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Por Danny Haiphong es un periodista radicado en Estados Unidos y activista de la campaña internacional No Cold War. Publicado por CGTN

Dossier Geopolitico publica este artículo de Danny Haiphong para la cadena China de CGTN por su importancia no necesariamente refleja la opinión de Dossier Geopolitico 

Nota del editor:  First Voice de CGTN brinda comentarios instantáneos sobre noticias de última hora. La columna aclara temas emergentes y define mejor la agenda de noticias, ofreciendo una perspectiva china sobre los últimos eventos mundiales. Este artículo de First Voice está escrito por el comentarista especial de CGTN Danny Haiphong, un periodista independiente e investigador en los Estados Unidos. Es editor colaborador del Black Agenda Report, coeditor de Friends of Socialist China y miembro fundador de la campaña internacional No Cold War. El artículo refleja las opiniones del autor y no necesariamente las de CGTN.

Los líderes políticos estadounidenses y los analistas de los medios a menudo exageran las «amenazas» del exterior para justificar una política exterior cada vez más agresiva. China ahora es considerada una de las principales «amenazas» por parte de elementos significativos del establecimiento político estadounidense y se la acusa regularmente de realizar espionaje cibernético y otras formas de espionaje. A menudo, estas acusaciones reflejan las políticas reales llevadas a cabo por el gobierno de los EE. UU., independientemente del partido político que tenga el poder mayoritario. El 4 de mayo, el Centro Nacional de Respuesta a Emergencias de Virus Informáticos (NCVERC) de China y la compañía de seguridad de Internet 360 ofrecieron pruebas verificables de esto en un informe conjunto que detalla las armas cibernéticas utilizadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de EE. UU. en otros países.

El informe se basa en hallazgos anteriores en 2020 de que una organización cibernética desconocida pirateó las principales industrias del petróleo, la infraestructura, la aviación y varias otras industrias de China utilizando métodos relacionados con los documentos «Vault 7» de WikiLeaks. Estos documentos revelaron que la CIA pudo infiltrarse en la tecnología cibernética y usarla para espiar a otros países, así como a ciudadanos estadounidenses.

El último informe conjunto encontró muchos casos en los que la guerra cibernética de EE. UU. presentaba un peligro claro y presente para otras naciones y la privacidad de las personas. Los investigadores del informe detallaron, por ejemplo, el uso por parte de la CIA de un conjunto de herramientas de ataque cibernético que se infiltró en los televisores inteligentes y los convirtió en herramientas de espionaje incluso cuando los dispositivos parecen estar «apagados». Además, se descubrió que la CIA maneja programas de malware y otras redes cibernéticas que le permiten a la agencia espiar prácticamente cualquier país en cualquier momento.

La CIA y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) han llevado a cabo numerosos ataques cibernéticos contra China en los últimos años como parte de la estrategia de contención de la Guerra Fría de EE. UU. La CIA no solo está relacionada con el robo de información de empresas chinas, sino que también se descubrió que la NSA robó información privada del personal e investigadores de la Universidad Politécnica del Noroeste en 2022. No debería sorprender, entonces, que el último El informe conjunto encontró que la NSA y la CIA comparten regularmente información y tecnología en sus esfuerzos de guerra cibernética. Solo la CIA tiene más de 5000 piratas informáticos y al menos 1000 sistemas de piratería dentro de su Centro de Inteligencia Cibernética.

Universidad Politécnica del Noroeste, provincia de Shaanxi, China, 5 de septiembre de 2022. /CFP

Universidad Politécnica del Noroeste, provincia de Shaanxi, China, 5 de septiembre de 2022. /CFP

Ciertamente, China no es el único caso en el que EE. UU. ha utilizado la guerra cibernética para sabotear y espiar a otros países. En 2014, el famoso denunciante Edward Snowden dijo a los medios que la infiltración de la NSA en el sistema de Internet de Siria provocó un apagón en todo el país al comienzo del conflicto. En 2019, el Comando Cibernético de EE. UU. realizó un ataque cibernético contra un grupo de inteligencia iraní en un intento de cerrar los sistemas de armas de la República Islámica. Estados Unidos también admitió haber lanzado ataques cibernéticos del lado de Ucrania en su conflicto en curso con Rusia.

Como señala el informe de China, los ataques cibernéticos son solo una forma de guerra empleada por los EE. UU. contra otros países. Estados Unidos ha intentado derrocar a más de 50 gobiernos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Si bien gran parte del mundo ha sido consciente del papel de EE. UU. en la desestabilización de Irak y Afganistán, la CIA y el complejo industrial de inteligencia militar de EE. UU. han estado involucrados en docenas de operaciones de cambio de régimen en todo el mundo. La asistencia de la CIA y el Pentágono a las fuerzas antigubernamentales en Libia y Siria en 2011 y Ucrania en 2014 condujo directamente a la muerte y el desplazamiento de millones de personas. Las sanciones económicas de Estados Unidos a Irán, Venezuela y docenas de otros países han causado la muerte y el empobrecimiento evitables de millones más.

Se han hecho intentos incesantes de los principales medios de comunicación y el establecimiento político de EE. UU. para pintar la política exterior de EE. UU. como «democracia» en el trabajo. Pero está claro que la agresión estadounidense está orientada a asegurar una hegemonía indiscutible sobre otras naciones a expensas de la democracia en todo el mundo. Los principios de la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional en general se ignoran por completo.

De hecho, los analistas y funcionarios de la política exterior de los EE. UU. defienden con frecuencia a los EE. UU. como el único árbitro de la democracia que todos los demás países deben seguir. Tal arrogancia imperial está justificada por una ideología occidental de excepcionalismo que postula que otras naciones poseen sistemas de gobierno inferiores o incluso más opresivos y, por lo tanto, deben someterse al dominio estadounidense.

El informe de China envía una señal a la comunidad internacional de que Estados Unidos debe rendir cuentas por sus acciones en el escenario internacional. Aunque un mundo multipolar es inevitable, la verdadera paz no puede existir en condiciones de impunidad. Durante demasiado tiempo, Estados Unidos ha sido capaz de cometer los crímenes más graves contra la humanidad sin consecuencias. Por lo tanto, un nuevo orden multipolar liderado por China, Rusia y el Sur Global debe poseer no solo los medios para asegurar la prosperidad y la soberanía para todos, sino también la rendición de cuentas por las malas acciones globales.

FUENTE CGTN https://news.cgtn.com/news/2023-05-06/Report-on-U-S-cyber-attacks-only-scratches-surface-of-its-impunity-1jAepArCRVu/index.html

Carlos Pereyra Mele, director de Dossier Geopolítico, dedica la columna del Club de La Pluma a analizar el conflicto en Sudán y sus implicaciones geopolíticas, del cuál la prensa occidental apenas presta atención salvo en la evacuación de sus diplomáticos, como si la de ellos fuesen las únicas vidas que importaran. Mientras confunde y desinforma al presentarlo como una simple disputa tribal, omitiendo el papel desestabilizador del “mundo rico” en esta zona vital del mundo y plena de recursos naturales. Por el contrario -y lo explica Carlos- se trata de otrade las tantas Guerras Híbridas, Global y Fragmentada impuesta por EEUU y socios, para dificultar en el terreno, la sólida unión y el fabuloso crecimiento económico y político de Eurasia, bajo el liderazgo de China, acompañada a su vez por Rusia y por las grandes potencias regionales, además del exitoso desarrollo mundial de los BRICS.

AUDIO:

En su relato, Pereyra Mele informa cómo el General Abdel Fattah Abdelrahman al-Burhan, jefe de las FFAA de Sudán ha sido atacado por el General Mohamed Hamdan Dagalo, al frente de Cien mil mercenarios –con evidente apoyo de Occidente– provocando una revuelta con decenas de muertos y miles de heridos, en un estallido que recuerda el accionar operativo de Al Qaeda e Isis, nada lejanos a los servicios de inteligencia anglosajones. Y argumenta con datos y pruebas, que las razones del conflicto no están en las disputas de dos señores de la guerra, sino en la llamada “Guerra del Agua” -por el río Nilo-, que involucra a Etiopía y Egipto, y también por que este país intenta ingresar a los BRICS, mientras que habría un acuerdo del gobierno de Sudán con Rusia para instalar una base en el Mar Rojo. Iniciativas inaceptables para Washington, que es quién financia a los ejércitos de estos dos países sospechosos de “cambiar de bando”.

Por otra parte, el politólogo nos dibuja todo el escenario de Sudán y de su enclave en la región, en una minuciosa descripción geográfica, demográfica, estratégica y política que abarca a todo el “Cuerno de África” y que corrobora la importancia de la zona, no solo por sus grandes y disputados recursos naturales, sino también porque es crucial para el tráfico naval del mar Arábigo, el mar Índico y su paso hacia el mar Mediterráneo a través del  Mar Rojo y el canal de Suez. Además recuerda que la de Sudán es una más, de las decenas de Guerras Proxy promovidas por Occidente en el mundo, que se presentan como guerras civiles, tribales o en forma de “primaveras”, y por ello aborda como ejemplos la guerra del Yemen y la guerra de Tigray (Provincia rebelde de Etiopía) , que a pesar de sus 800.000 muertos, ha sido apenas mencionada por la misma prensa que hoy intoxica y aplasta a la opinión pública con lo de Ucrania, prometiendo una victoria imposible.

A lo largo de este análisis, nuestro director reflexiona sobre  el viejo colonialismo europeo que sigue vigente en África a pesar del repudio de los pueblos, mientras utiliza “el terrorismo de la guerra civil” para impedir que alcancen un justo desarrollo, y que a pesar de ello, los países africanos no han adherido a las sanciones occidentales a Rusia, como muestra de su voluntad histórica de liberarse de las cadenas imperiales que les ahogan desde hace siglos. Ese mismo imperio anglosajón y europeo, que ante la inevitable pérdida de su hegemonía, solo le queda el recurso de la amenaza, las sanciones, la violencia mediática y la agresión bélica.

Eduardo Bonugli (Madrid, 30/04/23)

ANEXO: DATOS SOBRE SUDÁN – Cinco cosas sobre Sudán

– En el noreste de África –

Sudán, situado entre el África subsahariana y Oriente Medio, comparte fronteras con Sudán del Sur, la República Centroafricana, Chad, Libia, Egipto, Eritrea y Etiopía y tiene una salida al mar Rojo.

Antes de la secesión del Sur en 2011, era el país más grande de África. Actualmente su superficie alcanza casi 1,88 millones de km2, parcialmente desérticos.

Posee 42,8 millones de habitantes (Banco Mundial 2019), mayoritariamente musulmanes, y se caracteriza por una gran diversidad étnica. El árabe es la lengua oficial y desde 1983 está en vigor la sharía o ley islámica.

Las oenegés denuncian la existencia de matrimonios forzados, sobre todo de menores.

– 30 años en el poder –

En 1989 Omar al Bashir se puso al mando de este antiguo condominio angloegipcio, independiente desde 1956, después de un golpe de Estado militar respaldado por los islamistas. Fue elegido presidente en 2010 y en 2015 en elecciones boicoteadas por la oposición.

En 2013 unas manifestaciones sin precedentes contra una subida de más del 60% en los carburantes causaron decenas de muertos.

Al comienzo de 2018 las autoridades lograron contener las protestas contra la inflación de los alimentos, pero se reanudaron en diciembre después de que el precio del pan se triplicara.

El ejército destituyó a Omar al Bashir el 11 de abril de 2019. El 17 de julio, después de tres meses de protestas y de decenas de muertes, los militares y los manifestantes firmaron un acuerdo de transición de tres años.

El presidente derrocado fue condenado por corrupción y está siendo juzgado por el golpe de Estado que lo llevó al poder.

– Guerras civiles y rebeliones –

Después de una primera guerra civil (1955-1972), una segunda contienda bélica entre el Norte y el Sur causó dos millones de muertos entre 1983 y 2005, año en el que un acuerdo de paz otorgó autonomía al Sur hasta la celebración de un referéndum en 2011, tras el cual Sudán del Sur declaró la independencia el 9 de julio.

En la primavera de 2012, la relación entre el Norte y el Sur se complicó en zonas fronterizas ricas en petróleo, donde se libraron combates.

Desde 2003 la región de Darfur (oeste) se ha visto sacudida por un conflicto entre las fuerzas sudanesas y los rebeldes de las minorías étnicas que se consideran marginadas. Hay más de 300.000 muertos y 2,5 millones de desplazados, según la ONU.

La Corte Penal Internacional (CPI) ha emitido órdenes de detención contra Al Bashir por crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio en Darfur.

– Crisis económica y covid –

En 2011 la secesión de Sudán del Sur afectó a la economía sudanesa, privándola de las tres cuartas partes de sus reservas de petróleo y de la mayor parte de sus ingresos por el oro negro.

Sudán también se ha visto afectado por 20 años de embargo impuesto por Estados Unidos por presuntas violaciones de los derechos humanos y vínculos con el «terrorismo». Fue levantado en 2017, pero Sudán sigue en la lista negra estadounidense de países que apoyan el «terrorismo», lo que frena a los inversores extranjeros.

En julio la comunidad internacional prometió una ayuda de 1.800 millones de dólares (1.500 millones de euros) a Sudán, cuya transición democrática se ve amenazada por una grave crisis económica acelerada por la epidemia del nuevo coronavirus.

