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Por Aleksandr Dugin

La visita del presidente iraní, Massoud Pezeshkian, a Rusia, además de su encuentro con Vladimir Vladimirovich Putin y la firma de un amplio acuerdo de cooperación entre nuestros países, es un hito geopolítico muy importante. Estamos hablando de que, tanto desde el punto de vista comercial y económico como desde el punto de vista del desarrollo de las altas tecnologías, recursos y sistema de seguridad, se está creando realmente un bloque militar-político y económico ruso-iraní que multiplica el potencial tanto de Rusia como de Irán.

Irán recibe el apoyo militar, económico y defensivo de Rusia, así como el acceso a determinadas tecnologías rusas, sumamente importantes y que principalmente tienen que ver con el desarrollo de la energía nuclear iraní. Rusia, por su parte, obtiene el acceso potencial y real al Océano Índico. En otras palabras, se está solucionando una vieja tarea de nuestra geopolítica, que históricamente hemos intentado resolver de diversas maneras, incluso mediante tratados amistosos. Pero ahora estamos más cerca que nunca de hacer realidad el sueño de nuestros generales rusos de tiempos del Imperio y obtener de ese modo el acceso a los mares cálidos, lo cual no hemos podido conseguir en el pasado. Pero Irán, a su vez, obtiene acceso al vasto territorio de Eurasia y al Ártico.

Todo esto es mutuamente beneficioso y multiplica tanto nuestro potencial que resulta difícil de imaginar sus implicaciones reales. Durante muchos años, incluso décadas, yo participe en la preparación de este tratado y puedo revelar que durante mucho tiempo hubo una enorme resistencia al mismo tanto dentro de Rusia como de Irán. Esto no puede explicarse sino mediante la actuación de nuestros enemigos estratégicos, los globalistas, que utilizaron directa e indirectamente todas sus redes dentro de ambos países para sabotear este tratado aprovechándose de la diferencia psicológica y las tradiciones diplomáticas entre nosotros y los iraníes. Los globalistas hicieron todo lo posible para sembrar contradicciones y conflictos entre Rusia e Irán por detalles técnicos menores.

Sin embargo, gracias a los increíbles esfuerzos de personas que han permanecido en gran medida en la sombra este tratado se ha firmado hoy. Desde el punto de vista geopolítico, es un gran cambio. El factor geopolítico más fiable, importante y fuerte de este acuerdo es lo que se conoce como «integración meridional», es decir, la integración a lo largo del eje Norte-Sur (frente a la mucho más compleja y problemática integración Este-Oeste). Y cuanto más eficaz sea, cuanto más impulso se dé a este acercamiento entre el Norte y el Sur, más libre de conflictos y más armoniosa será la convivencia en nuestra región, sin hablar de la multiplicación de nuestra autonomía.

También es importante señalar que el acuerdo actual entre Rusia e Irán se firma en vísperas de la toma de posesión de Donald Trump y en el mismo momento en que Trump anuncia sus planes de integración Norte-Sur: de ahí la idea de Canadá como 51º Estado y la anexión de Groenlandia, lo que por supuesto reforzaría las capacidades de Estados Unidos. Con ello, Trump se aleja del modelo globalista de integración Este-Oeste, que siempre crea conflictos, problemas y guerras.

Así pues, ahora mismo estamos estableciendo las perspectivas de esta integración geopolítica vertical y meridional. Y es muy importante que la integración meridional de Eurasia con el Este vaya en paralelo con la integración meridional en el Oeste, en el hemisferio occidental. Y esto no se contradice, sino que, al contrario, crea zonas de seguridad controladas exclusivamente por centros soberanos tanto en el Este como en el Oeste.

También es significativo que este acuerdo llegue en los días del acuerdo entre Israel y Hamás. Hace casi un año y medio Israel lanzó una guerra en Gaza y un genocidio total contra la población palestina con tal de destruir a Hamás. Pero como ahora ha llegado a un acuerdo con Hamás, eso significa que Hamás no ha sido destruido. Y la mayoría de los expertos internacionales dicen que Israel aceptó la derrota, incluso después de haber cometido un enorme número de crímenes de guerra, atrocidades, exterminando a los palestinos… aun así este fue el resultado.

Sí, Israel ha asestado un golpe colosal tanto en el Líbano como en Siria y ha arrasado Gaza. ¿Y entonces? ¿Y cuáles son los resultados políticos? En Israel, los sionistas de extrema derecha lo entienden perfectamente. Los ministros Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich, que iniciaron una estrategia tan brutal en Gaza, pero acabaron sin lograr nada, siguen animando una operación sanguinaria con tal de imponer su sueño de un «Gran Israel». Como resultado, la imagen de Israel ha sido demonizado en la comunidad internacional.

Israel ha perdido su antigua imagen de «víctima». Y esto los asusta. La religión secular del Holocausto, que dominó Occidente durante muchos años, ha quedado prácticamente abolida. Israel no fue una víctima esta vez, sino un agresor, un cruel verdugo y un ser despiadado. Sí, los judíos, como muchos otros pueblos, fueron víctimas de un genocidio durante la Segunda Guerra Mundial. Pero ahora un genocidio perpetrado por el Estado judío contra los palestinos se ha llevado a cabo y esto supone un duro golpe para el prestigio a nivel internacional de Israel.

Por supuesto, este acuerdo entre Israel y Hamás fue en parte también un golpe para el mundo chií. Pero ahora, gracias al acuerdo estratégico ruso-iraní de hoy, el equilibrio de poder en Oriente Medio está cambiando. Rusia, a diferencia de Irán, no es un adversario de Israel, pero a partir de ahora actuamos como garante de la seguridad de nuestros aliados, ya que Israel depende de nuestros adversarios occidentales. Y esto también crea un nuevo acuerdo estratégico en Eurasia con una alianza ruso-iraní y, más ampliamente, ruso-chií mediante la integración geopolítica meridional del Norte-Sur.

En resumen, es muy difícil valorar el acontecimiento de hoy. Repito, llevamos décadas impulsándolo y superando enormes dificultades por el camino. Y me alegro sinceramente de que hoy se vaya a firmar este acuerdo sobre una asociación estratégica global a gran escala. Se trata realmente de un acuerdo muy importante y de un momento histórico muy importante, realmente clave. Por ello, quiero dar las gracias especialmente a todas las personas (a menudo invisibles, pero muy importantes) que han hecho posible este acuerdo.

Y lo que es más importante, nunca dejo de admirar la sabiduría de nuestro Comandante Supremo, que comprende perfectamente no sólo las prioridades estratégicas en política, sino que con la más fina habilidad diplomática elige el momento para concluir los tratados y acuerdos simbólicos más importantes.

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

FUENTE https://www.geopolitika.ru/es/article/el-avance-geopolitico-ruso-gracias-al-tratado-con-iran-rusia-llega-al-oceano-indico

Por Alastair Crooke

La «extraña derrota» es la de la «curiosa» incapacidad de Europa para entender a Ucrania o su mecánica militar.

El ensayista y estratega militar Aurelien ha escrito un artículo titulado La extraña derrota (original en francés ) . La «extraña derrota» es la de la «curiosa» incapacidad de Europa para comprender a Ucrania o su mecánica militar.

Aurelien destaca la extraña falta de realismo con la que Occidente ha abordado la crisis —

“…y la disociación casi patológica del mundo real que muestra en sus palabras y acciones. Sin embargo, incluso mientras la situación se deteriora y las fuerzas rusas avanzan por todas partes, no hay señales de que Occidente esté adoptando una concepción más realista, y es muy probable que siga viviendo en su construcción alternativa de la realidad hasta que sea expulsado por la fuerza”.

El autor continúa explicando con cierto detalle (omitido aquí) por qué la OTAN no tiene una estrategia para Ucrania ni un plan operativo real:

“Sólo cuenta con una serie de iniciativas ad hoc, unidas entre sí por aspiraciones vagas que no tienen conexión con la vida real, más la esperanza de que ‘algo [beneficioso] ocurrirá’. Nuestros actuales líderes políticos occidentales nunca han tenido que desarrollar tales habilidades. Sin embargo, en realidad es peor que eso: al no haber desarrollado esas habilidades, al no tener asesores que las hayan desarrollado, no pueden entender realmente lo que están haciendo los rusos, cómo y por qué lo están haciendo. Los líderes occidentales son como espectadores que no conocen las reglas del ajedrez o del Go, y están tratando de averiguar quién está ganando”.

“¿Cuál era exactamente su objetivo? Ahora ya no se permiten respuestas como “enviar un mensaje a Putin”, “complicar la logística rusa” o “mejorar la moral en casa”. Lo que quiero saber es qué se espera en términos concretos. ¿Cuáles son los resultados tangibles de su “mensaje”? ¿Pueden garantizar que se entenderá? ¿Han previsto las posibles reacciones de los rusos? ¿Y qué harán entonces?”

El problema esencial, concluye Aurelien sin rodeos, es que:

“Nuestras clases políticas y sus parásitos no tienen idea de cómo manejar tales crisis, o incluso de cómo entenderlas. La guerra en Ucrania involucra fuerzas que son órdenes de magnitud mayores que las que cualquier nación occidental ha desplegado en operaciones desde 1945 … En lugar de objetivos estratégicos reales, sólo tienen eslóganes y propuestas fantasiosas”.

En términos fríos, el autor explica que, por razones complejas relacionadas con la naturaleza de la modernidad occidental, las élites liberales simplemente no son competentes ni profesionales en materia de seguridad y no comprenden su naturaleza.

El crítico cultural estadounidense Walter Kirn hace afirmaciones bastante similares en un contexto muy diferente, pero relacionado: Los incendios de California y la crisis de competencia de Estados Unidos .

“Los Ángeles está en llamas, pero los líderes de California parecen impotentes, desenmascarando una generación de inversión pública en servicios no esenciales [que deja a las autoridades tambaleándose en medio de la prevista ocurrencia de los incendios]”.

En un podcast de Joe Rogan a principios de este mes, un bombero dijo : «Simplemente será el viento adecuado y el fuego comenzará en el lugar adecuado y quemará Los Ángeles hasta el océano, y no hay nada que podamos hacer al respecto» .

Kirn observa:

“Este no es el primer incendio o serie de incendios en Malibú. Hace apenas unos años hubo grandes incendios. Siempre los hay. Son inevitables. Pero, tras haber construido esta gigantesca ciudad en un lugar tan vulnerable, se pueden tomar medidas para contener y evitar lo peor”.

“Echarle la culpa al cambio climático, como digo, es algo maravilloso que uno se dice a sí mismo, pero nada de esto empezó ayer. Mi único punto es éste: ¿ha hecho todo lo posible para prepararse para una situación inevitable, ineludible, que quizá en escala difiera de la del pasado, pero ciertamente no en naturaleza? ¿Están sus líderes a la altura de la tarea? No hay muchos indicios de que lo estén. No han sido capaces de lidiar con cuestiones como la falta de vivienda sin incendios. Así que la cuestión de si se han hecho todas esas cosas, si se han hecho bien, si había suficiente agua en las bocas de incendio, si funcionaban, cosas así, y si el departamento de bomberos estaba debidamente capacitado o tenía el personal adecuado, todas esas preguntas van a surgir”.

“En lo que respecta a la crisis de competencia, creo que habrá material de sobra para presentarla como algo agravado por la incompetencia. California es un estado que se ha hecho famoso por gastar mucho dinero en cosas que no funcionan, en líneas ferroviarias de alta velocidad que nunca se construyen, en todo tipo de proyectos de construcción y proyectos de infraestructura que nunca se llevan a cabo. Y en ese contexto, creo que esto será devastador para la estructura de poder de California”.

“Pero en un sentido más amplio, esto va a recordar a la gente que una política que durante años se ha basado en el lenguaje y en construcciones filosóficas como la equidad, etc., va a ser vista como un fracaso en el aspecto más esencial, a saber, en la protección de las personas. Y el hecho de que estas personas sean poderosas, influyentes y privilegiadas va a hacer que eso suceda más rápido y de manera más notoria”.

A lo que su colega, el periodista Matt Taibbi, responde:

“ Pero, en un sentido más amplio, tenemos una crisis de competencia en este país. Ha tenido un enorme impacto en la política estadounidense”. Kirn: “[Los estadounidenses] van a querer preocuparse menos por las cuestiones filosóficas y/o incluso políticas de largo plazo de equidad y demás, predigo, y van a querer establecer una expectativa mínima de competencia en materia de desastres naturales. En otras palabras, este es un momento en el que las prioridades cambian y creo que se avecina un gran cambio, un gran cambio, porque parece que hemos estado lidiando con problemas de lujo, y ciertamente hemos estado lidiando con los problemas de otros países, Ucrania o quien sea, con una financiación masiva. Hay gente en Carolina del Norte ahora mismo que todavía se está recuperando de una inundación y está pasando por un momento muy difícil con la llegada del invierno, lo que no ocurre de la misma manera en Los Ángeles, o con la consolidación del invierno, supongo”;

“De cara al futuro, no se trata de una cuestión de culpas, sino de qué va a querer la gente, qué va a valorar la gente, qué va a valorar, si sus prioridades van a cambiar. Creo que cambiarán radicalmente. Los Ángeles será una piedra de toque y será una piedra de toque para un nuevo enfoque del gobierno”.

Así pues, tenemos este «divorcio de la realidad» y la consiguiente «crisis de competencia», ya sea en California, Ucrania o Europa. ¿Dónde están las raíces de este malestar? El escritor estadounidense David Samuels cree que ésta es la respuesta :

“En sus últimos días en el cargo… el presidente Barack Obama tomó la decisión de poner al país en un nuevo rumbo. El 23 de diciembre de 2016, firmó la Ley de Lucha contra la Propaganda y la Desinformación Extranjeras, que utilizó el lenguaje de la defensa de la patria para lanzar una guerra de información ofensiva y sin fin, una guerra que fusionó la infraestructura de seguridad con las plataformas de redes sociales, donde supuestamente se estaba librando la guerra”.

Sin embargo, el colapso de la pirámide mediática del siglo XX y su rápida sustitución por plataformas monopólicas de redes sociales habían hecho posible que la Casa Blanca de Obama vendiera políticas –y reconfigurara actitudes y prejuicios sociales– de maneras enteramente nuevas.

Durante los años de Trump, Obama utilizó estas herramientas de la era digital para crear un tipo de centro de poder enteramente nuevo para sí mismo, uno que giraba en torno a su posición única como líder titular, aunque deliberadamente nunca nombrado, de un Partido Demócrata que logró remodelar a su propia imagen, escribe Samuels.

La máquina de «estructura de permisos» que Barack Obama y David Axelrod (un consultor político de Chicago muy exitoso) construyeron para reemplazar al Partido Demócrata era en esencia un dispositivo para lograr que la gente actuara en contra de sus creencias sustituyéndolas por creencias nuevas y «mejores» mediante la aplicación controlada y apalancada de presión social desde arriba hacia abajo, convirtiendo efectivamente el constructo de Axelrod en «una máquina de pensamiento omnipotente», sugiere Samuels:

“El término ‘cámaras de eco’ describe el proceso mediante el cual la Casa Blanca y su penumbra más amplia de centros de estudios y ONG crearon deliberadamente una clase completamente nueva de expertos que se acreditaban mutuamente en las redes sociales para avanzar afirmaciones que antes habrían sido consideradas marginales o no creíbles”.

El objetivo era que un pelotón de ayudantes, armados con ordenadores portátiles o teléfonos inteligentes, «corrieran» con el último meme inspirador del Partido y lo repitieran de inmediato, una y otra vez, en todas las plataformas, dando la apariencia de una marea abrumadora de consenso que llenaba el país y, de ese modo, dando a la gente la «estructura de permiso» de un aparente asentimiento público amplio para creer en proposiciones que antes nunca habrían apoyado.

“Este análisis falló en el mismo punto en que falló el análisis del equipo de Obama sobre Trump: los magos de la máquina de la estructura de permisos se habían convertido en prisioneros de la maquinaria que habían construido. El resultado fue un mundo espejo de rápido movimiento que podía generar la velocidad necesaria para cambiar la apariencia de “lo que la gente cree” de la noche a la mañana. La variante digital recién acuñada de la “opinión pública” se basaba en los algoritmos que determinan cómo se propagan las modas en las redes sociales, en los que la masa multiplicada por la velocidad es igual al impulso, siendo la velocidad la variable clave”.

“Durante los cuatro años siguientes, parecía que se estaba extendiendo una fiebre a cada paso, y nadie era inmune. Esposas, hijos, colegas y supervisores en el trabajo comenzaron a recitar, con la fuerza de verdaderos creyentes, consignas que habían aprendido la semana anterior. Fue todo este aparato, no solo la capacidad de crear tuits ingeniosos o impactantes, lo que constituyó la nueva forma de poder del partido”.

“Pero al final la fiebre se disipó”. La credibilidad de las Élites implosionó.

El relato de Samuels equivale a una dura advertencia sobre el peligro que supone abrir una distancia entre una realidad subyacente y una realidad inventada que podría ser comunicada y gestionada con éxito desde la Casa Blanca. “ Esta posibilidad abrió la puerta a un nuevo potencial de desastre a gran escala, como la guerra en Irak” , sugiere Samuels (Samuels no menciona específicamente a Ucrania, aunque esto está implícito en todo el argumento).

Esto –tanto la historia de Obama, contada por David Samuels, como la historia de Walter Kirn sobre California– refuerza el punto de Aurelien sobre Ucrania y la incompetencia militar europea y la falta de profesionalismo en el terreno: se trata de permitir que se abra un cisma entre la narrativa artificial y la realidad, “ lo que ”, advierte Samuels, “ es decir que, con suficiente dinero, los agentes podrían crear y poner en funcionamiento redes de activistas y expertos que se reforzaran mutuamente para validar un arco de mensajes que cortocircuitaría los métodos tradicionales de validación y análisis, y llevaría a actores incautos y a miembros de la audiencia por igual a creer que cosas en las que nunca habían creído; o incluso oído hablar antes: eran de hecho no sólo plausibles, sino que ya eran ampliamente aceptadas dentro de sus grupos específicos de pares”.

Constituye el camino al desastre, incluso con riesgo de desastre nuclear en el caso del conflicto de Ucrania. ¿La “crisis de competencia” que se extiende a un terreno tan variado provocará un replanteamiento como insiste Walter Kirn, un escritor sobre cambio cultural?

fuente https://strategic–culture-su.translate.goog/news/2025/01/20/competency-crisis-proliferating-west/?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=wapp

as opiniones de los colaboradores individuales no representan necesariamente las de la Fundación Cultura Estratégica. y de Dossier Geopolitico

En un acuerdo detallado de asociación estratégica firmado la semana pasada en Moscú, las potencias euroasiáticas Rusia e Irán lanzaron un desafío al orden global liderado por Estados Unidos y pusieron sobre aviso a su nuevo presidente entrante.

Por Pepe Escobar

En geopolítica, el momento lo es todo. El viernes pasado, en Moscú, sólo tres días antes de la investidura del presidente estadounidense Donald Trump en Washington, los principales líderes de los BRICS, el presidente ruso Vladimir Putin y el presidente iraní Masoud Pezeshkian, firmaron un Acuerdo de Asociación Estratégica Integral, detallado en 47 artículos, el doble de los del reciente acuerdo entre Rusia y Corea del Norte.  

Esta asociación estratégica ahora está escrita en piedra justo cuando la enorme e impagable deuda del gobierno de Estados Unidos alcanza una cifra sin precedentes de 36,1 billones de dólares, equivalente a 106.400 dólares por estadounidense, y justo cuando la participación de Estados Unidos en la economía global cae por debajo del 15 por ciento por primera vez, según cifras del Banco Mundial y el FMI.

