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”EPUR SI MUOVE”

Aquella legendaria frase de Galieo Galilei en 1633, tras negar que la tierra girara alrededor del sol para evitar ser condenado a muerte por la Inquisición, es recordada por el director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, en su columna del Club de La Pluma, para decirnos que ”SIN EMBARGO EL MUNDO SE MUEVE” a pesar de Donald Trump y sus barbaridades con las que demuestra ser tansoberbio, cegado y absolutista como aquel “santo tribunal”.

AUDIO:

Y con un argumentado análisis, nos rescata de la burbuja mediática que hoy intoxica y atemoriza a la gente, ante las brutales amenazas del sionismo anglosajón que manda desde siempre en Washington, aunque hoy con brutal sinceridad, para centrarnos en el mundo real que sigue su marcha hacia el cambio del poder global y la multipolaridad, con las potencias asiáticas en imparable ascenso y con el Sur Global y los Brics+ ganando protagonismo, a pesar de los golpes de efecto del nuevo “emperador” de EEUU, de sus sobre actuaciones, de los schoks mediáticos y de las amenazas de máximo, que en definitiva demuestran la descomposición del imperio y el peligroso ocaso de su agónica posición dominante.

El audio comienza con la pregunta  ¿Qué es el Occidente actual? Para luego profundizar en su minoritaria geografía, en su declinante alcance estratégico militar, en sus profundas crisis económicas, en su desprecio al resto del continente americano y al África y en la ridícula pretensión de ser “la Comunidad Internacional y el Mundo Basado en Reglas” cuando apenas llegaría a contar con el vasallaje de 50 países, que cada vez dudan más si están en el lado correcto de la historia. Por lo que merecidamente se ha ganado el nuevo nombre de OXIDENTE (con X) por su crónico, creciente e irreversible deterioro tanto interno como externo, en medio de una crisis histórica y existencial que lo convulsiona y lo erosiona.

Además, aborda la contradicción de que a pesar de las amenazas de anexionar Groenlandia, de bombardear con sanciones y aranceles a un mundo que le es cada vez más hostil y de reafirmarse como socio genocida de Palestina, la dura realidad confirma que la situación interna de Norteamérica es de debilidad, que la OTAN sufre una catástrofe terminal en Ucrania, que su tecnología de punta ha entrado en pánico ante la inteligencia artificial China, que el G7 ha perdido el podio global y que todo Occidente está sumido en un impresionante caos interno a punto de implosión.

Y concluye con que el 2025 será un año de mucha conflictividad y desgaste y que  habrá demasiados frentes de lucha, pero que ¡¡ EL MUNDO SE MUEVE  !! Y que lo hace hacia Oriente, señalando irremediablemente que la unipolaridad ha muerto.

Eduardo Bonugli (Madrid, 09/02/25)

Paises que integran la Organizacion del Tratado del Atlantico Norte OTAN

MAS EL AUKUS

Tratado del Aukus

COINCIDE CON EL LLAMADO «MUNDO OCCIDENTAL» U «OCCIDENTE COLECTIVO«

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El mundo que se enfrenta realmente el G7 versus los BRICS+

BRICS Ampliados
G7 «el Occidente»

Consciente del retraso norteamericano frente a China, el líder republicano se concentra en controlar su area de influencia para ganar tiempo, pero para ello necesita un capital que no tiene

Eduardo J. Vior
analista internacional especial para Dossier Geopolitico

Las iniciativas del presidente Donald Trump, anunciadas poco antes del traspaso del mando, para comprar Groenlandia, incorporar Canadá y reocupar el Canal de Panamá causaron estupor internacional y la mayoría de los observadores las tildaron de fanfarronadas típicas del neoyorquino. Sin embargo, como subrayaron varios de sus colaboradores más estrechos, tienen sentido dentro de la estrategia general de repliegue y concentración del poder norteamericano en el subcontinente norteamericano que implementa el caudillo reaccionario. Trump va a tratar de llegar a un acuerdo con Rusia sobre áreas de influencia en Europa y Asia Occidental, va a respaldar a Israel, pero le va a impedir que inicie una nueva guerra y va a competir rudamente con China, pero no piensa ir a la guerra con la potencia asiática.

El jefe de la Casa Blanca es consciente del retraso norteamericano ante China y busca ganar tiempo, para que EE.UU. encuentre una nueva fórmula de desarrollo que le permita recuperar la delantera mundial. Para ello, quiere expandir al resto de América del Norte y el Caribe y acordonar el área de control exclusivo de los capitales norteamericanos. Ahora bien, ya que no puede expandir su poder militarmente, aprendiendo de China, quiere hacerlo desarrollando en ese inmenso área una red de transporte y comunicaciones centrada en EE.UU. Sin embargo, para hacerla necesita desarmar la “espiral de la deuda” que absorbe todos los recursos de la economía occidental

El arancel del 10 por ciento impuesto por Trump a todos los productos chinos entró en vigor el martes 4 como resultado de una orden ejecutiva (decreto) emitida durante el fin de semana con el objetivo de presionar a Beijing, para que tomara decisiones enérgicas contra los envíos de fentanilo a Estados Unidos. El gobierno chino respondió el mismo día con una serie de medidas de represalia, incluidos aranceles adicionales sobre el gas natural licuado, el carbón, la maquinaria agrícola y otros productos procedentes de Estados Unidos, que entrarán en vigor el próximo lunes 10. También aplicó inmediatamente restricciones a la exportación de determinados minerales críticos, muchos de los cuales se utilizan en la fabricación de bienes de alta tecnología. Además, los reguladores del mercado chino dijeron que habían iniciado una investigación antimonopólica contra Google que, si bien está bloqueado en el Internet en China, mantiene relaciones con compañías chinas. El país ha presentado asimismo una demanda contra la subida de aranceles de EE.UU. ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). 


El puerto de Yangshan, cerca de Shanghai. El presidente Trump ha acusado a China de no hacer lo suficiente para detener la exportación de fentanilo y los productos químicos que se utilizan para fabricarlo

Las medidas arancelarias de ambas partes aumentan el riesgo de una guerra comercial que perjudicaría a todo el mundo. Sin embargo, algunos en Wall Street ven la respuesta china como una muestra de moderación que abre la puerta a un compromiso. En la misma dirección Trump manifestó su disposición a conversar con el presidente de China, Xi Jinping. La perspectiva de que Trump va a negociar con Trudeau y Sheinbaum trajo también cierta calma a los mercados. 

Mientras el presidente escenificaba su campaña arancelaria contra China, Canadá y México e inducía a Xi Jinping a negociar, su secretario de Estado, Marco Rubio, conseguía en Panamá, El Salvador, Costa Rica, Guatemala y República Dominicana avances sustanciales contra la influencia económica de la República Popular. 

En el primer alto de Rubio en la región se reunió el sábado 1° con el presidente panameño José Raúl Mulino. Si bien el mandatario sigue firme en su posición de que no habrá negociaciones sobre la soberanía del Canal, la visita del secretario de Estado estadounidense ya tuvo sus primeros frutos. Así, Mulino anunció que su gobierno no renovará el memorándum de entendimiento de la “Iniciativa de la Franja y la Ruta”, firmado con China en 2017, y que incluso estudiaría la posibilidad de rescindirlo antes de tiempo.

Además, Panamá inició una auditoría sobre varios puertos que operan en el Canal, propiedad de una empresa china. Desde su ampliación en 2016 el Canal de Panamá ha manejado más del 6% del comercio marítimo mundial, con China y EE. UU. como los principales usuarios. Por la vía pasan más de 14,000 buques al año, facilitando más de $270.000 millones de dólares en comercio anual. Sus principales usuarios son EE.UU. (66% de la carga transportada), China (16%), Japón, Corea del Sur y la UE (resto de la carga). El tráfico de mercancías entre Asia y la costa este de EE. UU. depende críticamente del Canal. 

La salida de China de ciertos proyectos en Panamá puede tener efectos mixtos: 1) proyectos como el tren Panamá-David (inversión prevista de $4.100 millones) quedan en el aire. 2) EE. UU. esbozó la posibilidad de compensar los créditos que pierde Panamá con nuevas líneas y apoyo del Banco Mundial y el BID. Sin embargo, la mayoría de las veces estos créditos no se equiparan con los que ofrece China y el propio Estado norteamericano no tiene medios para financiar a nadie. 3) Panamá evita sanciones o restricciones comerciales que podrían afectar el 13% de su PIB vinculado al canal y la logística. 

La cuestión de la migración, en tanto, se abordó entre los dos países de una manera mucho más fluida. Debido a las políticas restrictivas de Mulino el año pasado cruzaron por el Tapón del Darién (el enclave selvático en la frontera con Colombia) 300.000 migrantes, o sea un 42 % menos que el año anterior.

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Marco Rubio (d) junto al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, el lunes 3 en San Salvador

El lunes Rubio anunció en El Salvador que había recibido una oferta extraordinaria del presidente Nayib Bukele, para confinar en una megacárcel a los migrantes “criminales” y a los estadounidenses enviados desde Estados Unidos. Al llegar más tarde a Costa Rica, Rubio señaló que la propuesta de Bukele fue “una oferta muy generosa” que “nunca nadie” les había hecho. 

También tras un encuentro con el presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves, y con el canciller Arnoldo Andre Tinoco, el secretario estadounidense dijo que el mandatario del país centroamericano le indicó que no iba a permitir la entrada de compañías chinas con tecnología 5G. La migración también estuvo sobre la mesa.

Luego, el diplomático estadounidense se trasladó a Guatemala, donde se reunió con el presidente Bernardo Arévalo y el canciller Carlos Ramiro Martínez. Arévalo calificó la presencia de Rubio como la chancc para abrir “nuevas oportunidades”. Además dijo, que “Guatemala es y seguirá siendo un socio para EE.UU.”. El presidente se comprometió a aumentar en 40 % el número de vuelos de deportados desde suelo estadounidense y de preparar políticas para el retorno de los migrantes. Por su parte, Rubio felicitó a Arévalo y le agradeció por su compromiso con el tema migratorio. El secretario también anunció que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE.UU. construirá dos puertos y otras obras de infraestructura en Guatemala. 

Por su parte, en República Dominicana, Rubio sostuvo el miércoles 5 una reunión con el mandatario Luis Abinader, con quien habló sobre la suspensión de la colaboración económica que entregaba la Agencia Norteamericana de Ayuda para el Desarrollo (USAID, hoy intervenida por el gobierno y comisariamente a cargo del mismo Rubio) para atender la migración, la seguridad regional y la grave crisis de Haití. En la posterior rueda de prensa conjunta, Abinader anunció la explotación de tierras raras en alianza con Washington, al tiempo que clamó por más recursos para la misión internacional desplegada en Haití.

Sobre lo último, Rubio manifestó su interés en trabajar en conjunto, con el apoyo del Cuerpo Ingenieros del Ejército de su país. 

Breve reseña sobre Luis Abinader - Elecciones 2020
Luis Abinader, presidente de la República Dominicana

Sin estridencias ni amenazas estentóreas Washington ha marcado mucho más durante este solo viaje los límites que los países del Caribe y América Central no deben traspasar en la relación con China que los militares estadounidenses en muchos viajes de años anteriores. Fiel a su trayectoria empresaria, el presidente norteamericano exige, amenaza e inventa conflictos para distraer la atención. Mientras tanto, avanza sus posiciones en otra dirección. Cuando sus interlocutores se dan cuenta, deben rendirse a las nuevas circunstancias. 

Del mismo modo, mientras que China y EE.UU. elevaban el tono de su litigio comercial, a cambio de sustanciales concesiones de sus vecinos el gobierno estadounidense pactó el lunes en sucesivos acuerdos con sus pares de México y Canadá posponer por 30 días la imposición de aranceles del 25% a las importaciones de esos países. 

“La pausa arancelaria de un mes da tiempo a México para dialogar y convencer a la administración de Donald Trump que la relación comercial fortalece a América del Norte frente a otras regiones del mundo”, aseveró la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. En un encuentro con empresarios en el Palacio Nacional la mandataria pidió el martes 4 a la iniciativa privada que acelere el Plan México para aumentar la proporción de componentes mexicanos en los productos que se exportan. También aprovechó el evento para agradecer a los jerarcas empresarios el apoyo que le brindaron el fin de semana, pues la comunicación de respaldo del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) y de otros sectores le dieron fortaleza para la llamada que sostuvo el lunes 3 con su homólogo estadunidense. Señaló que en el diálogo con Trump también obtuvo el analizar qué es lo que se planteará exactamente y el seguir fortaleciendo la economía nacional. Celebró, además, que, pese a la decisión que había anunciado el presidente estadunidense, el peso apenas se devaluó en relación al dólar. 