La inflación alcanza el 143% interanual y la moneda no para de depreciarse frente al dólar.

Sudán, que cuenta con muchas minas de oro ilegales, es uno de los países más pobres del mundo y ocupa el puesto 168 de 189 en el ranking publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, informe 2019).

– Tesoros arqueológicos inexplorados –

Las antiguas civilizaciones de Sudán construyeron más pirámides que las de Egipto, pero siguen siendo desconocidas.

El sitio arqueológico de la isla de Meroe (220 km al norte de Jartum) ha sido incluido por la Unesco en la lista del patrimonio mundial de la Humanidad. Esta civilización (del siglo III a. C. al siglo IV d. C.) presenta rasgos culturales del Egipto faraónico, de Grecia, de Roma y de África.

FUENTE  SWISS INFO   https://www.swissinfo.ch/spa/afp/cinco-cosas-sobre-sud%C3%A1n/46003122 

Guerra por el Agua El Rio Nilo

Por Eduardo Luque para El Viejo Topo

Durante mucho tiempo, casi desde el inicio del conflicto, algunos sostuvimos que Arabia Saudita saldría derrotada en su guerra con Yemen. Hicimos otra predicción hace pocas semanas, que también se ha demostrada cierta: el acuerdo irano-saudí, negociado por China, traería un amplio acuerdo político en todo Oriente Medio. Las previsiones parecen cumplirse.

La guerra en Yemen fue desastrosa para las armas saudíes y genocida para la población yemení. Mohamed bin Salmán, el hombre fuerte en el reino, necesitaba consolidar su liderazgo. Recurrió a dos medidas drásticas. La primera fue la represión interna que tuvo como consecuencia la eliminación, incluso físicamente, de algunos aspirantes al trono. La segunda, la guerra, que pretendía victoriosa contra un rival débil como era Yemen. En paralelo financiaba a grupos que actuaban contra Siria, Irán y se inmiscuía en la política libanesa. Desde 2011 se implicó en la guerra siria y en 2015 iniciaba la agresión contra Yemen para posteriormente, en junio de 2017, invadir Qatar. Todo ha sido un conjunto de fracasos terriblemente costosos.

La victoria del eje de la resistencia.

La guerra en Yemen es también, y sobre todo, una victoria del eje de la resistencia. Sin la determinación del pueblo yemení de resistir contra el régimen de Riad, apoyado por EEUU e Israel, no se habrían alcanzado estos acuerdos. La voluntad de resistencia se ha impuesto a la tecnología y el dinero. Tal es así que durante 8 años Tel Aviv, Washington y Riad coordinaron sus acciones militares creando un Estado Mayor conjunto que dirigía las operaciones. Su fracaso, a pesar de los millares de toneladas de bombas arrojadas o la destrucción de las infraestructuras, es evidente. Tras la mediación china Riad se comprometerá a pagar los salarios de los empleados públicos, a abrir el puerto de Hudeidah y a resolver los problemas monetarios de Yemen a cambio de la aceptación de la tregua por parte de Sanaa. En paralelo el reino saudí ha prometido fuertes inversiones a países de la zona como Turquía, que recibirá unos 7.000 millones de dólares en créditos blandos.

Arabia Saudita ha sido uno (no el único) de los países responsables de la desestabilización en Oriente Medio. Mantenía conflictos de alta/media intensidad con Irán, Siria, Iraq, Yemen y Líbano. La política de Riad de “normalización” con el estado de Israel aseguraba la penetración de la política estadounidense en la zona mientras intentaba debilitar al eje de la resistencia (Siria, Líbano e Irán). Este planteamiento está saltando por los aires. Todo está cambiando. En cascada y de forma más rápida de lo esperado las reacciones políticas se suceden: acuerdo irano-saudí (intercambio de embajadores y cónsules), acuerdo iraquí-iraní (para impedir que los kurdos iraquíes se conviertan en un elemento de desestabilización en la zona), intercambio de embajadores entre Siria y Arabia Saudita, visita del presidente sirio a  Emiratos y restablecimiento de nuevos y más fuertes lazos comerciales, reIntegración de Siria en la Liga Árabe con apoyo saudí (su reincorporación se propondrá en el mes de mayo), nuevos acuerdos comerciales ampliados entre El Cairo y Damasco, intercambio de embajadores entre Túnez y Siria, nuevos acuerdos entre Catar y Bahréin (desde el 2017 habían roto relaciones diplomáticas y el 12 de abril acordaron restablecerlas)… también se abre paso a una futura estabilización en Líbano. Por último, las negociaciones entre Irán, Siria, Turquía con la mediación de Moscú están muy cerca de culminar en un acuerdo entre Ankara y Damasco.

El elemento clave

El acuerdo irano-saudí ha sido el elemento clave en la nueva reconfiguración de Oriente Medio. Es una victoria espectacular de la política exterior china. El apretón de manos entre los dos antiguos enemigos tiene también otra significación: el entierro de billones de dólares gastados durante más de cuatro décadas con la excusa de la Guerra Global contra el Terrorismo.

Pekín es ahora la capital de la paz. La idea se ha impuesto en todo el Sur Global. La procesión de dirigentes políticos visitando Pekín demuestra la importancia del paso que ha dado Xi Jinping. La presentación del plan de paz de 12 puntos para solventar la crisis en Ucrania refuerza esa posición y choca frontalmente con la postura europea y estadounidense de implicarse más y más en la guerra de la OTAN contra Rusia.

El acercamiento entre Teherán y Riad se comenzó a diseñar antes del inicio de la guerra en Ucrania. Se aceleró cuando Arabia Saudita observó que EEUU bloqueaba los capitales rusos a consecuencia del conflicto. El miedo a correr la misma suerte empujo a Mohamed bi-Salman a repatriar capitales (la quiebra del Credit Suisse tiene nombre saudí). Riad se decidió por una mayor integración en los BRICS y ésta no podía hacerse en un estado casi de pre-guerra entre dos futuros socios como eran Teherán y Riad. Los dos países tenían intereses comunes que han pasado por Pekín. Las relaciones futuras entre los dos estados no serán fáciles. Les espera un largo camino. Deberán activar los acuerdos de cooperación firmados en 1998 y 2001 y lo más importante, deberán respetar la soberanía mutua.

El fortalecimiento de Irán, a  pesar de las sanciones, y la imposibilidad de derrotar al movimiento Ansarolá en el Yemen, aceleró la necesidad de este cambio de posición por parte de Riad. La derrota en Siria y Yemen de las fuerzas apoyadas por EEUU, Israel y las monarquías del Golfo es el síntoma más evidente del nacimiento del nuevo mundo multipolar. Joe Biden, en un movimiento, que algunos calificaron de desesperado, quiso convertir la cumbre de países árabes celebrada en Jiddah, en julio del 2022, en una alianza contra Irán. El país más proclive a EEUU e Israel que es Marruecos fue excluido de la conferencia por presiones del reino saudí. Ningún país participante se posicionó con EEUU. Lo sucedido en Ucrania pesaba mucho.

El gran juego en marcha

El tren de la multipolaridad ha salido de la estación y cobra velocidad. La transición a este nuevo marco no se improvisa. Es un efecto buscado; fue en 2008 cuando Brasil, Rusia, India y China comenzaron a desarrollar enfoques comunes en política internacional. El paso definitivo posiblemente se dé en agosto. Se pretende que los países BRICS aceleren los procesos para crear una moneda de reserva al margen del dólar. Es un proceso que tiene no sólo objetivos económicos sino que define zonas de especial importancia política tal como es Taiwan para China.

EEUU pretendía debilitar a Rusia económicamente a partir de la guerra en Siria (enfangarla en una larga y costosa guerra como la de Afganistán) para, finalmente, derrotar a Moscú en el conflicto ucraniano, golpeando posteriormente a China. Nada de eso parece funcionar. El Pentágono pretendía que los conflictos en Oriente Medio crearan un cinturón de países desestabilizados y en permanente conflicto alrededor de Rusia y China. Este objetivo está cada vez más lejano. La posibilidad de expansión de Pekín hacia el centro de Occidente a través de la iniciativa “una franja, una ruta” es evidente. Es lo que definía Halford Mackinder  como el Heartland de Eurasia. La angloesfera sabe que quien mantenga la influencia sobre esas zonas asegura una posición dominante. Washington había dispuesto un plan “B” por si fracasaba el primero, intentando crear un cinturón de contención hacia China en el Este de Asia utilizando países como Australia[*], Japón o Corea del Sur. Este objetivo presenta las primeras fisuras. El viaje a finales de diciembre del 2022 del primer ministro australiano a Pekín revela la preocupación de Gamberra por quedar enfrentada a China. El veto chino a la importación de carbón australiano ha hecho reaccionar a Gamberra alejándola de la posición norteamericana.

Las consecuencias

El acuerdo irano-saudí dará un fuerte impulso hacia la estabilidad y la cooperación en Oriente Medio y el Golfo Pérsico. Los grandes perdedores de esta nueva realidad son EEUU y el régimen israelí. Durante años han pretendido enemistar a unos países con otros con el objetivo de debilitarlos. El fin último de esta estrategia era preservar la hegemonía del régimen israelí en la zona y acabar con la causa palestina. EEUU e Israel buscaron crear una coalición árabe-israelí contra Irán. EEUU ha usado reiteradamente la supuesta “amenaza iraní” para “proteger” a sus aliados. No ha dudado en exacerbar las rivalidades confesionales entre sunitas o chiitas, como excusa para mantener sus tropas de ocupación en el Golfo. En esta estrategia jugó un importante papel el wahabismo, una doctrina que fue oficial en Arabia Saudí y es la base ideológica de los grupos terroristas Takfiris, como el Daesh y Al-Qaida.

A pesar de todas las presiones los países del Golfo Pérsico no han apoyado las sanciones occidentales contra Rusia. Incluso Arabia Saudí suscribió un acuerdo con Moscú para reducir la producción de petróleo y mantener los precios. Biden quería lo contrario. Otros países como Emiratos Árabes Unidos también han dado un impulso a sus vínculos con Rusia.

La desdolarización avanza

La consecuencia más temida por Washington se está haciendo realidad: Arabia Saudita postulándose como futuro miembro tanto de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) como de BRICS+, al igual que Irán. En diciembre del 2022 el presidente chino en visita a Riad acordó usar monedas nacionales en sus intercambios comerciales al margen del dólar, lo que es para Arabia Saudita una demostración de independencia. Por otra parte el reino saudí ha dado pasos a una cierta “liberalización” de las costumbres; Mohamed bin Salmán, por puro pragmatismo, se aleja del wahabismo y ha encarcelado a varios dirigentes de esta corriente. Esto debilita la idea de fragmentar al mundo islámico utilizando las líneas más dogmáticas de la religión con finalidades políticas.

Mientras Occidente fantasea con el «gran reinicio» que se defendió en Davos como proyecto de mundo futuro, Rusia y China, detrás de la escena, han proseguido su intento de derrocar al imperio, contando con casi todos los líderes del Sur Global. La desconexión que tanto había teorizado Samir Amin se hace realidad. Es una auténtica revolución. Se pensó, en un principio, que la desdolarización era una repuesta a las sanciones impuestas a Rusia y China. Ha resultado más coordinada de lo que parecía y, sobre todo, mucho más rápida de lo que se presumía. Los múltiples acuerdos que obvian el dólar entre países lo atestiguan (Brasil, Emiratos, Irán, Arabia Saudita, India, China, Kenia….).

La respuesta norteamericana

Parece ser que Joe Biden dijo, refiriéndose al acuerdo irano-saudí, “no podemos permitir eso” y se envió al director de la CIA a Arabia Saudita, en un viaje improvisado. Su objetivo: convencer a los líderes saudíes de su error. Ha sido un fracaso. Es posible que veamos algunos sucesos desagradables en el entorno que requieran la “protección” de los EEUU, que reaccionarán. Los  choques en Sudán son la primera consecuencia. La posibilidad de que Rusia instalara una base en el país ha animado a Biden a intervenir de la única forma que sabe: Washington está incrementando sus amenazas. El despliegue de portaaviones y submarinos atómicos en la zona ha sido la respuesta. Los estrategas norteamericanos teorizan que EEUU deberá vencer a China antes del 2025. No se habrá cerrado el conflicto ucraniano cuando se agudizará el conflicto en Taiwán.

Nota
[*] De ahí el acuerdo AUKUS firmado entre EEUU y Australia, dejando fuera a Francia.

FUENTE: EL VIEJO TOPO https://www.elviejotopo.com/topoexpress/oriente-medio-se-reconfigura/

Por Edgar Chacón Morales para Semanario Universidad Costa Rica

Hay una situación mundial que cada día queda más evidente y los acontecimientos así lo muestran: el cambio en el orden mundial.

Por un lado, los países BRICS como bloque y por otro, países en relaciones bilaterales, proponen y dan lugar a transacciones comerciales dejando por fuera al dólar.

Los países BRICS, ponen en marcha planes para echar a andar su propio banco y su moneda de negocios: El yuan se perfila en este sentido y la Rupia también levanta la mano.

En cuanto a la gestión del Banco, Dilma Rousseff de Brasil, es designada como directora de la institución. Tomó posesión en estos días, con la presencia del presidente Luis Ignacio Lula da Silva, en la sede del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, en Shanghai, China.

