Siempre es importante leer las opiniones de H. Kissinger y por ello la publicamos completa y sin ningún corte o declaración sacada de contexto como se han hechos en los medios locales, las cuales fueron publicadas por el Medio “Milenio” de México Dossier Geopolitico DG

Exposición completa de Henry Kissinger, ex secretario de Estado y asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, platicó con Financial Times durante el Festival FTWeekend, realizado el 7 de mayo en Washington. 

A principios de este año recordamos el 50 aniversario de la visita de Nixon a China. Usted fue el organizador de ese acuerdo, un cambio en la Guerra Fría: separar a China de Rusia. 

¿Tenemos una nueva Guerra Fría con China? 

En el momento en que nos abrimos a China, Rusia era el principal enemigo, pero nuestras relaciones con China eran tan malas como podrían serlo. Nuestro punto de vista al abrirnos a ese país fue que no era prudente, cuando tienes dos enemigos, tratarlos igual. Lo que produjo la apertura fueron tensiones que se desarrollaron de forma autónoma entre Rusia y China. (El ex jefe de Estado de la Unión Soviética Leonid) Brezhnev no podía concebir que China y EU pudieran unirse, pero Mao, a pesar de toda su hostilidad ideológica, estaba dispuesto a conversar. 

En principio, la alianza (sino rusa) estaba contra los intereses creados, ahora ya está establecida, pero no me parece una relación intrínsecamente permanente. 

¿Está en el interés geopolítico de EU fomentar más distancia entre Rusia y China? 

La situación geopolítica mundial sufrirá cambios significativos una vez que termine la invasión a Ucrania. Y no es natural que China y Rusia tengan intereses idénticos en todos los problemas previsibles. No creo que podamos generar posibles desacuerdos, pero creo que las circunstancias sí lo harán. Después de la ofensiva, Rusia tendrá que reevaluar su relación con Europa y su actitud general hacia la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). 

Creo que no es prudente adoptar una posición contraria frente a dos adversarios de forma que los acerque, y una vez que asumamos este principio en nuestras relaciones con Europa, creo que la historia ofrecerá oportunidades en las que podremos aplicar el enfoque diferencial. 

Eso no significa que ninguno se convierta en amigo íntimo de Occidente, solo que en cuestiones específicas dejamos abierta la opción de tener un enfoque diferente. En el periodo que tenemos por delante no debemos agrupar a Rusia y China como un elemento integral. La administración Biden enmarca su gran desafío geopolítico como el de la democracia contra la autocracia. 

¿Hay una insinuación implícita de que es un marco equivocado? 

H.K.: Debemos ser conscientes de las diferencias de ideología y de interpretación que hay. Debemos aplicar esta conciencia en nuestro propio análisis de la importancia de las cuestiones mientras surgen, en lugar de que sea la cuestión principal de la confrontación, a menos que estemos dispuestos a hacer del cambio de régimen el objetivo principal de nuestra política. 

Dada la evolución de la tecnología y la enorme capacidad destructiva de las armas que tenemos (buscar el cambio de régimen) puede imponernos la hostilidad de otros, pero debemos evitar generarla con nuestras propias actitudes.

¿Dónde sitúa el lenguaje nuclear respecto a la amenaza a la que nos enfrentamos? 

H.K.: Ahora nos enfrentamos a tecnologías en las que la rapidez de los intercambios y la sutileza de los inventos pueden producir niveles de catástrofe inimaginables. Las armas se multiplican en ambos lados y su sofisticación aumenta cada año. Pero casi no hay discusión a escala internacional sobre lo que pasará si las armas llegaran a utilizarse. Mi petición, sea cual sea el bando al que pertenezcas, es que comprendas que vivimos en una nueva era, y que nos hemos salido con la nuestra descuidando este aspecto. A medida que la tecnología se extienda, la diplomacia y la guerra necesitarán un contenido diferente y eso será un reto. 

¿Dónde cree que está el límite que no quiere superar Putin en usar armas nucleares? 

Me he reunido con Putin, como estudioso de asuntos internacionales, cerca de una vez al año por 15 años para tratar asuntos académicos. Creo que sus convicciones básicas eran una especie de fe mística en la historia rusa y que se sentía ofendido, en ese sentido, no por nada que hiciéramos en particular al principio, sino por esta enorme brecha que se abrió con Europa y el Este. Se sintió ofendido y amenazado porque había una amenaza para Rusia por la absorción por parte de la OTAN de toda esta zona. Creo que calculó mal la situación a la que se enfrentaba a escala internacional y calculó mal las capacidades de Rusia para sostener una empresa de tal envergadura, —y cuando llegue el momento de alcanzar un acuerdo todos deben tener esto en cuenta, que no volveremos a la relación anterior sino a una posición para Rusia que será diferente debido a esto— y no porque nosotros lo exijamos, sino porque ellos lo produjeron. 

¿Cree que Putin está recibiendo buena información y para qué otros errores de cálculo debemos prepararnos?

 En todas estas crisis uno debe tratar de entender cuál es el límite interior para el contrario; la pregunta es cuánto tiempo continuará esta escalada y cuánto margen hay para una mayor. ¿O ya llegó al límite de su capacidad y tiene que decidir en qué momento la escalada de la guerra va a tensar su sociedad hasta un punto que limitará su aptitud para dirigir la política internacional como gran potencia en el futuro? No puedo evaluar cuándo llegará ese punto. Cuando se alcance, ¿se intensificará al pasar a una categoría de armas que en 70 años de existencia nunca se han utilizado? Si se cruza esa línea, será un acontecimiento significativo. Porque no hemos analizado cuáles serán las próximas líneas divisorias. 

En mi opinión, una cosa que no podemos hacer es aceptarlo sin más. ¿Qué lecciones aprende China de todo esto? Sospecho que cualquier líder chino está reflexionando sobre cómo evitar llegar a la situación en la que se metió Putin y cómo estar en una posición en la que, en cualquier crisis, no tener a una parte importante del mundo en su contra.

Fuente https://www.milenio.com/negocios/financial-times/la-geopolitica-cambiara-al-termino-de-la-invasion-rusa

Por Andrés H. Reggiani

Publicado en Le Monde diplomatique, edición Cono Sur. https://www.eldiplo.org/notas-web/cuando-alemania-se-oponia-al-avance-de-la-otan-hacia-el-este/

El historiador británico James Joll señaló alguna vez que “toda historia es historia contemporánea”, es decir que los hechos del pasado adquieren sentido en el contexto presente en que esos hechos son analizados.

Hace poco el Instituto de Historia Contemporánea de Munich desclasificó documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán que contiene las conversaciones mantenidas durante 1991 entre el entonces canciller Helmut Kohl, su vicecanciller y ministro de relaciones exteriores, Hans Dietrich Genscher, y el premier soviético Mikhail Gorbachov (1). De los más de 400 minutas, memos y correspondencia entre estos y otros líderes de la época –los presidentes George Bush y François Mitterrand, entre otros– surgen algunas conclusiones que, en el contexto de la crisis ruso-ucraniana actual, podrían tener consecuencias explosivas, especialmente para el gobierno alemán. La principal es que tanto Kohl como Genscher apoyaron el mantenimiento de la Unión Soviética y se opusieron tanto a la independencia de Ucrania y los países bálticos, como también a la inclusión en la OTAN de los ex-miembros del Pacto de Varsovia.

A principios de 1991 Genscher declaró que el ingreso a la OTAN de los países del centro y este de Europa “no está en nuestro interés”.

En una nota publicada recientemente en el semanario alemán Der Spiegel, el periodista Klaus Wiegrefe ahonda en estos archivos para explicar por qué “Alemania mostró durante años una consideración especial hacia la Unión Soviética” (2). Señala que el 1° de marzo de 1991 Genscher informó a Washington que su gobierno se oponía a la expansión hacia el Este de la OTAN ya que “durante las negociaciones 2 + 4 (las dos Alemanias + Estados Unidos, URSS, Francia y Gran Bretaña) se les dijo a los soviéticos que no teníamos la intención de expandir la OTAN hacia el Este”. Tres días más tarde, en una reunión con diplomáticos de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, el funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores Alemán, Jürgen Chrobog, expresó que el entendimiento de lo acordado en las negociaciones del 2 + 4 era que no aprovecharíamos la retirada de las tropas soviéticas para sacar ventaja”. El 18 de abril de ese mismo año Genscher manifestó a su par griego que había dicho a los soviéticos que, después de la reunificación, Alemania permanecería dentro de la OTAN, pero que ésta no se expandiría hacia el Este. En una reunión llevada a cabo el 11 de octubre con sus pares francés y español, Genscher reiteró la oposición del gobierno alemán al ingreso de los países de la Comunidad de Estados Independientes (Bielorrusia y Ucrania) a la OTAN sobre la base de que ello contribuiría a desestabilizar las relaciones entre las ex-repúblicas soviéticas y Moscú. Al parecer, el gobierno de Bonn tuvo la intención de hacer que la OTAN formulase una declaración oficial señalando que la alianza atlántica no se expandiría hacia el Este, pero abandonó esta idea luego de que en una visita a Washington en mayo de 1991 el Ministro de Relaciones Exteriores alemán fuera informado de que “en el futuro no puede excluirse la expansión”.

