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Por Peter Logghe

Donde la tierra y el mar se encuentran, hay lugar para la tensión geopolítica, especialmente cuando se trata de Estados competidores que bordean mares o lagos interiores. Esa tensión es obvia para todos alrededor del Canal de Suez, en el Océano Índico, en el Mar del Sur de China, con las numerosas disputas entre la superpotencia China y estados como Japón, Taiwán, Filipinas y otros.

Menos conocido es el Bósforo, en el Mar Negro, mientras que la invasión rusa de Ucrania pone cada vez más de relieve la importancia geopolítica de este estrecho turco. Basándose en la Convención de Montreux de 1936, Turquía ha jugado repetidamente sus bazas estratégicas. Debido a la globalización del comercio y, por tanto, al enorme aumento del transporte marítimo, Turquía ha desarrollado recientemente el proyecto del «Canal de Estambul», para aliviar parcialmente el Bósforo, pero sin beneficiarse menos del aumento del transporte marítimo.

Ana Pouvreau, doctora en estudios eslavos por la Universidad de París-IV Sorbona, diplomada en relaciones internacionales y estudios estratégicos por la Universidad de Boston, dedica un extenso artículo en la revista francesa Conflits (revista de geopolítica), nº 48 (noviembre-diciembre de 2023) a este estrecho marítimo que ha desempeñado y seguirá desempeñando un papel político-económico tan importante. Se trata de un estrecho de unos 30 kilómetros que conecta los continentes europeo y asiático.

Los otomanos se dieron cuenta de la importancia geopolítica de este tramo de mar hace mucho tiempo: en 1393 y 1451 construyeron fortificaciones en el Bósforo, lo que les permitió tomar Constantinopla en 1453. Sobre todo, se dieron cuenta de que, al hacerlo, controlaban el acceso de los barcos al Mar Negro y, por tanto, tenían el control sobre todo el Mar Negro y sus Estados. El Mar Negro se convirtió en un lago turco, en detrimento de Rusia. Esto obligó a los rusos durante siglos a pedir siempre permiso al sultán para navegar por el Bósforo. La balanza se inclinó en el siglo XVIII, cuando los rusos lograron conquistar la costa norte del Mar Negro y obtuvieron el derecho a navegar en el mar y a través del estrecho. Sin embargo, el Bósforo siguió provocando tensiones geopolíticas.

Importancia de la Convención de Montreux (20 de julio de 1936)

La autora Ana Pouvreau subraya acertadamente en Conflits la importancia de la Convención de Montreux, que sigue siendo válida. Ese acuerdo internacional garantiza el libre paso de los buques comerciales. El paso de los buques de guerra está sujeto a restricciones especiales. En particular, los Estados no ribereños del Mar Negro tienen que limitar el número de buques de guerra y su tonelaje. Turquía tiene la potestad de denegar el acceso al Bósforo a cualquier barco y de hacerlo a su discreción – en tiempos de guerra, Turquía recurrió a esto. El 27 de febrero de 2022, la guerra en Ucrania se registró como amenaza, lo que permitió a Turquía adoptar medidas restrictivas basadas en este convenio.

Si el Bósforo es una de las puertas de entrada a Rusia para Europa Occidental, los estrechos son el único acceso por agua posible al Mediterráneo para Rusia y, por tanto, un punto caliente geopolítico para la flota rusa en el Mar Negro. Gracias a la pertenencia de Turquía a la OTAN, la Organización del Tratado del Atlántico Norte controló durante décadas el acceso al Mar Negro, lo que no es poco. Con la desintegración de la Unión Soviética, afirma Ana Pouvreau, el espacio póntico se abrió aún más a la Alianza Atlántica. La tensión aumentó con la secesión de Transnistria, Abjasia y Osetia del Sur, que se unieron a Rusia. Para Igor Delanoë, experto en Rusia, esta zona sigue siendo «un polo militar póntico-caucásico», que Rusia ve como una oportunidad para responder a las políticas de contención estadounidenses, aumentando así la influencia rusa en la región. Ana Pouvreau, por ejemplo, se refiere al estallido de la guerra en Siria en 2011. Rusia creó entonces de inmediato una base de apoyo marítimo -también conocida como el Expreso de Siria- para hacer llegar ayuda militar (a través del Bósforo) al régimen de Assad sobre el terreno.  Los buques rusos atravesaron en masa los estrechos turcos.

El Mar Negro y el Mar de Azov son verdaderos centros de intercambios comerciales entre Rusia y el resto del mundo, especialmente a través del puerto de Novorossiysk, que se ha convertido silenciosamente en el puerto más importante de Rusia – de ahí de nuevo la importancia del Bósforo. Alrededor del 40% de la producción bruta de petróleo de Rusia pasa por el Bósforo. Rusia suministra a Turquía suficiente combustible – Turquía se opuso y se opone a las sanciones económicas contra Rusia. Rusia es además el primer exportador de grano y harina, y – a través del Bósforo – un actor global en la seguridad alimentaria mundial.

La globalización de la economía mundial ha incrementado enormemente los intercambios comerciales en el Bósforo y sus alrededores. Para los Estados ribereños de Turquía, Bulgaria, Rumanía, Ucrania, Rusia y Georgia, este estrecho reviste una importancia primordial. En 2019, según el autor de Conflits, 40.000 barcos atravesaron el Bósforo. Desde hace varios años, el tráfico incluso se ha saturado, obligando a los barcos a soportar largas esperas. Estambul creció junto con el comercio mundial y hoy es una de las principales metrópolis del mundo, con 15,84 millones de habitantes.

Además, desde la invasión rusa de Ucrania, Turquía se ha convertido en un centro energético y en un puerto de tránsito de petróleo y gas de Asia a Europa aún más importante de lo que ya era. Turquía, por su parte, lleva desde 2021 ejecutando sus planes para el llamado Canal de Estambul, que espera completar en 2027. Este canal, según el gobierno turco, debería reducir la presión sobre el Bósforo. El canal tendrá 45 km de largo y 275 metros de ancho. El paso será de pago, lo que, sin embargo, puede tener un coletazo jurídico, ya que comprometería la libertad de navegación. Rusia ve el proyecto con recelo, ya que este nuevo canal permitiría a la OTAN llevar sus tropas al Mar Negro con mayor rapidez.

Puede que el Bósforo sea menos conocido para el gran público, pero el lugar no es insignificante en las crecientes tensiones geopolíticas.

Conflits, Revue de Géopolitique, novembre-décembre 2023, n° 48, 32 rue du Faubourg Poissonnière, F-75010 Paris.

Fuente: Knooppunt Deltapers – Nieuwsbrief nº 184 – Noviembre de 2023

Traducción: Enric Ravello Barber publicado en Geopolitika.ru

Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor/autora y no representan necesariamente la posición de DOSSIER GEOPOLITICO

La inquietud por el futuro es un asunto que de manera regular es importante atemperar; sin embargo, aunque los ríos de ansiedad corran, me parece importante comentar sobre variables (dramáticas algunas, complejas por demás todas) que a mi juicio perfilarán de manera importante el contexto de la geopolítica en 2024.

Por Miguel Tovar es analista y politólogo por el Colegio de México (Colmex)

Si bien el intríngulis del gran teatro de la geopolítica es cosa recurrente —la zozobra de las guerras y las crisis humanitarias—, me parece que estamos ante un punto de cambio. Primero, la polarización social en Estados Unidos se traduce en un debilitamiento de las instituciones políticas que, si bien no es el fin de su hegemonía global, sí es signo de pérdida de posicionamiento en espacios ante otros jugadores en Europa y Oriente Medio.

Segundo, si bien la posición de Rusia es de poder, la realidad es que carece de la hegemonía soviética de antaño incluso en espacios geopolíticos sensibles (especialmente en Europa del este y Asia Central), ya no digamos de interlocución global

Tercero, las grandes esperanzas de China como potencia se van desdibujando ante una economía centralizada que apostó por el desarrollo inmobiliario sin control. Cuarto, el crecimiento espectacular de India no necesariamente se traduce en un país con pretensiones mundiales.

Quinto, el regreso no inesperado, pero sí recargado del conflicto en Oriente Medio, genera tensiones de alcance regional y global. Por último, la crisis climática que parece no tener fin, donde las respuestas de gobiernos y empresas siguen sin atajar la cuestión central: la descarbonización de las sociedades.

ELECCIONES EN EUA, DE NUEVO LA POLARIZACIÓN

El 5 de noviembre de 2024, los estadounidenses emitirán sus votos para elegir al presidente, 435 miembros de la Cámara de Representantes, 34 de los 100 senadores y 11 gobernadores. En este momento, parece otro enfrentamiento entre Joe Biden y Donald Trump, pues a pesar de la avalancha de acusaciones legales, Trump sigue siendo el favorito para ganar la nominación republicana.

La verdadera pregunta es: si asegura la candidatura, ¿pudiera ganar las elecciones presidenciales? Real Clear Politics presentó una encuesta que coloca a ambos contendientes empatados con 44 por ciento de intención de voto. Vamos, si las elecciones se celebraran mañana, Trump tendría una posibilidad real de recuperar la presidencia.

A estas alturas de la contienda, es demasiado pronto esbozar posibles impactos, ya que se ha presentado poco en términos de propuestas políticas. Sin embargo, las propuestas de alto impacto se adoptarán solo si un partido controla la Casa Blanca y el Congreso, e incluso entonces los presidentes a menudo se enfrentan a cuellos de botella en sus propios partidos.

LA GUERRA RUSIA-UCRANIA SIGUE

Los acontecimientos en el campo de batalla ucraniano en 2024 dependerán de una serie de factores, como consideraciones de geopolítica, ciclos electorales y las entregas y disponibilidad de armamento.

Los planes militares ucranianos también reflejarán consideraciones políticas de escala global. Uno de los primeros elementos por considerar es el proceso electoral en Estados Unidos, lo cual puede poner en riesgo o interrumpir el apoyo militar. Mientras, Europa parece dispuesta a continuar los apoyos.

Es importante destacar que el estatus actual de maniobras defensivas parecería cumplir con el principal objetivo de Rusia de congelar el conflicto. Si Rusia puede continuar esta estrategia en 2024, a Ucrania le resultará complicado mantener el apoyo internacional para nuevas operaciones ofensivas a gran escala.

DESACELERACIÓN CHINA EN LA GEOPOLÍTICA

El Banco Mundial recortó el pronóstico de crecimiento de China para el próximo año de 4.8 a 4.4 por ciento. Esto en buena medida porque el país se ha visto presionado por la inestabilidad del sector inmobiliario. Evergrande Group, el mayor desarrollador del país, trae a cuestas un nivel de endeudamiento importante, mientras que la caída de las ventas a lo largo de los últimos dos años ha afectado su posición de flujo de caja.

La cosa no es sencilla de resolver, pues se estima que el sector inmobiliario contribuye con cerca de un cuarto del PIB de China. Por lo que básicamente su participación en la economía es tan grande que implica una multitud de industrias relacionadas. En ese sentido, es previsible un 2024 emproblemado en la medida en que las dificultades no se resolverán pronto, pues mientras los precios de la vivienda en ciudades grandes parecen estar recuperándose, las ciudades medianas y pequeñas todavía están estancadas.

EL AVANCE INCIERTO DE LA INDIA

De manera contraria, el pronóstico de crecimiento de India para 2024 se elevó a 6.3 por ciento, según el Fondo Monetario Internacional en su informe Perspectivas de la Economía Mundial. Un ascenso espectacular que ha avanzado a raíz de la liberalización económica de la década de 1990. Desde el cambio de siglo, la economía de la India ha superado las predicciones, cuadruplicándose en el transcurso de una década.

