La política exterior de Estados Unidos en el Caribe continúa incluyendo una serie de elementos interrelacionados: la imposición forzosa de la «democracia», la supresión de regímenes políticos no deseados y el mantenimiento artificial de la crisis regional para evitar que los estados del «Hemisferio Occidental» de resistir la dictadura estadounidense. Una política de este tipo genera una gran preocupación en la comunidad internacional y, en gran medida, atestigua una atención reactiva a los procesos que tienen lugar en la región. El jefe de la Casa Blanca, Joe Biden, espera aprovechar la oportunidad para fortalecer su influencia regional, especialmente en el período previo a la Cumbre Demócrata Global de diciembre de 2021 Esta mayor influencia, en primer lugar, se refiere a los temas más urgentes para Washington, destinados a «promover la imagen estadounidense de la democracia», principalmente en Nicaragua.
América Central y el Caribe son tradicionalmente considerados por los estadounidenses como el «patio trasero» de los Estados Unidos. Solo por está razón, la región ha enfrentado las manifestaciones más violentas del intervencionismo estadounidense, incluido el uso a gran escala de la fuerza militar para llevar a cabo golpes de estado. Al mismo tiempo, para lograr sus objetivos, Washington no dudó en utilizar los métodos más agresivos e inhumanos para presionar a la población civil de la región, convertirla en un instrumento del juego político y someterla a torturas sistemáticas, violaciones. y asesinato. La prueba más contundente de esta práctica violenta fue la «masacre en El Mozote» (El Salvador), organizada el 11 de diciembre de 1981 por militantes del batallón armado «Atlacatl», que cuenta con el apoyo financiero directo de Estados Unidos. En el transcurso de este acto de genocidio, al menos 800 civiles murieron en un solo día. Estas personas se convirtieron en víctimas solo por el hecho de que vivían en el territorio del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, que se opone al gobierno pro estadounidense de El Salvador.
La masacre de El Mozote no es el único caso en el que los estadounidenses han apoyado o cometido directamente crímenes de guerra. Estos incluyen el asesinato del arzobispo Oscar Arnulfo Romero el 24 de marzo de 1980, el fusilamiento de más de 300 civiles en Río Sumpa, y mucho más, en relación con el cual Charles Mehling Jr., luchando contra los insurgentes, se vio obligado a admitir oficialmente que los Estados Unidos estuvieron involucrados en una serie de «actos terroristas» en El Salvador y varios otros países de la región.
No menos notable, en este sentido, es la política estadounidense en Nicaragua, un país donde la revolución sandinista de 1979, que derrocó la dictadura del dictador pro-estadounidense García Anastasio Samosa, ganó gran popularidad entre la población local. Sin embargo, la actual crisis entre el líder nicaragüense Daniel Ortega y la Casa Blanca corre el riesgo de generar profundas fisuras en el sistema de seguridad regional.
El actual régimen político en Nicaragua se opuso abiertamente a Estados Unidos, deteniendo prácticamente a todos los representantes nacionales del lobby pro estadounidense que intentaban llevar a cabo un golpe de Estado. Al criticar tal maniobra del gobierno de Daniel Ortega, Washington amenaza con una invasión militar a Nicaragua, que podría convertirse en el principal motivo para la defensa de la región de otros gigantes mundiales como Rusia, China e Irán.
Los planes de Washington de llevar a cabo una invasión militar de Nicaragua fueron expresados por primera vez por representantes de la administración de Ronald Reagan en 1983, inmediatamente después del ataque estadounidense a Granada. La Contra nicaragüense fue el instrumento clave de presión sobre el régimen sandinista. Hasta 1983, el Congreso de los Estados Unidos financió la unidad guerrillera en un intento de obligar a los sandinistas a someterse.
Posteriormente, esta actividad fue continuada, esta vez extraoficialmente, por el diplomático estadounidense Elliott Abbrams, quien recientemente se desempeñó como representante especial del presidente de Estados Unidos para Irán y Venezuela. Logró arreglar la venta de armas a Irán con el fin de financiar las unidades de la oposición armada nicaragüense e incluso persuadir al sultán de Brunei de gastar 10 millones de dólares en este asunto.
Elliott Abrams se unió a la administración del presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, en enero de 1981 como subsecretario de Estado para Organizaciones Internacionales y luego se convirtió en asistente de Derechos Humanos. El 19 de abril de 1985, el Secretario de Estado de los Estados Unidos, George P. Schultz, le ofreció el puesto de Asistente de Relaciones Exteriores (ARA) supervisando América del Sur, Central y el Caribe. Durante su mandato en ARA, trabajó en estrecha colaboración con el coronel Oliver L. North del personal del Consejo de Seguridad Nacional y el jefe de la Fuerza de Tarea de Centroamérica de la CIA, Alan D. Firs, Jr. En 1991, fue condenado por actividades ilegales para las cuales el Congreso no dio su permiso, así como por retener información estratégica que pudiera dañar los intereses nacionales de Estados
Unidos. Ahora es un experto en política exterior de Estados Unidos en todo el mundo y el principal asesor de la Casa Blanca en Oriente Medio.
Para Elliott Abrams, los contras actuaron como los «luchadores por la democracia estadounidense». Al mismo tiempo, no se hacía ilusiones sobre los métodos de librar la lucha por el poder en Nicaragua. En una entrevista televisiva publicada en 1985, afirmó sin rodeos que «el propósito de nuestra ayuda es permitir que las personas que luchan de nuestro lado utilicen más violencia». Esta práctica ilegal de asistencia a la oposición nicaragüense, utilizada por Elliott Abrams, ha demostrado ser la más buscada por el gobierno de Joe Biden, que busca presionar al régimen de Daniel Ortega aumentando la influencia de sus opositores políticos. Al mismo tiempo, Washington justifica su intervención en el hecho de que se levanta formalmente en defensa de la «libertad de democracia», cuyos portavoces en Nicaragua son Cristina Chamorro Barrios, Juan Sebastián Chamorro García, Félix Alejandro Maradiaga Blandón y Arturo José Cruz. Segieira. Son estas figuras políticas y públicas las que actualmente cuentan con el apoyo activo de la Casa Blanca con la esperanza de que puedan derrocar al régimen nicaragüense y asegurar la presencia militar estadounidense en la región. Es de destacar que casi inmediatamente después de que fueron arrestados y acusados formalmente de lavado de dinero e intento de golpe de Estado, el presidente de los Estados Unidos y varios otros representantes de la administración estadounidense criticaron duramente las acciones del presidente nicaragüense Daniel Ortega y confirmaron las sanciones económicas de Estados Unidos. contra funcionarios de la república de Nicaragua. En particular, el titular de la Cancillería estadounidense, reunido el 1 de junio de 2021 con el presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, expresó su condena en relación con la detención de Cristiana Chamorro Barrios. Eric Swalwell, congresista demócrata estadounidense y portavoz de California, expresó críticas similares.
El interés directo de Estados Unidos en apoyar a sus «amigos» en Nicaragua está perfectamente ilustrado por el ejemplo de la gira estadounidense de tres días por Victoria Cárdenas, quien llamó a Washington para ayudar en la liberación de su esposo Juan Sebastián Chamorro. Particularmente interesante, en este caso, es el círculo de personas con las que Victoria Cárdenas se reunió durante su viaje de negocios. Entre estos individuos se encontraban:
Juan González, director senior del Consejo de Seguridad Nacional del Hemisferio Occidental; Samantha Power – Administradora de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID); Uzra Zeya, subsecretaria de Estado de Seguridad Civil, Democracia y Derechos Humanos; Luis Almagro – Secretario General de la Organización de los Estados Americanos; Marco Rubio – Senador republicano de Florida; James Risch – Senador republicano de Idaho Albio Cyres es un congresista demócrata de Nueva Jersey; Michael McCall es un congresista republicano de Texas;
Mark Greene es un congresista republicano de Tennessee.
Una persona muy influyente en el panorama nicaragüense que nos ha llamado la atención es también Arthur José Krug Seguieira. El interés por él se debe a que en la década de 1980 formó parte de los destacamentos partidistas de la contra y conoce personalmente al diplomático estadounidense Elliott Abrams. Entre 2007 y 2009 fue embajador de Nicaragua en Estados Unidos, donde, según fuentes del gobierno nicaragüense, fue reclutado por los servicios secretos estadounidenses. Ahora es acusado por la justicia nicaragüense de «atentar contra la sociedad nicaragüense y los derechos del pueblo».
Estados Unidos, con el apoyo de sus agentes, está promoviendo el «cambio de régimen contrarrevolucionario» de Daniel Ortega a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID y el National Endowment for Democracy (NED)) subvenciones multimillonarias para apoyar a la Oposición nicaragüense.Los programas de financiamiento estadounidenses comenzaron en Nicaragua a mediados de la década de 1980 y nunca se han detenido, lo que no es un secreto para los países de la comunidad internacional.Además, el gobierno de Joe Biden ha solicitado alrededor de $ 15 millones para 2022 para ayudar a los opositores. de Daniel Ortega.
Por lo tanto, la evidencia anterior indica claramente que Washington nuevamente está tratando de desestabilizar la situación en Nicaragua para promover exclusivamente sus propios intereses. Daniel Ortega, al arrestar a representantes del lobby estadounidense, socavó la influencia de la Casa Blanca, lo que enfureció locamente a Joe Biden. Se puede argumentar que Washington, para proteger a sus agentes, está dispuesto a tomar medidas de presión militar sin precedentes, poniendo no solo a Nicaragua, sino a toda la región del Caribe al borde de un conflicto regional, que sin duda involucrará a otros países, incluida China, Rusia e Irán.
(*) Periodista ruso especializado en Política Internacional, artículo publicado especial para Dossier Geopolitico
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE DOSSIER GEOPOLITICO
https://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2021/11/Intervencion-EEUU-Caribe.jpg350600Dossierhttps://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2018/05/Dossier_Logo-2.pngDossier2021-11-03 18:10:582021-11-03 18:10:59Política de Estados Unidos en el Caribe Por Denis Kordinov
Las cumbres ‘G’ son los principales foros internacionales de cooperación política y económica. La ‘G’ es una abreviatura de la palabra grupo, por lo que existen tantos ejemplos como intereses conjuntos hay en el mundo: desde el G7, que reúne a siete de los principales países con más peso en el tablero geopolítico, hasta el G77, conferencia formada por las naciones en vías de desarrollo para que no solo las grandes potencias determinen el devenir de la humanidad.
