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El Shuangrong

Academia China de Ciencias Sociales

Introducción El 26 de marzo de 2023, China y Honduras establecieron formalmente relaciones diplomáticas. Este movimiento ha despertado una preocupación generalizada en el mundo exterior. Algunos comentaristas señalaron que, como un país pequeño en América Central, Honduras está dentro de la «esfera de influencia» altamente sensible de los Estados Unidos, y su establecimiento independiente de relaciones diplomáticas con China parece significar que el control de los Estados Unidos en esta región se ha debilitado. Entonces, ¿cuál es exactamente la tendencia? Para entender este tema, primero debemos analizar la política de la «Doctrina Monroe» y sus últimos cambios detrás de la estrategia estadounidense hacia América Latina.

Este artículo hace un análisis en profundidad de la evolución de la «Doctrina Monroe» y la estrategia de Estados Unidos hacia América Latina. El autor señaló que al comienzo de la fundación de los Estados Unidos, trató de evitar que los poderes externos influyeran en sus áreas circundantes, y luego desarrolló gradualmente el principio llamado «Doctrina Monroe». Con la expansión de los Estados Unidos, el núcleo de la Doctrina Monroe ha cambiado de «América estadounidense» a un imperio global. Sin embargo, la inversión de EEUU en los recursos de América Latina siempre ha sido limitada, y a EEUU no le importa el desarrollo de América Latina, sino que solo excluye políticamente a otros países de influir en América Latina. Después de la crisis financiera de 2008, la hegemonía de EEUU se aflojó y se redujo su estrategia hacia América Latina. Para revivir su hegemonía en América Latina, las administraciones de Obama, Trump y Biden adoptaron diferentes estrategias en un intento por restaurar la influencia política y económica en América Latina. Pero es muy difícil lograr este objetivo: Primero, hay una falta de ánimo excepto por México; el papel de América Latina en la economía política de los Estados Unidos está decayendo. La segunda es que a Estados Unidos le resulta difícil mantener un equilibrio entre metas globales y metas regionales, lo que a su vez afecta su inversión en América Latina; por ejemplo, aunque la administración Biden prometió invertir en Centroamérica, aún no lo ha hecho.

Esto puede explicar en parte por qué los países latinoamericanos, incluido Honduras, necesitan urgentemente buscar nuevas salidas de desarrollo. El autor recuerda que China, como el mayor factor extraterritorial que afecta la economía del Hemisferio Occidental, es el blanco principal de la nueva Doctrina Monroe de los Estados Unidos, y debe evitar que la cooperación chino-latinoamericana caiga en la trampa geopolítica de la Doctrina Monroe.

La Evolución de la «Doctrina Monroe» y la Estrategia de Estados Unidos hacia América Latina

La «Doctrina Monroe» se considera la piedra angular de la política estadounidense hacia América Latina y el Caribe (en adelante, «América Latina»). «Una doctrina de política exterior que lleva el nombre de un presidente estadounidense ha disfrutado de un apoyo popular más profundo, una aclamación pública más amplia y una vida más larga que cualquier otra doctrina de política exterior que lleve el nombre de un presidente estadounidense. También ha brindado una mayor utilidad política a los estadounidenses».

Con motivo del nacimiento de la «Declaración de Monroe» hace casi 200 años, exploro por qué la Doctrina Monroe ha tenido tanta longevidad. La evolución de su connotación. La efectividad de la Doctrina Monroe, el auge y la caída de la hegemonía estadounidense y la relación entre la estrategia estadounidense hacia América Latina. Nos dará una idea de cómo las grandes potencias manejan sus relaciones con los países vecinos en el proceso de su ascenso, cómo equilibrar la relación entre la hegemonía regional y la hegemonía global, y cómo China, como la fuerza externa más grande de América Latina además del Estados Unidos, puede evitar los riesgos geopolíticos de la Doctrina Monroe. Este artículo partirá de la perspectiva de la hegemonía regional. Revisar y discutir la relación entre la Doctrina Monroe y la evolución de la hegemonía estadounidense, así como la estrategia de los EEUU y las ganancias y pérdidas en diferentes períodos de hegemonía.

Evolución de la «Doctrina Monroe»

La Declaración de Monroe es el punto de partida para que Estados Unidos construya su hegemonía. Posteriormente, Estados Unidos continuó dándole nuevas connotaciones de acuerdo con las necesidades de expansión de la hegemonía, y planteó una serie de inferencias de la Doctrina Monroe, convirtiéndose en una herramienta para la expansión de la hegemonía estadounidense. Una política defensiva basada en el aislacionismo se transformó en una política ofensiva que busca la hegemonía regional y global en las Américas. Con el crecimiento de la hegemonía estadounidense, el espíritu de la Doctrina Monroe cambió gradualmente de «América estadounidense» y pasó de las limitaciones espaciales del hemisferio occidental a «Mundo estadounidense». Estados Unidos también ha pasado de ser un «gran país en el continente americano» a una potencia hegemónica en el hemisferio occidental, una superpotencia mundial y un imperio global. Sin embargo, con el declive de la hegemonía estadounidense, la Doctrina Monroe tradicional tiende a regresar.

(1) Connotación de la «Doctrina Monroe»

En 1823, el canciller británico George Canning propuso trabajar con los Estados Unidos para detener la expansión colonial de la «Santa Alianza» en las Américas. Pero por sugerencia del Secretario de Estado John Quincy Adams en su discurso del Estado de la Unión ante el Congreso el 2 de diciembre de 1823, el presidente de los Estados Unidos, James Monroe, publicó la Declaración de Monroe sobre la política de los Estados Unidos en las Américas, advirtiendo a los países europeos que no consideren las Américas como un lugar para una futura colonización, afirmando que no permanecería indiferente ante cualquier forma de intervención europea.

El principio de exclusión está en el corazón del Manifiesto de Monroe. En ese momento, el presidente Monroe dejó de lado al Reino Unido y emitió una política dirigida solo a Europa; su verdadera intención no era solo oponerse a la Santa Alianza, sino también oponerse a la colonización y expansión británica en las Américas. El principio luego evolucionó para excluir todos los poderes extraterritoriales. El principio de exclusión en la Declaración de Monroe se refiere no sólo a la exclusión geográfica, sino también a la exclusión del sistema político. El presidente Monroe declaró claramente: «Es imposible que las naciones de los Aliados extiendan sus instituciones políticas a cualquier parte de América sin poner en peligro nuestra paz y felicidad. La Doctrina Monroe es establecer barreras ideológicas y diplomáticas entre el viejo mundo y el nuevo mundo». Esto significa que la Doctrina Monroe no solo excluye a los países fuera de la región de la geografía del Hemisferio Occidental, sino que también excluye del Hemisferio Occidental a las ideologías que no son reconocidas por los Estados Unidos, es decir, «Países dentro de la jurisdicción de los Estados Unidos que deben adoptar un sistema político y económico en el que los intereses estratégicos no representen una amenaza», proporcionando así una justificación ideológica para los Estados Unidos más adelante. Esto sentó las bases para la injerencia en los asuntos latinoamericanos.

La Declaración de Monroe es el primer principio de estrategia diplomática presentado por los Estados Unidos después de la independencia, y es una declaración de política exterior emitida unilateralmente para establecer una esfera de influencia en las Américas. Su propósito es establecer un sistema del Hemisferio Occidental independiente de Europa y completamente dominado por los Estados Unidos. Este sistema es una concepción estratégica de los Estados Unidos como un país importante desde su independencia. Thomas Jefferson, el padre de la independencia estadounidense, le confió una vez al famoso geógrafo alemán Alexander von Humboldt: «Estados Unidos tiene un hemisferio propio, y debe tener su propio sistema de intereses independiente, y no puede someterse al sistema de intereses europeo”. Sin embargo, cuando se presentó la Declaración de Monroe, Estados Unidos aún no tenía poder para evitar que los países europeos colonizaran las Américas. La Doctrina Monroe no significaba que Estados Unidos estuviera legalmente comprometido a defender la Doctrina Monroe, como el Secretario de Estado Henry Clay en la administración sucesora del Presidente Monroe le había dicho claramente al presidente mexicano. Por lo tanto, el enfoque del anuncio del presidente Monroe de la Declaración no fue si Estados Unidos era capaz de implementarla, sino «el sabio descubrimiento de la tendencia de los tiempos», es decir, Estados Unidos se había convertido en «una gran potencia en el continente americano» e hizo un juramento estratégico de incluir a las Américas en su propia esfera de influencia. Resolvió una pregunta fundamental en la estrategia exterior estadounidense a principios del siglo XIX, «si Estados Unidos quiere ser un imperio dentro del sistema político europeo o el sol de un sistema completamente independiente». Puede decirse que la Declaración de Monroe estableció el objetivo de los Estados Unidos de construir una hegemonía regional monopólica en el Hemisferio Occidental, y este objetivo ha estado presente en toda la diplomacia de los Estados Unidos con América Latina.

(2) La «Doctrina Monroe» y la expansión territorial de los Estados Unidos

La Declaración de Monroe rara vez se mencionó durante muchos años después de su publicación en 1823. En apoyo de la expansión territorial a partir de la década de 1840, el presidente James Knox Polk (1845–1849) y otros expansionistas revivieron los principios de la Declaración Monroe, acuñando el término «Doctrina Monroe» y desarrollando la «Inferencia Polk» de la Doctrina Monroe.

En 1845, el presidente Polk invocó por primera vez los principios de la Declaración de Monroe en su Discurso sobre el Estado de la Unión para defender los derechos de los Estados Unidos sobre el Territorio de Oregón, afirmando que el concepto estadounidense de «equilibrio de poder» propuesto por Gran Bretaña y Francia (un fuerte México, un Texas independiente, una América del Norte británica fuerte que incluía una gran parte de la costa de Oregón e incluso una California independiente), especialmente el reclamo británico del Territorio de Oregón era incompatible con los principios de la Declaración de Monroe. Esto proporcionó la justificación para que Estados Unidos anexara Texas, ocupara «todo Oregón», extendiera la frontera de Texas hasta el Río Grande y adquiriera California y la península de Yucatán. El corolario Polk de la Doctrina Monroe no solo justifica la intervención de Estados Unidos contra las amenazas existentes, sino que también racionaliza la acción contra posibles amenazas. La Doctrina Monroe abrió así los Estados Unidos a América. Sobre todo la política agresiva hacia América Latina.

En el siglo XIX, Estados Unidos siguió invocando la Doctrina Monroe para la expansión territorial. En 1870, el presidente Ulysses S. Grant, quien intentó anexar la República Dominicana, propuso al Senado la «Grant Inference» de la Doctrina Monroe para promover este objetivo, declarando que «ningún territorio en este continente puede ser transferido a un país europeo». En 1895, durante el proceso de resolución de la disputa fronteriza entre la Guayana Británica y Venezuela, el entonces Secretario de Estado de los EEUU, Richard Olney, propuso la «Inferencia Olney» de la Doctrina Monroe, declarando que «hoy, los Estados Unidos están en este continente, Dios esrealmente soberano, y sus mandamientos son leyes». Este movimiento marcó el reconocimiento de Gran Bretaña de la Doctrina Monroe y la hegemonía de los Estados Unidos en el Hemisferio Occidental.

Por la Guerra Hispanoamericana en 1898, los Estados Unidos expulsaron a los españoles de las Américas, y los Estados Unidos básicamente completaron su expansión territorial en América Latina. A principios del siglo XX continuaba la práctica de oponerse a la adquisición de territorios por parte de potencias extranjeras en América Latina, y el objeto de aplicación incluía también países extranjeros fuera de Europa, y las condiciones de aplicación eran más amplias. En 1912, la Logia del Secretario de Estado de los Estados Unidos (Henry Cabot Lodge) propuso prohibir a las potencias y fuerzas extranjeras adquirir tierras en el Hemisferio Occidental para obtener un «control real» (Poder Práctico de Control).

(3) La «Doctrina Monroe» y la intervención estadounidense en América Latina

Desde finales del siglo XIX hasta principios del siglo XX, con el crecimiento de su fuerza y ​​la exclusión de las principales potencias del Hemisferio Occidental, Estados Unidos básicamente estableció su hegemonía en América Latina. La intervención de Estados Unidos en América Latina se ha convertido desde entonces en el rasgo o sinónimo más importante de la Doctrina Monroe.

Ante el cobro armado de la deuda de los países latinoamericanos por parte de las potencias europeas, mientras se oponía a la intervención de las potencias europeas, el presidente Theodore Roosevelt Jr. propuso la «Inferencia Roosevelt» de la Doctrina Monroe, expresando que ante el «comportamiento imprudente» de los países en el Hemisferio Occidental, Estados Unidos, como país civilizado, quiere intervenir y ejercer el poder de «policía internacional». La Declaración de Monroe inicialmente solo mencionaba indirectamente que los sistemas de los países americanos eran diferentes a los de Europa. Theodore Roosevelt afirmaba claramente que Estados Unidos podía interferir en los países latinoamericanos de acuerdo con sus asuntos internos, lo que se consideraba un derecho de Estados Unidos. Siguiendo este corolario, pudo intervenir proactivamente en otros países americanos mientras no estaban siendo interferidos por las potencias europeas. Roosevelt incluso planteó la idea de una intervención colectiva, cuando sugirió que EEUU, si fuera necesario, «ponga fin a la interferencia sin ayuda en los asuntos internos de otras naciones. Con la cooperación de otras naciones, tendremos más orden en este hemisferio y menos hostilidad». En 2001, Estados Unidos impulsó a la Organización de los Estados Americanos a aprobar la Carta Democrática Americana, en la que podemos ver la sombra del razonamiento de Roosevelt, poniendo así el manto de «acción colectiva» a la intervención estadounidense en América Latina.

La deducción de Roosevelt marcó el comienzo de una nueva era de interferencia estadounidense en los asuntos internos de América Latina. Desde 1898 hasta 1934, Estados Unidos realizó más de 30 intervenciones militares en países de América Central y el Caribe. Después de la Guerra Fría, la Doctrina Monroe se asoció con las políticas antisoviéticas y anticomunistas. En este momento tenía tanto la intención de excluir a los poderes externos como el contenido de interferir en los asuntos internos de América Latina. George Kennan, el inventor de la «política de contención», presentó el «Corolario Kennan» de la Doctrina Monroe después de viajar por América Latina en 1950, argumentando que los países latinoamericanos eran vulnerables a la «infiltración comunista», por lo que debía utilizarse para hacer frente a la amenaza del comunismo emergente en América Latina incluso el uso de las dictaduras. En el contexto de la agitación interna en los países centroamericanos en la década de 1980, una presentación de 1984 al Director William Joseph Casey por parte del Subdirector de Inteligencia de la CIA Rovert Gates durante la Administración Reagan de un memorando establecía que se debía apoyar a la oposición nicaragüense, de lo contrario la Doctrina Monroe sería abandonada.

La intervención de Estados Unidos en América Latina es producto de estructuras de poder desiguales entre Estados Unidos y América Latina, y su trasfondo está arraigado en el racismo de la cultura estadounidense. El erudito estadounidense Lars Schultz enumeró en detalle los prejuicios racistas de los Estados Unidos hacia América Latina en su libro «Under America: A History of American Policy on Latin America». En el siglo XIX, la teoría de la jerarquía civilizatoria prevaleció en Europa y EEUU. John Quincy Adams y sus contemporáneos creían que los católicos eran inferiores a los protestantes, los hispanos a los anglosajones y la piel negra a la blanca. En el proceso de anexión del territorio mexicano, Estados Unidos utilizó el lema de «mejorar la civilización» ​​para encubrir su comportamiento codicioso. Theodore Roosevelt escribió años después: «Es inevitable, y en interés de toda la humanidad, que el pueblo estadounidense por fin expulse a los mexicanos de sus escasamente pobladas provincias del norte» y abogó por la intervención preventiva en los países latinoamericanos para evitar que América Latina “se convierta en presa de revolucionarios, gobiernos corruptos y extranjeros depredadores». El presidente Woodrow Wilson incluso consideró la intervención de Estados Unidos en América Latina como «la misión civilizada del país», «extender los beneficios del gobierno republicano a los países incivilizados y mal gobernados del mundo tiene como objetivo crear estabilidad y eliminar la base para la intervención europea».

