Análisis semanal de Geopolitica de Carlos Pereyra Mele para el equipo del Club de la Pluma, que conduce el Periodista Norberto Ganci por la Radio Web al Mundo

Club de la Pluma: Arte, Ciencia, Cultura, Derechos Humanos, Geopolítica, Deuda Externa, Relatos, Cuentos, Educación, Opinión, Editorial, Efemérides, Comunidades Originarias, Filosofía Y Mucho Más…

TEMAS

La Universidad de harvard dice que el distanciamiento durará hasta el 2022 (?)

La Universidad de Cambridge que estudia las mutaciones del Covid-19 dice que no es de Wuhan sino del Sur de china (?)

Todo da argumentos a las Teorías del Complot, pero lo que existe es una Guerra de Poderes Globales 

  1. EEUU Crisis Internas – Gobernadores contra el Presidente – El Presidente envió a sus adictos con “armas de fuego” para presionar a la Gobernadora de Michigan, Según Newsweek se prepara un Gobierno en las sombras por si es superada la actual administración como en el peor momento de la Guerra Fría, mientras los muertos diarios superan las 4000 víctimas, la OMS
  2. EUROPA: 2 velocidades  (Norte y el Sur) Von Der Leyen Presidenta de la Comisión Europea “Pide disculpa” a Italia por la tardanza de la UE en ayudarla ante la crisis sanitaria. La Nave insignia de la Flota Francesa queda fuera de servicio el Portaaviones charles de gaulle tiene el 50% de su marinería infectada por el Coronavirus
  3. Irán y las sanciones como extorsión política cuando el régimen pide ayuda financiera para enfrentar la lucha con más éxito contra el Coronavirus
  4. AMÉRICA Ecuador 6700 muertos en 15 días, Brasil conflicto de poderes políticos aumentan los infectados y los muertos y en el mientras tanto Bolsonaro hecha al Ministro de salud Pública y El Plan Orion 5 y el cerco a Venezuela
  5. La deuda Externa argentina y más en el audio:..

POR MIGUEL RODRIGUEZ VILLAFAÑE*

En la Toráh judía, que también integra el Antiguo Testamento cristiano, dice: «en caso de que un hermano tuyo empobrezca y sus medios para contigo decaigan, tú lo sustentarás… No tomes interés y usura de él”, (Levítico, 25 35-37). Y agrega: “cada siete años perdonarás toda clase de deudas. Lo harás de la siguiente manera: Cada acreedor le perdonará a su prójimo el préstamo que le haya hecho. Ya no le exigirá a su prójimo o hermano que le pague la deuda, porque se habrá proclamado el año del perdón de las deudas en honor del Señor… Entre ustedes no deberá haber pobres…”, (Deuteronomio 15.1–6).

En el mundo antiguo, tenían presente que los agricultores luchaban para llegar a fin de mes entre cosechas y ellos eran los que tomaban préstamos para evitar quedarse sin dinero, por lo que, cada siete años liberaban sus deudas, en el Shnat Shmita o Año de Liberación. Todo lo que se complementaba cada 50 años, después de siete ciclos Sabáticos de 7 años, se cumplía con el Yovel, o Jubileo. En esos tiempos se condonaban las deudas, se liberaba el trabajo en condiciones de servidumbre y se devolvían las propiedades agrícolas endeudadas.

Por su parte, el Sagrado Corán siempre repudió el cobro de un interés financiero como requisito para conceder un préstamo. El Islam dice “¡Vosotros los que creéis! Temed a Allah y renunciad a cualquier beneficio de usura que os quede, si sois creyentes…Y si está en dificultad, concedió un plazo de espera hasta un momento de desahogo, aunque es mejor para ustedes que renunciéis generosamente”, (Corán: 2: 275 y 280).

No obstante la clara postura de las religiones monoteístas desde sus comienzos, en una verdadera colonización mental, nos han acostumbrado a que se diga, con énfasis de frase moral esencial, que las deudas externas no se pueden analizar, aunque sean ilegítimas y usurarias, ni dejar de pagar, ni reducir, porque “hay que honrarlas, sin discutir”, bajo pena de desaparecer de la consideración internacional y producir la irritación de los mercados.

Mientras, no se acepta de igual manera, en la mentalidad colonizada, si dijéramos, que “hay que honrar el trabajo y la producción” y se nos hace creer que esto último produce un retroceso, ya que garantizar demasiados derechos a los trabajadores o ayudar a la subsistencia de las Pymes, es un populismo que no permite crecer económicamente. Se nos ha acostumbrado a pensar que quién presta dinero, casi en usura, tiene más derecho en su reclamo, que el que trabaja y produce.

Hoy la pandemia ha dejado al descubierto la incoherencia que significa el pretender cobrar deudas e intereses excesivos, sin importar que ello lleve al sufrimiento o muerte del pueblo o desaparezcan Pymes y en momentos, en los que los mercados se retraen o especulan, porque éstos nunca arriesgan para el bien general.

Además, todo lo que se potencia negativamente, en medio de la pandemia del Covid-19, que opera como un verdadero hecho de fuerza mayor y estado de necesidad, que escapan al control y el Estado no ha sido el responsable de ello. ¿Cómo puede ser que quienes no pueden trabajar o producir por los efectos de la cuarentena, entre otras graves razones, deban abonar al acreedor obligaciones de deudas, sin que estas se acomoden a la situación general que se vive? Es como decir que, en medio de una inundación, el agua no debe entrar en la casa del acreedor, ni mojar sus calzados.

Al respecto, cabe recordar la solicitud dirigida a los Estados por el Comité Preparatorio de la Sociedad de las Naciones para la Codificación de Derecho Internacional de La Haya. En dicha ocasión se planteó la cuestión de si el Estado incurría en responsabilidad internacional, o no, en el caso en que, mediante un acto del poder legislativo o del ejecutivo, repudiara una deuda contraída con extranjeros. El Comité, teniendo en cuenta las respuestas recibidas, determinó que en los casos de repudiación de las deudas, del caso de suspensión o modificación de su servicio, no había responsabilidad, cuando el Estado, respecto de las deudas externas deja de cumplir las mismas, si se ve “forzado a ello por graves necesidades financieras».

La Corte Suprema de Justicia de la Nación, ha tenido en cuenta dicho antecedente y otros y en fallo en la causa «Brunicardi, Adriano”, en diciembre de 1996, en el que sostuvo, que es «conveniente establecer una distinción entre el no pago de las deudas públicas y la ruptura de obligaciones contractuales ordinarias. En el primer caso, el no cumplimiento de la obligación podrá justificarse por una real y honesta incapacidad financiera, que deberá merecer la consideración de los acreedores, también especialmente, porque ellos,… cuando adquirieron los títulos de tal empréstito, debían conocer los riesgos consiguientes de tal negocio”.

A lo que se suma la pandemia como un verdadero estado de necesidad y fuerza mayor sobreviniente.

Ha llegado el momento también, de saber ¿Quiénes son los acreedores?, respecto de ¿Qué deudas?, analizar la legalidad de los créditos, su uso y la responsabilidad de los intermediarios. A su vez, que estos últimos, nacionales y extranjeros, se hagan cargo de los daños y perjuicios que hubieren producido al país contrayendo deudas ilegítimas o usurarias y devuelvan las abultadas comisiones cobradas por dichas operaciones.

A su vez, no permitir nunca más la fuga de capitales especulativos y menos que haya inmunidades de dinero sacado de la Argentina y escondido en paraísos fiscales. Exigir que se traiga el dinero declarado en dichos lugares.

Asimismo, se tiene que convocar a los responsables de los seguros de caución, que se cobran abultadamente a nuestro país, por cada operación financiera, pero al tiempo de tener que hacerse cargo de la responsabilidad que les cabe, no aparecen.

Tampoco negociar con créditos buitres, que hacen de la especulación y aprovechamiento de las necesidades un negocio inaceptable e inmoral.

En un mundo a compartir hay que equilibrar las cargas y que no sean las personas y los pueblos como tales, que deban sufrir las injustas consecuencias de la especulación financiera usuraria.

Es hora de un jubileo internacional, descartando las deudas odiosas e ilegítimas, los intereses usurarios y respecto de la deuda lícita, dar plazos para pagos e intereses adecuados, en especial, en favor de los más débiles.

* Abogado constitucionalista, ex Juez federal y periodista de opinión

Prof. Dr. Miguel Ángel Barrios.*

            En este momento tiempo de pandemia resulta estratégico repensar el papel de la educación. Empezamos por lo más importante que significa re contextualizar el fundamento último de la educación para definirla:

  • La educación es transmisión de cultura y de valores a un sujeto pedagógico,  que en este caso es una persona, un ser social que está en un lugar determinado, que convive y coexiste en un espacio y cultura determinada.  Definimos a la cultura como el conjunto de elementos materiales y espirituales de un pueblo que hacen a la identidad y por lo tanto la cultura se erige como la soberanía más profunda a través de los pueblos.
  • La educación transmite saberes prácticos y teóricos  y teóricos prácticos para ser un sujeto actor transformador de la comunidad en tiempos de incertidumbre.

Si la Educación no logra ese cometido estaría fallando en su fundamento último o sea en sus objetivos estratégicos.

 En filosofía de la educación debemos ser plurales pero no neutrales, porque nuestro sujeto pedagógico es Argentino, sudamericano y latinoamericano en tiempos de globalización más que de globalización, porque lo local se mezcla con lo global y lo global se mezcla con lo local y se abre una oportunidad para el desarrollo de los pueblos articulando educación, producción y desarrollo territorial mediante un plan estratégico.

 Y esto debe ser llevado a la práctica a través de las políticas públicas en un contexto de un proyecto nacional y la educación dentro de un Estado es trasversal a todas las áreas y por lo tanto el sistema educativo está sujeto a las políticas públicas.

En este plano como la presencia del docente resulta clave como profesional del conocimiento en el S XXI. Esto trae como resultado un gran debate sobre el rol del docente en la llamada sociedad del conocimiento.

La docencia además de ser una vocación con todo lo que significa en el campo del compromiso social no debe agotarse solo en ella, sino también ese docente con vocación, debe ser un especialista, es decir un profesional del conocimiento.

 Y en esto  debemos ser profundamente autocríticos principalmente en el nivel primario y secundario, porque como decía el filósofo José Vasconcelos en la mayoría de las veces, el “ejércitos destructores” están dentro de la docencia,  es decir, la profesionalización de la docencia si la entendemos como la profesionalización del conocimiento significan asumir las oportunidades y riesgos de la mundialización. Y es lo que no exige hoy en esta época de forma acelerada la primera pandemia en la mundialización.