En cualquier caso, estos grupos no son instituciones donde se tomen decisiones vinculantes, sino que su papel es el de fijar objetivos comunes y aunar posiciones entre diferentes países que, aunque puedan contar con gobiernos de distinto signo político, comparten una serie de valores, como pueden ser el respeto al derecho internacional, la promoción de la democracia o la protección de los derechos humanos. Bajo este marco común se busca hacer frente a los retos que presenta la globalización.
¿Cuáles son las principales cumbres ‘G’ y qué países forman parte de ellas?
G7, el club de Occidente… sin Rusia
El G7 o Grupo de los Siete es un encuentro informal que se celebra cada año entre jefes de Estado y de Gobierno de las principales economías capitalistas: Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá. Sus miembros suman el 58% de la riqueza neta mundial y más del 46% del producto interior bruto (PIB), pese a que entre todos acogen a apenas el 10% de la población. La Unión Europea, como bloque, también participa en el G7, representada por el presidente del Consejo Europeo y el presidente de la Comisión Europea.
La cumbre nació tras la crisis del petróleo de 1973 y reunió, a petición del secretario del Tesoro estadounidense, George Shultz, a los ministros de Finanzas de Estados Unidos, Alemania Occidental, Francia, Japón y Reino Unido. En 1975, se unió Italia; y en 1977, Canadá. Pasó a denominarse G8 a partir de 1997, cuando Rusia asistió por primera vez en calidad de socio, aunque no como miembro de pleno derecho. De ahí que en algunos titulares se optara por la fórmula G7+Rusia. El gigante euroasiático jugó un papel secundario por no pertenecer a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y fue expulsado de la cumbre en marzo de 2014 como represalia por la adhesión de Crimea.
La presidencia del G7 se ejerce por turnos anuales en el siguiente orden: Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Japón, Italia, Canadá y Francia. El país que asume la presidencia se encarga de organizar y acoger la cumbre, así como de convocar reuniones previas de ministros, altos funcionarios y expertos. La presidencia también se encarga de la comunicación en nombre del G7 y de las relaciones con los países no miembros, las organizaciones internacionales, las ONG y la sociedad civil.
G20, el foro de las potencias industriales
El G20 es el mayor espacio de deliberación política y económica mundial en la actualidad. Reúne, como mínimo una vez al año, a gobernantes y líderes de bancos centrales de los principales países industrializados y emergentes: los siete miembros del G7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) más la Unión Europea en su conjunto, Rusia, Arabia Saudí, Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Sudáfrica y Turquía. España no es miembro, pero se considera invitado permanente. Estos países suman el 90% del PIB mundial, el 80% del comercio y dos tercios de la población.
Surgió en 1999 para dar respuesta a la crisis financiera de finales de los 90; motivado, además, por la idea de incluir en los espacios de debate a las economías pujantes que quedaban fuera del G8. Desde su primera reunión, celebrada en Berlín, el G20 se ha encaminado a mejorar las políticas de crecimiento, la gestión de crisis financieras y la reducción de los abusos y actividades ilícitas en el sistema financiero. También ha abordado las mejoras en la transparencia y el intercambio de datos entre países para combatir la evasión fiscal, el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo.
ANTI G 20
La presidencia rota anualmente y la conferencia se celebra en el país que la ostenta en ese momento. Desde 2010, para elegir quién presidirá la cumbre se sigue un sistema que consiste en agrupar a los países en cinco bloques, de tal manera que cada año deberá presidirla un país de cada bloque. La ‘troika’, formada por el país que presidió el G20 el año anterior, el que ejerce la presidencia durante el año en curso y el que lo hará el año que viene, se encarga de garantizar la continuidad del debate.
G77, la respuesta de los más débiles
El G77 es una cumbre anual que busca la cooperación entre los países en vías de desarrollo y subdesarrollados. Como su propio nombre indica, en un principio aglutinaba a 77 países de África, Asia y América Latina que formaban parte del movimiento de países no alineados durante la Guerra Fría, pero el número se ha ampliado hasta los 134 miembros. Su papel de contrapeso a las decisiones de las grandes potencias se ha visto reducido en las últimas décadas, sobre todo teniendo en cuenta que sus dos principales componentes, China e India, también forman parte del G20.
La iniciativa se creó en 1964 como mecanismo de apoyo mutuo entre los países del sur global en las deliberaciones de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Su primera cumbre se celebró en Argelia, en 1967, y desde entonces ha servido para promover intereses compartidos sobre el comercio, la industria o la agricultura, entre otros campos. En 1988, el grupo adoptó un acuerdo que contempla ventajas comerciales entre los países en vías de desarrollo.
El G77 elige cada año a un presidente, encargado de velar por los intereses de todos los integrantes y coordinar las reuniones. La idea es que cada año pertenezca a una región distinta. Por lo demás, las principales decisiones se toman en una reunión de ministros que se celebra anualmente en Nueva York y estas se transmiten a las delegaciones regionales. Además, se organizan otras reuniones sobre temas más específicos para las que no se requiere la participación de los 134 miembros.
G15, la cumbre de la cooperación sur-sur
El G15 integra a 17 países en vías de desarrollo de América Latina, África y Asia. En total, representa a más de 2.000 millones de personas de Argelia, Argentina, Brasil, Chile, Egipto, India, Indonesia, Irán, Jamaica, Kenia, Malasia, México, Nigeria, Senegal, Sri Lanka, Venezuela y Zimbabue. Los propósitos de esta cumbre son buscar la cooperación entre los Estados del llamado sur global para impulsar el desarrollo económico, servir de foro para consultas periódicas entre los miembros, facilitar el diálogo norte-sur y encontrar nuevas vías para abordar los problemas comunes de manera colaborativa.
El Grupo de los Quince nació en 1989, tras la novena conferencia de los países no alineados, realizada en Belgrado. Desde entonces, ha celebrado 15 cumbres —la última fue en 2012, en Sri Lanka— y la composición de sus miembros ha variado: ya no están la extinta Yugoslavia ni Perú, que abandonó la organización en 2011; mientras que se han sumado Chile, Irán y Kenia. Hasta ahora no ha tenido demasiado éxito. De sus reuniones han salido proyectos para llevar la tecnología y la inversión a los países en desarrollo, pero la mayoría tuvieron que paralizarse por falta de financiación, lo que ha llevado a que algunos de sus integrantes discutan la utilidad del foro.
De sus reuniones han salido proyectos interesantes para los países en desarrollo, pero la mayoría tuvieron que paralizarse
La columna vertebral del G-15 es la cumbre anual de jefes de Estado y de Gobierno, en la que se intercambian los puntos de vista sobre la agenda mundial y se adopta una declaración conjunta. En teoría, se organiza cada dos años —aunque ha habido parones y celebraciones de año en año—, en una sede que rota entre las tres regiones de los países miembros. La tarea de organizarla corresponde a un comité directivo formado por tres ministros de relaciones exteriores: el del país al que le corresponde organizar la cumbre, el del encargado de hacerlo en la ocasión anterior y el de la próxima. Además, el G-15 cuenta con un centro de soporte técnico en Ginebra (Suiza), bajo la dirección del organizador en curso de la conferencia.
G10, el grupo de los prestamistas
El G10 es el grupo formado por los países que pueden aportar dinero para los préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI), en caso de que sus recursos no se consideren suficientes para satisfacer las necesidades globales. Está formado por Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Bélgica, Países Bajos, Suecia, Suiza y Japón, cuyos ministros de Finanzas se reúnen una vez al año con los gobernadores de los bancos centrales y representantes del FMI y el Banco Mundial.
Los miembros del Grupo de los Diez son los países que firmaron en 1962 el Acuerdo General de Préstamos (GAB, por sus siglas en inglés), por el cual se comprometían a aumentar la financiación de los préstamos del FMI. A estos se sumó, en 1964, Suiza. Su papel pasa por suministrar préstamos adicionales al FMI y participar en la toma de decisiones en materia crediticia. Por ejemplo, en 1971 se firmó el Acuerdo de Smithsonian, que reemplazó el tipo de cambio fijo mundial (el valor de una moneda se ajusta a una divisa de referencia o a un patrón como el oro) por el tipo de cambio flotante (el valor de la moneda lo fija el mercado, sin la intervención de las autoridades monetarias).
Desde 1963, los gobernadores de los bancos centrales del G10 se reúnen coincidiendo con las reuniones del Banco de Pagos Internacionales (BPI). Además, cuenta con comisiones permanentes que mantienen en contacto a los principales prestamistas del mundo. Aparte del FMI y el BPI, la Comisión Europea (CE) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ejercen de observadores oficiales de las actividades del G10.
FUENTE EL DIARIO DE HERMOSILLO http://www.diariodehermosillo.com/g7-g20-g77-que-son-las-cumbres-g-y-que-papel-juegan-en-la-geopolitica/
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DEDOSSIER GEOPOLITICO
https://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2021/11/G20.jpg534950Dossierhttps://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2018/05/Dossier_Logo-2.pngDossier2021-11-03 17:33:202021-11-03 17:41:08G7, G20, G77… ¿Qué son las cumbres ‘G’ y qué papel juegan en la geopolítica?
[Segundo articulo sobre Japon y sus elecciones proximas y que se debe entender desde la historia contemporanea del Imperio del Sol Naciente. DOSSIER GEOPOLITICO]
El nuevo primer ministro, Fumio Kishida, busca una mayoría parlamentaria fresca que le permita consolidar su liderazgo e impulsar reformas contra el estancamiento económico, aún en contra de su partido. La tercera economía mundial lucha contra la fatiga social por el manejo de la pandemia y un tablero regional cada vez más tenso por el ascenso de China y el pívot de Estados Unidos hacia el Indo-Pacífico.
Siete décadas atrás, Japón era un país diezmado por la Segunda Guerra Mundial. La democratización y la innovación económica permitieron al pequeño archipiélago asiático (su superficie es equivalente a la región argentina de Cuyo) convertirse en una potencia internacional, tanto en términos materiales como simbólicos.
