par Jorge Majfud *

Para entender los fenómenos políticos y sociales en América latina, es imposible ignorar lo que ocurrió o está ocurriendo en Estados Unidos. Los ejemplos van desde diseños de agencias secretas, manipulación de medios, redes y elecciones hasta decisiones judiciales.

Según la Ley Federal de Campañas Electorales, las contribuciones están sujetas a ciertos límites. Un ciudadano no puede donar más de 3.300 dólares por elección. Una vez limitada la generosidad de gente común, la ley muestra sus debilidades por los lobbies. Uno de los actores de peso en la administración del poder social son los Political Action Committees (PACs) los cuales, como las sectas, están exentos de pagar impuestos, pese a que su accionar gira entorno al gran capital. Exentos de pagar impuestos y exentos de revelar sus fuentes de ingresos. Libres para acosar a las instituciones―carajo.

En 2010, la Corte Suprema de Estados Unidos (con una amplia mayoría de jueces elegidos por presidentes conservadores) falló en favor de Citizens United, otra « organización sin fines de lucro » a favor de los derechos de las grandes corporaciones. Su fundador, masón y admirador de Ronald Reagan, Floyd Brown, lo definió de forma sintomática : « Somos gente a la que no les importa la política ; gente que desea que el gobierno los deje en paz ; pero si su país los llama a luchar en el extranjero, lo harán con gusto ». Para este fanatismo anglosajón, las brutales intervenciones en otros países no son políticas ni son sobre intereses económicos, sino puro patriotismo y amor por la libertad―la libertad de la unión esclavista, representada en la bandera amarilla de la viborita que flamean con pasión los colonizados en América Latina.

Como toda organización funcional a una elite oligárquica, su lema incluye las palabras « restaurar » y « volver a los buenos viejos tiempos », « devolver el gobierno a los ciudadanos », junto con la clásica narrativa que se chorrea hacia el Sur desde hace generaciones : « reafirmar los tradicionales valores estadounidenses de un gobierno mínimo, de la defensa de la libertad de empresa, por una familia fuerte y por la soberanía y seguridad nacional ».

En 2009, esta poderosa organización privada inició una demanda contra la Comisión de Elecciones Federales. Con cinco votos en nueve, la Suprema Corte dictó que las megacorporaciones son ciudadanos « participando en discursos políticos… » Que una corporación multimillonaria no pudiese donar unos cientos de millones de dólares a un candidato al senado o a la presidencia violaba la « libertad de expresión ». La decisión liberó múltiples restricciones : los ultra millonarios no pueden donar sumas obscenas a los candidatos, excepto a través de fundaciones fachadas, conocidas como « sin fines de lucro » y diferenciadas de los PAC por el superlativo « super » : los Super PACs no tienen limitación de donación a grupos que promueven una determinada candidatura. Además, pasan a tener el derecho de hacerlo de forma anónima, lo que pasó a llamarse dark money.

Claro, en el país de las leyes se hace todo legal. La corrupción ilegal, históricamente funcional a estas mismas transnacionales, es cosa de las razas inferiores (culturas enfermas, mentalidad subdesarrollada) de las colonias. Otra prueba irrefutable de la observación de Anatole France : « La Ley, en su magnífica ecuanimidad, prohíbe, tanto al rico como al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar pan ».

Como suele ocurrir en una democracia secuestrada por las corporaciones, antes de ser inoculados los ciudadanos tenían otra opinión. Una encuesta de ABC News The Washington Post reveló que el 80% de los estadounidenses se oponía a la eliminación de límites en las donaciones a los políticos propuesta por Citizens United. Obviamente, nada de eso importa ni tiene algún efecto legal. Cinco votos en nueve decidieron el destino de 320 millones de estadounidenses y, por extensión, de gran parte del resto del mundo.

Hubo varios intentos para, al menos, revelar la identidad de los super donantes. Uno fue una ley aprobada por California, la que obligaba a revelar el origen de las donaciones multimillonarios a causas políticas. La demanda contra la ley fue impulsada por la fundación Americans for Prosperity , otra « organización sin fines de lucro » exenta de impuestos y fundada por el billonario Charles Koch, por su hermano David Koch, y por el grupo conservador Thomas More Law Center . La Suprema Corte determinó que la ley violaba el derecho de los supermillonarios, establecido en el fallo de 2010. La transparencia es una violación del derecho a la privacidad de los lobbies. Estas prácticas son conocidas desde el siglo XIX, pero a partir del nuevo fallo de 2010 el negocio de la política se multiplicó.

Veamos solo un caso entre cientos, de empresas dedicadas a crear opinión pública, ahora con más impunidad que antes. Berman and Company , fundada por el lobista Richard Berman, es uno de los mayores conglomerados dedicados a la creación de opinión a través de la demonización o el enchastre de los adversarios de sus clientes. Aunque es una empresa privada con ganancias de decenas de millones de dólares, posee decenas de « organizaciones sin fines de lucro » que actúan como fachada, para su acción en el mundo mediático y para la recepción de donaciones y pagos. ¿Por qué ? Porque, según las leyes que lograron aprobar estos mismos grupos de intereses especiales, las donaciones a los grupos « sin fines de lucros » se realizan en total y completo secreto. La ley protege la anonimidad de los donantes. Todo en nombre de la libertad. Rick Berman, abogado especializado en relaciones laborales, fundó «  Enterprise Freedom Action Committee (Comité de Acción por la Libertad Empresarial) », una organización de derecha, dedicada al astroturf (ver capítulo « Relaciones sociales y astroturfing » en Moscas en la telaraña), es decir, a crear « movimientos populares » falsos desde arriba, para servir los intereses de los de arriba. Berman inventó el «  Center for Consumer Freedom  », «  American Beverage Institute  » (en favor del consumo de alcohol), «  Employment Policy Institute Foundation  » (para beneficiar a los obreros), «  Center for Union Facts  » (para educar a los trabajadores sobre los males antidemocráticos de los sindicatos), entre otras organizaciones gremiales y proletarias.

El 30 de octubre de 2014, el New York Times publicó una confesión del poderoso señor Berman a un micrófono abierto : « La gente siempre me pregunta : ¿Cómo sé que no seré descubierto, que lo que hago tiene una intencionalidad política ? Es que todo lo que hacemos lo hacemos a través de organizaciones sin fines de lucro, las que están protegidas de cualquier obligación de revelar quiénes son sus donantes. Existe un anonimato total. La gente no sabe quién nos apoya ». También dejó escapar algunos consejos para manipular la opinión pública : « Se debe usar el humor para desacreditar o marginar a nuestros adversarios ». Como sabemos que el humor ya casi no existe en las redes sociales, a lo que seguramente se refería el nuevo Bernays era a la ridiculización del adversario. « Algunos dicen que somos helicópteros negros… En parte tienen razón. Nuestro trabajo es atacar la capacidad de operación de nuestros adversarios », reconoció Berman.

La libertad de presión se llama libertad de expresión y no incluye el derecho a saber.

Jorge Majfud] para Página12

Jorge Majfud (Uruguay) es escritor, arquitecto, doctor en Filosofía por la Universidad de Georgia y profesor de Literatura Latinoamericana y Pensamiento Hispánico en Jacksonville University, Estados Unidos. College of Arts and Sciences, Division of Humanities. Es autor de las novelas « La reina de América » (2001) ; « La ciudad de la Luna » (2009) y « Crisis » (2012), entre otros libros de ficción y ensayo. Twitter : www.twitter.com/majfud y « LA FRONTERA SALVAJE :
200 años de fanatismo anglosajón en América Latina ». Blog : Estudios Críticos

Por Andrés Piqueras Observatorio de la Crisis

A principios del siglo XIX el canciller austriaco von Metternich había propuesto la necesidad de instaurar un Concierto Europeo supranacional, por encima de los intereses de cada Estado, como método de defensa común contra las revoluciones. Las diferencias entre el Viejo Orden y el Nuevo que se iba asentando, lo impedirían en la práctica. Fuera de ello, la idea de una Europa Común ya en el siglo XX en realidad no es europea sino estadounidense. La estrategia de Washington tras la Segunda Guerra Mundial para asegurarse su dominio del mundo capitalista estuvo basada en la apertura de los mercados de trabajo europeos a su capital, y de los mercados en general a sus bienes industriales.

Algo en lo que se empeñó muy especialmente y obtuvo de la Alemania vencida, a la que impuso la total apertura de su economía a las mercancías norteamericanas y a su inversión externa directa. Después presionó para una integración de la Europa Occidental a través de tratados que garantizasen la apertura de la economía de cada país a las mercancías de los demás. De esta forma, desde su base alemana, los capitales industriales norteamericanos tendrían a su alcance la totalidad de mercados de la Europa Occidental.

Durante cerca de 30 años EEUU lideró indiscutiblemente el espacio político y económico unificado en que había convertido al hasta entonces conjunto disperso de potencias capitalistas. Sin embargo, a partir de los años 70 del siglo XX los EE.UU., tras desatar la segunda “globalización” (la primera había sido emprendida entre el último cuarto del siglo XIX y el primero del XX), inicia la carrera hacia el liderazgo mundial, rompiendo las reglas del juego con sus antiguos “socios” y financiarizando los entresijos económicos internacionales.