Con cien mil millones de dólares de capital, el Banco tomará operaciones, que en mucho han desarrollado hasta ahora, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Es un deber ético y de justicia darle su lugar al reconocimiento para la expresidenta de Brasil y desearle éxitos, luego del paso por insultos, vejámenes e injusticias a los que fue sometida por los serviles de los poderes neoliberales.

El presidente Lula, viajó acompañado por una delegación de empresarios y políticos, al país que es el principal socio comercial de Brasil. (El Mundo)

En fechas recientes, han visitado China, Emmanuel Macron de Francia, acompañado de la comerciante Úrsula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea; Pedro Sánchez, de España y Olaf Scholz de Alemania.

Al presidente Macron se le ha llamado el “…niño prodigio de la banca…” (Reuters) y también “Un empleado de los Rothschild…”. (Pedro Fernández)

En esa visita, Macron se demarcó de Estados unidos, por lo que fue tratado de traidor por políticos estadounidenses. (France 24)

Por su parte, Japón levanta la voz en el G7/OTAN, se deslinda y “pide permiso” para comprarle petróleo a la Federación Rusa. Estados Unidos hace una excepción y “le da permiso”. Japón comprará a más de 60 dólares el barril, precio tope puesto por “occidente.” Lo pagará a 100 dólares o más, por barril, (Negocios.TV)

Además, en un escenario en el que países como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Irak y Omán, anuncian que retiran más de un millón de barriles diarios del mercado. (Público)

También estos países, ya han planteado negocios fuera de la hegemonía del dólar y países de ASEAN, sudeste asiático, “discuten abandonar al dólar y al euro en sus tratativas comerciales y su principal potencia geoeconómica, Indonesia…, invita a sus socios regionales a cesar el uso de las tarjetas de crédito Visa y MasterCard para evitar las repercusiones de las sanciones occidentales contra Rusia”. (News Desk)

Cabe esperar cuáles serán las reacciones de Estados unidos al respecto.

En otro orden de cosas, China logró que Arabia Saudita e Irán se dieran la mano y por lo tanto, plantear algunos acuerdos consecuentes, entre ellos se vislumbran respectivos pasos hacia la paz en Yemen, por lo pronto un alto al fuego, en un conflicto que lleva ya varios años.

Si bien, en este conflicto están presente elementos culturales, religiosos, de cosmovisión, entre Sunitas con apoyo de Arabia Saudita y Chiitas con apoyo de Irán, no son los únicos elementos: Intereses geoeconómicos y geopolíticos, juegan en la situación.

En este orden de asuntos, debe tenerse en cuenta que la base del petrodólar se ve afectada, pues venía desde los años 70 del siglo pasado, por gestiones del presidente Nixon, quien cambió el respaldo del dólar, del patrón oro, al respaldo del petróleo de Arabia Saudita, dando origen a los petrodólares, lo que este país estaría “poniendo en revisión”.

El acuerdo entre Irán y Arabia Saudita conlleva el restablecimiento de relaciones diplomáticas; acuerdos para intercambio de actividades económicas como el turismo; visita por parte de Arabia Saudita a Yemen, para arreglos de paz, entre otros. (Liu Sibaya)

En este escenario geopolítico, la explosión de un dron de Estados Unidos en Siria provocó la muerte de nueve civiles. Cabe preguntarse: ¿Es para causar discordia entre chiitas y sunitas apoyados por Irán y Arabia Saudita, respectivamente? El presidente Biden dijo que esto se debió a la protección y defensa de intereses y ciudadanos de Estados Unidos, ya que había fallecido un “contratista” de ese país.

Caben de nuevo algunas preguntas: ¿Se trataba en realidad de un mercenario, cumpliendo alguna misión? ¿Es un “Plan del dólar para conservar su hegemonía…”? (The MXFam) ¿Se trata de provocar conflictos, en relación con los acuerdos Irán/Arabia Saudita? ¿Hay alguna relación con las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos?

Con relación a esto último y a los sucesos judiciales alrededor del ¿aspirante? Donald Trump: ¿Estamos frente a la presencia de “law fare”, en el propio Estados Unidos? Derivará esto en favor de la campaña de Donald Trump?

Al respecto, Donald Trump, se refirió al presidente Joe Biden, en los siguientes términos: “Puedes tomar a cinco de los peores presidentes de la historia de EEUU, ponerlos juntos, y no harán tanto daño como el que hizo Biden en sólo 15 meses. Mató el sueño americano en un año”. (Granma.cu)

Por otro lado, en su mencionada visita a China, Von der Leyen,  refiriéndose a los sucesos en Ucrania, “exigió” que China no enviara armas a la Federación Rusa. (France 24), como si la OTAN no enviara armas a Ucrania.

En cuanto al conflicto en Ucrania, que la Unión Europea piense en una “hoja de ruta” o guía para un plan de paz, es una intención que está en la vía de parar ese conflicto, y no apoyar la insistencia en el mismo, pese a intereses presentes y con lo que implica en el ámbito mundial.

Debe tenerse presente que, Estados Unidos, basa su hegemonía, fundamentalmente en dos elementos: Su fuerza militar; y el dólar, como vehículo de transacciones, de la mano sistema Swift.

Como lo demuestran los acontecimientos relatados antes, el dólar está siendo obviado en distintas transacciones. Su fuerza militar, está en momentos de desafíos fuertes.

Otro elemento que el G7/OTAN arguye, es la defensa del sistema internacional basado en reglas. ¿Reglas de quién; reglas que las puso quién; ¿que le sirven a quién y que las manipula quién, al servicio de sus intereses?

Queda claro también que el neoliberalismo impulsado por el capital globalista “forodaviano”, impulsor de respectivas guerras y agresiones, que ha contado con el Partido Demócrata y figuras como Barak Obama y Bill Clinton antes y ahora Joe Biden, está encontrando un fuerte valladar a sus planes.

Por lo visto, a los países guiados por el neoliberalismo se les reduce su escenario exterior, a la vez que afrontan problemas internos. Así las cosas, a los países que conforman la Unión Europea les esperan por lo menos tres retos: ganar credibilidad internacional; confianza al interior de sus sociedades y pensarse como conjunto de países.

Por América Latina, Brasil es el país que está tomando, con la decisión consecuente, esta oportunidad histórica.

La democracia de este lado del mundo, occidental y cristiano debe fortalecerse como sistema organizativo justo y equitativo.

Para quienes piensen, de manera pesimista, que la alternativa multipolar/unipolar, sólo se trata de cambiar de “director de orquesta”, se hace necesario aclarar, que son visiones y formas diferentes de organizar la convivencia internacional y la gestión de la humanidad, el planeta y la vida.

FUENTE SEMANARIO UNIVERSIDAD https://semanariouniversidad.com/opinion/acontecimientos-de-geoeconomia-y-geopolitica-senales-claras-del-inicio-del-proceso-de-descenso-de-la-hegemonia-usa-g7-otan/

por Gabriel Merino el avion Negro

Todas las noches me pregunto por qué todos los países tienen que comerciar respaldados por el dólar (…) ¿Por qué no podemos comerciar respaldados con nuestras propias monedas? ¿Quién decidió que el dólar fuera la moneda (global) tras la desaparición del patrón oro? ¿Por qué no el yuan o el real o el peso? Lula da Silva durante la visita a China en abril de 2023

¿Nos encontramos en una larga marcha —lenta pero inexorable— hacia la desdolarización del sistema mundial? Probablemente sí. No es un proceso inexorable —en última instancia es el resultado de la pugna entre fuerzas político-sociales, mediadas por los estados y otras instituciones— pero es hoy la tendencia dominante, que se aceleró a partir de la escalada en la guerra en Ucrania y la utilización generalizada del dólar como gran arma económica por parte de Estados Unidos. Sin embargo, en términos regionales, esta realidad puede ser distinta.

El abandono del patrón oro de la libra esterlina en 1931 (junto con una devaluación del 24%) expresó su fin como la moneda del sistema capitalista mundial, en correspondencia con el quiebre de la hegemonía del imperialismo británico. Pero ello no implicó que en sus colonias y semicolonias deje de ser la libra la moneda dominante. Es más, Londres buscó defender a sangre y fuego, donde tuvo capacidad, su imperio financiero y territorial con la respectiva utilización de su moneda.

Si nos trasladamos al presente, podría decirse que el declive global del dólar no se traducirá necesariamente de forma lineal en su “patio trasero”. Es más, seguramente emergerán muchas propuestas de dolarización como parte de una disputa regional que forma parte de una disputa mundial (lo queramos o no).

La moneda, en tanto institución económica fundamental, es un indicador clave de poder. La autonomía relativa de un territorio y su soberanía efectiva, las relaciones de dependencia y la dinámica centro-periferia, o la proyección de poder de una potencia tienen su correlato en materia monetaria. No resulta casual que la “Argentina bimonetaria”, que se funda a partir de 1976, vaya de la mano del proceso de periferialización y pérdida de densidad nacional del país, en línea con la región.

Janet Abu-Lughod escribe en su libro Antes de la hegemonía europea: el sistema mundial de1250-1350, que: “Los comerciantes venezianos y genoveses, hasta la segunda mitad del siglo XIII, empleaban monedas de oro de Constantinopla y de Egipto en lugar de las propias, lo que indica su status semiperiférico en el comercio mundial”. Tanto la República de Venecia como la de Génova ya eran importantes centros comerciales, políticos y militares del Mediterráneo, y tenían un papel clave incluso en el comercio con Asia, pero en los años anteriores a su apogeo todavía ocupaban un lugar secundario. Una clave de ello es que debían comerciar en las monedas de otros países, los imperios territoriales o centros de poder principales: Bizancio, Egipto e incluso China.

Hoy la discusión que plantea Lula tiene similitudes con la que se planteaban en su momento Génova y Venecia “¿Por qué no podemos comerciar respaldados con nuestras propias monedas?”. Y ello, aunque a primera vista no parezca, está directamente relacionado con el planteo central de Cristina Fernández de Kirchner en el último tiempo: “El principal problema que tiene el país es la economía bimonetaria”. Es una cuestión de poder.

Las condiciones “materiales”

En diciembre de 2009, ante los crecientes costos de financiamiento de la deuda externa, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner avanzó con la creación del Fondo del Bicentenario para el Desendeudamiento y la Estabilidad, con el fin garantizar los vencimientos de deuda durante 2010 con las reservas del Banco Central que sumaban 47.000 millones de dólares.

La decisión tenía mucha lógica. A la Argentina le pagaban tasas cercanas a 0% por sus reservas depositadas en el exterior (0,25% para ser más preciso, negativas en términos reales), mientras que debía pagar tasas exorbitantes del orden del 10% o más para tomar deuda. La brecha de tasas —entre lo que pagan por nuestras reservas y lo que nosotros pagamos de tasa— se complementa con la  gran cantidad de reservas que debe tener un país periférico y semi-periférico para evitar shocks externos o procesos de desestabilización. Esta condición sistémica se impuso como realidad material especialmente desde los años setenta y ochenta del siglo XX, con el desarrollo del capitalismo global financiarizado, bajo el proyecto neoliberal, desarrollándose en la práctica otro mecanismo estructural de extracción de excedente del Sur Global hacia el Norte Global. En este sentido, aparece como una suerte de “tributo” al capital financiero del Norte global que deben pagar los países periféricos y semiperiféricos (85% de la población mundial antes del ascenso de China).

En otras palabras, un país dependiente debe acumular reservas para sostener la moneda y evitar shocks externos. Además, la mayor parte de los países cuentan con poco margen de maniobra para hacer política monetaria, la cual termina siendo procíclica, es decir, si están en un ciclo negativo esta tiende hacia el ajuste —como trata de asegurar el FMI en la periferia, en tanto comisariado del capital financiero transnacional del Norte Global, a contramano de lo que hacen en el centro. En caso de que un país intente insubordinarse a dicha situación, puede exponerse a fuertes golpes especulativos y presiones financieras, que varían según el poder relativo de los estados y sus sistemas financieros-monetarios y la situación macroeconómica del país en particular.

En contraposición, EE.UU. puede mantener enormes déficits estructurales comercial y fiscal, financiar su inmenso presupuesto militar, vivir muy por encima de lo que produce y tener un gran margen de política monetaria para actuar de acuerdo a los ciclos. Se trata del “privilegio exorbitante” del dólar al que se refería el ministro de finanzas francés, Valéry Giscard, exacerbado a partir de los años setenta con el abandono del patrón dólar-oro. A pesar de las quejas de Giscard, a ese club de los privilegiados se suman, además de los demás países anglosajones que son parte del polo dominante del sistema financiero global (y quienes controlan casi en su totalidad finanzas en negro a través de sus paraísos fiscales), el eje franco-alemán de la zona euro y Japón con el yen, aunque como socios menores. Entre los “privilegios” está el de la capacidad de hacer la guerra económica, usando al dólar como un arma.

A estas cuestiones se refieren Galípolo y Haddad (actual ministro de economía de Brasil), en el escrito en donde proponen avanzar en una moneda común: “La utilización del poder monetario en el ámbito internacional renueva el debate sobre la relación entre moneda, soberanía y capacidad de autodeterminación de los pueblos, sobre todo en países con monedas consideradas no convertibles. Al no ser aceptadas estas monedas como medio de pago y reserva de valor en el mercado internacional, sus gestores están más sujetos a las limitaciones impuestas por la volatilidad del mercado financiero internacional.”.

