

Nuevos atentados se sucederán, operaciones de falsa bandera, maniobras financieras, diplomáticas y provocaciones bélicas, con tal de hacer el país ingobernable e imposibilitar la paz con Rusia y China. EE.UU. está en guerra y sólo su derrota podrá detenerlo.

Frente a un orden internacional cada vez más conflictivo, la integración permite que Latinoamérica pueda tener mayores márgenes de maniobra, así como espacios de diálogo y cooperación.

Por SEBASTIÁN SCHULZ

Desde la época de las primeras independencias latinoamericanas a finales del siglo XVIII y principios del XIX, distintos intelectuales, militares y políticos plantearon la necesidad de impulsar la integración de las naciones del continente. Estos debates continúan hasta nuestros días y, a medida que se agudizan las disputas geopolíticas a nivel internacional, vuelven a cobrar vigencia.

Ya sea por la necesidad de aumentar las cuotas de poder frente a las pujas globales, o señalando la existencia de un sustrato histórico y cultural común de los pueblos latinoamericanos, la integración estuvo desde siempre en la agenda regional. Sin embargo, por distintas razones, no ha llegado aún a materializarse verdaderamente.

La integración en perspectiva histórica

La idea de una patria latinoamericana puede encontrarse desde finales del 1700 en las obras de figuras destacadas a nivel regional como el expresidente de la Primera República de Venezuela, Francisco de Miranda; también el escritor jesuita peruano Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, o el político, militar y revolucionario argentino, Bernardo de Monteagudo.

Uno de los primeros en darle impulso al integracionismo regional fue el expresidente de la Gran Colombia, Simón Bolívar, quien en 1826 convocó a los representantes de los recientemente independizados Estados americanos al Congreso de Panamá, con el objetivo de establecer una Confederación de Estados Latinoamericanos que promoviera la cooperación y la defensa mutua.

El político, filósofo, fundador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra de Independencia de Cuba, José Martí, en tanto, acuñó en 1891 el concepto de “Nuestra América” para señalar la necesidad de la unidad de los pueblos latinoamericanos frente a las amenazas del imperialismo y el colonialismo.

El escritor, diplomático y político argentino Manuel Ugarte fue otro de los grandes integracionistas latinoamericanos, y popularizó la idea de «Patria Grande» para referirse a una América Latina unida, libre de influencias extranjeras, y solidaria en su lucha por la justicia social y el desarrollo autónomo.

Estos fueron solo algunos de los referentes que impulsaron la idea de integración regional desde la etapa independentista frente a diferentes oligarquías locales que pugnaban por dividir al continente en una multiplicidad de estados nacionales, apoyadas generalmente por Estados Unidos, Gran Bretaña y otras potencias europeas.

En la década de 1950, en tanto, el militar y presidente argentino Juan Domingo Perón recuperó el espíritu de integración, y propuso la formación de un bloque “ABC” entre Argentina, Brasil y Chile, con el objetivo de fortalecer la autonomía regional, contrapesar la influencia de potencias extranjeras en un marco de Guerra Fría, promover el desarrollo económico conjunto y defender los intereses regionales.

Según la visión de Perón, plasmada en su obra La Doctrina Universal, “en el año 2000 las agrupaciones menores serán los continentes. Esa evolución no ha de detenerse y el progreso de los medios de comunicación nos llevará hacia una próxima etapa de universalismo”. Lo que decía el político y militar argentino es que, para poder adquirir los umbrales de poder necesarios que garanticen la soberanía, los países de América Latina debían constituirse como una confederación continental de estados.

La necesidad de constituir estados de dimensiones continentales, según esta visión, había sido la que llevó a conformar los principales Estados Continentales de la época: Estados Unidos y la Unión Soviética. También sería esta visión la que luego daría impulso a la conformación de la Comisión Económica Europea en 1951. Para lograr grados de autonomía suficientes que permitieran incidir en la política internacional, la región debía inevitablemente agruparse en una integración de proporciones continentales.

La necesidad de la integración

La noción de continentalismo propuesta por Perón la retomó el gran pensador uruguayo Alberto Methol Ferré, quien introdujo la idea de “Estado Continental Industrial” como núcleo mínimo de aglutinación para formar parte, en condiciones de soberanía, de las disputas globales de poder.

Según la visión de Methol Ferré, los estados latinoamericanos debían integrarse política y económicamente para tener mayor influencia en el escenario global, mientras que el desarrollo de industria pesada y estratégica era un requisito indispensable para reducir la dependencia de importaciones y fortalecer la economía interna. En ese sentido, alcanzar la soberanía tecnológica era crucial para asegurar un desarrollo autónomo y sostenible.

La necesidad de una integración económica efectiva se complementó a partir de la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) en 2004 y la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) en 2008, por el impulso de un Consejo de Defensa Sudamericano, por una Iniciativa para la Integración en Infraestructura Regional (IIRSA) e, inclusive, por la propuesta de creación de un mecanismo de compensación regional (el SUCRE) y un Banco del Sur.

Estas iniciativas tenían el objetivo, como dijimos antes, de dotar a la región de mayores márgenes de soberanía frente a las confrontaciones geopolíticas globales. Es que América Latina y el Caribe se ha convertido en una región clave en las disputas internacionales, al contar con 660 millones de habitantes (el 8% de la población mundial), más del 14% de la superficie y el 6% del PBI mundial (superior a Japón o Alemania).

La región posee, asimismo, la principal reserva de hidrocarburos del mundo, la principal reserva de litio, es una de las primeras regiones de producción de alimentos, posee una de las principales reservas de biodiversidad y una de las principales reservas de agua dulce del planeta.

A su vez, en un orden internacional en el cual el centro del dinamismo económico global se está trasladando desde el Atlántico Norte hacia el Pacífico, la región cuenta con dos pasos bioceánicos estratégicos: el Canal de Panamá, por un lado, y el Estrecho de Magallanes, por el otro, el cual también permite proyectar poder hacia el continente antártico.

En este marco, la llamada “balcanización” de la región promovida por británicos y estadounidenses desde mediados del siglo XIX solo ha exacerbado el divisionismo, la confrontación, la inestabilidad y la pérdida de peso relativo de América Latina y el Caribe en los asuntos globales.

La actualidad de la integración

Luego de una etapa de fuertes retrocesos en las iniciativas de integración regional entre 2015 y 2019, la vuelta de un ciclo progresista en la región ha permitido darle un nuevo impulso a esta articulación regional. Los esfuerzos conjuntos de Alberto Fernández en Argentina (2019-2023) y Andrés Manuel López Obrador en México (2018-2024) permitieron darle una nueva vitalidad a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que había sido paralizada en los años anteriores por gobiernos de sesgo neoconservador.

Con el retorno de Luiz Inácio Lula da Silva a la presidencia de Brasil, este impulso tomó un nuevo vigor, ahora acompañado también por los apoyos de Gustavo Petro en Colombia, Luis Arce en Bolivia y Gabriel Boric en Chile.

De este modo, la integración latinoamericana vuelve a estar en la agenda regional de los gobiernos nacionales. Materializar esta integración será vital para que la región no sea un sujeto pasivo de las disputas geopolíticas, sino que pueda tener la capacidad de participar de la toma de decisiones sobre los asuntos globales.

Frente a una situación internacional cada vez más conflictiva, la integración regional permite que la región tenga mayores márgenes de maniobra, al dotarla de espacios de diálogo, ámbitos de cooperación y herramientas específicas generadas desde y para la región.

En un orden internacional donde los espacios continentales/regionales ganan cada vez mayor protagonismo, es imprescindible pensar en favorecer instancias de integración regional para ganar autonomía y soberanía.

FUENTE: TRT ESPAÑOL https://www.trtespanol.com/opinion/la-geopolitica-de-la-integracion-latinoamericana-14928217


Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista expresados ​​por los autores no reflejan necesariamente las opiniones, puntos de vista y políticas editoriales de TRT World.

Sebastian Schulz

Sebastián Schulz

Es sociólogo de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.

Por Alastair Crooke

Vemos claramente el colapso de la manipulación que ha confinado el discurso al interior de las distintas aldeas de Washington.

El editor general del Wall Street Journal, Gerry Baker, dice : «Hemos sido engañados y engañados» – durante años – «todo en nombre de la ‘democracia'». Ese engaño “se derrumbó” con el debate presidencial del jueves”.

“Hasta que el mundo vio la verdad… [contra] la ‘desinformación’… la ficción de la competencia del Sr. Biden… sugiere que ellos [los demócratas] evidentemente pensaron que podían salirse con la suya promoviéndola. [Sin embargo] al perpetuar esa ficción también estaban revelando su desprecio por los votantes y por la democracia misma”.

Baker continúa:

“Biden tuvo éxito porque hizo de seguir la línea del partido el trabajo de su vida. Como todos los políticos cuyos egos empequeñecen sus talentos, ascendió en el polo grasiento siguiendo servilmente a su partido a dondequiera que lo llevara… Finalmente, en el acto supremo de servilismo partidista, se convirtió en vicepresidente de Barack Obama, la cima de los logros de aquellos incapaces, pero leales. : la posición cumbre para el consumado ‘sí hombre’”.

“Pero entonces, justo cuando estaba listo para hundirse en una cómoda y bien merecida oscuridad, su partido necesitaba un testaferro… Buscaban una figura leal y confiable, una bandera de conveniencia, bajo la cual pudieran navegar el barco progresista hacia el Los rincones más profundos de la vida estadounidense, con la misión de promover el estatismo, el extremismo climático y el despertar autolacerante. No había vehículo más leal y conveniente que Joe”.

Si es así, ¿quién ha estado realmente «moviendo los hilos de Estados Unidos» estos últimos años?