Sin embargo, el país todavía enfrenta importantes desafíos en materia de desarrollo. Las divisiones arraigadas de la estructura de castas se agravan por el surgimiento de nuevas formas de desigualdad derivadas de la economía.

También es importante considerar que, si bien las instituciones democráticas han prosperado de una manera que pocos esperaban, se afrontan desafíos frente al nepotismo, la corrupción y la violencia de insurgencias locales, lo cual afecta a grandes partes del país, imponiendo riesgos sociales y costos al desarrollo económico.

LA CRISIS CLIMÁTICA SACUDE LA GEOPOLÍTICA

Potencialmente, el mundo podría superar el peligroso límite de calentamiento de 1.5 °C en 2024, algo que claramente marca la falta de acciones y políticas a nivel global. Vamos, es probable que la última década haya sido el periodo más caluroso de los últimos 125,000 años, mientras que el periodo 2016-2020 ha sido el más caluroso registrado desde 1850. Si estos datos no suenan preocupantes, tal vez nada lo sea.

Ahora, si bien las emisiones de gases de efecto invernadero disminuyeron ligeramente en 2020 debido a la pandemia de covid-19, pronto retomaron su tasa de crecimiento, lo que significa que las concentraciones de dióxido de carbono atmosférico han seguido aumentando.

La descarbonización de la industria, el transporte y la generación de energía son piezas clave para abordar de una vez la crisis climática que cada año se agudiza. Las medidas actuales siguen sin ser de la contundencia necesaria, y los impactos sobre todo en los países menos desarrollados siguen siendo devastadoras.

LA GUERRA EN GAZA

Empezando por lo básico: Gaza es una estrecha franja de tierra situada entre Israel y el Mediterráneo gobernada por Hamás, un grupo musulmán radical definido como organización terrorista por la gran mayoría de los países. Desde 2006, Hamás controla Gaza y sus militantes han librado varias guerras con Israel, que ha mantenido un bloqueo en la franja para aislarle, lo cual ha pauperizado las condiciones de vida de los cerca de 600,000 palestinos.

Esto ha resultado en la radicalización de ambos bandos que a su vez ha desencadenado en los nuevos ataques de Hamás a Israel, y el reinicio del conflicto, pero con un nivel más intenso de agresiones, lo cual, como siempre en las miserias de la guerra, lleva a cuesta la población civil con la consecuente crisis humanitaria que se vive en la región.

Esto además se inserta en el gran teatro de la geopolítica global. Por un lado, Estados Unidos, la Unión Europea y otros países occidentales han condenado el ataque de Hamás contra Israel. Por su parte, Rusia y China se han negado a condenar a Hamás y dicen que mantienen contacto con ambas partes en el conflicto.

CONCLUSIONES SOBRE LA GEOPOLÍTICA EN 2024

Se nos presenta de nuevo un mundo polarizado, pero no de Guerra Fría, sino un panorama que deriva en conflictos regionales con implicaciones globales. Desde la radicalización de la política estadounidenses y su impacto en los conflictos en Ucrania y Gaza, hasta las visiones divergentes de Rusia, China e India y sus áreas de influencia en Europa, Asia y África. Como cereza del pastel: una crisis climática que parece pasar desatendida. En fin, ojalá nos tocara vivir tiempos menos interesantes. N

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Miguel Tovar es analista y politólogo por el Colegio de México (Colmex). Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor(Newsweek ). Y no representan necesariamente la posición de DOSSIER GEOPOLITICO.

Publicado en Newsweek en Español FUENTE: https://newsweekespanol.com/2023/11/que-depara-2024-temas-geopolitica/

Por Tiberio Graziani colaborador de Dossier Geopolitico

«Hay suficiente en la tierra para las necesidades de todos, pero no para la codicia de unos pocos».

Mohandas K. Gandhi

«El estatus de potencia de segunda clase, que una comunidad internacional todopoderosa concede a muchas naciones […], ya no puede aplicarse a la India del siglo XXI».

Olivier Guillard

«Como resultado de la estrategia global de Estados Unidos y de su búsqueda de hegemonía, India y China están sometidas a una presión significativa. Son las naciones más pobladas del mundo y no pueden ser fácilmente influenciadas y controladas.»

A.S. Hasan

El crecimiento económico de la India

Al igual que China, aunque a un ritmo más lento (en torno al 6% anual), India también ha registrado una tasa de crecimiento económico tan elevada en los últimos quince años que puede incluirse entre las cuatro economías más importantes del planeta en las proyecciones para 2020 realizadas por el Banco Mundial y el FMI. Otro dato relevante, que siempre debe tenerse en cuenta cuando se analizan naciones caracterizadas por una masa demográfica masiva (1.028.610.328 habitantes en el caso de la República de Bhārat, según el censo de 2001), es también su porcentaje de crecimiento anual, que, aunque no es elevado, de hecho sólo ronda el 1,6% (1998-2003), constituye un parámetro de evaluación importante e indispensable cuando se trata de comprender el papel y el peso que India adquirirá a nivel mundial en las próximas décadas.

Pasar del 11º puesto en la clasificación de las mayores economías del mundo al 4º es el objetivo tanto del gobierno de Manmohan Singh, padre de las reformas «liberalistas» y exponente de la coalición liderada por el Partido del Congreso, como de la oposición compuesta, nacional y antiliberal, que ve como aliados objetivos al Partido Popular (Partido Bharatiya Janata), considerado de derechas según los esquemas occidentales, al Partido Comunista de la India y al Partido Comunista Marxista-Leninista de la India.

La adopción de un modelo particular de «desarrollo», que favorece una especialización considerable en el sector terciario avanzado y un interés específico por la investigación científica y tecnológica, ha permitido a la India ganarse para sí, dentro de la economía mundial, el papel de «atractor global» de los sectores de servicios e investigación científica, con especial referencia a ámbitos económicamente «sensibles» como el farmacéutico y el de la tecnología de la información, que siempre han estado vigilados por EE.UU. y el Reino Unido. Esto ha causado una gran preocupación en estos países y ha dado lugar a normas y reglamentos defensivos; recientemente (2005), por poner sólo un ejemplo, el Senado estadounidense aprobó una medida para excluir de las compras gubernamentales a las empresas que hayan subcontratado (aunque sólo sea 50 puestos de trabajo) en los últimos cinco años.

Los gobiernos indios de la última década, además de apoyar el crecimiento económico del país y facilitar su participación gradual en la economía mundial mediante una diplomacia pragmática, han puesto en marcha amplios programas para modernizar las infraestructuras viarias, ferroviarias, portuarias y aeroportuarias del país, así como la red de suministro energético. Estos programas, sin embargo, tienen dificultades para llegar a buen puerto debido a las tensiones internas generadas por el enfrentamiento entre la tendencia profundamente «liberalista» del actual gobierno y la oposición.

Una estrategia multipolar

India, al igual que el otro coloso asiático, China, intenta sacar provecho de su reciente auge económico también en el ámbito internacional, dándose a conocer y siendo reconocida no sólo como «socio» ocasional y teóricamente «estratégico», sino también, y sobre todo, como potencia nuclear y miembro constituyente de un nuevo orden planetario.

De hecho, a partir del análisis de sus acciones de política exterior, India parece haber comprendido plenamente el momento histórico actual, que se caracteriza por ser un periodo de transición entre el anterior sistema bipolar y un futuro sistema multipolar en formación. Un periodo histórico de transición, nos gustaría subrayar, en el que el grado de ruptura parece haber alcanzado su clímax, ya que la incierta «regencia unipolar» de la hiperpotencia estadounidense muestra cada vez más signos de su declive, entre los que mencionamos: el «atolladero» iraquí, la aceptación a regañadientes de la política nuclear india, la cooperación ruso-china en el ámbito militar, las relaciones «especiales» entre algunos países sudamericanos, principalmente Brasil y Venezuela, con China, India y Rusia.

La conciencia, metabolizada por la India, de que se encuentra en un proceso de transición hacia un nuevo orden mundial y la experiencia que ha adquirido como potencia regional desde el día de su independencia (15 de agosto de 1947) hasta principios de los años 90, subrayada simbólicamente en varias ocasiones (en 1955, con ocasión de la Conferencia de Bandung de los «países no alineados», en 1974, con los primeros experimentos nucleares), la obligan a asumir una responsabilidad no sólo regional, sino mundial.

Una responsabilidad que se deriva precisamente del papel geopolítico que Nueva Delhi desempeñó durante la segunda mitad del siglo pasado. La Unión India, de hecho, mucho antes que China y otras naciones importantes de lo que se llamaba, en la publicidad de la época, el «tercer mundo», se dio cuenta de que el sistema bipolar se encontraba en un equilibrio precario y, por ello, se convirtió en la madrina del movimiento de los países no alineados y en la «correctora» de la brecha entre Estados Unidos y el «bloque soviético», adhiriéndose a acuerdos de amistad con este último. Hay que recordar que la amistad con la Unión Soviética también se vio reforzada por las fricciones entre Pekín y Nueva Delhi, que desembocaron, como sabemos, en los enfrentamientos armados de 1962-63 y, sobre todo, con la elección china de formar parte del acuerdo nixoniano Washington-Islamabad-Pekín.

El papel de «intermediario» que la India asumió en el marco del sistema geopolítico anterior le permite, sin embargo, reforzar esta vez sus lazos con Moscú sobre la base de la paridad y de una mayor autonomía, mientras que su participación en el movimiento de los no alineados la convierte en candidata a ser, junto con Rusia y China, uno de los países rectores de un hipotético sistema multipolar. Para confirmar esta estrategia, cabe mencionar los recientes acuerdos firmados con China sobre los conflictos fronterizos y la colaboración tecnológica y científica en el campo de la energía.

El establecimiento de un eje Moscú-Pekín-Nueva Delhi parece, pues, un hecho establecido. A este acuerdo, geopolíticamente relevante para la autonomía de la masa continental euroasiática de la tutela estadounidense, le falta un colgante vital e insustituible, el que la emanciparía por completo, del Atlántico al Pacífico, y haría posible una pax euroasiática: el eje europeo París-Berlín-Moscú.

Para no frustrar la labor de los gobiernos de Moscú, Pekín y Nueva Delhi en la construcción de un nuevo sistema que tenga en cuenta las peculiaridades y aspiraciones nacionales, y para tener, sobre todo, un papel equitativo en la futura configuración multipolar, corresponde a los responsables europeos hacer una elección funcional del campo en interés de sus propios pueblos y del continente euroasiático.

FUENTE Geopolitika.ru

En América Latina los esquemas regionales de complementación comercial no se han consolidado

Por Alberto Hutschenreuter publicado en Infobae

La regla central para comprender cómo funciona el mundo es tener en claro que mientras hacia dentro de los países las instituciones restringen el poder, hacia fuera es el poder el que limita a las instituciones. Podrán existir tiempos en los que las instituciones internacionales ejercen un mayor dinamismo, pero en eso que denominan “arena interestatal”, los actores preeminentes (mayores e intermedios) se observan desconfiados como “gladiadores” (tal como lo advertía Hobbes en el siglo XVII).

Ello es así porque la anarquía internacional continúa siendo el sitio común en las relaciones Internacionales y globales. Es cierto que la interdependencia y la pluralidad de nuevos actores han impactado en esa condición de anarquía o falta de gobierno mundial, pero es (muy) prematuro asegurar que el mundo se encuentra en un curso de orden mundial en clave centralizadora, es decir, de un centro ejecutivo ordenador frente al que los Estados ceden sus intereses.