En marcado contraste, la asociación estratégica entre Rusia e Irán apunta a solidificar aún más el impulso interconectado de organizaciones multilaterales cruciales encargadas de organizar el nuevo mundo multimodal : BRICS+, la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) y la Unión Económica Euroasiática (UEE).   

Digamos que se trata de un momento histórico en el largo y continuo proceso de integración euroasiática o, como lo interpreta en gran medida la mayoría global, un desafío directo y soberano al moribundo “orden internacional basado en reglas” impuesto por Occidente.    

La amplia alianza estratégica entre Teherán y Moscú impulsa la colaboración en los ámbitos de seguridad y defensa, y pone especial énfasis en el desarrollo sin problemas del Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC), un eje transeurasiático que une a Rusia, Irán e India, consolidando a Irán como un centro de tránsito clave para el gas y los bienes rusos vendidos a varios socios afroeurasiáticos.

Mapa del Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC).

Reescribiendo las reglas de la guerra asimétrica

Es esclarecedor destacar la propia interpretación que hace Putin de la asociación, a la que califica de “documento innovador” que establece “objetivos ambiciosos” centrados en el “desarrollo sostenible”.

Agregó que Rusia e Irán  están alineados en “la mayoría” de las cuestiones de política exterior, son naciones independientes y que ambas naciones civilizacionales “resisten la presión externa y se oponen a las sanciones ilegítimas”.   

El ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araghchi, destacó cómo la asociación  reemplaza “el unilateralismo por la cooperación y el respeto ”, en un acuerdo destinado a proporcionar a Irán y Rusia las herramientas para construir “ un nuevo orden en el que la cooperación reemplazará a la hegemonía  y el respeto reemplazará a la imposición”.

Ahora, pasemos a los detalles. Si bien el acuerdo no constituye una alianza militar formal, la asociación institucionaliza intercambios militares al más alto nivel, desde ejercicios conjuntos y desarrollo de armas hasta proyectos de intercambio de inteligencia. 

Moscú venderá inevitablemente aviones de combate Sukhoi S-30, misiles Pantsir, Tok y Buk y sistemas de defensa S-400 (y en el futuro cercano, S-500) para la defensa aérea iraní contra posibles casos de aventurerismo entre Estados Unidos e Israel, mientras compra una amplia gama de misiles y drones fabricados en Irán. También se impulsarán los intercambios sobre investigación en inteligencia artificial. Tanto Irán como Rusia están en la primera línea mundial de la reescritura de las reglas de la guerra asimétrica.

El acuerdo estipula que Rusia prestará “asistencia” a Irán. En la práctica, eso significa no sólo armas, sino también la defensa de Teherán ante las Naciones Unidas y otras fuerzas internacionales contra amenazas diplomáticas y la minimización de los efectos de sanciones económicas perjudiciales. 

Y si ocurriera un ataque contra Irán, Rusia, por supuesto, no colaboraría con el atacante: ni información ni permiso para usar territorio ruso para ataques o incursiones. 

La infraestructura energética es un pilar esencial de la alianza y apuntará a mejorar la situación de Irán en medio de una economía interna en deterioro. Rusia proporcionará tecnologías energéticas de última generación para desarrollar la vasta (pero aún pendiente de modernización) infraestructura energética iraní, las redes de gasoductos y el comercio de gas natural licuado (GNL) en constante expansión. 

El día del acuerdo, el ministro de Energía ruso, Sergei Tsivilev, proporcionó nuevos detalles sobre un nuevo acuerdo de 30 años para construir un gasoducto en el mar Caspio entre Gazprom y la Compañía Nacional de Gas de Irán (NIGC), que incluirá a Azerbaiyán y probablemente buscará alejar a Bakú de posiciones hostiles en la región. Rusia cubrirá los costos de infraestructura y, esencialmente, proporcionará gas a Irán y a algunos de sus vecinos.   

El volumen proyectado de 55.000 millones de metros cúbicos al año una vez completado el proyecto es comparable a la capacidad del gas gemelo Nord Stream de la Unión Europea, saboteado sigilosamente por los estadounidenses, como reveló en 2022 el veterano periodista de investigación Seymour Hersh .

Este acuerdo energético es esencial para Teherán porque, si bien posee las segundas reservas de gas más grandes del planeta (34 billones de metros cúbicos, solo detrás de Rusia), sufre escasez interna, especialmente en invierno. La mayoría de las vastas reservas de gas del país no se exploran debido a las sanciones estadounidenses que se han impuesto desde hace décadas. 

Mejorando el “laboratorio del futuro” 

En el frente geoeconómico, Rusia e Irán están en el centro de uno de los corredores de conectividad claves del siglo XXI : el INSTC, que une a tres BRICS (el otro es India), es inmune a las sanciones y constituye una alternativa mucho más rápida y barata al otrora indispensable Canal de Suez.

El otro corredor es la Ruta del Mar del Norte (NSR) que atraviesa el Ártico, que los chinos llaman Ruta de la Seda del Hielo o Ruta de la Seda Polar. China se define a sí misma como un “estado cercano al Ártico”.

Mapa de las principales rutas marítimas mundiales y pasos alternativos del Ártico, incluidas las rutas del Noroeste y del Noreste.

El INSTC es la integración euroasiática en su máxima expresión y se convierte en un proyecto de conectividad fundamental para los BRICS. Las repercusiones geoeconómicas son asombrosas, ya que el INSTC acelerará el proceso dentro de los BRICS+ de eludir el sistema financiero internacional dominado por el dólar estadounidense. 

Rusia e Irán ya comercian intensamente con sus propias monedas y criptomonedas, mientras trabajan para perfeccionar un mecanismo confidencial que les permita eludir por completo el sistema de mensajería bancaria global SWIFT, con sede en Bélgica. El siguiente paso es configurar una red de pagos que abarque toda Eurasia, que estará vinculada a un mecanismo BRICS en evolución, y ya se están discutiendo y probando varias opciones en lo que solo puede describirse como “un laboratorio del futuro”.     

La proverbial histeria imperial que define la alianza como el nuevo capítulo del nuevo “eje del mal” (al que se suman Corea del Norte y China para colmo) es irrelevante. El momento geopolítico, una vez más, es inestimable, sumado a la reacción contra la demencia de las sanciones. 

Por cierto, la demencia seguirá siendo intrínseca al eje occidental liderado por Estados Unidos. El jefe de la Inseguridad Nacional, Jack Sullivan, antes de su patética salida, sugirió a la Casa Blanca un ataque a las instalaciones nucleares de Irán antes del inicio de Trump 2.0, algo que habría hundido inmediatamente al presidente republicano entrante en el ojo del huracán: una guerra masiva en Asia occidental. 

El problema es que el círculo de fuego sionista que rodea a Trump está, de hecho, heredando estos planes de ataque de la administración saliente de Biden, y están lejos de encontrar oposición en todo el Estado Profundo de Estados Unidos; por lo tanto, la demencia nunca se detiene. Considerando la arrogancia que impregna el Imperio del Caos, no habrá ningún grupo de realistas que realmente comprenda las ramificaciones de la entente estratégica entre Rusia e Irán.   

La mentalidad de guerras eternas que devastó grandes porciones de Afganistán, Irak, Libia, Siria, Gaza, Ucrania y otros lugares ahora está siendo ligeramente modificada. Sin embargo, los neoconservadores y neoliberales permanentemente empleados que han controlado la política exterior estadounidense durante décadas no desaparecerán. La diferencia es que ahora Rusia e Irán, en estrecha cooperación, están desafiando directamente al  Imperio del Caos, recargado. 

FUENTE https://thecradle-co.translate.goog/articles-id/28527?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=wapp

Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente las de The Cradle y de Dossier Geopolitico

Por Patricio Serendero  

El fin de este año confirma que las tendencias en la política mundial de cuestionamiento del orden existente de un mundo unipolar que se manifiestan desde el inicio del siglo XXI, se han acentuado y continúan su marcha inexorable hacia un mundo multipolar. Un mundo marcado por la disputa capitalista mundial por recursos energéticos, alimenticios y áreas de influencia. Esto está generando numerosas guerras y provocando una gran inestabilidad económica, política y social. Solo cuando la apropiación y redistribución de los recursos energéticos mundiales y zonas de influencia de los países más ricos estén más o menos establecidas por la fuerza económica, política y militar en última instancia, entonces será posible una época de una cierta estabilidad y paz relativas. Estabilidad y paz que no serán naturalmente eternas, porque el ciclo de las crisis capitalistas, sus luchas económicas y sus guerras se repetirá inexorablemente hasta el fin de este tipo de sociedad.

La victoria rusa en Ucrania contra la OTAN el próximo año, marcará el inicio de un nuevo ciclo en la geopolítica mundial. Un ciclo de alto riesgo para la Humanidad. La realidad actual continúa mostrando claramente que los dueños de la riqueza mundial no tienen problemas en iniciar guerras con su secuela de muerte de millones y la desintegración completa de países. Tal son los ejemplos de Ucrania, Palestina y Siria hoy, descuartizadas en pedazos donde los ganadores en el campo de batalla toman parte de sus territorios como botín de guerra. Los desplazados de sus países forzados a huir  suman millones. Tampoco la clase oligárquica mundial tiene cualquier problema en apoyar grupos terroristas para derribar gobiernos y propiciar atentados terroristas. El grupo terrorista que ha tomado el poder en Siria por ejemplo, Hayat Tahrir al-Sham (HTS), ha sido declarado como terrorista por la ONU, Inglaterra, EEUU, Israel y Turquía. Igual que su jefe, Abu Mohammed al-Jolani cuya cabeza tiene un precio de 100 millones de dólares ofrecidos por EEUU. HTS tiene su origen en el grupo Estado Islámico (2011) y luego como fracción que se separó de Al-Qaeda. Ese es su origen. Grupo al que la prensa occidental se apresura a darle hoy el beneficio de la duda de que estaría cambiando su postura radical por una progresista[i] o incluso humanista[ii]. El conocido lavado de imagen para justificar lo injustificable. Irónicamente los países que lo apoyan hoy tienen una nutrida legislación anti-terrorista!.

La constante principal de fondo de todo el período que se abre, inestable y peligroso, que durará largas décadas del siglo XXI, será la continuación de la acumulación de la riqueza en pocas manos, un fenómeno económico inherente al Capitalismo. Sus consecuencias solo pueden significar un mayor poder de decisión de esta elite oligárquica en la política y economía mundiales. Elite conocida hoy como globalista, entre otras cosas partidaria de un gobierno mundial de unas pocas corporaciones transnacionales.

La derrota militar y política de la OTAN en Ucrania le parece inaceptable al gigante americano. Una parte importante de sus clases dirigentes piensan que continua siendo la mayor potencia mundial. Lo que determina en gran medida la lucha de EEUU en todos los planos contra sus rivales económicos y militares, China y Rusia por mantener dicho poder. Lucha que se da en el mundo entero y que ha llevado a algunos a afirmar que ya estamos en la Tercera Guerra Mundial. Esta será la segunda constante del período.

En Ucrania, EEUU vía la OTAN luchará todavía duramente – a pesar de su derrota inminente- provocando a Rusia como último recurso, recurriendo a crecientes atentados terroristas como los vemos hoy.  Busca con esto una respuesta descontrolada de esta para así obtener la justificación de una guerra ahora formal contra la OTAN. Lo que nos llevaría al borde mismo del abismo nuclear. No sabemos si esta opción suicida se mantendrá durante el próximo gobierno norteamericano. La política exterior de EEUU la decide el “Estado profundo”, sus grandes corporaciones y las empresas del complejo militar-industrial e ideológicamente sus centros de pensamiento como la Corporacion Rand y otros. Los gobiernos responden a esos intereses. Sin embargo algunos piensan que el gobierno de Trump puede hacer cambiar esto. Por ejemplo decidiendo enfocarse más en los serios problemas económicos y sociales internos. Trump hará, en su estilo claro, lo que las grandes corporaciones manden. No olvidemos que el complejo militar-industrial vende permanentemente armas, municiones y equipos de todo tipo para 850 o más bases americanas en el mundo! ¿Alguien cree que están dispuestos a perder eso por las supuestas veleidades pacifistas de un Presidente? Los emperadores romanos, brillantes o estúpidos no determinaban lo grueso de la política imperial y su accionar. Tampoco los gobernantes de EEUU.

De allí que esperamos continuidad en su política externa. EEUU seguirá incentivando “primaveras árabes” en Eurasia[iii], como por ejemplo en Georgia, Moldavia o su región autónoma Transnitsria entre otros, para mantener la influencia que tiene en algunos países y agregando otros para el hostigamiento de  Rusia y China, sus enemigos declarados. El reciente golpe de Estado patrocinado por EEUU en Bangladesh es parte de ese objetivo. La caída de Siria pretende entre otros objetivos desestabilizar Rusia y China en sus fronteras. Todas operaciones de guerra no militar tendientes a debilitar y acosar al enemigo estratégico. Además de apropiarse totalmente de su petróleo o al menos de su comercio. Tal como en Libia o Irak.

Con Trump EEUU continuará y profundizará las sanciones comerciales no solo contra sus enemigos principales. El imprevisible millonario ha dicho que aplicará sanciones a los países BRICS con un aumento de 100% en las tarifas aduaneras si no utilizan el dólar en sus transacciones internacionales. Amenaza que ha hecho extensiva a cualquier otro país que no obedezca sus dictados. Estas declaraciones no pasan de ser hoy bravuconadas de alguien que no siendo todavía jefe de Estado se permite decir cualquier cosa. El problema de esto es que EEUU ya no tiene la fuerza para imponer su voluntad en todo el mundo. Aunque todavía lo consigue con muchos países. Como en Chile por ejemplo, ideológicamente dominado por el modelo neoliberal inventado en EEUU y uno de sus alumnos más aventajados.

Todavía respecto de Ucrania digamos que algunos analistas sugieren que esta quedaría dividida en tres grandes sectores una vez terminada la guerra (ver diagrama). Rusia se quedaría con todo el Donbas conquistado en el Oeste ( donde están los territorios más ricos de Ucrania) más Odessa en el sureste. Hungría y Polonia se apoderarían de sendas regiones en el Oeste. El centro sería lo que quede de Ucrania, cuyo estatuto tendrá que ser aquel de no pertenencia a la OTAN, uno de los objetivos esenciales de Rusia para cualquier negociación de paz.

Ucrania después de las negociaciones según F. Moragón. Visto en en canal: Derribando los Mitos de la Política de E. Bistoletti.

https://www.youtube.com/watch?v=KOP07VwhzbI

La caída de Siria

En el Medio Oriente la cosa se ve todavía peor para el período que se inicia. La caída en Siria del régimen de Basher al-Asad el pasado 8 de diciembre, donde existía un estado de guerra civil desde 2011, ha sido propiciada entre otros grupos por el HTS, también conocido como Entidad de Liberación del Levante. Grupo terrorista que ha contado con el apoyo militar y logístico de EEUU, Israel y Turquía, además del Reino Unido. Han participado además otros grupos que controlan distintas partes del territorio sirio y que luchan entre sí. De allí que la situación promete un estado de guerra civil que durará mucho tiempo. Pero no solo habrá guerra civil en Siria sino que probablemente se hará extensiva en todo el Medio Oriente involucrando a Irán. Israel, el actual actor predominante en la región se enfrenta a Irán pero también a Turquía que ha participado activamente en el derrocamiento de al-Asad con la milicia que apoya: el Ejército Nacional Sirio. Israel y Turquía han desplegado en estos primeros días sus ejércitos en territorio sirio con fines de anexión. Israel por ejemplo ya se ha apropiado de lo que le restaba a Siria de los Altos del Golan y ha tomado el monte Hermon, justo encima de Damasco. Utiliza su fuerza aérea para bombardear zonas declaradas como enemigas. Pero no justamente a los grupos terroristas que ha armado desde 2011 tal como había denunciado la periodista Serena Shim, asesinada en 2014[iv]. No sabemos si Israel hará primero la guerra a Turquía o a Irán,  enemigo ancestral del sionismo, lo que servirá la geoestrategia de EEUU por el control que tiene sobre el petróleo sirio, y los numerosos oleoductos y gasoductos existentes y que hacen de Siria una zona de tráfico de hidrocarburos desde Asia y las monarquías árabes hacia Occidente. EEUU controlaba en 2019 el 70% de los recursos energéticos del país vía grupos guerrilleros que apoyaba. El 30% restante lo controlaba el gobierno[v]. La caída de Siria también sirve a las monarquías del Golfo Pérsico como Arabia Saudita, que ve debilitada a Irán al perder su influencia en Siria. Turquía tiene también ambiciones económicas alrededor del petróleo como país de transporte de este desde los países del Golfo. Ocupa hoy la zona donde viven turcos otomanos de Siria. Siendo ahora Siria una tierra peligrosa de nadie, será más segura Turquía para el transporte de hidrocarburos a Europa. De allí que para el actual gobierno turco apoyar un movimiento declarado terrorista por ellos mismos no representa un problema. El fin siempre justifica los medios. Sobre todo en Política.

Otra de las consecuencias de la caída de Siria es que ahora podrá concretizarse la construcción del gasoducto Catar-Arabia Saudita-Jordania-Siria-Turquía, diseñado para atravesar Siria y ofrecer a Europa una alternativa al gas ruso. Este proyecto compite con aquel para traer petróleo desde Irán pasando por Irak y justamente Siria (denominado Oleoducto de la Amistad). Dos proyectos en competición aparte de los oleoductos ya existentes en Siria. Ya desde 2009, ante la oposición de al-Asad al gasoducto desde Qatar, la inteligencia de EEUU había decidido que era preciso una intervención en Siria para derribar su gobernante. La UE – muy interesada en estos proyectos – cooperaba políticamente acusando al-Asad de crímenes de guerra y desarrollo de armas químicas. Desde entonces comenzó la guerra civil. He aquí la razón profunda para esta intervención utilizando grupos terroristas con el apoyo de los varios países interesados en el negocio. Una estrategia donde se evita enviar tropas propias para la consecución de un objetivo. Siga usted los caminos del petróleo y gas y comprenderá gran parte de las guerras en el mundo de hoy.

La existencia de varios grupos terroristas en presencia, entre ellos Al-Qaeda e ISIS  y también una parte del ejército sirio cuyos miembros están a ser asesinados, así como los curdos apoyados por EEUU promete un volcán para el país y su destrucción asegurada. Siria como Ucrania, probablemente será dividida en pedazos conforme la fuerza que tengan las potencias en disputa. Rusia tiene bases militares allí. Le interesaba una Siria amiga como protección de su área de influencia. No sabemos a esta altura que va a acontecer con ellas. Lo concreto es que el país reina el caos total y la vendetta contra los miembros del ejército sirio está en pleno desarrollo. La prensa occidental siempre dirigida por los mismos poderosos dueños de todo calla estos crímenes y ve con velada simpatía aunque con aparente neutralidad los terroristas en el poder. Se imaginan los lectores si esto hubiese sido hecho por una guerrilla de izquierda?

El retroceso de la Unión Europea

Otra característica del nuevo período que se abre es el papel secundario en el mundo que ahora jugará la Unión Europea (UE) y Europa en general. Por imposición de EEUU a través de la OTAN se había propuesto propiciar una derrota estratégica a Rusia, comenzando por destruir su economía aplicando sanciones de todo tipo. Como es bien sabido hoy, toda esta política resultó exactamente en su contrario. A pesar de la propaganda occidental, Rusia es hoy un país más fuerte en todos los aspectos. Los países europeos en cambio, y en gran parte a causa de su política con Alemania y Francia a la cabeza, están sumidos en una grave crisis económica y política. Ya tenían antes problemas económicos serios donde los parámetros de crecimiento económico eran mínimos durante largos años previos a la guerra de Ucrania. Solo que la guerra y las sanciones económicas contra Rusia (más de mil sanciones diversas) han tenido como resultado profundizar y acelerar el declinar de estos países. Siendo Europa una región sin recursos energéticos, con la excepción del petróleo de Noruega, dependía de Rusia y su gas barato durante largos decenios. Con el acto terrorista de la voladura de los gasoductos bajo el mar que llevaban el gas desde Rusia a Alemania (hecho nunca reconocido como tal en Occidente), ha significado un problema insoluble para la industria europea. Europa ya no es hoy una referencia principal como potencia económica. Potencia militar como UE no lo ha sido nunca, ocupada militarmente en varios de sus países por EEUU desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Algo de lo que paradójicamente Occidente acusaba a Rusia en los tiempos de la URSS a propósito de la realidad del Pacto de Varsovia y el dominio absoluto de Rusia en los países que lo conformaban. Predominio de EEUU sobre Europa que hoy el destemplado Presidente electo Trump se encarga de recordar groseramente. Deben seguir comprándonos gas y armas o de lo contrario aplicaremos sanciones económicas de todo tipo contra vuestros productos. Y tienen que mantener la OTAN. Si quieren protección, deben pagar por ello.

Es difícil pensar hoy en la posible autonomía estratégica de Europa como dice un ex-embajador español[vi]. Para que ello ocurra Europa debería terminar con su política de sumisión a EEUU y terminar con la OTAN. Difícil. Salvo, que Trump decida el mismo terminar con la alianza atlántica a contrapelo de los intereses del complejo-militar de su país. Algo muy poco probable. Europa  además tendrá que necesariamente re-establecer las relaciones con Rusia que tan buenos resultados dieron durante largas décadas. Igualmente deberá reformar de raíz la Unión Europea como institución burocratizada, cuyas políticas económicas ineficientes y una legislación paralizante impiden la competitividad y la innovación, tal como lo ha denunciado el demoledor informe de Mario Draghi, el ex-jefe del Banco Central Europeo. Veremos como se resuelve dicha pugna.

Desconfianza en líderes políticos

Una tercera constante que se mantendrá en el nuevo período  es la creciente desconfianza y desaprobación de la población mundial en sus dirigentes políticos. Hay una profunda crisis de los valores que supuestamente representaba el régimen democrático. No es solo en Chile que en general la mal llamada clase política favorece no a sus electores sino a las empresas que financian sus campañas. Es un fenómeno mundial del Capitalismo “democrático”. La población europea por ejemplo, que rechaza mayoritariamente sus gobiernos haciéndolos caer uno a uno estos días, observa como estos continúan dirigiendo a Europa en una guerra contra Rusia que esa mayoría no quiere. De igual manera, el actual gobierno de EEUU, viola sistemáticamente la voluntad popular  haciendo lo contrario del programa del ganador de las elecciones, contrario a la guerra. Son todos ejemplos de que los gobiernos del capitalismo no gobiernan en el interés de sus pueblos sino de sus elites. Y en el caso europeo, de elites extranjeras.

El accionar de los gobiernos de la democracia, dado el aumento de la concentración de la riqueza en pocas manos, verá acentuarse la influencia de la clase dominante en la elaboración de políticas públicas. La descarada intervención judicial en Rumanía para desconocer el triunfo legítimo en las elecciones presidenciales de ese país, obtenido por el candidato Calin Georgescu opuesto a la guerra de Ucrania, con la disculpa que hubo una grosera y masiva intervención rusa, la campaña neo-macartista en toda Europa para silenciar en redes sociales y otros medios cualquiera voz disidente con la posición belicista y suicida de los actuales dirigentes europeos, o la actitud del Presidente francés de desconocer el veredicto de las urnas dos veces consecutivas colocando primeros ministros que no representan ninguna de las fuerzas vencedoras en las elecciones, son otros ejemplos de un sistema cada vez más autoritario donde la opinión y decisión de las grandes mayorías que los han elegido simplemente no cuenta.

Reactivación de la doctrina Monroe

En cuanto a América Latina, veremos un reforzamiento de la doctrina Monroe por parte del Tío Sam. Esa de “América para los americanos”. Esta será la cuarta constante del período. Esto, por la pérdida relativa de influencia de EEUU en la región en las últimas décadas, como consecuencia de las crecientes relaciones económicas y diplomáticas de los países latinoamericanos con China. Además de la incorporación del gigante Brasil y otros países a los BRICS, visto por EEUU como su enemigo. Para varios de ellos como se sabe, China es su principal socio comercial, entre ellos Chile. EEUU podrá exigir a nuestros países escoger entre “nosotros” o “ellos”. Esto, porque en un contexto de pérdida de su influencia en el mundo, EEUU no puede permitirse también perder su hegemonía en nuestra América. Las provocaciones de Trump tratando a Canadá como un estado más de la Unión, gritando que va a recuperar el Canal de Panamá o amenazando a México con altas tarifas a sus productos exportados a EEUU, donde la velada amenaza ha sido la de nombrar a un ex-oficial de la CIA como embajador, no dejan lugar a dudas de cual será política que se nos aplicará. Ni hablar además que Cuba y Venezuela no tendrán tregua alguna en su bloqueo y sanciones.

Reforzar el papel de patrón en A. Latina es hoy un imperativo para EEUU. Las recientes actividades y acciones político-militares del Comando Sur en varios países de la región, aquella división del Ejército de EEUU para el control sobre nuestra América, donde tiene más de 75 bases militares así lo confirman[vii]. Actividad creciente particularmente desde hace dos años que no debe dejar dudas sobre una política amenazante en la región. Como referimos arriba, a EEUU le preocupa sobremanera el que su rival chino haya penetrado en la economía y finanzas de nuestro sub-continente. La construcción del gigantesco puerto de Chancay en Perú es una de sus últimas obras. Será interesante ver como se posicionan Brasil, México, Argentina y Colombia en el período que se abre. ¿Serán capaces de llegar a desarrollar alianzas político-económicas para mejor defender sus intereses y posición en el mundo?  No olvidemos que teniendo en juego los intereses nacionales, los países pequeños tienden a luchar  juntos para mantener su independencia y soberanía frente a los grandes, independientemente de los gobiernos que tengan en cualquier momento. O al menos eso debería ser en teoría su actitud como enseña la geopolítica. López Obrador, su sucesora Sheinbaum, Lula y Petro entienden esto perfectamente. En Chile, dada la conocida posición ideológica pro-EEUU de la clase empresarial nada de eso podrá acontecer. Los gobiernos de turno responden a esos poderes.

El poderío chino

La realidad del período que comienza está marcada también obviamente por el predominio indiscutible de China en el comercio mundial así como en varios campos tecnológicos incluida la investigación en tecnología espacial y nanotecnología, además de estrechar su relacionamiento político y diplomático con numerosos países. Un gran desafío al poder de EEUU. Los asiáticos ocupan el primer lugar en el registro de nuevas patentes en tecnología por ejemplo, algo de la mayor importancia para la necesaria innovación. China es la cabeza de los BRICS como alianza de muchos países en la lucha por la defensa de sus intereses. Los BRICS superan hoy al G7 en el PIB PPA[viii] . También en la superficie que controlan y la cantidad de población mundial que representan. China, además, cuya política es pensada siempre para el muy largo plazo, pretende destronar el dólar como moneda preferida en los intercambios internacionales. Eso es lo que defiende con fuerza en los BRICS. Veremos en este período el continuo lento pero seguro avance de este proceso en esa dirección. Un objetivo irrenunciable y el que se verá acelerado al tener en cuenta que EEUU aumente las tarifas de aranceles y otras sanciones. Cuando esto se concretice a través de la moneda BRICS, producirá ciertamente el golpe más duro contra el imperio americano tal como lo conocemos. Habrá un antes y después en la Historia Mundial de los últimos dos siglos cuando esto acontezca.

En sus relaciones comerciales con el mundo, China actúa en lo esencial como cualquier otra potencia económica. Compra en general materias primas, recursos naturales y alimentos a los países subdesarrollados y les vende productos terminados con valor agregado. Las cifras del comercio chileno con el gigante asiático son un buen ejemplo de esto. Afianza sus lazos comerciales invirtiendo sobre todo en infraestructura y participando activamente en el financiamiento de proyectos a través de sus bancos de inversión privados y públicos. De acuerdo con un informe del Banco Mundial y otros, China ha realizado en los últimos 20 años préstamos a 22 países latinoamericanos por más de $USD 240.000.000. Préstamos difíciles a veces de pagar dado unos términos negativos del intercambio. Se exporta mucho menos que lo que se importa desde China creando balanzas de pago deficitarias[ix].

El secreto de este indiscutible éxito económico de China han sido los bajos precios. Pero habrá un momento en que los salarios de los trabajadores chinos tendrán que subir así como las regulaciones medioambientales que aumentan los costos de producción. La música entonces será diferente.

Por otra parte, China hace parte hoy de ese orden mundial que critica. Una gran contradicción a resolver. De hecho, es miembro del Consejo de Seguridad de la ONU así como miembro del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Estas últimas las entidades por antonomasia del Capitalismo mundial, hoy en manos de EEUU. Pero también es la cabeza de los BRICS, opuesto a estos o al menos en sus políticas. En algún punto de su desarrollo tendrá que resolver si se decide a luchar por tomar ese poder del Capitalismo en el mundo y continuarlo, o de romper este modelo y construir el Socialismo. Hasta ahora ellos dicen que la suya es una sociedad socialista con particularidades chinas. Tienen razón algunos analistas que dicen que China es más bien una sociedad capitalista con características chinas. La Historia mostrará finalmente hacia donde quieren llegar. Algo que nadie puede predecir hoy.

En cuanto a Poder militar, la realidad mundial a partir de ahora está marcada por el poderío militar incontestable de Rusia. La derrota de la OTAN, que ha ensayado lo mejor de su armamento militar en Ucrania así lo demuestra. Esto es absolutamente verdad referido a la guerra convencional.

Las armas de la guerra hoy son completamente distintas a las cualquiera otra guerra de la Historia. Primacía de misiles de todo tipo y drones aéreos y marítimos, satélites espías y de comunicación, así como la fundamental componente de guerra electrónica e informática lo han cambiado todo. Y en esta nueva y moderna guerra los rusos han tomado la delantera en cuanto desarrollo tecnológico. Y esta supremacía tiene y tendrá consecuencias en los equilibrios y luchas de Poder futuras.

La constatación del fracaso del capitalismo neoliberal

Una última constante de la situación mundial, a la vista de lo arriba expuesto,  es la constatación del fracaso del capitalismo. Al menos el capitalismo neoliberal occidental en todos los campos de la acción humana. Un sistema y modelo que hace agua por todos lados. Un mercado que ya no es libre, porque el proteccionismo actual se impone y el objetivo monopolista de las empresas está siempre presente; una responsabilidad financiera olvidada por los más ricos que permite crisis económicas unas detrás de las otras; una ilegitimidad creciente de sus gobiernos; proletarización de largos segmentos de la población antes de clase media; una destrucción medioambiental galopante; un control creciente de las conciencias utilizando una máquina universal de propaganda ideológica que inunda todos los espacios del pensamiento; represión del Estado contra cualquier disidencia de la narrativa oficial, el que se da medios policiales cada vez más costosos e intrusivos sobre la vida privada; privatización de toda tarea humana que permita obtener lucros; un individualismo creciente que niega la esencia social del ser humano; unos dirigentes políticos que velan por su interés personal y no por aquel de sus votantes, cayendo frecuentemente en la corrupción, lo que aumenta la desconfianza y rabia de los electores; un sistema de dominación en fin injusto e inhumano, donde de manera creciente los DDHH no son respetados por los Estados.

Son estos entre muchos, otros indicadores de una derrota estructural del modelo de sociedad que nos han vendido las últimas décadas como el único posible y el que se pretende insistentemente de llevarlo a todos los confines de la Tierra. Un modelo que no caerá por si solo. Tendrán que ser los propios trabajadores los encargados de construir sociedades más prósperas, dignas, justas y pacíficas. Y cuanto antes, mejor. Porque mientras tanto, la pobreza, la inestabilidad, la inseguridad, la desconfianza, la injusticia y la guerra continuarán imperando en el diario vivir. Un panorama desolador para el futuro de nuestra descendencia.

Patricio Serendero

[i] Ver por ejemplo el artículo de la BBC “El nuevo líder de Siria rompió realmente con su pasado radical islámico?”,

BBC News, 20/12/2024 donde se afirma que dicho grupo está siendo genuino en su deseo de cambio(sic).

[ii] https://noticias.uol.com.br/colunas/walter-maierovitch/2024/12/16/siria-promete-novo-jihadismo-pragmatico-da-para-acreditar.htm

[iii] Eurasia: Europa + Asia, la región geopolítica propuesta con este nombre en 1904 por A. Mackinder y que EEUU se encargará siempre de mantener dividida conforme su estrategia secular. Según Mackinder, quien gobernaría Eurasia gobernaría el mundo. De allí la dominación de EEUU sobre Europa utilizando la OTAN.

[iv] Decimos asesinada porque existen serias sospechas que los responsables de su muerte en un accidente de automóvil  fueron los servicios de inteligencia turcos que ella misma había denunciado en TV dos días antes por estar en la lista de blancos a abatir.

[v]  “La geopolitica de los gasoductos lo es todo en el conflicto sirio”, Misión Verdad, Portal digital CubaSi, 10/12/2024

[vi]  Comentarios del ex-embajador I. Gracia Valdecasas entrevistado en el canal de Rubén Gisbert en https://www.youtube.com/watch?v=SLEFjyWFaEk

[vii] “La amenaza militar de EEUU en Latinoamérica”, en portal digital Rebelión visto el 23 de Diciembre de 2024

[viii] El PIB PPA (Producto Interno Bruto por Paridad del Poder Adquisitivo) es la medición que permite medir el producto interno bruto de un país, eliminando las diferencias de precios existentes entre cada país.

[ix] Ver el interesante artículo  “La dificil disyuntiva que tienen los países latinoamericanos en su relación con China”, M. Hernández, Rebelión, 3/12/2024

FUENTE CLARIN CL https://www.elclarin.cl/2024/12/29/proyecciones-geopoliticas-2025-guerras-e-inestabilidad-marcan-el-nuevo-ciclo-mundial/

 
Por Massimiliano Vino DISSIPATIO.IT

La humanidad y el hardware son los dos componentes fundamentales en la carrera tecnológica del siglo XXI. Alessandro Aresu, en su último libro «Geopolítica de la inteligencia artificial» (Feltrinelli, 2024), reconstruye las historias y las luchas internas de poder de los hombres que están revolucionando el mundo: jugadores empedernidos como Musk y a menudo megalómanos como Palmer Luckey o Peter Thiel. de la misma ética feroz del capitalismo y del sueño americano que dio origen a sus empresas.

La inteligencia artificial es lo más concreto que puede afectar al destino y objetivos de las comunidades humanas. Más allá de cualquier retórica catastrofista o su ciega exaltación, el juego actual es exquisitamente humano y material. La piedra angular es la tendencia fundamental de nuestro tiempo, es decir, la creciente concentración de hombres, ideas e innovaciones en los dos polos atractivos más importantes del planeta: Estados Unidos y China.

Al leer «Geopolítica de la inteligencia artificial» de Alessandro Aresu, uno no puede evitar sentirse sorprendido y encantado por esta danza concéntrica lenta y constante que toca los diferentes rincones del gran Occidente o del Sur Global, de la América profunda y costera, de la Vieja Europa. y el Lejano Oriente, se desarrolla a través de prodigiosas intuiciones y luchas por el poder. Tanto entre individuos como entre empresas o imperios. La visión que tenemos por delante es la de un intrincado laberinto con rasgos novelescos, en el que millones de pequeñas piezas perfilan el rostro del desafío tecnológico global.

El hilo conductor de la discusión, centro esencial de la obra, es un chico desconocido de origen taiwanés, que emigró a Oneida, en Kentucky, y se hizo conocido entre sus nuevos conciudadanos americanos como Jensen Huang. Hoy una verdadera leyenda. Antes de eso, hubo un largo camino de investigación humana sobre la inteligencia artificial, ya en los años 40 a partir del juego de imitación y del test de Alan Turing y materializado por el chico de Oneida, que llegó como un perfecto desconocido a los años 70. Estados Unidos, y por su pasión por los videojuegos.

Se puede decir que los orígenes de nuestra idea de inteligencia artificial son las tarjetas gráficas de videojuegos. A partir de la necesidad cada vez más necesaria de realizar la misma operación simultáneamente, como por ejemplo hacer que el sistema visual y el sistema nervioso reconozcan un trozo de rascacielos, se activa el camino de la memoria. Es decir, lo que se llama computación paralela:

“Con la llegada de la GPU ( Unidad de procesamiento gráfico) de NVIDIA y su capacidad de computación paralela, de repente se pudieron crear mundos de juego con gráficos complejos y detallados, cada «decoración» (elemento gráfico) se procesó en paralelo para crear una ‘experiencia inmersiva que «Había sido impensable antes».

NVIDIA, la creación de Jensen, está en el centro del proceso . El sol en el centro del sistema. Pero otras historias se cruzan con él y su rotundo éxito. La computación paralela ha estado entrelazada con la investigación sobre la conciencia y la inteligencia humanas desde los albores de la humanidad moderna. 

¿Qué son en realidad? Comprender esto es esencial para lograr una imitación más clara del cerebro humano. Y viceversa. 

Aparentemente es la formación la que determina la calidad y da forma a las herramientas de aprendizaje de las redes neuronales. Un mecanismo que a través de experiencias y errores determina también la proliferación de las GPU. Toda la historia de la humanidad y la continua remodulación de su relación intelectual con el conocimiento se basa en el error. Del error dependerá también  el destino final de estas redes neuronales artificiales, marcadas por el mosaico infinito de hardware .

La nueva «explosión cámbrica», analizada por el brillante investigador de origen chino Fei-Fei Li, otro protagonista de la aventura de la inteligencia artificial, es el triunfo de una nueva «forma de vida» a través de la vista, como ocurrió hace apenas millones de años. años antes. Ver y saber reconocer, a través del entrenamiento y los continuos tropiezos, traduce el juego de imitación en realidad. Es una prerrogativa que se ha perfeccionado en el hombre y en la máquina que poco a poco aprende y traduce en contenidos. 

Pero la máquina no es nada sin el aparato humano del que depende. El destino manifiesto de la ocaso de la civilización occidental global liderada por Estados Unidos y quizás China reside en el papel cada vez más imponente asumido por los herreros divinos, por el Prometeo moderno que Spengler (citado en Aresu) sugiere en el apogeo del ciclo euro-occidental. :

“No sólo el nivel sino la propia subsistencia de la industria depende de la existencia de cientos de miles de mentes calificadas y bien entrenadas que dominen y avancen incansablemente la técnica. El ingeniero es verdaderamente el gobernante silencioso y el destino de la industria mecánica. Su pensamiento es como posibilidad lo que la máquina es como realidad”.

Los niveles simbólico y metafísico parecen estar indisolublemente entrelazados en la propia antropización material de la historia geológica de la Tierra. Y quizás en la superación misma de lo humano. Spengler definió la filosofía y las matemáticas de Descartes y Leibniz como la clara ejemplificación del florecimiento definitivo de una nueva civilización en nada similar a la clásica grecorromana. La sensación de infinito numérico y espacial emana del cálculo infinitesimal. Resuena y culmina en la incompletitud de Gödel. Está injertado en la aterradora admiración leibniziana hacia ese gran caldero de religión y pensamiento tradicional chino que es el I-Ching . Líneas continuas y líneas discontinuas como sistemas binarios . El cálculo del destino que se traduce en la búsqueda de la verdad, a través de la conversión en patrones. 

El plan, sin embargo, no es nada sin el impulso científico y luego industrial que construye civilizaciones mecánicas  .

Aresu, que ya ha dedicado dos libros antes que este último al fortalecimiento del capitalismo político al estilo americano y chino , destaca cómo el industrialismo y la aceleración se injertan en la profundidad antropológica, cultural e histórica de las comunidades individuales, como necesarios para su misma supervivencia. Evitar conocerlos supone faltar a la cita con el principal reto del momento.

Si Japón fue el primero, ante el poder de Occidente, en optar por aprender «sin temor» y convertirse en una potencia industrial para no sucumbir, hoy las grandes comunidades asiáticas comparten una suerte similar. Con China a la cabeza. 

Un desafío manufacturero, compuesto por búsqueda de talento, innovación continua, regulación pública y seguridad nacional.

Si NVIDIA tiene la capacidad de cruzar las fronteras nacionales del imperio americano y también hacer negocios con los chinos, donde gran parte de los pedidos de los gigantes de la alta tecnología dependen del pedido público, la seguridad nacional sólo en este caso ejerce una función de contención. Las cadenas de suministro y la dependencia mutua que garantizaron un par de décadas de orden global unipolar dentro de la globalización estadounidense ya no tienen ninguna razón para existir hoy.

El Celeste Imperio y el Occidente crepuscular, ya sea que hayan llegado metafísicamente a su etapa terminal , sostenidos mecánicamente sólo por aparatos técnicos, o que aún estén vitales y vigorizados por su propia esencia antropológica e histórica, se desafiarán mutuamente. Usando IA. 

Con los chinos ansiosos ferozmente de abrirse a ese vasto infinito dominado por las flotas germánicas, normandas e inglesas, convertidas en americanas, fruto de la búsqueda de lo ilimitado matemático y filosófico de la civilización eurooccidental. Y con los estadounidenses, que son el cerebro hacia el que convergen todas las energías restantes de sus socios, satélites y aliados europeos.

Un torbellino cada vez más acelerado de mentes jóvenes y ambiciosas huyen de la regulación de la vieja y exhausta Europa, sostenidos por su propio bienestar material creciente, consecuencia directa de la desvinculación del instinto de supervivencia, garantizado por la protección militar y tecnológica estadounidense. , para ir a Estados Unidos . Alimentando cada vez más su prodigiosa brecha respecto a cualquier posible rival.

En todo caso, distribuir dividendos entre los aliados moribundos:

“¿Cuál es entonces el papel de Europa? ¿Cuál quieres que sea? Somos los muertos vivientes. Para darnos un tono, nos llamamos sonámbulos. La brecha con Estados Unidos era grande hace diez años: ha crecido y no hay razón para pensar que no seguirá creciendo”.

Talentos y maestros de Italia, China, Israel y aquellos que huyen de Europa se sienten atraídos por Estados Unidos. La inteligencia artificial, producto de la mente y el genio europeos, no tiene voz y voto en el Viejo Continente. Red de centros de estudios e investigación. De excelencia técnica y humanística. Lo que falta es el elemento más importante y decisivo que elude a un continente que todavía se cree una potencia y que evita cada vez más el retorno de la Historia: falta el hardware. Falta fabricación. Industria, en el sentido más estricto del término. Así como la voluntad o capacidad económica para sustentarlo.

Sin «tomar en serio» la industria de los videojuegos, más que el papel de personajes (y jugadores) como Elon Musk y Peter Thiel, más allá del carácter pintoresco de este último a su manera, hecho de arrebatos públicos y delirio transhumanista, se corre el riesgo de mirando tu dedo y perdiendo de vista la luna. La luna son los microprocesadores . Los componentes técnicos que, más que cualquier temor legítimo a una «revuelta de las máquinas» y a la extinción de la raza humana «suplantada por la inteligencia artificial», son el verdadero núcleo de la cuestión. 

Y al mismo tiempo, la producción de microprocesadores, la guerra de los chips entre China y Estados Unidos, acompañan las ambiciones espaciales de Starlink y la guerra de los datos y de las redes sociales en curso entre las dos superpotencias. 

Acompañan, pero no son decisivos. Primero están la geopolítica, la geografía, las condiciones económicas, materiales, antropológicas y políticas; y luego viene la inteligencia artificial en todas sus aplicaciones o protagonistas. Desde las inversiones (incluidas las políticas) de Elon Musk, sus indudables capacidades industriales, hasta la reconstrucción de un cinturón manufacturero estadounidense , para contrarrestar más eficazmente la gigantesca capacidad de producción de la República Popular. Desde la valorización de talentos que han emigrado a Estados Unidos, incluido Jensen Huang, hasta la financiación masiva de investigaciones científicas, estrechamente relacionadas con la producción y el espíritu empresarial y que nunca son un fin en sí mismas. 

Entrar en la dimensión geopolítica y material del desafío actual a la inteligencia artificial significa, por tanto, atribuirle el valor adecuado y su mayor límite, que sin duda sigue siendo el hombre. Genes humanos, convergencias políticas humanas y polos atractivos, comunidades humanas que luchan por la hegemonía tecnológica y quizás global:

“La IA permanece exactamente donde la colocamos, solo puede hacer aquello para lo que la entrenamos y solo puede influir en aquello a lo que están conectados sus resultados. Como resultado, los humanos siempre decidiremos cuánto poder de decisión ceder a los modelos de inteligencia artificial. Nunca tomarán el poder solos. Sólo tendrán el poder que les demos.»

Citada en el texto, junto con otras numerosas referencias literarias fruto del inmenso conocimiento del autor, que aún atestiguan el vínculo indisoluble (que olvidamos) entre el conocimiento humanístico-filosófico-literario y la producción técnico-científica, se encuentra la obra maestra de Frank Herbert, Dune . Consagrada hoy, una vez más, en los cines, sorprende por el profundo factor humano inherente a sus decorados de ciencia ficción.

La orden religiosa femenina de las Bene Gesserit encabeza la aspiración de liberación de la humanidad. No las máquinas que superan al hombre, ni la esclavización de otros humanos por medio de las máquinas, sino el desarrollo de la mente de los hombres, que lejos de encogerse y dejarse acostumbrar a sus serviles criaturas artificiales, se esfuerzan continuamente más allá. : «No construiréis una máquina que falsifique una mente humana», afirma la Reverenda Madre de la Bene Gesserit en la primera conversación con el joven Paul Atreides. 

“La Gran Revuelta nos liberó de una muleta. Obligó a la mente humana a desarrollarse”.

La mente humana de hoy son los cientos de miles de mantenedores humanos dispersos en centros de datos y fábricas que consumen mucha energía («molinos satánicos») en todo el este de Asia, desde Malasia hasta Vietnam y Singapur, la seguridad de la cadena de suministro y las guerras comerciales entre Washington y Beijing, centradas en la «capital» de los microprocesadores: Taipei, la isla del quizás inminente apocalipsis nuclear.

Y los «héroes» de la revolución de nuestro tiempo también son humanos, vestidos con chaquetas de cuero como Jensen, jugadores empedernidos como Musk y a menudo megalómanos como Palmer Luckey o Peter Thiel , productos de la misma ética feroz del capitalismo y del sueño americano que floreció. Nvidia.

Humana y con fuertes implicaciones geopolíticas, es también la fuga de cerebros de Europa y su reducción a una «potencia reguladora», mientras la Historia se la traga sin demasiados elogios junto con su propia miopía en sectores cada vez más cruciales como el de la propia IA. en lugar de en criptografía o en control de datos y en el desarrollo de su propia industria espacial seria: los únicos participantes en la disputa global están convencidos de que la lucha ha terminado, cuando en realidad apenas ha comenzado. Una lucha de la que quizás ninguna célula del gran organismo antrópico terrestre podrá escapar:

“La integridad del cuerpo depende del flujo sanguíneo y del flujo nervioso, sensibles a las más mínimas necesidades de cada célula… cada cosa, célula, ser, no es permanente… lucha por la continuidad del flujo interno”

FUENTE DISSIPATIO.IT https://www.dissipatio.it/nvidia-videogiochi-dune/

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Dossier Geopolitico

El Mundo 2025 segun el Eurocentrismo CIDOB:

El mundo en 2025: diez temas que marcarán la agenda internacional

El mundo en 2025

Texto finalizado el 15 de diciembre de 2024. Esta Nota Internacional es el resultado de la reflexión colectiva del equipo de investigación de CIDOB. Coordinada y editada por Carme Colomina, en el proceso de redacción ha contado con aportaciones de Inés Arco, Anna Ayuso, Jordi Bacaria, Pol Bargués, Javier Borràs, Víctor Burguete, Anna Busquets, Daniel Castilla, Carmen Claudín, Patrizia Cogo, Francesc Fàbregues, Oriol Farrés, Marta Galceran, Blanca Garcés, Patrícia Garcia-Duran, Víctor García, Seán Golden, Rafael Grasa, Josep M. Lloveras, Bet Mañé, Ricardo Martinez, Esther Masclans, Oscar Mateos, Pol Morillas, Francesco Pasetti, Roberto Ortiz de Zárate, Héctor Sánchez, Eduard Soler i Lecha, Laia Tarragona i Alexandra Vidal.  

2025 arranca con más preguntas que respuestas. El mundo ya ha votado y ahora toca ver qué políticas nos esperan; qué impacto tendrán las nuevas agendas ganadoras; ¿hasta dónde llegará la imprevisibilidad de Trump 2.0? ¿Estamos ante un Trump factor de cambio o ante aspavientos y fuegos de artificio político?

En 2025 se hablará de tregua, pero no de paz. La ofensiva diplomática ganará terreno en Ucrania, mientras la caída del régimen sirio de Bashar al-Assad abre una transición política incierta. Estos movimientos pondrán a prueba un sistema internacional incapaz de resolver las causas estructurales de los conflictos.

El mundo se debate entre la gesticulación de los nuevos liderazgos, los escenarios cambiantes que están redibujando conflictos enquistados, y una rivalidad chino-estadounidense que puede derivar en una guerra comercial y tecnológica. El miedo, como dinámica que impregna políticas, tanto en el campo migratorio como en las relaciones internacionales, gana terreno en 2025.

2025 será un año de resaca poselectoral. El mundo ya ha votado, y lo ha hecho, en muchos casos, desde el enojo, el malestar o el miedo. Más de 1.600 millones de personas pasaron por las urnas en 2024 y, en general, lo hicieron para castigar a los partidos en el poder. La lista de gobernantes derrotados es larga: demócratas estadounidenses, conservadores británicos, el macronismo en Francia, o la izquierda portuguesa. Incluso aquellos que han resistido han salido debilitados, como atestiguan el descalabro electoral del Gobierno de Ishiba Shigeru en Japón, o las coaliciones necesarias en la India de Narendra Modi y la Sudáfrica de Cyril Ramaphosa.

El ciclón electoral de 2024 ha dejado la democracia un poco más magullada, porque los países que experimentan descensos netos en el desempeño democrático superan con creces a los que logran avanzar. Según el informe The Global State of Democracy 2024, cuatro de cada nueve estados están en peor situación democrática que antes y aproximadamente solo uno de cada cuatro ha mejorado en su calidad. 

2025 es el año del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y de una nueva andadura institucional en la Unión Europea (UE) cimentada en unos apoyos parlamentarios históricamente débiles. La volatilidad democrática de Occidente colisiona con la hiperactividad geopolítica del Sur Global y la virulencia de los focos de conflicto bélico. Por eso, 2025 arranca con muchas más preguntas que respuestas. Con los resultados electorales en la mano, ahora toca ver qué políticas nos esperan; qué impacto tendrán las nuevas agendas ganadoras; ¿hasta dónde llegará la imprevisibilidad de Trump 2.0? Y, sobre todo, ¿estamos ante un Trump factor de cambio o ante aspavientos y fuegos de artificio político?

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Aunque Estados Unidos sea hoy una potencia en repliegue y el poder se haya dispersado hacia nuevos actores –públicos y privados– que desafían desde hace tiempo la hegemonía de Washington, el retorno de Donald Trump a la presidencia obliga al mundo a reubicarse. Los equilibrios geopolíticos globales y los diferentes conflictos abiertos –especialmente en Ucrania y Oriente Medio–, así como la lucha contra el cambio climático o los niveles de imprevisibilidad de un orden internacional en proceso de mutación estarán pendientes del nuevo inquilino de la Casa Blanca. La caída del régimen sirio de Bashar al-Assad abre una transición política incierta, que refuerza la idea de que 2025 será un año necesitado de procesos diplomáticos que acompañen los reequilibrios geopolíticos que se avecinan.

Estamos también en un mundo todavía lastrado por el impacto de la COVID-19. Cinco años después de la pandemia del coronavirus, muchos países aún están luchando contra la deuda pública que asumieron para combatir el daño económico y social de aquella crisis sanitaria global. La pandemia nos dejó un mundo más endeudado, más digitalizado e individualista, donde han ido ganando terreno las respuestas discordantes entre los grandes poderes globales; donde los objetivos climáticos, económicos y geopolíticos son cada vez más divergentes. En este mundo no chocan únicamente las políticas, sino también los discursos. Las viejas fracturas sociales y culturales se han intensificado: desde las guerras culturales a la lucha por el control de la información y de las burbujas algorítmicamente construidas en las redes sociales. Las elecciones en Estados Unidos, Pakistán, India, Rumanía, Moldova o Georgia dieron buena cuenta del poder desestabilizador de los relatos alternativos.

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Por todo ello, la resaca electoral estadounidense no será de las que se combaten con descanso y consomé. El propio Trump se encargará de magnificar las gesticulaciones políticas con las que volverá al despacho oval a partir del próximo 20 de enero. Pero, más allá del ruido retórico, cuesta discernir qué respuestas se articularán: hasta qué punto nos adentramos en un año que reforzará todavía más los diques de contención y repliegue que han ido bunquerizando las sociedades y fragmentando la hiperconectividad global; o, por el contrario, veremos emerger una aún tímida voluntad de pensar políticas alternativas que den respuestas a las verdaderas causas del malestar e intenten recomponer consensos cada vez más frágiles. 

1- EGOPOLÍTICA E INDIVIDUALISMO

2025 es el año de la gesticulación y los personalismos. No solo veremos la emergencia de nuevos liderazgos, sino también de nuevos actores políticos. La irrupción del magnate Elon Musk en la campaña y el nuevo Gobierno de Donald Trump personifica este cambio en el ejercicio del poder. El hombre más rico del mundo, con el megáfono más potente de la sociedad digitalizada, entra en la Casa Blanca para ejercer de mano derecha del presidente. Musk es un poder global, detentor de una agenda política y unos intereses privados, que muchos gobiernos democráticos no saben cómo gestionar. En esta reconfiguración del poder, tanto público como privado, la industria de las criptomonedas representó casi la mitad de todo el dinero pagado por grandes corporaciones a los comités de acción política (PAC, por sus siglas en inglés) en 2024, según un informe de la ONG progresista Public Citizen

La pasada legislatura –de 2020 a 2024– se caracterizó por el llamado «negacionismo electoral»:  el resultado de una de cada cinco elecciones fue cuestionado por alguno de los candidatos o partidos perdedores. En 2025 este negacionismo ha llegado al despacho oval. El mito del triunfador narcisista ha salido reforzado por las urnas. Es la victoria del ego por encima del carisma. Algunos la llaman la «egopolítica».

Cada vez más, abundan las voces que desafían el statu quo de unas democracias en crisis. La antipolítica se consolida ante unos partidos tradicionales cada vez más alejados de sus votantes históricos. El propio Trump se considera el líder de un «movimiento» (Make America Great Again o MAGA) que trasciende la realidad del Partido Republicano. Estas nuevas figuras antisistema han ido ganando espacios, aliados y referentes. Desde el fenómeno comunicacional e iliberal del presidente argentino, Javier Milei –que en octubre tendrá su primera gran reválida con la celebración de elecciones parlamentarias–, a Calin Georgescu, el candidato ultraderechista a la presidencia de Rumanía que se hizo un hueco contra todo pronóstico, sin el apoyo de un partido detrás, y gracias a una campaña antisistema dirigida a los jóvenes a través de TikTok. Es el último ejemplo que nos ha dejado un 2024 que ha visto también la irrupción en el Parlamento Europeo del español Alvise Pérez y su Se Acabó la Fiesta, con más de 800.000 votos, o del youtuber chipriota, Fidias Panayiotou, cuyos logros hasta el momento incluyen haber pasado una semana en un ataúd y conseguido abrazar a un centenar de celebridades, incluido Elon Musk.  

Todo ello incide también sobre una Europa con liderazgos débiles y parlamentos fragmentados; con la locomotora francoalemana de la integración europea más frágil que nunca. Precisamente el hiperpresidencialismo de Emmanuel Macron, quién también abrazó la idea del movimiento En Marcha para desmantelar el sistema de partidos tradicionales de la V República, tendrá que navegar este 2025 convertido en un pato cojo, sin la posibilidad de volver a convocar elecciones legislativas hasta junio. Alemania, por su parte, pasará por las urnas en febrero con su modelo económico gripado, un malestar social rampante, y con dudas sobre las garantías de claridad y fortaleza política que puedan arrojar unas elecciones que tienen a los ultras de Alternativa por Alemania (AfD) como segunda fuerza en intención de voto en los sondeos.

En 2025 arreciará también el drama político de Filipinas entre los dos clanes políticos más poderosos del país, por la tóxica relación entre el presidente Ferdinand «Bongbong» Marcos y la vicepresidenta Sara Duterte, con amenazas de muerte y acusaciones de corrupción incluidas. El retorno a la política del expresidente Rodrigo Duterte, apodado «el Trump de Asia», que en noviembre registró su candidatura para la alcaldía de Davao, y la celebración de las elecciones de mitad de mandato en mayo incrementarán el nivel de tensión y división interna que vive el archipiélago. En cambio, 2024 cierra con señales de resistencia desde Corea del Sur. El presidente Yoon Suk-yeol, considerado también un outsider que triunfó en las llamadas elecciones de los incel de 2022, se encontró frente a una movilización popular y de los principales sindicatos del país tras declarar la ley marcial como respuesta al bloqueo institucional. El Parlamento coreano ha votado a favor de iniciar un proceso de impeachment para destituir a Yoon Suk-yeol y, si tira adelante, el país celebrará elecciones antes de primavera. 

El año arranca, asimismo, con un individualismo reforzado. Estamos ante un mundo más emocional y menos institucional. Si el miedo o la rabia se han convertido en el estímulo movilizador que determina el voto, esta creciente sensación de desesperanza es preocupantemente alta entre los jóvenes. En las elecciones europeas de 2024, se produjo un descenso de la participación electoral entre los menores de 25 años. Solo el 36% de los votantes de este grupo de edad acudió a las urnas, lo que supone una disminución del 6% respecto de la participación en las elecciones de 2019. Entre los jóvenes que no votaron, un 28% adujo, como razón principal, la falta de interés en la política (porcentaje superior al 20% de la población adulta en general); un 14% mencionó la desconfianza en la política, y el 10% sintió que su voto no cambiaría nada. Además, según el Global Solidarity Report, la generación Z se siente menos ciudadana del mundo que las generaciones anteriores, lo que revierte una tendencia observada durante varias décadas. Esto es así tanto en los países ricos como en los más pobres. El propio informe señala también la percepción de fracaso de las instituciones internacionales a la hora de generar impactos positivos tangibles (como la reducción de las emisiones de carbono o las muertes relacionadas con los conflictos). Por todo ello, el desencanto se mezcla con una crisis profunda de solidaridad. Las personas de los países más ricos «tienen significativamente menos probabilidades de respaldar las declaraciones de solidaridad que las de los países menos ricos», y este desapego es especialmente evidente cuando se trata de apoyar la opción de si los organismos internacionales deberían tener el derecho de hacer cumplir las posibles soluciones.

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2- TREGUAS SIN PAZ 

La convulsión geopolítica global cierra el año con el colapso inesperado del régimen sirio de Bashar al-Assad. Pero, también, con el encuentro a tres bandas entre Donald Trump, Volodimir Zelenski y Emmanuel Macron en París, en el marco de la reapertura de Notre Dame. Los compases diplomáticos y la aceleración bélica colisionan en las agendas políticas internacionales. Y Rusia, convertida en el hilo conductor que hilvana los últimos acontecimientos en Siria y Ucrania, se encarga de mandar el recordatorio de que cualquier movimiento diplomático deberá pasar también por Moscú. En este contexto, en 2025 se hablará de alto el fuego, pero no de paz. 

Los anuncios electorales de un Trump decidido a acabar con la guerra en Ucrania «en 24 horas» llevaron, de entrada, a una intensificación bélica sobre el terreno con varias acciones: la aparición en escena de soldados norcoreanos de apoyo a las tropas rusas; la autorización a Ucrania para utilizar misiles ATACMS estadounidenses para atacar territorio ruso; y el cierre temporal de algunas embajadas occidentales en Kíev por motivos de seguridad. Las especulaciones sobre una posible negociación han aumentado el riesgo de una escalada táctica para reforzar posiciones antes de empezar a hablar de treguas y concesiones. 

Si bien, en 2025, la ofensiva diplomática ganará terreno, está por ver cuál es el plan, quién se sentará a la mesa, y que disposición real de llegar a un acuerdo tendrán las partes. Ucrania se debate entre la fatiga de la guerra y la necesidad de unos apoyos militares y garantías de seguridad que la administración Trump puede dejar en suspenso. Aunque, ante el escenario de la imprevisibilidad trumpista, tampoco hay que excluir las eventuales consecuencias que podría tener para Vladimir Putin el hecho de no aceptar una negociación propuesta por la nueva administración estadounidense. Trump está decidido a dejar huella desde el minuto uno de su presidencia, y eso también podría significar, en un momento de enfado, mantener la apuesta militar por reforzar al ejército ucraniano. 

Se trata, también, de una batalla esencial para Europa, que deberá luchar para no verse excluida de una negociación sobre el futuro inmediato de un Estado llamado a ser miembro de la UE y en el cual se decide, en estos momentos, la seguridad del continente. Una Unión que contará a partir de enero con el polaco Donald Tusk al frente de la presidencia rotatoria de los veintisiete, y con la exprimera ministra de Estonia, Kaja Kallas, estrenándose como jefa de la diplomacia europea y que, ahora, siente el vértigo de un Trump tomando la delantera de una paz apresurada mientras los estados miembros han sido incapaces de consensuar una estrategia sobre los distintos escenarios que pueden abrirse en el futuro inmediato. 

En cualquier caso, Oriente Medio ha demostrado ya la fragilidad y el crédito limitado de esta estrategia de cese de hostilidades sin capacidad ni consensos suficientes para buscar soluciones duraderas. La tregua acordada en la guerra que Israel libra contra Hezbolá en Líbano tiene más de descanso bélico que de primer paso hacia la resolución del conflicto. Los bombardeos y ataques aéreos posteriores al alto el fuego indican la fragilidad, cuando no vacuidad, de un plan en el que las partes no creen. Entretanto, la guerra en Gaza, donde ya se cuentan más de 44.000 muertos, ha entrado en su segundo año de devastación, convertida en el telón de fondo de esta lucha por la recomposición de la influencia regional, pero con un Donald Trump decidido a impulsar un acuerdo de alto el fuego y liberación de rehenes incluso antes de tomar posesión del cargo el 20 de enero.

2025 arranca con un cambio de objetivos en la región, pero sin pacificación. Mientras el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, dejaba claro que su prioridad ahora era centrarse en Irán, la escalada regional aceleraba inesperadamente el final del régimen de Bashar al-Assad. Con una Rusia desgastada en Ucrania, con Irán en plena debilidad económica y estratégica, y Hezbolá diezmada por los ataques de Israel, el presidente sirio se quedó sin los apoyos exteriores que habían sostenido una dictadura carcomida. La guerra civil enquistada desde las revueltas árabes de 2011 entra en un nuevo escenario, que cambia también el equilibrio de poderes en Oriente Medio. Entramos en unos meses de recomposición geopolítica profunda porque Siria lleva años convertida en un campo de batalla indirecto para las relaciones de Estados Unidos con Rusia, Irán y Arabia Saudí.

Nos encontramos, por tanto, ante unos escenarios completamente abiertos, donde cualquier propuesta de negociación que se plantee tendrá más de movimiento estratégico que de paso previo para abordar las causas fundamentales de los conflictos. Y, sin embargo, estos movimientos diplomáticos –que responden, sobre todo, a iniciativas individuales y personalistas– pondrán a prueba, una vez más, un sistema internacional lastrado por la ineficacia a la hora de lograr amplios consensos globales o de servir como plataformas para resolver disputas. 

3-PROTECCIONISMO Y AUSTERIDAD

El retorno de Donald Trump a la presidencia intensifica este desafío al orden global. Si en su primer mandato ya decidió retirar a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Acuerdo climático de París, ahora le precede el anuncio de una guerra comercial en ciernes. La fragmentación geoeconómica ya existente en 2023 se impusieron cerca de 3.000 medidas de restricción del comercio, casi el triple que en 2019, según el FMI tendrá que lidiar ahora con una aceleración de la espiral proteccionista si la nueva administración estadounidense cumple su promesa de elevar los aranceles hasta el 60% sobre los productos chinos; hasta un 25% para Canadá y México si no toman medidas drásticas contra el fentanilo o la llegada de migrantes a la frontera estadounidense; y entre el 10% a 20% para el resto de su aliados. En 2025 la Organización Mundial del Comercio (OMC) cumple 30 años desde su creación y lo hace con una amenaza de guerra comercial en el horizonte que refleja el estado de crisis institucional que bloquea al árbitro del comercio internacional.

Por todo ello, los países buscan fortalecer sus posiciones a través de una pluralidad de alianzas. El mundo es cada vez más plurilateral. India expande sus acuerdos de libre comercio con el Reino Unido y en América Latina. La UE, por su parte, afrontará finalmente, en 2025, una difícil carrera de obstáculos para ratificar el largamente negociado acuerdo con Mercosur. Además, el trumpismo refuerza esta transaccionalidad: alimenta la posibilidad de alianzas más imprevisibles y la necesidad de adaptación. Entre los que ya han empezado a recalcular objetivos y aliados se encuentra la UE. Es de esperar que los países europeos realicen más compras de gas natural licuado y artículos de defensa a Estados Unidos para apaciguar a Trump. A pesar de que la presión estadounidense y el perfil de la nueva Comisión Europea parece anticipar una posición más dura de Bruselas respecto a China en el ámbito económico, tampoco es descartable que veamos nuevas tensiones entre socios comunitarios respecto al grado de flexibilidad de su estrategia de reducción de riesgos (de-risking). Una retirada estadounidense de los compromisos globales de lucha contra el cambio climático, por ejemplo, avivaría la necesidad de alianzas entre Bruselas y Beijing en este terreno. Asimismo, está por ver si la emergencia de unos países europeos más acomodaticios con esta dependencia geopolítica de China puede abrir una nueva línea de fractura entre los estados miembros.

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Ante tanta incertidumbre, vuelven también las recetas de disciplina fiscal. Brasil, con un Lula da Silva cada vez más delicado de salud, cierra el año anunciando recortes en el gasto público por valor de casi 12.000 millones de dólares; el argentino Javier Milei se enorgullece de liderar «la política de austeridad más dura del mundo»; y el nuevo secretario de Hacienda y Crédito Público mexicano, Rogelio Ramírez de la O, ha prometido una reducción del déficit fiscal en 2025 a partir de aplicar austeridad en la administración pública y recortar el gasto de Petróleos Mexicanos (Pemex). En el Reino Unido, el primer ministro, el laborista Keir Starmer, ha abrazado la «dura realidad fiscal» presupuestaria y prevé recaudar alrededor de 40.000 millones de libras aumentando impuestos y recortando gastos para abordar el déficit fiscal.

También la UE se prepara para afrontar el proteccionismo estadounidense desde la consciencia de su propia debilidad, con el eje francoalemán averiado y su modelo económico cuestionado. París y Berlín se encuentran en un momento de introspección, y los cantos de sirena de la austeridad vuelven a recorrer algunas capitales comunitarias. En Francia, la división parlamentaria dificulta el acuerdo para evitar una eventual crisis de deuda, mientras que en Alemania será el próximo Gobierno, aquel que salga elegido de las elecciones anticipadas del 23 de febrero, quién deba abordar el estancamiento y la falta de competitividad de su economía.

Aunque en 2025 la inflación pierde protagonismo, todavía están por ver los efectos de lo que Trump llama «Maganomics». En Estados Unidos, la implantación de aranceles y la potencial merma de la fuerza laboral como consecuencia de «deportaciones masivas», unido a las rebajas de impuestos, podrían incrementar la inflación en el país y limitar la capacidad de la Reserva Federal de seguir bajando los tipos de interés. Si bien el control republicano de ambas cámaras legislativas y su mayoría en el Tribunal Supremo puede facilitar la adopción de estas medidas, llevar a cabo las deportaciones se antoja mucho más difícil a tenor de los desafíos legales y logísticos que comporta.

Por otro lado, a pesar de los ahorros generados por una posible reducción de la administración pública y los ingresos procedentes de los aranceles, la organización independiente Committee for a Responsible Federal Budget estima que las medidas de Trump podrían incrementar el déficit de manera significativa y situar la deuda en una senda que supere el 140% del PIB en 10 años, desde el 99% actual. Esto significa que los inversores serán más exigentes a la hora de comprar deuda estadounidense ante el riesgo de una crisis fiscal. También será clave observar si tienen éxito los intentos de socavar las agencias regulatorias independientes o la independencia del banco central.

La previsión del FMI de crecimiento global para 2025 es del 3,2%, una tasa muy similar a la estimada para 2024, pero inferior a la dinámica prepandémica. Sin embargo, esta cifra enmascara diferencias significativas por regiones, donde la fortaleza de Estados Unidos y algunas economías asiáticas emergentes contrastaría con la debilidad de Europa y China, así como el acelerado cambio que se está produciendo a nivel global del consumo de bienes al consumo de servicios. En Asia, la atención estará centrada en la renqueante economía China, lastrada por su sector inmobiliario, y cómo su liderazgo responderá ante las nuevas restricciones comerciales, de inversión y tecnológicas de Estados Unidos. De momento, las principales economías asiáticas cierran 2024 a contracorriente de las medidas de austeridad previstas en Europa y América. Tanto China como Japón han anunciado paquetes de estímulo económico, mientras que, en Seúl, la voluntad de recortar el presupuesto para 2025 por parte de la oposición ha llevado al caos político doméstico.   

En este contexto, es de esperar un incremento de la inseguridad económica y una aceleración de la fragmentación de la economía global, donde ya es observable el mayor acercamiento entre países afines. Algunos estados clave en la reglobalización, como Vietnam o México, que hasta ahora habían actuado como intermediarios atrayendo importaciones e inversión chinas y aumentando sus exportaciones a Estados Unidos, verán comprometido su modelo ante la presión de la nueva administración estadounidense. Por otra parte, la bajada de los tipos de interés a nivel global permitirá a algunos países de bajos ingresos volver a acceder a los mercados financieros, si bien alrededor de un 15% de ellos se encuentran en situación crítica por sobreendeudamiento y otro 40% corre un gran riesgo de seguir el mismo camino.

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4- DESMANTELAMIENTO INSTITUCIONAL GLOBAL 

Se acelera el desacomplejamiento de este mundo sin normas. La erosión de los compromisos y de los marcos de seguridad internacionales, así como el aumento de la impunidad, se han convertido en una constante en este ejercicio anual de CIDOB. Incluso, en 2025 la crisis de la cooperación multilateral puede llegar a su punto más álgido si el personalismo toma la delantera y daña, todavía más, los espacios consensuados de resolución de conflictos, esto es, desde Naciones Unidas, a la Corte Penal Internacional (CPI) o la OMC. Estamos en un mundo ya de por sí menos cooperativo y más defensivo, pero ahora el debate sobre la financiación de esta arquitectura institucional post-1945 puede contribuir a redoblar la debilidad estructural del multilateralismo. Estados Unidos tiene actualmente una deuda con Naciones Unidas de 995 millones de dólares del presupuesto ordinario y otros 862 millones para operaciones de mantenimiento de la paz; el retorno de Trump podría comportar una pérdida aún mayor de financiamiento para la organización, lo que impediría su funcionamiento óptimo. 

Está por ver si, a pesar de la rivalidad geopolítica, hay áreas dónde el acuerdo entre potencias es aún posible. Seguimos en un mundo marcado por la desigualdad, acrecentada por las cicatrices de la pandemia. Así, desde 2020, la distancia entre los países más y menos desarrollados aumenta de manera estable. En 2023, el 51% de los países con un índice de desarrollo humano (IDH) más bajo no habían recuperado el nivel previo a la COVID-19, versus el 100% de aquellos con un IDH elevado. En este contexto, será crucial observar los resultados de la IV Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, que tendrá lugar en Sevilla en 2025. 

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Además, 2024 cerró con el intento de Brasil de buscar un acuerdo, en el marco del G-20, para gravar a las fortunas más grandes del mundo con un impuesto anual del 2% sobre el patrimonio neto total de los superricos, aquellos con un capital superior a los 1.000 millones de dólares. Pero la propuesta de Lula da Silva, de momento, ha quedado en un debate. Y, aunque Estados Unidos es, de lejos, el país de entre las naciones más industrializadas, donde una proporción mucho mayor de la riqueza y los ingresos nacionales va a parar al 1% más rico, la llegada de la entente Donald Trump y Elon Musk al poder en Washington dificultará, todavía más, las posibilidades de aprobar tal impuesto. 

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Asimismo, en octubre de 2024, Israel aprobó leyes que prohíben el funcionamiento de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Medio (UNRWA) en el país y reducen sus actividades en Gaza y los territorios ocupados de Cisjordania, al limitar el contacto entre actores gubernamentales israelíes y la agencia. Esta legislación entrará en vigor a finales de enero de 2025, lo que agravará la catástrofe humanitaria en Gaza. Si bien la mayor parte de países que suspendieron temporalmente su financiación a la UNRWA han vuelto a cumplir con sus contribuciones, Estados Unidos le retiró 230 millones de dólares. La movilización de la comunidad internacional para garantizar la supervivencia de la UNRWA, una vez entre en vigor la ley israelí, será clave para mostrar la resiliencia de la acción humanitaria o si, por el contrario, se agrava el desmoronamiento de otro de los pilares de Naciones Unidas. 

Igualmente, el desmantelamiento de las instituciones y las normas democráticas ha afectado a los espacios de protesta de la sociedad civil, ya sea en el propio Estados Unidos, en Georgia o en Azerbaiyán. Por su parte, la violencia política azotó México, donde se estima que hasta 30 candidatos fueron asesinados antes de las elecciones presidenciales de 2024, y se impuso la prohibición de manifestarse en Mozambique. 2024 siguió siendo un año tumultuoso a gran escala, marcado por la violencia en múltiples regiones: desde la lucha persistente contra Al Shabaab en África Oriental y la escalada bélica regional en Oriente Medio, a los más de 60.000 muertos que arroja ya la guerra en Sudán. Los niveles de conflictividad global se han duplicado desde 2020, con un aumento del 22% tan solo en el último año. 

El espacio para la paz disminuye: en 2025, la UE finalizará diferentes misiones de capacitación o construcción de paz en Malí, la República Centroafricana o Kosovo, mientras que el número de misiones de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas también se reducirá en África. Asimismo, de no prorrogarse, el 31 de agosto terminará el mandato extendido de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas para Líbano (UNIFIL), integrada por unos 10.000 cascos azules de 50 países distintos desplegados en el sur del país y que fueron objeto de ataques israelíes durante la incursión contra Hezbolá. Todos estos movimientos reflejan tanto los cambios más amplios que se están produciendo en el sistema de seguridad internacional como la crisis de legitimidad que sufren las operaciones de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas. Aun así, en mayo de 2025, se celebrará el VIII Foro Interministerial para el futuro de estas operaciones y la revisión quinquenal de la arquitectura internacional para la construcción de paz, en un momento en que la organización trata de recuperar parte de su relevancia en países presos por la violencia como Haití o Myanmar.

Así, mientras crece la violencia política, la justicia internacional se debilita. Basta observar la división que las órdenes de arresto dictadas por la CPI contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y su exministro de defensa, Yoav Gallant, han provocado en la comunidad internacional, incluso entre los países europeos que reconocen el alto tribunal. Francia se negó a cumplir con la decisión, debido a la supuesta inmunidad de las partes no firmantes del Estatuto de Roma, mientras que Italia la trató de «inviable». Una respuesta que contrasta con la firmeza de los países europeos frente a las órdenes de arresto emitidas para Vladímir Putin o el líder de la junta militar en Myanmar, Min Aung Hlaing. Con Trump en la Casa Blanca, esta situación no mejorará. Si bien la oposición de Estados Unidos a la CPI ha sido tradicionalmente bipartidista, la política de línea dura de la primera administración Trump hacia la Corte fue mucho más allá de la denuncia retórica, traduciéndose en sanciones contra el propio tribunal y sus funcionarios, que la administración Biden levantó posteriormente. 

¿Qué países sabrán navegar mejor en este desmantelamiento gradual del orden global? En 2025 seguiremos con un Sur Global geopolíticamente muy movilizado, y en pleno refuerzo de una institucionalización alternativa, que se amplía y gana voz y presencia global, aunque sin un consenso sobre un nuevo orden reformado o revisionista. En este marco, Brasil se prepara para presidir otros dos foros internacionales estratégicos en 2025: el BRICS+ y la COP 30. En cuanto a África, el continente se ha convertido en un laboratorio de un mundo multialineado, con el aterrizaje de actores como India, los países del Golfo o Turquía, que ahora compiten con y complementan a potencias tradicionales, como Rusia y China. A finales de 2024, Chad y Senegal reclamaron el final de la cooperación militar con Francia, incluyendo el cierre de bases militares, en una búsqueda de afirmar su soberanía. Sudáfrica, por su parte, acogerá el G-20, siendo la primera vez que un actor africano celebra esta cumbre en su territorio, tras la inclusión de la Unión Africana (UA) al grupo. Con ello se cerrará el ciclo de cuatro años en los que esta cumbre se ha celebrado en países del Sur Global. Y, en Asia, se empiezan a intuir algunos procesos de pacificación: desde la reducción de tensiones en la frontera entre China e India, con la retirada de tropas en los Himalayas, al retorno de las cumbres trilaterales entre Corea del Sur, Japón y China, tras cinco años de pausa. La región se repliega en sí misma ante la incertidumbre que plantea el 2025. 

5- CHOQUE TECNOLÓGICO Y PRESIÓN (DES)REGULADORA 

En 2025, la competición tecnológica entre Estados Unidos y China se acelerará aún más. Las últimas semanas de la presidencia de Joe Biden han contribuido a reforzar el escenario de choque entre Beijing y Washington, lo que marcará el nuevo ciclo político. El 2 de diciembre de 2024, la implementación de una tercera ronda de control de exportaciones hacia China, con la colaboración de aliados estadounidenses como Japón o Corea del Sur, redujo, todavía más, la posibilidad de adquirir diferentes tipos de equipamiento y software para la fabricación de semiconductores. China, por su parte, respondió con un veto a la exportación de galio, germanio y antimonio, componentes clave para la producción de semiconductores, y con un mayor control sobre el grafito, imprescindible para las baterías de litio. 

Más allá de esta confrontación bipolar, en 2025 veremos como el proteccionismo tecnológico irá ganando adeptos. Países del Sur Global han empezado a introducir aranceles contra la industria tecnológica china, aunque con otros objetivos. Mientras países como México y Turquía instrumentalizan los aranceles para tratar de forzar nuevas inversiones chinas en su territorio –especialmente en el ámbito de los vehículos eléctricos–, otros, como Sudáfrica, lo hacen para proteger a sus productores locales. Canadá también anunció un arancel del 100% a las importaciones de automóviles eléctricos chinos, siguiendo el ejemplo de la UE y Estados Unidos, a pesar de no tener ningún fabricante de vehículos eléctricos propio al que proteger.

En este escenario, para Xi Jinping, 2025 será un año para reevaluar la estrategia que ha permitido a China conseguir el liderazgo en cinco de las 13 áreas de tecnologías emergentes, según Bloomberg: drones, paneles solares, baterías de litio, refinamiento de grafeno y la alta velocidad ferroviaria. No obstante, una década después del inicio del plan Made in China 2025 –su hoja de ruta hacia la autosuficiencia–, el desarrollo y la innovación del sector de los semiconductores en China se ha visto ralentizado, debido a su incapacidad de acceder tanto a chips más avanzados como a la maquinaria para producirlos o a softwares más punteros. 

Con el retorno de Trump al poder, ¿puede escalar la guerra por los semiconductores? En campaña, el presidente electo acusó a Taiwán de «robar el negocio de los chips» a Estados Unidos. Sin embargo, en 2025, la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company Limited (SMC) empezará la producción a gran escala de circuitos integrados en su fábrica del país norteamericano. La inversión en Arizona del principal fabricante de chips de Taiwán fue anunciada por la primera administración Trump, así que no es difícil imaginar otra futura ronda de inversiones por parte de la nueva administración republicana para reforzar la seguridad de la cadena de suministro. 

Además, la influencia de Elon Musk en la Casa Blanca también promete una mayor simbiosis entre Silicon Valley y el Pentágono. La competición tecnológica y el aumento de los conflictos en el mundo han despertado de nuevo el apetito de las Big Tech por los contratos públicos en el ámbito de la defensa, por lo que, con el retorno de Trump, sus líderes esperan recoger los beneficios de sus inversiones en la campaña presidencial. Apenas dos días después de las elecciones de noviembre de 2024, Amazon y dos compañías punteras en IA, como son Anthropic y Palantir, firmaron una colaboración para desarrollar y proveer a los servicios de inteligencia y de defensa estadounidenses con nuevas aplicaciones y modelos de IA. Así, es posible que el consenso alcanzado en abril de 2024 entre Biden y Xi Jinping de «desarrollar la IA en el sector militar de forma prudente y responsable» quede obsoleto bajo la nueva administración Trump. 

Pero la hipertecnificación va más allá del ámbito militar, ya que cada vez atraviesa más sectores de la administración en más países distintos. La entrada en vigor del Pacto sobre Migración y Asilo en Europa, por ejemplo, irá acompañado de la introducción de nuevas medidas de vigilancia tecnológica: desde el despliegue de drones y de sistemas de IA en frontera, en estados como Grecia, a la modificación del sistema EURODAC –la base de datos de la UE que registra a los demandantes de asilo– para recopilar datos biométricos de personas migrantes. Ello consolidará un modelo de vigilancia y discriminación hacia este colectivo. 

También está por ver el impacto de las nuevas mayorías políticas en Estados Unidos y la UE en materia de gobernanza tecnológica. Tras un intenso período de creación de regulación y de acción judicial en los tribunales contra el poder monopolístico de las grandes tecnológicas, en 2025 asistiremos a una desaceleración –que no reducción– de la implementación de nuevas medidas contra las Big Tech. Las nuevas prioridades políticas en la Unión, además, pondrán el acento tecnológico en la seguridad por encima de la competencia, y veremos emerger un debate interno sobre la regulación existente, ya sea por si esta puede implementarse de forma efectiva o si ha sido demasiado ambiciosa. Un giro que contrasta con la tendencia reguladora, especialmente en el uso de la IA, que se despliega en el resto del mundo, desde Corea del Sur a América Latina. 

Finalmente, Naciones Unidas proclamó el 2025 como el Año Internacional de la Ciencia y Tecnología Cuántica (IYQ, por sus siglas en inglés). La computación cuántica es una rama de la informática que permitirá desarrollar ordenadores más potentes que podrán manejar algoritmos más complejos, lo que ayudará a dar un salto de gigante en la investigación científica, la sanidad, la ciencia del clima, el sector energético o las finanzas. Microsoft y la empresa tecnológica Atom Computing han anunciado que empezarán a comercializar en 2025 su primer ordenador cuántico. Y, a su vez, Google ha presentado también Willow, un chip cuántico que resuelve en cinco minutos una tarea que un superordenador tardaría cuatrillones de años en completar. Esta nueva generación de superordenadores aprovecha el conocimiento de la mecánica cuántica –la parte de la física que estudia las partículas atómicas y subatómicas– para superar las limitaciones de la informática clásica, permitiendo realizar multitud de operaciones simultáneas.  

6- ¿UNA «TERCERA ERA NUCLEAR»?

Mientras la complejidad algorítmica se acelera, los debates sobre la seguridad nuclear nos retrotraen al pasado: desde un nuevo auge en la nuclearización, al recurso constate de la amenaza nuclear como intimidación. Con una arquitectura de seguridad global cada vez más débil, la carrera armamentística internacional avanza acelerada y sin guardarraíles. Según el Stockholm International Peace Institute (SIPRI), tanto la cantidad como el tipo de armas nucleares en desarrollo se ha incrementado durante el último año, a medida que la disuasión nuclear vuelve a ganar terreno en la estrategia de los nueve estados que almacenan o han detonado armas nucleares. Por todo ello, los riesgos de un accidente o de un error de cálculo seguirán muy presentes en 2025, tanto en Ucrania como en Irán.

Precisamente, coincidiendo con los 1.000 días de la invasión rusa de Ucrania y la escalada bélica sobre el terreno, Vladimir Putin impulsó cambios en la doctrina nuclear rusa, reduciendo el umbral para el uso de armas nucleares. El texto actualizado dice que un ataque de un Estado no nuclear contra Rusia, si es respaldado por una potencia nuclear, será tratado como un ataque conjunto contra Rusia. Para reforzar su mensaje, el Kremlin amenazó con usar el misil supersónico ruso Oreshnik sobre Ucrania, un proyectil que puede llevar seis cabezas nucleares y viajar a 10 veces la velocidad del sonido. En este contexto, el despliegue de soldados norcoreanos para apoyar a Rusia en el frente ucraniano, a finales de 2024, supone también la implicación de otra potencia nuclear en el conflicto, y abre nuevas incógnitas sobre qué recibirá Pyongyang a cambio. Al respecto, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, señalaba el aumento del apoyo ruso al desarrollo de capacidades armamentísticas y nucleares del régimen de Kim Jong-un. Como resultado, la amenaza de una potencial desestabilización del equilibrio en la península coreana y la vuelta al poder de Trump han reavivado, todavía más, el debate nuclear en Seúl y Tokio, que ya había ido ganando fuerza desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania.

También se pueden producir cambios en la política nuclear de Estados Unidos. El Proyecto 2025, el manual ultraconservador que pretende guiar a la administración Trump, aboga por la reanudación de las pruebas nucleares en el desierto de Nevada aun cuando detonar una bomba nuclear subterránea violaría el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT, por sus siglas en inglés), que Estados Unidos firmó en 1996. Bajo la primera administración Trump, la industria de las armas nucleares ya experimentó un auge. Esta vez, sin embargo, los expertos consideran que, de llevarse a cabo el programa, ello significaría la acumulación más dramática de armas nucleares desde el inicio de la administración Reagan, hace unas cuatro décadas.

En paralelo, los dos estados nucleares europeos –Francia y el Reino Unido– también se encuentran en un proceso de modernización del sector. El Gobierno británico está inmerso desde 2021 en una ampliación de su arsenal de cabezas nucleares y, como miembro del acuerdo trilateral del AUKUS junto a Estados Unidos y Australia, formará en 2025 a centenares de oficiales australianos en la gestión de reactores nucleares para preparar a Canberra en su futura adquisición de submarinos propulsados con energía nuclear. También Francia está desarrollando su propio diseño de submarino «de última generación». 

Además, 2025 será un año decisivo para el programa nuclear de Irán. Se aproxima la fecha límite para que las potencias mundiales pongan en marcha el mecanismo de reactivación de todas las sanciones que se levantaron en el acuerdo que ponía freno a la expansión nuclear iraní, el llamado Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés). De momento, Teherán ya ha advertido que, si vuelven las sanciones, Irán se retirará del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). La amenaza alimenta todavía más los factores de riesgo de la escalada bélica en Oriente Medio y la posibilidad de que Israel se plantee atacar instalaciones nucleares iraníes. 

Asimismo, se ha reactivado el debate nuclear en Europa, que sigue los pasos de una tendencia global. Se espera que la producción de energía nuclear rompa récords mundiales en 2025, a medida que más países invierten en reactores para impulsar el cambio hacia una economía global que busca superar el carbón y diversificar las fuentes energéticas. La UE, que se encuentra en un momento crítico para intentar satisfacer la demanda energética a la vez que impulsa el crecimiento económico, también vive un nuevo ímpetu del debate nuclear. Aproximadamente una cuarta parte de la energía de la Unión es nuclear, y más de la mitad se produce en Francia. En total, hay más de 150 reactores en funcionamiento en territorio comunitario. El pasado mes de abril, 11 países de la UE (Bélgica, Bulgaria, Croacia, Chequia, Finlandia, Francia, Hungría, Italia, Países Bajos, Polonia y Suecia) firmaron una declaración que instaba a los reguladores a «liberar plenamente» el potencial de la energía nuclear y a «habilitar condiciones de financiación» para apoyar la ampliación de la vida útil de los reactores nucleares existentes. Italia se plantea renunciar a ser el único miembro del G-7 sin plantas de energía nuclear y levantar la prohibición que pesa sobre el despliegue de «nuevas tecnologías de reactores nucleares». Un posible retorno de los cristianodemócratas de la CDU a la cancillería alemana, tras las elecciones del próximo mes de febrero, podría reabrir el debate sobre la decisión tomada por Angela Merkel en 2023 de cerrar el último reactor nuclear que operaba en el país.

Finalmente, Taiwán, pese al fuerte rechazo nuclear tras la catástrofe de Fukushima en su vecindario, también se encuentra en plena reflexión sobre la energía nuclear, en un año donde se cerrará la última central todavía en funcionamiento. En efecto, la necesidad de hacer frente a la demanda creciente de producción de semiconductores debido al auge de la IA, que apuntábamos en el punto anterior, ha tensionado enormemente el consumo energético del país. El Gobierno taiwanés no es el único que se encuentra en esta tesitura. Microsoft está ayudando a reactivar la planta nuclear Three Mile Island, en Pensilvania, que cerró en 2019, mientras Google (propiedad de Alphabet) y Amazon están invirtiendo en tecnología nuclear de próxima generación.

7- URGENCIAS CLIMÁTICAS SIN LIDERAZGO COLECTIVO

2024 habrá sido el año más cálido del que se tenga registro. También habrá sido el primero en el que la temperatura media haya superado en más de 1,5°C los niveles preindustriales, lo que marca una nueva escalada de la crisis climática y el fracaso de los intentos por mantener la temperatura global por debajo de ese umbral. Solo hasta junio de 2024, los fenómenos climáticos extremos ya habían causado daños económicos por valor de más de 41.000 millones de dólares y afectado a millones de personas en todo el mundo. Y, sin embargo, la lucha global por la mitigación está cada vez más falta de liderazgo político. Lo demuestran los debates y los resultados de la COP29 celebrada en Bakú el pasado mes de noviembre, donde todos los esfuerzos políticos se dedicaron a una sola batalla: la financiación. Aun así, el compromiso de los países ricos de aportar 300.000 millones de dólares al año para 2035 se considera insuficiente para cubrir las necesidades de los países más pobres y garantizar justicia climática. El coste de la mitigación y la adaptación para los países en desarrollo se estima alrededor de entre 5 y 6,8 billones de dólares hasta 2030. Además, el pesimismo bebe de los hechos: si bien los países desarrollados adoptaron, en 2009, el compromiso de dedicar 100.000 millones de dólares al año para financiar el clima, no se llegó a cumplir con este objetivo hasta el año 2022. 

En Bakú, un Norte Global bajo la estela de la victoria de Donald Trump y la influencia de una agenda política que ha relegado el clima a un segundo plano frente a la inflación o los precios de la energía decidió no pelear la batalla de la mitigación. Si en la COP28 de Dubái se dijo por primera vez que el mundo debía iniciar una transición para dejar atrás los combustibles fósiles, en la COP29 esto ni siquiera se mencionó. 2025 será un año para medir compromisos, tanto financieros como de acción. Los países firmantes del Acuerdo de París (2015) deberán presentar los planes de acción nacionales para demostrar que están cumpliendo con los compromisos de mitigación acordados. Esta nueva ronda de contribuciones nacionales tiene su fecha de entrega prevista para febrero, pero es probable que muchos países no lleguen a tiempo y que su nivel de ambición no esté a la altura de lo que la ciencia y la emergencia climática reclaman. 

Además, Estados Unidos segundo emisor mundial de gases de efecto invernadero después de China podrían asestar un nuevo golpe a la lucha global contra el cambio climático si Donald Trump decide volver a retirar a su país del Acuerdo de París, como ya hizo en su primer mandato. Más complicado lo tendría, sin embargo, para salir de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), el tratado que sustenta dicho acuerdo y las conversaciones multilaterales sobre el clima. Sin embargo, esta no es la única incertidumbre de la «transición verde» estadounidense. La elección por parte de Trump de Chris Wright, un ejecutivo petrolero de Liberty Energy y negacionista de la crisis climática, para dirigir el Departamento de Energía puede volver a priorizar los combustibles fósiles frente a los objetivos de energía verde.

También la nueva Comisión Europea deberá decidir qué papel quiere jugar en este «invierno geopolítico» que frena los esfuerzos para reducir las emisiones que calientan el planeta. Las nuevas mayorías políticas dificultarán a la UE actuar como un actor unitario en cuestiones climáticas, como se ha puesto de manifiesto recientemente en el Parlamento Europeo con la polémica decisión de aplazar y suavizar la ley europea contra la deforestación. Así, en 2025 veremos como crece la tensión en el seno de la UE para reducir la regulación y los estándares medioambientales.

Mientras el progreso global en la lucha por la mitigación se ralentiza y el liderazgo de Estados Unidos queda vacío, China expande su ambición y su influencia. En 2025 hay esperanzas puestas en la transición energética china y en su nuevo papel de contribuyente financiero voluntario al acuerdo sellado en Bakú. Según los expertos, el consumo de carbón y las emisiones de CO2 de China podrían alcanzar su pico en 2025  cinco años antes de su objetivo. Los avances climáticos que alcance China tendrán no solo un impacto evidente para el planeta, sino también para los intereses económicos y energéticos del gigante asiático. Parte de la transición económica de China después de la pandemia ha ido dirigida a incentivar el desarrollo y la implementación de energías renovables, convirtiéndose en el sector que más contribuyó al crecimiento económico del país en 2023. Pero, a su vez, también tiene implicaciones geopolíticas: cuánto más crece su consumo energético de renovables, más disminuye la dependencia a la importación de hidrocarburos de terceros países, incluida a Rusia.  Según el viceprimer ministro Ding Xuexiang, China ha dedicado 24.500 millones de dólares para la financiación climática global desde 2016. Con una mayor presión por parte de Bruselas para que China aumente sus contribuciones, es posible que veamos al país asiático tratando de mejorar su imagen mediante un mayor activismo climático este 2025.

No obstante, los grandes protagonistas en renovables son los países del Sur Global. Según un estudio publicado por el think tank RMI, la adopción de estas tecnologías por parte de países del Sur va a un ritmo y una escala mucho mayor que en los del Norte. La Agencia Internacional de Energía (AIE) estima que las nuevas instalaciones de energía solar y eólica de estos países han crecido un 60% en 2024, con Brasil, Marruecos y Vietnam a la cabeza, registrando una mayor tasa de adopción de estas energías que parte de Europa y Estados Unidos. 

La celebración en 2025 de la COP30 en Brasil, uno de los países más ambiciosos en sus compromisos climáticos, alimenta aún más las expectativas y las esperanzas de un nuevo ímpetu global en la lucha contra el cambio climático, que tenga en cuenta las necesidades y reclamos del Sur Global. Si bien se espera que el discurso de la adaptación, una demanda histórica de estos países, empiece a ganar terreno en la agenda internacional y local, el cambio de narrativa podría esconder nuevos retos: por un lado, la necesidad de pensar en un mundo más allá del incremento de 1,5ºC de temperatura; y, por otro, el riesgo de aumentar las desigualdades entre comunidades y países con más capacidad de adaptación, ya que la pobreza está directamente relacionada con la resiliencia de un país a los riesgos climáticos y su capacidad para recuperarse de ellos. Esto coloca a los países en desarrollo en una situación de riesgo considerable, y la brecha de adaptación es cada vez más amplia.

8- GÉNERO: FIN DE LOS CONSENSOS

En 2025 se agrava la polarización entorno a los consensos de género. Mientras las agendas conservadoras ganan terreno político, los acuerdos internacionales que, desde las últimas décadas, han permitido avanzar en la igualdad de género, vuelven a discutirse. Por un lado, 2025 será un año de celebración de dos hitos internacionales para los derechos de las mujeres: el 30.º aniversario de la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing, adoptada tras la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (1995), y el 25.º aniversario de la Resolución 1325 (2000) del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre Mujeres, Paz y Seguridad (MPS). La conmemoración de ambos acuerdos, adoptados en un momento marcado por el optimismo y los éxitos de movimientos feministas transnacionales, invitarán a reflexionar sobre los consensos perdidos, los retos existentes y la falta de voluntad política para llegar a su total adopción e implementación. Por el otro lado, destaca el Foro Generación Igualdad, iniciado en 2021 para la celebración de los 20 años de la Resolución 1325, con el objetivo de alcanzar avances consolidados en los derechos de las mujeres y niñas en cinco años, tendrá que dar cuentas de sus compromisos no alcanzados. Según la asociación Population Matters,  uno de cada tres países no ha realizado ningún avance en materia de género desde 2015, y la situación de las mujeres ha empeorado en 18 países, especialmente en Afganistán y Venezuela.  

La dificultad de encontrar nuevos consensos, liderazgos y voluntad política se hace patente en el intento de adoptar nuevos planes internacionales para proteger los derechos de mujeres y niñas. Según los datos de WILPF, el 30% de los Planes de Acción Nacional (PAN) para la implementación doméstica de la Agenda MPS expiraron hace más de dos años, y las estrategias nacionales de 32 países u organizaciones regionales finalizarán entre 2024 y 2025, lo que abrirá una incógnita sobre su actualización y renovación en un contexto internacional marcado por la conflictividad, el auge de la extrema derecha y la polarización entorno al género. En 2025, también finalizarán dos acuerdos para promover la igualdad de género que deberán ser renegociados: la Estrategia de Igualdad de Género del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Plan de Acción en materia de Género III (GAP III, por sus siglas en inglés) de la UE. En este último caso, se hace difícil vislumbrar una Comisión tan comprometida con la igualdad de género como fue el primer mandato de Ursula Von der Leyen, durante el cual se adoptó la Directiva para la Violencia contra las Mujeres o se completó la adhesión de la UE al Convenio de Estambul. Sin embargo, en los primeros pasos de su segundo mandato, se empiezan a entrever las dificultades para seguir por la misma senda. Si bien en su presentación de las líneas políticas para la nueva Comisión, Von der Leyen declaró su compromiso con la igualdad de género y el colectivo LGBTIQ, el equipo de comisarios propuestos por los gobiernos de la Unión ya ha desafiado su voluntad de liderar una Comisión paritaria. De los 27 miembros del ejecutivo de Bruselas, solo 11 son mujeres –incluyendo a la propia presidenta y a la Alta Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, la estonia Kaja Kallas. Además, la figura de la Comisaria para la Gestión de Crisis y para la Igualdad –competencia que fue introducida por primera vez en 2019–, como su cargo indica, ahora también se encargará de la gestión y prevención de crisis, diluyéndose, así, el énfasis en el ámbito de la paridad de género. Asimismo, con un Parlamento Europeo más derechizado y con un mayor número de gobiernos comunitarios liderados por formaciones de extrema derecha y antifeministas, difícilmente se podrá avanzar en medidas progresistas. 

En este contexto, el retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos augura otro duro revés para la igualdad de género, especialmente en el ámbito de los derechos para la salud sexual y reproductiva. La llegada al poder de candidatos republicanos siempre va acompañada de la recuperación de la llamada «política de Ciudad de México» (también conocida como Global Gag Rule), que impone serias restricciones internacionales a los derechos de salud sexual y reproductiva. Se trata de una política que prohíbe a las ONG del sector de la salud ofrecer servicios de aborto legal y seguro e, incluso, hacer activismo para la reforma de leyes contra la interrupción voluntaria del embarazo en sus propios países si reciben financiación estadounidense –aunque lo hagan con sus propios fondos. Pero esta restricción no sólo se queda en el ámbito de la ayuda al desarrollo. Entre otras medidas que recoge, de nuevo, el Project 2025, se incluye la eliminación de lenguaje para la igualdad de género, la orientación sexual y la identidad de género, o la protección de derechos de salud sexual y reproductiva en futuras resoluciones de Naciones Unidas, pero también en la política y las regulaciones domésticas de Estados Unidos. 

En 2017, países como Suecia y Canadá –entonces los únicos países que habían adoptado una política exterior feminista– corrieron a suplir el vacío dejado por el cambio de prioridades estadounidenses, con la articulación de proyectos internacionales como el SheDecides, que buscaba canalizar el apoyo político internacional para garantizar la «autonomía corporal» de mujeres en todo el mundo. Sin embargo, desde 2022, con Suecia abandonando la bandera del feminismo en política exterior, y otros países como Canadá, Francia o Alemania, concentrados en sus próximas elecciones y en la inestabilidad política doméstica a la que deberán enfrentarse en 2025, resulta difícil imaginar liderazgos y financiamiento alternativos. Europa vive su propia involución. 

Pero los retrocesos en los consensos políticos al más alto nivel no se quedan ahí. Tras las elecciones estadounidenses, el acoso y la misoginia han ido copando las redes sociales con comentarios como «Tu cuerpo, mi decisión» (your body, my choice), con un incremento de hasta el 4.600% de este mensaje en Twitter/X. La violencia cibernética contra las mujeres está al alza: según un estudio de 2023, alrededor de un 98% de las deep fakes son pornográficas y afectan a mujeres. Dichos escándalos se han multiplicado con la IA, abriéndose un debate sobre la regulación y posible criminalización de estos casos. 

9- DEPORTACIÓN DE MIGRANTES Y DERECHOS

2024 cierra con el retorno de miles de refugiados sirios hacia su país. Después de 14 años de guerra civil, la caída del régimen de Bashar al-Assad ha generado esperanzas en un país con la mayor crisis de desplazamiento forzado del mundo, según Naciones Unidas, con más 7,2 millones de desplazados internos –más de dos tercios de la población del país– y 6,2 millones de refugiados, principalmente alojados en los países vecinos de Egipto, Irak, Jordania, Líbano y Turquía. Sin embargo, a pesar de la incertidumbre del momento político y de que los combates siguen abiertos sobre el terreno, algunos países de la UE (Alemania, Italia, Suecia, Dinamarca, Finlandia o Bélgica) se han apresurado a suspender las solicitudes de asilo de miles de refugiados sirios, y otros, como Grecia o Austria, han tomado medidas para su expulsión. El Gobierno austríaco incluso ha puesto en marcha un programa de deportación que está reevaluando la situación de unos 40.000 sirios a los que se les había concedido el estatus de refugiado en el país en los últimos cinco años. Todos estos movimientos agravan, aún más, el debate entre socios europeos acerca del concepto de «tercer país seguro» que tanto han criticado las organizaciones sociales. 

2025 será un año de deportaciones. Lo será a nivel discursivo y operativo. La inmigración ha sido la piedra angular de la carrera política de Donald Trump y, en su segunda campaña presidencial, prometió ejecutar la mayor deportación de la historia. ¿Cómo se llevará a término? Está por ver si asistiremos a deportaciones escenificadas, o cuál puede ser el impacto real en el mercado laboral estadounidense de una política que, según múltiples estudios, no es un juego de suma cero en favor de los trabajadores autóctonos: porque los inmigrantes no regularizados trabajan en ocupaciones diferentes a los nacidos en Estados Unidos, porque crean demanda de bienes y servicios, y porque contribuyen a la salud fiscal del país a largo plazo. Asimismo, hay dudas sobre la sostenibilidad económica de este tipo de políticas, sobre todo ante la perspectiva del crecimiento de flujos y el aumento dramático en el número de deportaciones que ya ha habido en Estados Unidos desde la pandemia (de unas 300.000 personas al año). No obstante, la victoria de Trump disparó en la bolsa el valor de empresas que se dedican a deportar migrantes, al monitoreo o la vigilancia de la frontera, así como a la gestión de centros de reclusión. La industria de la deportación va al alza.

Además, la deportación ya no es únicamente un instrumento del Norte Global. Irán se plantea deportaciones masivas de afganos; el sistema de deportación turco se ha reforzado con cientos de millones de euros provenientes de la UE; y también Túnez está llevando a cabo «expulsiones colectivas» ilegales de inmigrantes con fondos de la Unión. Por su parte, Egipto aplica, desde hace meses, detenciones masivas y devoluciones forzadas de refugiados sudaneses

A nivel europeo, en 2025 los estados miembros de la UE tienen que presentar sus planes nacionales de implementación del nuevo Pacto sobre Migración y Asilo. Su entrada en vigor está prevista para 2026, pero España ha pedido que las nuevas herramientas en materia de control de fronterizo y de reparto de personas migrantes puedan empezar a usarse ya el próximo verano. Sin embargo,  el pacto nace ya impugnado por algunos estados miembros, que piden reemplazarlo por un modelo que permita el traslado de los migrantes a centros de internamiento situados en países extracomunitarios considerados seguros. En este sentido, la decisión de Italia, el pasado agosto, de abrir dos centros de este tipo en Albania, aunque acabó en un sonoro fracaso judicial para el Gobierno de Giorgia Meloni, fue un claro adelanto de la creciente tensión existente entre política y estado de derecho. En este contexto, además, en 2025 los jueces pueden empezar a notar con mayor intensidad la falta de herramientas para la protección de los derechos de asilo y refugio, en un contexto global que lleva años finiquitando la protección internacional. La guerra en Gaza –que en su primer año ha llevado al desplazamiento forzoso del 85% de su población– ilustra el fracaso estrepitoso del derecho internacional, tanto en el ámbito humanitario como en el del asilo.

El miedo, como dinámica que impregna políticas, tanto en el campo migratorio como en las relaciones internacionales, ganará terreno en 2025. Por eso, la escenificación de la deportación se ha convertido en un instrumento simbólico de disuasión. La criminalización del migrante –que se siente señalado– y el discurso de la carga social que explotan determinados gobiernos con una agenda de recorte público, marcan la pauta en un sistema internacional cada vez más obsesionado por la protección de las fronteras y menos interesado (y equipado) en garantizar una migración segura y regular. 

10- MILITARIZACIÓN DE LA INSEGURIDAD

En este mundo de instituciones débiles, se multiplican los resquicios por los que se cuela y expande el crimen organizado. Las redes que articulan y coordinan la delincuencia constituyen negocios multimillonarios, transnacionales, con jerarquías y alianzas estratégicas. Mientras el orden global se fragmenta, la geopolítica de las mafias evoluciona con nuevos actores y un cambio de metodología: en lugar de competir, los grupos del crimen organizado están cooperando cada vez más, compartiendo elementos de las cadenas de suministro globales para el tráfico de drogas y personas, los delitos ambientales, la falsificación de medicamentos o la minería ilegal  –que en algunos países, como Perú o Colombia, generan igual o más dinero que el narcotráfico–. Redes globales que van de China a Estados Unidos y de Colombia a Australia, a través de «narcosubmarinos», explican la diversificación de negocios y escenarios; pero también su capacidad de penetrar estructuras de poder y erosionar el estado de derecho, porque se dan en un contexto de incremento de la corrupción de los estados y de sus sistemas judiciales y de seguridad. 

En Ecuador, por ejemplo, uno de los puntos calientes del tráfico de drogas a escala mundial, el Gobierno ha declarado la guerra a 22 organizaciones criminales y habla de «conflicto armado interno». Puerto Príncipe, la capital de Haití, es hoy una ciudad tomada por la violencia de grupos criminales enfrentados por disputas territoriales, que han llevado a las distintas bandas armadas a tomar el control de vecindarios, de comisarías de policía, y hasta bloquear temporalmente el aeropuerto. La última escalada de violencia ha dejado un saldo de casi 4.000 muertes y más de 700.000 desplazados dentro del país, de acuerdo con datos de la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Por su parte, la crisis geopolítica del fentanilo, que tiene su epicentro en México, como productor consolidado de esta droga sintética desde la pandemia de la COVID-19, se ha convertido en un problema bilateral de primer orden con Estados Unidos y Canadá, y en una amenaza para América Central. 

También en Europa. Ciudades portuarias como MarsellaRoterdam o Amberes son puntos de llegada e incautación de droga. La delincuencia organizada es el mayor reto al que se enfrenta actualmente el Gobierno sueco, con 195 tiroteos y 72 atentados con bombas, que se han cobrado 30 vidas solo en este último año. Con la globalización, esta nueva realidad hiperconectada ha llegado, incluso, a las islas del Pacífico, que ahora ocupan un lugar más destacado en el tablero estratégico internacional por la proliferación de compromisos comerciales, diplomáticos y de seguridad. Ello ha transformado también el panorama criminal de la región, con la presencia de las tríadas y los sindicatos asiáticos, los cárteles de América Central y del Sur, y bandas de moteros  ilegalizadas en Australia y Nueva Zelanda.

Según el Índice Global de crimen organizado, por lo menos el 83% de la población mundial vive en países con niveles elevados de criminalidad, cuando en 2021 era el 79%. Si el crimen organizado es uno de los ganadores de este nuevo orden fragmentado, con el aumento de la violencia se han impuesto también las políticas de securitización. En América Latina, por ejemplo, la apuesta clara por la militarización de la seguridad, –buscando soluciones nacionales (de contención de la violencia) a lo que es un desafío transnacional– ha favorecido respuestas de «mano dura».

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El mundo se rearma. Con el aumento de la conflictividad, como las guerras en Ucrania y Oriente Medio, también crecen los ingresos por ventas de armas y servicios militares. Según el SIPRI, 2025 será el año con más gasto militar desde hace mucho tiempo. En este escenario, la presión sobre los países miembros de la OTAN para aumentar su gasto en defensa vivirá un nuevo momento de tensión con el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, pero también por la propia imprevisibilidad del contexto internacional. En los próximos meses, la Alianza Atlántica deberá gestionar distintas fracturas internas: por un lado, por la demanda para aumentar el gasto en Defensa al 3,5% del PIB; i, por otro, por las diferencias entre aliados en cuanto a las estrategias utilizadas contra Rusia. Países como Polonia o los del Báltico reclaman una postura más agresiva contra Moscú, mientras que otros miembros, como Hungría o Turquía, buscan mantener un enfoque más neutral. Esto podría complicar la formulación de una estrategia unificada frente a las amenazas de Rusia y a los futuros escenarios geopolíticos en Ucrania. Además, Trump desafió en campaña el compromiso de defensa mutua que garantiza el artículo v del Tratado de la OTAN. Si la nueva administración estadounidense adopta una postura más aislacionista, los aliados europeos podrían cuestionar la fiabilidad de Estados Unidos como pilar de su seguridad. También crece en la UE la preocupación por el riesgo percibido sobre ciertos componentes esenciales o sobre las infraestructuras de cableado submarino, que son críticos para la conectividad y la economía global, especialmente después de distintos episodios de supuestos sabotajes como los registrados en el mar Báltico estos últimos meses. 

Finalmente, la creciente militarización de la periferia marítima de China también está generando nuevos temores securitarios en el continente asiático. Beijing promueve, cada vez con más vehemencia, una visión chinocéntrica en el Indopacífico. Ello hace temer que, para este 2025, se produzca un aumento de la agresividad en la estrategia china de convertir Asia Oriental en su esfera de influencia exclusiva.

En este contexto, la aceleración geopolítica multiplica los interrogantes tanto para los analistas como para los propios actores de las relaciones internacionales. El mundo se debate entre la gesticulación de los nuevos liderazgos, los escenarios cambiantes que están redibujando conflictos enquistados, y una rivalidad chino-estadounidense que puede derivar en una guerra comercial y tecnológica a corto plazo. Ante este horizonte, los esfuerzos de multialineamiento que muchos países del mundo intentan desplegar, con la seguridad como núcleo central, se vuelven cada vez más complejos a medida que arrecia la confrontación entre las grandes potencias globales. 

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FUENTE CIDOB https://www.cidob.org/publicaciones/el-mundo-en-2025-diez-temas-que-marcaran-la-agenda-internacional

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no representan necesariamente el punto de vista de Dossier Geopolitico

Por Alejandro Marcó del Pont

Tropezar no es malo, encariñarse con la piedra sí (Alberto Sardiñas)

En un mundo definido por tensiones comerciales y el ascenso de China como potencia económica, las corporaciones estadounidenses y las instituciones gubernamentales han entrado en una lucha interna sobre el futuro de la política comercial de Estados Unidos. La presidencia de Donald Trump introdujo políticas arancelarias agresivas que buscaban reducir la dependencia de China y fomentar la autosuficiencia económica del país. Sin embargo, estas medidas pueden colisionar con los intereses del llamado «Estado profundo» estadounidense, un entramado de actores clave en defensa, diplomacia y economía que tradicionalmente ha priorizado la integración global y la estabilidad comercial que le ha redituado grandes beneficios.

Esta disputa interna revela fracturas profundas en la estrategia de política exterior de Estados Unidos. Poco pueden pesar las decisiones de un presidente, las políticas son más bien moldeadas por intereses corporativos y burocráticos. Mientras algunas compañías respaldan las políticas de Trump, otros las rechazan abiertamente debido a su impacto en los mercados internacionales y en la competitividad estadounidense.

Desde su llegada al poder, Donald Trump impulsó una agenda económica nacionalista basada en el eslogan «América primero». Las políticas arancelarias hacia China fueron el pilar de esta estrategia, con el objetivo de repatriar empleos e industrias a Estados Unidos, especialmente en regiones desindustrializadas. Reducir el déficit comercial con China, al desincentivar las importaciones mediante tarifas y presionar a Beijing para obtener concesiones en temas tecnológicos y comerciales.

Aunque estas medidas generaron beneficios a corto plazo para sectores industriales tradicionales, como la manufactura y el acero, también tuvieron consecuencias adversas. Por ejemplo, los costos de productos importados aumentaron significativamente, afectando a los consumidores estadounidenses, mientras que empresas tecnológicas como Apple, Tesla e Intel, altamente dependientes de cadenas de suministro en China, se encontraron atrapadas entre cumplir con las políticas de Washington o mantener su acceso al mercado chino.

La nueva presidencia de Trump augura nuevos corto circuitos, pero esta vez, es más claro que parte del poder real de Estados Unidos están en disputa. Según Karthik Sankaran, investigador del Quincy Institute for Responsible Statecraft, clasifica las corporaciones estadounidenses según sus estrategias frente al mercado chino y las políticas de Washington. Estas categorías reflejan las tensiones entre intereses económicos y políticos, y recientemente han sido actualizadas para capturar la complejidad de la situación actual. Las nuevas categorías incluyen:

1. Expansionistas pragmáticos: Corporaciones que buscan maximizar beneficios manteniendo fuertes relaciones comerciales con China. Ejemplos destacados son Tesla y Qualcomm. Tesla, por ejemplo, obtiene el 25% de sus ingresos (12.000 millones de dólares anuales) del mercado chino y depende de componentes críticos como baterías.

2. Aislacionistas estratégicos: Empresas alineadas con la narrativa de «América Primero», que buscan reducir la dependencia de importaciones chinas y repatriar su producción a Estados Unidos. Fabricantes de acero y automotrices como Ford lideran este grupo, apoyados por subsidios estatales.

3. Diversificadores cautos: Compañías tecnológicas como Intel, que obtienen un porcentaje significativo de ingresos de China (26% en el caso de Intel, equivalente a 21.000 millones de dólares), pero buscan reducir riesgos diversificando sus cadenas de suministro hacia otros mercados como el sudeste asiático.

4.  Mediadores financieros: Actores como Wall Street y cadenas minoristas como Walmart, que priorizan la estabilidad económica. Estas corporaciones presionan para evitar interrupciones comerciales que puedan perjudicar tanto a la economía global como a los consumidores estadounidenses.

La siguiente tabla resume la dependencia de sectores clave estadounidenses del comercio con China y su impacto en las disputas internas:

El «Estado profundo» estadounidense, compuesto por actores clave en el Departamento de Defensa, el Departamento de Comercio, Wall Street y otras instituciones, ha desempeñado un papel crucial en oponerse a las políticas económicas de Trump y es posible que hagan nuevamente. Aunque este término suele asociarse con teorías conspirativas, en este contexto se refiere al conjunto de intereses corporativos y burocráticos que influyen en las decisiones de política exterior y económica de Estados Unidos.

Por ejemplo, Tesla y Qualcomm han capitalizado su relación con China para expandir sus ingresos, por otro lado, empresas como Lockheed Martin, con menos del 1% de sus ingresos provenientes de este país, abogan por restricciones más severas para contener el ascenso tecnológico de Beijing. Sin embargo, empresa del complejo bélico como Boeing sus ingresosprovenientes deChina representan aproximadamente el 12% de sus ingresos estimados en U$S 8 mil millones anuales. La dependencia de insumos de Boeing también juega un papel determinante, obtiene piezas y componentes de proveedores chinos, y tiene acuerdos de fabricación conjunta en el país. Estas tensiones reflejan cómo la política exterior estadounidense sirve como herramienta para beneficiar a ciertos sectores corporativos en detrimento de otros.

Wall Street y las grandes corporaciones, donde hay actores como Walmart, Apple y BlackRock han presionado intensamente para suavizar las políticas arancelarias de Trump. Estas empresas argumentan que las tarifas interrumpen las cadenas de suministro globales, aumentan los costos de producción y reducen su competitividad internacional. Por ejemplo, Apple obtiene el 19% de sus ingresos de China y depende en más del 90% de insumos chinos, lo que la hace especialmente vulnerable a cualquier interrupción comercial.

El choque entre las políticas de Trump y el «Estado profundo» no solo es práctico, sino también ideológico. Mientras Trump impulsó un aislacionismo económico basado en la autosuficiencia, el «Estado profundo» históricamente ha creado y favorecido la globalización como herramienta para fortalecer la posición económica y militar de Estados Unidos e incrementar sus beneficios. Esta discrepancia quedó evidente en las divisiones dentro de las mismas instituciones gubernamentales y corporaciones, que se han alineado en bandos opuestos.

La disputa entre Trump y el «Estado profundo» refleja tensiones fundamentales en la estrategia de política exterior de Estados Unidos. Por un lado, las políticas arancelarias de Trump buscaron proteger la economía nacional y reducir la dependencia de China. Por otro lado, los actores del «Estado profundo» y muchas corporaciones se oponen a estas medidas, priorizando sus ganancias a la integración comercial.

En última instancia, esta lucha interna no solo define el presente de la política económica estadounidense, sino que también determinará su capacidad para competir en un mundo globalizado. Si bien no hay soluciones simples, la habilidad de Estados Unidos para equilibrar la seguridad económica nacional con la integración global será clave para su posición como potencia económica en el siglo XXI.

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2024/12/26/la-nueva-geopolitica-corporativa-la-guerra-del-estado-profundo/

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Dossier Geopolitico

Por  Lorenzo Cerani

En la crisis que experimentan los órdenes democráticos, el ciudadano común carece cada vez más de arraigo en un sistema compartido de símbolos: es imposible para las instituciones y los líderes construir repertorios de imágenes fuertes que actúen como pegamento social. Es urgente que la política vaya acompañada de la construcción de mitos compartidos para contrarrestar su pérdida de credibilidad.

n el mundo contemporáneo, la dimensión política está experimentando un estado de decadencia y está cada vez más sumergida en los dispositivos técnicos del Capital en su cuarta fase de revolución industrial, que ve el surgimiento de la industria de alta tecnología y el amanecer del capitalismo de vigilancia que nos describe Shoshana Zuboff. La democracia representativa parece reducida a una parálisis debido al creciente descontento de votantes alejados del palacio del poder que se han convertido en una elite sin anclaje popular , y como resultado del poder excesivo de los espíritus animales capitalistas y de las corporaciones transnacionales que erosionan los derechos de los ciudadanos. Estados y conducen fatalmente de la polis a la apolis, a la desterritorialización con efectos nocivos de desarraigo de la soberanía nacional. La escena política está dominada por la personalización, por el individualismo generalizado, por el indiferentismo ético, por el humor posmoderno en un completo vacío general, como subrayó el sociólogo francés G. Lipovetsky.

Al mismo tiempo, la globalización se acerca a su fin después del período dorado de hegemonía indiscutida de los Estados , con el surgimiento de archipiélagos desglobalizados con muchos dominios compitiendo entre sí y con marcos de valores de referencia divergentes. La guerra ruso-ucraniana en este sentido representó la ruptura con el autoengaño propagado por los defensores de la unipolaridad estadounidense sobre el fin de la historia y el triunfo del estilo de vida estadounidense con la afirmación del modelo democrático liberal, el colapso del fe parareligiosa proeuropea y de AntiEuropa entendida como una prótesis geopolítica americana incapaz de encontrar su propio camino.

Y de la misma manera está el surgimiento de lo que años atrás se había calificado de «talasopolítica» dado por la aceleración de las comunicaciones, la desaparición de la localización geográfica para la geopolítica y la disolución de las ideologías gracias al triunfo de la tecnología a escala planetaria. lo que impone nuevas estructuras y nuevas lógicas en la escena política internacional. 

Para escapar de las garras de la crisis general (tanto dentro de nuestro perímetro nacional como proyectada hacia las fronteras de Europa del Este, donde se están recogiendo los frutos de las políticas americanas de provocación de la federación rusa, como recuerda Benjamin Abelow) tal vez sea necesario volver a una base simbólica común, a una mitología fundacional capaz de hacernos resistir el impacto. No es casualidad que precisamente en vísperas de un terremoto político para el establishment tradicionalmente atrincherado en edificios romanos como la victoria de los partidos populistas verdes y amarillos, se publicara un ágil ensayo que pretendía actualizar el valor fuente de la mitopoeya: el anhelo La búsqueda de fundamentos espirituales se topó con el impulso del cambio y el derrocamiento de grupos políticos débiles. 

Después de todo, el mito siempre ha representado el punto más alto de una peculiar visión imaginativa que en sus interminables producciones constituye el receptáculo de las imágenes depositadas en la psique colectiva de la humanidad , no la oscuridad oscurantista opuesta a una aséptica Aüfklarung . La mitología siempre ha interrogado al hombre sobre su lugar en el ser de las cosas, da sentido a su camino existencial y resemantiza la realidad exterior en la línea de una geografía religiosa que permite al creyente sentirse reconfortado y dotarse de certezas a partir de estos relatos ejemplares. . Y el mito, si bien permite una ruptura con el tiempo cotidiano al documentar la irrupción de lo sagrado garantizando la experimentación de una plenitud absoluta, siempre ha entrelazado su camino con el de la política , por ser pegamento social y por el efecto benéfico que produce. un nuevo encantamiento del mundo transitable de la explotación política. 

Es bien conocida la distinción entre un mito tecnificado, degradado en su sentido más auténticamente antropogénico, hecha por Kerènyi, que luego encuentra su radicalización en las páginas de su alumno italiano Furio Jesi con la teoría de la «máquina mitológica»: aquí se trata de de comprender que descartando por completo la naturaleza mítica de lo humano o soñando con domesticarlo de forma inofensiva se corre el riesgo de un suicidio espiritual de manera reduccionista . Jesi tiene toda la razón cuando desmitifica ferozmente los mitologemas basados ​​en la violencia y la discriminación, pero surge la sospecha de que su deconstrucción del primordialismo de los mitólogos, la crítica de que tomen literalmente los materiales mitológicos que se combinan y desordenan sin un significado preciso, ignora la dimensión arquetípica de la especie, la necesidad de un orden simbólico al que recurrir para contener el peso del sinsentido , de la insignificancia. El hambre de mito, si es cierto que en la era de los extremos descrita por Hobsbawm ha producido inmensos desastres con su explotación en clave política totalitaria, puede así encontrar nuevas trayectorias para canalizar la beneficiosa capacidad específicamente humana de revivir estas imágenes enterradas en el inconsciente de la especie, con mejores propósitos. 

Por otra parte, como ya enseñaba el análisis sociológico a finales del siglo XIX, el hombre no puede ser descrito como totalmente dueño de sí mismo y cuando pasa a formar parte de grandes grupos no sigue ninguna racionalidad gélida, convirtiéndose en presa de poderes hipnóticos irracionalistas inducidos por por líderes carismáticos que esperan subyugar su voluntad. En el siglo XX asistimos al debate sobre los mitos en el que participaron estudiosos de diferentes orígenes ideológicos como TW Adorno, M. Horkheimer, H. Blumenberg, O. Marquard, K. Hübner: la manzana de la discordia estaba representada por la funcionalidad del mito y desde los aspectos míticos de la misma racionalidad instrumental instaurada en Occidente. Incluso en ese caso, lo que estaba en juego era la imposibilidad de dicotomizar de manera abstracta entre el espíritu de geometría típico de las matemáticas y el razonamiento lógico-deductivo y el espíritu de refinamiento de las referencias simbólicas a esa galaxia de imágenes arquetípicas que informan la vida cotidiana. 

Si históricamente los regímenes de los campos de concentración han recurrido al patrimonio simbólico de la humanidad para fortalecer su control sobre las mentes de los individuos, para distorsionar mejor su espíritu crítico y debilitar su reactividad ante los dictados de los autócratas de la época, es precisamente para aprovechar el Ola mítica y reactivar los proyectos de ingeniería social y mitopoética permitiría liberar al individuo del atomismo liberal al que lo condena el sistema actual . Si tanto el nazifascismo como el comunismo (con los diversos ejemplos del culto a la personalidad del Soviet Supremo que llevaron a Barthes a hablar de la mitología del estalinismo) en sus diferencias irreductibles insistieron en la construcción de un imaginario compacto, entonces si la política espera una El acercamiento con su propio votante de referencia debe dar el paso obligado de capturar su vena mitopoética. Al dar cuerpo al anhelo de significados fuertes en las profundidades del inconsciente colectivo, la política podría transformarse en una «gran política» neonietzscheana dedicada a la construcción de estilizaciones de seres humanos dignas de las tareas históricas de hoy. Sólo así será posible salir del impasse histórico al que nos ha condenado la fe en los mitos del progreso y en la razón instrumental moderna, como un pálido reflejo de la luz resplandeciente que emana de nuestro simbolismo interior, en el origen de la necrosis nihilista que amenaza la estabilidad social e institucional del sistema democrático. 

En este sentido, se hace inteligible una lectura exegética de los impulsos telúricos que animan la actividad política, de los tropismos invisibles que llevan a una figura líder a sintonizar con las necesidades populares hasta el punto de expresarlas , convirtiéndose en los vectores de comunicación, las correas de transmisión y el Sismógrafos de estados de ánimo de las multitudes. Lo que los movimientos populistas han entendido, además, a diferencia de los partidos sistémicos más enclaustrados y de mentalidad más estrecha respecto de sus posiciones de clase, consiste en la base extraracional de su electorado: no querían tranquilizar, sino erigirse como Caballos de Troya de una fractura político-política del movimiento social radical, dando origen a mitologías y representaciones parareligiosas en las que actuaban como heroicos defensores del demos atacado por las fuerzas titánicas de los poderes económicos, etc.

Actualizar estas energías demoníacas (E. Laclau, por ejemplo, propuso desde la izquierda un uso del populismo similar al hecho por los publicistas de derecha en nuestro país) transformándolas en beneficio de una propuesta política seria es la ardua tarea de nuestros tiempos, de lo contrario aumentará la brecha entre la sala de control y el electorado. 

FUENTE DISSIPATIO IT. https://www.dissipatio.it/fame-di-mito/

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Dossier Geopolitico

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

A dos semanas de la entronización de Donald Trump como presidente de Estados Unidos me voy a aventurar a hacer algunas apreciaciones acerca de las perspectivas del nuevo gobierno, en primer lugar sobre su política exterior sobre todo después de sus arrogantes declaraciones confrontacionales con México, Panamá, Venezuela y Dinamarca (por Groenlandia).

Al respecto se puede concluir que la impertinencia es un rasgo de personalidad del nuevo mandatario estadounidense que mezcla con una mirada empresarial agresiva como forma de lograr sus objetivos.  Antes de asumir su primer gobierno, tras haber ganado las elecciones en 2016 y cuando procedía a designar  a los miembros de la administración, su mejor amigo Steven Witkoff le recomendó que no incorporara a John Bolton al gabinete. Le contestó que era una recomendación tardía porque ya lo había hecho.

Ahora, Trump opina que al construir su primer gobierno debió aceptar muchas imposiciones porque él no era político, no tenía experiencia, no controlaba al partido republicano, ni a sus senadores y representantes, tampoco a los medios ni a las redes sociales.

Esa situación ha cambiado ahora. Ocho años después, Trump aprecia que a pesar de que Bolton le hizo gran daño a su primera administración, también lo había ayudado porque siendo tan odiado por todos, hacía el trabajo sucio, tras lo cual él llegaba a dialogar ya sobre una situación en la que se había creado un espacio para negociar y hasta para ceder, con lo cual, muchas veces pudo capitalizar “el arreglo” de las controversias. Era el viejo juego del “policía malo y el policía bueno” aplicado a la política.

Este relato refleja en gran medida la forma como Trump se propone actuar en política exterior. En el fondo, su principal objetivo es detener a China y a ello va a volcar la mayor parte de sus energías. 

Por ejemplo,…

…las presiones sobre Panamá no persiguen el objetivo de apoderarse del Canal sino sacar a China de ese país. Ahora, ya puso el tema sobre la mesa de negociaciones y cuando le pida al gobierno panameño que tome medidas contra China, va a aparecer como si estuviera cediendo respecto de su objetivo de apoderarse del Canal. Es decir, va a “ceder” en ese objetivo a cambio de que Panamá expulse a China de su territorio. 

…De la misma manera ocurre con Groenlandia, al final terminará controlando el territorio sin necesidad de apoderarse de él, lo cual también será considerado como una cesión de su parte.

Si se consideran todos los nombramientos de personajes leales al margen del establishment hechos por Trump (ver mi artículo anterior “¿Que hará Marco Rubio?”), quisiera reiterar que la pregunta más importante sigue siendo cuál será el rol del departamento de Estado en la ejecución de la política exterior de Estados Unidos.

La respuesta es que se dedicará a ejercer presión para restarle espacio a China en el mundo y en especial en América Latina y el Caribe donde Rubio tiene firmes relaciones con gobiernos, partidos y dirigentes de la derecha y la extrema derecha algunos de los cuales son también considerados como amigos por China. De manera que este también será un escenario en disputa, toda vez que -quisiera insistir-  China será el objetivo número 1 de la política exterior de Estados Unidos y no precisamente para cooperar, al contrario será para entorpecer los vínculos bilaterales e impedir que -aunque China no se lo haya propuesto- le dispute a Washington la hegemonía global.

Si esto es así, valdría la pena preguntarse porque Trump nombró a Rubio en la secretaría de Estado, sabiendo que no confía en él porque es un “halcón” leal a los neoconservadores. Y la respuesta es que a pesar de que el próximo presidente -a diferencia de su primer gobierno- controla hoy al partido republicano, todavía existen algunos senadores que mantienen autonomía y que podrían enfrentarlo como se ha visto en el hecho de que muy probablemente Trump tenga que desistir del nombramiento de Pete Hegseth como secretario de defensa por la resistencia que tiene entre senadores de su propio partido. Trump los necesita, sobre todo para garantizar el nombramiento de algunas figuras de su gabinete particularmente Tulsi Gabbard proveniente del partido demócrata y a quien sus antiguos colegas no desean en el cargo por conocer muchos secretos internos.  

Por otro lado, es un hecho cierto que Trump retomará la “guerra comercial” contra China estableciendo nuevas tarifas comerciales y elevando otras a fin de que Beijing se vea obligada a devaluar su moneda, encareciendo sus exportaciones y afectando su comercio. Las economías latinoamericanas altamente importadoras de China se verán afectadas por esta medida.  

De igual forma, como instrumento de análisis, no debe obviarse que Trump tiene una personalidad caracterizada por decisiones intempestivas y generación de incertidumbre como instrumentos de coerción. Esto conduce a que gobiernos y cancillerías se vean limitadas en su capacidad de prever acontecimientos. Trump no actúa a partir de una ideología definida. Solo lo mueve el afán de conseguir ganancias para Estados Unidos, en particular para las corporaciones y los ricos. 

El establishment es su enemigo porque éste ha apostado por la economía especulativa y de servicios y Trump pretende volver a una situación en la que Estados Unidos sustente su economía en la producción. Esto explica algunos de los nombramientos de Trump dirigidos a enfrentar al establishment, en particular Tulsi Gabbard como directora de inteligencia nacional y Hash Patel como director del FBI.

Trump pretende prolongar en el futuro su control del Estado a través del vicepresidente J.D. Vance que es su “delfín”. Solo que Vance si tiene una ideología definida alejada de los cánones tradicionales. La emergencia de Trump en política y la búsqueda de la extensión de su influencia en el tiempo, es expresión de las grandes contradicciones que sufre el sistema político estadounidense que se está alejando de la dicotomía demócrata-republicana o izquierda-derecha tradicional. 

En ambos partidos se vive una crisis de identidad. Entre los demócratas hay una corriente neoconservadora atlantista que se enfrenta al viejo partido que propició el estado de bienestar, que no desea la guerra y que cree en la necesidad de incrementar la inversión social, todo lo cual manifiesta una discusión no resuelta. Sin embargo, sacaron a Bernie Sanders del camino de mala manera y de forma ilegal, dejando claro que la derecha de ese partido (que en Estados Unidos es considerado “de izquierda”) es la que manda.

Por su parte, el partido republicano, vieja organización conservadora y reaccionaria, se debate también entre la corriente tradicionalista y el trumpismo anti-establishment que propone una nueva forma de hacer política. En primera instancia, Trump se plantea intervenir el partido republicano para que la nueva generación Vance lo controle a fin de “hacer a América grande de nuevo”. Si ello no es posible, es probable que Trump apunte a crear una organización política propia atrayendo sectores de ambas partes del bipartidismo tradicional del país.

Vance tiene un consistente hilo de pensamiento sustentado en la supremacía blanca y la lucha contra el establishment al que considera retrógrado e inmovilizador. En esa medida, se asume como promotor de una clase dominante vinculada a estos principios y a una férrea defensa de la religión tradicional. Curiosamente, tiene una gran identificación con la clase obrera estadounidense, pero -por supuesto- no en términos marxistas sino dentro de la concepción capitalista de viejo cuño. Rechaza las grandes corporaciones y los monopolios, a quienes considera responsables de estar destruyendo el capitalismo, toda vez que su práctica conduce a dar al traste con la base de la economía capitalista que es la competencia. Todo esto genera un mar de contradicciones que dificultan la comprensión de lo que está ocurriendo 

Lo cierto es que esta compleja situación se evidenció en los resultados de los comicios, la extrema derecha como un todo cubrió el espectro electoral al estar presente tanto en el bando demócrata como en el republicano. Por eso, más allá que Trump haya representado al partido republicano, lo cierto es que está naciendo una tercera fuerza. Tal vez las expresiones más nítidas sean el nombramiento de Gabbard, una demócrata de formación y convicción, y de Robert Kennedy Jr. un demócrata de pura cepa y alcurnia como secretario de Salud y Servicios Humanos. En esta dimensión, también se debe comprender el apoyo de los negros y los latinos a Trump quien es abiertamente racista y supremacista. Ha quedado claro que los discursos tradicionales son parte del pasado.

Lo único que importa ahora es la economía y la solución de los problemas económicos de las mayorías. Ya no cabe la tradicional distinción propia de la sociedad estadounidense entre los que tienen formación universitaria y los que no. Precisamente, la segregación a partir de criterios como éste son los que han arrojado en manos de Trump a importantes sectores excluidos de la sociedad.

…En resumen, Trump va a orientar su gobierno básicamente a solucionar problemas de la política interna. En cuanto al exterior, el centro de la inquietud estará puesto en China. Tratará de resolver el problema de Ucrania porque no está dispuesto a seguir desangrando la economía estadounidense. La confrontación con China tiene un componente de largo plazo y sistémico y uno de corto plazo y coyuntural… 

…Este último es el que fundamenta su apoyo a Taiwán, pero por las mismas razones anteriores, no es una línea roja para Trump. Lo seguirá apoyando porque necesita las fábricas de chips de la isla. Cuando logre la autosuficiencia en esa materia, Taiwán dejará de ser un asunto álgido para Estados Unidos. Trump no está dispuesto a seguir sosteniendo un asunto que le significa una gran erogación de recursos y que tuvo su origen en la guerra fría. No es a través de Taiwán que Trump estructurará la confrontación estratégica con China.

Hay que reiterarlo, Trump tiene como método lanzar temas que no están en agenda para medir las respuestas que se originan en el enunciado. Así, cuando el asunto se pone en boga, ya está preparada y avanzada la implementación de medidas a tomar. Sus temas principales de política exterior serán China, migración y energía y en torno a ellos se estructurará su accionar.

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Invitado por la periodista Alejandra Piaggio y el historiador antropólogo y analista internacional Jose Luis Munoz Aspiri, para el programa: Una Mirada Austral que se transmite por FM Radio Cristal 94,9 realizamos una serie de análisis sobre la actualidad internacional y nacional sobre Política Internacional y que le depara a los argentinos este 2025