Un interesante artículo de Escobar en el que nos refresca la importancia histórica que tuvo Yemen hace unos siglos como centro comercial, espiritual, cultural y político de la península Arábiga, proyectado al universo del Índico. Pasa revista a la guerra del Yemen y la cercana resolución del conflicto con una victoria de los rebeldes Hutíes y la federación de tribus. De cerrarse la guerra con el triunfo de la resistencia yemenista, es muy probable que Yemen se incorpore a las redes y rutas comerciales de China e Irán (como Afganistán). Yemen y sus puertos están a «tiro de piedra» de Djibouti  ( Cuerno de África) donde China tiene un puerto y su única base militar en el extranjero, que se conecta por carretera y ferrocarril con Etiopía. Esto explica y se conecta con la intervención desestabilizadora de EEUU en este país africano. Antonio Mitre para Dossier Geopolitico

Cadena de perlas: Yemen podría ser el centro árabe de la ruta marítima de la seda por Pepe Escobar 

22 de noviembre Global Research

Con Ansarallah (forma en que se hace llamar el grupo insurgente Hutíes , formado principalmente por zaidies chiitas, pero también por sunnies) tomando el control del Yemen, los proyectos de comercio y conectividad de Asia podrían expandirse a otras vías marítimas estratégicas del mundo.

Los sospechosos habituales lo intentaron todo contra Yemen. Primero, coaccionarlo en una «reforma estructural». Cuando eso no funcionó, instrumentalizaron a los mercenarios takfiri. Se infiltraron y manipularon los Hermanos Musulmanes, Al-Qaeda en la Península Arábiga (AQAP), ISIS. Usaron drones estadounidenses y marines ocasionales.

Y luego, en 2015, se lanzaron a guerra total: una coalición rebelde respaldada por la ONU comenzó a bombardear y a someter a los yemeníes de hambre, sin que al «orden internacional basado en reglas» le importara un pito los habitantes. La coalición – Casa de Saud, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, EE. UU., Reino Unido – a todos los efectos prácticos, se embarcó en una solución final para Yemen. La soberanía y la unidad nunca fueron parte del trato. Sin embargo, pronto el proyecto se estancó. Los saudíes y los emiratíes luchaban entre sí por la primacía en el sur y el este de Yemen utilizando mercenarios. En abril de 2017, Qatar se enfrentó tanto con saudíes como con emiratíes. La coalición comenzó a desmoronarse. Ahora llegamos a un punto de inflexión crucial. Las Fuerzas Armadas yemeníes y los combatientes aliados de los Comités Populares, respaldados por una coalición de tribus, incluida la muy poderosa Murad, están a punto de liberar a la estratégica Marib, rica en petróleo y gas natural, el último bastión del mercenario respaldado por la Casa de Saud. Ejército. Los líderes tribales están en la capital, Sanaa, hablando con el bastante popular movimiento Ansarallah para organizar una toma pacífica de Marib. De modo que este proceso es, en efecto, el resultado de un amplio acuerdo de interés nacional entre los hutíes y la tribu Murad. La Casa de Saud, por su parte, está aliada con las fuerzas en colapso detrás del ex presidente Abd Rabbuh Mansur Hadi, así como con partidos políticos como Al-Islah, la Hermandad Musulmana de Yemen. Han sido incapaces de resistir a Ansarallah. Ahora se repite el escenario en el puerto costero occidental de Hodeidah, donde los mercenarios takfiríes han desaparecido de los distritos sur y este de la provincia. El ministro de Defensa de Yemen, Mohammad al-Atefi, hablando con el periódico al-Akhbar del Líbano, enfatizó que, «de acuerdo con las implicaciones estratégicas y militares … declaramos al mundo entero que la agresión internacional contra Yemen ya ha sido derrotada». Aún no es un trato cerrado, pero lo estamos logrando. Hezbollah, a través de su presidente del Consejo Ejecutivo, Hashim Safieddine, se suma al contexto, enfatizando cómo la actual crisis diplomática entre el Líbano y Arabia Saudita está directamente relacionada con el miedo y la impotencia de Mohammad bin Salman (MbS) cuando se enfrenta a la liberación de la estratégica Marib y la firmeza de Hezbollah. apoyo a Yemen durante toda la guerra.

Una guerra civil fabricada

¿Entonces cómo es que llegamos aquí?

Aventurándose más allá del excelente análisis de Karim Shami aquí en The Cradle, algunos antecedentes geoeconómicos son esenciales para comprender lo que realmente está sucediendo en Yemen. Durante al menos medio milenio antes de que los europeos comenzaran a aparecer, las clases dominantes en el sur de Arabia convirtieron el área en un centro principal de intercambio intelectual y comercial. Yemen se convirtió en el destino preciado de los descendientes del Profeta Muhammad; en el siglo XI habían tejido sólidos vínculos espirituales e intelectuales con el resto del mundo. A fines del siglo XIX, como se señala en el destacado Destroying Yemen de Isa Blumi (University of California Press, 2018), una “infraestructura notable que aprovechó las lluvias estacionales para producir una cantidad aparentemente interminable de riqueza que atrajo ya no solo a discípulos y descendientes de profetas, sino también agentes agresivos del capital que buscan ganancias «.