En términos generales, la población japonesa goza de altos niveles de vida y su ecosistema empresarial está a la vanguardia global en muchos sectores estratégicos. Además, la política de pacifismo y cooperación de Japón le han dotado de un alto prestigio internacional.
Sin embargo, desde hace aproximadamente un cuarto de siglo que “el milagro japonés” se encuentra paralizado en varios aspectos. El bajo índice de natalidad y el progresivo envejecimiento de la población, junto con la reducida incorporación de mano de obra inmigrante joven en los últimos años, han producido un declive lento y constante de la demanda agregada interna.
En el exterior, la creciente competencia internacional en sectores tecnológicos ha hecho que la cuota de mercado mundial de Japón se resienta desde comienzos de los años 90. Con la crisis económica y financiera en Estados Unidos y Europa a partir de 2008, Japón ha experimentado una reducción de sus ventas en estos dos mercados por la contracción de la demanda y el refuerzo del yen ante las turbulencias que afectaron a otras monedas.
LA TERCERA ECONOMÍA BUSCA UN RELANZAMIENTO
SHINZO ABE
Frente a una economía internacional tormentosa y el repliegue de Estados Unidos a la par del ascenso de China en lo estratégico, llegó en 2012 el primer ministro Shinzo Abe (67). Con una renovada retórica nacionalista (nihonjinron) y un ambicioso programa de relanzamiento de la economía (Abenomics), Japón buscó en el naciente mundo multipolar retener su dinamismo interno y proyección internacional.
Así, se combinó mayor intervención estatal en la economía con políticas monetaristas. Se procuró aumentar el consumo y reformar estructuralmente a una economía que durante dos décadas no podía salir del estancamiento.
Los resultados fueron: por un lado, Japón tuvo ocho años de crecimiento sostenido dejando atrás malos años como 2008 con la crisis global o 2011 con el accidente en la central nuclear de Fukushima. El desempleo bajó a 2,7%, los problemas de deflación han cesado, se redujo el déficit fiscal y se abrieron nuevos mercados a las empresas niponas.
Por el otro, el PIB real de Japón a niveles prepandemia era menor al de la década anterior. Además, persiste el rezago de las economías regionales del país y la desigualdad aumentó, junto con la deuda pública (266% de su PIB, la relación más alta entre los países desarrollados)
En lo político-militar, los mandatos de Abe estuvieron influidos por el lobby nacionalista y conservador Nippon Kaigi. Si bien la inercia institucional de Japón evitó una reforma de la Constitución que modificara el famoso artículo 9 (pacifismo y renuncia de ejército propio), Abe pudo ampliar las capacidades de las Fuerzas de Autodefensa, elevó la cartera de Defensa a rango ministerial y creó un Consejo y Secretaría de Seguridad Nacional.
Como si se hubiera anticipado a la pandemia, Japón inició en 2019 una nueva era, Reiwa, cuando el entonces príncipe Naruhito se convirtió en emperador. Según la tradición japonesa, implicó la apertura de una nueva etapa de orden y armonía.
Con casi 3.200 días al mando, Abe se convirtió en plena pandemia del COVID-19 en el primer ministro más longevo de la historia japonesa. Toda una excepción a la norma: los ejecutivos nipones duran en promedio un año y medio.
Por ejemplo, su sucesor Yoshihide Suga (72) duró tan solo un año desde que Abe renunciara por problemas de salud. El manejo de la pandemia y la celebración de los XXXII Juegos Olímpicos y XVI Juegos Paralímpicos consumieron la atención y capital político del nuevo mandatario.
¿CONTINUIDAD ESTANCADA O RENOVACIÓN RIESGOSA?
FUMIO KISHIDA
En octubre de 2021, Fumio Kishida (64) relevó a Suga como primer ministro nipón, apenas unas semanas antes de las elecciones. En la elección por el liderazgo partidario, Kishida derrotó al entonces favorito Taro Kono y al progresista Seiko Noda.
Kishida, al igual que Suga y Abe, pertenece al Partido Liberal Democrático de Japón (Jinminto), la fuerza política que ha gobernado el país desde la posguerra con extraordinaria ductilidad. En el sistema parlamentario japonés se renuevan las 710 bancas de la Dieta bicameral, de donde emerge el primer ministro (en estas elecciones la Cámara Baja y a mediados de 2022 la Cámara Alta).
Como centrista y parte de un gran linaje familiar (Kishida es tercera generación de legisladores), el nuevo primer ministro cuenta con amplia reputación dentro del establishment nipón. Sin ir más lejos, fue ministro de Exteriores de Abe (2012-17)
¿Qué implicaría una victoria de Kishida? En lo económico, la promesa de continuidad está asegurada, más allá de sus conocidas críticas a las Abenomics y una mayor apelación a la clase media y propuestas redistributivas, inusuales en los programas económicos en Japón. Kishida sabe que una cruzada demasiado apresurada “contra las políticas neoliberales” lo eyectaría como líder del partido de gobierno.
En lo político, Kishida propone reforzar la vacunación contra el COVID-19 (comenzará a administrar 3° dosis en diciembre) y contener una tercera ola. En lo diplomático, un marcado énfasis en la alianza de Tokio con Washington, que se expresa con grandilocuencia en la consigna por un «Indo-Pacífico libre y abierto» para contener a Beijing.
Está claro que Kishida representa el mantenimiento del status quo, lo cual refuerza el distanciamiento entre la élite nipona y la ciudadanía. Eso se ha constatado en la concurrencia a la baja (<60% en las últimas tres elecciones): incluso con un resultado extremadamente adverso, el Partido Liberal Democrático podría armar una coalición parlamentaria con su socio Komeito.
Los partidos de la oposición esperan revertir esta tendencia y lograr una sorpresa, ya que el Partido Constitucional Democrático (PCD) y el Partido Comunista Japonés (PCJ) han acordado una especie de pacto de no agresión para evitar dividir su voto contra el oficialismo. Esperan aprovechar el descontento de la población; 6 de cada 10 desconfían del gobierno.
Cuanto mejor sea el resultado para los partidos de oposición, mayores posibilidades de cambio doméstico habrá. Los dos partidos antedichos junto con el Partido Socialdemócrata y el antisistema Reiwa Shinsengumi forjaron un acuerdo legislativo para boicotear eventuales reformas constitucionales, impulsar un impuesto a los más ricos, cerrar centrales nucleares y endurecer los juicios políticos a partir de los numerosos escándalos dentro del oficialismo.
https://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2021/11/elecciones-japon.png362512Dossierhttps://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2018/05/Dossier_Logo-2.pngDossier2021-11-03 17:09:552021-11-03 17:09:57(II) ELECCIONES EN JAPÓN: ENTRE LA CONTINUIDAD Y LA RENOVACIÓN Por Embajada Abierta
[Con motivo de las proximas elecciones en el Imperio Japones, publicamos dos trabajos uno, este, sobre el proceso historico del ascenso japones y su caida profunda con la derrota en la Segunda Guerra Mundial, que marca totalmente estos tiempos en enque ademas con su declinacion luego del boom economico de los 60s, se ve totalmente superado por su vecino y pais que sufrio la agresion nipona en el SXX. Para comprender la actualidad. DOSSIER GEOPOLITICO]
El ascenso japonés es como la contrapartida del chino. Fulgurante y directo, y terminado en catástrofe. Más allá de sus estragos, quedará como un hito imborrable de la historia contemporánea.
El imperialismo occidental en el lejano oriente golpeó las puertas de Japón a mediados del siglo XIX, no mucho después de que los ingleses violentasen las de China con sus guerras del opio. El primer contacto del Japón con occidente se había producido mucho antes, en la época de la expansión de Europa asociada a la emergencia del capitalismo en el siglo XVI, cuando marinos, soldados y comerciantes portugueses y españoles navegaron hasta la América precolombina y hacia los puertos y las riquezas del sudeste asiático y del oriente, en procura de una ruta que permitiese acceder a las ambicionadas especias cuyo tráfico había quedado interrumpido por la caída de Constantinopla y por la pretensión turca de convertir al Mediterráneo en un lago musulmán.
Al revés de lo que ocurrió en China, donde los avances comerciales y misionales de los occidentales no incidieron gran cosa, en el Japón enredado en las guerras civiles de los señores feudales (daimios) que entenebrecieron al país a lo largo del siglo XVI y principios del XVII, la llegada de los europeos y en especial la de los jesuitas fue en un principio acogida con beneplácito, pues los clanes que se disputaban el poder e incluso la misma autoridad imperial que se encontraba impotente ante la anarquía, estaban interesados en hacerse con conocimientos científicos y armas. La política de penetración de los jesuitas, por otra parte, era, bajo la conducción del portugués Francisco Javier y más tarde del italiano Alessandro Valignano, extremadamente inteligente. Discerniendo la sutileza, elegancia y orgullo de la cultura nipona buscaron reclutar, con un discurso fundado en argumentos racionales, a su clase noble. Se proponían seducir desde arriba más que adoctrinar y convertir a las clases populares, en la presunción de que estas últimas serían incorporadas a la corriente por sus dirigentes. Esta orientación no fue seguida por otras órdenes, que se esforzaron por trabajar con el pueblo llano en torno a criterios religiosos, cosa que fomentó la desconfianza de los estratos superiores. Cuando el período de las guerras civiles se clausuró con la afirmación en el “shogunato”([i]) del clan de los Tokugawa, ese activismo en el seno de las masas pasó a ser combatido y perseguido, terminando con la masacre de la población cristiana allí donde las órdenes se habían hecho fuertes, y en la expulsión de estas últimas del Japón.
