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Henry Kissinger, ex secretario de Estado y asesor de seguridad nacional de EEUU, quien colaboró en la apertura de relaciones con China, en el inicio de una distensión con la entonces Unión Soviética, y en poner fin a la guerra de EEUU en Vietnam, murió a los 100 años. Entrevista de Javier Benitez de Sputnik al Director de Dossier Geopolitico Carlos Pereyra Mele

Kissinger, histórico y controvertido

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha expresado sus profundas condolencias a su viuda. Putin se refirió a Kissinger como un «destacado» y «sabio» diplomático que durante «muchos decenios gozó de una merecida autoridad en todo el mundo». «El nombre de Henry Kissinger está indisolublemente ligado a una línea pragmática de política exterior, que en un momento permitió lograr una distensión en las tensiones internacionales y alcanzar los acuerdos soviético-estadounidenses más importantes, que contribuyeron al fortalecimiento de la seguridad global», apuntó el mandatario.

Mientras, el embajador de China en EEUU, Xie Feng, expresó sus condolencias a través de la red social X: «Profundamente conmocionado y entristecido al enterarme del fallecimiento del Dr. Kissinger a los 100 años. Mi más sentido pésame para Nancy y su familia. Es una pérdida tremenda tanto para nuestros países como para el mundo. La historia recordará lo que había aportado a las relaciones China–EEUU, y siempre permanecerá vivo en los corazones del pueblo chino como un viejo amigo muy valorado».

El Dr. Carlos Pereyra Mele, director de Dossier Geopolítico, advierte sobre «ese aspecto contradictorio que ha tenido toda su vida política–académica Henry Kissinger».

«Si uno sigue los paneos por los distintos portales de internet, dicen algunos: ‘fallece el diplomático más cuestionado y poderoso de EEUU’; otros te dicen ‘controvertido premio Nobel de la Paz’, ‘figura paradójica’. Otros lo califican como un ‘personaje amoral y sin principios’, etc. Y después están los que realmente han tenido algún tipo de relación [con Kissinger] y que ha servido para tener una relación más ordenada y pragmática entre los poderes reales en el mundo. Y este es el caso específico de las declaraciones que han hecho Vladímir Putin y el embajador chino [en EEUU]. Recordemos que este año, apenas habiendo cumplido en mayo los 100 años, [Kissinger] visitó China por última vez para hablar con [el presidente] Xi Jinping en un intento de volver a establecer [con EEUU] un vínculo más fiable, más concreto y más práctico de una distensión, que fue siempre el objetivo de máxima que tuvo en su carrera política».

El centenario Henry Kissinger se reunió en Beijing con los líderes chinos, para reanudar el vínculo entre ambas superpotencias, contener a los impacientes y limitar los riesgos de la IA

por Eduardo J. Vior
analista internacional

El pasado martes 18 el exsecretario de Estado de Estados Unidos (1969-74) Henry Kissinger visitó de urgencia en Beijing al presidente Xi Jinping, al Encargado de las Relaciones Internacionales en el Buró Político del PCCh, Wang Yi, y al ministro de Defensa, Li Shangfu. Aún no queda claro por cuenta de quién viajó ni su misión específica, pero es evidente que se trató de un recurso de última instancia, para restablecer canales de comunicación hoy rotos, evitar malentendidos que podrían llevar a la catástrofe y mandar a los rincones a los aventureros de ambos bandos. Algunos indicios, empero, permiten suponer que en las reuniones también se habló sobre la posibilidad de acordar regulaciones de la Inteligencia Artificial (IA). Hace falta, empero, mucho más que un viaje, para que reine un mínimo de normalidad en las relaciones entre el viejo hegemón y su desafiante.