Pronto tuvimos comerciantes holandeses que se aventuraban en colinas cubiertas de granos de café chocando con los jenízaros otomanos de Crimea, reclamándolos para el sultán en Estambul. En la era posmoderna, esos «agentes agresivos del capital en busca de ganancias» habían reducido a Yemen a uno de los campos de batalla avanzados de la mezcla tóxica entre neoliberalismo y wahabismo. El eje angloamericano, desde la yihad afgana en la década de 1980, promovió, financió e instrumentalizó una versión esencialista y ahistórica del «Islam» que se redujo simplistamente al wahabismo: un movimiento de ingeniería social profundamente reaccionario liderado por un frente antisocial con sede en Arabia. Esa operación dio forma a una versión superficial del Islam vendida a la opinión pública occidental como la antítesis de los valores universales, como en el «orden internacional basado en reglas». Por lo tanto, es esencialmente antiprogresista. Yemen estaba en la primera línea de esta perversión cultural e histórica. Sin embargo, los promotores de la guerra desatada en 2015, una celebración lúgubre del imperialismo humanitario, completa con bombardeos, embargos y hambrunas forzadas generalizadas, no tuvieron en cuenta el papel de la Resistencia yemení. Al igual que sucedió con los talibanes en Afganistán. La guerra fue una manipulación perversa por parte de las agencias de inteligencia estadounidenses, británicas, francesas, israelíes y secuaces saudíes, emiratíes y qataríes. Nunca fue una «guerra civil», como dice la narrativa hegemónica, sino un proyecto diseñado para revertir los logros de la propia «Primavera Árabe» de Yemen. El objetivo era devolver a Yemen a un simple satélite en el patio trasero de Arabia Saudita. Y para garantizar que los yemeníes nunca se atrevan a soñar siquiera con recuperar su papel histórico como referencia económica, espiritual, cultural y política para una gran parte del universo del Océano Índico. Agregue a la narrativa el tropo simplista de culpar a Irán chiíta por apoyar a los hutíes. Cuando quedó claro que los mercenarios de la coalición no podrían detener a la Resistencia yemení, nació una nueva narrativa: la guerra era importante para proporcionar «seguridad» a la hacienda saudí que se enfrenta a un enemigo «respaldado por Irán». Así fue como Ansarallah se convirtió en el personaje de chiítas hutíes que luchan contra los saudíes y los representantes locales «sunitas». El contexto fue arrojado a los perros, como en las vastas y complejas diferencias entre los musulmanes en Yemen: sufíes de varios órdenes, zaydis (los hutíes, la columna vertebral del movimiento Ansarallah, son zaydis), ismaelitas y shafii sunitas, y el mundo islámico en general.

Yemen va al BRI

Así que toda la historia de Yemen, una vez más, es esencialmente un capítulo trágico del Imperio que intenta saquear la riqueza del Tercer Mundo / Sur Global. La Casa de Saud desempeñó el papel de vasallos en busca de recompensas. Lo necesitan, ya que la Casa de Saud se encuentra en una situación financiera desesperada que incluye subsidiar la economía estadounidense a través de mega-contratos y comprar deuda estadounidense. La conclusión: la Casa de Saud no sobrevivirá a menos que domine Yemen. El futuro de MBS depende totalmente de ganar su guerra, sobre todo para pagar sus facturas por las armas occidentales y la asistencia técnica que ya utiliza. No hay cifras definitivas, pero según una fuente de inteligencia occidental cercana a la Casa de Saud, ese proyecto de ley ascendió a al menos 500.000 millones de dólares en 2017. La cruda realidad que deja en claro la alianza entre Ansarallah y las principales tribus es que Yemen se niega a entregar su riqueza nacional para subsidiar la desesperada necesidad del Imperio de liquidez, garantías para nuevas inyecciones de efectivo y sed de productos básicos. La cruda realidad no tiene absolutamente nada que ver con la narrativa imperial de Yemen como «tradiciones tribales premodernas» reacias al cambio, por lo tanto susceptibles a la violencia y sumidas en una «guerra civil» sin fin. Y eso nos lleva al atractivo ángulo de «otro mundo es posible» cuando la Resistencia yemení finalmente libere a la nación de las garras de la coalición neoliberal / wahabí, que se desmorona y se desmorona. Como bien saben los chinos, Yemen es rico no solo en las reservas de petróleo y gas hasta ahora inexploradas, sino también en oro, plata, zinc, cobre y níquel. Beijing también sabe todo lo que hay que saber sobre el ultra estratégico Bab al Mandab entre la costa suroeste de Yemen y el Cuerno de África. Además, Yemen cuenta con una serie de puertos del Océano Índico estratégicamente ubicados y puertos del Mar Rojo en el camino hacia el Mediterráneo, como Hodeidah.