“Ustedes [la maquinaria demócrata] no pueden engañarnos, disimularnos y engañarnos durante años acerca de cómo este hombre era brillantemente competente en el trabajo y una fuerza curativa para la unidad nacional, y ahora díganos, cuando se descubra su engaño, que es ‘hora de dormir para Bonzo’ – gracias por su servicio y sigamos adelante”, advierte Baker.

“[Ahora] todo va terriblemente mal. Gran parte de su partido ya no lo necesita… en un acto notablemente cínico de cebo y cambio, [están tratando de] cambiarlo por alguien más útil para su causa. Una parte de mí piensa que no se les debería permitir salirse con la suya. Me encuentro en la extraña posición de querer apoyar al pobre Joe que murmura… Es tentador decirle a la maquinaria demócrata que se moviliza frenéticamente contra él: No puedes hacer esto. No puedes engañarnos, disimularnos y engañarnos durante años”.

Algo significativo se ha roto dentro del «sistema». Siempre es tentador situar tales acontecimientos en el «momento inmediato», pero incluso Baker parece aludir a un ciclo más largo de iluminación con gas y engaño, uno que sólo ahora ha estallado repentinamente a la vista.

Estos acontecimientos –aunque aparentemente efímeros y coyunturales– pueden ser presagios de contradicciones estructurales más profundas.

Cuando Baker escribe que Biden es la última ‘bandera de conveniencia’ bajo la cual los estratos gobernantes podrían navegar en el barco progresista hacia los confines más profundos de la vida estadounidense – “en una misión para promover el estatismo, el extremismo climático y el despertar autolacerante” – parece Es probable que se esté refiriendo a la era de los años 1970 de la Comisión Trilateral y el Club de Roma.

Las décadas de 1970 y 1980 fueron el punto en el que el largo arco del liberalismo tradicional dio paso a un ‘sistema de control’ mecánico (tecnocracia gerencial) abiertamente iliberal que hoy se presenta fraudulentamente como democracia liberal.

Emmanuel Todd, el historiador antropológico francés, examina la dinámica más larga de los acontecimientos que se desarrollan en el presente: El principal agente de cambio que condujo a la decadencia de Occidente (La Défaite de l’Occident), sostiene, fue la implosión de lo ‘anglo’. El protestantismo en Estados Unidos (e Inglaterra), con sus hábitos de trabajo, individualismo e industria que conllevaba, un credo cuyas cualidades se consideraban entonces para reflejar la gracia de Dios a través del éxito material y, sobre todo, para confirmar la pertenencia a los «Elegidos» divinos.

Mientras que el liberalismo tradicional tenía sus costumbres, el declive de los valores tradicionales desencadenó el deslizamiento hacia la tecnocracia gerencial y hacia el nihilismo. La religión persiste en Occidente, aunque en un estado «zombi», afirma Todd. Sostiene que tales sociedades fracasan, al carecer de una esfera metafísica rectora que proporcione a las personas sustento no material.

Sin embargo, la doctrina emergente de que sólo una élite financiera adinerada, expertos en tecnología, líderes de corporaciones multinacionales y bancos poseen la previsión y el conocimiento tecnológico necesarios para manipular un sistema complejo y cada vez más controlado cambió la política por completo.

Las costumbres habían desaparecido, y también la empatía. Muchos experimentaron la desconexión y el desprecio de la fría tecnocracia.

Entonces, cuando un editor senior del WSJ nos dice que el ‘engaño y el ‘gaslighting’ colapsaron con el debate Biden-Trump de CNN, seguramente deberíamos prestar atención; Él está diciendo que finalmente las escamas cayeron de los ojos de la gente.

Lo que se estaba iluminando era la ficción de la democracia y también la de Estados Unidos declarándose –en sus propias escrituras– ser el pionero y pionero de la humanidad: Estados Unidos como la nación excepcional: la singular, la pura de corazón, la bautizadora, y redentor de todos los pueblos despreciados y oprimidos; la “ última y mejor esperanza de la tierra ”.

La realidad era muy diferente. Por supuesto, los Estados pueden «vivir una mentira» durante un largo período. El problema subyacente –el punto que Todd plantea de manera tan convincente– es que se puede tener éxito en engañar y manipular las percepciones del público, pero sólo hasta cierto punto.

La realidad era que simplemente no estaba funcionando.

Lo mismo ocurre con «Europa». La aspiración de la UE de convertirse también en un actor geopolítico global dependía de convencer al público de que Francia, Italia y Alemania, entre otros, podían seguir siendo entidades nacionales reales, incluso cuando la UE se apoderó de todas las prerrogativas nacionales de toma de decisiones, mediante engaños. . El motín en las recientes elecciones europeas reflejó este descontento.

Por supuesto, la condición de Biden se conoce desde hace mucho tiempo. Entonces, ¿quién ha estado dirigiendo los asuntos? ¿Tomar decisiones críticas diarias sobre la guerra, la paz, la composición del poder judicial y los límites de la autoridad estatal? El artículo del WSJ da una respuesta: “Asesores no electos, hackers del partido, familiares intrigantes y parásitos aleatorios toman las decisiones críticas diarias” sobre estos temas.

Tal vez tengamos que reconciliarnos con el hecho de que Biden es un hombre enojado y senil que le grita a su personal: “Durante las reuniones con asistentes que están organizando sesiones informativas formales, algunos altos funcionarios en ocasiones han hecho todo lo posible para seleccionar la información de una manera esfuerzo para evitar provocar una reacción negativa”.

«Es como, ‘No puedes incluir eso, eso lo enfadará’ o ‘Pon eso, a él le gusta'», dijo un alto funcionario de la administración. «Es muy difícil y la gente le tiene muchísimo miedo». El funcionario añadió: «No sigue los consejos de nadie más que de esos pocos asesores importantes, y se convierte en una tormenta perfecta porque se aísla cada vez más de sus esfuerzos por controlarla».

Seymour Hersh, el conocido periodista de investigación, informa :

“La caída de Biden en el vacío ha continuado durante meses, mientras él y sus asesores de política exterior han estado instando a un alto el fuego que no ocurrirá en Gaza mientras continúan suministrando las armas que hacen que un alto el fuego sea menos probable. Hay una paradoja similar en Ucrania, donde Biden ha estado financiando una guerra que no se puede ganar, pero se niega a participar en negociaciones que podrían poner fin a la matanza”.

“La realidad detrás de todo esto, como me han dicho durante meses, es que Biden simplemente ‘ya no está allí’, en términos de comprensión de las contradicciones de las políticas que él y sus asesores de política exterior han estado llevando a cabo”.

Por un lado, Politico nos dice : “El insular equipo senior de Biden conoce bien a los antiguos asesores que siguen contando con el oído del presidente: Mike Donilon, Steve Ricchetti y Bruce Reed, así como Ted Kaufman y Klain en el exterior”.

“Son las mismas personas; él no ha cambiado a esas personas durante 40 años… El número de personas que tienen acceso al presidente se ha vuelto cada vez más pequeño. Llevan meses cavando más profundamente en el búnker”. Y, dijo el estratega, “cuanto más te metes en el búnker, menos escuchas a nadie”.

Entonces, en palabras de Todd, las decisiones las toma una pequeña «aldea de Washington».

Por supuesto, Jake Sullivan y Blinken se encuentran en el centro de lo que se llama la visión «interinstitucional». Aquí es donde principalmente se discute la política. No es coherente (con su sede en el Comité de Seguridad Nacional) sino que se propaga a través de una matriz de ‘grupos’ entrelazados que incluye el Complejo Industrial Militar, los líderes del Congreso, los grandes donantes, Wall Street, el Tesoro, la CIA, el FBI. , unos pocos oligarcas cosmopolitas y los principitos del mundo de la inteligencia y la seguridad.

Todos estos «príncipes» fingen tener una visión de la política exterior y luchan como gatos para proteger la autonomía de su feudo. A veces canalizan su «participación» a través del NSC, pero si pueden, la «transmitirán» directamente a uno u otro «actor clave» con el oído de una u otra «aldea» de Washington.

Sin embargo, en el fondo, la doctrina Wolfowitz de 1992, que subrayaba la supremacía estadounidense a toda costa en un mundo post-soviético –junto con “aplastar a los rivales, dondequiera que surjan”– sigue siendo hoy la «doctrina actual» que enmarca la «doctrina internacional». línea de base de la agencia.

La disfunción en el corazón de una organización aparentemente funcional puede persistir durante años sin ninguna conciencia pública real o apreciación del descenso hacia la disfuncionalidad. Pero entonces, de repente –cuando llega una crisis o el debate presidencial fracasa– “puf” y vemos claramente el colapso de la manipulación que ha confinado el discurso al interior de las distintas aldeas de Washington.

Desde este punto de vista, algunas de las contradicciones estructurales que Todd señaló como factores que contribuyeron al declive occidental quedan inesperadamente «iluminadas» por los acontecimientos: Baker destacó una: El acuerdo fáustico clave: la pretensión de una democracia liberal operando en conjunto con una democracia liberal «clásica». economía versus la realidad de un liderazgo oligárquico iliberal sentado sobre una economía corporativa hiperfinanciarizada que ha absorbido la vida de la economía orgánica clásica y también ha creado desigualdades tóxicas.

El segundo agente del declive occidental es la observación de Todd de que la implosión de la Unión Soviética dejó a Estados Unidos tan engreído que éste desencadenó un paradójico desencadenamiento de una expansión global del imperio basada en un «orden basado en reglas» frente a la realidad de que Occidente estaba ya se está consumiendo desde la raíz hacia arriba.

El tercer agente en declive fue, sostiene Todd, que Estados Unidos se declarara la nación militar más grande del mundo, frente a la realidad de un Estados Unidos que hace mucho que se deshizo de gran parte de su capacidad manufacturera (particularmente la capacidad militar), pero elige choque con una Rusia estabilizada, una gran potencia que ha regresado, y con China, que se ha convertido en el gigante manufacturero del mundo (incluso militarmente).