Los elogios del liderazgo chino al responsable de reiniciar en 1971 las relaciones sino-norteamericanas fueron fulgurantes. La BBC, en tanto, llegó a sugerir que, “dada su enorme estatura en China, [Kissinger] podría actuar como canal de apoyo para las negociaciones entre Estados Unidos y China”. Sin embargo, en su sesión informativa diaria del mismo martes el Departamento de Estado echó agua fría sobre esta última posibilidad, subrayando que Kissinger había viajado puramente como ciudadano privado.

Inmediatamente después del viaje de Kissinger, el martes pasado, Matthew Miller, portavoz del Departamento de Estado, indicó que el secretario de Estado Antony Blinken se enteró de los planes de viaje de su antecesor por sus propias reuniones con funcionarios chinos en Beijing el mes pasado. “Éramos conscientes de que Henry Kissinger iba a viajar a China”, dijo Miller a los periodistas. El vocero declaró también que no tenía conocimiento de ninguna conversación prevista del Departamento con Kissinger, “pero no me sorprendería que en algún momento informara a los funcionarios de aquí sobre sus conversaciones”. “Lo ha hecho varias veces desde hace décadas“, dijo.

Evidentemente, Henry Kissinger planeó y ejecutó su viaje, sin dar parte al Departamento de Estado. Las declaraciones de Blinken revelan también que la excursión molestó mucho a los diplomáticos y que la recepción que los líderes chinos dieron al viejo zorro relativizó los recientes viajes a China del propio Blinken, de la secretaria del Tesoro Janet Yellen y del enviado presidencial para el Cambio Climático, John Kerry. Los funcionarios chinos recibieron a estas visitas correcta, pero no calurosamente. De los tres el primer ministro chino Xi Jinping sólo se reunió con Blinken.

La razón de esta frialdad está en la rispidez de las relaciones entre ambos países. Durante la última década el clima político en Washington se ha tornado marcadamente antichino. Una de las pocas áreas de consenso entre demócratas y republicanos consiste en considerar a China como un rival en lugar de un socio. Esto comenzó ya, cuando Obama lanzó en 2009 su estrategia de “pivote asiático” y en 2015 acordó con otros 14 países el Tratado Transpacífico. El gobierno de Trump, en tanto, retiró a EE.UU. del tratado, pero intensificó la hostilidad contra China. Tal como se mostró en la cumbre bilateral de Anchorage, Alaska, en abril de 2021, el gobierno de Biden, por su parte, sustituyó los compromisos adquiridos con Beijing y giró por una aguda confrontación.

Durante los dos años siguientes Estados Unidos puso en marcha el pacto militar Quad (EE.UU., India, Australia y Japón) y lanzó el Marco Económico Indopacífico, ambos diseñados para aislar y rodear a China. El gobierno demócrata impuso también controles a las exportaciones norteamericanas hacia el país asiático mucho más rígidas que las de Trump. El presidente Joe Biden rompió, además, la tradición de los últimos cincuenta años y dejó de considerar el status de Taiwán como una cuestión interna de China, anunciando que Estados Unidos intervendrá, para evitar la reincorporación de la isla a su patria por medios militares. Como los norteamericanos saben que eso sólo sucedería, si el gobierno de Taipei declara su secesión de China, en realidad lo están alentando a hacerlo, provocando así la ira de Beijing.

El aumento de la presión militar norteamericana y su ruptura de la cooperación económica con el gigante asiático irritan profundamente al alto mando chino y, aparentemente, están alentando a belicistas que también habría en el Ejército Popular de Liberación (EPL) que quieren desafiar ya la hegemonía mundial de EE.UU. La ruptura de los canales de comunicación entre ambas superpotencias hace temer, por lo tanto, que una maniobra inesperada de una sea malinterpretada por la otra y se desate el holocausto nuclear. Ante tamaño descalabro de las relaciones bilaterales, festejar a Kissinger es uno de los modos en que el liderazgo supremo señala que las relaciones serían mucho mejores, si Washington volviera a la política exterior de hace una década.

