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Por Gonzalo Fiore Hoy Dia Cordoba, miembro de Dossier Geopolitico

El inefable Henry Kissinger, con sus casi 100 años de edad volvió a agitar el escenario internacional. Lo hizo, esta vez, con declaraciones respecto de la guerra de Ucrania. En un mensaje grabado para el foro de Davos, el ex secretario de Estado y Asesor de Seguridad Nacional de los Estados Unidos durante la Administración de Richard Nixon, primero, y de Gerald Ford, después, afirmó que Kiev debe negociar la paz de manera urgente, y en el proceso tiene que “considerar” la posibilidad de ceder territorio a Moscú.

Por supuesto, las declaraciones de Kissinger, considerado uno de los máximos exponentes de la “realpolitik” en materia de relaciones internacionales, y del realismo como modus permanente, generaron malestar en el gobierno de Zelenski, pero también en gran parte de la plana mayor de la dirigencia europea.

Sus dichos se producen en el medio de un resquebrajamiento del bloque occidental frente a Rusia, en un contexto donde se discute hasta qué punto la Unión Europea es capaz de aguantar.

El presidente ucraniano comparó la propuesta del mítico internacionalista con la política de apaciguamiento respecto de la Alemania nazi en 1938, cuando las potencias europeas cedieron ante Hitler y le permitieron la anexión del área checoslovaca de los Sudetes. Zelenski teme que, a medida que la guerra continue, Occidente pierda fuerza para sostener las sanciones contra Rusia y su país comience a conseguir menos apoyo entre sus hasta ahora aliados.

El académico, diplomático y ex funcionario ya advirtió en numerosas oportunidades el peligro de aislar a Rusia, o de empujarla a una alianza con la República Popular China. No es una excepción en el ámbito del realismo en las relaciones internacionales. Otros intelectuales, como John Mearsheimer o Stephen Walt afirman, hace años, que la invasión rusa a Ucrania iba a suceder si no cambiaba la política exterior estadounidense y de la OTAN en la región. Incluso, en 1997, 40 ex funcionarios, diplomáticos y académicos le advirtieron, en una carta al entonces presidente Bill Clinton, que la incorporación de países de Europa Oriental a la OTAN podría desencadenar un “error político de dimensiones históricas”. Sin ir más lejos, el actual jefe de la CIA, William Burns, se pronuncia desde mediados de los años 90 respecto del perjuicio que podría causar al mundo la expansión del bloque atlantista, sobre todo tras la incorporación en 1999 de Hungría, República Checa y Polonia. Ya desde aquel momento, los movimientos de la OTAN parecían ir en clara contradicción con la promesa que le había hecho George Bush a Mijail Gorbachov sobre qué no se expandirían “ni un centímetro más al Este”.

En este contexto, además, las sanciones de la UE no han mostrado los resultados esperados. Si bien se espera que Rusia sufra una contracción en su PBI superior al 10%, los pronósticos en Occidente tampoco son buenos respecto una crisis energética, alimentaria, y de suba sin freno de precios.

Uno de los principales problemas para Occidente es que la OTAN tampoco se encuentra monolíticamente abroquelada en cuestiones claves, como, por ejemplo, el ingreso de Finlandia y Suecia al bloque. Tampoco lo están a la hora de profundizar las sanciones, especialmente en lo que respecta a la importación de gas y petróleo. A la oposición de países como Hungría o Polonia se suman los reparos de algunos, como Francia. El mismo Emmanuel Macron ya advirtió que la paz en Ucrania no se logrará mediante la “humillación” a Rusia: “Cuando la paz vuelva a suelo europeo, tendremos que construir nuevos equilibrios de seguridad sin caer nunca en la tentación ni en la humillación, ni en el espíritu de venganza”.

Kissinger, entre otros hechos que marcaron a fuego el siglo XX, fue una de las mentes clave detrás de los golpes de Estado que asolaron el Cono Sur durante la década de los 70. Pero también fue el arquitecto de la política de acercamiento de Washington a China en 1973; de distensión con la Unión Soviética en la Guerra Fría; de la finalización de la guerra de Vietnam; y los acuerdos de paz de Camp David entre Israel y Egipto. No se trata, más allá de su edad, de un personaje marginal en la política internacional. Es una voz autorizada.

Kissinger entiende que las tensiones entre el atlantismo, es decir, Estados Unidos, la Union Europea y la OTAN, con el mundo euroasiático -China, Rusia, India, en menor medida Brasil, América Latina y África- dependen en un porcentaje importante de que las tensiones no escalen a mayores en el Este de Europa. Esto podría llevar a nuevos enfrentamientos, con mayor participación de terceros Estados, sumado a focos de conflicto que podrían sucederse en otras regiones del mundo. Kissinger espera que, en este caso, prime el realismo y la cordura por sobre los enfrentamientos permanentes.

