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Ucrania forma parte y es prolegómeno de la guerra fría actual contra China en Asia Oriental

Por Rafael Poch 9/11/2022 para CTXT

Desde hace algún tiempo y con una periodicidad aproximada de una vez por mes, fuerzas aeronavales de Estados Unidos entran, demostrativa y provocativamente, en el estrecho de Taiwán, mientras que las fuerzas chinas responden con diversos movimientos militares que van desde incursiones aéreas hasta lanzamiento de misiles. La conclusión es clara: no solo estamos en una “guerra fría” en Asia Oriental, sino que el peligro de un conflicto militar abierto es muy serio. Si bien nadie lo desea, muchos “expertos” (frecuentemente vinculados al complejo militar-industrial) lo consideran “inevitable”, y todos se acercan físicamente a dicho conflicto por el mero hecho de poner a sus fuerzas armadas permanentemente en contacto. 

Como el último documento oficial de la doctrina militar de Estados Unidos, recién publicado, relaciona directamente en un mismo paquete lo que ocurre entre Ucrania y Rusia con el pulso con China, y estima que esta es la dimensión principal de todo ello, es obligado preguntarse cómo hemos llegado a esto. ¿Qué ha pasado?  

Para responder hay que observar el marco general de varias décadas de “éxito chino”.

El éxito

La integración de China en la globalización, entendida en este caso como el seudónimo del dominio mundial de Estados Unidos, contenía implícitamente como consecuencia la conversión de China en vasallo de Occidente. 

El propósito era presionar a China para que aplicara las reformas estructurales definidas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, abriera totalmente sus mercados a las empresas occidentales y que la integración de las élites chinas en su globalización acabara dando lugar a una forma de gobierno subalterno más aceptable para Occidente que la del Partido Comunista Chino.

Para comprar un solo avión Boeing a Estados Unidos, China debía producir cien millones de pares de pantalones. 

Desde la normalización de relaciones chino-soviéticas en mayo de 1989, China disfrutó de treinta años de tranquilidad exterior

No estaba previsto que jugando en el terreno diseñado por otros, China torciera aquel propósito. El “milagro chino” fue usar una receta occidental diseñada para su sometimiento para fortalecerse de forma autónoma e independiente. Lo hizo poniendo condiciones y restricciones a la entrada del capital extranjero en China y, sobre todo, manteniendo un control bien firme de las riendas del proceso. Lo consiguió porque, gracias al bajo precio y alta eficacia de la mano de obra en China, los capitalistas y empresarios extranjeros hicieron enormes beneficios en la “fábrica del mundo” y eso apaciguó y moderó a sus gobiernos.

China aprovechó esa integración en la globalización para desarrollarse, aprender y adquirir tecnología. 

Los resultados están a la vista y son extraordinarios en todos los órdenes; en términos de incremento en la esperanza media de vida, eliminación de pobreza, PIB (recordemos que en 1980 el peso de China en el PIB global era de 2,3% y hoy es de 18,5%), instrucción, ciencia y tecnología, fortaleza militar, grandes empresas, sin olvidar, naturalmente, el gran progreso en dañinas emisiones ambientales. Todo eso entrará en los manuales de historia y economía del futuro.

Ante este resultado, un conocido comentarista americano (Fareed Zakaria, de la CNN) expresó así su desconcierto:

“La estrategia produjo complicaciones y complejidades que desembocaron en una China más poderosa que no respondía a las expectativas occidentales”, es decir, a la expectativa de que, en el proceso, China se convertiría en subalterna.

Todo esto ocurrió en los 30 años anteriores, pero la crónica de los últimos años añadió aún más ansiedad a la situación. La crisis financiera global de 2008, genuino detritus de la economía de casino con centro en Estados Unidos, ofreció la primera gran evidencia de debilidad occidental y de los peligros que contiene la no regularización del sector financiero, así como el hecho general de que el capital mande sobre los gobiernos y no al revés. China gobernó la crisis mucho mejor, como había pasado ocho años antes con el estallido de la burbuja puntocom.

Autoeliminada la URSS como gran adversario, la mirada de los estrategas de EE.UU. se empezó a dirigir a China, pero el 11-S colocó en el centro al terrorismo yihadista

Antes, las desastrosas consecuencias de las guerras que se han encadenado desde los atentados del 11-S de 2001, con más de tres millones de muertos, unos cuarenta millones de desplazados y varias sociedades y Estados destruidos, hicieron patente una gigantesca irresponsabilidad por parte de la primera potencia mundial. La retirada de Estados Unidos del acuerdo sobre cambio climático y la mala gestión de la crisis de la pandemia en Occidente (en comparación, no solo con China, sino con el conjunto de Asia oriental) incrementaron esa evidencia de desbarajuste. Así que, ante este panorama, la respuesta de Estados Unidos ha sido la presión militar y las sanciones.

La respuesta

Desde la normalización de relaciones chino-soviéticas en mayo de 1989, China disfrutó de treinta años de tranquilidad exterior que le permitieron concentrarse en su desarrollo. 

Autoeliminada la URSS como gran adversario, en los noventa, la mirada de los estrategas de Washington se empezó a dirigir a China, pero el 11-S neoyorkino colocó en el centro al terrorismo yihadista (otro resultado de la mala política anterior que se volvía contra sus autores) y ofreció a China una prórroga de diez años: diez años más de relativa tranquilidad.

En 2012, Obama anuncia el Pivot to Asia: trasladar al Pacífico el grueso de la fuerza militar aeronaval de Estados Unidos, para estrechar el cerco militar alrededor de China. 

Los chinos reaccionaron poniéndose el cinturón de seguridad: fortaleciendo la autoridad del partido en todos los órdenes y el liderazgo personal en su dirección colectiva. 

Pero sobre todo, en 2013 China anunció la Nueva Ruta de la Seda (Belt & Road Initiative), una ambiciosa estrategia global para salir del cerco y exportar sobrecapacidad. Es decir una estrategia a la vez geopolítica y económica. 

Con Trump el cambio de clima fue brusco, en especial cuando el secretario de Estado, Michael Pompeo, apeló al cambio de régimen en China

La Nueva Ruta de la Seda es un esfuerzo de varias décadas de duración con una financiación astronómica (de 4 a 8 billones de dólares), encaminado a establecer una red geoeconómica internacional de apoyo que integre económica y comercialmente al 70% de la humanidad a través de Eurasia. Sin necesidad de recordar las tesis de Halford Mackinder que ahora se desempolvan, eso erosiona, necesariamente, el poder mundial de Estados Unidos en el hemisferio. También complica sobremanera cualquier propósito de cerco a una potencia que, sin ser “amiga”, ni “aliada”, ni “líder de bloque”, es socia positiva de casi todas las naciones.

El objetivo implícito de la Nueva Ruta de la Seda, en palabras de Henry Kissinger, es nada menos que “trasladar el centro de gravedad del mundo desde el Atlántico al Pacífico”. A su lado el histórico Plan Marshall queda como algo pequeño…

Guerra fría

Con Donald Trump el cambio de clima fue brusco, en especial cuando en su discurso de julio de 2020 el secretario de Estado, Michael Pompeo, apeló abiertamente al cambio de régimen en China, señalando directamente al Partido Comunista Chino como el “principal enemigo de Estados Unidos”. 

Pese a la inusitada división del establishment americano, la política de sanciones comerciales y presión militar contra China tiene un amplio consenso en las dos facciones del régimen de Estados Unidos.

Esto ya es una guerra fría abierta, con fuertes campañas de propaganda y demonización del adversario. Con Biden asistimos a una escalada de la tensión con Taiwán, principal productor mundial de semiconductores, en el centro del escenario.

Desde 1978 el reconocimiento del principio de “una sola China”, es decir, que Taiwán forma parte de ella, así como la Taiwán Relations Act (TRA) de 1979, fueron el fundamento de la relación bilateral en ese ámbito.

La política de sanciones comerciales y presión militar contra China tiene un amplio consenso en las dos facciones del régimen de EE.UU.

El contenido de la TRA era ambiguo: aunque la isla pertenecía a China, se contemplaba el suministro de “armas defensivas” a Taiwán y se decía que cualquier intento de que Pekín resolviese por la fuerza la secesión sería motivo de “grave preocupación”. Es decir: no se decía “ayudaremos militarmente a Taiwán si hay conflicto”. 

Ahora sí se dice. Lo ha dicho Biden cuatro o cinco veces. Además, toda la acción de EE.UU dibuja un provocador replanteamiento que John Ross expone así en Tricontinental (publicado en castellano por El Salto): 

a) Por primera vez desde el comienzo de las relaciones diplomáticas entre China y Estados Unidos, Biden invitó a un representante de Taipéi a la toma de posesión del presidente de EE.UU.

b) La presidenta del Congreso, Nancy Pelosi –la tercera funcionaria estadounidense de mayor rango en el orden de sucesión presidencial– visitó Taipéi el 2 de agosto de 2022.

c) Estados Unidos ha pedido la participación de Taipéi en Naciones Unidas.

d) Estados Unidos ha intensificado la venta de armas y equipo militar a la isla.

e) Han aumentado las delegaciones estadounidenses que visitan Taipéi.

f) Las Fuerzas Especiales de EE.UU. han entrenado tropas terrestres y de la marina de Taiwán.

g) Estados Unidos ha incrementado su despliegue militar en el mar de China Meridional y ha enviado regularmente buques de guerra a través del estrecho de Taiwán. 

Al igual que en Ucrania con su integración de facto en la OTAN y su conversión en un ariete militar contra Rusia desde 2014, este fin de la ambigüedad con Taiwán supone que Washington cruza una línea roja histórica de China. Y como en Ucrania, en el entorno geográfico más inmediato del adversario. Además, Estados Unidos está presionando a otros países del entorno chino: Australia, India, Japón, Corea del Sur, (también Inglaterra y la propia UE) a sumarse a las sanciones y coaliciones militares, de la misma forma en que ha hecho en Europa con Ucrania. 

Igual que en Ucrania, en la crisis de Taiwán no hay interés en negociaciones para resolver las tensiones con un paso atrás, ni para prevenir choques militares accidentales, ni para reducir riesgos en general.

La estrategia de seguridad americana afirma que la guerra de Ucrania, y la debilidad de Rusia que aprecia en ella, confirman que China representa “la principal amenaza, como único competidor dotado del suficiente poder económico, militar y político necesario para replantear el orden internacional”. Para ello llama a revitalizar la red de alianzas que reste capacidad de maniobra a China. Eso es lo que se está haciendo.

Se ha logrado convertir a la UE en vasallo, e integrarla en esa guerra fría contra su principal socio comercial (China), lo que perjudica gravemente a su propia economía

La guerra de Ucrania que, desde luego, China no quería, está dirigida a impedir militarmente la integración euroasiática, que es un eje fundamental de la gran estrategia china de la Nueva Ruta de la Seda. El atentado contra los gasoductos del Báltico son la mejor ilustración de esa acción por romper nexos vitales y debe ser leído en ese contexto. Desde ese punto de vista, Ucrania forma parte y es prolegómeno de la guerra fría actual contra China en Asia Oriental. 