Estas vías navegables prácticamente gritan la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) y especialmente la Ruta Marítima de la Seda, con puertos yemeníes que complementan la única base naval de China en el extranjero en Djibouti, donde las carreteras y ferrocarriles conectan con Etiopía. La alianza Ansarallah-tribal puede incluso, a mediano y largo plazo, ejercer un control total del acceso al Canal de Suez. Un escenario muy posible es que Yemen se una a la «cadena de perlas”: puertos vinculados por el BRI a través del Océano Índico. Por supuesto, habrá un gran rechazo por parte de los defensores de la agenda del «Indo-Pacífico». Ahí es donde entra en escena la conexión iraní. BRI en un futuro cercano contará con la interconexión progresiva entre el Corredor Económico China-Pakistán (CPEC) – con un papel especial para el puerto de Gwadar – y el corredor emergente China-Irán que atravesará Afganistán. El puerto de Chabahar en Irán, a solo 80 km de Gwadar, también florecerá, ya sea por compromisos definitivos por parte de India o por una posible adquisición futura por parte de China. Los vínculos cálidos entre Irán y Yemen se traducirán en un renovado comercio en el Océano Índico, sin que Sanaa dependa de Teherán, ya que es esencialmente autosuficiente en energía y ya fabrica sus propias armas. A diferencia de los vasallos saudíes del Imperio, Irán ciertamente invertirá en la economía yemení. El Imperio no se tomará nada de esto a la ligera. Hay muchas similitudes con el escenario afgano. Afganistán está ahora listo para integrarse en las Nuevas Rutas de la Seda, un compromiso compartido por la OCS. Ahora no es tan descabellado imaginarse a Yemen como un observador de la OCS, integrado al BRI y beneficiándose de los paquetes del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB). Han sucedido cosas más extrañas en la saga de Eurasia en curso. 

El 7 de Noviembre publicamos un artículo de Andrew Korybko especializado en guerras híbridas (tiene publicado un tratado sobre el tema). Además es uno de los que más escribe sobre Etiopía y el Cuerno del África-Global Research Titulado: LOS ÚLTIMOS ACONTECIMIENTOS EN LA GUERRA HÍBRIDA CONTRA ETIOPÍA y Hoy publicamos un trabajo de Thierry Meyssan sobre la zona: Después de Somalia, Sudán del Sur y Sudán, ‎se extiende el caos a Etiopía y próximamente ‎a Eritrea. Dossier Geopolitico

El embajador estadounidense Jeffrey Feltman supervisa la extensión de la doctrina ‎Cebrowski al Cuerno de África. Después de haber llevado la guerra a Sudán, ahora ‎arremete contra Etiopía e impone sanciones a Eritrea. Sin darse cuenta, la etnia ‎mayoritaria en la región etíope de Tigray está sirviendo de punta de lanza a la ‎estrategia de Washington contra el Estado etíope, contra el Estado eritreo y también ‎contra la Unión Africana. ‎

Ante la epidemia de Covid-19, la Comisión Nacional Electoral etíope pospuso ‎las elecciones ‎legislativas que estaban previstas para septiembre de 2020. Pero el Frente de ‎Liberación del ‎Pueblo de Tigray –principal fuerza política de esa región– decidió organizar las ‎elecciones en esa parte del país, en una iniciativa claramente secesionista. El gobierno federal, ‎lógicamente, ‎no reconoció esas elecciones. Así se abrió la guerra civil. ‎

Etiopía cuenta 110 millones de habitantes y la población de Tigray es de 7 millones. ‎

En un año, funcionarios del Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (FLPT) y otros ‎funcionarios ‎del gobierno federal etíope cometieron crímenes de guerra sin que haya sido ‎posible determinar ‎con precisión si lo hicieron por propia iniciativa o por instrucciones de sus ‎superiores –en ‎este último caso serían calificados como «crímenes contra la humanidad». ‎El resultado es que ‎las zonas asoladas por la hambruna siguen creciendo y las masacres ‎se multiplican. ‎

Como siempre, cada bando atribuye los crímenes al otro, olvidando que otros actores ‎pueden ‎haber desempeñado un papel en los hechos. Pero si nos preguntamos quién se beneficia ‎con ‎el crimen habría que responder: Aquellos que esperan dividir todavía más el país. ‎

Después de haber destruido los Estados en los países del Medio Oriente ampliado, ‎el Pentágono ‎está tratando de aplicar la misma estrategia en el Cuerno de África. Ya vimos la ‎destrucción ‎de Sudán, país dividido en dos con la separación de Sudán del Sur en 2011, y la de ‎Etiopía, ‎también dividida en 1993 con la separación de Eritrea. Tanto Sudán como Etiopía se ven ‎hoy ‎inmersos en nuevas guerras civiles tendientes a dividirlos nuevamente. ‎

Encabezando la orquesta, el estadounidense Jeffrey D. Feltman ya organizó, desde su antiguo ‎cargo de ‎director de asuntos políticos de la ONU, los 10 años de guerra contra Siria –o sea ‎el ‎financiamiento y la entrega de armas a los grupos yihadistas [1]. El mismo Feltman, actuando ahora como enviado ‎especial del presidente ‎estadounidense Joe Biden para el Cuerno de África, retomó el 1º de ‎noviembre de 2021, ante el ‎US Institute for Peace –el “tanque pensante” del Pentágono (en el ‎Departamento ‎de Defensa, el US Institute for Peace es el equivalente de la National ‎Endowement for ‎Democracy, la tristemente célebre NED [2] en el ‎Departamento de Estado)– exactamente la misma ‎retórica ya utilizada antes por Estados Unidos ‎contra Afganistán, Irak, Libia, Siria, Yemen y ‎Líbano. ‎

