El Profesor Dr. Miguel A. Barrios -Dossier Geopolitico-, junto a los Drs. Lucas Kerr Oliveira y Fabio Borges, trataron el dia 10/6/2020 en una Conferencia Tripartita: La Geopolitica de latino America en el Siglo XXI, Organizado por el Nucleo Estrategico Geopolitico y de Integracion (https://web.facebook.com/neegiunila/ )de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana UNILA (https://portal.unila.edu.br/) Ver Video

VIDEO: https://youtu.be/3rDVaJ6fo-g

La Asamblea Nacional Popular (ANP) de China se reunió, tras un retraso debido a la pandemia de coronavirus. La ANP es la versión china de un parlamento y es utilizada por los dirigentes del partido comunista para informar sobre el estado de la economía y describir sus planes para el futuro, tanto a nivel nacional como global.

El primer ministro Li Keqiang anunció que, por primera vez en décadas, no habrá un objetivo de crecimiento para el año. Por lo tanto, los dirigentes chinos han abandonado su tan anunciado objetivo de duplicar el PIB del país según el plan en vigor para este año. Es aceptar lo inevitable.

La pandemia y el cierre han llevado a la economía china a una severa contracción durante varios meses, de los que solo se está empezando a recuperar. La economía se contrajo un 6,8 por ciento en el primer trimestre y la mayoría de las previsiones anuales suponen menos de la mitad de la tasa de crecimiento del 6,1 por ciento del año pasado. Pero incluso esa cifra sería mucho mejor que la de todas las economías del G7 en 2020.

La producción industrial y la inversión ya se están recuperando, pero el consumo sigue deprimido.

Pero según Li la razón principal de no fijar un objetivo de crecimiento se debe a la incertidumbre sobre «la pandemia de Covid-19 y el entorno económico y comercial mundial». En otras palabras, incluso si la economía nacional comienza a recuperarse, el resto del mundo todavía está todavía en una recesión. Con la contratación del comercio mundial, hay pocas perspectivas para las exportaciones de manufacturas, de las que China ha dependido esencialmente para su expansión.

China va por delante de otras economías importantes en la salida de la pandemia. Pero incluso Li tuvo que admitir que se cometieron muchos errores en la gestión de la pandemia y que «todavía había margen para mejorar el trabajo del gobierno», incluido el retraso a la hora de alertar al público, lo que permitió que el virus se propagara. “Las formalidades sin sentido y el burocratismo siguen siendo un problema grave. Un pequeño número de funcionarios eluden sus deberes o son incapaces de cumplirlos. La corrupción sigue siendo un problema común en algunos campos”, admitió Li. Sin embargo, en comparación con la gestión de los gobiernos occidentales, a China le ha ido mucho mejor en la contención de los infectados y el número de muertes.

A corto plazo, Li señaló que el gobierno tiene la intención de impulsar la economía con cierto estímulo fiscal y flexibilización monetaria, como las economías del G7. China predice un déficit presupuestario para 2020 de al menos 3.6% del PIB, por encima del 2.8% del año pasado, y ha aumentado la financiación crediticia de los gobiernos locales en dos tercios. Y, por primera vez, el gobierno central emitirá bonos para ayudar al gasto de los gobiernos locales y a las empresas en dificultades. El desempleo oficial es de un 5,5%, pero probablemente se acerque al 15-20%, por lo que el gobierno tiene como objetivo crear más empleos y reducir la pobreza en las zonas rurales para frenar la huida de los migrantes rurales a las ciudades.

Lo que nos lleva a discutir el futuro a largo plazo de la economía china tras la pandemia en el contexto de la intensificación de la guerra comercial y tecnológica con los Estados Unidos y otras potencias imperialistas.

En mi opinión, hay tres formas de ver el desarrollo económico de China (esto es algo que he escrito en detalle en un artículo reciente para el Austrian Journal of Development Studies ). La visión económica dominante es que China debería convertirse en una economía de «mercado» plena como las del G7. Debería acabar con su dependencia de la mano de obra barata para vender productos manufacturados a Occidente. El aumento de los costos laborales mostraría que el modelo económico de dirección estatal de China no puede conseguir desarrollar tecnología moderna o satisfacer la demanda de bienes de consumo de su población. Esta ha sido la orientación de política económica del Banco Mundial y de otras Instituciones Financieras internacionales en el pasado y convenció a un sector de la élite china, especialmente la conectada a los multimillonarios privados de China. Pero hasta ahora, esta opción ha sido rechazada por la mayoría de la dirección actual.

La segunda visión es lo que podríamos llamar keynesiana. Reconoce el éxito de la economía china en los últimos 30 años al sacar a casi 900 millones de personas del nivel oficial de pobreza del Banco Mundial. De hecho, el Banco Mundial acaba de ajustar sus cifras a la baja de quienes están por debajo de su nivel de pobreza. La disminución parece impresionante, hasta que se observa que el 75% de quienes han salido de la pobreza a nivel mundial en las últimas tres décadas son chinos.

Esta visión keynesiana argumenta que el éxito de China se ha basado en una inversión masiva en la industria y la infraestructura que ha permitido que el país se convierta en la potencia manufacturera mundial. Pero ahora ese énfasis en la inversión industrial debe cambiarse porque el consumo de los hogares es débil y en una economía moderna lo que importa es el consumo. A menos que haya un cambio en el consumo, la economía china se desacelerará y el enorme nivel de deuda corporativa y familiar aumentará el riesgo de crisis financieras.

En realidad, el consumo personal en China ha aumentado mucho más rápido que la inversión fija en los últimos años, incluso si parte de niveles muy bajos. El consumo aumentó un 9% el año pasado, mucho más rápido que el PIB. Y el crecimiento del consumo sería aún más rápido si el gobierno tomara medidas para reducir el alto nivel de desigualdad de ingresos.

La idea de que China se dirige a una crisis debido al bajo consumo y a la inversión excesiva no es convincente. Es cierto que, según el Instituto de Finanzas Internacionales (IFF), la deuda total de China alcanzó el 317 por ciento del producto interno bruto (PIB) en el primer trimestre de 2020. Pero la mayor parte de la deuda interna es de unas entidades estatales con otras; de los gobiernos locales con los bancos estatales, de los bancos estatales con el gobierno central. Cuando todo eso se compensa, la deuda de los hogares (54% del PIB) y de las corporaciones privadas no es tan alta, mientras que la deuda del gobierno central es baja según los estándares mundiales. Además, la deuda externa en relación al PIB en dólares es muy baja (15%) y, de hecho, el resto del mundo le debe a China mucho más, el 6% de la deuda global. China es un gran acreedor mundial y tiene enormes reservas en dólares y euros, un 50% más que su deuda en dólares.

Es cierto que parte de la expansión de la inversión fija puede haberse desperdiciado. De hecho, el modelo de desarrollo keynesiano de China basado en el aumento de la inversión y la demanda de consumo privado es cada vez menos útil. Como dijo el presidente Xi Jinping, «las casas son construidas para ser habitadas, no para especular». Pero el gobierno permitió la especulación capitalista en la propiedad inmobiliaria, de modo que el 15% de todos los apartamentos actualmente son propiedad de inversionistas, a menudo ni siquiera están conectados al suministro eléctrico. Esta especulación inmobiliaria fue impulsada por el crédito financiado por los bancos estatales, pero también por «bancos en la sombra» no oficiales. Este tipo de especulación desperdicia recursos y no dirige la inversión a areas como la reducción de las emisiones de CO2 para cumplir con el objetivo declarado del gobierno de hacer de China una ‘economía limpia’. Con la población de China alcanzando su techo en esta década y la población en edad de trabajar disminuyendo un 20% para 2050, el objetivo de la inversión debe ser la creación de empleo, la automatización y el crecimiento de la productividad.

Eso me lleva al tercer modelo de desarrollo, el marxista. La clave para la prosperidad no son las fuerzas del mercado (corriente principal neoclásica) o la demanda de inversión y consumo (keynesiana) sino el aumento de la productividad del trabajo de una manera planificada y armoniosa (marxista).

En una economía capitalista, las empresas compiten entre sí para aumentar la rentabilidad mediante la introducción de nuevas tecnologías. Pero existe una contradicción inherente en la producción capitalista entre la caída de la rentabilidad del capital y la creciente productividad del trabajo. A medida que los capitalistas intentan aumentar la productividad de la mano de obra y reducir la mano de obra sustituyéndola por tecnología, para reducir los costes laborales y aumentar las ganancias y la participación en el mercado, la rentabilidad general de la inversión y la producción comienza a caer. Luego, en una serie de crisis, la inversión se derrumba y la productividad se estanca.

Esto será claramente un problema en China en una fase más madura de acumulación en el siglo XXI, si se acepta que China es solo otra economía capitalista como las potencias imperialistas o economías emergentes como Brasil o India. El argumento es que China puede ser diferente del ‘capitalismo liberal’ de Occidente y desarrollar, en cambio, un ‘capitalismo político’ autocrático, que es como Branco Milanovic describe a China en su libro, Solo Capitalismo , pero sigue siendo capitalismo.

Si se acepta esa visión, podemos evaluar la salud y el futuro de la economía de China midiendo la rentabilidad de su floreciente sector capitalista. En un nuevo documento (Catching Up China India Japan), los economistas marxistas brasileños, Adalmir Marquetti, Luiz Eduardo Ourique y Henrique Morrone comparan el desarrollo de China con el de India en relación con las economías del G7. Muestran que la alta tasa de acumulación de capital en China ha provocado una caída en la rentabilidad incluso mayor que en los EEUU, por lo que está en riesgo una mayor expansión. En otro documento, argumentan que ya se está gestando una crisis de sobreacumulación y que una fuerte inversión adicional no funcionaría, especialmente dado el aumento de las emisiones de efecto invernadero que crearía.

Al igual que Marquetti et al, he medido la rentabilidad del sector capitalista en China (a partir de la tasa interna de rendimiento de Penn World Tables 9.1 sobre las series de capital) y encuentro una caída similar. La gran expansión de la inversión y la tecnología, particularmente una vez que los mercados mundiales se abrieron a la industria china después de 2000 cuando se unió a la Organización Mundial del Comercio, condujo a tasas de crecimiento de dos dígitos hasta la Gran Recesión de 2008. Pero la mayor composición orgánica del capital impulsó que la rentabilidad cayese antes de la crisis mundial de pandemia y, finalmente, el crecimiento se desaceleró.