De momento, y aunque ese vector pueda presentar problemas en el futuro, se ha logrado convertir a la Unión Europea en vasallo, e integrarla en esa guerra fría contra su principal socio comercial (China), lo que perjudica gravemente a su propia economía.

La conciencia de todo ello explica la posición de China en esta guerra, su postura de que “la seguridad europea debe ser decidida por los europeos” (Xi Jinping a Olaf Scholz en mayo), y su oposición a las sanciones contra Rusia, meridianamente expuesta en abril por la comentarista de la televisión china, Liu Xin: “Nos dicen, ayúdame a luchar contra tu socio ruso para que luego pueda concentrarme mejor contra ti”. 

“La era de la posguerra fría ha concluido definitivamente y está en marcha una competición entre las principales potencias para dar forma a lo que vendrá a continuación”, escribe el presidente Biden en la introducción al documento Estrategia de seguridad nacional de 2022, recién publicado. “China es el único competidor con intención de redefinir el orden internacional que dispone de las capacidades para hacerlo”, dice. 

La elocuente Ursula von der Leyen, la “presidenta americana de Europa”, según la revista estadounidense Politico, reconoce la unidad de todo el paquete y la beligerancia europea en él cuando afirma que “la guerra de Ucrania no es solo una guerra europea, es una guerra por el futuro del mundo por lo que el ámbito de Europa solo puede ser el mundo entero”. 

Rafael Poch
Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona) fue corresponsal de La Vanguardia en Moscú, Pekín y Berlín. Autor de varios libros; sobre el fin de la URSS, sobre la Rusia de Putin, sobre China, y un ensayo colectivo sobre la Alemania de la eurocrisis.

Fuente: https://ctxt.es/es/20221101/Firmas/41256/Rafael-Poch-China-Estados-Unidos-Ucrania-Rusia-Asia-potencias.htm#md=modulo-portada-bloque:4col-t2;mm=mobile-big

Un triunfalismo forzado y hueco, como un ronco grito de resignación, se hace notar en los titulares de los medios europeos, ( y de la mayoría de las agencias de noticias Occidentales) en la mañana pos electoral de EEUU, mientras se prodigan en lanzar el epitafio político a Donald Trump y el fin de su buena estrella con las urnas. 

Los guarismos conocidos, que confirman una clara derrota de los demócratas en la cámara baja y de una lucha titánica, voto a voto, en el Senado, sirven al poderoso y radicalizado eje mediático neoliberal progre europeo, para festejar el supuesto pinchazo de la supuesta ola roja. Una ola que ellos mismos negaban hasta ayer.

Los titulares se centran hoy en glorificar «la resistencia de la libertad», en el «frenazo a la extrema derecha» y -abusando de la hipérbole- de una «derrota al fascismo.» Pero quizás lo más esperpéntico sea la desmesura por proclamar que con esta derrota demócrata, más apretada de lo que se pensaba, SE HA SALVADO LA DEMOCRACIA Y LA LIBERTAD EN «AMÉRICA» Y EN EL MUNDO. 

Una contradicción mayúscula, ya que no se puede salvar lo que no existe. Es decir, el falsario sistema político norteamericano se distingue por su lacerante falta de representatividad, por la exclusividad de acceso a los cargos solo para millonarios y -sobre todo- porque es un hermético sistema plutocrático que garantiza que la política internacional expansiva y belicista del imperio nunca cambie, sean cuáles sean los resultados electorales. Llamar a eso Democracia es un prodigio de imaginación. La porfiada realidad dice sin contemplaciones que la mayoría absoluta en EEUU es para el voto ausente y silencioso.

Entretanto, por aquí, por Europa, nadie se priva de subirse al fantasmal carro ganador, que es apenas un sueño húmedo de una noche de resaca, donde los conservadores anhelan volver a las viejas épocas cuándo se sentían dueños de la economía mundial, dónde los neoliberales esperan que este «triunfo/derrota» venga de la mano de un milagro que arregle el caótico debacle financiero de su sistema. 

Y hasta el progresismo, esa esperpéntica «izquierda de la derecha», también canta victoria porque elucubra que esos votos de la resistencia son gracias a la defensa del aborto, principio y base de la ideología LGTB+ que acapara toda su batería revolucionaria. Mientras sostiene que «los valores sobre el género» significan para los norteamericanos, su primera y casi única prioridad, muy por encima de la inflación, la crisis energética, la enajenación financiera, la guerra y sus gastos y la brecha social, cultural y humana de su sociedad. El que no se conforma es porque no quiere.

Y cómo guinda del pastel, la gran conclusión de todas es la sentencia de cualquier editorial. Aquello que no podía faltar, o sea que LA DERROTA ES DE PUTIN 

Cartón lleno!!!

En fin… También hay otra realidad, esa que los medios ignoran. A Biden le quedan dos años de mandato con un vía crucis infernal y  EEUU está bajo un temporal que hace temblar hasta su última entraña.

Pero ese es otro cuento, no apto para avestruces que esconden su cabeza en un agujero de festejos y fantasías, cuando en verdad es un oráculo que avisa que vienen tiempos dramáticos y de mucho sufrimiento.

Eduardo Bonugli Dossier Geopolitico

Madrid, 9/11/22 Especial desde Madrid

En el mientras tanto…la dura realidad que es la única verdad: nos dice y se OCULTA; “Biden perdió en estas elecciones un 11% de los votos del 2020 y Trump por el contrario, hace 2 años quedó 4,5% por debajo y en éstas elecciones va 6,5% por arriba.

Ya anuncian una grieta y profunda crisis política en el interior de el ex hegemón que puede derivar en una Guerra Civil (situación que dependerá a partir de ahora de las FFAA)

Pepe Escobar  The Saker  3 de Noviembre

Después de que el ataque militar occidental a Sebastopol detuviera brevemente los transportes de grano rusos, Moscú está de vuelta en el negocio con una mano más fuerte y términos más favorables.

Entonces, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, levanta el teléfono y llama a su homólogo ruso, Vladimir Putin: hablemos del “acuerdo de granos”. Putin, sereno, tranquilo y sereno, explica los hechos al sultán:

Primero, la razón por la cual Rusia se retiró del acuerdo de exportación de granos.

En segundo lugar, cómo Moscú busca una investigación seria sobre el ataque -terrorista- a la flota del Mar Negro, que a todos los efectos prácticos parece haber violado el acuerdo.

Y tercero, cómo Kiev debe garantizar que mantendrá el acuerdo, mediado por Turquía y la ONU.

Solo entonces Rusia consideraría volver a la mesa.

Y luego, hoy, 2 de noviembre, el golpe de efecto: el Ministerio de Defensa (MoD) de Rusia anuncia que el país ha vuelto al acuerdo de cereales del Mar Negro, después de recibir las garantías escritas necesarias de Kiev.

El Ministerio de Defensa, de manera bastante diplomática, elogió los «esfuerzos» tanto de Turquía como de la ONU: Kiev se compromete a no utilizar el «Corredor Marítimo Humanitario» para operaciones de combate, y solo de acuerdo con las disposiciones de la Iniciativa del Mar Negro.

Moscú dijo que las garantías son suficientes “por el momento”. Lo que implica que siempre puede cambiar.

Todos se elevan a la persuasión del sultán.

Erdogan debe haber sido extremadamente persuasivo con Kiev. Antes de la llamada telefónica a Putin, el Ministerio de Defensa ruso (MoD) ya había explicado que el ataque a la Flota del Mar Negro fue realizado por 9 drones aéreos y 7 drones navales, más un dron de observación estadounidense RQ-4B Global Hawk que acechaba en el cielo sobre aguas neutras.

El ataque ocurrió al amparo de barcos civiles y tuvo como objetivo barcos rusos que escoltaban el corredor de granos en el perímetro de su responsabilidad, así como la infraestructura de la base rusa en Sebastopol.

El Ministerio de Defensa designó explícitamente a los expertos británicos desplegados en la base de Ochakov en la región de Nikolaev como los diseñadores de esta operación militar.

En el Consejo de Seguridad de la ONU, el representante permanente Vassily Nebenzya se declaró “sorprendido” de que los líderes de la ONU “no solo no condenaran, sino que incluso no expresaran su preocupación por los ataques terroristas”.

Después de afirmar que la operación de Kiev organizada por los británicos en la Flota del Mar Negro “puso fin a la dimensión humanitaria de los acuerdos de Estambul”, Nebenzya también aclaró:

    “Entendemos que la Iniciativa de Granos del Mar Negro, que Rusia, Turquía y Ucrania acordaron bajo la supervisión de la ONU el 22 de julio, no debe implementarse sin Rusia, por lo que no consideramos las decisiones que se tomaron sin nuestra participación como Unión.»

Esto significa, en la práctica, que Moscú “no puede permitir el paso sin trabas de los buques sin nuestra inspección”. La pregunta crucial es cómo y dónde se llevarán a cabo estas inspecciones, ya que Rusia advirtió a la ONU que definitivamente inspeccionará los buques de carga seca en el Mar Negro.

La ONU, por su parte, trató en el mejor de los casos de poner cara de valiente, creyendo que la suspensión de Rusia es “temporal” y esperando dar la bienvenida a “su equipo altamente profesional” al Centro de Coordinación Conjunta.

Según el jefe humanitario Martin Griffiths, la ONU también proclama estar “lista para abordar las preocupaciones”. Y eso tiene que ser pronto, porque el acuerdo llega a su punto de extensión de 120 días el 19 de noviembre.

Bueno, «abordar las preocupaciones» no es exactamente el caso. El Representante Permanente Adjunto de Rusia, Dmitry Polyansky, dijo que en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, las naciones occidentales simplemente no podían negar su participación en el ataque de Sebastopol; en cambio, simplemente culparon a Rusia.

Todo el camino a Odessa

Antes de la llamada telefónica con Erdogan, Putin ya había señalado que “el 34 por ciento del grano exportado en virtud del acuerdo va a Turquía, el 35 por ciento a los países de la UE y solo el 3-4 por ciento a los países más pobres. ¿Es esto por lo que hicimos todo?

Eso es correcto. Por ejemplo, 1,8 millones de toneladas de cereales fueron a España; 1,3 millones de toneladas a Turquía; y 0,86 millones de toneladas a Italia. Por el contrario, solo 0,067 toneladas se destinaron a Yemen «hambriento» y 0,04 toneladas a Afganistán «hambriento».

Putin dejó muy claro que Moscú no se retiraba del acuerdo de granos, sino que sólo suspendía su participación.

Y como otro gesto de buena voluntad, Moscú anunció que enviaría 500.000 toneladas de grano de forma gratuita a las naciones más pobres, en un esfuerzo por reemplazar la cantidad total que Ucrania debería haber podido exportar.

Durante todo este tiempo, Erdogan maniobró hábilmente para transmitir la impresión de que estaba ocupando un terreno más alto: incluso si Rusia se comporta de manera «indecisa», como lo definió, seguiremos adelante con el acuerdo de granos.

