ENTREVISTA: Discurso de Milei ante Congreso argentino remite a Consenso de Washington, afirma académico

BUENOS AIRES, 3 mar (Xinhua) — El reciente discurso del presidente argentino, Javier Milei, ante el Congreso de la Nación reunido en Asamblea Legislativa remite al Consenso de Washington, adoptado por países de América Latina en la década de 1990, afirmó el pasado sábado el académico argentino Sebastián Schulz.

El experto abordó en entrevista con Xinhua las palabras presidenciales, que incluyeron el llamado a establecer un «nuevo pacto fundacional» en Argentina a través de diez lineamientos, en su mayoría de naturaleza económica, presentados por el mandatario durante la apertura del 142° período de sesiones ordinarias del Congreso.

«El presidente Milei pronunció un discurso en el que hizo énfasis en la ratificación de su modelo liberal de gobierno, volvió a criticar a la ‘casta política’ que se opone a sus medidas y rechazó cualquier intervención del Estado en la economía nacional», dijo Schulz.

El experto, que es investigador en el Centro de Investigaciones en Política y Economía (CIEPE) de la Red Clacso, basado en Buenos Aires, planteó que «frente al negativo impacto social que vienen teniendo sus medidas económicas, Milei dio un discurso pensando en la gente, con el objetivo de darle legitimidad a sus políticas de ajuste».

«De hecho, continuó con su estrategia de romper protocolos históricos en la política nacional, al pronunciar su discurso en el ‘prime time’ televisivo de las 21:00 hora local del viernes, cuando este acto protocolar siempre se hizo en horario del mediodía», dijo el analista.

Schulz señaló que el mandatario argentino «no hizo ningún tipo de mención al ajuste brutal de las tarifas de servicios públicos, como agua, luz y transporte, que se realizaron en sus primeros meses de gobierno, ni tampoco al congelamiento de los salarios reales».

«Es decir, no habló de los problemas sociales que aquejan a la mayor parte de la sociedad, sino que su discurso estuvo centrado en denunciar a la oposición política por ‘poner palos en la rueda’ a sus políticas», añadió el entrevistado.

Los lineamientos propuestos por Milei a las provincias de Argentina constan de 10 puntos que refieren a la «inviolabilidad de la propiedad privada», un «equilibrio fiscal innegociable», la «reducción del gasto público a niveles históricos, en torno al 25 por ciento del Producto Bruto Interno» y una «reforma tributaria que reduzca la presión impositiva, simplifique la vida de los argentinos y promueva el comercio».

Además, incluyen la «rediscusión de la coparticipación federal de impuestos para terminar para siempre con el modelo extorsivo actual», un «compromiso de las provincias de avanzar en la explotación de los recursos naturales del país», una «reforma laboral moderna que promueva el trabajo formal» y una «reforma previsional que le dé sustentabilidad al sistema, respete a quienes aportaron y permita, a quienes prefieran, suscribirse a un sistema privado de jubilación».

El pacto propuesto por Milei menciona también una «reforma política estructural que modifique el sistema actual y vuelva a alinear los intereses de los representantes y los representados», y la «apertura al comercio internacional, de manera que la Argentina vuelva a ser una protagonista del mercado global».

«Milei intentó mostrar una actitud dialoguista, proponiendo la firma de un pacto de gobierno con todos los gobernadores del país, pero aclaró que si no se aprueba su paquete de leyes de ajuste, habrá consecuencias, como por ejemplo, el desfinanciamiento a las provincias», mencionó el académico.

El investigador señaló que Milei realizó en su mensaje un diagnóstico de la herencia recibida y mencionó «a la ‘casta política’ que rechaza sus reformas y al Estado como responsables de la crisis económica que atraviesa el país, ejes discursivos que fueron los que lo llevaron a la presidencia de la nación en 2023».

«Estos ejes tienen todavía alguna legitimidad en un sector de la población y le permiten a Milei avanzar con su plan de ajuste, aunque la viabilidad del mismo está siendo jaqueada cada vez más por la realidad de un aumento exponencial del costo del nivel de vida, el creciente desempleo y la parálisis de los salarios», observó el experto.

En la visión de Schulz, el «Pacto del 25 de Mayo», propuesto por Milei ante la Asamblea Legislativa, «tiene, sugerentemente, una gran similitud con los 10 puntos del Consenso de Washington de los años 90. Es, en líneas generales, un plan de ajuste típico del modelo neoliberal, que incluye un achicamiento del Estado de sus funciones sociales, un avance de las privatizaciones de las empresas estratégicas del Estado, la reforma laboral y del sistema previsional, y la apertura indiscriminada de la economía, entre otras cuestiones».

Así, según el experto, «el mandatario ratificó su decisión de profundizar el plan de ajuste estructural de la economía argentina, lo que tiene consecuencias principalmente en los sectores medios y bajos».

«La decisión de bajar prácticamente a cero el gasto público en salud, educación, ciencia y tecnología, y los planes sociales para desocupados, impacta fuertemente, con una merma de la calidad de vida de la población, y seguramente genere un aumento de la desocupación, la pobreza y la exclusión social», advirtió el experto.

Consultado sobre el grado de viabilidad del pacto propuesto por Milei a las provincias, el entrevistado consideró que «para poder aprobarlo, el Gobierno seguramente deberá flexibilizar algunos puntos importantes para obtener un mínimo consenso de la oposición».

«Recordemos que La Libertad Avanza, el partido de Milei, está en minoría en ambas Cámaras legislativas, y no tiene ningún gobernador propio, por lo que si quiere gobernar mediante el consenso deberá apelar al diálogo con el resto de los sectores y matizar varios de los puntos planteados», dijo el analista.

Schulz añadió que el mensaje presidencial no incluyó comentarios de política exterior, como la cuestión de las Islas Malvinas, cuya soberanía Argentina reclama ante el Reino Unido, o temas propios del Mercado Común del Sur (Mercosur) o la Comunicación de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

«Esas omisiones muestran que el Gobierno argentino mantendrá un alineamiento, una alianza y a la vez una subordinación a las potencias liberales occidentales, con Estados Unidos a la cabeza», advirtió el experto.

El académico argentino Sebastián Schulz. es miembro y colaborador de Dossier Geopolitico

FUENTE Xinhua https://spanish.news.cn/20240304/2cd29e363be64cfe84720f9cbd8d343d/c.html

El dia 14 de marzo el politólogo, sociólogo e historiador argentino Prof. Dr Miguel Ángel Barrios dictará un Seminario de Postgrado sobre «Los desafíos estratégicos de América Latina en la nueva multipolaridad» en la Escuela Superior de Guerra de Brasil -Rio de Janeiro- destinado a la alta oficialidad de las FF.AA del Brasil y de cursantes de otros países y  para diplomáticos invitados.

La ESG creada por Ley 785/49 es un Instituto de Altos Estudios,integrante de la estructura del Estado Mayor Conjunto de las FF.AA del Ministerio de Defensa de Brasil y su misión y función está destinada a desenvolver y consolidar los conocimientos necesarios para el ejercicio de funciones de dirección para el planeamiento de la defensa de la seguridad y defensa de la soberanía del país.

La ESG como centro universitario de investigación y de estudios, promueve el planeamiento, la coordinación y el desenvolvimiento de cursos que fueron instituidos por el Ministerio de Defensa. La ESG desempeña funciones de formulación y ejecución de política del país y junto al Instituto Rio Branco de la Cancillería -Itamaraty- son los dos más importantes centros de estudios del Brasil. Sus trabajos son de naturaleza politica académica, siendo un foro abierto al debate en el país.

Entre sus misiones, tiene la facultad de invitar a reconocidos especialistas internacionales:

El Prof.Dr Miguel Ángel Barrios, es un reconocido especialista geopolitico argentino, autor de alrededor de veinte obras de Historia, Política y Geopolitica Latinoamericana y brindó seminarios y conferencias invitado en Universidades y Academias de América Latina, Europa, Asia y África.

Sus últimas obras «Por qué Patria Grande» y «Poliedro y Amistad Social», fueron prologados por el recientemente fallecido Embajador Samuel Pinheiro Guimaraes -uno de los más grandes diplomáticos contemporáneos de Brasil y por el Papa Francisco.

El  2023 la Cancillería Argentina lanzó la Colección Sudamericana compuesta por 13 libros de estadistas y pensadores, y entre ellos se reeditó su libro «Perón y el peronismo en el sistema mundo del siglo XXI».

Prof. Lic. Carlos Pereyra Mele Director de Dossier Geopolitico Marzo 2024 Argentina

PD.: destacó que el Prof. Dr. Miguel Barrios es miembro fundador del Tanque de Ideas Dossier Geopolitico.

Por  TELMA LUZZANI

¿Qué quedará de Ucrania después de la guerra? ¿Cómo serán los efectos de esa metamorfosis para Europa y el mundo? Algunos analistas hablan de la partición de Ucrania. Otros se centran en lo que implica la omnipresencia del pulpo financiero Black Rock.

En la última semana se han publicado varios artículos que consideran que la guerra de Ucrania ya tiene un vencedor: Rusia. Esto no significa –aclaran- que los enfrentamientos vayan a terminar en el corto plazo. Todo lo contrario. Pero la derrota de Ucrania es irreversible.

Desde la perspectiva militar, el punto final fue el fracaso de la denominada “contraofensiva ucraniana”, en 2023. A pesar de que la operación fue planificada en Washington y Londres; que contó con el entrenamiento del Pentágono y las Fuerzas Armadas británicas y que fue pertrechada con armamento por la OTAN, Rusia avanzó sobre importantes ciudades llegando a controlar más del 20% del territorio ucraniano.

“En torno a ese territorio, las fuerzas rusas construyeron una barrera defensiva infranqueable y ocuparon una posición privilegiada desde la cual pueden conquistar –si quisieran- las dos principales ciudades de Ucrania: Kiev y Odessa”, escribió José Luis Fiori, profesor emérito de Economía Política Internacional en la Universidad Federal de Río de Janeiro, en su último artículo “La victoria estratégica de Rusia en 2023”. 

No obstante, agrega Fiori, “Estados Unidos e Inglaterra no reconocerán jamás la derrota, debiendo mantener su apoyo al ejército ucraniano aun sabiendo que no existe ninguna posibilidad real de victoria”. Ucrania no es Afganistán, donde el Pentágono se retiró entre gallos y medianoche sin reconocer el descalabro. Aceptar la caída de Ucrania tendría muchas consecuencias: sería blanquear la vulnerabilidad de la OTAN y –aún peor- sería admitir cuatro realidades que la prensa occidental se esfuerza por ningunear
1)    la capacidad de Rusia para vencer en el campo mediático cultural (más del 80% del mundo no se plegó al macartismo occidental en contra de ella);
2)    el poderío militar ruso es capaz de triunfar contra los ejércitos más poderosos sin ayuda de otros países;
3)    la destreza estratégica del Kremlin capitalizó la característica bicontinental de Rusia para desarrollar su potencial económico, diplomático y de integración regional en su flanco asiático mientras se defendía militarmente en su flanco europeo;
4)    el orden multipolar –dada la obvia decadencia anglosajona y europea- ha llegado para quedarse y uno de sus pilares es la desdolarización.

En esta línea también EEUU debería admitir la equivocación garrafal de uno de sus think tank más poderosos, Rand Corporation, que, en su análisis marcaba varias debilidades de Rusia. El informe fantaseaba con insurrecciones internas (contra el gobierno de Vladimir Putin) y hasta con revueltas separatistas, originadas en los desequilibrios militares, económicos y políticos que ocasionaba su enorme extensión territorial. La fortaleza interna de Putin se verá el próximo 17 de marzo, día de la elección presidencial. Según las encuestas occidentales, el 79.9% de los rusos quieren que siga en el Kremlin.

El académico brasileño muestra el tremendo error de cálculo con cifras contundentes: “La previsión inicial de las potencias anglosajonas y sus aliados europeos era que el PBI ruso caía un 30% en 2022, que la inflación alcanzaba el 50% y que el rublo se desvalorizaba en torno al 100% provocando una insurrección contra el gobierno ruso, sobre todo después de la exclusión de la economía rusa del sistema de pagos internacionales hechos en dólares, a través del sistema SWIFT controlado por EEUU y sus socios del G7”.