Desde las políticas públicas al docente primario debemos darle la posibilidad del paso universitario. El título de docente de nivel primerio se denomina ¨Profesor para la Enseñanza Primaria¨ constituyendo un título superior terciario. Y la Ley de Educación le brinda la posibilidad de articular su título con un título universitario. Es importante la decisión política de impulsar una “Licenciatura en Educación Primaria” con la misma curricula de 2 años de duración en todo el país para los profesores de enseñanza primaria en las Universidades Nacionales a través del sistema de educación a distancia y en forma gratuita por dos años solamente. Esto le brinda al docente primario la posibilidad de transformarse en un profesional universitario, porque el problema de fondo del docente primario – principal insumo del sistema educativo – consiste en la falta de autoestima ya que no sabe bien su rol y estatus social en esta sociedad.

También, en el nivel secundario existe un grave problema. Esto consiste en la titulación, ya que el título de docente del nivel secundario se denomina: “Profesor para la Educación Secundario en Historia”, “Profesor para la Educación Secundario en Economía”, etc. Esto equivale a una visión estrecha de una política pública que no ve de manera holística al sistema educativo. Y el daño consiste en que achica enormemente el campo laboral del profesor al encapsularlo únicamente en el nivel secundario.

 El título de profesor debe ser como lo era antes de la Ley Federal: “Profesor Superior Nacional Superior de Historia” o “Profesor Superior Nacional de Economía”, lo que lo habilita al docente a trabajar en el nivel secundario y en el nivel superior terciario. Existe el grave problema que los profesionales de la abogacía, de la ciencia económica, etc., desplazan a los profesores en el nivel superior terciario, porque el título reiteramos lo reduce solo a desarrollar sus actividades en el nivel secundario.

Además de darle una salida universitaria al profesor de nivel secundario en proyectos de articulación en licenciaturas por sistema virtual en lapso de dos años, también se lo coloca en un estatus universitario, y de posicionamiento como profesional del conocimiento. Por lo tanto en el nivel primario y el nivel secundario, si se cumplen estas acciones en el campo de las políticas públicas transforman a los docentes primarios y secundarios en universitarios. Y más aún, en el nivel inicial los llamados comúnmente “maestras y maestros  jardineros”, poseen el título de “Profesor Superior para la Educación Inicial” de 4 años de estudio, y desde las universidades nacionales en un tramo por única vez de dos años se los debe convertir en “Licenciados en Educación Inicial”.

El resultado práctico es que todo el sistema educativo primario, secundario, y superior terciario estará compuesto por docentes universitarios. Y para que esto ocurra debe ser unas decisiones políticas del gobierno nacional a través de las universidades nacionales para que brinden a los docentes en forma gratuita esta oportunidad y únicamente para dos promociones por dos años.

Por otro lado en tiempos de pandemia entramos a la Educación a Distancia y aquí nos parece importante aclarar que la educación a distancia no es únicamente sinónimo de educación virtual, este es un tema que genera gran confusión y debemos aclararlo.

La “Educación a Distancia” significa la  presencia no física del docente en un aula.  En este sistema resultan claves como objetivo estratégico para el alumno adquirir las competencias de auto aprendizaje, auto desarrollo personal y auto responsabilidad y el docente debe adquirir en forma plena las competencias de además de ser un especialista en la materia la condición de guía, orientador y motivador de su alumnado.

Por eso más que de educación a distancia, – por experiencia personal – me inclino a plantear la filosofía y praxis de la denominada Educación Semi presencial, porque en este caso la figura del docente es siempre fundamental y no desaparece. Si no se aclara bien el papel del docente en la educación a distancia, hay corrientes tecnológicas que de hecho están planteando ante de las crisis de la pandemia en los países centrales que la educación virtual achica gastos al anularse la figura del docente. La educación exclusivamente virtual está instalada en algunas Universidades del país, como por ejemplo Universidad Blas Pascal, Universidad Siglo XXI, Universidad Virtual de Quilmes, Universidades virtual de Tres de Febrero, y en muchos posgrados universitarios.

La educación virtual se refiere en líneas generales en crear una plataforma online interactiva entre el alumno y los docentes y desde la institución educativa existen tres niveles: Los especialistas que elaboran los contenidos, los especialistas en didáctica que transforman los contenidos en unidades curriculares y los especialistas en tecnología que los sitúan en la plataforma virtual. Por lo tanto una unidad académica de educación virtual es la consecuencia de un proceso cultural y de aprendizaje de toda la comunidad educativa ya que es una filosofía totalmente distinta a la educación presencial.

Además existen universidades virtuales que brindan carreras internacionalmente y que tienen posicionamiento en la argentina como la Universidad Carlos III de España o la de Paris, la de Sorbona, o la Universidad de Bolonia. No se trata de que si estamos de acuerdo o no, porque si lo tomamos desde ese punto de vista, la convertimos en un problema ideológico.

Se trata de asumir esta realidad de un punto de vista estratégico, de los que decía Juan Domingo Perón cuando hablaba de “cabalgar sobre la historia” porque la evolución entendida en categorías de determinismos tecnológicos como lo pensaba Perón era indetenible. Y las ideologías quedan absolutamente eclipsadas o arrasadas por el avance de la evolución histórica.

Desde sus orígenes en la era industrial, “La Educación a distancia” cobró existencia y se definió a partir de lo que no es Educación presencial.

En cada época se utilizan los medios tecnológicos para intentar la reconstrucción de los procesos de enseñanza.

Lo que define a la Educación a Distancia, es:

  • Separación física profesor – alumno.
  • Control que el alumno asume del proceso de enseñanza

Una rama de la “Educación a Distancia” es la utilización de acuerdo al contexto cultural de los recursos tecnológicos para llenar la “distancia”.

 Desde el correo, la radio, la televisión, el fax, el video conferencia, el correo electrónico (internet), hasta las plataformas educativas digitales totalmente virtuales online.

 Como dijimos al principio la educación es transmisora de cultura y de valores y por lo tanto el docente nunca podrá ser reemplazado como insinúan directa o indirectamente ciertas corrientes de pensamiento que inclinan por el optimismo tecnológico, es decir, que la tecnología todo lo puede.

La “Educación a Distancia” es totalmente distinta a la “Educación Presencial” pero al mismo tiempo se potencian. El alumno debe lograr:

  • Autorresponsabilidad.
  • Auto Desarrollo.
  • Auto Aprendizaje.

Y el docente debe ser un especialista en su cátedra y transformare en el transmisor del conocimiento, y en generar la retroalimentación interactiva con el alumno.

 Como se desprende de lo explicado, la Educación virtual, es una de las formas de “Educación a Distancia”, pero luego existen otras modalidades, reiteramos de acuerdo al entorno cultural del lugar. 

 Construir un sistema virtual sin los pasos previos con el agravante de implementarlo como si fuera presencial conlleva un estado de ansiedad generalizada, totalmente contraproducente a la situación que estamos viviendo.

Esto no quiere decir que como comunidad educativa no nos preparemos hacia formas de educación virtual, pero como producto de un proceso cultural y de aprendizaje. Lo importante en este momento de incertidumbre, porque será un año atípico, es empezar con un nivel intermedio como correos electrónicos, WhatsApp, radios comunitarias, que están dando muy buenos resultados en la Argentina profunda.

 En el fondo la “Educación a Distancia” en sus múltiples formas y en especial la Educación Virtual dentro de la Educación a Distancia, es una consecuencia de la cuarta revolución industrial.

 La escuela debe estar preparada y la Pandemia ha acelerado la necesidad de prepararnos para estos nuevos tiempos.

La creatividad es hija de la necesidad

*Miguel Barrios – Dr. en Educación. -Dr. en Ciencia Política – Director Academico de Dossier Geopolitico. – Autor de más de 15 obras de política latinoamericana.

Publicado en https://politicayeducacion.com/los-desafios-de-la-educacion-en-tiempos-de-pandemia-fortalezas-y-debilidades/?utm_campaign=shareaholic&utm_medium=whatsapp&utm_source=im

por Larry Kummer

Resumen: Una crisis despeja las pretensiones y las reputaciones y muestra el verdadero yo de una nación. El COVID-19 reveló dos historias sobre los EEUU. Primero, cómo la nación mejor preparada, en enero, se convirtió en una de las más afectadas. Segundo, cómo nuestra reacción a esto mostró la senectud de los Estados Unidos. Es decir, nos hemos convertido en el equivalente de un viejo malhumorado, disfuncional; pero seguro de que son otros los que causan todos sus problemas. Quizás ello ayudará a encender un espíritu de reforma.

Los EEUU al comienzo de la pandemia

“Obviamente, debe tomarse en serio y hacer el tipo de cosas que están haciendo los Centro de Prevención y de Control de Enfermedades (CPCE) y el Departamento de Seguridad Nacional. Pero esto no es una amenaza importante para la gente en los Estados Unidos, y esto no es algo por lo que los ciudadanos de los Estados Unidos en este momento deberían estar preocupados ”. Dr. Anthony Fauci en “Newsmax”, 21 de enero.

Ese día, el primer caso en los Estados Unidos fue confirmado e inmediatamente aislado. Luego, los CPCE activaron su Sistema de Respuesta a Emergencias y desplegaron un equipo en Washington. La lectura de la transcripción de la conferencia de prensa con funcionarios de salud de los CDC y el estado de Washington. Confiaban en que se estaba haciendo todo lo necesario. Este fue también el consenso de los expertos en atención médica de los EEUU. “En ese momento” (por ejemplo, el 21 de enero por parte del profesor de Vanderbilt William Schaffner y del el 8 de febrero por parte del profesor de la Universidad de Carolina del Sur, David Agus).

¿Tenían razón Fauci y otros con base en la información disponible?

Esta publicación describió los grandes (y costosos) preparativos de los Estados Unidos para una epidemia, incluidas las existencias de medicamentos y equipos. Varias simulaciones probaron los preparativos de los Estados Unidos para una epidemia, produciendo recomendaciones útiles (por ejemplo, “Dark Winter” en 2001, “Crimson Contagion” en 2019). Un informe de 2016 sobre la respuesta de los Estados Unidos al ébola, también, dio valiosas recomendaciones.

Tenemos al sistema de atención médica más grande y sofisticado del mundo (No solo nuestra gran cantidad de camas de terapia intensiva y dispositivos de alta tecnología per capita), sino. también, de talento e infraestructura en las ciencias de la salud. Además, en 2009, la La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés) comenzó el programa PREDICT para monitorear enfermedades infecciosas zoonóticas en todo el mundo (capaces de saltar de los animales a los humanos) para ayudar a proporcionar alertas tempranas de pandemias.

El Índice Global de Seguridad de la Salud de 2019 calculó que los Estados Unidos era, por mucho, la nación mejor preparada para una epidemia. “Statista” escribió más sobre esto el 28 de febrero de 2020. También, ver: «Los países mejor preparados para enfrentar una pandemia» por Niall McCarthy en “Statista”, octubre de 2019.

