Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

Si la conquista y colonización forzada fue una desgracia para los pueblos del sur, el que a vastas regiones de América hayan llegado los españoles primero que otras potencias coloniales fue una doble desgracia. A finales del siglo XV, España se encontraba en un proceso de transición hacia la Edad Moderna, marchando a la zaga de buena parte de Europa en este sentido.

La culminación de la Reconquista a fines del siglo XV tuvo como resultado la expulsión violenta de los musulmanes de la península ibérica y la convergencia política y territorial de las principales coronas españolas, las de Castilla y Aragón. A esa unión monárquica se incorporaron poco después otros reinos lográndo así la completa unión peninsular hispánica, o ibérica, en el marco de una monarquía común.

El título de Católicos concedido a los reyes de España por el papa Alejandro VI en 1496,  hizo referencia en su momento a la concreta adscripción religiosa de la monarquía y a su defensa de la fe católica. Con ello, los procesos de conquista y colonización se realizaron no solo en nombre de un poder político, también de un poder divino. Ambos fueron usados para desatar el peor genocidio cometido jamás en la historia de la humanidad. 

Así, la historia nos enseña con lujo de detalles, lo que hizo esa raza maldita venida de allende los mares. Tal vez no sería correcto culpar a los españoles de hoy de los desmanes que cometieron sus antepasados, salvo porque lo siguen reivindicando como si fuera un pretérito glorioso que además niega la consumación del asesinato de  alrededor de 56 millones de seres humanos, el 90% de la población del Abya Yala de entonces.

Después de 332 años de ocupación salvaje fueron derrotados y se tuvieron que ir. Pero aun se quedaron en Cuba y Puerto Rico por 74 años más. Todo esto vino a mi mente cuando leí que el actual presidente del gobierno español Pedro Sánchez, intentando rechazar las recientes medidas tomadas contra Europa por la administración del presidente Donald Trump,  dijera palabras más, palabras menos, que buena parte de la riqueza de Estados Unidos había sido obtenida gracias a Europa… y vaya que España ha jugado un papel relevante en ese sentido. Lo que extraña es que sus líderes lo reivindiquen como algo positivo.

Ya  en febrero de 1819, España cedió gustosamente a Estados Unidos los territorios de Florida y Oregón y la navegación por el río Misisipi  a cambio de que Washington la apoyara en su lucha contra los independentistas del sur. A través del Tratado Adams-Onis o Tratado Transcontinental, España aceptó algunas migajas, entre otras que Estados Unidos “respetará” su posesión de Texas y los límites de California. Sabemos lo que ocurrió después con estos territorios, que incrementaron la “riqueza” de Estados Unidos. Pero el secretario de Estado John Quincy Adams, posteriormente presidente de Estados Unidos ni siquiera aceptó hacer una promesa formal,  se limitó solo a una declaración verbal  sobre estos asuntos. 

Mucho antes, por lo menos desde 1801, Estados Unidos había mostrado su interés en apoderarse de Cuba. Algunas décadas después, una vez más, España acudió gustosa a incrementar la riqueza de Estados Unidos. En diciembre de 1898, una España acostumbrada a que se le impusieran acuerdos ignominiosos, firmó con Estados Unidos el Tratado de París mediante el cual renunció a la “soberanía y propiedad de Cuba” al tiempo que cedía -en favor de la riqueza de Estados Unidos-  Puerto Rico, las islas Guam y el archipiélago de las Filipinas. Claro, España permitió que Estados Unidos se introdujera en la guerra de independencia de Cuba cuando los irredentos mambises tenían prácticamente ganada la contienda. 

En el artículo 7 del tratado, España renunciaba a todo reclamo de indemnización de “cualquier género” y en el artículo 8 entregaba todas sus haciendas y patrimonios en estos territorios. Es tan grande la estulticia y la cobardía de las élites españolas a lo largo de la historia que el Tratado de París en su artículo 16 dice textualmente: “Queda entendido que cualquier obligación aceptada en este Tratado por los Estados Unidos con respecto a Cuba está limitada  al tiempo que dure su ocupación en esta isla; pero al terminar dicha ocupación aconsejarán al gobierno que se establezca en la isla que acepte las mismas obligaciones”.

Así, en 1901 se estableció la Enmienda Platt que fue incorporada a la Constitución de Cuba limitando su independencia y entronizando un sistema neocolonial para el control y dominio de la isla. Este engendro tuvo “validez” hasta 1934, pero desapareció en realidad  del horizonte político de Cuba, con el triunfo de la revolución en 1959. El Tratado de París fue una gran contribución de  España -una vez más- para aumentar la riqueza de Estados Unidos, tan necesitado de ello.

Siguiendo su práctica entreguista, años después, en 1975, España ya ni siquiera sin firmar un tratado, entregó su posesión en el Sahara Occidental a la putrefacta monarquía marroquí. Parecía que su absoluta carencia de dignidad manifestada en favor de Estados Unidos, también se expresaría en África en apoyo a otros entes que también “necesitaban” la ayuda de Europa para incrementar su riqueza. En noviembre de ese año a través de la Operación Golondrina prepararon la evacuación urgente del territorio saharaui de las fuerzas armadas hasta entonces ocupantes y sus propiedades.

A través de un oscuro personaje llamado José Solís, España le manifestó al monarca alauita de Marruecos, Hassan II, su disposición de abandonar el Sahara de inmediato, solo a cambio de que Marruecos “cubriera las formas y salvara los compromisos de España” y que la monarquía borbónica estaba de acuerdo en que el Sahara pasara a estar bajo soberanía marroquí. Fue una actuación tan deshonrosa que hasta las propias fuerzas armadas españolas ocupantes la rechazaron. 

Después de eso, Hassan II y su hijo, el actual monarca, han tenido el dinero suficiente para comprar a las élites españolas, esta vez para contribuir a elevar su propia riqueza y la de otros líderes europeos necesitados de alimentar su pecunio personal. No se ha podido hacer nada, para cambiar la situación. La ignominia y la desvergüenza está presente en el ADN de las élites españolas sean estas monárquicas o políticas. Es una condición natural para su repulsiva existencia. 

A mediados del siglo pasado, cuando finalizó la segunda guerra mundial, Estados Unidos ideó el Plan Marshall que fue “vendido” como el esfuerzo de Washington para la reconstrucción de la Europa devastada por la guerra. En realidad, el Plan Marshall fue el instrumento mediante el cual – en medio de la guerra fría- Estados Unidos se compró Europa para confrontar a la Unión Soviética.

Pero una vez desaparecida ésta y finalizada la contienda ideológica del siglo XX, Europa dejó de ser necesaria para Washington. Sin embargo las élites atlantistas que han gobernado en ambos lados del océano durante los últimos 35 años, siguieron construyendo la ficción de que seguían siendo aliados, socios y amigos.

Hoy, cuando el presidente Trump está poniendo las cosas en su sitio, Europa está tomando nota de un carácter parásito y dependiente que la llevó a nutrir el poder de  Estados Unidos  en detrimento de sus propios pueblos. Ahora, constata que, como ciertos adminículos que se usan y se botan, Estados Unidos la está lanzando al estercolero de la historia de donde nunca más podrá salir.

Europa habida cuenta de la decisión de sus élites, es nadie, entre otras cosas porque no tiene ninguna riqueza material: dependía de Rusia para tener energía barata que le servía para  garantizar su desarrollo industrial y tecnológico y renunció a ello para -contribuyendo a la riqueza de Estados Unidos- comprarla tres veces más cara. Ahora, están sumidos en una profunda crisis económica de la que no saben cómo salir.

Depende de China para su intercambio económico, sobre todo desde 2021 cuando Beijing se transformó en su principal socio comercial y aún cuando en 2023 cedió ese sitial nuevamente a Estados Unidos, hoy, en medio de su crisis, se han visto obligados a recurrir al gigante asiático para no profundizar su dependencia de Washington.

Depende de Estados Unidos para su defensa. Ese sometimiento le salía muy barato mientras enarbolaban el fantasma de una probable invasión rusa que nunca ha ocurrido pero que las élites atlantistas de Washington “compraban” porque les interesaba. No obstante, cuando a partir de las más elementales normas del capitalismo, Trump se ha propuesto cobrar por el servicio prestado, se han desmoronado y no tienen respuesta por lo que han optado por exhibir su mediocridad con total desfachatez. 

Además, como no tienen una robusta industria militar propia, en el momento en que se han propuesto reforzar su potencial militar, tendrán que comprar armas en Estados Unidos -por lo menos en la primera etapa- contribuyendo de esa manera con la ampliación de la riqueza de Estados Unidos.

Si Pedro Sánchez cree que decirle esto a Trump, va a cambiar el estado de las cosas, solo expone su pequeñez mental, su carencia de comprensión de lo que está ocurriendo en el mundo y su insignificancia como político y estadista. 

No se podría esperar otra cosa de él habida cuenta de la sangre que corre por sus venas y el ADN de su estirpe … si lo sabremos nosotros aquí, en Nuestra América.

sergioro07.blogspot.com 

 Las opiniones de los colaboradores individuales no representan necesariamente las de DOSSIER GEOPOLITICO

¡¡ TIEMPOS BORRASCOSOS PARA LA REPÚBLICA IMPERIAL !! pronostica el director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele en su columna del Club de La Pluma, ante la lucha intestina de las élites occidentales entre los triunfalistas de Trump contra los globalistas derrotados, que se han atrincherado en Europa tras el falso símil de aquel pacto del siglo XIX, de “La Entente Cordiale Franco Británica”, buscando una unidad imposible en el viejo continente, para continuar una guerra contra Rusia que ya han perdido, en tanto que Trump exige darla por acabada con un acuerdo de paz directo con Putin, que sellaría el fracaso definitivo de la estrategia imperial en destruir a Rusia para luego cercar a China. A lo que Europa responde abrazándose a un acabado Zelensky -símbolo y peón de la catástrofe- y con exigencias cercanas al ridículo, obviamente rechazadas por Moscú.

AUDIO:

A lo largo del audio, aborda y analiza la secuencia de los últimos acontecimientos tales como:

• El enfrentamiento verbal en la Casa Blanca, que no fue un show ni una trampa, y sí mostró la realidad del “personaje Zelensky” que sabe que el fin de la guerra será su propio final.

• La encerrona previa de Macron y Starmer a Trump, con un “tratado de paz” que solo sería un alto el fuego por 30 días para transformar a Ucrania en una especie de las “2 Coreas” y el despliegue de tropas europeas en Ucrania. Hipótesis tan fantasiosas para Europa como inaceptables para Rusia.

• Que la NO firma del tratado por los recursos minerales y tierras raras fue porque Ucrania exigía que EEUU fuera el “garante de seguridad” contra Rusia. Condición también descartada de plano por la administración Trump.

• La sobreactuada reacción de los europeos con “sus cumbres” repletas de rispideces y elucubrando con unas fuerzas armadas propias en tanto que alientan el conflicto a pesar de que aumenta el rechazo a mandar tropas a Ucrania y a las dudas sobre el esfuerzo económico anunciado.

• Que en este momento la guerra continúa, perdiendo Ucrania más territorios y más vidas, mientras que Moscú no tiene prisas por negociar una paz que no sea concreta, real, y factible de cumplir, además de que reconozca todos sus objetivos.

