Al igual que la caída del Muro de Berlín o el colapso de Lehman Brothers, la pandemia de coronavirus es un evento devastador en el mundo cuyas consecuencias de gran alcance solo podemos comenzar a imaginar hoy.

Esto es cierto: así como esta enfermedad ha destrozado vidas, alterado los mercados y expuesto la competencia (o falta de ella) de los gobiernos, conducirá a cambios permanentes en el poder político y económico de maneras que se harán aparentes solo más tarde.

Para ayudarnos a dar sentido al cambio de terreno bajo nuestros pies a medida que se desarrolla esta crisis, Foreign Policy pidió a pensadores líderes de todo el mundo que intervengan con sus predicciones para el orden global después de la pandemia. Foreign Policy

[NdR: Dossier Geopolitico publica la opinion de 4 expertos]

Un mundo menos abierto, próspero y libre

por Stephen M. Walt

La pandemia fortalecerá al estado y reforzará el nacionalismo. Los gobiernos de todo tipo adoptarán medidas de emergencia para manejar la crisis, y muchos se detendrán a renunciar a estos nuevos poderes cuando termine la crisis.

COVID-19 también acelerará el cambio de poder e influencia de oeste a este. Corea del Sur y Singapur han respondido mejor, y China ha reaccionado bien después de sus primeros errores. La respuesta en Europa y América ha sido lenta y desordenada en comparación, empañando aún más el aura de la «marca» occidental.

Lo que no cambiará es la naturaleza fundamentalmente conflictiva de la política mundial. Las plagas anteriores no pusieron fin a la rivalidad de las grandes potencias ni marcaron el comienzo de una nueva era de cooperación global. Las plagas anteriores, incluida la epidemia de gripe de 1918-1919, no terminaron la rivalidad de las grandes potencias ni marcaron el comienzo de una nueva era de cooperación global. Tampoco COVID-19. Veremos un mayor retroceso de la hiperglobalización, a medida que los ciudadanos busquen a los gobiernos nacionales para protegerlos y que los estados y las empresas busquen reducir las vulnerabilidades futuras.

En resumen, COVID-19 creará un mundo menos abierto, menos próspero y menos libre. No tenía que ser así, pero la combinación de un virus mortal, una planificación inadecuada y un liderazgo incompetente ha colocado a la humanidad en un camino nuevo y preocupante.

El fin de la globalización tal como la conocemos

por Robin Niblett

La pandemia de coronavirus podría ser la gota que colme el vaso de la globalización económica. La pandemia de coronavirus podría ser la gota que colme el vaso de la globalización económica. El creciente poder económico y militar de China ya había provocado una determinación bipartidista en los Estados Unidos de desacoplar a China de la alta tecnología y la propiedad intelectual de origen estadounidense e intentar obligar a los aliados a hacer lo mismo. El aumento de la presión pública y política para cumplir los objetivos de reducción de emisiones de carbono ya había cuestionado la dependencia de muchas empresas de las cadenas de suministro de larga distancia. Ahora, COVID-19 está obligando a los gobiernos, las empresas y las sociedades a fortalecer su capacidad para hacer frente a períodos prolongados de autoaislamiento económico.

Parece muy poco probable en este contexto que el mundo vuelva a la idea de una globalización mutuamente beneficiosa que definió a principios del siglo XXI. Y sin el incentivo para proteger los beneficios compartidos de la integración económica mundial, la arquitectura de la gobernanza económica global establecida en el siglo XX se atrofiará rápidamente. Luego se requerirá una enorme autodisciplina para que los líderes políticos mantengan la cooperación internacional y no se retiren a la competencia geopolítica abierta.

Demostrar a sus ciudadanos que pueden manejar la crisis COVID-19 les comprará a los líderes capital político. Pero aquellos que fracasen tendrán dificultades para resistir la tentación de culpar a otros por su fracaso.

Una globalización más centrada en China

por Kishore Mahbubani

La pandemia de COVID-19 no alterará fundamentalmente las direcciones económicas mundiales. Solo acelerará un cambio que ya había comenzado: un cambio de la globalización centrada en los EE. UU. A una globalización más centrada en China.

¿Por qué continuará esta tendencia? La población estadounidense ha perdido la fe en la globalización y el comercio internacional. Los acuerdos de libre comercio son tóxicos, con o sin el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Por el contrario, China no ha perdido la fe. Por qué no? Hay razones históricas más profundas. Los líderes chinos ahora saben bien que el siglo de humillación de China desde 1842 hasta 1949 fue el resultado de su propia complacencia y un esfuerzo inútil de sus líderes para aislarlo del mundo. Por el contrario, las últimas décadas de resurgimiento económico fueron el resultado del compromiso global. El pueblo chino también ha experimentado una explosión de confianza cultural. Creen que pueden competir en cualquier lugar.

En consecuencia, como documento en mi nuevo libro, ¿Ha ganado China ?, los Estados Unidos tienen dos opciones. Si su objetivo principal es mantener la primacía global, tendrá que participar en un concurso geopolítico de suma cero, política y económicamente, con China. Sin embargo, si el objetivo de Estados Unidos es mejorar el bienestar del pueblo estadounidense, cuya condición social se ha deteriorado, debería cooperar con China. Un consejo más sabio sugeriría que la cooperación sería la mejor opción. Sin embargo, dado el ambiente político tóxico de los Estados Unidos hacia China, es posible que no prevalezcan los consejos más sabios.

El poder estadounidense necesitará una nueva estrategia

por Joseph S. Nye, Jr.

En 2017, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunció una nueva estrategia de seguridad nacional que se centra en la competencia de las grandes potencias. COVID-19 muestra que esta estrategia es inadecuada. Incluso si Estados Unidos prevalece como una gran potencia, no puede proteger su seguridad actuando solo. Incluso si Estados Unidos prevalece como una gran potencia, no puede proteger su seguridad actuando solo. Como Richard Danzig resumió el problema en 2018: “Las tecnologías del siglo XXI son globales no solo en su distribución, sino también en sus consecuencias. Los patógenos, los sistemas de IA, los virus informáticos y la radiación que otros pueden liberar accidentalmente podrían convertirse en un problema tanto nuestro como suyo. Los sistemas de informes acordados, los controles compartidos, los planes de contingencia comunes, las normas y los tratados deben buscarse como medios para moderar nuestros numerosos riesgos mutuos «.

Sobre amenazas transnacionales como COVID-19 y el cambio climático, no es suficiente pensar en el poder estadounidense sobre otras naciones. La clave del éxito también es aprender la importancia del poder con los demás. Cada país pone su interés nacional primero; La pregunta importante es qué tan amplia o estrechamente se define este interés. COVID-19 muestra que no estamos ajustando nuestra estrategia a este nuevo mundo.

EL COVID-19 VINO A “BLANQUER UNA REALIDAD QUE LOS TANQUES DE IDEAS SERIOS YA SABÍAMOS: 1 LA DECLINACIÓN DE EEUU Y 2 EL SURGIMIENTO DE UN PODER TRIPARTITO MAS QUE CLARO: BEIJING – MOSCÚ – WASHINGTON, ESTÁ CONFERENCIA DE NOV/2019 ES CLAVE PARA LOS QUE TODAVÍA TIENEN “DUDAS”, LA VERSIÓN DE EURASIA GROUP (USA) “Dossier Geopolitico” 

POR IAN BREMMER –  18 de noviembre de 2019

Bremmer es columnista de asuntos exteriores y editor en general en TIME. Es el presidente de Eurasia Group, una consultora de riesgo político, y GZERO Media, una compañía dedicada a proporcionar una cobertura inteligente y atractiva de los asuntos internacionales. Enseña geopolítica aplicada en la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Columbia y su libro más reciente es Nosotros contra ellos: el fracaso del globalismo.

Este es el texto de un discurso pronunciado por Ian Bremmer el 18 de noviembre en la Cumbre GZERO 2019 en Tokio.

China ha tomado su decisión. Beijing está construyendo un sistema separado de tecnología china (sus propios estándares, infraestructura y cadenas de suministro) para competir con Occidente.

No se equivoquen: esta es la decisión geopolítica más importante tomada en las últimas tres décadas. También es la mayor amenaza para la globalización desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

No se suponía que fuera así.

La globalización ha sacado a miles de millones de personas de la pobreza en todo el mundo. Ahora vivimos vidas más largas, saludables y productivas que nunca. Estamos mejor educados y mejor informados que en cualquier otro momento de la historia. Nunca ha habido un lugar mejor y un mejor momento para estar vivo que aquí y ahora.

Entonces, ¿por qué tanta gente está tan enojada y por qué la globalización se encuentra bajo una amenaza sin precedentes?

¿Por qué los ciudadanos de un país tras otro están descartando amargamente a los partidos gobernantes y opositores a favor de los disruptores políticos?