Kohl y Genscher temían, según Wiegrefe, que la crisis entre las repúblicas bálticas y Moscú tuviera un efecto dominó que arrastrara luego a Ucrania y terminara con la desintegración de la URSS y la caída de Gorbachov. En una visita a París a principios de 1991, Kohl le dijo a Mitterrand que las repúblicas bálticas estaban tomando el “camino equivocado” y que debían esperar cuanto menos 10 años para separarse de la URSS y, una vez independientes, debían permanecer neutrales, con un “estatus finlandés”, y no ingresar a la OTAN ni a la Comunidad Europea. El gobierno alemán adoptó la misma postura ante Ucrania. Ésta debía permanecer dentro de la URSS, al menos inicialmente. Sin embargo, ante el hecho irreversible de la independencia, y también a lo que en la diplomacia alemana se interpretaba como la tendencia en Kiev hacia “excesos nacionalistas y autoritarios”, en una reunión que mantuvieron en noviembre de 1991 en Bonn Kohl y el presidente de Rusia, Boris Yeltsin, el canciller alemán prometió a su anfitrión ruso que “ejercería influencia sobre la dirigencia ucraniana” para que Kiev se uniese a una confederación integrada por Rusia y las ex-repúblicas soviéticas.

Preocupado por la creciente sensación de aislamiento y frustración que reinaba en Moscú, a principios de 1991 Genscher declaró que el ingreso a la OTAN de los países del centro y este de Europa “no está en nuestro interés”, y que si bien tenían el derecho de unirse a la alianza occidental, debía “evitarse que ejerzan ese derecho”. Ya fuera que se viese como un intento de mantener la paz en Europa –evitando el trágico ejemplo de Yugoslavia– o como un acercamiento con Moscú a expensas de otros países, el presidente del Comité de Asuntos Exteriores del parlamento alemán, Michael Roth (SPD), ha pedido la creación de una comisión a fin de determinar si el gobierno alemán tomó o no decisiones que implicaron la “negación de soberanía” de países vecinos.

Wiegrefe agrega que los alemanes no eran los únicos que veían con preocupación las tendencias nacionalistas que amenazaban con desgarrar a la URSS. Mitterrand se quejó de las repúblicas bálticas afirmando que “no se puede arriesgar todo lo conseguido (las negociaciones del 2 + 4) sólo para ayudar a países que no han tenido existencia propia en 400 años”. No menos proféticas resultaron las advertencias del ministro de relaciones exteriores de Gorbachov, Eduard Shevardnadze. En una visita que Genscher hizo a Moscú en octubre de 1991, Shevardnadze, que ya no ocupaba ningún cargo oficial, le advirtió al funcionario alemán que si la URSS colapsaba surgiría un “líder fascista” que llegaría al poder y reclamaría el retorno de Crimea a Rusia.

Toda historia es contemporánea

En otro momento estas revelaciones probablemente no hubiesen encontrado eco más allá de los ámbitos académicos. En el contexto actual, cuando las relaciones entre Alemania y Ucrania pasan por uno de sus peores momentos –hace unas semanas Kiev prohibió el ingreso del presidente alemán, Walter Steinmeier– a raíz de lo que la dirigencia ucraniana ve como “influencia rusa” en la política alemana, el contenido de estos documentos podría convertirse en munición para ambas partes del conflicto ruso-ucraniano. Putin tendría la prueba “objetiva” de lo que siempre había dicho: que la OTAN no cumplió la promesa hecha a Gorbachov de no expandirse hacia el Este. Zelenski, por su parte, podría usar los documentos desclasificados para demostrar que la parsimonia alemana para imponer sanciones contra Rusia, que en el fondo se debe a la dependencia alemana del gas ruso, en realidad es parte de una política alemana, independientemente de qué partido dirija el gobierno, de lograr acuerdos con Moscú en detrimento de otros países. Esta situación podría, además, ahondar aún más las divisiones dentro de Alemania, no sólo de la sociedad, sino del propio gobierno, ya que en la coalición de socialdemócratas, verdes y liberales las posturas se dividen entre la cautela del canciller Olaf Scholz (SPD, partido históricamente asociado con la “Ostpolitik” (3) y la postura pro-ucraniana de les ministres de Asuntos Exteriores y de Economía, Annalena Baerbock y Robert Habeck (ambos verdes) –aunque fuera del gobierno habría que agregar la voz de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (CDU), cuya rusofobia la llevó a amenazar con el desmantelamiento de la estructura industrial de Rusia “pieza por pieza” (4)–. El efecto negativo de la guerra en Alemania, la división en el gobierno y la crispación en la sociedad por el aumento de los precios son una mala noticia en toda Europa. Con todos los problemas y defectos que puedan señalarse, Alemania sigue siendo uno de los sistemas políticos más liberales y estables de Occidente, además del motor económico de Europa. Su debilitamiento acarrearía consecuencias imprevisibles para otros países, como Francia, cuyo gobierno la extrema derecha acaba de poner contra las cuerdas.

1. Matthias Peter, Christoph Johannes Franzen y Tim Szatkowski (comps.), Akten zur Auswärtigen Politik der Bundesrepublik Deutschland 1991. Berlin, Institut für Zeitgeschichte, 2022.

2. Klaus Wiegrefe, “Warum Deutschland jahrelang Rücksicht auf Russland genommen hat“, Der Spiegel, 29/4/2022. https://www.spiegel.de/panorama/nato-osterweiterung-warum-deutschland-jahrelang-ruecksicht-auf-russland-genommen-hat-a-ec1e4f18-82c5-44d3-aac5-bd4f91a73c14

3. La “Ostpolitik” fue la política de apertura a los países del bloque soviético iniciada en 1970 por el canciller socialdemócrata Willy Brandt.

Por Mariano Saravia

Es que el Reino Unido está estirando la cuerda con la Unión Europea y se puede cortar. 

-¿Cuál es el motivo? 

Irlanda del Norte, donde hubo elecciones la semana pasada y por primera vez ganó el nacionalismo irlandés, desde la partición de la isla hace 101 años. Este triunfo del Sinn Fein (Somos nosotros, en gaélico) disparó las alarmas porque los unionistas (monárquicos y defensores de unión con Londres) ahora se niegan a integrar un nuevo gobierno en minoría con los nacionalistas republicanos vencedores en las elecciones. Con esta jugada, los unionistas embarran la cancha, y para desempantanar la situación reclaman a Londres que ponga fin al Protocolo de Irlanda del Norte firmado con Bruselas en torno al Brexit. Hay que recordar también que el referéndum por el Brexit, en Irlanda del Norte (como en Escocia) fue rechazado por la mayoría.

-¿Qué dice ese protocolo?

Básicamente se buscaba que con el Brexit no resurgiera en el norte de la isla una nueva frontera dura entre el Reino Unido y la Unión Europea. Para ello, el protocolo plantea que Irlanda del Norte queda dentro del mercado interno de la Unión Europea, y por consiguiente, surge una frontera arancelaria en el Mar de Irlanda, lo que los unionistas ven como un distanciamiento de Londres. Por eso quieren terminar con ese protocolo para aceptar formar gobierno. 

-Londres mueve sus fichas

Ante esto, Boris Johnson se apresta a “renegociar” ese protocolo con la Unión Europea, que no está dispuesta a reabrir el tema. Con esto, Boris Johnson busca recuperar la iniciativa política luego de su propia derrota en las elecciones de mitad de término de la semana pasada. 

-¿Qué se puede esperar?

-Según el Acuerdo del Viernes Santo (1998) que logró el desarme del IRA, el gobierno autónomo de Irlanda del Norte debe conformarse encabezado por el partido triunfante y con el acompañamiento del primer partido de la otra comunidad. Es decir, sí o sí tienen que compartir gobierno católicos y protestantes. Una aclaración, cuando decimos católicos o protestantes, estas son categorías más sociales y políticas que meramente religiosas. En Irlanda del Norte cuando se dice católico, en realidad se está diciendo republicano, nacionalista irlandés y favorable a la reunificación de la isla. Por contrapartida, cuando se dice protestante, se está diciendo unionista, monárquico y pro británico. 

Hoy, por primera vez desde la partición de 1921, los católicos del Sinn Fein son la primera minoría votada. Sea por el crecimiento demográfico de los católicos, sea por reivindicaciones más generales que seducen también a sectores protestantes (diversidades sexuales, aborto, acceso a la vivienda, servicios, temas económicos, etc.)

Pero no habrá gobierno y la crisis amenaza con extenderse en el tiempo. Habrá que ver qué consecuencias concretas tiene el nuevo incumplimiento de Londres dentro del traumático proceso del Brexit. Y sobre todo, si en esta nueva aventura política de Boris Johnson, tiene o no el apoyo de su aliado atlántico: el Imperio Estadounidense.