Además, teníamos dos meses para movilizar nuestros recursos materiales y personas. La Organización Mundial de la Salud dio advertencias tempranas y los CDC respondieron rápidamente. El 6 de enero, los CDC emitieron una alerta para de Nivel 1 para China. El 7 de enero, los CDC establecieron un grupo de gestión de incidentes 2019-nCoV. El 8 de enero, los CDC comenzaron a alertar a los médicos para que vigilaran a los pacientes con síntomas respiratorios y con un historial de viajes a Wuhan. El 15 de enero, un destacado científico de los CDC aseguró a los funcionarios de salud pública locales y estatales: «que pronto habrá una prueba». El 17 de enero, los CDC emitieron un aviso de aviso de alerta de salud (HAN por sus siglas en inglés) provisional actualizado para informar a los departamentos de salud estatales y locales y a los proveedores de atención médica sobre este brote y para comenzaran a controlar a los pasajeros en vuelos desde Wuhan a cinco aeropuertos principales de los EEUU. El 31 de enero, la administración Trump anunció que estaban bloqueando la entrada de ciudadanos chinos y exigiendo cuarentenas obligatorias a los ciudadanos estadounidenses que regresaron a las partes afectadas de China (esto fue, ampliamente, ridiculizado como una tonta muestra de pánico).

El 29 de enero, Trump formó la Fuerza de Tarea de Coronavirus de la Casa Blanca. El 26 de febrero, Trump anunció que el vicepresidente Pence estaba «a cargo».

Viendo mi cronograma de resumen y el más amplio de Wikipedia. El optimismo de Fauci, del 21 de enero, y el de otros funcionarios de atención médica y expertos en las próximas dos semanas, fue razonable.

¿Qué salió mal?

Sin embargo, toda esta acción temprana fue seguida por la inacción épica y los errores de las agencias federales hasta finales de marzo. Estas historias ahora son bien conocidas.

“A medida que surgieron los primeros indicios del brote de coronavirus de China a fines de diciembre, la administración Trump notificó al Congreso que aún cumpliría con su plan de cerrar un programa de vigilancia de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional encargado de detectar nuevas enfermedades infecciosas potencialmente peligrosas y ayudar a los laboratorios extranjeros a detener amenazas emergentes de pandemia en todo el mundo «. (Fuente: CNN.)

Se hizo poco esfuerzo para detectar a las personas en nuestras fronteras. La detección en los aeropuertos de personas desde puntos calientes fue extremadamente inadecuada, generalmente, nula. Hay informes de que los pasajeros de la “Diamond Princess” fueron puestos en cuarentena en Travis por personas inadecuadamente entrenadas y mal equipadas.

No hubo planificación para una gran epidemia por parte de las agencias de salud federales y estatales. Ni siquiera hubo una buena coordinación entre las muchas agencias federales y estatales de atención de la salud, todas funcionando como de costumbre en sus órbitas burocráticas hasta mediados de marzo.

No hubo movilización de los vastos recursos de personal médico de Estados Unidos, inventarios de equipos médicos y fabricación.

La La Agencia Federal de Alimentos (FDA por sus sigla en inglés)) y los CDC arruinaron totalmente la provisión de pruebas, desesperadamente, necesarias (vea un artículo de WaPo sobre esta triste historia). Hasta el 16 de marzo, los CDC y la FDA anunciaron que había un suministro inadecuado de reactivos utilizados en las pruebas, un cuello de botella que debería haberse reconocido en enero. Esto es inexcusable, ya que el resto del mundo ha realizado cientos de miles de pruebas hasta ahora.

Rápidamente, se hizo evidente que solo las cuarentenas forzadas (no las absurdas “auto-cuarentenas”) y los cordones sanitarios son los métodos de contención más efectivos. China demostró su efectividad. Sin embargo, el gobierno de los EE UU hizo poco de ellos, permitiendo que se formaran puntos calientes y que el virus se propagara a través de la nación. Entonces usaron bloqueos, con su efecto devastador en la economía.

Quizás el peor aspecto de la respuesta fue el liderazgo superior de los Estados Unidos. La Fuerza de Tarea de la Casa Blanca parece haber hecho poco en sus primeras 4 a 6 semanas. Pence parece no haber hecho casi nada. Hasta el 18 y 24 de marzo, Trump se negó a usar la Ley de Producción de Defensa para movilizar recursos para producir equipos médicos esenciales en una grave escasez.

Desde el principio, las declaraciones de Trump han variado desde llamadas a la guerra contra el COVID-19 hasta decir que es poco más que la gripe (incluso hasta el 9 de marzo). Ver: «Cronología: los esfuerzos de Trump para minimizar la amenaza del coronavirus». También, ver las abundantes declaraciones objetivas de Trump sobre COVID-19 (por ejemplo, esta lista) y las advertencias de sus expertos que ignoró. Mostré estas citas a un conservador brillante con una larga experiencia en el servicio gubernamental. Su respuesta: «noticias falsas». Esto son los EEUU, donde solo se creen las verdades tribales.

Gran parte de la Derecha siguió su ejemplo. Por ejemplo, vea esto sobre la cobertura de “Fox News”. También, este artículo pone la cobertura de “Fox News” en un contexto más amplio: «La red ha condicionado a sus televidentes a odiar a los expertos y confiar en las curas milagrosas durante 25 años».

Esta falta de liderazgo del presidente y vicepresidente tuvo efectos negativos en todos los niveles de los EEUU. Las agencias federales tardaron en movilizarse. Las respuestas clave fueron un desastre descoordinado por los gobiernos estatales.

Para demostrar que esta senectud afecta a todo el liderazgo político de los Estados Unidos, no solo a los republicanos, Biden y Sanders (los retadores igualmente viejos de Trump) estaban inactivos y los demócratas lucharon contra la epidemia con sus caballos de batalla del racismo y del cambio climático.

Sin un fuerte apoyo a los expertos por parte de los líderes estadounidenses, el público fue víctima de rumores y desinformación. Muchos recurrieron, rápidamente, a los aficionados para obtener información, de modo que dominaron los reclamos más ignorantes y audaces. Ver esta desacreditación de una teoría sin sentido por parte de un historiador de Derecha que contradice a un epidemiólogo: falso pero que se volvió «viral» de todos modos (Para más ejemplos, ver La autopista de la información que nos hace estúpidos respecto del COVID-19). Esto inevitablemente conduce al pánico. Al igual que con la histeria sobre los barbijos. La OMS y los CDC dijeron que el público, en general, no debía usar barbijos a menos que sea necesario (por ejemplo, al cuidar a una persona infectada), mientras que el personal médico carecía de ellas. ¡La histeria inquieta gritaba que los expertos de los CDC y la OMS mentían sobre los barbijos y nos pusieron en peligro!

Los Estados Unidos tardó en proporcionar fondos para una respuesta global. Peor aún, confiscamos suministros médicos vitales fabricados aquí y comprados por nuestros aliados, al tiempo que concluimos triunfalmente que las naciones eran tontas al depender de China para obtener suministros médicos vitales. No lo olvidarán pronto. Ver la reacción de Canadá. Un ministro alemán condenó como «piratería» la incautación estadounidense de barbijos que iban a Berlín. En lugar de ser el líder de una respuesta coordinada de Occidente, los estadounidenses intentaron superar a Francia por barbijos ya cargados en un avión para exportar desde China.

Este puede ser otro paso en el mundo que está viendo a los Estados Unidos de manera diferente, como lo describe Richard Haas, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, en la revista “Foreign Affairs”.

«Tan importante como las decisiones políticas de los Estados Unidos es el poder del ejemplo de los Estados Unidos. Mucho antes de que COVID-19 asolara la tierra, ya había habido una caída precipitada en el atractivo del modelo estadounidense. Gracias al persistente estancamiento político, a la violencia armada, a la mala gestión que condujo a la crisis financiera mundial de 2008, a la epidemia de opioides y a otras cosas más; lo que Estados Unidos representaba se volvió cada vez menos atractivo para muchos. La respuesta lenta, incoherente y con demasiada frecuencia ineficaz del gobierno federal a la pandemia reforzará la visión, ya generalizada, de que Estados Unidos ha perdido el rumbo .

Una respuesta competente: Alemania

Muchas naciones respondieron de manera competente. Por ejemplo, podríamos haber aprendido mucho de las respuestas exitosas de las naciones del este asiático. Y podríamos aprender de Alemania. El “New York Times” describe su éxito como «La excepción alemana», con este resumen del profesor Kräusslich:

«Quizás nuestra mayor fortaleza en Alemania es la toma racional de decisiones al más alto nivel del gobierno, combinada con la confianza que el gobierno disfruta en la población».

China: primer golpe, su éxito copiado por otros

El 10 de marzo, China cerró el último de sus 16 hospitales temporales en Wuhan. Como escribí el 30 de marzo, China está reiniciando, lenta y cuidadosamente, su economía. El 7 de abril, China puso fin al bloqueo de 76 días de Wuhan. Los medios estadounidenses informaron esto en forma triste (por ejemplo, el “New York Times y la CBS), en lugar de ser presentarlo como un éxito.

Cuanto más obvia sea la brecha entre su respuesta efectiva y nuestro espectáculo de payasos, mayor será la necesidad de crear una reality de “Potemkin Village” (1) (ya que no importa con qué frecuencia mientan nuestros líderes, ya nadie cree en lo que nos dicen). Los estadounidenses que piensan bien, saben que todos los números de China, probablemente, estén equivocados. Si se infectaron más de lo que informó China, eso significa que su éxito fue aún mayor, por lo que no se debe dudar de su éxito. Dígale a un estadounidense que hay muchos observadores extranjeros en China que confirman su precisión aproximada y vea la respuesta incrédula (después de todo, ¿qué pasa con la cortina de bambú entre China y el resto del mundo?).

A los estadounidenses se les informó que la respuesta de China y la OMS fue terrible sin evidencias que lo apoyen. Compare esta línea de tiempo de la respuesta de China al COVID-19 con la línea de tiempo de los CDC de la respuesta de los EEUU a la epidemia H1N1 (gripe porcina) de 2009, recordando que los EEUU tienen casi 4 veces el ingreso per capita de China y que gastan de 2 a 3 veces más de su PIB en salud que sus naciones pares. Nos dijeron que la epidemia era culpa de China, por lo que debería ser castigada. Justo cuando la epidemia de gripe porcina del 2009 surgió en los Estados Unidos y se extendió por todo el mundo. También hay evidencia de que la primera aparición del virus de la gripe H1N1 en 1918, también, se originó en los Estados Unidos (2) (detalles aquí y allá). Cualquiera que sea la fuente del virus, contribuimos a su propagación (ver «Cómo los generales alimentaron la pandemia de gripe de 1918 para ganar su guerra mundial»).

A medida que la respuesta payasesca del gobierno de los EEUU se volvió brutalmente obvia, la búsqueda de otros culpables se hizo más intensa. La sospecha de que los conservadores de las agencias internacionales fue explotada para culpar a la OMS. Con su amplia gama de responsabilidades y con su microscópico presupuesto de U$ 4,2 mil millones, la culpan por no realizar milagros. En el mundo real, la OMS desempeñó, hábilmente, sus funciones principales como recopiladora mundial de información y coordinadora de respuestas nacionales.