Este panorama preocupante no explica todavía, por qué, a sus cien años, el antiguo Consejero de Seguridad Nacional de Richard Nixon se tomó el trabajo de volar 14 horas, para sentarse a tomar el té con la dirigencia pequinesa. No es creíble que haya sido por vanidad, como sugieren sesudos analistas estadounidenses. Tampoco suena lógico pensar que haya sido una gestión individual.

Una primera explicación puede darla la agenda de la última reunión del Club Bilderberg que se celebró en Lisboa del 18 al 21 de mayo pasado. Kissinger participa ininterrumpidamente desde 1957 en las conferencias anuales de este exclusivo cenáculo. Durante décadas, hasta su muerte en 2017 el cónclave estuvo marcado por la presencia de David Rockefeller, entonces jefe de la dinastía, a quien Kissinger acompañó desde su juventud. El cónclave sesiona habitualmente con la participación de 120 a 130 representantes de sectores militares, de inteligencia (la CIA y el M16 británico), el secretario general de la OTAN y los presidentes de las principales corporaciones financieras, petroleras, tecnológicas y de medios de comunicación. En el último encuentro participaron Google/Alphabet, Pfizer, Deepmind, Deutsche Bank, Goldman Sachs International, British Petroleum, Total Energies, líderes políticos, académicos y grupos de medios (The Economist, Bloomberg), entre otros.

La Inteligencia Artificial, la guerra en Ucrania, el crecimiento de China, Europa, la crisis del liderazgo de Estados Unidos, la OTAN, la presencia de India, el sistema bancario (por el reciente colapso de algunos bancos en Estados Unidos y del Credit Suisse en Europa), los desafíos fiscales, la política industrial, el comercio y la transición energética formaron parte de los temas de agenda del encuentro que, como siempre, sesionó a puerta cerrada.

Aunque parezca extraño, la Inteligencia Artificial y el ascenso de China como potencia mundial son dos temas estrechamente interrelacionados. Pocos días antes de la reunión anual Eric Schmidt, miembro de la junta de Bilderberg y antiguo jefe de Google, declaró en una audiencia del Congreso que la IA “está en el centro” de la competencia entre China y Estados Unidos y que “China está dedicando enormes recursos para superar a EE.UU. en tecnologías, en particular en IA”.

Schmidt reconoce los riesgos existenciales de la IA, advirtiendo incluso que “las cosas podrían ir peor de lo que la gente dice”, pero rechaza el llamamiento hecho por algunos expertos, entre ellos Elon Musk, para que se haga una pausa de seis meses en el desarrollo de la IA, porque cualquier retraso “simplemente beneficiará a China”. Detrás de esta posición impera una lógica aberrante: “tenemos que seguir adelante con el desarrollo de algo que podría destruirnos, antes de que China lo convierta en algo que podría destruirnos”.

Aunque, como los investigadores advierten, con el inminente lanzamiento de la nueva generación de Chat GPT-5 de OpenAI, los debates presidenciales de 2024 podrían ser ganados por un chatbot ingenioso y carismático, la cuestión del liderazgo estadounidense estuvo en la agenda de la conferencia de Bilderberg. Contrariamente a Schmidt, Sam Altman, Director General de OpenAI, está a favor de la “intervención reguladora de los gobiernos” que, según él, “es fundamental para mitigar los riesgos de modelos cada vez más poderosos”. La discusión no fue saldada en el encuentro ni puede serlo discursivamente, porque detrás de ella se esconden estrategias contrapuestas.

Toda la elite norteamericana coincide en la debilidad relativa de Estados Unidos frente a China, pero se divide entre aquéllos que quieren dialogar con el liderazgo pequinés, para limitar los riesgos cada vez mayores de destrucción del mundo y así canalizar civilizadamente la competencia, y quienes son partidarios de atacar ya a China, antes de que se haga demasiado poderosa.