En un momento crítico, cuando la OTAN se apresta a recibir en su seno a Suecia y Finlandia, en una nueva provocación a Rusia y una nueva apuesta al guerrerismo que pone en peligro al mundo entero. Pero ahora con una grieta dentro de sus filas occidentales atlánticas.

Por Mariano Saravia

La guerra se podría haber evitado si Occidente hubiera cumplido dos compromisos básicos: por un lado, los Acuerdos de Minsk, que planteaban una autonomía para las zonas rusófonas del este, el llamado Donbás (Donetsk y Lugansk). 

-Por otro lado, que Ucrania fuera un país pacífico y neutral, al estilo de Finlandia, y para eso era necesario que renunciara al proyecto de ingresar a la OTAN. 

-Vladimir Putin venía reclamando estos dos puntos desde por lo menos 2015.

-Sobre todo, ese último requisito no sólo no se cumplió, sino que fue la verdadera causa de la guerra, buscada por Occidente.

-Ahora, no sólo que Ucrania no va a ser como Finlandia, sino que probablemente Finlandia va a ser como Ucrania. Esperemos que no termine como Ucrania.

-La primera ministra socialdemócrata de Finlandia, Sanna Marin, anunció que el próximo lunes se empezará a debatir en el parlamento este proyecto, que cuenta con el visto bueno de todos los partidos parlamentarios. El proyecto plantea solicitar el ingreso a la alianza bélica atlántica “cuanto antes”.

-A su vez, la presidenta de la Comisión Europea, la holandesa Úrsula von der Leyen, dijo que “Rusia es la amenaza más directa del orden mundial”. Sí, amenaza a un orden mundial que hace agua por todos lados, un orden mundial basado en la hegemonía de Occidente de 5 siglos.

-Por su parte, el secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, dijo que Finlandia y Suecia serían acogidas “rápidamente” en la organización militar. 

-Ah, porque Suecia también ingresará la semana que viene al parlamento un proyecto similar para dejar atrás su histórica neutralidad y formar parte de la OTAN. Así lo reconoció Magdalena Andersson, primera ministra sueca. 

La OTAN es una alianza militar agresiva que recupera sentido

Se trata a todas luces de una derrota simbólica, política y militar para Rusia.

-Hace 3 meses, la OTAN no tenía ningún sentido: se había creado en 1949 para luchar contra el comunismo, y se había quedado sin razón de ser desde 1989 con la caída del Muro de Berlín. 

-Hoy, la OTAN se ha resignificado como una alianza militar agresiva en contra de Rusia… y contra China. 

-¿O sea que fue un error de Vladimir Putin actuar? 

-No lo sé, no sé si tenía alguna alternativa a lo que hizo.

-¿Podría haber hecho otra cosa? ¿Qué hubiera sido? ¿No hacer nada?

-No podía, porque si no actuaba Ucrania hubiera entrado en la OTAN y en poco tiempo hubiera tenido misiles nucleares instalados en su mismísima frontera, lo cual hubiera significado una seria amenaza no sólo para Rusia sino para el mundo entero, por el peligro real de una guerra nuclear. 

-Es decir, la OTAN (mejor dicho, quienes la manejan de verdad: Estados Unidos y el Reino Unido) buscaba lo que está logrando: un nuevo enemigo y una razón de ser. 

-Ahora, con la nueva expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas, se produce la enésima provocación a Moscú, y pareciera que este partido de ajedrez lo va ganando Occidente. 

-Recordemos que cuando cayó la Unión Soviética, Occidente (Washington y Londres) le prometieron a Gorvachov que la OTAN no se expandiría hacia el Este. En el 99 se expandió a Hungría, Polonia y República Checa, en el 2004 a los países bálticos, Rumania, Bulgaria, Eslovenia y Eslovaquia, en el 2009 a Croacia y Albania, en el 2017 a Montenegro y en el 2020 a Macedonia del Norte. 

Desempolvar viejos odios

Las potencias atlánticas (EEUU y el Reino Unido) hacen su juego y los que seguirán pagando los platos rotos serán los europeos. Ahora los suecos y fineses, que tienen una larguísima historia de amor-odio con Rusia, pero habían logrado convivir pacíficamente durante prácticamente un siglo. ¿Por qué?

-El pueblo ruso, la nación rusa, surge de un pueblo vikingo venido de lo que hoy sería Suecia. Se llamaban varegos, y juntos a los eslavos, crearon el Rus de Kiev, justamente en la capital de lo que hoy es Ucrania, que fue y es el corazón histórico de Rusia. 

-Cuando Kiev fue destruida por las invasiones mongolas, hubo una segunda Rusia en Novgorod, que en el siglo 14 entró en guerra con Suecia por el control de lo que hoy es Finlandia. 

-Hubo otra guerra en el siglo 15 cuando Suecia ya era un poderoso imperio. Siempre ganó Suecia.

-Pero en 1700, la Gran Guerra del Norte cambió la ecuación. En Rusia ascendió una nueva dinastía: los Romanov. 

-Pedro el Grande, al frente del Imperio Ruso, venció a los suecos y logró la ansiada salida al Mar Báltico. 

-Allí mandó a construir una ciudad maravillosa que evoca esta victoria para siempre y que llevará su nombre: San Petersburgo.

-De ahí también el resentimiento histórico de los suecos. 

-Una última guerra entre estos dos pueblos se libró a principios del siglo 19, la Guerra Finlandesa, que determinó que bajo el zar Alejandro, Finlandia pasará a ser un Gran Ducado del Imperio Ruso. 

-Hasta la Revolución Bolchevique de 1917 cuando en Finlandia hubo una guerra civil entre comunistas y anticomunistas, que terminó con la separación de Rusia y la no entrada a la Unión Soviética. 

-Todavía habría tiempo de una última guerra entre rusos y fineses que determinó que la península de Carelia se incorporara a la URSS.

-Tanto era la desconfianza y el odio, que Finlandia entró a la Segunda Guerra Mundial del lado nazi, para combatir junto a Hitler contra los comunistas soviéticos. 

-En el período posterior a la guerra, Finlandia se declaró neutral entre los dos bloques militares: OTAN y Pacto de Varsovia.

-Hoy esa neutralidad se perderá, y los pueblos vuelven a jugar con fuego, despertando oscuros fantasmas del pasado.

Finlandia y Suecia se aprestan a dar el salto y pedir su admisión en la OTAN. Esto agravará las tensiones en el este de Europa casi hasta el punto de ruptura.

“El mundo está loco, loco, loco”, rezaba el título de una vieja película de Stanley Kramer. Creo que el mismo rótulo podría aplicarse a los tiempos que corren. Con la salvedad, quizá, de que lo que está loco no es tanto el mundo como el sistema capitalista que lo dirige desde los grandes centros de decisión occidental, Washington y Londres. Esto viene a propósito de lo que el lector seguramente imagina: la carrera hacia el borde del abismo que practica el órgano militar del sistema, la OTAN, con su constante provocación a Rusia, mantenida a lo largo de tres décadas y hecha intolerable en los últimos años.

La evolución de la guerra limitada que hasta ahora lleva adelante Moscú en Ucrania no ostenta mayores diferencias respecto de lo que se ha señalado en notas recientes: los rusos siguen afirmando sus posiciones en el este y el sur del país y apuntan ya a un posible cerco de Odesa. Donde sí hay novedades es en la inminente adhesión de Finlandia y probablemente también de Suecia, a la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Esto es parte del constante incremento de la presión contra Moscú que ejerce el bloque occidental, sin duda propulsado por Estados Unidos, pero consentido por la mayor parte de los partidos políticos de la Unión Europea, que aparentan haberse quedado sin ideas en su temor a violar el dictado de Washington y también de oponerse a la opinión pública de momento mayoritaria en sus países, a la cual la desinformación, la ignorancia histórica y el lavado de cerebro ha predispuesto en contra de los rusos. Desde hace mucho tiempo temidos como el oso a las puertas, listo para devorarse de un bocado al apéndice occidental de la masa euroasiática, convocan también la antipatía y cierto desprecio en las todavía bastante confortables sociedades de la Europa occidental.

Ese miedo pudo haber tenido su punto de razón en otros tiempos, cuando Rusia era de veras un imperio, en su versión zarista, o tenía las dimensiones de este, en la era comunista, pero hoy, disminuida como está tanto geográfica como demográficamente, carece de asidero, como no sea en el caso de que se produjese un recurso suicida a las armas nucleares. Cosa que, paradójicamente, es lo que se propicia con la excitación de los temores y de la animadversión del público europeo respecto a su contraparte eslava, la cual, ella sí, se siente genuinamente amenazada por el probable despliegue a quemarropa de la panoplia misilístico-nuclear de occidente sobre los que son sus núcleos administrativos más importantes: Moscú y, ahora, San Petersburgo…

En el caso finlandés una amenaza de este género provocó, en 1939, un ataque soviético contra ese país, al amparo del pacto Hitler-Stalin. Las razones rusas estaban claras: ante la expansión de las hostilidades a comienzos de la segunda guerra mundial, quería cubrir su acceso al Mar Báltico y proteger, en su flanco norte, a la que había sido su capital hasta 1917. Ahora la amenaza es mucho peor. Se han achicado los tiempos de espera para reaccionar a un ataque y los misiles disparados a corta distancia tanto desde Ucrania como desde Escandinavia anularían en gran parte la capacidad de retaliación rusa. La profundidad del espacio ruso, vigente hasta hace unos años y que era una de las armas con que contaban tanto los zares como el régimen soviético, está suprimida por el hecho que los golpes decisivos serían los primeros y que estos se fundan en el uso de cohetes que recorrerían la distancia entre sus puntos de lanzamiento y su objetivo en cuestión de minutos.