(4) El fuerte retorno de la “Nueva Doctrina Monroe” y la “Vieja Doctrina Monroe”

A principios del siglo XX, EEUU se había convertido en una potencia mundial económica y militarmente. El 16 de diciembre de 1907, la Gran Flota Blanca de la Marina de los EEUU partió del fondeadero de Hampton en Virginia para navegar alrededor del mundo, y los EEUU aparecieron en el escenario mundial como un país poderoso.

Con el crecimiento de la hegemonía de los EEUU, la política exterior de los EEUU comenzó a deshacerse del aislacionismo y, en cambio, participó activamente en los asuntos internacionales. La Doctrina Monroe también se ha convertido en una herramienta para que la hegemonía de los EEUU se expanda en el mundo.

A medida que EEUU avanza hacia el escenario mundial, ya no está satisfecho con ejercer el poder policial internacional en América Latina, sino que quiere ejercer el poder policial en el mundo. Theodore Roosevelt, hablando ante el Congreso en 1902, declaró que «la creciente complejidad e interdependencia de las relaciones políticas y económicas internacionales ha impuesto a todas las grandes naciones en la órbita de la civilización una obligación cada vez mayor de insistir en una conducta policial adecuada para las tareas mundiales». Durante la Primera Guerra Mundial, el presidente Wilson interpretó la Doctrina Monroe como «un principio político global sin restricciones de espacio regional, proporcionando así una justificación para la influencia global de los Estados Unidos». La Doctrina Monroe comenzó a evolucionar hacia el «Mundo Americano».

En 1991 terminó la Guerra Fría, la Unión Soviética se desintegró y Estados Unidos se convirtió en la única superpotencia del mundo. La hegemonía global de Estados Unidos hizo de la Doctrina Monroe un verdadero «mundo americano». El nuevo intervencionismo promovido por Estados Unidos y los países occidentales en la posguerra fría bajo el pretexto del humanitarismo y la defensa de los valores universales es esencialmente una versión ampliada de la Doctrina Monroe. Después del «Incidente del 11 de septiembre», la administración de George W. Bush, que perseguía la teoría del nuevo imperialismo, gritó directamente por boca de los periodistas estadounidenses que «el destino de Estados Unidos es convertirse en el policía del mundo». Condoleezza Rice, entonces Secretaria de Estado de EEUU, expresó la misma opinión que el razonamiento de Roosevelt: “La globalización, si bien aumenta la fortaleza de algunos países, también ha expuesto y exacerbado las fallas de muchos otros países: estos países son demasiado débiles o están mal gobernados para lidiar con desafíos domésticos y no puede evitar que esos desafíos se propaguen y desestabilicen el orden internacional. En este entorno estratégico, la voluntad y la capacidad de los países para cumplir con sus responsabilidades soberanas en el hogar y en el extranjero es de suma importancia para nuestra seguridad nacional». La base real de la Doctrina Monroe ha cambiado debido a la hegemonía global de los Estados Unidos, las esferas de influencia, que son el concepto central de la Doctrina Monroe, han perdido su significado, porque «el mundo entero se ha convertido en la esfera de influencia de Estados Unidos. Muchas esferas de influencia han dado paso a Una esfera de influencia: los fuertes aún imponen su voluntad sobre los débiles. El resto del mundo se ve obligado a jugar en gran medida según las reglas de los Estados Unidos o enfrentar altos costos que van desde duras sanciones al cambio total de régimen”. América Latina parece haber entrado en un período de «post-Doctrina Monroe».

Ya al ​​final de la Guerra Fría, Gadis Smith, profesor de historia en la Universidad de Yale en los EEUU, señaló: «La desintegración de la Unión Soviética eliminó todas las amenazas externas en el Hemisferio Occidental, y la Doctrina Monroe ya no es útil». Muchos años después, la Doctrina Monroe es inútil. O la teoría de la obsolescencia se ha convertido en una política abierta de la administración Obama. En noviembre de 2013, el entonces secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry, declaró el fin de la Doctrina Monroe en un discurso en la Organización de los Estados Americanos. El presidente Obama también declaró en 2014 que «la era de los imperios y las esferas de influencia ha terminado».

Sin embargo, mientras declaraba obsoleta la Doctrina Monroe, la administración Obama lanzó una política de reequilibrio en Asia para contener la estrategia de China y propuso remodelar el liderazgo estadounidense en América Latina. Este enfoque contradictorio no solo refleja la ansiedad estratégica provocada por la crisis de globalización liderada por EEUU y el rápido ascenso de China, sino que también refleja el dilema estratégico que debe buscar para cooperar con las principales potencias bajo la crisis financiera internacional de 2008. Por otro lado, frente al ascenso colectivo de gobiernos de izquierda en América Latina, Estados Unidos es impotente para enfrentarse a la mayoría de los países latinoamericanos. Por lo tanto, la tentación de frenar la Doctrina Monroe es una prueba de la determinación estratégica de la administración Obama. En cuanto a la presencia de China y otros países fuera de la región en América Latina, la administración Obama no adoptó la política de exclusión de la Doctrina Monroe, sino que implementó una política de monitoreo y compromiso. En 2015, aunque la administración Obama normalizó las relaciones con Cuba, emitió la Orden Ejecutiva 13692 el 8 de marzo de 2015, que inició sanciones contra Venezuela. Se puede decir que EEUU nunca ha renunciado realmente a la Doctrina Monroe, sino que implementó la «Doctrina Monroe sin el nombre de Doctrina Monroe». En cierto sentido, esta es una «Nueva Doctrina Monroe», que es un producto deformado de la «Vieja Doctrina Monroe» basada en la hegemonía del imperio estadounidense en la era de la globalización.

Si llegará la era de la «doctrina post-Munroe» no es una proposición real. Como afirmó el presidente de los Estados Unidos, Grover Cleveland, ya en 1895, «Los principios de la Doctrina Monroe se aplican a todas las etapas de nuestra vida nacional y no quedarán obsoletos mientras exista nuestra República». El retorno de la vieja Doctrina Monroe se ha convertido en una necesidad histórica. Ya en las elecciones generales de EEUU de 2000, Patrick Buchanan, como candidato del Partido Reformista, el tercero en la arena política, criticó el fundamento político de la Doctrina posterior a Monroe. La estrategia de globalización dominada durante la Guerra Fría erosionó la fundación hegemónica de los Estados Unidos. «La vigilancia global trabaja para descentralizar Estados Unidos y abrir las fronteras al comercio desequilibrado, la inmigración ilegal y el terrorismo». Estados Unidos quiere volver a la Doctrina Monroe, porque “la Doctrina Monroe es un aislacionismo que no interviene en conflictos lejanos”. Al mismo tiempo, su Doctrina Monroe mejorada empujó a Estados Unidos aún más al aislacionismo. En opinión de Buchanan, «el problema más inmediato y grave que enfrenta EEUU en el hemisferio occidental es la inmigración masiva». Más importante aún, para «mantener un país, una nación», se deben adoptar nuevas restricciones de inmigración para acabar con la inmigración ilegal, especialmente de México. Su propuesta política es «desplegar militares en la frontera mexicana» para frenar a «terribles refugiados, inmigrantes, terroristas» y promover el traspaso del poder en Cuba. Incluso abogó por la separación de Estados Unidos de América Latina, argumentando que mientras «ningún régimen hostil construya una fortaleza en este hemisferio», EEUU no debería preocuparse por los gobiernos de América Central y del Sur.

Las ideas antiglobalización, antilibre comercio, antiinmigración y el regreso a la Doctrina Monroe del presidente Trump son exactamente las mismas que las de Buchanan. En septiembre de 2018, en la ceremonia de apertura del debate general de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, Trump declaró que la Doctrina Monroe era una vez más una política exterior formal de los Estados Unidos, rechazando la injerencia de otros países en los asuntos del Hemisferio Occidental y los propios Estados Unidos. En 2018, Tillerson, entonces Secretario de Estado de EEUU, pronunció un discurso sobre temas del Hemisferio Occidental en la Universidad de Texas. Durante la sesión de preguntas y respuestas, dijo que «la Doctrina Monroe es un logro», y consideró que la doctrina ha mantenido los valores democráticos del Hemisferio Occidental. “La Doctrina Monroe está viva y coleando”, dijo Bolton, exasesor de seguridad nacional de Trump, en un discurso ante grupos del exilio cubano. La política latinoamericana caracterizada por la tradicional Doctrina Monroe, primero, adopta una política de exclusión y contención dirigida principalmente en China, y considera a China como la mayor amenaza para el liderazgo de los Estados Unidos en América Latina y sus intereses. El segundo es volver a fortalecer su política de intervención en América Latina. En el tema cubano, la administración Trump anuló la política de compromiso con Cuba implementada durante la administración Obama y aumentó las sanciones económicas. Y en enero de 2021, el gobierno cubano será incluido nuevamente en la lista de países que apoyan el terrorismo internacional. En el tema venezolano, la administración Trump ha reconocido al gobierno de oposición y ha ejercido una presión extrema sobre el gobierno de Maduro. La tercera es adoptar medidas más extremas que Buchanan en el tema migratorio, como construir un muro fronterizo y repatriar refugiados a gran escala. Muchos académicos chinos y extranjeros han llamado a la política latinoamericana de Trump la “Nueva Doctrina Monroe”, pero en realidad sus políticas son más como un regreso a la Doctrina Monroe tradicional.

La administración Biden, que es muy crítica con la Doctrina Trump, rara vez menciona directamente la Doctrina Monroe, pero aún considera a América Latina como la esfera de influencia de los Estados Unidos. A diferencia de Trump, quien comparó a América Latina con el patio trasero de Estados Unidos, dijo que «todo lo que está al sur de la frontera mexicana es el patio delantero de Estados Unidos». En su política hacia América Latina, la administración Biden básicamente ha mantenido la política de Trump, rechazó la influencia de China y otras potencias extranjeras y básicamente continuó con su política hacia Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Evolución de la hegemonía estadounidense y rasgos de esta estrategia hacia América Latina

Muchos eruditos famosos que discuten la «estrategia» o la «gran estrategia» tienden a comenzar desde la perspectiva de los objetivos y los medios, y la definen como un arte científico que utiliza de manera integral varios medios para lograr un determinado gran objetivo, centrándose en los medios estratégicos. El núcleo de la estrategia de EEUU hacia América Latina es utilizar diferentes medios políticos para lograr la hegemonía regional, pero, en esencia, la definición de objetivos y el uso de medios y recursos estratégicos están sujetos a la fuerza y ​​el estatus nacional real. Por lo tanto, la estrategia de EEUU hacia América Latina ha evolucionado con cambios en su hegemonía.

(1) Las características de la estrategia estadounidense hacia América Latina en la era de la hegemonía

Durante mucho tiempo después de que se propusiera la Declaración de Monroe, el objetivo de la expansión de la hegemonía y la defensa de los Estados Unidos en el hemisferio occidental estuvo dirigido principalmente a las potencias europeas, no a América Latina.

En 1889, la intención original de los EEUU de construir el Sistema Panamericano era «prevenir la guerra entre los países americanos» para no «inducir la invasión europea y poner en peligro la Declaración de Monroe». En 1930, J. Reuben Clark, entonces subsecretario del Departamento de Estado de los EEUU, se quejó en el «Memorándum de Clark» escrito por su organización de que la Doctrina Monroe era una política de los EEUU dirigida a Europa y no a América Latina.

Después de la Primera Guerra Mundial, el Hemisferio Occidental entró en una era dominada por la hegemonía de los EEUU. Como no había retadores hegemónicos y amenazas internas obvias, los EEUU intervinieron sin escrúpulos en América Latina, especialmente en algunos países vecinos, mientras ignoraban las demandas de desarrollo de los países latinoamericanos. . Debido a que los países latinoamericanos en general estaban insatisfechos con la política de intervención de la Doctrina Monroe, y considerando la tensión internacional antes de la Segunda Guerra Mundial, la administración de Franklin Delano Roosevelt propuso la política del «buen vecino» en 1933. Esta es la primera estrategia de Estados Unidos y América Latina que intenta ir más allá de la Doctrina Monroe de política de intervención.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos consolidó aún más su hegemonía en América Latina y el mundo, y el estatus de América Latina en la diplomacia estadounidense decayó. EEUU no tiene una estrategia general y de largo plazo para América Latina para liderar el desarrollo de América Latina. Solo cuando se desafía la hegemonía de los EEUU, los EEUU responderán de manera preventiva. La política de respuesta de EEUU hacia América Latina es pasiva y unidireccional. Hay dos medios políticos principales: uno es aumentar la ayuda o proporcionar más preferencias comerciales para promover el desarrollo, y el otro es sancionar o interferir con los países latinoamericanos. Estas dos prácticas se pueden comparar con el dicho tradicional de «la zanahoria y el palo». Tras la victoria de la Revolución Cubana en 1959, la «Alianza para el Progreso» impulsada por el presidente Kennedy se centró principalmente en ayudar y promover el desarrollo de América Latina. En la década de 1980, el presidente Reagan adoptó una política de «palo y zanahoria» en respuesta a la penetración de la Unión Soviética en América Central y la crisis centroamericana. Mientras aumentaba la intervención en los países centroamericanos, también implementó cierta asistencia para la región y preferencias comerciales como el Proyecto de la Cuenca del Caribe en 1983. Sin embargo, cuando se eliminaron las amenazas externas, la política de Estados Unidos hacia América Latina volvió a la vieja senda de abandono e intervención, cayendo así en un ciclo de abandono y respuesta de tensión. En 1973, un académico estadounidense publicó un artículo en «Foreign Affairs» y señaló que «Estados Unidos no tiene una política latinoamericana, excepto una política de negligencia benigna». Traerá consecuencias negativas para Estados Unidos en los campos de política, economía y seguridad.

En la era del dominio de la hegemonía, la política de Estados Unidos hacia América Latina se basó principalmente en el realismo. La intervención es el principal medio para que implemente el poder coercitivo en América Latina y una de las principales características de la Doctrina Monroe. Estados Unidos implementó un plan de recuperación europeo en los primeros días de la Guerra Fría, brindó una gran ayuda a Europa a través del Plan Marshall y no tenía un plan similar para América Latina, y les dijo a los países latinoamericanos que dependieran del comercio en lugar de la ayuda. Esto «causó un profundo resentimiento en América Latina». Además, la intervención de Estados Unidos en América Latina ha generado tensión en las relaciones y un fuerte sentimiento antiestadounidense en los países latinoamericanos. «Desde la independencia hasta mediados del siglo XX, el sentimiento antiestadounidense afectó a todos los grupos sociales importantes de América Latina. Los campesinos, los trabajadores, los miembros de la clase media y las élites se resintieron en algún momento por ser explotados o despreciados por Estados Unidos». La intervención e invasión de Estados Unidos a Guatemala, Nicaragua, Cuba, Panamá, Haití y otros países pequeños de América Central y el Caribe a menudo han llevado a Estados Unidos a «peligrosos vórtices». La crisis de los misiles en Cuba en 1962 y la lucha de la administración Reagan con la Unión Soviética en América Central en la década de 1980 casi arrastraron a Estados Unidos al torbellino de la guerra.