El uso del dólar en las transacciones externas rusas cayó del 87% (2021) al 24% (2023) pero lejos de lo imaginado, Rusia como potencia energética, mineral, agrícola y atómica se reposicionó muy bien a nivel global y potenció su integración con China e India, además de ayudar a catapultar a los BRICS (entidad que ahora preside) hacia un nuevo nivel. “En 2023, el PBI ruso creció 3,5%; el desempleo cayó 2,9%; su masa salarial creció el 8%; la renta per capita 5% y su producción manufacturera un 9,4%”, subrayó Fiori.

El día después

¿Qué quedará de Ucrania después de la guerra? ¿Cómo serán los efectos de esa metamorfosis para Europa y el mundo? Algunos analistas hablan de la partición de Ucrania. Otros se centran en lo que implica la omnipresencia del pulpo financiero Black Rock en ese país y no descartan que se trate de un ensayo que podría aplicarse en otros países del mundo.

Owen Matthews, quien hace un año daba por muerto político a Putin, escribió el 6 de enero pasado en el semanario británico The Spectator que “la partición de Ucrania ya se ha producido”, aludiendo a que las zonas prorrusas de DonetskLuganskJerson, Zaporizhia y su central nuclear no volverán a Ucrania. “El reto clave es cómo se manejará esa realidad ante el público occidental ya que representaría una profunda humillación para EEUU y sus aliados”, agregó.

A su manera Washington va dando señales. El pasado 14 de enero, el vocero del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. John Kirby, informó: “La ayuda militar que estábamos proporcionando a Ucrania se ha detenido por completo” por falta de acuerdo en el Congreso. Para el presidente Joseph Biden, en carrera electoral (por ahora), el pedido de asistencia al Congreso se ha convertido en una piedra en el zapato.

Mientras tanto, la guerra sigue debilitando sistemáticamente a los “socios europeos” y ofreciendo frenéticos beneficios tanto a las empresas de la destrucción (industria de armamentos y accesorios de guerra) como a las de reconstrucción postbélica. El fondo buitre BlackRock está en ambas. 

Según un informe de junio 2023, BlackRock maneja activos bajo gestión por 9.4 billones de dólares. Si fuera un país sería el tercero de mayor PBI del mundo después de EEUU (24.7 billones) y China (18.4 billones). Su poder abarca áreas estratégicas como alimentos, petróleo, gas, tecnología, comercio minorista, fabricación de armas, farmacéuticas, bancos, atención médica y transporte global. Tiene acciones en todos los medios de comunicación del mundo y, como explica la periodista Micaela Constantini en su artículo “Black Rock, el gran vencedor en Ucrania”, además de su influencia en las decisiones geopolíticas del mundo maneja los mercados financieros, las resoluciones que impactan en los precios, en la gobernanza y en las estrategias de instituciones claves.

“Es uno de los principales accionistas de las empresas armamentísticas más importantes del mundo, entre ellas, las cinco que más se beneficiaron de la guerra en Ucrania: Lockheed MartinBoeingRaytheonNorthrop Grumman y General Dynamics. En un año de guerra, la cotización en bolsa aumentó para Lockheed Martin un 23%, para Northrop Grumman un 39% y para General Dynamics, un 15%. Además de armas, ofrecen servicios de entrenamiento, asesoramiento, arreglos y provisión de partes y mantenimiento de los productos. También se encargan del lobby a favor de la guerra para que su negocio se sostenga y aumente”, afirma Constantini.

Específicamente en Ucrania, los contratos que el presidente Volodomir Zelensky le firmó al fondo buitre le permiten a BlackRock adueñarse del país entero: tierra, cosechas, redes eléctricas, energía, infraestructura, empresas estratégicas, ayuda internacional e inversiones locales o extranjeras. También administrará la monstruosa deuda que tiene Ucrania. En 1991, cuando cayó la Unión Soviética, Ucrania debía cero dólar. En septiembre pasado el Ministerio de Finanzas reveló que la deuda había alcanzado un record histórico de 133.930 millones de dólares, equivalente a más del 84% del PIB del país proyectado para 2023.

“En septiembre y diciembre de 2022 Zelensky se reunió por videoconferencia con el fundador de BlackRock, Larry Fink, para recibir asesoramiento gratuito sobre la creación de un Fondo de Reconstrucción. En noviembre, firmaron un Memorando de Entendimiento y, en mayo de 2023, Black Rock Financial Market Advisory se convirtió oficialmente en el ‘coordinador’ de todas las gestiones para la reconstrucción de Ucrania. Zelensky se volvió a reunir, esta vez de manera presencial, con la gerencia de la empresa y se decidió la creación de un fondo de inversión para restaurar la economía de Ucrania con la participación de capital público/privado”, explica Micaela Constantini.

Así de simple. Así de trágico.

FUENTE: DIARIO MAR DE AJO https://www.diariomardeajo.com.ar/2024/03/04/ucrania-ya-perdio-y-no-solo-en-el-campo-de-batalla/

Por Andrés Piqueras Observatorio de la Crisis

A principios del siglo XIX el canciller austriaco von Metternich había propuesto la necesidad de instaurar un Concierto Europeo supranacional, por encima de los intereses de cada Estado, como método de defensa común contra las revoluciones. Las diferencias entre el Viejo Orden y el Nuevo que se iba asentando, lo impedirían en la práctica. Fuera de ello, la idea de una Europa Común ya en el siglo XX en realidad no es europea sino estadounidense. La estrategia de Washington tras la Segunda Guerra Mundial para asegurarse su dominio del mundo capitalista estuvo basada en la apertura de los mercados de trabajo europeos a su capital, y de los mercados en general a sus bienes industriales.

Algo en lo que se empeñó muy especialmente y obtuvo de la Alemania vencida, a la que impuso la total apertura de su economía a las mercancías norteamericanas y a su inversión externa directa. Después presionó para una integración de la Europa Occidental a través de tratados que garantizasen la apertura de la economía de cada país a las mercancías de los demás. De esta forma, desde su base alemana, los capitales industriales norteamericanos tendrían a su alcance la totalidad de mercados de la Europa Occidental.

Durante cerca de 30 años EEUU lideró indiscutiblemente el espacio político y económico unificado en que había convertido al hasta entonces conjunto disperso de potencias capitalistas. Sin embargo, a partir de los años 70 del siglo XX los EE.UU., tras desatar la segunda “globalización” (la primera había sido emprendida entre el último cuarto del siglo XIX y el primero del XX), inicia la carrera hacia el liderazgo mundial, rompiendo las reglas del juego con sus antiguos “socios” y financiarizando los entresijos económicos internacionales.

Es por ello que Europa se ve forzada a buscar su reacomodo ante la falta de reglas y el uso de la fuerza militar a conveniencia que presidirán la nueva dinámica hegemónica norteamericana tras la caída del Este.

Las clases dominantes europeas han ido dando los pasos pertinentes para aproximarse al modelo capitalista norteamericano (el más proclive a lo que se ha conocido como “capitalismo salvaje”).

Desde el Tratado de Maastricht de 1992 a la Cumbre de Lisboa de 2001, el rosario de cumbres y acuerdos o tratados que salpican esos 10 años responde a un cuidadoso plan de desregulación de los mercados de trabajo (lo que significa la paulatina destrucción de los derechos y conquistas laborales), de liberalización económica (en detrimento de la intervención de carácter social de los Estados y en beneficio del papel que éstos juegan a favor del gran capital), y de ruptura unilateral, en suma, de los “pactos de clase” que habían mantenido el equilibrio social en la larga postguerra europea, extremando e adelante las desigualdades tanto intra como intersocietales entre los países de la Unión.

La UE se ha venido conformando, pues, como la mayor expresión del capital oligopólico transnacional “financiero”, una vía para puentear los parlamentos y las instituciones locales, sustrayendo las decisiones e intereses del Gran Capital a las luchas de clase a escala estatal que forjaron las distintas expresiones nacionales de la correlación de fuerzas entre el Capital y el Trabajo.

Se trata de una construcción supraestatal destinada a mantener relaciones de desequilibrio entre sus partes, un sistema deficitario-superavitario diseñado para trasvasar riqueza colectiva de unos Estados (la mayoría) a unos pocos (sobre todo Alemania y su “hinterland” centroeuropeo), especialmente mediante el mecanismo de la moneda única.

Constituye el mayor ejemplo mundial de institucionalización del neoliberalismo a escala de un continente entero; el primer experimento de ingeniería social a escala regional o supraestatal en favor de la institucionalidad de las estructuras financieras de dominación.

Si la “Europa socialdemócrata” fue la mayor manifestación del reformismo capitalista cuando éste todavía impulsaba con vigor el desarrollo de las fuerzas productivas, hoy la Unión Europea es el primer experimento de ingeniería social a escala regional o supraestatal en favor de la institucionalidad de las estructuras financieras de dominación.

Supone en sí un cuidadoso plan de desregulación social de los mercados de trabajo y de las condiciones de ciudadanía, que se dota de todo un conjunto de disposiciones y requisitos, de toda una institucionalidad concebida y conformada para ser irreformable (pues requiere de unanimidades casi imposibles para que no sea así).

Se inspiraba la UE en la idea del “constitucionalismo económico” de finales de los pasados años 70, y desarrollada en los años 80 por la flor y nata del neoliberalismo (Buchanan, Milton Friedman, Hayek…) para restringir los poderes económicos, monetarios y fiscales de los gobiernos, “evitando que los gobernantes de turno pudieran tomar decisiones circunstanciales”, según su jerga, y que no quiere decir sino que tales decisiones pudieran estar influidas por las luchas populares. Se trataba, por tanto, de establecer determinados principios obligatorios, inamovibles, fuera quien fuese que llegara al gobierno en cada país.

Pero un derecho petrificado deja ser útil no sólo para las clases populares, sino llegado un punto también para la propia clase capitalista. Así cuando ésta ha querido aumentar aún más el grado de explotación social y ambiental o la “financiarización” de las economías, ha tenido que recurrir a puentear a la propia UE, creando nuevas instancias de eso que ellos llaman “gobernanza”, en definitiva, estructuras de poder dual respecto de la Unión.

Así, por ejemplo, el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza de la Unión Económica y Monetaria, para consolidar la penetración financiera de los Estados, y el Mecanismo Europeo de Estabilidad, para asegurar los Programas de Ajuste Estructural que garanticen el pago de las deudas en favor del gran capital a interés global acreedor y en detrimento de las condiciones sociales, laborales y, en conjunto, de “seguridad social”, de las poblaciones de los respectivos Estados (ver sobre estas cuestiones, Albert Noguera, El sujeto constituyente. Entre lo viejo y lo nuevo. Trotta. Madrid).

De hecho, si hace falta, se modifican las propias constituciones, de manera que sea “anticonstitucional” intentar cambiar la falta de soberanía nacional, como el tándem PP-PSOE demostró al meter mano al artículo 135, subordinando los derechos sociales reconocidos en la constitución española al pago de la deuda externa.

Ese complicado entramado de blindaje va, por tanto, de la mano de un sistemático debilitamiento de las capacidades de regulación social expresadas a través del Estado, para debilitar todas las opciones democráticas que las poblaciones pudieran conseguir para defenderse.

La des-substanciación de las instituciones de representación popular está garantizada desde el momento en que las decisiones parlamentarias estatales quedan subordinadas a los marcos dictatoriales dados por la UE sobre inflación, déficit presupuestario, deuda pública o tipos de interés, por ejemplo.

Pero el Eje Anglosajón (EEUU + Inglaterra) más la Red Sionista Mundial obligan a Europa a ir más allá en su (auto-)destrucción.

Autodestrucción forzada de Europa

“Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha apostado por la integración militar, política y económica de los países de Europa y Japón en un bloque que controla. A través de la estructura OTAN+, Estados Unidos se aseguró un dominio militar completo dentro del grupo imperialista, desplegando muchas bases militares en…

países derrotados en la Segunda Guerra Mundial, como en Japón (120), Alemania (119) e Italia (45). Esta última alberga a más de 12.000 militares estadounidenses.

Tras la caída de la Unión Soviética y la posterior reunificación de Alemania, la burguesía alemana codiciaba los mercados y la energía de bajo coste de Rusia. Deseaba establecer lazos económicos con Rusia, pero sólo mientras ellos y sus compatriotas franceses pudieran mantener su dominio sin trabas del proyecto europeo, que habían mantenido desde la Segunda Guerra Mundial. Esto significaba establecer dichos lazos, pero excluyendo a los dirigentes políticos rusos de cualquier participación en pie de igualdad en los asuntos, decisiones o estructuras políticas de Europa.