Considerando el vertiginoso desarrollo actual de la IA, los peligros que entraña y la competencia estratégica entre EE.UU. y China, no sería descabellado suponer que Henry Kissinger viajó a Beijing, para sondear la voluntad y la capacidad de los líderes chinos de volver a poner en funcionamiento los canales de comunicación entre ambas potencias, para generar medidas de confianza mutua que eviten malentendidos capaces de desatar un choque militar. Al mismo tiempo les habría propuesto contener el desarrollo de la Inteligencia Artificial, para evitar que desborde el control humano y hasta incluso desate una guerra indeseada.

El contexto en el que tuvo lugar el viaje, combinado con el informe de Xinhua sobre sus conversaciones, induce a pensar que él y el ministro de Defensa Li se convencieron mutuamente de que sus respectivos líderes realmente no desean una guerra caliente. Evidentemente, el liderazgo político chino y los conductores oficiosos de Occidente quieren limitar a los intransigentes propios y ajenos. Por ello, se acordó que Kissinger realizara su viaje secreto y empezara a dilucidar el peligroso dilema de seguridad que ata hoy a ambas superpotencias.

Es demasiado pronto para evaluar el éxito de sus esfuerzos y los observadores solo pueden discernir que en los niveles más altos del poder existe un interés mutuo en esto. Sin embargo, el esfuerzo del Departamento de Estado por minimizar la importancia del viaje y algunas acciones aventureras de militares chinos en el estrecho de Taiwán indican que el peligro todavía no está aventado. El tiempo corre y el riesgo aumenta. Kissinger no está en condiciones de viajar todas las semanas a China. Es hora de que ambas capitales tomen el teléfono y empiecen a hablar en serio.

Nota Publicada en TELAM, que el autor auroriza a publicarla en Dossier Geopolitico

https://www.telam.com.ar/notas/202307/635007-kissinger-china-superpotencias-analisis.html

Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición de Dossier Geopolitico

Por Gonzalo Fiore Hoy Dia Cordoba, miembro de Dossier Geopolitico

El inefable Henry Kissinger, con sus casi 100 años de edad volvió a agitar el escenario internacional. Lo hizo, esta vez, con declaraciones respecto de la guerra de Ucrania. En un mensaje grabado para el foro de Davos, el ex secretario de Estado y Asesor de Seguridad Nacional de los Estados Unidos durante la Administración de Richard Nixon, primero, y de Gerald Ford, después, afirmó que Kiev debe negociar la paz de manera urgente, y en el proceso tiene que “considerar” la posibilidad de ceder territorio a Moscú.

Por supuesto, las declaraciones de Kissinger, considerado uno de los máximos exponentes de la “realpolitik” en materia de relaciones internacionales, y del realismo como modus permanente, generaron malestar en el gobierno de Zelenski, pero también en gran parte de la plana mayor de la dirigencia europea.

Sus dichos se producen en el medio de un resquebrajamiento del bloque occidental frente a Rusia, en un contexto donde se discute hasta qué punto la Unión Europea es capaz de aguantar.

El presidente ucraniano comparó la propuesta del mítico internacionalista con la política de apaciguamiento respecto de la Alemania nazi en 1938, cuando las potencias europeas cedieron ante Hitler y le permitieron la anexión del área checoslovaca de los Sudetes. Zelenski teme que, a medida que la guerra continue, Occidente pierda fuerza para sostener las sanciones contra Rusia y su país comience a conseguir menos apoyo entre sus hasta ahora aliados.

El académico, diplomático y ex funcionario ya advirtió en numerosas oportunidades el peligro de aislar a Rusia, o de empujarla a una alianza con la República Popular China. No es una excepción en el ámbito del realismo en las relaciones internacionales. Otros intelectuales, como John Mearsheimer o Stephen Walt afirman, hace años, que la invasión rusa a Ucrania iba a suceder si no cambiaba la política exterior estadounidense y de la OTAN en la región. Incluso, en 1997, 40 ex funcionarios, diplomáticos y académicos le advirtieron, en una carta al entonces presidente Bill Clinton, que la incorporación de países de Europa Oriental a la OTAN podría desencadenar un “error político de dimensiones históricas”. Sin ir más lejos, el actual jefe de la CIA, William Burns, se pronuncia desde mediados de los años 90 respecto del perjuicio que podría causar al mundo la expansión del bloque atlantista, sobre todo tras la incorporación en 1999 de Hungría, República Checa y Polonia. Ya desde aquel momento, los movimientos de la OTAN parecían ir en clara contradicción con la promesa que le había hecho George Bush a Mijail Gorbachov sobre qué no se expandirían “ni un centímetro más al Este”.