En este momento de la historia, ¿por qué hay tanta alarma?

Porque este ES un momento de transformación e incertidumbre. En gran parte del mundo, los flujos transfronterizos de ideas, información, personas, dinero, bienes y servicios a la velocidad del rayo, las mismas fuerzas que han creado tantas oportunidades y prosperidad, también generan temor.

Temor de que el mundo ahora se vuelva más complicado y más peligroso en tiempo real. Temor de que el mundo que conocimos se haya ido para siempre, y temor de que nadie esté dispuesto y sea capaz de hacer nada al respecto.

Quiero hablar con ustedes hoy sobre por qué está sucediendo todo esto y por qué es tan importante que tengamos esta conversación en este momento, y en el corazón de este gran país.

Japón es bendecido y agobiado por su lugar único en este mundo G-Zero. Japón tiene la estabilidad política, la previsión y el talento tecnológico para ayudar a llevar al mundo a un futuro más brillante que el que enfrentamos actualmente. Todos tenemos razones para esperar que los líderes de Japón, sus compañías, su voluntad política y su gente ayuden a liderar la transición hacia un nuevo orden, uno en el que el ingenio humano, la imaginación moral y el coraje puedan ayudarnos a todos a enfrentar los desafíos para ven.

La recesión geopolítica

Cuando comencé Eurasia Group en 1998, nuestros clientes estaban interesados ​​casi exclusivamente en los llamados países de mercados emergentes, aquellos que presentaban grandes oportunidades de crecimiento y desafíos políticos desconocidos.

Definí un mercado emergente como «cualquier país donde la política importa al menos tanto como los fundamentos económicos para los resultados del mercado». Países como Japón, Estados Unidos, Canadá y las principales naciones de Europa occidental ofrecieron un panorama político mucho más estable y predecible, pero oportunidades de crecimiento más modestas.

Esos días pasaron. La crisis financiera de 2008 y la agitación que siguió han llevado la política directamente al desempeño de las economías y los mercados, incluso en los países más ricos del mundo.

También enfrentamos un número creciente de amenazas transnacionales. El orden global liderado por Estados Unidos está terminado. Muchas de las nubes oscuras que ahora se ciernen sobre nosotros, desde el cambio climático hasta los conflictos cibernéticos, desde el terrorismo hasta la revolución postindustrial, se mueven sin control a través de las fronteras, dejando a los gobiernos nacionales mucho menos capaces de satisfacer las necesidades de sus ciudadanos.

Hoy, no es la economía sino la geopolítica la que se ha convertido en el principal impulsor de la incertidumbre económica mundial. El mundo ha entrado en una «recesión geopolítica», un ciclo de quiebra para el sistema internacional y las relaciones entre los gobiernos. Es un momento en que las alianzas, las instituciones y los valores que los unen se están desmoronando.

Desde una perspectiva histórica, las recesiones geopolíticas son más raras que las recesiones económicas y más duraderas. Viviremos en esta recesión geopolítica durante al menos una década.

¿Cómo llegamos aquí?

Los economistas nos dicen que el proceso de «destrucción creativa» alimenta el motor de crecimiento que construye el futuro, y la historia dice que es cierto. Pero las vidas y los medios de subsistencia se destruyen en el proceso, y un número creciente de personas dice que su gobierno no tiene poder para ayudarlos a administrar o no les importa lo que les sucede. El resentimiento de las élites está en aumento en todas las regiones del mundo. El sistema está manipulado contra ellos, creen; Cada vez es más difícil argumentar que están equivocados.

Esto crea oportunidades para una nueva generación de populistas que ofrece chivos expiatorios y promesas de protección. Estos políticos no inventaron este problema. Solo se están beneficiando de eso.

Y la mayor preocupación es esta: toda esta ira se está acumulando en buenos tiempos económicos. ¿Qué sucede cuando las economías comienzan a desacelerarse?

La historia muestra que los gobiernos que no son populares en el país tienen más probabilidades de causar problemas en el extranjero, especialmente con sus vecinos, para reunir el apoyo público y desviar la atención de los problemas internos. Eso genera menos confianza entre los gobiernos. El riesgo de malentendidos aumenta. Los accidentes son más probables, y es más probable que se intensifiquen hacia conflictos.

Hay tres implicaciones a considerar …

El primero se centra en los «riesgos de cola», los eventos de baja probabilidad pero alto impacto que se han convertido en un lugar común en un mundo remodelado por el auge de China, la agitación en el Medio Oriente, la Europa populista, la Rusia revanchista, la división de Estados Unidos, un récord mundial 71 millones de personas desplazadas, y los efectos desestabilizadores de los cambios tecnológicos y climáticos.

Imagine un accidente militar en el Mar del Sur de China, en un momento en que los presidentes de EE. UU. Y China se encuentran en una guerra de voluntades sobre el comercio y la tecnología, y están decididos a proyectar la fuerza en el país, que se sale de control.

Diríjase a Oriente Medio: Estados Unidos se ha enfrentado a Irán. Desde que el presidente Trump retiró a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán y luego volvió a imponer sanciones, Irán ha emprendido una acción militar audaz, incluido un ataque contra el corazón de la infraestructura petrolera de Arabia Saudita. Washington respondió enviando tropas a Arabia Saudita, una medida que, como recordarán, aumentó drásticamente el riesgo de terrorismo en Estados Unidos hace una generación.

¿Qué pasa si el presidente Trump es derrotado para la reelección el próximo año, y Kim Jong-un de Corea del Norte descubre que el próximo presidente de los Estados Unidos no aceptará sus llamadas telefónicas? ¿Qué acción provocativa podría tomar? ¿Qué accidentes podría correr el riesgo?

¿Qué sucede si una crisis de la deuda golpea a Italia, creada cuando un futuro gobierno italiano desafía las reglas presupuestarias de la UE y sin darse cuenta crea una crisis financiera demasiado grande para que los prestamistas puedan manejarla? ¿O un error de cálculo en Ucrania lleva a Rusia a una guerra de disparos? ¿O una confrontación cibernética entre Estados Unidos y Rusia golpea infraestructura crítica, creando una crisis humanitaria dentro de una ciudad estadounidense?

La falta de liderazgo coordinado en el mundo de hoy, nuestro mundo G-zero, hace que todas estas crisis sean más probables y más difíciles de manejar cuando lo hacen. Individualmente, son tiros lejanos. Colectivamente, representan un peligro sin precedentes.

La segunda implicación de la recesión geopolítica es el colapso de las instituciones internacionales.

Las decenas de millones de personas desplazadas en todo el mundo hoy crean uno de los problemas más urgentes y costosos que las Naciones Unidas tienen que enfrentar. Sin embargo, a pesar de que los gobiernos nacionales están menos dispuestos a acoger a un gran número de refugiados, aún menos están dispuestos a invertir más para apoyar a la Agencia de la ONU para los Refugiados.

También vemos fragmentación de las instituciones europeas a medida que los votantes envían un número creciente de políticos antieuropeos para servir en el parlamento europeo. Ya no existe consenso entre los europeos sobre la libre circulación de ciudadanos de la UE a través de las fronteras, sobre cómo gestionar a los inmigrantes de fuera de la UE, o sobre cuestiones importantes como la mejor forma de gestionar las relaciones con Rusia.

La administración Trump ha amenazado la coherencia de la OTAN, la alianza militar más exitosa de la historia (el presidente francés Macron ciertamente parece estar de acuerdo), y ha retirado a los Estados Unidos del acuerdo comercial de la Asociación Transpacífica, el tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio con Rusia , el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y el Acuerdo Climático de París, por nombrar solo algunos.

La consecuencia inevitable de todo esto es un mundo que se ha vuelto más impredecible y mucho menos seguro.

Hay pocas posibilidades en este entorno de establecer nuevos acuerdos y nuevas instituciones para ayudar a gestionar las crisis del mañana.

En cambio, los gobiernos individuales adoptarán sus propias reglas en un intento de contener los desafíos que no respetan las fronteras. Amenazarán con sanciones económicas y represalias militares en un mundo con menos instituciones capaces de hacer cumplir las normas y prácticas generalmente aceptadas.

La última implicación de la recesión geopolítica: la debilidad del sistema internacional actual no solo deja al mundo más vulnerable a la crisis, sino menos resistente cuando llega la crisis. En los últimos años, hemos evitado una gran crisis internacional. Hemos visto el Brexit, la elección de Donald Trump, el crecimiento del populismo en toda Europa, el intento de Rusia de socavar la independencia de Ucrania, la consolidación del poder de Xi Jinping en China, un colapso en Venezuela y muchos incendios individuales en el Medio Oriente y en democracias en todo el mundo. Pero aún no hemos experimentado nada durante este período que represente un desafío para todo el sistema internacional, y la economía global se ha mantenido relativamente fuerte.

Nuestra suerte no puede durar.