A su vez, la estrategia estadounidense había consistido en evitar cualquier relación estratégica entre Rusia y Alemania, ya que su fuerza combinada crearía un formidable competidor económico en Europa.” (1)

En realidad, este objetivo forma parte del Eje Anglosajón desde el siglo XIX: impedir a toda costa, y digo a “toda costa” con lo que eso significa (asedio, ofensivas económicas y diplomáticas, guerras mundiales, guerra hoy en Ucrania, voladura de los conductos gasíferos, sanciones, golpes de Estado…), que Eurasia pueda constituirse en una entidad política, geoestratégicamente entrelazada. Eso sería el fin de la dominación anglosajona del mundo.

Ahora bien, ¿por qué la clase capitalista industrial alemana acepta hoy que le corten el cuello? Para empezar, hay que insistir en que Alemania es un país ocupado militarmente por EEUU, con miles de tropas y armamento nuclear.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta eso que se ha llamado “financiarización de la economía” dentro del capitalismo actual, y que no es sino una alusión a la importancia que cobra la forma autonomizada del capital dinero como capital a interés ficticio en la dinámica de acumulación del capital, lo que supone que las finanzas pasen de jugar un papel importante pero intermediario para la producción, a asumir la responsabilidad del crecimiento mediante una función parasitaria, focalizada principalmente en la extracción rentista.

Se trata de un dinero que busca reproducirse a sí mismo por fuera del capital productivo como capital industrial (es decir, más allá de la generación de nuevo valor como plusvalor), pero que también, y este es el gran juego de la economía capitalista cuando las cosas van mal, puede hacer las veces de dinero-capital, listo para engrasar de nuevo los ejes de aquélla, como si procediera de la valorización del trabajo humano (de ahí su creciente “ficción” y la de la economía que sustenta, aunque pueda hacerla seguir funcionando, a pesar de todo y de los problemas que va acumulando.

Es algo substancialmente diferente de una fase financiera del capital y tiene consecuencias mucho más profundas. Se ha perfilado como un colosal mecanismo de disciplinamiento social, de expropiación universal y de gubernamentalización de las exigencias cada vez más parasitarias del capital.

Así, al menos en las cuatro últimas décadas la capacidad del capital para desmaterializarse y moverse en tiempo instantáneo a escala planetaria en un número creciente de formas, como acciones, pagarés, bonos, bienes inmuebles, bienes raíces y una gran variedad de derivados, especulación sobre alimentos, monedas, energía, incluso el agua, etc., permite a la clase capitalista realizar todo tipo de ganancias usureras y especulativas a corto, medio y largo plazo.

Mucho de todo ese complejo financiero se va centralizando en los grandes fondos de inversión o “fondos buitre” (Vanguard, State Street, Blackrock, entre los más destacados), que a su vez están participados por miríadas de capitales privados de muy distinta procedencia (aunque dominados por personajes y corporaciones privadas sobre todo sionistas). De esta forma tenemos que una empresa alemana que sale a bolsa puede hacerlo tanto en la bolsa estadounidense como en la alemana. Con el tiempo, los accionistas originales de esta empresa pueden vender sus acciones, que ahora cotizan en bolsa. Ya no dependen de la gestión de su patrimonio a través de su inversión en una empresa.

En lugar de ello, contratan a gestores de patrimonio, ya sea a través de empresas como Goldman Sachs o de sus propios asesores, que a su vez invierten los ingresos en efectivo de la venta de acciones. A muchos capitalistas, sus asesores les harán invertir bastante más del 50% de su cartera en la bolsa estadounidense, que se erigió tras los años 80 del siglo pasado en la “atractora” mundial del capital a interés especulativo parasitario.

Las consecuencias económicas, políticas y sociales de este cambio en los mercados de capitales y en la propiedad son enormes. Este nuevo capitalista global —antes «alemán»— se comporta de forma muy parecida a sus homólogos franceses, ingleses, suecos o estadounidenses.

Por lo que este nivel de integración del capital conlleva su desnacionalización, lo que refuerza finalmente la preponderancia de eso que llaman “capital financiero” estadounidense, y por consiguiente, el poder político de Estados Unidos.

“La situación actual de Alemania ilustra claramente la eficacia de este proceso de integración y consolidación económica por parte de Estados Unidos. Según datos de IHS Markit de 2020, sólo el 13,3% del valor del mercado bursátil alemán pertenece a alemanes, mientras que los inversionistas de Norteamérica y el Reino Unido poseen el 58,3% (…) Las principales empresas de la economía alemana no son primordialmente propiedad de alemanes. El valor agregado industrial de Alemania ha descendido del 9% mundial a poco más del 6% en los últimos 18 años. (…)

La pérdida de la energía barata rusa y su adaptación al desacoplamiento con gestión de riesgos serán probablemente desastrosas para su competitividad internacional. En 2022, la inversión extranjera directa (IED) en Alemania disminuyó un 50,4% interanual. (…) En el transcurso de 15 trimestres, a partir del tercer trimestre de 2019, el PIB de Alemania aumentó un mísero 0,6% en total, a precios constantes…” (2)

Esto se traduce para Alemania en una falta de voluntad política soberana y en la aceptación de que su clase capitalista industrial se corte las venas.

“El colapso de la «voluntad nacional», la voluntad de seguir un camino que corresponda a sus intereses capitalistas nacionales, demostrada por Alemania en el contexto de la guerra en Ucrania, muestra que Alemania ha sido derrotada por tercera vez desde principios del siglo XX (…) Estados Unidos seguirá privando a la burguesía alemana de todas las opciones importantes para afirmar posiciones políticas independientes.

Con la ayuda de los vínculos de propiedad del capital que hemos descrito, la burguesía alemana se enfrentará a la subsunción absoluta de las opciones de acción del capital alemán bajo la égida estadounidense. La hostilidad hacia Rusia actúa como motor de la subordinación de Europa a Estados Unidos y como pérdida de cualquier posibilidad de desarrollo independiente.” (3)

La desindustrialización de los centros del Sistema Mundial capitalista y especialmente del Eje Anglosajón ha venido cobrando existencia desde hace décadas, en favor del Mundo Emergente.

Faltaba, sin embargo, Alemania y su hinterland más próximo. El Eje Anglosajón busca eliminar esa competencia, y la del conjunto de la UE, al tiempo que abortaba la posibilidad de la vinculación infraestructural, económica y política de Eurasia. Las sanciones a Rusia se han convertido en un elemento estelar para ese objetivo.

Todo lo cual para Europa en su conjunto tiene unos costos energéticos y económicos de enorme gravedad, que está reportando cuantiosas pérdidas en sus sectores primario e industrial y, en general, la desarticulación de sus economías, con el consiguiente desmontaje de su “capitalismo social” (eso que en otros tiempos llamaron “Estado del Bienestar”). Circunstancia que además de causar el paulatino arruinamiento de sus poblaciones, está tensionando a la propia UE, por ejemplo, hasta el punto de que pronto podría fragmentarse.

Todos sabemos que Alemania no sólo ha sido y es “la locomotora” de Europa, como nos insisten si cesar en los grandes media, sino que también lleva la dirección vicaria de la misma (vicaria de EEUU). Eso quiere decir que si Alemania se entrega con todos los pertrechos y bagajes a EEUU, todos los demás países europeos subalternos, sin soberanía alguna, también. Francia fue la única excepción europea, con su orgulloso “gaullismo”, pero desde la llegada de Sarkozy, cuando De Villepin y los gaullistas fueron derrotados, entrega también su política exterior.

Hoy Macron es uno de los principales guerreristas contra Rusia y acaba de proponer -ante la evidente y por otra parte irremediable derrota de Ucrania- en la muy reciente reunión de París (de 26 de febrero de 2024), con más de 20 dirigentes de la OTAN y su brazo político, la UE, la posibilidad del envío de tropas de la OTAN al campo de batalla ucraniano.

Es decir, parece que los subalternos líderes europeos contemplan dar un paso más en la escalada bélica, convirtiendo de nuevo a Europa en un terrorífico campo de guerra en favor del sostenimiento del liderazgo mundial de EEUU.

En general, como vengo diciendo, la otanización del conjunto de Europa (la del Este en sus formas más agresivas) pasa también por “americanizar” la economía y la sociedad europeas, lo que es sinónimo de completar su conversión al capitalismo salvaje. La UE y su Constitución y Tratados se vienen encargando de ello.

La sumisión europea está claramente completada y exhibida con la guerra proxy en Ucrania del Eje Anglosajón y la Red Sionista Mundial contra Rusia, donde una nueva inmolación europea cobra tintes cada vez más probables.

Ante todo ello, la pregunta que queda por plantearse es si están dispuestos a llegar al enfrentamiento nuclear.

Las declaraciones, amenazas y avisos a sus propias poblaciones de los distintos ministros de la guerra europeos, parecen ominosamente mostrar que es así.

Sea como fuere, y ante estas dramáticas circunstancias, cualquier izquierda ya no sólo mínimamente alternativa, sino con una décima de honradez coherente, debería tener muy claro que romper con la UE deviene vital para poder salvar algunas de las bases sociales de nuestras sociedades y que romper con la OTAN es básico para la propia supervivencia.

Cualquier visión o esperanza de mejora social y de “bienestar económico” dentro de la férula de esas instituciones constituye un tremendo autoengaño, cuando no deliberado colaboracionismo para la destrucción de las sociedades.

Notas

(1) Hiperimperialismo: Una nueva etapa decadente y peligrosa (thetricontinental.org)

(2) Ibid.

(3) Ibid.

FUENTE CEPRID

Por Liu Zuokui (*)

La 60ª Conferencia de Seguridad de Múnich (Conferencia de Seguridad de Múnich) concluyó el 18 de febrero. En la conferencia se discutieron cuestiones de seguridad global como la crisis de Ucrania y el conflicto palestino-israelí. Los organizadores publicaron el «Informe de seguridad de Múnich 2024», que cree que en la era posterior a la Guerra Fría, el optimismo sobre la paz, la estabilidad y el desarrollo económico se ha disipado y el mundo corre el riesgo de caer en una situación de «perder-perder».

Desde 2015, los organizadores de la Conferencia de Seguridad de Múnich publican un informe temático para orientar el tema y estimular la atención de los medios y del público sobre importantes eventos internacionales de seguridad, ampliando así su influencia.

En términos de capacidad para dar forma a un tema, los hechos pueden ser importantes, pero no son los más importantes. En virtud de su perspectiva sobre las cosas y su capacidad para crear problemas, la Sociedad de Munich ha guiado la atención de la corriente principal internacional hacia una vía liderada por Occidente, logrando así un liderazgo ideológico.

Aunque la dirección y configuración de temas ha sido un tema de gran preocupación para las sociedades nacionales y extranjeras en los últimos años, las narrativas del discurso y los métodos de configuración del discurso occidentales todavía merecen nuestra vigilancia. A juzgar por la configuración de temas del Consejo de Seguridad de Múnich en los últimos años, las narrativas trágicas se han convertido en el tema principal, como «La falta de Occidente» propuesta en el informe de 2020, y «Competencia y cooperación» en 2021, «Desaprender la impotencia» en 2022, la «Revisión» en 2023 y la narrativa «Perder-perder» en 2024, etc., han dado a varias cumbres una atmósfera de tristeza.

En la ceremonia de apertura, el Secretario General de las Naciones Unidas, Guterres, expresó su preocupación por los problemas del actual sistema de gobernanza internacional. Los organizadores expresaron sus condolencias por la muerte de los disidentes. La triste música de violín que se escuchó en el lugar parecía hacer eco de la «bidimensionalidad» occidental.

La narrativa discursiva del “perder”

De hecho, en muchas discusiones en la conferencia principal y en las conferencias paralelas, esta atmósfera todavía está envuelta en debates sobre diversos temas. Esta narrativa discursiva refleja al menos las siguientes realidades políticas internacionales:

En primer lugar, refleja la ansiedad de Occidente, especialmente Europa, por la situación actual y su inseguridad ante las múltiples dificultades que enfrenta. Esto también muestra el fuerte sentido de crisis de Europa y su hábil capacidad para dar forma al discurso, y refleja el poder blando de Occidente en la comunicación cultural. El pesimismo del tono expresado en el discurso también apunta a la profunda crisis en Europa.