• Que Inglaterra, que encabeza con Francia el grupo de países europeos “rebeldes” a Trump, no seguirá ese rumbo de choque contra EEUU porque pesan más sus lealtades anglosajones y porque la UE es garantía de divisiones y conflictos internos.

Finalmente, Pereyra Mele reflexiona que en estos momentos es crucial tanto la neutralidad del Sur global, cómo el NO castigar a Rusia y el fortalecer las bases de los BRICS+ para tener un sitio en la futura mesa de negociaciones del nuevo orden mundial, en tanto que se aproxima la guerra comercial del gobierno de Trump a nivel global por lo que habría que pensar en grande y vislumbrar correctamente todos los escenarios, más allá de los TIEMPOS BORRASCOSOS EN LA REPÚBLICA IMPERIAL

Eduardo Bonugli (Madrid, (09/03/25)

Por Sergio Pintado de Sputnik que entrevista a Silvina Romano y a Carlos Pereyra Mele

Luego de 10 años, Luis Almagro culmina un ciclo al frente de la OEA marcado por la «sumisión total a Washington», el apoyo a un golpe de Estado en Bolivia y la amenaza de una invasión a Venezuela. Dos analistas consultados por Sputnik reflexionaron sobre cómo Almagro «llevó al límite» a la OEA como herramienta de EEUU contra los «díscolos».

Con la inminente elección de un nuevo secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el uruguayo Luis Almagro se encamina a abandonar el puesto que ocupó durante una década y que lo tuvo como uno de los principales portavoces de las presiones de Washington contra los países latinoamericanos, incrementando el descrédito de una organización cada vez menos confiable.

Si bien Almagro llegó a la OEA impulsado, entre otros, por el Gobierno uruguayo de José Mujica (2010-2025) del que había sido canciller, pronto demostró su frecuente coincidencia con la política exterior estadounidense y, particularmente, con la agenda de Donald Trump, que alcanzó la Casa Blanca por primera vez poco después.

«Durante la gestión de Almagro se consolidaron algunas tendencias históricas de la OEA como la sumisión a EEUU, el principal ‘accionista’ de la organización. Pero, además, Almagro construyó una marca propia, muy personalista y en la línea del primer Gobierno de Trump y con el núcleo de republicanos afines a Trump en Miami», afirmó a Sputnik la politóloga argentina Silvina Romano.

La experta, una de las autoras del libro La OEA en tiempos de Almagro, admitió que la OEA siempre fue, desde su creación en 1948, un instrumento a través del cual Washington buscó imponer al resto del continente «su noción de la democracia y el desarrollo» y el american way of life. Aun así, consideró que el organismo aún era visto por algunos países como un instrumento «de diplomacia» que podía servir para la solución de controversias.

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Romano subrayó que Almagro «eliminó esa característica del organismo y en vez de hacer diplomacia ejerció el intervencionismo directo en la política interna de los países y generó discordia», lo que en definitiva es «todo lo contrario a lo que debería esperarse de un organismo interamericano».

Para la analista, el episodio «más bochornoso» de la gestión de Almagro se dio con el apoyo de la OEA al golpe de Estado en Bolivia en 2019, cuando el propio secretario general acusó al entonces presidente boliviano Evo Morales (2006-2019) de fraude electoral, sin datos fehacientes que sustentaran esa hipótesis.

«Almagro profundizó la inestabilidad y propició un golpe de Estado convencional puro y duro en Bolivia, con un legado de violencia, muertes y desinstitucionalización muy fuerte. La OEA es responsable de eso y todos esperábamos que Almagro tuviera que rendir cuentas, pero parece que se irá impune», afirmó Romano.

La analista también apuntó como otro de los puntos oscuros de la gestión Almagro el apoyo explícito a una posible intervención armada en Venezuela en 2018, con el objetivo de derrocar al presidente Nicolás Maduro. «Se plegó a EEUU en esa amenaza que prácticamente planteó una situación de guerra que hacía mucho no se veía en la región«, recordó.

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También en diálogo con Sputnik, el analista geopolítico Carlos Pereyra Mele definió al período de Almagro al frente de la OEA como una época de «sumisión total a las directivas de Washington» pero contextualizó esto dentro de la historia de una organización que nunca se apartó demasiado de ese camino.

Para el experto, el organismo tiene un problema desde su origen, cuando EEUU se aseguró el control sobre esa plataforma al financiarla y asegurar que su sede estuviera en la capital estadounidense. El debilitamiento se acentuó, de acuerdo al experto, cuando se incorporaron las excolonias europeas en el Caribe, diluyendo el poder que tenían los estados soberanos latinoamericanos al otorgar «un voto por país».

«El voto de Brasil tiene la misma potestad que el de Trinidad y Tobago, cuando sabemos que esa no es la real dimensión del poder en nuestra América. Por lo tanto, el poder latinoamericano se fue diluyendo y quedando a la saga de esta organización, que es fruto de la Guerra Fría», sostuvo Pereyra Mele.

El experto advirtió que, si bien en la actualidad EEUU ya no es el «Estado hegemónico» en la región como lo era en la época de postguerra en la nación la OEA, el organismo «siguió siendo una herramienta muy útil para los gobiernos norteamericanos de turno», especialmente en la tarea de «bloquear a todos los países díscolos de la región». Ello explica, fundamentalmente, el «castigo a Cuba», expulsada de la organización en 1962, o los más recientes embates contra Venezuela o Bolivia.

Pereyra Mele aseguró que la OEA «ha perdido credibilidad» al punto en que países como Venezuela han decidido directamente dejar de participar y «es un reflejo de algo que no existe más» porque «no representa los intereses reales de la región». «Todo esto genera un descrédito que ha llevado a una pérdida sustancial de importancia que terminará, seguramente, con el deterioro final de esta organización«, auguró.

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En efecto, el experto comparó la pérdida de relevancia de la OEA con la del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que «ha perdido la influencia que tenía» en la región en favor, por ejemplo, del Banco de los BRICS y la consolidación de China como principal socio comercial de la mayoría de los países latinoamericanos.

La CELAC, alternativa natural a la OEA

Para Romano, los diez años de Almagro en la OEA «terminaron de borrar» las pocas esperanzas de que la OEA tuviera, al menos, una apuesta por la diplomacia en la región americana. Por eso, consideró que la gestión del uruguayo «ha presionado para el nacimiento o el refuerzo de organismos de diplomacia y encuentro regional por fuera de la OEA».

«Es muy difícil que la OEA vuelva a revestirse de legitimidad luego de la gestión de Almagro y es urgente que encontremos institucionalidades alternativas porque en el tablero geopolítico de hoy, una de las únicas vías para que América Latina tenga voz y voto y pueda mejorar sus condiciones es la unidad regional», afirmó la analista.

Pereyra Mele apuntó especialmente a la presencia de EEUU y Canadá como uno de los grandes problemas de la OEA. «Mientras tengamos organismos donde la anglosfera tenga suficiente poder y suficiente relación desequilibrada, como en la OEA con EEUU y Canadá, no servirá porque será un mal espejo en el que se reflejan mal las situaciones de la región«, explicó.

Tras la desaparición de la Unasur, ese foco se ha colocado, remarcó Romano, sobre la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), organización que nuclea a los 33 países de las Américas, excepto EEUU y Canadá.

Pereyra Mele consideró, en tanto, que la CELAC podría agrupar a su vez a «organismos regionales» que contemplen de forma más específica las realidades de los diferentes «subcontinentes» de América y que, juntos, puedan «desarrollar una política más acorde a nuestros modelos de soberanía si queremos formar parte del nuevo orden mundial«.

Por: Prof Dr. Anthony Medina Rivas Plata (1) especial para Dossier Geopolitico

Una anécdota poco conocida en la historia de la diplomacia digital se produjo en el año 2020 en Perú; cuando las cuentas de Twitter de las Embajadas de Estados Unidos y China empezaron a acusarse mutuamente de depredar los recursos pesqueros del mar peruano. El 22 de septiembre, la Embajada de EE. UU en Perú a través de un tweet realizó una alerta sobre la presencia de una flota de más de 300 barcos procedentes de China en la costa peruana; informando que dichos barcos estaban realizando una sobrepesca en la zona, generando enormes daños ecológicos y económicos. Pocos minutos después la Embajada China salía no sólo a desmentir lo señalado por la Embajada estadounidense, sino a acusarla de difundir fake news. 

Las tensiones entre ambos países por la situación peruana, si bien siempre han sido de bajo perfil, han ido en aumento; debido a la presencia cada vez más grande de China en la economía peruana. Dicha presencia se ha consolidado con la inauguración del nuevo Megapuerto de Chancay en noviembre de 2024; del cual la empresa Cosco Shipping, una empresa estatal china, posee la titularidad de sus activos. 

Pero no es solamente Chancay. Desde el año 2014, China se ha convertido en el principal socio comercial del Perú, y la “relación estratégica” que establecieron en consecuencia de ello alcanza a los principales sectores de la economía peruana: agrícola, pesquero, energético y portuario. Esto se ha logrado de manera asimétrica, permitiendo el control por parte de empresas chinas (muchas de ellas estatales) de activos estratégicos peruanos sin una mayor supervisión o presencia del Estado Peruano. En ese sentido, las empresas estatales peruanas son pocas y débiles, y la crisis de régimen que actualmente vive el país (6 presidentes en 9 años) ha debilitado de manera crítica la capacidad del Estado para regular la inversión extranjera. La política peruana de acercamiento a China ha sido una consecuencia de dos políticas de Estado: la proyección a la región Asia-Pacífico desde el ingreso del Perú a APEC en 1997 (Fujimori) y su política de apertura a través de Tratados de Libre Comercio Bilaterales, tendencia seguida por el Perú al menos desde el año 2002 (Toledo-García-Humala).  

Para entender la importancia que China ha venido logrando en la economía del Perú, comparémosla con la balanza comercial que dicho país tiene con los Estados Unidos. Desde la implementación del TLC Perú-EE.UU. en 2009, las exportaciones peruanas hacia Estados Unidos han mostrado un crecimiento sostenido, alcanzando un total de 101.005 millones de dólares en los primeros quince años de vigencia del acuerdo. De este total, el 51,1% correspondió a productos no tradicionales (manufacturas e industria). En el último año evaluado (febrero 2023 – enero 2024), las exportaciones peruanas a Estados Unidos sumaron 9.090,7 millones de dólares, lo que representó un incremento del 5,3% en comparación con el año anterior. Del monto total exportado en ese período, el 98,7% correspondió a subpartidas con acceso libre de aranceles.

Entre los productos tradicionales que exporta el Perú, la minería es uno de los principales. En el último año evaluado, las exportaciones de cátodos y secciones de cátodos de cobre refinado aumentaron en 255,5 millones de dólares. Asimismo, los derivados del petróleo registraron un crecimiento significativo, con un incremento del 165,5% en comparación con el año anterior. Por otro lado, dentro de los productos no tradicionales, el sector agropecuario ha mostrado un crecimiento notable, con un aumento de 362,1 millones de dólares en las exportaciones durante el último año. Destacan productos como los arándanos frescos y las uvas frescas, con incrementos de 360,4 millones y 194,1 millones de dólares, respectivamente. En el año 2023, Estados Unidos se consolidó como el segundo socio comercial de Perú, representando el 13,6% del total de las exportaciones peruanas, con un valor de 8.602 millones de dólares y un crecimiento del 19,8% en comparación con 2022; siendo una relación comercial por épocas deficitaria y por épocas superavitaria para ambos países.