Entonces, parece que Moscú estaba siendo puesto a prueba por la ONU y por Ankara, que resulta ser el principal beneficiario del acuerdo de granos y claramente se está beneficiando de este corredor económico. Los barcos continúan saliendo desde Odessa hacia puertos turcos, principalmente Estambul, sin el consentimiento de Moscú. Se esperaba que fueran «filtrados» por Rusia cuando regresaran a Odessa.

El medio de presión rusa inmediato se desató en poco tiempo: evitar que Odessa se convirtiera en un nodo de infraestructura terrorista. Esto significa visitas constantes de misiles de crucero.

Bueno, los rusos ya han “visitado” la base de Ochakov ocupada por Kiev y los expertos británicos. Ochakov, entre Nikolaev y Odessa, se construyó en 2017, con aportes estadounidenses clave.

Las unidades británicas que participaron en el sabotaje de Nord Streams -según Moscú- son las mismas que planificaron la operación Sebastopol. Ochakov es constantemente espiado y, a veces, expulsado de las posiciones que los rusos despejaron el mes pasado a solo 8 km al sur, en el extremo de la península de Kinburn. Y, sin embargo, la base no ha sido totalmente destruida.

Para reforzar el “mensaje”, la verdadera respuesta al ataque a Sebastopol ha sido las implacables “visitas” de esta semana a la infraestructura eléctrica de Ucrania; si se mantiene, prácticamente toda Ucrania pronto se sumergirá en la oscuridad.

Cerrando el Mar Negro

El ataque a Sebastopol puede haber sido el catalizador que condujo a un movimiento ruso para cerrar el Mar Negro, con Odessa convertida en una prioridad absoluta para el ejército ruso. Hay serios rumores en toda Rusia sobre por qué Russophone Odessa no había sido objeto de un ataque preciso antes.

La infraestructura superior para las Fuerzas Especiales de Ucrania y los asesores británicos se encuentra en Odessa y Nikolaev. Ahora no hay duda de que estos serán destruidos.

Incluso con el acuerdo de granos en teoría de nuevo en marcha, es inútil esperar que Kiev cumpla con cualquier acuerdo. Después de todo, todas las decisiones importantes las toman Washington o los británicos en la OTAN. Al igual que bombardear el Puente de Crimea y luego los Nord Streams, el ataque a la Flota del Mar Negro fue diseñado como una seria provocación.

Sin embargo, los brillantes diseñadores parecen tener un coeficiente intelectual más bajo que las temperaturas del refrigerador: cada respuesta rusa siempre hunde a Ucrania más profundamente en un agujero ineludible, y ahora literalmente negro.

El acuerdo de granos parecía ser una especie de ganar-ganar. Kiev no volvería a contaminar los puertos del Mar Negro después de que fueran desminados. Turquía se convirtió en un centro de transporte de granos para las naciones más pobres (en realidad no fue eso lo que sucedió: el principal beneficiario fue la UE). Y se suavizaron las sanciones a Rusia sobre la exportación de productos agrícolas y fertilizantes.

Esto fue, en principio, un impulso para las exportaciones rusas. Al final no funcionó porque muchos jugadores estaban preocupados por posibles sanciones secundarias.

Es importante recordar que el acuerdo de granos del Mar Negro es en realidad dos acuerdos: Kiev firmó un acuerdo con Turquía y la ONU, y Rusia firmó un acuerdo por separado con Turquía.

El corredor para los transportadores de granos tiene solo 2 km de ancho. Los dragaminas se mueven en paralelo a lo largo del corredor. Los barcos son inspeccionados por Ankara. Así que el acuerdo Kiev-Ankara-ONU sigue vigente. No tiene nada que ver con Rusia, que en este caso no escolta ni inspecciona los cargamentos.

Lo que cambia con Rusia “suspendiendo” su propio acuerdo con Ankara y la ONU es que, a partir de ahora, Moscú puede proceder de la forma que considere adecuada para neutralizar las amenazas terroristas e incluso invadir y apoderarse de los puertos ucranianos: eso no representará una violación de la tratar con Ankara y la ONU.

Entonces, en este sentido, es un cambio de juego.

Parece que Erdogan entendió completamente lo que estaba en juego y le dijo a Kiev en términos inequívocos que se comportara. Sin embargo, no hay garantía de que las potencias occidentales no presenten otra provocación en el Mar Negro. Lo que significa que tarde o temprano, tal vez para la primavera de 2023, el General Armageddon tendrá que presentar los productos. Eso se traduce como avanzar hasta Odessa

NETANYAHU RETORNA, PERO EL PANORAMA POLÍTICO Y MILITAR DE ISRAEL HA CAMBIADO

Bibi está de regreso, liderando el gobierno más derechista de Israel, pero también enfrentando una resistencia palestina sin precedentes y una agitación mundial.

Abdel Bari Atwan 6 de noviembre  The Cradle

Mientras que la Cumbre Árabe en Argelia afirmó su adhesión a la llamada ‘Iniciativa de Paz Árabe’ como solución final a la cuestión palestina, la respuesta de Israel llegó rápida y resueltamente con el regreso al poder de Benjamin Netanyahu y el bloque religioso antiárabe Likud. En las elecciones legislativas del 1 de noviembre, los israelíes votaron en gran número por los partidos religiosos, racistas y antiárabes, que adoptan abiertamente una política de asesinato y expulsión de palestinos de toda la Palestina ocupada y promueven una identidad exclusivamente judía-sionista del país. . El partido “Poder Judío”, que obtuvo 15 escaños y está dirigido por las dos figuras más racistas en la breve historia del estado judío, Bezael H. Cherish y su adjunto Itamar Ben Gvir, será la columna vertebral del gobierno de coalición de Netanyahu. El líder de este partido, que será el socio más destacado de los monarcas árabes que firmaron los acuerdos de paz con Israel, ha llamado a matar árabes, expulsarlos y envolver los cuerpos de los mártires en piel de cerdo “en honor” a ellos.

Normalización la nueva norma

No obstante, es probable que se extiendan alfombras rojas para Ben Gvir y Netanyahu en las capitales árabes, donde disfrutarán de la hospitalidad árabe y beberán de sus copas doradas. De hecho, no hay diferencia entre la coalición israelí ganadora y la derrotada (Lapid-Gantz). Ambos convergen en su mutua hostilidad y odio hacia árabes y musulmanes. El general Benny Gantz, el ministro de Defensa israelí en el gobierno anterior, solía jactarse de que él era el israelí que mató a la mayor cantidad de árabes, y esto es cierto, ya que su gobierno ha matado a 166 palestinos desde principios de este año. Sin embargo, hay un resquicio de esperanza: este gobierno racista acelerará la desaparición de Israel y conducirá a su inevitable fin, no a manos de los maltrechos ejércitos árabes, sino a manos de la resistencia palestina y sus aliados regionales, sus misiles y drones. Hay tres pasos que el gobierno de Netanyahu y su coalición extremista pueden tomar al asumir el poder: Primero, un regreso a revivir el «Acuerdo del Siglo» de la era Trump, la anexión de Cisjordania y la deportación de la mayoría de sus residentes palestinos a Jordania como una «patria alternativa». En segundo lugar, la escalada de incursiones en la mezquita de Al-Aqsa, la consolidación del control judío sobre Jerusalén Este y la destrucción de su identidad árabe e islámica. El primer paso puede ser dividirlo sobre el modelo de la Mezquita Ibrahimi en Hebrón, luego demolerlo y erigir el supuesto “templo” sobre sus ruinas. En tercer lugar, la cancelación o congelación del acuerdo de demarcación de la frontera marítima con el Líbano, similar a lo que sucedió con los Acuerdos de Oslo con los palestinos. Netanyahu anunció su intención de hacerlo abiertamente en su campaña electoral. Esta opción parece especialmente probable dado que la extracción de gas y petróleo del campo Karish ya ha comenzado, mientras que el campo Qana, que fue reconocido “parcialmente” como libanés, permanece intacto, sin estudios ni exploración realizados hasta este momento. Es probable que los yacimientos de gas libaneses permanezcan inactivos en el futuro previsible. Los mismos mediadores estadounidenses no garantizaron la implementación de ni siquiera el 1 por ciento de los Acuerdos de Oslo, y lo más probable es que no garanticen los derechos del pueblo libanés.

Resistencia armada palestina renovada

Pero Netanyahu está listo para asumir el control de una situación muy diferente, tanto a nivel nacional como internacional. Para empezar, Israel se enfrenta a un conflicto interno cada vez mayor y, lo que es más importante, a una intifada revivida en forma de resistencia armada en Cisjordania. No podemos hablar de la resistencia de Cisjordania sin discutir el fenómeno de la Guarida de los Leones, cuya influencia política y militar se está expandiendo, mientras crece la aceptación del movimiento por parte del público palestino. No pasa un día sin presenciar una operación de comando en varias partes de Cisjordania; en Nablus, Jenin y Hebrón, más tarde en Ramallah, y luego en los territorios palestinos ocupados anteriores a 1948. Netanyahu puede lograr incluir uno o dos gobiernos árabes más en los Acuerdos de Abraham, que se firmaron bajo su último mandato. Sin embargo, tales acrobacias políticas no tendrán ningún valor a la luz del “despertar” del pueblo palestino y su regreso a la resistencia armada. El regreso de Netanyahu no olvidará la batalla de mayo de 2021 de la “Espada de Jerusalén” que lo humilló, y sus misiles que aislaron al estado ocupante durante más de 11 días, obligando a millones de colonizadores israelíes a refugiarse en refugios y búnkeres. Estos misiles todavía están presentes y listos, junto con cientos de drones armados. Quizás también valga la pena recordarle al Primer Ministro israelí entrante cómo terminó una reunión electoral en la ciudad de Ashdod (ciudad natal de mis antepasados) y huyó despavorido de los 400 misiles lanzados por el movimiento Yihad Islámica Palestina (PIJ) en represalia por el asesinato de su líder, Baha Abu al-Atta.

¿Otro día más en la oficina?

El “Israel” al que regresa Netanyahu no es el mismo Israel que dejó, y el mundo que conoció cuando estuvo en el poder por última vez, no es el mismo mundo de hoy. Su partidario estadounidense está sumido en una guerra indirecta de desgaste sin precedentes con Rusia en Ucrania, donde su correligionario, Volodymyr Zelensky, ha perdido hasta ahora alrededor de una quinta parte del territorio de su país y lo ha sumido en la oscuridad y la desesperación.Si bien se considera que Netanyahu es cercano al presidente ruso Vladimir Putin, esa amistad se había profundizado antes de la guerra de Ucrania. La situación ahora ha cambiado drásticamente y se verá obligado a elegir entre Washington y Moscú en una era de multipolaridad.En cuanto a la Guarida de los Leones, han cambiado efectivamente todas las ecuaciones y reglas de enfrentamiento en la Palestina ocupada, y tal vez también en el mundo árabe, y dentro de este contexto realmente «darán la bienvenida» al regreso al poder de la línea dura de Netanyahu.

Alemania ha venido gozando de una relativa autonomía económica, aun sin tener autonomía estratégica y una geopolítica propia. Esto ha sido así hasta el último periodo de gobierno de Merkel. Alemania había logrado contener al «atlantismo» en beneficio de sus intereses.