Estas paradojas no resueltas se convirtieron en los agentes del declive occidental, sostuvo Todd. Él tiene un punto.

Las opiniones de los contribuyentes individuales no necesariamente representan las de la Fundación Cultura Estratégica y Dossier Geopolitico

La recuperación de la segunda potencia latinoamericana le ha dado un peso continental y mundial  que el futuro gobierno deberá ampliar y consolidar, si pretende continuar con las reformas

Por Eduardo J. Vior
analista internacional especial para Dossier Geopolitico

Claudia Sheinbaum ganó el 2 de junio nuevamente la presidencia de México para la alianza Sigamos Haciendo Historia, encabezada por su Movimiento de Reconstrucción Nacional (Morena), con más del 58% de los votos y superó por cinco puntos el resultado obtenido por Andrés Manuel López Obrador (popularmente AMLO) en 2018. Además, su alianza conservó el gobierno de la Ciudad de México y ganó las gobernaciones de seis de los ocho estados en los que se elegía la máxima autoridad. Durante el último sexenio México se ha convertido en el primer inversor extranjero en EE.UU., su moneda se ha revalorizado sustancialmente contra el dólar y cinco millones de personas han salido de la pobreza. No obstante, todavía quedan 47 millones de pobres, los cárteles de la droga mantienen el control de importantes zonas del territorio nacional y los migrantes siguen atravesando el país desde la frontera sur hasta la del norte. 

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A partir del 1º de octubre la primera presidenta mujer en 200 años de historia deberá afirmar un nuevo liderazgo superando la pobreza y pacificando el país en medio de una aguda polarización entre los bloques de poder mundial que requerirá un cuidadoso equilibrio, para que la reconstrucción no se diluya por una abstinencia o una indeseada toma de partido que aislaría a México de alguno de sus múltiples -todos necesarios- interlocutores internacionales.

En su programa electoral Claudia Sheinbaum afirmó que su “política exterior seguirá los principios constitucionales de autodeterminación de los pueblos, no intervención y fraternidad con todos los pueblos del mundo”. Como demostró recibiendo el mismo día del triunfo al boliviano Evo Morales y al argentino Alberto Fernández, la futura presidenta mantendrá el alineamiento progresista del gobierno de la 4T. Para ello deberá definir la relación con El Salvador del reelecto Nayib Bukele, el modo de acompañar cómo estabilizar Haití sin plegarse al intervencionismo norteamericano, cómo garantizar la elección presidencial venezolana sin caer en partidismos, la presión sobre los gobiernos autoritarios de Ecuador y Perú y la distancia justa del gobierno de Javier Milei haciendo caso omiso de las provocaciones de éste para no dañar aún más la relación con Buenos Aires.

En realidad, el mayor desafío que la nueva presidenta deberá encarar inmediatamente está en la frontera norte. El avance de las causas judiciales contra Donald Trump y la evidente senilidad de Joe Biden plantean un insólito panorama en el que ninguno de los dos candidatos llegaría a noviembre y, si lo hacen, encararía la elección debilitado y en un clima de crispación que desautorizará a cualquiera que pretenda representar a la superpotencia. Durante el sexenio de AMLO México ha impuesto respeto a los dirigentes norteamericanos, pero todavía tiene demasiados frentes abiertos. A medida que se debilita el poder de Washington, se diluye el perfil de la política migratoria. Cada uno de los cuatro estados fronterizos (California, Nuevo México, Arizona y Texas) aplica criterios diferentes al recibir a los migrantes que llegan a la frontera. La presidenta electa ha manifestado su voluntad de que sus vecinos del norte legalicen la inmigración del sur, ya que necesitan mano de obra, pero en un Estados Unidos profundamente ideologizado y polarizado nadie quiere aparecer negociando con los latinos.

Sheinbaum insiste asimismo en que EE.UU. y Canadá inviertan en los países de origen de la migración, pero la experiencia de varias décadas demuestra la falta de interés de los dirigentes de ambos países por políticas de win-win en las que todos ganen. Las inversiones han sido escasas, mayormente especulativas y dirigidas puntualmente a las áreas en las que las empresas canadienses y norteamericanas pueden obtener pingües ganancias sin generar empleos.

El futuro gobierno mexicano buscará aumentar la densidad tecnológica y la integración de las empresas norteamericanas relocalizadas en su territorio, especialmente en el fronterizo Nuevo León, pero también incentivar su instalación en el sureste del país donde ha hehco enormes inversiones en infraestructura. Durante la campaña electoral la candidata de Morena ha afirmado la necesidad de superar la maquila, para organizar cadenas de producción transfronterizas. Sin embargo, no sólo a los norteamericanos, sino también a los empresarios chinos deberá imponerles el mejoramiento de las condiciones de trabajo, para ajustarlas a los derechos sociales de la Constitución mexicana.

EE.UU. es incapaz o carece de la voluntad necesaria para afrontar su terrible epidemia de drogadicción. El mercado estadounidense de narcóticos mantiene una fuerte demanda que alienta a los cárteles mexicanos y atrae la importación desde otras regiones del mundo a través de México. Al mismo tiempo las autoridades norteamericanas permanecen pasivas ante el tráfico de armas hacia el sur.

En la medida en que crece la confrontación entre Estados Unidos y China, aumenta la presión de Washington contra la radicación de empresas asiáticas que usan el territorio de su vecino para exportar al norte aprovechando el tratado de libre comercio de América del Norte cuya próxima renegociación está agendada. México se ha convertido en el principal inversor extranjero directo en EE.UU. y no puede arriesgar una crisis comercial, pero tampoco quiere abrir sus fronteras sin reparos, como sucedía en presidencias anteriores a 2018.

Al mismo tiempo Sheinbaum tendrá que combinar una postura enérgica ante su vecino del norte con el cuidado de permanecer neutral en el enfrentamiento entre Biden y Trump. Probablemente la decisión sobre el perfil que se dará a la relación con EE.UU. defina la selección del futuro titular de Relaciones Exteriores.

Estas distintas áreas de la política exterior del futuro gobierno mexicano se reúnen bajo la consigna del fortalecimiento del liderazgo internacional de México. Para ello Sheinbaum se ha comprometido a mantener una mayor presencia en espacios multilaterales como la Asamblea General de Naciones Unidas, las Conferencias de las Partes, el G20 y la CELAC. Finalmente, México deberá hacerse más presente fuera del continente también, para evitar que la creciente confrontación entre las potencias del Norte y del Sur Global estrangule su espacio de maniobra.

Mucho para hacer, si la primera presidenta de México quiere profundizar la Cuarta Transformación. No basta con las reformas internas. Debe consolidar la posición de su país en un contexto internacional incierto y polarizado. En el sexenio pasado la reconstrucción del Estado y de la economía y el liderazgo moral de López Obrador aumentaron sustancialmente el peso internacional de México. Ahora, para seguir por el camino de su predecesor, Claudia Sheinbaum debe ampliar su radio de acción y su protagonismo.

Por Leandro Morgenfeld, Norteamerica

Una democracia anacrónica ofrece en Estados Unidos una plutocracia en manos de ancianos.

Cada cuatro años, el mundo concentra su atención en las elecciones estadounidenses. Si bien al jefe de la Casa Blanca lo eligen los ciudadanos de ese país, tiene un rol determinante en la vida de buena parte de los habitantes del planeta. Este año el proceso electoral tiene varias singularidades, pero también regularidades que vale la pena destacar y que suelen ser soslayadas. El supermartes del 5 de marzo confirmó que en noviembre va a repetirse el enfrentamiento Biden-Trump que tuvo en vilo al mundo a fines de 2020, y que terminó con la toma del Capitolio y un intento de golpe de estado. Tras esa acción violenta sin antecedentes, Trump fue sometido a un nuevo impeachment, del que salió indemne. A diferencia de 2016 y 2020, este año las primarias transcurrieron sin demasiada competencia: Bernie Sanders ya no se presenta como el gran desafiante por izquierda y Trump destrozó a sus rivales internos más fácilmente que en 2016. El jueves 7 de marzo, en el discurso del estado de la Unión, el presidente atacó a Trump y defendió su gestión, dando inicio a la fase final de una contienda que se le presenta complicada. El 5 noviembre se elegirá al presidente más anciano de la historia (el republicano asumiría con 78 años, el actual presidente con 82), y esta situación es apenas un síntoma del anquilosamiento imperial, que no logra renovar a los líderes de los dos partidos del establishment, ambos con índices de rechazo elevadísimos.  En este artículo repasamos las últimas novedades del proceso electoral, los ejes de discusión en la campaña y las perspectivas que se abren para nuestra región y nuestro país a partir de lo que ocurra en las urnas.  

Lo que hay en juego

Luego del “supermartes” del 5 de marzo, en el que 15 estados fueron a las urnas, entramos en la fase final de las elecciones primarias estadounidenses. Cada cuatro años, la carrera por el control de la Casa Blanca acapara la atención mundial. El próximo 5 de noviembre, además de la compulsa principal, se renovará también la totalidad de la Cámara de Representantes (435 escaños, hoy con mayoría opositora: 222 republicanos y 212 demócratas), un tercio de los 100 senadores (hoy con mayoría demócrata) y se elegirán gobernadores y autoridades municipales. Al día de hoy todo indica que volverá a repetirse el duelo entre el expresidente Donald Trump y el actual mandatario Joe Biden. Estos comicios se realizan en medio de una crisis que pone de manifiesto el declive sistémico que afecta el dominio hegemónico estadounidense, que ya lleva unas dos décadas, pero que se aceleró durante la pandemia. La anterior elección presidencial, recordemos, terminó en un gran escándalo: Trump no reconoció la derrota, alegó fraude y terminó impulsando a sus seguidores a tomar el Capitolio, el 6 de enero de 2021 —cuando el Congreso debía certificar el triunfo de Biden—, lo cual provocó uno de los mayores escándalos políticos de la historia estadounidense —con un saldo de varios muertos, heridos y encarcelados, además de la ruptura con su vice Mike Pence— y le valió su segundo juicio político, que sin embargo terminó no prosperando por falta de apoyo en la Cámara de Senadores. Tres años más tarde, y a contramano de todo lo que se dijo por esos convulsionados días, Trump ratificó que controla el Grand Old Party (GOP), aplastó a sus rivales en la interna republicana y, hasta ahora, superó los escollos judiciales que parecía enfrentar su candidatura (está imputado por más de 90 delitos, en procesos penales en curso, pero el lunes pasado la Corte Suprema allanó el camino para que fuera candidato). 