Hay una superpotencia en el mundo de hoy, un país que puede proyectar poder político, económico y militar en todas las regiones. Esa superpotencia sigue siendo Estados Unidos.

Por eso es tan importante que los propios estadounidenses ya no estén de acuerdo sobre el papel que debe jugar su país en el mundo. A donde quiera que viaje, incluso aquí en Japón, escucho preguntas y preocupaciones sobre el presidente Donald Trump. Como si él fuera la fuente de toda esta confusión. Como si su salida de la escena política, ya sea el año próximo o en cinco, pondría a Estados Unidos y al mundo en un camino de regreso hacia una idea de lo normal.

Eso no va a suceder, porque Donald Trump es un síntoma, no una fuente, de esta ansiedad y confusión. Sí, es Trump quien cuestiona el valor de la OTAN y si las tropas estadounidenses deberían estar estacionadas en el extranjero. Trump es el que sugiere que Japón y Corea del Sur deberían desarrollar sus propias armas nucleares para aliviar las cargas en los Estados Unidos, el que ha declarado una guerra comercial a China, mientras amenaza a Europa, Japón, México e incluso Canadá.

Honestamente, ¿quién amenaza a Canadá?

Pero retrocedamos una docena de años y piense por qué Barack Obama fue elegido presidente. Después de ocho años de guerra contra el terrorismo de George W. Bush, fue Obama quien prometió poner fin a las guerras en Irak y Afganistán, y no comenzar nuevas. Otros demócratas, incluida Hillary Clinton, se contaminaron en la mente de muchos estadounidenses por su apoyo a la guerra contra Saddam Hussein.

Retrocede un poco más. En 1992, Bill Clinton prometió que el fin de la Guerra Fría significaba el fin de las cargas de la Guerra Fría. Prometió un «dividendo de paz», el dinero ya no era necesario para derrotar a los soviéticos que en su lugar podrían invertirse en fortalecer a Estados Unidos en casa.

Los estadounidenses no quieren gobernar el mundo. No lo han hecho por mucho tiempo.

Y con cada año que pasa, hay menos estadounidenses lo suficientemente mayores como para recordar la Guerra Fría, por no hablar de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, ahora hay soldados estadounidenses en Afganistán que aún no nacieron el 11 de septiembre de 2001.

La renuencia de los Estados Unidos como una superpotencia crea un vacío global de liderazgo. Pero nadie está dando un paso adelante para asumir ese papel en la forma en que, hace más de un siglo, Estados Unidos emergió justo cuando el sol comenzó a ponerse sobre el Imperio Británico.

Europa sigue profundamente preocupada, particularmente por los problemas económicos que dividen el norte y el sur y los problemas políticos que dividen el este y el oeste. Y aunque el presidente Xi Jinping ha declarado una nueva era para China en el mundo, el liderazgo de China sigue siendo fundamentalmente cauteloso cuando se trata de aceptar grandes cargas internacionales.

Por eso, cuando se trata de liderazgo internacional, Beijing pronto se convertirá en un proveedor de bienes públicos más confiable que Washington.

Y por qué una crisis futura será tan difícil de manejar.

Los fallos de la Globalización

Luego está el impacto de la recesión geopolítica en la globalización misma.

La globalización ha cambiado nuestra comprensión de cómo se hacen las cosas y cómo podríamos vivir. En todo el mundo, celebramos nuestras fiestas nacionales con fuegos artificiales hechos en China. Las llamadas de servicio al cliente que hacemos para reparar nuestras computadoras se responden en la India. Nuestros autos están hechos de partes que provienen de docenas de países. Todos estamos integrados a nivel mundial. Ya no tiene sentido decir dónde se producen nuestros productos.

Y, hasta hace poco, la política no ha jugado un papel importante en estos procesos. Eso ya no es cierto.

Ya no hay un mercado libre global. China, que pronto será la economía más grande del mundo, practica el capitalismo de estado, un sistema que permite a los funcionarios del gobierno garantizar que el crecimiento económico sirva en última instancia a los intereses políticos y nacionales.

El sistema capitalista estatal de China distorsiona el funcionamiento tradicional de una economía impulsada por el mercado al depender en gran medida de las empresas estatales y los campeones nacionales respaldados por el estado para garantizar la estabilidad económica y, por lo tanto, política. Depende de los subsidios estatales que permiten a los funcionarios políticos dirigir enormes cantidades de capital y otros recursos a su elección. El gobierno elige ganadores y perdedores.

El éxito de este sistema para China y el Partido Comunista Chino es innegable. La buena noticia para el resto de nosotros es que el crecimiento chino ha apoyado el crecimiento global. De manera crucial, la economía global híbrida que ha creado no termina con la globalización. Tanto el mercado libre como los sistemas capitalistas estatales todavía permiten que los bienes y el capital se muevan por el mundo.

Pero el futuro de la globalización no es tan simple. Diferentes partes de la economía global se están adaptando al final del orden global liderado por Estados Unidos de diferentes maneras.

El mercado de productos básicos, especialmente alimentos, metales y energía, en realidad solo se está globalizando. Los aranceles estadounidenses y chinos dominan las noticias, mientras duran, pero la historia más importante es la expansión de los mercados mundiales de productos básicos.

Las nuevas tecnologías están haciendo que la producción de energía sea más eficiente y reducen los costos a un ritmo más rápido de lo que la política puede aumentar. Es por eso que, incluso después de un dramático ataque con misiles a principios de este año en el corazón de la infraestructura petrolera saudita que desconectó la mitad de la producción petrolera saudita, el salto resultante en los precios del petróleo los dejó en niveles de solo la mitad de lo que eran en 2008.

Con más de mil millones de personas entrando en una clase media mundial en las últimas dos generaciones, y el ritmo de ese crecimiento en aumento, la globalización del mercado de productos básicos continuará.

El mercado de bienes y servicios, por otro lado, se volverá menos global. Esto se debe en parte a que el papel del trabajo en la producción se está reduciendo drásticamente a medida que las nuevas tecnologías incorporan la automatización y el aprendizaje automático al lugar de trabajo. Los fabricantes quieren producir donde la producción es menos costosa. Eso no va a cambiar. Lo que ha cambiado es la búsqueda de mano de obra barata, porque el auge de las clases medias en China, India, el sudeste de Asia, América Latina y África subsahariana ha aumentado los salarios en todas partes, dando a los productores buenas razones para automatizar la producción.

Además, el crecimiento del populismo que hemos visto en tantos países se debe en parte a la ira por la pérdida de empleos. Eso significa que los funcionarios políticos tienen más probabilidades de construir barreras diseñadas para proteger los empleos locales que restringir el flujo del comercio

Estas tendencias acortarán las cadenas de suministro mundiales de bienes y servicios a medida que cada país o empresa trabaje para reducir su vulnerabilidad a la interrupción en los países involucrados en disputas comerciales. No sucederá de inmediato, porque los CEO no quieren tomar decisiones difíciles hasta que crean que tienen que hacerlo. Pero a medida que la economía global se tensa, esos ejecutivos producirán cada vez más bienes y servicios donde están los clientes.

Finalmente, está el mercado global de datos e información. Este mercado se está rompiendo en dos. Ya no es global. Al principio, Internet, la Web mundial, estaba impulsada por un conjunto único de normas y reglas. Con muy pocas excepciones, un consumidor tenía prácticamente el mismo acceso que otro. No más.

Hay otra pregunta fundamental: ¿el sector privado continuará impulsando el modelo de datos e información liderado por Estados Unidos? ¿O los temores futuros por la seguridad nacional permitirán la creación de un «complejo industrial militar basado en tecnología» en los Estados Unidos?

Las respuestas a estas preguntas tienen profundas implicaciones. En los mercados de productos básicos, bienes y servicios, los actores globales son competidores y socios (potenciales). Cada jugador quiere más participación en el mercado, pero todos se benefician de un sistema de comercio abierto que crea oportunidades para todos. Se pueden lanzar guerras comerciales para lograr objetivos específicos, pero esta no es una competencia de suma cero. Los negocios como siempre prometen algo para todos. Ese es un apoyo fundamental para la paz y la prosperidad mundiales.

Esto ya no es cierto en la economía de datos e información. Aquí, al igual que en la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, la existencia de dos sistemas competitivos limita las oportunidades comerciales y amenaza la seguridad nacional. El resultado esperado de cada lado es la eliminación del otro sistema.

EEUU y China

Lo que significa que ahora necesitamos hablar sobre China y los Estados Unidos.

¿Qué debería querer el resto del mundo de China? Deberíamos querer que tenga éxito. El mundo necesita que China permanezca estable, productiva y cada vez más próspera para impulsar el crecimiento global. Necesitamos que China desempeñe un papel internacional constructivo, aunque solo sea limitado. Trabajar con otros gobiernos para enfrentar los desafíos planteados por la pobreza, los conflictos, los riesgos para la salud pública, la falta de educación, la falta de infraestructura, el cambio climático y el avance de las nuevas tecnologías disruptivas. Y, por supuesto, también necesitamos estas cosas de los Estados Unidos.