A partir de entonces Japón se cerró a la manera de China frente a la influencia occidental, pero movido por pulsiones que diferentes. En China parece haber habido un exceso de confianza en el propio poder, agravado por la pesadez de los engranajes burocráticos que sostenían a la monarquía, incapaces de comprender el peligro que para su estatus quo representaba la evolución del mundo. En Japón, sociedad más elástica por el hecho de haber pasado o estar aún sumida en disputas feudales que tenían cierta similitud con las de Europa, había reflejos más vivaces ante lo que se percibía como un peligro y una disposición más viva a receptar las novedades que podían venir de fuera. Tal vez fue esta diferencia lo que determinó que los chinos en el siglo XIX se opusieran desdeñosamente a las pretensiones británicas, con resultados fatales para ellos. En cambio, cuando el comodoro norteamericano Mathew Perry se presentó con sus “barcos negros” frente a las costas japonesas, la casta dirigente nipona entendió que las cosas habrían de negociarse de alguna manera. Humillada, se tragó el orgullo y dio cabida al comercio con occidente, a la vez que apresuraba a imitarlo con diligencia en todos los campos que hacían a la gestión burocrática, la potenciación industrial y a la práctica y el equipamiento militar. La conmoción fue profunda, desde luego, determinando una crisis que terminaría con el predominio de los Tokugawa, vigente desde el siglo XVII, y con una reorganización del estado que acabaría con los restos del feudalismo y pondría a Japón en condiciones no sólo de preservar su territorio, sino también de competir en fuerza con los poderes occidentales. La etapa estuvo cruzada por una guerra civil y por oleadas de terrorismo político protagonizado sobre todo por los jóvenes de clase noble que concurrían a las escuelas de esgrima y artes marciales, a los que resultaba insoportable la violación de su país –marcada por episodios como el bombardeo e incendio de la ciudad de Kagoshima por la flota británica en 1865, en represalia al asesinato de ciudadanos occidentales y el incendio del consulado inglés. La autoridad del “shogunato” o “Bakufu” fracasaba en su intento coordinar la defensa contra la intervención y no podía ya mantener el equilibrio entre los clanes y su propio poder en progresiva disolución. No era capaz de gestionar el cambio que requería adecuarse a la modernidad.
La búsqueda de la salvación se encarriló por un territorio ambiguo. De un modo típicamente japonés, que ambiciona el cambio sin por ello abrogar el pasado, al proceso de reforma no se lo llamó Revolución sino Restauración, la llamada Restauración Meiji. Pasó por la voluntad de algunos de los jefes de clanes a asociarse en torno a la persona del emperador Meiji. Ello permitiría barrer las excrecencias anárquicas de los señores más díscolos, corroborando -o inventando- la autoridad central que el país requería para evolucionar de acuerdo a parámetros modernos. Para mejor consolidar la imagen de Emperador a ojos del pueblo llano, se hizo aún más hincapié en el aura de divinidad que la rodeaba.
Se inauguró entonces la llamada “Era Meiji”. En un siglo el gobierno, la economía, la estructura social y las formas de vivir iban a ser radicalmente transformadas bajo la influencia occidental a un alto costo interno, que pasó por muchas insurrecciones y una guerra civil, la rebelión Satsuma de 1877, en la cual perecieron decenas de miles de ex samurái[ii] levantados contra el gobierno y cuyo jefe se suicidó. Pero Japón no sería un simple objeto pasivo de la occidentalización. Conservó su viejo talante samurái, pese a la derrota. Lo que sucedió fue una revolución conservadora, si cabe esta contradicción en los términos. El poder asumió los contornos de los gobiernos de occidente, pero siguió concentrado en partidos dominados por jóvenes de procedencia samurái que pronto se reconvirtieron en patrones de empresa e inauguraron un proceso industrializador en gran escala y en gran medida orientado a la formación de una armada y un ejército capaces de medirse con los de occidente. Miles de consejeros extranjeros fueron contratados para desarrollar los ferrocarriles, el correo, los sistemas de gestión burocrática, las industrias, la educación, la marina y el ejército. La marina se organizó de acuerdo al modelo inglés; el ejército según normas francesas primero y alemanas luego. Alemanes y norteamericanos se encargaron de estructurar la formación universitaria. Pero en ningún momento estos expertos llegaron a influir a sus discípulos más allá de los conocimientos específicos que les impartían, ni nunca quedaron a cargo de las instituciones que fundaban.[iii]
La sombra del guerrero
Winston Churchill describe de manera muy plástica este proceso en el tercer tomo de sus Memorias de guerra: “En menos de dos generaciones, sin otro antecedente que un pasado remoto, el pueblo japonés transformó la espada pesada de los Samurái en el barco revestido de acero, el fusil y el cañón, el torpedo y la ametralladora Maxim; en la industria se operó una revolución semejante… No obstante ello todo lo que habían asimilado eran los atributos externos de la ciencia aplicada… Detrás se hallaba el viejo Japón. Recuerdo que en mi juventud los caricaturistas británicos solían representar al Japón como a un joven mensajero, elegante, aliñado, de impecable uniforme. En cierta oportunidad vi una caricatura norteamericana cuyo estilo era radicalmente distinto. Un anciano sacerdote guerrero se levantaba augusto y formidable, con la mano en la daga”.[iv]
En las condiciones de mundo moderno, más allá de cualquier imperativo cultural, era natural sin embargo que Japón pretendiera a la larga sustituir al capitalismo occidental en el rol de ordenador y dominador de Asia, su área natural de influencia. Los problemas fundamentales que se oponían a ese proyecto eran la exigüidad del superpoblado territorio insular, y la carencia de materias primas para subvenir a las necesidades del desarrollo que requería mantener el tren y equipararse a las potencias coloniales. Pero en un principio ese propósito no afloró a la superficie, no fue plenamente consciente y en cualquier caso no era realizable. La cuestión para Japón fue por entonces insertarse en el juego de las grandes potencias y crecer dentro de él, como un participante más en la partida. El escenario que se ofrecía a sus ambiciones y que le era más connatural por su proximidad geográfica, por sus recursos y por sus antecedentes histórico-culturales era China, cuyo estado de desintegración ofrecía innumerables facilidades para la penetración colonial. Esto convirtió al Japón en uno de los depredadores de China y, por su proximidad y agresividad, en el más peligroso de todos. En 1894 estalló una guerra entre ambos países a causa de las pretensiones de Japón respecto a la península de Corea, guerra que se saldó con un triunfo nipón, pese a la disparidad del número de efectivos en pugna, muy favorable a los chinos. Por el tratado de Shimonoseki, que selló la paz, Japón se incorporó la isla de Formosa (hoy Taiwán), consolidó su influencia en Corea y obtuvo la posesión de la península de Liaodong, que incluía a la estratégica base de Port Arthur. Por presión de otras potencias y especialmente de Rusia, sin embargo, hubo de renunciar a este último premio, abriéndose así el camino a un nuevo contencioso, con el imperio de los zares esta vez, que produciría la primera de las guerras modernas, siniestro aperitivo de la primera guerra mundial.
El apetito moscovita para con China provenía del rápido crecimiento del capitalismo ruso tras las reformas de Alejandro II y del deseo de expandirse hacia el lejano oriente, en un encuadre de las tensiones inter-imperialistas que preanunciaban la crisis del sistema que llegaría en 1914. En ese juego, al alborear el siglo XX todavía no estaban firmes las líneas que ordenarían a los futuros enfrentamientos. Se vivían los últimos años de la pax britannica y Londres aún estaba envuelto en las maniobras de las disputas coloniales con Francia y con Rusia; con esta última a propósito de Afganistán y el paso a la India. En ese tablero Japón era una carta apreciable para jugar en la disputa con Rusia, como lo era Inglaterra para Japón. Ello determinó que ambas potencias signaran en 1902 un tratado de alianza militar que sin embargo tenía límites y excepciones: Japón se comprometía a no inmiscuirse en conflictos suscitados en Europa y los ingleses aclaraban que no tomarían partido en el caso de una guerra entre Japón y Estados Unidos, la potencia que desde la guerra de 1898 contra España había desembarcado en el Pacífico y en el escenario internacional como un actor a tener muy en cuenta. Estas reservas posiblemente impidieron que la guerra ruso-japonesa de 1904-1905 se transformase en la primera de las guerras mundiales. Esta encontraría su disparador en 1914, en Sarajevo.
El debut
El conflicto –suscitado siempre en torno a Corea y a la influencia que tanto Tokio como Moscú pretendían ejercer sobre el norte de China, significó la presentación en sociedad de la potencia asiática. Occidente quedó deslumbrado por la resolución, eficacia e implacabilidad del ataque japonés a una gran potencia europea. Se debe reconocer, empero, que el núcleo de la fuerza rusa se hallaba muy lejos, que el ferrocarril transiberiano acababa de ser inaugurado y no podía proveer en la cantidad y con la rapidez necesarias los abastecimientos que se necesitaban en Extremo Oriente, y que los niveles de eficiencia de los mandos rusos y del aparato de gestión de los Romanov estaban lejos de ser los ideales. Como quiera que sea, la victoria japonesa lograda en gigantescos choques y con la conquista de la híper defendida fortaleza de Port Arthur, a lo que se sumó la destrucción de una flota enviada desde el Báltico a naufragar en la sola jornada de la batalla de Tusushima, significó el espaldarazo definitivo para que Japón fuese admitido en el club de las grandes potencias. Y también implicó, o debió implicar, la revelación de lo conectados que se hallaban los asuntos globales, así como lo próximas a la superficie que se encontraban las tensiones sociales: la guerra ruso-japonesa trajo aparejado el estallido de la primera revolución rusa, la que en 1905 abrió la era de las grandes conmociones civiles que se entremezclaron con los puros conflictos de poder entre las potencias, definiendo así el convulso talante que tendría el siglo y que se desborda en el presente.
El Japón se involucraría rápidamente en ese proceso. Terminada la guerra con Rusia el deseo japonés de conseguir una retribución acorde con sus aspiraciones tras obtener tan señalada victoria se vio otra vez entorpecido por la interferencia de occidente; de Estados Unidos, para ser más precisos. Poco después, el estallido de la guerra del 14 brindaría a Japón otra oportunidad, que los japoneses no dejaron pasar: la de crecer a expensas de las posesiones coloniales alemanas en China. Con la toma de Tsing-Tao y la ocupación de la península de Shantung, más la ocupación de una serie de islas en la Micronesia que también habían sido colonias alemanas, consiguió un premio considerable a muy poco precio. Su labor en el control del área del Pacífico a través de la búsqueda de los cruceros alemanes que incursionaban en esas aguas fue una apreciable ayuda para los británicos, como también lo fueron las tareas de escolta de los convoyes aliados en esas aguas y en las del Mediterráneo. De modo que Japón se sentó a la mesa de tratado de paz en Versalles en calidad de una potencia entre las potencias.