A diferencia de lo que ocurrió en 2016, cuando las encuestas vaticinaban su derrota frente a Hillary Clinton, hoy la mayoría de los analistas lo dan como favorito para enfrentar al octogenario Biden, quien cosecha índices de rechazo comparables a los de James Carter (uno de los pocos presidentes que fracasó en su aventura reeleccionista). Existen posibilidades de que el proceso de elección del jefe de la Casa Blanca vuelva a provocar un escándalo político-institucional como el mencionado de 2020 o como el del 2000 —cuando George W. Bush ganó por apenas 538 votos el estado de Florida, donde gobernaba su hermano Jeff, luego de semanas de controversias e impugnaciones judiciales y acusaciones de fraude electoral—, profundizando la crisis del liderazgo global que Estados Unidos padece desde el inicio de este siglo. Trump viene tensionando el sistema político estadounidense hace casi una década y todo indica que va a seguir haciéndolo. La fractura de las clases dominantes, a pesar de lo que muchos analistas auguraron, no se cerró con la asunción de Biden en 2021. 

Mitos sobre la plutocracia estadounidense

Como en cada elección estadounidense, es bueno aclarar algunos equívocos arraigados en el sentido común. Si bien los principales medios de comunicación y los políticos y propagandistas del establishment de Occidente abonan la idea y la percepción general de que Estados Unidos es una democracia modelo, en realidad ese es uno de los grandes mitos forjados en el poderoso país del norte, para consumo externo y también para reforzar su dominio ideológico, cultural y político global. 

En realidad, lo que se observa en Estados Unidos es más bien una democracia (burguesa) de baja intensidad, en la cual la participación política ciudadana está muy mediatizada. Se vota cada dos años, pero garantizando la alternancia prácticamente exclusiva entre los dos partidos del orden. En los procesos electorales hay una serie de mecanismos para que cambie algo —un demócrata o un republicano al mando de la Casa Blanca—, pero sin que nada se modifique estructuralmente. La presencia de legisladores de terceras fuerzas políticas es casi inexistente. Hace una década, por ejemplo, Bernie Sanders era el único senador independiente. Y, para dar batalla a nivel nacional, debió hacerlo al interior del Partido Demócrata, cuyo establishment lo boicoteó en las primarias de 2016 contra Hillary Clinton y en las de 2020 contra Biden. 

Desde que George W. Bush desreguló los aportes electorales privados —y de las corporaciones y lobistas— quedó más en evidencia que lo que realmente existe es más una plutocracia que una democracia. En 2010 la Corte Suprema, con mayoría conservadora, falló a favor de la desregulación de estos lobistas. En 2016, por ejemplo, se registraron 2.368 SuperPACs (Comités de Acción Política) ante la Comisión Federal Electoral, grupos de lobistas que invirtieron más de 1.000 millones de dólares en esas campañas presidenciales. Si se suman los gastos de los aspirantes a las Cámaras de Representantes y de Senadores, las cifras se disparan. La carrera para controlar el Capitolio insumió 4.267 millones, de dólares. El gasto total estimado alcanzó la astronómica cifra de 7.000 millones de dólares hace ocho años. Y sigue creciendo desde entonces. La contracara, por cierto, son las campañas del senador Sanders de 2016 y 2020, con pequeños aportes, situación que también se replicó en las de otros aspirantes socialistas democráticos (DSA), quienes recaudaron importantes cifras con cientos de miles de aportes de menos de 20 dólares. 

El sistema electoral estadounidense, además, es uno de los más anacrónicos, heredado del período esclavista: en cuatro oportunidades, no llegó a la Casa Blanca el candidato presidencial que más votos sacó, sino el que ganó en el colegio electoral, en el cual están sobrerepresentados algunos estados escasamente poblados. La última vez ocurrió en 2016: Trump ganó en colegio electoral (538 integrantes), a pesar de que obtuvo 2.800.000 votos menos que Hillary Clinton. Lo mismo ocurrió en 2000, cuando Bush le arrebató la elección a Al Gore, habiendo sacado menos votos que él a nivel nacional. Además, existen muchos mecanismos de supresión del voto. Esto quiere decir que a millones de personas —pobres, negros e hispanos, en su mayoría—, en cada elección, se les niega el derecho político más elemental: el derecho a votar (el informe de la ACLU, American Civil Liberties Union, “Block the Vote: Voter Suppression in 2020” muestra todos los mecanismos de supresión del voto, a quiénes afecta y por qué). La elección, además, se realiza en un día laborable (martes), el voto no es obligatorio y es necesario empadronarse para poder participar. En 2016, por ejemplo, de una población total de 325 millones de personas, había habilitados para votar 231 millones, pero sólo ejercieron ese derecho 137 millones. La participación fue de apenas el 55% de los votantes habilitados (en las presidenciales de Argentina, en 2019, la participación llegó al 81%). Trump, entonces, se convirtió en presidente con apenas el 27% de los votos del total de personas en condiciones de sufragar. 

La plutocracia estadounidense, con su sistema electoral obsoleto y conservador, devino en una farsa democrática, que se manifiesta en la banalización-espectacularización de la política. Trump es un objeto más de consumo por parte de los grandes medios de comunicación —con menos recursos financieros que Hillary Clinton, hace ocho años, logró mayor cobertura mediática por el rating que generaba a través de los escándalos que protagonizó durante toda la campaña—, pero él no es una rara avis. O al menos no totalmente, como pretenden mostrarlo los medios de prensa liberales. Todo aquel que siguió la transmisión de las convenciones demócrata y republicana en 2020 puede percibir cómo la política estadounidense devino en un gran show, con un contenido diluido. Y los candidatos parecen envases vacíos, a merced de que los expertos en marketing los vendan lo mejor posible a sus potenciales clientes-consumidores-votantes. Si bien este fenómeno no deja de ser global, en el caso de Estados Unidos, cuna de la telepolítica desde hace 1960, esta tendencia está llevada a su máxima expresión. Con el auge de las redes sociales y de las fake news, esta tendencia no hizo sino acelerarse. 

Lo singular en estas elecciones

Lo que distingue el actual proceso de los dos últimos es que en esta oportunidad la competencia interna fue mucho menor que en las primarias anteriores. La paradoja es que esto ocurrió a pesar de que Biden tiene niveles de rechazo altísimos y de que Trump es indigerible para al menos la mitad de la población estadounidense, incluida la mayor parte de la fracción globalista de la clase dominante. Si bien falta la formalidad de ratificar ambas candidaturas en las respectivas convenciones partidarias (del 15 al 18 de julio será la Republicana en Milwakee, Wisconsin; del 19 al 22 de agosto tendrá lugar la demócrata, en Chicago, Illinois) ambos partidos ya tienen sus cabezas de fórmula.

En el campamento demócrata, sólo un declive en la frágil salud del presidente podría precipitar una “renuncia histórica” (hasta hace pocos días algunos se ilusionaron con los rumores sobre una hipotética candidatura de la popular Michelle Obama). Pero hoy esa posibilidad parece cada vez más lejana. Habrá que ver quién lo secunda en la fórmula, si nuevamente Kamala Harris, o si escucha esta vez a Bernie Sanders y se inclina por alguien más progresista, para marcar un contrapunto con Trump y energizar a una base demócrata que está bastante descontenta con su gobierno (recordemos que el voto no es obligatorio por lo cual el gran desafío del oficialismo es que quienes detestan a Trump concurran a las urnas).

Entre los republicanos, en tanto, la novedad de la semana fue el retiro de Nikki Haley, quien no pudo doblegar a los trumpistas, pero cosechó un porcentaje significativo en las primaras. En su discurso de renuncia del miércoles se negó a apoyar la candidatura de Trump, lo cual fue aprovechado por los estrategas de la campaña demócrata para llamar a sus votantes a acompañar a Biden. Trump todavía no anunció quién lo secundará en la fórmula, lo cual también es un dato clave ya que, de ser electo, terminaría su mandato con 82 años, un récord histórico para cualquier mandatario. Dada su pelea con su ex vice Mike Pence —quien también participó sin suerte en las primarias republicanas— se especula con que puede elegir una candidata mujer, que le sea absolutamente leal. Pueden ser las congresistas Elise Stefanik o Marjorie Taylor Greene, ambas ultraconservadoras, con el riesgo de espantar a los más moderados. 

Lo singular, entonces, es que volverán a enfrentarse los mismos rivales que en 2020, que ambos ya fueron presidentes y que, cualquiera de los dos que asuma, se transformará en el presidente más añoso en llegar a la Casa Blanca. Trump deberá afrontar durante la campaña varios juicios penales en su contra (sería la primera vez que asuma un presidente condenado) y debe demostrar que su movimiento Make America Great Again (MAGA) no sólo le permite conquistar el partido republicano, sino también mejorar la performance electoral de los últimos seis años. Los demócratas, a pesar de tener las encuestas en contra, destacan que ganaron en las elecciones de 2018, 2020 y 2022. Los republicanos, en tanto, saben que la clave es llegar a los 270 votos en el colegio electoral, lo cual pueden concretar a pesar de perder el voto popular.