CUERNO DE AFRICA

Estados Unidos ya está repatriando a los estadounidenses de Etiopía, donde mantiene sólo ‎el ‎personal imprescindible de su embajada. Mientras tanto, las agencias de prensa ‎occidentales ‎divulgan reportes que hacen pensar que Adis Abeba, la capital etíope, donde además ‎se encuentra ‎la sede de la Unión Africana, está a punto de caer en manos del FLPT, lo cual ‎significaría el fin de ‎Etiopía. ‎

Siria es el único país que ha sobrevivido a la aplicación de la doctrina Rumsfeld-Cebrowski ‎‎ [3] por parte del Pentágono. ‎

Si Siria logró sobrevivir fue porque los sirios están conscientes de que sólo el Estado ‎puede ‎protegerlos ante enemigos difíciles de identificar. La región del Levante es la única en ‎el mundo ‎donde la noción misma de Estado apareció en los más lejanos tiempos de la Alta ‎Antigüedad. Y ‎no hablamos aquí del Poder sino realmente del Estado, de la estructura ‎organizativa que permite ‎a un pueblo «estar de pie» (en latín stare, término que da origen al ‎vocablo Estado en las ‎lenguas europeas). Después de haber creído por varios meses que su país ‎estaba viviendo una ‎revolución, los sirios comprendieron que en realidad estaban siendo ‎agredidos desde ‎el extranjero y que lo único que podía salvarlos era el Estado. ‎Por consiguiente, ‎independientemente de los desacuerdos que pudieran tener con el Poder, ‎los sirios defendieron ‎el Estado. Todos los países del Medio Oriente ampliado que ya ‎se derrumbaron comenzaron por ‎dividirse en tribus o en comunidades confesionales. ‎

Etiopía es un país federal que se compone de regiones administrativas cuyo factor común es ‎el ‎predominio de una etnia en particular en casi cada una de esas regiones. En el conflicto ‎actual la etnia ‎tigray parece enfrentada a los omoros y los amharas. Pero los omoros opositores ‎al gobierno ‎federal se han separado de su propia etnia para aliarse a los tigray. Estos últimos ‎creen poder ‎contar con el respaldo de Estados Unidos y exhiben con orgullo el discurso que ‎Jeffrey Feltman ‎pronunció en 2021, en el funeral del primer ministro Meles Zenawi, miembro de ‎la etnia tigray. ‎Esa creencia es típica de quienes no entienden cómo funciona la “diplomacia” ‎estadounidense ‎desde el 11 de septiembre de 2001. A Washington no le interesa ninguno de los ‎dos bandos. ‎Nada le importa que gane este o aquel y lo que pretende es lograr que se maten ‎entre sí y que ‎en esa lucha se debiliten hasta que ninguno sea capaz de controlar ‎realmente ‎el país. ‎

El actual conflicto ha hecho resurgir en Etiopía una serie de prejuicios tribales. ‎

El primer ministro federal, Abiy Ahmed, hizo todo lo humanamente posible para reconciliar ‎el país ‎con Eritrea, su antigua provincia hoy independiente. Sus esfuerzos fueron reconocidos ‎con ‎el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz, en 2019. Se trataba así de mostrar que un ‎cristiano ‎pentecostés había logrado hacer la paz con musulmanes. En todo caso parece difícil ‎acusar a ‎Abiy Ahmed de «crímenes contra la humanidad», como se hizo contra el presidente ‎sirio Bachar ‎al-Assad. ‎

Pero el caso de la dirigente birmana Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz en 1991, ‎demuestra ‎siempre hay lugar para la difamación. Al presentar su informe sobre Etiopía, la chilena ‎Michelle ‎Bachelet, Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, exoneró ‎al gobierno de Abiy ‎Ahmed… pero agregó que los crímenes comprobados podrían ser ‎reclasificados en algún momento ‎como «crímenes contra la humanidad». En otras palabras, Abiy ‎Ahmed es un hombre honesto ‎pero siempre se puede echar atrás esa calificación si fuese ‎necesario deshacerse de él. ‎

Así que el primer ministro etíope tendrá que seguir lidiando con un problema que ya creía ‎resuelto. ‎Pero también tendrá que ocuparse del asunto de la Gran Represa del Renacimiento ‎Etíope, ‎actualmente en fase de llenado, lo que podría provocar una salinización del Nilo ‎en perjuicio de ‎Sudán y de Egipto. Otro tema urgente para el primer ministro etíope Abiy Ahmed ‎será resolver el ‎diferendo territorial con Sudán por el triángulo de Al-Fashaga. Para completar ‎el panorama ‎también tendrá que cuidarse de los tribunales islámicos que imponen su voluntad en ‎Somalia y ‎preservar la paz que logró firmar con Eritrea. ‎

Precisamente, las fuerzas del FLPT no sólo han arremetido contra Etiopía. También ‎han ‎bombardeado la frontera con Eritrea –ex provincia etíope de 6 millones de habitantes– ‎para ‎reactivar la guerra civil que durante 40 años desgarró el antiguo imperio de Abisinia. Lejos ‎de ‎caer en la trampa, el presidente de Eritrea, Isaías Afewerki –quien pertenece a la etnia ‎tigray ‎pero es políticamente cercano a China– no dudó en penetrar en Etiopía para perseguir a ‎las ‎fuerzas del FLPT, pero sin atacar al ejército etíope.‎