Es por ello que Europa se ve forzada a buscar su reacomodo ante la falta de reglas y el uso de la fuerza militar a conveniencia que presidirán la nueva dinámica hegemónica norteamericana tras la caída del Este.

Las clases dominantes europeas han ido dando los pasos pertinentes para aproximarse al modelo capitalista norteamericano (el más proclive a lo que se ha conocido como “capitalismo salvaje”).

Desde el Tratado de Maastricht de 1992 a la Cumbre de Lisboa de 2001, el rosario de cumbres y acuerdos o tratados que salpican esos 10 años responde a un cuidadoso plan de desregulación de los mercados de trabajo (lo que significa la paulatina destrucción de los derechos y conquistas laborales), de liberalización económica (en detrimento de la intervención de carácter social de los Estados y en beneficio del papel que éstos juegan a favor del gran capital), y de ruptura unilateral, en suma, de los “pactos de clase” que habían mantenido el equilibrio social en la larga postguerra europea, extremando e adelante las desigualdades tanto intra como intersocietales entre los países de la Unión.

La UE se ha venido conformando, pues, como la mayor expresión del capital oligopólico transnacional “financiero”, una vía para puentear los parlamentos y las instituciones locales, sustrayendo las decisiones e intereses del Gran Capital a las luchas de clase a escala estatal que forjaron las distintas expresiones nacionales de la correlación de fuerzas entre el Capital y el Trabajo.

Se trata de una construcción supraestatal destinada a mantener relaciones de desequilibrio entre sus partes, un sistema deficitario-superavitario diseñado para trasvasar riqueza colectiva de unos Estados (la mayoría) a unos pocos (sobre todo Alemania y su “hinterland” centroeuropeo), especialmente mediante el mecanismo de la moneda única.

Constituye el mayor ejemplo mundial de institucionalización del neoliberalismo a escala de un continente entero; el primer experimento de ingeniería social a escala regional o supraestatal en favor de la institucionalidad de las estructuras financieras de dominación.

Si la “Europa socialdemócrata” fue la mayor manifestación del reformismo capitalista cuando éste todavía impulsaba con vigor el desarrollo de las fuerzas productivas, hoy la Unión Europea es el primer experimento de ingeniería social a escala regional o supraestatal en favor de la institucionalidad de las estructuras financieras de dominación.

Supone en sí un cuidadoso plan de desregulación social de los mercados de trabajo y de las condiciones de ciudadanía, que se dota de todo un conjunto de disposiciones y requisitos, de toda una institucionalidad concebida y conformada para ser irreformable (pues requiere de unanimidades casi imposibles para que no sea así).

Se inspiraba la UE en la idea del “constitucionalismo económico” de finales de los pasados años 70, y desarrollada en los años 80 por la flor y nata del neoliberalismo (Buchanan, Milton Friedman, Hayek…) para restringir los poderes económicos, monetarios y fiscales de los gobiernos, “evitando que los gobernantes de turno pudieran tomar decisiones circunstanciales”, según su jerga, y que no quiere decir sino que tales decisiones pudieran estar influidas por las luchas populares. Se trataba, por tanto, de establecer determinados principios obligatorios, inamovibles, fuera quien fuese que llegara al gobierno en cada país.

Pero un derecho petrificado deja ser útil no sólo para las clases populares, sino llegado un punto también para la propia clase capitalista. Así cuando ésta ha querido aumentar aún más el grado de explotación social y ambiental o la “financiarización” de las economías, ha tenido que recurrir a puentear a la propia UE, creando nuevas instancias de eso que ellos llaman “gobernanza”, en definitiva, estructuras de poder dual respecto de la Unión.

Así, por ejemplo, el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza de la Unión Económica y Monetaria, para consolidar la penetración financiera de los Estados, y el Mecanismo Europeo de Estabilidad, para asegurar los Programas de Ajuste Estructural que garanticen el pago de las deudas en favor del gran capital a interés global acreedor y en detrimento de las condiciones sociales, laborales y, en conjunto, de “seguridad social”, de las poblaciones de los respectivos Estados (ver sobre estas cuestiones, Albert Noguera, El sujeto constituyente. Entre lo viejo y lo nuevo. Trotta. Madrid).

De hecho, si hace falta, se modifican las propias constituciones, de manera que sea “anticonstitucional” intentar cambiar la falta de soberanía nacional, como el tándem PP-PSOE demostró al meter mano al artículo 135, subordinando los derechos sociales reconocidos en la constitución española al pago de la deuda externa.

Ese complicado entramado de blindaje va, por tanto, de la mano de un sistemático debilitamiento de las capacidades de regulación social expresadas a través del Estado, para debilitar todas las opciones democráticas que las poblaciones pudieran conseguir para defenderse.

La des-substanciación de las instituciones de representación popular está garantizada desde el momento en que las decisiones parlamentarias estatales quedan subordinadas a los marcos dictatoriales dados por la UE sobre inflación, déficit presupuestario, deuda pública o tipos de interés, por ejemplo.

Pero el Eje Anglosajón (EEUU + Inglaterra) más la Red Sionista Mundial obligan a Europa a ir más allá en su (auto-)destrucción.

Autodestrucción forzada de Europa

“Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha apostado por la integración militar, política y económica de los países de Europa y Japón en un bloque que controla. A través de la estructura OTAN+, Estados Unidos se aseguró un dominio militar completo dentro del grupo imperialista, desplegando muchas bases militares en…

países derrotados en la Segunda Guerra Mundial, como en Japón (120), Alemania (119) e Italia (45). Esta última alberga a más de 12.000 militares estadounidenses.

Tras la caída de la Unión Soviética y la posterior reunificación de Alemania, la burguesía alemana codiciaba los mercados y la energía de bajo coste de Rusia. Deseaba establecer lazos económicos con Rusia, pero sólo mientras ellos y sus compatriotas franceses pudieran mantener su dominio sin trabas del proyecto europeo, que habían mantenido desde la Segunda Guerra Mundial. Esto significaba establecer dichos lazos, pero excluyendo a los dirigentes políticos rusos de cualquier participación en pie de igualdad en los asuntos, decisiones o estructuras políticas de Europa.

A su vez, la estrategia estadounidense había consistido en evitar cualquier relación estratégica entre Rusia y Alemania, ya que su fuerza combinada crearía un formidable competidor económico en Europa.” (1)

En realidad, este objetivo forma parte del Eje Anglosajón desde el siglo XIX: impedir a toda costa, y digo a “toda costa” con lo que eso significa (asedio, ofensivas económicas y diplomáticas, guerras mundiales, guerra hoy en Ucrania, voladura de los conductos gasíferos, sanciones, golpes de Estado…), que Eurasia pueda constituirse en una entidad política, geoestratégicamente entrelazada. Eso sería el fin de la dominación anglosajona del mundo.

Ahora bien, ¿por qué la clase capitalista industrial alemana acepta hoy que le corten el cuello? Para empezar, hay que insistir en que Alemania es un país ocupado militarmente por EEUU, con miles de tropas y armamento nuclear.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta eso que se ha llamado “financiarización de la economía” dentro del capitalismo actual, y que no es sino una alusión a la importancia que cobra la forma autonomizada del capital dinero como capital a interés ficticio en la dinámica de acumulación del capital, lo que supone que las finanzas pasen de jugar un papel importante pero intermediario para la producción, a asumir la responsabilidad del crecimiento mediante una función parasitaria, focalizada principalmente en la extracción rentista.

Se trata de un dinero que busca reproducirse a sí mismo por fuera del capital productivo como capital industrial (es decir, más allá de la generación de nuevo valor como plusvalor), pero que también, y este es el gran juego de la economía capitalista cuando las cosas van mal, puede hacer las veces de dinero-capital, listo para engrasar de nuevo los ejes de aquélla, como si procediera de la valorización del trabajo humano (de ahí su creciente “ficción” y la de la economía que sustenta, aunque pueda hacerla seguir funcionando, a pesar de todo y de los problemas que va acumulando.

Es algo substancialmente diferente de una fase financiera del capital y tiene consecuencias mucho más profundas. Se ha perfilado como un colosal mecanismo de disciplinamiento social, de expropiación universal y de gubernamentalización de las exigencias cada vez más parasitarias del capital.

Así, al menos en las cuatro últimas décadas la capacidad del capital para desmaterializarse y moverse en tiempo instantáneo a escala planetaria en un número creciente de formas, como acciones, pagarés, bonos, bienes inmuebles, bienes raíces y una gran variedad de derivados, especulación sobre alimentos, monedas, energía, incluso el agua, etc., permite a la clase capitalista realizar todo tipo de ganancias usureras y especulativas a corto, medio y largo plazo.