La izquierda y el progresismo, que supo tener un peso electoral muy significativo en la última década, esta vez no pudo expresarse en una precandidatura que le dé mayor visibilidad. Siguen los debates estratégicos entre quienes se inclinan por dar la pelea dentro del partido demócrata (Bernie Sanders llama a votar a Biden para derrotar la amenaza anti-derechos trumpista, a la vez que impulsa un giro en la política económica hacia una orientación más distribucionista) y quienes plantean la necesidad imperiosa de construir una alternativa por afuera, empalmando con las luchas de los sindicatos, las organizaciones sociales, los feminismos, los estudiantes, los afroamericanos, los latinos, los pueblos originarios y las organizaciones ambientalistas, quienes protagonizaron la resistencia a Trump desde 2017. 

Temas en la agenda electoral

Entre los temas de campaña se destacan la crisis fronteriza (Trump insiste con culpar a los inmigrantes latinoamericanos por la falta de empleos y problemas de seguridad, mientras el gobernador de Texas militariza la frontera y amenaza incluso con una secesión), la economía (inflación, tenue recuperación post pandemia, estancamiento del salario mínimo, aumento de la pobreza e indigencia), la trampa en Ucrania (cada vez es más improbable un triunfo de Volodimir Zelenzky, mientras crece la oposición a seguir financiándolo) y el apoyo de Biden a la ofensiva israelí contra Gaza está generándole una creciente oposición en su propio partido, en particular entre los jóvenes (tuvo su expresión electoral en las primarias), e incluso entre un vasto movimiento de judíos progresistas, que denuncian las masacres y el genocidio contra la población palestina indefensa.

Biden, representante de la fracción globalista, despliega una fuerte defensa de la OTAN, mientras que Trump, el preferido de los sectores americanistas, nacionalistas y aislacionistas, asegura que si él hubiera permanecido en la Casa Blanca los conflictos militares en Ucrania y Medio Oriente no hubieran estallado.

Otro tema volverá a ser, sin lugar a dudas, la relación con China. El avance imparable del gigante oriental, punta de lanza del ascenso de Asia-Pacífico y del reordenamiento geopolítico global, en torno al grupo BRICS —ahora ampliado— y a distintas iniciativas de cooperación, como la Ruta de la Seda, acapara buena parte de los debates en Estados Unidos y el mundo entero. Hoy crece la percepción del declive relativo del poderío estadounidense y las discusiones entre los especialistas giran en torno a cómo se va a procesar esa transformación del escenario global. Tanto la estrategia de guerra comercial de Trump como la actual de una política neokeynesiana de Biden fracasaron en recuperar la competitividad productiva estadounidense y en frenar el imparable avance chino y asiático. Estados Unidos, salvo el músculo militar y la influencia político-diplomática, tiene poco para ofrecer. Desde el punto de vista comercial, financiero y de inversiones, incluso sus aliados de Occidente cada vez dependen más de China y Asia.

Un último tema será el político-ideológico-institucional. Trump continuará con su política de “demolición” de todo lo establecido —fue y es su estrategia para presentarse, sin serlo, como un outsider— y Biden intentará nuevamente, como en 2020, ofrecerse como un muro de contención para sostener las instituciones y para que no se avancen con derechos de las minorías. El tema del aborto va a ser central en la campaña. El vergonzoso giro de la Corte Suprema ultraconservadora, en junio de 2022, anuló el fallo del caso Roe vs. Wade, una resolución que en 1973 había legalizado el derecho al aborto en todo el país. Esto les permitió a los demócratas movilizar a sus bases y mejorar su suerte electoral en las últimas legislativas.   

Proyecciones

Desde 2016, en Occidente cada vez se hace más difícil aventurar los resultados de los procesos electorales. Las encuestas suelen fallar mucho más que antes, la volatilidad es mayor y las capacidades predictivas son cada vez menores. Por eso hay que ser prudentes. Falta todavía mucho tiempo para noviembre. 

Ese año casi todos planteaban que era imposible que Trump ganara las primarias, luego que eran casi nulas sus chances de derrotar a Hillary, finalmente que no iba a poder hacer lo que había prometido en la campaña. Tras su no reconocimiento de la derrota en 2020 y su impulso a la toma del Capitolio, una vez más el coro de analistas repitió hasta el cansancio que Trump estaba acabado. Otro tanto ocurrió cuando el año pasado proliferaron, en distintas cortes estadounidenses, pedidos de inhabilitación electoral. Sin embargo, el magnate probó, una vez más, que es más resistente de lo que se cree. Algo similar, en sentido, inverso, ocurrió en noviembre del 2022. Las encuestas pronosticaban una debacle demócrata y un avance ultraconservador y eso no ocurrió. El oficialismo conservó (y hasta amplió) su mayoría en la Cámara de Senadores y apenas está 10 votos abajo en la de Representantes. Se vaticinaba también que Biden no terminaría su mandato por su enflaquecida salud y hoy es el candidato oficial de los demócratas, que intentará la reelección. 

Es cierto que las encuestas no lo favorecen, que los oficialismos están perdiendo en todo Occidente desde el inicio de la pandemia y que sus balbuceos y su frágil estado de salud siembras serias dudas —ya protagonizó varios furcios, lo cual acrecienta las dudas sobre su condición mental—, pero también puede repetir el camino que lo llevó a ganar en 2020, cuando era tan mal candidato como ahora —aunque, es cierto, era cuatro años más joven y no era presidente. El tono agresivo y punzante que exhibió este jueves en el discurso sobre el estado de la Unión, en el que criticó duramente a Trump y destacó sus logros económicos, intentó relanzar su campaña, revigorizar su alicaída figura y mostrarlo competitivo. 

Epílogo: América Latina y Argentina ante las elecciones

Más allá de la alternancia entre demócratas y republicanos, los objetivos estratégicos de Estados Unidos hacia la región se mantienen desde hace dos siglos, cuando se planteó la doctrina Monroe: alejar a potencias extrahemisféricas, mantener el control del “patio trasero” y tratar de evitar que avance cualquier proyecto de coordinación política e integración latinoamericana. El llamado “gobierno permanente de las grandes corporaciones” y el complejo militar-industrial y de inteligencia y el equilibrio de pesos y contrapesos bloquea cualquier alternativa de cambio real, como la que podía haber expresado Bernie Sanders en 2016 y 2020, quien sí es muy crítico del injerencismo estadounidense. Ante cada cambio de los inquilinos de la Casa Blanca, hay más continuidades que las aparentes. Tener esto en claro es fundamental para no alimentar falsas expectativas. Ya Obama decepcionó a quienes creyeron en su promesa de 2009 de una nueva política “entre iguales” con los países de la región.

Más allá de esta aclaración, para la región no da igual Trump o Biden. Comparten objetivos, pero existen diferencias en las tácticas y las modalidades empleadas, en el uso de hard (Trump) o soft power (Biden), en apelar más al multilateralismo (Biden) o al bilateralismo (Trump) y en la retórica más o menos agresiva, por ejemplo, contra Cuba o Venezuela. Y También en las alianzas e impulso de líderes ultraderechistas. 

En este sentido, la vuelta de Trump potenciaría todavía más a las ultraderechas, como ocurrió con Bolsonaro en Brasil en 2018. Si bien el ex presidente de Brasil hoy enfrenta la posibilidad de ser juzgado por el intento de golpe de enero de 2023, todavía conserva capacidad de movilización. Trump nuevamente en la Casa Blanca implicaría un espaldarazo político-ideológico para Milei, y reforzaría a Bukele, Kast y otros exponentes de las ultraderechas reaccionarias en la región y en el mundo. Marcaría, desde el punto de vista ideológico, una reofensiva contra cualquier política económico-social incluso tímidamente igualitarista, o contra los derechos sociales conquistados o por conquistar (sindicales, de las diversidades sexuales, del aborto legal, de las luchas de los pueblos originarios por las tierras o de los ambientalistas contra el extractivismo). Cuatro años más de Trump implicarían un corrimiento todavía mayor hacia a la derecha en Occidente, y en especial en América Latina. Es cierto que el magnate no promovió los mega acuerdos de libre comercio que impulsaban los globalistas ni impulsó guerras en el extranjero. Pero el avance de la internacional ultraderechista apañada por los trumpistas y sus émulos latinoamericanos implicarían un mayor peligro para la región. La derrota de Trump, entonces, debilitaría al gobierno de Milei y a todas las fuerzas y líderes, en cada país de la región, que se referencian en ellos.

Con respecto a Argentina, hoy el gobierno de los libertarios despliega una política de alineamiento acrítico incluso más profunda que las “relaciones carnales” que se cultivaron durante el menemismo. El seguidismo a Washington es total, aunque el gobierno sea demócrata. Pero Milei no oculta su favoritismo por Trump. Incluso viajó en febrero a participar de la Conferencia de Acción Política Conservadora, oportunidad en la que se sacó una foto con el expresidente republicano, quien le prodigó halagos. En el plano interno, entonces, la reelección de Biden o el triunfo de Trump van a impactar en forma distinta. Y este es otro motivo para seguir de cerca el proceso electoral estadounidense. 

FUENTE: https://tektonikos.website/sintomas-de-envejecimiento-imperial/

par Jorge Majfud *

Para entender los fenómenos políticos y sociales en América latina, es imposible ignorar lo que ocurrió o está ocurriendo en Estados Unidos. Los ejemplos van desde diseños de agencias secretas, manipulación de medios, redes y elecciones hasta decisiones judiciales.