El avance de las tecnologías mayores ha creado cierta ilusión relativa con el advenimiento de nuevos valores que modificarían aquello que Stanley Hoffmann ha denominado “políticas como de costumbre” en las relaciones Internacionales, es decir, el poder, las capacidades, el interés nacional y la incertidumbre de las intenciones entre los Estados. Pero es necesario ser cauteloso con esta entendible expectativa: las nuevas tecnologías abren oportunidades, pero podrían implicar una situación de mayor competencia y conflictividad internacional y también una mayor desigualdad entre Estados.

Sin duda, los nuevos actores y las tecnologías han dispersado el poder, es decir, no lo concentran los Estados absolutamente, pero ello no implica disminución de rivalidad. En este sentido, interesantes son las reflexiones del experto Ian Bremmer en relación con lo que ha denominado “tecnopolaridad”, esto es, un nuevo modo de rivalidad en la política internacional, entre las empresas tecnológicas y los Estados. La diferencia en relación con las nociones tradicionales de poder global reside en que la soberanía y la influencia no se encuentran determinadas por el territorio físico y el poder militar, sino por el control sobre los datos, los algoritmos y los servidores.

Pero ello no elimina la rivalidad clásica: sin salir del segmento de las tecnologías mayores, particularmente en materia de inteligencia artificial, no sabemos el curso que finalmente adopte este nuevo fenómeno. Pero hasta entonces, podemos estar seguros de que los Estados la utilizarán como una herramienta altamente estratégica de poder. Resulta muy difícil imaginar que Estados Unidos y China, los dos actores que más concentran dicha tecnología, vayan a cooperar dejando de lado sus intereses nacionales. Seguramente habrá “áreas democráticas” en las que trabajarán juntos, pero en áreas selectivas no serán “democráticos”.

Estas breves consideraciones son pertinentes en relación con la realidad de América Latina, acaso el escenario del globo donde menos se ha avanzado en materia de tecnologías mayores. Si alguna vez existió una división internacional del trabajo, hoy el segmento de las tecnologías va creando una nueva división o desigualdad internacional acaso más categórica.

Más allá del factor tecnológico, el mundo de hoy es densamente geopolítico y geoeconómico. Es decir, la geopolítica y la guerra nunca se han marchado ni lo harán. Basta echar una mirada al mundo para comprobarlo: existe un (des) orden internacional disruptivo y, en parte, en estado de guerra y de “no guerra”.

Imágen de un operativo estadounidense en Siria. Los conflictos bélicos son una continuidad en el mundoImágen de un operativo estadounidense en Siria. Los conflictos bélicos son una continuidad en el mundo

En este contexto, lo importante es y será mantener vigentes las capacidades nacionales, la autoayuda, y construir poder nacional, pues, sobre todo para aquellos actores que cuentan poco en las relaciones interestatales, no hay que olvidar que no existe ningún “911 mundial” al que acudir en caso de peligro. Lo más próximo es el multilateralismo, pero este modelo o bien público internacional hace tiempo que se halla devaluado y las perspectivas de ascenso son muy débiles.

De nuevo, América Latina ha sido insuficiente en materia de construir poder nacional, en tanto los esquemas regionales de complementación comercial no se han consolidado, al punto que ha vuelto a ser significativo eso que un antropólogo español ha denominado “ley de antipatía vecinal”. A pesar del históricamente bajo nivel de confrontación militar interestatal, las fronteras continúan dividiendo a los países de la región.

Por último, afortunadamente la geoeconomía tampoco se ha marchado. Puede que haya disminuido la intensidad de la globalización como consecuencia de la pandemia, las tensiones, las confrontaciones militares, las relocalizaciones y el impacto en las cadenas de suministro. Pero el comercio vital es una dimensión de relativo orden internacional. No es un orden, pero sí un sucedáneo. Y para el estado actual del mundo actual, es mucho.

El mercado es el mundo y el mundo es el mercado. Ello significa que cualquier inserción o incremento de protagonismo internacional exige selectividad pragmática, no selectividad ideológica. Si predominara esto último, el comercio entre la Unión Europea y China o el de Estados Unidos y China sería una cifra mínima o nominal; pero el comercio general entre estos tres actores pronto podría alcanzar los dos billones de dólares, sobre todo si Washington y Pekín logran una diagonal y afirman una “cultura estratégica” en su inalterable rivalidad.

El mundo parece orientarse hacia una nueva era de bipolaridad, aunque ello no significará rigidez de bloques como en tiempos del bipolarismo del siglo XX ni tampoco estabilidad asegurada, claro. En ese mundo habrá oportunidades para captar mercados, tecnologías e inversiones. Pero, como pocas veces, ello demandará un pragmatismo casi extremo.

Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor/autora y no representan necesariamente la posición de DOSSIER GEOPOLITICO.

FUENTE: https://www.infobae.com/opinion/2023/11/22/mirar-el-mundo-en-clave-estrategica-y-geopolitica-no-ideal/

En su reciente referendum consultivo sobre la Guayana Esequiba el pueblo venezolano afirmó su unidad nacional, legitimó a su gobierno y afirmó su soberanía nacional.

Por Eduardo Vior Analista Internacional colaborador de Dossier Geopolitico

06-12-2023 | TELAM

Foto AFP
Foto: AFP.

Las estrofas del Himno Nacional resonaron el domingo a menudo en las calles de Venezuela. Es que el triunfo del “SÍ” en el referendo consultivo sobre la soberanía venezolana en la Guayana Esequiba (o, simplemente, Esequibo) representa una victoria por puntos de Venezuela sobre la Exxon Mobil, del conjunto de las fuerzas democráticas gubernamentales y opositoras sobre los intentos desestabilizadores, del partido oficialista sobre sus contendientes y del propio presidente Maduro dentro del mismo partido de gobierno.

El canciller venezolano, Yván Gil, emitió este lunes en la red social “X” un comunicado oficial en el que rechazó las declaraciones del portavoz del Departamento de Estado de los Estados Unidos en relación al referendum consultivo realizado el pasado 3 de diciembre calificándolas como “una intromisión inaceptable”. Pocas horas antes el portavoz norteamericano Matthew Miller había advertido a Venezuela que la disputa territorial con Guyana por el Esequibo no puede ser resuelta mediante un referendum y subrayó que el gobierno de Joe Biden sólo reconoce la frontera establecida en 1899 por un laudo arbitral entre los dos países suramericanos, “mientras no haya un acuerdo entre las dos partes o un organismo competente lo decida”.

Por el contrario, el presidente Nicolás Maduro celebró este lunes el resultado del referendo que le otorga el respaldo popular para reclamar la soberanía sobre el territorio del Esequibo. El mandatario afirmó que “ahora sí vamos a recuperar” esa zona rica en petróleo, ante una Guyana que se muestra “vigilante” y que cuenta con el apoyo de Estados Unidos. Contra algunos reparos de la oposición, el mandatario reafirmó que “este referéndum es vinculante y acato el mandato del pueblo, el mandato popular es sagrado, la voz del pueblo es la voz de Dios”, agregó.

Aprovechando la ocasión, el jefe de Estado convocó a fortalecer la unidad nacional. “Tenemos como gran tarea seguir transitando caminos de encuentro y consensos, siempre junto al Pueblo, con planificación y organización para la convivencia sana, la defensa integral, la estabilidad, la recuperación económica y la armonización de políticas públicas en beneficio de la nación”, expresó en la red social X.

El presidente solicitó asimismo este lunes a Estados Unidos no interferir en la disputa por el Esequibo. Durante su programa “Con Maduro +” instó a la Casa Blanca a permitir que Guyana y Venezuela resuelvan la controversia conforme al Acuerdo de Ginebra de 1966. Con este pedido Maduro reaccionó a las declaraciones del portavoz Miller y acusó a EE.UU. de alentar a Guyana a provocar a Venezuela.

Según informó también este lunes el Consejo Nacional Electoral (CNE), más del 95% de los 10,4 millones de votantes que participaron en esta consulta, entre 20,7 millones convocados (el 50% del padrón), aprobó la incorporación de la zona reclamada a Venezuela como 24º estado de la Federación con el nombre de  Guayana Esequiba, así como dar la nacionalidad a sus 125.000 habitantes.

Las cinco preguntas que debieron responder los votantes en el referendo consultivo fueron las siguientes:

1. “¿Está usted de acuerdo en rechazar, por todos los medios, conforme a Derecho, la línea impuesta fraudulentamente por el Laudo Arbitral de París de 1899 que pretende despojarnos de nuestra Guayana Esequiba?”

2. “¿Apoya usted el Acuerdo de Ginebra de 1966 como el único instrumento jurídico válido para alcanzar una solución práctica y satisfactoria para Venezuela y Guyana en torno a la controversia sobre el territorio de la Guayana Esequiba?”

3. “¿Está usted de acuerdo con la posición histórica de Venezuela de no reconocer la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia para resolver la controversia territorial sobre la Guayana Esequiba?”

4. “¿Está usted de acuerdo en oponerse, por todos los medios, conforme a Derecho, a la pretensión de Guyana de disponer unilateralmente de un mar pendiente por delimitar, de manera ilegal y en violación del Dderecho Internacional?”

5. “¿Está usted de acuerdo con la creación del estado Guayana Esequiba y que se desarrolle un plan acelerado para la atención integral a la población actual y futura de ese territorio, que incluya entre otros el otorgamiento de la ciudadanía y cédula de identidad venezolana, conforme al Acuerdo de Ginebra y el Derecho Internacional, incorporando en consecuencia dicho estado en el mapa del territorio venezolano?”

Guyana recurrió ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya contra la realización del referendum. Finalmente, el pasado viernes, el tribunal pronunció un fallo en el que pidió a Venezuela “abstenerse de cualquier acción que altere la situación que prevalece en el territorio en disputa”, pero no prohibió la realización del acto comicial.

Tras el referendo el ministro guyanés de Exteriores, Hugh Todd, dijo a la AFP que su país mantendrá una posición “vigilante”. Todd resaltó que Guyana cooperará con Estados Unidos para su defensa. Por su lado, el vicepresidente de Guyana, Bharrat Jagdea, aseguró que su país está preparado para cualquier eventualidad.

Preocupadas por el cariz que toma el conflicto en su frontera norte, las autoridades brasileñas mantienen contactos de alto nivel con ambos países en busca de un acercamiento, dijo a la prensa en Brasilia la secretaria para Latinoamérica de la cancillería brasileña, Gisela Padovan. No obstante, como el alto mando brasileño mantiene tradicionalmente muy fluidos intercambios con sus pares venezolanos, sabe que Caracas no invadirá Guyana. De todos modos ha mandado varias unidades para vigilar la zona.

En inmediata aplicación del voto popular, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) de Venezuela ha intensificado su acción social en los municipios linderos con Guyana. El Comando Estratégico Operacional (Ceofanb) compartió el martes 5 en redes sociales imágenes de los uniformados brindando atención médica y construyendo puentes en la localidad de Punta Barima, Estado de Delta Amacuro.