La amenaza que China representa para Estados Unidos es menor de lo que muchos creen en Washington. China tiene incluso menos interés en ir a la guerra con los EE. UU. Que Estados Unidos en ir a la guerra con China. China es una potencia militar regional, pero no global. La interdependencia económica continuará, a pesar de los esfuerzos concertados de ambas partes para reducir las vulnerabilidades económicas.

La mayor fuente de conflicto entre Estados Unidos y China proviene de la tecnología. Aquí, China es hoy una verdadera superpotencia. Aquí, hay una estructura de Guerra Fría en la relación que afectará a todas las regiones del mundo. Aquí, Estados Unidos tiene interés en ver que China fracasa, porque el desarrollo tecnológico de China plantea un desafío fundamental a los valores de los que dependen la estabilidad y la prosperidad mundiales.

Este es un tema en el que los demócratas y republicanos de Estados Unidos están de acuerdo. Imagina eso.

Las apuestas son reales. La idea de un Splinternet, la creación de ecosistemas de tecnología paralela, no es solo una amenaza para la globalización. Es una competencia que los que creen en las libertades políticas podrían perder.

¿Qué debemos hacer?

Permítame ofrecerle dos propuestas. El primero es la creación de una organización equivalente al Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU, el organismo responsable de evaluar objetivamente la vulnerabilidad y las respuestas del mundo al cambio climático. Necesitamos un grupo similar para establecer reglas básicas para nuestro mundo digital, los datos y la inteligencia artificial que lo alimentan, y su desarrollo futuro.

Mi segunda propuesta es esta: el mundo necesita una OMC digital, una Organización Mundial de Datos. Al igual que con la OMC, unir a los gobiernos que creen en la apertura y transparencia en línea en una organización a la que China finalmente tendrá un incentivo económico y de seguridad para unirse, especialmente si es la única forma en que Beijing puede asegurar el acceso a los mercados desarrollados. Las zanahorias funcionarán mejor que los palos.

Estados Unidos, Europa, Japón y socios dispuestos y capaces de ideas afines deben trabajar juntos para establecer estándares futuros para la inteligencia artificial, los datos, la privacidad, los derechos de los ciudadanos y la propiedad intelectual. Desarrollar una secretaría permanente para determinar juntas estas normas digitales y un mecanismo judicial para hacerlas cumplir. Los estadounidenses tienen la capacidad innovadora y las nuevas empresas. Los europeos son la superpotencia reguladora. Japón es el laboratorio principal para un mundo que necesita ver cómo la IA puede mejorar la vida de las personas.

Así es cómo podemos abordar la guerra fría tecnológica entre Estados Unidos y China.

Sin embargo, hay un área donde la cooperación china con Occidente es crítica y totalmente factible en este momento. Para combatir el avance del cambio climático y sus peores efectos, necesitamos construir un «Plan Marshall Verde», un proyecto financiado principalmente por Occidente que incluya las mejores ideas de pensadores del sector privado y científicos financiados por el estado de Occidente y China sobre cómo Lo mejor es hacer cambios en la política e inventar las tecnologías para limpiar el aire y el agua del mundo y limitar el daño causado por el cambio climático.

El llamado «New Deal Verde» ahora bajo escrutinio en los Estados Unidos presupone que los estadounidenses pueden resolver sus propios problemas climáticos. No pueden China es ahora el primer emisor de carbono del mundo, por un amplio margen, y comparte un interés con el resto del mundo en la lucha contra el cambio climático. No solo Nueva York y Tokio se enfrentan a las tormentas que se avecinan y al aumento de los mares. También es Shanghai.

El papel global de Japón

Ahora es el momento de hablar sobre Japón.

Durante mucho tiempo he creído que la Cumbre GZERO debe tener lugar en la gran ciudad de Tokio. En el drama internacional que describí, el mundo necesita que Japón desempeñe un papel único: un papel principal.

En un mundo donde la política es impulsada por el agravio partidista, Japón es hoy la democracia industrial avanzada más saludable del mundo. Tiene el liderazgo político más fuerte. A pesar de las muchas controversias en la vida japonesa, este es el único país que ha desafiado la tendencia mundial hacia la polarización.

Japón es la sociedad más justa e igualitaria entre las principales naciones industrializadas. Sus instituciones tienen mayor legitimidad pública interna que cualquier otro país. Muchos años de experiencia personal me han enseñado que el sector privado de Japón es innovador y dinámico. En un mundo donde los gobiernos han fallado reiteradamente en proteger la seguridad y la prosperidad a largo plazo de sus ciudadanos, Japón tiene una red de seguridad social que funciona. Eso nunca ha sido más importante.

Sí, Japón necesita el aumento del talento, la creatividad y el trabajo duro que se obtiene al dar la bienvenida a muchas más mujeres a la fuerza laboral, incluso en puestos de alto nivel. Y sí, el desafío de Japón de gestionar la deuda pública insostenible continúa.

Pero las ventajas innegables de Japón ayudarán a este país a ofrecer al mundo el liderazgo que tanto necesitan. El reciente compromiso del Primer Ministro Abe con líderes políticos y empresariales en India, Alemania, Irán y muchos gobiernos en África muestran el comienzo de lo que es posible si Japón aprovecha la oportunidad de ayudar al mundo a enfrentar los desafíos que describí hoy. Y como Japón tiene la oportunidad, creo que tiene una obligación.

Hay cinco áreas donde creo que el liderazgo japonés es más necesario:

  • Japón puede guiar al mundo hacia un crecimiento económico sostenible. El costo del «crecimiento a toda costa» se ha vuelto vergonzosamente obvio. La contaminación de nuestro aire, agua y suelo; el avance del cambio climático; y el hecho de que los gobiernos no protejan el contrato social que los une a los ciudadanos deja en claro que el mundo necesita un modelo de «capitalismo sostenible». La búsqueda de Japón de la Sociedad 5.0, construida sobre una base de aprendizaje automático, robótica y otras innovaciones para enriquecer la vida humana, brinda oportunidades para que el gobierno y la industria de Japón muestren al mundo un camino a seguir que no nos llevará por un precipicio.
  • Japón puede impulsar la cooperación y limitar el conflicto entre China y los Estados Unidos. Estos dos países ocuparán el centro de nuestro futuro sistema internacional, pero Japón se encuentra en una posición única para dar a cada lado un mayor incentivo para coordinarse en áreas donde coinciden sus intereses y para evitar confrontaciones en el peor de los casos en los que compiten.
  • Japón puede reforzar las instituciones multilaterales. Creo que Japón debería unirse al Banco de Inversión en Infraestructura de Asia y presionar para que la institución sea más central en la Iniciativa de la Franja y la Carretera de China y, por lo tanto, la financiación de la Franja y la Carretera sea menos opaca. Esto sería bueno para las compañías japonesas y japonesas, y bueno para el mundo. Japón debería persuadir a sus aliados estadounidenses para que se unan también. En términos más generales, Japón debería trabajar con Alemania, Canadá y otros gobiernos de ideas afines para defender las instituciones internacionales existentes y participar plenamente en la elaboración de normas mundiales para el comercio, la transferencia de datos y las políticas de innovación. El liderazgo que Japón ya ha demostrado al hacer realidad la Asociación Transpacífica demuestra que estas cosas son posibles.
  • Japón puede continuar trabajando en un centro de coordinación y monitoreo cibernético que puede promover y dirigir la inversión en Investigación y Desarrollo que se redujo durante su recesión. Puede lograr esto en cooperación con los países que forman parte de la alianza de inteligencia «Cinco Ojos» más Alemania.
  • Japón puede liderar el camino al proporcionar y coordinar la distribución de ayuda humanitaria en un mundo que la necesita con urgencia. Como uno de los países más ricos del mundo, Japón tiene la influencia y la credibilidad para coordinar los esfuerzos para ayudar a las personas y los gobiernos que lo necesitan. El sector industrial de Japón puede ofrecer soluciones tecnológicas avanzadas y de liderazgo para promover el desarrollo sostenible de las sociedades globales, particularmente en las áreas de provisión de atención médica, construcción de ciudades inteligentes y el rediseño del lugar de trabajo para el 21

El fin del orden americano

Al mirar hacia el futuro de las relaciones entre las naciones, hay una predicción que podemos hacer con certeza: no importa lo que suceda en las elecciones estadounidenses del próximo año, no importa quién sea presidente o qué partido esté en el poder, el orden internacional liderado por Estados Unidos es terminado. No va a volver

Pero es igual de importante reconocer que las aspiraciones que este orden representa para muchas personas permanecen.