Según la Ley Federal de Campañas Electorales, las contribuciones están sujetas a ciertos límites. Un ciudadano no puede donar más de 3.300 dólares por elección. Una vez limitada la generosidad de gente común, la ley muestra sus debilidades por los lobbies. Uno de los actores de peso en la administración del poder social son los Political Action Committees (PACs) los cuales, como las sectas, están exentos de pagar impuestos, pese a que su accionar gira entorno al gran capital. Exentos de pagar impuestos y exentos de revelar sus fuentes de ingresos. Libres para acosar a las instituciones―carajo.

En 2010, la Corte Suprema de Estados Unidos (con una amplia mayoría de jueces elegidos por presidentes conservadores) falló en favor de Citizens United, otra « organización sin fines de lucro » a favor de los derechos de las grandes corporaciones. Su fundador, masón y admirador de Ronald Reagan, Floyd Brown, lo definió de forma sintomática : « Somos gente a la que no les importa la política ; gente que desea que el gobierno los deje en paz ; pero si su país los llama a luchar en el extranjero, lo harán con gusto ». Para este fanatismo anglosajón, las brutales intervenciones en otros países no son políticas ni son sobre intereses económicos, sino puro patriotismo y amor por la libertad―la libertad de la unión esclavista, representada en la bandera amarilla de la viborita que flamean con pasión los colonizados en América Latina.

Como toda organización funcional a una elite oligárquica, su lema incluye las palabras « restaurar » y « volver a los buenos viejos tiempos », « devolver el gobierno a los ciudadanos », junto con la clásica narrativa que se chorrea hacia el Sur desde hace generaciones : « reafirmar los tradicionales valores estadounidenses de un gobierno mínimo, de la defensa de la libertad de empresa, por una familia fuerte y por la soberanía y seguridad nacional ».

En 2009, esta poderosa organización privada inició una demanda contra la Comisión de Elecciones Federales. Con cinco votos en nueve, la Suprema Corte dictó que las megacorporaciones son ciudadanos « participando en discursos políticos… » Que una corporación multimillonaria no pudiese donar unos cientos de millones de dólares a un candidato al senado o a la presidencia violaba la « libertad de expresión ». La decisión liberó múltiples restricciones : los ultra millonarios no pueden donar sumas obscenas a los candidatos, excepto a través de fundaciones fachadas, conocidas como « sin fines de lucro » y diferenciadas de los PAC por el superlativo « super » : los Super PACs no tienen limitación de donación a grupos que promueven una determinada candidatura. Además, pasan a tener el derecho de hacerlo de forma anónima, lo que pasó a llamarse dark money.

Claro, en el país de las leyes se hace todo legal. La corrupción ilegal, históricamente funcional a estas mismas transnacionales, es cosa de las razas inferiores (culturas enfermas, mentalidad subdesarrollada) de las colonias. Otra prueba irrefutable de la observación de Anatole France : « La Ley, en su magnífica ecuanimidad, prohíbe, tanto al rico como al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar pan ».

Como suele ocurrir en una democracia secuestrada por las corporaciones, antes de ser inoculados los ciudadanos tenían otra opinión. Una encuesta de ABC News The Washington Post reveló que el 80% de los estadounidenses se oponía a la eliminación de límites en las donaciones a los políticos propuesta por Citizens United. Obviamente, nada de eso importa ni tiene algún efecto legal. Cinco votos en nueve decidieron el destino de 320 millones de estadounidenses y, por extensión, de gran parte del resto del mundo.

Hubo varios intentos para, al menos, revelar la identidad de los super donantes. Uno fue una ley aprobada por California, la que obligaba a revelar el origen de las donaciones multimillonarios a causas políticas. La demanda contra la ley fue impulsada por la fundación Americans for Prosperity , otra « organización sin fines de lucro » exenta de impuestos y fundada por el billonario Charles Koch, por su hermano David Koch, y por el grupo conservador Thomas More Law Center . La Suprema Corte determinó que la ley violaba el derecho de los supermillonarios, establecido en el fallo de 2010. La transparencia es una violación del derecho a la privacidad de los lobbies. Estas prácticas son conocidas desde el siglo XIX, pero a partir del nuevo fallo de 2010 el negocio de la política se multiplicó.

Veamos solo un caso entre cientos, de empresas dedicadas a crear opinión pública, ahora con más impunidad que antes. Berman and Company , fundada por el lobista Richard Berman, es uno de los mayores conglomerados dedicados a la creación de opinión a través de la demonización o el enchastre de los adversarios de sus clientes. Aunque es una empresa privada con ganancias de decenas de millones de dólares, posee decenas de « organizaciones sin fines de lucro » que actúan como fachada, para su acción en el mundo mediático y para la recepción de donaciones y pagos. ¿Por qué ? Porque, según las leyes que lograron aprobar estos mismos grupos de intereses especiales, las donaciones a los grupos « sin fines de lucros » se realizan en total y completo secreto. La ley protege la anonimidad de los donantes. Todo en nombre de la libertad. Rick Berman, abogado especializado en relaciones laborales, fundó «  Enterprise Freedom Action Committee (Comité de Acción por la Libertad Empresarial) », una organización de derecha, dedicada al astroturf (ver capítulo « Relaciones sociales y astroturfing » en Moscas en la telaraña), es decir, a crear « movimientos populares » falsos desde arriba, para servir los intereses de los de arriba. Berman inventó el «  Center for Consumer Freedom  », «  American Beverage Institute  » (en favor del consumo de alcohol), «  Employment Policy Institute Foundation  » (para beneficiar a los obreros), «  Center for Union Facts  » (para educar a los trabajadores sobre los males antidemocráticos de los sindicatos), entre otras organizaciones gremiales y proletarias.

El 30 de octubre de 2014, el New York Times publicó una confesión del poderoso señor Berman a un micrófono abierto : « La gente siempre me pregunta : ¿Cómo sé que no seré descubierto, que lo que hago tiene una intencionalidad política ? Es que todo lo que hacemos lo hacemos a través de organizaciones sin fines de lucro, las que están protegidas de cualquier obligación de revelar quiénes son sus donantes. Existe un anonimato total. La gente no sabe quién nos apoya ». También dejó escapar algunos consejos para manipular la opinión pública : « Se debe usar el humor para desacreditar o marginar a nuestros adversarios ». Como sabemos que el humor ya casi no existe en las redes sociales, a lo que seguramente se refería el nuevo Bernays era a la ridiculización del adversario. « Algunos dicen que somos helicópteros negros… En parte tienen razón. Nuestro trabajo es atacar la capacidad de operación de nuestros adversarios », reconoció Berman.

La libertad de presión se llama libertad de expresión y no incluye el derecho a saber.

Jorge Majfud] para Página12

Jorge Majfud (Uruguay) es escritor, arquitecto, doctor en Filosofía por la Universidad de Georgia y profesor de Literatura Latinoamericana y Pensamiento Hispánico en Jacksonville University, Estados Unidos. College of Arts and Sciences, Division of Humanities. Es autor de las novelas « La reina de América » (2001) ; « La ciudad de la Luna » (2009) y « Crisis » (2012), entre otros libros de ficción y ensayo. Twitter : www.twitter.com/majfud y « LA FRONTERA SALVAJE :
200 años de fanatismo anglosajón en América Latina ». Blog : Estudios Críticos

Por Andrés Piqueras Observatorio de la Crisis

A principios del siglo XIX el canciller austriaco von Metternich había propuesto la necesidad de instaurar un Concierto Europeo supranacional, por encima de los intereses de cada Estado, como método de defensa común contra las revoluciones. Las diferencias entre el Viejo Orden y el Nuevo que se iba asentando, lo impedirían en la práctica. Fuera de ello, la idea de una Europa Común ya en el siglo XX en realidad no es europea sino estadounidense. La estrategia de Washington tras la Segunda Guerra Mundial para asegurarse su dominio del mundo capitalista estuvo basada en la apertura de los mercados de trabajo europeos a su capital, y de los mercados en general a sus bienes industriales.

Algo en lo que se empeñó muy especialmente y obtuvo de la Alemania vencida, a la que impuso la total apertura de su economía a las mercancías norteamericanas y a su inversión externa directa. Después presionó para una integración de la Europa Occidental a través de tratados que garantizasen la apertura de la economía de cada país a las mercancías de los demás. De esta forma, desde su base alemana, los capitales industriales norteamericanos tendrían a su alcance la totalidad de mercados de la Europa Occidental.

Durante cerca de 30 años EEUU lideró indiscutiblemente el espacio político y económico unificado en que había convertido al hasta entonces conjunto disperso de potencias capitalistas. Sin embargo, a partir de los años 70 del siglo XX los EE.UU., tras desatar la segunda “globalización” (la primera había sido emprendida entre el último cuarto del siglo XIX y el primero del XX), inicia la carrera hacia el liderazgo mundial, rompiendo las reglas del juego con sus antiguos “socios” y financiarizando los entresijos económicos internacionales.

Es por ello que Europa se ve forzada a buscar su reacomodo ante la falta de reglas y el uso de la fuerza militar a conveniencia que presidirán la nueva dinámica hegemónica norteamericana tras la caída del Este.

Las clases dominantes europeas han ido dando los pasos pertinentes para aproximarse al modelo capitalista norteamericano (el más proclive a lo que se ha conocido como “capitalismo salvaje”).

Desde el Tratado de Maastricht de 1992 a la Cumbre de Lisboa de 2001, el rosario de cumbres y acuerdos o tratados que salpican esos 10 años responde a un cuidadoso plan de desregulación de los mercados de trabajo (lo que significa la paulatina destrucción de los derechos y conquistas laborales), de liberalización económica (en detrimento de la intervención de carácter social de los Estados y en beneficio del papel que éstos juegan a favor del gran capital), y de ruptura unilateral, en suma, de los “pactos de clase” que habían mantenido el equilibrio social en la larga postguerra europea, extremando e adelante las desigualdades tanto intra como intersocietales entre los países de la Unión.