Mucho de todo ese complejo financiero se va centralizando en los grandes fondos de inversión o “fondos buitre” (Vanguard, State Street, Blackrock, entre los más destacados), que a su vez están participados por miríadas de capitales privados de muy distinta procedencia (aunque dominados por personajes y corporaciones privadas sobre todo sionistas). De esta forma tenemos que una empresa alemana que sale a bolsa puede hacerlo tanto en la bolsa estadounidense como en la alemana. Con el tiempo, los accionistas originales de esta empresa pueden vender sus acciones, que ahora cotizan en bolsa. Ya no dependen de la gestión de su patrimonio a través de su inversión en una empresa.

En lugar de ello, contratan a gestores de patrimonio, ya sea a través de empresas como Goldman Sachs o de sus propios asesores, que a su vez invierten los ingresos en efectivo de la venta de acciones. A muchos capitalistas, sus asesores les harán invertir bastante más del 50% de su cartera en la bolsa estadounidense, que se erigió tras los años 80 del siglo pasado en la “atractora” mundial del capital a interés especulativo parasitario.

Las consecuencias económicas, políticas y sociales de este cambio en los mercados de capitales y en la propiedad son enormes. Este nuevo capitalista global —antes «alemán»— se comporta de forma muy parecida a sus homólogos franceses, ingleses, suecos o estadounidenses.

Por lo que este nivel de integración del capital conlleva su desnacionalización, lo que refuerza finalmente la preponderancia de eso que llaman “capital financiero” estadounidense, y por consiguiente, el poder político de Estados Unidos.

“La situación actual de Alemania ilustra claramente la eficacia de este proceso de integración y consolidación económica por parte de Estados Unidos. Según datos de IHS Markit de 2020, sólo el 13,3% del valor del mercado bursátil alemán pertenece a alemanes, mientras que los inversionistas de Norteamérica y el Reino Unido poseen el 58,3% (…) Las principales empresas de la economía alemana no son primordialmente propiedad de alemanes. El valor agregado industrial de Alemania ha descendido del 9% mundial a poco más del 6% en los últimos 18 años. (…)

La pérdida de la energía barata rusa y su adaptación al desacoplamiento con gestión de riesgos serán probablemente desastrosas para su competitividad internacional. En 2022, la inversión extranjera directa (IED) en Alemania disminuyó un 50,4% interanual. (…) En el transcurso de 15 trimestres, a partir del tercer trimestre de 2019, el PIB de Alemania aumentó un mísero 0,6% en total, a precios constantes…” (2)

Esto se traduce para Alemania en una falta de voluntad política soberana y en la aceptación de que su clase capitalista industrial se corte las venas.

“El colapso de la «voluntad nacional», la voluntad de seguir un camino que corresponda a sus intereses capitalistas nacionales, demostrada por Alemania en el contexto de la guerra en Ucrania, muestra que Alemania ha sido derrotada por tercera vez desde principios del siglo XX (…) Estados Unidos seguirá privando a la burguesía alemana de todas las opciones importantes para afirmar posiciones políticas independientes.

Con la ayuda de los vínculos de propiedad del capital que hemos descrito, la burguesía alemana se enfrentará a la subsunción absoluta de las opciones de acción del capital alemán bajo la égida estadounidense. La hostilidad hacia Rusia actúa como motor de la subordinación de Europa a Estados Unidos y como pérdida de cualquier posibilidad de desarrollo independiente.” (3)

La desindustrialización de los centros del Sistema Mundial capitalista y especialmente del Eje Anglosajón ha venido cobrando existencia desde hace décadas, en favor del Mundo Emergente.

Faltaba, sin embargo, Alemania y su hinterland más próximo. El Eje Anglosajón busca eliminar esa competencia, y la del conjunto de la UE, al tiempo que abortaba la posibilidad de la vinculación infraestructural, económica y política de Eurasia. Las sanciones a Rusia se han convertido en un elemento estelar para ese objetivo.

Todo lo cual para Europa en su conjunto tiene unos costos energéticos y económicos de enorme gravedad, que está reportando cuantiosas pérdidas en sus sectores primario e industrial y, en general, la desarticulación de sus economías, con el consiguiente desmontaje de su “capitalismo social” (eso que en otros tiempos llamaron “Estado del Bienestar”). Circunstancia que además de causar el paulatino arruinamiento de sus poblaciones, está tensionando a la propia UE, por ejemplo, hasta el punto de que pronto podría fragmentarse.

Todos sabemos que Alemania no sólo ha sido y es “la locomotora” de Europa, como nos insisten si cesar en los grandes media, sino que también lleva la dirección vicaria de la misma (vicaria de EEUU). Eso quiere decir que si Alemania se entrega con todos los pertrechos y bagajes a EEUU, todos los demás países europeos subalternos, sin soberanía alguna, también. Francia fue la única excepción europea, con su orgulloso “gaullismo”, pero desde la llegada de Sarkozy, cuando De Villepin y los gaullistas fueron derrotados, entrega también su política exterior.

Hoy Macron es uno de los principales guerreristas contra Rusia y acaba de proponer -ante la evidente y por otra parte irremediable derrota de Ucrania- en la muy reciente reunión de París (de 26 de febrero de 2024), con más de 20 dirigentes de la OTAN y su brazo político, la UE, la posibilidad del envío de tropas de la OTAN al campo de batalla ucraniano.

Es decir, parece que los subalternos líderes europeos contemplan dar un paso más en la escalada bélica, convirtiendo de nuevo a Europa en un terrorífico campo de guerra en favor del sostenimiento del liderazgo mundial de EEUU.

En general, como vengo diciendo, la otanización del conjunto de Europa (la del Este en sus formas más agresivas) pasa también por “americanizar” la economía y la sociedad europeas, lo que es sinónimo de completar su conversión al capitalismo salvaje. La UE y su Constitución y Tratados se vienen encargando de ello.

La sumisión europea está claramente completada y exhibida con la guerra proxy en Ucrania del Eje Anglosajón y la Red Sionista Mundial contra Rusia, donde una nueva inmolación europea cobra tintes cada vez más probables.

Ante todo ello, la pregunta que queda por plantearse es si están dispuestos a llegar al enfrentamiento nuclear.

Las declaraciones, amenazas y avisos a sus propias poblaciones de los distintos ministros de la guerra europeos, parecen ominosamente mostrar que es así.

Sea como fuere, y ante estas dramáticas circunstancias, cualquier izquierda ya no sólo mínimamente alternativa, sino con una décima de honradez coherente, debería tener muy claro que romper con la UE deviene vital para poder salvar algunas de las bases sociales de nuestras sociedades y que romper con la OTAN es básico para la propia supervivencia.

Cualquier visión o esperanza de mejora social y de “bienestar económico” dentro de la férula de esas instituciones constituye un tremendo autoengaño, cuando no deliberado colaboracionismo para la destrucción de las sociedades.

Notas

(1) Hiperimperialismo: Una nueva etapa decadente y peligrosa (thetricontinental.org)

(2) Ibid.

(3) Ibid.

FUENTE CEPRID

Por Miguel Barrios (*)

Si la política es la relación del hombre con el hombre en su conjunto, es siempre “localizada” en espacios concretos. El hombre es un ser social, histórico, cultural de trascendencia espiritual, de naturaleza terrestre, por lo que hace naturalmente “geopolítica” aunque sea de modo no explicito.

No hay historia sino en espacios, lo que no impide que haya personas o comunidades que “cuenten” la historia con una gran desatención de los espacios. Pero la historia no es tiempo, sino espacio y tiempo, los tiempos solos son muy abstractos, tanto que la geopolítica es anterior a la “geografía”.

La cultura latinoamericana, el pueblo latinoamericano, para su autoconciencia también requiere gestar su “conciencia geopolítica”, mediante la unión.

Por ello, en tiempos de decadencia y agotamiento y casi segura implosión de nuestros sistemas políticos, y que a través del engendro Milei acelera la descomposición con un relato neomitrista, lo más urgente es reiniciar un nuevo revisionismo continentalista para orientarnos en la brújula de una estratégica periodización del pensamiento geopolítico latinoamericano unionista.

Esto es más urgente aún, porque la Argentina se puede convertir en un modelo colonial para el siglo XXI bajo el gobierno de la auténtica casta financiera local-globalista que gobierna nuestro sistema político y de la cuál Milei, paradójicamente es su representante. Y lo más grave, en un proceso de mutación del sistema mundo aún no nítido de una unimultipolaridad a una multipolaridad de matriz imperial. La multipolaridad o unipolaridad sin integración nos lleva al abismo igualmente, aunque la ignorancia o alineamiento ideológico acrítico de este gobierno lo lleva a desconocer totalmente lo dicho.

En este sentido, con el fin de ser sencillos y didácticos, resaltaremos los siguientes momentos del pensamiento político latinoamericano:

1- El Proyecto Liberador.