El problema es que escapar de estas condiciones materiales no es meramente una cuestión de voluntad política, aunque sin ella sea imposible. A partir de la voluntad política pueden construirse las condiciones que permitan ganar en márgenes de maniobra (construir nuevas condiciones objetivas). Pero sin dichas condiciones, un país que decida actuar como un Estado central —tener política monetaria y financiera contracíclica o evitar acumular grandes reservas que pagan un “tributo” al capital financiero transnacional— es probable que termine en una situación de debilidad macroeconómica y crisis, con una economía con alta inflación y/o bimonetaria como sus manifestaciones. La cuestión es estructural. Eso nos lleva a ver no sólo los instrumentos nacionales sino la necesidad de construir instrumentos regionales. Resulta imprescindible la escala.

La escala

En los años cincuenta del siglo pasado quedó en evidencia que Argentina no tenía la escala suficiente para constituirse en un centro o polo de desarrollo por sí mismo. La puesta en marcha de un proyecto de desarrollo industrial y soberano —luego de que se habían esfumado las condiciones para desarrollarse como semicolonia próspera en 1931, con el declive del imperio británico y la realidades geopolíticas y económicas del hegemón emergente— comenzó a chocar con un conjunto de restricciones clave, entre ellas el tamaño del mercado interno y la fortaleza geopolítica para resistir las presiones contrarias a que se establezca un polo de desarrollo alternativo al sur del hemisferio occidental.

El problema de la escala es lo que claramente expresa Juan Domingo Perón en el texto “Confederaciones Continentales” de 1951, cuando afirma que “Ni Argentina, ni Brasil, ni Chile aisladas pueden soñar con la unidad económica indispensable para enfrentar un destino de grandeza.”. Sin embargo, desde el núcleo de aglutinación conformado por el Nuevo ABC —acrónimo de la alianza entre Argentina, Brasil y Chile que recupera del barón de Río Branco— se pude “intentar desde aquí la unidad latinoamericana con una base operativa polifásica con inicial impulso indetenible”. Hacia fines de los años setenta, también en Brasil quedó en evidencia este problema de escala —que se manifiesta tanto en la esfera geopolítica como económica.

El conjunto de problemas económicos o imposibilidades para el desarrollo de la fragmentación regional también lo había advertido en 1949, bajo la perspectiva estructuralista, Raúl Prebisch, afirmando que el  “fraccionamiento de los mercados es, pues, otro de los límites del desarrollo industrial de nuestros países. Pero lejos de ser infranqueable, es de aquellos que una política clarividente de interdependencia económica podría remover con gran beneficio recíproco.”.

Como observa Alberto Methol Ferré, en el siglo XX había surgido un nuevo umbral para el desarrollo y el ejercicio efectivo de la soberanía: los Estados Continentales Industriales. Desde otra perspectiva, el italiano Giovanni Arrighi observa lo mismo y desarrolla la categoría de complejos agrario-industrial-militares integrados de escala continental como nuevos contenedores de poder del siglo XX, que desplazaban a los viejos Estados metropolitanos de escala más pequeña, aunque con imperios coloniales formales. En otras palabras, Sin Escala No Hay Posibilidad del Desarrollo o de construir un país con Justicia Social, Soberanía Política e Independencia Económica, conceptos relativos a la posición de la región en el sistema mundial, que incluye tanto la dimensión inter-estatal como en la división internacional del trabajo. Y la dimensión central de esta cuestión es política, a partir de lo cual deben resolverse los elementos estructurales.

En los años ochenta, cuando el declive periférico se había puesto en marcha de forma inexorable en las condiciones planteadas y frente a las desastrosas implicancias de las salidas neoliberales y reprimarizantes para países de tamaños medios como los nuestros, los presidentes de Argentina y Brasil, Raúl Alfonsín y José Sarney volvieron a intentar hacer resurgir la estrategia de la integración. En ese escenario, en 1987 surge la propuesta del Gaucho, una moneda común entre ambos países, en línea con la declaración de Iguazú de 1985, donde se cimentaron los pilares de la asociación argentino-brasileña, que luego posibilitaría avanzar hacia la construcción del  MERCOSUR junto a Uruguay y Paraguay. Podría interpretarse casi como una respuesta defensiva, ya que no había destino para el sector industrial sin al menos garantizar cierto mercado regional, y no había escala suficiente bajo las fronteras nacionales o de “patria chica” para enfrentar la condición de semiperiferia dependiente en declive. En los complicados años ochenta, que luego se recordarán en materia económica y social como “la década perdida”, se imponía como imperiosa necesidad la unidad del conjunto de los miembros de la cuenca del Plata.

En la década de los 2000 y bajo nuevos vientos políticos opuestos al neoliberalismo, el Consenso de Washington y las inevitables consecuencias económicas y sociales del proceso de periferialización de la región (desindustrialización, pérdida de capacidades científico-tecnológicas y de defensa, caída de los ingresos medios en relación al Norte Global conformado por el G7, etc.), reapareció la agenda integracionista en una perspectiva de regionalismo autonomista y desarrollista. Y con ello, nuevamente, la idea de una integración monetaria y financiera. Una de las propuestas centrales fue la del sucre (unidad de cuenta) y el Sistema Unitario de Compensación Regional (SUCRE) en los países del ALBA. También se planteó la creación del Banco del Sur —como fondo monetario, banco de desarrollo y organización prestamista— propuesto por Argentina a Brasil en 2002, firmado en 2007 y cuya primera reunión se produjo en Venezuela en 2013. Este organismo se fondearía con las reservas de los países miembros, posibilitando que dichos recursos impulsen el trabajo y la producción nacional, en lugar de fondear al capital financiero del Norte Global a cambio de nada. Por otro lado, Argentina y Brasil acordaron en 2008 un sistema de pagos para comerciar en las monedas propias.

Uno de los gobiernos que más insistió para avanzar con el banco del Sur y un sistema monetario unificado a nivel regional fue el de Ecuador. En dicho país, la crisis de 1999 derivó en la dolarización de la economía, una salida que también se planteó en Argentina entre 1999 y 2001, donde confluían sectores del poder local y del Norte, en particular lo que denominamos las fuerzas “americanistas”, que tienen como premisa geoestratégica central la proyección continental. De hecho, la clara disputa entre el ALCA y el MERCOSUR se completaba, aunque no de forma lineal, con el debate entre dolarización o pesificación.

El ecuatoriano Rafael Correa observó que no había forma de salir de la dolarización de su economía, que restringía completamente su política monetaria y sus políticas de desarrollo, sin un esquema regional. Probablemente esto también se aplique al problema de cómo salir de economía bimonetaria de Argentina, frente a la realidad de nuestra semidolarización.

Como desde hace setenta años, por distintas razones —entre las cuales la dimensión de la puja geopolítica y la falta de determinación en la vocación continental son sin dudas claves— estas iniciativas estratégicas no lograron consolidarse. Y el problema es que la falta de “materialidad” en la integración continental, es decir, la dificultad para construir condiciones materiales necesarias y de escala continental para el desarrollo de las fuerzas productivas, fue un cuello de botella central para los proyectos nacionales populares emergentes durante la primera década del siglo XXI en América del Sur. Tanto como la llamada restricción externa (o la falta de dólares) fenómenos que están articulados.

No resulta casual el estancamiento regional desde hace una década (América Latina muestra desde 2013 la peor tasa de crecimiento del mundo) cuando confluyen procesos geopolíticos (desarrollo de la “III Guerra Mundial por pedacitos” en palabras del Papa Francisco I o de una Guerra Mundial Híbrida y Fragmentada, con  fuertes presiones a nivel regional para restaurar la condición de “Patio Trasero”), económicos  (caída de los precios de las materias primas) y políticos (giro neoliberal-conservador y abandono del regionalismo autonomista).

La coyuntura

Cuando hace unos meses se presentó la idea de una moneda común entre Argentina y Brasil, el ministro de economía argentino, Sergio Massa, resaltó la importancia de la iniciativa para enfrentar el problema del declive del comercio regional: “En los últimos 10 años hemos perdido casi un 40% del comercio bilateral, eso nos impone desafíos y además nos impone obligaciones de trabajo”. El comercio entre ambos países alcanzó los U$D 28.600 millones en 2022, recuperándose a niveles de 2014, pero todavía muy por debajo de los U$D 39.000 millones que se registró en 2011, máximo histórico.

Desde 2011 no sólo cae el comercio entre Argentina y Brasil, lo cual se corresponde a nivel MERCOSUR como se ve en gráfico, sino también del conjunto del bloque a nivel mundial. Ello está en estrecha relación con la caída de los precios de las materias primas en la economía mundial, que afectó a los principales productos de la exportación de la región (con excepciones como la del cobre) y nos recuerda la mayor sensibilidad a los shocks externos de los países exportadores de materias primas.

En este sentido, se observa una dinámica del comercio intrabloque que es dependiente del comercio total, desde el cual se obtienen divisas. Es decir, el comercio regional está en relación subordinada al fenómeno de la “restricción externa” (comúnmente llamada “falta de dólares”). Y ello es así, entre otras razones, por la falta de instrumentos regionales monetarios y financieros que permitan un desacople relativo de esta cuestión. A su vez, estos instrumentos podrían eliminar la inestabilidad cambiaria en la región que, como plantea el mexicano Oscar Ugarteche, crea incertidumbres y limita el comercio sudamericano.

Otro proceso estructural que afecta al comercio regional es el de la primarización del perfil exportador de nuestras economías, que también va de la mano con la desintegración y la falta de escala. En el caso de Brasil es claro: las exportaciones máquinas y equipamientos de transporte y artículos manufacturados pasaron de casi 50% en el año 2000 a un poco más de 25% en 2019. Y su principal socio comercial es China, convertido en el gran taller industrial del mundo. Cuanto más primarizado sea nuestro perfil comercial, menos comercio a nivel regional habrá, ya que lógicamente nuestro comercio será para abastecer a los principales centros industriales a nivel mundial, en donde obviamente ahora se destaca China, cuyo PIB industrial es igual a la suma del PIB industrial de EE.UU., Alemania y Japón.

Hoy nos encontramos en un proceso de regionalización mundial (lo que no implica una tendencia hacia la “desglobalización” total) y un mundo crecientemente multipolar, con ciertos rasgos bipolares. Ello es parte de la crisis del ciclo de hegemonía de Estados Unidos o anglo-estadounidense y su quiebre, pero que todavía retiene el poder financiero y monetario global. Sin embargo, la disminución del 10% en los últimos diez años del dólar como moneda de reserva y como medio de pago global muestran un proceso que probablemente se profundice en los próximos años. La participación del dólar en las reservas de divisas se encuentra actualmente en el 59%, el nivel más bajo desde 1995. Además, muchas economías del sudeste asiático están liquidando cada vez más los pagos entre sí directamente, sin utilizar el dólar, y varios bancos centrales de Asia —desde el Pacífico a “Oriente Medio” o Asia Sudoccidental— están desarrollando líneas de intercambio también de divisas bilaterales.

¿Vamos hacia un mundo multimonetario o de bloque de divisas? Hoy se están creando las condiciones para el desarrollo de ese posible escenario. La propia weaponization del dólar (su utilización como arma para la guerra económica) acelera dicho proceso: en un año, el yuan chino pasó del 2% en las transacciones financieras globales al 4,5%. Si observamos los ciclos de hegemonía en el sistema mundo capitalista, las etapas de su crisis y su expresión en la órbita económica, se observa primero la pérdida de la primacía productiva por parte del hegemón (aparecen nuevos “talleres del mundo”), luego en el comercio mundial y, por último, en la moneda y finanzas. Probablemente estemos en entrando a esa última fase y allí va a haber una disputa central, que se definirá en relación a un proceso global.

En esta disputa la región juega un papel importante, quizás como último refugio del dólar o, por el contrario, a partir del alejamiento de su condición de “Patio Trasero” de Washington, aprovechando las nuevas condiciones mundiales para ganar en grados de autonomía relativa. En este escenario, el dilema real es entre dolarización o moneda común —que en principio no es una moneda única, sino una unidad de cuenta común. Esta es una de las dimensiones centrales del dilema regional más amplio entre el declive periférico o la constitución de un polo emergente en la transición de poder mundial. No resulta casual que hoy, como en 1999-2001, la dolarización vuelva al debate público en Argentina, de cara al próximo escenario electoral y en medio de una gran disputa regional y global.

En otras palabras, el avance hacia una multipolaridad relativa con rasgos bipolares y las tendencias hacia una mayor regionalización en el mapa del poder mundial determinan la necesidad de construir un polo de poder regional. De lo contrario, las consecuencias son caer en procesos de mayor periferialización y subdesarrollo relativo como se observaron con claridad en los últimos años. Ello no sólo implica estar excluidos de las grandes decisiones globales, sino también ser territorio expuesto a disputas e intervenciones para asegurar “patios traseros”. Este es el marco necesario para discutir la moneda común. En una década nos encontraremos “Unidos o Dolarizados”.

Gabriel Merino Sociólogo y doctor en Ciencias Sociales. Investigador Adjunto CONICET – Instituto de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales, UNLP. Profesor en UNLP y Universidad Nacional de Mar del Plata. Miembro del Instituto de Relaciones Internacionales y Co-coordinador de «China y el mapa del poder mundial», CLACSO.