En este contexto, además, las sanciones de la UE no han mostrado los resultados esperados. Si bien se espera que Rusia sufra una contracción en su PBI superior al 10%, los pronósticos en Occidente tampoco son buenos respecto una crisis energética, alimentaria, y de suba sin freno de precios.

Uno de los principales problemas para Occidente es que la OTAN tampoco se encuentra monolíticamente abroquelada en cuestiones claves, como, por ejemplo, el ingreso de Finlandia y Suecia al bloque. Tampoco lo están a la hora de profundizar las sanciones, especialmente en lo que respecta a la importación de gas y petróleo. A la oposición de países como Hungría o Polonia se suman los reparos de algunos, como Francia. El mismo Emmanuel Macron ya advirtió que la paz en Ucrania no se logrará mediante la “humillación” a Rusia: “Cuando la paz vuelva a suelo europeo, tendremos que construir nuevos equilibrios de seguridad sin caer nunca en la tentación ni en la humillación, ni en el espíritu de venganza”.

Kissinger, entre otros hechos que marcaron a fuego el siglo XX, fue una de las mentes clave detrás de los golpes de Estado que asolaron el Cono Sur durante la década de los 70. Pero también fue el arquitecto de la política de acercamiento de Washington a China en 1973; de distensión con la Unión Soviética en la Guerra Fría; de la finalización de la guerra de Vietnam; y los acuerdos de paz de Camp David entre Israel y Egipto. No se trata, más allá de su edad, de un personaje marginal en la política internacional. Es una voz autorizada.

Kissinger entiende que las tensiones entre el atlantismo, es decir, Estados Unidos, la Union Europea y la OTAN, con el mundo euroasiático -China, Rusia, India, en menor medida Brasil, América Latina y África- dependen en un porcentaje importante de que las tensiones no escalen a mayores en el Este de Europa. Esto podría llevar a nuevos enfrentamientos, con mayor participación de terceros Estados, sumado a focos de conflicto que podrían sucederse en otras regiones del mundo. Kissinger espera que, en este caso, prime el realismo y la cordura por sobre los enfrentamientos permanentes.

Publicado en Hoy Dia Cordoba https://hoydia.com.ar/columnistas/analisis-internacional/kissinger-el-realismo-y-la-paz/

UN MOMENTO HISTÓRICO, PERO TAMBIÉN HISTÉRICO es como define a la actualidad mundial, el director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, en su columna del Club de La Pluma mientras se agota el poder hegemónico de los anglosajones a manos de un nuevo mundo multipolar, y se pregunta si los poderes neoconservadores de EEUU reflexionarán y tendrán la responsabilidad de terminar con tanta conflagración de alta intensidad que puede llevar a la desaparición de la humanidad. Además aborda la guerra en Europa para concluir con que a Ucrania le va muy mal, a pesar de la propaganda política “guerrerista”, que solo ofrece triunfos mediáticos que no reflejan la realidad de las batallas,

También nos habla de los frentes internos en Norteamérica, de las posturas antagónicas de Soros y de  Kissinger. El primero, como promotor y patrocinador de las agresiones a Rusia y que pretende que muera hasta el último ucranio; y el segundo, que le ha dicho a Zelenski que firme una rendición que incluya entregar territorios. Además de que Occidente debe asumir que no puede existir un sistema mundial que pueda ser “vivible” si no incluye a Rusia y que se debe acabar con el criterio de derrotarla.