¿Significa que China se dirige hacia una gran crisis con características capitalistas clásicas en algún momento de esta década? Marquetti et al parecen sugerir que: “La mayor tasa de beneficio explica la fuerte mecanización en las primeras etapas del proceso. La rápida acumulación de capital disminuyó la productividad del capital y la tasa de ganancia. Por lo tanto, alcanzar los niveles occidentales depende de elevar las tasas de ahorro e inversión. Puede reducir aún más la productividad del capital y la tasa de ganancia, poniendo en riesgo el proceso, lo que parece ser el caso en China e India». Y citan a Minqi Li:  »si China siguiera esencialmente las mismas leyes económicas que en otros países capitalistas (como Estados Unidos y Japón), la disminución en la tasa de ganancias sería seguida por una desaceleración de la acumulación de capital, que culminaría en una gran crisis económica ».

Pero la pregunta para mí es si el sector capitalista en la economía de China es dominante. ¿Sigue China la misma ley de valor que otras economías capitalistas ? China parece ser más que una versión autocrática, antidemocrática, «política» del capitalismo en comparación con la versión «liberal democrática» de Occidente (como defiende Milanovic). Su economía no está dominada por el mercado, por decisiones de inversión basadas en la rentabilidad; o por empresas capitalistas y sus directivos; o por inversores extranjeros. Su economía todavía está dominada por el control estatal, la inversión pública, los bancos estatales y por funcionarios comunistas que controlan las grandes empresas y planifican la economía (a menudo de manera ineficiente, ya que no hay rendición de cuentas ante los trabajadores de China).

Les recuerdo a los lectores el estudio que hice hace unos años sobre el alcance de los activos estatales y la inversión en China en comparación con cualquier otro país. Demostró que China tiene un stock de activos del sector público por valor del 150% del PIB anual; solo Japón tiene una cantidad similar del 130%. Todas las demás economías capitalistas importantes tienen menos del 50% del PIB en activos públicos. Cada año, la inversión pública de China en relación con el PIB es de alrededor del 16% en comparación con el 3-4% en los Estados Unidos y el Reino Unido. Y aquí está la cifra clave. Hay casi tres veces más de activos productivos públicos que activos del sector capitalista privado en China. En los Estados Unidos y el Reino Unido, los activos públicos son menos del 50% de los activos privados. Incluso en la ‘economía mixta’ de India o Japón, la proporción de activos públicos y privados no supera el 75%. Esto muestra que en China la propiedad pública de los medios de producción es dominante, a diferencia de cualquier otra economía importante.

Y ahora el FMI ha publicado nuevos datos que confirman ese análisis. China tiene un stock de capital público cercano al 160% del PIB, mucho más que en cualquier otro lugar. Pero tenga en cuenta que este stock del sector público ha estado cayendo más rápido que incluso las economías occidentales neoliberales. El modo de producción capitalista puede no ser dominante en China, pero está creciendo rápidamente.

¿Hacia dónde irá China? En la década tras la pandemia, ¿evolucionará hacia una economía capitalista similar al resto del mundo? En otras palabras, ¿adoptará el modelo neoliberal dominante? Hasta ahora, a la luz del desastroso fracaso de las economías de mercado «democráticas liberales» en la gestión de la pandemia, con tasas de mortalidad 100 veces más altas que en China y una depresión como no se había visto desde la década de 1930, ese modelo de mercado no parece atractivo a la dictadura comunista o al pueblo chino. En cambio, Xi y Li parecen querer continuar y expandir el modelo de desarrollo existente: una economía controlada y dirigida por el estado que frena el sector capitalista y resiste la intervención imperialista.

De hecho, China busca expandir su capacidad tecnológica y su influencia a nivel mundial a través de la iniciativa de inversión de “La Ruta de la Seda” y sus enormes programas de préstamos a países de África y otros estados. Y será capaz de hacerlo porque su modelo económico no descansa en la caída de la rentabilidad de su importante sector capitalista. Según un informe del IIF, China es ya el mayor acreedor mundial de los países de bajos ingresos.

Por eso la estrategia post-pandemia del imperialismo hacia China está girando bruscamente. Y este es el gran problema geopolítico de la próxima década. El enfoque imperialista ha cambiado. Cuando Deng asumió la dirección del PCCh en 1978 y comenzó a abrir la economía al desarrollo capitalista y la inversión extranjera, la política del imperialismo era de «compromiso». Después de la visita de Nixon y el cambio de política de Deng, la esperanza era que China pudiera ser atraída al nexo imperialista y el capital extranjero se ocuparía del resto, como lo ha hecho en Brasil, India y otros ‘mercados emergentes’. Con la ‘globalización’ y la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio, se intensificó su relación con el Banco Mundial, que aconsejó la privatización de la industria estatal y la introducción de los precios de mercado, etc.

Pero el colapso financiero global y la Gran Recesión han cambiado todo eso. Con su modelo de control estatal, China sobrevivió y se expandió mientras el capitalismo occidental entró en crisis. China se esta convirtiendo rápidamente no solo en una economía manufacturera y exportadora de mano de obra barata, sino en una sociedad urbanizada de alta tecnología que ambiciona con extender su influencia política y económica, incluso más allá del oriente asiático. Es inaceptable para unas economías imperialistas cada vez más débiles. Los Estados Unidos y otras naciones del G7 han perdido terreno frente a China en el sector manufacturero, y su dependencia de los insumos chinos para su propia industria ha aumentado, mientras que la dependencia de China de los insumos del G7 ha disminuido.

Fuente : Acciones del sector manufacturero de la base de datos en línea del World Development Indicator. Cálculos de confianza de los autores, basados ​​en las tablas ICIO de la OCDE ( https://www.oecd.org/sti/ind/inter-country-input-output-tables.htm ).

Así que la estrategia ha cambiado: si China no coopera con el imperialismo y se somete, la política se transforma en una de «contención». El tristemente fallecido Jude Woodward escribió un excelente libro que describe esta estrategia de contención que comenzó incluso antes de que Trump lanzara su guerra de aranceles comerciales con China al asumir la presidencia de los EEUU en 2016. La política de Trump, al principio considerada imprudente por otros gobiernos, está siendo adoptada en todos los ámbitos, después del fracaso de los países imperialistas para proteger vidas durante la pandemia. La culpa de la crisis del coronavirus se achaca a China.

El objetivo es debilitar la economía de China y destruir su influencia y tal vez lograr el ‘cambio de régimen’. Bloquear el comercio con aranceles; bloquear el acceso de China a nuevas tecnologías y sus exportaciones; aplicar sanciones a las empresas chinas; y enfrentar a los deudores con China. Todo esto puede ser costoso para las economías imperialistas. Pero el coste puede valer la pena, si China puede ser derrotada y se asegura la hegemonía estadounidense.

China no es una sociedad socialista. Su gobierno comunista autocrático mono partidista es a menudo ineficiente e impuso medidas draconianas a su pueblo durante la pandemia. El régimen maoísta reprimió a los disidentes sin piedad y la Revolución Cultural fue una farsa trágica. El gobierno actual también reprime a las minorías, como el grotesco confinamiento de los musulmanes uigures en la provincia de Xinjiang, en «campos de reeducación». Y nadie puede hablar en contra del régimen sin consecuencias. La dirección del PCCh acabar de presentar en la ANP una nueva Ley de Seguridad Nacional para Hong Kong, que puede cerrar su parlamento y reprimir militarmente las protestas. Y todavía quiere que Taiwán, refugio de los señores de la guerra ex nacionalistas que huyeron a Formosa y la ocuparon al final de la guerra civil en 1949, finalmente se incorpore al continente.

La dirección de China no es responsable ante sus trabajadores. No hay órganos de democracia obrera. Y está obsesionada con reforzar su poderío militar: la ANP fue informada que el presupuesto militar aumentaría un 6.6 por ciento en 2020 y China gasta un 2% del PIB en armamento. Pero es todavía mucho menos que los Estados Unidos. El presupuesto militar de los EEUU en 2019 fue de 732 mil millones de dólares, que representa el 38 por ciento del gasto de defensa global, en comparación con los 261 mil millones de dólares de China.

Pero recuerde, todos los llamados «comportamientos agresivos» y crímenes contra los derechos humanos de China han sido superados por los crímenes del imperialismo el siglo pasado: la ocupación y masacre de millones de chinos por el imperialismo japonés en 1937; las continuas y horribles guerras posteriores a 1945 del imperialismo contra el pueblo vietnamita, en América Latina y las guerras indirectas en África y Siria, así como la invasión más reciente de Irak y Afganistán y la terrible pesadilla en Yemen causada el repugnante régimen saudí que respalda Estados Unidos, etc. Y no olvide la horrible pobreza y desigualdad que sufren miles de millones de personas bajo el modo de producción imperialista.

La reunión de la ANP pone de manifiesto que China se encuentra en una encrucijada en su desarrollo. Su sector capitalista tiene problemas cada vez más profundos con la rentabilidad y la deuda. Pero su dirección actual se ha comprometido a continuar su modelo económico de dirección estatal y su control político autocrático. Y parece decidida a resistir la nueva política de «contención» de las «democracias liberales». La “guerra fría” comercial, tecnológica y política se “calentará” toda esta década, como el propio planeta.