FUENTE EL AVION NEGRO: https://avionnegro.com.ar/contextos/moneda-comun-del-sur-o-dolarizacion/

Por Wolfgang Münchau director de Eurointelligence.

La UE no está en condiciones de alinearse con Washington frente a Pekín. Sería catastrófico para la economía e insostenible desde el punto de vista político.

He aquí un par de estadísticas dirigidas a todos los académicos, miembros de fundaciones y periodistas ilusos que creen que el poder de la Unión Europea se está desplazando hacia el Este.

Tres de los 27 países que la integran —Alemania, Francia e Italia— representan más de la mitad del PIB de la Unión. Los 11 países del centro y el este de Europa suman poco más del 10%. Además, Alemania, Francia e Italia son los principales socios comerciales de China en la UE. En cuestión de política industrial, el centro de gravedad de los Veintisiete descansa firmemente en el oeste.

El apoyo del presidente de Francia, Emmanuel Macron, a una relación industrial estrecha con China causó estupor a muchos analistas del Reino Unido y Estados Unidos, pero a muy poca gente en Europa occidental. Este es uno de los pocos asuntos en los que el canciller alemán, Olaf Scholz, coincide con Macron. Los franceses no están de acuerdo con la reforma de las pensiones de su presidente, pero sí con su política exterior. Giorgia Meloni, la primera ministra italiana, tampoco es amiga del presidente francés, pero está en el mismo bando que él cuando se trata de China. El país asiático es un gran inversor en Italia.

Basta con fijarse en las relaciones entre la Unión Europea y China desde la posición de las empresas industriales europeas. En pocos años, las compañías se han quedado sin Reino Unido como socio comercial privilegiado. También han perdido a Rusia. No pueden permitirse perder, además, a China. Ciertamente, Europa del Este tiene otras prioridades. La guerra de Ucrania ha dado a sus políticos una presencia en los medios de comunicación que antes les había sido negada. Ellos son los más firmes transatlantistas de la Unión, pero sería un error pensar que hablan en nombre de los Veintisiete. Simplemente, coinciden con la posición de Reino Unido en muchos asuntos.

La pregunta concreta a la que la Unión Europa se enfrentará pronto es si secundar a Estados Unidos, del que depende para su seguridad, en una posición de enfrentamiento con China, o esforzarse por ser más independiente de los estadounidenses, con todas las consecuencias que semejante paso conllevaría.

Se trata de un interrogante perfectamente legítimo. Recuerdo que ya era la gran cuestión cuando se introdujo el euro en 1999. Muchos nos preguntábamos entonces si la Unión Europea debía convertir la moneda común en un instrumento geopolítico como alternativa al dólar estadounidense. No fue así. Por el contrario, el papel del dólar en la política de seguridad estadounidense y mundial se ha reforzado desde entonces. Estados Unidos, por ejemplo, ha desarrollado el instrumento de las sanciones financieras indirectas, que impone a terceros países que incumplen las políticas estadounidenses. Estas sanciones se han convertido en un medio primordial de la política de seguridad.

Pero los europeos han descubierto para su consternación que este es un poder que Estados Unidos no duda en utilizar también contra ellos. La semana pasada, el Gobierno de Joe Biden impuso sanciones a un banco húngaro por sus vínculos con Moscú. Antes había ejercido ese poder para obligar al cumplimiento de sus sanciones sobre el gasoducto Nord Stream 2.

La actual Administración estadounidense también ha promulgado la Ley de Reducción de la Inflación, un programa de subvenciones medioambientales que la Unión Europea considera una medida hostil porque incentiva el traslado de empresas europeas a Estados Unidos. Las elecciones presidenciales de 2024 y el posible regreso de Donald Trump son otros nubarrones en el horizonte. Los europeos son muy conscientes de que tener a Joe Biden en la presidencia estadounidense probablemente sea lo mejor que puede pasar para las relaciones trasatlánticas. La cuestión, por tanto, no es solo si los europeos quieren alinearse con Estados Unidos, sino si un futuro Gobierno estadounidense querrá alinearse con Europa.

Una invasión en toda regla de Taiwán por parte de China nos acercaría a la hora de la verdad en este debate. Está claro que la dependencia europea de Estados Unidos para su defensa restringe su libertad de maniobra. Pero no veo de qué manera la UE puede ponerse totalmente del lado estadounidense en un conflicto total con China por Taiwán. ¿Accedería a congelar las reservas oficiales chinas como hizo el año pasado con Rusia? ¿Y a dejar de invertir en el país asiático? No lo creo. La economía de la Unión no está hecha para unas relaciones al estilo de la Guerra Fría, porque se ha vuelto demasiado dependiente de las cadenas de suministro mundiales.

Como en tantas otras ocasiones, la posición de Alemania podría ser decisiva. Las relaciones con China son también fuente de discordia en la coalición tripartita de Scholz. Los Verdes mantienen una actitud crítica hacia el país asiático. El SPD del canciller simpatiza con la postura más matizada de Macron. Los Verdes opinan que el SPD está repitiendo con China el mismo error que cometió antes con Rusia, al crear nuevas dependencias.

Es un argumento de peso, pero pasa por alto tres realidades: las dependencias ya existen, son grandes y son muy difíciles de evitar. Por ejemplo, China controla la mayor parte del mercado mundial de litio, un metal fundamental para la producción de baterías eléctricas. También tiene prácticamente el monopolio de algunas tierras raras. Rusia disfruta de una sólida posición en el mercado de otros dos importantes metales industriales: el aluminio y el paladio. La industria alemana depende en gran medida de estas materias primas.

Mi predicción es que el grupo de presión alemán prochino saldrá ganador de este debate. El asunto también tiene la capacidad de reavivar la alianza francoalemana. Las relaciones entre Alemania y Francia han tenido sus altibajos; a menudo permanecen latentes durante años, pero cuando de verdad importa, suelen activarse.

La realidad de fondo de la Europa actual es que no puede liberarse fácilmente de su relación con China, de la misma manera que no puede liberarse de Estados Unidos. La Unión Europa necesita a los dos y compaginará sus relaciones con ambos mundos lo mejor que pueda. Los intereses de los núcleos económicos de la vieja Europa serán los que determinarán en última instancia las políticas. No hay cambio de poder.

El único cambio que detecto es que lo que opina Reino Unido de la Unión Europea tiene menos peso que antes.

Wolfgang Münchau es director de www.eurointelligence.com

FUENTE: https://www.eurointelligence.com/column/macron-was-right

Por Enrique Lacolla

¿Será capaz la Argentina de ponerse a la altura de la seriedad del momento que vive el globo? El peronismo, hasta aquí núcleo del movimiento nacional, requiere con urgencia renovarse o transformarse en otra cosa.

La semana pasada evaluamos el momento histórico que vive el planeta ante el cada vez más evidente desplazamiento del eje de los asuntos mundiales de occidente a oriente. Ahora bien, aunque los datos objetivos indican que el grueso de la economía mundial gravitará en torno a China y al eje euroasiático conformado por China, Rusia e India, que actuará como imán respecto a los países del medio oriente y a los que se asoman al espacio del Indo-Pacífico; y aunque parece evidente que de esta deriva va a surgir una multipolaridad que terminará con la supremacía anglosajona en la regulación de los asuntos mundiales, es evidente también que este curso acarrea el híper belicismo de Washington. O al menos de los sectores más pesados e influyentes de su establishment, que no se resignan a perder el papel hegemónico que se habían arrogado. Esto se pone de manifiesto en la acelerada carrera por desintegrar a Rusia, que arrancó no bien cayó la URSS y que ha culminado en la guerra de Ucrania; en la procesión de intervenciones militares, intrigas golpistas, embargos, presiones diplomáticas e injerencias de todo tipo en un mundo donde Estados Unidos ha sembrado alrededor de 700 bases miliares en todos los continentes. Esto requiere de los desaforados presupuestos armamentísticos que año tras año vota el Congreso estadounidense y que en este ejercicio supera los 800 mil millones de dólares.

Esta mezcla de expansionismo e histeria de parte del imperialismo norteamericano, que se apresura a adelantarse a las amenazas y que desearía extirparlas de raíz antes de que se hagan demasiado fuertes para poder eliminarlas de un saque (“la trampa de Tucídides”), se ha convertido en un elemento de desestabilización permanente y será el rasgo que, por un lapso imposible de prever, caracterizará al presente y al futuro próximo. Hay que adecuarse a este escenario, lo que va a requerir, de países como el nuestro, una dosis considerable de “savoir faire” de parte de sus estamentos dirigentes y asimismo de una firmeza y de una habilidad maniobrera que les permitan navegar en aguas turbulentas.

En este contexto, la visita de Lula a China y la línea general de su política exterior son un ejemplo. Un ejemplo tanto de la seriedad de su visión geoestratégica como de la iracundia que su firmeza puede excitar en la cima del sistema. Más allá de los importantes acuerdos comerciales y económicos suscritos con China y del nombramiento de Dilma Rouseff como presidenta del Banco del BRICS, refiriéndose a Ucrania Lula dijo que “la actitud de Estados Unidos y de la Unión Europea incentiva la guerra”. Esto provocó una reacción escandalizada en Washington, donde el vocero del Consejo Nacional de Seguridad, John Kirby, durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca, afirmó que “Brasil está repitiendo como un loro la propaganda rusa y china sin observar para nada los hechos”.

No es una reacción muy académica la de Mr. Kirby. Tratar de loro al mandatario de un gran país amigo y considerar que su punto de vista remeda al de los enemigos de Estados Unidos es insolente y autoritario (para decir lo menos), muy en la línea de las declaraciones de George W. Bush cuando, al proclamar “la guerra al terrorismo”, afirmó que “quien no está con nosotros está contra nosotros”. La actitud norteamericana respecto al “patio trasero” no ha variado sustancialmente desde los días de la política del garrote preconizada por Theodore Roosevelt a principios del siglo XX. Se ha moderado el lenguaje, se han cuidado un poco las formas, pero de cuando en cuando, como en esta ocasión, la intemperancia de fondo atraviesa la superficie.

Ahora bien, ¿los países de la región seguirán sometiéndose modosamente al diktat imperialista, o intentarán sumarse a la corriente de cambio que se manifiesta en el planeta, arrancándose de una dependencia secular y buscando opciones que favorezcan su desarrollo con socios predispuestos a hacer negocios sin imponer cláusulas leoninas? Salvo en los casos de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, todos los intentos anteriores que procuraron hacerlo terminaron en fracasos, aunque muchos de ellos representaron un salto adelante en la adquisición de una conciencia soberana y en el lanzamiento de programas de desarrollo que alteraron en parte la estructura semicolonial en la que esos países estaban insertos. Es difícil precisar los alcances de esas experiencias, que fueron múltiples y variopintas. Pero el México de la revolución, hasta Cárdenas incluido; el Brasil de Vargas, la Argentina de Perón, el Perú de Velasco Alvarado y la Bolivia de las distintas y dolorosas experiencias del MNR y del MAS ilustran la compleja y a menudo heroica voluntad por abrirse paso a un nivel más libre de existencia, que alienta en el espíritu de estos países.

¿Y por casa cómo andamos?

Frente a este tipo de requerimiento, ¿cómo estamos nosotros al día de hoy? No vamos a hacernos ilusiones. El imperio sigue resuelto a morder y no nos va a ahorrar ninguna imposición. Y nuestra casta política y en especial los estamentos intelectuales y mediáticos que deberían concurrir a oponerse a esa imposición y a ilustrar e interpretar la resistencia, no terminan de aflorar con la claridad que sería de desear. Intérpretes aislados que conocen el paño y son certeros en el diagnóstico hay muchos, pero toda capacidad crítica se disipa si no existe un corpus orgánico que la incluya y la ponga en actividad. O si su prédica no irradia en la masa y en el grueso de la clase política y de los empresarios que, más allá de sus diferencias, sepan reconocer donde está el interés sustancial argentino frente al cual no puede haber distingos. Este interés no puede ser otro que el desarrollo soberano de las posibilidades que tiene el país en relación a sus necesidades sociales y a su proyección geoestratégica. La tarea no es imposible si se extirpa a la burguesía compradora enquistada en los puestos de comando de las finanzas, de los medios y de parte de la casta empresaria. Ese estamento se ha convertido en una máquina de impedir gracias a su asociación con el imperialismo, del cual forma parte como su apéndice necesario.

El problema es que no se advierten síntomas de reacción en la fuerza que nos gobierna ni en lo que se puede considerar como oposición y que se nuclea esencialmente en sectores de la clase media alta y la clase media no alta pero con aspiraciones.