La política de Estados Unidos hacia América Latina a menudo está atrapada en contradicciones, como se quejó una vez el ex embajador de Estados Unidos, John Bartello Martin: «Si seguimos manteniendo relaciones con ellos, nos acusarán de entrometernos; si los ignoramos, nos acusarán de preocuparnos por Bangladesh, en lugar de sus vecinos». Debido a la enorme desigualdad de las estructuras de poder entre los Estados Unidos y América Latina, aunque los países latinoamericanos a menudo expresaron su descontento durante gran parte del tiempo, «la relación general entre los Estados Unidos y la mayor parte de América Latina fue fuerte. Y amable». Debido a que los países latinoamericanos dependen de Estados Unidos y carecen de autonomía estratégica, Estados Unidos es tanto un problema como una solución para ellos. Esto también confirma el dicho clásico del teórico realista Tucídides: «Los fuertes pueden hacer todo lo que tienen el poder de hacer, y los débiles solo pueden aceptar lo que deben aceptar».

(2) Cambios en la estrategia de Estados Unidos hacia América Latina en la era poshegemónica

En el siglo XXI se han producido nuevos cambios en las relaciones internacionales del mundo y del hemisferio occidental, uno de ellos es que se ha desafiado y debilitado la hegemonía de Estados Unidos, lo que también ha traído nuevos rasgos a la política estadounidense hacia América Latina.

(1) El declive de la hegemonía estadounidense y la era poshegemónica

La eficacia de la Doctrina Monroe y el benigno abandono de América Latina por parte de Estados Unidos se basan en la hegemonía monopólica de EEUU sobre América Latina. Sin embargo, con el fortalecimiento de la autonomía estratégica de los países latinoamericanos y la creciente presencia de potencias extranjeras en América Latina, la hegemonía de EEUU en América Latina está siendo cuestionada. En 2006, el académico estadounidense Peter Hakim publicó un artículo en la revista Foreign Affairs advirtiendo que «Washington está perdiendo América Latina». En mayo de 2008, el Consejo de Relaciones Exteriores de los EEUU publicó un informe liderado por más de 20 académicos y políticos estadounidenses famosos, declarando que «la era de la hegemonía estadounidense en América Latina ha terminado». Desde entonces, la crisis financiera internacional de 2008, el ascenso acelerado de China, la nueva epidemia del coronavirus y la ruptura política interna han afectado aún más la hegemonía global de los EEUU. El presidente boliviano Morales declaró una vez que «América Latina ya no es una colonia de los Estados Unidos». El presidente mexicano López también hizo la última afirmación: «En lo que respecta a los Estados Unidos, es imposible continuar con la Doctrina Monroe o el lema ’América es estadounidense’». Tanto a nivel nacional como regional ha disminuido significativamente. En este sentido, también se puede decir que la estrategia estadounidense hacia América Latina ha entrado en una “era post-hegemónica”.

(2) En la era posterior a la hegemonía, EEUU ha ajustado su enfoque estratégico en América Latina

La era posterior a la hegemonía fue inaugurada por la administración Obama. En este momento, el enfoque de la estrategia diplomática de EEUU pasó de la cooperación entre grandes potencias y la lucha contra el terrorismo a la competencia entre grandes potencias, y China se ha convertido en el objetivo principal de la estrategia de competencia entre grandes potencias de EEUU.

En respuesta al rápido ascenso de China, la administración Obama implementó una estrategia de reequilibrio asiático contra China después de asumir el cargo en 2009. Pero en el contexto de la crisis financiera internacional de 2008, EEUU necesitaba la ayuda de China. Por lo tanto, la administración Obama adoptó una estrategia híbrida contra China: por un lado, una política de compromiso, integración e inclusión; por otro, una estrategia implícita de contención, equilibrio o disuasión. En América Latina, aunque «EEUU considera que el creciente papel de China es un nuevo desafío que enfrenta en el hemisferio occidental», debido a la limitada influencia de China en América Latina en ese momento, se concentró principalmente en el campo de comercio. La administración Obama no consideró que la cooperación entre China y América Latina fuese una gran amenaza, y adoptó una actitud de espera y vigilancia sobre si China podía transformar su influencia económica en América Latina en influencia política en el futuro. A través de consultas estratégicas chino-estadounidenses sobre asuntos latinoamericanos, la administración Obama esperaba mejorar la transparencia del comercio y la inversión de China en América Latina. William Burns, el subsecretario de Estado de la administración Obama, dijo en 2011: «No debemos preocuparnos por los intereses económicos asiáticos (chinos) en nuestro hemisferio occidental. La relación existente es transparente y se siguen las reglas».

Con la intensificación de la competencia estratégica entre China y Estados Unidos, EEUU considera cada vez más a China como su mayor competidor y amenaza, y las dos partes en Estados Unidos básicamente han llegado a un consenso sobre esto. El 18 de diciembre de 2017, el primer Informe de estrategia de seguridad nacional publicado por la administración Trump declaró que «la competencia estratégica entre naciones, no el terrorismo, es el tema principal de la seguridad nacional de EEUU”. China es el principal «competidor estratégico». Al mismo tiempo, Estados Unidos considera que el desarrollo de las relaciones chino-latinoamericanas es una amenaza para Estados Unidos. En 2018, el entonces secretario de Estado, Rex Tillerson, acusó abiertamente a China de «buscar ganancias a corto plazo y dependencia a largo plazo de América Latina», calificando a China como un «actor depredador en nuestro hemisferio». La administración Biden ha continuado con la estrategia de Trump de competencia entre grandes potencias, considerando a China como «un competidor que plantea un serio desafío para la prosperidad, la seguridad y los valores democráticos estadounidenses».

Además, Estados Unidos siempre ha considerado el ascenso colectivo de las fuerzas de izquierda en América Latina, especialmente la política antiestadounidense seguida por la izquierda radical en, la estrategia de diversificación de las relaciones exteriores y la política de equilibrio suave contra Estados Unidos como una amenaza a su hegemonía y sus intereses. Con el fortalecimiento de la autonomía estratégica de los países latinoamericanos, el control de los Estados Unidos sobre los asuntos internos y externos de América Latina se está debilitando y es cada vez más difícil para los EEUU obtener la plena cooperación de los países latinoamericanos en su estrategia global. Tomemos como ejemplo el conflicto Rusia-Ucrania. Aunque la mayoría de los países latinoamericanos criticaron las acciones militares de Rusia contra Ucrania, no siguieron a Estados Unidos en temas delicados como las sanciones a Rusia y la ayuda militar a Ucrania, y mantuvieron una posición relativamente independiente. Por lo tanto, en la era post-hegemónica, es un desafío importante para los Estados Unidos fortalecer su influencia y control sobre América Latina y reintroducir a América Latina en el camino estratégico de los Estados Unidos.

Los problemas de seguridad no tradicionales como la inmigración y el contrabando de drogas traídos a los EEUU por la globalización también son desafíos importantes para su seguridad. Entre ellos, los problemas de inmigración no solo causan problemas de seguridad, sino también conflictos políticos y culturales. A algunos conservadores les preocupa que el rápido crecimiento de la población latina desafíe la cultura dominante y la identidad nacional de los EEUU. Esto también hace que Buchanan, Trump y otros políticos conservadores aboguen por la Doctrina Monroe, que es más aislacionista. Desde 2013, debido a la continua recesión económica en América Latina, la intensificación de la pandemia de coronavirus de 2019 y la consecuente recesión económica, y el impacto de la política estadounidense de máxima presión sobre Venezuela, el flujo de inmigrantes irregulares hacia Estados Unidos ha alcanzado niveles sin precedentes y se ha convertido en un factor influyente en un tema importante de la seguridad nacional de los Estados Unidos.

(3) La tendencia a la contracción de la estrategia estadounidense hacia América Latina en la era poshegemónica

El erudito Graham Alison, quien propuso la «trampa de Tucídides», cree que «la esencia de la estrategia es usar recursos para enfrentar desafíos abrumadores». Con el declive de la hegemonía estadounidense y los recursos limitados, la estrategia hacia América Latina se está reduciendo, mostrando una tendencia a volverse cada vez más norteamericana.

Sus políticas se reflejan principalmente en dos aspectos: Primero, la posición de México en la estrategia de Estados Unidos hacia América Latina es cada vez más importante. Estados Unidos ha logrado que la economía de América del Norte esté cada vez más integrada a través del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y el T-MEC revisado. Esto no sólo satisface básicamente las importantes preocupaciones de Estados Unidos sobre seguridad industrial y seguridad energética, sino que también hace que el comercio y la inversión entre EEUU y América Latina se concentren cada vez más en América del Norte. En 2021, México representará el 76% de las importaciones estadounidenses y el 61% de las exportaciones estadounidenses de la región. En la competencia económica entre China y Estados Unidos, la estrategia de Estados Unidos de reconfigurar la cadena industrial global hará de México, América Central y el Caribe los destinos cercanos a la costa, lo que promoverá aún más la integración económica de América del Norte. La segunda es que la región del Gran Caribe ha atraído la atención de la seguridad y la mayor parte de la ayuda de los Estados Unidos. Después de que Obama asumiera el cargo, Estados Unidos firmó varios acuerdos para promover el desarrollo y la seguridad con países de la región y proporcionó una gran cantidad de fondos. Entre ellos, proporcionó 12 mil millones dedólares en ayuda a Colombia en el año fiscal 2000-2021, y un total de 3,3 mil millones en la Iniciativa Mérida dirigida a México y Centroamérica en el año fiscal 2008-2021. Tras la expiración del plan Mérida, Estados Unidos y México renovaron el acuerdo «Marco Bicentenario México-Estados Unidos para la Seguridad, Salud Pública y Comunidades Seguras» en octubre de 2021. En 2010, Estados Unidos separó a Centroamérica del Plan Mérida e implementó la «Iniciativa de Seguridad Regional Centroamericana» y la «Iniciativa de Seguridad de la Cuenca del Caribe».Cuando Biden asumió, prometió aportar al menos 4 mil millones en ayuda, para el desarrollo de Centroamérica y el sur de México.

La contracción de la estrategia estadounidense hacia América Latina es un reflejo realista del declive de su hegemonía. Cuando se presentó la Declaración de Monroe en 1823, el objetivo hegemónico de Estados Unidos era «no contra todo el continente, sino sólo contra América del Norte y el Caribe». Alfred Thayer Mahan, un conocido estratega y teórico geopolítico estadounidense, propuso una vez que «las preocupaciones de seguridad de los EEUU terminan en el río Amazonas, y no hay necesidad de implementar la Doctrina Monroe al sur del río». La proximidad geográfica siempre ha sido valorada por Estados Unidos. Durante la crisis centroamericana de la década de 1980, el entonces secretario de Estado, Schultz, llamó a esta región la «tercera frontera» de los Estados Unidos (tercera frontera), diciendo que «si esta región (Centroamérica) es hostil a nuestro régimen gobernado, o si se convierte en un sitio de disturbios sociales a largo plazo, las implicaciones para nuestra propia economía y sociedad serían de hecho sustanciales». En 1997, el presidente Bill Clinton incluso declaró a los EEUU un «país caribeño». Después del incidente del «9-11», Bush Jr. extendió la «tercera frontera» de los Estados Unidos hasta el Caribe. Con el desarrollo de la globalización, la proximidad geográfica de esta región ha aumentado la influencia mutua de los factores de seguridad. La inestabilidad política y económica, el clima extremo causado por el cambio climático y la propagación de la epidemia han ampliado la influencia mutua entre los países de esta región y han afectado cada vez más la vida cotidiana de los Estados Unidos. Se han vuelto «internacionales y problemas domésticos» para los Estados Unidos. Por ello, fortalecer el foco en esta región se ha convertido en el área prioritaria de la estrategia de EEUU hacia América Latina.

Estrategia de Estados Unidos hacia América Latina en la era poshegemónica

En la era de la poshegemonía, cómo impulsar la hegemonía de Estados Unidos en América Latina es una tarea común que enfrentan los dos partidos. El objetivo planteado por el presidente Obama durante las elecciones de 2008 fue «remodelar el liderazgo de los EEUU en América Latina». El objetivo de la administración Trump de «hacer que EEUU vuelva a ser grande» también se proyecta a América Latina, con el objetivo de devolver la Doctrina Monroe. La administración Biden enfatizó la importancia de la región latinoamericana para EEUU «Debido a los fuertes lazos comerciales, las tradiciones democráticas comunes y los lazos familiares, ninguna región tiene más influencia en EEUU que el hemisferio occidental», y propuso revivir la alianza con América Latina.

En la era poshegemónica, EEUU no ha cambiado fundamentalmente su marco estratégico para la democracia, la prosperidad y la seguridad en América Latina desde el final de la Guerra Fría. Aunque Trump persiguió el realismo de principios y el aislacionismo, buscando acabar con el orden liberal liderado por Estados Unidos y la diplomacia unilateralista teñida de poder, la inercia de la política exterior estadounidense le dificultó subvertir este marco estratégico. El informe de la administración Trump sobre el Marco Estratégico del Hemisferio Occidental publicado en 2020 dejó en claro que «el objetivo principal del compromiso de EEUU con el Hemisferio Occidental es apoyar una región próspera, segura y democrática». Las administraciones de Trump y Biden han adoptado diferentes políticas y tácticas.

(1) Estrategias de Promoción de la Democracia

Promover la democracia no solo está en línea con las características ideológicas de la Doctrina Monroe, sino también una de las estrategias para promover el orden liberal internacional global en el período posterior a la Guerra Fría.

Bajo esta estrategia, Estados Unidos se compromete a evitar «retrocesos democráticos potenciales». E implementar una serie de acciones para promover la democracia a través de la Organización de los Estados Americanos. Entre ellos, la Carta Democrática Americana adoptada en septiembre de 2001 creó una garantía institucional colectiva para la democratización del Hemisferio Occidental. A través de este mecanismo, Estados Unidos desempeñó un papel rol en la promoción de la democracia en las Américas.

Sin embargo, la estrategia de promover la democracia también trae ciertos desafíos a la estrategia de EEUU hacia América Latina. Desde la elección del presidente venezolano Chávez en 1998, un grupo de gobiernos latinoamericanos de izquierda llegó al poder a través de elecciones democráticas, lo que trajo algunos desafíos políticos a los Estados Unidos. Aunque el presidente Trump expresó dudas sobre los beneficios de promover la democracia en los Estados Unidos, los conservadores todavía creen que promover la democracia en América Latina es de interés para los Estados Unidos. En 2022, Colombia, el principal aliado de Estados Unidos en Sudamérica, ha logrado un histórico giro a la izquierda, que ha causado un fuerte malestar en Estados Unidos, pero el senador conservador estadounidense Marco Rubio cree que «mientras haya democracia, Colombia estará bien. Pueden elegir a una persona con la que no estamos de acuerdo, puede que no nos gusten todas las decisiones que toman, pero al final tendrán que gobernarse a sí mismos mediante la moderación de los votantes, los votantes los castigarán a ellos y a su partido. Sin democracia, pueden hacer lo que quieran, eso suele ser lo que desencadena guerras y crisis».