A estar por las noticias más recientes la situación tiende a agravarse. Todo indica que tanto Suecia como especialmente Finlandia basculan pesadamente hacia el ingreso a la OTAN. La decisión podría ser inminente: los respectivos parlamentos la debatirán en los próximos días. En el caso finés los representantes fueron convocados para tratar el tema en la próxima semana, tras una declaración conjunta de la primera ministra Sanna Marin y el presidente Sauli Niinistö diciendo que el país debe pedir su adhesión a la OTAN cuanto antes. La posibilidad de convocar un referéndum para aprobar el paso fue descartado por el ministro de Relaciones Exteriores con el flaco argumento de que las encuestas (¡!) indican que un 57 % de la población se manifiesta a favor del ingreso, aunque hasta hace apenas unos meses ese apoyo no superaba el 25 por ciento.

Técnicamente, la solicitud de ingreso no implica su aprobación inmediata de parte del organismo. Aunque el secretario general de esta, Jens Stoltenberg, ha indicado reiteradamente que los dos países nórdicos tienen garantizado el acceso si así lo solicitan, técnicamente la adhesión tendría que ser ratificada por los parlamentos de los 30 países miembros de la OTAN, y el trámite podría llevar un año.

Aquí hizo acto de presencia el correveidile de Washington, el premier británico Boris Johnson, quien viajó el miércoles a Estocolmo y a Helsinki para firmar acuerdos de garantías de seguridad mutuas con los dos países nórdicos para aventar las dudas que puedan surgir allí en torno a la situación de vulnerabilidad en la que se encontrarían durante los meses que lleva el proceso de ratificación. Estados Unidos también señaló que, en el caso de que Finlandia y Suecia soliciten el ingreso, habrá que tomar medidas preventivas que garanticen su seguridad hasta que la adhesión se haga efectiva.

No es fácil encontrar en este cuadro de situación motivos para el optimismo. ¿Es razonable pensar que el gobierno ruso dará marcha atrás y desmontará su operación en Ucrania sabiendo que semejante paso no haría más que excitar a su enemigo y confirmarlo en su decisión de acorralar a Rusia?

Impasse

Se ha llegado a una situación de suma cero de la cual no se sabe cómo salir. El factor nuclear es un componente que torna inestable a todos los cálculos. Es posible que no se recurra a él, que en el fondo de lo que se trata es de blufear con la amenaza. Pero la acumulación de material explosivo –en sentido literal y figurado- y la obstinación de seguir amontonándolo y jugando con su riesgo latente, crean una situación que la inefable ley de Murphy define bien: “Cuando algo puede salir mal, saldrá mal”. No se trata de pesimismo, sino de cálculo de posibilidades. Y aún si después de un incidente o de un accidente se hace posible limitar el conflicto e impedir que este se generalice, ¿cuán devastador podrá haber sido el choque inicial?

La combinación del dinamismo arrasador de la revolución tecnológica con la parálisis ideológica de unos sectores dirigentes occidentales que no controlan a las fuerzas que manejan el mercado y que más bien son manipulados por ellas y por el anarquismo financiero que también de ellas emana, representan un nudo gordiano que probablemente habrá de ser cortado por la espada. Esto es, por una crisis que eventualmente devuelva la conciencia a las masas y a los cuadros intelectuales que deben orientarlas. Generalidades, se dirá. Es posible que así sea. Pero mientras tanto hay que aplicarse a tomarlas en cuenta como guía para una conducta práctica que explore el camino para frenar sus tendencias en el espacio que tenemos a mano. Resistir el mensaje deletéreo de las fake news, de la desinformación y de la mentira lisa y llana es una forma de hacerlo. Las redes sociales e Internet, que tanta confusión causan con su torrente indistinto de noticias, son también un campo apto para hacerles frente y combatir por un retorno al pensamiento crítico. Pero solo el despertar de una masa popular dispuesta a luchar por su destino podrá volver a significar, dotándola de sentido, una batalla donde, por el momento, se ha perdido la brújula.

FUENTE: http://www.enriquelacolla.com/sitio/notas.php?id=720

POR ESTAS HORA TURQUIA RECHAZA LA INCORPORACION DE AMBOS PAISES A LA OTAN 13/5/2022

Turquía se opone a la adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN

Estados Unidos reacciona con sorpresa al rechazo de Erdogan pero confía en poder negociar su postura

Al dueño del segundo mayor ejército de la Alianza Atlántica no le han gustado las noticias que llegan de Escandinavia. Los planes expresos de Finlandia y los algo más discretos de Suecia de unirse a la OTAN se han topado con el descontento de Recep Tayyip Erdogan. El Presidente turco no perdona a ambos países que durante años hayan acogido a miembros de organizaciones que Ankara considera «terroristas», en especial la guerrilla kurdoturca PKK y la cofradía del predicador Fetullah Gülen.

FUENTE Diario El Mundo https://www.elmundo.es/internacional/2022/05/13/627e51f0fdddff44ba8b457a.html

El aviso de Putin de que su país está dispuesto a usar armas no convencionales si es atacado no se dirigió contra EE.UU., sino que fue un alerta por el discurso imperialista de la canciller británica. Por Eduardo Vior

El pasado 27 de abril el presidente de Rusia amenazó a Occidente con utilizar armas no convencionales si terceras potencias intervienen en el conflicto en Ucrania. Aunque el presidente Joe Biden le quitó importancia, los medios norteamericanos y europeos presentaron al unísono la advertencia como el aviso de que Rusia se apresta a utilizar armas nucleares tácticas. Sin embargo, si se pone la declaración de Vladimir Putin en el contexto de los cruces discursivos de la semana pasada, puede inferirse que el líder ruso, en realidad, advirtió a los líderes norteamericanos sobre los riesgos que corren obedeciendo al senil imperialismo británico.

“Si alguien tiene la intención de interferir desde el exterior, debe saber que constituye una inaceptable amenaza estratégica para Rusia. Deben saber que nuestra respuesta a los contraataques será muy rápida”, advirtió Putin en un acto con legisladores rusos en San Petersburgo el pasado miércoles 27 de abril. “Nadie puede presumir de estas armas y nosotros no nos jactaremos de ellas, pero las usaremos”, aseguró.

Inmediatamente abundaron en los medios occidentales los comentarios sobre la “intención” rusa de usar su armamento nuclear. Por su parte, el presidente Joe Biden advirtió el jueves 28 que la amenaza de Vladimir Putin es “irresponsables”.

No es seguro que Putin se haya referido exclusivamente a las armas nucleares. También puede haber aludido al 3M22 Zircon, el cohete de crucero hipersónico para distancias de hasta 400 kilómetros. Ya fue probado dos veces en esta guerra y sus resultados fueron excelentes. Asimismo hay que considerar los cohetes hipersónicos estratégicos Avangard y el recientemente probado Sarmat, que en pocos minutos podrían alcanzar objetivos en toda Europa y América del Norte. Ambos pueden llevar cabezas de distinto tipo.

La advertencia del presidente ruso sobre un eventual uso de armas no convencionales fue formulada apenas un día después de que su canciller, Serguéi Lavrov, llamara a no subestimar la posibilidad de una tercera guerra mundial.

El aviso de Putin podría entenderse como una reacción a la reunión de los aliados de la OTAN en la base aérea estadounidense de Ramstein, en Alemania, el 26 de abril. La posible adhesión de Finlandia y Suecia a la alianza y la constitución de un “Grupo Consultivo sobre Ucrania” (en realidad, una coordinación operativa) son motivos de alarma suficientes.

Maria Zajrova vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia
Maria Zajárova, vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia.

Por su parte, la vocera del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, Maria Zajárova, lo explicó en una columna de opinión que publicó en su canal de Telegram el jueves 28: “En Occidente se han activado los mecanismos de filtración de una nueva tesis en la conciencia pública: los rusos amenazan con una guerra nuclear”. Y aclaró: “Huelga decir que es una tesis absolutamente falsa”. Y explicó: “Hace dos días, Sergei Lavrov, respondiendo durante una entrevista dijo resumidamente lo siguiente:

1) Fue Rusia quien persuadió a Estados Unidos en una larga negociación para que reafirmara la fórmula Gorbachov-Reagan de que no puede haber vencedores en una guerra nuclear y que ésta nunca debe desencadenarse.