El Esequibo es un espacio territorial rico en petróleo, oro y bienes comunes que Venezuela reclama, porque durante la colonia pertenecía a la Capitanía General de Venezuela e Inglaterra lo ocupó en la década de 1830. En 1899 se reunió en París un tribunal arbitral que falló a favor de la soberanía inglesa sobre el territorio. Sin embargo, cincuenta años más tarde, al morir uno de los jueces, se supo que el fallo había sido “comprado” por la diplomacia de Londres y el gobierno venezolano lo impugnó. En 1966, poco antes de la independencia de Guyana ese mismo año, Gran Bretaña y Venezuela acordaron en Ginebra volver a negociar sobre la soberanía sobre el territorio. Sin embargo, desde que en 2019 Exxon Mobil y Chevron comenzaron a extraer petróleo en la zona marítima en litigio, Georgetown anunció que sólo reconocería el laudo arbitral de 1899 y permitió el ingreso de tropas norteamericanas a su territorio. El Comando Sur del US Army anunció recientemente la próxima instalación de una base militar en el Esequibo.

Ante la agudización del conflicto y el riesgo de que Estados Unidos erija otra base más cerca de su frontera (ya tiene otras en Colombia y en Curazao), el gobierno de Nicolás Maduro inició el año pasado una fuerte movilización nacionalista que este domingo tuvo un primer punto culminante en la celebración del referendum.

Sin ser un triunfo restallante, el referendum del pasado domingo 3 fue un éxito para el gobierno de Nicolás Maduro que le permite entrar con optimismo en la carrera para la elección presidencial del próximo13 de octubre de 2024. Si bien la participación electoral fue baja (50% del padrón), hay que recordar que sólo el referéndum revocatorio de 2004, en plena presidencia de Hugo Chávez y apenas dos años después de la derrota del golpe de estado de 2002, concitó una participación del 66%. En cambio, en el referendum electoral de 2007 sólo participó 55% del padrón. No hay otros referendos con los cuales comparar y hacerlo con elecciones presidenciales o legislativas no es pertinente.

El gobierno venezolano se propuso realizar una demostración de unidad nacional y tuvo éxito, ya que sólo el grupo reunido en torno a María Corina Machado rechazó la convocatoria. El resto de la oposición, la central empresarial FEDECAMARAS y la Conferencia Episcopal Venezolana (muy crítica del gobierno) apoyaron el llamado a las urnas.

Del mismo modo, la convocatoria sirvió al gobernante Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) para “calentar los motores” de cara a la elección presidencial venidera.

En lo que respecta al litigio fronterizo, la aprobación de la pregunta 5 obligará a una reforma constitucional siguiendo el precedente argentino de 1994, para incorporar a la Guayana Esequiba como 24º estado de Venezuela. A diferencia de nuestro país, empero, como el territorio reclamado linda con los estados venezolanos de Delta Amacuro y Bolívar, Caracas planea en los próximos años desarrollar intensamente la infraestructura social, educativa y sanitaria de la frontera, para inducir a más guyaneses a utilizar los servicios de Venezuela (muchos ya lo hacen) y, de ese modo, persuadirlos de tomar la ciudadanía venezolana. En la medida en que aumente el número de venezolanos que habite la Esequiba, disminuirá la legitimidad de la soberanía guyanesa.

Si UNASUR estuviera funcionando, este conflicto se resolvería en la mesa de negociaciones, pero hoy en día sólo vale la competencia pacífica. Mucho más ante un gobierno guyanés que se deja dictar su conducta desde Washington y se ha puesto completamente al servicio de Exxon Mobil.

Ante la centralidad que “la Olla” entre los ríos Orinoco y Esequibo adquirirá próximamente en la política petrolera mundial, Venezuela sigue el ejemplo argentino y lo supera hábilmente generando una movilización nacional que unifica a la sociedad, fortalece al Estado y aprovecha ventajosamente la coyuntura internacional. Cuando los vientos de la tormenta mundial arrecian, sólo la unidad nacional puede ofrecer protección.
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FUENTE: https://www.telam.com.ar/notas/202312/648714-venezuela-esquibo-guyana-referendum.html

¡¡ LA NARCO POLÍTICA SE EXPANDE DESDE EL CORAZÓN DE SUDAMÉRICA !!

Así lo alerta el director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, en su columna del Club de La Pluma, señalando que Paraguay es ya el cuarto país del mundo con mayor criminalidad, gracias a que la narco política y el terrorismo narco se han apoderado de las estructuras del estado y desde el cual, gracias a su posición geográfica y a su capacidad refinadora, de almacenamiento y de logística, está expandiendo la geopolítica de las drogas en toda la región, trazando el eje del crimen desde Perú y Bolivia como países productores, sumando a Brasil y Argentina como sus primeros consumidores y utilizando a Uruguay, el segundo país con mayor desarrollo de la narco política, como puerto de salida hacia los ricos mercados de Europa.

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Y mientras profundiza su análisis del Paraguay, como un emporio del crimen organizado, poniendo énfasis en el gran desarrollo del contrabando de todo tipo, tráfico de armas y tráfico de personas, aborda la extraña paradoja de que a pesar de la actuación en territorio paraguayo de agencias norteamericanas como la CIA, el FBI y la DEA, haya aumentado -en lugar de disminuir- la producción, la exportación y el consumo de drogas, tanto como la impunidad de las mafias. Repitiendo lo ya ocurrido en México y Colombia. Además del impresionante aumento de las sucursales de la mayoría de los bancos anglo americanos, en un escenario donde es fundamental blanquear y transferir las cifras gigantescas de dinero negro que allí se generan.

Además, nos señala Pereyra Mele, la conexión directa de Paraguay con los cárteles de San Paulo y Río De Janeiro y con el “triángulo de oro” del consumo argentino entre Buenos Aires, Córdoba y Rosario. Siendo esta última ciudad el terrible ejemplo de cómo el narcotrafico se transforma en narco política, atacando gravemente el orden institucional y democrático de los países.

Y en medio de este desolador panorama, nos confirma que a su vez, Paraguay se ha transformado en una base militar norteamericana, que además pretende que sus ingenieros marines operen las estratégicas aguas de río Paraná, además de ser parte de la nueva estructura conducida por el comando Sur de los Estados Unidos.

Con lo que se confirma que la geopolítica de las drogas se utiliza también para desmembrar gobiernos que no son afines y para consolidar a grupos de poder disciplinados con la estrategia norteamericana de dominio y control de Sudamérica.

Eduardo Bonugli (Madrid, 03/12/23)

Por qué Paraguay se sumó a México y Colombia como uno de los países con mayor criminalidad del mundo BBC NEWS

El emirato de Qatar ejerce una enorme influencia sobre las guerras, la política, la economía y el deporte mundial, pero el nuevo reparto de poder en Asia Occidental amenaza su posición.

Por Eduardo Vior Analista Internacional que autoriza su publicacion en Dossier Geopolitico

La pausa humanitaria entre Israel y Hamas, que, de prolongarse, podría conducir a un cese de hostilidades duradero, está confirmando a Qatar como uno de los principales mediadores de Asia Occidental, Central y el norte de África. En los últimos dos años el país ha mediado con éxito en la mayoría de los conflictos regionales, mientras sigue financiando a algunas organizaciones islámicas armadas. Ese ambiguo rol regional se sostuvo hasta ahora gracias a un complejo entramado político y financiero con ramificaciones en Europa, América del Norte, Asia Oriental y América del Sur, incluido nuestro país, y la capacidad de la monarquía catarí para sembrar la cizaña y/o mediar entre facciones contrapuestas en los países vecinos. Sin embargo, la reconfiguración de las alianzas entre países de Asia Occidental y de ellos con potencias externas a la región está amenazando el rol excepcional del emirato.

El 22 de noviembre pasado el gobierno de Israel llegó a un acuerdo con Hamas para cesar las hostilidades durante cuatro días e intercambiar prisioneros israelíes de la segunda por palestinos recluidos en cárceles israelíes. Paso a paso el cese de hostilidades se fue prolongando y al día de hoy ya lleva seis días. Si el alto el fuego se sostiene algunos días más, hará difícil que las partes retomen los combates.

La actual iniciativa de Doha es la continuación de una reciente serie de esfuerzos cataríes de mediación. Todavía en septiembre pasado el emirato medió entre Estados Unidos e Irán, para lograr la liberación de ciudadanos estadounidenses retenidos en la República Islámica y el descongelamiento de activos iraníes por parte de Washington. A fines de septiembre pasado Doha también sustituyó a Francia como principal mediador para resolver la crisis política de Líbano y alcanzar un consenso entre las facciones para elegir presidente. Además, Qatar facilitó las negociaciones entre EE.UU. y los talibanes que culminaron en el Acuerdo de Doha de 2020 y la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán en 2021. En agosto de este año, en tanto, por primera vez en dos años ambos países mantuvieron conversaciones, también en la capital catarí.

El éxito de Qatar como mediador puede explicarse por varios factores. En primer lugar, Doha mantiene contactos con la mayoría de los actores regionales no estatales, incluyendo insurgencias como los talibanes, los Hermanos Musulmanes y Hamas. En segundo lugar, el emirato respalda sus esfuerzos de mediación con apoyo financiero para la reconstrucción posconflicto. Otro factor importante ha sido su capacidad para mantener a la vez buenas relaciones con distintos y hasta encontrados centros de poder, como Rusia, Estados Unidos, China, Turquía, India, Irán e incluso Israel. El emirato ha compensado las contradicciones que estas relaciones producen con su ayuda a las distintas facciones palestinas, aunque favoreciendo a Gaza frente a Cisjordania. Simultáneamente, aunque con muchos vaivenes, Qatar e Israel han ido construyendo un vínculo bastante sólido que Doha utiliza, para influir en Estados Unidos a través de su comunidad judía.

Al mismo tiempo los cataríes han alcanzado un trato cuidadoso con la República Islámica de Irán. Qatar es una península que se adentra en el Golfo Pérsico, con enormes reservas submarinas de gas natural (las terceras del mundo detrás de Rusia e Irán) que comparte con la nación persa a la que, por lo tanto, no puede molestar o irritar.

Qatar ejerci de mediador en el intercambio de rehenes Foto AFP
Qatar ejerció de mediador en el intercambio de rehenes. Foto: AFP

Por último, hay que considerar que Estados Unidos tiene en el emirato la base aérea de Al Udeid, su mayor centro militar en toda Asia Occidental. Entre otros, en esa base están desplegados varios bombarderos ‎estratégicos para ataque nuclear.

Qatar es una monarquía absoluta que desde mediados del siglo XIX ha sido gobernada por la familia al Thani. Antes del descubrimiento de petróleo en su territorio, el país era famoso por la recolección de perlas y por su comercio marítimo. Fue protectorado británico hasta que ganó su independencia en 1971 y ese siglo de dominación colonial continúa todavía hoy condicionando las relaciones económicas, la visión del mundo y las estrategias de la monarquía catarí. En 1995 el jeque Hamad al Thani se convirtió en emir después de deponer en un golpe de Estado pacífico a su padre, Jalifa bin Hamad al Thani. Desde 2013, en tanto, el emir catarí es su hijo Tamim bin Hamad al Thani, que accedió al cargo tras la abdicación de su padre.

Gracias al gas Qatar es el país con mayor renta per cápita del planeta y tiene el segundo índice de desarrollo humano más alto del mundo árabe, sólo por detrás de los Emiratos Árabes Unidos. El Estado catarí maneja la riqueza obtenida mediante las regalías a través del Fondo Soberano (Qatar Investment Authority, QIA). Además de sus inversiones en populares clubes deportivos de todo el mundo, cabe destacar que Qatar albergó la Copa Mundial de la FIFA 2022 en cuya preparación gastó 220.000 millones de dólares.
El fondo invierte predominantemente en mercados internacionales (Estados Unidos, Europa y Asia-Pacífico), con inversiones que van desde el PSG parisino hasta el Banco Credit Suisse y la automotriz Volkswagen, y dentro de Qatar fuera del sector energético. Además, en 2020 se transformó en el principal accionista de la automotriz alemana Volkswagen, después de haber entrado también en el capital de Porsche. En el terreno financiero invirtió en el Credit Suisse y en Barclays. En la industria del entretenimiento, por su parte, compró en Estados Unidos la firma Miramax Films. A partir de 2020 el fondo anunció que ya no invertiría más recursos en combustibles tradicionales y que apostaría a proyectos de energía renovable. Quien lo maneja es Tamim bin Hamad Al-Thani, un miembro de la familia con extensos contactos en el deporte internacional, especialmente en el fútbol.