Además, los conservadores también creen que promover la democracia en América Latina es una elección estratégica que Estados Unidos tiene que hacer en la era poshegemónica. En la era de la globalización, es una opción inevitable para los países latinoamericanos fortalecer los lazos económicos con las potencias externas. Cuando Estados Unidos no puede proporcionar a América Latina opciones alternativas para el comercio, la inversión y los préstamos financieros, es imposible pedir a los países latinoamericanos que renuncien a la cooperación con China y otras grandes potencias fuera de la región. Por otro lado, cuando los países latinoamericanos interactúan con China, Estados Unidos supervisa a través de iniciativas anticorrupción, cooperación en seguridad y asistencia en seguridad para asegurarse de que no planteen grandes desafíos de seguridad para Estados Unidos. De hecho, está utilizando la promoción de la democracia como herramienta de hegemonía. Las narrativas de «democracia» y «autoritarismo», o «democracia» y «autoritarismo», diriguiéndose a China y Rusia, fortalecen la unidad de sus aliados e imponen restricciones extremas a Cuba, Venezuela y Nicaragua, lo que Trump llamó el «triángulo de la tiranía». La presión proporciona una excusa. El entonces Secretario de Estado, Pompeo, declaró en su discurso del 2 de diciembre de 2019: «Tratamos de dejar en claro moral y estratégicamente que el autoritarismo es una amenaza en nuestro hemisferio. Es una amenaza para nosotros en los Estados Unidos. No podemos tolerar estos regímenes que invitan a los malos actores y tratan de convertir las democracias aliadas en dictaduras». En su estrategia para promover la democracia, Estados Unidos necesita especialmente ganarse a los países latinoamericanos para expandir el campo de los países «democráticos». En la Cumbre de la Democracia Global convocada por la administración Biden en diciembre de 2021, se invitó a participar a 25 gobiernos y activistas de la sociedad civil de países de América Latina. Estados Unidos apoya a Costa Rica, Panamá y República Dominicana en 2021 para formar la Alianza para el Desarrollo Democrático. En julio de 2022, Estados Unidos tomó la delantera en la firma de un acuerdo para promover la cadena de suministro con los países de la Alianza Democrática, como «la forma más práctica de estimular el crecimiento de la Alianza para el Desarrollo Democrático mientras se promueven los intereses de Estados Unidos».

Aun así, promover la democracia como herramienta estratégica de Estados Unidos en el orden liberal global también es un arma de doble filo. Dado que la democracia es la base de la legitimidad política en el continente americano, la posibilidad de una intervención militar directa de Estados Unidos en la región ha disminuido. Frente a los gobiernos de izquierda en América Latina que llegaron al poder a través de elecciones democráticas, tiene que ampliar su tolerancia hacia las diversas democracias de América Latina. Estados Unidos ha estado insatisfecho durante mucho tiempo con las fuerzas radicales de izquierda en Venezuela que han estado en el poder durante más de 20 años, pero la administración de Obama ha moderado relativamente al gobierno de Chávez y solo lanzó sanciones contra el gobierno de Maduro en una etapa posterior.

De hecho, una estrategia de promoción de la democracia no impediría la intervención de EEUU en América Latina y renegaría de su compromiso con la democracia. Desde principios del siglo XXI, muchos gobiernos de izquierda en América Latina se han enfrentado a «golpes de estado» o crisis políticas controvertidas. Estos países incluyen a Venezuela (2002), Honduras (2009), Paraguay (2012), Brasil (2016), Bolivia (2019) y Perú (2022). Estados Unidos muchas veces no profundiza en la legalidad procesal. En cambio, apoya a gobiernos que llegan al poder después de golpes o crisis en diversos grados.

El enfoque de la estrategia de promoción de la democracia de EEUU ha pasado de promover elecciones democráticas a la gobernabilidad democrática, entre ellos, el fortalecimiento de la gobernabilidad judicial y la lucha contra la corrupción se han convertido en el enfoque de la promoción de la gobernabilidad democrática de la administración Biden en América Latina, especialmente en América Central. El propósito de este cambio es mejorar el nivel de gobernabilidad de los países latinoamericanos y crear un ambiente favorable para la inversión de los Estados Unidos y las empresas. Lo más notable es el Engellist lanzado por Estados Unidos en diciembre de 2020, que se ha convertido en un medio importante para que Estados Unidos tome medidas enérgicas contra los funcionarios corruptos en Centroamérica. Aquellos en la lista de Engel no solo tendrán prohibido ingresar a los Estados Unidos, sino que también pueden estar sujetos a sanciones adicionales, como la congelación de activos. EEUU ha impuesto sanciones judiciales sin precedentes contra funcionarios corruptos en América Latina, incluidos altos funcionarios actuales y exjefes de gobierno en América Latina, como el vicepresidente de Paraguay Hugo Adalberto Velázquez Moreno, el expresidente de Honduras Hernández Juan Orlando Hernande (en el cargo de 2014 a 2022), expresidente de Paraguay Horacio Cartes en el cargo de 2013 a 2018, y expresidente de Panamá Ricardo Martinelli. Sin embargo, el compromiso de la administración Biden con el objetivo a largo plazo de la gobernabilidad democrática también ha causado tensión entre EEUU y los aliados tradicionales, como El Salvador y Guatemala, a corto plazo.

(2) Estrategias de Promoción de la Prosperidad

La prosperidad y la estabilidad de los países latinoamericanos están en los intereses de los Estados Unidos, que es el consenso de todas las administraciones. Esto se considera un medio importante para promover la prosperidad de los EEUU y reducir las amenazas a la seguridad, como la inmigración ilegal y el contrabando de drogas de los países latinoamericanos a los EEUU. También es una necesidad para hacer frente a la penetración y expansión de potencias extranjeras en América Latina. A pesar de esto, EEUU todavía no presta atención continua al desarrollo de América Latina, y la estrategia para promover la prosperidad está más al servicio de la estrategia global de Estados Unidos y el desarrollo económico nacional. China es uno de los mayores factores externos además de los Estados Unidos que afectan a América Latina, especialmente el desarrollo económico. El objetivo principal de la estrategia del gobierno de los Estados Unidos para promover la prosperidad de América Latina es enfrentar los desafíos de China.

La administración Obama utilizó el libre comercio como protección contra la competencia estratégica de China. En noviembre de 2009 y junio de 2013, impulsó sucesivamente las negociaciones de la Asociación Transpacífica (TPP) y la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP), con la esperanza de establecer un acuerdo multilateral transregional que excluya a China. Quiso incorporar a los países latinoamericanos a los pactos transregionales de Estados Unidos, en particular al Acuerdo Transpacífico, que «vincularía los mercados asiáticos de rápido crecimiento con las democracias sólidas de las Américas». Con este fin, el presidente Obama, quien originalmente se oponía al libre comercio, impulsó la ratificación de los tratados de libre comercio bilaterales entre Estados Unidos y Colombia y con Panamá (2012). También apoyó la “Iniciativa del Arco del Pacífico” (2009), que apoya el establecimiento de la Alianza del Pacífico, una organización regional latinoamericana que favorece el libre comercio, y espera que a través de ellos, los países latinoamericanos del Pacífico sean incluidos en el círculo económico dominado por los Estados Unidos.

Hay muchas similitudes en las estrategias de las administraciones de Trump y Biden para promover la prosperidad en América Latina, ambas han pasado del comercio a la inversión y la cooperación en la cadena industrial. Trump, que se opone a la globalización y al libre comercio, se retiró inmediatamente del Acuerdo de Asociación Transpacífico tras asumir el cargo en 2017, lo que provocó el fracaso de la estrategia comercial de Obama y el deseo de Ecuador y Uruguay de negociar tratados de libre comercio con Estados Unidos. En respuesta al desarrollo de la iniciativa «Belt and Road» de China en América Latina, Trump propuso el «Growth in the Americas» (Crecimiento en las Américas) en 2018, que es financiado por la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de los Estados Unidos para promover energía y otras infraestructuras en América Latina. Biden propuso la «Asociación Americana para la Prosperidad Económica». El 27 de enero de 2023, Estados Unidos firmó la Declaración Conjunta sobre la Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica con Barbados, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Dominica, Ecuador, México, Panamá, Perú y Uruguay. Se compromete a «mejorar la diversidad, la sostenibilidad y la resiliencia de las cadenas de suministro y promover la infraestructura de calidad mediante la expansión de los vínculos comerciales regionales». Sin embargo, con los recursos limitados invertidos por Estados Unidos, es cuestionable si puede competir con la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China.

Además, con el fin de mejorar la seguridad de la cadena industrial de EEUU, promover el desacoplamiento de la cadena industrial de China y promover el retorno de las industrias manufactureras, ha adoptado a América Latina como sucesora de Nearshoring y Friendshoring en su estrategia para promover la reestructuración de la cadena industrial global. La administración Trump había planeado lanzar un plan para promover el «regreso a las Américas» de la cadena de producción en el período posterior de la administración, con la intención de utilizar incentivos financieros para alentar a las empresas estadounidenses a transferir instalaciones de producción en Asia a los Estados Unidos y países latinoamericanos, pero hasta ahora no se ha realizado. En abril de 2022, los miembros del Congreso propusieron la Ley de Nearshoring del Hemisferio Occidental, que alentaría a las empresas estadounidenses a trasladar los cambios de su cadena de suministro a América Latina. Los países latinoamericanos han mostrado un profundo interés en la estrategia de subcontratación de los Estados Unidos de near-shoring y friendly-shoring, con la esperanza de beneficiarse del proceso de reestructuración de la cadena industrial global, expandir la inversión y promover el desarrollo de sus propias industrias. Sin embargo, el hecho de que la externalización cercana y amigable en tierra pueda beneficiar a los países latinoamericanos depende de muchas condiciones, como el arbitraje laboral, el apoyo industrial, los acuerdos de libre comercio, las condiciones de inversión y el tamaño del mercado. Con excepción de México y algunos países centroamericanos, es difícil para la mayoría de los países latinoamericanos convertirse en un lugar para la transferencia industrial. Según el informe del Banco Interamericano de Desarrollo, la respuesta es, con la quizás excepción de México, que la reestructuración de la cadena de valor global no traerá beneficios significativos a corto plazo para la región.

(3) Estrategia de seguridad

La seguridad es el principal pilar de la política estadounidense hacia América Latina. A partir de la administración de Obama, ya no incluyó el terrorismo como un problema de seguridad prioritario, sino que consideró los problemas de seguridad no tradicionales, como el contrabando de drogas, el crimen organizado y la inmigración ilegal causada por la apertura de fronteras, como amenazas importantes para la seguridad de Estados Unidos.

Al resolver estos problemas de seguridad no tradicionales, especialmente el de combatir la inmigración ilegal, Trump ha tenido grandes conflictos estratégicos con la administración anterior de Obama y la administración posterior de Biden. Cuando la administración Obama llegó al poder, propuso una reforma migratoria para regularizar la inmigración ilegal. La administración Biden se comprometió a establecer un sistema de inmigración justo, ordenado y humano y fortalecer la asistencia a los países de origen de inmigrantes. «Abordar las causas profundas de la inseguridad humana y la migración irregular, incluida la pobreza, la violencia criminal y la corrupción». La administración Biden también firmó la «Declaración de Los Ángeles sobre Inmigración y Protección» con algunos países latinoamericanos en junio de 2022, buscando el apoyo de los países latinoamericanos para resolver los problemas de inmigración y abogando por compartir la responsabilidad. La administración Trump mostró una fuerte tendencia al aislacionismo en el tema migratorio, promoviendo la construcción del muro fronterizo entre Estados Unidos y México, tratando de excluir a los inmigrantes de la frontera estadounidense y adoptando medidas duras. Por ejemplo, en 2019 amenazó con cortar la ayuda a El Salvador, Guatemala y Honduras en el “Triángulo Norte” de Centroamérica, tratando de obligar a los gobiernos de estos países a frenar el flujo de inmigrantes hacia Estados Unidos y firmó un acuerdo de seguridad de terceros que permite a los Estados Unidos enviar solicitantes de refugiados de terceros países transferidos a estos países. Sin embargo, ninguna estrategia puede resolver los problemas de seguridad que aquejan a los Estados Unidos sin abordar el desequilibrio económico entre los Estados Unidos y los países latinoamericanos y el déficit de gobernabilidad en los países latinoamericanos.

Conclusión

Casi 200 años después de su nacimiento, la «Doctrina Monroe» siempre ha sido la pista central de la política de Estados Unidos hacia América Latina.

En este sentido, es exitosa como estrategia regional. Sin embargo, el éxito de la Doctrina Monroe es difícil de replicar porque está determinado por condiciones geopolíticas especiales. Estados Unidos está geográficamente lejos del centro político del mundo. Tal como dijo el erudito realista ofensivo estadounidense Mearsheimer: «Es difícil para los competidores extranjeros atacar a Estados Unidos al otro lado del océano». Más importante aún, el trasfondo ideológico de la Doctrina Monroe es la política del poder, y la interferencia y el poder son sus características esenciales. En una era en la que los intereses de todos los países son interdependientes en la globalización y hoy se ha establecido el sistema de gobernanza multilateral mundial, aunque la política de poder no se ha eliminado por completo, la mayoría de los países la han dejado de lado. El concepto de cooperación ganar-ganar defendido por una comunidad de destino de la humanidad es el camino correcto para el ascenso de las grandes potencias. El retorno de la Doctrina Monroe por parte de los Estados Unidos y volver a provocar la competencia entre las grandes potencias también va en contra de la tendencia de los tiempos.

La vitalidad a largo plazo de la Doctrina Monroe se basa en la hegemonía de los Estados Unidos. Con el declive de la hegemonía estadounidense, el ascenso de las potencias emergentes y el fortalecimiento de la autonomía estratégica de los países latinoamericanos, la racionalidad de los objetivos de la Doctrina Monroe y la eficacia de sus medios enfrentarán grandes desafíos. Desde la administración de Obama, Estados Unidos ha querido revivir su hegemonía en América Latina, pero debido a las diferencias en las ideas políticas, los conflictos políticos entre los gobiernos estadounidenses se están expandiendo. Este conflicto refleja el conflicto entre las dos teorías del liberalismo y el realismo tras el declive de la hegemonía estadounidense y el dilema de la estrategia estadounidense hacia América Latina. Hay dos opciones para que EEUU salga de este dilema en su estrategia hacia América Latina: o actualizar su concepto diplomático, o revivir la hegemonía.

En la era posterior a la hegemonía, el gobierno de los EEUU eligió unánimemente el objetivo de revivir la hegemonía en América Latina, tratando de restaurar la influencia política y económica. Sin embargo, es muy difícil para los Estados Unidos lograr este objetivo. Primero, hay una falta de ánimo de lucro. A excepción de México, el estatus político y económico de América Latina en los Estados Unidos ha decaído. Tomando como ejemplo las exportaciones de productos minerales, la participación de Estados Unidos en las exportaciones totales de minerales de América Latina cayó del 14,37% en 1990 al 9,51% en 2000 y al 1,8% en 2020. A medida que Estados Unidos logra la autosuficiencia energética en 2019, la importancia de la energía latinoamericana para Estados Unidos ha disminuido significativamente y su participación en las importaciones de petróleo crudo de Estados Unidos ha disminuido del 27,4 % en 2005 al 22,7 % en 2021. La estrategia de EEUU hacia América Latina carece de fines lucrativos y es difícil mantener una continuidad estratégica. Si bien los problemas de seguridad no tradicionales, como la inmigración ilegal, son importantes para la seguridad geopolítica de los Estados Unidos, estos problemas están entrelazados y arraigados, y es difícil resolverlos en el corto plazo, lo que obliga al retorno del aislacionismo estadounidense. En segundo lugar, es difícil para EEUU mantener un equilibrio entre los objetivos globales y regionales, lo que afectará la inversión de EEUU en recursos latinoamericanos. Estados Unidos participa en una competencia estratégica con China en todo el mundo, y la administración Biden está involucrada en el conflicto Rusia-Ucrania, lo que crea incertidumbre sobre cuántos recursos puede proporcionar a América Latina. Cuando el presidente Biden visitó México en enero de 2023, le informó claramente al presidente mexicano: «Nuestra responsabilidad no se limita al hemisferio occidental. Está en Europa central, Asia, Medio Oriente y África. Tenemos múltiples enfoques». Sin embargo, a mediados de 2022, Estados Unidos no ha realizado ninguna inversión, lo que demuestra que la política de Estados Unidos hacia América Latina está estirada.