Europa está actualmente asolada por múltiples crisis como la crisis económica, la crisis de inmigración, la crisis Rusia-Ucrania, el conflicto palestino-israelí y la polarización política. No sólo su presencia en el escenario internacional es cada vez más escasa, sino que sus propias crisis son cada vez más escasas. Nos sentimos impotentes ante las lagunas del sistema internacional y estamos llenos de precauciones e inquietud ante el surgimiento de fuerzas económicas emergentes.

Por lo tanto, esta inquietud y ansiedad se reflejan plenamente en el informe. «La falta de Occidente» muestra la inquietud de Occidente por el declive de su sentido de existencia y el desorden del sistema occidental; «Escape de la sensación de impotencia» muestra que Occidente, que se encuentra en una profunda crisis, no tiene idea de cómo salir de la crisis: sólo puede lanzar gritos de impotencia. «Pierde-pierde» refleja la insatisfacción de Occidente con los desafíos y la interferencia en el sistema del orden internacional basado en reglas. Por tanto, las narrativas negativas son un fiel reflejo de las dificultades que enfrenta Occidente, y las narrativas optimistas carecen de un cierto fundamento narrativo.

En segundo lugar, refleja que Occidente utiliza narrativas trágicas para crear contradicciones, encontrando así puntos de alivio para sus propias crisis y dificultades existentes y desviando la insatisfacción de la gente con las crisis internas. Hay muchas formas de resolver la crisis, pero crear un punto trágico para estimular la resonancia del público y de la opinión pública, a fin de salir de la crisis, es un método común en Occidente.

En la actualidad, Occidente se adhiere a la tradición de la oposición binaria en la narrativa discursiva y enfatiza la lógica de un juego de suma cero en blanco y negro. A largo plazo, significa establecer aún más la propia superioridad moral y ortodoxia, rechazar activamente a los demás o atribuir injusticia, inestabilidad y otros factores a otros. Por ejemplo, los actualmente populares «democracia y autoritarismo», «otros y personas de ideas afines», «ganar-ganar y perder-perder», «defensores del sistema y revisionistas», etc. son manifestaciones plenas de la creación de narrativas de análisis de oposición binaria.

El «Informe de Seguridad de Múnich 2024» continúa en este tono: atribuye los problemas actuales en el orden internacional basado en reglas occidentales a la influencia y destrucción de fuerzas externas, especialmente el autoritarismo y el llamado revisionismo del sistema occidental que ha impactado a la comunidad internacional. Se han producido daños y desafíos sistémicos, lo que ha llevado al desorden de funciones y reglas tanto dentro como fuera del sistema, haciendo imposible volver al círculo virtuoso de buscar ganancias absolutas y «hacer cada vez más grande el pastel» que apareció en las primeras etapas del desarrollo del orden neoliberal.

Este tipo de narrativa discursiva evita problemas reales dentro de Occidente, como la polarización política y de extrema derecha de la xenofobia popular causada por el problema de los refugiados, la política de identidad y la crisis de identidad causada por la afluencia a gran escala de inmigrantes islámicos, y la crisis causada por la crisis Rusia-Ucrania: la geopolitización, la orientación de valores y la panseguridad de la ecología política, la militarización de las relaciones económicas y comerciales exteriores y el conservadurismo de la política interna causado por la presión continua sobre la economía y la disminución de la competitividad, la creciente falta de vitalidad y espíritu aventurero en la sociedad, la búsqueda del confort y la evitación de riesgos, etc.

A largo plazo, si Europa quiere resolver la crisis, debe recuperar el espíritu de apertura y cooperación. Lo más importante es hacer frente a las contradicciones internas acumuladas y encontrar los verdaderos problemas y meollo de Europa. Sólo de esta manera puede crear las condiciones para salir de esta situación.

El tercero es fortalecer la confrontación sistémica, ganarse activamente a «personas de ideas afines» y fortalecer su propia influencia. El objetivo final de las narrativas trágicas no es más que atraer más simpatizantes, ganar su apoyo, fortalecer su propio bando y luchar conjuntamente contra aquellos que están insatisfechos y desafían al sistema.

En esta reunión del Consejo de Seguridad, al intensificar las críticas a los revisionistas, inspiraremos a las llamadas «personas de ideas afines» a apoyar el orden internacional basado en reglas y consolidar el campo occidental. A juzgar por la participación en la reunión, los principales representantes siguen siendo principalmente de Estados Unidos y países occidentales, y los temas discutidos también son temas de interés para Estados Unidos y Occidente.

Además, ha cortejado activamente a los países del Sur Global, ha ampliado activamente su base representativa en el orden global y ha pedido abiertamente al Sur Global que elija un bando. El Consejo de Seguridad de Múnich ha estado ampliando cautelosamente el alcance de las conferencias y atrae activamente a participantes de países en desarrollo o del Sur Global para aumentar su volumen. Sin embargo, no están invitados los representantes oficiales de los llamados países autoritarios como Rusia, Corea del Norte e Irán.

China ha aumentado gradualmente su presencia en el Consejo de Seguridad de Múnich y ha promovido activamente el diálogo cooperativo con los países occidentales, pero en la reunión a menudo se preguntó a los funcionarios occidentales si China se sentiría incómoda en el Consejo de Seguridad de Munich. Especialmente considerando las conferencias y foros internacionales dominados por la alianza transatlántica, China es a menudo criticada y etiquetada como «revisionista» y «desafiadora de las reglas y el orden internacionales».

La Conferencia de Múnich se ha celebrado durante 60 años y su apertura, libertad y sostenibilidad son sin duda encomiables. Al mismo tiempo, las reglas de la reunión son la participación e interacción directas, y no pueden escribirse ni ignorarse entre sí. Involucrarse e interactuar entre sí (no sermonear ni ignorar a los demás) es refrescante.

Sin embargo, no podemos olvidar la fuerza que lo respalda: la protección de sus sistemas de valores por parte de los países occidentales a ambos lados del Atlántico, así como su arraigada desconfianza y sus precauciones contra quienes se adhieren a sistemas y caminos diferentes, y no evitan ningún esfuerzo por moldear su propio sentido moral en el sistema de opinión pública y una cruzada contra otros; esforzarse por encontrar acuerdos alternativos o acuerdos de cobertura en las políticas reales, desde la alianza de seguridad trilateral de Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia (AUKUS), la alianza de cuatro vías entre Estados Unidos, Japón, Australia y la India (QUAD), la Alianza de los Cinco Ojos, el Alto Muro de los Tribunales Pequeños y la Alianza Democrática, todos los cuales son círculos concéntricos de valores y muestran el carácter excluyente que persigue este sistema occidental. Esto también hace que carezca cada vez más de legitimidad natural y representatividad para resolver problemas globales.

Esto hará que Occidente encuentre muchas dificultades para movilizar a los países del Sur global, porque los países del Sur han expresado su descontento. Occidente no está resolviendo los problemas que enfrentan los países del Sur Global, pero espera que elijan parte en temas clave y tomen los llamados valores occidentales como dominantes. Esto causa el descontento en estos países.

En esencia, los países del Sur Global necesitan un entorno internacional pacífico y no quieren que fuerzas externas los obliguen a elegir bando: sólo quieren desarrollarse con tranquilidad.

La narrativa trágica es un reflejo concentrado del desarrollo del capitalismo occidental en una etapa específica. Va en contra del espíritu positivo, optimista y cooperativo que persigue la humanidad. La tradición de la oposición binaria y la lógica del juego de suma cero no pueden hacer frente a los problemas globales. Practicar el multilateralismo y promover el establecimiento de un nuevo tipo de relaciones internacionales con la cooperación beneficiosa para todos como núcleo son experiencias que Europa y Estados Unidos necesitan aprender de nuevo.

Liu Zuokui es Director Adjunto del Instituto de Estudios Europeos, Academia China de Ciencias Sociales.

Fuente CEPRID https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2886

¡¡ EL FRACASO DE LAS DOCTRINAS MILITARES DE EEUU, DESDE LOS 90 HASTA LA GUERRA DE UCRANIA !!

Es el tema que aborda Carlos Pereyra Mele, director de Dossier Geopolítico en su columna del Club de La Pluma, con un profundo análisis histórico y estratégico que arranca con el fin de la Unión Soviética y el triunfalismo de Washington por la supuesta victoria final del capitalismo. Cuando decían que llegaba “el siglo americano” con EEUU controlando el mundo. Con intelectuales como Fukuyama y su “Fin de la Historia” sin guerras y con el neoliberalismo como dueño de la economía. O el “Choque de las Civilizaciones” de Huntington que hablaba de que Occidente se haría cargo de las naciones periféricas para aplicarles sus valores. Sin embargo, aquel cenit de la “victoria perpetua” les duró muy poco a los anglosajones y a la pusilánime Europa. Y es así como cada día que pasa, todo es más complicado para Occidente y lo contrario para el mundo euroasiático y el Sur Global. Tal cual se puede leer en un artículo de la fundación norteamericana Heritage con el título ”El Ejército Estadounidense es Débil e Incapaz” (https://dossiergeopolitico.com/2024/02/29/8684/)

Y explica cómo, en medio de aquella borrachera de superioridad, los vencedores guardaron las guerras clásicas en el baúl de los recuerdos y crearon nuevas doctrinas militares para conflictos de baja intensidad, reduciendo casi toda su logística a la tecnología punta y a grupos comandos “quirúrgicos” de golpes rápidos sobre enemigos débiles. Decían entonces que las guerras de masas de soldados y de flotas aéreas o navales habían terminado. Y que no había potencias que amenazaran su poder global. Entonces cambiaron su sistema de producción por otro más sofisticado, moderno y rentable para la industria armamentística. Pero, las idas y vueltas de las historia les demostraron que con la supercapacidad tecnológica, o el obsceno poder financiero, no alcanza para vencer a pueblos levantados en armas. Es así como llegaron los oscuros años de las derrotas, con el ejemplo emblemático de la vergonzosa huída de Afganistán, espantados por unas tribus de montañeros de la edad media.

Y nos cuenta Pereyra Mele, que atrapado en esa decadencia crónica, Occidente se enfrenta hoy a la casi segura derrota en Ucrania, desnudando el fracaso absoluto de todas esas teorías militares, al ser obligados -sin estar preparados- a volver a las guerras tradicionales, las de grandes tropas, de artillería, de trincheras, de tanques y de campos embarrados. Y sobre todo, por tener en frente una superpotencia como Rusia.

Con lo que concluye que las guerras, más que ganarse en el campo de batalla, se las gana en el campo de la logística. Que es imprescindible contar con un sistema industrial militar con stock de municiones y de  equipamiento militar a la altura del desafío. Y que aquél que tenga la capacidad de sostener el esfuerzo bélico por mayor tiempo, tiene la posibilidad de vencer a un enemigo mejor armado, mejor equipado o con armas más modernas. Duras lecciones de la realidad, que le llega mal y tarde al bando anglosajón.

Además, a la largo de este audio aborda la comprobada participación de la OTAN en Ucrania, junto a la falaz insinuación de Macrón sobre un supuesto envío de tropas al frente y el ridículo de este presidente, al que parodian rezando: ”Gracias a Dios existe Rusia, a la que podemos culpar de todos los problemas de Francia”

Eduardo Bonugli (Madrid, (03/03/24)

El grafitero francés Lekto, conocido por sus pintadas satíricas sobre Macron, ha creado un mural grande en París.
«Gracias a Dios que existe Rusia a la que podemos culpar de todos los problemas de Francia».