Prosiguiendo sus intentos de sabotear la paz en la región [4], ‎el embajador Jeffrey Feltman adoptó entonces sanciones contra Eritrea [5]. ‎Pero ‎el gobierno etíope salió inesperadamente en defensa de Eritrea solicitando a ‎Estados Unidos ‎que se abstenga de actuar contra un Estado que «no representa una amenaza ‎para una paz ‎duradera» [6].‎

Varios dirigentes africanos han visto en la acción del embajador Jeffrey Feltman una voluntad ‎de ‎Washington de no limitarse a desmantelar Sudán y Etiopía y de arremeter también ‎contra Eritrea ‎sino de torpedear además la Unión Africana. ‎

El FLPT dispone de gran cantidad de armamento, que parece obtenido –desde Suiza– por ‎el ‎director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Ghebreyesus, miembro de ‎la ‎etnia tigray [7]. Los lazos del Dr. Tedros ‎Ghebreyesus con Pekín ‎podrían hacer pensar que ese armamento viene de China, lo cual es poco ‎probable. Se trata ‎más bien de armamento proporcionado por contratistas del Pentágono. ‎

Washington ya decretó sanciones contra Etiopía y ahora se dispone a sacar el gobierno ‎etíope ‎de su programa AGOA (African Growth and Opportunity Act), programa de ayuda a los ‎países ‎africanos. Al cabo de una decena de años, varias transnacionales estadounidenses ‎estaban ‎adquiriendo petróleo etíope a cambio de productos estadounidenses. Eso no es muy ‎ventajoso ‎pero si Washington excluye a Etiopía del AGOA, ese país se verá impedido de realizar ‎cualquier de ‎transacción –importación o exportación– con Occidente, lo cual generalizará ‎el hambre y ‎la guerra… a menos que Rusia o China decidan tomar cartas en el asunto. ‎

Thierry Meyssan

[1] «Alemania y la ONU contra Siria», por Thierry Meyssan, Al-Watan (Siria), ‎‎Red Voltaire, 28 de enero ‎de 2016.

[2] «La NED, vitrina legal de la CIA», ‎por Thierry Meyssan, Оdnako (Rusia), ‎‎Red Voltaire, 11 de octubre de 2010.

[3] «La doctrina Rumsfeld-Cebrowski», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, ‎‎25 de ‎mayo de 2021.

[4] «Falso “golpe de Estado” en Sudán», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 2 de noviembre ‎de 2021.

[5] “The US ‎Treasury ‎sanctions Eritrea”, Voltaire Network, 12 de noviembre de 2021.

[6] «Declaración de Etiopía sobre las sanciones de ‎Estados Unidos contra Eritrea», Red Voltaire, 13 de ‎noviembre de 2021.

[7] «Acusan al director de la OMS de tráfico de armas», ‎‎Red Voltaire, 21 de noviembre de 2020.

FUENTE

https://www.voltairenet.org/article214716.html

Pepe Escobar también llama la atención del vertiginoso proceso de integración de Afganistán al Asia Central, tras 40 años de turbulencias políticas, guerra civil y ocupación estadounidense (dos década), que lo mantuvieron aislado de la región; también resalta la consolidación y el crecimiento en términos de poder e influencia de la OCS (Organización de Cooperación de Shanghái), elemento clave para el desarrollo de la integración de Eurasia. De la misma manera que el Asia Central es un nodo estratégico clave de esa integración. A. Mitre Dossier Geopolitico  

PIEZAS DE AJEDREZ AFGANAS MOVIENDOSE RAPIDO Y FURIOSO – Por Pepe Escobar Asia Times

Afganistán era el eslabón perdido en el complejo tablero de ajedrez de la integración de Eurasia. Ahora se acaba el tiempo. Después de cuatro largas décadas de guerra, poner en marcha la nación lo antes posible es un asunto urgente para todos sus vecinos.  

Los tres nodos clave de la integración de Eurasia son muy conscientes de lo que está en juego. De ahí una campaña diplomática total de Rusia, China e Irán para poner la pelota en marcha.  

Una confab, oficialmente denominada Segunda Reunión de ministros de Relaciones Exteriores – Países Vecinos de Afganistán, se llevó a cabo el 27 de octubre en Teherán, uniendo a los pesos pesados ​​de China y Rusia; Irán y Pakistán; y tres países de Asia Central: Tayikistán, Uzbekistán y Turkmenistán.

Llámelo una especie de repetición extendida de la reciente cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), donde todos discutían sobre Afganistán en detalle. El ministro de Relaciones Exteriores iraní, Hossein Amir-Abdollahian, señaló a lo que apuntan todos. La paz, tuiteó, depende de un «gobierno inclusivo y del respeto por la voluntad del pueblo afgano».

La declaración conjunta revisó una vez más todos los temas principales: la necesidad de una “estructura política de base amplia, con la participación de todos los grupos etnopolíticos” en Afganistán; la necesidad de «no injerencia en sus asuntos internos»; y un énfasis en «soberanía nacional, independencia política, unidad e integridad territorial».

Y por último, pero no menos importante, la línea roja definitiva, que también es una línea roja de la OCS: No hay soporte de ninguna manera, forma o forma para ningún atuendo yihadista.  