El emirato tiene una población de más de dos millones de personas, de las que sólo el 10% son ciudadanos cataríes. La mayor parte de sus habitantes son extranjeros, mayormente del sur y sureste de Asia, que trabajan y viven allí sin derechos. A su vez, la población de origen catarí se compone de treinta tribus. Sin embargo, desde el siglo XIX el grupo predominante es la gobernante gran familia al Thani, con unos 20.000 miembros, compuesta a su vez de cuatro diferentes ramas.

Precisamente porque al Thani es la tribu catarí más fuerte, las principales amenazas a la gobernabilidad provienen de la misma familia. Desde la independencia del país todas las luchas por el poder se han producido en el seno de la familia. También en el ámbito empresarial los al-Thani siguen estando muy por encima del resto. En 36 de las 44 empresas cataríes que cotizan en Bolsa hay al menos un miembro de la familia Al-Thani en el consejo de administración.

Para mantener su independencia en la conflictiva Asia Occidental, Qatar ha apoyado durante años a la Hermandad Musulmana y con ella al terrorismo islamista. La Hermandad Musulmana es una sociedad secreta de naturaleza política organizada por los servicios de inteligencia británicos siguiendo el esquema de la Gran Logia Unida de Inglaterra. En 1951 estos servicios crearon una organización clandestina a partir de la antigua sociedad del mismo nombre. La utilizaron sucesivamente para asesinar a personalidades que se les resistían y a partir de 1979 como mercenarios contra los soviéticos en Afganistán. A principios de los años 1990 los incorporaron a la OTAN y en los años 2010 trataron de llevarlos al poder en Túnez, Libia, Egipto, Siria e Irak. En esa época los Hermanos Musulmanes y la Orden Sufí de los Naqchbandis se convirtieron, con financiamiento de las monarquías del Golfo, en uno de los mayores ejércitos del mundo. Todos los dirigentes yihadistas, incluidos los del Estado Islámico, pertenecieron a este grupo militar.

Mientras tanto, la CIA estadounidense recuperó la Hermandad Musulmana, al extremo que esa secta llegó a estar representada en el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos durante el segundo gobierno de Obama (2013-17). Los miembros de la Hermandad Musulmana no son bienvenidos en casi ningún país árabe, sólo en Qatar y en Turquía (que no es árabe). La sociedad secreta está prohibida en la mayoría de los Estados árabes, principalmente en Arabia Saudita, donde trató de derrocar al rey en 2013, y en los Emiratos Árabes Unidos. En Siria la Hermandad Musulmana intentó derrocar al gobierno en 1982 y entre 2011 y 2016 participó con apoyo de la OTAN e Israel en la ofensiva contra el Estado sirio. En Túnez la Hermandad Musulmana está a punto de ser prohibida, después de haber gobernado ese país durante un decenio.

Tras la intervención rusa a favor del gobierno sirio de Baschar al Assad y la derrota del Estado Islámico en ese país y en Irak en 2015/16, la mayoría de las monarquías del Golfo cambió de bando, pero no así Qatar. En junio de 2017, entonces, Arabia Saudita, Baréin, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, entre otros estados musulmanes, cortaron las relaciones diplomáticas con el emirato y le impusieron un bloqueo acusándolo de apoyar y financiar el terrorismo, así como de intervenir en los asuntos internos de sus vecinos. Como consecuencia del intento de Donald Trump de alcanzar los llamados Acuerdos de Abraham entre Israel y sus vecinos, empero, en enero de 2021, bajo mediación de Kuwait y los Estados Unidos, Qatar y Arabia Saudita acordaron poner fin al bloqueo, reabriendo sus fronteras e iniciando un proceso de reconciliación. No obstante, Qatar sigue financiando a Hamas y al Afganistán gobernado por los talibanes, así como cobijando a la Hermandad Musulmana.

La familia al Thani tiene un inmenso poder dado por su riqueza, sus inversiones europeas y norteamericanas, su vieja y estrecha alianza con la corona británica y con Estados Unidos, su financiamiento de la mayoría de las organizaciones terroristas de Asia Occidental y Central y, como derivación directa de este involucramiento, su papel preponderante en el tráfico internacional de armas (por ejemplo, de Ucrania a Gaza).

Ese inmenso poder le ha permitido en los últimos dos años aparecer como gestor de la paz en varios escenarios regionales, actualmente entre Israel y Hamas. Sin embargo, precisamente en esa habilidad de la dinastía para sembrar la cizaña y medrar de la división y fragmentación de sus vecinos reside su debilidad actual: tras el acuerdo de cooperación entre China y Arabia Saudita, el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ese reino e Irán, la armónica cooperación entre Riad y Moscú en el marco de la OPEP+ y la próxima incorporación de Irán, Arabia Saudita y los Emiratos a BRICS10 (sin Argentina), pierde relevancia el rol insidioso que la diplomacia británica adjudicó hace tiempo al emirato. Apoyando la ofensiva de Hamas, el Emir de Qatar volvió a ponerse el traje de mediador, pero ya no basta: o la familia al Thani se adapta a la cambiante constelación en su región o el ajuste de cuentas será inevitable. A nadie cuerdo se le ocurriría hoy hacer negocios con estos intrigantes caídos en desgracia.

Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor/autora y no representan necesariamente la posición de la agencia.

https://www.telam.com.ar/notas/202311/648271-es-tan-poderoso-el-chiquitin.html

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

Entre noviembre de 1884 y febrero de 1885, en la ciudad de Berlín, convocada por Francia y Gran Bretaña​ y organizada por el canciller de Alemania, Otto Von Bismarck, se reunieron las principales potencias mundiales a fin de organizar el reparto de África. Algunos años después, en mayo de 1916 a través del Acuerdo Sykes-Picot Gran Bretaña y Francia hicieron lo propio en el Asia Occidental y el norte de África.

Estos repartos coloniales vinieron a consagrar el poderío mundial de Gran Bretaña, pero en esta instancia, debió ser un poder compartido, primero con Francia y posteriormente con Estados Unidos. No obstante, hubo un período de la historia en que Gran Bretaña fue ama y señora del planeta, a partir de el asombroso aumento de la productividad como consecuencia de la revolución industrial. Como parte sustancial de su poderío, Gran Bretaña construyó y desarrolló un gigantesco imperio colonial.

Ciento cincuenta años después, la huella colonial sigue presente en todo el planeta, en algunas regiones todavía a través de su expresión primigenia, y en otras, en forma de control neocolonial para mantener los hilos que permiten el dominio de buena parte del planeta. Vale mirar los trazados rectilíneos en los mapas derivados del surgimiento de Estados nacionales en los espacios trazados por las metrópolis tras el reparto del planeta. Para ello, no se contó con la opinión y aceptación de los pueblos originarios de esas regiones que vivían en tales territorios desde épocas ancestrales. 

Así mismo,  es menester observar la enorme cantidad de conflictos latentes emanados de las metrópolis tras retirarse de sus colonias, derrotadas u obligadas por circunstancias al margen de su control. Por ejemplo, el territorio de Cachemira que debió ser pakistaní, quedó en India. Kuwait, una provincia iraquí, fue elevada al status de Estado nacional por obra y gracia de Londres. Jordania, fue inventada nadie sabe de dónde, para ser entregada a la dinastía hachemita como premio consuelo por haber sido desplazada de Arabia que fue, a su vez, entregada como recompensa a la familia Saud, por su perruna lealtad a Gran Bretaña. 

En África, tutsis, hutus, bantúes, tuaregs, masái, mursis, zulúes y centenares de pueblos originarios, vieron trazadas líneas de separación de sus territorios ancestrales, siendo obligados por la fuerza a hablar idiomas extranjeros y aceptar religiones extrañas. De un día para otro, vieron horrorizados que en sus comunidades, una parte debía, hablar francés y la otra inglés además de tener que “pedir visa” para visitar a sus familiares que habitaban en comunidades cercanas. 

Ya a comienzos del siglo XIX, Gran Bretaña supo combinar su dominio naval, la enorme capacidad de crédito en las finanzas, una gran experiencia comercial y una exitosa diplomacia de alianzas para constituirse en la potencia hegemónica global. Así, la revolución industrial vino a fortalecer una posición que ya había mostrado grandes éxitos en las luchas mercantilistas y preindustriales del siglo anterior. En 1815, la derrota de Napoleón Bonaparte vino a consolidar la hegemonía inglesa. 

América Latina y el Caribe no fueron ajenos a esta circunstancia. Los conflictos en Europa y las imprevisibles victorias de uno u otro bando concluían con acuerdos que transferían la posesión de un territorio colonial de una soberanía a otra. Así, por ejemplo, Trinidad y Tobago fueron cedidas por España a Gran Bretaña por el Tratado de Amiens de 1802. Aruba por su parte, que fue ocupada por los holandeses en 1636 permaneció bajo su control durante casi dos siglos, pasando a dominio de Gran Bretaña en 1805 y devuelta al control neerlandés en 1816. Otro caso es el de Belice, un territorio que ocupado por Gran Bretaña en 1638, mantuvo una constante tensión con sus vecinos españoles hasta que en 1798, Madrid fue definitivamente desplazada,  convirtiéndola en la única colonia británica de América Central con el nombre de Honduras Británica. 

En este período de inicios del siglo XIX, aprovechando su poderío ilimitado, desde su pequeña posesión en Guayana, Gran Bretaña comenzó en 1814 su expansión hacia el oeste. Así, las 20 mil millas² originales de su colonia se fueron ampliando a 60 mil a mediados del siglo XIX, a 76 mil en 1855 hasta llegar a las 109 mil millas, equivalentes a 159 mil Km².

En este contexto internacional se produjo la declaración del presidente Monroe del 2 de diciembre de 1823, devenida en doctrina de política exterior de Estados Unidos. A fines de siglo, ya en plena etapa imperialista, Washington comenzó a dar mayor continuidad a la aplicación de esta doctrina: en 1898 Estados Unidos intervino militarmente en Cuba y en 1903 promovió la secesión de Panamá de Colombia para apoderarse de un territorio que le permitiera a construir el tan deseado canal. Al iniciar el siglo XX, los presidentes Teodoro Roosevelt y William Howard Taft implementaron nuevas modalidades de intervención que fueron conocidas como  “Política del Gran Garrote” y “Diplomacia del Dólar”. En ese marco, Estados Unidos ocupó Cuba entre 1906 y 1909. 

Así mismo, en la crisis de Venezuela, iniciada en 1902 cuando barcos de guerra de Inglaterra, Alemania e Italia bombardearon y bloquearon los puertos venezolanos para exigir el pago de deudas adquiridas durante la lucha de independencia, el gobierno del país invocó la doctrina Monroe ante lo cual Washington actuó para “apaciguar” a los europeos a cambio de lo cual se comprometió a obligar a Venezuela a sufragar sus compromisos financieros. 