Estas aspiraciones, estos valores, no fueron inventados en los Estados Unidos. No son «occidentales». No son simplemente el producto de la Ilustración de Europa. El impulso por la libertad, la equidad, el estado de derecho, la libertad de expresión y el innegable impulso humano por la apertura y la exploración son universales.

Estados Unidos ya no puede afirmar ser la principal fuerza impulsora en defensa de estos valores. Los estadounidenses tienen nuestro papel que desempeñar. También los europeos. También lo hace la gente de Japón. Y dentro de China, Rusia, Egipto y Arabia Saudita, dentro de países grandes y pequeños, hay personas hambrientas por la oportunidad de convertirse en capitanes de su destino.

La competencia y el conflicto entre las naciones es inevitable. El calentamiento del planeta y el surgimiento de la inteligencia artificial traerá desafíos existenciales.

Pero vivimos en un mundo G-zero, un mundo sin liderazgo en el que las personas puedan confiar y con las que puedan contar. Depende de todos nosotros llenar ese vacío. Personas en puestos de poder. Personas en puestos de influencia. Gente en esta sala ahora mismo.

https://time.com/5730849/end-american-order-what-next/

El Director Academico de Dossier Geopolitico entrevistado por el Inst. Rodolfo Kusch – Universidad Nacional de Jujuy

La pandemia de COVID-19 implica moficiaciones importantes en las relaciones de poder a nivel mundial, con implicancias en todos los ámbitos. El Dr. Miguel Ángel Barrios nos presenta su mirada sobre el nuevo escenario que se está abriendo y las posibilidades para América Latina, y Argentina en particular.

Por Gonzalo Fiore

En medio de la crisis desatada por nuevo coronavirus Covid-19 alrededor del mundo, ¿en qué situación se encuentra el país donde se originó todo? Las versiones sobre el escenario por estas horas en la República Popular China son contrapuestas. Mientras algunas voces en la comunidad internacional aseguran que las cifras oficiales tanto de muertos como de contagiados no son reales, el Estado chino sostiene que la pandemia está controlada puertas adentro del gigante asiático. Las autoridades del Partido Comunista incluso afirman que el éxito para contener el brote fue tal, que ya se ha vuelto a poner en marcha la línea de producción. Lo cierto es que, tras la aparición del primer caso, el 1 de diciembre de 2019, en la ciudad de Wuhan, ha pasado un tiempo considerable como para que los chinos conozcan mucho más del virus que los países occidentales, donde golpeó con posterioridad. A pesar de las voces contrapuestas y las acusaciones de que la crisis fue desatada por China con intencionalidad, el país se prepara para regresar a la actividad plena mientras el resto del planeta se esfuerza por capear la peor crisis epidemiológica desde 1918. Hoy, el gobierno chino asegura tener apenas 1.300 casos activos de coronavirus.

Según las cifras oficiales de la Organización Mundial de la Salud (OMS), actualmente en China hay 83.535 casos de infectados, 3.333 de muertos y 77.360 de recuperados. Mientras tanto, Estados Unidos se prepara para enfrentar su peor semana, en palabras de Donald Trump, “un nuevo Pearl Harbor”. China hoy ocupa el puesto número seis de países en cantidad de contagios. Por ahora se encuentra detrás de Francia, Alemania, Italia, España, y los Estados Unidos, quienes lideran esta especie de ranking. En Wuhan, la capital de la provincia de Hubei, de 11.000.000 de habitantes, se levantó la cuarentena el 8 de abril. La ciudad había sido la primera en cerrarse, en los albores de la pandemia, cuando se registraban, siempre según datos oficiales, 444 casos y 17 muertos, a día de hoy, se registran 3.200 personas fallecidas. Es el séptimo centro urbano más grande de China, y representa una de las diez economías más importantes del país. Su desarrollo industrial y comercial explican por qué el virus se trasladó de manera tan veloz hacía el resto de China y especialmente hacía países del sudeste asiático como Singapur. A partir del levantamiento de la cuarentena, los habitantes de Wuhan circularán con un código QR que certifica que no han tenido contacto con ningún contagiado ni tienen la enfermedad.

 Se han suscitado escándalos diplomáticos de distinta índole con dirigentes que han acusado abiertamente a China de provocar el virus o han identificado Al Covid-19 como el “virus chino”. El primero en hacerlo fue el propio Trump, tanto en sus alocuciones como en sus tuits. Pero lo más resonante sucedió en los últimos días cuando el hijo del presidente brasileño Jair Bolsonaro, Eduardo, publicó un tuit tratando abiertamente de dictadura al gobierno de Xi Jinping, y afirmando que el país ocultaba sus datos. A su vez, el ministro de Educación brasileño, Abraham Weintraub, escribió en sus redes sociales: “¿Geopolíticamente, quien podLá saliL foLtalecido, en téLminos Lelativos de esta cLisis mundial?”. Haciendo referencia en claro tono de burla al acento chino, el integrante del gobierno brasileño agitó las teorías conspirativas. Esto desató la ira de Beijing, que exigió respuestas diplomáticas de inmediato a través de la embajada china en Brasilia. El gigante asiático es el principal socio comercial de Brasil, al mismo tiempo que produce los insumos sanitarios imprescindibles para combatir la pandemia. Weintraub forma parte del núcleo duro ideológico del presidente Bolsonaro y permanece como uno de sus aliados en la manera que el gobierno está enfrentando la situación. 

Lo cierto es que todo lo que sucede en China suele estar teñido por un manto de confusión. Esto pasa, principalmente, debido a una gran cantidad de factores, como la falta de comprensión en occidente a la idiosincrasia del país, las barreras idiomáticas, el hermetismo del gobierno, o directamente la mala intención de quien interpreta. En el contexto de la guerra comercial y la expansión ya imparable de China sobre el resto del planeta, la crisis desatada por el nuevo coronavirus ha servido a muchos como excusa para enfrentarse no sólo al gobierno chino sino también para lanzar ataques racistas contra su pueblo. La influencia de China, seguramente será cada vez más grande en los países de América latina, una vez que pase la crisis sanitaria y sobrevenga la económica. Es difícil asegurar la veracidad de la información en muchos casos, pero todo indica que Beijing tiene bastante más controlado al problema que Occidente. Geopolíticamente, efectivamente China queda mejor parada que muchos países centrales de Europa o que los Estados Unidos. Sin embargo, no hay absolutamente ninguna prueba cabal que el gobierno de Xi Jinping haya hecho esto de forma intencionada. Simplemente, debido a sus características propias, han demostrado mayor eficacia, control, y disciplina. 

FUENTE: DIARIO «HOY DIA CORDOBA»

https://www.hoydia.com.ar/opinion/153-analisis-internacional/68148-como-esta-china-donde-empezo-todo.html

1 – Dr. Miguel Barrios Posibles escenarios post coronavirus, El director Academico de Dossier geopolitico entrevistado por Radio News Posadas; Miguel Barrios. Dr en Ciencia Política Dr en Educación Director Académico de la Maestría en Relaciones Internacionales del Instituto Universitario Sudamericano. Montevideo (Uruguay) Autor de 18 libros.

2 – Gonzalo Fiore Viani da su visión sobre las políticas de Trump y Bolsonaro durante la pandemia. En el programa de Ricardo Césari, Por Radio Universidad Nacional de Cordoba, el analista internacional hace una especial referencia a la crisis que sufre Brasil y EEUU en el marco de la pandemia.

Gonzalo Fiore Viani es Abogado Miembro de Dossier Geopolitico, Periodista expecializado en Politica Internacional y Maestrando en Relacion es Internacionales, autor de libros sobre la tematica y articulistas de Hoy Dia Cordoba y otros medios Escritos y Radiales y Tv

AUDIO: https://radiocut.fm/audiocut/gonzalo-fiore-viani-da-su-vision-sobre-politicas-trump-y-bolsonaro-durante-pandemia/#.Xo5r-ym8cqw.whatsapp

3 – Carlos Pereyra Mele: opina sobre el futuro mundo post Pandemia, entrevistado en el programa de Tv, «Con Sentido Comun» que conduce el Periodista Alfredo Guruceta por Canal «C» de Cablevision de Cordoba Capital. Pereyra Mele es Director Ejecutivo de Dossier Geopolitico; Analista Geopolitico Internacional en distintos medios Nacionales e Internacionales y autor de varios libros sobre la problematica geopolitica

El analista internacional Miguel Ángel Barrios dialogó en Radio Gráfica sobre la crisis que se está atravesando tanto a nivel nacional como internacional por la pandemia del coronavirus y aseguró que traerá “cambios, y consigo, una mutación epocal”.

AUDIO: https://radiocut.fm/audiocut/geopolitica-y-covid-19-analisis-miguel-barrios/

“Se trata de una triple dimensión de la crisis del capitalismo: sanitaria, financiera-económica y ambiental”, afirmó el analista.