Los ministros de Relaciones Exteriores también volvieron a enfatizar lo que ya quedó impreso en la amplia cumbre de Moscú: “Los países principalmente responsables de las dificultades en Afganistán deben cumplir seriamente con su compromiso y proporcionar a Afganistán la asistencia económica, de subsistencia y humanitaria que se necesita con urgencia para ayudar a realizar una transición estable «.

La Unión Europea ha prometido mil millones de euros en ayuda humanitaria. Hasta ahora, eso es solo una promesa. Washington no ha enviado ninguna señal de que pueda considerar aliviar la terrible situación económica de Kabul. 

El gobierno de Biden tampoco ha indicado que planea liberar casi US $ 9.500 millones en oro afgano, inversiones y reservas de divisas extranjeras estacionadas en los EE. UU. Que se congelaron después de la toma de posesión de los talibanes, a pesar de la creciente presión de los grupos humanitarios y otros que dicen que la medida punitiva puede causar el colapso de la economía afgana.

El presidente iraní, Ebrahim Raisi, después de reunirse con los ministros de Relaciones Exteriores de Pakistán, Tayikistán y Turkmenistán, no se detuvo. Ya había alegado, en el expediente, que Estados Unidos estaba facilitando la expansión de ISIS-K en Afganistán, una ironía rápida, si es cierta, considerando que el grupo terrorista fue responsable de matar a 13 miembros del servicio militar de Estados Unidos y decenas de otros en la explosión de una bomba a fines de agosto en el aeropuerto internacional de Kabul.

Luego, el líder iraní se dobló, afirmando que la reciente secuencia de atentados terroristas con bombas durante las oraciones del viernes en las mezquitas chiítas de las grandes ciudades afganas también ha sido apoyada por Estados Unidos. 

Raisi está expresando, a un nivel muy alto, un análisis que los servicios de inteligencia de varias naciones miembros de la OCS han estado intercambiando activamente: solo hay un actor geopolítico importante que se beneficia, al estilo de dividir y gobernar, del caos generado por ISIS. K. 

Los rusos, iraníes y chinos están prestando mucha atención a todos los asuntos relacionados con Afganistán. Antes de su actual gira europea, el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, pasó por Doha el lunes para la primera reunión de alto nivel entre China y Afganistán desde el momento de Saigón el 15 de agosto.

Eso también marcó el regreso a la escena política del Mullah Baradar, el viceprimer ministro afgano interino, que de todos modos parece estar restringido a los asuntos de la oficina política de Doha.

Wang una vez más dejó muy claro que es crucial interactuar con los talibanes «de una manera racional y pragmática» y enfatizó, al mismo tiempo, que los talibanes deben «demostrar apertura y tolerancia».  

La principal prioridad de Beijing es comenzar a tratar con un gobierno funcional en Kabul lo antes posible. La integración de Afganistán al Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), y también al corredor Irán-China, que ahora se está desarrollando rápidamente, es una cuestión de urgencia.

Pero todo eso palidece en comparación con los desafíos que enfrenta un gobierno aún lejos de ser inclusivo: la crisis económica que se avecina, la pesadilla humanitaria ya de facto y la amenaza terrorista de ISIS-K.

Solo dos días después de la reunión de Wang en Doha, y casi simultáneamente con la reunión en Teherán, Tayikistán aprobó la instalación de una base militar china en su territorio. Aquí vamos de nuevo.

Espere que una feroz campaña que exponga los “abusos de los derechos humanos” por parte de Dushanbe surja pronto.

[Segundo articulo sobre Japon y sus elecciones proximas y que se debe entender desde la historia contemporanea del Imperio del Sol Naciente. DOSSIER GEOPOLITICO]

El nuevo primer ministro, Fumio Kishida, busca una mayoría parlamentaria fresca que le permita consolidar su liderazgo e impulsar reformas contra el estancamiento económico, aún en contra de su partido. La tercera economía mundial lucha contra la fatiga social por el manejo de la pandemia y un tablero regional cada vez más tenso por el ascenso de China y el pívot de Estados Unidos hacia el Indo-Pacífico.

Siete décadas atrás, Japón era un país diezmado por la Segunda Guerra Mundial. La democratización y la innovación económica permitieron al pequeño archipiélago asiático (su superficie es equivalente a la región argentina de Cuyo) convertirse en una potencia internacional, tanto en términos materiales como simbólicos.

En términos generales, la población japonesa goza de altos niveles de vida y su ecosistema empresarial está a la vanguardia global en muchos sectores estratégicos. Además, la política de pacifismo y cooperación de Japón le han dotado de un alto prestigio internacional.

Sin embargo, desde hace aproximadamente un cuarto de siglo que “el milagro japonés” se encuentra paralizado en varios aspectos. El bajo índice de natalidad y el progresivo envejecimiento de la población, junto con la reducida incorporación de mano de obra inmigrante joven en los últimos años, han producido un declive lento y constante de la demanda agregada interna.

En el exterior, la creciente competencia internacional en sectores tecnológicos ha hecho que la cuota de mercado mundial de Japón se resienta desde comienzos de los años 90. Con la crisis económica y financiera en Estados Unidos y Europa a partir de 2008, Japón ha experimentado una reducción de sus ventas en estos dos mercados por la contracción de la demanda y el refuerzo del yen ante las turbulencias que afectaron a otras monedas.