La UE se ha venido conformando, pues, como la mayor expresión del capital oligopólico transnacional “financiero”, una vía para puentear los parlamentos y las instituciones locales, sustrayendo las decisiones e intereses del Gran Capital a las luchas de clase a escala estatal que forjaron las distintas expresiones nacionales de la correlación de fuerzas entre el Capital y el Trabajo.

Se trata de una construcción supraestatal destinada a mantener relaciones de desequilibrio entre sus partes, un sistema deficitario-superavitario diseñado para trasvasar riqueza colectiva de unos Estados (la mayoría) a unos pocos (sobre todo Alemania y su “hinterland” centroeuropeo), especialmente mediante el mecanismo de la moneda única.

Constituye el mayor ejemplo mundial de institucionalización del neoliberalismo a escala de un continente entero; el primer experimento de ingeniería social a escala regional o supraestatal en favor de la institucionalidad de las estructuras financieras de dominación.

Si la “Europa socialdemócrata” fue la mayor manifestación del reformismo capitalista cuando éste todavía impulsaba con vigor el desarrollo de las fuerzas productivas, hoy la Unión Europea es el primer experimento de ingeniería social a escala regional o supraestatal en favor de la institucionalidad de las estructuras financieras de dominación.

Supone en sí un cuidadoso plan de desregulación social de los mercados de trabajo y de las condiciones de ciudadanía, que se dota de todo un conjunto de disposiciones y requisitos, de toda una institucionalidad concebida y conformada para ser irreformable (pues requiere de unanimidades casi imposibles para que no sea así).

Se inspiraba la UE en la idea del “constitucionalismo económico” de finales de los pasados años 70, y desarrollada en los años 80 por la flor y nata del neoliberalismo (Buchanan, Milton Friedman, Hayek…) para restringir los poderes económicos, monetarios y fiscales de los gobiernos, “evitando que los gobernantes de turno pudieran tomar decisiones circunstanciales”, según su jerga, y que no quiere decir sino que tales decisiones pudieran estar influidas por las luchas populares. Se trataba, por tanto, de establecer determinados principios obligatorios, inamovibles, fuera quien fuese que llegara al gobierno en cada país.

Pero un derecho petrificado deja ser útil no sólo para las clases populares, sino llegado un punto también para la propia clase capitalista. Así cuando ésta ha querido aumentar aún más el grado de explotación social y ambiental o la “financiarización” de las economías, ha tenido que recurrir a puentear a la propia UE, creando nuevas instancias de eso que ellos llaman “gobernanza”, en definitiva, estructuras de poder dual respecto de la Unión.

Así, por ejemplo, el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza de la Unión Económica y Monetaria, para consolidar la penetración financiera de los Estados, y el Mecanismo Europeo de Estabilidad, para asegurar los Programas de Ajuste Estructural que garanticen el pago de las deudas en favor del gran capital a interés global acreedor y en detrimento de las condiciones sociales, laborales y, en conjunto, de “seguridad social”, de las poblaciones de los respectivos Estados (ver sobre estas cuestiones, Albert Noguera, El sujeto constituyente. Entre lo viejo y lo nuevo. Trotta. Madrid).

De hecho, si hace falta, se modifican las propias constituciones, de manera que sea “anticonstitucional” intentar cambiar la falta de soberanía nacional, como el tándem PP-PSOE demostró al meter mano al artículo 135, subordinando los derechos sociales reconocidos en la constitución española al pago de la deuda externa.

Ese complicado entramado de blindaje va, por tanto, de la mano de un sistemático debilitamiento de las capacidades de regulación social expresadas a través del Estado, para debilitar todas las opciones democráticas que las poblaciones pudieran conseguir para defenderse.

La des-substanciación de las instituciones de representación popular está garantizada desde el momento en que las decisiones parlamentarias estatales quedan subordinadas a los marcos dictatoriales dados por la UE sobre inflación, déficit presupuestario, deuda pública o tipos de interés, por ejemplo.

Pero el Eje Anglosajón (EEUU + Inglaterra) más la Red Sionista Mundial obligan a Europa a ir más allá en su (auto-)destrucción.

Autodestrucción forzada de Europa

“Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha apostado por la integración militar, política y económica de los países de Europa y Japón en un bloque que controla. A través de la estructura OTAN+, Estados Unidos se aseguró un dominio militar completo dentro del grupo imperialista, desplegando muchas bases militares en…

países derrotados en la Segunda Guerra Mundial, como en Japón (120), Alemania (119) e Italia (45). Esta última alberga a más de 12.000 militares estadounidenses.

Tras la caída de la Unión Soviética y la posterior reunificación de Alemania, la burguesía alemana codiciaba los mercados y la energía de bajo coste de Rusia. Deseaba establecer lazos económicos con Rusia, pero sólo mientras ellos y sus compatriotas franceses pudieran mantener su dominio sin trabas del proyecto europeo, que habían mantenido desde la Segunda Guerra Mundial. Esto significaba establecer dichos lazos, pero excluyendo a los dirigentes políticos rusos de cualquier participación en pie de igualdad en los asuntos, decisiones o estructuras políticas de Europa.

A su vez, la estrategia estadounidense había consistido en evitar cualquier relación estratégica entre Rusia y Alemania, ya que su fuerza combinada crearía un formidable competidor económico en Europa.” (1)

En realidad, este objetivo forma parte del Eje Anglosajón desde el siglo XIX: impedir a toda costa, y digo a “toda costa” con lo que eso significa (asedio, ofensivas económicas y diplomáticas, guerras mundiales, guerra hoy en Ucrania, voladura de los conductos gasíferos, sanciones, golpes de Estado…), que Eurasia pueda constituirse en una entidad política, geoestratégicamente entrelazada. Eso sería el fin de la dominación anglosajona del mundo.

Ahora bien, ¿por qué la clase capitalista industrial alemana acepta hoy que le corten el cuello? Para empezar, hay que insistir en que Alemania es un país ocupado militarmente por EEUU, con miles de tropas y armamento nuclear.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta eso que se ha llamado “financiarización de la economía” dentro del capitalismo actual, y que no es sino una alusión a la importancia que cobra la forma autonomizada del capital dinero como capital a interés ficticio en la dinámica de acumulación del capital, lo que supone que las finanzas pasen de jugar un papel importante pero intermediario para la producción, a asumir la responsabilidad del crecimiento mediante una función parasitaria, focalizada principalmente en la extracción rentista.

Se trata de un dinero que busca reproducirse a sí mismo por fuera del capital productivo como capital industrial (es decir, más allá de la generación de nuevo valor como plusvalor), pero que también, y este es el gran juego de la economía capitalista cuando las cosas van mal, puede hacer las veces de dinero-capital, listo para engrasar de nuevo los ejes de aquélla, como si procediera de la valorización del trabajo humano (de ahí su creciente “ficción” y la de la economía que sustenta, aunque pueda hacerla seguir funcionando, a pesar de todo y de los problemas que va acumulando.

Es algo substancialmente diferente de una fase financiera del capital y tiene consecuencias mucho más profundas. Se ha perfilado como un colosal mecanismo de disciplinamiento social, de expropiación universal y de gubernamentalización de las exigencias cada vez más parasitarias del capital.

Así, al menos en las cuatro últimas décadas la capacidad del capital para desmaterializarse y moverse en tiempo instantáneo a escala planetaria en un número creciente de formas, como acciones, pagarés, bonos, bienes inmuebles, bienes raíces y una gran variedad de derivados, especulación sobre alimentos, monedas, energía, incluso el agua, etc., permite a la clase capitalista realizar todo tipo de ganancias usureras y especulativas a corto, medio y largo plazo.

Mucho de todo ese complejo financiero se va centralizando en los grandes fondos de inversión o “fondos buitre” (Vanguard, State Street, Blackrock, entre los más destacados), que a su vez están participados por miríadas de capitales privados de muy distinta procedencia (aunque dominados por personajes y corporaciones privadas sobre todo sionistas). De esta forma tenemos que una empresa alemana que sale a bolsa puede hacerlo tanto en la bolsa estadounidense como en la alemana. Con el tiempo, los accionistas originales de esta empresa pueden vender sus acciones, que ahora cotizan en bolsa. Ya no dependen de la gestión de su patrimonio a través de su inversión en una empresa.

En lugar de ello, contratan a gestores de patrimonio, ya sea a través de empresas como Goldman Sachs o de sus propios asesores, que a su vez invierten los ingresos en efectivo de la venta de acciones. A muchos capitalistas, sus asesores les harán invertir bastante más del 50% de su cartera en la bolsa estadounidense, que se erigió tras los años 80 del siglo pasado en la “atractora” mundial del capital a interés especulativo parasitario.

Las consecuencias económicas, políticas y sociales de este cambio en los mercados de capitales y en la propiedad son enormes. Este nuevo capitalista global —antes «alemán»— se comporta de forma muy parecida a sus homólogos franceses, ingleses, suecos o estadounidenses.

Por lo que este nivel de integración del capital conlleva su desnacionalización, lo que refuerza finalmente la preponderancia de eso que llaman “capital financiero” estadounidense, y por consiguiente, el poder político de Estados Unidos.

“La situación actual de Alemania ilustra claramente la eficacia de este proceso de integración y consolidación económica por parte de Estados Unidos. Según datos de IHS Markit de 2020, sólo el 13,3% del valor del mercado bursátil alemán pertenece a alemanes, mientras que los inversionistas de Norteamérica y el Reino Unido poseen el 58,3% (…) Las principales empresas de la economía alemana no son primordialmente propiedad de alemanes. El valor agregado industrial de Alemania ha descendido del 9% mundial a poco más del 6% en los últimos 18 años. (…)

La pérdida de la energía barata rusa y su adaptación al desacoplamiento con gestión de riesgos serán probablemente desastrosas para su competitividad internacional. En 2022, la inversión extranjera directa (IED) en Alemania disminuyó un 50,4% interanual. (…) En el transcurso de 15 trimestres, a partir del tercer trimestre de 2019, el PIB de Alemania aumentó un mísero 0,6% en total, a precios constantes…” (2)

Esto se traduce para Alemania en una falta de voluntad política soberana y en la aceptación de que su clase capitalista industrial se corte las venas.