En comunicación con Gabriel Fernández, Barrios consideró que la crisis a nivel glogal se presenta para la región latinoamericana como “una crisis de oportunidad” en la que se debe incluir “la crisis histórica e irreversible de los Estados Unidos, el ascenso del mundo asiático y el ocaso de Europa”.

La única verdad es la realidad, dijo Perón, y aquí estamos asistiendo al sepultamiento de la fase neoliberal de la globalización”

En relación al posicionamiento del Papa Francisco, el analista internacional advirtió que hay que estar orgullosos, ya que el sumo pontífice “es un Papa jesuita, latinoamericano y argentino” y que, en ese sentido, se encuentra en  “la línea histórica del evangelio y de la doctrina social de la iglesia”. Además, señaló que “el centro del evangelio son los pobres: es la voz de los que no tienen voz”. Y añadió: “Los grandes movimientos nacionales De américa latina tienen, como fuente, a la doctrina social de la iglesia”.

En virtud del rumbo que ha tomado la Argentina, Barrios remarcó que “fue importante el triunfo de Alberto Fernández, porque el esquema que había generado el gobierno de la ceocracia estaba agotado”Al mismo tiempo, declaró que el presidente “actuó muy bien frente a la crisis”. “Uno siente que jugó con un criterio muy estratégico. Y esto es importante porque otros países no lo hicieron: basta con ver a Brasil”.

“Si no entendemos que estamos en un nuevo orden internacional, vamos a desaprovechar la oportunidad y podemos correr el riesgo de quedar desacoplados”advirtió el analista. Y agregó: “Hay que aprovechar este momento en donde se aflojan los lazos con la deuda externa”.

“La solidaridad es la que debe primar en los sectores vulnerables”

A su vez, el analista internacional marcó como desafío la posibilidad de replantear lo eduacional: “La crisis nos da la oportunidad de la educación a distancia. Esta cuestión es más que lo tecnológico, hay que crear un concepto de educación”En este orden, definió a la educación como “transmisión de cultura, de valores a un sujeto pedagógico, un sujeto que es un ser y estar en un lugar determinado”y añadió que dicho sujeto debe educarse desde la matriz “argentina, latinoamericana y sudamericana en los tiempos de la globalización”Por otro lado, apuntó a que otro objetivo es la respuesta de la Argentina a la cuarta revolución industrial: La inteligencia artificial, la robotización y la economía digital, que implica articular la producción, la economía y la educación con el movimiento obrero, con los movimientos sociales, y principalmente fortalecer los institutos de educación técnica”

Por último, Miguel Ángel Barrios explicó que “la solidaridad es la que debe primar en los sectores vulnerables”A su vez, advirtió que cuando el Estado debe exigir, “los sectores de la oligarquía financiera, a través de sus agencias culturales como Clarín y La Nación, van cooptando sectores de la clase media, lo que genera los cacerolazos”Y concluyó: “Si no se acompaña una política de esta crisis de oportunidad con una política cultural educativa fuerte, en la que tenga que haber una fuerte vinculación de la educación con los medios de comunicación, estamos perdidos”

FUENTE RADIO GRAFICA: https://radiografica.org.ar/2020/04/07/el-futuro-de-la-region-despues-de-la-pandemia/

Dr. Miguel Angel Barrios

por Flavio Cuniberto (*)

Criminalizar a Alemania por mantener estables sus coordenadas económicas es parte de la miopía con la que persistimos en negar el fracaso del Estado nacional italiano y el proyecto europeo. ¿Será la bota la 51ª estrella en los Estados Unidos?

En la gran prueba de estrés de la epidemia de coronavirus, la Unión Europea se hace añicos y el sentimiento anti-alemán está en el diapasón: se informan diversas frases de los  Klaus Regling , Peter Altmaier, presentados como monstruos sádicos incluso por comentaristas intelectuales sobrios y de alto perfil, en según el cual a Alemania le gustaría «Italia y España de rodillas».

Indignación, chasquido de orgullo nacional. Hasta la inaudita llamada telefónica de Mattarella, que protesta por la supuesta «gaffe» de Lagarde, ahora dirigida, como es  opinión común, por el establishment alemán. Frente a este estado de cosas, nos gustaría proponer un cambio de perspectiva. Tengan en cuenta que la UE no está en crisis, no está  aplastada por el egoísmo teutónico, sino que la Unión Europea (que llaman «Europa» es un malentendido) ha sido un castillo de papel maché desde el Tratado de Maastricht de 1992, y en cualquier caso desde el nacimiento del euro.

Este títere siempre ha mantenido en sus entrañas un mosaico de fuertes estructura nacionales, o más bien dos estructuras muy fuertes, la francesa y la alemana, con una transferencia de soberanía sólo parcial y siempre calculada de acuerdo con un beneficio propio. Después de diecinueve años , la naturaleza ficticia del proyecto superestelar europeo debería haber aparecido como el secreto clásico de Pulcinella: Alemania, una vez más en pie, ahora podría aspirar a un rango de «poder» que altera irreversiblemente el equilibrio europeo.

De hecho, los primeros veinte años del nuevo siglo marcaron, a pesar de la baja «tasa de crecimiento», la divinidad sobrevalorada por los economistas, un fortalecimiento gradual e inexorable de la República Federal, cuyo centro de gravedad se ha desplazado hacia el este, estableciendo una especie de punto de apoyo en Berlín  simbólico no tanto de

Alemania (del cual no es el centro) sino de un espacio mucho más grande: el área de influencia alemana, ya prefigurada en tiempos no sospechados por el poder excesivo de la marca como un espacio extendido desde Helsinki a Belgrado, sin mencionar Bolzano, Zurich, Viena y los propios Países Bajos.

El cambio al este del eje político-económico de la nueva Alemania sentó las bases para una intensa cooperación con la nueva Rusia post Yeltsin, que ya no es un protectorado estadounidense pro tempore: cooperación sancionada, por ejemplo, por el reclutamiento de Gerhard Schröder en la cima de Gazprom y por el obstinada construcción de la doble tubería Nord Stream, casi un cordón umbilical de energía bajo las aguas del Mar del Norte. La perspectiva de la simbiosis ruso-alemana (energía ilimitada y capacidad extraordinaria para la organización industrial) habitó inmediatamente el sueño agitado de la administración estadounidense como una pesadilla, convirtiéndose en el «vitandum» por excelencia de la política exterior de Estados Unidos en Europa. Desde la guerra contra la “drogas” en los Balcanes hasta la llamada guerra civil ucraniana, todo se explica por la decisión de Washington de interponer una zona de amortiguación militarizada entre Moscú y Berlín para revertir la horrible simbiosis.

En este contexto, la Unión Europea no está allí. No por distracción, sino porque la Unión Europea no existe en el tablero de ajedrez de los equilibrios internacionales. Es un caso, se podría decir, de patología ontológica: una no entidad que, por diversas razones, se mantiene en pie como un títere, útil para enmascarar, detrás de palabras vacías de la fraternidad erasmiana, la dura ley de los intereses nacionales y muy útil, nunca lo olvide , para alimentar políticas financieras especulativas que, sin embargo, no pertenecen a ningún horizonte «nacional».

Francia continúa imperturbable en mantener sus tropas en África sahariana y detonar su bomba atómica en Mururoa, golpeando el «parche»; los británicos, que llegaron al último y con un pie en Europa, persiguen firmemente sus diseños nacionales animando las diversas «alianzas» antiislámicas en Irak y Afganistán; España, que tampoco es un país fundador, está demasiado interesado en las antiguas colonias suramericanas para considerar realmente su futuro en Europa.

Poder no militar y sin ninguna ambición de rearme, un punto esencial que la mayoría de los analistas echan de menos, Alemania, por otro lado, se convierte en un poder “geoeconómico» de alto nivel. 

Restando de facto a Japón ese papel de competidor global que Tokio había jugado hasta el desfigurado terremoto de Kobe de 1995. Lo que la mayoría de los comentaristas y científicos políticos italianos parecen no darse cuenta, pero eso no escapa a la administración de los EE. UU. En cuanto a los analistas más astutos en París y Londres, ven que las dimensiones reales de la nueva Alemania superan con creces las modestas dimensiones de su extensión geográfica.

En el «Gran Juego» del siglo XXI, la UE no está allí.

Italia también está ausente en este foro. Porque incluso Italia, el protectorado estadounidense desde 1945, reconfirmado como tal después de 1994 a pesar de los berrinches del forastero de Segrate, no existe como país soberano. Su vocación como gran portaaviones de estrellas y rayas prevalece sobre cualquier ambición nacional y oculta, modestamente o más bien hipócrita, bajo los signos ficticios de Bruselas y Estrasburgo, capitales inexistentes de un parlamento electivo que no cuenta para nada, de una Comisión que es un comité de negocios de grandes empresas y el monstrum del BCE: banco de un país inexistente, cámara de compensación financiera de intereses nacionales y de mega intereses financieros y especulativos.