No tardaron en estallar los diferendos, sin embargo. Estados Unidos estaba muy atraído por el mercado chino, respecto al cual ya había desarrollado a nivel diplomático una política de puertas abiertas, y recelaba de las aspiraciones de Japón no sólo a competir en ese espacio sino a hegemonizarlo. La presencia japonesa en Micronesia por otra parte, venía a amenazar las comunicaciones entre las islas Hawai y las Filipinas, el último florón colonial que le quedaba a España en el momento de la catástrofe de 1898 y del cual Washington se había apropiado después barrer a los españoles y suprimir el movimiento independentista filipino.
En este ambiente tóxico se sumó la ofensa que las potencias occidentales infligieron a Japón a negarse a reconocer una cláusula presentada por los nipones en la que solicitaban el reconocimiento de la igualdad racial entre occidentales y orientales. Esta bofetada al orgullo japonés y oriental en general fue compensada admitiendo el dominio de Japón sobre península de Shantung, pero dejó huella. Los japoneses incubaron su resentimiento, pero los chinos, que acababan de fundar su república, se sintieron profundamente ofendidos por el hecho de que una vez más las potencias extranjeras se arrogasen el derecho de decidir por ellos, en violación de todos los principios enarbolados por Woodrow Wilson en torno a la autodeterminación de las naciones.
El curso que siguió la política japonesa de ahí en más estuvo marcado las oscilaciones de la situación global. Los japoneses se revelaron como fabricantes excelsos y como exportadores de primera línea de productos manufacturados, pero los datos que limitaban su crecimiento y aumentaban las tensiones internas ascendían paralelamente. El Japón constituía una sociedad industrial intensamente urbanizada, con fuerte incidencia del sentimiento nacionalista, en la cual se diferenciaban intereses de clase que se expresaban a través de los medios de comunicación de masas, de los partidos políticos y de las agrupaciones que tendían a la acción política directa. “Los segmentos más destacados del establishment eran la aristocracia, la burocracia superior o “mombatsu”, los dirigentes del partido político conservador, los grandes intereses capitalistas (“zaibatsu”), los terratenientes y la burocracia militar o “gumbatsu”.[v] Fue dentro del ámbito de este último sector, entre la oficialidad joven, donde las tensiones a la que la evolución de un mundo suspendido entre dos guerras sometía a Japón se manifestaron más pronto y con mayor violencia.
El salto al vacío
Japón no disponía de materias primas para sustentar su crecimiento industrial; tenía que traer de lejos el acero para sus barcos o aviones, el combustible que los alimentaba y alimentaba al movimiento de la sociedad entera, que a su vez estaba superpoblada y rascaba un pobre sustento de una tierra en más de una ocasión devastada por terremotos y maremotos. El crack de 1929 golpeó a fondo el precario equilibrio de la sociedad japonesa y a partir de ese momento los acontecimientos se precipitaron. Surgieron sectas militares que presionaban por seguir con los planes para ocupar porciones sustanciales de China y asegurarse así un flujo ininterrumpido de materias primas, alimentos y mercados. Siendo la japonesa por tradición una sociedad marcial, los militares no tardaron nada en convertirse en la fuerza dominante dentro del gobierno y, tanto para seguir sus propios planes como para distender su propia crisis interna y calmar a los sectores radicales de la oficialidad joven, impulsaron la agresión contra China. Esta política se iba a encontrar con el ascenso del nacionalismo chino, que se expresaba tanto a través de los elementos más limpios del Kuomintang, como de los del ascético Partido Comunista chino y sus jefes, cuyo internacionalismo era sincero, pero que entendían bien que la realidad brota del suelo que se pisa. La lucha por la liberación de una opresión externa es inescindible de la lucha por la liberación social.
Las provocaciones japonesas, como el incidente de Mukden en 1931, desembocarían en la primera batalla de Shangai, en la creación del estado títere de Manchukúo y en la partida de Japón de la Sociedad de las Naciones; primera herida, que iba a revelarse mortal, al organismo internacional que se presumía iba a evitar la guerra entre las potencias. A poco de andar, en 1937, estalló la lucha en gran escala entre China y Japón y el imperio del sol naciente se lanzó a la una carrera por el predominio regional que tendría, en las condiciones del mundo en ese momento, el más fatal de los desenlaces. En efecto, el balance del poder global había quedado en entredicho a partir de la guerra del 14. A pesar de triunfo aliado, los dos grandes imperios coloniales en sentido estricto, Gran Bretaña y Francia, habían salido irremediablemente heridos del conflicto, y las “potencias reformistas” –Alemania, Italia y Japón, con el añadido de la Unión Soviética, cuya subversión corría en un diapasón diferente pero todavía más peligroso para el orden establecido- representaban diferentes grados de amenaza que tendían a descontrolarse. El choque se produjo y la victoria alemana en el Oeste, en 1940, que desbancó a Francia y puso a Gran Bretaña contra la pared, abrió para Japón una oportunidad que parecía ser de oro para organizar su soñada Esfera de Coprosperidad Asiática, que sería liderada por Tokio y que presumía la eliminación del predominio occidental del oriente y el extremo oriente.
El problema era Estados Unidos, que pretendía desde siempre jugar el papel de primus inter pares y estaba demasiado lejos y era demasiado fuerte para ser alcanzado. No vamos a reseñar aquí el camino que llevó a Pearl Harbor; este un tema aparte y demasiado complejo para abordarlo en esta nota que ya se ha extendido demasiado. Baste decir que Japón, a pesar de su tradición de realismo diplomático, estaba demasiado poseído por sus demonios familiares que invocaban el orgullo nacional y su superioridad marcial como para no quedar implicado en la red de provocaciones que montó Washington hasta llevarlo a dar el primer golpe en la guerra del Pacífico. Le brindó así al presidente norteamericano Roosevelt el motivo que necesitaba para llevar a su país a una guerra global en la cual sabía que se jugaba, más allá de cualquier otra fundamentación, ética o del carácter que fuere, el destino de su país como superpotencia. Más allá de los innumerables crímenes de que fueron responsables los ejércitos de Mikado en China (basta mencionar la masacre de Nankín) psicológicamente era imposible que Japón se allanase a la retirada general de China e Indochina que les exigía Washington para levantar las sanciones que le había impuesto y que estaban estrangulándolo en su capacidad económica y en su aptitud militar. Apenas si le quedaba combustible para seis meses para abastecer su flota. Le quedaban a Japón dos opciones de hierro. Allanarse a esas exigencias y suicidarse en una guerra civil, o atacar en la esperanza de que en el juego del conflicto global y obteniendo una gran ventaja inicial, obtener un empate. Eligió el segundo camino y también prácticamente se obliteró. Pero su papel en ese lapso fue dramático y espectacular. La “blitzkrieg” del Pacífico duró apenas seis meses, hasta la batalla de Midway, pero supuso un despliegue impresionante de fuerza, eficiencia e intrepidez que conmovieron a los pueblos de oriente, demostrando lo ficticio o al menos lo relativo, de la presunta superioridad racial de los occidentales y lo vulnerable que era su predominio. Cayeron Malaya, las Filipinas, la fortaleza de Singapur, las Indias Orientales Holandesas, Borneo, Nueva Guinea, Siam y Birmania, y el aliento de los japoneses se sintió en las fronteras de la India y en el norte de Australia. A partir de entonces comenzó un lento retroceso, jalonado de feroces batallas. Los japoneses se hicieron famosos por el mal trato que prodigaban a los prisioneros, pero ello no debía extrañar mucho pues ellos mismo se rehusaban a serlo, prefiriendo la muerte en batalla que al deshonor que para su código implicaba rendirse. Con los kamikaze, los pilotos que se inmolaban arrojándose con sus aparatos contra los barcos enemigos, esta ética del suicidio llegó a su punto límite.
La bomba atómica y el ingreso de la URSS a la guerra contra el Japón terminaron con la funesta epopeya, aunque se debe decir que las argumentaciones norteamericanas que intentan explicar los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki como un acto de “compasión” destinado a terminar más rápido con el sufrimiento de los japoneses y con la lista de bajas americanas son una perfecta falacia. Los japoneses estaban vencidos y su gobierno quería rendirse cuando las bombas explotaron. Y Washington lo sabía. El propósito de su lanzamiento fue experimentar sobre un cuerpo vivo sus efectos y, secundariamente, adelantarse al ingreso de la URSS al conflicto para limitar el papel de un socio incómodo en las negociaciones de paz.
Así concluyó la aventura japonesa por erigirse en un gran protagonista global. Ese papel correspondería a China, que a pesar de estar devastada por la guerra suponía una base mucho más vasta y potente para jugar ese papel. A Japón solo le ha restado, hasta ahora, desempeñar el rol de segundo de Estados Unidos en Asia. La ocupación norteamericana fue singularmente benévola y beneficiosa. El general Douglas Mac Arthur –en otros planos un temible “warmonger” contra el comunismo-, y los equipos especializados que lo secundaron, llevaron a cabo algo que muchos han definido como una segunda gran reforma que vino a complementar a la restauración Meiji, con una reforma agraria y educativa que arraigaron gracias precisamente a los procesos de cambio que el Japón por sí mismo había generado en el siglo anterior. Japón se convirtió así en una sociedad de masas con un sistema político participativo a gran escala. Sin embargo, no se puede pronosticar nada respecto al futuro, pues la multiplicidad de variantes a que puede dar lugar el conflicto entre el imperialismo norteamericano y las aspiraciones chinas y rusas inhibe cualquier vaticinio. Y debajo de las capas del cambio, la dura tradición del servicio sigue impregnando a la cultura japonesa.
Cualquiera sea el futuro, históricamente queda para Japón el mérito de haber sido el primero de los pueblos periféricos en proyectarse al primer plano del acontecer mundial y en haber propinado al orgulloso occidente un revés o una serie de reveses militares de enorme repercusión. Esos golpes rompieron el encantamiento por el cual un puñado de británicos, holandeses, franceses, norteamericanos o portugueses mantenían bajo obediencia a pueblos que sumaban miles de millones de personas con diferente color de piel, que profesaban religiones distintas y se distribuían en un vasto mosaico cultural.