El regreso de la Doctrina Monroe significa el renacimiento de la política de poder estadounidense, y China, como el mayor factor externo que afecta la economía del Hemisferio Occidental, es el objetivo principal de la Doctrina Monroe después del regreso.

Por lo tanto, China debe evitar que la cooperación China-América Latina caiga en la trampa geopolítica de la Doctrina Monroe. Al mismo tiempo, también debemos ver que, en gran medida, Estados Unidos considera a China como la principal amenaza en el hemisferio occidental debido al miedo y la ansiedad estratégica, en lugar de las acciones reales de China. El principal objetivo de China en América Latina es promover la cooperación económica y comercial, no busca establecer la hegemonía, ni pretende utilizar a los países latinoamericanos para dañar la seguridad de los Estados Unidos. La cooperación entre China y América Latina puede promover la prosperidad y la estabilidad de los países latinoamericanos, y la prosperidad y la estabilidad de América Latina benefician a los intereses de los Estados Unidos. Por lo tanto, es más de interés tanto para China y Estados Unidos como para los países latinoamericanos fortalecer el diálogo estratégico chino-estadounidense y esforzarse por cambiar la percepción de Estados Unidos en lugar de una confrontación directa.

Este artículo fue publicado originalmente en el Número 1, 2023 de «Estudios Latinoamericanos» del Instituto de Estrategia Internacional, Escuela del Partido del Comité Central del Partido Comunista de China

CEPRID https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2786

El director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, luego de rendir homenaje a la los héroes de la Guerra de las Malvinas en su nuevo aniversario, dedica básicamente la columna del Club de La Pluma ha explicitar los grandes cambios tectónicos globales y ha demostrar una realidad incontestable, muy diferente a la nube de falsedades de la propaganda occidental. Una realidad que para EEUU y aliados, es mucho más dura de lo que se habla. Además de que, sí o sí, tendrán que negociar unas nuevas relaciones comerciales, ya que no pueden doblegar a China en ese campo, ni tampoco pueden desengancharse de la maquinaria productiva del gigante asiático y de su entorno.

También nos habla del miedo en Occidente por los cambios en marcha y de su profunda crisis de pensamientos, lo que le origina un cúmulo de incertidumbres al verse enfrentado y sobrepasado por un poderoso Oriente y por sus valores culturales, históricos, filosóficos, políticos y socio económicos, mientras crecen sus inseguridades al comprobar cómo en los 23 años de este siglo, Asia va recuperando el poder y el liderazgo del que fue desplazada hace 200 años. Y cómo la centralidad mundial ha pasado de un modelo euro centrista a un modelo Asia-Pacífico.

Y para argumentar esta realidad, Pereyra Mele desarrolla números muy duros del PBI global y de sus tendencias, que aseguran que en los próximos 10 años, los países asiáticos encabezarán y dominarán los primeros puestos de esa lista. Además hace la contundente comparativa del PIB mundial desde 1975 hasta hoy, dando resultados muy alarmantes y deprimentes para el atlantismo. Y analiza la fragilidad manifiesta del G7 a manos de un “incómodo e indisciplinado” G20. Luego, presenta los datos oficiales de la ONU sobre la evolución de las patentes que muestran cómo Occidente también está perdiendo esta batalla fundamental en el terreno industrial y tecnológico. Sin dejar de lado la gran ofensiva de las monedas locales, con el Yuan a la cabeza, que está haciendo perder el monopolio del dólar en las transacciones comerciales, lo que debilitará aún más -y quizás fatalmente- a las economías occidentales.

Finalmente lanza un claro mensaje a los sudamericanos para que dejen de rendir pleitesía a los inventos y a las ocurrencias de EEUU, tales como la reciente Cumbre de la Democracia, y  para que rechacen las campañas de miedo de los agentes locales del sistema sobre los peligros del cambio. Y para que asuman decisiones trascendentales e históricas que los posicionen en este nuevo mundo real que está cambiando aceleradamente, y que es el único orden geopolítico mundial del que pueden aprovechar beneficios y desarrollos, además de poder defender y valorar, con mejores condiciones, sus recursos naturales y sus capacidades humanas.

Eduardo Bonugli (Madrid, 02/04/23)

DATOS A CONSIDERAR EN UN ANALISIS GEOPOLITICO POR CARLOS PEREYRA MELE

El punto de inflexión paradójicamente se dio con la ultima globalizacion instrumentada por el Hegemon Norteamericano que de acuerdo con su visión de tipo ideológica/teológica usando el llamado “Destino Manifiesto” y de la “Nación Insustituible” creo luego del fin de la URSS que se establece el Siglo XXI como el Siglo “Americano” que en el mismo 2001 (torres gemelas) empezó su propia decadencia con la Guerra infinita y su hiper despliegue militar sobre el planeta tierra, mientras las periferias empezaban a surgir y transformándose primero en Países resistentes a la globalización en su propio territorios luego ejerciendo influencia en su zona o región cercana y finalmente estableciendo líneas rojas 

TOP TEN 2023 PBI GLOBAL

  1. Estados Unidos: 25.035 billones de dólares.
  2. China: 18.321 billones de dólares.
  3. Japón: 4.301 billones de dólares.
  4. Alemania: 4.031 billones de dólares.
  5. India: 3.469 billones de dólares.
  6. Reino Unido: 3.199 billones de dólares.
  7. Francia: 2.778 billones de dólares.
  8. Canadá: 2.200 billones de dólares.

G7 VERSUS BRICS y G20

El G7 queda frenado en sus posiciones mientras va perdiendo peso en la economía a nivel global, recordemos que en 1975 cuando se creó, representaba el 70% del PIB mundial, en 2000 el 55% y hoy representa el 46%.

Los BRICS, que a inicios de 2000 contaban con el 8% del PIB global, hoy cuentan con más del 22% y el 42% de la población a nivel mundial, en este escenario van tomando fuerza en el plano geopolítico con una proyección de superar económicamente al G7 en la próxima década

Pero el mayor éxito se ve en que los BRICS mas el acuerdo de Cooperación de Shangai, mas la incorporación próximamente de Países africanos Asiáticos y Latinoamericanos supera ampliamente al G7 LA CLAVE A TENER EN CUENTA ES EL G20

PATENTES 2000 y en el 2023

Dato de ONU año 2000 Oficina de Patentes: el 75% patente eran 50% EEUU luego Alemania Japón; y mas lejos: Israel, Suiza, China solo el 1%. Año 2020 En los últimos 3 años casi la mitad de las patentes y luego están los Modelos de utilidad debajo de protección de las patentes 95% de las presentadas Huawei 5G la empresa que mas presenta patentes 3G correo electrónico (europa Siemens/Nokia) 4G (EEUU-Apple/Samsung 5G (ZTE Huawei las 2 China) EEUU creo una agencia de la CIA para controlar a Huawei

La importancia de la información para tomas de decisiones

China en la economía mundial es que es la principal socia comercial de 144 países en el mundo sobre 192 representados en Naciones Unidas; y por eso responde por 35% del crecimiento de la economía global en la última década, y al mismo tiempo el intercambio bilateral con EE.UU. ascendió el año pasado a US$639.490 millones, récord histórico absoluto.

Por JOAQUÍN LABARTA LIPRANDI(*) El autor autoriza su publicación en Dossier Geopolitico

Semana tras semana, escuchamos a dirigentes de todo el arco político destacar la importancia de los recursos naturales con los que aún cuenta, en forma cuantiosa, la Argentina. Todos hablan del litio, de Vaca Muerta, del acuífero guaraní o de la Antártida como reservorio mundial de agua dulce, entre otros. Todos, bajo diferentes ópticas, centran las posibilidades de desarrollo y generación de divisas en ellos. Pero, casi nadie nos cuenta que para poder disponer de esos valiosos y estratégicos recursos para todos los argentinos, debemos cuidarlos y defenderlos de las apetencias foráneas, y también de algunas ambiciones internas, que no logran imaginar su aprovechamiento en beneficio de las grandes mayorías. La defensa de estos recursos en el mundo actual requerirá, cada vez más, de una inversión creciente y sostenida en insumos de defensa y capacitación de nuestras fuerzas armadas.

La disputa actual por la soberanía de nuestra patria está situada centralmente en el Atlántico Sur. La vigencia del Tratado Antártico concluye en 2048, que es a la vuelta de la esquina. En ese momento nuestras soberanas pretensiones coincidirán con las del Reino Unido de Gran Bretaña y la hermana República de Chile. Quienes no lleguen a esa instancia con musculatura política y militar, perderán la batalla por los recursos, y por ende, por la soberanía y por nuestra segunda y definitiva independencia. Es nuestra responsabilidad como dirigentes generar la diplomacia y utilizar los factores de presión políticos en ese sentido, factores a los que debemos agregarle uno clave y con frecuencia olvidado, que es el militar disuasivo.

El mundo no parece dirigirse hacia un idilio pacifista, menos aún en las zonas ricas en recursos naturales estratégicos. Continuar siendo una región de paz dependerá en gran parte de nuestro poder militar disuasivo. Como en cualquier negociación, más aún en las diplomáticas, las posibilidades de obtener el mayor rédito para la patria no solo estarán dadas por la destreza del negociador o negociadores, sino por su respaldo y fortaleza. Pretender negociar, con algún mínimo éxito, en un país que ha visto disminuida su capacidad disuasiva real, es por lo menos ingenuo.

Por eso nuestra tesis, que parece provocadora, es en realidad una obviedad. Argentina necesita invertir en la recuperación de sistemas de armas perdidos o debilitados, ya que la inversión en defensa, hoy, es infinitamente más económica que el riesgo que suscita no poder preservar nuestros recursos estratégicos.

Debemos recuperar con urgencia la capacidad de operar cazas bombarderos interceptores. Necesitamos recuperar la capacidad submarina y así realizar la plena vigilancia y control de nuestra plataforma marítima. Las adquisiciones necesarias para la recuperación de sistemas de armas necesitan, a su vez, de aliados regionales e internacionales dispuestos a transferir tecnología.

También necesitamos de la ciencia e investigación aplicadas a la defensa, ya que sin proyección militar sobre el Atlántico Sur, nuestros recursos estratégicos están en peligro. Estamos trabajando en ese sentido, pero la tarea no debe detenerse bajo ningún punto de vista.

La Ley del Fondo Nacional de la Defensa (FONDEF) es un paso enorme en este sentido. El Proyecto de Presupuesto 2023 contempla $160.000 millones para inversión en recuperación, modernización y/o incorporación de material. Entre los proyectos a destacar se encuentra la construcción de un buque logístico polar, complementario al rompehielos Almirante Irízar, para ampliar la capacidad de transporte en las campañas antárticas. En el astillero estatal Tandanor se encuentra en desarrollo el proyecto del buque polar de apoyo logístico antártico, con capacidad para el transporte de 12.000 toneladas y hangar para dos helicópteros Sea King, con el fin de fortalecer el abastecimiento a las doce bases argentinas en el continente antártico.

Otro proyecto central es la modernización y recuperación de la Base Conjunta Petrel, que pasará a ser permanente. El plan es convertirla en el polo logístico más importante de la Antártida. Esta base se encuentra en una ubicación estratégica y volverá a ser permanente en el invierno de 2023, luego de 48 años de inactividad, producto de un incendio en 1974. Petrel debería ser el corazón argentino en la Antártida, con dos pistas de aterrizaje cruzadas, para potenciar su operatividad ante inclemencias climáticas, y una base modelo, completamente modernizada. Tanto la construcción de una nueva base, como las pistas, están entre nuestros objetivos de corto plazo en el Ministerio de Defensa.

Por último, la Base Naval Integrada de Ushuaia, emplazada en un punto estratégico para todas las naciones con proyección antártica, prevé la construcción de un muelle y la incorporación de maquinarias y equipos para asistencia logística, con el objetivo de prestar servicios a terceros países.

La mención de estos 3 proyectos, entre los actuales 91 en curso con financiamiento FONDEF, no es casual. Responde a la visión bicontinental que la Argentina debe instaurar de cara a las disputas actuales y próximas en el Atlántico Sur, de las cuales seremos o bien activos participantes, o bien víctimas inermes.

Potenciar la innovación productiva, sustituir importaciones y adquirir capacidades productivas y tecnológicas es el objetivo primordial. No solo en términos de recursos, sino de decisión política de todo el arco nacional para que estos objetivos se concreten.

Quienes deseamos la paz y continuar siendo una región de paz en el mundo, debemos ser los mayores propulsores de la recuperación de las capacidades militares argentinas, ya que nuestra indefensión conjugada con nuestros vastos recursos naturales, son una invitación al desastre. De nuestra generación depende reaccionar por el futuro de las próximas.

(*) JOAQUÍN LABARTA LIPRANDI Abogado y Escribano, se ha desempeñado como Director General de Administración para la Logística del Ministerio de Defensa en dos oportunidades y actualmente es Subsecretario del Servicio Logístico de la Defensa.

Originalmente fue publicado en el Destape Web

La periodista amiga del Tanque de Ideas Dossier Geopolitico, Eleonora Gosman analiza la propuesta de Paz de Brasil que está estudiando el Gobierno Ruso, desde San pablo Brasil

SAN PABLO (ELEONORA GOSMAN).-El vicecanciller ruso Mikhail Galuzin reconoció hoy que el gobierno de Vladimir Putin analiza la propuesta de paz que el presidente Lula da Silva propone como salida para la guerra con Ucrania iniciada hace un año.  En declaraciones a la agencia Tass, una herencia del pasado soviético, el diplomático dio señales de que el Kremlin estaría interesado en buscar salidas. Es cierto que el alto funcionario eligió mencionar el tema este jueves, justamente horas antes que la Asamblea Extraordinaria de las Naciones Unidas votara la nueva resolución sobre el conflicto.

Brasil tuvo un éxito: la advertencia de la ONU, contra la invasión rusa a Ucrania contiene la enmienda propuesta por la diplomacia de Itamaraty.  Insta específicamente “al cese de las hostilidades” y recalca “la necesidad de alcanzar cuanto antes una paz general, justa y duradera en Ucrania, en consonancia con los principios de la Carta de las Naciones Unidas”. Fue justamente ese punto el que pareció convencer a Galuzin del papel que eventualmente podría jugar Lula da Silva con otros presidentes en la intermediación entre las partes.

“Me gustaría señalar que Rusia valoriza la posición de equilibrio de Brasil en la actual situación internacional, y su rechazo a medidas coercitivas unilaterales que tomó Estados Unidos y sus aliados contra nuestro país. Apreciamos también la recusación de Brasil de proveer de armas y municiones para el régimen de Kiev” sostuvo Galuzin.

Vale recordar que el comunicado conjunto firmado entre Lula y el presidente Joe Biden, durante la visita del brasileño a Washington hace 12 días, ambos jefes de Estado manifestaron que “lamentan la violación de la integridad territorial de Ucrania por Rusia y el anexado posterior de partes de su territorio, como violaciones flagrantes del derecho internacional”. Los jefes de Estado coincidieron en “demandar una paz justa y duradera”.

Muchos especialistas han notado una cierta “suavidad” del término “lamentar” frente al de “condenar”, utilizado en la jerga de estas declaraciones. Y adjudicaron esa connotación más leve al efectivo interés de Brasil de formar un “Club de Paz”, con aquellas naciones que puedan servir con eficacia en la intermediación entre ambos contendientes.