Todo esto probablemente hará imposible un aprendizaje, mucho más efectivo, del COVID-19 por parte de los Estados Unidos.

Conclusiones

COVID-19 es un ensayo general para las crisis más graves que se avecinan. Ha demostrado la senectud de los Estados Unidos. De arriba a abajo, de líderes y de seguidores, nada funcionó bien. Esto hace que nuestra pretensión de liderazgo global sea una broma triste, como si alguien intentara usar zapatos demasiado grandes. Si esta disminución continúa, incluso, nuestra prosperidad estará en riesgo.

Traducción y nota: Carlos Pissolito Director del Blog Espacios Estratégicos Coronel ® del Ejército Argentino ex Agregado Militar en USA y Miembro del Equipo de Dossier Geopolitico

Publicada 16/4/2020 en Espacios Estrategicos: https://espacioestrategico.blogspot.com/2020/04/las-lecciones-no-aprendidas-del-covid.html

Original 6/4/2020 sitio Fabius Maximus Website:

Nota: 

(1) La expresión “Potemkin Village” se refiere aldeas, pueblos, villas inexistentes en Crimea. Una expresión que se usa cuando se quiere describir una cosa muy bien presentada para disimular su desastroso estado real. (N.T.)

(2) Gripe -mal llamada española- que causó la muerte de 50 millones de personas entre 1918/20

JUAN ANTONIO SACALUGA

¿A cuál de estos dos momentos históricos se parecerá el mundo cuando concluya la pandemia? ¿Al posterior a la Gran Guerra que cerró una etapa del capitalismo colonialista expansivo? ¿Al remate de un ciclo infernal de conflictos nacionales e inicio de otro orden internacional bajo un nuevo liderazgo, en un mundo bipolar? ¿O a ninguno de los dos, porque se tratará de un entorno nuevo y desconocido, incierto y mucho más inseguro?

En estos días de internamiento y de relativa introspección, algunos pensadores, académicos y diplomáticos (más bien ex) tratan de imaginar cómo cambiará el mundo cuando nos liberemos del Coronavirus, superemos la fase sanitaria de las relaciones humanas y afrontemos las consecuencias económicas, sociales y políticas de la gran destrucción.

Lo que Trump ha simplificado como America first no es un pensamiento o una doctrina novedosa, sino un reflejo antiguo, inveterado

Hay un alto nivel de acuerdo en la dimensión catastrófica cuando se anticipan los efectos económicos, porque ya se están produciendo: no hay que esperar a que se hagan notar. Recesión inaudita (entre seis y veinte puntos, según las estimaciones), desempleo masivo (más de 200 millones de parados, oficiales), sobrendeudamiento generalizado de los Estados, elevación del proteccionismo comercial y tensionamiento aún mayor de las relaciones económicas internacionales, entre otros males definidos y definibles (1).

¿Cómo se gestionará la catástrofe? ¿Cuáles serán los actores principales? ¿Bajo qué parámetros? Nadie lo sabe. Los medios tratan de codificar las incógnitas en titulares con gancho o sintéticos. Algunos no se arriesgan y prefieren emplear el recurso interrogativo. Otros utilizan el modo afirmativo pero evasivo (“El mundo será distinto” o “No volveremos a ser los mismos”). Unos pocos se atreven a avanzar la dirección que tomaremos (2).

El capitalismo de estado autoritario que reemplazó al comunismo se presiente más preparado para lograr la recuperación en V, es decir, un remonte muy rápido después del derrumbe

UN MUNDO IGUAL PERO PEOR

Uno de ellos es Richard Haas, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, uno de los think-tanks más influyentes de Estados Unidos, y asesor de varias administraciones de su país en las últimas décadas. Su tesis es comprometida: “la pandemia no modificará el rumbo del mundo, sino que lo acelerará” (3). Haas admite su visión pesimista -razonada- del planeta. Hace tres años publicó un libro titulado “A world in disarray” (Un mundo desordenado -o caótico, confuso, etc.), en el que ofrecía una visión sombría del panorama internacional, dominado por una concatenación de fuerzas negativas: rivalidad creciente entre las grandes potencias, ausencia de liderazgo norteamericano, auge del nacionalismo disruptivo, fracaso de las organizaciones supranacionales, etc.

El núcleo del lamento de Haas reside en la incapacidad y, aún más, la indisponibilidad de su país para hacer frente a todo ello. No estamos en 1945, cuando Estados Unidos se echó el mundo a las espaldas, rescató a Europa y se impulsó a sí misma, asegurándose un mercado y una influencia social y cultural sin precedentes (soft power). Se erigió en líder del capitalismo frente a la otra superpotencia emergente, la Unión Soviética, que desafiaba el sistema socio-económico dominante y definió una serie de normas que conformaron lo que más tarde se denominó “orden liberal internacional”.

Estados Unidos es hoy una superpotencia en repliegue más que en decadencia, más allá de ese aislacionismo que siempre ha estado presente en su corta historia como nación. Lo que Trump ha simplificado como America first no es un pensamiento o una doctrina novedosa, sino un reflejo antiguo, inveterado. Si el presidente hotelero abomina del internacionalismo no es por pacifismo sino por egoísmo. Su visión es pacata y estrecha, si es que tiene alguna: vender más de lo que compra a los demás. Un mercantilismo en zapatillas. Proclama su aversión a las guerras no por respeto a otros países sino por lo que cuestan, pero su presupuesto militar es el más alto de la historia. Por cada dólar de que dispone el servicio exterior, el Pentágono gasta 13.

Desde otros institutos bienpensantes se admite el elevado riesgo del debilitamiento de la democracia, el incremento de la vigilancia de los ciudadanos, las presiones sobre la sociedad civil y otras amenazas

LA OBSESIÓN CHINA

Algunos expertos sostienen que la gran paradoja de esta crisis es que China, el país donde surgió el virus dañino, será a la postre el mayor beneficiario. Dentro de poco, si no está ocurriendo ya, poco importarán las mentiras, incompetencias y atropellos que los dirigentes chinos hayan cometido en la gestión de la enfermedad. Se observa cierto allanamiento a su capacidad de proveer material sanitario al resto del mundo en estos momentos de apuro. El capitalismo de estado autoritario que reemplazó al comunismo se presiente más preparado para lograr la recuperación en V, es decir, un remonte muy rápido después del derrumbe.

Frente a este peligro, se alzan voces que no son necesariamente optimistas, pero mantienen cierta confianza en las fortalezas no dañadas del potencial americano. Uno de ellos es Stephen Walt, profesor en Harvard. Como buen exponente de la doctrina realista de las relaciones internacionales no se hace ilusiones sobre mundos felices ni motivaciones buenistas en el manejo de los problemas mundiales. Lo ha dejado claro en muchas de sus obras, una de ellas titulada significativamente “El infierno de las buenas intenciones”.

Sin embargo, Walt cree que, a pesar de la incompetencia manifiesta de la actual administración en la gestión del Coronavirus y en cualquier otra anterior que le ha tocado asumir (por no hablar de las que ella misma ha provocado), aún hay tiempo y margen para rectificar. Confía en algunas instituciones sensatas (un sector del legislativo, diplomacia, sociedad civil), para evitar que el modelo autoritario chino salga reforzado de esta catástrofe. Walt resulta más persuasivo que convincente, pese a la brillantez de sus argumentos (4). Un empeño similar sostiene su colega de Harvard Nicholas Burns, representante señalado del establishment constructivo e integrante de la administración W. Bush (5).

Desde otros institutos bienpensantes se admite el elevado riesgo del debilitamiento de la democracia (el ejemplo húngaro), el incremento de la vigilancia de los ciudadanos (que la emergencia sanitaria legitimará), las presiones sobre la sociedad civil y otras amenazas. Pero se resaltan los factores compensatorios positivos como la movilización social y la reactivación de los mecanismos de solidaridad contemplados durante el confinamiento (6).

Nos encontramos en un escenario más parecido a 1918, sin un piloto definido al frente de una nave sin rumbo claro, con múltiples turbulencias y unos pasajeros sumidos en un entramado de malestares que generan un riesgo permanente de amotinamiento

Frente a este optimismo, se han recuperado estos días referencias a enfoques menos alentadores como la doctrina del shock, de Naomi Kleinque alertan sobre el aprovechamiento que las élites hacen de una catástrofe (si es necesario inducidas) para profundizar en sus mecanismos de dominación. En esta hora, el esquema sería el siguiente: “desastre 1: Covid-19; desastre 2: el desmantelamiento de las ya endebles medidas de protección del medio ambiente”. En The Guardian, donde se refleja este análisis, se citan ya algunos indicios de esta ofensiva antiambientalista, tanto en Estados Unidos como en China. Y todo ello pese a que, según estudios preliminares, con un aire menos contaminado se hubieran podido salvar miles de vidas durante el desarrollo de la actual pandemia (7)

Por estas y otras razones, son más numerosos quienes creen que el reforzado desafío chino no será motivo suficiente para reanimar el desfallecido liderazgo norteamericano. Admiten, y con razón, que el repliegue de su país es anterior al virus Trump. Paradójicamente, la desaparición de la Unión Soviética, el némesis de la segunda mitad del siglo pasado, terminó desquiciando la visión internacional de la superpotencia norteamericana.

La ensoñación neocon de construir una pax americana a partir del trauma del 11 de septiembre se resolvió en un desastre mayor, con dos guerras interminables (Afganistán e Irak), que provocaron una desestabilización general de Oriente Medio y de buena parte del mundo islámico. Lo que, a su vez, revitalizó otros extremismos como el supremacismo blanco o el fundamentalismo hindú, por ejemplo. No estamos tampoco en un 12 de septiembre, como dice Ben Rhodes, consejero de seguridad con Obama (8).

El diagnóstico de Haas es que nos encontramos en un escenario más parecido a 1918, sin un piloto definido al frente de una nave sin rumbo claro, con múltiples turbulencias y unos pasajeros sumidos en un entramado de malestares que generan un riesgo permanente de amotinamiento.

NOTAS

(1) Suplemento Les débats éco, de LE MONDE, 4 de abril; “Attention slowly turns to the mother of all Coronavirus questions”. DER SPIEGEL, 27 de marzo.
(2) “How the World will look after the Coronavirus pandemic”. VARIOS AUTORES. FOREIGN POLICY, 20 de marzo.
(3) “The Pandemic will accelerate History rather than reshape it. Not every crisis is a turning point”. RICHARD HAAS. FOREIGN AFFAIRS, 7 de abril.
(4) “The United States can still win the Coronavirus pandemic”. STEPHEN M. WALT. FOREIGN POLICY, 3 de abril.
(5) “How to lead in a time of pandemic”. NICHOLAS BURNS. FOREIGN AFFAIRS, 25 de marzo.
(6) “How Will the Coronavirus reshape Democracy and Governance Globally”. FRANCES BROWN, SACHA BRECHENMACHER y THOMAS CAROTHERS. CARNEGIE ENDOWMENT FOR INTERNATIONAL PEACE, 6 de abril.
(7) “’We can’t go back to normal’. How will Coronavirus change the world”? PETER C. BAKER. THE GUARDIAN (The Long Read), 31 de marzo.
(8) “The 9/11 era is over”. BEN RHODES. THE ATLANTIC, 6 de abril.  