Publicado en Hoy Dia Cordoba https://hoydia.com.ar/columnistas/analisis-internacional/kissinger-el-realismo-y-la-paz/

UN MOMENTO HISTÓRICO, PERO TAMBIÉN HISTÉRICO es como define a la actualidad mundial, el director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, en su columna del Club de La Pluma mientras se agota el poder hegemónico de los anglosajones a manos de un nuevo mundo multipolar, y se pregunta si los poderes neoconservadores de EEUU reflexionarán y tendrán la responsabilidad de terminar con tanta conflagración de alta intensidad que puede llevar a la desaparición de la humanidad. Además aborda la guerra en Europa para concluir con que a Ucrania le va muy mal, a pesar de la propaganda política “guerrerista”, que solo ofrece triunfos mediáticos que no reflejan la realidad de las batallas,

También nos habla de los frentes internos en Norteamérica, de las posturas antagónicas de Soros y de  Kissinger. El primero, como promotor y patrocinador de las agresiones a Rusia y que pretende que muera hasta el último ucranio; y el segundo, que le ha dicho a Zelenski que firme una rendición que incluya entregar territorios. Además de que Occidente debe asumir que no puede existir un sistema mundial que pueda ser “vivible” si no incluye a Rusia y que se debe acabar con el criterio de derrotarla.

A continuación analiza las declaraciones del general Mark Alexander Milley -Jefe de Estado Mayor Conjunto, el oficial militar de más alto rango de la nación y el principal asesor militar del presidente, el secretario de Defensa y el Consejo de Seguridad Nacional-, jefe de todas las fuerzas armadas norteamericanas, que reconoce que “EEUU no está preparado para las nuevas guerras del siglo 21”. Todo ello en medio de las dificultades electorales de Biden, de la pérdida de apoyo de su prensa adicta y de que ésta guerra tampoco le sirve como elemento de acumulación de poder ni para contar con un frente interno ordenado y tranquilo.

Además aborda con rigurosos datos contrastados, el declive del G7 marcado por la notable caída del PBI de sus países miembros desde la desaparición de la URSS, y hace una reseña cronológica de los hechos que marcan el inexorable declive de Occidente tanto en la gestión de gobierno como en el campo económico y en el terreno militar, con sus impactantes fracasos, derrotas y huidas desde el principio de siglo.

Por otra parte, nuestro director nos presenta un completo cuestionario que pone en duda si Estados Unidos está preparado para seguir tensando la cuerda con estos conflictos globales. Unas preguntas que tienen evidentes respuestas negativas para un bloque que solo ha intentado con el expediente militar, torcer una historia que viene de declinación en declinación y  de golpe en golpe.

Eduardo Bonugli (Madrid, 29/05/22)

General Mark Alexander Milley -Jefe de Estado Mayor Conjunto, el oficial militar de más alto rango de la nación y el principal asesor militar del presidente, el secretario de Defensa y el Consejo de Seguridad Nacional-
G7

Siempre es importante leer las opiniones de H. Kissinger y por ello la publicamos completa y sin ningún corte o declaración sacada de contexto como se han hechos en los medios locales, las cuales fueron publicadas por el Medio “Milenio” de México Dossier Geopolitico DG

Exposición completa de Henry Kissinger, ex secretario de Estado y asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, platicó con Financial Times durante el Festival FTWeekend, realizado el 7 de mayo en Washington. 

A principios de este año recordamos el 50 aniversario de la visita de Nixon a China. Usted fue el organizador de ese acuerdo, un cambio en la Guerra Fría: separar a China de Rusia. 

¿Tenemos una nueva Guerra Fría con China? 

En el momento en que nos abrimos a China, Rusia era el principal enemigo, pero nuestras relaciones con China eran tan malas como podrían serlo. Nuestro punto de vista al abrirnos a ese país fue que no era prudente, cuando tienes dos enemigos, tratarlos igual. Lo que produjo la apertura fueron tensiones que se desarrollaron de forma autónoma entre Rusia y China. (El ex jefe de Estado de la Unión Soviética Leonid) Brezhnev no podía concebir que China y EU pudieran unirse, pero Mao, a pesar de toda su hostilidad ideológica, estaba dispuesto a conversar. 

En principio, la alianza (sino rusa) estaba contra los intereses creados, ahora ya está establecida, pero no me parece una relación intrínsecamente permanente. 

¿Está en el interés geopolítico de EU fomentar más distancia entre Rusia y China? 