Michael Roberts es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

Fuente: https://thenextrecession.wordpress.com/2020/05/22/china-in-the-post-pandemic-2020s/

Traducción para Sin Permiso por G. Buster https://www.sinpermiso.info/textos/china-la-encrucijada-tras-la-pandemia

NR: Segunda interpretación en línea con la de Susan Neiman en este caso del Francés Thierry Meyssan, en el que introduce el aspecto histórico de la guerra de Secesión de USA y las consecuencia políticas de esa lucha nunca terminada en EE.UU. y el reflejo en los conflictos actuales. Ah, la Historia, siempre la Historia, -las tres guerras civiles inglesas-, como decíamos en el artículo de Neiman, que bien pueden derivar en una Guerra Civil Fría, en la declinante potencia anglosajona norteamericana. Pereyra Mele Dossier Geopolitico

Lo que muestran las manifestaciones en ‎Estados Unidos

por Thierry Meyssan

Las manifestaciones contra el racismo en Estados Unidos han evolucionado ‎rápidamente hacia una promoción de las ideas que el Partido Demócrata quiere ‎implantar. Ya no se trata de luchar por la igualdad de derechos para todos, ni de ‎cuestionar los prejuicios de ciertos policías sino de reabrir un verdadero conflicto ‎cultural, lo cual implica el riesgo de hacer estallar una nueva Guerra de Secesión.‎

Las manifestaciones que se han iniciado en diversos países de Occidente contra el racismo en ‎Estados Unidos están disimulando la verdadera evolución del conflicto en suelo estadounidense. ‎En los propios Estados Unidos, los hechos se han deslizado de un cuestionamiento inicial de las ‎secuelas que aún persisten desde los tiempos de la esclavitud de los negros hacia un conflicto ‎diferente, capaz de poner en peligro la integridad misma del país. ‎

La semana pasada yo recordaba en este mismo sitio web que Estados Unidos pudo haberse ‎disuelto después de la desaparición de la Unión Soviética ya que parte de la identidad ‎estadounidense se basaba entonces en la oposición a la URSS. Sin embargo, el proyecto imperialista –la ‎‎«guerra sin fin»– puesto en manos de George W. Bush permitió reactivar el país después de los ‎atentados del 11 de septiembre de 2001.

También subrayaba que durante las últimas décadas la población estadounidense se había desplazado considerablemente para reagruparse ‎geográficamente por afinidades culturales [1]. Los matrimonios entre personas de ‎razas diferentes comenzaron a disminuir nuevamente. Y llegaba a la conclusión de que la ‎integridad de Estados Unidos estaría en peligro cuando otras minorías, aparte de los negros, ‎se unieran al movimiento de protesta [2].‎

Eso es precisamente lo que hoy estamos viendo. El conflicto ya no es de blancos contra negros ‎ya que los blancos se han hecho mayoritarios en ciertas manifestaciones antirracistas y visto ‎el hecho que hispanos y asiáticos se han unido a las marchas y que el Partido Demócrata ahora ‎se implica en ellas. ‎

Desde el mandato de Bill Clinton, el Partido Demócrata se ha identificado con el proceso de ‎globalización financiera, tendencia que el Partido Republicano apoyó tardíamente y sin llegar ‎nunca a adoptarla plenamente. ‎

Donald Trump representa una tercera vía: la del «sueño americano», o sea la vía del ‎empresariado contrario al mundo de la finanza. Trump logró ganar la elección presidencial bajo ‎el lema «America First!», que no era –aunque así se dijo– una referencia al movimiento ‎aislacionista pronazi de los años 1930 sino al regreso de los puestos de trabajo que las ‎transnacionales estadounidenses habían trasladado a otros países sin importarles el aumento del ‎desempleo en Estados Unidos. Trump contó ciertamente con el apoyo del Partido Republicano, ‎pero sigue siendo un «jacksoniano» [seguidor de los principios políticos de Andrew Jackson, el ‎séptimo presidente de Estados Unidos (1829 a 1837)] y no es lo que normalmente se entiende ‎por «conservador». ‎

Como lo demostró el historiador Kevin Phillips –el consejero electoral de Richard Nixon–, la cultura ‎anglosajona ha dado lugar a 3 guerras civiles sucesivas [3]:

la primera guerra civil inglesa, también llamada «Gran Rebelión», entre los seguidores de Oliver ‎Cromwell y los defensores del rey Carlos I, de 1642 a 1651;

la segunda guerra civil inglesa o «Guerra de Independencia de Estados Unidos», de 1775 ‎a 1783;

la tercera guerra civil anglosajona o «Guerra de Secesión», en Estados Unidos, de 1861 ‎a 1865. ‎

Los acontecimientos actuales en Estados Unidos podrían llevar a una cuarta guerra. Al menos ‎eso es lo que parece pensar el general James Mattis, ex secretario de Defensa, quien acaba de ‎expresar a la publicación estadounidense The Atlantic su inquietud ante la política del presidente ‎Trump, estimando que acentúa la división en vez de unir. ‎

Volvamos a la historia de Estados Unidos en relación con los bandos en pugna. El presidente ‎Andrew Jackson (1829-1837), catalogado como populista, impuso su veto al Banco Federal (Fed), ‎instituido por el primer secretario del Tesoro, Alexander Hamilton, uno de los padres de la ‎Constitución, quien era favorable al federalismo debido a su violenta oposición personal a la ‎democracia. Como buen discípulo de Jackson, el presidente Trump también está hoy en conflicto ‎con la Fed. ‎

Veinte años después de la presidencia de Jackson estalló la «Guerra de Secesión» (1861-1865), ‎que los manifestantes de hoy usan como referencia. Según los manifestantes, en la «Guerra de ‎Secesión» se enfrentaron el sur esclavista y el norte humanista. El movimiento de protesta que ‎comenzó a partir de un acto racista –el linchamiento de George Floyd por un policía blanco en ‎Minneapolis– ahora continúa con la destrucción de estatuas de generales sudistas, como Robert ‎Lee. Acciones similares ya habían tenido lugar en 2017 [4] pero ahora cobran importancia con la participación de varios gobernadores del Partido ‎Demócrata. ‎

El gobernador de Virginia, Ralph Northam, del Partido Demócrata, anunció el ‎desmantelamiento de una célebre estatua del general sudista Robert Lee, a pedido de ‎manifestantes blancos. Ya no se trata de luchar contra el racismo sino de destruir los símbolos ‎de la unidad del país. ‎

Pero esa narración no se ajusta a la realidad. Al inicio de la Guerra de Secesión, ambos bandos ‎eran esclavistas. Y al final, ambos bandos era antiesclavistas. El fin del esclavismo no fue un ‎logro de los abolicionistas. Simplemente, ambos bandos necesitaban más soldados para enviarlos ‎al frente. ‎

En la Guerra de Secesión se enfrentaron el sur agrícola, católico y rico y el norte industrial, ‎protestante y ansioso de enriquecerse. El conflicto se cristalizó alrededor de la cuestión de los ‎derechos de aduana –los sudistas estimaban que cada Estado debía establecer sus derechos de ‎aduana pero los nordistas querían abolirlos entre los Estados y dejar su control en manos del ‎gobierno federal. ‎

Por consiguiente, con la eliminación de símbolos sudistas, vistos como restos del esclavismo, ‎en realidad se rechaza la visión sudista de la Unión. Por cierto, es particularmente injusto ‎arremeter contra la memoria del general Robert Lee, quien puso fin a la Guerra de Secesión ‎al rechazar la adopción de una táctica de acciones de guerrillas para proseguir el conflicto desde ‎las montañas y optó por la unidad nacional. En todo caso, estos actos abren el camino a una ‎cuarta guerra civil anglosajona. ‎

Hoy en día, las antiguas nociones estadounidenses de norte y sur ya no corresponden a ‎realidades geográficas. Sería más apropiado hablar de Dallas contra Nueva York y Los Angeles. ‎

No es posible escoger sólo los aspectos considerados positivos en la historias de un país y destruir ‎todo lo que se considera “malo” sin cuestionar todo lo construido. ‎

Al hacer referencia al eslogan de Richard Nixon en las elecciones de 1968 –«Law and Order», ‎o sea “Ley y Orden”–, Donald Trump no predica el odio racista, como afirman numerosos ‎comentaristas, sino que vuelve al pensamiento del autor de ese eslogan, el ya mencionado Kevin ‎Philipps. Trump no está interesado en provocar la disgregación de Estados Unidos sino en hacer ‎volver el país al pensamiento de Andrew Jackson, contrario al predominio del mundo de la ‎finanza. ‎

El estadounidense Donald Trump se ve en la situación que vivió el soviético Mijaíl Gorbatchev a ‎finales de los años 1980. La economía de su país –no la finanza– está en evidente declive desde hace ‎décadas, pero sus conciudadanos se niegan a reconocer las consecuencias de ese declive ‎ ‎ [5]. Estados Unidos sólo puede sobrevivir si se fija nuevos objetivos. Pero ‎ese tipo de cambio se hace especialmente difícil en periodo de recesión. ‎

Paradójicamente, Donald Trump se aferra al «American Dream», o sea al célebre « Sueño ‎Americano», la posibilidad de “hacer fortuna”, en una sociedad estadounidense estancada, donde ‎la clase media está en vías de desaparición y en momentos en que los nuevos inmigrantes ya ‎no son europeos. Frente a él, sus opositores –la Fed, Wall Street y Silicon Valley– proponen un ‎nuevo modelo, pero en detrimento de las masas. ‎

El problema de la URSS era diferente, pero la situación es la misma. Gorbatchov fracasó y la URSS ‎se derrumbó. Sería sorprendente que el próximo presidente de Estados Unidos, sea quien sea, ‎lograra preservar la unidad nacional. ‎

Thierry Meyssan: Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump.

[1] American Nations. A history of the 11 rival regional ‎cultures of North America, Colin Woodard, Viking, 2011.

[2] «[USA: les émeutes raciales et la tentation séparatiste-‎‎>article210033.html]», por Thierry Meyssan, Red!Voltaire, 31 de mayo de 2020.

[3] The Cousins’ Wars, Kevin Philipps, Basic ‎Books, 1999.

[4] «Ce que révèlent les élections US sur le ‎conflit intérieur», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 13 de noviembre ‎de 2018.

[5] «Trump, le Gorbatchev états-unien», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, ‎‎30 de enero de 2018.
FUENTE: https://www.voltairenet.org/article210179.html

NR: En Argentina como en el resto de iberoamérica, las curriculas educativas no nos capacitan en historia Continental Americana, por ello desconocemos la historia Imperial del Brasil, o la pérdidas territoriales de la República Mexicana y su Revolución, por tener una tradición educativa eurocentrista y que ahora también se le suma una exacerbación de los pueblos originarios solamente y despreciamos los aportes de Gauchos, Llaneros, Huasos, etc. Por ejemplo. Por ello tampoco estudiamos historia de Norteaméricana a pesar de estar leyendo a diario del imperialismo yanqui. Y dos puntos que desconocen la mayoría: Uno el Ethos Fundacional de EEUU con su base WASP y Dos: la Guerra Civil de USA; Guerra que ocurrió hace 155 años y que fue la más sangrienta de todas las guerras en que participó EE.UU.: 600.000 muertos y 407.000 heridos con una población de 32.300.000 de habitantes, más perdidas que la que tuvo su participación en la II Guerra Mundial con 407.316 muertos y 133.300.000 de habitantes y la de Vietnam con 55.000 muertos con una población de 208.600.000 de habitantes. Las consecuencias de la Guerra civil siguen estando presente y lo vemos estos días de disturbios raciales, pero fundamentalmente las consecuencias políticas que tendrán en los próximos años en la declinante potencia norteamericana, que podría llegar a fragmentarse como unidad geopolitica, el artículo de Susana Neiman es muy esclarecedor.– Pereyra Mele Dossier Geopolitico.