A diferencia de las demandas norteamericana y europea, Brasil no llama a la inmediata salida de las tropas rusas de territorio ucraniano. Plantea, en cambio, el “cese de las hostilidades” como condición sine qua non para dar inicio a las negociaciones. El vicecanciller ruso indicó, en ese sentido que la mediación propuesta por Brasil “en base a los intereses de todos los actores” merece el respeto de Moscú.

Los primeros días de marzo (posiblemente entre el 10 y el 15), Lula viajará a China y se encontrará con Xi Jinping, en una visita de Estado. Así como ocurrió con Biden, en la Casa Blanca, a quien le planteó la integración del “club de paz”, el gobernante brasileño le presentará la misma propuesta a su colega chino.

No obstante, a juzgar por las declaraciones del canciller ucraniano Mytro Kuleba, las intenciones de su país no parecen ser las de avanzar en la línea de la paz. En la Asamblea de la Onu dijo que cada paso se puede implementar en la medida en que exista una fuerte voluntad de paz. Y eso, agregó, implica “dejar de esconderse detrás de la máscara de la neutralidad”. Añadió en ese sentido que “los llamados a evitar la entrega de armas y municiones a Ucrania están muy fuera de lugar. Es perfectamente legítimo ayudar a una nación que ha sido atacada y se está defendiendo. Además, es ilegal y contrario a la Carta de la ONU dar ayuda militar al agresor”.

Brasil, y específicamente el propio Lula, jamás justificaron a Moscú por la invasión al país vecino. Pero, con el nuevo presidente que inició su tercer mandato el 1º de enero, se impuso la idea de la viabilidad de “una intermediación”. Tal como indican los medios locales, la recepción de esa iniciativa en Occidente fue cuanto menos “fría”. Linda Thomas-Greenfield, representante de Estados Unidos, expresó el relativo interés norteamericano de llegar a una paz en los términos planteados por la diplomacia brasileña. “En el primer aniversario de este conflicto, veremos dónde están las naciones del mundo que dicen defender la paz en Ucrania”. Añadió que Estados Unidos le había pedido a Rusia que se detuviera, que retrocediera hasta sus fronteras y enviara sus tropas, tanques y aviones de regreso a sus cuarteles. “Por entonces, solicitamos que trajera diplomáticos a la mesa de negociaciones, pero ya era demasiado tarde: el presidente Putin había elegido la guerra”. Contrario a lo que sería una opción por la paz, Washington sugirió hoy que formulará un paquete de nuevas sanciones contra Moscú, en el marco de la próxima realización del G20.

En su columna del Club de La Pluma, el director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele analiza porqué el titular del momento es la DESOCCIDENTALIZACIÓN DEL MUNDO. Y para ello desmenuza el avance estratégico y aplastante de China y Asia en todos los campos, y también la derrota de la OTAN en Ucrania. Al respecto, aporta datos concretos e irrefutables de responsables anglosajones, como la agencia israelí Mossad, quién confirmó que por cada ruso que cae, son 8 los ucranianos fuera de combate, ya sea en muertos, heridos o prisioneros. Lo que destruye la propaganda mediática anglosajona sobre la supuesta y aplastante derrota de Putin. Por el contrario, Rusia ya ha ocupado y consolidado el 20% del territorio de Ucrania, quién se ha quedado sin economía y sin infraestructuras. Y que sobrevive sólo gracias al dinero y a las armas que le suministra la OTAN, a cambio de una lealtad suicida que ha costado 157.000 muertos y 300 mil heridos gracias a la temeraria y cruel complicidad de su presidente Zelensky.

También, nuestro director  profundiza en los cambios globales que marca la actual caída de Occidente luego de la desaparición de la URSS, hace 30 años, cuando pretendía controlar el globo terráqueo e imponerse definitivamente al resto de naciones, por los siglos de los siglos. Sin embargo, el éxito de las nuevas organizaciones estratégicas del sudeste asiático con China, a la cabeza y el gran desarrollo de sus proyectos, como la nueva Ruta y Cinturon de La Seda, además del resurgir de Rusia, marcan el fin de aquellos sueños imperiales .

Además, analiza cómo se agota el poder colonial de los últimos siglos y que estos cambios significan el gran ocaso de Occidente, gracias a una ola de transformaciones que se extiende además por los países árabes, las petromonarquías, Irán, La India, Turquía, África y hasta Latinoamérica.

También Pereyra Mele aborda la crisis interna de EEUU, tanto económica como política y toda su incapacidad para resolverlas. Sobre la situación de Europa nos dice que va camino a tener menos importancia estratégica que la que tenía antes del siglo XIX.

Y que se puede transformar  en lo que fue Grecia para  la Roma imperial o sea, un lugar de turismo de las elites, un sitio de visita para ver tiempos idos que ya no volverán y de  viejas glorias que ya no existen.

Eduardo Bonugli (Madrid, 19/02/23)

Guerra contra Rusia en Ucrania 30 países no lograron el objetivo de destruir y derrotar a Rusia

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La estructura de equivalencia política entre Occidente y no Occidente se fortalece cada vez más y se está convirtiendo en una característica importante de la política mundial en la tercera década del siglo XXI . Por supuesto, el mundo en 2023 no será tranquilo, pero en cualquier caso, en medio de la «desoccidentalización», los cambios importantes que no se han visto en un siglo continuarán evolucionando de manera irreversible, escribe el experto del Valdai Club Wang Wen.(*)

La importancia mundial de 2022 se ha subestimado enormemente. La importancia de este año para la historia mundial supera con creces la de 2001, cuando ocurrieron los atentados del 11 de septiembre, o la de 2008, cuando estalló la crisis financiera internacional. Puede ser comparable a 1991, cuando terminó la Guerra Fría. Si hay una palabra clave, es “desoccidentalización”.

La “desoccidentalización” en 2022 no se limita al uso por parte de Rusia de métodos militares radicales para tratar de romper el orden internacional dominado por la hegemonía estadounidense; de ​​hecho, después de soportar decenas de miles de sanciones occidentales, Rusia está acelerando su política hacia el este y la integración de la Unión Económica Euroasiática: los países no occidentales están mostrando una independencia sin precedentes, así como un impulso compartido.

En China, después de la exitosa convocatoria del 20.º Congreso Nacional del Partido Comunista de China, esta potencia en ascenso está intentando por todos los medios superar los efectos del Covid-19 y su recesión económica, y sigue avanzando de manera constante hacia el objetivo de ser un poder socialista moderno en 2050.

Sin embargo, China no está sola en la búsqueda de un camino independiente para promover su propia estrategia de ascenso; se le unen la mayoría de los países no occidentales.

En América Latina, el líder de izquierda Lula volvió a ganar las elecciones presidenciales de Brasil después de más de una década. Dado que han llegado al poder gobiernos de izquierda en México, Argentina, Chile, Honduras, Colombia y otros países, se puede decir que países que representan más del 80% de la población de América Latina se han “girado a la izquierda” en años recientes. Abogan tanto por mantener la distancia con EE.UU. como por promover el proceso de independencia e integración latinoamericana.

En el Sudeste Asiático, los países de la ASEAN organizaron con éxito la Cumbre de la ASEAN, la Cumbre del G20 y la Reunión de la APEC a fines de 2022, manteniendo la misma distancia de China y los EE. ”.

En Asia Central, en 2022, los cinco países continuaron fortaleciendo el mecanismo de consulta de jefes de estado y firmaron una serie de documentos importantes como el “Tratado de Desarrollo , Amistad, Buena Vecindad y Cooperación de Asia Central del Siglo XXI”, manteniendo la misma distancia de Rusia, Estados Unidos, Europa y otros países

En Medio Oriente, 22 países del mundo árabe, luego de vivir la llamada “Guerra contra el Terror” de Washington y la “Primavera Árabe” en las dos primeras décadas del siglo XXI, comenzaron a enfocarse en la transformación estratégica de la independencia y “desarrollo de una sola mente”. Por ejemplo, países como Arabia Saudita y Qatar tienen la “Visión 2030”, mientras que el “Plan 2035” de Irak, la “Visión 2035” de Kuwait, la “Visión 2040” de Omán y la “Visión 2050” de los Emiratos Árabes Unidos están elevando el desarrollo expectativas del mundo árabe. A fines de 2022, la Copa del Mundo en Qatar, la Cumbre China-Estados Árabes y la Cumbre del Consejo de Cooperación China-Estados Árabes del Golfo elevaron la influencia global del mundo árabe a alturas sin precedentes.

En África, 2022 marcó el vigésimo aniversario de la fundación de la Unión Africana, y la estrategia de desarrollo de «Superación personal unida, desarrollo independiente» es más firme.

Muchas potencias regionales también albergan el sueño de ser una gran potencia y mantienen la distancia necesaria con Occidente. Por ejemplo, Turquía aprovechó el conflicto entre Rusia y Ucrania para potenciar de forma integral su influencia global.

India busca un equilibrio entre Oriente y Occidente, y ha resistido la presión de Occidente para adoptar sus sanciones conjuntas contra Rusia, mantuvo una política exterior independiente de relativa cooperación con China y Rusia, y continúa asumiendo la presidencia rotatoria. del Consejo de Seguridad de la ONU y el G20 a fines de 2022, enfrentando una gran oportunidad para aumentar la influencia de las potencias globales.

«Los medios occidentales siempre describen el escenario G2 de competencia chino-estadounidense. De hecho, la situación real es que el mundo presenta un escenario de doble vía de “hegemonía occidental” versus “desarrollo independiente desoccidentalizado”.Occidente no tiene manera de detener esta tendencia.»

 En muchas de las grandes crisis internacionales que han ocurrido en el siglo pasado, Estados Unidos ha sido líder mundial, hasta la tercera década del siglo XXI . En la crisis de Covid-19 y la crisis en Ucrania, el liderazgo de los Estados Unidos no puede convencer al mundo. Por el contrario, Estados Unidos enfrenta grandes desafíos sin precedentes en su propia lucha contra el Covid-19, los conflictos raciales, la búsqueda de la recuperación económica y el mantenimiento del orden político.

La participación de Europa en la economía global ha caído a un nivel no visto desde el siglo XIX . En 2022, el PIB de la India superará al del Reino Unido, y un indio étnico se convirtió en primer ministro del Reino Unido. Algunos lo llaman “el contraataque de la tierra colonizada”, si no es venganza.

En 2020, China ocupó el primer lugar en el mundo como fuente de IED, y ya ocupó el primer lugar en valor de producción industrial y comercio total de bienes. Por primera vez en la historia, EE. UU. y sus pares occidentales ya no podían presumir de ser las principales fuentes de inversión extranjera.

En los últimos años, China también ha superado con frecuencia a los países occidentales en la atracción de capital extranjero, mostrando una ventaja nacional sin precedentes con los fondos internacionales más atractivos. Se puede ver que el “capital” no siempre está encerrado en Occidente.

En 2022 entró en vigor el Acuerdo Regional de Asociación Económica Integral (RCEP). Refleja la pérdida del monopolio de Occidente sobre el libre comercio internacional.

La “independencia” del desarrollo político y la “desoccidentalización” de las economías regionales van acompañadas de la “desdolarización” del comercio global y la “desamericanización” de la tecnología.

En el segundo trimestre de 2022, la participación del dólar estadounidense en los activos de reserva internacional representó el 59,53 %, muy por debajo del 72,7 % que representó en 2001; ha caído a su punto más bajo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En la cuarta revolución industrial, EE. UU. y los países europeos también han perdido su monopolio absoluto en tecnología inteligente, computación cuántica, Big Data, 5G, etc.

«Desde la integración de las economías regionales hasta una mayor influencia global, y desde la independencia diplomática hasta las expectativas de desarrollo futuro, nunca ha habido un período en la historia mundial como a principios de la década de 2020, cuando el mundo no occidental presenta tal vigor en su desarrollo y vitalidad en su crecimiento independiente.»

El florecimiento de los países no occidentales no responde necesariamente a la hegemonía occidental a través de la confrontación, el conflicto o los controles y equilibrios. En cambio, todos se centran en deshacerse del control occidental, tomando sus propios intereses nacionales como centro estratégico y confiando en el despertar político. La democracia política internacional y el respeto mutuo son las principales demandas de los países no occidentales.

La estructura de equivalencia política entre Occidente y no Occidente se fortalece cada vez más y se está convirtiendo en una característica importante de la política mundial en la tercera década del siglo XXI . Por supuesto, el mundo en 2023 no será tranquilo, pero en cualquier caso, en medio de la “desoccidentalización”, los cambios importantes que no se han visto en un siglo seguirán evolucionando de manera irreversible.

(*) Wang Wen China – Decano Ejecutivo del Instituto Chongyang de Estudios Financieros (RDCY), Vicedecano de la Escuela de la Ruta de la Seda, Universidad Renmin de China.

Club Valdai: Fuente original https://valdaiclub.com/a/highlights/a-new-era-of-de-westernization/?sphrase_id=1457191

Marco Carnelos* – Middle East EyeTraducido para el CEPRID por María Valdés

Es muy probable que 2022 sea recordado como uno de los años cruciales del siglo XXI. Se sentará junto con 2001 (ataques del 11 de septiembre), 2008 (la crisis financiera mundial) y 2020 (la pandemia de Covid). Será recordado como el primer año después de más de tres décadas en el que el riesgo geopolítico ya no pudo descontarse  de las consideraciones económicas y financieras. La geopolítica importa y hoy en día es mucho más que una consideración en el sector corporativo. El año pasado probablemente será visto como un punto de inflexión, cuando el mundo comenzó su cambio tectónico de un orden unipolar posterior a la Guerra Fría a uno multipolar aún indefinido e incierto.

Durante las últimas tres décadas más o menos, el orden mundial se ha construido sobre tres pilares principales: la hegemonía indiscutible de Estados Unidos; la globalización como su orden económico no discutido; y el dólar estadounidense como moneda de reserva mundial indiscutible y cámara de compensación financiera. Ahora todos están siendo interrogados.

Transición evolutiva

En 2022, terminó una fiesta de tres décadas, con baja inflación, bajas tasas de interés, bajos precios de las materias primas, impresión de dinero sin restricciones y flexibilización cuantitativa masiva. La perspectiva ahora es diferente. Los líderes y los tomadores de decisiones parecen despistados y desorientados, sin mencionar a las personas a las que gobiernan. Es un estado mental descrito como zeteofobia: una parálisis frente a elecciones que alteran la vida.

Según el profesor Barry Buzan, coautor de The Making of Global International Relations , el llamado orden mundial basado en reglas, y hasta ahora liderado por Estados Unidos, está soportando una transición evolutiva en la que «Chin , India y el mundo islámico están reclamando su estatus cultural… no solo su riqueza y poder… sino también [re]-adquirir la autonomía cultural que habían perdido”.

Es vergonzoso, un verdadero accidente de la historia, que el conflicto en Ucrania haya sido el catalizador de tal “recuperación de la autonomía cultural”. El resultado neto ha sido una política global fracturada, que ha colocado al Occidente Global y al Resto Global en dos caminos diferentes con respecto al conflicto y otros problemas globales.

Nada simbolizó mejor esta división que los patrones de votación en diferentes organismos de la ONU con respecto al conflicto. El Resto Global no creyó la narrativa del Occidente Global sobre el conflicto como un punto de inflexión de la historia, donde las democracias están llamadas a unirse para enfrentar el asalto de las autocracias. Tampoco compraron las sanciones adoptadas para castigar a Rusia.

Las percepciones centradas en Occidente de los acontecimientos mundiales han sido descartadas por completo por primera vez. Un ministro de Relaciones Exteriores de una de las naciones BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) lo resumió de manera inequívoca: los problemas de Europa y Estados Unidos ya no son los problemas del mundo entero.