Esta relación económica, que es sumamente importante para el Perú, empezó a ser disputada por China. El TLC firmado en 2009 y en vigor desde marzo de 2010 ha permitido un crecimiento sostenido del intercambio comercial. Desde 1998 hasta 2023, las exportaciones peruanas a China han experimentado una tasa promedio anual de crecimiento del 19.3%, mientras que las importaciones desde China han crecido a una tasa promedio anual del 17.3%. Este dinamismo ha hecho que China se posicione como el destino principal de las exportaciones peruanas y la fuente primaria de sus importaciones. El volumen de comercio bilateral ha alcanzado niveles históricos. En 2022, las exportaciones peruanas a China totalizaron 20,891 millones de dólares, representando el 33% del total de exportaciones del país. Al mismo tiempo, las importaciones desde China sumaron 15,789 millones de dólares, equivalentes al 26.2% del total de importaciones peruanas. Estos valores reflejan el rol preponderante que ha adquirido China en la economía peruana, tanto como mercado de destino para sus productos primarios como en la provisión de bienes manufacturados esenciales para la industria y el consumo interno.

Las exportaciones peruanas a China están fuertemente concentradas en productos tradicionales, con la minería como el sector predominante. En 2022, el 91% de las exportaciones a China correspondieron a minerales, con el cobre como el principal producto exportado, alcanzando un valor de 14,291 millones de dólares, lo que representó el 70.8% del total del rubro. Otros minerales importantes en la canasta exportadora incluyen el hierro, con 1,691 millones de dólares (8.4%), el plomo con 1,304 millones de dólares (6.5%) y el zinc con 770 millones de dólares (3.8%). Además, el sector pesquero ha jugado un papel relevante en las exportaciones, con la harina de pescado alcanzando los 1,416 millones de dólares en ventas a China, lo que representa el 7% del total de exportaciones tradicionales hacia ese país.

A pesar de la fuerte dependencia de los productos tradicionales, las exportaciones no tradicionales han mostrado un crecimiento sostenido, aunque aún representan una porción menor del comercio bilateral. En 2022, las exportaciones no tradicionales a China sumaron 706 millones de dólares, con los sectores agropecuario, pesquero y textil como los más destacados. El sector agropecuario lideró estas exportaciones con un valor de 356 millones de dólares, equivalente al 50.4% del total de productos no tradicionales exportados a China. Los productos pesqueros representaron el 32.6% con 230 millones de dólares, mientras que el sector textil aportó 46.6 millones de dólares, equivalente al 6.6%. Estos datos reflejan un esfuerzo por diversificar la canasta exportadora y aprovechar las oportunidades en nuevos mercados dentro de China, aunque el peso de las exportaciones sigue estando fuertemente inclinado hacia los productos básicos. Finalmente, en el ámbito de las importaciones, Perú ha consolidado a China como su principal proveedor de bienes manufacturados. Los productos importados desde China incluyen maquinaria, productos electrónicos, textiles y juguetes, siendo una fuente clave para el abastecimiento de bienes industriales y de consumo. 

Estados Unidos ha visto de manera crítica la creciente relación económica de China con Perú. A pesar de que Estados Unidos es el cuarto mayor inversor extranjero en el Perú (con un 11%) frente a Reino Unido (18%), España (17%) y Chile (12%); dicho país ha sido crítico con el rol que han cobrado las empresas chinas (especialmente las estatales) en sectores como los de electricidad y minería. En abril de 2023, la empresa italiana Enel vendió la totalidad de sus activos en Perú a China Southern Grid International para dar energía eléctrica al norte de Lima; mientras que la empresa chilena Luz del Sur fue vendida a Three Gorges Corporation; con lo cual el 100% de la energía eléctrica de la capital del Perú (una de las capitales más grandes de Sudamérica, con casi 13 millones de personas) es controlada por un solo país: la República Popular China. La preocupación de Estados Unidos con la inversión china trasciende el tema económico y se convierte en uno de seguridad; siendo que China ya dejó de ser un socio meramente comercial para el intercambio de productos. En la última visita de Xi Jingping a Lima durante la cumbre de APEC del pasado Noviembre de 2024; la presidenta peruana Dina Boluarte destacó la promoción de la inversión china en Perú como un objetivo estratégico de su gobierno. No le falta razón, considerando que la relación con China es una de las muy pocas cosas que se han mantenido constantes a nivel de política pública en el Perú en las últimas dos décadas. 

Aunque no debería serlo, esta situación empieza a volverse problemática para el Perú. Asesores cercanos al presidente Donald Trump han criticado abiertamente el proyecto chino del Megapuerto en Chancay y han señalado que podrían imponer aranceles de hasta 60% a todos los productos que ingresen al mercado estadounidense a través de Chancay; a pesar de que los productos que van a los Estados Unidos salen principalmente por el puerto del Callao, mientras que por Chancay salen principalmente productos destinados a China y viceversa.

Al mismo tiempo, el Congreso Peruano aprobó un acuerdo para el ingreso de tropas norteamericanas armadas al Perú, con el objetivo de realizar ejercicios militares en 16 localidades peruanas durante todo el año 2025. Considerando que algunos funcionarios clave del gobierno de Trump han opinado que Chancay puede servir como una base militar china (el Djibouti de Sudamérica) para suministros, logística y reparación de buques; en Perú deben tener claro que su neutralidad política en medio del conflicto entre China y Estados Unidos puede ser forzada a terminar en algún momento. ¿Pero cuándo llegará ese momento?

Varios analistas suelen ver un “alineamiento” de los estados sudamericanos con China como un resultado automático de su peso económico, y esto no es necesariamente cierto. La ‘gran estrategia’ de Trump en el Hemisferio Occidental se extiende desde Groenlandia hasta Panamá; pero no incluye a Sudamérica dentro de ella; por lo que puede ser más flexible en su política comercial con países pequeños cuyo déficit comercial no le es excesivamente oneroso (como es el caso de Perú; a diferencia de Argentina y Brasil con quien ya tiene conflictos por los nuevos aranceles impuestos al acero). Trump sabe que es imposible lograr superávit en el 100% de sus balanzas comerciales; por lo que puede seguir manteniendo sus preferencias arancelarias con Perú a cambio de presencia militar y de un cambio en los patrones de la cooperación internacional más orientados a la inversión extranjera directa de cara a contrapesar los proyectos Belt and Road en América del Sur. Si, por el contrario, el gobierno de Trump decide imponer aranceles a las exportaciones peruanas o sanciones a empresas peruanas en el marco del TLC; las posiciones pro-chinas en el establishment peruano se fortalecerán. Sin duda, este ha sido un difícil equilibrio que hasta el momento el gobierno peruano ha sabido mantener. Lo que no sabemos es por cuánto tiempo este equilibrio será posible, y por cuál de los dos países se decantará la posición final del Perú. 

1 Licenciado en Ciencia Política y Magíster en Políticas Públicas.

Doctorando en Relaciones Internacionales del IRI-UNLP.

Por Elena Fritz

El European Council on Foreign Relations (ECFR), uno de los think tanks más influyentes de la UE, presenta un «plan de cinco puntos» que arrastra a Europa a una guerra por poder con Rusia.

Los estrategas de política exterior de Europa han ideado algo nuevo, y podría ser su proyecto más peligroso hasta la fecha. El ECFR, uno de los think tanks más influyentes de la UE, presenta un «plan de cinco puntos» que supuestamente hará a Europa más segura. Sin embargo, quien lea el documento pronto se dará cuenta de que no se trata de seguridad, sino de una estrategia de escalada que llevará a Europa a una guerra por poder con Rusia.

Las propuestas del ECFR son una pesadilla de sobreconfianza, ingenuidad geopolítica y locura económica. Uno se pregunta inevitablemente: ¿Alguien en Bruselas tiene todavía una visión clara de la realidad?

Un plan sin consideración por las pérdidas

El plan del ECFR se basa en cinco puntos clave:

    – El masivo rearme de Ucrania, financiado con fondos de la UE.

    – Nuevas sanciones contra Rusia, a pesar de que las anteriores han dañado más a Europa que a Moscú.

    – Una agenda europea de alto el fuego que se definirá sin Rusia.

    – Una obligación de rearme para la UE, con un aumento del gasto en defensa hasta el tres por ciento del PIB.

    – La pretensión de reemplazar a EE. UU. como potencia líder, a pesar de que Europa depende militar, económica y geopolíticamente de Washington.

¿Suena como un plan? No, suena como una ilusión peligrosa. Porque detrás de esta agenda hay una fatídica suposición: que la UE es una gran potencia que puede determinar lo que sucede en el mundo.

Pero la realidad es diferente.

Europa está económicamente debilitada, socialmente profundamente dividida y políticamente incapacitada. Mientras Rusia convierte su economía en producción bélica y los EE. UU. se retiran cada vez más de la escalada directa, los burócratas de la UE sueñan con dirigir la política mundial con sanciones y transferencias de dinero. Esto no es una estrategia, es megalomanía.

Europa no puede reemplazar a EE. UU.

Uno de los puntos más extraños del documento del ECFR es la idea de que la UE pueda ocupar el lugar de EE. UU. Solo se necesita actuar con determinación, se dice, y entonces Europa podrá «marcar el tono». Pero para reemplazar a EE. UU., la UE tendría que poseer primero el poder militar, financiero y estratégico de Washington. Y eso es precisamente lo que falta:

    – Militarmente: La UE no tiene un ejército propio y depende completamente de la OTAN. La idea de que Bruselas pueda de repente actuar como una potencia militar líder es absurda.

    – Financieramente: Mientras los EE. UU. controlan el dólar y dirigen los flujos financieros globales, la UE está económicamente debilitada y luchando contra tendencias recesivas.

    – Estratégicamente: Los EE. UU. pueden permitirse una flexibilidad geopolítica a través de sus redes globales. La UE, por otro lado, se ha metido en un callejón sin salida, donde se encuentra sin opciones propias.

Entonces, ¿qué queda de la idea de que Europa podría ponerse a la cabeza del juego geopolítico? Nada, excepto pensamiento ilusorio.

Un barril sin fondo: ¿Quién se beneficia de los miles de millones para Ucrania?

El ECFR exige para Ucrania 40 mil millones de euros en 2025, y inversiones a largo plazo equivalentes al 0,25 por ciento del PIB de la UE. Pero no hay respuestas claras a la pregunta crucial: ¿A dónde va realmente ese dinero?

Hoy en día, Ucrania está económicamente colapsada, la producción industrial está en ruinas y millones de personas han huido. Cada euro que fluye hacia Kiev financia ya sea la guerra o desaparece en redes de corrupción.

Los estrategas de la UE parecen no aprender nada de esto. Siguen inyectando dinero de los contribuyentes en una estructura que ya no funciona. ¿El resultado? Los ciudadanos de Europa pagan la factura, y Ucrania sigue siendo un estado en crisis permanente.