Esta contribución al despertar de los pueblos sumergidos, aunque pueda haber sido en parte involuntaria, va a quedar como un legado imborrable. Agigantado, si cabe, por la impronta fanática y dramática que tuvo y que imprime una nota me atrevería a decir de cierta grandeza estética a esa terrible peripecia.
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[i] “En el Japón anterior a la “restauración Meiji” se distinguían dos principios a partir de los cuales se ordenaba el Estado. “Uno simbólico, dinástico, depositario de la soberanía, del mandato del Cielo, y era el “tenno”, que se traduce aproximativamente como Emperador. Pero el verdadero poder era ejercido por el “shogun” o comandante en jefe, mezcla de intendente de palacio y condestable, que bajo el régimen de los Tokugawa se erigiría en amo absoluto”. Jean Lacouture: “Jesuites. Les conquérants”, Editions du Seuil, 1991.
[ii] Los samurái eran hombres de armas que se regían por un código de honor, el Bushido, y se ponían al servicio de un señor feudal. Su abolición como clase no eliminó su espíritu, que siguió impregnando a las fuerzas armadas de Japón moderno y del cual dio testimonio el comportamiento tan intrépido como cruel de los soldados japoneses durante la guerra.
[iii] Tanto en este asunto como en la orientación general de la nota, he seguido los lineamientos trazados por el hermoso libro “El Imperio japonés”, de John Whitney Hall, publicado en la “Historia Universal”, editorial Siglo XXI, Madrid, 1970.
[iv] Winston Churchill: “La Segunda Guerra Mundial. La Gran Alianza”. Peuser, Buenos Aires, 1950.
https://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2021/11/TAPA-JAPON.jpg450800Dossierhttps://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2018/05/Dossier_Logo-2.pngDossier2021-11-03 16:59:402021-11-03 17:01:28(I) JAPON EN EL SUBIBAJA (DE LA HISTORIA) POR ENRIQUE LACOLLA
Este domingo el Wall Street Journal informó que ex militares afganos se están pasando al Estado Islámico, confirmando así el papel de EE.UU. en el origen del terrorismo.
Por Eduardo J. Vior
Los Estados Unidos siguen proclamando su decisión de combatir al terrorismo en todas partes del mundo. Sin embargo, una reciente publicación de The Wall Street Journal da cuenta del pasaje de personal de inteligencia y ex miembros de las fuerzas especiales del antiguo régimen afgano a las filas del Estado Islámico-Jorasán (ISIS-K, por su nombre en inglés). La importancia de la información trasciende el escenario afgano, porque confirma que, sin el apoyo y el entrenamiento norteamericano no existiría ningún tipo de terrorismo, en Asia Central, en Oriente Medio o en cualquier otra parte del mundo.
El Estado Islámico-Jorasán (ISIS-K) amenaza la paz y la estabilidad de toda Asia Central.
Muchas de las antiguas fuerzas nacionales afganas que desde la retirada estadounidense en agosto son buscadas por los talibanes se están pasando al Estado Islámico (ISIS-K), según un nuevo informe de investigación del Wall Street Journal. También entre los que se unen a las filas del ISIS en Afganistán, o ISIS-K, hay miembros del antiguo servicio de inteligencia que fueron entrenados por EE.UU. «El número de desertores que se unen al grupo terrorista es relativamente pequeño, pero está creciendo, según personas que conocen a estos hombres, a ex funcionarios de seguridad afganos y a los talibanes», escribe The Wall Street Journal.
Aunque se dice que esto está ocurriendo en pequeñas cantidades y se describe como un movimiento por desesperación, podría ser una gran ayuda para las capacidades del ISIS-K, dado que los miembros de la inteligencia aportan al grupo terrorista una gran experiencia y capacidades muy especializadas. Los críticos de la desastrosa salida de Afganistán ordenada por Biden ya habían advertido desde el inicio que los grupos terroristas aprovecharían los activos «abandonados» por los estadounidenses. Como prueba el informe cita «Un oficial del ejército nacional afgano que comandaba el depósito de armas y municiones del ejército en Gardez, la capital de la provincia sudoriental de Paktia, se unió a la filial regional del ISIS-K y murió hace una semana combatiendo contra los talibanes, según un ex funcionario afgano que lo conocía.» «El ex funcionario contó también que varios otros antiguos miembros de la inteligencia y el ejército por él conocidos también se unieron al Estado Islámico después de que los talibanes registraran sus hogares y exigieran que se presentaran ante las nuevas autoridades del país», continúa el informe.
En algunos casos estas fuerzas especiales afganas recibieron un entrenamiento de élite por parte de los Navy SEALS o de los Boinas Verdes del Ejército. El informe explica que cientos de miles de ex miembros de las tropas nacionales afganas, oficiales de inteligencia y policías llevan meses sin cobrar desde el colapso del gobierno de Kabul y que al mismo tiempo tienen demasiado miedo de presentarse a trabajar o de identificarse como parte del antiguo gobierno. En un momento en que los talibanes intentan acabar con el ISIS-K, este personal descontento y desempleado es carne de cañón para el reclutamiento del Estado Islámico.
Y luego, con aparente asombro, el informe del WSJ reconoce lo que muchos saben desde hace tiempo:
Los talibanes han alegado durante mucho tiempo que la provincia de Jorasán del Estado Islámico era una creación del servicio de inteligencia de Afganistán y de Estados Unidos que pretendía sembrar la división dentro de la insurgencia islamista, una afirmación negada por Washington y por el anterior gobierno de Kabul.
Cabe destacar el reciente ejemplo histórico de cómo se formó la resistencia en Irak tras la invasión estadounidense de 2003. Con el derrocamiento de Saddam Hussein cientos de miles de antiguos soldados y policías iraquíes recién desempleados se unieron a grupos radicales para librar una insurgencia mortal, algunos al naciente Estado Islámico.
Varios atentados suicidas y con coches bomba atribuidos al ISIS-K han causado decenas de muertos en algunas ciudades importantes, incluida Kabul. Funcionarios de Washington han sugerido en varias ocasiones la posibilidad de que el Pentágono pueda ayudar en las operaciones contra el ISIS (por ejemplo con apoyo aéreo), pero el gobierno de Biden se ha resistido argumentando que significaría trabajar directamente con los talibanes. Prefieren hacerlo con los terroristas.
Obviamente, no es inocente que el WSJ publique este informe, a todas luces basado en fuentes de inteligencia. Hasta puede provenir del propio Pentágono: después de la derrota y la escandalosa retirada de Kabul son muchos en el gobierno y en las fuerzas armadas los que piden la cabeza del general Kenneth F. McKenzie Jr., jefe del Comando Central del Ejército de EE.UU. Como en toda operación militar fracasada, la primera reacción es buscar un chivo expiatorio. Es la mejor forma de no tener que llevar a los tribunales a los responsables civiles y militares por veinte años de locura.
La cuestión, empero, excede ampliamente las responsabilidades individuales de un par de jefes. Desde 2001 se han decretado sobre los países centrales el estado de emergencia y la vigilancia masiva de las poblaciones, se han limitado severamente las libertades individuales y grupales en nombre de la protección contra el terrorismo. Para combatirlo, al mismo tiempo, se ha llevado la “guerra híbrida” a todos los continentes. En nombre de la libertad han destruido la vida y la libertad de decenas de millones de seres humanos. ¿Y ahora vienen a reconocer que el terrorismo islámico es obra suya? Muy noble, pero muy tarde. La Humanidad espera no sólo que retiren sus fuerzas militares y de inteligencia de todos los países, sino que reparen monetariamente el daño que han ocasionado a cada una de las familias dañadas y que entreguen a la Corte Penal Internacional a los responsables civiles y militares por los crímenes cometidos, por lo menos, desde 2001.
https://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2021/11/Estados-Unidos.jpg485863Dossierhttps://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2018/05/Dossier_Logo-2.pngDossier2021-11-02 13:38:242021-11-02 13:38:25“El Terrorismo arma Imperial”: A confesión de parte, relevo de prueba
Un artículo que muestra la furia y la impotencia del sistema ante los daños inevitables de su falta de recursos y de previsión. Lo más hilarante es la rabia contra Rusia por ser dueña del gas, algo que en su concepto imperial, lo consideran una injusticia divina.
EUROPEAN COUNCIL ON FOREIGN RELATIONS
El gas ruso huye hacia Asia y la UE no puede quedarse de brazos cruzados
Bruselas debe prepararse de cara al creciente deseo de Rusia de vender gas a China. De lo contrario, corre el riesgo de empeorar su dependencia energética de Moscú
Por Filip Medunic* 01/11/2021
El precio de la energía está aumentando en toda la Unión Europea, algo que preocupa tanto a los consumidores como a los gobiernos a medida que se acerca el invierno. La UE ha respondido lanzando una ‘caja de herramientas’ llena de medidas variadas que los estados miembros pueden implementar para ayudar a los hogares, y muchos gobiernos están ofreciendo subsidios para ayudar a la gente.
En este contexto de precios por las nubes, varios líderes de la UE han lanzado críticas severas contra Rusia. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, señaló a Moscú por no aumentar su oferta de gas y elogió deliberadamente a Noruega por haber incrementado la producción. El alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, sugirió que Rusia estaba reteniendo intencionalmente el suministro.
El choque energético actual bien puede ser el primero de la transición verde, y hay numerosos factores en juego. Estos van desde los anteriores procesos de liberación del mercado de energía de la UE —que han ayudado a que los precios se disparen a medida que Europa reacciona con fuerza a las fluctuaciones en el mercado internacional del gas— hasta el aumento de la demanda de gas en las economías emergentes —países a los que la UE alentó activamente a avanzar hacia el gas y alejarse del carbón—. Es posible que los europeos estén entrando ahora en una era en la que la escasez no sea algo inusual. La creciente demanda está abriendo rápidamente nuevos mercados para los productores de gas natural licuado (GNL), que tienen un abanico de clientes más amplio que antes.