La situación geopolítica mundial sufrirá cambios significativos una vez que termine la invasión a Ucrania. Y no es natural que China y Rusia tengan intereses idénticos en todos los problemas previsibles. No creo que podamos generar posibles desacuerdos, pero creo que las circunstancias sí lo harán. Después de la ofensiva, Rusia tendrá que reevaluar su relación con Europa y su actitud general hacia la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). 

Creo que no es prudente adoptar una posición contraria frente a dos adversarios de forma que los acerque, y una vez que asumamos este principio en nuestras relaciones con Europa, creo que la historia ofrecerá oportunidades en las que podremos aplicar el enfoque diferencial. 

Eso no significa que ninguno se convierta en amigo íntimo de Occidente, solo que en cuestiones específicas dejamos abierta la opción de tener un enfoque diferente. En el periodo que tenemos por delante no debemos agrupar a Rusia y China como un elemento integral. La administración Biden enmarca su gran desafío geopolítico como el de la democracia contra la autocracia. 

¿Hay una insinuación implícita de que es un marco equivocado? 

H.K.: Debemos ser conscientes de las diferencias de ideología y de interpretación que hay. Debemos aplicar esta conciencia en nuestro propio análisis de la importancia de las cuestiones mientras surgen, en lugar de que sea la cuestión principal de la confrontación, a menos que estemos dispuestos a hacer del cambio de régimen el objetivo principal de nuestra política. 

Dada la evolución de la tecnología y la enorme capacidad destructiva de las armas que tenemos (buscar el cambio de régimen) puede imponernos la hostilidad de otros, pero debemos evitar generarla con nuestras propias actitudes.

¿Dónde sitúa el lenguaje nuclear respecto a la amenaza a la que nos enfrentamos? 

H.K.: Ahora nos enfrentamos a tecnologías en las que la rapidez de los intercambios y la sutileza de los inventos pueden producir niveles de catástrofe inimaginables. Las armas se multiplican en ambos lados y su sofisticación aumenta cada año. Pero casi no hay discusión a escala internacional sobre lo que pasará si las armas llegaran a utilizarse. Mi petición, sea cual sea el bando al que pertenezcas, es que comprendas que vivimos en una nueva era, y que nos hemos salido con la nuestra descuidando este aspecto. A medida que la tecnología se extienda, la diplomacia y la guerra necesitarán un contenido diferente y eso será un reto. 

¿Dónde cree que está el límite que no quiere superar Putin en usar armas nucleares? 

Me he reunido con Putin, como estudioso de asuntos internacionales, cerca de una vez al año por 15 años para tratar asuntos académicos. Creo que sus convicciones básicas eran una especie de fe mística en la historia rusa y que se sentía ofendido, en ese sentido, no por nada que hiciéramos en particular al principio, sino por esta enorme brecha que se abrió con Europa y el Este. Se sintió ofendido y amenazado porque había una amenaza para Rusia por la absorción por parte de la OTAN de toda esta zona. Creo que calculó mal la situación a la que se enfrentaba a escala internacional y calculó mal las capacidades de Rusia para sostener una empresa de tal envergadura, —y cuando llegue el momento de alcanzar un acuerdo todos deben tener esto en cuenta, que no volveremos a la relación anterior sino a una posición para Rusia que será diferente debido a esto— y no porque nosotros lo exijamos, sino porque ellos lo produjeron. 

¿Cree que Putin está recibiendo buena información y para qué otros errores de cálculo debemos prepararnos?

 En todas estas crisis uno debe tratar de entender cuál es el límite interior para el contrario; la pregunta es cuánto tiempo continuará esta escalada y cuánto margen hay para una mayor. ¿O ya llegó al límite de su capacidad y tiene que decidir en qué momento la escalada de la guerra va a tensar su sociedad hasta un punto que limitará su aptitud para dirigir la política internacional como gran potencia en el futuro? No puedo evaluar cuándo llegará ese punto. Cuando se alcance, ¿se intensificará al pasar a una categoría de armas que en 70 años de existencia nunca se han utilizado? Si se cruza esa línea, será un acontecimiento significativo. Porque no hemos analizado cuáles serán las próximas líneas divisorias. 

En mi opinión, una cosa que no podemos hacer es aceptarlo sin más. ¿Qué lecciones aprende China de todo esto? Sospecho que cualquier líder chino está reflexionando sobre cómo evitar llegar a la situación en la que se metió Putin y cómo estar en una posición en la que, en cualquier crisis, no tener a una parte importante del mundo en su contra.

Fuente https://www.milenio.com/negocios/financial-times/la-geopolitica-cambiara-al-termino-de-la-invasion-rusa