2) Fue Rusia la que convenció a los Cinco Nucleares para que adoptaran una declaración en el mismo sentido.

3) Hay riesgos, no debemos inflarlos, pero tampoco debemos subestimarlos”.
“Hemos hecho, prosiguió, todo lo posible para evitar una guerra nuclear, porque entendemos los riesgos y peligros reales que conlleva un comportamiento irresponsable en este ámbito. No podemos permitir que se produzca la mera idea de una guerra nuclear”.

“Obsérvese la torpeza con la que se ha enmarcado esto en términos de trabajo con los medios de comunicación”, criticó. Primero, un periodista repitió todas las citas hechas a medida contra nuestro país y luego Ned Price (vocero del Departamento de Estado) volvió a mencionarlas. Nadie se molestó en prestar atención a lo que dijo el Ministro de Asuntos Exteriores sobre los riesgos y los intentos de Rusia por evitar lo impensable.

“Al día siguiente -siguió relatando- la campaña se unió a la concienciación masiva a través de los medios de comunicación. (…) Y ahora Europa también habla de ello: el ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, califica las palabras del ministro de Asuntos Exteriores ruso de ‘retórica de la intimidación’. Me gustaría preguntarle al francés si ha visto lo que ha dicho Serguéi Lavrov”, informó.

“Nuestro país está en contra de la guerra nuclear, eso es lo que afirma el ministro ruso”, declaró. Quizás el problema es que los capitales occidentales han leído las entrevistas tal y como las narran los medios de comunicación occidentales. Simplemente, no deberían haber desconectado sus fuentes alternativas de información; entonces habrían escuchado las declaraciones de Rusia cerca del original. Y no en la interpretación de sus propios medios, que lo hacen según la propia metodología de la OTAN”, concluyó la vocera.

Si Lavrov sólo manifestó la preocupación de Rusia ante los crecientes riesgos para la paz mundial y Putin se limitó a advertir contra la eventual injerencia de terceras potencias en el conflicto de Ucrania, ¿por qué ambos líderes del Estado ruso tocaron el tema en la misma semana?

No basta la mencionada reunión en Ramstein para despertar tamaña alarma de los gobernantes rusos, pero sí debería inducir a todo el mundo a la máxima preocupación la última expresión del delirante curso del Reino Unido: Global Britain representa una amenaza superlativa para la paz mundial (y a los argentinos nos atañe directamente).

Al dirigirse al cuerpo diplomático reunido en la alcaldía de Londres en la tradicional cena de Pascua, Elizabeth “Liz” Truss, secretaria del Foreign Office, fijó los lineamientos de la estrategia global de su país, “Global Britain”. El discurso tuvo como título “El retorno de la Geopolítica” (Geopolitics is back), pero habría que subtitularlo “El fin de la diplomacia y el retorno de las cañoneras”.

Buscará en vano quien quiera saber qué entiende la ministra por seguridad global (global security), objetivo omnipresente en el texto. Tampoco vale la pena preguntar cuáles reglas (rules) es preciso acatar para pertenecer al club de las naciones “libres”. Sería importante, porque la secretaria amenaza con duros ataques económicos y militares a quien ponga en peligro la “seguridad global” y viole las “reglas”.

“Mi visión es la de un mundo en el que las naciones libres son firmes y dominantes. Donde la libertad y la democracia se fortalezcan a través de una red de acuerdos económicos y de seguridad”, postuló al principio. Esta red de acuerdos y pactos se extendería a lo largo y ancho del mundo, pero sería muy diferente al sistema internacional vigente. La secretaria lo explica a su modo: “Las estructuras económicas y de seguridad que se desarrollaron tras la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría han permitido la agresión en lugar de contenerla”.

Y continúa: “Rusia es capaz de bloquear cualquier acción efectiva en el Consejo de Seguridad de la ONU. Putin ve su veto como una luz verde a la barbarie. Ha abandonado el Acta Fundacional de la OTAN-Rusia y el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa. Ha violado múltiples medidas de control de armas. El G20 no puede funcionar como un organismo económico eficaz mientras Rusia siga en la mesa”. En realidad, fue la OTAN la que, mediante su continua expansión hacia el este y sus acciones unilaterales (Irak, Libia, Siria, Yemen, etc.) incumplió dichos pactos. Fueron europeos y norteamericanos quienes en el G20 bloquearon el diálogo con los países en vías de desarrollo. La inversión de la realidad es una constante del discurso de Truss.

Y propone “necesitamos un nuevo enfoque, que combine la seguridad dura y la seguridad económica, que construya alianzas globales más fuertes y en las que las naciones libres sean más asertivas y tengan más confianza en sí mismas, que reconozca que la geopolítica ha vuelto”. No hacen más falta organismos internacionales en los que las naciones compatibilizan intereses y fines encontrados, sino alianzas “duras” (militares) entre estados que coincidan en la defensa de la libertad y la democracia tal como la entiende Londres.

Para alcanzar su objetivo, la canciller propuso utilizar tres instrumentos: a) la fuerza militar, b) la “seguridad económica” y c) “alianzas globales más profundas”.

“En primer lugar, comenzó Truss su enumeración, debemos reforzar nuestra defensa colectiva.” En realidad, como reconoce la propia secretaria, este objetivo ya se viene implementando: “El Reino Unido envió armas y entrenó a las tropas ucranianas mucho antes de que comenzara la guerra. Pero el mundo debería haber hecho más para disuadir la invasión. No volveremos a cometer el mismo error”. Recordemos que en 2015 se firmó el segundo acuerdo de Minsk que la parte ucraniana nunca cumplió. Entre 2015 y 2019 hubo múltiples contactos sobre Ucrania entre Rusia y las potencias occidentales sin que se llegara a negociaciones efectivas. Ya en 2020 comenzó a escalar la tensión que ahora desembocó en guerra. Según la canciller británica, ni siquiera deberían haber hablado. Primero los cañones, es su consigna.

Pero la propuesta intensificación en el uso del instrumento militar excede a Ucrania y a las fuerzas convencionales: “(…) rechazamos la falsa opción entre una defensa tradicional más fuerte y las capacidades modernas. Tenemos que defendernos de los ataques en el espacio y el ciberespacio, así como por tierra, aire y mar. También rechazamos, continuó, la falsa elección entre la seguridad euroatlántica y la seguridad indopacífica. En el mundo moderno necesitamos ambas”.

Liz Truss secretaria del Foreign Office
Liz Truss, secretaria del Foreign Office.

Lo dejó claro: “Necesitamos una OTAN global. Con esto no me refiero a la ampliación de los miembros a los de otras regiones. Quiero decir que la OTAN debe tener una perspectiva global. Tenemos que adelantarnos a las amenazas en el Indo-Pacífico, trabajando con nuestros aliados como Japón y Australia para garantizar la protección del Pacífico. Y debemos garantizar que democracias como la de Taiwán sean capaces de defenderse”. Rusia es un enemigo secundario; el enemigo principal de Occidente es China. La guerra en Ucrania es sólo el comienzo de una guerra global y de amplio espectro contra China. Por ello la furiosa advertencia de la República Popular al día siguiente del discurso: quien reconozca una eventual independencia de derecho de Taiwán afrontará la guerra.

También la economía es un campo de guerra: “En segundo lugar, debemos reconocer el creciente papel que desempeña la economía en la seguridad”. Para operar esta instrumentación, la canciller redefine la idea de libre comercio. “El libre comercio y los mercados libres son el motor más poderoso del progreso humano. Siempre defenderemos la libertad económica. Pero el libre comercio debe ser justo y eso significa respetar las reglas”. Los diplomáticos norteamericanos y británicos hablan permanentemente de “un orden basado en reglas”, que no son las del sistema internacional vigente y que nadie define.

Esas “reglas” fijan los límites del libre mercado. Para acceder a él, hay que respetarlas: “Estamos demostrando que el acceso económico ya no es un hecho. Hay que ganárselo. Los países deben cumplir las reglas. Y eso incluye a China. (…) No seguirán ascendiendo si no cumplen las reglas”. Se acabó el libre comercio. En un mundo en guerra sólo los más fuertes pueden comerciar. Y a quien no se someta a las “reglas” (que, por indefinidas, pueden cambiar todos los días), se lo amenaza con destruir su economía.

“Esto nos lleva al último punto, cierra la secretaria, que es que nuestra prosperidad y seguridad deben construirse sobre una red de fuertes acuerdos. (…) Debemos seguir reforzando nuestra alianza de la OTAN con vínculos en todo el mundo (…)”. La conclusión es obvia: “El G7 debería actuar como una OTAN económica, defendiendo colectivamente nuestra prosperidad”.

Tal arenga requiere tal final: “Los agresores están dispuestos a ser audaces, nosotros debemos  serlo más. Así es como nos aseguraremos de que se restablezca la soberanía de Ucrania. Así es como nos aseguraremos de que la agresión y la coerción fracasen. Así es como, en todo el mundo ganaremos esta nueva era de paz, seguridad y prosperidad”.