¿Rusia debe capitular? El ECFR exige lo imposible

Particularmente provocadora es la exigencia del ECFR de que Rusia se someta a un «plan de reparaciones» occidental. Moscú debería pagar reparaciones, limitar sus armas de largo alcance y cumplir con las directrices de Bruselas.

Pero quien crea que Rusia se someterá a un dictado de la UE ignora la realidad geopolítica. Los tiempos en que Europa podía dictar condiciones a Rusia han pasado.

En realidad, Moscú reacciona a esta confrontación con aún más determinación. Mientras Occidente se pierde en debates sobre el suministro de armas, Rusia ha transformado su industria en economía de guerra, ha aumentado masivamente la producción de armas y ha forjado nuevas alianzas globales.

En otras palabras: la UE intenta trabajar con una postura amenazante, pero le falta el poder para imponer sus propias amenazas.

Europa ya no tiene tiempo para juegos de planificación

Mientras Bruselas aún discute sobre nuevos gastos en defensa, otros actores ya están actuando. Rusia está ampliando su capacidad de producción militar. China fortalece sus redes económicas y geopolíticas. Los EE. UU. se preparan para una nueva dirección de política exterior después de las elecciones.

Europa, por su parte, se pierde en teorías y espera que las sanciones y los paquetes financieros cambien el rumbo de la historia.

Pero el tiempo para tales ilusiones se ha acabado. Europa no está del lado de los ganadores en este conflicto, y es hora de que lo reconozca.

Conclusión: La política bélica de Europa conduce al abismo

El plan del ECFR no es un concepto de seguridad, sino una receta para una catástrofe geopolítica. Una política de rearme sin base económica. Una estrategia de sanciones que causa más daño a Europa que a Rusia. Una escalada militar para la cual Europa no está preparada. Una idea utópica de reemplazar a EE. UU. como potencia líder, sin los medios de poder necesarios.

La UE se encuentra en un punto de inflexión. ¿Seguirá siendo un vasallo de Washington que tropieza ciegamente en un conflicto? ¿O finalmente encontrará una estrategia independiente basada en la diplomacia, la estabilidad económica y un cálculo de poder inteligente?

Si Europa no se despide pronto de estas fantasías peligrosas, se avecina un futuro en el que el continente no será el «líder del mundo libre», sino solo el próximo campo de batalla geopolítico.

FUENTE: https://www.geopolitika.ru/es/article/el-ultimo-acto-de-europa-como-el-plan-del-ecfr-lleva-la-ue-al-abismo

Ajedrez de geopolítica: Movimientos inesperados, movimientos que esconden otros, o que distraen. Hay peones, hay caballos, hay alfiles, torres, reina y rey. Todos juegan, todos tienen su rol. En Radio Sputnik, ‘Ajedrez de geopolítica’. Donde conocemos todo lo que se juega y todo lo que se decide. Conduce Javier Benítez. que entrevista al Director de Dossier Geopolitico Carlos Pereyra Mele.

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, destacó las acciones del Ejército ruso que condujeron al inicio de conversaciones entre el gigante euroasiático y Occidente. Y mientras representantes de Moscú y Washington volvieron a reunirse, ahora en Estambul, el mandatario de EEUU, Donald Trump, humilló al primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer.

AUDIO:

Honor a quienes lo merecen

«Los cambios dinámicos que se producen hoy en el panorama internacional son en gran parte resultado del coraje y la resiliencia de nuestras Fuerzas Armadas, nuestros héroes. Fueron ellos, con su valor, con sus victorias diarias, quienes crearon las condiciones para el inicio de un diálogo serio, un diálogo sobre una solución fundamental a la crisis ucraniana y a otras crisis», manifestó Putin durante una reunión de la junta directiva del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB, por sus siglas en ruso).

Al respecto, el Dr. Carlos Pereyra Mele, director de Dossier Geopolítico, expresa que en la política exterior y en la diplomacia hay dos vías para alcanzar los objetivos. El analista apunta que «una es la vía diplomática, de negociación, de arreglo, de concesiones, de diálogo, y la otra es a través del sistema de defensa y seguridad militar».

«Es evidente que la primera opción fue imposible con el régimen de Kiev, que no es justamente el principal jugador de todo este gran conflicto, sino que es una parte utilizable por parte de la OTAN, y en su momento, por las distintas administraciones estadounidenses, que impidieron todo accionar de tipo diplomático para llegar a un acuerdo. Y cuando se llegó a un acuerdo, lo traicionaron, como fue el caso de Minsk I y Minsk II, con los que se intentó una vía pacífica para solucionar el conflicto interno que ocurría en Ucrania. Todos ya sabemos perfectamente que fueron boicoteados por los mismos que tenían que ser garantes, diplomáticamente hablando, porque Angela Merkel, excanciller alemana, y el expresidente francés François Hollande, reconocieron públicamente que fue una trampa montada contra el Gobierno ruso», detalla el experto.

En este sentido, el analista añade que «entonces ocurrió lo que siempre ocurre con una potencia: se pasa a la fase dos que es la del enfrentamiento militar directo, que ha sido la consecuencia no haber dialogado y de no haber llegado a acuerdos firmes y haberlos respetado [por parte de Ucrania, Francia y Alemania]». «En esa situación es muy clara la declaración de Vladímir Putin al elogiar los éxitos y la valentía de sus tropas que enfrentan a uno de los ejércitos más numerosos de Europa», subraya Pereyra Mele.

En este sentido, también el jueves 27 de febrero, tuvo lugar una reunión Estambul entre representantes de Rusia y EEUU, en la que se acordaron medidas para garantizar la financiación de las actividades de las misiones diplomáticas de ambos países sobre la base de la reciprocidad, y crear las condiciones necesarias para que los diplomáticos cumplan con sus obligaciones, informó el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso el 28 de febrero.

El diálogo avanzó en formato experto entre el director del Departamento del Atlántico Norte del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Alexandr Darchiev, y la subsecretaria adjunta de Estado estadounidense, Sonata Coulter. Se debatieron en profundidad las formas de superar los numerosos aspectos «irritantes heredados de anteriores administraciones estadounidenses», según la Cancillería rusa.

En este escenario, también el pasado 27 de febrero, el primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer, visitó al presidente de EEUU, Donald Trump. Según medios estadounidenses, el líder británico no recibió lo que esperaba de esta reunión. «Trump no pareció conmoverse ante el pedido desesperado de Starmer de un compromiso más firme de EEUU para proteger a Ucrania», afirma el medio, señalando que el líder estadounidense dijo no a todo.

Tal vez lo más preocupante para Starmer y otros aliados de la OTAN fue la «indiferencia» del presidente sobre si Washington respondería militarmente en caso de que las tropas británicas fueran atacadas en Ucrania. «No necesitan mucha ayuda. Pueden cuidarse muy bien», dijo Trump.

FUENTE SPUTNIK https://noticiaslatam.lat/20250302/putin-honra-a-los-soldados-rusos-crearon-las-condiciones-para-resolver-la-crisis-ucraniana-1161399485.html

Por Alastair Crooke

Trump no cree en la mentira primaria que pretende ser el pegamento que mantiene unida toda la estructura geopolítica de la UE.

Los bits van cayendo en un patrón definido: un patrón previamente preparado.

En la Conferencia de Seguridad de Munich, el Secretario de Defensa Hegseth nos dio cuatro «no»: no a la permanencia de Ucrania en la OTAN; no a la vuelta a las fronteras anteriores a 2014; no a los mecanismos de salvaguardia de las fuerzas de paz del «Artículo 5» y «no» a la presencia de tropas estadounidenses en Ucrania. Y, como broche de oro, añadió que las tropas estadounidenses en Europa no son «para siempre» e incluso puso un signo de interrogación sobre la continuidad de la OTAN.

¡Bastante claro! Estados Unidos claramente se está distanciando de Ucrania y tiene intención de normalizar las relaciones con Rusia.

Luego, el vicepresidente Vance lanzó su petardo entre las élites europeas allí reunidas. Dijo que las élites se habían apartado de los valores democráticos “compartidos”; que dependían excesivamente de la represión y la censura de sus pueblos (y que eran propensas a encerrarlos); y, sobre todo, criticó el cordón sanitario europeo (“cortafuegos”) por el cual los partidos europeos que no pertenecen al centro-izquierda son considerados políticamente non gratos : “Es una falsa “amenaza”, sugirió. ¿De qué tienen tanto miedo en realidad? ¿Tienen tan poca confianza en su “democracia”?

Estados Unidos, insinuó, ya no apoyará a Europa si ésta continúa reprimiendo a sus electores, deteniendo a ciudadanos por delitos de expresión y, en particular, cancelando elecciones, como se hizo recientemente en Rumania . “Si uno se presenta a las elecciones con miedo a sus propios votantes”, dijo Vance, “no hay nada que Estados Unidos pueda hacer por uno”.

¡Ay! Vance les había dado donde más les dolía.

Es difícil decir qué fue lo que más desencadenó el catatónico colapso europeo: ¿fue el temor a que Estados Unidos y Rusia se unieran para formar un gran nexo de poder, privando así a Europa de volver a deslizarse a lomos del poder estadounidense, mediante la noción engañosa de que todo estado europeo debe tener un acceso excepcional al «oído» de Washington?

¿O fue el fin del culto a Ucrania y a Zelenski, tan apreciado entre la élite europea como el «pegamento» en torno al cual se podía imponer una falsa unidad e identidad europeas? Probablemente ambos factores contribuyeron a la furia .

Que Estados Unidos, en esencia, abandonara a Europa a sus propias ilusiones sería un acontecimiento calamitoso para la tecnocracia de Bruselas.

Muchos pueden suponer perezosamente que el doble acto de Estados Unidos en Munich fue sólo otro ejemplo de la conocida afición trumpiana a lanzar iniciativas «extrañas» destinadas a escandalizar y a derribar paradigmas congelados. ¡Los discursos de Munich lograron exactamente eso! Pero eso no los convierte en accidentales, sino más bien en partes que encajan en un panorama más amplio.

Ahora está claro que el ataque relámpago de Trump contra el Estado administrativo estadounidense no habría podido llevarse a cabo a menos que se hubiera planificado y preparado cuidadosamente durante los últimos cuatro años.

La oleada de órdenes ejecutivas presidenciales que Trump emitió al comienzo de su presidencia no fue una casualidad. El destacado abogado constitucionalista estadounidense Johnathan Turley y otros abogados dicen que las órdenes estaban bien redactadas desde el punto de vista jurídico y que se entendía claramente que se producirían impugnaciones legales. Es más, el equipo de Trump acoge con agrado esas impugnaciones.

¿Qué está pasando? El recién confirmado director de la Oficina de Gestión Presupuestaria (OBM), Russ Vought, dice que su Oficina se convertirá en el “interruptor de encendido y apagado” de todos los gastos del Ejecutivo en virtud de las nuevas órdenes ejecutivas. Vought llama al remolino resultante la aplicación del radicalismo constitucional. Y Trump ahora ha emitido la orden ejecutiva que restablece la primacía del Ejecutivo como mecanismo de control del gobierno.