Mientras…se intenta seguir con el relato occidental, la realidad se impone: Rusia sigue su avance en el este de Ucrania con la toma de varios pueblos pequeños cercanos a Avdivka

Las fuerzas rusas disminuyeron temporalmente el ritmo de sus operaciones tras capturar Avdivka, pero desde entonces han aumentado el ritmo de su asalto para continuar avanzando al oeste de la localidad, según los expertos

Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/rusia-sigue-avance-ucrania-toma-pueblos-pequenos-cercanos-avdivka_1_10965063.html 

La OTAN en Ucrania: Militares alemanes planean ataques contra el puente de Crimea, según audio filtrado

Fuente

https://www.laarena.com.ar/el-mundo/militares-alemanes-planean-ataques-contra-el-puente-de-crimea-20243214230

“Newsweek”: La CIA asumió un papel central en el conflicto de Ucrania antes de que comenzara

Según el semanario, que cita a «más de una docena» de funcionarios de inteligencia anónimos,

fuente:

https://www.agenzianova.com/es/news/newsweek-la-cia-ha-assunto-un-ruolo-centrale-nel-conflitto-in-ucraina-prima-che-iniziasse/

Ucrania, Gaza y Taiwán son los frentes de la guerra global del Occidente angloamericano

Por Gabriel Merino para el website Tektonikos, el autor autoriza su publicacion en Dossier Geopolitico

Hace unos pocos meses, más precisamente a principios de diciembre del año pasado, la ex primer ministra británica Liz Truss dijo en una entrevista a The Telegraph en Washington DC que las guerras en Ucrania y en Israel, como la cuestión de Taiwán son parte del mismo conflicto contra los “dictadores autoritarios”. 

Truss afirmó que “No son guerras múltiples, son la misma guerra”, en su visita a Estados Unidos para tratar de convencer a los legisladores republicanos cercanos a Donald Trump que apoyen un aporte financiero y un involucramiento aún mayor para las fuerzas pro-occidentales de Ucrania. Para Truss la guerra en Ucrania es “Nuestra Guerra” y constituye un “imperativo estratégico para todos nosotros”.

Meses antes también había afirmado sobre Taiwán que la isla rebelde de China estaba “en la primera línea de la batalla mundial por la libertad”. Y sobre el conflicto Palestina-Israel había afirmado, cuando era primera ministra, que “soy sionista y una gran partidaria de Israel”.

Con otras palabras y bajo el ropaje ideológico occidental —que se aferra a las antinomias con aroma a Guerra Fría del estilo “democracia vs. autocracias”— Truss planteaba con total claridad el nudo del conflicto actual. Si corremos las mediaciones ideológicas, aparece con total claridad la contradicción política central de la actual transición de poder mundial: el Occidente geopolítico conducido por el polo de poder angloamericano —que en términos geoeconómicos conforma el Norte Global—, frente a los polos de poder emergentes, que buscan democratizar la distribución el poder y la riqueza mundial, construir otro ordenamiento mundial —y cuyo ascenso ha cambiado de hecho el mapa del poder, al cual el viejo orden ya no se corresponde. Y esta contradicción —y la necesidad por parte del Occidente geopolítico de detener el desarrollo de un mundo multipolar— es lo que está en el núcleo explicativo de lo que denomino como guerra mundial híbrida.  

Códigos geopolíticos compartidos

Obviamente Liz Truss no expresa a todos los grupos dominantes del Occidente geopolítico. Más bien es cercano a los planteos de que en los Estados Unidos se conoce como los neoconservadores, quienes son parte clave del establishment del Partido Republicano, fueron dominantes durante la era de George W. Bush (2001-2009) y ocuparon importantes espacios de poder durante el gobierno de Donald Trump, aunque con importantes tensiones y conflicto con el magnate nacionalista (son líneas distintas y eso se observa en algunos discusiones geopolíticas y geoestratégicas como lo es el tema Ucrania). 

Si bien Truss y los neoconservadores norteamericanos tienen diferencias con los halcones liberales globalistas que ahora dominan en el gobierno Joe Biden, son parte del establishment anglosajón y comparten un conjunto de códigos geopolíticos e imperativos estratégicos. Entre ellos: 

  1. poner a Ucrania bajo la órbita del Occidente geopolítico para debilitar estructuralmente a Rusia y quitar al gigante Euroasiático de la primera línea de los jugadores geoestratégicos; 
  2. sostener a Israel como una posición de avanza fundamental del Occidente geopolítico en el llamado “Medio Oriente” (aunque allí hay una gran diferencia entre los neoconservadores que defienden el Gran Israel y los halcones liberales que abrevan por la solución de los dos Estados); 
  3. y preservar a toda costa a Taiwán bajo la influencia estratégica Occidental para sostener la cadena de islas y posiciones militares que rodean y contienen a China, evitando que Beijing recupere la isla rebelde para convertirse en una gran potencia marítima (además de terrestre) y que complete su rejuvenecimiento nacional iniciado a partir de la revolución de 1949, que entre otras cosas significa recuperar los territorios desmembrados durante el “Siglo de Humillación”.

Globalizar la OTAN 

También comparten, con matices, el imperativo estratégico de expandir la OTAN. No solo desde Europa hacia el Este, sino también en el Pacífico, a partir de la incorporación de Japón a la alianza atlántica y desarrollando otras iniciativas como el AUKUS anglosajón (Australia, Reino Unidos, Estados Unidos) o el QUAD (diálogo de seguridad cuadrilateral conformado por Estados Unidos, Japón, Australia e India). En varios sectores se resume esta expansión en la idea de la OTAN Global (“Global NATO”), que es el nombre adecuado para definir la mutación que se produjo en la alianza atlantista a partir de los años noventa del siglo pasado: ser una herramienta del Occidente geopolítico para reforzar su supremacía y asegurar estratégicamente el orden mundial unipolar en un capitalismo global transnacionalizado. 

Los tres conflictos mencionados se desarrollan en escenarios clave del tablero euroasiático —cuyo control es una obsesión para el polo anglosajón con el fin de sostener la “supremacía” y la razón de ser de ideas en torno a una OTAN Global. En Ucrania se juega la profundidad de la cabeza de puente en la periferia occidental europea en relación con el corazón continental que tiene como centro al estado ruso. En Medio Oriente, el control de otra región geopolítica clave: centro de Afro-Eurasia, territorio de rutas terrestres y marítimas estratégicas tanto en el presente como a lo largo de la historia, principal región exportadora de hidrocarburos y centro de la civilización islámica. En Asia Pacífico, se juega la posibilidad de sostener el cerco estratégico sobre China y la periferia oriental de Eurasia desde la Segunda Guerra Mundial, en una región que ya se ha convertido en el centro dinámico de la economía mundial bajo el liderazgo de China. 

Grietas

Luego de tres meses de negociaciones y con la negativa de muchos senadores republicanos alineados con Donald Trump a quienes Truss intentó convencer, el Senado estadounidense aprobó el 13 de febrero un paquete de ayuda de 95.300 millones de dólares para Ucrania, Israel y Taiwán: 60.000 millones para Kiev (que se sumaría a los más de 110.000 de millones que ya invirtió desde febrero de 2022), 14.000 millones de dólares para apoyar la guerra de Israel en Gaza, 8.000 millones de dólares para reforzar a Taiwán y  a las fuerzas políticas independentistas pro-estadounidenses y sus socios en el Indo-Pacífico para contrarrestar a China. A ello se le agrega 9.200 millones de dólares en ayuda humanitaria para Gaza. Sin embargo, la ley aún no fue aprobada en la Cámara de Representantes dominada por republicanos trumpistas, que rechazan sobre todo un involucramiento mayor en Ucrania (la parte central del paquete), aunque puedan coincidir con los otros objetivos. 

Tanto aquí, como en otras cuestiones, se puede ver con claridad las internas que surcan a Estados Unidos y al polo de poder anglo-estadounidense, como al Occidente geopolítico, lo cual es parte central del declive del viejo orden unipolar y de la crisis de hegemonía actual. Por ejemplo, no sólo son notorias las diferencias en el frente ucraniano, sino también entre el impulso de un Gran Israel que termine de apropiarse de todos los territorios palestinos (y avance hacia una escalada bélica de otras dimensiones con Irán) o la apuesta a la solución de los dos estados y a genera un equilibrio de poder favorable a Estados Unidos y Occidente en dicha región. También en torno a la cuestión de Taiwán se vio a Francia reacia a seguir los pasos de Washington y Londres de escalar contra China. “La pregunta que debemos responder, como europeos, es la siguiente: ¿Nos interesa acelerar (una crisis) en Taiwán? No”, comentó Macron en una entrevista a Les Echos y Político Europe. “Lo peor sería pensar que los europeos debemos convertirnos en seguidores en este tema y seguir el ejemplo de la agenda de Estados Unidos y de una reacción exagerada de China”, agregó. Estas palabras generaron un profundo malestar en el mundo anglosajón. 

Además, la situación en cada uno de estos escenarios es complicada para Washington y aliados. El devenir de los acontecimientos revela que, más allá de ciertas coyunturas tácticas u obtención de objetivos con dudoso resultado estratégico (como  desconecta a Alemania de la energía rusa y su consecuente desindustrialización), en general se observa avances de las fuerzas emergentes y de las tendencias que apuntan hacia una redistribución del poder mundial contraria al Occidente geopolítico. 

Por ejemplo, volvamos al caso del frente de Ucrania. El establishment occidental estimaba en general que para esta altura la Federación de Rusia estaría con la economía colapsada y el “régimen” político en crisis. Estos análisis se correspondían con el de RAND Corporation de 2019, el cual aconsejaba profundizar el apoyo a las fuerzas ucranianas pro-occidentales (guerra proxy) y aumentar considerablemente las sanciones económicas (guerra económica) con el objetivo de “sobre-extender” y “desequilibrar” a Rusia, para desplazarla del gran juego geopolítico. Incluso hace un año muchos referentes atlantistas insistían con sinceridad analítica (tan honesta como errada) sobre un próximo escenario de derrota estratégica para Rusia en Ucrania. 

Los desaciertos en los diagnósticos 

Pero como en tantos otros escenarios, el error de cálculo de buena parte de las élites occidentales, incluso las más lúcidas, se debe a la incomprensión (o a la no aceptación) del profundo cambio que se ha producido en el mapa del poder mundial. El mundo, en términos sistémicos, ya no es unipolar.

Contra todos los pronósticos, Rusia creció 3,6% en 2023 y el FMI prevé un crecimiento de 2,6% para 2024. Esto se explica tanto por factores endógenos como por el marco de asociaciones en Eurasia y África, en donde sin dudas sobresale el vínculo con China e India (cuyas economías explican buena parte del crecimiento mundial). En el terreno militar, en los últimos 10 meses el Kremlin obtuvo tres victorias importantes en batallas por el control completo del estratégico Oblast de Donetsk: Bajmut, Mariinka y Avdiivka. Esta es la provincia central de las fuerzas pro-rusas desde 2010 (más allá de Crimea obviamente) y núcleo territorial de la insurgencia pro-rusa de 2014, luego del golpe pro-occidental al presidente Viktor Yanúkovich, quien antes fue gobernador de allí. 

La guerra de desgaste propuesta por Moscú se combina, luego del total fracaso de la promocionada “contraofensiva ucraniana” durante la primavera boreal de 2023, con una lenta pero sólida ofensiva, con avances en puntos claves en el frente, que le ha permitido destruir posiciones fortificadas de Kiev en el Donbas, a medida que corroe cada vez más su músculo militar. Allí sobresale la estratégica ciudad de Avdiivka, desde donde las fuerzas ucranianas bombardeaban a objetivos civiles y militares de la ciudad de Donetsk, capital de la provincia homónimo. El desgaste de las fuerzas ucranianas y el vaciamiento de las reservas occidentales, contrasta ahora con la capacidad demostrada por el complejo militar industrial ruso para abastecer el esfuerzo bélico.

En el caso de Oriente Medio, la ofensiva israelí en Gaza, luego de los ataques de Hamás del 7 de octubre que reavivaron dicho conflicto secular, no ha logrado sus objetivos y comienza a tener grandes costos políticos. La organización político-militar Hamas no ha sido derrotada y siguen en su poder gran parte de los rehenes israelíes secuestrados. La brutal ofensiva que siguió al ataque terrorista —y que hace tiempo había sido diseñada como parte de avanzar hacia un “Gran Israel”— está causando decena de miles de víctimas civiles. Esto volvió a exponer al mundo la cárcel a cielo abierto que es Gaza y a poner de manifiesto la negativa absoluta del gobierno israelí a la solución de los dos estados, así como al cumplimiento de las resoluciones de la ONU desde 1967 (lo que profundiza las diferencias en el Occidente geopolítico). Esto intensificó el reclamo internacional y en particular del mundo islámico y de los pueblos árabes, así como obligó tanto al gobierno de los Estados Unidos y a las autoridades de la Unión Europea a ser críticos de la ofensiva israelí. 