Lo único sorprendente es que haya tardado tanto

Los estadounidenses llevamos desde 2016 hablando de una guerra civil fría

Por SUSAN NEIMAN

Por supuesto que las imágenes de violencia que atraviesan las ciudades de Estados Unidos no van a resolver nada. Al contrario. La última vez que vimos revueltas parecidas fue en 1968, y entonces ayudaron a Richard Nixon a ganar las elecciones. No solo eso. Hay perspectivas aún peores que otorgar un nuevo mandato al actual presidente. Los estadounidenses llevamos desde 2016 hablando de una guerra civil fría. Si la situación se calienta, la derecha tiene más armas.

De todas maneras, todavía no sabemos muy bien quién está detrás de los actos violentos. Los historiadores demostraron hace tiempo que la violencia contra la que Nixon manifestó su rechazo partió también del Gobierno. Los archivos del FBI ponen de manifiesto que, en aquellos años, individuos ajenos a grupos como Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS) o los Panteras Negras se infiltraron en ellos no solo para obtener información, sino también para provocar acciones violentas. Lo único que podemos saber en estos momentos es que grupos independientes de blancos armados vestidos de negro van a las manifestaciones con esa misma intención, y que están bien organizados en las redes sociales. El jefe de la Policía de Nueva York ha llegado a publicar vídeos en los que enseña cómo distinguir a los manifestantes de los saqueadores. Donald Trump responsabiliza de la violencia a una imprecisa Antifa. Pero, como todo el mundo sabe, su fuente de información es Fox News, y las peores imágenes que he visto muestran cómo la policía disuelve a la fuerza una manifestación pacífica para que Trump pueda posar con una Biblia.

Por supuesto, también hay manifestantes que queman coches de policía y destrozan escaparates en respuesta a la violencia demasiado habitual contra las personas. Si han estallado las protestas ha sido porque George Floyd y Breonna Taylor no son sino los últimos de una larga lista de negros víctimas de la violencia de los blancos. El precario estado de salud responsable de que los negros enfermen de covid-19 tres veces más que los blancos contribuye a ello. Pero el problema de fondo no es este, ni tampoco la esclavitud de los negros, que acabó hace 155 años. El problema de fondo es el falseamiento de la historia.

Al contrario que otros países, Estados Unidos no se construyó sobre la base de la etnia ni del pueblo, sino de unos ideales. “Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son iguales”, afirma la Declaración de Independencia, como cualquier niño estadounidense sabe. Durante mucho tiempo se ocultó que los hombres que la redactaron tenían esclavos. La fiesta más querida de los estadounidenses es Acción de Gracias. En ella se expresa el agradecimiento no solo al Creador, sino también a los indios, sin cuya ayuda los primeros europeos no hubiesen sobrevivido. Las películas de Hollywood, encargadas de demonizarlos, encubrieron el verdadero “agradecimiento” que estos recibieron.

La guerra civil no se podía borrar de la historia. En ella murieron más soldados estadounidenses que en todas las demás guerras del país juntas, y sus consecuencias están cada vez más a la vista. Pero ¿por qué hubo una guerra civil entre 1861 y 1865?

Es una pregunta a la que tienen que responder los emigrantes en su examen para obtener la nacionalidad. Es la única pregunta que admite dos respuestas completamente distintas. Quien da la respuesta del Norte, acierta: la causa fue la abolición de la esclavitud. Pero también acierta quien marca la respuesta del Sur: se luchó para defender el federalismo, es decir, los derechos de los Estados individuales. La explicación omite de qué derechos se habla, a pesar de que la declaración de guerra lo enunciaba claramente. La Confederación mandó a sus hijos al frente para que defendiesen el derecho a esclavizar a otros seres humanos.

Acabada la guerra, al comenzar el breve periodo de la reconstrucción, se prohibió la esclavitud. El recuerdo de las verdaderas causas del conflicto permanecía vivo, y los reconstruccionistas radicales lucharon para conseguir más derechos civiles para los libertos afroamericanos. Estos no tardaron en obtener el derecho al voto. Los diputados negros ocuparon sus escaños en Washington, y hubo un reparto de pequeñas granjas como reparación por el tiempo de esclavitud. Aparecieron instituciones sociales, como colegios públicos y orfanatos, abiertas a toda la ciudadanía. Abraham Lincoln fue asesinado no solo por abolir la esclavitud, sino por ser partidario de reconocer más derechos civiles a los negros. Así lo proclamó el autor del atentado. Pero los reconstruccionistas radicales habían perdido el poder en el Congreso y los sucesores de Lincoln no dieron importancia a los derechos de los negros. A fin de ganar las elecciones de 1877, Rutherford Hayes prometió retirar las tropas federales que ocupaban el Sur desde la guerra. Con la retirada llegaron las llamadas Leyes Negras, que privaron de derechos a los afroamericanos, y también el Ku Klux Klan para salvaguardar la privación.

Yo nací en el Sur, en un mundo en el que estaba prohibido que los niños negros y blancos se bañaran juntos. A pesar de ello, no tenía la menor idea de cómo habían sido los años transcurridos entre el final de la guerra y el comienzo del movimiento a favor de los derechos civiles, que se suele datar en 1955. Aunque había visto con mis propios ojos la segregación racial, al igual que la mayoría de los estadounidenses blancos poco sabía del terror que reinó en los años que siguieron a la guerra. Mi ignorancia no era gratuita: la época en la que el terror contra los negros no era la norma, sino la ley, se conoce con el eufemístico nombre de Jim Crow. Y duró mucho. En 1951, una delegación de eclesiásticos portadora de una carta de Albert Einstein, cuya salud por entonces estaba deteriorada, visitó la Casa Blanca con el propósito de convencer a Harry Truman de que prestase su apoyo a una ley federal contra los linchamientos. Truman rechazó la petición argumentando que sería peligroso políticamente. En opinión de las jóvenes afroamericanas fundadoras de Black Lives Matter, los ataques policiales contra los negros forman parte de una tradición del linchamiento sólidamente arraigada.

Por cierto: el linchamiento no se practicó solo en el Sur, y la ideología de la Confederación está extendida por todo Estados Unidos. Cuando, en febrero, la surcoreana Parásitos ganó el Oscar, Trump preguntó en Twitter por qué no había buenas películas estadounidenses como Lo que el viento se llevó. Aunque Trump es neoyorquino, me cuesta creer que no sepa que el largometraje no solo idealiza la situación en los estados del Sur, sino que glorifica al Ku Klux Klan. Los manifestantes que hace poco protestaban en el Estado norteño de Michigan contra las medidas frente a la pandemia llevaban banderas de la Confederación. Aún hoy se sigue recelando de todo lo que proceda de Washington como producto de la Reconstrucción. Si se quiere entender la oposición a la reforma de la sanidad de Obama, hay que entender la guerra civil.

Aunque el Sur perdió la guerra, salió victorioso en el relato de esta gracias a los esfuerzos de dos asociaciones hermanas: Hijos de la Confederación e Hijas de la Confederación. Los hijos y los hijos de los hijos de los soldados que arriesgaron o incluso dieron su vida para defender la esclavitud se ocuparon de escribir la historia oficial. Sembraron el país de monumentos a sus héroes caídos y demonizaron la reconstrucción. La recién creada industria cinematográfica les prestó su apoyo produciendo no solo Lo que el viento se llevó, sino centenares de películas que glorificaban a los rebeldes de los Estados del Sur. También la Casa Blanca los escuchó. Después de la Primera Guerra Mundial, Woodrow Wilson abogó a favor de los derechos de las minorías europeas, pero en su propio país calificó al Ku Klux Klan de “defensores de la nación aria”. Numerosas fuentes alimentaron el mito de la Causa Perdida, una historia bélica en la que los nobles y valerosos sudistas, que lo único que pretendían era defender su patria, fueron aplastados por los yanquis, más numerosos que ellos. Sus hombres fueron heridos o hechos prisioneros, sus mujeres sufrieron vejaciones, sus hijos pasaron hambre, sus ciudades quedaron reducidas a cenizas. Para colmo, los vulgares yanquis tuvieron el atrevimiento de echarles a ellos la culpa de la guerra.

En 2015, Estados Unidos puso en marcha su propia revisión del pasado cuando el asesino de nueve negros que asistían a una ceremonia religiosa reconoció, posando detrás de una bandera confederada, que quería desencadenar una guerra racial. Barack Obama habló en el funeral celebrado en Charleston e hizo un llamamiento al país en el que pedía que esa bandera fuese arriada por fin. Los gobernadores de Carolina del Sur y Alabama, donde aún ondeaba, le hicieron caso, y los principales grandes almacenes del país se comprometieron a no seguir vendiendo símbolos de la Confederación. Algo nuevo había empezado, y yo quería contribuir a ello, sobre todo dada mi condición de judía estadounidense que desde 1982 pasa la mayor parte del tiempo en Berlín y ha vivido de cerca las dificultades que ha comportado la recuperación de la memoria histórica alemana, el antisemitismo y el filosemitismo. A pesar de todo, me siguen impresionando los logros de este país, muy superiores a los de Estados Unidos.

¿Se pueden comparar las historias? Las diferencias son fáciles de enumerar, pero quienes piensan que los crímenes nazis no se deben comparar, parece que han olvidado con qué frecuencia en nuestro país no solo se compara, sino que se equipara. ¿Cuántas veces se habla de las “dos dictaduras alemanas”? En mi opinión, esta equiparación es fundamentalmente errónea. No obstante, las comparaciones son posibles, desde luego, y a veces necesarias. La novela de Toni Morrison sobre la esclavitud está dedicada “a los 60 millones”. Nadie sabe exactamente cuántos africanos fueron asesinados a lo largo de ese tiempo, pero existe abundante documentación sobre las distintas formas de muerte y tortura. En los últimos años, los historiadores también han intentado llenar los 90 años de vacío de la memoria estadounidense con estudios que muestran que la esclavitud continuó hasta 1964 por otros medios.