(*) Durante 30 años trabajo en RTVE, Coordinador de los corresponsales en RNE, Jefe de Internacional de los Telediarios (1988-1995), Director de Telediario Internacional (1995-1999) y Director de ‘En Portada’ (2004-2008). En el ámbito universitario, he sido profesor de la asignatura de Televisión en el Master Relaciones Internacionales y Comunicación, de la Universidad Complutense de Madrid, entre 2000 y 2010. En la actualidad, publicó mis análisis en la Fundación Sistema y en Nueva Tribuna.

FUENTE: http://jasacaluga.blogspot.com/ 

Análisis semanal de Geopolitica de Carlos Pereyra Mele para el equipo del Club de la Pluma, que conduce el Periodista Norberto Ganci por la Radio Web al Mundo

Club de la Pluma: Arte, Ciencia, Cultura, Derechos Humanos, Geopolítica, Deuda Externa, Relatos, Cuentos, Educación, Opinión, Editorial, Efemérides, Comunidades Originarias, Filosofía Y Mucho Más…

TEMAS

Cuando la Pandemia llega al Corazón de la República Imperial

  1. Las contradicciones Internas entre el Gobierno Federal y los gobernadores de sus Estados
  2. Que nos puede garantizar de gobernabilidad global este gobierno de Trump
  3. Crisis Naval en la Flota del Pacífico de EEUU, varias naves desafectadas por infecciones de la marinería por Covid-19
  4. Declaraciones del Secretario Interno de la Marina Tomás Modly y el retorno a la Política del Garrote 
  5. Según el Pentágono y la Secretaría de Defensa de USA, hay preocupacion por que no puede aplicar la política del Garrote en todo el mundo
  6. LA TRIPLE GUERRA A Contra el Covid-19; 2 Contra el “Terrorismo”; 3 Contra los Carteles de la Droga en especial contra venezuela. “extrañamente” no incluye a Colombia (?) con la Operación “Orión 5”
  7. Más en el Audio:

12/04/2020 domingo se cumplen 30 días de la declaración de Pandemia Covid 19 por la OMS, y es oportuno trazar un panorama y realizar algunas reflexiones sin abundar en números porque los pueden encontrar en el mapa interactivo del Johns Hopkins.

A los treinta días las muertes totales informadas de personas Covid 19 alcanzan a 113.672 a esta hora, las 6:55 p.m. y el número de infectados detectados a 1.840.093 casos, a dos días de sobrepasar los 2.000.000 de positivos.

Existe un «club selecto» de países que superan las 10.000 fallecidos Covid + y ellos son : EEUU 21.733, Italia 19.899, España 17.113, Francia 14.421, y el Reino Unido 10.629. Muy atrás vienen el resto de los países. Se informan en Europa 75.000 muertos con test  de coronavirus positivo, al tiempo que en América Latina se registran 2.500 fallecimientos hasta ahora.

Un persona clave en la construcción del mapa interactivo del Johns Hopkins y en la lucha contra el coronavirus el médico argentino Oscar Cingolani, hablaba hace unos días sobre la necesidad de que los países aumentaran la cantidad de test para detectar los infectados por coronavirus y tendieran a un testeo masivo. Desde hoy el mapa del Johns Hopkins informa la cantidad de test que realiza cada país, pero el único que hasta ahora reporta esta información es EEUU.

EEUU país con una población de 328.200.000 de habitantes dice haber realizado un total de 2.805.892 tests; o sea que ha testeado al 0,85% de su población ( medio poco).Y en esa cantidad encontraron positivos a 550.016 personas, un 19,6%. Esta cantidad de infectados detectados representan una proporción del 0,167% de la población total del país. Esto alimenta  la sospecha que la cantidad de infectados en la población ( en este y en todos los países) son muchos más, con la característica de ser asintomáticos («sanos») y que superan la infección sin manifestaciones clínicas y solo les quedará el «recuerdo» de elevados títulos de anticuerpos en sangre.

EEUU informa 21.733 fallecidos con test positivo para Covid 19, lo que dice que 3,9 % de los 550.016 infectados detectados mueren, y estos fallecidos representan el 0,0066% de la población estadounidense o lo que es lo mismo una mortalidad de 0,066 x mil habitantes…cuando la tasa de mortalidad bruta ( todas las causas) de los EEUU es de 8,5 x mil habitantes. Creo que como EEUU es el caso emblemático de la pandemia, nos invita a reflexionar seriamente sobre esto números.

Un asunto que está alimentando la polémica y el debate entre expertos científicos es la duda o  poca confiabilidad de algunos test de detección del coronavirus, entre ellos los de EEUU, porque tienen un baja calidad en cuanto a la especificidad y pueden arrojar un número importante de falsos positivos, lo que hace que las tasas de letalidad sean superiores a las reales. Todo lo que digo lo hago con prudencia y sin desconocer lo grave de la situación, tratando de quitarle dramatismo, generado por los medios en la forma que presentan y manipulan las cifras.

Ahora focalicemos a Asia el continente con mayor extensión territorial y población. En el Asia Oriental donde todo comenzó la situación está estabilizada, China tiene 3.343 muertos cifra que casi no aumenta; hace dos días que no presenta nuevas muertes. Japón presenta 108 muertes adjudicables al virus y Corea del Sur 214 y en ambos casos aumentan en 2  o 3 nuevas muertes por día. En general en el Asia la pandemia está bajo control y ningún país alcanza la cifra de 1.000 muertos, salvo Irán, donde la pandemia estalló casi al mismo tiempo que China, que registra 4.474 muertos con Covid+. Pero desde hace 10 días los nuevos casos de muertes por dia vienen disminuyendo de de 135 a 95 por dias y la OMS destaca la gestión irani de la pandemia. En Asia la pandemia está bajo control, estabilizada y grandes países están volviendo a la actividad. La situación del Asia es mejor que la de Europa y EEUU. Asia se encuentra en mejores condiciones para afrontar el día después de Covid 19…. será por eso de que el sol nace en el Oriente.                                                                            

Dr. Merched A. Mitre para Dossier Geopolitico

Brasil y Argentina, en distanciamiento obligatorio

Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, desafiando todas las recomendaciones sanitarias para enfrentar la pandemia del coronavirus. 

Por Gonzalo Fiore Viani y Florencia Rubiolo

La distancia entre las respuestas de Argentina y Brasil a la crisis sanitaria es otro síntoma de la desconfianza que tiñe la relación bilateral al. La actual crisis aterriza en el marco de estas diferencias preexistentes y se transforma en detonante de quiebres de mayor envergadura. Así como el virus obliga al distanciamiento social entre las personas, del mismo modo parece distanciar a países históricamente hermanos.

La perspectiva argentina frente a la pandemia es priorizar la salud sobre la economía. La visión brasileña, invierte la fórmula. Mientras en Argentina se observa un alto nivel de consenso interno en diferentes niveles y agencias gubernamentales, en Brasil existen gobiernos provinciales y locales que se enfrentan abiertamente a las decisiones del Estado nacional. La para-diplomacia emerge como una herramienta de salvataje. Las acciones implementadas por la región del Nordeste para evitar la hecatombe en la relación con China son muestra de ello.

El gobierno brasileño sigue la línea de Trump, tanto en las medidas internas como en un enfrentamiento directo con China. A diferencia de su par estadounidense, Bolsonaro, no cuenta con la espalda suficiente para realizar desembolsos billonarios que eviten la caída libre de la economía brasileña.

Tampoco puede darse el lujo de confrontar con su principal socio comercial. Eduardo Bolsonaro trató al gobierno de Xi Jinping de dictadura, al mismo tiempo que lo acusó de haber ocultado información del coronavirus, lo que llevó a gran parte del arco político, opositor, e incluso oficialista, a pedir disculpas.

Para el Mercosur, el costo puede ser insuperable. Los dos mayores miembros adoptan políticas y discursos en las antípodas. El canal de diálogo es ríspido. Brasil “no para”, Argentina congeló su economía. Las cadenas de valor que se articulan entre ambos países sentirán el efecto contagio. Alicia Bárcena, desde la CEPAL, afirma que esta es una crisis “de personas, producción y bienestar”, y el organismo advierte sobre la necesidad de reforzar el comercio intrarregional, y los esfuerzos cooperativos multilaterales.

Entonces flota en el aire la pregunta, si el bloque en su conjunto se sostiene por la frágil voluntad de pertenecer y las ventajas relativas que arroja el encadenamiento industrial, ¿qué quedará como incentivo si, como consecuencia del inalcanzable consenso de crisis, se derrumban estos pilares?

Juan Carlos Puig y Helio Jaguaribe, desde la idea de autonomía e integración en las Relaciones Internacionales, ya se referían a la necesidad de la cooperación entre los países de América del Sur, especialmente entre Argentina y Brasil.

El proceso de aproximación entre ambos Estados tuvo una fuerte impronta a finales de los ´80. Sin embargo, tras el ascenso al poder de Bolsonaro, esto parece ser poco más que un sueño bastante lejano. Las respuestas contrapuestas frente al coronavirus evidenciaron un síntoma más del mal estado de una relación, que, al igual que el Mercosur, ya se encontraba en el principal grupo de riesgo.

Florencia Rubiolo es Directora del Doctorado en RRII de la Universidad Católica de Córdoba. 

Gonzalo Fiore Viani es abogado y analista internacional. Miembro de Dossier Geopolitico

FUENTE CLARÍN: https://www.clarin.com/opinion/brasil-argentina-distanciamiento-obligatorio_0_ecmBmy30s.html 

Dossier Geopolitico tiene el gran Placer de presentar a un nuevo colaborador el Dr. Anthony Medina Politólogo UNMSM. Director de la Escuela de Ciencia Política UCSM-Arequipa.Peru

En su libro “The Next 100 Years: A Forecast for the XXI Century”, el politólogo y analista geopolítico George Friedman realizó un análisis del escenario global en el (muy) largo plazo, identificando aquellos aspectos que él consideraba como fundamentales para predecir el futuro de las relaciones internacionales de los Estados Unidos con sus aliados y competidores durante los próximos 100 años. Entre las cosas que Friedman avizoraba en su libro (escrito en 2009) estaban el fin de la guerra contra el yihadismo global, el colapso de Rusia debido al estancamiento de su economía, la fragmentación de China debido a sus tensiones étnicas internas, el surgimiento de nuevas potencias regionales en Europa Oriental, así como el ascenso de México al status de gran potencia, para luego iniciar una guerra contra Estados Unidos alrededor del año 2070, la cual se extendería al menos hasta el siglo XXII.