Vaught, que estuvo en OBM en Trump 01, está seleccionando cuidadosamente el terreno para una guerra financiera total contra el Estado Profundo. Se librará primero en la Corte Suprema, que el equipo de Trump espera ganar con confianza (Trump tiene la mayoría conservadora de 6-3). El nuevo régimen se aplicará luego en todas las agencias y departamentos de estado. Esperemos gritos de dolor.

La cuestión aquí es que el Estado Administrativo –alejado del control ejecutivo– se ha arrogado prerrogativas como la inmunidad ante el despido y la autoridad autoadjudicada para dar forma a las políticas, creando un sistema estatal dual, dirigido por tecnócratas no electos, que, al implantarse en departamentos como Justicia y el Pentágono, han evolucionado hasta convertirse en el Estado profundo estadounidense.

Sin embargo, el artículo 2 de la Constitución dice muy claramente: el poder ejecutivo recaerá en el presidente de Estados Unidos (sin condiciones ni peros). Trump pretende que su administración recupere ese poder ejecutivo perdido. De hecho, lo perdió hace mucho tiempo. Trump también está reclamando el derecho del ejecutivo a despedir a «servidores del Estado» y a «eliminar» gastos innecesarios a su discreción, como parte de un requisito previo ejecutivo unitario.

Por supuesto, el Estado administrativo está contraatacando. El artículo de Turley se titula: Nos están quitando todo lo que tenemos: demócratas y sindicatos lanzan una lucha existencial. Su objetivo ha sido paralizar la iniciativa de Trump mediante el uso de jueces politizados para emitir órdenes de alejamiento. Muchos abogados de la corriente dominante creen que la afirmación de Trump de un Ejecutivo Unitario es ilegal. La pregunta es si el Congreso puede establecer agencias diseñadas para actuar independientemente del Presidente; y cómo se compagina eso con la separación de poderes y el Artículo Dos que otorga un poder ejecutivo incondicional a un solo funcionario electo: el Presidente de los Estados Unidos.

¿Cómo es posible que los demócratas no lo hayan previsto? El abogado Robert Barnes afirma, en esencia , que el «blitzkrieg» estaba «excepcionalmente bien planificado» y que se había discutido en los círculos de Trump desde finales de 2020. Este último equipo había surgido de un cambio generacional y cultural en Estados Unidos. Este último había dado lugar a un ala libertaria/populista con raíces en la clase trabajadora que a menudo había servido en el ejército, pero que había llegado a despreciar las mentiras neoconservadoras (especialmente las del 11 de septiembre) que provocaron guerras interminables. Estaban más animados por el viejo adagio de John Adams de que «Estados Unidos no debería ir al extranjero en busca de monstruos para matar».

En resumen, no formaban parte del mundo anglosajón WASP; provenían de una cultura diferente que recordaba el tema de Estados Unidos como república, no como imperio. Esto es lo que se ve en Vance y Hegseth: una vuelta al precepto republicano de que Estados Unidos no debería involucrarse en las guerras europeas. Ucrania no es la guerra de Estados Unidos.

Al parecer, el Estado Profundo no estaba prestando atención a lo que un grupo de populistas atípicos, apartados del enrarecido ambiente de conversación de Washington, estaban haciendo: ellos (los atípicos) estaban planeando un ataque concertado contra el grifo del gasto federal, identificado como el punto débil sobre el cual se podría presentar un desafío constitucional que descarrilaría, en su totalidad, los gastos del Estado Profundo.

Parece que un factor de sorpresa ha sido la disciplina del equipo de Trump: «no hay filtraciones». Y, en segundo lugar, que quienes participaron en la planificación no provienen de la angloesfera predominante, sino de una rama de la sociedad que se sintió ofendida por la guerra de Irak y que culpa a la «angloesfera» de «arruinar» a Estados Unidos.

De modo que el discurso de Vance en Munich no fue disruptivo, sólo por el hecho de ser disruptivo; de hecho, estaba alentando a la audiencia a recordar los primeros valores republicanos. Esto es lo que quería decir con su queja de que Europa se había alejado de “nuestros valores compartidos”, es decir, los valores que animaban a los estadounidenses que buscaban escapar de la tiranía, los prejuicios y la corrupción del Viejo Mundo. Vance estaba reprendiendo (con bastante cortesía) a las élites europeas por volver a caer en los viejos vicios europeos.

Vance también estaba insinuando implícitamente que los libertarios conservadores europeos deberían emular a Trump y actuar para deshacerse de sus «Estados administrativos» y recuperar el control sobre el poder ejecutivo. «Derriben los cortafuegos», aconsejó.

¿Por qué? Porque probablemente considera que el Estado tecnocrático de “Bruselas” no es nada más que una rama pura del Estado profundo estadounidense y, por lo tanto, es muy probable que intente torpedear y hundir la iniciativa de Trump de normalizar las relaciones con Moscú.

Si Vance tenía esa intuición, estaba en lo cierto. Macron convocó casi de inmediato una «reunión de emergencia» del «partido de la guerra» en París para estudiar cómo frustrar la iniciativa estadounidense. Sin embargo, la reunión fracasó y, según se dice, terminó en disputas y acritud.

Resultó que Europa no podía reunir una fuerza militar de «punta afilada» mayor de 20.000-30.000 hombres. Scholtz se opuso en principio a su participación; Polonia se opuso por ser un vecino cercano de Ucrania; e Italia guardó silencio. Sin embargo, Starmer, después de Munich, llamó inmediatamente a Zelenski para decirle que Gran Bretaña veía a Ucrania en un camino irrevocable hacia la membresía de la OTAN, contradiciendo así directamente la política estadounidense y sin el apoyo de otros estados. Trump no olvidará esto, como tampoco olvidará el papel anterior de Gran Bretaña en apoyar el insulto de Rusiagate durante su primer mandato.

Sin embargo, la reunión subrayó las divisiones y la impotencia de Europa. Europa ha quedado marginada y su autoestima está muy dañada. En esencia, Estados Unidos dejaría a Europa librada a sus propias ilusiones, lo que sería calamitoso para la autocracia de Bruselas.

Sin embargo, mucho más trascendental que la mayoría de los acontecimientos de los últimos días fue cuando Trump, hablando con Fox News después de asistir a Daytona, desestimó la falacia de Zelensky de que Rusia quiere invadir países de la OTAN. “No estoy de acuerdo con eso; ni siquiera un poco”, replicó Trump.

Trump no cree en la mentira primaria que pretende ser el pegamento que mantiene unida toda esta estructura geopolítica de la UE. Porque, sin la “amenaza rusa” y sin que Estados Unidos crea en la mentira globalista fundamental, no puede haber ninguna pretensión de que Europa necesite prepararse para una guerra con Rusia. Europa, en última instancia, tendrá que llegar a reconciliar su futuro como periferia en Eurasia.

FUENTE https://strategic-culture.su/news/2025/02/26/america-as-republic-not-as-empire-europe-sound-and-fury-after-jaw-dropping-pivots-in-us-policy/

Cada día está más claro, para quien lo quiera ver, que la maquinita de hacer dólares -empleada para financiar el derroche y desbarajuste de las finanzas de EEUU-, está agotada

Por Augusto Zamora R.

En los previos de la guerra del Peloponeso, discutían los espartanos sobre el conflicto en ciernes con Atenas, y, en un punto de la discusión, el rey Arquidamo hizo esta aseveración: «la guerra no es cosa de armas, las más de las veces, sino de dinero, gracias al cual las armas son eficaces». En Atenas, Pericles les decía a los atenienses que «son las reservas de dinero las que sostienen las guerras». En otro discurso, el ateniense recordaba lo mismo a sus compatriotas: «la mayoría de las veces las guerras se ganan con inteligencia y con abundancia de dinero». Sin dinero no es posible ganar guerras (tampoco partidos de fútbol profesional ni premios de cocina, pero lo dejamos aquí).

Aquellos discursos fueron recogidos por Tucídides en su célebre Historia de la Guerra del Peloponeso, escrita hace ya más de 2.400 años, discursos que, pese al tránsito del tiempo, siguen manteniendo plena vigencia, sin importar que hayan pasado 24 siglos. Tal vez por aquello que también recoge Tucídides, de que las calamidades «suceden y sucederán siempre, mientras la naturaleza humana siga siendo la misma». Podríamos agregar que no sólo sigue varada en lo mismo, sino que, siendo caritativos, tampoco ha mejorado, pero también dejaremos el tema aquí, para no hacer guiso de los fatalismos.

Siendo tan antigua esta verdad, resulta sorprendente el cacareo del gallinero europeo -donde sobran plumas y faltan neuronas-, por las medidas económicas, comerciales y políticas que viene tomando el presidente Trump (Donaldo para los amigos), como si Trump estuviera destrozando, de forma inédita, una regla sagrada o, nuevo Alejandro (ningún parecido, aclaramos), hubiera cortado de un tajo el nudo gordiano del neoliberalismo, para salvar a su país de ese sistema asesino de pueblos.

No ocurre ni lo uno ni lo otro. Donaldo -o su equipo, que es lo mismo-, está queriendo enderezar la balanza de ingresos y gastos gubernamentales, pues las cifras cada vez cuadran menos. Está diciendo, sin decirlo, que EEUU está en bancarrota (o casi) y que no puede seguir dilapidando recursos, pues los necesita para cubrir su creciente abismo presupuestario.

No hace falta recurrir a Sherlock Holmes para encontrar los números crudos de la crisis de EEUU, entre otras razones porque decenas de expertos estadounidenses llevan años advirtiendo que el país estaba metido en un agujero negro de gastos irracionales y que, cegado por los dogmas del neoliberalismo, se había desmantelado lo que un día fue la economía más productiva del planeta. La otrora ‘fábrica del mundo’ ya no lo es y, tal y como están las cosas, haría falta un milagro colosal para que volviera a serlo. Y los milagros escasean tanto que es más fácil hallar un T-Rex vivo que ver tal milagro (los australopitecos son otra cosa: basta pasearse por la Unión Europea para hallar miles).

En cuanto a la aritmética, empezaremos apoyándonos en el artículo ‘More Than Decline’ (Más que decadencia), de Drew Holden, publicado el 24 de diciembre de 2024 en The American Conservative, una revista -obviamente- conservadora, pero con artículos asombrosamente críticos con la deriva política y económica de la casta dirigente de EEUU, de una claridad tal que no hallaremos nada similar en el gallinero europeo.

Holden afirma, desde un inicio, que «EEUU ha perdido la capacidad de producir cosas, y esto crea tanto el riesgo como la realidad de la escasez y la vulnerabilidad. Pero lo que debería preocuparnos son las carencias que afectan a los estadounidenses comunes y corrientes, y los problemas que conlleva una economía que no les sirve», en la que faltan «cosas como la energía verde o universidades asequibles».