Entiendo muy bien por qué los alemanes ilustrados se niegan a comparar los crímenes nazis. Al fin y al cabo, una de las estrategias de exculpación nazi, tanto antes como después de la guerra, consistió en utilizar el genocidio de la población nativa estadounidense para legitimar el empeño alemán de ganar espacio vital en el Este. Coincido con la sabia máxima del pensador búlgaro Tzvetan Todorov, según la cual los alemanes tienen que llamar la atención sobre la singularidad del Holocausto, y los judíos, sobre su universalidad. La paradoja sólo es aparente. Los alemanes que insisten en la universalidad del crimen suelen perseguir la exculpación; los judíos, asumir también la responsabilidad de otros crímenes.

Así que pasé medio año en el Sur profundo para investigar in situ tanto el falseamiento de la historia como el pensamiento ilustrado. El título del proyecto era Learning from Germans. Cuando empecé mi trabajo en 2016, muchos estadounidenses lo rechazaron con horror. Tres años después, cuando presenté el libro en Estados Unidos, nadie se escandalizó. Donald Trump, cuyos seguidores no solo agitan los símbolos de los Estados del Sur, sino también la cruz gamada, ha mostrado al país que los nazis no son un problema exclusivamente alemán. A los estadounidenses que se esfuerzan por recuperar la memoria histórica les sorprendió y les alivió a partes iguales que los alemanes también hubiesen necesitado tanto tiempo para cambiar su perspectiva histórica. Cuando el libro se publicó en alemán, fueron los alemanes los contrariados con el título. Incluso quienes estaban dispuestos a permitir las comparaciones, dudaban de la eficacia de la política de memoria de su país. A la vista del ascenso de Alternativa para Alemania o del terrorismo de ultraderecha en Halle o en Hanau, ¿no habría que pensar que el reexamen crítico del pasado había fracasado?

La época del terror estadounidense que siguió a la reconstrucción fue el retroceso de los blancos, que no querían renunciar a su posición dominante, y de quienes no hicieron nada por enfrentarse a los terroristas. Poco después de la victoria de Trump conocí en Alabama a un viejo activista pro derechos civiles, compañero de Martin Luther King. En su opinión, estamos viviendo el final de una segunda reconstrucción. La carrera política de Donald Trump empezó intentando desacreditar a Obama por ser africano, y su lema “la Casa Blanca debe seguir siendo blanca” fue un revés al presidente negro que desempeñó su cargo con tanta dignidad e inteligencia. Pero no debemos desesperar, insistía el activista. Tenemos que ponernos a trabajar. De hecho, el proceso estadounidense de reexamen del pasado ha seguido durante el mandato de Trump. En Alabama se ha inaugurado el magnífico monumento nacional en recuerdo de los linchamientos, el Congreso ha iniciado los debates sobre las reparaciones por el tiempo de esclavitud, y The New York Times desarrolló el Proyecto 1619, un amplio intento de reinterpretar la historia estadounidense desde el punto de vista de la esclavitud. Sin embargo, ante la amenaza de una guerra civil, ¿basta con estos intentos?

Cuando Los Ángeles empezó a arder, mi hija, que trabaja allí, me mandó un mensaje: “Si lees las noticias, me encuentro bien. Hay toque de queda y estoy en casa”. “Gracias”, le respondí yo. “No salgas”. Más tarde me avergoncé de ello. Si yo estuviese ahora en Estados Unidos, saldría a la calle. Sin cócteles molotov, pero también sin lamentar que ardiese la sede central de Hijas de la Confederación. Cuando la llamé por teléfono, mi hija ya estaba participando en la organización de protestas blancas pacíficas para que los negros, que corren más peligro, pudiesen quedarse en casa. ¿Es demasiado tarde, sobre todo con este presidente? La situación nunca había sido tan precaria.

Mi esperanza se funda ahora en los numerosos policías blancos y negros que se arrodillan en la calle en solidaridad con los manifestantes, aunque no con todos los excesos que los acompañan. La historia estadounidense siempre ha estado llena de hombres y mujeres que han luchado para que los ideales del país se hiciesen realidad. Ojalá prevalezcan.

Susan Neiman es filósofa estadounidense, actualmente directora del Einstein Forum en Potsdam (Alemania). Su último libro es Learning from the Germans: Race and the Memory of Evil, sobre la forma en que alemanes y estadounidenses se han enfrentado a su pasado racista. 

FUENTE EL PAIS https://elpais.com/internacional/2020-06-06/lo-unico-sorprendente-es-que-haya-tardado-tanto.html 

Análisis semanal de Geopolitica de Carlos Pereyra Mele para el equipo del Club de la Pluma, que conduce el Periodista Norberto Ganci por la Radio Web al Mundo

Club de la Pluma: Arte, Ciencia, Cultura, Derechos Humanos, Geopolítica, Deuda Externa, Relatos, Cuentos, Educación, Opinión, Editorial, Efemérides, Comunidades Originarias, Filosofía Y Mucho Más…

TEMAS:

Marco Geopolitico Lucha entre Atlantistas contra Continentalistas

  • Salimos de la encerrona informática sobre los disturbios raciales de USA y analizamos los factores geopolitico estables y móviles sobre la situación mundial
  • EEUU y su unilateralismo – Trump en campaña electoral, que responde a su sector duro los WASP – Crisis con su estado profundo al querer sacar las tropas a la calle (con Esper), hipótesis de que no se llega a las elecciones de noviembre – G7; G10 o G11. Ruptura del acuerdo comercial con China firmado en febrero de este año.
  • EUROPA: Merkel y un nuevo multilateralismo, NO al G7, y con una especie de neutralidad en el enfrentamiento entre China y EEUU y declaran que deben establecer una relación estratégica con China…
  • CHINA: Conflicto con India? Hong Kong y el conflicto que le instalan los anglosajones, la nueva relación con la ASEAN/China, ha superado en los últimos meses el intercambio comercial que a desplazado los negocios con la UE. China dejó de comprar alimentos cárnicos y cereales a EEUU.
  • RUSIA: Nueva Política de Defensa Nuclear presentado por el Presidente Putin marcando líneas rojas y dejando en claro que no aceptará amenazas a la seguridad de la Federación Rusa….
  • Más en el audio:  

por Denis Korkodinov

La ofensiva contra la posición de las fuerzas de Khalifa Haftar, organizada por el Gobierno del Acuerdo Nacional de Libia, no parece haber logrado su objetivo. Las Fuerzas Armadas Árabes de Libia permanecen alertas y un jugador clave en el proceso de negociación. Mientras tanto, en Libia, aparentemente, comenzaron los cambios estructurales, como resultado de lo cual el escenario de la división del país se volvió casi inevitable. La situación se debe en gran parte a la actitud de las tribus beduinas hacia el gobierno de Al-Vefak. Los beduinos libios, que viven principalmente en la parte occidental del país, en su mayor parte, rechazan firmemente el islam político y son extremadamente negativos hacia los militantes de al-Qaeda e ISIS, que forman el pilar principal de la política de Fayez al-Sarraj.

La creencia convencional de que las fuerzas armadas árabes libias bajo el liderazgo de Khalifa Haftar están tratando de implementar un ataque de este a oeste del país es errónea. De hecho, el Trípoli oficial, utilizando las herramientas del Islam político y el terrorismo internacional, contribuye a la decadencia del estado y, sobre todo, en su parte occidental, que el mariscal de campo libio está tratando de prevenir, ya que la principal prioridad de Khalifa Haftar es preservar la unidad y la libertad de Libia. Al mismo tiempo, Fayez al-Sarraj busca capitalizar los disturbios involucrando a nuevos participantes en el conflicto y prometiéndoles parte del territorio libio. Por lo tanto, el gobierno de Al-Vefak promueve activamente la escalada de contradicciones regionales y étnicas en Libia, busca una alianza con organizaciones terroristas, creando condiciones privilegiadas para ellos que contribuyan al desarrollo del caos estatal.

Mientras tanto, Fayez al-Sarraj no logró el objetivo de su campaña ofensiva. Entonces, la mayoría de las tribus locales, incluidas las que viven en el territorio controlado por Trípoli oficial, son opositores irreconciliables del Islam político, desde el derrocamiento del líder de la Jamahiriya. La razón principal de esto es que durante la revolución libia de 2011, muchos representantes de las tribus fueron asesinados sin sentido, que es el principal reclamo que la gente hace contra el gobierno de Al-Vefak. Como resultado, los beduinos son generalmente leales o neutrales hacia el Ejército Nacional de Libia y sus organizaciones afiliadas. La participación de Turquía del lado de Trípoli ciertamente representa una fuente adicional de irritación para las uniones tribales que se niegan a participar en intervenciones externas.

Además, los líderes de la opinión pública en Libia, por regla general, no están afiliados a la organización de la Hermandad Musulmana, por lo que son ajenos a la ideología del Islam político. Es por eso que muchos representantes tribales niegan cualquier cambio en el estado libio que ocurrió después de 2011. Y Trípoli no puede rectificar la situación, porque no goza de una autoridad significativa entre los líderes de opinión. Un ejemplo particularmente llamativo de esto es la situación en la aldea de Bani Walid, donde el Gobierno del Acuerdo Nacional intenta sin éxito persuadir a las tribus a su lado.

Vale la pena señalar que la mayor parte de la población libia son representantes de sindicatos tribales que no son partidarios de la guerra. Al mismo tiempo, la lucha principal entre las fuerzas de Fayez al-Sarraj y Khalifa Haftar se lleva a cabo exclusivamente para 1/3 de la población, que está involucrada en operaciones militares en un grado u otro. Sin embargo, una población tan pequeña es muy pequeña para cambiar significativamente el curso de las hostilidades en uno u otro favor. Mientras tanto, es obvio que como resultado de la presión del gobierno de Al-Vefak en Trípoli, una guerra civil puede comenzar pronto, ya que los militantes, apoyados por Fayez al-Sarraj, ya están cansados ​​de la población local, y esta es la razón principal de los posibles disturbios. Entonces, Bani-Walid, Zintan y Fasan, muy probablemente, se convertirán en los epicentros de la rebelión popular, donde las tribus locales son especialmente sensibles a la presión de las fuerzas de Trípoli.