Friedman afirmaba, en esos años, que Rusia se desintegraría debido a sus tensiones étnicas, bajo crecimiento demográfico y a un modelo productivo anticuado; mientras que el “supuesto” ascenso de China sería sólo temporal y que, por el contrario, había que fijarse en el desarrollo de “verdaderas potencias emergentes” como Japón, Turquía y Polonia (sí, Polonia). Debido a que los hechos durante los años posteriores a la publicación del libro venían contradiciendo notoriamente el esquema predictivo de Friedman, luego el autor actualizaría algunas de sus observaciones, especialmente sobre el desarrollo futuro de Rusia y China (lo que incluyó la publicación de otro libro llamado “The Next Decade”, que abarcaría sólo el período entre 2015 y 2025).

La moraleja de este asunto consiste en que imaginar el futuro no sólo es difícil, sino que incluso los esquemas de análisis más refinados fallan al momento de hacer predicciones. Esto sucede no por desconocimiento de la Historia (de hecho, la lectura histórica en “The Next 100 Years” es impecable), y menos a errores metodológicos de fondo; sino a acontecimientos inesperados que terminan tirando al piso cualquier proyección.

A pesar que los hechos actuales desmientan el desarrollo de escenarios futuros, predichos por Friedman, estoy seguro que ningún otro esquema alternativo hubiera podido preveer que, debido a una infección viral, en el lapso de unas pocas semanas un tercio de la población del planeta estaría encerrada dentro de sus casas sin poder trabajar y que las cadenas de transporte y suministro globales quedarían paralizadas. Así, la pandemia del nuevo coronavirus (hoy llamado COVID-19) termina por echar por tierra toneladas de libros sobre comercio exterior, geopolítica, relaciones internacionales y seguridad, que iban acompañadas por la condición ceteris paribus de que los aviones seguirían volando a sus destinos, los containers seguirían llevando productos a los puertos y la gente en general saldría desarmada de sus casas a comprar alimentos en las tiendas.

Hoy más que nunca los pensadores y analistas de las diversas disciplinas académicas dentro de las humanidades y ciencias sociales están bloqueados frente a la posibilidad de imaginar un futuro que supere la crisis generada por el virus. A pesar que se ha generado un debate muy interesante en medios y redes sobre el futuro del capitalismo y del orden global; lo cierto es que se sigue pensando dentro de la idea (nuevamente, ceteris paribus) de que el virus es algo que tarde o temprano será superado, ya sea a través del dominio tecnológico, la hipervigilancia social basada en el big data, o la consolidación de modelos políticos autoritarios inspirados en el régimen chino. Considero necesario abrir un poco más el espectro de posibilidades para empezar a pensar escenarios flexibles frente a los cuales los gobiernos tendrán que tomar decisiones (algunas de ellas controversiales y dolorosas, si es que la crisis se agudiza).

A mi juicio, el ciclo de crisis que abre la pandemia del COVID-19 exige repensar al menos cinco aspectos del orden internacional contemporáneo: 1) El futuro del actual modelo de globalización capitalista; 2) El futuro de la democracia liberal en Occidente; 3) El desarrollo urbano en relación con los ecosistemas; 4) La salud pública como nueva fuente de poder geopolítico; 5) El rol de la academia frente a la crisis. Pasaremos a analizar cada uno de estos puntos.

Žižek y Byung Chul-Han: El debate sobre el capitalismo

La prisa con la que Slavoj Žižekha predicho el fin del capitalismo “al estilo de Kill Bill” (dixit) contrasta con la rapidez con la que la opinión pública ha salido a refutarlo basándose en la posición de Byung Chul-Han, quien vaticinaba un capitalismo mucho más feroz y autoritario amparado en el control biopolítico a través del big data (no muy distinto a lo que el mismo Žižek decía hace diez años cuando se refería al peligro del surgimiento de un “capitalismo con valores asiáticos”). No me apresuraría tanto a descartar la posición de Žižek, sino más bien a considerarla dentro de un abanico de escenarios dentro de una perspectiva de (muy) largo plazo. En ese sentido, valdría la pena hacer dos preguntas. La primera: ¿cuáles son los condicionantes claves que garantizan la continuidad del capitalismo como sistema histórico? y la segunda: ¿qué tanto sabemos sobre la capacidad del COVID-19 (u otra pandemia futura) de afectar severamente dichos condicionantes en el largo plazo?

No han faltado análisis sobre los efectos del COVID-19 en la economía global, los cuales en su mayoría coinciden en la venida de la peor recesión mundial desde 1929 (algo ya anunciado oficialmente por el FMI); así como en la progresiva fragmentación de las cadenas de suministro globales. A pesar de todo, existen dos aspectos concomitantes que se mantienen constantes a pesar de todos los escenarios y especulaciones que se puedan hacer sobre el futuro: 1) La confianza de la gente en el valor del dinero en tanto medio de cambio; y 2) El flujo de las telecomunicaciones. Internet, en tanto red global de comunicaciones, ha generado una dependencia absoluta de las bases de datos de cualquier actividad humana conocida en el planeta, incluidos los servicios básicos de telefonía, agua y electricidad. Asimismo, el valor del dinero como medio de cambio se sostiene mediante los millones de intercambios y fluctuaciones que ocurren a diario en las bolsas de valores a nivel mundial, dentro de las cuales el dinero impreso/acuñado representa sólo una pequeñísima parte de de los trillones de dólares/euros/yuanes/otros que circulan a diario en la red sin generar ningún tipo de valor real más allá del que los seres humanos hemos convenido en otorgarle; ya que si aceptamos el hecho de que el dinero es sólo papel pintado que no se puede comer, la mayoría del que existe ni siquiera es un objeto material o palpable. Si bien existe una discusión sobre qué pasaría si súbitamente ocurriera un apagón mundial de Internet debido a un desastre natural masivo o ataque nuclear, lo cierto es que ésta es una red flexible y descentralizada que no depende de un solo país y puede seguir funcionando así la mayoría de sus bases de datos y servidores quedaran inutilizados.

Por supuesto, para que el sistema siga funcionando, tiene que haber alguien que garantice su funcionamiento; y ahí quizás habría que considerar más detenidamente la posición de Žižek. Como ya ha indicado la OMS, es poco lo que sabemos del COVID-19; y si bien a pesar que la letalidad de la infección sigue siendo baja en comparación a otras enfermedades, la transmisibilidad y tendencia a la mutación del mismo debe considerarse. Si a la fecha la cepa actual de coronavirus llamada COVID-19 ha demostrado un alto nivel de resistencia y permanencia sobre superficies como plástico, vidrio y acero; ¿qué pasaría si éste empezara a mutar hacia un nuevo virus más nocivo que ahora pueda permanecer en forma de aerosol que viaje por el aire durante varias horas, o si apareciera otro nuevo que sí tuviera esa capacidad? ¿De qué servirían medidas como la cuarentena y el aislamiento social si es que ahora podemos contagiarnos con sólo salir a comprar pan para el desayuno, así nos mantengamos a diez metros de distancia de todo individuo con el que nos crucemos en la calle? Un nuevo virus con las características que menciono ya no sólo exigiría a los Estados a reordenar todo su aparato productivo hacia adentro, sino a incluir nuevos mecanismos de automatización y provisión de servicios a través de sistemas de Inteligencia Artificial.

Implementar medidas de ese tipo provocaría índices de desempleo en masa tan grandes los Estados se verían obligados a autoaislarse para experimentar soluciones cortoplacistas que calmen la creciente inestabilidad social, terminando por desintegrar lo que quedaría del modelo angloamericano de globalización. Esto generaría como consecuencia un progresivo “desacoplamiento” del sistema por parte de los Estados, especialmente aquellos del Sur Global; quienes acusarían a los organismos internacionales de corruptos y poco solidarios frente a sus respectivas crisis internas, así como a las grandes potencias de hipócritas que lucran con la necesidad de los países más pobres. El primer resultado de esta rebeldía masiva de los Estados menores frente al orden mundial implicaría que las monedas nacionales dejarían de tener valor externo, y, en consecuencia, dejarían pronto de tenerlo al interior (ya que, como dijimos, objetivamente el dinero es sólo papel pintado y para efectos prácticos no tiene ninguna utilidad mayor a la que tiene cualquier papel).

Este hipotético desacoplamiento traería como consecuencia una desconexión masiva de la red de Internet, dejando a los países dependientes exclusivamente del manejo de sus ondas electromagnéticas de radio (y con suerte, de TV local). La gente al ver de un día para otro que su dinero (impreso o bancario) ya no vale nada, empezaría a organizarse para realizar saqueos masivos a supermercados, tiendas, y hogares; con lo que el poder civil cedería fácilmente frente a cualquier junta militar “restauradora” que prometa cierto orden frente a las diversas bandas organizadas formadas por ciudadanos comunes y corrientes impulsados por el miedo. Finalmente, en aquellos Estados donde dichos liderazgos militares se consoliden (con mayor probabilidad en América Latina y el Asia Oriental), se implementarían economías de guerra con despoblamientos masivos de ciudades y programas de re-educación orientados principalmente a la producción agraria, la autodefensa militar y la salud pública; mientras que en los Estados más frágiles (principalmente África Oriental y Central, así como Oriente Medio) se agravarían las tensiones étnicas y sociales, llevando el estado de guerra civil a largas porciones de su territorio como nunca antes. Todo esto sin mencionar la impredecible respuesta de las principales potencias mundiales al ver que el orden global que crearon se desmorona frente a ellos como un castillo de naipes.

Por supuesto, el escenario apocalíptico que describo es sólo uno de todos los posibles; pero vistas las cosas así, el error de fondo cometido por Žižek no sería el de haber predicho la futura muerte del capitalismo, sino el asumir que lo que vendría a reemplazarlo sería algo mejor. Como fuere, la evidencia muestra que la tendencia no es hacia el debilitamiento, sino hacia el fortalecimiento de la Internet, por lo que es más fácil decidir si le damos la razón a Žižek o no. En tanto y en cuanto las redes de comunicación generadas en torno a Internet continúen operando, el capitalismo se seguirá transformando, pero no desaparecerá. No hay mucho más qué decir al respecto.

Privacidad versus Hipervigilancia

Parte del debate entre Žižek y Chul-Han ha estado también relacionado con el futuro de los regímenes políticos. Mientras Žižek ve una ventana de oportunidad para el surgimiento de una “revolución mundial” que nos acerque a un nuevo régimen basado en valores de unidad y solidaridad (un ideal noble, sin duda, pero lejano); Chul-Han ve un “reforzamiento de las estructuras neoliberales” de dominación política y un endurecimiento de los mecanismos de vigilancia social a través del manejo de las redes sociales y el big data. En esa misma línea, Giorgio Agamben (tan criticado en estos últimos días) tiene razón en parte al señalar que el pánico generado por la pandemia contribuye a perpetuar el estado de excepción como normalidad socialmente establecida que no se ve que vaya a cambiar en un buen tiempo.