Todo ello contrastaba con la tradición bolivariana de defensa irrestricta de la soberanía. Con su infinita sabiduría, el Libertador Simón Bolívar ya en 1819 durante su discurso en el Congreso de Angostura estableció claros principios y doctrinas para la creación de las repúblicas americanas que habrían de constituirse. En el caso de Colombia (a la cual pertenecía Venezuela),  en 1821 en el Congreso de Cúcuta, los plenipotenciarios acogieron la idea del Libertador y establecieron precisa delimitación del territorio nacional. Al hacerlo, se había originado una Doctrina de Derecho Internacional emanada del uti possidetis juris de 1810 que aceptaba como título legítimo la posesión en que habían estado los territorios americanos y a la cual tenían derecho en virtud de las disposiciones que habían generado su creación.

A Bolívar se le debe esta iniciativa que se incorporó al ordenamiento jurídico de la naciente república. El Libertador previó con extraordinaria visión de largo plazo que las discusiones de límites entre las nuevas repúblicas generarían graves inconvenientes por lo que era necesario trazar definidas reglas que dieran bases jurídicas a todos y evitaran problemas de orden público internacional. Nadie sabe cuántas guerras le evitó el Libertador a Nuestra América. Como la historia se ha encargado de demostrar –a diferencia de otras regiones del mundo- nuestros problemas limítrofes han sido ínfimos si se les compara con otros continentes. 

En este contexto, Venezuela permanentemente protestó por la actitud prepotente y expansionista de Gran Bretaña. Por esta razón, en 1896 Estados Unidos y Gran Bretaña iniciaron conversaciones sobre el problema limítrofe de esta última con Venezuela. Esto condujo en 1897 a un tratado para establecer el arbitraje.

Estados Unidos logró imponer condiciones de arbitraje absolutamente lesivas para Venezuela y favorables a Gran Bretaña. Este arbitraje es el que en 1899, al margen del derecho internacional, incumpliendo las normas que se habían establecido y sin que Venezuela pudiera exponer sus argumentos, falló legitimando la usurpación a través de un laudo.   El verdadero alcance de la expoliación sólo se vino a saber muchos años después.

En 1949 se dio a conocer un memorándum escrito por el abogado estadounidense Severo Mallet-Prevost quien había actuado como consejero de Venezuela en la negociación. En el documento, publicado después de su fallecimiento, Mallet-Prevost reconocía que el laudo fue producto de un arreglo político entre Estados Unidos y Gran Bretaña que hizo un trazado arbitrario de la frontera, acordado al margen del derecho internacional .Vale decir que dos de los cinco jueces que fallaron eran británicos y otros dos estadounidenses.

Esto demuestra la naturaleza viciada del laudo y es la razón por la que ningún gobierno venezolano lo ha reconocido. En 1966, Gran Bretaña aceptó finalmente, iniciar negociaciones con Venezuela, llegando al Acuerdo de Ginebra de 17 de febrero de 1966. Este documento fue reconocido por Guyana al acceder a su independencia el 26 de mayo de ese año.

Venezuela a su vez, reconoció la independencia de Guyana, reservándose el mantenimiento de su demanda histórica y por tanto reconociendo la soberanía del nuevo Estado a partir del territorio al este de la línea media del Río Esequibo desde su nacimiento hasta su desembocadura en el Océano Atlántico. Desde entonces, el diferendo se mantuvo en un plano amistoso.

Sin embargo, en fecha reciente se produjo una primera señal de alarma evidenciando una alteración de esta situación, cuando Guyana renunció a dar continuidad al trabajo del buen oficiante designado por Naciones Unidas. Esta fue una indicación inequívoca que anunciaba la intención guyanesa de llevar el conflicto por otra ruta. Lamentablemente así fue. Guyana decidió dar una concesión a la empresa estadounidense ExxonMobil, la cual bajo influjo imperial y apoyada por su gobierno y por poderosos intereses económicos y políticos trasnacionales se propuso escalar el conflicto para poner a Venezuela en el banquillo de los acusados como cabeza de playa de una nueva escalada intervencionista contra Venezuela que ha llevado el diferendo -de forma ilegal- a la Corte Internacional de Justicia de La Haya que no tiene jurisdicción sobre este asunto.

El originario pensamiento ecléctico de Hugo Chávez y su acelerada evolución política e ideológica lo condujo, de sostener preceptos nacionalistas, patrióticos y bolivarianos, a claras ideas antiimperialistas e incluso socialistas. Acorde a ello, su reflexión y su práctica también fue progresando en cuanto a su mirada sobre la Doctrina Monroe y sus efectos en Venezuela y América Latina y el Caribe. 

Su acendrado sentimiento bolivariano, sustentado en un profundo conocimiento de la vida y la obra del Libertador lo llevaron a apuntalar casi de forma natural su rechazo al panamericanismo y las derivaciones intervencionistas que emanan de la Doctrina Monroe. 

En la gran batalla librada en Mar del Plata contra el Tratado de Libre Comercio de las Américas (ALCA) presentado por Estados Unidos en noviembre de 2005,   Chávez comenzaba a perfilar la idea de continuidad que esbozaba la Doctrina Monroe, el panamericanismo y esta nueva propuesta de Estados Unidos. En su discurso durante la concentración popular en apoyo a la política latinoamericana y caribeña y contra el imperialismo frente al Palacio de Miraflores el 19 de noviembre de ese año, trazó con precisión la forma que debía adquirir el pensamiento y la práctica antiimperialista. 

Al referirse a su participación en el evento de la ciudad argentina, expresó: “Allí llegamos nosotros los venezolanos, decididos a continuar resistiendo la agresión imperialista, a continuar diciéndole no a la propuesta imperialista de engullirnos, en una propuesta –como ya he dicho– muy vieja, pero que va cambiando de nombre, a medida que pasan los años, las décadas y los siglos; ya la llamaban Doctrina Monroe en una época, más recientemente Iniciativa para las Américas y luego, la propuesta de ALCA, ALCA, ALCA, ¡Al carajo! ALCA ¡Al carajo! Se va, mandamos al ALCA ¡Al carajo! Bien lejos, porque aquí tendremos patria, aquí seremos libres, no seremos colonia norteamericana, preferimos morir mil veces, a que Venezuela se convierta otra vez, en una colonia norteamericana”.

En el futuro, el pensamiento integracionista bolivariano de Chávez se fue llenando de un sustento antimperialista que impregnó su quehacer en la construcción de instancias de unión latinoamericana y caribeña alejadas de la impronta panamericana. En 2011, al definir los fines de la naciente Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) expresó que debía ser “un escudo protector contra la injerencia […] incluso un cortafuego contra la locura imperial”. Así mismo conceptualizó a la nueva organización como “el proyecto de unión política, económica, cultural y social más importante de nuestra historia contemporánea” desterrando para siempre cualquier atisbo de aceptación de la Doctrina Monroe y su influjo como soporte del proyecto integracionista de la región.

Las líneas anteriores nos permiten apreciar que desde Bolívar a Chávez, la marca de la Doctrina Monroe ha estado siempre presente en Venezuela. A través del tiempo, su rastro ha señalado el devenir propio de la vida de Venezuela como nación independiente. 

América Latina y el Caribe se han movido en torno a la diatriba entre bolivarismo y monroísmo. Nuestra condición de ser el país natal del Libertador, en el cual desarrolló los primeros años de su vida política llevando a Venezuela a su surgimiento como nación independiente y soberana,  señalan el derrotero de una huella que en términos políticos y económicos, pero también en los planos de la cultura, la identidad y los símbolos, han establecido el rumbo del país. Incluso en aquellos momentos de la historia cuando los gobiernos han estado más cerca de Washington que de los propios intereses nacionales, la condición de nido de las ideas bolivarianas ha estado presente para dar continuidad al espíritu y al sentimiento de nación.

Es verdad que tras Bolívar, vino Páez y la subordinación del país a la oligarquía. También es cierto que después de Cipriano Castro, llegó Juan Vicente Gómez para entregar Venezuela y su petróleo a Estados Unidos. Pero la llegada al poder de Hugo Chávez y su extraordinario quehacer pedagógico en materia de hacer conocer la historia con criterio refundacional, apelando a la revisión de los argumentos tradicionales, que se mostraban como impolutas verdades de nuestro pasado y que de esa manera se le enseñaba a las nuevas generaciones como parte de los anales que dieron origen y continuidad a la nacionalidad venezolana, han venido a producir un cisma en la interpretación de la vida pretérita del país.  

La publicación en el año 2000 de la versión número 4 de los documentos de Santa Fe, elaborados por una comisión de expertos estadounidenses ultra conservadores sólo unos meses después de la llegada al poder de Hugo Chávez, apuntaban claramente a contener su impulso integracionista bajo la acusación de que “apoyándose en el bolivarismo,  [Chávez] aspira a formar la Gran Colombia (Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador), probablemente como república socialista”.

Después de eso, vinieron el golpe de Estado del año 2002 y el paro y sabotaje petrolero del mismo año que marcaron el preludio de un rosario de agresiones continuadas hasta que el 8 de marzo de 2015 el presidente Barack Obama firmara una orden ejecutiva por la cual declaraba a Venezuela “una amenaza inusual y extraordinaria” a la seguridad nacional de Estados Unidos. 

De esta manera, se estableció una razón jurídica para iniciar un proceso permanente de agresión a Venezuela que aun hoy no cesa. Este decreto se ha seguido renovando anualmente durante las administraciones de Donald Trump y Joe Biden. El fantasma de la Doctrina Monroe y el panamericanismo siguen apareciendo en el espectro de la patria de Bolívar. Doscientos años después, el enemigo es el mismo.

Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor/autora y no representan necesariamente la posición de Dossier Geopolitico



Henry Kissinger, ex secretario de Estado y asesor de seguridad nacional de EEUU, quien colaboró en la apertura de relaciones con China, en el inicio de una distensión con la entonces Unión Soviética, y en poner fin a la guerra de EEUU en Vietnam, murió a los 100 años. Entrevista de Javier Benitez de Sputnik al Director de Dossier Geopolitico Carlos Pereyra Mele

Kissinger, histórico y controvertido

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha expresado sus profundas condolencias a su viuda. Putin se refirió a Kissinger como un «destacado» y «sabio» diplomático que durante «muchos decenios gozó de una merecida autoridad en todo el mundo». «El nombre de Henry Kissinger está indisolublemente ligado a una línea pragmática de política exterior, que en un momento permitió lograr una distensión en las tensiones internacionales y alcanzar los acuerdos soviético-estadounidenses más importantes, que contribuyeron al fortalecimiento de la seguridad global», apuntó el mandatario.

Mientras, el embajador de China en EEUU, Xie Feng, expresó sus condolencias a través de la red social X: «Profundamente conmocionado y entristecido al enterarme del fallecimiento del Dr. Kissinger a los 100 años. Mi más sentido pésame para Nancy y su familia. Es una pérdida tremenda tanto para nuestros países como para el mundo. La historia recordará lo que había aportado a las relaciones China–EEUU, y siempre permanecerá vivo en los corazones del pueblo chino como un viejo amigo muy valorado».

El Dr. Carlos Pereyra Mele, director de Dossier Geopolítico, advierte sobre «ese aspecto contradictorio que ha tenido toda su vida política–académica Henry Kissinger».

«Si uno sigue los paneos por los distintos portales de internet, dicen algunos: ‘fallece el diplomático más cuestionado y poderoso de EEUU’; otros te dicen ‘controvertido premio Nobel de la Paz’, ‘figura paradójica’. Otros lo califican como un ‘personaje amoral y sin principios’, etc. Y después están los que realmente han tenido algún tipo de relación [con Kissinger] y que ha servido para tener una relación más ordenada y pragmática entre los poderes reales en el mundo. Y este es el caso específico de las declaraciones que han hecho Vladímir Putin y el embajador chino [en EEUU]. Recordemos que este año, apenas habiendo cumplido en mayo los 100 años, [Kissinger] visitó China por última vez para hablar con [el presidente] Xi Jinping en un intento de volver a establecer [con EEUU] un vínculo más fiable, más concreto y más práctico de una distensión, que fue siempre el objetivo de máxima que tuvo en su carrera política».