La sociedad libia está extremadamente irritada por el hecho de que Ankara siente la red en el cielo de Libia, como en casa.

Hasta hace poco, la posición de Turquía con respecto al expediente de Libia era incierta, ya que las opiniones de los políticos turcos estaban divididas en la evaluación de la situación, lo que los obligó a implementar la opción oportunista, por ejemplo, para apoyar a Fayez al-Sarraj, ya que esta limitada intervención rusa. Tal apoyo se debió al hecho de que Libia es una fuente de importantes reservas de hidrocarburos, así como un escenario de clara competencia entre Moscú y Ankara por la influencia. Además, el papel de la organización de la Hermandad Musulmana era llevar a los turcos a una alianza con el oficial Trípoli. Sin embargo, los líderes tribales, por regla general, estaban en contra de esta unión, que declararon repetidamente a nivel nacional. Mientras tanto, el gobierno de Al-Vefak continúa ignorando la opinión de los grupos tribales que están listos para organizar un golpe de estado en el país y en realidad divide a Libia en pequeñas partes en caso de que Fayez al-Sarraj continúe su campaña militar.

Por Natalia Arias

Y ahora el presidente se encuentra posando con una Biblia frente a la Iglesia Saint John, en un débil intento de posicionar su imagen de “presidente de la ley y orden”, como él bien dice, mientras las personas siguen siendo atacadas, los asesinatos y la violencia ascienden en cifras, y su figura pública se dirige al desastre. Incluso cualquiera podría comparar las imágenes con un apocalipsis. Bolsonaro parece seguir la línea al haber recibido los 2 millones de dosis de hidroxicloroquina de Trump, aun habiéndose demostrado que incrementan los riesgos de mortalidad.

La situación y su figura de autoridad internacional se está saliendo de control, incluso con Teherán, quien aprovecha la situación para desafiar a Estados Unidos, manteniendo con firmeza su disposición de enviar cargamento hacia Venezuela e ignorando totalmente las sanciones que amenazó con imponer el presidente norteamericano: «En caso de que Venezuela nos envíe una nueva solicitud, será atendida», indicó Musavi en declaraciones recogidas por la agencia Tasnim 1.

En tanto, en el resto del continente latinoamericano, se encuentran germinando nuevos conflictos que atañen al sector privado. En Argentina, el Departamento de Comercio estadounidense falló en contra de la petición nacional de alivianar los aranceles de hasta un 74% que impuso el gobierno estadounidense al biodiésel argentino. No obstante ello, las tarifas se mantendrán tal como fueron establecidas originalmente. 

Causando nuevas disrupciones en el ámbito privado, se encuentra el informe final del ISDA sobre el resultado de las revisiones que podrían confirmar o no si el país incurrió en un “evento de crédito”, que habilitaría posteriormente la activación de los seguros contra el default. Se confirmó dicha suposición, y se seguirá el procedimiento de habilitación de pago de los seguros, que ascienden al millón de dólares aproximadamente. Por otro lado, en el país vecino de Chile, la situación también se complicó para LATAM, quien decidió entrar en quiebra en EE. UU debido a la incapacidad de cumplimiento de sus plazos financieros como consecuencia de los estragos derivados de la pandemia del coronavirus.

Ahora bien, en relación a Cuba y Nicaragua, las tensiones dividen aún más el diálogo con el presidente Trump. El ataque a la embajada cubana en el pasado 30 de abril, todavía sigue sin ser investigada. La representante permanente alterna de Cuba en la ONU, Ana Silvia Rodríguez Abascal, envió una misiva al presidente de la Asamblea General, donde le solicita que, en su calidad de presidente, emita una declaración que condene al ataque terrorista producido, ya que coincide con los valores del organismo. Agregó: “Este acto terrorista es un resultado directo de la política y del discurso agresivo y de odio del Gobierno de Estados Unidos contra Cuba, y de la permanente instigación a la violencia de políticos estadounidenses, incluidos altos funcionarios del Departamento de Estado y de la embajada estadounidense en La Habana; así como de grupos extremistas anticubanos que han hecho de este tipo de ataques su medio de vida”.2

Por otra parte, la cancillería de Cuba emitió recientemente un comunicado donde condena la decisión estadounidense de incluir al país en la lista de quienes “no colaboran en la lucha contra el terrorismo”, dado el criterio norteamericano de mantener a miembros de la delegación de paz del Ejército de Liberación Nacional de Colombia en territorio cubano. El repudio por parte de cancillería se extiende al gobierno de Colombia, a quien adjunta como cómplice. Cito uno de los puntos que emitió cancillería: “Cuba fue víctima del terrorismo organizado y financiado por los EE.UU. y siempre trabajó y trabaja por la paz y la solidaridad de los pueblos, y es de conocimiento de la comunidad internacional, y en particular, de nuestra región, que las negociaciones de paz se desarrollaron, primero en Ecuador, pero que lamentablemente el gobierno de Lenín Moreno, intempestivamente, dejó de ser sede, por lo cual, tanto el gobierno de Colombia y los representantes del ELN, decidieron continuar con el proceso de paz en La Habana, por ser Cuba un país que siempre trabajó por la búsqueda de la paz en Colombia y en la región.”3

Siguiendo la línea conflictiva, Colombia autorizó recientemente la llegada de tropas norteamericanas a su territorio. Una de las unidades del Ejército de Estados Unidos llegará en los próximos días para “asesorar y ayudar en operaciones de lucha contra el narcotráfico a las Fuerzas Militares del país durante 4 meses”, según declaró la embajada estadounidense. Sin embargo, parte del Congreso no parece estar de acuerdo, al no haber sido consultados: “Nos parece grave que el presidente Iván Duque haya aceptado que militares estadounidenses estén en nuestro país. Eso es una situación que violenta la soberanía nacional y el ordenamiento jurídico” declaró el senador Alexander López. 

En cuanto a Nicaragua, Estados Unidos decidió sancionar a dos funcionarios del presidente Daniel Ortega. Entre ellos, al jefe de las Fuerzas Armadas de Nicaragua, Julio César Avilés, y el ministro de Hacienda y Crédito Público, Iván Acosta, por haber supuestamente participado en actos de corrupción y por haber ayudado a silenciar las voces prodemocráticas en el país centroamericano. Mike Pompeo, en su comunicado, recordó que dichas sanciones se manifiestan en contra de los supuestos abusos de derechos humanos en Nicaragua. Rosario Murillo, esposa del presidente, dijo horas después del comunicado de Pompeo: “Ni nos vendemos, ni nos rendimos, esa es la frase que nos distingue”.

Ahora bien, Donald Trump parece tener bajo control la alianza con El Salvador, Ecuador y Honduras, quienes reciben actualmente fondos económicos por parte del hegemón para la lucha contra el coronavirus. En avisos publicados en el Registro Federal de EE. UU, el Subsecretario de Estado, Stephen Biegun, certificó que los tres países latinoamericanos cumplen los criterios que el Congreso designó para seguir recibiendo ayuda extranjera. Entre dichos criterios, se incluyeron la lucha asertiva contra el narcotráfico y la corrupción. De todas formas, esto es un paso más del procedimiento total.

La ayuda económica también se dirigió hacia Perú y Uruguay. Con respecto al primero, Pompeo señaló en su cuenta de Twitter que prometió continuar ayudando al país, a quien ha apoyado en su lucha contra el coronavirus con casi 6 millones de dólares hasta la fecha. También, no tuvo prurito en señalar y recordar los casi U$265 millones en asistencia de salud que brindó para el gobierno peruano en los últimos 20 años.

Uruguay, nuevo actor clave en las alianzas estratégicas norteamericanas, recibirá una donación de 600 mil dólares bajo la justificación de la lucha contra la pandemia del coronavirus. El embajador de los Estados Unidos en Uruguay, Kenn S. George, no olvidó destacar lo agradecido y orgulloso que estaba del pueblo estadounidense, que, junto al gobierno, habrá donado ahora más de un millón de dólares al pueblo uruguayo desde el 13 de marzo del corriente año.

Otra situación a mencionar es el reciente ingreso del 4to país latino a la OCDE: Costa Rica. «Nos complace mucho dar la bienvenida a Costa Rica a la familia de la OCDE en un momento en que el multilateralismo es más importante que nunca», dijo en un comunicado el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría. Se debe recordar que el mes pasado, Colombia también celebró su ingreso, ambos cumpliendo los requisitos para seguir el objetivo de desarrollo en economías emergentes. De todas formas, al ser un hecho tan reciente, se encuentra en pleno procedimiento de adhesión.

Por otra parte, dado el incremento de casos por coronavirus, tanto México como Estados Unidos acordaron extender por 30 días más las restricciones al tránsito terrestre no esencial en la frontera. Hay que recordar que la semana anterior, el embajador de los Estados Unidos en México, Christopher Landau, informó que las restricciones a los viajes no esenciales tendrán que ser extendidas más allá del 19 de mayo planteado con anterioridad. Además, manifestó su decepción al destacar que ciudadanos no están acatando seriamente las medidas.

La situación con Puerto Rico es digna de destacar, ya que celebrará en noviembre un referéndum no vinculante para decidir si la isla debe convertirse en un estado estadounidense, según lo anunciado por la gobernadora Wanda Vázquez. Esto requiere la aprobación del Congreso estadounidense, e indigna a los partidarios de la independencia de la isla y a miembros del PPD opositor. La gobernadora a favor de la estadidad, observa una desilusión social con el actual estatus de Estado Libre Asociado de Estados Unidos; no votan en elecciones presidenciales, y aunque estén exentos del impuesto federal sobre la renta de EE. UU, pagan impuestos del Seguro Social, entre otras cuestiones. Muchas personas consideran que ha costado recuperarse de los huracanes y terremotos por sí mismos. De todas formas, no hay demasiadas expectativas, debido a que un Congreso controlado por Republicanos raramente pueda llegar a reconocer un referéndum de este tipo. Deberemos esperar a las elecciones de noviembre.