Recuerden que el Tratado de Asociación Trasatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP) entre EEUU y la UE ( que era un tratado de libre comercio) promovido por Obama, fue desechado finalmente por iniciativa de Alemania y aprovechando la llegada de Trump a la presidencia. Alemania continuaba siendo la cabeza y el motor económico de Europa. Y esto fue de este modo hasta el 2022 cuando EEUU, en su pelea por conservar su hegemonía global, decide desacoplar la economía alemana de Rusia ( guerra de Ucrania mediante) y también trata de desacoplarla de China para convertir de esta forma a Alemania, en un subalterno y un apéndice de la economía estadounidense. Si esto ocurre Alemania pierde su condición de gran potencia económica sufriendo un peligroso proceso de desindustrialización.  Por eso el viaje relámpago del canciller Scholz a China, el principal socio comercial de Alemania, para solicitar ayuda para salvar esa relación vital con el gigante asiático. Pero el viaje de Scholz pone al descubierto una grieta en la coalición gobernante en Alemania, entre el Partido Verde y el Liberal Democrático, que son «atlantistas» y seguidores de EEUU (yo diría «activos de Washington) por un lado y el partido Socialdemócrata por otro, «grieta» que aparentemente atraviesa hoy a las elites políticas, empresariales e intelectuales de Alemania entre los que adhieren al «atlantismo» y se subordinan a la hegemonía global de EEUU y los que pretenden otro destino para Alemania. EEUU desacoplando a Alemania de Rusia y China, y subordinándola a su economía, previene que con su potencial económico Alemania arrastre a otros países europeos y puedan llegar convertir a Europa en un polo de poder dentro del mundo multipolar que emerge. Alemania es un tema para seguir Dr. A. Mitre para Dossier Geopolitico DG

EL VIAJE DE SCHOLZ A CHINA LEVANTA LOS PELOS DE PUNTA

M.K.Bhadrakumar  5 de noviembre

La diplomacia alemana presentó una vista fascinante de «contrapunto» con la ministra de Relaciones Exteriores Annalena Baerbock recibiendo a sus socios del G7 en Münster el 3 y 4 de noviembre, incluso cuando el canciller Olaf Sholz planeaba desde ScholBerlín una visita de un día a Beijing. 

La sesión de fotos mostró al secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, flanqueando a Baerbock en la mesa principal con la subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, mejor conocida como la maestra de ceremonias en el golpe de estado de “Maidán” de 2014 en Kiev en 2014, mirando desde atrás. 

Alemania se está poniendo al día con el fotoperiodismo. En serio, la foto no podría haber capturado de manera más significativa para la audiencia mundial la doble personalidad de la diplomacia alemana mientras el actual gobierno de coalición tira en diferentes direcciones. 

Por excelencia, Baerbock ha destacado su descontento con la visita de Scholz a China reuniendo a su alrededor a los homólogos del G7 con ideas afines. Incluso según las normas de la política de coalición, este es un gesto excesivo. Cuando el máximo líder de un país está de visita en el extranjero, una muestra de disonancia socava la diplomacia. 

Del mismo modo, las contrapartes del G7 de Baerbock optaron por no esperar el regreso de Scholz a casa. Aparentemente, tienen una mente cerrada y las noticias de las discusiones de Scholz en Beijing no cambiarán eso. 

A primera hora del lunes, Scholz debería pedir la renuncia de Baerbeck. Mejor aún, esta última debería presentar su renuncia. Pero tampoco va a pasar. 

En el período previo a la visita de Scholz a China, se enfrentó a duras críticas por emprender una misión de este tipo a Beijing con una delegación empresarial de poderosos directores ejecutivos alemanes. Claramente, la Administración Biden admiraba a Baerbock y los influyentes círculos “atlantistas” integrados en la economía política de Alemania para liderar la carga. 

¿Ha mordido Scholz más de lo que podía masticar? La respuesta depende de una contrapregunta: ¿Está Scholz contemplando un legado en la gran tradición de sus predecesores en el Partido Socialdemócrata, Willy Brandt (1969-1974), Helmut Schmidt (1974-1982)? 

Esas dos figuras titánicas tomaron iniciativas pioneras hacia la antigua Unión Soviética y China, respectivamente, durante momentos decisivos de la historia moderna, desafiando las cadenas del atlantismo que frenaron la autonomía estratégica de Alemania y consignaron a ese país como un subalterno en el sistema de alianza liderado por Estados Unidos. 

La diferencia cardinal hoy es que Brandt (quien navegó por la Ostpolitik ignorando las furiosas protestas estadounidenses sobre el primer gasoducto que conecta los campos de gas soviéticos con Alemania) y Schmidt (quien aprovechó el momento para sacar provecho de la normalización entre Estados Unidos y China), y el canciller Gerhard Schroeder (1998-2005), quien amplió y profundizó la expansión de las relaciones comerciales con Rusia y estableció una relación de trabajo sin precedentes con los líderes del Kremlin, para gran irritación de Washington, fueron líderes asertivos.

Dicho de otra manera, todo depende de la voluntad colectiva de Alemania de romper   el techo de cristal de la OTAN, que Lord Ismay, el primer secretario general de la Alianza, había capturado sucintamente con la intención de “mantener fuera a la Unión Soviética, a los estadounidenses dentro y a los alemanes abajo”. .” Actualmente, la interacción de tres factores impacta la política alemana. 

Primero, la estrategia del Indo-Pacífico. No se equivoquen, la guerra de poder en Ucrania es un ensayo general para la inevitable confrontación entre EE. UU. y China por el tema de Taiwán. En ambos casos que involucran el equilibrio global estratégico, hay mucho en juego para la hegemonía global de los Estados Unidos y la multipolaridad en el orden mundial. 

Alemania tiene un papel fundamental en esta lucha trascendental, no solo en virtud de ocupar el terreno altamente volátil en el centro de Europa que también tiene restos de historia, sino también por ser la potencia económica del continente en el umbral de convertirse en una superpotencia. 

La angustia en Washington es evidente de que la visita de Scholz a China puede debilitar el diseño geopolítico de EE. UU. para repetir la impresionante hazaña de la unidad occidental sobre Ucrania si las tensiones aumentan en Asia-Pacífico y China se ve obligada a actuar. 

Por supuesto, ninguna analogía es completa, ya que es poco probable que China opte por una operación militar especial incremental de Rusia de 9 meses para “moler” al ejército taiwanés y destruir el estado ucraniano. Será una guerra mundial desde el primer día. 

Sin embargo, la analogía es completa cuando se trata de las sanciones infernales que la Administración Biden impondrá a China y el bandolerismo de confiscación de los «activos congelados» de China (que superan el billón de dólares como mínimo), además de paralizar a China. cadenas de suministro. 

Basta con decir que «hacer una Ucrania» en China es la clave para la perpetuación de la hegemonía global de EE. UU., ya que los activos financieros de China se apropian para reabastecer la economía en crisis de EE. UU. y el estatus del dólar como moneda mundial y el neo mercantilismo y el control del movimiento de capital, etc. permanece intacto. 

En segundo lugar, una gran victoria diplomática de la Administración Biden hasta ahora ha sido en la política transatlántica, donde logró consolidar su dominio sobre Europa al colocar en el centro del escenario la cuestión de Rusia. Se despertaron los temores maniqueos de los países europeos de un resurgimiento histórico del poder ruso. 

Pocos esperaban un resurgimiento ruso tan pronto después del famoso discurso del presidente Vladimir Putin en la Conferencia de Seguridad de Múnich en febrero de 2007. 

La narrativa occidental en ese momento era que Rusia simplemente carecía de la capacidad de regenerarse como una potencia global, ya que la modernización de las fuerzas armadas de Rusia era inviable. Podría decirse que toda la diplomacia de la canciller Angela Merkel hacia Rusia (2005-2021) se basó en esa narrativa fácil. 

Por lo tanto, cuando Putin anunció de manera inesperada en una reunión de la Junta del Ministerio de Defensa en Moscú el 24 de diciembre de 2019 que Rusia se ha convertido en líder mundial en armamento hipersónico y que «ningún país posee armas hipersónicas, y mucho menos armas hipersónicas de alcance continental». Occidente lo escuchó con horror no disimulado. 

El equipo de Biden aprovechó la profunda inquietud en las capitales europeas para unirlas y promover la “unidad occidental” sobre Ucrania. Pero ahora está apareciendo una pequeña grieta sobre la visita de Scholz a Berlín. Blinken se apresuró a llevar a Scholz de vuelta al redil. 

En tercer lugar, siguiendo lo anterior,   hoy ha aparecido una contradicción fundamental, ya que las “sanciones del infierno” de Occidente contra Rusia repercutieron en Europa, llevándola a la recesión. Alemania ha sido duramente golpeada y está mirando el espectro del colapso de sectores enteros de su industria, el consiguiente desempleo y la agitación social y política. 

El milagro industrial alemán se basó en la disponibilidad de un suministro de energía seguro, ilimitado y barato de Rusia, y la interrupción está causando estragos. Además, el sabotaje de los oleoductos Nord Stream descarta una reactivación del nexo energético entre Alemania y Rusia (algo que favorece la opinión pública alemana). 

Sin duda, con todos los datos disponibles del lecho marino en el Mar Báltico, Schulz debe ser muy consciente de las implicaciones geopolíticas de lo que Estados Unidos le ha hecho a Alemania. Pero no está en condiciones de crear un alboroto y, en cambio, optó por internalizar la sensación de amargura, especialmente porque Alemania se encuentra hoy en una posición humillante de tener que comprar GNL terriblemente caro de compañías estadounidenses para reemplazar el gas ruso (que EE. UU. está comercializando). en Europa a precios tres o cuatro veces superiores al precio nacional). 

La única opción que le queda a Alemania es acercarse a China en una búsqueda desesperada por reactivar su economía. Por cierto, la misión de Scholz apuntaba principalmente a la reubicación de las unidades de producción de BASF, la empresa química multinacional alemana y el mayor productor de productos químicos del mundo, en China para que sus productos siguieran siendo competitivos

Sin embargo, es muy improbable que Washington le permita a Scholz tener las manos libres. Afortunadamente para Washington, los socios de la coalición de Scholz —el Partido Verde Ecologista y los Demócratas Libres Neoliberales (FDP)— son atlantistas sin adornos y también están dispuestos a participar en el juego estadounidense. 

Brandt o Schroeder habrían contraatacado, pero Scholz no es un luchador callejero, aunque siente el gran diseño de EE. UU. para transformar a Alemania como un apéndice de la economía estadounidense e integrarla en una sola cadena de suministro. En pocas palabras, Washington espera que Alemania sea un engranaje indispensable en la rueda del Occidente colectivo. 

Mientras tanto, Washington tiene una mano fuerte, ya que el sector corporativo de Alemania también es una casa dividida con muchas empresas que están bien ubicadas para beneficiarse del cambio de modelo económico que Washington está promoviendo, mostrando renuencia a apoyar a Scholz, aunque él mismo es un canciller corporativista.

Estados Unidos es experto en aprovechar tales situaciones de «divide y vencerás». Según se informa, algunas de las empresas de alta tecnología de Alemania no aceptaron la invitación de Scholz para acompañarlo a Beijing, incluidos los directores ejecutivos de Mercedes-Benz, Bosch, Continental, Infineon, SAP y Thyssen Krupp.

En nuestra columna semanal de Geopolítica, que se difunde desde hace 16 años en la Radio del Club de La Pluma, el Director de Dossier Geopolitico DG, analiza está semana varias áreas por los grandes cambios que observamos y los denominaremos en está oportunidad “Frentes”:

Primero el Frente Europeo cada dia mas fraccionado, conflictuado y mas dividido, no solo por la Guerra de Ucrania que se direcciona a ser un País que se aproxima a sufrir una demolición programada y con una Guerra que empieza a perder presencia en los “medios” y en los fanáticos sostenedores con  ofensivas que luego se determina que son una catástrofe militar… en el mientras Rusia convoca la Embajadora de Gran Bretaña para pedir explicaciones sobre los ataques que orquestó desde Ucrania contra el NordStrand 1 y 2 y el ataque al Puerto de Sebastopol. Otra clara demostración de que Europa entra en un modelo “sálvese el que pueda”  El Canciller alemán Olaf Scholz viaja a China causando “malestar en sus socios de la OTAN y a lo que se suma la compra de un porcentaje importante del  Puerto de Hamburgo ( uno de los tres mas importantes de Europa) por parte de empresas chinas

Otro Frente activo es el del Asia Sudoriental (mal llamado “medio oriente”) con un Israel mas aislado que nunca (y con un avance de los sectores mas conservadores y religiosos que le quitaran flexibilidad negociadora con sus vecinos), y con las petromonarquías árabes cambiando de sociedades y alianzas históricas y a la que se suma una Turquía que amplia su juego geopolitico en toda la región y el incremento del poder de Irán en la misma zona y que tontamente utilizando las fake News que occidente lanza sobre la región para enemistar a los árabes con los persas. Pero los países de la zona recuerdan que hace un año EEUU/OTAN huyó de Afganistán abandonando a sus aliados a su suerte y han tomado debida nota de ello 

Otro Frente es el Financiero Global: China lanza una nueva forma de pago que cambia todo el juego de los juegos en el área de las Finanzas, con el mBridge, el innovador proyecto de pagos internacionales liderado por China

Por último y no menos importante nuestro propio Frente Americano donde tenemos varios acontecimientos en pleno desarrollo: el martes 8/11 hay mucho en juego en las elecciones de medio término de USA con la posibilidad de una gran derrota de los Demócratas por los Republicanos y de ocurrir ello. Por ejemplo: será un Biden muy disminuido si se reúne con Putin en la Reunión en Bali del G20

Tenemos otros dos grandes acontecimientos mas en nuestra zona la Reunión de los Presidentes: Petro y Maduro que desactiva la confrontación fronteriza, orquestada por los narco gobiernos “uriburistas”, pero fundamentalmente, hay dos grandes perdedores: el Plan de desestabilización de USA sobre Venezuela y que también acompaña en este desastre político a la Unión Europea que fue parte fundamental en el entramado agresivo para con el País Caribeño y que apoyando un fantasmagórico Guiado fue usado para como hacían con los piratas corsarios (durante la época colonial) quedarse con grandes riquezas y fortunas que solo son de manejo del Pueblo Venezolano y su legítimo gobierno 

Y lo mas importante es el triunfo en Brasil de Ignacion Lula Da Silva importante para los Brasileños pero también para el subcontinente suramericano, primero por la convocatoria a la Unidad Nacional muy lesionada por el discurso populista demagógico de Bolsonaro en una total sintonía con las nuevas derechas globales organizadas por Steven Bannon y es importante para relanzar un proyecto integrista serio y por fuera de todo idiologismo solo pensando en nuestro intereses nacionales y regionales en un Mundo en fuerte choque con una guerra híbrida global en pleno desarrollo….

Prof. Lic. Carlos Pereyra Mele

Director de Dossier Geopolitico DG

Un Biden desconcertado que saluda a fantasmas enfrenta una eleccion dificilisima de medio termino, que marcaran grandes cambios globales

 

Una imagen que desactiva un lustro largo de enfrentamientos esteriles ocacionados por EEUU y sus socios uriburistas contra la Republica de Venezuela
Un «Lula» llamado historicamente a cumplir un rol fudamental ente su Pueblo y sus vecinos

Presentamos el Video completo de la XIII Conferencia de Dossier Geopolítico: sobre Geopolítica y Geoeconomía de la República de la India realizada por el Mter. Fancisco Javier Martinez (*) el dia sabado proximo pasado 29/10/2022 via zoom

Al inicio de la conferencia hizo un análisis de los macrodatos económicos de la India, que tienden a pasar en los próximos años del 6to a la 4ta economía mundial. El crecimiento del PIB en el 2002 fue de 0,5 billones de dólares y en el 2022 será de 3,5 billones, y en el año 2027 su población será la más grande del mundo.

Asia incluye 21 de las 30 ciudades más pobladas del planeta, y en el 2040 el Asia representará el 40% del PIB mundial.

Su conferencia continuó analizando los periodos desde la invasión europea a la India en el 1750 hasta la balcanización con la independencia de 1947, y la creación de la República de la India y de Pakistán, la actual Bangladesh y Sri Lanka. A continuación explico el rol estratégico que tiene la india por estar ubicada entre el Océano Pacifico y el Oceano Indico. Geopolitica y geoestrategicamente Martinez expuso las relaciones de la India, con China y Rusia, los conflictos regionales con Pakistán y los acuerdos que ha firmado con EEUU, Japón, Australia denominado QUAD, de carácter “defensivo”. Y la importancia que tiene la zona del estrecho de Malaca tanto para China como para la India.

(*) El Mgter. Francisco Javier Martinez Lopez desde Madrid. Analista Internacional. , abogado, experto en economía internacional. Master en Dirección Administrativo-contable en la Universidad de Estrasburgo, Francia. Diplomado Academia de Derecho Internacional de la Haya, Países Bajos.

Como académico, solamente espero que de todo lo que está sucediendo seamos capaces de sacar lecciones aprendidas. Aunque podría cambiar el verbo “esperar” por el verbo “desear”. Porque, en realidad, no espero nada. Lo planteo porque ya teníamos lecciones aprendidas y no han servido de nada. Por Josep Baqués (*)

Uno de los principales exponentes de la geopolítica del siglo XX, Nicholas Spykman, exponía, en plena Segunda Guerra Mundial, lo que su país (los EE. UU.) debería hacer para evitar una Tercera Guerra Mundial, con base en diversas consideraciones geopoliticas. Porque una de sus principales obsesiones era evitar que las inercias de la guerra arrastraran a los EE. UU a nuevos conflictos, tan devastadores como las dos grandes guerras del siglo XX.

Pero Spykman no razona en abstracto, sino que lo hace a partir de la obra de Mackinder, quien, a su vez, parte de que la zona más importante del mundo, por su acumulación de territorios llanos sin apenas obstáculos, recursos naturales, materias primas y población, es lo que en 1904 definió como “área pivote” y, más adelante, en 1919, tras una ampliación de sus contornos, como Heartland.

Delimitación del “área pivote” y demás espacios en 1904. Fuente: Mackinder, 1904: 312

Esa versión definitiva, se extendería en dirección al Cáucaso, en lo que concierne a su frontera occidental, de modo que se prolonga algo más hacia poniente, incorporando toda la cuenca del Caspio, ciertamente, pero también la del Mar Negro (e incluso Turquía) mientras que hacia el Norte hace lo propio con Escandinavia, integra la costa Báltica, y en el centro de Europa engulle buena parte de la actual Alemania (Mackinder, 1919: 130; 1943: 597).

Extensión del Heartland, ampliada en 1919. Fuente: Mackinder, 1943: 130

Pero, mientras Mackinder creía que el Heartland era una inmensa ciudadela natural, prácticamente inexpugnable desde el mar, Spykman advierte de la mayor relevancia de los Estados del Rimland, que son los ubicados en un primer cinturón que bordea el Heartland, de Oeste a Este, contando con una franja europea-occidental (que va desde Francia y España hasta Grecia, pasando por Italia), otra arábiga (que comienza en Oriente Medio) y otra asiática o “monzónica” (con especial protagonismo de la costa china). De este modo, el propio Spykman indica que su Rimland equivale al inner crescent de Mackinder (ver mapa). Eso es así, a su entender, porque esos Estados litorales también acumulan mucho territoio, población y recursos, y porque, sobre todo, podrían dar salida a las riquezas del Heartland. Además, por su vocación híbrida, o anfibia, serían los que podrían atenazar a los propios EE. UU. (cosa que no sucede con los Estados meramente continentales del Heartland, mientras se hallen encerrados en su ciudadela).

No en vano, Spykman habla de que su país estaría siendo objeto de un cerco estratégico en potencia, a partir del Rimland europeo y del Rimland asiático. En los cálculos de Spykman estaba el hecho de que los recursos de los EE. UU. (materias primas, fuentes de energía, población, manufacturas), aunque importantes, todavía eran claramente inferiores a los que acumulaba el Heartland y, por ende, a los que una potencia del mismo, con salida al Rimland, podría emplear, en caso de un conflicto armado.

Por consiguiente, el Rimland pasaría a ser el auténtico epicentro de la política mundial. Si Mackinder opinaba que quien controle el Este de Europa, controla el Heartland y, a partir de ahí, controla el mundo, Spykman plantea una importante variante de esta teoría: a su entender, quien controla el Rimland, controla el Heartland y, desde esa atalaya, ciertamente, controla el mundo. Como puede apreciarse, sin perjuicio de la utilidad general de esta aproximación, Spykman está pensando constantemente en los problemas que deberían enfrentar los EE. UU. en función de estos parámetros.

Fuente: Spykman, 1944: 59

Por ello, el papel de Washington al decidirse a entrar en la Primera Guerra Mundial fue tratar de evitar que Alemania saliera al mar a través del Rimland europeo (cosa nada inverosímil, atendiendo a su alianza con los imperios austro-húngaro, que alcanzaba territorios marítimos como la actual Croacia; así como con el imperio otomano, de indudable vocación mediterránea). A su vez, la participación de los EE. UU en la Segunda Guerra Mundial vino dada por la misma sensación (Spykman, 1944: 45) con respecto a una Alemania que ya controlaba los puertos franceses de la costa atlántica, a lo que se sumaba lo que pudiera aportar Italia en el mediterráneo, y que, en el otro extremo del Rimland, Japón ya había desembarcado en China (por Manchuria) en la década de 1930, favoreciendo esa conexión entre los espacios del Heartland y los del Rimland, que tanto preocupaba a Spykman, mientras amenazaba con llegar a la India a costa del ya muy desgastado imperio británico. Ni un atisbo, por cierto, de alianzas basadas en valores compartidos u otros criterios de corte idealista.

Dicho lo cual, lo que busca Spykman es el modo de establecer un equilibrio de poder de tal tipo, que, sin necesidad de acudir al expediente de otra guerra, en la que se vean involucrados los EE. UU., permita garantizar una paz duradera, disuadiendo a los poderes del Rimland de cualquier aventura y evitando, en lo posible, cualquier tentativa de conexión entre el Heartland y el Rimland.