Criminalizar a Alemania porque ha mantenido el timón firme en sus coordenadas económicas, explotando las oportunidades amablemente ofrecidas por el títere europeo y una moneda impuesta por Mitterrand, significa no haber entendido las relaciones de poder reales, la verdadera geografía económico-política-cultural de la nueva Europa. Entre otras cosas, el continente no está del todo definido, con extensiones hacia el este (Israel, quizás Turquía) y hacia el oeste (América del Norte es en parte europea).

El problema no es Alemania, que hoy está en condiciones de definir mejor sus dimensiones y ambiciones reales, sino Italia: un experimento político que fracasó en el nivel de la unidad nacional, eternamente dividido en áreas no homogéneas. «Nación cultural», «mujer de las naciones». Este primer nivel sí.

El fracaso de Italia como estado nacional sigue negándose con obstinada miopía y en interés del sistema financiero, la famosa galaxia del norte entre Turín, Milán y Trieste. Pero es un fracaso dramático, del que se originan todas las políticas continentales contra Roma, comenzando con la alemana. La miopía que se niega a admitir el fracaso político de Italia como estado nación tiene su propia razón: reafirmar una unidad nacional ficticia en términos de protectorado estadounidense (y en parte británico) y guarnición militar, desde Aviano hasta Sigonella. Ya no es un misterio para nadie que los acontecimientos políticos de los años setenta, ochenta y noventa fueron determinados por este estado subordinado, al que ahora podemos atribuir con certeza los famosos «años de plomo» y las propias manos limpias.

En resumen, la reciente furia antialemana surge de un error de doble perspectiva: atribuir una apariencia de realidad a una UE que no existe y agitar contra las aspiraciones legítimas de la nueva Alemania, casi delegada por el maestro estadounidense. Es interesante notar que la supuesta vocación antiliberal de muchas protestas antialemanas en realidad trae abundante agua al molino del verdadero neoliberalismo, que no es el teutónico sino el angloamericano. Las protestas contra Alemania servirán para derribar a la marioneta, pero el resultado será, como se esperaba, la promoción de la bota al estado 51 de la Unión. Es demasiado tarde, a estas alturas, para enderezar la nave y traerla de vuelta a una colaboración italiano-alemana basada en la complementariedad que para la estrategia estadounidense representaría una pesadilla tal vez menos que la temida simbiosis ruso-alemana.

Es demasiado tarde, pero es mejor saberlo.

(*) Flavio Cuniberto es profesor de Teoría Estética y Filosofía en la Universidad de Perugia, y es considerado uno de los pensadores italianos contemporáneos más sobresalientes.

FUENTE: LIMES Revista Italiana de Geopolitica

Por Javier Benítez

La ayuda que Rusia envió a EEUU para combatir el coronavirus es ‘el’ síntoma del país norteamericano en forma de gesto de la nación euroasiática. La llegada de un avión con suministros para la lucha contra la pandemia fue agradecida ante periodistas por el presidente, Donald Trump, desde la Casa Blanca, lo que implica también un gesto.

AUDIO: https://mundo.sputniknews.com/popup/radio/?audio_id=40320512

«Es un síntoma más de estos cambios que estamos viendo», dice Carlos Pereyra Mele, director del think tank Dossier Geopolítico, respecto al envío que hizo Rusia a EEUU, país que según su mandatario ya superó el millón de ciudadanos testeados por el COVID-19.

Más concretamente, dijo Trump en una rueda de prensa informativa en la Casa Blanca: «China nos envió algunas cosas, lo cual fue fantástico; Rusia nos envió un muy, muy grande avión cargado de cosas, equipo médico, lo cual fue muy agradable».

«Ver fotografías de oficiales de guerra bacteriológica rusos con militares italianos, que pertenecen a la Organización del Tratado del Atlántico Norte [OTAN] en Italia, es una foto impensada, una foto jamás ocurrida en ninguna mente afiebrada hace dos meses. Estos son los cambios profundos. […] Es realmente un cambio de paradigma de todo lo que hemos estado hablando, viendo, analizando en los últimos años», constata Pereyra Mele.

El gran error en EEUU y Europa

Mientras, George Gao, director general del Centro Chino para el Control y Prevención de Enfermedades, quien lideró la lucha contra el COVID-19 en su país, se escandalizó con el error de base que se están cometiendo tanto en EEUU como en Europa, y que sería una de las tantas claves por los cuales estas regiones están sufriendo un aumento brutal de casos.

Entrevistado por la revista Science, Gao afirmó que «El gran error en los EEUU y Europa, en mi opinión, es que las personas no usan mascarillas. Este virus se transmite a través de gotas y contacto cercano. Las gotas juegan un papel muy importante: hay que usar una mascarilla, porque al hablar, siempre salen gotas de la boca».

Gao incidió en otros aspectos fundamentales, tales como la instalación de termómetros en puntos de acceso a lugares públicos y el aislamiento de las personas infectadas, algo que debería realizarse sin excepción, ni de personas, ni de países.

Algo con lo que coincide el director del programa de emergencias de la Organización Mundial de la Salud [OMS], Michael Ryan. Al referirse a ‘la curva de la infección’ en países como España e Italia, sentenció que la misma «no bajará por sí misma, se tiene que forzar». «Si comparamos a Italia y España con lo que pasó en Wuhan, la diferencia principal es que en Wuhan no solo encerraron a la gente, sino que siguieron buscando los casos», dijo en Ginebra.

Henry Kissinger, ex secretario de Estado norteamericano e histórico monje negro del poder global, con sus 96 años, publicó una nota en el Wall Street Journal, titulada: “La pandemia de coronavirus alterará para siempre el Orden Mundial”. En la misma afirma sin ambages: “Cuando termine la pandemia de Covid-19, se percibirá que las instituciones de muchos países han fallado. La realidad es que el mundo nunca será el mismo después del coronavirus”. En su opinión, el combate de tipo sanitario no debe descuidar la conformación del próximo Orden Mundial: “El esfuerzo de crisis, por extenso y necesario que sea, no debe desplazar la urgente tarea de lanzar una empresa paralela para la transición al orden posterior al coronavirus”. 

En su estilo globalista, pone en duda la capacidad de los norteamericanos de gobernarse a sí mismos, duda extensible al resto de naciones: “La administración de los Estados Unidos ha hecho un trabajo sólido para evitar una catástrofe inmediata. La prueba final será si la propagación del virus puede ser detenida y luego revertida de una manera y en una escala que mantenga la confianza del público en la capacidad de los estadounidenses para gobernarse a sí mismos”.

Por si esta idea no queda clara, explica: “Ningún país, ni siquiera Estados Unidos, puede en un esfuerzo puramente nacional superar el virus. Abordar las necesidades del momento debe, en última instancia, combinarse con visión y programa de colaboración global”. 

Kissinger pone el ejemplo del año 1944, el año en el que se empieza construir un nuevo orden global postguerra, el año de los Acuerdos de Bretton Woods, del nacimiento de instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y se sientan las bases para la ONU: “La atmósfera surrealista que ofrece la pandemia de Covid-19 me recuerda cómo me sentí cuando era joven en la 84a División de Infantería durante la Batalla de las Ardenas. Ahora, como a fines de 1944, existe una sensación de peligro incipiente, dirigido a ninguna persona en particular y que golpea al azar y devastadoramente”, expresó Henry Kissinger. 

El monje negro del poder real global precisa 3 puntos que deberán considerarse:

IProgramas de vacunación masivas

“Los triunfos de la ciencia médica, como la vacuna contra la poliomielitis y la erradicación de la viruela, o la emergente maravilla estadística-técnica del diagnóstico médico a través de la inteligencia artificial, nos han llevado a una complacencia peligrosa. Necesitamos desarrollar nuevas técnicas y tecnologías para el control de infecciones y programas de vacunación a escala de grandes poblaciones”.

II- La crisis económica que vendrá será mucho peor que la de 2008, el caos es “inminente”

“Los líderes mundiales han aprendido importantes lecciones de la crisis financiera de 2008. La actual crisis económica es más compleja: la contracción desatada por el coronavirus es, en su velocidad y escala global, diferente a todo lo que se haya conocido en la historia. Y las medidas necesarias de salud pública, como el distanciamiento social y el cierre de escuelas y negocios, están contribuyendo al dolor económico. Los programas también deberían tratar de mejorar los efectos del caos inminente en las poblaciones más vulnerables del mundo”. 