Esto significa que la estrategia de palabras altisonantes de la UE pronto resultará insuficiente para la tarea de garantizar el calor en un mundo geoeconómicamente más frío. Los gobiernos de toda Europa están empezando a transformar la forma en que generan y suministran energía, pero, para Moscú, la economía rusa sigue dependiendo de las exportaciones de combustibles fósiles, por lo que los esfuerzos para pasar a las energías renovables son vistos como un desafío a largo plazo. Rusia aún no puede permitirse perder a los países europeos como sus principales compradores, pero, al mismo tiempo, ya está estudiando cómo apuntalar su posición mediante la diversificación hacia Asia, especialmente China, donde los vastos recursos naturales rusos están ganando importancia.
El Gobierno de Vladímir Putin sigue siendo el principal proveedor de gas de Europa, pero los europeos necesitan comprender urgentemente los cambios que Rusia está realizando en su infraestructura de transporte de energía, ya que estos podrían dejar a la UE todavía más a merced de Moscú.
Desde finales del año pasado, el nuevo gasoducto ‘Power of Siberia’ transporta gas desde Rusia hasta China. En marzo de este año, Putin dio luz verde para la construcción de un segundo oleoducto, ‘Power of Siberia 2’. Esta instalación suministrará gas desde la península de Yamal en Siberia, que posee las mayores reservas de gas del gigante euroasiático, unas que actualmente abastecen a sus clientes de la UE.
Este giro ruso hacia Asia no debería ser una sorpresa. La demanda en China sigue aumentando, y el país finalmente parece dispuesto a comenzar a dejar de lado el carbón. Para Pekín, llenar el vacío energético con GNL tiene efectos secundarios indeseados, como que los buques que lo transportan tengan que pasar por el cuello de botella del Estrecho de Malaca, y que dos de los principales proveedores del mundo de este combustible, Australia y Estados Unidos, acaben de forjar una alianza en su contra. Por estos motivos, el gas suministrado por Rusia se vuelve aún más atractivo para Beijing.
‘Power of Siberia 2’ entregaría gas directamente a las regiones del noreste de China, que son la parte más densamente poblada del país. Paralelamente, Pekín lleva tiempo negociando con el gobierno de Turkmenistán la suma de una cuarta línea a su gasoducto conjunto Asia Central-China, que ya proporciona casi el 40% de las importaciones de gas del país. Pero este proyecto ha experimentado numerosos retrasos, lo que significa que hay una oportunidad para que Gazprom entre primero y asegure su participación de mercado.
Mongolia también podría estar interesada en el proyecto ‘Power of Siberia 2’, dadas las tarifas de tránsito que podría exigir, pero también debe diversificarse, ya que el carbón representa alrededor del 80% de sus fuentes de energía. Y, a medida que las economías asiáticas continúen creciendo y China agregue millones de hogares a su red de gas, la demanda sólo crecerá. Además, Rusia quiere aumentar la cantidad de GNL que suministra a través de la ruta del Mar Ártico con el objetivo de que represente el 20 por ciento del suministro mundial para 2035. Los clientes asiáticos, y especialmente China, constituyen su principal mercado.
Por ahora, el oleoducto ‘Power of Siberia 2’ sigue siendo solo un proyecto, y no estará operativo hasta 2030 como muy pronto. Los compromisos de esta escala necesitan una gran cantidad de tiempo para formularse y Moscú podría llegar a encontrarse con un muro a la hora de negociar precios y tarifas de tránsito. Sin embargo, es un plan serio. Si el gasoducto se materializa, la península de Yamal será un suministro gasístico clave tanto para Europa como para China. Esto le da a Rusia una nueva ventaja.
Por lo tanto, la UE debe pensar de manera más estratégica sobre su suministro de energía y planear cómo eliminar hoy las vulnerabilidades de mañana. Su primer paso podría ser negarse a permitir la apertura del gasoducto Nord Stream 2 entre Rusia y Alemania. Los partidarios del proyecto han sostenido que no está diseñado para ser utilizado por Moscú de manera coercitiva, pero el potencial para ello permanece. Gazprom acaba de aprovechar su monopolio del gas sobre Moldavia, sugiriendo que el gobierno proeuropeo del país debería abandonar un acuerdo de libre comercio con la UE y detener la liberalización del mercado del gas a cambio de precios más bajos del combustible. La UE debe comprender que actores como Rusia siempre están dispuestos a utilizar activamente las dependencias para sus objetivos políticos y debe incluir este riesgo en su evaluación prospectiva.
Así como Rusia está ampliando sus opciones estratégicas, la UE tendrá que evaluar estratégicamente sus necesidades. Sobre todo, debería seguir adelante en el desarrollo de su infraestructura de energía renovable, pero mientras tanto, también volver a firmar contratos de suministro a más largo plazo que los actuales. Esto dará a los consumidores un respiro, protegiéndolos de las fluctuaciones de precios salvajes y permitiendo a los estados europeos llevar a cabo la importante transición energética.
La UE debería salvaguardar sus necesidades a medio plazo estabilizando su suministro de gas como «combustible puente» a medida que avanza hacia las energías renovables, lo que también solidificaría la relación con Rusia durante este período —después de todo, Europa sigue siendo su mayor cliente—. Existe la oportunidad de avanzar en la transición verde mientras se asegura un suministro constante de gas. *Este análisis del European Council on Foreign Relations (ECFR) ha sido publicado originalmente en inglés bajo el título de ‘Russia’s ‘gas pivot’ to Asia: How Europe can protect itself and pursue the green transition’.
https://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2021/11/gas-2.jpg542900Dossierhttps://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2018/05/Dossier_Logo-2.pngDossier2021-11-02 13:30:082021-11-02 13:30:10El Atlantismo Europeo preocupado: El gas ruso huye hacia Asia y la UE no puede quedarse de brazos cruzados
16 años promoviendo semanalmente la Geopolitica; Análisis Radial Semanal de Geopolitica de Carlos Pereyra Mele para el Programa: el Club de la Pluma, que conduce el periodista Norberto Ganci por la Radio Web al Mundo.
Eje Central:
Sigue profundizandose el conflicto entre Atlantistas (EEUU y socios) y Continentalistas (China y sus socios)
AUDIO
En su columna semanal del Club de La Pluma, el director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, aborda las provocadoras declaraciones de Marc Stanley, en la cámara de representantes de Washington, durante su alegato para embajador en Argentina, saltándose todos los límites de la diplomacia e incumpliendo las reglas internacionales de no injerencia en asuntos internos. El personaje enumeró una lista de exigencias al gobierno de Buenos Aires, para que éste las adopte como propias en temas como el G5, la deuda con el FMI, el freno a China, el boicot a Venezuela, etc. y lo hizo como si fuese el virrey de un imperio en decadencia que quiere arrastrar a nuestro país a su esfera, por las buenas o por las malas. Stanley, autodefinido como activista político y líder de la comunidad judía norteamericana, ha demostrado una actitud prepotente, desubicada e inédita, arrogándose la autoridad de decirnos lo que podemos y no podemos hacer en política.
Y Carlos nos recuerda que lamentablemente todo el arco político argentino no ha dado prácticamente ninguna respuesta contundente al atropello de este señor, quién con ese silencio está recibiendo un silencioso aval de nuestros representantes, cuando lo que corresponde es que tanto el gobierno como toda la sociedad, le exija al Secretario de Estado, Anthony Blinken, que explique este avasallamiento y que ratifique o rectifique las declaraciones de su representante. Caso contrario, la Argentina debería rechazar su nominación como embajador, mientras evoca las palabras del General San Martín: “…la Argentina no es una empanada que se come con solo abrir la boca”.
Luego, en temas internacionales, nuestro director analiza el discurso de Putin en el reciente foro de Valdai, al que considera de una contundencia tremenda y profundísima, y que ha hecho saltar las alarmas en el anonadado “mundo atlantista”, que reaccionó con fiereza al ser aludido por temas como los del LGTB y otros asuntos parecidos, que tratan de distorsionar las verdaderas prioridades de la humanidad de hoy y con lo que el presidente ruso llama “la discriminación inversa” por la cual en Occidente, las mayorías pierden derechos a favor de las minorías.
También confirmó que el dominio internacional de Occidente está dando paso a un sistema mucho más diverso, luego de varios siglos de poder absoluto. Además habló de los conflictos por la “guerra híbrida” y explicó esa estrategia bélica anglosajona donde ya nada es como antes y que ahora la guerra nunca se detiene, apenas cambia de forma, hasta empeorar a un punto máximo donde se impone la “teoría del caos” -otra estrategia norteamericana- que no contempla la recuperación pacífica de la posguerra, haciendo que se suceda el dolor y la tragedia de los pueblos afectados.
Y nos cuenta que Putin ha hecho referencia a la filosofía donde la historia es un método de memoria temporal a través del cual el hombre trabaja hacia su destino, en una relación entre lo divino y lo humano, haciendo referencias a la libertad, la familia y la educación, y a cosas tan básicas como la madre, el padre y la familia, como hitos de un movimiento por la renovación social al que llama “conservadurismo saludable” como base de la política ante los riesgos que se multiplican en medio de una realidad frágil.
Y ya sobre geopolítica, Putin insistió en que la amistad con China no significa ir contra nadie, y dio una clase magistral sobre la crisis energética para luego asegurar que con el gasoducto a Alemania, Rusia no lo utiliza como un arma geopolítica, como lo acusan los fundamentalistas atlantistas europeos. Sobre Afganistán enfatizó que la Organización de Cooperación de Shanghái tendrá problemas si Afganistán tiene problemas y ofreció entonces cuatro respuestas concretas para garantizar su futuro.
Así, Pereyra Mele con su audio, nos hace viajar por la actualidad mundial y nos vuelve a transmitir sus extensos conocimientos de geopolítica con argumentos, datos e información cierta.
Eduardo Bonugli (Madrid, 31/10//21)
El embajador de Joe Baiden para la «Argentina» Marc Stanley
https://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2021/10/Eje-Rusia-China-Alemania-Iran.jpg340720Dossierhttps://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2018/05/Dossier_Logo-2.pngDossier2021-10-31 21:39:552021-10-31 21:39:57La Geopolitica segun Rusia - Columna radial de Carlos Pereyra Mele 31/10/2021
Siempre se supo que los grandes imperios derrapan por razones culturales y políticas internas, mucho antes de ser atacados por fuerzas exteriores que terminan sepultando su dominación. Así sucedió en la historia y así está sucediendo ahora con la decadencia de EEUU.