La pregunta es, claro está, ¿cómo lograrlo? De acuerdo con su planteamiento, los EE. UU. deben mantener una “presión de bloqueo” (potencial) sobre quienes lo rodean, en términos geopolíticos. Pero, para que eso sea efectivo, necesita aliados. En Europa, claramente, Gran Bretaña. No es por afinidad histórica (que, por cierto, no existía) ni siquiera por afinidad cultural, sino por puro interés de los británicos, siempre celosos del surgimiento de una gran potencia en la Europa continental. Mientras que en Asia, además de mantener sus bases en Alaska y las Filipinas, apunta a la conveniencia de mantener una buena relación con Rusia. Porque el peor problema para China, o, para Japón, es verse en la tesitura de enfrentar, a la vez, la presión de una potencia marítima como los EE. UU. y de una potencia continental como Rusia. Entonces, lo que debería hacerse para garantizar la paz es proteger el equilibrio de poder en Europa (Spykman, 2007: 128), apoyándose para ello tanto en Gran Bretaña como en la URSS (Spykman, 2007: 61). A su vez, para que la potencias asiáticas no decidan lanzarse al mar para expandir sus dominios, resulta fundamental que no sólo noten la presencia en el mar de las potencias marítimas continentales, sino que, además, noten el aliento de una potencia continental que les obligue a echar la vista atrás (literalmente).

El planteamiento de Spykman ha sido continuado, a su manera, por el que probablemente sea el mayor experto en geopolítica de finales del siglo XX: Brzezinski. Este estadounidense de estirpe polaca también nos dejó algunas recetas básicas para conducir la política exterior de su país, aunque quizá sería más propio aludir a la definición de una gran estrategia para su país.

La idea básica que sostiene se basa en que los EE. UU. mantengan una buena relación con sus aliados de los dos extremos del Rimland (en Occidente, integrados en la OTAN y, en Asia, a partir de sendos tratados bilaterales) haciéndose necesario para su seguridad. Pero, sobre todo, que la gran estrategia de los EE. UU. debe dirigirse a impedir que países como Rusia y China se unan -aunque añade que esa unión sería especialmente peligrosa si, además, se les uniera Irán- (Brzezinski, 1998: 48). En el fondo, pues, se trata de una receta muy similar a la de Spykman, porque a Brzezinski le preocupa que China (la nueva gran potencia asiática) incremente sus opciones de salir al mar y que, a partir de esa confluencia entre Estados del Heartland y del Rimland, se genere un potencial que constituya desde un primer momento una amenaza para el liderazgo de los EE. UU y, quizá, a partir de ahí, en un futuro no tan lejano, una amenaza a su seguridad. Por ello, Brzezinski apunta que esa es una condición sine qua non para Washington.

Una vez conocidas las tesis de Spykman y de Brzezinski en lo que concierne al tema que nos ocupa, es el momento de sazonarlas con las de Grygiel. Ya que este experto desarrolla un magnifico análisis histórico que nos permite entender las líneas maestras de la política exterior china desde hace siglos. No es una cuestión coyuntural, ni que tenga nada que ver con quién gobierna en Pekín.

En efecto, la tentativa china de salir a aguas abiertas, tan vigente en la actualidad, no es en verdad nada nuevo. Hace muchos siglos sus buques mercantes y de guerra ya circunnavegaron el subcontinente indio y bordearon la costa africana, hasta el Cabo de Buena Esperanza, y más allá. Sin embargo, en el siglo XV, esa expansión allende los océanos languidece hasta desaparecer sin apenas dejar rastro. ¿Por qué? Muy sencillo: la reorientación de su gran estrategia, que algunos pueden catalogar, simplemente, como introspección fue debida a la presión ejercida por los mongoles en el interior de China. El legado más evidente de ello es la reconstrucción, en esas fechas, de la Gran Muralla. El punto de inflexión definitivo fue la derrota china en la batalla de Tu Mu, en al año 1449, que costó la vida a medio millón de chinos y mostró su tremenda fragilidad ante los ataques procedentes del interior. En resumen, y en palabras de Grygiel…

“Cuando, a mediados del siglo XV, la estrategia de la dinastía Ming falló en su intento de asegurar su frontera Norte, el imperio fue obligado a retirarse del mar, dejando un vacío que fue ocupado por los piratas europeos, China comenzó su declive en los siglos XVI y XVII, en particular respecto a los Estados europeos, que rápidamente se expandieron  a lo largo de las rutas marítimas asiáticas” (Grygiel, 2006: 124).

Entonces, ¿qué significa esto? Pues, lógicamente, que si China se siente política y militarmente presionada desde el Norte, al tener que poner los cinco sentidos en la defensa de esa frontera, deja de perseverar en la búsqueda de salidas a mares abiertos. Cosa que coincide, por añadidura, con una de las tesis fundamentales de Mahan: la enorme dificultad de ser una potencia marítima cuando deben vigilarse amplias fronteras interiores, máxime si los Estados que la comparten son auténticas potencias. En sus propias palabras:

“si una Nación está situada de tal manera que no se ve obligada a defenderse por tierra ni puede pensar en extender su territorio de igual forma, al tener que dirigir todos sus designios hacia el mar lleva ya en sí una ventaja positiva con relación a otros pueblos que puedan tener alguna frontera continental” (Mahan, 2007: 98).

Visto lo cual, parece evidente que, en nuestros días, la potencia que podría jugar ese mismo papel, en sustitución de los mongoles es, precisamente, Rusia

.

A lo que hay que añadir que, en nuestros días, Rusia y China tienen sus propios problemas en la zona. Por un lado, ambos se disputan los favores de Kazajstán, en teoría en la órbita rusa, pero que es un eslabón fundamental de la franja terrestre de la Nueva Ruta de la Seda. Por otro lado, ambos mantienen un contencioso, nunca bien cerrado, en la frontera siberiana, habida cuenta de que Rusia incorporó a su espacio de soberanía extensos territorios siberanos a mediados del siglo XIX, que hasta entonces habían pertenecido a China. El problema, para Moscú, estriba en que desde Pekín recuerdan que en la fecha de la firma de esos Tratados, China era poco más que un Estado fallido, de modo que la firma se habría producido en unas condiciones de desigualdad tales, que bien podría decirse que estamos ante tratados nulos de pleno derecho. Si a todo lo anterior le sumamos la penetración masiva de trabajadores chinos en ciudades reivindicadas por China, tan importantes como Vladivostok, el cóctel contra los intereses rusos se antoja especialmente peligroso. Claro que si la ampliación de la OTAN hacia el Este (sin freno) ha arrojado a Rusia a los brazos de China, es evidente que todo este escenario ha pasado a un segundo plano. El hecho, por lo demás, que la OTAN haya terminado ubicando a China en su lista de amenazas (de acuerdo con las pretensiones de Washington, y aunque eso no sea necesariamente lo que conviene a todos los demás aliados), no contribuye a otra cosa que no sea estrechar los lazos entre Moscú y Pekín, dando con ello al traste con lo que comentan Spykman, Brzezinski o Grygiel.

En definitiva ¿qué punto tienen en común las tesis de Spykman. Brzezinski y Grygiel? Que a los EE. UU. les saldría más a cuenta mantener una buena relación con Rusia. Pero no solo por el hecho en sí de que, digámoslo así, le conviene tener una buena relación con todos. Nada de eso. Estamos hablando de geopolítica, no del mundo feliz. Le conviene, precisamente, para balancear a China que es, a la larga (o no tanto, pues los años pasan, y las grandes tendencias son las que son) la principal competidora por la hegemonía mundial.

Pero… ¿qué tiene que ver todo eso con lo que han venido haciendo los EE. UU? La respuesta más amable nos dice que nada.

Pero la más real nos dice que sí, que hay una relación: porque los EE. UU. han estado haciendo justo lo contrario de lo que recomiendan quienes más saben de geopolítica. Y, total, ¿para qué? Para terminar implicados (siquiera sea, al menos por el momento, indirectamente) en una nueva guerra europea, en suelo ucraniano, en oposición a Rusia, para desgastar a Rusia, mientras China es una de las grandes beneficiarios, al no sufrir desgaste alguno, además de que el desgaste que sí está sufriendo Rusia dejará a los rusos, durante lustros, en disposición de convertirse en poco menos que un vasallo (lo digo así, por emplear el típico lenguaje de Brzezinski) de China. Pero eso no es especialmente interesante ni para los EE. UU, ni para Occidente, a tenor de todo lo dicho.

Porque, el problema de no leerse a los clásicos, o de no hacerles caso, comienza, lógicamente, mucho antes de que estallara la guerra de Ucrania. La ampliación sin fin de la OTAN hacia el Este ha sido (y es) un problema. Porque arroja a Rusia a los brazos de China que es, precisamente, lo que se debería evitar. Los argumentos del tipo de que si un Estado democrático quiere entrar en la OTAN, hay que recibirlo con los brazos abiertos es, en clave geopolítica, un sinsentido. La OTAN debe decidir a quién admite (o no) en función de criterios de seguridad (de sus socios actuales), basados en una adecuada noción de una gran estrategia. La OTAN no es una ONG. Y no entro en si Ucrania merece algún crédito como sistema político liberal-democrático, que creo que merece poco. Pero, para mi argumento, eso es poco relevante. Aunque lo fuera: la OTAN no es la ONU y debe tomar sus decisiones con la cabeza fría, sin dejarse llevar por (presuntos) idealismos de funestes consecuencias prácticas.

Llegados a este punto, el lector poco avezado dirá, supongo, que Spykman, Brzezinski y Grygiel deben ser prorrusos. Pero, notoriamente, no es el caso. ¡Nada más lejos de la realidad! Simplemente, se trata de gente inteligente, formada (como pocos) que aman a su país (los EE. UU) y, sobre todo, que no subordinan sus análisis a las típicas demagogias, tópicos y superficialidades de la política cotidiana.

Por mi parte, tampoco soy prorruso, aunque, a decir verdad, no soy proestadounidense, ni pro nada, salvo pro España, que es mi país, al que quiero. En ese sentido, sé reconocer a mis aliados, y los EE. UU. lo son, ciertamente. Ahora bien, no veo más que seguidismo respecto a su gran estrategia, que creo errada. Por ello, me he animado a escribir estas líneas, a modo de reflexión personal. Porque creo, sinceramente, que la lealtad bien entendida no consiste en no cuestionar aquello que contenga demasiados flecos, o errores patentes. Más bien, consiste en advertir a los aliados dónde puede haber un problema y, en su caso, qué hace para corregirlo. Tal es la intención que subyace a este artículo.

Las causas de la inopia de buena parte de las elites políticas occidentales está, no solamente en su escasa formación para la geopolítica y las relaciones internacionales, sino también en que la poca que les llega, llega de teorías que operan en el ámbito de lo políticamente correcto, pero despegadas de la realidad.

