El BRICS se acerca a su hora decisiva

Si logra superar las maniobras divisionistas de Estados Unidos e incorpora nuevos miembros, el bloque de los países emergentes se convertirá en un serio candidato a gobernar el mundo

por Eduardo J. Vior
analista internacional

El presidente surafricano Cyril Ramaphosa confirmó el domingo pasado que la cumbre de los BRICS del 22 al 24 de agosto se realizará presencialmente en Johannesburgo. Es la primera vez en tres años que esta reunión congregará físicamente a los jefes de Estado y de gobierno de los cinco miembros (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica), así como a decenas de mandatarios africanos y algunos de otras regiones que también han sido invitados. Si el BRICS se mantiene unido y cumple la agenda propuesta, se transformará en un serio aspirante a gobernar el mundo. Si, por el contrario, algún miembro se deja seducir por las maniobras divisionistas de los países occidentales, no asiste a la cumbre o impide que la misma llegue a consensos en los temas más importantes, el desgobierno del mundo provocará más crisis y guerras.

El encuentro en la capital de Suráfrica es la 15ª cumbre del grupo y la que tendrá mayor envergadura, porque a la misma se ha invitado a los jefes de Estado de toda África. La agenda de la reunión incluye la transformación ecológica de las economías de los países emergentes para hacer frente al cambio climático con criterios humanos y sociales, impulsar la educación y el desarrollo de competencias para salir de la pobreza, desarrollar la Zona de Libre Comercio Continental Africana, reforzar la recuperación socioeconómica postpandémica y la continuidad de la Agenda 2030 sobre Desarrollo Sostenible y, finalmente, fortalecer el multilateralismo mediante “una reforma real de las instituciones de gobernanza mundial”.

Durante la reunión los miembros evaluarán la gestión del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB, por su nombre en inglés), presidido desde marzo pasado por Dilma Rousseff, al que a principios de agosto debe incorporarse nuestro país. También deben definir los criterios para la incorporación de nuevos miembros. Veintiséis países de Asia, África, América Latina  y Oceanía han solicitado recientemente sumarse al grupo, incluida Argentina.

A medida que se acerca la cumbre, se han intensificado los rumores de que la misma crearía una nueva moneda respaldada por el oro. Precisamente, la televisión internacional de Rusia, Russia Today, anunció la semana pasada que el BRICS se apresta a lanzar una unidad de cuenta para el comercio entre los países miembros. Al igual que el ECU, la Unidad de Cuenta Europea que antecedió la creación del euro, esta moneda estaría formada por una cesta de las monedas de los países miembros del BRICS cuyo valor relativo se ponderaría en función del PBI de los respectivos países y no tendría un equivalente físico.

Sin embargo, el representante de Sudáfrica como vicepresidente de Finanzas del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), Leslie Maasdorp, declaró hace una semana que no es inminente la creación de una nueva forma de moneda fiduciaria sino un objetivo a medio o largo plazo. Ahora mismo el bloque está centrado en fomentar el comercio directo utilizando las monedas nacionales de los países miembros y, según Maasdorp, los proyectos de desarrollo apoyados por el NBD siguen dependiendo del dólar.

No obstante, en el seno de los BRICS trabaja un grupo cuya tarea es desarrollar su propia moneda de reserva. El proyecto se denomina R5 por la coincidencia de que todas las monedas de los países miembros empiezan con R: yuan (renminbi), rublo, real, rupia y rand. Esto permitiría a estos países aumentar gradualmente su creciente comercio mutuo sin recurrir al dólar, así como reducir la proporción de sus reservas internacionales en la divisa norteamericana.

Aunque una unidad de cuenta no puede considerarse una moneda real, los BRICS querrían vincular esta unidad de cuenta al valor del oro, convirtiéndola de facto en una “moneda-mercancía”. Uno de sus principales miembros es Rusia, gran exportador de materias primas, especialmente petróleo y líder junto con Arabia Saudita del cártel de países exportadores de petróleo OPEP+. Hasta hoy el crudo cotiza exclusivamente en dólares estadounidenses, lo que permite a la moneda norteamericana dominar los mercados monetarios incluso después de haberse desvinculado del oro en 1971. Si se creara la moneda de cuenta del BRICS con respaldo en oro, el precio del petróleo en dólares subiría bruscamente y haría que las economías de los países que decidan seguir utilizando esta moneda de referencia importen inflación cada vez que se produzca una suba del precio del oro. Al mismo tiempo, la mayor demanda mundial de oro conduciría a una devaluación de aquellas monedas que no tengan suficientes reservas áureas.