Oren Cass, en su artículo ‘Free Trade’s Origin Myth’ (El mito del origen del libre comercio), publicado en Law & Liberty, en enero de 2024, da cuenta de los números:

«Las exportaciones e importaciones estadounidenses estaban más o menos equilibradas en 1992; en 2022 el déficit comercial superó los 900.000 millones de dólares por primera vez. Incluso en productos de tecnología avanzada, en el mismo período de 30 años EEUU pasó de un superávit de 60.000 millones de dólares a un déficit de casi 250.000 millones. El crecimiento económico y la inversión empresarial se desaceleraron, y las décadas de 2000 y 2010 se convirtieron en la peor y la segunda peor década del período de posguerra. En la industria manufacturera, el crecimiento de la productividad se volvió negativo: las fábricas estadounidenses necesitaban más mano de obra en 2022 que en 2012 para alcanzar la misma producción. Las joyas de la corona de la industria estadounidense, innovadores revolucionarios como General Electric, Boeing e Intel, perdieron sus posiciones de liderazgo mundial. La relación comercial entre EEUU y China se convirtió en la más desequilibrada de la historia mundial y costó millones de empleos estadounidenses.»

Drew Holden apunta a otra grave deformación de la economía de EEUU: «Al mismo tiempo, EEUU perdió la distinción entre mercados productivos e improductivos, o el reconocimiento de que no toda la actividad económica es igual. Empezamos a equiparar la actividad improductiva, como la ingeniería financiera, con los usos productivos, como la fabricación de semiconductores». Holden ejemplifica de otra forma este desastre: «Lo que una vez fue el centro del dominio industrial de EEUU se convirtió en el Cinturón del Óxido, y ha mantenido ese apodo desde entonces». Esta es una cuestión medular y es preciso tenerla en cuenta para comprender mejor la magnitud de la crisis estadounidense, que va más allá de unos pocos números.

Al día de hoy, las empresas con mayor valor de cotización en los mercados financieros son Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon, Facebook, Berkshire Hathaway, Nvidia y etcétera, amén de las otras que se dedican a la especulación en sus múltiples formas. Berkshire Hathaway, propiedad de Warren Buffet, se dedica a la ingeniería financiera. Amazon y Facebook ya sabemos lo que son. Las demás son tecnológicas, que, es fama, representan lo máximo en su género, lo que dice todo y dice nada. Veamos.

Todos estos gigantescos conglomerados tecnológicos tienen un denominador común: no producen bienes tangibles. Nada que pueda compararse con una fábrica de productos de primera necesidad o un campo cultivado de cereales. Apple tiene como producto estrella los iPhone, así como iTunes, Apple Music y Apple Pay. Microsoft brilla con Microsoft Windows, suite Office, las consolas Xbox y las tabletas Surface. Nvidia llegó a desplazar a Microsoft en capitalización bursátil, pero la irrupción sorprendente de la compañía china DeepSeek en el campo de la inteligencia artificial (IA) le carcomió sus cimientos, al punto de hacerle perder, en horas, 600.000 millones de dólares.

El ‘efecto DeepSeek’ tuvo rebote e hizo temblar a todas las tecnológicas de EEUU. Podríamos conjeturar que la pequeña empresa china es una especie de ángel de la anunciación, que anticipa el fin de la supremacía de EEUU en su más preciado tesoro: las tecnológicas. Si tal ocurriera (y ocurrirá), el tesoro terminará repartido y sin dueño.

Vistos desde la economía productiva, estos enormes conglomerados son globos inflados, esencialmente infructíferos, pero que absorben centenares de miles de millones de dólares que no son invertidos en áreas productivas. Es el ejemplo más descarnado del enfrentamiento que lleva años sucediendo, entre economías reales, sólidamente productivas -como las de China, Japón o Rusia-, y economías virtuales, improductivas, que es en lo que se ha convertido la economía EEUU. Por decirlo de otra manera, la economía virtual de EEUU no puede enfrentar al eficaz complejo industrial y científico-técnico de la economía real china (o japonesa o rusa) blandiendo a Amazon o Facebook o llenándonos de iPhones. Es como lanzar triquitracas contra vehículos blindados.

Para aterrizar mejor en este tema hay que ir al artículo del Dr. James Holmes ‘China’s Shipbuilding Capability: A Threat to the U.S. Navy?’ (La capacidad de construcción naval de China: ¿una amenaza para la Armada de EEUU?), publicado en julio de 2023, en la revista 1945 (que no es comunista, ojo). Holmes hace este comentario:

«China puede fabricar más de doscientas veces la capacidad de transporte marítimo de EEUU, medida en tonelaje. Esto es, cuanto menos, revelador. Significa que China ha acumulado la capacidad para superar a EEUU no sólo en buques de guerra, sino también en buques mercantes, y por un margen enorme.

En el ámbito naval, extrapolando las tendencias actuales, la Armada del EPL contará con más de 400 buques a mediados de la década de 2030, mientras que la Armada de EEUU se estanca en unos 300. Además, la enorme capacidad de construcción naval significa que a China le resultará mucho más fácil reparar los buques dañados en batalla que a EEUU, que está luchando por mantener la flota que tiene, y le costará mucho menos regenerar el poder de combate en una guerra.»

No es, el naval, tema menor, sino todo lo contrario. EEUU ha dependido -y sigue dependiendo-, de su poder naval, sin el cual su proyección mundial e influencia se diluirían como azúcar en una taza de café, aunque fuera malo (el café). En su condición de Estado-isla, separado del mundo por los dos mayores océanos del planeta, EEUU ha requerido de su capacidad naval para hacer valer los dos pilares esenciales de una potencia: comercio y despliegue militar. Que China posea, hoy, 200 veces más capacidad de transporte marítimo que EEUU -que es igual a decir en capacidad de construcción naval-, significa que la proyección global del poder de EEUU tiene los días contados. Si a la capacidad de China le agregamos la de Rusia, la desventaja se hace colosal. Sólo en 2024, Rusia dio el alta a una treintena de buques y submarinos.

En 2015, el Congreso de EEUU destinó 3.700 millones de dólares para modernizar siete cruceros. Pocos años después, el proyecto fue cancelado por su escasa rentabilidad y la poca capacidad de los astilleros, decidiendo dar de baja cuatro buques. Para entonces, según la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno (GAO), se habían gastado 1.840 millones de dólares. Entre 1983 y 1994, el gobierno estadounidense encargó 27 cruceros tipo Ticonderoga. En los hechos, únicamente nueve de esos cruceros se encuentran hoy en servicio. La situación es tan crítica, que, en los años 2000, en EEUU se consideró incluso la posibilidad de ampliar la vida útil de sus buques de guerra a 52 años. El Pentágono quiso justificar los fracasos aduciendo el envejecimiento de los astilleros, la interrupción de las cadenas de suministro y la falta de personal cualificado. Aquello fue como reconocer que, en EEUU, el sector naval estaba en crisis (y en esa crisis sigue).

No terminan ahí los males de la potencia estadounidense. Como señala Holden, «cualquier propuesta de nuevas inversiones apoyadas por el gobierno debe tener en cuenta la realidad de que EEUU enfrenta una deuda de 35 billones de dólares. No se trata de un problema lejano para nuestros hijos y nietos: gastamos más por año en los intereses de esa deuda que en defensa nacional». Un hecho para meditar.

Según datos de 2023 de la Reserva Federal, EEUU debía pagar 1.026 billones de dólares en intereses. Para hacernos una idea mejor, EEUU paga en intereses de la deuda cuatro veces el PIB de Portugal y dos veces y media el de Austria. En 2021, el pago de la deuda era de 500.000 millones de dólares. En 2022 subió a 635.000 millones. En 2023, la cifra era de 873.000 millones. En 2024 debieron pagarse 7,6 billones de dólares en bonos. El pago de la deuda ha pasado a ser el segundo mayor gasto del presupuesto federal, solo superado por lo destinado a la Seguridad Social (1,4 billones, el 21% del presupuesto) y por encima del gasto militar que, ya sabemos, es el mayor del mundo.

En resumen, que Donaldo y su equipo no son un grupo de dementes adoptando medidas sin ton ni son, sino los representantes de la corriente de pensamiento que, desde hace más de una década, viene abogando por contener el gasto, racionalizar las finanzas públicas y poner fin al pozo insondable de guerras y aventuras exteriores, como único camino para evitar la bancarrota de EEUU. Donaldo, simplemente, está haciendo caja y cobrando a los beneficiarios los fondos públicos recibidos de gobiernos anteriores (incluyendo su primer mandato).

Cada día está más claro, para quien lo quiera ver, que la maquinita de hacer dólares -empleada para financiar el derroche y desbarajuste de las finanzas estadounidenses-, está agotada y la única forma de mantener el derroche es endeudarse hasta el infinito, pero, en economía, el infinito no existe. La bancarrota sí. Y China, en el horizonte, espera. No lo olviden. EEUU hace caja para dedicarla a China. Por eso, ahora, ha dicho Donaldo, se acabaron los regalos. ¿Quieres algo? Paga. Punto. ¿Quiere Europa más guerra en Ucrania? Cubran los gastos. Esto es el «America First».

En cuanto al gallinero europeo, es nada lo que puede hacer en las negociaciones en ciernes sobre Ucrania entre EEUU y Rusia. El papel de las gallinas es servir al gallo y poner huevos (y alguna otra cosa más, que por pudor omitimos), para luego cacarear.

Ya que empezamos con Tucídides, terminemos con otros episodios de su magna obra, como la siguiente aseveración del sabio Pericles: «Para quienes tienen posibilidad de elección y gozan, además, de prosperidad, en una gran insensatez entrar en guerra». También esta otra, acontecida en el primer año de la guerra. Al dirigir Pericles la ceremonia por los soldados caídos, afirmó: «No es posible que tomen decisiones equitativas y justas quienes no exponen a sus hijos a que corran peligro como los demás». Bueno tenerlo en cuenta, ahora que algunos líderes del gallinero quieren mandar soldaditos a Ucrania, ninguno de los cuales será hijito de esos lidercitos.

Donaldo, en fin, ha acabado con el delirio europeo, de un EEUU siempre presto a acudir a su rescate. Con hechos y palabras les viene diciendo que el desembarco de Normandía es historia pasada. Que ya no habrá otro. No tardarán en pasar a ser historia la Unión Europea y la OTAN. Entes fantasmales, pesadillas. A enterrar para siempre. Con estacas y clavos. Y si acaso salen, que sea para ir a picar hielo a Siberia. Eternamente.

FUENTE: LA HAINE https://www.lahaine.org/mundo.php/de-tucidides-a-trump-las

El repliegue norteamericano sobre América del Norte y el Caribe y sus dificultades para financiar proyectos de infraestructura dejan el espacio sudamericano vacante para que lo ocupe China

Eduardo J. Vior
analista internacional especial para Dossier Geopolitico

La segunda presidencia de Donald Trump se inició con sucesivos llamados al realismo que despertaron brutalmente a Occidente de su ensoñación de cuatro décadas. Buscando el acuerdo con Rusia, EE.UU. quiere terminar con la guerra en Ucrania y delegar en los europeos la responsabilidad principal por su propia defensa. Las negociaciones comerciales con China, por su parte, apuntan a acotar la competencia entre ambas potencias de un modo mutuamente beneficioso y así reducir las tensiones en torno a Taiwan. De este modo, EE.UU. podría también retirar fuerzas del Extremo Oriente. Mientras tanto, con duros gestos el presidente estadounidense intenta tomar el control sobre América del Norte y el Caribe, a los que EE.UU. históricamente ha considerado como su hinterland. Disminuyendo gastos y ampliando el ámbito de negocios de su propia economía, el gobierno republicano espera ir bajando el gigantesco déficit del Estado norteamericano y liberando recursos, para invertirlos en la necesaria renovación de su economía con la esperanza de, en pocas décadas, poder competir nuevamente con China por el liderazgo mundial. 