Pondré un par de ejemplos:

Algunos se han encargado de alimentar, de modo expreso, la sensación de que el análisis de la geopolítica estaba obsoleto, ya que, decían, “previene la existencia de un conflicto donde no lo hay” (Chowdhury y Kafi, 2015: 8). Para más inri, resulta que ambos autores se estaban entrometiendo con la teoría de Mackinder, en particular, empleándolo a modo de símbolo y muestra de la presunta decadencia de los análisis de geopolítica, y se referían al escenario de Europa del Este, ahora en llamas.

Mucho más preocupante es, por sus enormes pretensiones (de sentar cátedra) la que elabora a conciencia un viejo conocido nuestro, John Ikenberry, a la sazón un inteligente experto proveniente del campo del institucionalismo liberal que, en un artículo dedicado exclusivamente a esta misión, aparecido en 2014, refleja su opinión acerca de que la geopolítica tiende a ser “alarmista”, ya que sus divulgadores no asumen la capacidad de los EE. UU. Para atraer al campo liberal a China, Rusia, e Irán” (Ikenberry, 2014: 80).

Quienes se dedican a la geopolítica no habrían entendido la preeminencia creciente del proyecto de democracia liberal-capitalista, ni tampoco que, a consecuencia de ello, “Rusia ya está parcialmente integrada en la economía mundial mientras que China está profundamente integrada en ella” (Ikenberry, 2014: 87 y 84, respectivamente).

¿Qué decir al respecto? Sin duda, que contiene un lamentable (desde una perspectiva académica con pretensiones de cientificidad) exceso de idealismo, que aleja a los críticos de la geopolítica de la realidad. O, quizá, también, que mientras escribo estas líneas, veo en televisión que Corea del Norte ha lanzado otro misil balístico hacia Japón que, con un poco de suerte, caerá en el mar, así como que Putin arrecia en su amenaza de emplear armas nucleares en la guerra de Ucrania, sin que eso disuada a la Casa Blanca de alinearse con todas las peticiones de Zelenski.

En los últimos tiempos, la ideología (en el peor sentido de la palabra) ha penetrado en los análisis (o pseudoanálisis) geopolíticos. Es lo peor que nos puede pasar. No porque los valores no sean importantes (que lo son) sino porque no se deben mezclar ambas cosas. Si se mezclan, el precio a pagar es que ya no tenemos análisis geopolítico que valga, aunque mucha gente emplee la palabra mágica, “geopolítica”, muchas veces sin conocimiento de causa.

(*) Josep Baqués Josep Baqués es Profesor de Ciencia Política en la Universidad de Barcelona y Subdirector de Global Strategy

Bibliografía

Brzezinski, Zbigniew (1998). El gran tablero mundial. La supremacia estadonunidense y sus imperativos geoestratégicos. Barcelona: Paidós.

Chowdhury, Suban y Kafi, Abdullah (2015). “The Heartland Theory of Sir Halford John Mackinder: Justification of Foreign Policy of the United States and Russia in Central Asia”. Journal of Liberty and International Affairs, 1 (2): 1-13.

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FUENTE GLOBAL STRATEGY https://global-strategy.org/geopolitica-guerra-ucrania/

Por M.K.Bhadrakumar  26 de octubre

El ministro de Defensa ruso, Sergey Shoigu, expone la conspiración de la ‘bomba sucia’ de Ucrania y sus mentores occidentales Algo tiene que cambiar en Ucrania, seguro. La petición de 30 legisladores estadounidenses de izquierda del Partido Demócrata del presidente Joe Biden el lunes en busca de un acuerdo negociado con Rusia para poner fin a la guerra de Ucrania es un evento extraordinario.

En el Congreso de los Estados Unidos, forman parte de un bloque de casi 100 miembros llamado el Caucus Progresista del Congreso, presidido por Pramila Jayapal, representante del estado de Washington. Son una multitud heterogénea de socialistas democráticos y autodenominados “capitalistas progresistas”, pero lo que los jefes de los partidos no pueden ignorar es que se interponen en el camino del gigante trumpista y su potencial para derrotar al trumpismo puede ser crucial en 2024. 

Por lo tanto, la discreta respuesta inicial de la administración Biden a su alegato sobre Ucrania no puede tomarse como la última palabra. Al menos en las últimas 48 horas, no ha habido diatribas contra ellos en los comentaristas estadounidenses. 

Hicieron cuatro elementos clave en su carta dirigida al presidente Biden

    Washington debería explorar “esfuerzos diplomáticos enérgicos en apoyo de un acuerdo negociado y un alto el fuego” en la guerra en la que Estados Unidos ha gastado decenas de miles de millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses en asistencia militar. 

    Dichos esfuerzos deben estar cargados al frente con “conversaciones directas con Rusia”. 

    Un marco para la paz debe incluir “incentivos para poner fin a las hostilidades, incluido algún tipo de alivio de las sanciones , y reunir a la comunidad internacional para establecer garantías de seguridad para una Ucrania libre e independiente que sean aceptables para todas las partes, en particular los ucranianos”. [Énfasis añadido.]

    La guerra está abierta de par en par, a pesar de la narrativa occidental. “La alternativa a la diplomacia es la guerra prolongada, con sus certezas concomitantes y sus riesgos catastróficos e incognoscibles”.

Los signatarios habrían sido conscientes de que, aunque la Administración de Biden sigue una política de línea dura, las cosas pueden cambiar si las elecciones intermedias arrojan una derrota aplastante para los demócratas. 

También intervienen varios factores extraños. Para empezar, la visita planificada del canciller alemán Olaf Scholz a China se produce poco después de la presentación de la Estrategia de Seguridad Nacional de EE. UU. en Washington, que visualizaba a China como el enemigo.  Los europeos disienten.

El presidente francés, Emmanuel Macron, pidió a los EE. UU. que tomaran la iniciativa para comprometerse con el Kremlin, haciéndose eco de lo que ha estado exigiendo el primer ministro húngaro, Viktor Orban. Hay descontento en Europa, duramente golpeada por la crisis económica, de que las compañías petroleras estadounidenses están “especulando la guerra”.

Oculta bajo el radar está la verdad oculta de que Ucrania es un caso perdido con una economía que no funciona. Estados Unidos no puede esperar que los aliados europeos mantengan esa economía a flote. 

Mientras tanto, una acumulación militar rusa masiva indica planes para lanzar una gran ofensiva dentro de unas pocas semanas con el objetivo de poner fin a la guerra en los términos de Moscú.

Sin embargo, encajar con todo esto es un desarrollo impensable que arroja sombras sobre el tándem de EE. UU. y el Reino Unido que navega en la guerra de Ucrania, lo que puede convertirse en el factor decisivo definitivo. 

Lo que surge es que la visita secreta del ministro de Defensa del Reino Unido, Ben Wallace, la semana pasada a Washington fue más en respuesta a una convocatoria de la Casa Blanca que a una iniciativa británica. Wallace dijo en un tono sombrío cuando se iba que había cosas que discutir que eran demasiado delicadas. 

En cualquier caso, tras la avalancha de llamadas telefónicas del sábado del ministro de Defensa ruso, Sergey Shoigu, con sus homólogos francés, británico y estadounidense sobre la posibilidad de que Ucrania utilice una «bomba sucia» en la guerra, los ministros de Asuntos Exteriores de Francia, Estados Unidos y el Reino Unido emitió rápidamente una declaración conjunta en la que rechazaba las “acusaciones transparentemente falsas de Rusia” y lo llamó “un pretexto para la escalada”. 

No obstante, actuando sobre la acusación rusa, se le ha dicho al OIEA que lleve a cabo una investigación. El secretario de Estado, Antony Blinken, se reunió el lunes con Rafael Grossi , director general de la agencia, y “dio la bienvenida a la disposición del OIEA para visitar Ucrania”. 

Blinken también habló con Stoltenberg el lunes y, por extraño que parezca, “pidió la unidad occidental continua y el apoyo a Ucrania”. Pero, curiosamente, el Departamento de Estado eliminó silenciosamente de su sitio web la declaración conjunta de Estados Unidos, Reino Unido y Francia.

Fue entonces cuando el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov , reveló el lunes qué “información detallada que indica las instituciones que pueden ser comisionadas para este propósito fue transmitida a través del ministro de defensa [Sergey Shoigu] durante sus contactos con sus homólogos en los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Turquía. Se planean más contactos entre nuestros ministerios de defensa”. 

Lavrov agregó: “Algunos de nuestros socios realmente han sugerido una discusión de la información que tenemos a nivel militar profesional. Este es un tipo de enfoque que apoyamos”.

¿Podrían los elementos en Kiev tener su propio Plan B para intensificar la guerra y arrastrar a EE. UU. y la OTAN a ella? No hay respuestas fáciles. 

La conclusión es que ha comenzado un «compromiso constructivo» entre Moscú por un lado y Washington, Londres y París por el otro. Pero es realmente tocar y listo. El diario moscovita Izvestia citó el lunes al destacado experto militar ruso Vladislav Shurygin: “¿Qué es una bomba sucia? Para crearlo, todo lo que se necesita es desenterrar un barril con desechos nucleares de alguna planta de energía, ponerlos en una cápsula y luego sacudir 100 kg de TNT”. 

Shurygin explicó : “Incluso en este caso, la contaminación estará en un radio de quizás 500 metros, quizás un kilómetro. Y luego todo comienza a hundirse en el suelo… Si se rompe en el agua o contamina el agua, todo se arrastrará río abajo, se tenderá en el fondo y desaparecerá gradualmente. Para hacer que las aguas del Dniéper sean radiactivas, ni siquiera sé cuánta [agua] habría que drenar. Recuerda, Fukushima envenenó el mar durante seis meses y nadie se dio cuenta. La intención de las autoridades ucranianas no está muy clara. Si nos quieren echar la culpa, no será fácil; cuando tenemos bombas «limpias», no está del todo claro por qué necesitaríamos bombas «sucias». 

No es ningún secreto que el MI6 y el SAS están al mando del comando militar ucraniano en Kiev y en el frente. El paradigma es algo así como la cola que mueve al perro. El MI6 calibra la dinámica de la guerra mientras la CIA y el Pentágono reclaman el éxito de la estrategia de Biden sobre la estrategia rusa. MI6 tiene toda una historia de ese tipo, ya sea en Irán o la crisis de Suez, incluso en Hong Kong.

El actual cambio de régimen en Westminster absuelve al MI6 de responsabilidad. Por supuesto, Boris Johnson, el mejor amigo, gurú y guardián de Zelensky, se convierte en un caso quemado. Ha retirado discretamente su sombrero del ring y se ha escabullido.

Kiev se ha visto privada de su última hurra, ya que Rusia corta la «bomba sucia» en sus capullos, despejando el camino para su gran ofensiva para poner fin a la guerra.  Si la ofensiva rusa planificada seguirá adelante dependerá de cualquier reunión entre Biden y el presidente Putin al margen de la cumbre del G20 en Bali el 15 y 16 de noviembre.  

La gran pregunta es si esta es una llamada de atención para los hombres unidimensionales del Equipo Biden. Tal vez, eso es demasiado esperar. Pero no hay duda de que los 30 legisladores están reivindicados.