Los estamentos en que se basó la acción originalmente renovadora del peronismo han modificado su composición como resultado de la reducción relativa de la masa proletaria, de la proliferación del trabajo informal y de la aparición de la economía de mera subsistencia, a lo que se suma la degradación que suponen la crisis del sistema educativo y la inexistencia de contenciones y orientaciones claras tanto en la sociedad como en el ámbito familiar. Esto ha sido el resultado de la presión ejercida durante décadas por el neoliberalismo, vector ideológico de la riqueza concentrada en los grandes núcleos financieros del mundo desarrollado, que coopta a sus agentes entre los sectores más predispuestos a jugar ese papel en el mundo subdesarrollado. La expresión concreta de esa presión se ejerció en Argentina tras el derrocamiento de Perón en 1955, con el gobierno de facto que intentó destruir su legado hasta 1959; luego en la época de la llamada “revolución argentina”, de 1966 a 1972; durante dictadura cívico-militar del 76 al 83; en el gobierno de Carlos Menem, de 1989 a 1999, y en el ejercicio de Mauricio Macri, de 2015 a 2019. Como se ve, durante un espacio de tiempo más que considerable. Lo más grave es que cada una de esas intervenciones, hayan sido consecuencias de golpes militares o de elecciones, se distinguieron por su carácter drástico, que apeló a trámites sangrientos en el caso de los golpes militares, o a procedimientos que se apartaban de un registro democrático y apelaban a expedientes como los decretos-ley para gobernar a espaldas del Congreso, en el caso de los gobiernos elegidos por procedimientos regulares. Cada una de esas intervenciones multiplicó su efecto devastador por la rapidez con que infligían daños casi irreversibles al patrimonio nacional, dejando un territorio devastado tras de sí; y al siguiente gobierno, connotado por una vocación nacional, abocado a un trabajo de reconstrucción fatigoso y complicado por la guerra mediática y el obstruccionismo practicado por los sectores del privilegio. Un trabajo de Sísifo, realmente.

Y bien, sería hora de que este tema recurrente en nuestra historia sea empiece a ser cancelado aprovechando justamente las modificaciones en los equilibrios mundiales que se están precipitando. Pero, ¿cómo? ¿Y con quién? El actual gobierno, que pudo haber suministrado un principio de salida, fracasó en encontrarla. Es verdad que debió afrontar problemas que le llovieron encima sin tener responsabilidad por ellos. En primer lugar el abrumador peso de la deuda contraída por el gobierno Macri como consecuencia de su política económica irresponsable y en el fondo deliberadamente criminosa. En segundo lugar la pandemia, que aventó durante dos años la posibilidad de la recuperación de la actividad productiva. Y por fin la sequía, la más grande en un siglo, que está costando ya 20 mil millones de dólares. Pero nada de esto excusa la timidez con que encaró, o no encaró en absoluto, los problemas básicos que nos afligen. Se dirá que el gobierno estuvo y está dividido dentro de sí mismo, pero eso no arregla ni explica nada. Es verdad que el presidente Alberto Fernández y la gente de que se rodeó son de una moderación que asusta, que no se resolvieron a atacar ni la reforma judicial ni la impositiva, que recularon en cuanto se presentó la oportunidad de clavar una pica en Flandes con el asunto Vicentín, que no hicieron nada para dar vigencia a la lucha contra los oligopolios de prensa, y, por fin, que negociaron un acuerdo con el FMI que no negoció nada y nos dejó en el páramo, sin posibilidades de afrontar los sucesivos vencimientos. En la otra vereda del Frente de Todos, el cristinismo suministró, primero, los elementos para una polémica sorda y, luego, cuando se hizo evidente que el buque hacía agua, para una discusión ruidosa que tampoco sirve de mucho, pues no se resuelve en un debate franco en torno a los temas cardinales y en cambio se parece a una cortina de humo para excusar a posteriori lo que se ratificó en el momento en que se debía tomar la decisión. Como el acuerdo con el FMI.

Hago referencia al FdT sin preocuparme demasiado de la oposición pues esta, desde el punto de vista de un nacionalismo popular y racional, no cuenta mucho o es precisamente el factor que concurre a bloquear una salida porque, en el caso del PRO, es la expresión consciente de las fuerzas que pugnan por sujetar a la Argentina en una posición sumisa. En el de los radicales es la continuidad de lo que comenzó siendo en el 45 una rivalidad con el peronismo por una clientela electoral y luego degeneró, por imperio de las circunstancias, en un resentimiento de clase que nunca se ha disuelto del todo. Las izquierdas, por su lado, nunca han encontrado una vía orgánica a través de la cual manifestarse y han permanecido marginales al movimiento de masas, captado por el peronismo. En cuanto al caso de los “libertarios” son un fenómeno propio de la antipolítica que deviene del hartazgo que generan los debates en torno a temas inconducentes y la reiterada manifestación de impotencia que las fuerzas tradicionales ostentan frente a los problemas de fondo. Se trata por supuesto de un rechazo que se verifica desde la ignorancia, azuzada por un personaje que bordea la paranoia y que sólo puede contribuir, dada su vocación anti-estatal y su confesada pasión por el libre mercado absoluto, al triunfo del bando oligárquico y, probablemente, a una catástrofe social que sólo podrá solventarse mediante una salida autoritaria. Del signo que sea.

De proseguir este gobierno y el que lo suceda con la actitud modosa que nuestra dirigencia ha adoptado en torno al tema de temas, el problema de la deuda ilegítima que nos agobia, no habrá salida. La disposición del imperio, como ha podido palparse por la naturaleza de las comunicaciones y los trascendidos que se derivaron de la visita del presidente Fernández a Joe Biden y de las visitas de la jefa del Comando Sur, generala Laura Richardson, no deja lugar a dudas: no piensa conceder nada, salvo palabras de aliento. Nada de Atucha 3 con financiación china; nada de puerto de aguas profundas en Quequén, también respaldado en gran parte con capitales de ese origen; nada de aviones de combate de origen sino-paquistaní para reequipar a la fuerza aérea argentina; interés sumo del gobierno de Washington para que empresas norteamericanos exploten (y monopolicen, de ser posible) los yacimientosde litio que Argentina posee y que se extienden en una nueva “triple frontera” con Bolivia y Chile… Estos temas esenciales del debate y que deben formar parte (junto a otros no menos importantes como los que hacen a la gestión del comercio exterior y al carácter injusto de nuestro sistema impositivo) hoy casi no figuran en la agenda política, que en cambio abunda en intrigas, insultos, puñaladas traperas y fanfarronadas. ¿La dirigencia argentina se apresta a perder otro momento de cambio mundial para seguir apegada a su vieja rutina de zancadillas y juegos de masacre? Afortunadamente la crisis mundial que está en curso tiene para largo; tal pueda ser que en ese espacio madure algo nuevo que surja de las entrañas del pueblo y se conecte con los fermentos del pensamiento nacional que subsisten en medio del barullo, erigiéndose en un punto de referencia en torno al cual agruparse. Pero no hay que perder tiempo.

                                                                         …..

El viernes el presidente Alberto Fernández anunció que no presentaría su candidatura a presidente para el próximo mandato. Es una decisión que oxigena un poco el espacio, pero que debería ser seguida por un sinceramiento real del escenario. No parece que sea demasiado exigir del estamento político plataformas electorales consistentes, provistas de proyectos concretos, y de cuyo incumplimiento se pueda pedir cuentas.

FUENTE ENRIQUE LACOLLA: http://www.enriquelacolla.com/sitio/notas.php?id=756

Por Pepe Escobar.

…el sur de Eurasia está salpicado de fronteras conflictivas, como en Cachemira, Armenia-Azerbaiyán, Tayikistán-Kirguistán. El Hegemón está obligado a invertir en un recrudecimiento de los conflictos militares por las fronteras en disputa, así como de las tendencias separatistas (por ejemplo, en Baluchistán). Abundan las operaciones negras de la CIA.


Nunca debe subestimarse la disonancia cognitiva colectiva que muestra la jauría de hienas de rostros pulidos que dirige la política exterior estadounidense.

Y, sin embargo, esos psicópatas neocon straussianos han logrado un éxito táctico. Europa es un barco de tontos que se dirige a Escila y Caribdis, con cómplices como Le Petit Roi de Francia y el canciller salchichas de hígado de Alemania cooperando en la debacle, con las galerías ahogándose en una vorágine de moralismo histérico.

Son los que dirigen el Hegemón los que están destruyendo Europa. No Rusia.

Pero luego está La Gran Imagen del Nuevo Gran Juego 2.0.

Dos analistas rusos, por medios diferentes, han elaborado una hoja de ruta sorprendente, bastante complementaria y realista.

El general Andrei Gurulyov, retirado, es ahora miembro de la Duma. Considera que la guerra OTAN vs. Rusia en suelo ucraniano no terminará hasta 2030, cuando Ucrania básicamente habría dejado de existir.

Su fecha límite es 2027-2030, algo que hasta ahora nadie se ha atrevido a predecir. Y «dejar de existir«, según Gurulyov, significa realmente desaparecer de cualquier mapa. Implícita está la conclusión lógica de la Operación Militar Especial -reiterada una y otra vez por el Kremlin y el Consejo de Seguridad: la desmilitarización y desnazificación de Ucrania; el estatus neutral; la no pertenencia a la OTAN; y la «indivisibilidad de la seguridad», por igual, para Europa y el espacio postsoviético.

Así que hasta que no tengamos estos hechos sobre el terreno, Gurulyov está diciendo esencialmente que el Kremlin y el Estado Mayor ruso no harán ninguna concesión. Nada de un «conflicto congelado» impuesto por el Cinturón o un falso alto el fuego, que todo el mundo sabe que no se respetará, igual que nunca se respetaron los acuerdos de Minsk.

Y, sin embargo, Moscú, tenemos un problema. Por mucho que el Kremlin insista siempre en que ésta no es una guerra contra los hermanos y primos eslavos ucranianos -lo que se traduce en que no habrá Shock’n Awe al estilo estadounidense pulverizando todo lo que esté a la vista-, el veredicto de Gurulyov implica que la destrucción del actual Estado ucraniano, canceroso y corrupto es una necesidad.

Un informe de situación exhaustivo de la encrucijada crucial, tal y como está, argumenta correctamente que si Rusia estuviera en Afganistán durante 10 años, y en Chechenia, todos los periodos combinados, durante otros 10 años, la SMO actual – descrita de otro modo por algunas personas muy poderosas en Moscú como una «casi guerra» – y encima contra toda la fuerza de la OTAN, bien podría durar otros 7 años.

El informe de situación también argumenta correctamente que para Rusia el aspecto cinético de la «casi guerra» ni siquiera es el más relevante.

En lo que a todos los efectos prácticos es una guerra a muerte contra el neoliberalismo occidental, lo que realmente importa es un Gran Despertar ruso, que ya está en marcha:

El objetivo de Rusia es emerger en 2027-2030 no como un mero ‘vencedor’ erguido sobre las ruinas de algún país ya olvidado, sino como un Estado que ha vuelto a conectar con su arco histórico, se ha encontrado a sí mismo, ha restablecido sus principios, su valentía en la defensa de su visión del mundo.

Sí, se trata de una guerra civilizacional, como ha argumentado magistralmente  Alexander Dugin. Y se trata de un renacimiento civilizacional. Y, sin embargo, para los psicópatas neoconservadores straussianos, eso no es más que otra estratagema para sumir a Rusia en el caos, instalar una marioneta y robar sus recursos naturales.

Fuego en el agujero

El análisis de Andrei Bezrukov complementa perfectamente el de Gurulyov ( aquí, en ruso). Bezrukov es un antiguo coronel del SVR (la inteligencia exterior rusa) y ahora profesor de la cátedra de Análisis Aplicado de los Problemas Internacionales del MGIMO y presidente del think tank Consejo de Política Exterior y de Defensa.

Bezrukov sabe que el Imperio no se tomará a la ligera la humillación masiva de la OTAN en Ucrania. E incluso antes del posible plazo de 2027-2030 propuesto por Gurulyov, argumenta, está destinado a incendiar el sur de Eurasia, desde Turquía hasta China.

El presidente Xi Jinping, en su memorable visita al Kremlin el mes pasado, dijo al presidente Putin que el mundo está experimentando cambios «no vistos en 100 años«.

Bezrukov, apropiadamente, nos recuerda el estado de las cosas entonces:

En los años que van de 1914 a 1945, el mundo se encontraba en el mismo estado intermedio en el que se encuentra ahora. Aquellos treinta años cambiaron el mundo por completo: de los imperios y los caballos a la aparición de dos potencias nucleares, la ONU y el vuelo transatlántico. Estamos entrando en un periodo similar, que esta vez durará unos veinte años.

Europa, previsiblemente, «se marchitará», pues «ya no es el centro absoluto del universo«. En medio de esta redistribución del poder, Bezrukov retoma uno de los puntos clave de un análisis seminal desarrollado en el pasado reciente por Andre Gunder Frank: «Hace 200-250 años, el 70% de la fabricación estaba en China e India. Estamos volviendo a más o menos ahí, lo que también se corresponderá con el tamaño de la población«.

Así que no es de extrañar que la región de más rápido desarrollo – que Bezrukov caracteriza como «el sur de Eurasia» – pueda convertirse en una «zona de riesgo«, potencialmente convertida por el Hegemón en un enorme barril de poder.

Describe cómo el sur de Eurasia está salpicado de fronteras conflictivas, como en Cachemira, Armenia-Azerbaiyán, Tayikistán-Kirguistán. El Hegemón está obligado a invertir en un recrudecimiento de los conflictos militares por las fronteras en disputa, así como de las tendencias separatistas (por ejemplo, en Baluchistán). Abundan las operaciones negras de la CIA.