Sin embargo, este gran repliegue estratégico y concentración de fuerzas dejan vacante el control sobre enormes espacios geográficos y sectoriales donde puede avanzar la influencia de China. Un caso ejemplar es el de la inversión en infraestructura en América Latina. Los dirigentes y medios occidentales así como sus aliados regionales se quejan por la “invasión china”, pero ¿de quién es la culpa?


“El que se fue a Sevilla perdió su silla”

la “economía política de las inversiones en infraestructura” –en especial en la región latinoamericana– es central en las luchas entre estas potencias por el liderazgo mundial en los albores del siglo XXI.

La infraestructura de América Latina (AL) está conformada por obras públicas, instalaciones, sistemas y redes que permiten el funcionamiento de ciudades, países y organizaciones. Entre las obras de infraestructura pueden clasificarse las redes viales, los sistemas de telecomunicaciones, la construcción y el mantenimiento de edificios públicos, las redes de distribución de servicios, los sistemas de gestión de desechos, el abastecimiento de agua, el tratamiento de residuos sólidos y aguas servidas y la generación y transmisión de energía.

Desde la primera década del siglo empresas chinas vienen invirtiendo fuertemente en estos sectores. De esta manera solventan las dificultades presupuestarias de los estados latinoamericanos y sus déficits de gestión que han generado en su historia contemporánea numerosos altibajos en la inversión en infraestructura. Al mismo tiempo los países occidentales han reducido mucho sus créditos para el sector. Los remplazan los organismos multilaterales de crédito (Banco Mundial –BM-, Banco Interamericano de Desarrollo –BID-  y Banco de Desarrollo de América Latina –CAF-, entre los más importantes), pero sus prestaciones se realizan a valor de mercado y están vinculadas a condicionamientos políticos y constelaciones continentales de poder que estrechan el margen de maniobra de los estados nacionales.

Como los organismos chinos de crédito para el desarrollo en principio sólo están ligados a las prioridades de su Estado, pueden gestionar sus líneas de financiamiento con menos conflictos políticos y de interés. Pueden, por lo tanto, ofrecer más fondos, más baratos y a más largo plazo. Además, como la República Popular aplica un criterio totalizante en sus relaciones con actores en el Sur Global, no le importa demasiado obtener beneficios inmediatos en uno u otro crédito en particular sino en el conjunto de la política de cooperación para el desarrollo de un determinado país o sector.

Estas diferencias entre ambos sistemas han dado al chino una ventaja inusitada sobre el norteamericano, difundiendo la percepción de que el continente está sufriendo una “invasión china”. 

Con un enorme potencial para ser eficiente y competitiva a escala mundial, América Latina y el Caribe (ALC) se enfrentan a importantes desafíos, para reducir las brechas de infraestructura física y digital que debe superar, si pretende integrarse y aumentar su productividad. Para 2030, ALC necesita invertir más de USD 2,220.736 billones en los sectores de agua y saneamiento, energía, transporte y telecomunicaciones, para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. De este total, el 59% debe destinarse a inversiones para nuevas infraestructuras y el 41% al mantenimiento y la sustitución de activos al final de su vida útil. 

En otras palabras, la región debe invertir al menos el 3,12% de su PIB cada año en el mantenimiento y desarrollo de su infraestructura. Hasta el momento Estados Unidos es el principal inversor extranjero en este sector, pero la inversión norteamericana se ha concentrado en México, Brasil y los territorios británicos del Caribe (BCT, por su nombre en inglés). 

Por otra parte, la inversión estadounidense en infraestructura se realiza mayormente a través de empresas privadas financiadas por créditos bilaterales o multilaterales (principalmente del BID, la CAF o el Banco Mundial). Por lo tanto, se dirige a regiones y sectores que potencialmente puedan arrojar un rápido beneficio y deja numerosos sectores y regiones sin cobertura. Allí es donde se cuela la inversión china.

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Proyectos chinos de infraestructura en América Latina y el Caribe 2021

Por su parte, la inversión china en la infraestructura de América Latina se concentró en la década pasada en grandes proyectos de infraestructuras (carreteras, ferrocarriles, represas y puertos, entre otros) frecuentemente respaldados por financiamiento estatal. Sin embargo, en los últimos años han empezado a cambiar las formas y el estilo de estas inversiones. Las empresas chinas han asumido por sí mismas crecientemente los riesgos financieros y han comenzado a fondearse para financiarlas, con especial atención a los sectores de las nuevas tecnologías.

“Vemos una caída en el monto global de las inversiones de China en la región y también a nivel global, tanto de parte de las nuevas inversiones como de las operaciones de adquisiciones y fusiones. Pero al mismo tiempo, hay un aumento en el número de proyectos enfocados en los nuevos sectores de tecnología de punta”, explica Margaret Myers, directora del Programa de Asia y América Latina del Diálogo Interamericano.

Desde 2015 se redujeron sensiblemente los préstamos para América Latina del China Development Bank (CDB) y del Export-Import Bank of China (CHEXIM), dos de los tres bancos públicos chinos propiedad del Consejo de Estado que históricamente han ofrecido más fondos a la región. Aprovechando el aprendizaje sobre las cuestiones regulatorias, laborales y de idiosincrasia que tanto el Estado como las empresas chinas hicieron desde 2000 proveyendo créditos para obras de infraestructura, las empresas chinas comenzaron a invertir sin financiamiento bancario. Al mismo tiempo, los grandes bancos públicos están ahora más ocupados en financiar la economía interna en la propia China.

La baja de los créditos de las instituciones públicas chinas ha sido mayor que el incremento de la inversión por parte de las empresas privadas, de modo que el monto total de la inversión de China en la región se ha reducido. De acuerdo a los datos del Monitor de las Inversiones de China en América Latina y el Caribe, en 2023 la inversión extranjera directa (IED) de China en ALC se ubicó en 8.748 millones de dólares, es decir poco menos del 10% del total de la IED recibida de todo el mundo.

También se han modificado las prioridades sectoriales de la inversión china. Los créditos del CDB y el CHEXIM en los primeros veinte años del siglo fueron mayormente dirigidos a apoyar la infraestructura de los sectores extractivos de materias primas, gasoductos y oleoductos, energía eléctrica y manufacturas. A partir de esas operaciones China se fue convirtiendo en un desarrollador y constructor líder de proyectos de infraestructura no sólo en la región sino en todo el Sur Global.

Ahora, sostiene Myers, China considera otros sectores prioritarios para su desarrollo. “Nosotros los llamamos la ‘Nueva Infraestructura’, para referirnos a los sectores de innovación. Hay que recordar que en las últimas dos décadas el crecimiento de China ha dependido muy fuertemente de los sectores de venta, manufacturas y la construcción, pero ahora la innovación en sectores de alta tecnología son las áreas que China quiere priorizar para crecer e impulsar su competitividad global”, sostiene.

Los nuevos rubros priorizados son autos eléctricos, paneles solares, baterías, digitalización, telecomunicaciones, fintech, electrificación e inteligencia artificial. En varios de los sectores China ocupa un lugar dominante a nivel global. Estos sectores representaron el 58% de la inversión externa de China en la región en 2022 y más del 60% de la cantidad de proyectos anunciados por compañías chinas en ese año.


IED de China en “nuevas infraestructuras” en ALC 2003-22

En el sector de autos eléctricos y baterías las compañías chinas líderes en el mundo y en la región son BYD, Beiqi Foton y Chery. Solamente BYD apunta a producir en Brasil más de 150 mil vehículos eléctricos e híbridos por año y ya inició la producción de un autobús eléctrico que funciona con una batería de litio fabricada en Manaos, Amazonas.

Un gran foco de las inversiones de China está en el sector de energías renovables, en particular la solar. Ocho de los diez mayores proveedores de paneles solares en la región son chinos, liderados por Longi, Jinko, Trina y JA. El parque solar Cauchari, uno de los más grandes de la región, ubicado en Jujuy, se financió con un crédito del CDB y fue construido por contratistas chinos.

Algunas de las mayores operaciones de fusiones y adquisiciones por parte de capitales chinos en la región se dieron en el sector del litio de Argentina. La explotación del litio, si bien es una actividad minera, está directamente vinculada a la electrificación del transporte. Se han destacado en 2022 la compra por la minera china Ganfeng Lithium de la argentina Lithea, para desarrollar el proyecto Pozuelos-Pastos Grandes por 962 millones de dólares, y la operación de Zijin Mining Group en 2021 para adquirir la canadiense Neo Lithium y explotar el yacimiento de Tres Quebradas por 737 millones de dólares. También en 2021 Great Wall Motor compró en Brasil una fábrica de Daimler donde desarrolla autos eléctricos.


Vista satelital de la planta de litio Cauchari-Olaroz de Ganfeng Lithium en la provincia de Jujuy, Argentina. La empresa china compró la firma argentina Lithea en 2022 para desarrollar otro proyecto de litio en la provincia de Salta

Asimismo, en el terreno de las telecomunicaciones la firma Huawei se expande por la región, especialmente en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, instalando centros de datos y expandiendo su cloud computing.

Entre tanto, el relevamiento de la UNAM que dirigió Enrique Dussel Peters resume de esta forma el escenario: “Los sectores vinculados a las materias primas ―metales, minerales y minería― siguen predominando en la inversión de China en América Latina, con el 34% del total durante 2020-2023, aunque muy por debajo de su participación en 2005-2009, del 81%. Como contraparte, los sectores de energía, en particular la no-fósil, y automotriz y autopartes se han convertido en los más dinámicos en la última década”.

Durante los primeros veinte años del siglo la táctica de acercamiento de China a la región a través de créditos de instituciones financieras tuvo gran impacto sobre aquellos países de la región que transitaban dificultades para acceder a otro tipo de financiamiento, como Venezuela, Argentina y Ecuador. “Se daban créditos a los gobiernos pero con exigencias de equipamiento chino, lo cual también era una forma de abrir mercados y de propiciar la inserción de las empresas en la región”, agrega Myers.

El Monitor de las Inversiones de China en América Latina y el Caribe marca asimismo que ha habido una diversificación en cuanto a “países, sectores y propiedad de las empresas chinas”. Detalla que entre 2020 y 2023 Brasil ha seguido siendo el principal receptor, con el 34% de las inversiones, seguido de Argentina con el 22,5%, México (15%), Perú (11%) y Chile (8,7%). En los casos de Argentina y Perú se destaca la participación del sector minero, del litio y cobre, respectivamente, mientras que en Chile al atractivo del litio se suma la transición energética. En México, en tanto, el mayor interés se centra en el sector automotor.

Otra característica relevante de la inversión de China en la región es su gran concentración en un reducido número de firmas. La UNAM relevó que “tan solo 5 empresas chinas ―State Power Investment Corporation Limited (SPIC), State Grid Corporation, Tibet Summit Resources, Jiangxi Ganfeng Lithium y Zijin Mining Group― concentraron el 46% de la IED china en América Latina y el Caribe durante 2020-2023”.