Se trata de las ideas que surgen con motivo de las independencias latinoamericanas o “guerras civiles”. Para nosotros la partida de nacimiento constituye la “Carta a los españoles americanos” del jesuita peruano Juan Pablo Vizcardo y Guzmán en 1792 quién pronuncia por primera vez allí, la existencia de “una Patria”. En esta etapa se destacan la generación de los unificadores sintetizadas en la figura de los Libertadores José de San Martin y Simón Bolívar, la concepción de soberanía cultural del Maestro del Libertador Bolívar, don Simón Rodríguez, la concepción revolucionaria de Bernardo de Monteagudo, y la acción social y política de los curas Morelos e Hidalgo y la figura gigantesca en la liberación social del haitiano Alexander Petión.

2- Los proyectos de Confederación

De Artigas, la “Nación de Repúblicas” de Bolívar o la idea de unidad centroamericana de Morazán.

3- La idea de resistencia a los imperios.

Desde la figura del último libertador José Martí (héroe de la independencia y Cónsul de Argentina, Paraguay y Uruguay-hecho desconocido y que debemos revitalizar) al anunciador de la Patria Grande (con la incorporación de la América de variante portuguesa) del socialista católico nacional Manuel Ugarte y de la generación del 900.

4- Los Líderes Populares.

Se trata de los liderazgos de los movimientos nacionales populares que promueven la industrialización, la democratización y la integración. Juan Domingo Perón y Getulio Vargas y Carlos Ibáñez plantean el Nuevo ABC. Y Perón es el primer teórico y político del continentalismo en la fase previa al universalismo.

Manuel Ugarte será su Embajador en México y primer Embajador argentino en Cuba y Nicaragua de nuestra historia diplomática

5- Los movimientos de resistencia cultural.

El revisionismo histórico rioplatense con Luis Alberto de Herrera, Víctor Haedo, Methól Ferré, Vivian Trías, Jorge Abelardo Ramos, Hernández Arregui, Carlos Montenegro, José María Rosa, Gabriela Mistral, Helio Jaguaribe, Celso Furtado, Paulo Freire, Darcy Ribeiro. La Teología Latinoamericana con Helder Cámara, la Filosofía de la Liberación con Leopoldo Zea, la Teoría de la Dependencia con Theotonio Dos Santos o el Realismo Mágico Latinoamericano con García Márquez, Octavio Paz, Roa Bastos o Carlos Fuentes.

Es una constelación aún todavía no percibida en su hondura.

6- La etapa de los movimientos nacionales post consenso de Washington.

Simbolizada en el Mercosur, la UNASUR y la CELAC como ensamblaje ante el neoliberalismo.

El objetivo es redescubrir el ser latinoamericano. América Latina es un todo que no sabe totalizarse. Únicamente un pensamiento político de la integración conlleva a una ciudadanía regional hacia un Estado continental, para afrontar tal vez la etapa más difícil de nuestra historia.

El dilema es Patria Grande o la nada.

(*) Dr. Miguel Ángel Barrios Politólogo, Sociólogo e Historiador Miembro de Dossier Geopolitico

Autor de más de 20 obras de historia y política de América Latina

Dr Miguel A. Barrios

A partir del 29/12/2023 tenemos un acuerdo de difusión de los trabajos de Dossier Geopolítico en el Canal de Telegram (originado en Moscú) de «Nuestra América» [ Metapolítica. Filosofía política. Antiglobalismo. El objetivo de este canal es analizar la base ideológica de América Latina, como parte del mundo multipolar. Publicamos noticias y opiniones que son importantes para la formación de un polo]

https://t.me/nuestraamerica

Lo que fortalece la expansión de nuestros análisis y aportes a la temática geopolítica mundial que generamos.

Lic. Carlos Pereyra Mele
Director de Dossier Geopolitico 

Carlos Pereyra Mele Especialista en Geopolítica – Director de Dossier Geopolítico entrevistado por Luis Moro para el programa Punto de Partida

Henry Kissinger y la política internacional de Estados Unidos

kissinger : pragmatismo con la URSS, doctrina Monroe y balcanización, como ejes

Estudiar a Kissinger a partir de particularidades es un error, fue un ejecutor de la geopolítica norteamericana.

La política internacional de USA con Henry Kissinger, fue constante y consecuente, más allá de los métodos o formalismos.

Kissinger defendió como pocos los principios imperialistas de política exterior, con amplios recursos, cinismo e inteligencia.

Los imperialistas no luchan por principios políticos sino por mercados, colonias, materias primas, la hegemonía sobre el mundo.

A la OTAN no le interesa dialogar con una nación fuerte. Mientras más débil, mejor a sus intereses. Podrá sacar mejor tajada.

La política exterior estadounidense se basa en primer lugar en la imposición del libre comercio.

USA promueve el libre comercio para consolidar su burguesía nacional, e impedir el desarrollo de la industria en otras naciones.

Al impedir el desarrollo industrial de otros países, USA limita las posibilidades de aumentar otros poderes soberanos.

Industrialización es poder en términos geopolíticos.

La política internacional de Kissinger promovió la fragmentación cultural, política, económica, y territorial de las naciones subdesarrolladas.

No se puede entender la política interna, sin comprender el paraguas de la geopolítica que la cubre. Es un ejercicio irreal.

Dossier Geopolítico está conformado por profesionales de las relaciones internacionales, la Defensa, la Seguridad.

El objetivo de Dossier Geopolítico es enriquecer un nuevo espacio de conocimiento Geopolítico

Argentina tiene un desafío importante para aprovechar sus capacidades en este contexto geopolítico mundial

Por Jiang Shixue*

Algunas personas han descubierto que la mayoría de los países desarrollados del mundo están en el hemisferio norte y la mayoría de los países en desarrollo están en el hemisferio sur. Por tanto, norte es sinónimo de países desarrollados y sur es idéntico a países en desarrollo. Y las relaciones norte-sur se dan entre países desarrollados y países en desarrollo, mientras la cooperación sur-sur es entre países en desarrollo. Este entendimiento se ha convertido en consenso internacional. Incluso Deng Xiaoping dijo a mediados de la década de 1980 que el orden internacional se caracterizaba por cuatro palabras: este y oeste, y norte y sur, lo que significa que la relación este-oeste se refiere a la que se produce entre países desarrollados y en desarrollo, y la relación norte-sur ocurre entre países socialistas y países capitalistas.

Además de la palabra sur, existe la expresión sur global, que ha aparecido en el círculo académico y los medios de comunicación de todo el mundo. La locución fue acuñada por el activista político estadunidense Carl Oglesby (1935-2011), cuando publicó en 1969 un artículo sobre la guerra de Vietnam en la revista católica Commonwealth. Argumentó que la guerra de Vietnam fue el resultado inevitable de cientos de años de dominio del sur global por el norte global.

Lo sorprendente es que, después de entrar en 2023, el sur global haya atraído una atención sin precedente por muchas personas, tanto a escala internacional como en China. La popularidad de esa expresión puede estar relacionada con las siguientes tres conferencias: la primera fue la Cumbre de la voz del sur global, en India (6/1/23). El anfitrión invitó a 120 países, excluyendo a China. La segunda fue la Conferencia de seguridad de Múnich (17-19/2/23), cuyo panel de discusión se tituló Recalibrando la brújula: cooperación sur-norte. La tercera fue la cumbre del G7 en Hiroshima, Japón (5/23). Este encuentro estableció dos agendas, una de las cuales fue el acercamiento al sur global. Algunos países en desarrollo asistieron a esta cumbre, y en esta oportunidad tampoco fue invitada China.

Pese a la exageración de la frase sur global, hay que señalar que no existe un consenso sobre su definición. Mientras algunos creen que ocurre lo mismo al expresarse acerca del sur, es decir, los países en desarrollo, los países subdesarrollados, los países pobres o los países atrasados; otros sostienen que, al igual que la anticuada frase tercer mundo, mantiene una fuerte connotación política, que refleja la naturaleza del orden mundial dividido entre los países desarrollados y en desarrollo. Otros más tienden a decir que mientras los países en desarrollo reflejan su individualidad, el sur global les presta más atención como un cuerpo colectivo y también resalta los múltiples impactos de la globalización en los países en desarrollo.

Precisamente debido a la falta de un consenso general la gente a menudo aplica el concepto de sur global siguiendo caprichos propios o la interpreta según su comprensión como la definición del término.

Sin importar si la carencia de una definición bien reconocida conduce a confusión y desconcierto académico, es necesario señalar que algunos países, Estados Unidos, en particular, desean expulsar a China de la familia del sur global. De hecho, ya cuando Trump estaba en el poder, Estados Unidos ya había dicho que China no es un país en desarrollo. Por ejemplo, en el Memorando presidencial sobre la reforma del estatus de los países en desarrollo en la Organización Mundial del Comercio (26/7/19), Estados Unidos anunció que nunca aceptó el reclamo de China de tener el estatus de país en desarrollo.

Vale la pena resaltar que las motivaciones de Estados Unidos no surten mayor efecto debido a que el estatus internacional de determinado país no lo deciden unas pocas naciones, sino la comunidad internacional conjunta. En su informe titulado Forjar un sur global (19/12/04), el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ya había incluido a China en la lista del sur global, que comprende más de 130 países en desarrollo.