Aun así, Rusia podrá salir adelante, según Bezrukov: «Rusia tiene grandes ventajas, porque somos el mayor productor de alimentos y proveedor de energía. Y sin energía barata no habrá progreso ni digitalización. Además, somos el vínculo entre Oriente y Occidente, sin el cual el continente no puede vivir, porque el continente tiene que comerciar. Y si el Sur arde, las rutas principales no serán por los océanos del Sur, sino por el Norte, principalmente por tierra«.

El mayor desafío para Rusia será mantener la estabilidad interna:

Todos los Estados se dividirán en dos grupos en este punto de inflexión histórico: los que puedan mantener la estabilidad interna y avanzar razonablemente, sin derramamiento de sangre, hacia el siguiente ciclo tecnológico, y los que sean incapaces de hacerlo, que se salgan del camino, que florezca un sangriento enfrentamiento interno como el que tuvimos hace cien años. Estos últimos retrocederán entre diez y veinte años, se lamerán posteriormente las heridas y tratarán de ponerse a la altura de los demás. Así que nuestro trabajo es mantener la estabilidad interna.

Y ahí es donde el Gran Despertar insinuado por Gurulyov, o el hecho de que Rusia vuelva a conectar con su verdadero ethos civilizacional, como sostendría Dugin, desempeñará su papel unificador.

Aún queda mucho camino por recorrer, y una guerra contra la OTAN que ganar. Mientras tanto, en otras noticias, los hackeos hegemónicos están dando vueltas, del Atlántico Norte se ha trasladado al sur de China. Buenas noches y buena suerte.

Traducción del observatprio de Trabajadores en Lucha link: https://observatoriodetrabajadores.wordpress.com/2023/04/24/la-venganza-del-imperio-incendiar-el-sur-de-eurasia-pepe-escobar/


*Pepe Escobar es columnista de The Cradle, redactor jefe de Asia Times y analista geopolítico independiente centrado en Eurasia. Desde mediados de la década de 1980 ha vivido y trabajado como corresponsal extranjero en Londres, París, Milán, Los Ángeles, Singapur y Bangkok. Es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007), Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge, Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009), 2030 (Nimble Books, 2020). Su ultimo libro es Raging Twenties (Nimble, 2021)

Nota del Observatorio de Trabajadores en Lucha

Escila y Caribdis son dos monstruos marinos de la mitología griega situados en orillas opuestas de un estrecho canal de agua, tan cerca que los marineros intentando evitar a Caribdis terminarían por pasar muy cerca de Escila y viceversa.

Fuente original: Strategic Culture Foundation

ANDREA ZHOK, PROFESOR DE FILOSOFÍA DE LA UNIVERSIDAD DE MILÁN-OBSERVATORIO DE CRISIS

El viejo sistema de control social alternaba la represión violenta de las pasiones juveniles con guerras periódicas para dejarlas desahogar; el nuevo sistema de control, en cambio, proporciona lugares donde es posible hacer revoluciones fingidas con espadas de cartón, en islas sin comunicación con ese continente donde el poder real juega sus juegos.

El otro día reflexionaba sobre cómo ha podido ocurrir que la capacidad operativa de la oposición política al sistema se haya extinguido y hoy necesite reconstruirse esencialmente desde cero.

Dado que este es el problema de los problemas de hoy, y dado que, como todo proceso histórico, sus causas son plurales, quiero detenerme brevemente en una sola causa, de carácter específicamente cultural.

La era de la democracia y la oposición política desde abajo fue una época circunscrita que se inició hacia mediados del siglo XIX, en la que el marxismo jugó un papel fundamental.

Específicamente, el marxismo fue fundamental para entender, y hacer entender, cómo en el mundo moderno todo cambio de hábito y de opinión (que se torna hegemónico) tiene siempre una raíz primaria en la «estructura», es decir, en la esfera de la producción económica y la gestión correlativa del poder .

Si en una descripción de lo que ocurre no se tiene conciencia de su raíz estructural , si no se comprende cómo debe situarse el problema respecto a los mecanismos de distribución de la economía y del poder (muchas veces coincidentes), se termina por perder de vista la única esfera donde se pueden mover las palancas causalmente decisivas.

Una vez recordado este hecho, no se puede dejar de pensar en la distribución generacional de la conciencia política actual. Las experiencias repetidas, desde la recolección de firmas hasta los debates públicos y los mítines, señalan una visión común: la distribución generacional de la conciencia política sigue casi perfectamente una curva decreciente. Quienes muestran mayor urgencia por actuar frente a las palancas del poder son los mayores, y a medida que se es más joven se reducen las filas de los políticamente conscientes, hasta el punto de casi desaparecer en el ámbito de los jóvenes y muy jóvenes  (digamos el grupo de 18 a 24 años).

Ahora, es importante señalar que este es un hecho históricamente sin precedentes. Hasta hace poco tiempo, los jóvenes formaban parte de las filas de los «pirómanos», las universidades siempre fueron fraguas de protesta, la pasión política nació en el umbral biográfico entre el estudio y el ingreso al mundo del trabajo. Y esto es natural, porque el compromiso y la energía necesarios para la participación política crítica se encuentran más fácilmente en un veinteañero que en uno de sesenta; y en otros factores porque las limitaciones, las cargas y las responsabilidades normalmente aumentan con la edad.

Entonces la pregunta es: ¿qué nos pasó?

Para tener una pista, basta mirar el activismo político juvenil, que de hecho todavía existe, pero cuya forma es instructiva. Es interesante notar en qué temas se enfoca el activismo hoy. Un breve registro nos revela:

1) un ambientalismo centrado en el cambio climático;

2) cuestiones de identidad de género, violencia de género, igualdad de género, autodeterminación de género, lenguaje de género;

3) animalismo del tipo Disney y prácticas alimentarias autoflagelatorias (veganismo, elogios a la carne sintética y harina de insectos, etc.);

4) para los más atrevidos, apelaciones a los «derechos humanos» en una versión muy selectiva (donde por cierto las violaciones ocurren sólo entre los enemigos de Estados Unidos).

Lo que es esencial subrayar es que en cambio puede existir y existe:

1) un auténtico ambientalismo “estructural”;

2) una conciencia histórico-estructural de la división sexual del trabajo (y sus consecuencias consuetudinarias);

3) un análisis de las formas de «reificación» de la naturaleza sensible (animales) en la industrialización moderna;

4) una conciencia política de la explotación y violación de la naturaleza humana.

Y en cada uno de estos casos es posible reconocer problemas reales al ubicarlos en el marco general de los procesos de producción económica y distribución del poder en el mundo contemporáneo.

Pero nada de esto es mayormente parte del activismo político juvenil, que en cambio acoge su agenda de «protesta» que viene desde arriba, en un formato rigurosamente saneado de sus implicaciones estructurales.

En otras palabras, los recintos en los que ejercer la contestación y las formas en que identificar los problemas han caído desde alturas inescrutables, a través del aparato mediático, el adoctrinamiento escolar y universitario. De esta forma se crean cómodas burbujas de disputa, con el certificado de bondad progresista, proporcionado por fuentes acreditadas.

El viejo sistema de control social alternaba la represión violenta de las pasiones juveniles con guerras periódicas para dejarlas desahogar; el nuevo sistema de control, en cambio, proporciona lugares donde es posible hacer revoluciones fingidas con espadas de cartón, en islas sin comunicación con ese continente donde el poder real juega sus juegos.

Sin embargo, este proceso de construcción de cercos artificiales, sin anclaje estructural, no es nuevo y es erróneo enfocarse solo en los jóvenes de hoy. Es un proceso que comenzó al menos en la década de 1980 y simplemente se ha expandido y perfeccionado con el tiempo. Todo el esfuerzo conceptual realizado por la reflexión marxista (en parte ya en la época hegeliana) y luego desarrollado durante más de un siglo, ha sido anulado con la lejía del nuevo poder mediático.

Hoy estas agendas «políticas» cuidadosamente castradas se difunden y hacen oír su característica voz estridente, que luego se hace eco, tal vez con benevolencia reprochada, pero finalmente bendecida, por los voceros del poder.

Hemos recaído así en un análisis de la historia, la política y la geopolítica que, olvidando cuáles son las verdaderas palancas del poder, se dedica en cuerpo y alma a lecturas moralizantes del mundo, a la actualidad policiaca, al alboroto de la “rectitud” y a la corrección política, a los chismes entre las élites .

Las interpretaciones geopolíticas proliferan y prosperan donde Putin es el malvado y los rusos son los ogros; lecturas sociales donde la crítica a la “ideologías de género” son abominaciones homofóbicas; donde quien no abraza a un chino es «fascista», y quien lo abraza después de una contraorden es «estalinista»; lecturas ecológicas donde los cuadros de museos se ensucian porque “ya no hay un minuto que perder”, antes de volver a casa a jugar en la Smart TV de 88 pulgadas; etc. etc.

Esta infantilización del análisis histórico-político vuelve fatalmente impotente cualquier «activismo», que examina el mundo como si la distribución de adjetivos morales estuviera en su centro. Y cuando alguien señala que todo ese extenuante graznido histérico no produce ni un desasosiego al poder, que hasta aplaude, tienen preparado otro atributo moral: eres un cínico.

La compartimentación de la protesta según los cercos ideológicos elaborados aguas arriba produce, además de un efecto de impotencia sustancial, una pérdida total del equilibrio y de la capacidad de evaluar las proporciones de los problemas.

Cada uno de estos juegos ideológicos aparecen a quienes los frecuentan como un cosmos, el único punto de vista desde el cual se ve mejor el mundo entero. Y esto genera una sensibilidad desequilibrada a los visitantes de estos recintos, porque invierten toda su energía y pasión en un campo cuidadosamente delimitado: hay gente que pasa dos veces al día frente a la anciana muriéndose de hambre en el departamento de al lado, pero saltan con los ojos inyectados en sangre si usas un pronombre de género mal visto; hay gente que se escandaliza por las violaciones de los derechos humanos en Bielorrusia (donde nunca han puesto un pie) y luego te explican que es justo golpear a las «novaxes» y privarlas de atención hospitalaria; hasta hay estudiantes que reclaman meritocracia y luego votan por Calenda…

En general, el panorama es el siguiente, mientras que el poder real nos aconseja ser resilientes (porque si tomas la forma de la bota que te pisotea, sufres menos), nos aconseja no tener hijos y no jubilarte por el bien de el futuro, mientras todos los días te explica que tienes que ser móvil para trabajar donde haya necesidad y que tienes que dejar de moverte porque arruinas el clima, porque mientras te mea en la cabeza te exige que ahorres en la ducha.  Mientras todo esto sucede, y sucede mucho más, estos activistas se pelean furiosamente entre ellos …porque ninguna injusticia debe quedar impune, incluyendo “los derechos de los espárragos».

FUENTE: https://observatoriocrisis.com/2023/04/20/historia-de-una-involucion-de-la-politica-estructural-al-moralismo-histerico/

Por Rafael Poch de Feliu

En el concurso de dementes que empuja hacia una gran guerra y a la definitiva irrelevancia mundial de la Unión Europea, Polonia juega un papel de vanguardia.

Miroslaw Hermaszewski (1941-2022) fue el primer y, hasta la fecha, único astronauta polaco. En 1978 formó parte de la tripulación de la Soyuz 30 y cumplió misión en la estación orbital soviética Saliut-6. Después de eso, alcanzó el generalato y fue condecorado con la medalla de “Héroe de la Unión Soviética”, la más alta distinción de la URSS raramente concedida a extranjeros. Muchos años después del hundimiento del bloque del Este, en julio de 2013, el jubilado astronauta concedió una entrevista al canal de televisión polaco TVN 24 en la que ofreció detalles desconocidos de su biografía. En Polonia se conmemoraba entonces el setenta aniversario de las “masacres de Volinia” es decir la aniquilación de entre 70.000 y 100.000 civiles polacos a manos del brazo armado de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN), el llamado Ejército Insurgente Ucraniano (UPA). Hermaszewski nació en un pueblo de Volinia llamado Lípniki y tenía dieciocho meses cuando las unidades del UPA llegaron al pueblo una noche de finales de marzo de 1943.

”Asesinaron a 182 personas de nuestro pueblo, entre ellos dieciocho de nuestra familia inmediata, mi abuelo murió de siete golpes de bayoneta en la cabeza”, explicó. El pequeño Miroslaw se salvó de milagro, porque su madre lo tomó en brazos y huyó con él campo a través. “Los bandidos vieron que una mujer corría con un niño en brazos y empezaron a dispararnos”. Uno de ellos les persiguió y disparó a la madre en la cabeza a corta distancia pero falló, solo fue herida en la sien y en la oreja, cayó inconsciente y el niño huyó. (1)

Al día siguiente de aquella entrevista, el parlamento polaco aprobó una resolución sobre las matanzas de polacos del periodo 1942-1945 en Volinia y Galitzia oriental, territorios que habían pertenecido a la segunda república polaca hasta la disolución del estado polaco de 1939, condenando la masacre de “alrededor de 100.000 ciudadanos polacos, hombres, mujeres, ancianos y niños” a manos de los nacionalistas ucranianos de Ucrania Occidental. La resolución consideraba que, “la dimensión organizada y masiva del crimen de Volinia lo caracteriza como una limpieza étnica con aspectos de genocidio”. Al mismo tiempo, el parlamento expresaba su agradecimiento “a los ucranianos que actualmente ayudan a documentar los crímenes y conmemorar a las víctimas”, pese a que el gobierno ucraniano no autoriza excavaciones en los escenarios de las matanzas.