En otra declaración, el mismo martes, la presidenta reveló que, durante la conversación que sostuvo con su colega estadounidense no abordaron la polémica sobre la definición de los cárteles como “terroristas”, con la que ella está en desacuerdo. Y advirtió que EE.UU. no ha dicho qué va a pasar con los fabricantes de armamento cuyo arsenal termina de manera ilegal en manos de las organizaciones delictivas. 

Entre tanto, México inició el despliegue de 10.000 elementos de las fuerzas federales en la frontera con EE.UU., que reforzarán los operativos de seguridad y que, en particular, tendrán la misión de frenar el tráfico de fentanilo. Otros objetivos prioritarios son el control de la migración irregular así como del tráfico de armas de EE.UU. a México. 

El aplazamiento por 30 días en la imposición de aranceles comerciales se alcanzó en una llamada en la que se acordó que México reforzará la frontera norte con 10 mil elementos de la Guardia Nacional, para evitar el tráfico de drogas, en particular fentanilo, a Estados Unidos. Éste trabajará para evitar el trasiego de armas de alto poder que acaban en manos del crimen organizado y ambas partes dialogarán en mesas de trabajo en torno a temas de interés común con el objetivo de eliminar la amenaza arancelaria.


La presidenta Claudia Sheinbaum, al dirigirse a empresarios en un encuentro realizado en Palacio Nacional, el 4 de febrero de 2025

El gobierno mexicano teme la intervención de militares estadounidenses en territorio mexicano. No es casual que a las pocas horas del anuncio arancelario tuviera lugar una llamada entre el secretario de la Defensa de EE.UU., Pete Hegseth, y los secretarios de la Defensa y de la Marina de México. En esa comunicación Hegseth trasmitió la lógica de Trump: si el gobierno mexicano no acepta una mayor intervención de EE.UU., es porque esconde algún tipo de colusión con el crimen organizado. 

Desde hace algunas semanas las nociones de cooperación se ven reemplazadas por una vocación intervencionista cada vez más evidente. Para el gobierno de Claudia Sheinbaum esta pulsión implica un enorme desafío a su defensa de la soberanía nacional y, sobre todo, suscita el temor de que, ante una embestida frontal el narco pueda atacar a la población civil. Sin embargo, el sendero de la guerra comercial también es muy complicado para Sheinbaum. La semana pasada el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) confirmó que el año pasado la economía mexicana solo creció 1,4%, muy lejos del 3% que había pronosticado la secretaría de Hacienda, mientras que en 2023 el crecimiento había sido del 3,2%. Los proyectos desplegados por la presidenta, como el Plan México, pierden fuerza por los aranceles que, según estimó el BBVA, podrían llevar el tipo de cambio hasta los 24 pesos.

A caballo del acuerdo entre EE.UU. y México, el saliente primer ministro canadiense Justin Trudeau negoció con Donald Trump una postergación análoga, aunque a cambio de aceptar catalogar a los grupos del crimen organizado como “organizaciones terroristas”, una clasificación que socava el papel de la Justicia en la lucha contra la delincuencia y busca vulnerar la soberanía mexicana. Con esta actitud del canadiense Trump consiguió dividir a sus socios en el T-MEC y se prepara a negociar con ellos por separado.


Donald Trump, presidente de Estados Unidos de América

El presidente norteamericano ha mantenido el decreto que sugiere la complicidad de autoridades mexicanas con el narcotráfico y ha aprovechado la debilidad actual de Canadá, para imponer su tesis de que los cárteles del narcotráfico son “organizaciones terroristas”. Esta calificación justificaría la intromisión de militares norteamericanos en los asuntos internos de sus vecinos y la detención de personas sin intervención judicial.

Para iniciar su maniobra de ocupación de todo el subcontinente norteamericano, el presidente Donald Trump había anunciado ya el 23 de enero la creación de un sistema de defensa antiaérea “Cúpula de Hierro”. Las fuerzas armadas de Estados Unidos han tomado conciencia recientemente de que el sistema actual protege sólo ciertas partes del territorio estadounidense y no es capaz de destruir drones ni cohetes hipersónicos. 

Sin embargo, el problema principal de Trump no reside ni en los aranceles impuestos a sus vecinos y a China ni en el escudo de seguridad que el Pentágono quiere montar. Su verdadero problema está en la deuda pública norteamericana. Washington ha acumulado una deuda de 36 billones de dólares, pero sólo tiene ingresos anuales por impuestos de algo así como 5,5 billones. Desde 2021 el endeudamiento ha aumentado en 80%. Esta deuda es un gigantesco negocio para los grandes bancos, porque el Tesoro norteamericano nunca declarará la bancarrota y, por lo tanto, el pago de los intereses por los bonos de la deuda que coloca en la Bolsa está asegurado. Desde 1971, cuando se decretó la flotación libre del dólar, EE.UU. transfirió a todo el mundo el pago de su deuda imprimiendo dólares. Con la baja de la cotización de su divisa frente al oro, la Reserva Federal licuó la deuda pública del país y al mismo tiempo inundó el planeta con papeles verdes sin valor, pero que sirven para especular. 

Sin embargo, el problema amenaza con desbordar todo control. La economía occidental ha entrado en lo que los especialistas llaman “la espiral de la deuda”: para atraer interesados en comprar bonos de la deuda norteamericana, las tasas de interés internas deben mantenerse altas. Esta suba en el costo de la divisa internacional de cambio más usada encarece tanto los insumos transados en el mercado internacional como el crédito del que muchos países dependen, precisamente, para pagar las deudas que se han generado en etapas anteriores. La exacción del trabajo colonial del Sur Global (y ahora también de Europa) permite “rascar el fondo de la olla”, para proveer a Wall Street de dólares frescos, sin que se produzca (todavía) una explosión inflacionaria. No obstante, este juego tiene su límite en la paciencia de los pueblos, ya pronta a agotarse.

Con escaramuzas como la de este fin de semana Donald Trump puede alcanzar rápidamente el control político-militar del subcontinente y relativizar la influencia china, pero, si no puede utilizar la renta pública para el desarrollo de la infraestructura de comunicaciones y transportes a lo largo y a lo ancho de todo su área de dominio, no se creará el mercado continental que su industria necesita, para recuperar la vanguardia mundial. El presidente necesita imponer a los banqueros la baja de la deuda pública y la reconducción del crédito hacia la producción.

No va a ser tan fácil. En la primera reunión de política monetaria de la era Trump, después de tres recortes sucesivos en los tres últimos cónclaves, el miércoles 29 la FED mantuvo la tasa sin cambios en 4,50%. 

Sin plata el dominio norteamericano sobre su subcontinente será una cáscara vacía que pronto será rellenada por los chinos. Si Donald Trump quiere disputar a China el liderazgo mundial, tiene que doblegar a los banqueros y financistas. De lo contrario, “la espiral de la deuda” va a estallar en el futuro próximo en algún lado y va a desmoronar el edificio de papel del capitalismo norteamericano y ningún “cordón sanitario” en torno a América del Norte podrá evitarlo.

POR Aleksandr Dugin

La revolución de Trump

En estos momentos todos en Rusia y en el mundo se encuentran perplejos: se preguntan, ¿qué está pasando en los Estados Unidos? Sólo unos pocos expertos de nuestro país – en particular Alexander Yakovenko – comprenden realmente la importancia de los cambios que ocurren en los Estados Unidos. Yakovenko dijo con razón que “es una revolución”. Y realmente lo es.

El presidente electo Trump y su grupo de colaboradores más cercanos, entre los que destaca el apasionado Elon Musk, están realizando una actividad casi revolucionaria. Trump aún no ha tomado posesión de su cargo, algo que ocurrirá el 20 de enero, pero América y Europa ya han empezado a temblar. Se trata de un tsunami ideológico y geopolítico que, francamente, nadie esperaba. Muchos esperaban que, una vez elegido, Trump – como ocurrió en parte en el primer mandato de su presidencia – volviera a una política más o menos convencional, aunque con rasgos carismáticos y espontáneos. Sin embargo, ya se puede decir que no será así. Trump es una revolución. Precisamente en este periodo antes del traspaso del poder de Biden a Trump es cuando tiene sentido analizar de la manera más seria posible lo que está pasando en los Estados Unidos, porque, sin duda, algo está pasando allí, y es algo muy importante.

El Estado Profundo y la historia del ascenso estadounidense

En primer lugar, habría que aclarar cómo en primer lugar – dado el poder del Estado Profundo – pudo Trump haber sido elegido en primer lugar. Esto requiere una explicación bastante extensa.

El Estado Profundo en EEUU es el núcleo del aparato estatal donde se encuentra su élite ideológica y económica. El Estado, las empresas y la educación en EEUU son un único sistema de vasos comunicantes que no se encuentra para nada separados. A esto se añaden las tradicionales sociedades secretas y clubes estadounidenses que solían desempeñar el papel de centros de comunicación entre las élites. Todo este complejo suele denominarse Estado Profundo. En este caso, los dos partidos principales – los demócratas y los republicanos – son dos caras de la misma moneda que expresan variaciones de un único modelo ideológico-político y económico encarnado por el Estado Profundo. El equilibrio entre ellos está diseñado sólo para corregir algunos puntos menores, manteniendo una conexión con la sociedad en su conjunto.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos pasó por dos etapas: la época de la Guerra Fría con la URSS y el campo socialista (1947-1991) y el periodo del mundo unipolar o “fin de la historia” (1991-2024). En la primera etapa, EEUU era un socio igualitario con la URSS, y en la segunda, derrotó completamente a su oponente y se convirtió en la única superpotencia (o hiperpotencia) mundial político-ideológica. El Estado Profundo – no los partidos ni ninguna otra institución – se convirtió en el sujeto-portador de esta idea de la dominación mundial.

Desde la década de 1990 esta dominación empezó a adquirir el carácter de una ideología liberal de izquierdas. Su fórmula era una combinación de los intereses del gran capital internacional y la cultura individualista progresista. Esta estrategia fue adoptada en su mayor parte por el Partido Demócrata estadounidense y entre los republicanos contó con el apoyo de los “neoconservadores”. La idea principal era la convicción de que sólo quedaba por delante un crecimiento lineal y constante: tanto de la economía estadounidense como de la economía mundial, así como la expansión planetaria del liberalismo y de los valores liberales. Todos los Estados y sociedades del mundo parecían haber adoptado el modelo estadounidense: democracia política representativa, economía de mercado capitalista, ideología individualista y cosmopolita de los derechos humanos, tecnología digital, cultura posmoderna centrada en Occidente. El Estado profundo estadounidense compartía esta agenda y actuaba como garante de su imposición en la realidad.

Samuel Huntington y la invitación a corregir el rumbo

Sin embargo, ya desde principios de la década de 1990 se alzaron voces entre los intelectuales estadounidenses que advertían de la falacia a largo plazo de este planteamiento. Samuel Huntington fue quien mejor expresó esta postura al pronosticar un “choque de civilizaciones”, la multipolaridad y una crisis de la globalización centrada en Occidente. En su lugar, sugirió que la identidad estadounidense debía reforzarse en lugar de diluirse y que las demás sociedades occidentales debían unirse en el marco de una única civilización occidental, ya no global, sino regional. Pero en aquel momento parecía que esto no era más que el exceso de cautela por parte escépticos particulares. Y el Estado Profundo se puso totalmente del lado de los optimistas del “fin de la historia”, es decir, de Francis Fukuyama, el principal oponente de Huntington. Esto es lo que explica el curso continuo de los sucesivos presidentes de EE.UU.: Clinton, Bush, Obama (aunque la primera presidencia de Trump no encaja en esta lógica) y Biden. Tanto demócratas como republicanos (Bush hijo) expresaron una única estrategia político-ideológica del Estado Profundo: globalismo, liberalismo, unipolaridad y hegemonía.

Un rumbo tan optimista para los globalistas comenzó a enfrentarse a problemas ya a principios de la década de 2000. Rusia dejó de seguir ciegamente a Estados Unidos y empezó a reforzar su soberanía. Esto se hizo especialmente notable después del discurso de Putin en Munich en 2007, los acontecimientos en Georgia 2008 y culminó con la reunificación con Crimea en 2014 y el inicio de la Operación Militar Especial en el 2022. Todo esto iba completamente en contra de los planes de los globalistas. China, especialmente bajo el mandato de Xi Jinping, comenzó a aplicar una política independiente, beneficiándose de la globalización, pero levantando una dura barrera contra ella en cuanto su lógica entraba en conflicto con los intereses nacionales y amenazaba con debilitar la soberanía. En el mundo islámico crecían las protestas esporádicas contra Occidente, tanto a nivel de deseo de mayor independencia como de rechazo a los valores liberales que se imponían. En la India el Primer Ministro N. Modi llegó al poder con ayuda de los nacionalistas de derechas y los tradicionalistas. El sentimiento anticolonial comenzó a crecer África y los países de América Latina empezaron a sentirse cada vez más independientes de Estados Unidos y de Occidente en general. Esto llevó a la creación de los BRICS como prototipo de un sistema internacional multipolar en gran medida independiente de Occidente.