Es cierto que, a medida que su economía crece rápidamente, el estatus internacional de China ha aumentado cada día. Pero la identidad de China como país en desarrollo no ha cambiado. Según la reciente clasificación por ingresos del Banco Mundial, por ejemplo, China aún está debajo del umbral del grupo de ingresos altos (INB per cápita de 13 mil 846 dólares o más). Aun en el futuro previsible, China seguirá siendo miembro de la gran familia de países en desarrollo y seguirá contribuyendo a la prosperidad común de los mismos mediante la promoción de la cooperación sur-sur. Por tanto, el concepto y aplicación del sur global dejando a China a un lado es una seudo hipótesis o una falsa proposición.

*Profesor distinguido. Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad de Estudios Internacionales de Sichuan

LA JORNADA

FUENTE: https://www.nodal.am/2023/11/el-sur-global-sin-china-es-una-seudohipotesis-por-jiang-shixue/ 

Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor/autora y no representan necesariamente la posición de Dossier Geopolitico

A los cinco frentes políticos, económicos y militares que ya tiene abiertos la Casa Blanca pretende ahora agregar uno más en el Continente Americano.

POR EDUARDO J. VIOR que autoriza su publicacion en Dossier Geopolitico

¿Cuánto tiempo más pueden sostener los Estados Unidos la acumulación de frentes de conflicto abiertos por el gobierno de Joe Biden? Involucró a Rusia en una guerra en Ucrania que hoy sabe perdida, permitió el ataque a Israel, sigue provocando a China en el este y sureste de Asia, mientras agudiza un conflicto económico con la potencia asiática que daña a toda la economía mundial y radicaliza la confrontación interna. Como si esto fuera poco, algunos días antes de la elección argentina del 22 de octubre la jefa del Comando Sur volvió a alertar contra el “peligro chino” en el hemisferio occidental. EE.UU. sigue siendo la primera potencia militar mundial, pero se ha involucrado en demasiados frentes a la vez y está debilitado por la división de su propio frente interno.

Estados Unidos tiene abiertos cinco frentes de conflicto sin posibilidad de triunfar en ninguno. Dos de los frentes abiertos por Washington están activos con Rusia (por la hegemonía y la carrera militar) y China (por Taiwán y por la guerra comercial). Otros dos frentes son el conflicto de Israel y Palestina y el de Ucrania, y el quinto frente es el que tiene lugar en el interior de Estados UnidosSu política y sociedad están profundamente divididas por ideologías y visiones del país y el mundo incongruentes e irreconciliables. Este es, quizás, el conflicto más grave.

Desde que la resistencia palestina unida lanzó su ataque contra Israel el pasado 7 de octubre, el Pentágono ha organizado un puente aéreo para el suministro de material de guerra a Tel Aviv, pero también ha enviado 20 aviones a Chipre y Jordania ha recibido 15 aviones de transporte y dos escuadrillas de aeronaves para fuerzas aerotransportadas y fuerzas especiales. Esos efectivos se agregan a los dos grupos aeronavales en torno a portaaviones que el Pentágono envió inicialmente a la región.

Al retornar de su viaje a Israel, el presidente Joe Biden reafirmó el apoyo norteamericano  a la independencia de ese Estado, pero en repetidas ocasiones advirtió que debía respetar a la población civil de Gaza y, más recientemente, abogó por la erección de un Estado palestino independiente como única solución para el conflicto.

Aparentemente, Washington presiona para que Israel no invada masivamente la Franja, en primer lugar, porque quiere ganar tiempo para extender la guerra a Siria, a la que acusa de permitir el tránsito de armas iraníes para Hezbolá, aunque dar batalla allí implicaría chocar con Rusia. Después de tres semanas de guerra, en las que Israel ha bombardeado permanentemente el territorio, habiendo matado a cerca de 10.000 civiles (muchos más permanecen sepultados bajo los escombros), de los cuales 3.500 eran niños y herido a varias decenas de miles de civiles, recién este martes Israel se ha atrevido a mandar una gran columna de blindados al norte de la Franja de Gaza tras varios intentos anteriores frustrados por la resistencia. Por primera vez, en todo el mundo se multiplica el reclamo, para que los dirigentes israelíes sean sometidos a juicio por cometer crímenes de lesa humanidad.

No obstante la cantidad enorme de pérdidas humanas, el ejército israelí todavía no ha alcanzado ningún objetivo militar relevante, mientras que las milicias gazatíes no dejan de bombardear el sur de Israel y hasta Tel Aviv. En tanto, en Cisjordania ocupada se multiplican las manifestaciones y ataques a militares y colonos. En la frontera con Líbano, por su parte, Hezbolá bombardea sistemáticamente las instalaciones de escucha y los radares israelíes, para “cegar” a su oponente, pero mantiene una contención significativa.

Israel sabe que no puede triunfar en el campo de batalla. ¿Para qué, entonces, tal masacre de inocentes? La razón hay que buscarla en el mar: en las aguas territoriales de Gaza comienza un gigantesco campo gasífero que se extiende a lo largo del litoral israelí hasta la mitad de la costa libanesa y que EE.UU., Turquía e Israel ambicionan. Algunos miembros de la coalición derechista-ultraderechista que gobierna en Tel Aviv ya han anunciado su intención de desplazar a un millón de palestinos de la mitad norte de la Franja, para anexarla y luego explotar el yacimiento.

Aunque no quiere una ocupación permanente de la Franja, a la elite norteamericana le conviene que en Asia Occidental se produzca una guerra controlada que se prolongue por cierto tiempo, primero, para desplazar a Ucrania de las pantallas televisivas, segundo, para justificar el pedido al Congreso de nuevas partidas presupuestarias para armamentos, tercero, para acceder a la explotación del gas en el Mediterráneo Oriental y, cuarto, para llegar a las elecciones de noviembre de 2024 con algo que mostrar al electorado.

Sin embargo, norteamericanos e israelíes han hecho las cuentas sin el dueño del supermercado. Por una parte, con su ataque a la Franja Israel ha conseguido una unidad nacional de los palestinos como no se veía desde el asesinato de Yasser Arafat. Frente a una sociedad israelí profundamente fracturada, esta unidad implica una ventaja estratégica considerable. Por otra parte, Rusia y China han desarrollado en el último año y medio una estrecha cooperación. Moscú es el gran protector del gobierno sirio y tiene una sólida alianza militar y económica con Irán. China, en tanto, es aliada militar de Irán y está desarrollando una fuerte integración económica con Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Catar. Además, tanto Teherán como Riad y Dubai serán miembros de BRICS11 a partir de enero próximo.

Estados Unidos tiene abiertos cinco frentes de conflicto sin posibilidad de triunfar en ninguno
Estados Unidos tiene abiertos cinco frentes de conflicto sin posibilidad de triunfar en ninguno

Ante este nuevo sistema de alianzas EE.UU. ha perdido el control sobre el petróleo mediooriental. Sólo le quedan su ocupación sobre el este de Siria, donde saquea impunemente los pozos de propiedad de ese país, y los yacimientos iraquíes. En ambos estados sus fuerzas están siendo hostigadas por las milicias coordinadas en el Eje de la Resistencia. Éste es, empero, sólo un aspecto de la emboscada de Moscú y Pekín en la que cayeron los occidentales.

Al mismo tiempo, para anular la presencia de los grupos navales norteamericanos en el Mediterráneo Oriental, Rusia ha mandado una escuadrilla aérea armada con cohetes hipersónicos Kinzhal a sobrevolar las aguas internacionales del Mar Negro. Desde allí, avisó el presidente Putin, estos cohetes pueden alcanzar los portaaviones estadounidenses en el Mediterráneo en un plazo de dos a tres minutos. Convergentemente, los silenciadores rusos instalados en la base naval de Tartus, en el norte de Siria, pueden “cegar” los radares y los sistemas de navegación estadounidenses en una vasta región adyacente. Por último y no casualmente Rusia ensayó el miércoles 25 un ataque nuclear en un ejercicio supervisado por Putin horas después de que el parlamento ruso rescindiera la adhesión al tratado de prohibición global de ensayos nucleares (TPCE, por su nombre en inglés).

De todos modos, el arma principal de los rusos, los chinos y sus aliados es el petróleo. Para obligar a Israel y Occidente a negociar, la OPEP+ puede aumentar el precio del fluido que vende a Occidente arriba de los 100 dólares o reducir el abastecimiento con el mismo efecto.

El bloque euroasiático ha encerrado a su contrincante en un dilema: si expande la guerra en Asia Occidental, chocará con Rusia e Irán y arriesgará un gigantesco bloqueo petrolero que puede destruir las economías occidentales. Si, en cambio, se aviene a una negociación, hará colapsar el gobierno israelí y provocará allí el caos. Además, debería reconocer la independencia palestina y la erección de un Estado en Gaza y los territorios ocupados.

Sin embargo, ni Israel ni EE.UU. son los mayores perdedores de la guerra en Gaza, sino el gobierno ucraniano. Los legisladores norteamericanos ya no quieren votar nuevas partidas de ayuda a Ucrania. El gobierno de Joe Biden pidió al Congreso que apruebe una partida de 106 mil millones de dólares para Ucrania e Israel, pero los republicanos que controlan la Cámara de Representantes quieren desdoblar la votación, para no mandar nada a Kiev.