Siguiendo la preocupación de Agamben, habría que notar que del castigo social a los “malos ciudadanos” que incumplen con las medidas de cuarentena, en buena parte de los países occidentales se ha pasado a la ofensiva con medidas que en circunstancias democráticas normales serían consideradas como “totalitarias”. Mencionemos algunas cuantas: 1) En Dinamarca, se aprobó una ley que obliga a vacunar a la población; lo que sería más un intento de bloquear políticamente al movimiento antivaxxer local, ya que a la fecha no existe ninguna vacuna contra el COVID-19. 2) En Israel se autorizó a las fuerzas de seguridad a intervenir masivamente los teléfonos para monitorear los movimientos de personas que hayan tenido posible contacto con contagiados. 3) En Francia, Macron habla de un “estado de guerra” para desplegar más de 100,000 nuevos policías y amenazando con gobernar por decreto si la gente no respeta la cuarentena. 4) En Reino Unido se duplica el personal militar orientado a tareas civiles y se crea un comando de lucha contra el COVID-19mientras que los asesores científicos del gobierno afirman que las medidas de aislamiento social podrían durar hasta 12 meses. 5) En Grecia los campos de migrantes refugiados han sido puestos en absoluto aislamiento y se han restringido las salidas a una persona por familia. 6) En Estados Unidos la situación es particularmente dramática, ya que a la vez que se revelan planes para implementar la Ley Marcial en todo el territorio si la pandemia se sale de controllas medidas económicas que planea el gobierno de Trump no consideran ningún tipo de vuelta a la normalidad.

Si bien no es la primera vez que la humanidad experimenta plagas y pandemias, sí es la primera en la que ésta ocurre a escala global y simultánea, poniendo en juego las bases sobre las cuales se ha cimentado la actual civilización humana. Las consecuencias de la pandemia pueden ser desastrosas y permanentes, como cuando la peste negra del siglo XII destruyó la “primera globalización arcaica”.

Cabe señalar que ninguna de las medidas que mencionamos se refieren a la “autoritaria, comunista e hipervigilada” China; sino al Occidente “liberal, capitalista y defensor de la privacidad individual”. Algunos pretenden generar un (falso) dilema en donde los ciudadanos nos veríamos obligados a “elegir” entre dos supuestos modelos políticos alternativos cuando la realidad nos dice que la institucionalización de la excepcionalidad autoritaria en Occidente ya existe de facto. En el caso particular de América Latina, algunos aspectos de dicha excepcionalidad han sido notorios incluso desde antes de la crisis, debido al rol cada vez más preponderante de los militares en la vida política de los Estados. Un trabajo de Rut Diamint del pasado diciembre señala que en todo el continente los militares han venido relegando al personal policial de sus funciones tradicionales debido a su cada vez mayor involucramiento en el mantenimiento de la seguridad interna; a la vez que poseen una aceptación y popularidad bastante mayor a la de los partidos políticos. Si nos remitimos al espectro de posibilidades señalado en la sección anterior, incluso si en el corto plazo la pandemia pudiera revertirse, los Estados Occidentales seguirían manteniendo varias de las medidas tomadas de manera “preventiva” a futuro. Sea cual fuere el desenlace de esta pandemia, el debate ya no consistirá en elegir entre la “privacidad liberal” o la “vigilancia autoritaria”; sino cuánta de ésta última será indispensable para mantener la paz y la estabilidad económica bajo un nuevo paradigma de desarrollo.

La transformación de las ciudades

El nuevo paradigma de desarrollo al que nos referimos no será producto de ninguna demanda ciudadana concreta sino de la necesidad de los Estados de limitar los condicionantes que generaron la pandemia en primer lugar. Esto exigirá balancear la relación entre crecimiento económico, desarrollo urbano y medio ambiente bajo la cercana tutela de los Estados Nacionales.

Las plagas han podido florecer siempre en entornos urbanos masivos. Como señala John Vidal para Scientific American; la expansión de las urbes y la destrucción irracional de los ecosistemas debido a las actividades productivas del hombre (minería, pesca, tala, extracción de petróleo, etc.) ha venido acompañada de una proliferación de los virus zoonóticos (transmitidos de animales a humanos); debido tanto a la migración masiva de animales salvajes a zonas urbanas como al comercio ilegal de muchas de estas especies.

En el año 2008, un estudio de Kate Jones, investigadora en temas de ecología y biodiversidad de la University College London (UCL) identificó 335 enfermedades nuevas que aparecieron entre 1960 y 2004, de las cuales al menos un 60% habrían sido transmitidas como producto del contacto con animales. No sería tan casual entonces que el COVID-19 haya aparecido en la provincia de Wuhan en China, lugar en donde existen abundantes mercados populares de carne para consumo humano a precios bajos. A las insalubres condiciones en la mayoría de esos mercados, se suma el hecho de que es común encontrar animales salvajes como murciélagos, salamandras, escorpiones, tortugas u otros que aumenten el riesgo de aparición de plagas. Refuerza la hipótesis señalada el análisis de anteriores epidemias de origen zoonótico, como el Ébola, la gripe aviar (H5N1), la gripe porcina (H1N1) o el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV), las cuales se generaron debido a similares condiciones.

Es pertinente la observación de David Harvey, quien señala que uno de los inconvenientes del actual modelo de globalización es lo imposible de detener la difusión internacional de nuevas enfermedades debido a la interdependencia compleja de las economías nacionales. Siendo China el eje manufacturero del planeta, tarde o temprano sería inevitable la expansión de cualquier enfermedad surgida ahí. En resumen, repensar la relación entre el ser humano y el ecosistema implicará repensar los espacios cuyo diseño han facilitado la propagación de los virus zoonóticos; es decir, las ciudades.

Como señala Jack Skenker para The Guardian, esta nueva relación implicará reconsiderar la tensión entre la “densificación” (concentración poblacional en las ciudades) y la “desagregación” (la generación de espacios de distanciamiento social). La tendencia hacia la densificación se realiza por una cuestión de eficiencia en el uso de la energía, mientras que la desagregación se plantea como alternativa de salud pública. Debido a esto, se tendrán que idear nuevas alternativas para la provisión de servicios (en lugares que normalmente tienden a abarrotarse como cines, discotecas, malls u otros), así como para el trabajo (el cual tendrá que reducir al máximo la tendencia al “presencialismo”, así como elaborar fórmulas mixtas que incluyan espacios de teletrabajo, en tanto sea posible).

Junto al incremento en la infraestructura digital para potenciar esta nueva oleada de teletrabajadores; se generará una tendencia hacia el despoblamiento de las grandes ciudades, la aparición de otras nuevas y en muchos casos, a la repoblación del campo y al fortalecimiento de las actividades agrarias. La consecuencia final de todo esto será que las poblaciones demandarán a los gobiernos una intervención cada vez más fuerte mediante la creación de sistemas de planeamiento que permitan generar una reestructuración a gran escala del proceso de desarrollo de las ciudades; a la vez que se enfrentan resistencias provenientes del empresariado, así como presiones de las Fuerzas Armadas exigiendo el reforzamiento de la “securitización” de cualquier tipo de actividad económica.

La nueva geopolítica de la salud pública

Por supuesto, todos los criterios que hemos mencionado, el modelo económico, el diseño urbano o la globalización, se terminarán reconfigurando en función a un solo objetivo: la preservación de la salud pública. En ese sentido, los parámetros de competencia en la Teoría de las Relaciones Internacionales incluirán esta nueva variable, la que se sumará a los aspectos militares, económicos y culturales que históricamente han sido considerados como fuentes del poder de los Estados. La lucha interna por la provisión de material médico en el mundo nos trae reminiscencias de las viejas dinámicas de competencia y balance del poder del siglo XIX; especialmente cuando vemos al gobierno de Donald Trump intentando evitar que las empresas fabricantes de mascarillas exporten su material a Canadá, Latinoamérica y Europa, o intentando comprar una vacuna a una empresa alemana con el objetivo de hacerla exclusiva para la población de los Estados Unidos (algo bastante irónico, si consideramos que el mismo sistema que es incapaz de crear mascarillas médicas para todos sí es capaz de crear un nuevo modelo de Iphone al año, 40 variedades distintas de Barbies, armas atómicas que pueden destruir el planeta varias veces, así como una incontable variedad de artistas sin talento que ganan millones de dólares sólo por postear fotos en Instagram).

Por otro lado, conforme se vayan consolidando las nuevas normas sociales y de trabajo como respuesta a la crisis, las corrientes migratorias mundiales empezarán a alterarse en función a la búsqueda de mejores sistemas de protección social y salud pública. Es evidente que el gran perdedor aquí será los Estados Unidos (único país del mundo desarrollado que no tiene un sistema de salud universal), el cual experimentará una lenta (pero segura) fuga de personal calificado hacia Europa y Asia Oriental, principalmente. Por supuesto, esto podría quedar limitado de manera permanente si un potencial descontrol del virus genera el cierre permanente de fronteras; como una medida ya no inspirada en algún retorcido nacionalismo étnico, sino en la capacidad de preservar la salud de la población frente a un “enemigo extranjero” visto como un potencial portador del virus.

La nueva geopolítica de la salud estará comandada principalmente por los Estados, dejando un espacio mucho más limitado para las grandes corporaciones, particularmente para el Big Pharma. A la fragmentación de las cadenas globales de producción que mencionamos en una sección anterior se sumará la identificación de sectores “estratégicos” en la economía que pasarán a formar parte de los Estados a través de diversos procesos de nacionalización y estatización; en los que las industrias médicas tendrán un papel central. Esto ocurrirá por una razón muy concreta: el libre mercado no ofrece ningún tipo de solución a la problemática global de la salud. Y la mayor prueba de esto es que a la fecha existen diversos tipos de vacunas para los coronavirus existentes en aves y cerdos, los cuales fueron descubiertos y comercializados por empresas farmacéuticas importantes orientadas a la industria alimentaria.

 Los intentos por promover investigaciones sobre vacunas para humanos fracasaron básicamente porque no eran negocio para estas empresas; ya que tarde o temprano los Estados empezarían a patentarlas y distribuirlas a bajo costo entre la población más vulnerable, tal como ocurrió con los tratamientos para el SIDA en África durante los años 90. Coincidimos con Alain Badiou en que, más que COVID-19, el nombre correcto para este virus debió haber sido SARS-2, es decir, una nueva versión del Severe Acute Respiratory Syndrome del año 2003, que en su momento fue definida como la “primera enfermedad desconocida del siglo XXI”; la cual finalmente se expandió debido a que los científicos que venían trabajando en una vacuna por esos años nunca lograron obtener financiamiento para sus investigaciones debido al desinterés de los Estados y las empresas.