La dialéctica entre Occidente Global y Resto Global será uno de los principales motores geopolíticos de los próximos años, con la competencia entre EEUU y China como piedra angular.

Se prevé un realineamiento del equilibrio de poder en torno a una confrontación BRICS-G7. Hay una larga lista de países deseosos de unirse a los BRICS. La mayoría de ellos, curiosamente, son socios o aliados tradicionales de Estados Unidos: Argentina, Egipto, Arabia Saudita, Turquía y Emiratos Árabes Unidos.

¿El fin de la globalización?

También fue el año que marcó el final abrupto de tres décadas de Rusia acercándose a Occidente. Quién perdió Rusia en 2022, o por qué Rusia se perdió a sí misma, podría convertirse en tema de investigación para generaciones de historiadores.

En cuanto al pilar económico del orden mundial, lo mínimo que se puede decir es que si la integración rusa con Occidente está muerta, entonces la globalización no goza de buena salud. Algunos expertos incluso han escrito su obituario.

En las últimas décadas, la economía real mundial ha trabajado sobre dos relaciones esenciales: Rusia suministrando energía barata a la UE; y enormes flujos comerciales entre China por un lado y la UE y EEUU por el otro. El primero ha terminado, el segundo está bajo asalto.

Se espera que los suministros de energía de Rusia caigan a cero en 2023, y es muy incierto si se restablecerán pronto, o incluso si se restablecerán en absoluto. Cualquier alternativa, verde o no verde, será más costosa, una condición que también podría afectar la competitividad general de la UE.

En cuanto a los mercados de EEUU y China, se están formando algunas nubes. La Ley de Reducción de la Inflación de EEUU está recreando las tensiones comerciales transatlánticas, mientras que la Ley de Chips y Ciencia, promulgada en agosto pasado por la administración Biden, se asemeja a una guerra tecnológica contra China.

La economía de EEUU se ha disparado debido a su relación comercial con China. El sector corporativo de Estados Unidos ha subcontratado en gran medida la producción a China, convirtiendo a este último en el taller de los EEUU.

Todos estaban contentos: los chinos, con sus crecientes volúmenes de exportación y por obtener el conocimiento tecnológico estadounidense; los consumidores estadounidenses, con su oferta de productos baratos comprados con crédito barato (tasas de interés bajas o nulas); las corporaciones estadounidenses, con sus enormes ganancias obtenidas a través de los costos laborales chinos baratos; y, por último, el Tesoro de EEUU, con bonos de hasta 1 billón de dólares suscritos por el gobierno chino.

Ahora todo está en riesgo. Según los responsables estadounidenses, China es ahora la principal amenaza a la que se enfrentará Estados Unidos en el siglo XXI, una valoración que, en cierta medida, también comparte la UE.

Efectivamente, en solo una generación, China pasó de una economía campesina pobre especializada en productos intensivos en mano de obra a una avanzada, solo superada por Estados Unidos. Beijing es líder en comunicación 5G, baterías para vehículos eléctricos y paneles solares para la generación de energía renovable, sin mencionar la inteligencia artificial. Todos los sectores top que decidirán quién liderará la cuarta revolución industrial.

El dilema de Europa

Hay riesgos crecientes de bloques comerciales que compiten entre sí, lo que provoca turbulencias en los mercados de productos básicos, energía y alimentos, con posibles consecuencias negativas adicionales para las cadenas de suministro mundiales.

El debate sobre la amenaza de China ha terminado en Washington y no hay evidencia empírica que pueda empujar al establishment estadounidense a revisar su evaluación. En Europa, todavía hay sentimientos encontrados.

En cualquier caso, en 2023 Europa se enfrentará a un duro dilema: alinearse de lleno con la narrativa estadounidense sobre la amenaza china y, en consecuencia, revisar su postura del mismo modo que lo hizo con Rusia y pagar consecuencias económicas aún más nefastas; o seguir un enfoque más matizado. Este será uno de los desarrollos geopolíticos más importantes a observar.

Una guerra económica, financiera y tecnológica entre EEUU y la UE por un lado y China por el otro es lo último que necesitaría la economía mundial en un momento así.

El orden financiero mundial también está bajo ataque. Los BRICS y algunos otros países que aspiran a unirse (BRICS plus) aparentemente están decididos a liberarse de un sistema controlado exclusivamente por los EEUU utilizando monedas alternativas al dólar y redes comerciales y financieras alternativas al Swift controlado por Occidente y las cámaras de compensación estadounidenses para pagos.

Aparentemente, esto comenzó con el comercio de productos básicos, particularmente en energía. El presidente de China, Xi Jinping, realizó recientemente una visita a Arabia Saudita, donde también se reunió con todos los demás líderes del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG).

Su discurso sentó las bases para el nacimiento del  petroyuan , destinado a competir con el petrodólar. Propuso “un nuevo paradigma de cooperación energética en todas las dimensiones” que en tres a cinco años debería fortalecer la cooperación energética China-CCG en el sector upstream, en servicios de ingeniería, así como downstream, en transporte y refinería.

Incluso propuso la Bolsa de Petróleo y Gas Natural de Shanghái como plataforma para la liquidación en yuanes del comercio de petróleo y gas.

El déficit de 31 billones de dólares de Estados Unidos

Los analistas de Credit Suisse han llamado la atención sobre el posible impacto en el dólar estadounidense si todo el petróleo y el gas enviados a China se facturan en renminbi. India, Rusia y Brasil, ahora gobernados nuevamente por Luiz Inácio Lula da Silva, podrían seguir.

¿Qué le sucedería al dólar estadounidense si el Banco Popular de China, la Autoridad Monetaria de Hong Kong, el Banco de Tailandia y el Banco Central de los Emiratos Árabes Unidos crearan monedas digitales del banco central que permitieran transacciones transfronterizas, entre pares y en tiempo real, y transacciones de divisas sin involucrar la moneda estadounidense y la red de bancos correspondientes administrados por el sistema del dólar estadounidense?

¿Cómo manejaría Estados Unidos su déficit, que esta semana  alcanzó un máximo de 31,4 billones de dólares, si no solo surgieran bloques comerciales opuestos sino también sistemas financieros alternativos?

Este cambio tectónico ahora se llama la competencia de las grandes potencias . La competencia parece una palabra tan tranquilizadora. Evoca el deporte, un ambiente regido por el juego limpio, donde los jugadores se dan la mano después del partido. Desafortunadamente, la política global se lleva a cabo en un campo de juego muy diferente. Los intereses en conflicto pueden tomar un giro peligroso, y lo que hemos estado viendo hasta ahora es todo menos juego limpio.

Más bien, parece más un peligroso juego de suma cero.

Marco Carnelos* es un exdiplomático italiano. 

Ha sido asignado a Somalia, Australia y las Naciones Unidas. Formó parte del personal de política exterior de tres primeros ministros italianos entre 1995 y 2011. Más recientemente, fue enviado especial coordinador del proceso de paz de Oriente Medio para Siria para el gobierno italiano y, hasta noviembre de 2017, embajador de Italia en Irak.

Fuente CEPRID https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2761

El director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, adelanta el inicio de la temporada 2023 de su columna del Club de La Pluma atendiendo a las circunstancias gravísimas del momento y a los profundos cambios estratégicos y geopolíticos que se están produciendo en el mundo, con EEUU presionando para arrastrar a las naciones a sus guerras proxys y amenazándolas con que: “… están conmigo o sin migo”

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Y es que durante estas semanas, el frente de la guerra en Europa ha dado varios vuelcos decisorios, nada favorables al eje anglosajón y a sus 30 países subordinados. Mientras la madre historia nos recuerda que contra Napoleón, Rusia llegó hasta París, y que contra Hitler lo hizo hasta Berlín. Por lo que  es muy posible que -pronto o más tarde- la capital de Ucrania padezca el mismo destino, cumpliéndose la lógica trágica de que todo país periférico utilizado como herramienta de Washington, termina siempre siendo “el pato de la boda”. Y dejando en evidencia a este “Oxidente” sin ideas y sin doctrina, que ha entrado en un callejón sin salida y con pocas posibilidades de éxito.

Sobre América del Sur, Pereyra Mele nos relata la ola de indignación por las descaradas declaraciones de la general Laura Richardson, jefa del comando Sur de EEUU, quién ha advertido a los suramericanos sobre cuáles son los intereses estratégicos que tiene su país en la región y cuáles son las riquezas naturales que no pueden estar disponible para adversarios suyos, en una actuación prepotente contraria a toda diplomacia y dejando claro que se sienten dueños absolutos de esta parte del mundo.
Luego reconoce que el continente sigue estando en conflictividad como quedó demostrado con la banda de forajidos terroristas en Brasilia, con el apoyo de algunos miembros de las fuerzas armadas y de sectores económicos, lo que viene a demostrar que “nada está atado ni nada es seguro en nuestra región.

Y continúa su relato por Perú y sus movilizaciones populares contra el gobierno ilegítimo que ya ha asesinado a 60 personas. Nos habla del fuerte apoyo de la embajada norteamericana al gobierno de facto, de las próximas maniobras militares conjuntas entre las fuerzas armadas peruana y norteamericana, del fuerte desprestigio del ejecutivo de Dina Boluarte y de todo el parlamento, y del intento de culpar a Bolivia del levantamiento popular en su contra, dando oxígeno a los sectores duros de derecha y pro yanki que agitan la llamada “Media Luna Boliviana”.

Finalmente, nuestro director se explaya en la trascendental cumbre reciente de la CELAC en Buenos Aires, con un protagonismo central del presidente Lula, que dio lugar a importantes e históricos acuerdos que darían un paso gigantesco en la unión regional y que nos transformaría en un actor principal, con autonomía y poder propio para tener presencia en los grandes escenarios geopolíticos donde se está reconfigurando el nuevo orden multipolar.
Quizás y paradójicamente, el éxito y la trascendencia de la cumbre de la CELAC quedó demostrada en la cantidad de ridiculeces y tonterías lanzadas por la oposición descerebrada de la Argentina, siempre funcional a los intereses imperiales de EEUU.

Eduardo Bonugli (Madrid, 29/01/23)

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein que autoriza su publicación en Dossier Geopolitico

La historia de las relaciones internacionales de América Latina es la historia de la contradicción no resuelta entre el pensamiento monroista y el pensamiento bolivariano. El primero dio origen a la idea panamericana sustentada en la hegemonía de Estados Unidos sobre la región y en la que el resto de los países tienen una posición subordinada y sumisa.

El pensamiento bolivariano se originó como necesidad de concertar a las “repúblicas americanas antes colonias españolas” para que nos “sirviese de consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete de los tratados públicos cuando ocurran dificultades, y de, en fin, conciliador de nuestras diferencias” según la idea del Libertador formulada en la convocatoria al Congreso de Panamá en diciembre de 1824. 

Casi 70 años después, en el ensayo “Nuestra América” publicado el 10 de enero de 1891 en la Revista Ilustrada de Nueva York y, unos días más tarde en el diario mexicano El Partido Liberal,  José Martí le da forma a una idea más totalizante que la de Bolívar en cuanto a la identidad que nos integra y nos debe agrupar. Dijo Martí: “¡[…] del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Semí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!”.

Un poco más de un año antes, el 19 de diciembre de 1889 en ocasión de una velada artístico-literaria realizada en la Sociedad Literaria Hispanoamericana de New York a la que asistieron los delegados a la Conferencia Internacional Americana convocada por Washington para concretar la idea monroista, Martí quiso advertir a los obnubilados representantes de las repúblicas del sur  a quienes los anfitriones habían apabullado mostrándoles las ostentosas maravillas del naciente capitalismo que: “… por grande que esta tierra sea, y por ungida que esté para los hombres libres la América en que nació Lincoln, para nosotros, en el secreto de nuestro pecho, sin que nadie ose tachárnoslo ni nos lo pueda tener a mal, es más grande, porque es la nuestra y porque ha sido más infeliz, la América en que nació Juárez”. Así se sembró para siempre lo que habría de ser la identidad nuestroamericana que nos une.

El pensamiento monroista, emergió del discurso del presidente James  Monroe ante el Congreso de su país el 2 de diciembre de 1823,  para ser  transformada en doctrina de política exterior de Estados Unidos para América Latina y el Caribe, posteriormente. Aunque a lo largo de esa centuria hubo algunos intentos de institucionalización, fue en 1889 cuando habría de concretarse la intención de darle una estructura a tal idea. Por ello se convocó la primera conferencia panamericana. A partir de entonces y hasta 1954 se realizaron dos conferencias interamericanas, cuatro reuniones de consulta y diez conferencias panamericanas.

En la novena, realizada en Bogotá en 1948, en el marco de una nueva realidad emanada del fin de la segunda guerra mundial, fue creada la Organización de Estados Americanos (OEA). El año anterior en Río de Janeiro, había sido firmado el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) que daba origen a un supuesto sistema de seguridad colectivo para las Américas. De esta manera, contando con los instrumentos militar y político, Estados Unidos logró consumar una estructura de dominación que le garantizaba su control sobre la región. La idea monroista de “América para los americanos” (léase Estados Unidos) se había completado. La historia más reciente es bastante conocida.

El pensamiento bolivariano pareció muerto con la desaparición física del Libertador en 1830. A partir de entonces varios pensadores y políticos latinoamericanos dieron continuidad en sus escritos y en su obra al ideario de Bolívar. Así mismo, se hicieron dos eventos en Perú a mediados del siglo XIX, en 1847-48 y en 1864-65 los participantes de diversos países se reunieron para no dejar morir la idea bolivariana y retomar su propuesta de unidad.

Pero hubo que esperar casi 150 años hasta que Hugo Chávez, el más preclaro continuador del pensamiento bolivariano, comenzó a cambiar esa perspectiva. Chávez se propuso transformar la injusta estructura de dominación regional dando inicio a la recuperación del sueño bolivariano para convertirlo en el proyecto que había quedado truncado en 1830.

Así, en 2010, en la Riviera Maya mexicana se realizó la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe tras la fusión de los dos mecanismos existentes con anterioridad. Al año siguiente, en el marco del bicentenario de la independencia de Venezuela en una reunión cumbre de los líderes de la región nació la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). En aquella ocasión, el Comandante Chávez sentenció que «Estamos poniendo aquí la piedra fundamental de la unidad, la independencia y el desarrollo de América Latina y el Caribe».

Tan solo unos años después, el avance oligárquico en la región generó fuerzas centrífugas que bajo fuerte influjo monroista actuaron como elemento desintegrador respondiendo a la necesidad de Estados Unidos de impedir que se concretara la unidad latinoamericana y caribeña.

La llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador y el extraordinario esfuerzo del gobierno mexicano en pro de la integración permitieron retomar el proyecto en 2020, una vez más rescatando el ideario de Bolívar como instrumento de consolidación de la unidad regional.  Y así llegamos a Buenos Aires 2023.

La reunión Cumbre finalizada ayer en la capital argentina mostró grandes luces, pero también algunos grises y sombras.  Las sombras dicen relación con la información transmitida por los medios transnacionales de la desinformación: “Sin Maduro comienza la Cumbre de la CELAC”, “Con muchas ausencias se realiza la Cumbre de la CELAC”, “López Obrador distanciado de Alberto Fernández, no viaja a Buenos Aires”. Los titulares trasuntan un odio, una negatividad y una apuesta por el fracaso que expresan con claridad la voluntad monroista de desintegración que emerge de la prensa tránsfuga que responde a intereses imperiales y oligárquicos.

Por otra parte, la crisis peruana dio muestras de que en algunos temas no existe consenso y que, finalmente el asunto de los derechos humanos está politizado de acuerdo a lo que Estados Unidos y las oligarquías -aún en el poder- entienden, en cuanto al uso político que se le debe dar a este asunto. No hubo una declaración única , dura y contundente en contra de la prisión del presidente Castillo, la represión al pueblo peruano, la violación de la autonomía universitaria y el asalto a la tan cacareada democracia.