La situación en el campo de batalla tampoco favorece la generosidad de los legisladores. A pesar de que pequeñas unidades ucranianas pudieron establecer dos o tres cabezas de puente al este del río Dnieper, en el suroeste, su publicitada contraofensiva en el sur ha fracasado y en Avdiivka, cerca de la capital regional Donetsk, las fuerzas rusas amenazan con encerrar a sus oponentes en un bolsón. Más al norte, al oeste de Artiomovsk (Bajmut) y en Kupiansk, el ejército ruso avanza lentamente. Si bien esta guerra es de desgaste para ambas partes, Rusia está siendo aprovisionada con municiones por Irán y Corea del Norte, mientras que los suministros occidentales para Ucrania se van reduciendo. Ahora, si el Congreso norteamericano niega los fondos, los días de Zelenski y su grupo están contados.

No obstante este cuadro de situación, han aparecido algunos indicios de que la dirigencia norteamericana comienza a entender su precaria situación. Por primera vez este domingo una fuerte delegación de Washington concurrirá a la Exposición Internacional de Exportaciones de China (CIIE, por su nombre en inglés), una feria anual que reúne en Shanghai a expositores de todo el mundo. La República Popular viene advirtiendo desde hace varios años contra la política de desacople del gobierno Biden y llamando a separar los negocios de la política. Esta concurrencia parece darle la razón. No resuelve el entredicho por la ambición secesionista del liderazgo taiwanés ni evita las provocaciones navales norteamericanas, pero crea por lo menos un espacio de intercambio pacífico.

No obstante, es demasiado temprano para hablar de un deshielo en la relación entre ambas potencias, ya que los lineamientos de la política exterior estadounidense que diferencian entre la amenaza “aguda” de Rusia y la amenaza “estructural” planteada por China siguen vigentes.

La situación de EE.UU. se agrava por el amotinamiento de diplomáticos y funcionarios del Congreso. A raíz de la sonora dimisión hace dos semanas del subsecretario para Asuntos Político-Militares del Departamento de Estado, Josh Paul, en el organismo se ha desatado un “motín” de funcionarios contra Tom Sullivan, vicejefe de la oficina del secretario de Estado y hermano del consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan. Este funcionario parece ser especialmente despótico y arbitrario y no prestar atención al asesoramiento de funcionarios de carrera con larga experiencia, lo que suscitó la reacción de los diplomáticos. Al mismo tiempo, 411 empleados del Congreso, todos miembros de las comunidades judía y musulmana, firmaron juntos una petición, para que los congresistas promuevan un cese de hostilidades inmediato en Gaza. “Como musulmanes y judíos estamos cansados de revivir los temores generacionales de genocidio y de limpieza étnica”, resalta la petición.

La minoría musulmana estadounidense (4,5 millones de personas) rechaza cualquier apoyo al presidente Joe Biden y, aunque sólo representa un 1% de la población estadounidense, podría impedir la reelección del presidente. Por su parte, la minoría judía estadounidense, no mucho más numerosa (6 millones de personas), se opone a que la Casa Blanca sostenga a Benyamin Netanyahu. Sin embargo, ninguna de las dos minorías puede contrapesar la influencia de los cristianos sionistas (20 millones de personas) que alientan la concentración de todos los judíos en Palestina para dar la batalla final (el Armagedón) del Bien contra el Mal.

En este contexto, no se entiende que la jefa del Comando Sur del US-Army siga tratando de provocar un incendio en América Latina y el Caribe. El pasado 19 de octubre la teniente generala Laura Richardson fue entrevistada en la Universidad de Miami por Susan Segal, presidenta de la American Society (AS)-Consejo de las Américas (COA, por su nombre en inglés) financiada por la Fundación Rockefeller y las 200 compañías norteamericanas con los mayores negocios en América Latina y el Caribe. Allí la generala insistió en sus conocidas denuncias contra la acumulación de poder militar sin precedentes que China estaría adquiriendo en el continente.

Desde que gobierna Joe Biden la Casa Blanca no ha hecho más que multiplicar los conflictos dentro y fuera del país sin solucionar ninguno. Ahora experimenta el síndrome de la manta corta: si tira de un lado, se destapa del otro. Quizás sea, entonces, una señal de realismo el que EE.UU. haya propuesto a Rusia retomar el diálogo estratégico. Por lo pronto Moscú ha reaccionado con indiferencia ante la propuesta, pero no desvaloriza el gesto. Quiere ver, si el gobierno de Biden realmente entendió su situación comprometida o si sólo quiere ganar tiempo. Obviamente, la Casa Blanca comprende que debe retirarse de Ucrania y ceder posiciones en Asia Occidental, pero quiere cobrar su retirada lo más caro posible.

Por ahora Washington sólo presiona al gobierno de Netanyahu, para que limite sus operaciones en Gaza, pero el primer ministro tiene su suerte atada a la alianza con la ultraderecha y persiste en el propósito de anexar el norte de la Franja y Cisjordania, expulsando a los palestinos. Si sigue avanzando en esta dirección, empero, desatará una guerra regional de proporciones. Si pretende controlar la crisis, la Casa Blanca va a tener que derrocar al primer ministro y negociar con Rusia e Irán en medio del consecuente caos que se produciría en Israel.

Por el contrario, Moscú puede presentarse como el mejor pacificador gracias a las buenas relaciones que mantiene con todos los actores clave (Israel, Hamas, Irán y otros estados de la región), pero sus buenos oficios van a costar a su oponente el tener que aceptar una negociación que abarque todos los temas y las áreas en conflicto.

Es dudoso que esta eventual distensión calme inmediatamente el conflicto en Asia Oriental ni disminuya el intervencionismo norteamericano en América Latina, pero seguramente alentará la presencia de China en Asia Occidental y agudizará el conflicto interno en Estados Unidos. Hasta tanto el grupo dirigente en Washington no se haga cargo de los reales problemas de su país y de su debilidad relativa, el despliegue excesivo de su poder en el mundo lo encerrará en el dilema de arriesgar una guerra mundial que destruiría el planeta o aceptar su derrota y retirarse a lamer las heridas.

Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor/autora y no representan necesariamente la posición de la agencia TELAM .

Por Eduardo Vior Analista Internacional que autoriza su publicacion en Dossier Geopolitico

Falto de capacidades económicas y tecnológicas para competir con China, Washington interviene militarmente en nuestro subcontinente para sembrar la discordia entre nuestros países.

Mientras veta a Brasil la posibilidad de avanzar con la explotación petrolera en la Amazonía, Estados Unidos impulsa la actividad de ExxonMobil en el Esequibo, una región en disputa entre Guyana y Venezuela. Para reforzar la amenaza, Georgetown y Washington incrementan su cooperación militar. Mientras tanto, el gobierno saliente de Guillermo Lasso llevó a Ecuador fuerzas militares norteamericanas para la lucha contra el narcotráfico, y el régimen golpista de Perú realizó ejercicios militares conjuntos con efectivos estadounidenses. Finalmente, el anterior gobierno paraguayo de Mario Abdo concesionó al Cuerpo de Ingenieros del US Army el dragado y balizamiento del Río Paraguay. Washington agradece interviniendo masivamente en la política paraguaya. América del Sur está siendo involucrada en la guerra mundial de EEUU contra Rusia y China. Para ello, Washington busca la división de nuestro subcontinente y pone cuñas entre Brasil, Argentina y Paraguay.

El ex ministro de Deportes de Lula y Dilma y exdiputado por el Partido Democrático Laborista (PDT, por su nombre en portugués) Aldo Rebelo, comentó el domingo 24 en una entrevista con el portal Brasil247 que EEUU está militarizando la disputa territorial entre Venezuela y Guyana sobre la región del Esequibo. “Estados Unidos pretende crear una base militar para garantizar la explotación del petróleo de Guyana por sus empresas, pero dice que la explotación de petróleo de Brasil en la Amazonía amenaza al planeta. En el gobierno brasileño hay quien piensa que Estados Unidos tiene razón”, advirtió.

El Esequibo es un río que atraviesa Guyana de sur a norte hasta desembocar en el Atlántico. Dos terceras partes del país quedan al este y un tercio al oeste. Ésta es la también denominada región del Esequibo, de 159 mil km² que perteneció a Venezuela desde la época colonial, pero fue usurpada por el Imperio Británico en 1831. En 1899 se reunió en París un Tribunal Internacional Arbitral que dio a los británicos la soberanía sobre esta faja. Sin embargo, al morir uno de los jueces del tribunal en 1946, por una carta suya de puño y letra, se supo que los árbitros habían sido comprados por Londres. En consecuencia, Venezuela desconoció el laudo y pasó a reclamar la soberanía sobre esa faja.

En 1966 los dos países firmaron el Acuerdo de Ginebra para buscar una solución pacífica, pero en 2018 Guyana solicitó ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) la ratificación del laudo arbitral de 1899. Desde 1983 Venezuela ha propuesto a Guyana entablar negociaciones directas, pero ésta remite a la Asamblea General de la ONU, al Consejo de Seguridad o la CIJ.