LA TERCERA ECONOMÍA BUSCA UN RELANZAMIENTO

SHINZO ABE

Frente a una economía internacional tormentosa y el repliegue de Estados Unidos a la par del ascenso de China en lo estratégico, llegó en 2012 el primer ministro Shinzo Abe (67). Con una renovada retórica nacionalista (nihonjinron) y un ambicioso programa de relanzamiento de la economía (Abenomics), Japón buscó en el naciente mundo multipolar retener su dinamismo interno y proyección internacional.

Así, se combinó mayor intervención estatal en la economía con políticas monetaristas. Se procuró aumentar el consumo y reformar estructuralmente a una economía que durante dos décadas no podía salir del estancamiento.

Los resultados fueron: por un lado, Japón tuvo ocho años de crecimiento sostenido dejando atrás malos años como 2008 con la crisis global o 2011 con el accidente en la central nuclear de Fukushima. El desempleo bajó a 2,7%, los problemas de deflación han cesado, se redujo el déficit fiscal y se abrieron nuevos mercados a las empresas niponas.

Por el otro, el PIB real de Japón a niveles prepandemia era menor al de la década anterior. Además, persiste el rezago de las economías regionales del país y la desigualdad aumentó, junto con la deuda pública (266% de su PIB, la relación más alta entre los países desarrollados)

En lo político-militar, los mandatos de Abe estuvieron influidos por el lobby nacionalista y conservador Nippon Kaigi. Si bien la inercia institucional de Japón evitó una reforma de la Constitución que modificara el famoso artículo 9 (pacifismo y renuncia de ejército propio), Abe pudo ampliar las capacidades de las Fuerzas de Autodefensa, elevó la cartera de Defensa a rango ministerial y creó un Consejo y Secretaría de Seguridad Nacional.

Como si se hubiera anticipado a la pandemia, Japón inició en 2019 una nueva era, Reiwa, cuando el entonces príncipe Naruhito se convirtió en emperador. Según la tradición japonesa, implicó la apertura de una nueva etapa de orden y armonía.

Con casi 3.200 días al mando, Abe se convirtió en plena pandemia del COVID-19 en el primer ministro más longevo de la historia japonesa. Toda una excepción a la norma: los ejecutivos nipones duran en promedio un año y medio.

Por ejemplo, su sucesor Yoshihide Suga (72) duró tan solo un año desde que Abe renunciara por problemas de salud. El manejo de la pandemia y la celebración de los XXXII Juegos Olímpicos y XVI Juegos Paralímpicos consumieron la atención y capital político del nuevo mandatario.

¿CONTINUIDAD ESTANCADA O RENOVACIÓN RIESGOSA?

FUMIO KISHIDA

En octubre de 2021, Fumio Kishida (64) relevó a Suga como primer ministro nipón, apenas unas semanas antes de las elecciones. En la elección por el liderazgo partidario, Kishida derrotó al entonces favorito Taro Kono y al progresista Seiko Noda.

Kishida, al igual que Suga y Abe, pertenece al Partido Liberal Democrático de Japón (Jinminto), la fuerza política que ha gobernado el país desde la posguerra con extraordinaria ductilidad. En el sistema parlamentario japonés se renuevan las 710 bancas de la Dieta bicameral, de donde emerge el primer ministro (en estas elecciones la Cámara Baja y a mediados de 2022 la Cámara Alta).

Como centrista y parte de un gran linaje familiar (Kishida es tercera generación de legisladores), el nuevo primer ministro cuenta con amplia reputación dentro del establishment nipón. Sin ir más lejos, fue ministro de Exteriores de Abe (2012-17)

¿Qué implicaría una victoria de Kishida? En lo económico, la promesa de continuidad está asegurada, más allá de sus conocidas críticas a las Abenomics y una mayor apelación a la clase media y propuestas redistributivas, inusuales en los programas económicos en Japón. Kishida sabe que una cruzada demasiado apresurada “contra las políticas neoliberales” lo eyectaría como líder del partido de gobierno.

En lo político, Kishida propone reforzar la vacunación contra el COVID-19 (comenzará a administrar 3° dosis en diciembre) y contener una tercera ola. En lo diplomático, un marcado énfasis en la alianza de Tokio con Washington, que se expresa con grandilocuencia en la consigna por un «Indo-Pacífico libre y abierto» para contener a Beijing.

Está claro que Kishida representa el mantenimiento del status quo, lo cual refuerza el distanciamiento entre la élite nipona y la ciudadanía. Eso se ha constatado en la concurrencia a la baja (<60% en las últimas tres elecciones): incluso con un resultado extremadamente adverso, el Partido Liberal Democrático podría armar una coalición parlamentaria con su socio Komeito.

Los partidos de la oposición esperan revertir esta tendencia y lograr una sorpresa, ya que el Partido Constitucional Democrático (PCD) y el Partido Comunista Japonés (PCJ) han acordado una especie de pacto de no agresión para evitar dividir su voto contra el oficialismo. Esperan aprovechar el descontento de la población; 6 de cada 10 desconfían del gobierno.

Cuanto mejor sea el resultado para los partidos de oposición, mayores posibilidades de cambio doméstico habrá. Los dos partidos antedichos junto con el Partido Socialdemócrata y el antisistema Reiwa Shinsengumi forjaron un acuerdo legislativo para boicotear eventuales reformas constitucionales, impulsar un impuesto a los más ricos, cerrar centrales nucleares y endurecer los juicios políticos a partir de los numerosos escándalos dentro del oficialismo.