Con respecto a Brasil, es sorprende la contradicción que se vive. Mientras las cifras de contagios aumentan exponencialmente, parece que el juego mediático sigue siendo más importante que la vida de la sociedad brasileña. El gobierno estadounidense, si bien anunció la prohibición de viajes provenientes de Brasil -medida que entró en vigor el pasado jueves 28 de mayo-, envió a su mano derecha dos millones de dosis de la famosa hidroxicloroquina, para nada recomendada por los especialistas. En un comunicado, estableció: “Los pueblos estadounidense y brasileño son solidarios en la lucha contra el coronavirus. Hoy, como prueba de esa solidaridad, anunciamos que el gobierno estadounidense envió dos millones de dosis al pueblo de Brasil (…) y será usado como un profiláctico para proteger del virus a las enfermeras, doctores y profesionales de la salud en Brasil. También tendrá un uso terapéutico para tratar a brasileños infectados”, añadió finalmente. Ante su salida de la OMS, parece que el presidente norteamericano cree conocer el tratamiento justo para el coronavirus, mientras su imprudencia termina afectando la vida de una sociedad global.

La violencia interna hacia la sociedad que protesta en paz está explotando en su contra, el presidente se esconde en un búnker y luego posa frente a la Iglesia en favor de la moral. Se presenta como una autoridad, y como un presidente capaz de mantener el orden, y acciona contradictoriamente. La agresión a George Floyd fue el punto cúlmine para desmoronar la imagen del presidente. América está en llamas.

Natalia Arias Investigadora Junior de Dossier Geopolitico.-

Fuentes:

1https://Mundo.Sputniknews.Com/Politica/202006011091605601-iran-desafia-a-eeuu-y-anuncia-su-disposicion-de-enviar-mas-barcos-a-venezuela/

2http://Www.Granma.Cu/Mundo/2020-05-30/Cuba-denuncia-en-la-onu-los-actos-terroristas-contra-su-embajada-en-eeuu-30-05-2020-01-05-10

3Http://Misiones.Minrex.Gob.Cu/Es/Articulo/Condenamos-cinica-decision-del-gobierno-de-eeuu-contra-cuba

https://sv.usembassy.gov/es/registro-federal-publica-certificacion-de-el-salvador/

https://uy.usembassy.gov/es/uruguay-recibira-donacion-por-us-600-000-de-estados-unidos-para-enfrentar-la-crisis-del-covid-19/

https://www.infobae.com/america/eeuu/2020/06/01/estados-unidos-envio-a-brasil-2-millones-de-dosis-de-hidroxicloroquina-el-polemico-antipaludico-impulsado-por-trump-y-bolsonaro/

https://www.infobae.com/america/agencias/2020/05/16/puerto-rico-decidira-si-debe-convertirse-en-estado-de-eeuu/

Análisis semanal de Geopolitica de Carlos Pereyra Mele para el equipo del Club de la Pluma, que conduce el Periodista Norberto Ganci por la Radio Web al Mundo

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  • 1ro La lucha entre EEUU y China; 2do Una crisis que es un punto de inflexión histórico
  • Nuestra Suramerica en primer plano: la ruptura del monopolio geopolitico en el Mare Nostrum caribeño de USA con la llegada de los buques petroleros de Iránies a Venezuela, luego de pasar por varios estrechos bajo control de EEUU o sus “socios” ESTO ES CLAVE y pocos comentarios de los “expertos” en Política Internacional de los medios masivos de nuestra región hablan de este punto
  • China el nuevo OGRO a “demonizar por parte de EEUU» e intentando arrastrar a sus socios y “aliados”, que se resisten a esa propuesta en defensa propia. Pero además ante las revueltas populares en USA que pasaria? si China y sus socios aplicaran sanciones a EEUU por exageración en la represión. Pero tambien esto nos lleva a considerar que las “grietas” sociales en USA son enormes 
  • Reiteramos las estructuras de las Segunda Guerra Mundial ya están caducas, los Estados vuelven a controlar sus soberanías básicas y estos acontecimientos de los cambios que llegaron después de 20 años de venir ocurriendo y no vistos por los “occidentales anglosajones”

AUDIO:

Por Andrea Muratore

La  narrativa mediática  de los últimos años los ha identificado como ideólogos e inspiradores de frentes opuestos,  soberanistas contra globalistas,  calificándolos como enemigos irreducibles. Sin embargo,  Steve Bannon  y  George Soros  son y siguen siendo compatriotas, piensan y actúan con las categorías políticas e ideológicas estadounidenses y tienen la fuerza impulsora detrás de sus movimientos a través del Atlántico. Por lo tanto, no es sorprendente verlos ahora declararse conjuntamente preocupados por el ascenso de China  y con la intención de advertir a los países europeos de la amenaza de un fuerte vínculo comercial y político con Beijing.  

Las estocadas de Soros y Bannon contra China

El financiero de 89 años de origen húngaro y el ideólogo soberano de 66 años expresaron claramente sus posiciones al hablar con dos periódicos italianos. Soros, entrevistado por  Repubblica ,  atacó la China de Xi Jinping  al  combinar un análisis típico de su apoyo a la ideología de los derechos humanos con una consideración «geopolítica»:
» Xi Jinping es un dictador, que consolidó un régimen basado en principios totalmente opuestos a los de la Unión Europea, dice, pero eso aún no está claro para los países de la UE, ni para los círculos industriales, especialmente en Alemania, que ven a China como un socio económico, sin darnos cuenta de que hacer que nuestras infraestructuras dependan de la tecnología china que nos expone al chantaje y al condicionamiento «.Bannon, por  otro lado, habló con  Corriere della Sera  quien, al contactarlo para hablar sobre la reapertura de su escuela política en la  Certosa di Trisulti , tuvo la oportunidad de confrontar con su visión del contexto global: Bannon define el desafío del Occidente «judeo-Cristiano» con una batalla con China. Contra una facción radical que no se detendrá ante nada para dominar el mundo «. Cabe señalar que los tonos apocalípticos y milenarios que lo habían hecho conocido en el pasado durante su carrera como «estratega» de las fuerzas populistas y soberanistas del Viejo Continente regresaron. 
Bannon también tiene algo para decir por lo que él cree que son los principales obstáculos para su estrategia anti-china en la península italiana. Por un lado el Movimiento Cinco Estrellas , «que ha cedido al Partido Comunista Chino, a una dictadura totalitaria«, por el otro el  Vaticano,  definido como un «pozo negro de corrupción, incompetencia y libertinaje«.  

Las dos caras de la influencia estadounidense en Europa

Pocos casos más que la convergencia actual en China ayudan a comprender cómo la supuesta incompatibilidad entre Soros y Bannon es una narrativa instrumental: los dos representan las principales manifestaciones de la proyección más allá del Atlántico de los intereses estratégicos de Estados Unidos.

Soros, por un lado, quien ha sido el protagonista de asiduas campañas de financiamiento destinadas a erosionar los regímenes comunistas de Europa del Este desde la década de 1980, es el portavoz y líder del ala liberal-progresista del mundo con estrellas y rayas . Un ala, con su aparato, que influye en grupos y consorcios políticos, a favor de  defender el status quo  y la narrativade la globalización, ya que es extremadamente favorable para mantener la supremacía y la centralidad de los Estados Unidos en el mundo. Capaz de perseguir una agenda ideológica (en la que la apertura de las fronteras al libre comercio y la libre circulación de capitales a menudo se subestiman en comparación con el apoyo más visible para la  libre circulación de hombres) que se ha establecido especialmente en la  izquierda europea  en busca de puntos de referencia después de la caída del muro y el inicio de la globalización.  

Bannon, por otro lado, relanza en un tono «soberanista» la narrativa que ya había animado la acción de los Estados Unidos en el momento de la hegemonía de los grupos  neoconservadores  en la era de George W. Bush. Por lo tanto: un fuerte occidentalismo, exaltación del vínculo con aliados como Israel contra un mundo, el islámico, que se considera compacto en su incompatibilidad con Occidente; crítica formal de la globalización en nombre de la primacía del interés estadounidense (el famoso «Primero de América» de Trump) sin el deseo sustancial de alterar la gobernanza global; renacimiento de las  guerras culturales  contra la presunta hegemonía de la ideología de lo «políticamente correcto»; rechazo aduanero de la ideología económica neoliberal. Una ideología que Pietrangelo Buttafuoco llamó una «sopa revuelta neocon-occidentalista«.

Soros y Bannon, por lo tanto, representan dos almas diferentes del aparato de poder estadounidense,  en ciertos momentos extremadamente duros en su confrontación dialéctica (la fase actual no es la excepción), pero están de acuerdo en el núcleo duro del interés nacional de los EE.UU: control geopolítico sobre Europa y la lucha contra cualquier forma de poder externo capaz de desafiar la hegemonía estadounidense en el mundo. Las críticas comunes a China señalan la firme creencia de los tomadores de decisiones estratégicas en Washington de que ha llegado el momento de saldar cuentas con Beijing . Y en esta campaña, Estados Unidos necesita a Europa como un aliado leal, no tentado a ceder ante el Imperio Medio.  

Los «tíos de América«

La crítica a China, en cierto sentido, derriba el velo de hipocresía sobre Soros y Bannon que sus partidarios y críticos han ignorado en gran medida intencionalmente: los «soberanistas» duros y puros denunciaron a Soros como el arquitecto de cada complot y el partidario de una supuesta «invasión» de migrantes, mientras que la izquierda liberal siempre ha visto en Bannon una especie de Nosferatu, un gurú antieuropeo. En ambos casos, deliberadamente, falta la declaración más importante a saber, la naturaleza externa de las fuerzas impulsoras de la acción de Soros y Bannon.  

Refiriéndose a Bannon, el ex presidente del Parlamento Europeo y vicepresidente de Forza Italia,  Antonio Tajani   dijo, al comentar sobre el enfoque de la Liga y los Hermanos de Italia hacia Bannon: «¿Cómo se convierten en soberanistas italianos si un estadounidense viene a decirnos que debemos ser soberanistas estadounidenses? «.  Dicha frase también podría aplicarse al revés, a los partidarios de Soros, que son cada vez más similares al tipo  ideal de la Nueva Izquierda  estadounidense, incapaces de criticar los problemas económicos y sociales del sistema porque son exponente orgánico del mismo.  