El discurso de Liz Truss no es para tomar a la ligera. Es el anuncio de que el mundo está en una guerra interminable y global. La reina Elizabeth II está en el tramo final de su vida. Su hijo Charles es incapaz de asumir el trono y su nieto William aún no se puede hacer cargo. La monarquía británica se basa en las fuerzas armadas y la simbiosis entre ambas mantiene unida a la aristocracia y asegura la lealtad de la burguesía (sobre todo la financiera). En un momento de vacancia el poder recae en los militares y la política del gobierno se conduce con lógica bélica. No hay lugar para la diplomacia. Sólo los cañones piensan.

Si EE.UU. tuviera un liderazgo político fuerte, la acefalía del poder británico se paliaría. Pero también en Washington faltan cabezas y sus sustitutos carecen del sentido de realidad, la templanza y la prudencia que impone la situación interna y mundial. En esas condiciones el pesado yugo de la Madre Patria ata los destinos de ambas naciones. A esto temen los líderes rusos y chinos. Por ello es que advierten, casi imploran, a Washington que no siga detrás de los delirios seniles de un imperialismo británico caduco, pero por eso mismo tan peligroso.

Por BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS

Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

En el eje comunicacional del Atlántico Norte vivimos en una guerra de información sin precedentes. La conocí en Estados Unidos durante dos períodos. El primero, durante la guerra de Vietnam, que viví en su momento de crisis final (1969-1971), culminaría con la publicación de los papeles del Pentágono en 1971. El segundo momento fue la guerra de Irak, que comenzó en 2003, y la saga de las armas de destrucción masiva, un engaño político del que resultarían muchos crímenes de guerra. Sin embargo, en Europa nunca había asistido a este tipo de guerra de información, al menos no con la magnitud actual. Se caracteriza por la erosión casi total entre hechos y manipulación de las emociones y las percepciones, entre hipótesis o conjeturas y verdades incuestionables.

En el caso específico de la guerra de Ucrania, la manipulación pretende evitar que la opinión pública y los responsables políticos piensen y decidan sin demasiada presión en la única medida que ahora se requiere: la búsqueda de una paz duradera en Ucrania y en la región para poner fin al sufrimiento del pueblo ucraniano, un pueblo que en estos días comparte el trágico destino de los pueblos palestino, yemení, sirio, saharaui y afgano, a pesar de que sobre estos últimos pese el más profundo silencio. La guerra de la información pretende continuar la guerra de las armas mientras convenga a quienes la promueven. En estas condiciones, no es fácil luchar con los hechos y la experiencia histórica porque, desde el punto de vista de la guerra de información, explicar es justificar, entender es perdonar, contextualizar es relativizar. Aún así, vamos a intentarlo.

1 Para demonizar al enemigo es crucial deshumanizar, es decir, imaginarlo como si hubiera actuado criminalmente y sin provocación. Ahora bien, la condena firme e incondicional de la invasión ilegal de Ucrania (en la que vengo insistiendo desde mi primer artículo sobre el tema) no implica tener que ignorar cómo se ha llegado a esta situación. En este caso, aconsejo leer el libro publicado en 2019, War with Russia?, del profesor emérito de la Universidad de Princeton, Stephen Cohen, recientemente fallecido. Tras examinar con detalle las relaciones entre Estados Unidos y Rusia desde el final de la Unión Soviética y, en el caso de Ucrania, sobre todo desde 2013, Stephen Cohen concluye de este modo: «Las proxy wars [guerras en las que los adversarios utilizan terceros países para perseguir sus objetivos de confrontación bélica] son una característica de la vieja Guerra Fría, son pequeñas guerras en el llamado «Tercer Mundo». […] Rara vez involucraron personal militar soviético o estadounidense, casi siempre solo dinero y armas. Hoy, las proxy wars entre Estados Unidos y Rusia son diferentes, están ubicadas en el centro de la geopolítica y acompañadas por demasiados instructores y posiblemente combatientes estadounidenses y rusos. Ya han estallado dos: en Georgia en 2008, donde las fuerzas rusas se enfrentaron a un ejército georgiano financiado y entrenado con fondos y personal estadounidenses; y en Siria, donde muchos rusos fueron asesinados por las fuerzas anti-Assad respaldadas por Estados Unidos. Moscú no tomó represalias, pero prometió hacerlo cuando hubiera «una próxima vez». Si eso sucede, implicará una guerra entre Rusia y Estados Unidos. El riesgo de un conflicto tan directo sigue creciendo en Ucrania». Así se pronosticó en 2019 la guerra que actualmente martiriza al pueblo ucraniano.

2 Democracia y autocracia. En el lenguaje de Estados Unidos el mundo se divide en dos: democracias (nosotros) y autocracias (ellos). Hace tan solo unos años la división era entre democracias y dictaduras. Autocracia es un término mucho más vago que puede utilizarse para considerar autócrata a un gobierno democrático percibido como hostil, aunque la hostilidad no se derive de las características del régimen. Por ejemplo, en la cumbre por la democracia celebrada en diciembre de 2021, a iniciativa del presidente Biden, no se invitó a países como Argentina y Bolivia, que habían experimentado recientemente vibrantes procesos democráticos, pero que son menos receptivos a los intereses económicos y geoestratégicos de Estados Unidos. En contraste, se invitó a tres países que la Casa Blanca reconoció como democracias problemáticas (el término utilizado fue flawed democracies), con corrupción endémica y abusos de los derechos humanos, pero con interés estratégico para Estados Unidos: Filipinas, para contrarrestar la influencia de China, Pakistán, por su relevancia en la lucha contra el terrorismo, y Ucrania, por su resistencia a la incursión de Rusia. Las reservas en el caso de Ucrania eran comprensibles, ya que unos meses antes los papeles de Pandora habían dado detalles sobre las sociedades offshore del presidente Zelenski, de su esposa y sus asociados. Ahora, Ucrania representa la lucha de la democracia contra la autocracia rusa (que, a escala nacional, debe estar a la par con Ucrania en términos de corrupción y abusos de los derechos humanos). El concepto de democracia pierde, así, buena parte de su contenido político y se convierte en un arma arrojadiza para promover cambios de gobierno que favorezcan los intereses globales de Estados Unidos.

3 Amenazas. Según expertos de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), en 2020, el 40% de las fuerzas militares de Ucrania (un total de 102.000 miembros) eran milicias paramilitares de extrema derecha, armadas, financiadas y entrenadas por Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Francia y Suiza, con miembros de diecinueve nacionalidades. Desde que comenzó la guerra se les han sumado más elementos, algunos provenientes de Medio Oriente, y recibieron más armamento de todos los países de la OTAN. Por lo tanto, Europa corre el riesgo de tener en su seno un nutrido nazi-yihadismo, y no hay garantía de que su alcance se limite a Ucrania. En 1998, el exasesor de seguridad del presidente Carter, Zbigniew Brzezinski, declaró en una entrevista con el Nouvel Observateur: «En 1979, aumentamos la probabilidad de que la URSS invadiera Afganistán… y creamos la oportunidad de darles su Vietnam». No me sorprendería que este playbook de la CIA se esté aplicando ahora en Ucrania. Las recientes declaraciones del secretario general de la OTAN de que «la guerra en Ucrania podría durar meses o incluso años», combinadas con la noticia de Reuters (12 de abril) de que el Pentágono se iba a reunir con los ocho mayores productores de armas para discutir la capacidad de la industria para satisfacer las necesidades de Ucrania «si la guerra con Rusia dura años», deberían haber causado alarma entre los líderes políticos europeos, pero aparentemente solo los motivó a una carrera armamentista. Las consecuencias de un segundo Vietnam ruso serían fatales para Ucrania y para Europa. Rusia (que es parte de Europa) solo será una amenaza para Europa si esta se convierte en una enorme base militar estadounidense. La expansión de la OTAN es, por tanto, la verdadera amenaza para Europa, como dijo hace veinte años el insospechado Henry Kissinger.

4 Doble criterio. La Unión Europea, transformada en caja de resonancia de las decisiones estratégicas de Estados Unidos, defiende como expresión legítima de valores universales (europeos, pero no menos universalizables) el derecho de Ucrania a unirse a la OTAN, mientras Estados Unidos intensifica la integración (véase la US-Ukraine Strategic Defense Partnership, firmada el 31 de agosto de 2021), negando al mismo tiempo que sea inminente. Ciertamente, los líderes europeos no saben que Estados Unidos niega a otros países el derecho reconocido a Ucrania a unirse a un pacto militar; y si lo supieran, no habría ninguna diferencia, tal es el estado de letargo militarista en el que se encuentran. Por ejemplo, las pequeñas Islas Salomón del Océano Pacífico aprobaron un borrador de pacto de seguridad con China en 2021. Estados Unidos reaccionó de inmediato y con alarma ante ese proyecto y envió a altos funcionarios de seguridad a la región para detener la «intensificación de la competencia de seguridad en el Pacífico».

5 La verdad llega demasiado tarde. La guerra de información se basa siempre en una mezcla de verdades selectivas, medias verdades y mentiras puras y duras (las llamadas false flags) organizadas para justificar la acción militar de quienes la promueven. Estoy seguro de que en este momento está en curso una guerra de información tanto en el lado ruso como en el estadounidense/ucraniano, aunque, debido a la censura que nos fue impuesta, sabemos menos sobre lo que sucede en el lado ruso. Tarde o temprano la verdad saldrá a la luz. La tragedia es que siempre llegará demasiado tarde. En este convulso comienzo de siglo tenemos una ventaja: el mundo perdió su inocencia. Julian Assange, por ejemplo, está pagando un altísimo precio por habernos ayudado en este proceso. A los que todavía no han renunciado a pensar con cierta autonomía, les recomiendo la lectura del capítulo de Hannah Arendt, titulado «La mentira en política», del libro Crisis de la República publicado en 1971. Es una brillante reflexión sobre los papeles del Pentágono, una recopilación exhaustiva de datos (entre ellos, muchos crímenes de guerra y muchas mentiras) sobre la guerra de Vietnam, recopilación realizada por iniciativa de uno de los máximos responsables de esa guerra, Robert McNamara.

6 La pregunta que nadie hace. Cuando los conflictos armados son en África o en Oriente Medio, los líderes europeos son los primeros en pedir el cese de las hostilidades y la urgencia de las negociaciones de paz. ¿Por qué cuando la guerra está en Europa los tambores de guerra suenan sin cesar y ningún líder pide que se callen y se escuche la voz de la paz?

Fuente La Razon: https://www.la-razon.com/politico/2022/04/24/la-inconveniente-complejidad/

Un líder carismático e inteligente De Gaulle que supo muy bien porque lo conoció de primera mano al Imperialismo Anglo-Sajón y su métodos de dividir para reinar, (por lo cual se opuso con justa razón al ingreso de Inglaterra a la Comunidad Europea y de realizar una Confederación NO la estructura supranacional que hoy es la Unión Europea), se lo intenta ningunear con que fue un populismo, quizás ese sea el mayor logro de ser reconocido por las grandes mayorías y sus ideales hoy están todavía presente en su Pueblo. Dossier Geopolitico DG.-

por El Orden Mundial

Como doctrina política, el gaullismo se desarrolló en los años sesenta bajo la presidencia de Charles de Gaulle. Hoy lo reivindican desde todo el espectro político francés

¿Qué es el gaullismo y hasta qué punto sigue existiendo en Francia?

El gaullismo es una doctrina política que se desarrolló en Francia durante los años sesenta bajo la presidencia de Charles de Gaulle. La doctrina gaullista, que parte del movimiento político del general francés, se basa en el nacionalismo y la defensa de valores conservadores. Nació como una tercera vía opuesta al liberalismo clásico y al socialismo de la lucha de clases que imperó durante la Guerra Fría.

Por encima de todo, el gaullismo propugna la independencia de Francia frente a cualquier injerencia externa, anteponiendo la soberanía del Estado al poder de las organizaciones internacionales. Su propósito es unir al pueblo francés en torno a un líder capaz de superar la división del eje izquierda-derecha. Para lograrlo, respalda un Estado fuerte y centralizado con un presidente que goza de importantes prerrogativas y es elegido por voto popular. En el ámbito económico, el gaullismo sostiene una planificación estatal caracterizada por una política fiscal expansiva y el impulso de grandes proyectos públicos.

Una doctrina ligada a su líder

El gaullismo está vinculado a la vida de su fundador. Charles de Gaulle fue un hombre clave para Francia en el período de entreguerras. Su labor como oficial durante la Primera Guerra Mundial le valió el reconocimiento del jefe del Estado Mayor, el mariscal Philippe Pétain, de cuyo Consejo de Defensa Nacional fue secretario entre 1937 y 1940.

Francia ya enfrentaba entonces la amenaza de la Alemania nazi. De Gaulle se opuso a la guerra defensiva de su jefe, pero la ruptura se produjo cuando las tropas de Hitler entraron en París. Pétain y el presidente Paul Reynaud firmaron un armisticio con el Tercer Reich; De Gaulle, por el contrario, animó a sus compatriotas a luchar contra la invasión. Un día después de que Pétain solicitara el fin de las hostilidades con el Ejército alemán, De Gaulle pronunció un discurso desde Londres en el que instaba a los franceses a sublevarse contra el régimen colaboracionista de Vichy.

Del retiro al poder

Encumbrado como jefe de la Francia Libre, De Gaulle fue una cara de los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial. El triunfo frente al Eje le llevó a presidir el Gobierno provisional de la República francesa entre 1944 y 1946. Sin embargo, renunció por sus discrepancias con los socialistas y comunistas durante el proceso constituyente. El general no quería reeditar el sistema político de la Tercera República, con un presidente de escasa relevancia y un poder ejecutivo dependiente del Legislativo. Junto al comunismo, el gaullismo se convertiría en la principal corriente de oposición a la Cuarta República.

De Gaulle se retiró de la política en 1953, hastiado por las disputas partidistas, pero regresó cinco años más tarde debido a la crisis por la guerra de independencia en Argelia. Ante la incapacidad del Gobierno para sofocar la rebelión, el presidente René Coty propuso al general como jefe del Ejecutivo. De Gaulle aceptó el cargo con la condición de que la Asamblea Nacional le entregará plenos poderes para redactar una nueva Constitución. De este modo, surgía en 1958 la Quinta República francesa. 

El gaullismo, entre mito patriótico y precursor del populismo

De Gaulle monopolizó el poder en Francia durante una década. El general dotó al país de un sistema político estable y buscó restaurar su estatus internacional. Esa política propició la retirada de Francia de la OTAN en 1966 y generó una crisis en la integración europea con su veto al Reino Unido. De Gaulle defendía una Europa de Estados soberanos e independientes cuyas relaciones se basarán en la cooperación y no en la integración, pero esa propuesta de confederación europea fracasó entre sus socios.

Las protestas de mayo del 68 y la derrota en el referéndum constitucional de 1969 precipitaron la renuncia de De Gaulle en abril. Pese a ello y a su muerte al año siguiente, el gaullismo se mantuvo como una de las principales doctrinas políticas de Francia. Su exaltación del patriotismo y de los valores conservadores ha sido relevante en formaciones de centroderecha, inspirando a los expresidentes Georges Pompidou o Jacques Chirac, mientras que algunas corrientes izquierdistas han reivindicado su dimensión social.

En la actualidad, el mito de De Gaulle todavía es un reclamo entre los electores. Su retórica populista ha inspirado a figuras de todo el espectro político, desde el izquierdista Jean-Luc Mélenchon, pasando por el presidente Emmanuel Macron, hasta los ultraderechistas Marine Le Pen y Éric Zemmour.

fuente El Orden Mundial (EOM)

Especial para Dossier Geopolitico DG, Por: Anthony Medina Rivas Plata

Director de la Escuela Profesional de Ciencia Política y Gobierno UCSM Arequipa Perú

Hasta la fecha actual, los únicos países nórdicos miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) fueron aquellos que la acompañaron desde su fundación en 1949: Islandia, Noruega y Dinamarca. Esto podría cambiar en los próximos meses si los dos países restantes de la región, Suecia y Finlandia, logran concretar su ingreso, para el cual ya han iniciado conversaciones.

Este hecho tiene sumamente preocupado al alto mando del Kremlin, debido a que, con el ingreso de dichos países a la OTAN, tendrían bajo mando enemigo a toda el área colindante al Mar Báltico, con una superficie de 377,000 km2, así como de toda la región nórdica de Europa, con una superficie de 6,126 millones de km2 y una población de 28 millones de personas. En este hipotético espacio ‘OTAN-ampliado’, la frontera ruso-finlandesa se convertiría en un nuevo borde de seguridad con 1,340 km, que se sumarían a los que ya tiene con Estonia (294 km) y Letonia (214 km). Este hecho obligaría a Rusia a multiplicar su gasto militar, el cual tiene un mucho menor margen de expansión debido a las sanciones económicas impuestas por Occidente, y en particular por Estados Unidos.

El interés de ambos países por ingresar a la OTAN es algo que naturalmente se explica a partir de las recientes tensiones que han tenido con Rusia a raíz de la crisis en Ucrania. Desde hace varias semanas, se vienen realizando simulacros de bombardeos rusos en ambos países, a la vez que han sido reportados avistamientos de aviones de combate y submarinos rusos en sus respectivos espacios aéreo y marítimo. 

De entre los 27 países miembros de la Unión Europea, Suecia y Finlandia están dentro de un pequeño grupo que no forma parte de la OTAN, el cual incluye a Austria, Chipre, Malta y la República de Irlanda. No obstante, el nivel de enfrentamiento diplomático generado con Rusia durante las últimas semanas ha llevado a Suecia y Finlandia a tomar una decisión que ni siquiera se llevó a cabo durante los años más conflictivos de la Guerra Fría. Esto es aún más notorio en el caso de Finlandia, que además de compartir con Rusia una de las fronteras más extensas de Europa, ya tiene la experiencia de haber luchado en dos ocasiones contra la Unión Soviética: La primera fue la llamada ‘Guerra de Invierno’, que duró entre noviembre de 1939 y marzo de 1940; y la segunda, en la cual participaron como aliados de la Alemania Nazi, entre 1941 y 1944. Del lado de Suecia, ya es bastante conocida su ‘neutralidad’ política frente a Rusia durante el siglo XX luego de repetidos conflictos con el Imperio Zarista durante los siglos XVIII y XIX. Fue precisamente debido a esta experiencia previa que Suecia logró generar una política de concesiones a los dos bloques enemigos de la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de ubicarse al margen; manteniendo después esa misma equidistancia con las dos superpotencias vencedoras.

El acercamiento de estos dos países nórdicos a la Alianza Atlántica tiene una historia de al menos veinticinco años, y se basa en inevitables realidades geopolíticas. Tanto Suecia como Finlandia se unieron a la Alianza por la Paz (‘Partnership for Peace’) que el entonces presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, propuso en 1994 como un mecanismo para que los Estados europeos puedan definir por separado sus relaciones con la OTAN; y posteriormente, durante la primera década de este siglo, han salido continuos informes de los Ministerios de Defensa de ambos países que señalan que la región que rodea el Mar Báltico es un teatro de operaciones clave en caso de guerra. Desde el punto de vista geográfico, hay ciertos puntos de la región que son vitales en caso de un conflicto que involucre a Rusia. La isla de Gotland, ubicada en medio del Mar Báltico sueco, tiene una ubicación adecuada para el despliegue de baterías de escudo que bloqueen un eventual lanzamiento de misiles desde Kaliningrado, territorio ruso ubicado como un enclave entre los territorios de Polonia y Lituania. De igual manera, Finlandia domina el Golfo que lleva su nombre, el cual constituye la ruta de acceso marítimo y aéreo de Rusia hacia el Mar Báltico y el territorio de Kaliningrado.

Si bien durante los últimos años Suecia y Finlandia habían venido sosteniendo conversaciones sobre opciones de colaboración con la OTAN, aún continuaban manteniendo su neutralidad, al menos hasta hace muy poco. Sin embargo, como una evidente reacción a la invasión rusa de Ucrania, el presidente finlandés, Sauli Niinistö, visitó los Estados Unidos para discutir dicha posibilidad. En ese sentido, la opinión pública en ambos países es cada vez más favorable a una membresía en la OTAN; a la vez que existe consenso al interior sobre la medida, con lo que se hace probable que esto se haga efectivo en la próxima cumbre de la alianza en junio. De hecho, estos dos países tienen más argumentos que Ucrania para ser miembros de la OTAN: Son dos de las economías más dinámicas y abiertas del mundo, además de estar dentro de las democracias más sólidas de la Unión Europea. 

La discusión actual entre la comunidad de defensa europea y estadounidense consiste en saber cuáles serían los impactos de dicho acceso en el balance de poder europeo. Si las fuerzas armadas de Suecia y Finlandia no están lo suficientemente preparadas, un conflicto con Rusia podría generar más problemas que beneficios para el bloque atlantista. Es cierto que ambos países tienen ejércitos tecnológicamente avanzados, pero también son bastante pequeños en comparación a los que pueden tener los mayores países del bloque, como Alemania, Francia o Reino Unido; a la vez que su gasto militar está bastante por debajo del promedio europeo. Ambos países están tratando de revertir la tendencia como consecuencia de la guerra en Ucrania, con lo que han aumentado considerablemente su gasto militar, especialmente en su defensa fronteriza, así como la generación de un perímetro de seguridad sólido en el Mar Báltico. Esto, por supuesto, no es algo que se logrará en el corto plazo. Ambos países son conscientes que sería poco realista pensar que Estados Unidos está necesariamente dispuesto a asumir una parte importante de este nuevo compromiso, dada su gran variedad de intereses de seguridad global (especialmente frente a China), así como por la política antes tácita y ahora expresa (al menos desde el gobierno de Donald Trump) de exigir que los aliados europeos en la OTAN sean capaces de asegurar financieramente sus propias capacidades defensivas. 

Sin duda, algunos analistas instarán a apresurar la incorporación de ambos países a la OTAN en caso de un ataque preventivo por parte de Rusia; pero lo cierto es que mientras que Putin esté ocupado en Ucrania, es poco probable que algo así suceda. De igual manera, la medida también fortalecería la posición del presidente ruso al interior de su país, ya que la opinión pública vería confirmados los temores ya expresados por su gobierno desde hace años con respecto a la expansión al este de dicho organismo. Si bien es cierto que Finlandia y Suecia no son Ucrania, una incorporación podría generar más problemas que beneficios a la alianza en caso de que no haya un compromiso real por parte de estos países para hacerse cargo de su propia seguridad, independientemente del incierto ‘paraguas’ que pueda ofrecerles Washington.

El director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, en su columna semanal de geopolítica, del Club de La Pluma nos recuerda aquella frase de “HAZ LO QUE YO DIGO PERO NO LO QUE YO HAGO” para desnudar la hipocresía de Europa cuando paga en rublos, y por bajo cuerda, sus imprescindibles productos energéticos de Rusia, mientras presume de incrementar el suministro de armamento a Ucrania. De igual manera que EEUU ha aumentado la compra de barriles de petróleo a Rusia en un 43%, pero que exige a sus socios que incrementen las sanciones. Y en ese contexto nos recuerda lo que ya anticipó hace tiempo: que Europa nunca sangraría por los ucranianos pero que los hará pelear hasta el último de ellos y sin exponer un solo soldado suyo.

Lo que demuestra que ese pueblo está siendo sacrificado en el altar de las industrias armamentísticas y del poder anglosajón. Y también arrastrado por los cantos de sirena de Occidente de forma fanática y sin lógica ni razón. Por lo que no es extraño que comiencen a rendirse en masa, como ocurrió hace unos días en el puerto de Mariupol, a pesar de la ingente cantidad de armas entregadas por EEUU y Europa. 

Y en el tema de las sanciones, Carlos confirma que no existe ya aquella unidad monolítica entre las dirigencias europeas, luego de aplicar tan ágil y dócilmente las decisiones de Washington, al comprobar que serán sus pueblos los que paguen el duro precio de las mismas, acarreando consecuencias trágicas de hondo calado económico y sociopolítico. Tal cual lo señala el propio FMI en su demoledoras previsiones sobre el aumento de la inflación y de una parálisis en la producción. Una dura realidad que ya está presente y que le lleva a anticipar que habrá “rebelión en la granja”. 

También aborda las recientes elecciones en Francia, que hacen pensar en un posible cambio de actitud de esta potencia nuclear y miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, tras la segunda vuelta electoral. Ya sea por un hipotético triunfo de Le Pen, que anunció la salida de la OTAN y unas nuevas relaciones con Rusia, como la respuesta que debería dar Macrón si triunfa, al contundente desafío que significan esos 60% de votos contrarios a la UE. 

Luego nuestro director compara aquel mandato de la férrea Merkel, con la frágil Alemania de hoy del canciller Scholz y su gobierno de alianzas imposibles, sometido a la estrategia de EEUU, y que acaba de ser humillado por Zelensky al rechazar la visita del presidente alemán a su país. Además de haber sido obligada a cancelar el gasoducto Nord Stream 2, lo que ha hundido sus escasas reservas de gas y que incrementa el descontento y la preocupación de los capitanes de la poderosa industria germana.

También deja en el aire una esperanza para que el viejo continente renuncie a seguir a la saga de los dictados de Washington y Londres, mientras señala la rusofobia instalada por las inteligencias anglosajonas, que acentúa la incapacidad europea para recuperar un posicionamiento internacional con algo de razón y lógica, para volver a su vieja geopolítica y para componer unos nuevos lazos de unidad con ese enorme país europeo que es Rusia. 

Por otra parte nos confirma que la leyenda de que hay un mundo totalmente encolumnado para atacar a Rusia en todos los ámbitos, es realmente una entelequia. Porque según las últimas votaciones sobre qué países sancionan y cuáles no, demuestran que es a la inversa. Que es la OTAN la que está rodeada, no Rusia.

Tal cual quedó demostrado en el último fracaso europeo en estos días en Buenos Aires, en la asamblea de la Eurolat (que reúne parlamentarios europeos y latinoamericanos), dónde América Latina rechazó la postura contra Rusia que querían imponer los europeos, en una nueva demostración de que el mundo está cambiando. 

Lo que deja claro que el devenir de la historia está en frenar la agresividad violenta y salvaje del mundo anglosajón, que busca impedir el desarrollo de las naciones del mundo y la aparición de un nuevo orden mundial multipolar, más justo para los países del sur.

Eduardo Bonugli (Madrid, 17/04/22)

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