El papel de los liderazgos y el fenómeno de ciertas creencias juega un papel central en el ascenso de corrientes reaccionarias. Cómo puede afectar las relaciones internacionales del país si la agenda gira hacia ellas.

Por Bernabé Malacalza y Juan Gabriel Tokatlian

9 de octubre de 2023

Es notable que, a pesar de algunas menciones o acusaciones, la política exterior no haya sido abordada de manera sustancial en los debates presidenciales de la primera vuelta. Resulta sorprendente dado que en la actualidad es prácticamente imposible eludir la naturaleza “interméstica” de la agenda de un país, que implica una interconexión constante entre asuntos internacionales y domésticos. Esto se vuelve aún más relevante considerando la necesidad apremiante de establecer una hoja de ruta ante el vertiginoso proceso de transición de poder, influencia y prestigio en el ámbito mundial.

A pesar de la falta de debate público sobre este asunto, hemos observado algunas declaraciones y otros lineamientos más elaborados que nos llevan a considerar la posibilidad de que, por primera vez en la historia de la Argentina, se implemente lo que en estudios de los últimos lustros se llamó una política exterior conspiratoria. Por lo tanto, dedicamos aquí nuestro análisis a explorar cómo se abordó la relación entre conspiración y política exterior, así como sus implicaciones. También examinamos las posibles limitaciones de una política exterior conspiratoria y los mecanismos de reaseguro disponibles para mitigar sus efectos negativos.

Conspiración y política exterior

La disciplina de las Relaciones Internacionales aborda múltiples temáticas mediante diversos paradigmas y enfoques y a partir de distintos niveles de análisis. Existen perspectivas que enfatizan la gravitación de la política interna en la política exterior, la influencia del régimen político y, en ese contexto, el rol crucial del individuo — el líder, el decisor último, el mandatario — en determinadas coyunturas. Los estilos de conducción, los rasgos de personalidad, las motivaciones subyacentes, el mapa cognitivo y el sistema de creencias de los hombres y mujeres al frente del ejecutivo pueden incidir significativamente en los cursos de acción diplomática que persigue un país. También se estudia la relevancia del “entorno próximo” al tomador de decisión: el tipo de formación, de conocimiento y de experiencia en materia internacional, el ambiente intelectual de aquellos cercanos al poder, el grado de apertura o bloqueo ante la información que proviene de la realidad, los intereses inmediatos de quienes asesoran al jefe de Estado, y el conjunto de ideas y visiones del mundo que posee el círculo íntimo cercano al gobernante.

Recientemente, una literatura novedosa sobre política internacional estudió, mediante investigaciones comparativas, el vínculo entre ésta, el papel de los liderazgos y el fenómeno de la conspiración. Este fenómeno en la política exterior pasó de ser un tema marginal a recibir más atención y un tratamiento riguroso en la última década debido, en gran medida, al surgimiento de varios líderes con argumentos y prácticas conspirativas. Esto se reflejó en trabajos sobre política exterior como señalan los escritos, entre otros, de Tim Aistrope y Roland Bleike, “Conspiracy and foreign policy”; Thorsten Wojczewsk, “Conspiracy theories, right-wing populism and foreign policy: The case of Alternative for Germany”; y Feliciano de Sá Guimarães, Davi Cordeiro Moreira, Irma Dutra de Oliveira e Silva, y Anna Carolina Raposo de Mello, “Conspiracy Theories and Foreign Policy Narratives: Globalism in Jair Bolsonaro’s Foreign Policy”.

Más que acercarse a la conspiración como un acto deliberado de un grupo que se reúne con fines dañinos, malévolos o ilegales, los estudios académicos se centran en el análisis del sentido y alcance de las percepciones y narrativas relacionadas con la formulación de una política exterior de tipo conspiratoria. No se trata tanto de examinar el comportamiento paranoico de algunas personas con propósitos siniestros, sino de comprender cómo se construyen argumentaciones plagada de complots, y confabulaciones y tergiversaciones para legitimar ciertas prácticas en el ámbito internacional.

En este contexto, el ascenso de corrientes reaccionarias, que en algunos casos llegan a radicalizarse o adoptar posturas extremistas, en diversos países del mundo se debe, en parte, a la habilidad y capacidad de líderes políticos (y su séquito) para influir en la opinión pública mediante el uso de eslóganes impactantes, declaraciones agresivas, gestos provocativos, explicaciones sensacionalistas y mensajes falaces. Algunos estudios (Bruno Gabriel Salvador Casara, Caterina Suitner y Jolanda Jetten, “The Impact of Economic Inequality on Conspiracy Beliefs”) señalan que la desigualdad económica puede alimentar creencias conspirativas; otros enfatizan la cuestión de la precariedad socio-económica (Jais Adam-Troian, María Chayinka, María Paola Paladino, Özden Lelis Ulug, Jeroen vaes y Pascal Wagner-Egger, “Of Precarity and Conspiracy: Introducing a Socio-Functional Model of Conspiracy Beliefs”) y su nexo con la aceptación de dichas creencias; y aún otros destacan que el narcisismo puede ser un buen predictor de tales creencias (Taylor J. Cosgrove y Christopher P. Murphy, “Narcissistic Suscetibility to Conspiracy Beliefs Exaggerated by Education, Reduced by Cognitive Reflextion”).

Ahora bien, ¿cómo se construye y sostiene el pensamiento que subyace a ciertos anuncios, promesas o medidas basada en una narrativa conspiratoria? A lo largo del tiempo, este tipo de pensamiento tiende a proliferar en momentos de crisis y en situaciones que conducen a una genuina ansiedad social y a la búsqueda desesperada de soluciones urgentes entre la población. Sirven para personificar el miedo, creando un relato que implanta amenazas. La desinformación se emplea de manera deliberada en un mundo altamente tecnológico y receptivo a las comunicaciones. Al mismo tiempo, se recurre a argumentos anticientíficos para negar, por ejemplo, la existencia del coronavirus, afirmar que la Tierra es plana o propagar falsas pseudo-teorías, como la creencia errónea de que el 5G, utilizado en redes de telefonía celular y que emplea señales transmitidas mediante ondas de radio, es responsable de la pandemia. Esto se hace con el propósito de captar a incautos, de engañar a personas desprevenidas o para continuar desinformando, ya sea mientras se busca el poder o una vez que se lo alcanzó. De esta manera, sus relatos reemplazan la ciudadanía por creyentes, la diplomacia por cofrades, y los diagnósticos del mundo por un maniqueísmo que respalda nociones sobre fuerzas internas y externas que coadyuvan, por ejemplo, a la decadencia nacional.

¿Cuáles son las condiciones que propician la formación de este pensamiento y cómo se gesta en las élites? Podemos identificar al menos cuatro factores. En primer lugar, este tipo de pensamiento conspiratorio en la política exterior suele derivar de una mirada altamente ideologizada que se alimenta de apreciaciones dogmáticas. Ello no se relaciona necesariamente con la dicotomía izquierda-derecha, sino que se basa en atacar a una serie de ideas y conceptos que son identificados como perjudiciales o malignos y que, en consecuencia, deben ser combatidos y erradicados. Desde esta perspectiva por ejemplo, la integración con los vecinos se percibe como algo potencialmente perjudicial, ya que se cree que podría ser utilizada por ciertos líderes y naciones para promover formas de vida y concepciones que son contrarias a las que se defienden en el ámbito doméstico. Se parte de la suposición de que existen fuerzas del “mal” que conspiran a nivel mundial (y regional) en contra de las ideas supremas del “bien”, que solo el líder esclarecido conoce y defiende.

En segundo lugar, una política exterior estimulada por la conspiración a menudo sirve para fomentar la auto-afirmación. Los líderes que promueven narrativas conspiratorias intentan convencer a su audiencia de que son quienes han descubierto los tentáculos ocultos o subterráneos en el frente interno y en el ámbito internacional. Esto genera un ambiente de intriga en el que se sugiere la existencia de una conspiración global, respaldada por organizaciones como, por ejemplo, Naciones Unidas, cuyo propósito sería el establecimiento de un gobierno universal, la supresión de la soberanía de los Estados nacionales y la imposición de una agenda social intrusiva y engañosa. Algunos critican a esta institución por imponer “ideales universalistas” inadmisibles, mientras que otros la atacan por supuestamente socavar los valores de las “sociedades libres”. Los compromisos multilaterales se perciben como una “camisa de fuerza” impuesta a los países como resultado de un supuesto pacto o contubernio tenebroso. La clasificación de la ONU como “maligna” no se limita a la retórica, sino que se manifestó en propuestas extremas como el rechazo a acuerdos, la suspensión de financiamiento a organismos y acusaciones temerarias como sucedió en la gestión del presidente Donald Trump.

En tercer lugar, el pensamiento conspiratorio remite a la existencia de una comunidad epistémica selecta. Quienes sostienen estas teorías se consideran a sí mismos como los “iluminados” que poseen un conocimiento especial, al mismo tiempo que desacreditan como “ignorantes” a quienes no comparten sus puntos de vista. El efecto de ello es una polarización inflexible, caracterizada por ataques personales; lo cual obstaculiza el diálogo y la negociación, así como la posibilidad de alcanzar acuerdos básicos en áreas clave de la política pública — incluida la política internacional. Y en cuarto lugar, existe una tendencia a concebir una especie de “refundación” en esta mirada conspiratoria. Se critica a la mayoría o a todos los mandatarios y políticas pasadas y se presenta al nuevo líder como alguien que puede revelar la verdad, destruir lo anterior y proporcionar un horizonte superador. Se considera que las tradiciones diplomáticas y la noción de continuidad en la política exterior son errores que llevaron a un país a la postración o a la pérdida de poder e influencia. Se postula que solo un cambio drástico puede poner fin a lo anterior y establecer una diplomacia con nuevos aliados y enemigos claramente identificados, a menudo personificados en líderes vistos como parte de las indeseables ‘continuidades’. Esta aproximación generalmente conlleva una serie de comportamientos predecibles, que pueden incluir la adopción de medidas en contra de ciertas contra-partes internacionales o la promoción de políticas específicas en línea con las creencias conspiratorias. En la política exterior, los países parecieran dividirse en “puros” e “impuros”; lo que hace que las relaciones con estos últimos sean intransigentes y prácticamente innegociables. No obstante, las políticas exteriores conspiratorias suelen también justificarse como una estrategia política para abordar la incertidumbre y la inestabilidad global. Se apela a que de ese modo se reducirán, por ejemplo, los costos de la globalización o el globalismo, según el caso, presentándose como una forma de proteger el país en lugar de exponerlo al peligro que se percibe en el mundo exterior. Abordar estas preocupaciones, se asume, puede contribuir a fortalecer la cohesión social que se fracturó en sociedades muy afectadas por el desempleo, la pobreza y la desigualdad o por un largo período de declive.