El Estado Profundo estadounidense se enfrenta a un grave problema: seguir insistiendo en su proyecto e ignorar el crecimiento antagonismo mundial, tratando de suprimirlo a través de los flujos de información, las narrativas dominantes y, finalmente, mediante la censura directa en los medios de comunicación y las redes sociales, o tener en cuenta estas tendencias y buscar una nueva respuesta a las mismas, cambiando su estrategia básica ante una realidad que ya no se corresponde con la valoración subjetiva de una serie de analistas estadounidenses.

Trump y el Estado Profundo

La primera presidencia de Trump todavía parecía un accidente, un fallo técnico. Sí, Trump llegó al poder en medio de una ola de populismo, apoyándose en aquellos círculos estadounidenses que cada vez más se daban cuenta de la inaceptabilidad de la agenda globalista y rechazaban lo woke (término usado por el liberalismo de izquierda para hablar del hiperindividualismo, políticas de género, feminismo, LGBT*, cultura de la cancelación, promoción de la migración, incluida la migración ilegal, teoría racial crítica, etc.). Fue entonces cuando se empezó a hablar del Estado Profundo en Estados Unidos. Había una contradicción creciente entre éste y el sentir de las amplias masas populares.

Pero entre 2016 y 2020 el Estado Profundo no tomó en serio a Trump y este último no logró aplicar reformas estructurales como presidente. Tras el final del primer mandato de Trump, el Estado Profundo respaldó a Biden y al Partido Demócrata, impulsando las elecciones y ejerciendo una presión sin precedentes sobre Trump, viéndolo como una amenaza para la unipolaridad globalista que Estados Unidos había estado siguiendo durante décadas con cierto éxito. De ahí el lema de campaña de Biden: Build Back Better, es decir, “Volvamos a construir, pero mejor”. Esto significaba: tras el “fracaso” de la primera administración Trump deberíamos volver a implementar la agenda liberal globalista.

Pero todo cambió entre 2020 y 2024. Aunque Biden, apoyándose en el Estado Profundo, restauró el curso anterior esta vez tuvo que demostrar que todos los indicios de la crisis del globalismo no eran más que “propaganda del enemigo”, “obra de agentes de Putin o China” y “maquinaciones de grupos marginales internos”.

Biden, apoyándose en la cúpula del Partido Demócrata estadounidense y en los “neoconservadores”, trató de presentar sus argumentos de tal manera que defendía que no se trataba de una crisis real, ni de problemas, ni del hecho de que la realidad contradecía cada vez más las ideas y los proyectos de los liberal-globalistas, sino de la necesidad de aumentar la presión sobre sus oponentes ideológicos: infligir una derrota estratégica a Rusia, frenar la expansión regional de China (el proyecto del Cinturón y la Franja), sabotear a los BRICS y otras tendencias de la multipolaridad, suprimir las tendencias populistas en EEUU y Europa e incluso eliminar a Trump (legal, política y físicamente). De ahí el fomento de métodos terroristas y el endurecimiento de la censura liberal de izquierdas. De hecho, fue bajo Biden cuando el liberalismo se convirtió finalmente en un sistema totalitario.

El Estado Profundo siguió apoyando a Biden y a los globalistas (entre sus representantes más significativos en Europa estaban Boris Johnson y Keir Starmer, Emmanuel Macron y Ursula von der Leyen). Las estructuras del ultra-globalista Soros también se han vuelto extremadamente activas, no sólo penetrando en todas las instituciones europeas, sino también desarrollando una actividad frenética para derrocar a Modi en la India, para preparar nuevas revoluciones de colores en el espacio post-soviético (Moldavia, Georgia, Armenia) y derrocar regímenes neutrales o incluso hostiles a los globalistas en el mundo islámico, como era el caso de Bangladesh y Siria.

Pero esta vez el apoyo del Estado Profundo estadounidense a los globalistas no fue incondicional, sino condicional. Biden y sus seguidores tenían que ganar, demostrando que no había nada malo con el globalismo y que se trataba de un problema técnico que podía resolverse con violencia ideológica, mediática, económica, política y terrorista. Fue el Estado Profundo el que actuó como juez en este caso.

Biden perdió la confianza del Estado Profundo

Pero Biden no tuvo éxito por múltiples razones. La Rusia de Putin no se rindió y soportó una presión sin precedentes: sanciones, un enfrentamiento con el régimen terrorista ucraniano, que contaba con el apoyo de todos los países occidentales, desafíos a la economía y un fuerte descenso en la venta de recursos naturales y la incapacidad de acceder a la alta tecnología. Rusia superó todo esto y Biden no consiguió ganarle a Rusia. China tampoco dio marcha atrás y prosiguió su guerra comercial con EE.UU. sin sufrir pérdidas críticas. Modi no fue derrotado en la campaña electoral. Los BRICS celebraron una excelente cumbre en Kazán, en el territorio de Rusia, la cual está en guerra con Occidente. Se produjo el ascenso de la multipolaridad. Israel, violando todas las reglas y normas internacionales, cometió un genocidio contra Gaza y Líbano, anulando cualquier retórica globalista, y Biden no tuvo más remedio que apoyarlo.

Lo más importante es que Trump no se rindió, consolidando el Partido Republicano a su alrededor a una escala sin precedentes y continúo radicalizando la agenda populista. De hecho, en torno a Trump surgió gradualmente una ideología independiente. Su tesis principal era que el globalismo había sido derrotado y que su crisis no era obra de sus enemigos o de la propaganda, sino del estado actual del mundo. En consecuencia, era necesario seguir el camino de S. Huntington, no el de Fukuyama, volver a la política del realismo y a las raíces de la identidad americana (más amplia – occidental), dejar los experimentos woke y las perversiones. En una palabra, ajustar la ideología americana a los canones del liberalismo clásico temprano, basado en el proteccionismo y el nacionalismo. Ese es el proyecto de MAGA: Make America Great Again.

El Estado Profundo cambió sus prioridades

Precisamente porque Trump logró defender su posición en el horizonte del espacio ideológico estadounidense, el Estado Profundo no dejó que los demócratas lo eliminaran. Biden (también debido al atrofiamiento de sus facultades) fracasó en su proyecto del Build Back Better, no convenció a nadie y eso llevó a que el Estado Profundo reconociera la crisis del globalismo y sus viejos métodos de difusión.

Por eso esta vez le dio a Trump la oportunidad de ser elegido e incluso de reunir a su alrededor a un grupo radical de trumpistas ideológicos, representados por figuras tan pintorescas como Elon Musk, J.D. Vance, Peter Thiel, Robert Kennedy Jr., Tulsi Gabbard, Kash Patel, Pete Hegseth, Tucker Carlson e incluso Alex Jones.

El problema es el siguiente: el Estado Profundo estadounidense, habiendo reconocido a Trump, se ha dado cuenta de la necesidad objetiva de revisar la estrategia global ideológica, geopolítica, diplomática, etcétera, de los Estados Unidos. Todo será sujeto a una minuciosa revisión a partir de ahora. Trump y el trumpismo, o más ampliamente el populismo, resultaron ser no un fallo técnico, no un cortocircuito accidental, sino una manifestación de una crisis real y fundamental del globalismo e incluso su fin.

El actual mandato de Trump no es sólo un episodio en la alternancia de demócratas y republicanos que perseguían los mismos objetivos custodiados y apoyados por el Estado Profundo independientemente de los resultados electorales de los partidos, sino que se trata del comienzo de un nuevo giro en la historia de la hegemonía estadounidense. Es una profunda revisión de su estrategia, su ideología, su diseño y sus estructuras.

El trumpismo como posliberalismo

Analicemos ahora de cerca los contornos ideológicos del trumpismo. El vicepresidente Vance se autodenomina explícitamente “posliberal”. Esto significa una ruptura completa y total con el liberalismo de izquierdas que se ha establecido en Estados Unidos en las últimas décadas. El Estado Profundo, que no tiene ideología alguna, está ahora aparentemente dispuesto a aceptar esta revisión del liberalismo e incluso promocionar un desmantelamiento del mismo. Así, ante nuestros ojos, el trumpismo está adquiriendo los rasgos de una ideología independiente, en muchos aspectos directamente opuesta al liberalismo de izquierdas que dominaba hasta hace muy poco.

El trumpismo como ideología es heterogéneo y tiene varias corrientes, pero su estructura general ya está más o menos clara. En primer lugar, el trumpismo niega el globalismo, el liberalismo de izquierdas (progresismo) y lo woke.

El trumpismo como negación del globalismo

El trumpismo rechaza abiertamente el globalismo, es decir, creer que toda la humanidad es un mercado único y un espacio cultural donde las fronteras entre los Estados-nación son cada vez más difusas debido a que los mismos Estados las suprimen progresivamente, transfiriendo sus competencias a autoridades supranacionales (como la UE). Los globalistas creen que esto conducirá al establecimiento de un Gobierno Mundial, como han declarado explícitamente Klaus Schwab, Bill Gates y George Soros. Todos los habitantes de la Tierra se convierten en ciudadanos del mundo (cosmopolitas) y reciben los mismos derechos en el contexto de un entorno económico, tecnológico, cultural y social común. La agenda de la pandemia y medioambiental son una herramienta de ese proceso conocido como el Great Reset.

Eso es completamente inaceptable para el trumpismo. En su lugar, el trumpismo insiste en la preservación de los Estados-nación o en su integración en civilizaciones, al menos en el contexto de la civilización occidental, donde el papel de Estados Unidos es unir a Occidente en torno a sí mismo. Pero unirse no bajo la égida de la ideología liberal globalista, sino bajo el estandarte del trumpismo. Esto recuerda mucho a S. Huntington, que abogaba por la consolidación de Occidente como un medio para confrontar a otras civilizaciones. En general, a esto se le denomina “realismo” en las relaciones internacionales, que reconoce la soberanía nacional y no exige su abolición. Un corolario del rechazo al globalismo es la crítica a la vacunación y a la agenda verde. En este caso, figuras como Bill Gates y George Soros son consideradas la encarnación del mal.

El trumpismo como anti-wokismo

Los trumpistas igualmente se oponen a la ideología woke (literalmente despierto) que consistente en:

⦁ En la política de género y la legalización de la perversión;

⦁ En la teoría racial crítica que llama a los pueblos anteriormente oprimidos a vengarse de los blancos;

⦁ En el fomento de la migración, incluida la ilegal;

⦁ En la cultura de la cancelación y la censura liberal;

⦁ Y el postmodernismo.

En lugar de estos valores “progresistas” y antitradicionales de los liberales, el trumpismo llama a volver a los valores tradicionales (como los entiende EEUU y la civilización occidental), siendo esta una ideología anti-wokista.

En lugar de la teoría de la infinidad de géneros posibles se proclama que solo existen dos géneros naturales. Los transexuales y la comunidad LGBT* son considerados como perversiones marginales y no como una norma social. Se rechaza el feminismo y su virulenta crítica de la masculinidad y el patriarcado, lo que significa que la masculinidad y el papel de los hombres en la sociedad recuperan su posición central. Ya nadie tiene que pedir perdón por ser hombre. Por eso al trumpismo se le llama a veces bro-revolution, “la revolución de los hombres”.

En lugar de la teoría racial crítica se proclama la rehabilitación de la civilización blanca, pero el racismo blanco sólo es característico de las corrientes más extremistas del trumpismo. Por lo general, se limita a un simple rechazo de la crítica a los blancos por parte de los no blancos, siempre y cuando estos últimos no exijan el arrepentimiento obligatorio de los blancos.

Trumpismo vs. migración

El trumpismo exige restricciones a la inmigración y la prohibición total de los inmigrantes ilegales con su deportación. Los trumpistas exigen una identidad nacional común: se supone que todos los que llegan a las sociedades occidentales procedentes de otras civilizaciones y culturas deben aceptar los valores tradicionales occidentales, en lugar de dejarlos hacer lo que quieran como insiste el multiculturalismo liberal. El trumpismo es especialmente duro contra los inmigrantes ilegales y el flujo de inmigrantes procedentes de América Latina, que está cambiando el equilibrio étnico en Estados enteros, donde los latinos se están convirtiendo en mayoría. Además, les preocupan las comunidades islámicas, que también están en constante crecimiento y no aceptan categóricamente las actitudes y exigencias occidentales (sobre todo teniendo en cuenta que los liberales no les exigieron que lo hicieran, sino que, por el contrario, consintieron a las minorías de todas las maneras posibles). Desde otro punto de vista, principalmente económico, los trumpistas tienen una actitud extremadamente negativa hacia China y sus negocios en EEUU. Muchos de ellos exigen la confiscación directa de los territorios e industrias que posee China en Estados Unidos.