En septiembre de 2016 el parlamento ucraniano, la Verjóvnaya Rada, rechazó las consideraciones de la cámara polaca con cuatro argumentos: 1- que los polacos también mataron ucranianos, 2- que el número de víctimas polacas no pudo exceder los 30.000, porque en aquellos momentos en Volinia no había tanta población, 3- que “está bien establecido” que los perpetradores fueron agentes de la policía secreta soviética disfrazados de combatientes de la OUN /UPA (pese a que desde junio de 1941 la región estaba ocupada por los alemanes y los soviéticos se habían retirado, derrotados) y que 4- evocar este asunto solo sirve a los intereses rusos. (2)

Saco esto a colación para ilustrar el hecho de la complejidad de las relaciones polaco-ucranianas. Polonia ha acogido ejemplarmente a centenares de miles de ucranianos que han huido de la guerra. Es el segundo país de Europa, después de Rusia, que más refugiados ucranianos ha recibido. Polonia es también el país más antiruso y más proamericano del continente. Solo un 2% de los polacos expresan una opinión favorable a Rusia, según una encuesta del Pew Research Center de primavera del año pasado, que también daba un máximo continental de opiniones favorables a Estados Unidos (91%). Esa opinión echa sus raíces muy lejos, en toda una serie de experiencias históricas mutuamente desastrosas y bien conocidas, tanto con el zarismo como durante el estalinismo, cuando centenares de miles de polacos perecieron o fueron deportados por el régimen soviético, y, más en general, en una divergencia histórica, cultural y religiosa con Rusia muy viva.

Entre 1572 y 1791 la elección de los reyes polacos por los nobles, que a veces implicaba a cuarenta mil o cincuenta mil de ellos, fue norma en Polonia. El rey electo estaba atado por el llamado “pacta conventa”, una suerte de contrato que detallaba las obligaciones del rey hacia la nobleza. Si se compara las relaciones de aquella caótica monarquía republicana, nobiliaria y católica, con las de la autocracia ortodoxa moscovita, en las que el “gosudar” (soberano) se definía por atar bien corto a sus boyardos, y donde la nobleza estaba totalmente supeditada a la corte, el contraste entre las culturas políticas de ambos países no puede ser más agudo y da lugar a verdaderas patologías.

Con Putin los polacos rechazaron la mano tendida de Moscú, por ejemplo reconociendo directamente y asumiendo la responsabilidad por las matanzas estalinistas de Katyn. Cuando en abril de 2010 el avión que conducía a la plana mayor del país a un acto conmemorativo de aquellas matanzas se estrelló cerca de Smolensk por obvias negligencias polacas, la nación prefirió ver en la tragedia un atentado ruso pese al cúmulo de evidencias en contra registradas en la caja negra… La extrema beligerancia del gobierno polaco en el actual conflicto es resultado de todo este complejo de experiencias históricas, diferencias y patologías.

Ningún gobierno europeo se ha mostrado más proclive y entusiasta con que la OTAN intervenga abiertamente en la guerra contra Rusia. Los polacos son siempre los primeros a la hora de apoyar el envío de todo tipo de armas, son los terceros que más ayuda militar han prestado a Ucrania, solo por detrás de Estados Unidos e Inglaterra, gastan proporcionalmente mas que nadie en “defensa” y están reforzando su ejército a marchas forzadas junto a su fronteras con Ucrania y Bielorrusia. Según algunas estimaciones muy difíciles de verificar ya hay miles de soldados polacos en Ucrania luchando de forma extraoficial, es decir formalmente licenciados o en excedencia del ejército polaco. Pero lo que importa aquí es retener que en el actual conflicto Polonia tiene sus propios intereses, sus propios motivos, sus propios proyectos, y marca su propio juego. ¿Qué decir del juego polaco? Pues que históricamente ha sido siempre fiel a aquella observación de Balzac, casado con una polaca nacida en Ucrania, que ya en el siglo XIX advertía que “si hay un precipicio, el polaco se tira por el”.

En época moderna, gran parte de Ucrania Occidental perteneció a Polonia desde 1918 hasta 1939, y en épocas anteriores los polacos dominaron enormes zonas de la actual Ucrania. En el siglo XVI se creó la llamada “República de las dos naciones” formada por el reino de Polonia y el Gran Ducado de Lituania. Duró hasta finales del XVIII y dominó, además de sus dos matrices, los territorios de Bielorrusia, gran parte de las actuales Estonia, Letonia y Ucrania, y zonas de la Rusia meridional. En aquella época la influencia polaca y sus ejércitos llegaron a Moscú, enviaron a Varsovia enjaulado al zar de Rusia, donde fue ejecutado, e incluso impusieron un breve zar en Moscú, en lo que en la historia rusa se conoce como “época turbulenta”. Aquella “gran Polonia” se extendía por casi un millón de kilómetros cuadrados y dejó en Varsovia y Cracovia un recuerdo de grandeza que siempre ha sido muy difícil compaginar con las realidades de una nación obligada a convivir con los tres colosos de su entorno: Prusia, Austria-Hungría y Rusia. Llevarse mal con todos ellos equivalía a una sentencia de muerte, pero eso es, precisamente, lo que hicieron los polacos: tirarse por el precipicio de Balzac y pagar por ello el correspondiente precio.

Entre la destrucción de la vieja república polaca, en 1795 y el fin de la Primera Guerra Mundial, en 1918, el estado polaco dejó de existir. Fueron 123 años, cinco largas generaciones en los que Polonia solo conoció el dominio extranjero y la opresión política de prusianos, rusos, y austro-húngaros. En esa larga travesía del desierto, los polacos se metieron en un avispero de múltiples hostilidades; en Rusia contra los lituanos, en Austria /Hungría contra los ucranianos de Galitzia oriental y contra los checos, y en la mayoría de las ciudades polacas contra los judíos cuyo sionismo militante levantaba cabeza. Luchar contra todos, sin calcular las propias fuerzas y las del adversario, es una vieja tradición polaca. Una doble hostilidad geopolíticamente suicida, contra alemanes y rusos, dictó su segunda gran extinción como estado en 1939, con el pacto Molotov/Ribbentrop y el enésimo reparto territorial y maltrato del país, ahora entre Alemania y la URSS.

La gran Polonia/Lituania de los siglos XVII y XVIII

¿De donde viene esa predisposición nacional al suicidio? La primera estrofa de su himno nacional, “Jeszcze Polska nie zginela” (“Polonia aún no ha muerto”), la proclama con orgullo. Norman Davies, el principal historiador británico de la nación, cuya obra rezuma simpatía hacía esa actitud polaca, la explica como virtud al observar que “todos los principales países europeos pasaron por la experiencia romántica, pero en Polonia fue particularmente intensa. Se puede pensar que ofreció el elemento principal de su cultura moderna”. (3) Sea como fuere, los polacos están regresando ahora a sus típicos delirios nacionales a propósito de la guerra de Ucrania. En el centro de esos delirios la idea de recrear la gran Polonia del Mariscal Pilsudski.

En los años veinte el caudillo polaco Jósef Pilsudski, rescató la tradición de grandeza imperial de aquella República aristocrática polaca de los siglos XVII y XVIII para formular su proyecto de federación desde el Báltico hasta el Mar Negro bajo liderazgo polaco, el llamado Miedzymorze o Intermarium. Aquel espacio entre los dos mares estaba enfocado a la disolución de Rusia, primero en su encarnación zarista/imperial y luego soviética. En su actual Constitución (1997), Polonia se declara sucesora de “las mejores tradiciones” de aquella primera república, bajo la cual los campesinos ucranianos estuvieron sometidos al doble yugo de los latifundistas polacos y del catolicismo. Desde la disolución de la URSS y la integración de Polonia en la Unión Europea, la idea de una “tercera Europa” liberada de lo que el primer ministro Mateusz Morawiecki describe como “dictadura franco-germana” de la UE, está presente en la mentalidad de la derecha polaca y encaja con los intereses de Washington en el continente.

En un artículo publicado el 26 de marzo por la revista Foreign Policy, Dalibor Rohac, un autor neocón del “American Enterprise Institute” evocaba la conveniencia de un nuevo Intermarium, una unión polaco-ucraniana que contenga a Rusia y desbarate definitivamente al competidor europeo. “Ambos países”, decía, “se enfrentan a amenazas de Rusia, Polonia forma parte de la UE y de la OTAN, así que si formaran un estado federal o confederal común con una misma política exterior y de defensa, Ucrania se integraría inmediatamente en la UE y en la OTAN” “Se formaría así el mayor país de la UE (segundo en población tras Alemania) y su primera potencia militar, ofreciendo un contrapeso más que adecuado al tandem franco-alemán. Para Estados Unidos sería una forma de asegurar el flanco oriental de Europa frente a la agresión rusa a cargo de un país con una comprensión muy clara de la amenaza de Rusia”, decía. El precedente de la reunificación alemana, en la que la RFA engulló a la RDA, “demuestra que tal operación es posible si hay voluntad política”, señalaba el articulista, dejando caer de paso el detalle de que de esa forma, Estados Unidos podría desentenderse del coste de la reconstrucción de Ucrania, lastre que recaería íntegramente en el club del cual Kíev ya sería miembro… La guinda del artículo era la frase con la que concluía y que resume tanto las intenciones de Washington como las ambiciones de Varsovia: “El futuro de Ucrania es demasiado importante como para dejarlo en manos de Bruselas, París y Londres”. (4)

El 5 de abril el diario polaco Rzeczpospolita recogió la idea en un artículo del politólogo Tomasz Grzegorz Grosse de la Universidad de Varsovia, titulado, Reconstruyamos la República de Polonia, esta vez con Ucrania. (5) Se trata de, “construir un sistema de seguridad sólido en Europa central-oriental” que haga posible “una mayor intervención de Estados Unidos en el Pacífico” contra China, escribía el autor. “También los expertos polacos aconsejan la reconstrucción de la histórica República de las dos naciones, profundizando la cooperación entre los países de nuestra región, al principio principalmente polacos y ucranianos”, decía.

El mismo día de la publicación del artículo, el Presidente Zelenski realizaba su primera visita oficial a Polonia, donde fue condecorado con la orden polaca del “Águila blanca” y declaró la “amistad por los siglos” entre Polonia y Ucrania. “Entre los dos países no debe haber fronteras políticas, económicas ni sobre todo históricas”, dijo el Presidente ucraniano en lo que parecía una velada referencia a las matanzas de polacos en Volinia y Galitzia de los años cuarenta. Pocos días después, el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki visitaba Washington, reclamando el liderazgo de la “tercera Europa” para su país: “Polonia quiere convertirse en la base de la seguridad europea. Nuestros vecinos de Occidente fueron los primeros en cometer el gran error de una estrecha cooperación energética con Rusia, y ahora su posición hacia Ucrania no es la misma de Estados Unidos o de Polonia”, dijo en abierta referencia a las últimas declaraciones de Emmanuel Macron contra el “vasallaje” europeo realizadas a su regreso de la visita oficial a China. “Los aliados de Europa occidental y Estados Unidos no pueden o no quieren armar y entrenar suficientemente a las tropas ucranianas para lograr una victoria espectacular”, decía Tomasz Grzegorz Grosse en el mencionado artículo. “Somos la piedra angular perfecta de las relaciones europeo-estadounidenses”, proclamó Morawiecki en Washington, criticando a “aquellos líderes europeos que quieren un alto el fuego rápido en Ucrania, prácticamente a cualquier precio”.

Polonia se está convirtiendo en un nudo de concentración de tropas junto a Bielorrusia y Ucrania”, dice en Moscú Konstantín Zatulin, vicepresidente del comité para las relaciones con el entorno ex soviético de la Duma de Rusia. Según fuentes de la inteligencia de Estados Unidos citadas por el periodista Seymour Hersh en su último artículo, en Polonia y Rumanía hay dos brigadas aerotransportadas, la 81 y la 101, es decir veinte mil soldados de Estados Unidos, perfectamente preparadas para una intervención militar en Ucrania, sin que se sepa cuál es el plan y el objetivo de la Casa Blanca en esta guerra. (6) La respuesta rusa a esa tendencia ha sido el anuncio de desplegar armas nucleares tácticas en Bielorrusia, bajo estricto control ruso, el mismo estatuto que rige la presencia de esas mismas armas americanas en Turquía, Bélgica, Holanda, Italia y Alemania para torear los artículos 1 y 2 del acuerdo de no proliferación nuclear.

En el concurso de dementes que nos empuja hacia una gran guerra y a la definitiva irrelevancia mundial de la Unión Europea, Polonia ya está jugando un papel de vanguardia.

Notas

(1)Hermaszewski wspomina historie swojej rodziny podczas rzezi wolynskiej / Hermaszewski recuerda la historia de su familia durante la masacre de Volinia, en :ONET Wiadomosci,11 de julio de 2013.

(2) Citado por Nicolai N. Petro, 2023; The Tragedy of Ukraine.

(3) Davies en Hearth of Europe: A short History of Poland, 1984.

(4) It’s Time to Bring Back the Polish-Lithuanian Union (foreignpolicy.com)

(5) Tomasz Grzegorz Grosse: Odbudujmy Rzeczpospolitą. Tym razem z Ukrainą – rp.pl

(6) Seymour Hersh, Trading with the enemy.