“El colapso de la «voluntad nacional», la voluntad de seguir un camino que corresponda a sus intereses capitalistas nacionales, demostrada por Alemania en el contexto de la guerra en Ucrania, muestra que Alemania ha sido derrotada por tercera vez desde principios del siglo XX (…) Estados Unidos seguirá privando a la burguesía alemana de todas las opciones importantes para afirmar posiciones políticas independientes.

Con la ayuda de los vínculos de propiedad del capital que hemos descrito, la burguesía alemana se enfrentará a la subsunción absoluta de las opciones de acción del capital alemán bajo la égida estadounidense. La hostilidad hacia Rusia actúa como motor de la subordinación de Europa a Estados Unidos y como pérdida de cualquier posibilidad de desarrollo independiente.” (3)

La desindustrialización de los centros del Sistema Mundial capitalista y especialmente del Eje Anglosajón ha venido cobrando existencia desde hace décadas, en favor del Mundo Emergente.

Faltaba, sin embargo, Alemania y su hinterland más próximo. El Eje Anglosajón busca eliminar esa competencia, y la del conjunto de la UE, al tiempo que abortaba la posibilidad de la vinculación infraestructural, económica y política de Eurasia. Las sanciones a Rusia se han convertido en un elemento estelar para ese objetivo.

Todo lo cual para Europa en su conjunto tiene unos costos energéticos y económicos de enorme gravedad, que está reportando cuantiosas pérdidas en sus sectores primario e industrial y, en general, la desarticulación de sus economías, con el consiguiente desmontaje de su “capitalismo social” (eso que en otros tiempos llamaron “Estado del Bienestar”). Circunstancia que además de causar el paulatino arruinamiento de sus poblaciones, está tensionando a la propia UE, por ejemplo, hasta el punto de que pronto podría fragmentarse.

Todos sabemos que Alemania no sólo ha sido y es “la locomotora” de Europa, como nos insisten si cesar en los grandes media, sino que también lleva la dirección vicaria de la misma (vicaria de EEUU). Eso quiere decir que si Alemania se entrega con todos los pertrechos y bagajes a EEUU, todos los demás países europeos subalternos, sin soberanía alguna, también. Francia fue la única excepción europea, con su orgulloso “gaullismo”, pero desde la llegada de Sarkozy, cuando De Villepin y los gaullistas fueron derrotados, entrega también su política exterior.

Hoy Macron es uno de los principales guerreristas contra Rusia y acaba de proponer -ante la evidente y por otra parte irremediable derrota de Ucrania- en la muy reciente reunión de París (de 26 de febrero de 2024), con más de 20 dirigentes de la OTAN y su brazo político, la UE, la posibilidad del envío de tropas de la OTAN al campo de batalla ucraniano.

Es decir, parece que los subalternos líderes europeos contemplan dar un paso más en la escalada bélica, convirtiendo de nuevo a Europa en un terrorífico campo de guerra en favor del sostenimiento del liderazgo mundial de EEUU.

En general, como vengo diciendo, la otanización del conjunto de Europa (la del Este en sus formas más agresivas) pasa también por “americanizar” la economía y la sociedad europeas, lo que es sinónimo de completar su conversión al capitalismo salvaje. La UE y su Constitución y Tratados se vienen encargando de ello.

La sumisión europea está claramente completada y exhibida con la guerra proxy en Ucrania del Eje Anglosajón y la Red Sionista Mundial contra Rusia, donde una nueva inmolación europea cobra tintes cada vez más probables.

Ante todo ello, la pregunta que queda por plantearse es si están dispuestos a llegar al enfrentamiento nuclear.

Las declaraciones, amenazas y avisos a sus propias poblaciones de los distintos ministros de la guerra europeos, parecen ominosamente mostrar que es así.

Sea como fuere, y ante estas dramáticas circunstancias, cualquier izquierda ya no sólo mínimamente alternativa, sino con una décima de honradez coherente, debería tener muy claro que romper con la UE deviene vital para poder salvar algunas de las bases sociales de nuestras sociedades y que romper con la OTAN es básico para la propia supervivencia.

Cualquier visión o esperanza de mejora social y de “bienestar económico” dentro de la férula de esas instituciones constituye un tremendo autoengaño, cuando no deliberado colaboracionismo para la destrucción de las sociedades.

Notas

(1) Hiperimperialismo: Una nueva etapa decadente y peligrosa (thetricontinental.org)

(2) Ibid.

(3) Ibid.

FUENTE CEPRID

Por Miguel Barrios (*)

Si la política es la relación del hombre con el hombre en su conjunto, es siempre “localizada” en espacios concretos. El hombre es un ser social, histórico, cultural de trascendencia espiritual, de naturaleza terrestre, por lo que hace naturalmente “geopolítica” aunque sea de modo no explicito.

No hay historia sino en espacios, lo que no impide que haya personas o comunidades que “cuenten” la historia con una gran desatención de los espacios. Pero la historia no es tiempo, sino espacio y tiempo, los tiempos solos son muy abstractos, tanto que la geopolítica es anterior a la “geografía”.

La cultura latinoamericana, el pueblo latinoamericano, para su autoconciencia también requiere gestar su “conciencia geopolítica”, mediante la unión.

Por ello, en tiempos de decadencia y agotamiento y casi segura implosión de nuestros sistemas políticos, y que a través del engendro Milei acelera la descomposición con un relato neomitrista, lo más urgente es reiniciar un nuevo revisionismo continentalista para orientarnos en la brújula de una estratégica periodización del pensamiento geopolítico latinoamericano unionista.

Esto es más urgente aún, porque la Argentina se puede convertir en un modelo colonial para el siglo XXI bajo el gobierno de la auténtica casta financiera local-globalista que gobierna nuestro sistema político y de la cuál Milei, paradójicamente es su representante. Y lo más grave, en un proceso de mutación del sistema mundo aún no nítido de una unimultipolaridad a una multipolaridad de matriz imperial. La multipolaridad o unipolaridad sin integración nos lleva al abismo igualmente, aunque la ignorancia o alineamiento ideológico acrítico de este gobierno lo lleva a desconocer totalmente lo dicho.

En este sentido, con el fin de ser sencillos y didácticos, resaltaremos los siguientes momentos del pensamiento político latinoamericano:

1- El Proyecto Liberador.

Se trata de las ideas que surgen con motivo de las independencias latinoamericanas o “guerras civiles”. Para nosotros la partida de nacimiento constituye la “Carta a los españoles americanos” del jesuita peruano Juan Pablo Vizcardo y Guzmán en 1792 quién pronuncia por primera vez allí, la existencia de “una Patria”. En esta etapa se destacan la generación de los unificadores sintetizadas en la figura de los Libertadores José de San Martin y Simón Bolívar, la concepción de soberanía cultural del Maestro del Libertador Bolívar, don Simón Rodríguez, la concepción revolucionaria de Bernardo de Monteagudo, y la acción social y política de los curas Morelos e Hidalgo y la figura gigantesca en la liberación social del haitiano Alexander Petión.

2- Los proyectos de Confederación

De Artigas, la “Nación de Repúblicas” de Bolívar o la idea de unidad centroamericana de Morazán.

3- La idea de resistencia a los imperios.

Desde la figura del último libertador José Martí (héroe de la independencia y Cónsul de Argentina, Paraguay y Uruguay-hecho desconocido y que debemos revitalizar) al anunciador de la Patria Grande (con la incorporación de la América de variante portuguesa) del socialista católico nacional Manuel Ugarte y de la generación del 900.

4- Los Líderes Populares.

Se trata de los liderazgos de los movimientos nacionales populares que promueven la industrialización, la democratización y la integración. Juan Domingo Perón y Getulio Vargas y Carlos Ibáñez plantean el Nuevo ABC. Y Perón es el primer teórico y político del continentalismo en la fase previa al universalismo.

Manuel Ugarte será su Embajador en México y primer Embajador argentino en Cuba y Nicaragua de nuestra historia diplomática

5- Los movimientos de resistencia cultural.

El revisionismo histórico rioplatense con Luis Alberto de Herrera, Víctor Haedo, Methól Ferré, Vivian Trías, Jorge Abelardo Ramos, Hernández Arregui, Carlos Montenegro, José María Rosa, Gabriela Mistral, Helio Jaguaribe, Celso Furtado, Paulo Freire, Darcy Ribeiro. La Teología Latinoamericana con Helder Cámara, la Filosofía de la Liberación con Leopoldo Zea, la Teoría de la Dependencia con Theotonio Dos Santos o el Realismo Mágico Latinoamericano con García Márquez, Octavio Paz, Roa Bastos o Carlos Fuentes.

Es una constelación aún todavía no percibida en su hondura.

6- La etapa de los movimientos nacionales post consenso de Washington.

Simbolizada en el Mercosur, la UNASUR y la CELAC como ensamblaje ante el neoliberalismo.

El objetivo es redescubrir el ser latinoamericano. América Latina es un todo que no sabe totalizarse. Únicamente un pensamiento político de la integración conlleva a una ciudadanía regional hacia un Estado continental, para afrontar tal vez la etapa más difícil de nuestra historia.

El dilema es Patria Grande o la nada.

(*) Dr. Miguel Ángel Barrios Politólogo, Sociólogo e Historiador Miembro de Dossier Geopolitico

Autor de más de 20 obras de historia y política de América Latina

Dr Miguel A. Barrios