China es la fábrica del mundo, el semimonopolista de los metales raros necesarios para producir los imprescindibles microchips y, por último, el gran acreedor del mundo (junto con Alemania y Japón). Está claro que, si China se desvincula del dólar (de forma gradual, por supuesto, hacerlo bruscamente le significaría exponerse a pérdidas monstruosas) y empieza a utilizar en serio la divisa del BRICS respaldada en el oro, ocasionaría a los países occidentales un daño de proporciones incalculables, aunque en Occidente no son todos iguales: EE.UU. tiene la fuerza militar, diplomática, económica y tecnológica para salir adelante aun en esa coyuntura, pero sus socios europeos carecen de energía, se han desindustrializado, están tecnológicamente atrasados y son políticamente débiles. La opción por el oro los destrozaría.

Para frenar al BRICS, la diplomacia norteamericana está presionando masivamente a funcionarios económicos y financieros de Brasil, Sudáfrica e India. Mayormente formados en dogmas neoliberales, estas áreas gubernamentales son muy permeables al discurso globalizante de Washington. Si bien no pueden hacer mella sobre el presidente Lula, no les es difícil hallar en Brasilia funcionarios “prudentes” que advierten contra los compromisos que el país contraería en la próxima reunión del BRICS. En Sudáfrica, en tanto, tras haber restañado su unidad, el gobernante Congreso Nacional Africano (ANC, por su nombre en inglés) se ha encolumnado tras el presidente Ramaphosa y su objetivo de ampliar y consolidar el bloque de países emergentes. Allí nuevamente son los funcionarios de la banca central “independiente” quienes desconfían de una mayor cooperación con China y Rusia.

Sin embargo, es el gobierno indio de Narendra Modi quien más amenaza con meter la cuña occidental entre los mandatarios reunidos en Johannesburgo. Hace poco canceló una reunión de la Organización de Cooperación de Shanghai (SCO, por su nombre en inglés) que debía realizarse en Nueva Delhi. A cambio, viajó a Washington donde fue recibido por el presidente y el Congreso. Tanto demócratas como republicanos lo festejaron como jefe de gobierno de “la mayor democracia del mundo”. Su gobierno, nacionalista, antiislámico y antichino, lleva adelante una política exterior ambivalente: por un lado, desde 2022 se ha convertido en el mayor comprador de petróleo ruso, de donde también adquiere fertilizantes baratos. Desde la independencia en 1947 India se ha abastecido de armas en la URSS, primero, y ahora en Rusia. Sin embargo, al mismo tiempo mantiene su confrontación con China en el Himalaya, se ha sumado a la alianza militar Quad (EE.UU., Japón, Australia e India) y la mayoría de los bienes y servicios que importa provienen de Estados Unidos. Por esta razón la Casa Blanca quiere utilizar a Modi como caballo de Troya, para dividir y bloquear el BRICS. Dependerá de la habilidad de la diplomacia rusa y de la paciencia de China que el escurridizo líder indio siga en el redil.

El BRICS no es sólo un bloque económico, pero tampoco una alianza política, sino lo que podría llamarse “un club de buenas maneras internacionales”. Contra el hegemonismo y el doble discurso de las diplomacias occidentales, el agrupamiento de los países emergentes está comprometido con el respeto mutuo, la obediencia al Derecho Internacional y que todos los participantes obtengan beneficios de la cooperación sin perjudicar a nadie (lo que los chinos llaman la política del win/win, que todos ganen). Estas características suponen, por consiguiente, admitir que en el bloque convivan sistemas e ideologías diferentes y hasta opuestas, siempre y cuando todos se comprometan con los objetivos comunes.

Si en su primera reunión presencial después de cuatro años de virtualidad el BRICS se amplía, consolida su estructura institucional y establece un instrumento para los intercambios intrabloque diferente al dólar, se convertirá en un serio candidato para disputar la gobernanza mundial contra Estados Unidos y sus aliados. Si, por el contrario, las maniobras divisionistas tienen éxito y el agrupamiento se paraliza o divide, el hegemonismo de las grandes corporaciones hundirá al planeta en la anarquía. Del 22 al 24 de agosto habrá que estar pendiente de la televisión sudafricana.

Publicado en TELAM, el autor autoriza su difusion en Dossier Geopolitico

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