Soros y Bannon son los «tíos de América» que ofrecieron al mundo político europeo fondos, propulsión ideológica y organización para estructurar una nueva dialéctica. En el caso de Bannon, el resultado fue aún más arraigado, ya que el ex asesor de Donald Trump logró implantar una ideología en Europa que tiene, en sus prioridades, diferentes asonancias con el interés nacional de la administración estadounidense: de hecho, desde la soberanía, recoge la  desestabilización de la Unión Europea , con vistas a  dividir y gobernar, Un acercamiento al eje construido en el Medio Oriente con Israel y Arabia Saudita y, ahora, la dura y profunda crítica de China compartida por Soros,  que  la evolución de la globalización ha sido ventajosa para Beijing , y que ambos lados del Atlántico han perdido influencia.
El problema básico es la debilidad política de Europa: un continente incapaz de producir  impulsos políticos ideológicos, propulsores de desarrollos innovadores o ideas para llevar al gran debate mundial, pero también de ejercer la menor influencia en los tomadores de decisiones del orden mundial. Soros o Trump, Bannon o Xi, Europa siempre se ve como un objeto, y no como un sujeto, de la dinámica internacional. Y esto certifica más que cualquier otra consideración la decadencia del Viejo Continente.  

ANDREA MURATORE

Nacido en Brescia en 1994, se formó mientras estudiaba en la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Sociales de la Universidad Estatal de Milán. Después del título de tres años en Economía y Gestión en 2017, obtuvo el título de maestría en Economía y Ciencias Políticas en 2019. Su principal interés de estudio es la geoeconomía, es decir, el análisis de los efectos de la interdependencia entre los principales problemas geopolíticos y la dinámica industrial, comercial y productiva del mundo contemporáneo, con un enfoque particular en el impacto de la revolución tecnológica, en el desafío de los Estados Unidos. -China y el papel de Europa en el mundo contemporáneo. Actualmente trabaja como analista de negocios en la sucursal de Accenture en Milán y desde mayo de 2019 apoya al profesor Aldo Giannuli en el proyecto del centro de estudios «Observatorio de la globalización».

30 DE MAYO DE 2020 Version Original: https://it.insideover.com/politica/come-mai-soros-e-bannon-la-pensano-uguale-sulla-cina.html

Por Denis Korkodinov(*)

La estrategia de Rusia, dirigida al presidente sirio Bashar al-Assad, y el papel especialmente aumentado de Moscú en la defensa de los intereses del líder sirio, es una clara evidencia de que la influencia político-militar de la diplomacia rusa en Damasco oficial todavía se está desarrollando a lo largo de un camino ascendente. El Kremlin busca fortalecer la posición de Bashar Assad en Siria y a nivel geopolítico, guiado, en primer lugar, por los intereses de su propia seguridad y ganancia comercial. La tendencia clave es que Bashar al-Assad es el garante y socio principal de las fuerzas rusas que operan no solo dentro de la República Árabe Siria, sino en todo el Medio Oriente. Esto ayuda a acercar las posiciones de los presidentes de Siria y Rusia a escala regional y fortalecer su interacción práctica en todas las áreas de la política exterior, incluida la cooperación político-militar, las relaciones económicas y el diálogo social.

La participación activa de la diplomacia rusa para garantizar la autoridad legítima de Bashar al-Assad representa una etapa importante en el fortalecimiento general de las posiciones del presidente ruso Vladimir Putin en Siria. La política actual del Kremlin se basa en preservar el poder del líder sirio por un período indefinido, ya que depende de la lealtad de Bashar Assad si la estrategia de Rusia en el Medio Oriente será exitosa. A su vez, el éxito en la dirección del Medio Oriente depende de si Vladimir Putin puede continuar posicionándose como garante de la seguridad y la estabilidad, lo que afecta directamente la imagen del presidente ruso a nivel internacional. En el proceso de desarrollo de la crisis siria, tuvo lugar una transformación significativa del estatus internacional de Vladimir Putin: al ser inicialmente uno de los participantes en el conflicto en Siria, más tarde el presidente ruso pudo formar una opinión pública estable de que él era el líder en el proceso de negociación entre todas las partes sirias. Tal imagen de Vladimir Putin probablemente sería inalcanzable si el jefe del oficial Damasco fuera una persona diferente, y no Bashar Assad.

Siria tiene una posición especial entre los socios clave de Moscú en el Medio Oriente. Una alianza estratégica con este país le permite a Rusia tener una base sólida para resolver una amplia gama de tareas geopolíticas. Desde 2015, a medida que se desarrolló el conflicto sirio, el Kremlin ha lanzado una poderosa campaña para fortalecer su influencia en Damasco. Junto con la intensificación de la cooperación militar, Moscú rápidamente estableció estrechos lazos socioeconómicos y ayudó a Bashar Assad a organizar la defensa, incluso mediante el uso de tropas y armas rusas. Todo esto se convirtió en una manifestación importante de la estrategia cambiada de Rusia, que comenzó a posicionarse como el principal árbitro entre las partes en conflicto en Siria.

La razón del apoyo de Moscú a Bashar Assad es, entre otras cosas, que el pico de la crisis siria a fines de 2011 y principios de 2012 fue en el momento del cambio de poder en Rusia y el regreso del jefe de estado, Vladimir Putin, cuyos partidarios en realidad compararon a los manifestantes. movimientos en países árabes con protestas en Rusia (manifestaciones en la plaza Bolotnaya). En base a esto, la opinión de Rusia fue ampliamente expresada de que los movimientos de protesta fueron inspirados por los Estados Unidos para conquistar Siria y luego Rusia. Como resultado, la preservación del poder de Bashar al-Assad en Siria cumple con los intereses básicos de Rusia. Mientras tanto, Moscú reconoce la necesidad de reformas liberales en el marco del régimen sirio, pero procede desde el punto de vista de que estas reformas deben ser realizadas exclusivamente por Bashar Assad. Como ejemplo de esto, los colegas rusos citan la organización de las elecciones presidenciales en Siria en 2014, la legalización de una serie de grupos de oposición moderados y la organización de un alto el fuego.

Sin embargo, mientras continúa apoyando a Bashar al-Assad, el Kremlin no descarta el cambio de ciertas personas en el liderazgo sirio, que bloquea la realización de los intereses rusos. Al analizar recientemente las publicaciones en Internet de varios medios de comunicación rusos sobre la insatisfacción con las políticas oficiales de Damasco, Moscú, al parecer, da una señal clara a Bashar Assad de que los intereses de Rusia en Siria deben satisfacerse como una prioridad, incluso a pesar de la distribución global. coronavirus. Los expertos rusos, incluida Maria Zakharova, representante del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, son conscientes de la necesidad de cambios radicales en el sistema político sirio, teniendo en cuenta los requisitos de la diplomacia rusa y la realidad geopolítica. Se puede suponer que a Moscú le gustaría ver cómo se están desarrollando las reformas en la República Árabe Siria en el contexto de la ideología del «autoritarismo ruso». Uno de los factores que determinan la posición de Rusia sobre este tema es la creencia de que la política de Bashar al-Assad en general, es viable, pero necesita algún ajuste, con el que no siempre están de acuerdo en Damasco oficial. Este estado de cosas está causando preocupación en Moscú, que, desde 2015, ha invertido una enorme cantidad de dinero para mantener el régimen sirio y, por lo tanto, desea que Bashar Assad lleve a cabo su voluntad sin dudarlo.

La crítica de Rusia hacia Damasco a mediados de abril de 2020 fue expresada con cautela por el diplomático Alexander Aksenyonok y luego por la Agencia Federal de Noticias. Como principal argumento de crítica, Moscú citó los resultados de la encuesta sociológica del Fondo para la Protección de los Valores Tradicionales, que se realizó el día anterior en áreas controladas por el régimen. Según esta encuesta, solo el 31.4% de los sirios encuestados tenían una actitud positiva hacia Assad y habrían votado por él en las elecciones de 2021, mientras que el 78.6% consideró que era necesario llevar a cabo reformas de inmediato. Por lo tanto, el Kremlin dejó en claro a Bashar al-Assad que debería transformar su régimen político para alinearlo con las expectativas rusas.

La historia del enfrentamiento entre Bashar al-Assad y su primo Rami Mahluf fue la manifestación más llamativa del descontento ruso. El hecho es que en la víspera de la publicación del primer video, Rami Makhluf, a través de sus representantes, se reunió con representantes de la dirección rusa en Moscú y se quejó de Bashar al-Assad, acusándolo de corrupción. Dado que el Kremlin espera recibir fondos de Damasco para la asistencia político-militar provista, el llamamiento de Rami Mahlouf fue aprobado por el liderazgo ruso, que organizó una campaña de información criticando al líder sirio. En otras palabras, Moscú tiene un gran interés financiero en liberar las estructuras comerciales de Rami Makhluf, quien actuó como garante del pago de la ayuda rusa, por la presión de Bashar al-Assad. Por lo tanto, el Kremlin decidió apoyar al primo del líder sirio.

La culminación de las críticas al presidente sirio fue la campaña militar en Libia, donde el comandante del Ejército Nacional de Libia, Khalifa Haftar, después de limitar la asistencia rusa, comenzó a perder terreno y retirarse rápidamente debido a la ofensiva del gobierno de Al-Vefak. Entonces, Moscú envía a Damasco una señal de que Bashar al-Assad puede perder su poder y territorio si Rusia le da la espalda. Sin embargo, Rusia continuará apoyando al presidente de Siria si Bashar Assad paga la asistencia de Moscú.

Además, la situación se complica por el hecho de que, según representantes de la familia del derrocado Muammar Gaddafi, fue Bashar Assad en 2011 quien informó al comando militar francés las coordenadas exactas del paradero del líder de Jamahiriya, lo que permitió su muerte. A pesar de que esta información es refutada por el ex asesor personal de Muammar Gaddafi, Yusuf Shaker, el hijo menor de Muammar Gaddafi, Saif al-Islam, todavía cree que su padre murió como resultado de la traición de Bashar al-Assad. Ahora es Saif al-Islam en Libia quien es un vívido crítico del liderazgo sirio. Y dado que Moscú está extremadamente interesado en apoyar a Saif al-Islam, las críticas a Bashar al-Assad recibieron un impulso adicional.

Sin embargo, según los expertos, la tensión creada artificialmente en las relaciones entre Moscú y Damasco no puede durar mucho. Vladimir Putin y Bashar Assad podrán ponerse de acuerdo, guiados principalmente por consideraciones de beneficio mutuo y seguridad regional.

(*) Director del Centro Internacional de Análisis Político y Previsión; Especial para DG

Denis Korkodinov.