A continuación analiza las declaraciones del general Mark Alexander Milley -Jefe de Estado Mayor Conjunto, el oficial militar de más alto rango de la nación y el principal asesor militar del presidente, el secretario de Defensa y el Consejo de Seguridad Nacional-, jefe de todas las fuerzas armadas norteamericanas, que reconoce que “EEUU no está preparado para las nuevas guerras del siglo 21”. Todo ello en medio de las dificultades electorales de Biden, de la pérdida de apoyo de su prensa adicta y de que ésta guerra tampoco le sirve como elemento de acumulación de poder ni para contar con un frente interno ordenado y tranquilo.

Además aborda con rigurosos datos contrastados, el declive del G7 marcado por la notable caída del PBI de sus países miembros desde la desaparición de la URSS, y hace una reseña cronológica de los hechos que marcan el inexorable declive de Occidente tanto en la gestión de gobierno como en el campo económico y en el terreno militar, con sus impactantes fracasos, derrotas y huidas desde el principio de siglo.

Por otra parte, nuestro director nos presenta un completo cuestionario que pone en duda si Estados Unidos está preparado para seguir tensando la cuerda con estos conflictos globales. Unas preguntas que tienen evidentes respuestas negativas para un bloque que solo ha intentado con el expediente militar, torcer una historia que viene de declinación en declinación y  de golpe en golpe.

Eduardo Bonugli (Madrid, 29/05/22)

General Mark Alexander Milley -Jefe de Estado Mayor Conjunto, el oficial militar de más alto rango de la nación y el principal asesor militar del presidente, el secretario de Defensa y el Consejo de Seguridad Nacional-
G7

Siempre es importante leer las opiniones de H. Kissinger y por ello la publicamos completa y sin ningún corte o declaración sacada de contexto como se han hechos en los medios locales, las cuales fueron publicadas por el Medio “Milenio” de México Dossier Geopolitico DG

Exposición completa de Henry Kissinger, ex secretario de Estado y asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, platicó con Financial Times durante el Festival FTWeekend, realizado el 7 de mayo en Washington. 

A principios de este año recordamos el 50 aniversario de la visita de Nixon a China. Usted fue el organizador de ese acuerdo, un cambio en la Guerra Fría: separar a China de Rusia. 

¿Tenemos una nueva Guerra Fría con China? 

En el momento en que nos abrimos a China, Rusia era el principal enemigo, pero nuestras relaciones con China eran tan malas como podrían serlo. Nuestro punto de vista al abrirnos a ese país fue que no era prudente, cuando tienes dos enemigos, tratarlos igual. Lo que produjo la apertura fueron tensiones que se desarrollaron de forma autónoma entre Rusia y China. (El ex jefe de Estado de la Unión Soviética Leonid) Brezhnev no podía concebir que China y EU pudieran unirse, pero Mao, a pesar de toda su hostilidad ideológica, estaba dispuesto a conversar. 

En principio, la alianza (sino rusa) estaba contra los intereses creados, ahora ya está establecida, pero no me parece una relación intrínsecamente permanente. 

¿Está en el interés geopolítico de EU fomentar más distancia entre Rusia y China? 

La situación geopolítica mundial sufrirá cambios significativos una vez que termine la invasión a Ucrania. Y no es natural que China y Rusia tengan intereses idénticos en todos los problemas previsibles. No creo que podamos generar posibles desacuerdos, pero creo que las circunstancias sí lo harán. Después de la ofensiva, Rusia tendrá que reevaluar su relación con Europa y su actitud general hacia la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). 

Creo que no es prudente adoptar una posición contraria frente a dos adversarios de forma que los acerque, y una vez que asumamos este principio en nuestras relaciones con Europa, creo que la historia ofrecerá oportunidades en las que podremos aplicar el enfoque diferencial. 