En las últimas semanas el conflicto está escalando peligrosamente, porque Guyana llamó a una licitación internacional para la exploración y explotación petrolífera de bloques del territorio en disputa y áreas marinas conexas. Entonces, este domingo 24 Venezuela denunció ante la ONU que EEUU intenta instalar una base militar en el Esequibo. Ya dos días antes la Asamblea Nacional venezolana aprobó por unanimidad la realización de un referendo consultivo sobre la soberanía en esa región.

El conflicto se ha agravado por declaraciones encontradas de los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro, y de Guyana, Irfaan Alí, y este martes 26 decenas de miles de venezolanos marcharon en Caracas en defensa del Esequibo.

EEUU ya tiene tres bases y un comando en las cercanías de la capital guyanesa, Georgetown, y desde hace algunos años las fuerzas de ambos países realizan ejercicios conjuntos. Por su ubicación en el noreste de Sudamérica y sobre el Atlántico Norte, este país tiene para EEUU un gran valor estratégico. Su Comando Sur niega querer instalar una base en el Esequibo, pero seguramente acompañará a la mayor petrolera norteamericana, cuando ésta comience a trabajar allí.

Brasil no está sólo amenazado desde el noreste. El 20 de julio pasado EEUU y Ecuador firmaron un Memorando de Entendimiento para intensificar la cooperación militar entre ambos países en la lucha contra el narcotráfico, el crimen transnacional y el terrorismo. Cuando falta poco para que Guillermo Lasso entregue el mando a quien resulte elegido el próximo 15 de octubre, el acuerdo condiciona la libertad de maniobra del próximo gobierno y militariza la política criminal.

También en Perú en mayo pasado la Asamblea Nacional autorizó el ingreso de más de mil efectivos militares estadounidenses que hicieron largos ejercicios conjuntos con sus pares peruanos en ocho departamentos del país. Como señaló un artículo de Infobae del 11 de junio pasado, explícitamente este despliegue pretende “mostrar músculo”, para contener a Rusia y China en América del Sur. No casualmente, en otro país fronterizo con Brasil.



Como Paraguay no podía ser menos, en marzo pasado el saliente gobierno de Mario Abdo acordó con EEUU, para que el Cuerpo de Ingenieros del US Army se encargue del mantenimiento de la vía navegable en el Río Paraguay desde la frontera brasileña hasta la confluencia con el Río Paraná. Además de implicar una amenaza directa para las linderas Formosa y Chaco, esta intromisión militariza indebidamente las tareas civiles de dragado y balizamiento del río.

La presencia militar directa no es la única vía de intervención de Estados Unidos en Paraguay. Un informe confidencial publicado este miércoles 27 por el portal La Política Online (LPO) reveló de qué modo EEUU impone sus intereses en Paraguay. Para ello el gobierno de Joe Biden quiere debilitar la influencia del expresidente Horacio Cartes (líder del Partido Colorado) sobre el gobierno paraguayo y romper sus vínculos con el actual presidente Santiago Peña.

Cartes (2013-18) está ligado al contrabando en el este y norte de Paraguay, particularmente al narcotráfico manejado por organizaciones brasileñas, y mantiene vínculos con negocios dudosos en toda la región. Recuérdese que en plena pandemia, el 20 de julio de 2020 el expresidente Mauricio Macri realizó una visita de un día a Horacio Cartes en las cercanías de Asunción. Nunca se supo de qué hablaron, pero todo indica que sobre algún negocio regional urgente.

El líder colorado está muy vinculado a la familia Bolsonaro y en su momento estuvo incorporado al esquema político y de negocios del expresidente norteamericano Donald Trump. Por estas razones, el gobierno demócrata lo tiene entre ceja y ceja.

El informe de trece páginas titulado “Plan de Acción Integrado Interinstitucional Anticorrupción para Paraguay” tiene fecha del 27 de julio de 2023, semanas antes de la asunción del nuevo presidente, al que cataloga como “protegido” del exjefe de Estado, por lo que propone “debilitar la influencia política de Cartes y empoderar a Peña”. La estrategia apunta a que Peña lleve a Paraguay a actuar bajo los “intereses de EEUU”, actualmente amenazados por Cartes.

Según LPO, la nueva doctrina del Departamento de Estado para Paraguay, basada en la llamada “Teoría del Cambio”, consiste en emprender acciones “fuertes y unilaterales” a través de la embajada en Asunción. “El documento abre una ventana extraordinaria sobre cómo opera el Departamento de Estado en la región y el lugar de ‘laboratorio político’ que los demócratas han asignado a la democracia paraguaya”, describe LPO. Según el texto, EEUU buscará “actores creíbles” que luchen contra la corrupción y “la cultura de la impunidad”. El informe confidencial también aboga por frenar urgentemente la influencia de China en la región aprovechando a que Paraguay aún reconoce a Taiwán. Además, el informe dice en su introducción que el plan para Paraguay es un modelo para otros países.

Con estos antecedentes no debe extrañar el cariz que ha tomado el reciente conflicto entre Argentina y Paraguay por el cobro de peajes a las barcazas que circulan por el río Paraná. “Paraguay aceptó discutir la tarifa en el tramo Santa Fe-Confluencia de la vía troncal de navegación. Al aceptarlo, el gobierno argentino suspende las interdicciones de embarcaciones que adeudan el peaje por 60 días, pero el peaje al valor actual se seguirá cobrando”, informó este jueves 28 a Rosario3 el secretario de Transporte de la Nación, Diego Giuliano.

La decisión de Paraguay, cuyas navieras se negaban a pagar el peaje que Argentina empezó a cobrar este año por el servicio de acondicionamiento del tramo, se tomó en un encuentro de la Comisión Intergubernamental de la Hidrovía Paraná-Paraguay (CIH) realizado este miércoles en la embajada de Brasil en Buenos Aires. Desde que se hizo cargo de la administración de la Vía Navegable Troncal (VNT) en 2021 y hasta fin de 2022 la Administración General de Puertos (AGP) siguió cobrando peaje en el tramo concesionado y subsidiando la navegación en el tramo norte hasta Confluencia. Cuando esto se acabó en enero pasado, sobrevino el reclamo de las navieras.

¿Paraguayas? Casi ninguna. Como explica el colega Luciano Orellano, los mismos sectores que tienen hegemonía en el comercio exterior argentino son los que también poseen gran parte de la flota que abastece desde el río al Complejo Agroexportador en la zona del Gran Rosario. Por eso tampoco es casualidad que la AmCham, la Cámara de Comercio Paraguayo-Americana, pidiera que el gobierno de EEUU interviniera en defensa de “sus” intereses.

Excepto LPG (Línea Panchita G), que es paraguaya, tanto Atria (la mayor de las navieras) como Horamar, Interbarge, ADM y Cargill son empresas norteamericanas. Sólo Louis Dreyfus es francesa. Son firmas con una larga experiencia en el transporte fluvial por el río Mississipi o, como Cargill y Dreyfus, directamente gigantes del agronegocio mundial. El conflicto por el cobro de peaje en el tramo norte de la VNT, entonces, no tiene nada que ver con un diferendo argentino-paraguayo. Está claro además, que en medio de la lucha por el predominio global el control de esta arteria pase a ser para Washington una cuestión de Estado.

… Está claro además, que en medio de la lucha por el predominio global el control de esta arteria ( Río Paraná) pase a ser para Washington una cuestión de Estado…

Los países suramericanos no estamos en guerra con nadie. Sin embargo, falto de capacidad para competir económica y tecnológicamente con la industria china, los Estados Unidos han sumido a nuestro subcontinente en la guerra por el predominio mundial. Al hacerlo, se preocupan especialmente por dividir a nuestros países y, muy especialmente, por poner cuñas para presionar a Brasil y Argentina. Desde siempre ha sido una preocupación estratégica de Washington evitar que nuestros dos países se unan, porque unidos somos una potencia que puede disputar la hegemonía norteamericana en la región. Unirse y alejar la guerra de nuestro querido continente son, entonces, una y la misma tarea.