Ahora tenemos una vergüenza de ‘guerras’ de las cuales, paradójicamente, Ucrania es quizás de menor importancia estratégica, escribe Alastair Crooke. Fundación Cultura Estratégica

Ahora tenemos una vergüenza de ‘guerras’ de las cuales, paradójicamente, Ucrania es quizás de menor importancia estratégica, aunque conserva un contenido simbólico significativo. Una ‘bandera’ en torno a la cual se tejen relatos y se reúne apoyo.

Sí, hay no menos de cinco ‘guerras’ superpuestas e interrelacionadas en curso, y es necesario diferenciarlas claramente para entenderlas bien.

Estas últimas semanas han sido testigos de varios cambios de época: La Cumbre de Samarcanda; la decisión de la OPEP+ de reducir la producción de petróleo de los países miembros en (titular) dos millones de barriles por día a partir del próximo mes; y la declaración explícita del presidente Erdogan de que “Rusia y Turquía están juntas; trabajando juntos».

Los aliados fundamentales de EE. UU., Arabia Saudita, Turquía, los Emiratos Árabes Unidos, India, Sudáfrica, Egipto y agrupaciones como la OPEP+ están dando un gran paso hacia la autonomía y hacia la fusión de las naciones no occidentales en un bloque coherente, que actúa en favor de sus propios intereses y hacer política ‘a su manera’.

Esto nos acerca al mundo multipolar que Rusia y China han estado preparando durante varios años, un proceso que significa ‘la guerra’ de desacoplamiento geoestratégico del ‘orden’ global occidental.

Se combate, por un lado, presentando a Rusia y China como demasiado desconfiados el uno del otro para ser socios. Y por Rusia por ser tan débil, tan disfuncional y errática (lista para usar armas nucleares tácticas), que el binario ‘con nosotros’ o ‘contra nosotros’ obliga a los estados a ponerse del lado de Occidente. En este caso, Ucrania se presenta como el brillante ‘Camelot’ alrededor del cual reunirse para combatir la ‘oscuridad’.

Esto nos lleva directamente a la ‘guerra’ financiera global de larga duración, una guerra de dos niveles:

En un nivel, la Reserva Federal de EE. UU. está jugando un ‘juego global’. Está aumentando las tasas de interés por muchas razones. Aquí, sin embargo, es para proteger el ‘privilegio del dólar’ de poder intercambiar dinero que imprime de la nada, por trabajo real y mercancías reales en todo el mundo. Este privilegio de ‘moneda de reserva’ ha sido la base del alto nivel de vida de los EE. UU. (mucho más alto de lo que sería de otro modo). Ese es un beneficio enorme, y la Reserva Federal va a proteger este beneficio.

Para hacer eso, tantos estados como sea posible deben estar en el ‘canal’ del dólar y comerciar en dólares. Y colocar sus ahorros en bonos del Tesoro de los Estados Unidos. La Fed ahora está haciendo todo lo posible para colapsar la cuota de mercado del euro y así mover euros y eurodólares al sindicato del dólar. Estados Unidos amenazará a Arabia Saudita, los Estados del Golfo y Turquía para evitar que abandonen el canal.

Esta es la ‘guerra’ contra Rusia y China, desviando una gran parte del mundo fuera del sindicato del dólar, hacia una esfera sin dólares. El incumplimiento de la pertenencia al sindicato del dólar se enfrenta con diversas herramientas, desde sanciones, congelamiento de activos y aranceles, hasta cambios de régimen.

Si la Fed no protege el ‘privilegio del dólar’, corre el riesgo de que todos se salgan del canal. El bloque de Eurasia está trabajando para salir del canal del dólar; para crear resiliencia económica y comercio fuera del canal. Lo que la Fed está tratando de hacer es detener esto.

La segunda dimensión de la guerra financiera de EE. UU. es la larga lucha librada por EE. UU. (Yellen y Blinken, en lugar de la Fed) para mantener el control sobre los mercados energéticos y la capacidad de EE. UU. para fijar el precio de los combustibles. Los BRICS (con los saudíes deseosos de unirse) tienen la intención de desarrollar una ‘canasta’ de monedas y productos básicos destinados a servir como un mecanismo comercial alternativo al dólar para el comercio internacional.

El punto aquí es que el grupo euroasiático no solo planea comerciar en monedas nacionales, y no en dólares, sino que quiere vincular esta moneda comercial a productos básicos (petróleo, gas, alimentos, materias primas) que tienen un valor inherente, que son ‘ monedas’ por derecho propio. Más que esto, el grupo busca tomar el control de los mercados energéticos fuera de los EE. UU. y reubicar esos mercados en Eurasia. Sin embargo, Washington tiene la intención de recuperar el control de los precios (a través de controles de precios).

Y ahí radica un problema fundamental para Washington: el sector de las materias primas, con su valor tangible inherente, se convierte, en sí mismo, en una ‘moneda’ muy codiciada. Uno, que a raíz del aumento de la inflación supera la devaluación del dinero fiduciario. Como señala Karin Kneissl, ex ministra de Relaciones Exteriores de Austria , «solo en 2022, el dólar estadounidense ha impreso más papel moneda que en su historia combinada». La energía, por otro lado, no se puede imprimir’.

Esta ‘guerra energética’ toma la forma de interrumpir o destruir el transporte y el flujo de productos de los productores de energía de Eurasia a los clientes. La UE acaba de probar esta ‘guerra’ particular con la destrucción de los oleoductos de Nordstream.

Ahora llegamos a las grandes ‘guerras’: en primer lugar, la guerra para obligar a la Reserva Federal a pivotar: pivotar hacia tipos de interés cero y QE.

La revolución social en los EE. UU. que vio a un Metro-Élite radicalizado perseguir la diversidad, el clima y la justicia racial como ideales utópicos, encontró su «marca» fácil con una UE que ya buscaba un «Sistema de valores» para cerrar su propia «brecha de democracia». ‘.

Entonces, la burguesía europea saltó con presteza al ‘tren’ del despertar liberal estadounidense. Basándose en el aporte de la política de identidad de este último, más el ‘mesianismo’ del Club de Roma para la desindustrialización, la fusión parecía ofrecer un conjunto imperial ideal de ‘Valores’ para llenar la laguna de la UE.

Sólo… sólo que los republicanos estadounidenses a favor de la guerra, así como los neoconservadores demócratas a favor de la guerra, ya se habían subido a ‘ese tren’. Las fuerzas cultural-ideológicas movilizadas encajaban perfectamente con su proyecto intervencionista: “Nuestro primer objetivo es evitar el resurgimiento de un nuevo rival” (doctrina Wolfowitz): Rusia en primer lugar, luego China en segundo lugar.

¿Qué tiene esto que ver con la guerra contra la Reserva Federal? Mucho. Estas corrientes están comprometidas con la impresión y el gasto GRANDE, de lo contrario, verán colapsar sus proyectos. El reinicio requiere impresión. Verde requiere impresión. El soporte para el ‘Camelot’ ucraniano requiere impresión. El Complejo Militar Industrial también lo necesita.

Los liberales estadounidenses y los ecologistas de la UE necesitan que el grifo del dinero esté completamente abierto. Necesitan imprimir dinero à outrance. Por lo tanto, necesitan ‘chantajear’ a la Reserva Federal para que no suba las tasas , sino que vuelva a la era del límite cero para que el dinero siga teniendo un costo cero y fluya libremente. (Y al diablo con la inflación).

UNCTAD rogar a todos los bancos centrales que dejen de subir las tasas para evitar una recesión es un frente de esta guerra; continuar la guerra de Ucrania, con su enorme déficit financiero asociado, es otro tablón para forzar un «pivote» de la Fed. Y obligar al Banco de Inglaterra a «pivotar» hacia la QE fue otra más.

Sin embargo, hasta ahora, Jerome Powell se resiste.

Luego está la ‘guerra’ adicional (en gran parte invisible) que refleja la convicción de ciertas corrientes conservadoras estadounidenses de que la era posterior a 2008 ha sido un desastre, poniendo al sistema económico estadounidense en riesgo existencial.

Sí, los que están detrás de Powell sin duda están preocupados por la inflación (y también entienden que las subidas de tipos de interés han estado rezagadas con respecto a la inflación desgarradora), pero están aún más preocupados por el ‘riesgo social’, es decir, la caída hacia guerra civil en América.

La Fed puede seguir aumentando las tasas durante algún tiempo, incluso al precio del colapso de algunos mercados, fondos de cobertura y pequeñas empresas. Powell cuenta con el apoyo de ciertos grandes bancos de Nueva York que ven la escritura en la pared para el modelo de despertar liberal: el fin de su negocio bancario a medida que los rescates se vuelven digitales y se pagan directamente en las cuentas bancarias de los demandantes (como ha propuesto el gobernador Lael Brainard ).

Powell dice poco (es probable que se mantenga alejado de la política partidista estadounidense en este momento delicado).

Sin embargo, la Reserva Federal puede estar intentando implementar una demolición controlada y contraria de la economía de burbuja de EE. UU., orientada precisamente a llevar a Estados Unidos de vuelta a caminos financieros más tradicionales. Para romper la ‘cultura de los activos apalancados’… Empieza a resolver la enorme brecha de desigualdad social que la Fed ha ayudado a crear, a través de QE facilitando gigantescas burbujas de activos… Empieza a rejuvenecer una economía estadounidense poniendo fin a las distorsiones. Disipas el impulso hacia la guerra civil porque el problema ya no es solo entre ‘los que tienen’ y los ‘que no tienen’.

Esta visión puede ser en sí misma un poco utópica, pero rompe la ‘burbuja de todo’, rompe la cultura del apalancamiento y detiene el trinquete extremo de los beneficiarios de la burbuja frente a 18 meses consecutivos de caída de los salarios reales en EE. UU.

Pero… pero esto solo es posible si nada sistémico se rompe .

¿Cuáles son las implicaciones geoestratégicas? Obviamente, mucho depende del resultado a medio plazo de EE. UU. Ya parece (dependiendo precisamente de a qué candidatos republicanos les va mejor) que se reducirá la financiación para la guerra en Ucrania . En cuánto reflejará el margen de éxito alcanzado por los ‘populistas’ republicanos.

Por lo tanto, no es plausible que la UE, que enfrenta su propia crisis devastadora, continúe financiando a Kiev como antes.

Pero la importancia de la lucha para volver a asentar a los EE. UU. en un paradigma económico de la década de 1980 sugiere que Occidente bordeará muy cerca de una ruptura algo sistemática durante las próximas semanas.

Las élites europeas están demasiado involucradas en su camino actual para cambiar la narrativa en el futuro cercano. Por lo tanto, seguirán culpando y hablando mal de Rusia: tienen pocas opciones si quieren evitar la ira popular. Y también hay pocas señales de que hayan asimilado mentalmente el desastre que han provocado sus errores.

Y con respecto a Bruselas, el mecanismo de rotación de los líderes de la UE está prácticamente ausente. La Unión nunca estuvo equipada con una marcha atrás, una necesidad que se creía inimaginable en los primeros tiempos.

La pregunta más bien es, ¿cuál será la situación de enero a febrero en Europa?

FUENTE: Fundación Cultura Estratégica