La importancia de los reaseguros de la Argentina

En años recientes se conocieron políticas exteriores conspiratorias en algunos países y se aprecia, aún en casos extremos, que existieron salvaguardas, dispositivos, tradiciones, contrapesos y manifestaciones que evitaron el enraizamiento de dinámicas conspirativas en el frente internacional. En nuestro caso, la política exterior experimentó fluctuaciones durante los 40 años de democracia, con períodos de acuerdo y desacuerdo, a veces con una mayor priorización de los asuntos internos sobre los internacionales; a veces con políticas de Estado de facto y otras con marchas y contramarchas. No obstante, existen “mínimos comunes” que constituyen garantías, incluso durante períodos cortos que buscan alterar radicalmente ciertos pilares cruciales de la política exterior. Estas “coincidencias no explicitadas” entre actores políticos y fuerzas sociales pueden funcionar como mecanismo de reaseguro frente a intentos de desmantelar patrones sostenidos y valiosos en nuestras relaciones exteriores.

Para ello, Argentina cuenta con su Cancillería, su cuerpo diplomático y un historial reconocido: subsiste una suerte de “disco duro” que refleja la existencia de una carrera profesional con funcionarios calificados. También pervive una comunidad epistémica compuesta por políticos, intelectuales, ex ministros y ministras, académicos, comunicadores, expertos en los partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil — además de una audiencia ciudadana interesada en asuntos de política exterior — dispuesta a proteger principios básicos de actuación internacional, ya sea a través de la movilización social, las investigaciones rigurosas, y la conversación pública en formas comunicativas diversas. La colaboración entre estos actores, la movilización social y la presencia pública son herramientas fundamentales para evitar giros dramáticos y potencialmente muy costosos, previniendo así daños irreversibles.

Es crucial destacar que, a pesar de las consecuencias negativas que una política exterior conspiratoria tendría en Argentina, con su enfoque “anti” o de “shock” en torno a áreas temáticas como el multilateralismo, la integración regional, el Mercosur, las relaciones estratégicas con Brasil, el vínculo con China, la búsqueda de justicia global y el reforzamiento de regímenes internacionales como el de derechos humanos, entre otros, existen contrapesos en cada uno de estos ejes que pueden mitigar los efectos de liderazgos promotores de eventuales políticas exteriores conspirativas.

En primer lugar, mientras quienes defienden las políticas exteriores conspiratorias perciben a la ONU y el multilateralismo como reliquias obsoletas, los diplomáticos argentinos desempeñaron y lo continúan desempeñando un papel crucial a nivel multilateral para prevenir la guerra, el uso de la fuerza y la proliferación nuclear en el sistema internacional. Asimismo, Argentina desempeñó un papel activo en la formación de expertos y diplomáticos que accedieron a puestos clave en organismos internacionales, como los destacados ejemplos de Rafael Grossi, quien se desempeña como director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA); de Celeste Saulo, quien ocupa el cargo de secretaria general de la Organización Meteorológica Mundial; de Frida Armas Pfirter, que fue designada jueza del Tribunal Internacional del Derecho del Mar; y de Andrea Pochak, quien fue electa para integrar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Contra la creencia de que los poderosos inevitablemente prevalecerán y que los países más débiles solo tienen la opción de acatar, América Latina — con un compromiso decisivo de la Argentina — aún se mantiene como una zona de paz y no se vio involucrada en confrontaciones bélicas de otras partes del mundo. Incluso cuando hubo la posibilidad de que estemos directamente implicados en conflictos como el de Ucrania, enviando armas y/o tropas, ningún gobierno de la región, independientemente de su ideología, tomó esa medida.

En segundo lugar, mientras que el pensamiento conspiratorio insinúa una postura anti-latinoamericana, anti-integracionista y anti-Mercosur, lo que podría conducir a un antagonismo innecesario e imprudente en las relaciones con los países vecinos, es importante destacar que existen continuidades ya establecidas que serían gravosas de desmantelar. Con Brasil, podríamos encontrarnos en una situación preocupante en la que se tomen medidas unilaterales sin consultar, los desacuerdos sean inflexibles y las tensiones bilaterales aumenten. Esto podría llevar al extremo de formar sistemas de alineamientos abiertamente contrapuestos en política exterior, donde cada país se apegue a una gran potencia diferente. Sin embargo, es importante recordar que hay un acervo institucional ya consolidado que actúa como un dispositivo reasegurador. En la década de los 80 y hasta principios de los 90, funcionarios, políticos, militares, académicos y comunicadores convergieron en la necesidad de abandonar las hipótesis de conflicto mutuo. 

La creación de Mercosur y la fundación de la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares son ejemplos claros, entre muchos, de cómo se establecieron compromisos duraderos y vitales para el interés nacional argentino. El hecho de haber transformado una cultura de rivalidad en una cultura de amistad entre Buenos Aires y Brasilia es un logro colectivo y compartido, y revertir esta situación sería extremadamente perjudicial.

En tercer lugar, aunque una variante del pensamiento conspiratorio adopte un carácter “revisionista” frente al crecimiento de Asia, especialmente de China, que se percibe como un “imperio autocrático en ascenso”, es fundamental recordar que la profundización de la relación entre China y Argentina avanzó en la última década, independientemente de los gobiernos nacionales en el poder. Aquellos que argumentan que las acciones agresivas de China no deben pasar desapercibidas, incluso si están disfrazadas como operaciones comerciales normales, no pueden ignorar la relevancia que tiene China para la ampliación de las reservas del Banco Central, el financiamiento de obras de infraestructura, como destino de nuestras exportaciones, y en tanto potencia de proyección internacional. A pesar de los intentos de ciertos voceros cercanos a la narrativa conspiratoria de generar una atmósfera similar a una nueva Guerra Fría, las principales coaliciones y partidos políticos del país, en la práctica, evitaron internalizarla, teniendo en cuenta los altos costos que generó en su momento y por décadas la “primera” Guerra Fría. La invocación hoy del anti-comunismo como guía de la diplomacia es anacrónica, extravagante e infecunda.

En cuarto lugar, aunque una política exterior conspiratoria ataca a organismos que considera “satélites” de la ONU, como la CEPAL, la FAO, la UNESCO y la Organización Mundial de la Salud (OMS), es esencial reconocer que el papel de estos organismos es determinante en la arquitectura internacional en temas cruciales para los países en desarrollo. Estos temas están intrínsecamente relacionados con la promoción de un orden internacional más justo, como la seguridad alimentaria, la erradicación del hambre, el desarrollo sostenible, el derecho a la educación y el derecho a la salud. No obstante, es importante destacar que existe una fuerte tradición y reputación en nuestro cuerpo diplomático, así como un acervo histórico que enfatiza la importancia de reclamar contra las injusticias del orden internacional, reconocer las asimetrías entre el Norte y el Sur Global en foros mundiales y regionales y promover iniciativas que busquen acortar esa brecha. El costo de desmantelar una política diplomática consolidada a lo largo de décadas sería significativo. Hay asuntos claves que podrían sufrir retrocesos inquietantes y elevados si el país busca apartarse de estas instancias que se hacen eco de las posiciones del sur global y de los países en desarrollo, así como de la región latinoamericana. Para el caso, alejarse de los pares del sur y de América Latina y alinearse casi exclusivamente con Occidente podría tener efectos nocivos en el reclamo histórico del país en torno a Malvinas.

Y en quinto lugar, el pensamiento conspiratorio podría tener un efecto muy negativo en uno de los pilares de la política exterior argentina, que es la defensa interna y la promoción internacional de los derechos humanos. Aunque voceros cercanos a este razonamiento critican las actitudes de la Comisión de Derechos Humanos por otorgar un asiento a gobiernos no democráticos (lo cual es práctica estándar al incluir a todos los miembros de Naciones Unidas con asientos rotativos), es importante destacar que el compromiso del país, no de un gobierno en particular, con los derechos humanos desde el retorno a la democracia alcanzó su punto más alto recientemente, cuando un argentino, Federico Villegas, asumió la presidencia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en 2022. 

A pesar de que surgieron voces notorias (aunque no marginales) que reivindican la dictadura, desde el histórico juicio a las juntas militares — reconocido por ser el primer enjuiciamiento en el mundo a una dictadura militar bajo procedimientos del Estado de Derecho — casi la totalidad de los actores respaldaron los avances judiciales y legislativos para condenar los delitos de lesa humanidad y defender el derecho a la verdad. 

El negacionismo no es parte de la cultura democrática alcanzada y sostenida durante cuatro décadas. Los derechos humanos son un activo esencial del perfil argentino en el mundo y como tal es registrado por las contrapartes del país y en los foros internacionales y continentales. Son ya parte del interés nacional y una regresión tendría una consecuencia devastadora para la imagen de la Argentina.

Además, el pensamiento conspiratorio en diversas partes del mundo manifestó una fuerte oposición a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un acuerdo que fue aprobado en 2015 por todos los Estados miembros de las Naciones Unidas. Esta agenda abarca 17 objetivos para hacer frente a la creciente pobreza, las desigualdades y la urgente crisis climática. Quienes se adhieren a la perspectiva conspiratoria consideran esta agenda como “intrusiva” y la acusan de promover principios “redistributivos” de justicia social que rechazan. Por tal razón, propagaron discursos con un marcado sesgo anti-ambientalista y argumentos anti-científicos, cuestionando la responsabilidad de los países en la aceleración del cambio climático y desestimando los compromisos multilaterales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. También se opusieron a la “igualdad de género”, pues aluden que no respeta la diferencia biológica de la sexualidad entre hombre y mujer y destruye la institución de la familia tradicional. 

No obstante, es importante destacar que Argentina mantuvo un perfil activo en la promoción de derechos humanos de primera, segunda y tercera generación, tanto en la Asamblea General de las Naciones Unidas como en diversos organismos internacionales, independientemente de los gobiernos de turno. Esto incluyó un compromiso continuo con la protección del medio ambiente y la lucha contra las desigualdades, aspectos que son parte integral de la agenda de derechos humanos que el país respaldó a nivel internacional.

A modo de reflexión final

La disciplina de las Relaciones Internacionales ha fundamentado y documentado la existencia de políticas exteriores conspiratorias en diferentes latitudes. Además, se ha acumulado un conjunto de experiencias que merecen un estudio más sistemático y comparativo para identificar rasgos compartidos. Por lo tanto, tenemos un conocimiento de cómo se manifiestan estas políticas exteriores conspiratorias, comprendiendo sus motivaciones, lógicas, modus operandi, e implicaciones, así como las limitaciones y respuestas a las mismas. Es importante destacar que las referencias de estudios comparados no indican un éxito absoluto ni un fracaso total, ya que existen ejemplos pasados y vigentes de políticas exteriores conspiratorias que demuestran esto. No obstante, es cierto que hubo casos que han mostrado sus limitaciones, y es evidente que estas políticas dejan huellas que es preferible evitar para no caer en giros contundentes ni vaivenes contraproducentes que pueden perjudicar los intereses nacionales.

Es relevante reconocer que, aunque existen políticas exteriores conspiratorias, también contamos con la presencia y vigencia de mecanismos de reaseguro. Hoy, por primera vez en la Argentina, existe la probabilidad de que se despliegue una política exterior de este tipo, y esto merece atención. En caso de que sea factible su implementación, es importante disponer de formas de argumentación, organización, manifestación y acción que minimicen el daño potencial de una experiencia de política exterior conspiratoria en el país.

FUENTE: https://cenital.com/la-politica-exterior-conspiratoria-un-riesgo-inadvertido-para-la-argentina/ 

Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor/autora y no representan necesariamente la posición de Dossier Geopolitico

Bernabe Malacalza: Doctor en Ciencias Sociales. Investigador del CONICET. Profesor en Universidad Nacional de Quilmes y Universidad Torcuato Di Tella.

Juan Gabriel Tokatlian: Vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella.