La decisión del bloque no alineado de incorporar a nuestro país nos instala en un sistema internacional diferente y nos da acceso al Nuevo Banco de Desarrollo (NDB)
Por Eduardo Vior para TELAM que autoriza su publicacion en Dossier Geopolitico
Este columnista terminaba su artículo anterior, esta misma semana, expresando el deseo de que Argentina pudiera subirse al tren que desde Johannesburgo ha partido raudo hacia el futuro. Gracias a Lula da Silva el deseo se ha hecho realidad. Las y los argentinos nunca estaremos suficientemente agradecidos al presidente brasileño por habernos sacado del infierno y sentado en la cabina de mando del mundo que se aproxima.
La lucha fue dura: hasta el último minuto el gobierno sudafricano, presionado por su vicepresidente Paul Mashatile, se resistió a la ampliación del bloque. A India le era indiferente, porque no tiene a quien incorporar, pero Rusia, China y Brasil estaban urgidas. Brasil, porque nos necesita adentro para poder comerciar con nosotros en yuanes y, vía nuestra venidera adhesión al Nuevo Banco de Desarrollo (NDB, por su nombre en inglés), por la posibilidad de acceder a créditos baratos para inversión en infraestructura (por ej., el segundo tramo del gasoducto de Vaca Muerta).
A pesar de las oscilaciones de la política exterior de Argentina en los últimos tres años, también a Rusia le interesa nuestra incorporación, primero, para contrabalancear la hegemonía continental de EE.UU. con otro miembro más del BRICS en el Cono Sur; segundo, porque Rusia mira hacia la Antártida y el Atlántico Sur y no quiere regalarlos a la alianza anglosajona. Finalmente, también porque aspira a reflotar los proyectos en energía y transportes que quedaron congelados al comenzar la guerra en Ucrania.
China ha sido la mayor interesada en nuestra incorporación, porque necesita ir completando la instalación de los pilares de su nueva construcción del mundo. En cada región del globo quiere tener interlocutores confiables y de peso con los cuales tratar en los términos de la Carta de las Naciones Unidas y de los cinco principios de la coexistencia pacífica adoptados en 1955 por la Conferencia de Bandung que diera origen al Movimiento de Países No Alineados.
De eso se trata: cansados de la violación permanente del Derecho Internacional y de las promesas incumplidas por las potencias occidentales, cada vez más países del mundo buscan un sistema internacional en el que se respeten las normas de la convivencia, sin hegemonismos y sin instrumentar el poder financiero de unos pocos para imponer condiciones políticas y alineamientos automáticos.
¿Para qué sirve a Argentina incorporarse al bloque de países no alineados poco antes de una elección presidencial decisiva? En primer lugar, porque ancla la ubicación internacional de nuestro país en un nuevo sistema que respeta la autodeterminación de los pueblos y asegura la no injerencia en los asuntos internos. Recordemos que, aunque el gobierno de Mauricio Macri no intensificó los lazos políticos con China, por ejemplo, nunca descuidó el intercambio comercial. Difícilmente podría un eventual gobierno de derecha contrariar las perspectivas de negocios que se abren ahora para las empresas argentinas.
De continuar la coalición actual en el gobierno, por el contrario, la pertenencia al BRICS otorga una posición de fuerza para futuras negociaciones con los organismos financieros occidentales. Todavía hace un mes la burocracia del FMI nos hacía esperar al final de sus vacaciones, para decidir si nos transfería los fondos que tan angustiosamente necesitamos. Con la incorporación al BRICS en puerta, no sólo debió resignar que el peso se devaluara sólo el 20% (de todos modos, mucho), sino que –contra todos los pronósticos agoreros- accedió a transferir los 7.500 millones que necesitamos para llegar a las elecciones. No fue bondad, sino cálculo: si no lo hacían, habríamos sufrido un cimbronazo, pero el dinero habría llegado desde Beijing.
¿Se resuelven así todos nuestros problemas? De ninguna manera. Pero ahora caminamos sobre otro parquet para encararlos. Podemos negociar más tranquilos con los bancos públicos y privados extranjeros, podemos rechazar los condicionamientos políticos, atender el mercado interno y relanzar los proyectos de transporte y energía que aseguren un desarrollo sostenido, equilibrado y con justicia social.
Por lo pronto, la mayor urgencia reside en ingresar al NDB y en acordar con Brasil el intercambio en yuanes. La segunda prioridad está en ganar las elecciones y consolidar un proyecto nacional y popular.
El ingreso al BRICS no e un cheque en blanco. Todos nuestros nuevos socios aman la previsibilidad. Argentina debe dar continuidad y consistencia a su política mundial. Junto a la prioridad que tienen las relaciones con Brasil, debemos reconstruir el vínculo con todos nuestros vecinos y encarar los planes de infraestructura que a ellos también interesan. Hay mucho que hacer para revivir Unasur. América Central, México y el Caribe también nos reclaman.
Aprovechemos la nueva plataforma para acceder al poderoso mercado africano y potenciemos nuestra pertenencia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta para abrir los mercados asiáticos. Todo ello sin pelearnos con las potencias occidentales, pero imponiéndoles un trato respetuoso. Entrando al BRICS seguimos relacionándonos con nuestros socios habituales, pero desde otro lugar.
La tarea no es fácil, pero el premio es grande: por fin estaremos sentados en la cabina de mando del nuevo orden mundial. Por un segundo no perdimos el tren al futuro.
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