III- En el Nuevo Orden Mundial post-coronavirus deberán tenerse en cuenta los “principios liberales de la Ilustración”, en un nuevo contrato social que recupere el equilibrio “entre el poder y la legitimidad”

“La leyenda fundadora del gobierno moderno es una ciudad amurallada protegida por poderosos gobernantes, a veces despóticos, otras veces benevolentes, pero siempre lo suficientemente fuertes como para proteger a las personas de un enemigo externo. Los pensadores de la Ilustración reformularon este concepto, argumentando que el propósito del estado legítimo es satisfacer las necesidades fundamentales de las personas: seguridad, orden, bienestar económico y justicia. Las personas no pueden asegurarse esos beneficios por sí mismas. La pandemia ha provocado un anacronismo, un renacimiento de la ciudad amurallada en una época en que la prosperidad depende del comercio mundial y el movimiento de personas. Un retroceso mundial del equilibrio entre el poder y la legitimidad hará que el contrato social se desintegre tanto a nivel nacional como internacional”.

Y por último advierte con el “incendio del mundo” si esto este Orden Mundial post-coronavirus no se concreta: “El desafío para los líderes es manejar la crisis mientras se construye el futuro. El fracaso podría incendiar el mundo”

TEXTO COMPLETO DE LA NOTA DE KISSINGER:

La pandemia de coronavirus alterará para siempre el orden mundial – Los Estados Unidos deben proteger a sus ciudadanos de la enfermedad al comenzar el trabajo urgente de planificar una nueva época

La atmósfera surrealista de la pandemia de Covid-19 me recuerda cómo me sentí cuando era joven en la 84ta. División de Infantería durante la Batalla de las Ardenas. Ahora, tal como a fines de 1944, existe una sensación de peligro incipiente, dirigido no a ninguna persona en particular, sino que golpea al azar y con devastación. Pero hay una diferencia importante entre ese tiempo lejano y el nuestro. La resistencia estadounidense fue entonces fortificada por un más elevado propósito nacional. Ahora, en un país dividido, es necesario un gobierno eficiente y con visión de futuro para superar los obstáculos sin precedentes en magnitud y alcance global. Mantener la confianza pública es crucial para la solidaridad social, para la relación de las sociedades entre sí y para la paz y la estabilidad internacionales.

Las naciones son coherentes y prosperan con la creencia de que sus instituciones pueden prever calamidades, detener su impacto y restaurar la estabilidad. Cuando termine la pandemia de Covid-19, se percibirá que las instituciones de muchos países han fallado. Es irrelevante si este juicio es objetivamente justo. La realidad es que el mundo nunca será el mismo después del coronavirus. Discutir ahora sobre el pasado sólo hace que sea más difícil hacer lo que hay que hacer.

El coronavirus ha golpeado con una escala y ferocidad sin precedentes. Su propagación es exponencial: los casos estadounidenses se duplican cada 5to. día. En este escrito, no hay cura. Los suministros médicos son insuficientes para hacer frente a la creciente ola de casos. Las unidades de cuidados intensivos están al borde, y más allá, de sentirse abrumadas. Las pruebas son inadecuadas para la tarea de identificar el alcance de la infección, y mucho menos revertir su propagación. Una vacuna exitosa podría demorar entre 12 y 18 meses.

La Administración estadounidense ha hecho un trabajo sólido para evitar una catástrofe inmediata. La prueba final será si la propagación del virus puede ser detenida y luego revertida de una manera y en una escala que mantenga la confianza pública en la capacidad de los estadounidenses para gobernarse a sí mismos. El esfuerzo de crisis, por extenso y necesario que sea, no debe desplazar la urgente tarea de lanzar una empresa paralela para la transición al orden posterior al coronavirus.

Los líderes están lidiando con la crisis en gran medida a nivel nacional, pero los efectos de disolución de la sociedad del virus no reconocen las fronteras. Si bien el asalto a la salud humana será, con suerte, temporal, la agitación política y económica que ha desatado podría durar por generaciones. Ningún país, ni siquiera Estados Unidos, puede en un esfuerzo puramente nacional superar el virus. Abordar las necesidades del momento debe, en última instancia, combinarse con una visión y un programa de colaboración global. Si no podemos hacer las dos cosas a la vez, enfrentaremos lo peor de cada una.

Extrayendo lecciones del desarrollo del Plan Marshall y el Proyecto Manhattan, Estados Unidos está obligado a realizar un gran esfuerzo en tres dominios.

** Primero, apuntalar la resiliencia global a las enfermedades infecciosas. Los triunfos de la ciencia médica, como la vacuna contra la poliomielitis y la erradicación de la viruela, o la emergente maravilla estadística-técnica del diagnóstico médico a través de la inteligencia artificial, nos han llevado a una complacencia peligrosa. Necesitamos desarrollar nuevas técnicas y tecnologías para el control de infecciones y vacunas proporcionales en grandes poblaciones. Las ciudades, los estados y las regiones deben prepararse constantemente para proteger a su gente de las pandemias mediante el almacenamiento, la planificación cooperativa y la exploración en las fronteras de la ciencia.

** En segundo lugar, esforzarse por sanar las heridas de la economía mundial. Los líderes mundiales han aprendido importantes lecciones de la crisis financiera de 2008. La actual crisis económica es más compleja: la contracción desatada por el coronavirus es, en su velocidad y escala global, diferente a todo lo que se haya conocido en la historia. Y las medidas necesarias de salud pública, como el distanciamiento social y el cierre de escuelas y negocios, están contribuyendo al dolor económico. Los programas también deberían tratar de mejorar los efectos del caos inminente en las poblaciones más vulnerables del mundo.

** Tercero, salvaguardar los principios del Orden Mundial liberal. La leyenda fundadora del gobierno moderno es una ciudad amurallada protegida por poderosos gobernantes, a veces despóticos, otras veces benevolentes, pero siempre lo suficientemente fuertes como para proteger a las personas de un enemigo externo. Los pensadores de la Ilustración reformularon este concepto, argumentando que el propósito del Estado legítimo es satisfacer las necesidades fundamentales de las personas: seguridad, orden, bienestar económico y justicia. Las personas no pueden asegurar estas cosas por sí mismas. La pandemia ha provocado un anacronismo, un renacimiento de la ciudad amurallada en una época en que la prosperidad depende del comercio mundial y el movimiento de personas.

Las democracias del mundo necesitan defender y sostener sus valores de la Ilustración. Un retiro global del equilibrio del poder con la legitimidad hará que el Contrato Social se desintegre tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, esta cuestión milenaria de legitimidad y poder no puede resolverse simultáneamente con el esfuerzo por superar la plaga Covid-19. La restricción es necesaria en todos los lados, tanto en la política nacional como en la diplomacia internacional. Se deben establecer prioridades.

Pasamos de la Batalla de las Ardenas a un mundo de creciente prosperidad y mayor dignidad humana. Ahora vivimos un período de época. El desafío histórico para los líderes es manejar la crisis mientras se construye el futuro. El fracaso podría incendiar el mundo.

FUENTE: https://kontrainfo.com/henry-kissinger-propone-un-nuevo-orden-mundial-post-coronavirus-se-alterara-el-orden-mundial-para-siempre-texto-completo/ 

Análisis semanal de Geopolitica de Carlos Pereyra Mele para el equipo del Club de la Pluma, que conduce el Periodista Norberto Ganci por la Radio Web al Mundo

Club de la Pluma: Arte, Ciencia, Cultura, Derechos Humanos, Geopolítica, Deuda Externa, Relatos, Cuentos, Educación, Opinión, Editorial, Efemérides, Comunidades Originarias, Filosofía Y Mucho Más…

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El Virus que vino a cambiar el “Fin de la Historia”

  • La revalorización del Estado Nación
  • Crisis del Dogma ideológico del liberalismo tradicional y hoy edulcorado con el nombre de “Neo”
  • El Atlantismo -EEUU, G.B. y sus socios Europeos (ricos), Corea del Sur, Japón y Taiwán-, en su hora más oscura, la hora de los cambios profundos empezaron
  • Todo lo relacionado con el llamado Consenso de Washington, en crisis ideológica doctrinaria y societaria.
  • Hoy: la Salud, la Seguridad y los monitoreos de la sociedad, queda bien claro por esta crisis; NO se los puede dejar en manos de los “MERCADOS”
  • Hoy está claro que el Sistema Financiero Internacional, transnacional y supranacional con un poder por encima de los estados y sin regulación de nadie, NO PUEDE CONTINUAR,  ya está claro que debe ser puesto en caja y no repetir las acciones del 2008 de salvarlos a costa de: la Salud, la Educación y el Estado Benefactor
  • Todo saltó por los aire con esta Pandemia. Hoy los países desarrollados occidentales, andan rapiñando equipamiento de salud que se dirigen a los países periféricos.
  • Hoy no sirve el “Sálvese quien Pueda”
  • Brasil, el Poder Real se muestra en todo su dimensión sobre el “legal”
  • Ecuador demuestra que no solo carece de sistema de salud sino de administración Civil 
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