Aceleración de la dinámica multipolar

Como se dijo en un artículo anterior, en dicha región se vienen produciendo cambios geopolíticos trascendentales, que se articulan con un proceso global: el reestablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudita auspiciado por Beijing, el ingreso de cuatro países de la región a los BRICS+ (Arabia Saudita, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Egipto), el fortalecimiento de la OPEP+ que reúne a los países exportadores de petróleo, en donde se destaca Arabia Saudita, junto a Rusia. La presión sobre el gobierno de Israel por parte de varios de los viejos y los nuevos miembros de los BRICS+ resulta clara: empezando por China que promueve la idea de dar a Palestina una asiento en la ONU y es apoyada por Arabia Saudita, o la presentación de Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia acusando a Israel de conducta genocida y el propio presidente Lula da Silva de Brasil reforzando públicamente la idea del genocidio que está cometiendo Israel contra el pueblo palestino. También Egipto que plantea la posibilidad de romper los acuerdos de Camp David de 1978. 

La dimensión central para entender el devenir de este y los otros conflictos de la guerra mundial híbrida es analizar el escenario político mundial, la escala global que atraviesa y articula de forma específica las dinámicas regionales, nacionales y locales. También las propias contradicciones del Occidente geopolítico, que son parte clave del análisis de dicho escenario. En este sentido, resulta notorio cómo se acelera la dinámica multipolar en línea con los cambios sistémicos que se están produciendo en el mapa del poder mundial. 

Los problemas para el establishment del polo de poder anglo-estadounidense se parecen un poco a los de los Habsburgo en el siglo XVII, con su extendido imperio. Como afirma Paul Kennedy en su muy interesante libro Auge y Caída de las Grandes Potencias (aunque escrito bajo una total perspectiva eurocéntrica) los Habsburgo tenían muchos recursos y poder pero eso no alcanzaba: a) debido a que la revolución militar que se estaba produciendo generaba un masivo aumento de la escala, los costos y la organización de la guerra; b) porque tenían demasiados enemigos a los que combatir y demasiados frentes que defender (Kennedy afirma que España —centro del imperio como hoy lo es EE.UU.— “se parecía a un gran oso caído en un pozo: es más poderoso que cualquiera de los perros que lo atacan, pero no puede enfrentarse a todos sus oponentes y cada vez se siente más agotado”); debido a sus problema productivos (desindustrialización actual) y la dificultad creciente para movilizar recursos, lo que incluye la creciente resistencia de la población a financiar guerras en lugares distantes. 

El trasfondo fundamental de estas tres razonas era que se estaba produciendo un cambio estructural de las correlaciones de fuerzas materiales y políticas. Se fortalecían otros jugadores y aparecían nuevas tendencias. 

Las razones por las que ni Washington ni Beijing buscan en lo inmediato generar una crisis que haga volar por los aires el actual sistema internacional.

Por Sebastián Schulz * Articulo publicado en PERFIL, el autor autoriza su pulicacion en Dossier Geopolitico

El 16 de febrero pasado, el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, se reunió con el secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, en el marco de la Conferencia de Seguridad de Múnich. La cancillería china calificó a la reunión como “sincera, sustancial y constructiva”. A finales de enero, en tanto, el canciller chino mantuvo un encuentro en Tailandia con el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, que la diplomacia china catalogó como “franca, sustancial y fructífera”.

En ambos encuentros, se realizó una salutación mutua por el cumplimiento del 45° aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas bilaterales que se cumplen este año, pero también se cruzaron acusaciones sobre algunos conflictos internacionales en curso, como los ataques hutíes en el Mar Rojo, los roles de cada uno en el conflicto de Gaza y las posiciones sobre la actuación rusa en Ucrania. La Casa Blanca afirmó que dichas reuniones se dieron en el marco de la decisión del gobierno de “mantener una comunicación estratégica y un manejo responsable de sus relaciones” con China.

Algunas semanas antes, el viceprimer ministro y encargado de Asuntos Económicos y Comerciales chino, He Lifeng, se reunió con una delegación encabezada por el subsecretario de Asuntos Internacionales del Departamento del Tesoro norteamericano, Jay Shambaugh, con el objetivo de generar más beneficios a las empresas y pueblos de los dos países.

La “visión” de San Francisco. En las distintas reuniones mencionadas arriba, apareció la necesidad de “hacer realidad la visión de San Francisco”, recordando el encuentro presencial que mantuvieron los presidentes Joe Biden y Xi Jinping en noviembre pasado en esa ciudad norteamericana, en el marco del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC).

En California, ambos mandatarios pusieron sobre la mesa sus exigencias a la contraparte. Del lado chino, se exigió a los Estados Unidos el respeto del principio de “Una sola China” y que el país norteamericano cese su apoyo militar y financiero a Taiwán. Por otra parte, se hizo hincapié en la necesidad de garantizar un entorno propicio para el intercambio entre personas y se solicitó a Estados Unidos que cese con el acoso y los interrogatorios injustificados a ciudadanos chinos que van a estudiar o investigar allí. Finalmente, China señaló la necesidad de impulsar legislaciones internacionales sobre inteligencia artificial.

Luego de la reunión, la cancillería china señaló que ambas partes acordaron promover “un desarrollo sano, estable y sostenible de las relaciones China-Estados Unidos”, un vínculo que consideraron como la relación bilateral más importante de la actualidad. Los chinos llamaron “visión de San Francisco” al consenso alcanzado en la reunión de realizar esfuerzos para garantizar los principios de respeto mutuo, coexistencia pacífica y cooperación de ganancia compartida.

Los funcionarios estadounidenses, en tanto, demandaron a la contraparte china mayores esfuerzos para regular la producción de fentanilo, y exigieron al país asiático un mayor compromiso en la resolución de la guerra de Ucrania.

Al comenzar la reunión, Joe Biden señaló que “es primordial que usted y yo nos entendamos claramente, de líder a líder, sin conceptos erróneos ni faltas de comunicación”. El presidente chino, en tanto, dijo que “el planeta Tierra es lo suficientemente grande para que los dos países tengan éxito, siempre y cuando se respeten mutuamente, coexistan en paz, serán completamente capaces de superar sus diferencias”.

En este marco, ambos países acordaron reabrir los canales de comunicación entre sus Fuerzas Armadas, que habían sido cortados tras la visita que la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, realizó a la isla de Taiwán en agosto de 2022.

¿Disminuir tensiones o administrar competencias? La proliferación de reuniones de alto nivel entre las diplomacias sinonorteamericanas de los últimos meses se da en un contexto de profundización de las disputas geopolíticas entre ambos países, en un orden internacional que tiende, de forma turbulenta, hacia una mayor multipolaridad.

Lejos de calmar las aguas, las cumbres sirvieron para recordar las “líneas rojas” de ambos países, pero no apaciguaron las tensiones que existen entre ellos. De hecho, en una conferencia de prensa posterior a la cumbre de APEC, Biden llamó “dictador” a Xi Jinping, lo que disparó el enojo de la diplomacia china. Beijing también reaccionó cuando Jake Sullivan felicitó a William Lai por su victoria en las elecciones de Taiwán en enero pasado, lo que implica el reconocimiento por parte de Estados Unidos del acto electoral en un territorio que China reclama como propio.

La diplomacia china también tuvo comentarios enérgicos sobre Washington. En sus habituales ruedas de prensa, el portavoz de la cancillería Wang Wenbin acusó a Estados Unidos de utilizar “su dominio sobre los sistemas operativos globales y los servicios de internet para llevar a cabo vigilancia y robo de datos masivos e indiscriminados”, apoyar “descaradamente a las organizaciones de ciberataques para que lleven a cabo ciberataques continuos y duraderos contra agencias gubernamentales”, sostener una anacrónica “mentalidad típica de la Guerra Fría” y difamar constante e infundadamente a China. “Parece que la paranoia de algunos políticos estadounidenses está empeorando”, llegó a decir Wang.

En febrero de 2023, el Consejo de Estado de China publicó un informe titulado “La hegemonía estadounidense y sus peligros”, en el que acusa directamente a Estados Unidos de actuar “con audacia para interferir en los asuntos internos de otros países, perseguir, mantener y abusar de la hegemonía, promover la subversión y la infiltración y librar guerras deliberadamente, perjudicando a la comunidad internacional”. Este documento representó un verdadero quiebre de la diplomacia de “bajo perfil” de China.

¿Ganar tiempo? Más allá de los acuerdos puntuales alcanzados en las últimas reuniones bilaterales, la relación entre China y Estados Unidos se perfila como el vector del cambio geopolítico de las próximas décadas. La manera en la que se resuelva esta disputa impactará directamente en el formato que tomará el orden internacional en el futuro. El presidente ruso, Vladimir Putin, lo dejó claro en su entrevista con Tucker Carlson, cuando dijo explícitamente que “Estados Unidos teme más a una China fuerte que a una Rusia fuerte”.

Los llamados de Estados Unidos a China para que desempeñe un papel más proactivo en la defensa del “orden internacional basado en reglas” promovido por Occidente manifiesta una realidad que se ha hecho cada vez más clara en las últimas dos décadas, y es que Estados Unidos ya no está en condiciones de resolver unilateralmente los conflictos internacionales, ni de disciplinar o alinear al mundo emergente y en desarrollo. China, en tanto, busca administrar las tensiones, mientras continúa acumulando capacidades para disputar en áreas estratégicas (como la tecnología o el sistema monetario) y fortalece sus alianzas con el resto del llamado “sur global”.

El otro aspecto a considerar a la hora de analizar las tensiones entre China y los Estados Unidos es tanto las transformaciones en las formas de organización del capital como la interdependencia que ello trajo aparejado. Ningún Estado hoy es completamente autosuficiente, y los grandes capitales tienen sus negocios sumamente diversificados tanto en rubros como en territorios. Por ello, la administración demócrata estadounidense busca limar algunas asperezas con China para garantizar un entorno propicio para los múltiples inversores radicados en ese país.

Por eso, ninguno de los dos países busca en lo inmediato generar una crisis que haga volar por los aires el actual sistema internacional. En el caso de China, porque actualmente se encuentra en ascenso estratégico de su iniciativa geopolítica, ya es la primera potencia económica mundial medida en paridad del poder adquisitivo y se encuentra en camino firme para convertirse en un país socialista moderno plenamente desarrollado. Estados Unidos, en tanto, se encuentra en declive hegemónico desde hace, por lo menos, dos décadas, y su establishment está más enfocado en resolver la profunda grieta interna entre globalistas y neoconservadores que en recuperar la condición de hegemón indiscutible que ostentó durante gran parte del siglo XX.

Ambos buscan, en síntesis, ganar tiempo.

Una incógnita importante es qué pasará en el caso de Donald Trump vuelva a ganar las elecciones de los Estados Unidos en noviembre próximo. Trump dijo hace algunos días que impondrá aranceles a los productos chinos de más del 60%, lo que implica también un impulso todavía mayor del proteccionismo, el unilateralismo y el intervencionismo a nivel internacional. Más allá de la retórica antichina que se achaca al expresidente, el propio Trump se encargó de calmar las alertas: “Me fue genial con China con todo”, dijo el candidato republicano. “Quiero que a China le vaya genial, de verdad. Y me gusta mucho el presidente Xi. Fue muy buen amigo mío durante mi mandato”. Seguramente, el devenir de la relación sinonortamericana estará marcado por el resultado de las elecciones de noviembre en el país del norte.

* Licenciado en Sociología por la Universidad Nacional de La Plata y candidato a Doctor en Ciencias Sociales y Especialista en Estudios Chinos por la misma universidad. Colaborador habitual de Dossier Geopolitico

FUENTE «PERFIL» https://www.perfil.com/noticias/elobservador/distension-o-medicion-geopolitica-entre-potencias.phtml

Sitio Mision Verdad

El Foro de la Multipolaridad, que inició en Moscú el 26 de febrero, ha reunido a representantes de 130 países para discutir sobre la importancia de un mundo de contrapesos políticos y la necesidad de un nuevo orden internacional más equitativo. El mismo está respaldado por el Movimiento Rusófilo Internacional y el Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa.

La presencia de representantes de Asia, Europa, África, América Latina y del Norte en este foro demuestra el interés global en la promoción de un mundo libre de hegemonía. La multipolaridad se presenta como una alternativa al sistema global actual, que favorece a las potencias dominantes en detrimento de otras naciones. 