Según la profesora, en su país los adolescentes «están al borde de una crisis de salud mental», no tienen opción de una vida sin iPads o iPhones y pasan la mayor parte del día solos en sus habitaciones pegados a los teléfonos.
Está investigando las diferencias generacionales durante 25 años y llega a conclusiones dramáticas. En comparación con los llamados Millenials, Twenge dice: «Las experiencias que tienen todos los días son radicalmente diferentes a las de la generación que llegó a la mayoría de edad unos años antes que ellos».
La generación posterior a la crisis de 2008 es la primera que fue formada por los teléfonos inteligentes. «La llegada del teléfono inteligente ha cambiado radicalmente todos los aspectos de la vida de los adolescentes, desde la naturaleza de sus interacciones sociales hasta su salud mental».
Aunque encuentra aspectos positivos, cree que psicológicamente son más vulnerables ya que «las tasas de depresión y suicidio en adolescentes se han disparado desde 2011». Agrega que el auge del teléfono inteligente y las redes sociales ha provocado «un terremoto de una magnitud que no habíamos visto en mucho tiempo», y que «están teniendo efectos profundos en sus vidas y los están haciendo muy infelices».
Duermen menos, socializan poco, son más susceptibles a las enfermedades, al aumento de peso y la presión arterial alta, y sobre todo tienen escaso o nulo compromiso. Es evidente que una sociedad anclada en estos comportamientos tiene poco futuro, por lo cual China decidió desatar una «guerra contra los videojuegos», imponiendo serias restricciones a los menores ya que los considera «el opio de la mente».
En la misma dirección, Spengler sostiene que «China se encuentra hoy con respecto a los Estados Unidos como lo estaban los Estados Unidos y Alemania con respecto a Gran Bretaña a fines del siglo XIX».
Recuerda que fue Inglaterra quien descubrió la bombilla eléctrica, pero que no pudo comercializarla por «la corrupción del imperio». «Los mejores y más brillantes de Gran Bretaña se dedicaron al servicio colonial, y amasaron fortunas con la venta de textiles británicos a la India, opio indio a China y té y sedas chinas a Occidente».
Mientras estadounidenses y alemanes construyeron fábricas a principios del siglo XX, los británicos se dedicaron a ganar fortunas con métodos que define como «corruptos», razón del declive de la isla.
Algo similar está sucediendo ahora, cuando la riqueza de EEUU se concentra en una ínfima minoría y generaciones enteras de jóvenes «se alimentan de una cultura de hedonismo despreocupado que valora la autoexpresión individual como una cuestión de dogma religioso al tiempo que impone una conformidad viciosa».
Según Spengler, Internet no es una burbuja y tiende a crecer casi ilimitadamente, pero la compara con el consumo de opio en los siglos XIX y XX, una droga social. «Lo que cautiva a los verdaderos creyentes de Internet es la descarga ilimitada de entretenimiento barato y lascivo: pornografía, música popular, chismes, coqueteos, juegos de rol de fantasía y, por supuesto, compras».
El problema es que Internet es la gran impulsora de los mercados globales, mientras destruye la cohesión social y genera una falsa impresión de crecimiento económico: mientras las economías están paralizadas las bolsas siguen cotizando al alza.
Las imágenes de estas descripciones nos remiten, casi naturalmente, a la decadencia del imperio romano, que al verse carcomido por dentro fue presa fácil de las invasiones «bárbaras».
A mi modo de ver, una de las razones de fondo de la decadencia de EEUU como potencia imperial, es la crisis interna: sanitaria, de confianza en las instituciones, en particular de los jóvenes de color hacia la policía, y la difusión de una cultura tan individualista que sólo piensa en la inmediatez.
Un trabajo sobre el flujo de jóvenes hacia el Ejércitoconcluye: «El 71% de los jóvenes estadounidenses entre 17 y 24 años no son elegibles para servir en el ejército, es decir, 24 millones de los 34 millones de personas de ese grupo de edad». Esto hace que la seguridad nacional esté en cuestión.
Las causas principales de esta situación son, según el informe de almirantes y generales retirados, «la educación inadecuada, la criminalidad y la obesidad». En detalle, del total de jóvenes que no pueden servir en las fuerzas armadas, el 32% es por razones de salud, el 27% por escasas aptitudes físicas, el 25% por no haber finalizado la secundaria y el 10% por presentar una historia criminal.
Parece evidente que una sociedad que ya presentaba estos rasgos hace ya varios años, ahora se ve doblemente acuciada por la brutal insensibilidad de las elites y por la enorme difusión de redes sociales y videojuegos que hacen que una parte creciente de los jóvenes prefieran no salir de casa para sobrevivir como sonámbulos frente a la pantalla.
Todo esto sucede justo cuando China está en camino de sobrepasar a EEUU en los rubros decisivos, desde la computación cuántica y la inteligencia artificial hasta la capacidad militar que, no olvidarlo, depende más de la entereza de los seres humanos que de las máquinas.
No puede sorprender, por lo tanto, que los sucesivos gobernantes que ocupan la Casa Blanca, pero sobre todo el Deep State, estén al borde la histeria cuando se trata de planificar un futuro que, saben, no será el de sus sueños.
https://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2021/10/CAIDA.jpg10811920Dossierhttps://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2018/05/Dossier_Logo-2.pngDossier2021-10-31 21:17:212021-10-31 21:20:17Las causas internas de la inevitable caída de EEUU Por Raul Zibechi
En estos días una avalancha de “expertos” en indigenismos varios y en especial en Mapuches, nos han “aclarado» de la peligrosidad del que parece ser el último y único peligro para la Seguridad de la Nación que tenemos con que lidiar los argentinos, un tal RAM. Creo que casi sin temor a equivocarme que todos esos expertos no conocen profundamente la Patagonia solo algún viaje turístico, no mas allá de Bariloche o el Calafate o alguna pista de esquí. Pues bien, invitado por el periodista Alfredo Guruceta en su programa “Con sentido común”, que se transmite por el Canal “C” de Cablevisión de Córdoba.
Para intentar poner un poco de cordura dimos una serie de datos duros, en dicho programa, para entender el Conflicto en nuestra Patagonia. Para ello usamos los datos del último Censo nacional del 2020:
Poblacion indigena de etnia mapuche: 205.009 (0,46% de la Población Argentina)
Patagonia 30% del Territorio nacional -930.638Km2-
Población Patagónica 5% de la Argentina -2.348.793 habitantes-2,5 habitantes Km2
Cuántos de esos 205.009 habitantes pueden haber sido “trabajados” por ONGs extranjeras e incorporados a la llamada RAM (Resistencia Ancestral Mapuche), para que se transformen en el peligro “terrorista” del que alegremente hablan los “expertos” y muchos políticos que se les despertó el nacionalismo y la preocupación por la Seguridad Nacional, de ultima hora. Si convengamos que desde hace años denunciamos movimientos de grupos extranjeros (particularmente europeas) que con sus ONGs trabajan a grupos aborígenes en toda suramerica introduciendo elementos conflictivos para los distintos estados nacionales.
Pero ello no es sinónimo de que estamos ante un frente de guerra interna como se nos plantea
Pues bien es evidente el intento de crear fantasmas y conflictos que son fácilmente solucionables si realmente lo queremos hacer, Primero Poblar y desarrollar esos gigantescos territorios sin infraestructura y trabajo genuino y a la buena de Dios.
Un País que en los últimos 50 años logró:
42% de su población pobre, 4 de cada 10 argentinos
10,5% de indigencia, 1 de cada 10 argentinos
54% de nuestros niños son pobres
A lo que se suma la venta masiva de tierras a empresas extranjeras, en zonas de Seguridad de Fronteras (que está prohibida por ley) y que nos venimos a enterar por ejemplo: “Lago Escondido”: la causa prescribió por el paso del tiempo y quedó sin condenas. Investigaba la compra fraudulenta de los terrenos. El principal beneficiado es el hijo de Joe Lewis, el magnate amigo de Macri. El rol de la «mesa judicial» y la doctrina Irurzun inversa [1]. Si a esto le sumamos las gigantes tierras en manos extranjeras, es allí realmente donde hay un verdadero problema de Seguridad Nacional; sin olvidar nunca, que a 500 Km de las costas de esa Patagonia indefensa, despoblada y olvidada, esta una de las mayores Bases Militares de Inglaterra en el Archipiélago de Malvinas, que además, articula con la IV Flota de EEUU y con sus Socios de la OTAN. Por ello, eso de crearnos un enemigo a la medida es funcional, para ocultar e impedir de tomar conciencia de todos estos problemas que hemos hecho referencia. Sin olvidar que un País que pasa por el estadio de la “pobreza” no lo hace SIN CONSECUENCIAS y una de los muchos problemas que trae es el Narcotráfico con su dominio territorial y del caos en el tejido social. Por ello es importante, que un Bonsái no nos tape el bosque..Y poner racionalidad ante tanto desmadre que se nos impone mediáticamente.
https://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2021/10/RAM.jpg517920Dossierhttps://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2018/05/Dossier_Logo-2.pngDossier2021-10-31 20:59:302021-10-31 20:59:32Creando el “enemigo” a la medida
El Porqué de las Noticias: Venezuela: campaña electoral. Macri ante tribunales. Tensión sobre Taiwán
Carlos Pereyra Mele Director de Dossier Geopolitico, entrevistado en HispanTv. Por Juan Carlos Rozo, para el Programa: El Porqué de las Noticias: ¿Por qué EEUU busca lazos militares con Taiwán?. Minuto 17,33 FF.AA. chinas, listas para defender su territorio ante posibles lazos militares entre EE.UU. y Taiwán. China exige a la Casa Blanca dejar de inmiscuirse en sus asuntos internos.
https://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2021/10/pm-his.jpg168300Dossierhttps://dossiergeopolitico.com/wp-content/uploads/2018/05/Dossier_Logo-2.pngDossier2021-10-29 19:22:532021-10-29 19:22:55VIDEO El Porqué de las Noticias: El Conflicto EEUU China y el Rol de Taiwan Por Pereyra Mele