La confrontación entre Estados Unidos y China desde 2017 bajo el lema de “la competencia entre grandes potencias” y con la administración de Biden (“invertir, competir y alinear”) ha hecho que el primero subordine el comercio, las inversiones y el financiamiento, pero también otros aspectos como la educación y la cultura, a criterios de seguridad nacional. Este proceso incluye explícitamente a los proyectos de infraestructura de China en el mundo y particularmente la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

Los 268 proyectos de infraestructura realizados por China en ALC hasta 2023 generaron más de 777.000 empleos y continúan con una importante tendencia a la alza. Por un lado, el monto por proyecto ha aumentado significativamente, pero los realizados por China en ALC en 2020-2023  generaron muchos menos empleos que en períodos anteriores, es decir que son de mayor tamaño medidos en dólares y crecientemente más intensivos en capital.

Las empresas chinas que realizan los proyectos de infraestructura en ALC son mayoritariamente de propiedad pública. En 2005-2023 el sector público participó con el 89.25% y 78.23% del monto de los proyectos de infraestructura y del empleo generado por China en ALC.


Puede concluirse que la alarma de los dirigentes y medios norteamericanos y de sus aliados en el continente por la amplitud, diversidad y profunda imbricación de las inversiones chinas en ALC está justificada, pero advirtiendo que la mayor responsabilidad le cabe a ellos. La concentración de las inversiones norteamericanas y europeas en el sector financiero y en servicios no productivos durante las últimas cuatro décadas ha creado un vacío que las empresas chinas fueron llenando desde principios del siglo XXI. 

Por un lado, el retroceso tecnológico relativo de los países occidentales, el deslocamiento de sus inversiones productivas hacia Asia y el endeudamiento público de EE.UU. le han restado herramientas para competir por los mercados regionales frente a China. Por otro lado, el costo financiero y los condicionamientos políticos que acompañan los créditos de los organismos multilaterales controlados por Occidente han forzado a muchos países de la región a recurrir al crédito chino.

Por cierto, en la medida en que ALC insiste en negociar con China por separado, que en la mayoría de los casos las inversiones chinas no se insertan en ningún plan sistemático de desarrollo y no surgen liderazgos con vocación soberana y visiones de largo plazo, persiste el riesgo de que las inversiones de ese origen sólo multipliquen la desigualdad estructural entre regiones y clases sociales, profundicen la concentración de la riqueza y, por un efecto búmerang, fortalezcan a las mismas elites oligárquicas que perpetúan la dominación anglonorteamericana sobre América Latina y el Caribe.

La culpa no es de China, sino de Estados Unidos y sus aliados continentales que han perpetuado el atraso y la dependencia. El que se fue a Sevilla perdió su silla.

Por Emanuel Pietrobon(*)

La guerra híbrida ha existido desde el principio de los tiempos. No se trata sólo de desinformación y no son prerrogativa de Rusia y China. Y no: la Doctrina Gerasimov no existe. Una breve explicación de uno de los conceptos más debatidos y menos comprendidos de la actualidad.

Hay tanto que decir sobre la guerra híbrida que a veces resulta difícil saber por dónde empezar nuestra exégesis al respecto. Podríamos empezar desmontando breve pero concisamente la gran narrativa sobre las guerras híbridas: Vladimir Putin no las inventó, siempre han existido, en el sentido de que las guerras han sido híbridas desde el principio de los tiempos, y la infame doctrina Gerasimov, sobre la que incluso se han escrito libros y de la que los autodenominados expertos siguen hablando, es una invención del Kremlinólogo Mark Galeotti . Una invención involuntaria por la que él mismo hizo un mea culpa, en las columnas del prestigioso  Foreign Policy , porque confundió un comentario analítico de Valery Gerasimov sobre la evolución de las guerras en el nuevo siglo con una doctrina oficial de las fuerzas armadas rusas sobre el tema de los conflictos no convencionales.

Pero entonces ¿qué es una guerra híbrida? Es una guerra librada por medios no militares y no convencionales. Es creatividad versus lógica. Es una asimetría contra las reglas. Es no linealidad versus previsibilidad. Es un tipo de guerra que históricamente, desde la génesis del Hombre, ha sido realizada por los más débiles para luchar indirectamente contra oponentes más fuertes, imbatibles si se enfrentaran en un campo regular con métodos convencionales.

Los orígenes de la guerra híbrida se pierden en la noche de la Creación. Consideremos la historia bíblica de la expulsión de Adán y Eva del Jardín del Edén. El Diablo y sus ángeles rebeldes habían perdido una guerra directa y convencional contra los ángeles fieles al Dios creador. El Diablo quería vengarse de su derrota, por lo que manipuló a Adán y Eva y los convenció de comer el fruto prohibido. Guerra psicológica. El primero de todos.

No tenemos que remontarnos al siglo XXI o XXII para encontrar casos de guerra híbrida. Incluso la antigüedad está llena de ellos. La primera guerra económica de la historia, además, la lanzó Atenas contra Megara. Pero, por supuesto, la guerra híbrida siempre ha sido más la excepción que la regla. Hoy, sin embargo, ocurre lo contrario: la guerra híbrida es el sello distintivo de nuestro tiempo y esto ha sucedido debido a una serie de factores, entre ellos la transformación del mundo en una aldea global, el progreso tecnológico, el cambio de sensibilidad de la opinión pública en muchos países –que ya no están dispuestos a aceptar el regreso de sus hijos en ataúdes– y una conciencia general de que una guerra híbrida bien planificada puede garantizar el máximo resultado político con el mínimo esfuerzo humano y económico. También porque una guerra híbrida tiene la ventaja de ser ocultable a los ojos de la víctima, porque es clandestina y no declarada, y puede lanzarse cómodamente desde casa, por ejemplo desde un teléfono, a diferencia de una guerra tradicional que requiere el uso del ejército y una importante movilización socioeconómica.

La guerra híbrida es un término con muchos significados: guerras de la economía y de los recursos y sus derivados –es decir, guerras financieras, industriales, comerciales y energéticas–, guerras cibernéticas, guerras de la información, guerras mente-céntricas –es decir, guerras psicológicas, cognitivas y neurológicas–, guerras electrónicas y también terrorismo, guerra de guerrillas, militarización de la ley, entrismo –es decir, la infiltración de agentes provocadores y quintas columnas en sectores claves de una sociedad y sus instituciones–, militarización de la religión.

Las armas en el arsenal de la guerra híbrida son muchas, desde hackeos hasta ataques especulativos, desde ataques de  falsa bandera , desde oleadas de desinformación hasta memes, desde sabotajes hasta sanciones y migraciones controladas. El punto a entender es éste: los caminos de la guerra híbrida son como los del Señor, infinitos. Porque todo es o puede convertirse en un arma inapropiada en manos de un guerrero híbrido.

Y esto nos lleva directamente al ejército de guerra híbrido, que no está compuesto ni de soldados ni de uniformes. Cualquiera puede ser reclutado para una campaña de guerra híbrida: hackers, influencers, músicos, escritores, artistas de memes, terroristas, guerrilleros, misioneros, mafiosos, traficantes de personas.

El campo de posibilidades de la guerra híbrida está en constante expansión y supera la creatividad de los guionistas más visionarios de Hollywood. Porque la opinión común es que las guerras híbridas son esencialmente interferencia electoral, hackeos y desinformación, cuando en realidad son una mezcla compleja que contiene de todo: culebrones turcos que empujan a los espectadores a convertirse al erdoganismo, o a aprender turco, o a convertirse en apologistas del Imperio Otomano, y que algunos países árabes no por casualidad han prohibido; Misioneros iraníes que extendieron la influencia de Teherán desde el Levante hasta la Península Arábiga, convirtiendo a millones de personas al chiismo y creando un terreno fértil para que sus  representantes se arraigaran ; todas las redes sociales globales, ninguna excluida; y hasta drogas.

Drogas. Ya. Porque, como ya hemos dicho, incluso las mafias y las organizaciones criminales pueden ser reclutadas dentro de una campaña de desestabilización. No es ningún secreto que Estados Unidos reclutó a la Cosa Nostra norteamericana durante la Operación Mangusta en Cuba, utilizando a sus sicarios y activos para llevar a cabo sabotajes,  operaciones de falsa bandera  y para tratar de reducir el afecto popular hacia Fidel Castro. Europa está asistiendo al nacimiento de pactos entre organizaciones criminales turcas, chechenas y marroquíes y los servicios secretos de países como Turquía, Irán y Rusia para realizar actividades de espionaje y cometer asesinatos: Irán contrató a la Mocro Maffia para asesinar a dos disidentes en Holanda, Turquía es el guardián de facto de las  banlieues francesas  , e Irán fue descubierto a finales de 2023 mientras conspiraba con clanes afincados en el norte de Europa para atacar objetivos israelíes.

Y luego está la crisis de los opiáceos en Estados Unidos , que ha matado a más de un millón de personas desde 1999, la mitad de ellas desde 2019, cuando entró en una fase epidémica con muertes anuales superiores a las cien mil. Lo que ocurre es que el hombre norteamericano está deprimido por una serie de razones y que alguien está alimentando su malestar cometiendo una masacre . Ese alguien fue y en parte sigue siendo las grandes empresas farmacéuticas, pero hoy es sobre todo un improbable consorcio criminal chino-mexicano. Los criminales de la tríada y otras compañías farmacéuticas legítimas venden opio crudo o productos químicos precursores de opioides a los narcotraficantes, quienes luego los convierten en heroína o en versiones ultra baratas, falsificadas y, lo más importante, letales del fármaco fentanilo.

Hablar de un medicamento falsificado es reductivo, además de sustancialmente erróneo, puesto que estamos hablando de un arma química real capaz de matar simplemente por inhalación. Para algunos no es una guerra híbrida, pero es China la que podría hacer más para romper este tráfico y simplemente no lo está haciendo. Para otros, sin embargo, sí lo es. Al fin y al cabo, fueron dos chinos, Qiao Liang y Wang Xiangsui, quienes teorizaron en 1999, en el manual Guerra sin límites, la creación de asociaciones con organizaciones criminales para desestabilizar un país adversario, por ejemplo confiándoles la distribución de drogas duras en su interior. Poco más de veinte años después, tomando en serio una de las reglas básicas de la desestabilización –alimentar el descontento existente–, Pekín ha pasado de la teoría a la práctica.

La Cuarta Guerra Mundial está entrando en pleno apogeo ; la cuarta, no la tercera, porque ¿qué fue la  Guerra Fría  sino una guerra mundial disfrazada? – y luchamos más con los medios de Bernays que con los de Clausewitz. Es por ello que es hora de comenzar a profundizar en el estudio del primero, que continúa vergonzosamente eclipsado por el segundo.

(*) Emanuel Pietrobon es un analista político especializado en guerra híbrida, seguridad internacional y geoestrategia. Ha escrito libros sobre los temas mencionados para Castelvecchi Editore, ha trabajado en la Comisión Europea y ha colaborado con los más importantes organismos italianos de asesoramiento, información y difusión, entre ellos The European House – Ambrosetti, Centro studi Machiavelli e InsideOver. En 2024 cofundó MasiraX.

FUENTE https://www.dissipatio.it/anatomia-della-quarta-guerra-mondiale/ 

Las opiniones que expresa el autor de la nota , no necesariamente concuerdan con la de Dossier Geopolitico