En la conferencia se han discutido propuestas y soluciones para fomentar un equilibrio de poder más justo y equitativo, que respete la soberanía y la autodeterminación de todos los países.

El debate inició con la intervención de María Zajárova, representante oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, cuyo discurso destacó la necesidad de establecer una agenda unificadora sin condiciones previas, que promueva la cooperación y el entendimiento entre diferentes continentes, países y conceptos filosóficos. 

«Esto es realmente muy importante en estos días porque todo lo que vemos hoy es la desconexión de la humanidad por diversos motivos, o la unificación sobre la base del antagonismo con todos los demás. Estas son las tendencias globales que, por desgracia, se están introduciendo en la conciencia pública a toda velocidad».

El canciller ruso Serguéi Lavrov fue el encargado de transmitir el mensaje del presidente Vladímir Putin en el foro, en el cual resaltó el papel del movimiento rusófilo en contrarrestar los intentos de Occidente de aislar internacionalmente Rusia, así como en difundir información objetiva sobre el país y desenmascarar mitos propagandísticos.

Además, Lavrov enfatizó el compromiso de Rusia en seguir desarrollándose como un país amigable y abierto al mundo, y promover la democratización de la vida internacional, además de basar su desarrollo en los principios de la Carta de las Naciones Unidas. 

«Nuestra actual presidencia de los Brics y de la Comunidad de Estados Independientes, nuestro trabajo activo y constructivo en la UEEA, la OCS, el G20 y muchos otros formatos multilaterales tienen como objetivo lograr nuestra proyección. También tomaré nota de los estrechos vínculos que estamos desarrollando con las asociaciones de integración regional».

Beijing resonó en el foro por su crítica a la unipolaridad, las guerras y las revoluciones de colores como norma.

Zhang Weiwei, experto chino en relaciones internacionales y director del Instituto de China, expresó que en un contexto de dominio unipolar, cualquier recurso, desde el dinero hasta los componentes tecnológicos, puede ser utilizado como arma. Enfatizó la postura de China en favor del modelo de «unión y prosperidad» frente al enfoque occidental de «división y control».

Según Weiwei, a pesar de los esfuerzos de aislamiento por parte de Occidente, la mayoría de los países del mundo tiene simpatía por Rusia. Por otro lado, el llamado Occidente Colectivo se encuentra cada vez más aislado a escala global, lo que refleja un cambio en las dinámicas de poder internacionalmente.

Tras la desintegración de la Unión Soviética se ha observado un incremento acelerado de conflictos en diversas partes del mundo. La falta de un equilibrio de poder ha propiciado una hegemonía que amenaza con desencadenar una guerra nuclear generalizada. La relevancia de esta situación se refleja en la celebración de reuniones internacionales como la de este foro en Rusia, donde cientos de países se oponen al sistema unipolar actual.

FUENTE: https://misionverdad.com/globalistan/lecciones-desde-el-foro-de-la-multipolaridad-en-moscu

Cuando el río suena, es porque trae agua. El gobierno de Javier Milei quiere firmar los «Protocolos Adicionales» del TNP, y el resultado será la muerte del Mercosur.

Pero vamos por partes. El TNP es el Tratado de No Proliferación de 1968. Establece que hay cinco países con armas atómicas que integran el Consejo de Seguridad Permanente de las Naciones Unidas. A esos cinco no se les puede hacer ninguna inspección de arsenales nucleares. 

Luego está el resto de los países signatarios, que reciben inspecciones nucleares sorpresivas. Son frecuentes y profundas cuando tienen programas atómicos pacíficos, y mucho más aún si tienen cierta independencia tecnológica, vale decir si no compran y en cambio diseñan reactores y/o centrales de potencia, si enriquecen uranio o si fabrican agua pesada. Los inspectores tienen autoridad «Full Scope», es decir pueden acceder a todos los laboratorios e instalaciones. Brasil y Argentina hacen todo eso.

El encargado de las Naciones Unidas que ejercer el poder de vigilancia del TNP es el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), dirigido hoy por un argentino, el embajador Rafael Grossi.

Desde 1968 a 1995, ningún gobierno argentino, fuera militar o civil y sin importar de qué partido, quiso firmar el TNP. Brasil tampoco, y por lo mismo. Es totalmente asimétrico, y una pérdida importante de soberanía científica, tecnológica e industrial. Como resumió alguna vez y con elegancia el embajador Julio César Carasales, radical, el TNP es el desarme de los desarmados.

Brasil tampoco quiso firmarlo. Sus gobiernos militares mantuvieron dos programas nucleares, uno civil y orientado a la energía y aplicaciones nucleares, y otro llamado «Paralelo», supuestamente secreto pero a voces, y que se orientaba a desarrollar bombas nucleares. 

Como cada fuerza armada tenía su propio programa paralelo, Brasil tenía cuatro programas nucleares a falta de uno, el Oficial y el Paralelo, como nuestro dólar. Pero como los paralelos no eran cooperativos entre sí sino más bien cerrados y competitivos, no parecen haber logrado nada fuera de despilfarrar recursos económicos y científicos.

Entre 1968 y 1984, la relación entre Brasil y Argentina estuvo muy envenenada por la desconfianza sobre el uso del Paraná. Los brasileños, dueños absolutos de la alta cuenca de ese río gigante, terminaron construyendo sobre el mismo más de 40 represas, la mayor de las cuales es Itaipú. 

Los militares argentinos suponían que en caso de conflicto el Paraná podía ser usado como arma: dejar el río en seco, aguas abajo de Itapú, o liberar decenas de embalses en forma simultánea, y anegar todas las ciudades costeras argentinas en la onda de crecida. Militarmente hablando, no es una hipótesis descabellada. Lo descabellado sería entrar en guerra otra vez con Brasil. En el siglo XIX tuvimos tres, y no se puede decir que hayamos ganado ninguna.

Pero en el Cono Sur los secretos son difíciles de mantener, incluso si son secretos a gritos, como el de Brasil. Durante ese período, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), dirigida en general por contraalmirantes o almirantes, discutió más de una vez si valía la pena desarrollar un programa nuclear armamentista y secreto. Optó por no hacerlo porque aquí no hay secreto que dure mucho, pero sobre todo para no desatar una carrera armamentista regional desaforada con Brasil y con Chile. 

La CNEA se concedió únicamente el «caveat» de que si se verificaba que los brasileños estaban cerca de la bomba, no habría más remedio que ponerse a la par. En realidad, con un programa nuclear basado en la investigación y el desarrollo propios, la CNEA tenía los recursos humanos como para alcanzar y pasar a Brasil caminando. Era nuestra única fortaleza, pero una decisiva. Educación pública desde la primaria a la universidad, y por ende un país lleno de ingenieros.

Y es que los brasileños habían encarado el átomo, tanto en sus aspectos pacíficos como en los otros, por el lado de la transferencia de tecnología. Así encararon su desarrollo metalmecánico e industrial, y con éxito. Pero en un asunto tan estratégico como el nuclear, los miles de pequeños secretos de la tecnología no te los vende nadie, y si lo hacen, te dan gato por liebre, como le pasó a Brasil cuando la República Federal Alemana les vendió, y bien caro, un sistema de toberas para enriquecer uranio que sencillamente no funcionaba. Esa miríada de secretitos, especiamente en ciencia de materiales, los aprendés vos en tus propios laboratorios. Eso nos daba una ventaja impresionante en los sesenta y setenta, y no tanto en equipamiento o en fondos, sino en recursos humanos.

La CNEA no podía decidir sobre estas cuestiones, pero sí aconsejar a los presidentes de la Nación, que en general eran militares, o gobiernos civiles atados con piolines. Pero el prestigio de la CNEA era enorme, los presidentes escuchaban y el resultado fue que nunca hubo ni un intento de bomba atómica argentina. ¿Y por qué? Porque la podíamos hacer de la noche a la mañana, PERO NO NOS CONVENÍA. Las carreras armamentistas nucleares son caras: le costaron la existencia a la URSS, y devoran desde hace medio siglo las economías de la India y Pakistán.

El mejor mensaje para darle al mundo era el argentino: «Usamos el átomo para mejorar la calidad de vida y la de la industria en nuestro país. No tenemos la bomba porque no queremos, no porque no podamos. NO NOS JODAN».

Esta leve ventaja nuestra los militares brasileños también lo sabían y no les hacía maldita la gracia. Pero en medio de tanta rivalidad, supieron negociar con nuestros propios militares un acuerdo tácito, jamás escrito, de no firmar el TNP, y de excusarse angelicalmente ante los EEUU de no hacerlo dado que sospechaban del país vecino. El mismo libreto. 

Eso dio buenos resultados hasta que volvió la democracia a ambos países y de modo muy contundente, aunque por distintas causas. El último marino en dirigir la CNEA, el contraalmirante y reactorista nuclear Carlos Castro Madero, se encargó de comunicar al mundo que la Argentina había desarrollado una minúscula planta de enriquecimiento de uranio en la quebrada de Pilcaniyeu, perdida en medio de la estepa rionegrina, a 60 kilómetros de Bariloche pero casi inaccesible por los malos caminos.

Esto se reveló a fines de 1983 y tras nuestra derrota en Malvinas. A la OTAN le agarró terror. Al cuete, porque la planta de PIlcaniyeu era deliberadamente chica y atrasada, y no había modo en que pudiera enriquecer suficiente uranio a un valor suficientemente alto como para hacer la bomba. Una fotografía satelital bastaba para confirmarlo.

Doblemente al cuete, porque «Pilca» se construyó reactivamente, debido a la prepotencia irracional y territorial de los EEUU. En 1981, cuando la CNEA le vendió a Perú dos reactores nucleares, uno de investigación y otro de producción de radioisótopos, decidió que éramos un país proliferador y nos declararon embargo de uranio enriquecido. Es decir, rompieron contratos de abastecimiento que garantizaban nuestros reactores de investigación y radioisótopos médicos durante décadas.

Pilca todavía hoy tiene el tamaño y las capacidades justas como para decirle a la mafia mundial del enriquecimiento de uranio que nos vendan libremente, no sea cosa de que tengamos que hacer una planta mejor. Los recursos humanos los seguimos teniendo. La plata, no. Pero ya se sabe, la plata viene y va.

Hábil en diplomacia, antes de dar la noticia al mundo Castro Madero fue autorizado por Presidencia para pedir una conversación telefónica con el entonces presidente de Brasil, el general Joao Figueiredo, para anunciarle la existencia de Pilca, y de sus limitaciones. Figueiredo era de Inteligencia. Se rió y felicitó a Castro Madero. Y así quedaron las cosas. 

Y luego, con alguna diferencia cronológica y por causas sumamente distintas, ambos países volvieron a ser democracias representativas y bastante apegadas a sus constituciones nacionales. Ya no alcanzaba con un guiño entre milicos para no firmar el TNP, y la presión de los EEUU era enorme.

Fue entonces que el embajador Adolfo Saracho, creador de la Dirección de Asuntos Nucleares y Desarme, pergeñó una estrategia dramática: invitar al presidente Jose Sarney a visitar Pilca, con todo el acompañamiento científico y militar que quisiera, y acceso pleno. Al canciller Dante Caputo la idea le encantó y también a Alfonsín: la idea era buena, garantizaba la paz, y además era un relanzamiento de imagen de su gobierno, ya bastante desgastado.

Lo que siguió fue el ABACC, que en la práctica empezó a funcionar mucho antes de que se pulieran los detalles en los papeles. En 1991, cuando finalmente se firmaron, hacía años que mandábamos y venían inspectores científicamente capacitados y tecnológicamente equipados. 

Imposible no decir que sin Saracho y sin ABACC jamás hubiera ocurrido algo tan insólito como el Mercosur, la primera alianza aduanera y económica de Sudamérica que, más allá de sus logros, no es un circo diplomático armado por el State Department.

Y así siguieron las cosas, cada cual en su casa y Dios en la de todos, como decía Sancho Panza, hasta que sobrevino Carlos Menem. Entre las muchas cosas que rompió,  firmó el TNP sin avisarle siquiera a Brasil. La relación nuclear con los primos, construida por Alfonsín y Sarney desde 1987, se nos fue al bombo durante muchos años. Nunca nos van a perdonar. 