Los afroamericanos no son considerados un gran problema, pero cuando empiezan a unirse en comunidades políticas agresivas como BLM (Black Lives Matter) y convierten a criminales y drogadictos en héroes (como en el caso de George Floyd), los trumpistas reaccionan con dureza y decisión. Está claro que la historia de Floyd y su “canonización” pronto será revisada.

El trumpismo frente a la censura liberal de izquierdas

Los trumpistas se oponen totalmente a la censura liberal de izquierdas bajo el pretexto de la corrección política y la lucha contra el extremismo, los liberales han construido un elaborado sistema de manipulación de la opinión pública, aboliendo de hecho la libertad de expresión, tanto en los principales medios de comunicación como en las redes sociales que controlan. Cualquiera que se opusiera mínimamente o se desviara de la agenda liberal de izquierdas era inmediatamente tachado de “extrema derecha”, “racista”, “fascista” y “nazi”, siendo sometido a la exclusión, ataques constantes, persecución legal e incluso la cárcel. La censura se hizo gradualmente total y el trumpismo, junto con otros movimientos antiglobalistas (principalmente en Rusia), así como las corrientes populistas europeas o los partidarios de la multipolaridad, se convirtieron en su objetivo principal.

Las élites liberales consideraron abiertamente a los ciudadanos de a pie como elementos débiles e inconscientes de la sociedad y redefinieron la democracia, ya no como el “gobierno de la mayoría” sino como el “gobierno de la minoría”. Todo lo que no coincidía con la agenda liberal de izquierdas era etiquetado como “noticias falsas”, “propaganda de Putin”, teorías conspirativas y opiniones extremistas peligrosas que requerían medidas punitivas. Así, la zona de lo aceptable se redujo drásticamente y todo lo que difería de los dogmas del liberalismo woke y ultraizquierdista fue reconocido como inadmisible, perseguido y atacado. Esto se aplicó a todos los principios del liberal-mundialismo: género, migración, teoría racial crítica, vacunación, etcétera. De hecho, el liberalismo se volvió totalitario y totalmente intolerante, entendiendo por “inclusividad” únicamente a quienes apoyaban el liberalismo.

El trumpismo rechaza radicalmente esto y exige el retorno de la libertad de expresión, abolida gradualmente en las últimas décadas. No se debe dar preferencia a ninguna ideología y se debe defender la libertad de opinión de todo el espectro ideológico, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, siendo ese uno de los elementos centrales del trumpismo.

Trumpismo vs. postmodernismo

Los trumpistas también rechazan el posmodernismo, que suele asociarse a las tendencias liberales de izquierda “progresistas” en la cultura y el arte. Al mismo tiempo, el trumpismo aún no ha desarrollado su propio estilo y se limita a desplazar a la cultura posmodernista de su pedestal y a reclamar una diversificación de las actividades culturales. En general, el posmodernismo y su inherente nihilismo activo son opuestos a la defensa del trumpismo de los valores tradicionales: religión, deporte, familia, moralidad, etc. En su mayoría, los partidarios del trumpismo no son intelectuales sofisticados y exigen más bien una relativización de la dictadura posmoderna y una reconsideración de convertir al arte en algo degenerado.

Pero algunos ideólogos del trumpismo, por el contrario, proponen asumir la posmodernidad como tal de manos de los liberales de izquierda y construir un posmodernismo alternativo, un “posmodernismo de derecha”, por así decirlo. Llaman a adoptar el principio de la ironía y la deconstrucción, volviéndolo contra las fórmulas y cánones liberal izquierdistas, aunque anteriormente se hayan utilizado contra los tradicionalistas y conservadores.

Ya en la primera campaña electoral de Trump, sus partidarios se unieron en la plataforma 4chan, iniciando una producción en serie de memes irónicos y discursos absurdistas burlándose y provocando deliberadamente a los liberales. Algunos de ellos (como Curtis Yarvin o Nick Land) fueron incluso más allá y plantearon la tesis de una “Ilustración Oscura”, ofreciendo una lectura contraliberal de la misma e incluso pidiendo la instauración de una monarquía en EE.UU. El segundo al mando de Trump y que sin duda aseguró su victoria, Elon Musk, combina los valores tradicionales y la política de derechas con una carrera futurista hacia el futuro y un énfasis en el desarrollo tecnológico, algo posmoderno. Peter Thiel, uno de los mayores empresarios de Silicon Valley, sigue la misma línea.

De Hayek a Soros y viceversa.

La historia política de la humanidad en el último siglo, desde el punto de vista de los liberales de izquierda, ha pasado del liberalismo clásico a su versión izquierdista e incluso de extrema izquierda. Mientras que los liberales clásicos permitían las perversiones, pero sólo a nivel individual, nunca las convirtieron en norma, y mucho menos en ley. Los liberales progresistas han hecho exactamente lo contrario a lo que hacían los viejos liberales: han empezado a erradicar cualquier forma de identidad colectiva, llegando el individualismo hasta el absurdo.

Podemos rastrear este proceso a través del ejemplo de tres figuras icónicas de la ideología liberal del siglo XX: Friedrich von Hayek, el fundador del neoliberalismo, creía que debíamos rechazar cualquier ideología que prescribiera lo que un individuo debía pensar y hacer. Esto no dejaba de ser el viejo liberalismo clásico, que celebraba la libertad individual total y un mercado sin restricciones. Su discípulo Karl Popper desarrolló su crítica a las ideologías totalitarias del fascismo y el comunismo, lo que incluía a Platón y Hegel. Aunque los tintes totalitarios de Popper son ya claramente perceptibles. Popper llamaba a los liberales y partidarios del liberalismo como defensores de la “sociedad abierta”, y a todos los que piensan de otro modo los llamaba “enemigos de la sociedad abierta” e incluso prescribe que deben ser eliminados deliberadamente antes de que puedan perjudicar a la “sociedad abierta” o interferir en su formación. El discípulo de Popper, George Soros, da un paso más en esta dirección, llamando al derrocamiento de cualquier régimen antiliberal, apoyando a los movimientos más radicales – a menudo terroristas – que se oponen a regímenes tribalistas y castigando, criminalizando y eliminando sin piedad a los oponentes de la “sociedad abierta” en Occidente. Soros declaró que Trump, Putin, Modi, Xi Jinping y Orban eran sus enemigos personales y comenzó a luchar activamente contra ellos (utilizando el enorme capital obtenido a través de la especulación). Fue él quien ideó las revoluciones de colores en Europa del Este contra la antigua Unión Soviética al igual que en el mundo islámico,e incluso en el sudeste asiático y África. Apoyó plenamente medidas atroces para restringir las libertades personales durante la pandemia, promoviendo la vacunación universal forzosa y persiguiendo con dureza a cualquier disidente cobarde. El nuevo liberalismo se volvió descaradamente totalitario, extremista y terrorista.

El trumpismo propone invertir esta secuencia Hayek-Popper-Soros y volver al principio, es decir, al liberalismo permisivo antitotalitario y clásico de von Hayek. Algunos trumpistas van incluso más lejos y piden volver al tradicionalismo americano que precedió a la Guerra Civil estadounidense.

Contradicciones dentro del trumpismo

Nuestro anterior repaso da una idea de los contornos más generales de la ideología del trumpismo. Sin embargo, se puede observar que dentro del trumpismo existen varias corrientes, en parte antagónicas, dentro de un movimiento general. Todos los trumpistas comparten en mayor o menor medida los puntos antes mencionados, pero ponen sus acentos en uno u otro punto, incluso entrando en contradicción con otras corrientes del movimiento.

Una de las líneas divisorias es lo que recientemente se ha denominado “el conflicto entre los tecnócratas de derechas y los tradicionalistas de derechas”: la derecha tecnológica y la derecha tradicional. El líder indiscutible y símbolo de los tecnócratas de derechas es Elon Musk que combina el futurismo tecnológico (tech right), las promesas de un vuelo humano a Marte, el desarrollo de nuevas tecnologías con la promoción de valores conservadores y el apoyo activo al populismo de derechas. Su posición es bien conocida y ahora está siendo evaluada por Occidente.

Incluso antes de la toma de posesión de Trump, Musk comenzó a promover activamente una nueva agenda conservadora de derechas en su red social x.com, contraponiéndose a la agenda de Soros. Este último estaba tejiendo activamente una red liberal de izquierdas a nivel mundial, sobornando a políticos y cambiando regímenes en países hostiles a él, así como en países neutrales e incluso amigos. Ahora Elon Musk ha retomado esta tarea, y probablemente contará con el apoyo de Zuckerberg, el creador de Meta**, que recientemente se alineó con el trumpismo y prometió abolir la censura woke en sus redes Instagram** y Facebook**. Musk y el creador de PayPal Peter Thiel, junto con Zuckerberg, representan a los “tecnócratas de derechas”.

Pero dentro de Estados Unidos existe otra línea trumpista representado principalmente por Steve Bannon, exasesor de seguridad nacional de Trump (durante su primer mandato). Bannon y sus partidarios han sido apodados “tradicionalistas de derecha” (trad right).

El conflicto surgió en torno a la concesión de permisos de residencia a inmigrantes legales, que Musk apoyó y Bannon rechazó tajantemente. Esto último articuló las posiciones del nacionalismo estadounidense, cuyos partidarios son también el apoyo electoral más importante de Trump, exigiendo procedimientos más complicados para obtener la ciudadanía estadounidense y esgrimiendo la tesis “América para los americanos”. Muchos apoyaron a Bannon, quien señaló a Musk que hacía poco que se había unido a los conservadores, mientras que los nacionalistas estadounidenses llevaban décadas luchando. Así es como en el trumpismo vemos las contradicciones entre el globalismo de derechas, el futurismo y la tecnocracia, por un lado, y el nacionalismo de derechas, por otro. Esta polémica ha sido abordada recientemente con ingenio por el cómico estadounidense antiwoke Sam Hyde.

Ha surgido otra línea de confrontación entre los trumpistas proisraelíes y antisraelíes. Es sabido que Trump, el vicepresidente Vance y Pet Hegseth, nominado como secretario de Defensa estadounidense en la nueva administración, se encuentran entre los partidarios incondicionales de Israel. La elección de Trump fue probablemente en parte consecuencia de su postura proisraelí y de su pleno apoyo personal a Netanyahu. El lobby judío es extremadamente fuerte en Estados Unidos.

Pero al mismo tiempo, realists como John Mearsheimer, Jeffrey Sachs o el famoso periodista inconformista y reportero de investigación Alex Jones no aceptan categóricamente esta vertiente del trumpismo, insistiendo en que Estados Unidos debería adoptar una visión más sobria del equilibrio de poder en Oriente Próximo y seguir una política de sus intereses directos, que la mayoría de las veces no coinciden en absoluto con los intereses de Israel. Al mismo tiempo, los partidarios de Trump pueden ocupar posiciones diferentes en estos dos asuntos. Por ejemplo, Alex Jones, que critica a Israel, apoya a Musk, mientras que el oponente de Musk, Steve Bannon, apoya a Israel.

Trumpismo y teoría generacional

Merece la pena decir unas palabras sobre la teoría generacional desarrollada hace algún tiempo por un par de autores, William Strauss y Neil Howe que servirá para explicar en cierta medida el lugar que ocupa el trumpismo en la historia política y social estadounidense.

Según su teoría en Estados Unidos existe un sistema de ciclos grandes (de unos 85 años, la duración convencional de la vida humana) y ciclos pequeños. Cada gran ciclo (saeculum, siglo) consta de cuatro partes o vueltas. Estas cuatro partes pueden considerarse como cuatro estaciones. La primera se llama “Alta” y se corresponde a la primavera. El segundo se llama “Despertar” y corresponde al verano. El tercero se llama “Desenvolvimiento” corresponde al otoño. Y la cuarta se llama “Crisis”, que se corresponde al invierno. Cada ciclo dura aproximadamente 21 años y va acompañado de una determinada generación. Por eso la teoría se denomina “teoría de las generaciones”. Se suele hacer referencia a ella cuando se utilizan expresiones como “la gran generación” (1900-1923), “la generación silenciosa” (1923-1943), “la generación del baby boom” (1943-1963), “la generación X” (1963-1984), “la generación Y” (1984-2004) o “la generación Z o millennials” (2004-2024).

La teoría Strauss-Howe describe los años 40-50 del siglo XX como la primera generación del gran ciclo. Se trata de la primera vuelta del “gran ciclo” que los autores denominan “Alto”. Este periodo se caracteriza por una poderosa movilización de la población, el auge social y el fortalecimiento de las instituciones sociales. Es una época de entusiasmo, optimismo, solidaridad y valores fuertes. Sigue el segundo ciclo: los años 60-70 del siglo XX, el “Despertar”. Es la época donde todo se centra en el mundo interior: la época de los hippies, los psicodélicos y las búsquedas espirituales. Paralelamente, se produce un giro hacia el individualismo (espiritual) y comienza la corrosión de la solidaridad social. Es la época de la música rock y la liberación de las costumbres. Luego llega el ciclo de la descomposición gradual: los años 80-90 del siglo XX, es decir, el “Desenvolvimiento”. Se pasa del individualismo espiritual al individualismo cotidiano y materialista. La sociabilidad se corroe y descompone. Los hippies y el rock clásico son sustituidos por el punk (sin futuro), el techno y la música industrial. De la década de 2000 a la de 2020 se produce el ciclo de la “Crisis”, el actual, marcado por el atentado terrorista de los fundamentalistas islámicos contra el Centro de Comercio Libre de Nueva York: el 11 de septiembre. Le sigue la intensa intervención de EEUU en diferentes partes del mundo, luego la pandemia y la guerra en Ucrania. El tejido social se desintegra por completo. El optimismo se desvanece. La sociedad degenera rápidamente. Es la agonía final del último ciclo donde republicanos incompetentes o demócratas imbéciles llegan al poder: Bush Jr., el narcisista de Obama, el viejo demente de Joe Biden. El individualismo promueve la legalización de la perversión, el wokismo, las políticas de género, el posthumanismo y la ecología profunda.

La elección del 2024 se dio en el contexto de la teoría generacional del cambio de ciclo (saeculum). El trumpismo representa el Nuevo Siglo y el momento del comienzo de un nuevo ciclo, uno “Alto”. Todas las tendencias del siglo anterior, y especialmente de la “Crisis”, se dejan de lado. El liberalismo en forma de wokismo es descartado. El próximo ciclo comienza con nuevas actitudes, principios y reglas. Trump pone fin a la “Crisis” y marca la transición hacia lo “Alto”.

Esta teoría generacional tuvo una recepción bastante favorable por parte de los académicos, pero cuando los liberales se dieron cuenta de que esta teoría estaba socavando su credibilidad ideológica, la atacaron mordazmente, tratando de demostrar que no era científica. Irónicamente, la disputa sobre si es científica o acientífica determinó el resultado de las elecciones de 2024 y la victoria de Trump sobre una parte del Estado Profundo. Es probable que algunas partes del Estado Profundo estén familiarizadas con la “teoría Strauss-Howe” y la consideren seriamente. En caso de ser real esta teoría, entonces no debe sorprendernos el rápido desmantelamiento que esta sufriendo el liberalismo de izquierdas y sus estructuras, no tiene sentido considerar el trumpismo como algo pasajero y temporal, tras lo cual habrá un retorno a todo lo anterior. Lo más probable es que ese retorno no vuelva a producirse, ya que el gran ciclo ha cambiado. Al menos si esta teoría es correcta. Hasta ahora parece bastante convincente.

La geopolítica del trumpismo

Pasemos ahora a otro aspecto del trumpismo: la política exterior, lo cual requiere que estudiemos en detalle el americanocentrismo y al expansionismo estadounidense.

Los ejemplos más claros son los anuncios de Trump sobre la anexión de Canadá como Estado 51, la compra de Groenlandia, el control del Canal de Panamá y el cambio de nombre del Golfo de México por el de Golfo de América. Todos estos son signos claros de un realismo ofensivo en las relaciones internacionales y, además, un retorno a la Doctrina Monroe después de un siglo de dominio de la Doctrina Wilson. La Doctrina Monroe del siglo XIX proclamaba que la prioridad de la política exterior estadounidense era establecer el control sobre el continente norteamericano y, en parte, sobre el sudamericano, con el fin de debilitar o eliminar la influencia de las potencias europeas del Viejo Mundo sobre el Nuevo Mundo. La Doctrina Wilson, esbozada tras la Primera Guerra Mundial, se convirtió en la hoja de ruta de los globalistas estadounidenses al desplazar el centro de atención de EEUU como Estado-nación a una misión planetaria de extender las normas de la democracia liberal a toda la humanidad y mantener sus estructuras a escala mundial. Los mismos Estados Unidos pasaron a un segundo plano frente a esta misión internacional.

Durante la Gran Depresión Estados Unidos se desinteresó por la Doctrina Wilson, pero tras la Segunda Guerra Mundial volvieron a ella. De hecho, ha dominado las últimas décadas. En este caso, por supuesto, no importaba quién fuera el dueño de Canadá, Groenlandia o el Canal de Panamá: todos ellos eran regímenes liberal-democráticos controlados por la élite globalista.

Hoy Trump cambia drásticamente este enfoque: los EE.UU. como Estado vuelve a “importar” y exige que Canadá, Dinamarca y Panamá se sometan ya no al Gobierno Mundial (que Trump está disolviendo), sino a Washington, los EE.UU. y el mismo Trump, como  líder carismático del ciclo de lo “Alto”. El mapa de Estados Unidos con cincuenta y un Estados (si se cuenta Puerto Rico), Groenlandia y el Canal de Panamá ilustra vívidamente este giro de la Doctrina Wilson a la Doctrina Monroe.

Desmantelamiento de los regímenes globalistas en Europa

Lo que más ha desconcertado a Occidente es la rapidez con la que los trumpistas, incluso antes de asumir el poder, han comenzado a aplicar su programa a nivel internacional. Por ejemplo, Elon Musk en la red social X comenzó una campaña activa en diciembre del 2024 para eliminar a los líderes indeseables (para los trumpistas) en los Estados Unidos de América. Anteriormente esto lo hacían las estructuras de Soros para favorecer a los globalistas. Musk, sin perder tiempo, comenzó a realizar campañas similares, pero sólo a favor de los antiglobalistas y populistas europeos como “Alternativa para Alemania” y su líder Alice Weidel, Nigel Farage en Gran Bretaña y Marine Le Pen en Francia. También contra el gobierno danés, que no quería renunciar voluntariamente a Groenlandia, y Trudeau en Canadá, que se oponía a que su país se convirtiera en el verdadero 51º Estado de EEUU.

Los globalistas europeos, que son eslabones de la red que estaba antes en el poder, estaban completamente desconcertados y objetaron la interferencia directa de EE.UU. en la política europea, a lo que Musk y los trumpistas señalaron razonablemente que en su momento ninguno de ellos se quejó de Soros y su interferencia. ¡Ahora ha llegado una nueva versión! Si EE.UU. es el señor del mundo, entonces obedezcan, al igual que obedecieron a Obama, Biden y Soros, es decir, al Estado Profundo.

Musk, y muy probablemente Thiel, Zuckerberg y otros magnates de las redes globales, han comenzado a desmantelar el sistema globalista – principalmente en Europa – y a llevar al poder a líderes populistas que comparten las ideas y estrategias de los trumpistas. Quienes encajan en su modelo serían la Hungría de Orbán, la Eslovaquia de Fico y la Italia de Meloni, es decir, aquellos regímenes que ya habían apostado por los valores tradicionales y se oponían a los globalistas con mayor o menor resistencia.

Pero los trumpistas pretenden cambiar el poder por cualquier medio necesario en el resto de los países, haciendo lo mismo que sus predecesores globalistas. Ahora bien, una campaña sin precedentes ha sido lanzada por Musk contra Keir Starmer en Gran Bretaña, donde ha sido expuesto como un apologista e incluso brindado apoyo a “bandas de inmigrantes y violadores paquistaníes en el Reino Unido”. Si un ataque tan duro viene de Washington, entonces los británicos lo toman en serio. Musk está haciendo algo similar contra Macron y los liberales alemanes que intentan frenar el ascenso del populismo de derechas de Alternativa para Alemania.

Europa ya era proamericana, pero ahora Washington cambió de ideología al menos en 90 grados, si es que no lo hizo en 180 grados. Y tal giro resulta insoportable para los gobernantes europeos, que acaban de aprender a seguir los deseos de su amo como obedientes animales amaestrados en un circo. Se les exige que denuncien de inmediato aquello a lo que han servido fielmente (o más bien, cínica y falsamente) y que juren lealtad a la nueva ideología trumpista. Algunos jurarán, otros se resistirán. Pero el proceso se ha puesto en marcha: los trumpistas están demoliendo a los liberales y globalistas en Europa siguiendo las ideas de Huntington. Los trumpistas necesitan un Occidente consolidado como civilización integrada geopolítica e ideológicamente. De hecho, hablan de crear un Imperio estadounidense abiertamente.

El consenso antichino del trumpismo

Otra línea fundamental de los trumpistas en política internacional es la oposición a China. Para ellos, representa una combinación de lo que odian del liberalismo de izquierdas y del globalismo: la ideología de izquierdas y el internacionalismo. La RPC encarna ambas cosas a sus ojos y la asocian con las políticas de los globalistas estadounidenses.

Por supuesto, la China moderna es un fenómeno mucho más complejo, pero el consenso trumpista es que China, como bastión de la civilización no blanca y no occidental, ha utilizado la globalización en su beneficio y no sólo se ha elevado a la categoría de polo independiente, sino que también ha comprado gran parte de la industria, los negocios y las tierras estadounidenses. La deslocalización de la industria al sudeste asiático en busca de mano de obra más barata ha despojado a EEUU de su potencial industrial, de su soberanía y ha hecho al país dependiente del exterior. Además, la ideología particular de China la hace ingobernable a los ojos de Washington. Los trumpistas culpan del milagro chino a los globalistas y China es su principal enemigo. En comparación con China, Rusia parece un problema secundario y, de momento, no interesa. En cambio, China se está convirtiendo en el enemigo número uno. Una vez más, toda la culpa del desorden mundial se atribuye a los globalistas estadounidenses.

La tendencia proisraelí del trumpismo

El segundo tema importante del trumpismo en política exterior es el apoyo a Israel y a la extrema derecha israelí. Ya hemos dicho que no existe consenso entre los propios trumpistas sobre el tema, pues existe una facción anti-israelí, pero en general la mayoría son proisraelíes debido a la teoría protestante del judeocristianismo, que asume la llegada del Masiaj judío como el momento de la conversión de los judíos al cristianismo y su rechazo del islam. La islamofobia de los trumpistas alimenta su solidaridad con Israel (y viceversa), lo que en general influye en su política hace el Oriente Medio.

En este sentido, el polo chií del islam, el más activo en su política antiisraelí, es visto por los trumpistas como el principal mal de todos. De ahí su violento rechazo a Irán, a los chiíes iraquíes y a los houthis yemeníes, así como a los alauíes de Siria. El trumpismo tiene un duro sesgo antichií y, en general, es leal al sionismo de derechas y de extrema derecha.

Trumpismo vs. Latinos

El factor latino es crucial desde el punto de vista de la política interior estadounidense. Aquí también es importante S. Huntington, que hace varias décadas llamó la atención sobre el hecho de que la principal amenaza para la identidad norteamericana y los WASP (White Anglo-Saxon Protestant, protestante anglosajón blanco) eran los flujos de inmigración latinoamericana, que tiene una identidad católica-latina completamente diferente. Hasta cierto punto, sostiene Huntington, los anglosajones fueron capaces de asimilar a otros pueblos por medio del melting pot, pero con los flujos masivos de latinos hacen eso imposible.

De ahí que la fobia hacia la migración en los Estados Unidos sea tan importante, especialmente su aversión a la migración masiva procedente de países latinoamericanos. Fue contra esta ola que Trump comenzó a construir el Gran Muro durante su primer mandato en la presidencia.

Esto también influye en la actitud del trumpismo hacia los países latinoamericanos: los ven como izquierdistas y una fuente de criminalidad. El regreso de la Doctrina Monroe significa que EE.UU. debe controlar a los países latinoamericanos, lo cual conduce directamente al deterioro de las relaciones con México y, en particular, el control total del Canal de Panamá.

El olvido de Rusia y Ucrania

Rusia parece ser un factor sin importancia en la política internacional de los trumpistas. No tienen una ideología rusofoba a priori como los globalistas, pero tampoco sienten mucha simpatía por Rusia. Hay algunos rusófilos entre los trumpistas que creen que Rusia es una parte de la civilización cristiana blanca y que resulta terrible e imprudente empujarla hacia los chinos. Pero son una minoría. Para la mayoría de los trumpistas, Rusia es simplemente irrelevante. Económicamente, no representa una competencia seria (a diferencia de China), no tiene una gran diáspora en los Estados Unidos y el conflicto con Ucrania es algo regional, sin importancia, que los globalistas (enemigos de los trumpistas) son responsables de provocar.

Por supuesto, sería bueno poner fin al conflicto en Ucrania, pero si esto no es posible, los trumpistas dejarán la solución a los regímenes globalistas europeos, que se agotarán y debilitarán en tal confrontación. Y esto solo beneficia a los trumpistas. Ucrania, por otra parte, no es algo importante y significativo y sólo llama la atención de los tumpistas por las para denunciar el aventurismo corrupto de un Obama y Biden. Por supuesto, en el conflicto ruso-ucraniano los trumpistas no son pro-rusos, pero no apoyan a Ucrania, especialmente como sucedió bajo la administración de Biden.

La multipolaridad pasiva del trumpismo

Merece la pena considerar la actitud del trumpismo ante la multipolaridad. La teoría de un mundo multipolar es difícilmente aceptable para ellos. El trumpismo es una nueva versión de la hegemonía estadounidense, pero la unipolaridad tiene aquí un contenido y una naturaleza completamente distintos al globalismo. En el centro del sistema mundial está Estados Unidos y sus valores tradicionales, es decir, el Occidente cristiano blanco, bastante patriarcal, pero que también reconoce la libertad, el individuo y el mercado. A todos los demás se les invita a seguir a Occidente o a quedar fuera de su zona de prosperidad y desarrollo.  No existe inclusividad, sino exclusividad. Occidente es un club al que hay que esforzarse para entrar.

Por lo tanto, a los trumpistas no les importan en absoluto las demás civilizaciones. Si insisten en su propio camino, que lo hagan. Es peor para ellos. Pero si quieren unirse a Occidente, tendrán que pasar una serie de exámenes. Y seguirán siendo sociedades de segunda clase. Es decir, no se trata de una multipolaridad activa y afirmativa, sino pasiva y permisiva: dicen que no podéis ser Occidente, sed vosotros mismos. Los trumpistas no van a construir un mundo multipolar, pero no tienen nada en contra. Surgirá de todos modos por un principio residual. No todo el mundo puede ser Occidente y el resto puede esforzarse por alcanzar este objetivo o aceptar seguir siendo ellos mismos.

Multipolaridad intraamericana

El elemento más importante de la ideología del trumpismo es que se concentra en los problemas internos de Estados Unidos. Las tesis de MAGA y America First lo enfatizan. Por eso los trumpistas se enfrentan al fenómeno de la multipolaridad no tanto en política exterior como en política interior. Sí, buscan establecer la hegemonía estadounidense sobre nuevas bases ideológicas, pero la política interior sigue siendo su prioridad. El trumpismo se enfrente principalmente con el mismo Estados Unidos y no le interesa la multipolaridad o las civilizaciones independientes.

La teoría del mundo multipolar considera que existen siete grandes civilizaciones: occidental, ruso-euroasiática, china, india, islámica, africana y latinoamericana. Todas ellas forman una estructura heptarquial, en la que algunos polos ya están consolidados en Estados-Civilizaciones, mientras que otros se encuentran en un estado virtual. Este (con el añadido de la civilización japonesa-budista) es exactamente el escenario que describió Huntington. En política exterior, el trumpismo no se preocupa demasiado por la heptarquía. A diferencia de los globalistas, los trumpistas no tienen interés en sabotear la multipolaridad y atacar a los BRICS, pero tampoco están claramente interesados en promover la multipolaridad. Por lo tanto, la heptarquía se deja de lado frente a la política interna, siendo esta última una prioridad. Estamos hablando de diásporas masivas y a veces muy significativas en Estados Unidos. Desde que se han abolido las normas del wokismo y la inclusividad, vuelve a ser posible hablar libremente de razas, etnias e identidades religiosas en EEUU.

El gran problema, como hemos visto, es la diáspora latina que amenaza la propia identidad WASP de Estados Unidos, la cual está erosionando rápidamente. De ahí la demonización de todo lo que se asocia con los latinos: la mafia étnica, el flujo de inmigrantes a través del muro, la distribución de drogas por parte de los cárteles latinoamericanos, el comercio de bienes vivos, etcétera. La imagen que los estadounidenses tienen de América Latina es negativa y destructiva. Por lo tanto, el polo latinoamericano es visto de forma oscura, lo que ya empieza a reflejarse en el deterioro de las relaciones con México. La Doctrina Monroe, que Trump ha hecho resurgir, presupone el dominio incondicional de EEUU en el Nuevo Mundo, lo que contradice claramente la formación de un polo independiente en América Latina. Aquí los trumpistas se radicalizarán más o menos.

El segundo factor interno es la creciente sinofobia. China es el principal competidor económico y financiero de EEUU, y la presencia de un poderoso factor chino en la economía norteamericana no hace sino exacerbar el tema. Este polo de la heptarquía tanto dentro como fuera de EEUU es considerado como hostil.

El mundo islámico ha sido tradicionalmente un adversario para los conservadores estadounidenses de derechas. El apoyo incondicional a Israel, por extremas que sean sus acciones, también está determinado en parte por la islamofobia. Las comunidades musulmanas están ampliamente representadas en los EEUU y en Occidente en su conjunto y los trumpistas son su enemigo.

El factor indio es completamente distinto. En la actualidad hay una enorme diáspora hindú en los Estados Unidos y en algunos sectores, sobre todo en Silicon Valley, predominan los hindúes. Los colaboradores más cercanos de Trump, como Vivek Ramaswamy y Kash Patel, son hindúes. El Vicepresidente Vance tiene una esposa hindú. Y Tulsi Gabbard, de etnia maorí de Hawai, ha adoptado el hinduismo como religión. Y aunque un segmento nacionalista de los trumpistas – en particular Steve Bannon y Ann Coulter – ha empezado recientemente a pronunciarse en contra de la creciente influencia de los hindúes en Estados Unidos y en el círculo íntimo de Trump, la actitud general de los trumpistas hacia la India como polo dentro y fuera de Estados Unidos es positiva. Además, no ocultan su aspiración de convertir a la India en el principal proveedor de mano de obra industrial barata en lugar de China. En otras palabras, la actitud hacia la civilización hindú es más bien positiva.

El problema de África como tal no preocupa mucho a los trumpistas, pero este polo se conceptualiza principalmente a través del problema de los afroamericanos dentro de Estados Unidos. Su consolidación racial en oposición a los blancos, promovida por los globalistas, es vista como una amenaza. Por lo tanto, es probable que aquí prevalezca el factor de una mayor asimilación del segmento afroamericano y la oposición a su aislamiento. Esto también afectará a la regularización de la emigración de los africanos en Estados Unidos.

Otro miembro de la heptarquía es Rusia. Pero, a diferencia de las demás civilizaciones, la presencia de rusos en EEUU es extremadamente limitada. No representan ninguna masa étnica y la mayoría de las veces están plenamente integrados en los sistemas socioculturales de EEUU, fusionándose con la población blanca junto con representantes de otras naciones europeas. Por eso Rusia como polo no es tomada en cuenta por los trumpistas. La URSS fue en su momento el principal oponente geopolítico de EEUU y de Occidente en su conjunto. A veces esta imagen se proyecta sobre la Rusia moderna, pero esta imagen hostil fue tan activamente explotada por los globalistas en la etapa anterior que ha agotado completamente su contenido negativo. Para los trumpistas Rusia es más bien indiferente y no hostil. Aunque hay corrientes tanto rusófobos como rusófilos (menos numerosas) dentro del trumpismo.

Así pues, las actitudes de los trumpistas hacia la multipolaridad vendrán determinadas en gran medida por los procesos intraestadounidenses.

Así pues, el trumpismo es una ideología. Tiene dimensiones tanto político-filosóficas como geopolíticas. Poco a poco, se expresará de forma más nítida y clara, pero ya es fácil identificar sus principales características.

Notas:

* El movimiento está reconocido como extremista y prohibido en el territorio de Rusia.

** La actividad de Meta (redes sociales Facebook e Instagram) está prohibida en Rusia por extremista.

Traducción de Juan Gabriel Caro River

FUENTE: https://www.geopolitika.ru/es/article/el-trumpismo-como-ideologia

Por Aleksandr Dugin

La visita del presidente iraní, Massoud Pezeshkian, a Rusia, además de su encuentro con Vladimir Vladimirovich Putin y la firma de un amplio acuerdo de cooperación entre nuestros países, es un hito geopolítico muy importante. Estamos hablando de que, tanto desde el punto de vista comercial y económico como desde el punto de vista del desarrollo de las altas tecnologías, recursos y sistema de seguridad, se está creando realmente un bloque militar-político y económico ruso-iraní que multiplica el potencial tanto de Rusia como de Irán.

Irán recibe el apoyo militar, económico y defensivo de Rusia, así como el acceso a determinadas tecnologías rusas, sumamente importantes y que principalmente tienen que ver con el desarrollo de la energía nuclear iraní. Rusia, por su parte, obtiene el acceso potencial y real al Océano Índico. En otras palabras, se está solucionando una vieja tarea de nuestra geopolítica, que históricamente hemos intentado resolver de diversas maneras, incluso mediante tratados amistosos. Pero ahora estamos más cerca que nunca de hacer realidad el sueño de nuestros generales rusos de tiempos del Imperio y obtener de ese modo el acceso a los mares cálidos, lo cual no hemos podido conseguir en el pasado. Pero Irán, a su vez, obtiene acceso al vasto territorio de Eurasia y al Ártico.

Todo esto es mutuamente beneficioso y multiplica tanto nuestro potencial que resulta difícil de imaginar sus implicaciones reales. Durante muchos años, incluso décadas, yo participe en la preparación de este tratado y puedo revelar que durante mucho tiempo hubo una enorme resistencia al mismo tanto dentro de Rusia como de Irán. Esto no puede explicarse sino mediante la actuación de nuestros enemigos estratégicos, los globalistas, que utilizaron directa e indirectamente todas sus redes dentro de ambos países para sabotear este tratado aprovechándose de la diferencia psicológica y las tradiciones diplomáticas entre nosotros y los iraníes. Los globalistas hicieron todo lo posible para sembrar contradicciones y conflictos entre Rusia e Irán por detalles técnicos menores.

Sin embargo, gracias a los increíbles esfuerzos de personas que han permanecido en gran medida en la sombra este tratado se ha firmado hoy. Desde el punto de vista geopolítico, es un gran cambio. El factor geopolítico más fiable, importante y fuerte de este acuerdo es lo que se conoce como «integración meridional», es decir, la integración a lo largo del eje Norte-Sur (frente a la mucho más compleja y problemática integración Este-Oeste). Y cuanto más eficaz sea, cuanto más impulso se dé a este acercamiento entre el Norte y el Sur, más libre de conflictos y más armoniosa será la convivencia en nuestra región, sin hablar de la multiplicación de nuestra autonomía.

También es importante señalar que el acuerdo actual entre Rusia e Irán se firma en vísperas de la toma de posesión de Donald Trump y en el mismo momento en que Trump anuncia sus planes de integración Norte-Sur: de ahí la idea de Canadá como 51º Estado y la anexión de Groenlandia, lo que por supuesto reforzaría las capacidades de Estados Unidos. Con ello, Trump se aleja del modelo globalista de integración Este-Oeste, que siempre crea conflictos, problemas y guerras.

Así pues, ahora mismo estamos estableciendo las perspectivas de esta integración geopolítica vertical y meridional. Y es muy importante que la integración meridional de Eurasia con el Este vaya en paralelo con la integración meridional en el Oeste, en el hemisferio occidental. Y esto no se contradice, sino que, al contrario, crea zonas de seguridad controladas exclusivamente por centros soberanos tanto en el Este como en el Oeste.

También es significativo que este acuerdo llegue en los días del acuerdo entre Israel y Hamás. Hace casi un año y medio Israel lanzó una guerra en Gaza y un genocidio total contra la población palestina con tal de destruir a Hamás. Pero como ahora ha llegado a un acuerdo con Hamás, eso significa que Hamás no ha sido destruido. Y la mayoría de los expertos internacionales dicen que Israel aceptó la derrota, incluso después de haber cometido un enorme número de crímenes de guerra, atrocidades, exterminando a los palestinos… aun así este fue el resultado.

Sí, Israel ha asestado un golpe colosal tanto en el Líbano como en Siria y ha arrasado Gaza. ¿Y entonces? ¿Y cuáles son los resultados políticos? En Israel, los sionistas de extrema derecha lo entienden perfectamente. Los ministros Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich, que iniciaron una estrategia tan brutal en Gaza, pero acabaron sin lograr nada, siguen animando una operación sanguinaria con tal de imponer su sueño de un «Gran Israel». Como resultado, la imagen de Israel ha sido demonizado en la comunidad internacional.

Israel ha perdido su antigua imagen de «víctima». Y esto los asusta. La religión secular del Holocausto, que dominó Occidente durante muchos años, ha quedado prácticamente abolida. Israel no fue una víctima esta vez, sino un agresor, un cruel verdugo y un ser despiadado. Sí, los judíos, como muchos otros pueblos, fueron víctimas de un genocidio durante la Segunda Guerra Mundial. Pero ahora un genocidio perpetrado por el Estado judío contra los palestinos se ha llevado a cabo y esto supone un duro golpe para el prestigio a nivel internacional de Israel.

Por supuesto, este acuerdo entre Israel y Hamás fue en parte también un golpe para el mundo chií. Pero ahora, gracias al acuerdo estratégico ruso-iraní de hoy, el equilibrio de poder en Oriente Medio está cambiando. Rusia, a diferencia de Irán, no es un adversario de Israel, pero a partir de ahora actuamos como garante de la seguridad de nuestros aliados, ya que Israel depende de nuestros adversarios occidentales. Y esto también crea un nuevo acuerdo estratégico en Eurasia con una alianza ruso-iraní y, más ampliamente, ruso-chií mediante la integración geopolítica meridional del Norte-Sur.

En resumen, es muy difícil valorar el acontecimiento de hoy. Repito, llevamos décadas impulsándolo y superando enormes dificultades por el camino. Y me alegro sinceramente de que hoy se vaya a firmar este acuerdo sobre una asociación estratégica global a gran escala. Se trata realmente de un acuerdo muy importante y de un momento histórico muy importante, realmente clave. Por ello, quiero dar las gracias especialmente a todas las personas (a menudo invisibles, pero muy importantes) que han hecho posible este acuerdo.

Y lo que es más importante, nunca dejo de admirar la sabiduría de nuestro Comandante Supremo, que comprende perfectamente no sólo las prioridades estratégicas en política, sino que con la más fina habilidad diplomática elige el momento para concluir los tratados y acuerdos simbólicos más importantes.

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

FUENTE https://www.geopolitika.ru/es/article/el-avance-geopolitico-ruso-gracias-al-tratado-con-iran-rusia-llega-al-oceano-indico

Invitado por la periodista Alejandra Piaggio y el historiador antropólogo y analista internacional Jose Luis Munoz Aspiri, para el programa: Una Mirada Austral que se transmite por FM Radio Cristal 94,9 realizamos una serie de análisis sobre la actualidad internacional y nacional sobre Política Internacional y que le depara a los argentinos este 2025

Invitado por el destacado periodista Alfredo Guruceta para su Programa «Con Sentido Común» en el último día del año 2024, realizamos un balance del 2024 y las tendencias Geopolíticas y Geoestratégicas del 2025 por le Canal «C» de Cablevisión de Córdoba y por Flow

VIDEO DE LA ENTREVISTA

Balance geopolítico de un año que vivimos peligrosamente – Por Carlos Pereyra Mele, Radio Belgrano AM650 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires – Argentina

Tradicional columna de Política Internacional del Prof. Lic. Carlos Pereyra Mele -de los días viernes-, analizando las políticas y la geoestrategias del año 2024 de los distintos Estados, Continentes y factores de Poder Global y sus proyecciones para el 2025, para el Programa «De Ayer a Hoy», que conduce el destacado periodista Miguel A. De Renzis por Radio Belgrano AM650 de Buenos Aires, República Argentina.

Buen año 2025

Lic. Carlos Pereyra Mele
Director de Dossier Geopolitico

El director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, dedica su última columna del Club de La Pluma del año 2024 a resumir la situación de un mundo con espantosos daños humanos y materiales, además de cientos de miles de muertos, provocados por la orgía desquiciada de la élite occidental y por la cruel voracidad del imperio anglosajón en retroceso, lo que coincide con lo analizado y previsto desde hace más de 15 años en éste medio, sobre la temida reacción desesperada de Occidente por el ascenso del nuevo mundo multipolar, que como un torrente de agua avanza sin que haya dique alguno que lo pueda contener.

Aborda la tragedia de Siria:

Como estado fallido, disputada por los terroristas HTS (ex ISIS) disfrazados por Occidente de “rebeldes moderados e inclusivos” -quizás a punto de enarbolar al bandera LGBTBI-, por Erdogán queriendo reeditar el viejo Imperio Otomano, también por lo Kurdos como brazo armado “franquicia” de EEUU y por Israel en huida hacia el infinito de los genocidios, para aplastar y  dominar Oriente -especialmente a Irán- hasta imponer en la región el fanatismo sionista.

AUDIO:

Sobre Ucrania

Confirma el avance imparable del frente ruso junto a una situación de “catástrofe total” para el ejército de Zelensky, que ya ejerce abiertamente como un tirano -con métodos de la Junta Militar Argentina- sobre lo que queda de su diezmada población y reducida geografía, con apenas un 20% de apoyo según encuestas y con la protección total de la llamada “Comunidad Internacional” mientras estaría  preparando un exilio dorado.

De la decadente y contradictoria Europa:

Entregada como dócil vasalla a los anglosajones, destaca la patética gestión de Macrón junto a su economía por los suelos y a un similar paisaje desolador en la Alemania del canciller Olaf Scholz, que se hunde como potencia productiva y arrastra con ella al resto de estados comunitarios, absolutamente huérfanos y negados de la geopolítica global.

También se refiere al África:

Tanto la sublevada franja central como la del sur, que han vivido un año fértil en esperanzas sobre la perspectiva de una real independencia del horroroso y secular colonialismo europeo, sin olvidar de la amenaza de Marruecos en el norte, como un centinela armado por EEUU. Y mientras aborda la firmeza de Rusia en sus desafíos en seguridad, capacidad militar, economía y la ampliación estratégica de sus alianzas, y sin dejar de mencionar a la India que marcha hacia sus nuevos horizontes con una política propia, reitera el descollante andar de China en contraste con los traspiés de Occidente que no deja de parar, ni de crecer, ni de profundizando su desarrollo.

En tanto que se acerca el relevo en Washington mientras Biden trata de dejar el mayor terreno minado posible, rozando una escalada nuclear y sembrando el mundo de terroristas y desestabilizaciones, Trump se encontrará con un escenario mucho más complicado que cuando lo dejó hace cuatro años.

Todo ello por la doctrina del “Caos Ordenado” que no es nada ordenado, ni para sus promotores, ni mucho menos para los países afectados.

Eduardo Bonugli (Madrid, (22/12/24)

Mi análisis junto a Francisco Zanichelli, sobre los conflictos internacionales ayer en el programa: «Redacción Abierta» por «Canal 10» de los Servicios de Radio y Televisión de la Unv. Nac. de Córdoba.con la clasificación Política internacional: Balotaje en Uruguay, Conflicto Rusia-Ucrania. En Redacción abierta. Consideramos la gravedad por las acciones de un bloque el occidental vía la OTAN pone en peligro la vida humana en el Planeta, con la idea peregrina de que Rusia no responderá a la agresión con los misiles de corto alcance en su territorio nacional pero estamos hablando de la mayor potencia nuclear del mundo Rusia cuidado con jugar con fuego por parte de estas mediocres dirigencias de EEUU y del Occidente que sólo en los últimos años llevaron adelante una crisis económica tras otras con gran endeudamiento  que se profundizó desde la de 2008 y parece que su alternativa es jugar a crear más conflictividad y más gastos en «defensa» y parece que nunca existieron las catástrofes y derrotas como las de  Afganistán ni la de Siria–

Lic. Carlos Pereyra Mele
Director de Dossier Geopolitico

 

Ponencia en el Simposio Internacional “Descolonización y cooperación en el Sur global”

El colonialismo un cáncer que debe ser erradicado en el siglo XXI (II y final) 

Shanghái, 12 de noviembre de 2024.

Sergio Rodríguez Gelfenstein

Estimados colegas y amigos:   Hemos sido convocados a este trascendente evento sobre “Descolonización y cooperación global” en un momento en que el mundo se debate en una crisis que pareciera avizorar una transición hacia un mundo mejor.

Diversas manifestaciones señalan este rumbo que ya no será de hegemonía global occidental. Aquellos discursos triunfalistas provenientes de Estados Unidos y Europa que recorrieron el mundo señalando “el fin de la historia” y una próxima “guerra de civilizaciones” están siendo superados por el devenir de los acontecimientos en diversas latitudes y longitudes del planeta. Ello anuncia el declive del colonialismo como fenómeno consustancial al capitalismo. En el nuevo mundo que amanece ya ningún país podrá someter a otros de la misma manera que en el pasado lo hicieran las potencias europeas primero y Estados Unidos después. El mundo multipolar que está surgiendo solo tendrá viabilidad si la cooperación sustituye a la competencia, la paz a la guerra y la amistad al conflicto.

Tres eventos recientes de incidencia global: la pandemia de COVID19, la Operación Militar de Rusia en Ucrania y el genocidio sionista en Palestina, han producido sustanciales cambios en el planeta. La alianza de China y Rusia, la emergencia de otros centros de poder regional y global, la creación y fortalecimiento de los BRICS y otras instancias multilaterales también regionales y globales, son expresión diáfana de ese mundo que está naciendo. La economía mundial está mutando al tiempo que el eje de la geopolítica global se está trasladando del Atlántico norte hacia el gran espacio euroasiático donde se gesta cada vez más la conducción de la política mundial.

El proyecto estratégico de la Ruta de la Seda manifiesta la posibilidad cierta de construir relaciones económicas desde la perspectiva de ganar-ganar beneficiosa para todas las naciones del planeta. Ni Estados Unidos ni Europa pueden evitarlo ni económica, ni política ni militarmente. Sus últimos esfuerzos se manifiestan en el terreno financiero y en el cultural. Pero son los últimos estertores de una fiera que fenece cuando ya no tiene capacidad para seguir ejerciendo su dominio. La paradoja es que esto los hace más peligrosas: resistirán con todos los instrumentos a su alcance el declive y cese de su economía. 

La crisis que vivimos es civilizatoria y sólo puede ser comprendida, en su verdadera magnitud, desde una perspectiva multidimensional. Los países occidentales y del norte global, parecieran no tener capacidad para superar la crisis. Al contrario, todos sus pasos recientes apuntan a involucrarse más en ella y profundizarla.

El carácter multidimensional de la crisis viene dado porque se manifiesta en los terrenos de la alimentación, la energía, la ecología y el ambiente y la cultura, pero también en lo político, social, económico, financiero y lo que es peor, en lo ético y moral.  No tenemos tiempo ni espacio en esta ocasión para exponer en toda su dimensión como se manifiesta la crisis global en cada una de estas áreas. 

Como dice el filósofo boliviano Rafael Bautista, el ascenso de las potencias emergentes no sólo reequilibra el poder global sino que hace posible descentralizar la economía y la política globales. La disposición centro-periferia es lo que ya no puede mantenerse; con el ascenso de los BRICS se reivindican culturas y civilizaciones que el mundo moderno las consideró arcaicas y superadas del todo. India y China vuelven a tener la importancia global anterior a la modernidad. Por eso no es raro que una buena parte de la literatura estadounidense hable del “choque de civilizaciones”. Occidente se siente amenazada por el despertar de las civilizaciones que supuso atrasadas, lo cual no hace sino desmentir su presunta superioridad civilizatoria.

En ese contexto, el primer mundo ya no es más un modelo civilizatorio. Y la economía que patrocinó por cinco siglos ya no es más sostenible. Energéticamente el mundo ya no puede seguir el modelo de consumo occidental. Estados Unidos con el 6% de la población mundial, consume el 25% de la energía. Como no la tiene, y sobre todo como no la tendrá, sale a buscarla donde existe en abundancia, en algunos países se la entregan sin remilgos, pero en otros, gobierno y pueblo dignos se resisten a ser maltratados, a ceder su soberanía y a renunciar al usufructo de bienes que le son propios.  Entonces se usa la fuerza pero cada vez mayor cantidad de pueblos y países en el planeta se resisten. En esa medida la imposición colonial se está haciendo más difícil. Como dice Bautista “La colonización ya no sería posible de reeditarse en el siglo XXI”.

Esta lucha entraña también un combate en los marcos ideológicos toda vez que aquellos intentos de sometimiento en este plano manifiestan la patente intencionalidad de establecer patrones universales de comportamiento, coaccionado también para que en términos conceptuales, las relaciones internacionales justifiquen esta práctica. La idea eurocéntrica y occidentalizada de las ciencias sociales y humanas tienen el objetivo de justificar la dependencia imponiendo una lógica que expone la unilateralidad de la civilización occidental, intentando ocultar que nuestro planeta es multicivilizacional y multi cultural. 

De esta manera, si aceptamos que el mundo avanza hacia la multipolaridad, debemos aceptar también que tenemos la obligación de construir miradas distintas desde cada uno de los potenciales polos de poder (y debo decir que América Latina y el Caribe aspira a ser uno de ellos) para que podamos ver al mundo desde lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos ser. En esa dimensión fuimos colonizados, nos liberamos parcialmente logrando la independencia política y no queremos que ninguna persona en el planeta tenga que sufrir por causa de esta calamidad. Así, debemos proponernos construir un cuerpo teórico y conceptual propio que nos dé una perspectiva propia conducente a asumir una posición que cuestione y combata la visión occidental en un ámbito holístico de la sociedad, el Estado y las relaciones internacionales.

Ya es evidente que la filosofía y la ciencia política occidental están en declive como instrumentos de control y sujeción global ante el empuje de civilizaciones hasta ahora marginadas y excluidas. Occidente no tiene capacidad para comprender al mundo y ofrecer respuestas acertadas que pongan al ser humano en el centro de todas las preocupaciones y las atenciones. La pandemia de COVIG19 y el genocidio en Palestina son evidencias irrefutables de esta afirmación. 

Recurro nuevamente a Rafael Bautista quien citando al reconocido historiador de la Universidad de Yale, Paul Kennedy, recuerda que este sostiene que los asuntos internacionales no andan bien en el mundo político y social y que incluso estarían comenzando a desmoronarse, tanto institucional como discursivamente. Pero este desmoronamiento lo ve como un atentado al “mundo libre”, siendo incapaz, según Bautista de ver que se trata del desmoronamiento cultural-civilizatorio de la propia hegemonía occidental, es decir, del llamado “mundo libre”.

El mundo occidental y sus sustentos filosóficos y políticos emergidos en primera instancia de la democracia ateniense que tuvieron sus sustento en Aristóteles, Platón y Sócrates entre otros, y que se desarrollaron a lo largo del tiempo teniendo en la revolución francesa y la revolución industrial en Inglaterra de los siglos XVII, XVIII y XIX poderosos impulso institucional se vinieron a consolidar tras el fin de la segunda guerra mundial primero y la desaparición del mundo bipolar y la Unión Soviética después. Todo ello le ha permitido construir una “verdad” geopolítica acorde sus intereses y sus valores que tienen en la hegemonía y en una visión universal de la cultura sus principales pilares. El colonialismo es parte de esos valores, de esos principios como instrumento de dominio y control. En esa medida, luchar contra el colonialismo, es luchar por la construcción de un mundo más justo, equitativo y democrático que consagre la igualdad jurídica de todos los pueblos y países del planeta. Por eso, como dice Bautista “tiene sentido hablar de una descolonización de la geopolítica”.

Pero esta lucha y esta transición que entraña una transformación estructural del planeta en términos de las instituciones, de la cultura, de la democracia y e las relaciones internacionales debe hacerse desde la perspectiva de todos. No puede ser como la Carta de la ONU que fue elaborada solo por 51 países manteniendo a la amplia mayoría marginada y excluida del debate, incluida a casi toda África, Asia y el Caribe. Hoy el mundo está configurado por 194 países, no podemos seguir gobernador por una minoría que se asume como la “comunidad internacional”. Luchas contra el colonialismo en el siglo XXI es darle voz a aquellos pueblos y territorios que aun no lo tienen

Si, la mayoría del planeta logra imponerse y estar a la altura para de asumir la conducción de la transición civilizatoria, otro mundo es posible, pero debe hacerse sobre un nuevo trato, es decir, se debería fundar otra organización que ordene las relaciones internacionales en el planeta porque evidentemente la Organización de Naciones Unidas (ONU) no está capacitada para ello 

Pero aceptando que hemos sido convocados a este evento bajo la lógica actual, no podemos olvidar que, como dice la convocatoria a esta reunión: “El 14 de diciembre de 1960, la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) adoptó la Resolución 1514 (XV), “Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales”, en la que se declaraba inequívocamente la necesidad de poner fin al colonialismo en todas sus formas y manifestaciones de manera rápida e incondicional. Sin embargo, hasta el día de hoy, casi 2 millones de personas siguen viviendo a la sombra del colonialismo, y las secuelas del colonialismo siguen afectando a los antiguos países coloniales a través de la política de poder, la infiltración cultural y la construcción del discurso. Mientras tanto, la colonización en sus formas económicas, financieras, tecnológicas e ideológicas, así como otras formas de neocolonialismo, plantea desafíos para todos los países del Sur global”. Este es y debe ser nuestro norte. 

No obstante, aunque el trabajo ONU ha conducido a la descolonización tal de más de 80 países desde su fundación, en este momento solo reconoce la existencia de sólo 17 colonias, pero según organizaciones especializadas en el asunto, en realidad la lista debería incluir a más de 60 colonias alrededor del mundo. 

Lamentablemente, hoy nos reunimos porque, aunque parezca increíble, cuando ya estamos bastante adentrados en el siglo XXI este tema que debió ser parte de la historia y de un asunto recordado como algo nefasto que no debe seguir ocurriendo, se sigue extendiendo por nuestro planeta como una mancha negra en la historia de la humanidad. Es nuestro deber conocer, denunciar, y luchar contra este flagelo hasta exterminarlo definitivamente de la faz de la tierra. 

Estimados colegas y amigos. Vengo de Venezuela, de América Latina y el Caribe. Una región que ha vivido y vive la afrenta colonial en su total expresión.  Realizamos este evento en un año en que nuestra región conmemora algunos eventos que marcaron la pauta de la lucha anticolonial, por la independencia y la autodeterminación de nuestros pueblos.  

Para los latinoamericanos y en particular para los sudamericanos, 2024 es el año del bicentenario de las batallas de Junín y Ayacucho, libradas por los ejércitos patriotas contra el colonialismo español en el territorio del Perú, extirpando para siempre el colonialismo de la América meridional antes española. Todavía hubo que seguir luchando casi 75 años más para que tras la derrota del ejército español en Cuba, este país hermano y Puerto Rico accedieran a su independencia, eso sí, mediatizada por la intervención militar de Estados Unidos que fue derrotada definitivamente en Cuba en 1959, mientras que aún mantiene a los boricuas en una situación de subordinación colonial.

Hoy, doscientos años después, el Reino Unido, Francia, los Países Bajos y Estados Unidos siguen poseyendo territorios en nuestra región, bajo administración colonial. El Reino Unidos controla Anguila, Bermudas, Montserrat y las islas Caimán, Malvinas, las Vírgenes Británicas, así como Turcas y Caicos. Francia, bajo subterfugios legales administra Cayena, Guadalupe y Martinica. Estados Unidos a las islas Vírgenes y a Puerto Rico y los Países Bajos a Curazao, Aruba, Bonaire, Saba, San Eustaquio y San Martín. 

Puerto Rico es una colonia clásica de Estados Unidos desde 1898. Entre 1952 y 1953 Washington hizo ante la ONU un simulacro en el que aparentaba el inicio de un proceso descolonizador. Posteriormente sus poderes ejecutivo, legislativo y judicial desmintieron aquel teatro, especialmente a través de la ley promesa y la junta de control fiscal. El estado colonial ha sumido a Puerto Rico en una situación de pobreza, desigualdad social, deterioro de la economía y la calidad de vida. Tras 126 años de colonialismo, el pueblo de Puerto Rico sigue luchando. Es la hora de la descolonización de Puerto Rico.

Las islas Malvinas están situadas en el Mar Argentino a unos 600 km, aproximadamente, de la costa patagónica, poseen una superficie de 11.718 kilómetros cuadrados. Incluyen dos islas principales, Soledad y Gran Malvina, y aproximadamente 200 islotes más pequeños.

A partir del año 1765 fueron ocupadas por las autoridades españolas del Virreinato del Río de la Plata y en 1816 asumidas como territorio integrante de la soberanía argentina. En la década de 1820 las autoridades argentinas con asiento en Buenos Aires tomaron posesión de las islas el 10 de junio de 1829. El 3 de enero de 1833 las islas Malvinas fueron usurpadas por la fuerza por Gran Bretaña que expulsaron a los residentes argentinos e iniciaron una ocupación colonial sistemática que se extiende hasta el día de hoy.

Desde el siglo XIX se suman las resoluciones naciones e internacionales que exigen al Reino Unido la devolución de las islas. El 2 de abril de 1982 se inició la Operación Militar del Rosario, que recuperó las islas, situación que permitió que flameara el pabellón argentino hasta el 14 de junio de 1982.

La Constitución Nacional argentina, en su reforma vigente desde el año 1994, expresa en su Disposición Transitoria Primera que “la Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.”

Algunas de estos territorios, mantienen su estatus colonial encubierto bajo distintas modalidades de engaño ante la mirada impertérrita de la ONU que, en el caso del colonialismo como en muchos otros, ha mostrado total inoperancia, incapacidad y falta de voluntad para decidir la desaparición total de este flagelo.

Para nosotros, los latinoamericanos, la victoria de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824 y la capitulación firmada por el general español Canterac en representación de la corona española significaron –de hecho– el reconocimiento de la independencia del Perú y de toda la América del Sur en términos del derecho internacional. También fue el colofón para un largo período de casi 15 años de movilizaciones, pronunciamientos, declaraciones, batallas y victorias a favor de la libertad de las repúblicas americanas antes españolas. Ayacucho fue la consumación de un esfuerzo conjunto encaminado a derrotar a la monarquía, el absolutismo y el dominio extranjero en la América meridional.

La participación en Ayacucho de oficiales y soldados de un ejército compuesto por venezolanos, colombianos, ecuatorianos, peruanos, chilenos, rioplatenses y altoperuanos, reunidos en torno a los mismos ideales, mostraron la fuerza superior de una unidad que fue capaz de sobreponerse a la inferioridad numérica para imponerse en base a la calidad superior de sus combatientes, jefes, oficiales y generales.

Para nuestro Libertador Simón Bolívar significó el compromiso cumplido hecho en su juramento del Monte Sacro, Italia en 1803, la realización de ideales esbozados en la Carta de Jamaica en 1815 y la posibilidad cierta de concretar los preceptos institucionales delineados en su discurso en el Congreso de Angostura en 1819. El esfuerzo en pro de la independencia había concluido. Entonces, comenzó una batalla no menor para vencer intereses mezquinos de clase, sector o grupo y, en favor de la defensa de la soberanía nacional y la consolidación de la unidad de las naciones de Nuestra América. En eso estamos todavía.

La magnanimidad del hecho no puede ocultar que sabedor de la inminente victoria, dos días antes de la batalla, metido de lleno en la problemática del Perú, sabedor del acontecimiento decisivo que estaba a punto de ocurrir en la guerra, informado de las resistencias que algunos sectores conservadores de las repúblicas americanas estaban haciendo para impedir la unidad necesaria y después de constatar que en Bogotá (tras su destitución como jefe del ejército), se daban pasos sin su conocimiento y/o aprobación, Bolívar entendió que debía apresurar la marcha que condujera a la realización de la gran Asamblea que allanara el camino a la unidad de las repúblicas hispanoamericanas. 

El 7 de diciembre de 1824, casi en la víspera de que se produjera el combate decisivo, desde Lima, Bolívar emitió una circular dirigida desde la más alta magistratura del Perú a los jefes de gobiernos de las repúblicas americanas antes españolas (Colombia, México, Río de la Plata, Chile y Guatemala) convocándolos a un magno evento continental a realizarse en Panamá. En Ayacucho se consolidó la independencia y en Panamá, dos años después se inició el camino de América Latina y el Caribe hacia su integración.

Estimados colegas y amigos, históricamente China ha sufrido mucho a causa del colonialismo y de los tratados desiguales. Desde su creación, la República Popular China ha mantenido una postura firme en apoyo de los esfuerzos de descolonización emprendidos por países y pueblos de Asia, África y América Latina, al tiempo que se opone vehementemente a todas las formas de colonialismo. 

En fecha tan lejana como octubre de 1960, durante una visita a China de Ferhat Abbas, presidente del gobierno provisorio de la República Argelina (cuando todavía no era independiente y luchaba por su libertad que finalmente se concretó el 5 de julio de 1962), se reunió con el líder chino Mao Zedong y el presidente Lui Chao Chi. Al concluir la estadía de varios días, Abbas firmó una declaración conjunta suscrita por la parte china por el primer ministro Chou En Lai que en alguna de sus partes dice que: “…reconocen que la lucha de los movimientos de liberación nacional en los países colonizados y semi colonizados, la acción de los pueblos del mundo por la democracia y el progreso social, aportan una contribución importante. Las dos partes se felicitan de constatar que el movimiento de los pueblos del mundo contra el imperialismo se sigue desarrollando con amplitud y profundidad”.

Más adelante agrega que:” Ambas partes tienen la firme convicción de que mientras persistan en la lucha y formen un amplio frente unido antimperialista podrán golpear y derrotar al imperialismo y al colonialismo, conquistarán y salvaguardarán su independencia nacional, asegurando la paz mundial” 

Estimados colegas y amigos, como dice la convocatoria este evento: “En la nueva era, China también ha propuesto conceptos como “Una comunidad de futuro compartido para la humanidad”, “Tres iniciativas globales” y “Una nueva forma de civilización humana” que trascienden y superan los escollos e influencias del discurso colonial”. 

Para eso estamos aquí, para debatir y definir nuevas alternativas y propuestas que por una parte denuncien las injusticias del colonialismo, y por la otra, insten al mundo a tomar medidas muchos más efectivas para eliminar este flagelo que afecta la decencia de la humanidad y perjudica la convivencia civilizacional en el planeta. 

Espero que estos dos días sean de fructífera labor y que salgamos de aquí con nuevos bríos para hacer cumplir la resolución 1514 (XV) que señala inequívocamente la “necesidad de poner fin al colonialismo en todas sus formas y manifestaciones de manera rápida e incondicional”.

Muchas gracias

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