Eso no significa que ninguno se convierta en amigo íntimo de Occidente, solo que en cuestiones específicas dejamos abierta la opción de tener un enfoque diferente. En el periodo que tenemos por delante no debemos agrupar a Rusia y China como un elemento integral. La administración Biden enmarca su gran desafío geopolítico como el de la democracia contra la autocracia. 

¿Hay una insinuación implícita de que es un marco equivocado? 

H.K.: Debemos ser conscientes de las diferencias de ideología y de interpretación que hay. Debemos aplicar esta conciencia en nuestro propio análisis de la importancia de las cuestiones mientras surgen, en lugar de que sea la cuestión principal de la confrontación, a menos que estemos dispuestos a hacer del cambio de régimen el objetivo principal de nuestra política. 

Dada la evolución de la tecnología y la enorme capacidad destructiva de las armas que tenemos (buscar el cambio de régimen) puede imponernos la hostilidad de otros, pero debemos evitar generarla con nuestras propias actitudes.

¿Dónde sitúa el lenguaje nuclear respecto a la amenaza a la que nos enfrentamos? 

H.K.: Ahora nos enfrentamos a tecnologías en las que la rapidez de los intercambios y la sutileza de los inventos pueden producir niveles de catástrofe inimaginables. Las armas se multiplican en ambos lados y su sofisticación aumenta cada año. Pero casi no hay discusión a escala internacional sobre lo que pasará si las armas llegaran a utilizarse. Mi petición, sea cual sea el bando al que pertenezcas, es que comprendas que vivimos en una nueva era, y que nos hemos salido con la nuestra descuidando este aspecto. A medida que la tecnología se extienda, la diplomacia y la guerra necesitarán un contenido diferente y eso será un reto. 

¿Dónde cree que está el límite que no quiere superar Putin en usar armas nucleares? 

Me he reunido con Putin, como estudioso de asuntos internacionales, cerca de una vez al año por 15 años para tratar asuntos académicos. Creo que sus convicciones básicas eran una especie de fe mística en la historia rusa y que se sentía ofendido, en ese sentido, no por nada que hiciéramos en particular al principio, sino por esta enorme brecha que se abrió con Europa y el Este. Se sintió ofendido y amenazado porque había una amenaza para Rusia por la absorción por parte de la OTAN de toda esta zona. Creo que calculó mal la situación a la que se enfrentaba a escala internacional y calculó mal las capacidades de Rusia para sostener una empresa de tal envergadura, —y cuando llegue el momento de alcanzar un acuerdo todos deben tener esto en cuenta, que no volveremos a la relación anterior sino a una posición para Rusia que será diferente debido a esto— y no porque nosotros lo exijamos, sino porque ellos lo produjeron. 

¿Cree que Putin está recibiendo buena información y para qué otros errores de cálculo debemos prepararnos?

 En todas estas crisis uno debe tratar de entender cuál es el límite interior para el contrario; la pregunta es cuánto tiempo continuará esta escalada y cuánto margen hay para una mayor. ¿O ya llegó al límite de su capacidad y tiene que decidir en qué momento la escalada de la guerra va a tensar su sociedad hasta un punto que limitará su aptitud para dirigir la política internacional como gran potencia en el futuro? No puedo evaluar cuándo llegará ese punto. Cuando se alcance, ¿se intensificará al pasar a una categoría de armas que en 70 años de existencia nunca se han utilizado? Si se cruza esa línea, será un acontecimiento significativo. Porque no hemos analizado cuáles serán las próximas líneas divisorias. 

En mi opinión, una cosa que no podemos hacer es aceptarlo sin más. ¿Qué lecciones aprende China de todo esto? Sospecho que cualquier líder chino está reflexionando sobre cómo evitar llegar a la situación en la que se metió Putin y cómo estar en una posición en la que, en cualquier crisis, no tener a una parte importante del mundo en su contra.

Fuente https://www.milenio.com/negocios/financial-times/la-geopolitica-cambiara-al-termino-de-la-invasion-rusa