El ABACC se creó justamente para no tener que firmar el TNP. Brasil inspecciona a la Argentina y la Argentina a Brasil, y nada más. El Consejo de Seguridad Permanente de las Naciones Unidas, formada únicamente por EEUU, Rusia, China, Francia e Inglaterra, está pintado en la pared. No nos inspecciona. Da por buenos los informes del ABACC, y chau.

Ése fue el formato original del ABBAC creado por las cancillerías de Alfonsín y Sarney, y éste es el documento que se firmó en 1991. Brasil garantiza que Argentina no prolifera, y viceversa. Terceros, afuera. Especialmente los grandes proliferadores exentos de toda inspección, es decir los cinco países armamentistas del Consejo de Seguridad Permanente. 

La posición conjunta del ABACC fue que, por supuesto, no se firmaba el TNP por considerarlo un documento asimétrico, y de yapa, anacrónico. Hoy los países con armas nucleares son nueve, le guste o no al Consejo de Seguridad Permanente. Y las potencias económicas, diplomáticas y militares emergentes son otras: las del BRICS ampliado. De modo que el actual Consejo de Seguridad representa al mundo de los años ’50, pero no el de hoy. 

En ese cuadro de grandes cambios históricos en la correlación de poder, el ABACC era un «TNP for two». Y un modelo a seguir por otros países del entonces llamado Tercer Mundo.

Durante un tiempo los EEUU se tuvieron que contentar con esa situación y sonreir. Pero en 1989 se derrumbó la URSS y en 1995 los EEUU se habían vuelto la única superpotencia del planeta. En el cuadro de sometimiento unilateral de las «relaciones carnales», la Cancillería Argentina firmó el TNP, sin siquiera avisarle previamente a Itamaraty.

Mala idea.

Las inspecciones recíprocas del ABBAC sin embargo se mantuvieron, pero en un nuevo formato absurdo. Brasil y la Argentina se controlan entre sí, como siempre, pero arriba está el OIEA que controla a ambos, y controla… el control. Se lo llama «Acuerdo Cuatripartito» porque a los gobiernos de ambos países añade dos partes: el ABACC y el OIEA. Ese organismo de la ONU está controlado por EEUU «ab initio» desde los ’50, pero en 1995 y con ese país puesto en el rol de superpotencia única, no quieras ver.

El Cuatripartito es una fantochada diplomática armada y/o tolerada piadosamente por Brasil. Finge que todo sigue como antes de que Menem firmara el TNP unilateralmente, y obligara así a firmar a Brasil. Brasil tuvo que hacerlo para no quedarse atajando solo en Sudamérica la presión de los EEUU. ¿Quién los paraba a los autodenominados americanos en aquellos años?

Pero si hay un medidor objetivo del enojo brasileño es que desde 1995 no tuvo lugar ningún programa tecnológico conjunto en el área nuclear. Nos vendieron el enriquecido para el CAREM, les vendimos la ingeniería del reactor RBM, punto. Nada más. En enriquecimiento de uranio, los primos avanzaron solos y lo hicieron técnicamente muy bien, con ultracentrifugadoras, un sistema mucho más moderno que el de Pilca, la difusión gaseosa. Eran tiempos de Lula y de CFK, buena onda entre gobiernos. Pudimos haber avanzado juntos en enriquecimiento por láser, algo aún más futurista, pero nada.

En el diseño del motor de su primer submarino nuclear, pasó lo mismo. Y ésa es un área en que tenemos la ventaja de ser diseñadores de reactores desde 1958, y de haber construido el 40% de nuestra primera central nucleoeléctrica, el 55% de la segunda, y el 90% de la tercera. Un motor naval nuclear es una centralita de entre 20 y 300 MW, construida en muy poco espacio. De centrales sabemos. Pero los primos brasucas no nos dieron bola. Y qué decir del CAREM, la central nuclear compacta argentina: en sociedad con Brasil, ya la estaríamos usando y exportando. A espaldas únicamente de la flaca economía argentina, todavía estamos construyendo el prototipo.

En esta conducta hay un componente histórico importante. Brasil fue un imperio antes de volverse un país, y eso no se olvida. También hay un componente geográfico: ese país que antes fue imperio hoy abarca el 50% de la superficie de Sudamérica. Pero por último aunque en primer lugar, está también el hecho de que firmamos con ellos un ABACC para no tener que firmar el TNP, y los traicionamos.

Ahora el OIEA sugiere gentilmente que firmemos los Protocolos Adicionales al TNP, redactados en 1997. En lugar de inspeccionar los sitios nucleares de la Argentina, esto habilita al OIEA a inspeccionar presuntos robos de material físil en TODO el territorio argentino. Ninguna puerta les queda cerrada a los inspectores.

Lo de todo el territorio me preocupa mucho. Ya me resulta intragable que los EEUU, que hemos derrotado en toda licitación de reactores salvo una (Tailandia), pueda acceder a cada detalle del RA-10 (ya quisieran tener uno así), o a la central compacta CAREM, un SMR cuyo diseño copiaron de sobra. Y aún así no están construyendo ningún reactor parecido y nosotros sí. 

Pero «full scope» sobre todo el territorio argentino implica demasiadas cosas. ¿Las universidades y laboratorios no nucleares también? ¿Los lugares donde diseñamos y fabricamos satélites y cohetes también? ¿Las empresas de biotecnología también? Puerta que les cerremos es denuncia ante el OIEA de que estamos «proliferando». Y luego te apilan sanciones de comercio exterior como para aniquilarte. Eso no va a suceder inmediatamente, pero sí en cuanto la Argentina -obviamente no con este gobierno- intente volver al BRICS ampliado, o reconstruir con industria propia su equipamiento militar convencional.

Un buen régimen de inspecciones obligatorias será excelente para nuestras industrias avanzadas. Tan provechoso como la munición para el pato. Bueno, las industrias que quedan…

Pero blanco sobre negro, una segunda puñalada diplomática por la espalda a Brasil firma el acta de defunción del Mercosur. Es exactamente lo que se busca.

Los Protocolos Adicionales no se deben firmar.

Daniel E. Arias

ooooo

Preservando la relación nuclear con Brasil

Hay restos arqueológicos que dan cuenta de actividades de cooperación nuclear entre la Argentina y Brasil, que se remontan a 1960. Sin embargo, visiones rivales que enfrentaban a ambos países por entonces y controversias irresueltas sobre la disposición de los recursos hídricos, impidieron hasta entrados los años ‘80 la firma de algún instrumento amplio sobre los usos pacíficos de la energía nuclear.

En la materia había cuestiones en las que lo natural era que trabajaran (parcial o totalmente) en conjunto: la producción de radioisótopos por ciclotrón, el desarrollo de patrones isotópicos, la protección radiológica, la seguridad nuclear, el reciclado de elementos combustibles, los proyectos energéticos.

Así las cosas, se fueron poniendo en práctica diversos mecanismos bilaterales de cooperación, dirigidos tanto a promover el desarrollo como a fortalecer la confianza mutua y transmitir a la comunidad internacional que ninguno de los dos países intentaba desarrollar o producir armas nucleares. Esto, a su turno, reforzaba la capacidad individual y conjunta en materia nuclear: siempre es bueno recordar que el régimen de no proliferación es asimétrico y que, por lo tanto, las naciones del Sur deben asegurarse un poder negociador básico.

El primero en magnitud fue el acuerdo celebrado en Guadalajara, México, en vigor desde el 12 de diciembre de 1991, luego de su ratificación por los Congresos brasileño y argentino. Cabe destacar que tal ratificación resultó en la promulgación con fuerza de ley de lo establecido en el Acuerdo, ley que es de cumplimento obligatorio y común en Brasil y en la Argentina.

El Acuerdo Bilateral establece un mecanismo de salvaguardias totales y crea el Sistema Común de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (SCCC) y la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC), cuya función es administrar y aplicar el SCCC. Una salvaguardia, en el derecho internacional, es una medida que adopta uno o más países para proteger a su sector productivo nacional frente a un aumento de las importaciones de determinados productos que le causan o amenazan causar un daño grave.

Tanto Brasil como la Argentina tienen acuerdos de salvaguardias vigentes con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) desde los años sesenta y setenta, derivados de acuerdos de cooperación que Brasil había firmado con Estados Unidos y Alemania, y la Argentina con Estados Unidos, Alemania, Canadá y Suiza. Estos Acuerdos, tipo INFCIRC 66, contemplan los casos de cooperación y no abarcan los materiales nucleares involucrados en los programas autónomos de cada país, que actualmente, como consecuencia de las salvaguardias totales establecidas por el Acuerdo Bilateral, están sometidos al SCCC y son verificados y controlados por la ABACC. Por otra parte, y sobre la base del Acuerdo Bilateral, el 13 de diciembre de 1991 se firmó un Acuerdo Cuatripartito de salvaguardias entre la Argentina, el Brasil, la ABACC y el OIEA que hoy bajo la dirección general de un argentino, el embajador Rafael Grossi.

En esencia, los compromisos nucleares entre Buenos Aires y Brasilia han robustecido la democracia en ambos países, han contribuido a que América Latina se consolide como una zona de paz, han facilitado transformar una vieja cultura de la rivalidad, y han significado la concreción de una suerte de “ancla” que compele a los dos a evitar planes nucleares con fines militares. Este gran logro para nosotros, para la relación argentino-brasileña, para Latinoamérica e incluso para el mundo -pues no somos foco de proliferación-, se ha sustentado en principios compartidos y beneficios mutuos. La confianza y trasparencia alcanzadas no son producto de la filantropía, sino de la convergencia de objetivos e intereses.

Por ello, lo que estos párrafos pretenden subrayar es que, hoy más que nunca, en un escenario global turbulento e incierto, debemos preservar lo pactado con Brasil. Por ello, si Argentina firmara un acuerdo de salvaguardias adicionales de manera unilateral (aunque favorable a los propósitos de terceros países) no sólo se malograría severamente la relación con el vecino, sino que se estaría erosionando uno de los mejores y más acertados artefactos institucionales bilaterales y multilaterales que tenemos y que funcionan con seriedad. Cuando algo de esta naturaleza no trasciende, y no forma parte de los programas de chimentos, es porque está rindiendo buenos frutos.

Uno de los méritos de la política exterior democrática argentina en estas cuatro décadas ha sido eludir la improvisación o la sobreactuación en un tema tan sensible. Tenemos cuadros técnicos altamente calificados que han sido una especie de “disco duro” que ha logrado una continuidad poco habitual en nuestra diplomacia, en otros temas. Tenemos un acuerdo político amplio mediante el cual en materia nuclear, especialmente, con Brasil la clave es no innovar: refrendar lo ya alcanzado para garantizar una mayor efectividad futura.

No han faltado pedidos y hasta presiones internacionales para que, por ejemplo, Argentina y Brasil adhiriesen al llamado Protocolo Adicional de 1997. Quizás en alguna ocasión y por razones de conveniencia circunstancial se ha pensado en una adhesión unilateral del país a dicho instrumento, afectando un acuerdo tácito con Brasil de que si hubiera adhesión lo haríamos los dos. El oportunismo se puede convertir en un boomerang para la Argentina. Proceder así no solo dañaría severamente la relación bilateral con nuestro vecino, sino que de hecho levaríamos el “ancla” para que Brasil no se sienta obligado por los compromisos contraídos. Tal cosa, a su turno, afectaría nuestros intereses nacionales. Tampoco eso le conviene a las grandes potencias nucleares. En realidad no hay motivo alguno para que nosotros, para que Brasil, para que la OIEA e incluso para que Estados Unidos horademos, por acción u omisión, las acuerdos nucleares existentes entre Buenos Aires y Brasil.

La Argentina requiere de socios, amigos, acompañantes en esta hora de graves dificultades y grandes desafíos. Tensar, y muy probablemente, deteriorar nuestro vínculo con Brasil sería un despropósito. Procurar buenas relaciones con Washington no requiere estropear los lazos con otras naciones, menos aún con las más próximas. El unilateralismo -sin atributos de poder reales- es un tipo de comportamiento que nos resultará, más temprano que tarde, ruinoso.

Rafael Bielsa y Juan Gabriel Tokatlian

FUENTE: https://agendarweb.com.ar/2024/02/29/el-peligro-de-los-protocolos-del-tratado-de-no-proliferacion-nuclear/