De igual manera, es oscura la invitación a Estados Unidos a la Cumbre. De la misma forma que a espaldas del Libertador, el vicepresidente de Colombia Francisco Santander invitó a Washington al Congreso de Panamá en 1826, Alberto Fernández hizo lo propio y sin necesidad al convocar a Joe Biden, presidente de un país que nos excluye y nos desprecia.

La inasistencia del presidente Maduro también debe considerarse como un punto negro de la Cumbre. Un país en el que la vicepresidenta esta viva de casualidad tras un atentado terrorista en su contra no daba seguridad al presidente de Venezuela. Una cosa es ser valiente y otra ser pendejo. No hay que olvidar que el gobierno de Estados Unidos le puso precio a la cabeza del presidente Maduro. Por 15 millones de dólares cualquier loco y otros que no lo están tanto, estarán absolutamente dispuestos a cometer un magnicidio. La “investigación” del intento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Fernández da cuenta de la plena colusión de la justicia, los medios de comunicación, la ultra derecha y la delincuencia organizada en Argentina, a fin de generar complicidad e impunidad.

El valor del presidente Maduro no se manifiesta por la asistencia o no a la Cumbre, sino por la resistencia de 8 años al frente del pueblo venezolano para plantarse y derrotar todas las acciones de grupos terroristas y desestabilizadores organizados y financiados por Estados Unidos, y salir victorioso de ello. 

En particular, Venezuela siempre está representada en Argentina por las inmensas muestras de amistad de millones de ciudadanos y ciudadanas que han dado continuidad por 200 años al abrazo fraterno de Guayaquil entre los Libertadores José de San Martín y Simón Bolívar.

De cara al futuro, habrá que avanzar para hacer luz en los grises que aún permanecen. Todavía no existe una idea única de integración. No me refiero a lo que estén pensando las derechas cavernarias y monroistas sino a las propias interpretaciones que se hacen en la región del ideario bolivariano. En este sentido, son equívocos los llamados del presidente López Obrador a la buena voluntad de Estados Unidos para con la región.

Más allá de los buenos deseos, eso no tiene ninguna posibilidad de materializarse. 

La condición imperialista de Estados Unidos está en su ADN, si renunciaran a ello se transformarían en otra cosa y no hay ninguna señal en ese sentido. Lo saben los cubanos por más de 60 años, Nicaragua desde 1979 y Venezuela desde la llegada al poder del Comandante Hugo Chávez. Nuestra integración será latinoamericana y caribeña o no será.

Hablar de un gran espacio americano que incluya a Estados Unidos no deja de ser un sinsentido que contradice lo que el propio presidente López Obrador ha dicho en otros escenario. Pero se entiende la situación de México, “tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. En todo caso, no hay que olvidar que Cuba está en la misma situación.

Por su parte el presidente Petro, casi obsesivamente desea generalizar sin fundamentos una situación personal que se resolvió positivamente a su favor cuando fue destituido de forma irregular e ilegal como alcalde de Bogotá. Agotadas todas las instancias internas recurrió a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que revirtió el fallo de la justicia colombiana reponiéndolo en su cargo. Pero de ahí a suponer que esa institución dependiente de la OEA de la que Estados Unidos ni Canadá forman parte pero sobre la que tienen poder de decisión, pueda ser el summum de una política común de derechos humanos, no deja de ser una quimera.

Si creemos en CELAC, debemos ser capaces de crear un cuerpo estructural, de instituciones propias, entre ellas la de derechos humanos a fin de resolver nuestros problemas sin injerencia de Estados Unidos. 

No dudo de la voluntad integracionista de los presidentes López Obrador y Petro, pero me siento en la obligación de señalar estos grises que tengo plena seguridad se resolverán mediante el dialogo y el debate fraterno.

La CELAC deberá también buscar mecanismos que hagan posible la participación de mayor cantidad de jefes y jefas de Estado y gobierno a las reuniones Cumbre. De no ser así, las mismas se deberán hacer por teleconferencia con participación presencial de cancilleres y técnicos para la redacción y revisión de los documentos a aprobar. Aunque en Buenos Aires estuvieron presentes todos los países, la inasistencia de una parte de los mandatarios, da cuenta de que todavía Estados Unidos genera temor al usar los instrumentos de coerción, amenaza y chantaje que integran su amplio arsenal. 

En cualquier caso, las luces son tantas que tapan cualquier sinsentido y visión mezquina que se tenga de la Cumbre. Lo más importante de todo es que a pesar de las intimidaciones, coacciones y presiones de fuerzas reaccionarias y adversas a la integración, la reunión se haya concretado. En este ámbito, hay que agradecer el gran trabajo del gobierno y la cancillería argentina.

La realización de la Cumbre en Buenos Aires después de la efectuada en 2020 en México permite retomar la continuidad de estos eventos y con ello se posibilita pensar nuevamente que la integración de la región es posible. Los imperativos de unidad y el reconocimiento de la mayoría de la necesidad de construir aceptando la diversidad, así como la voluntad de avanzar hacia una integración con desarrollo a partir de la inclusión, son signos inequívocos de un futuro promisorio.

La reincorporación de Brasil y la posibilidad de agregar a los presidentes Lula y Petro al necesario liderazgo colectivo de la región, dejando atrás el oscurantismo medieval de Bolsonaro y Duque, son también señales incuestionables de que la región avanza en una dirección positiva. 

La elección de San Vicente y las Granadinas y de su primer ministro Ralph Gonsalves como presidente pro tempore de la CELAC es un indudable reconocimiento a los países insulares del Caribe. 

Vale decir que la OEA, es decir Estados Unidos nunca ha permitido que un caribeño acceda al más alto cargo de esa organización. La democracia que se espera exista en CELAC debe ser igualitaria. Como atributo propio de la integración bolivariana, no debería importar en el momento de la toma de decisiones las diferencias que emergen de la dimensión geográfica, la cantidad de habitantes o el tamaño de la economía de los países miembros. Esto es lo que ha permitido que a partir de hoy y por un año, San Vicente y las Granadinas haya sido elegida por consenso para representar a toda la región.

La constitución de la CELAC social y la realización de su propia Cumbre en Buenos Aires es expresión de que los pueblos de Nuestra América han aprendido del pasado. Los gobiernos van y vienen, los pueblos persisten en sus luchas, entre ellas las que libran por hacer efectiva la unidad latinoamericana y caribeña. La integración sólo será irreversible cuando los pueblos se hagan cargo de ella. Felizmente los acuerdos de la Cumbre de CELAC social apuntan en esa dirección.

La Declaración de Buenos Aires, instrumento final del cónclave, reiteró el compromiso de todos “con el avance en la unidad e integración regional política, económica, social y cultural”. Los 111 puntos del documento sumados a las 11 declaraciones especiales configuran una sólida base de trabajo para avanzar correctamente hacia el futuro. 

Desde mi punto de vista, son de particular interés los puntos 92 y 93, así como el 98. Los dos primeros reconocen la “relevancia de intervenir de manera concertada y presentar iniciativas consensuadas en los distintos foros multilaterales”. Así, también la necesidad de: “Promover […] un mayor número de intervenciones conjuntas en todos los foros multilaterales en temas de interés común, convencidos de que ello contribuirá directamente a fortalecer el papel y liderazgo de la región en los organismos internacionales». La idea de avanzar hacia la construcción de un verdadero bloque regional de poder que nos muestre de esa forma ante el mundo le da carácter estratégico a esta declaración.

Por otra parte, el punto 98 señala: “Nos congratulamos por los avances logrados en materia de profundización del diálogo político de América Latina y el Caribe con los socios extrarregionales, entre los que se incluyen la Unión Europea, China, India, la Unión Africana y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN)”. No sé si fue un olvido, una decisión consensuada o un gazapo necesario, pero ahí no aparece Estados Unidos por ninguna parte, marcando la clara disposición de la región de relacionarse con bloques de poder global que nos reconozcan en igualdad de condiciones. Tal vez sea simplemente la aceptación de que no existe “diálogo político” alguno con la potencia norteamericana o, que no es considerado un “socio extrarregional”.

Finalmente, tal como lo dijo el presidente Petro, hay que pasar de la retórica a las acciones y los hechos. Si la Declaración de Buenos Aires se cumpliera, todos los países de la región deberían regularizar su relación con Caracas, volviendo a la normalidad existente antes de que Obama y Trump se propusieran derrocar por la fuerza al Presidente Maduro. 

Desde mi perspectiva, el punto 104 referido a Venezuela, aunque es un avance, todavía es flojo en el reconocimiento del gobierno constitucional del Presidente Nicolás Maduro.

Al final de este evento y de cara al futuro, con Martí podríamos preguntarnos  “¿Adónde va la América, y quién la junta y guía? Y con el apóstol de la independencia de Cuba responde: ”Sola, y como un solo pueblo, se levanta. Sola pelea. Vencerá, sola”.

Twitter: @sergioro0701

Un gran paso adelante, pero por ahora sólo uno 

Por Eduardo J. Vior publicado en TÉLAM y autorizado por el autor su publicación en Dossier Geopolitico

La VII cumbre de CELAC dio inicio a un nuevo ciclo de integración continental, mas sólo tendrá relevancia si la complementan otras acciones. 

La reunión de jefes de Estado, de gobierno y representantes de los 33 estados miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que se realizó este 24 de enero en Buenos Aires marcó un hito en el proceso de unidad regional e indicó al mundo que Nuestra América quiere hablar en los foros internacionales con una sola voz y gobernarse a sí misma sin tutorías. Sin embargo, la continuidad y profundización del proceso de integración requerirá armonizar identidades e intereses contradictorios y utilizar diversos instrumentos a la vez. 

El documento final publicado el pasado martes declaró la región como una «zona de paz» y destacó su importancia mundial como principal productora y exportadora de alimentos. También dedicó apartados al cambio climático, a la estrategia sanitaria, la cooperación en materia ambiental, la ciencia, tecnología e innovación productiva, la infraestructura para la integración, los temas de género, juventudes, migraciones, discapacidad, educación, cultura, a la cooperación en materia espacial y nuclear y contiene secciones especiales sobre Haití, Cuba, Venezuela, Puerto Rico y Malvinas. 

En la declaración se brindó “el más fuerte apoyo regional al reclamo de la Argentina sobre las Malvinas”, se destacó “la importancia de la Hidrovía Paraguay-Paraná” y se reiteró el llamado “para poner un final al bloqueo contra Cuba”. El documento hace asimismo hincapié en la defensa de los recursos naturales y estratégicos, resalta la importancia de fomentar el diálogo entre las partes en Venezuela y reafirma el principio de no intervención e injerencia extranjera en los procesos políticos del continente.

La CELAC también manifestó su “preocupación, porque varios países de América Latina y el Caribe emergieron de la pandemia con mayores niveles de deuda pública” y subrayó “la necesidad de que las instituciones financieras regionales e internacionales, como los Bancos Multilaterales de Desarrollo, mejoren las facilidades crediticias”. Los miembros de la Comunidad coincidieron también “en que la desinformación en las redes sociales puede crear realidades paralelas e inducir a la radicalización política”, creando “una amenaza a los valores democráticos y al Estado de Derecho”. 

La cumbre finalizó el martes por la noche con la elección unánime del primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, como presidente pro tempore del foro regional. Así, por primera vez en la historia del organismo fundado en 2011, un país pequeño –y, además, del Caribe- asume la presidencia temporaria.

Durante la reunión cumbre los 11 presidentes y primeros ministros presentes así como los demás delegados se dirigieron al pleno poniendo cada uno su acento. Mucho se trató en los medios de los últimos días sobre los discursos de los presidentes Alberto Fernández y Lula da Silva, sobre el exabrupto del presidente uruguayo, las referencias de Gastón Boric y Gustavo Petro a la crisis en Perú, así como sobre el video de Nicolás Maduro denunciando las agresiones contra su país.

Atención especial mereció asimismo el video del presidente chino Xi Jinping con el siguiente contenido: “La CELAC ya se ha convertido en una fuerza propulsora indispensable para la cooperación global Sur-Sur», dijo y añadió que «bajo el liderazgo de Argentina y otros países, la CELAC ha persistido en practicar el multilateralismo y jugado un papel importante en la defensa de la paz regional, el fomento del desarrollo compartido y la promoción de la integración regional». Xi detalló también que «China ha venido trabajando con América Latina y el Caribe para reforzar constantemente la construcción del Foro China-CELAC» y reconoció que «el mundo ha entrado en un nuevo período de turbulencias y transformaciones», por lo que «sólo con el fortalecimiento de la unidad y la cooperación podremos hacer frente común a los desafíos y superar juntos las dificultades coyunturales». 

Es esperable que la actuación de San Vicente al frente de la CELAC no se desarrolle en solitario. Ralph Gonsalves seguramente recibirá el apoyo de la Comunidad del Caribe (CARICOM) y quizá también de los países del ALBA. El principal eje de su gestión se concentrará en torno al cambio climático, que origina frecuentes y cada vez más violentos huracanes en el Caribe.

Ya la misma realización de la cumbre ha sido un éxito hace pocos meses todavía impensable. Además han participado representantes de todos los países miembros, sin ausencia alguna. Por otra parte, la reincorporación de Brasil da al organismo un gran peso internacional. Ha sido un gran suceso, también, que la declaración final, de 111 puntos, haya sido adoptada unánimemente, con reparos parciales en sólo diez puntos. 

Bajo la presidencia de un país pequeño viene ahora la difícil implementación de lo acordado, sin que la Comunidad tenga organismos permanentes que la doten de ejecutividad. Asimismo se harán sentir las diferencias de intereses y objetivos entre los asociados, especialmente entre los tres más grandes. Argentina está interesada en el desarrollo de este foro regional, porque tiene una tradición diplomática y cultural de solidaridad latinoamericana que ahora se amplía al Caribe. En las mejores épocas de nuestra historia hemos complementado nuestras debilidades políticas y económicas con una poderosa diplomacia cultural, sindical y social que en momentos difíciles nos supo ganar la simpatía continental y que ahora es menester reimpulsar. 

Brasil, por el contrario, no tiene un interés “duro” en la integración con el Caribe y Mesoamérica, porque allí debe competir con México. Para su actual gobierno la prioridad continental está, por un lado, en el fortalecimiento del Mercosur, incorporando también a Bolivia, porque es el ámbito “natural” para los negocios de su gran industria. Por el otro lado, va a poner el acento en el resurgimiento de la Unasur como herramienta para la integración política del subcontinente que, espera, le servirá como apoyo para conseguir un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. 

México, a su vez, sólo tiene interés en CELAC, si le sirve para funcionar como bisagra entre la integración latinoamericana y caribeña y la de América del Norte, donde tiene su mercado principal. 

Parecidas puntualizaciones podrían hacerse sobre los intereses particulares de los demás miembros de la Comunidad. Ésta sólo puede desarrollarse como foro regional, si con acciones concretas se crea el interés de sus miembros en dialogar dentro del mismo. Con políticas específicas se puede generar más comunidad de intereses que con grandes cumbres o manifiestos universalistas. 

El desarrollo de CELAC es un aspecto importante de la integración continental, pero ésta supone utilizar instrumentos “duros” (económicos, políticos y militares) y “blandos” (culturales, deportivos, comunicacionales, educacionales, sanitarios y científico-tecnológicos) que requieren distinto tipo de organizaciones. La VII Cumbre de CELAC ha dado un gran paso hacia la integración continental, pero muchos más deben seguir. 

TELAM https://www.telam.com.ar/notas/202301/618405-cumbre-celac-opinion.html