La reconversión interior tendrá que ir hermanada de una reconversión exterior. Se vendrá una oleada de (re)negociaciones en los acuerdos de liberalización comercial multilateral (OMC), regional (ASEAN, APEC, UE, etc.) y bilateral (TLC) debido a la necesidad de generar nuevas industrias farmacéuticas locales a bajo costo y subvencionadas por el Estado. Esta medida chocará con diversos acuerdos comerciales, especialmente en aspectos vinculados a la protección de patentes y propiedad intelectual en general. Por supuesto, los Estados no desaprovecharán la oportunidad para implantar nuevas barreras proteccionistas y arancelarias; con lo que instituciones como el CIADI y la Corte Permanente de Arbitraje irán perdiendo legitimidad para la resolución de conflictos entre Estados y Empresas. Finalmente, los temas más tradicionales de la geopolítica (el rol externo de las Fuerzas Armadas, la demografía, el manejo de los recursos naturales u otros) se terminarán ajustando a las nuevas restricciones a la circulación de personas que se irán estableciendo como consecuencia de la pandemia.

La relevancia de las Ciencias Sociales

Para concluir, quisiera mencionar tangencialmente un aspecto que afecta particularmente al campo académico; es decir, la relevancia que las ciencias sociales (y por extensión, las humanidades) tendrán en el futuro. La vieja dicotomía entre “métodos cuantitativos” versus “teoría y filosofía” renace con el recurrente desprecio con el que los investigadores provenientes de ciencias más “duras” tratan a los especialistas en humanidades o filosofía, considerándolos poco prácticos (como mínimo) para contribuir en algo a resolver la crisis.

Efectivamente, mucho del conocimiento generado desde las humanidades (postestructuralismo, teoría decolonial, estudios culturales, etc.) se volverá, si no inútil, al menos irrelevante para resolver los nuevos problemas que aparecerán debido a los cambios sociales que se avecinan, y eso hay que aceptarlo. A eso hay que agregar que la estadística avanzada, la econometría y el diseño de políticas públicas basadas en evidencia terminarán por ocupar la agenda de aquellos académicos que no quieran quedarse fuera de sus respectivos circuitos profesionales; obligando a muchos a reenfocar sus temas de investigación.

Si bien todo esto es cierto; también sigue siendo innegable que el quehacer humanístico deberá seguir acompañándonos para dar sentido a un conjunto de problemas que de otra manera consideraríamos exclusivamente como “tecno-científicos” (en ese sentido la Antropología Médica tiene mucho qué decir, por ejemplo). No debemos olvidar que, si bien las ciencias naturales pueden enseñarnos a clonar a los dinosaurios, las humanidades y las ciencias sociales siempre deben estar ahí para recordarnos que hacerlo es una muy mala idea.

Conclusiones

Si bien una gran cantidad de literatura sobre Relaciones Internacionales en las últimas dos décadas habla sobre el surgimiento de “nuevas amenazas”, “entornos estratégicos”, “conflictos asimétricos” y otros; lo cierto es todos estos conceptos terminan siendo retórica sin sentido si los vemos desde la perspectiva de esta pandemia. Nunca habíamos sabido tanto de nuestra ignorancia, como señala Habermas, y por eso es importante señalar que la intención de este ejercicio mental no es alarmar a nadie, sino simplemente aplicar la máxima romana: “Si vis pacem, para bellum” (“Si quieres la paz, prepárate para la guerra”) como principio de realismo básico.

Si bien no es la primera vez que la humanidad experimenta plagas y pandemias, sí es la primera en la que ésta ocurre a escala global y simultánea, poniendo en juego las bases sobre las cuales se ha cimentado la actual civilización humana. Las consecuencias de la pandemia pueden ser desastrosas y permanentes, como cuando la peste negra del siglo XII destruyó la “primera globalización arcaica” creada por comerciantes budistas y árabes para conectar las rutas de comercio existentes entre China, Oriente Medio y África, matando a un tercio de la población humana y extendiéndose hasta entrado el siglo XVIII; así como también pueden llegar a tener resultados positivos si se toman como una oportunidad, como cuando la gripe española de la primera década del siglo XX ayudó a crear el moderno estado de bienestar en Suecia, tomado hoy como modelo por diversos gobiernos en todo el mundo. En consecuencia, necesitamos crear conciencia sobre la necesidad de tomar medidas firmes frente a este nuevo mundo cuya principal característica es la incertidumbre; a la vez que seguimos buscando alternativas para visualizar un futuro común.

Revista Ideele

https://revistaideele.com/ideele/content/covid-19-%C2%BFpodemos-imaginar-un-futuro-com%C3%BAn

Al igual que la caída del Muro de Berlín o el colapso de Lehman Brothers, la pandemia de coronavirus es un evento devastador en el mundo cuyas consecuencias de gran alcance solo podemos comenzar a imaginar hoy.

Esto es cierto: así como esta enfermedad ha destrozado vidas, alterado los mercados y expuesto la competencia (o falta de ella) de los gobiernos, conducirá a cambios permanentes en el poder político y económico de maneras que se harán aparentes solo más tarde.

Para ayudarnos a dar sentido al cambio de terreno bajo nuestros pies a medida que se desarrolla esta crisis, Foreign Policy pidió a pensadores líderes de todo el mundo que intervengan con sus predicciones para el orden global después de la pandemia. Foreign Policy

[NdR: Dossier Geopolitico publica la opinion de 4 expertos]

Un mundo menos abierto, próspero y libre

por Stephen M. Walt

La pandemia fortalecerá al estado y reforzará el nacionalismo. Los gobiernos de todo tipo adoptarán medidas de emergencia para manejar la crisis, y muchos se detendrán a renunciar a estos nuevos poderes cuando termine la crisis.

COVID-19 también acelerará el cambio de poder e influencia de oeste a este. Corea del Sur y Singapur han respondido mejor, y China ha reaccionado bien después de sus primeros errores. La respuesta en Europa y América ha sido lenta y desordenada en comparación, empañando aún más el aura de la «marca» occidental.

Lo que no cambiará es la naturaleza fundamentalmente conflictiva de la política mundial. Las plagas anteriores no pusieron fin a la rivalidad de las grandes potencias ni marcaron el comienzo de una nueva era de cooperación global. Las plagas anteriores, incluida la epidemia de gripe de 1918-1919, no terminaron la rivalidad de las grandes potencias ni marcaron el comienzo de una nueva era de cooperación global. Tampoco COVID-19. Veremos un mayor retroceso de la hiperglobalización, a medida que los ciudadanos busquen a los gobiernos nacionales para protegerlos y que los estados y las empresas busquen reducir las vulnerabilidades futuras.

En resumen, COVID-19 creará un mundo menos abierto, menos próspero y menos libre. No tenía que ser así, pero la combinación de un virus mortal, una planificación inadecuada y un liderazgo incompetente ha colocado a la humanidad en un camino nuevo y preocupante.

El fin de la globalización tal como la conocemos

por Robin Niblett

La pandemia de coronavirus podría ser la gota que colme el vaso de la globalización económica. La pandemia de coronavirus podría ser la gota que colme el vaso de la globalización económica. El creciente poder económico y militar de China ya había provocado una determinación bipartidista en los Estados Unidos de desacoplar a China de la alta tecnología y la propiedad intelectual de origen estadounidense e intentar obligar a los aliados a hacer lo mismo. El aumento de la presión pública y política para cumplir los objetivos de reducción de emisiones de carbono ya había cuestionado la dependencia de muchas empresas de las cadenas de suministro de larga distancia. Ahora, COVID-19 está obligando a los gobiernos, las empresas y las sociedades a fortalecer su capacidad para hacer frente a períodos prolongados de autoaislamiento económico.

Parece muy poco probable en este contexto que el mundo vuelva a la idea de una globalización mutuamente beneficiosa que definió a principios del siglo XXI. Y sin el incentivo para proteger los beneficios compartidos de la integración económica mundial, la arquitectura de la gobernanza económica global establecida en el siglo XX se atrofiará rápidamente. Luego se requerirá una enorme autodisciplina para que los líderes políticos mantengan la cooperación internacional y no se retiren a la competencia geopolítica abierta.

Demostrar a sus ciudadanos que pueden manejar la crisis COVID-19 les comprará a los líderes capital político. Pero aquellos que fracasen tendrán dificultades para resistir la tentación de culpar a otros por su fracaso.

Una globalización más centrada en China

por Kishore Mahbubani

La pandemia de COVID-19 no alterará fundamentalmente las direcciones económicas mundiales. Solo acelerará un cambio que ya había comenzado: un cambio de la globalización centrada en los EE. UU. A una globalización más centrada en China.

¿Por qué continuará esta tendencia? La población estadounidense ha perdido la fe en la globalización y el comercio internacional. Los acuerdos de libre comercio son tóxicos, con o sin el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Por el contrario, China no ha perdido la fe. Por qué no? Hay razones históricas más profundas. Los líderes chinos ahora saben bien que el siglo de humillación de China desde 1842 hasta 1949 fue el resultado de su propia complacencia y un esfuerzo inútil de sus líderes para aislarlo del mundo. Por el contrario, las últimas décadas de resurgimiento económico fueron el resultado del compromiso global. El pueblo chino también ha experimentado una explosión de confianza cultural. Creen que pueden competir en cualquier lugar.

En consecuencia, como documento en mi nuevo libro, ¿Ha ganado China ?, los Estados Unidos tienen dos opciones. Si su objetivo principal es mantener la primacía global, tendrá que participar en un concurso geopolítico de suma cero, política y económicamente, con China. Sin embargo, si el objetivo de Estados Unidos es mejorar el bienestar del pueblo estadounidense, cuya condición social se ha deteriorado, debería cooperar con China. Un consejo más sabio sugeriría que la cooperación sería la mejor opción. Sin embargo, dado el ambiente político tóxico de los Estados Unidos hacia China, es posible que no prevalezcan los consejos más sabios.

El poder estadounidense necesitará una nueva estrategia

por Joseph S. Nye, Jr.

En 2017, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunció una nueva estrategia de seguridad nacional que se centra en la competencia de las grandes potencias. COVID-19 muestra que esta estrategia es inadecuada. Incluso si Estados Unidos prevalece como una gran potencia, no puede proteger su seguridad actuando solo. Incluso si Estados Unidos prevalece como una gran potencia, no puede proteger su seguridad actuando solo. Como Richard Danzig resumió el problema en 2018: “Las tecnologías del siglo XXI son globales no solo en su distribución, sino también en sus consecuencias. Los patógenos, los sistemas de IA, los virus informáticos y la radiación que otros pueden liberar accidentalmente podrían convertirse en un problema tanto nuestro como suyo. Los sistemas de informes acordados, los controles compartidos, los planes de contingencia comunes, las normas y los tratados deben buscarse como medios para moderar nuestros numerosos riesgos mutuos «.

Sobre amenazas transnacionales como COVID-19 y el cambio climático, no es suficiente pensar en el poder estadounidense sobre otras naciones. La clave del éxito también es aprender la importancia del poder con los demás. Cada país pone su interés nacional primero; La pregunta importante es qué tan amplia o estrechamente se define este interés. COVID-19 muestra que no estamos ajustando nuestra estrategia a este nuevo mundo.