En otra tradicional y brillante master class de todos los viernes en el programa: “Detrás de la razón” afamado programa internacional, que dirige el laureado periodista mexicano Roberto de la Madrid. El Dr. Francisco Javier Martinez desarrolló uno de los temas de mas actualidad que no es otro que el hundimiento del nivel de vida. ¿Por qué y cómo afecta desde Europa hasta USA?, un problema que advertimos desde hace años cuando describiamos que  el Tsunami del neoliberalismo que se expandía desde la periferia global al centro del sistema hoy llegó al centro del poder “oxidental”, empobreciendo a las grandes mayorías en especial a las llamadas clases medias. Y que las consecuencias del empobrecimiento y deterioro de la calidad de vida era la consecuencia de políticas económicas perfectamente programadas y no “errores” del modelo con sus daños colaterales. -Dossier Geopolitico-

VIDEO DE LA MASTER CLASS

En su discurso en la Johns Hopkins University el secretario de Estado convocó a librar contra Rusia y China un riesgoso conflicto que nadie fuera de EE.UU. desea y su país no puede ganar

Por Eduardo J. Vior, analista internacional de TELAM y Colaborador de Dossier Geopolitico que autoriza su publicacion

La cumbre de BRICS en Sudáfrica sumó hace dos semanas seis nuevos miembros al grupo y dejó en la puerta a otros treinta esperando. La reunión del G20 en India el fin de semana pasado, en tanto, evitó tomar posición entre los bloques e incorporó a la Unión Africana a sus filas. Finalmente, la conferencia del Grupo de los 77 + China reúne este fin de semana en La Habana a 134 países del Sur Global ahora protagonistas de la política mundial. El mundo está cambiando aceleradamente alrededor nuestro. Quien no se adapte a la nueva realidad, será sobrepasado por los acontecimientos. Sin embargo, la mayor superpotencia occidental parece querer insistir tozudamente en las creencias que en el siglo XX le dieron el dominio del mundo. Muy tarde y fuera de lugar.

El secretario de estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, habló el miércoles 13 en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados (SAIS, por su nombre en inglés) de la Universidad Johns Hopkins en Gambrills, Maryland. Ya desde el principio encuadró su alocución la en la tradición liberal universalista de la política exterior norteamericana cuyo último gran representante fue Zbigniew Brzezinski (1928-2017). Su largo homenaje a quien fuera Consejero de Seguridad Nacional de James Carter (1977-81) anunció por dónde seguiría: “excepcionalismo” e intervencionismo.

Para exponer la estrategia mundial del gobierno de Joe Biden, el disertante comenzó caracterizando la situación inmediatamente posterior al triunfo norteamericano en la Guerra Fría. Era un tiempo de ensueño: “la era posterior a la Guerra Fría marcó un progreso notable.  Más de mil millones de personas salieron de la pobreza. Mínimos históricos en los conflictos entre Estados. Disminución e incluso erradicación de enfermedades mortales”, añoró el jefe de los diplomáticos. Ni una mención a la guerra contra Irak en 1991 ni al cambio de estrategia estadounidense desde 1992 para expandir el Imperio en el sur de Europa y Asia Occidental.

La destrucción de Yugoslavia, el genocidio en Ruanda, el atentado contra las torres gemelas, las guerras de Afganistán e Irak han sido a los ojos de Blinken “desafíos” al orden internacional de la posguerra fría que, empero, no lo alteraron sustancialmente. En cambio, ahora estaríamos experimentando el final de ese orden. “Décadas de relativa estabilidad geopolítica han dado paso a una competencia cada vez más intensa con potencias autoritarias y revisionistas”, constató. Las guerras en Eurasia y África, el terrorismo islamista, la catástrofe migratoria, el narcotráfico en el Hemisferio Occidental y la no accidental pandemia de coronavirus carecieron de significación.

“De repente” han surgido potencias desafiantes que pretenden revisar el orden instaurado hace tres décadas.

Los desafíos son, no obstante, diferentes: mientras que Rusia sería el peligro más inmediato, China representa a largo plazo la mayor amenaza, porque está crecientemente en condiciones de remplazar el orden económico de la posguerra fría por otro. Son dos “autocracias” aliadas, registra.

Estas amenazas se refuerzan por la caótica situación mundial: debilitamiento de los estados, la influencia de actores no gubernamentales movidos por la avidez, el cambio climático, el agudo crecimiento de la desigualdad, etc. Largas enumeraciones sin nexos internos. No se sabe por qué acontece todo esto. Esta situación insatisfactoria da pábulo al crecimiento de los desafíos internos y externos. La suma de estas amenazas habría liquidado el orden de la posguerra.

Estamos en un punto de inflexión. En esto coincidimos todos. Sin embargo, no tanto en que “Estados Unidos está liderando este periodo crucial desde una posición de fuerza.  Una fortaleza basada tanto en nuestra humildad como en nuestra confianza”, como se ufana el secretario. La confianza se alimenta, cree, en las visiones propias del ideal norteamericano: la libertad de palabra, de circulación, de creencias, de comercio, la igualdad de derechos y la independencia de las naciones. Si la mayoría del pueblo estadounidense creyera unido en que estos valores están vigentes, tal vez valdría la pena discutir su dogmática imposición al mundo, pero no es así

Por el contrario, en los adversarios de EE.UU. sólo ve el intento de preservar sus regímenes y el enriquecimiento. La adjetivación y los juicios de valor remplazan el análisis de intereses, objetivos y relaciones de fuerzas. Quien disiente de los valores norteamericanos actúa inmoralmente y amenaza el orden mundial.

La política que el secretario delinea como respuesta a los desafíos expuestos es la tradicional: fortalecer la OTAN, sostener a Ucrania y forjar nuevas alianzas en torno a China. La novedad reside quizás en la coordinación intercontinental de la estrategia: Canadá participa junto con EE.UU., Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda en el intercambio de inteligencia, Japón y Corea del Sur envían gas licuado a Europa, India desarrolla semiconductores junto con EE:UU. La visión de una guerra total, híbrida y en múltiples escenarios al mismo tiempo preside todo el accionar del gobierno demócrata.

Habría sido provechoso que el secretario de Estado explicara, por qué la diplomacia y los estrategas norteamericanos sistemáticamente incumplieron las promesas hechas al líder soviético Mijail Gorbachov y expandieron la OTAN hasta la frontera rusa, cuando no había ninguna amenaza que lo justificara. Debió haber justificado también, por qué EE.UU. y sus aliados fueron atacando país tras país sin mandato de la ONU. EE.UU. se retiró de todos los tratados de la época de la Guerra Fría que permitían un control confiable de los arsenales nucleares y no nucleares. Con sanciones económicas debilitaron la economía de muchos países (Cuba, Venezuela, Irán, Rusia, China, etc.), sin que el alegado fin humanitario estuviera siquiera a la vista. Fue Estados Unidos quien violó las reglas de la OMC con sus sanciones comerciales contra China. El “desafío” de un creciente número de países contra la hegemonía norteamericana no surgió por casualidad ni sin fundamentos.

Por otra parte, el intento de romper la interconexión entre los países desarrollada en los últimos 30 años es ilusorio.

En numerosas áreas de la economía Estados Unidos y China están estrechamente interrelacionados. Ninguno de los dos podría sobrevivir sin el otro. Muchas empresas norteamericanas tienen inversiones en la producción y comercialización de hidrocarburos en países ahora asociados con Rusia para mejorar sus ingresos. Las grandes comercializadoras agrícolas de Estados Unidos tienen inversiones en países cuya agricultura depende de los fertilizantes rusos. El intento de romper las sinergias surgidas en las últimas décadas sólo puede acabar en el caos económico mundial.

La ilusión de poder separar a los “malos” del mundo se nutre del excepcionalismo norteamericano, de la idea imperante desde el último tercio del siglo XIX de que Estados Unidos es la única nación del mundo que nació democrática y, por consiguiente, tiene la misión de imponer en todo el mundo los valores de la democracia liberal.

Esta tesis se combinó desde el inicio con la asunción de la geopolítica inglesa que ve la Historia mundial como regida por la eterna lucha entre las potencias continentales (Rusia y China) contra las marítimas (Inglaterra y EE.UU.). La combinación de ambas tradiciones fundamenta hasta el día de hoy el liberalismo universalista que llevó a intervenir en las guerras mundiales y a diseñar el orden mundial posterior a 1945. Es también el fundamento del Imperio universal erigido después de 1990.

Su último gran exponente fue Zbigniew Brzezinski, Consejero de Seguridad Nacional de James Carter (1977-81) y mentor de Antony Blinken. No extraña, entonces, que el liberalismo universalista sea la lente con la que la elite estadounidense ve el mundo del presente. No hay aquí lugar para el realismo de George Kennan o de Henry Kissinger.

El grave problema del “excepcionalismo” es su ceguera frente a otras visiones y su negativa al diálogo. Esta actitud mesiánica es peligrosa, porque su intolerancia imagina cada día nuevos enemigos, pero en su falta de realismo es también un signo de gran debilidad. Por eso EE.UU. decretó el año pasado sanciones económicas contra Rusia pensando que la economía rusa se hundiría y ésta está más fuerte que antes de la pandemia. Supuso que China sería incapaz de desarrollar su propia tecnología de semiconductores y la industria china los desmintió. Así en una infinidad de casos. Cuando el secretario de Estado de Estados Unidos convoca a una nueva Guerra Fría, está remedando el discurso de Winston Churchill en Fulton, Missouri, en marzo de 1946 en el que el exprimer ministro británico advirtió sobre la “cortina de hierro” que estaría cayendo sobre Europa Oriental y convocó a contener a la Unión Soviética. Fue el inicio de la Guerra Fría. Antony Blinken quiere pasar a la historia como un nuevo profeta combatiente y llama a una nueva Guerra Fría que nadie más quiere y Estados Unidos no puede ganar. La realidad es la única verdad

Publicado en TELAM Argentina