Publicado el 27/10/2021.

FUENTE EMBAJADA ABIERTA: https://www.embajadaabierta.org/post/elecciones-en-jap%C3%B3n-entre-la-continuidad-y-la-renovaci%C3%B3n

[Con motivo de las proximas elecciones en el Imperio Japones, publicamos dos trabajos uno, este, sobre el proceso historico del ascenso japones y su caida profunda con la derrota en la Segunda Guerra Mundial, que marca totalmente estos tiempos en enque ademas con su declinacion luego del boom economico de los 60s, se ve totalmente superado por su vecino y pais que sufrio la agresion nipona en el SXX. Para comprender la actualidad. DOSSIER GEOPOLITICO]

El ascenso japonés es como la contrapartida del chino. Fulgurante y directo, y terminado en catástrofe. Más allá de sus estragos, quedará como un hito imborrable de la historia contemporánea.

El imperialismo occidental en el lejano oriente golpeó las puertas de Japón a mediados del siglo XIX, no mucho después de que los ingleses violentasen las de China con sus guerras del opio. El primer contacto del Japón con occidente se había producido mucho antes, en la época de la expansión de Europa asociada a la emergencia del capitalismo en el siglo XVI, cuando marinos, soldados y comerciantes portugueses y españoles navegaron hasta la América precolombina y hacia los puertos y las riquezas del sudeste asiático y del oriente, en procura de una ruta que permitiese acceder a las ambicionadas especias cuyo tráfico había quedado interrumpido por la caída de Constantinopla y por la pretensión turca de convertir al Mediterráneo en un lago musulmán.

Al revés de lo que ocurrió en China, donde los avances comerciales y misionales de los occidentales no incidieron gran cosa, en el Japón enredado en las guerras civiles de los señores feudales (daimios) que entenebrecieron al país a lo largo del siglo XVI y principios del XVII, la llegada de los europeos y en especial la de los jesuitas fue en un principio acogida con beneplácito, pues los clanes que se disputaban el poder e incluso la misma autoridad imperial que se encontraba impotente ante la anarquía, estaban interesados en hacerse con conocimientos científicos y armas. La política de penetración de los jesuitas, por otra parte, era, bajo la conducción del portugués Francisco Javier y más tarde del italiano Alessandro Valignano, extremadamente inteligente. Discerniendo la sutileza, elegancia y orgullo de la cultura nipona buscaron reclutar, con un discurso fundado en argumentos racionales, a su clase noble. Se proponían seducir desde arriba más que adoctrinar y convertir a las clases populares, en la presunción de que estas últimas serían incorporadas a la corriente por sus dirigentes. Esta orientación no fue seguida por otras órdenes, que se esforzaron por trabajar con el pueblo llano en torno a criterios religiosos, cosa que fomentó la desconfianza de los estratos superiores. Cuando el período de las guerras civiles se clausuró con la afirmación en el “shogunato”([i]) del clan de los Tokugawa, ese activismo en el seno de las masas pasó a ser combatido y perseguido, terminando con la masacre de la población cristiana allí donde las órdenes se habían hecho fuertes, y en la expulsión de estas últimas del Japón.

A partir de entonces  Japón se cerró a la manera de China frente a la influencia occidental, pero movido por pulsiones que diferentes. En China parece haber habido un exceso de confianza en el propio poder, agravado por la pesadez de los engranajes  burocráticos que sostenían a la monarquía, incapaces de comprender el peligro que para su estatus quo representaba la evolución del mundo. En Japón, sociedad más elástica por el hecho de haber pasado o estar aún sumida en disputas feudales que tenían cierta similitud con las de Europa, había reflejos más vivaces ante lo que se percibía como un peligro y una disposición más viva a receptar las novedades que podían venir de fuera. Tal vez fue esta diferencia lo que determinó que los chinos en el siglo XIX se opusieran desdeñosamente a las pretensiones británicas, con resultados fatales para ellos. En cambio, cuando el comodoro norteamericano Mathew Perry  se presentó con sus “barcos negros” frente a las costas japonesas, la casta dirigente nipona entendió que las cosas habrían de negociarse de alguna manera. Humillada, se tragó el orgullo y dio cabida al comercio con occidente, a la vez que apresuraba a imitarlo con diligencia en todos los campos que hacían a la gestión burocrática, la potenciación industrial y a la práctica y el equipamiento militar. La conmoción fue profunda, desde luego, determinando una crisis que terminaría con el predominio de los Tokugawa, vigente desde el siglo XVII, y con una reorganización del estado que acabaría con los restos del feudalismo y pondría a Japón en condiciones no sólo de preservar su territorio, sino también de competir en fuerza con los poderes occidentales. La etapa estuvo cruzada por una guerra civil y por oleadas de terrorismo político protagonizado sobre todo por los jóvenes de clase noble que concurrían a las escuelas de esgrima y artes marciales, a los que resultaba insoportable la violación de su país –marcada por episodios como el bombardeo e incendio de la ciudad de Kagoshima por la flota británica en 1865, en represalia al asesinato de ciudadanos occidentales y el incendio del consulado inglés. La autoridad del “shogunato” o “Bakufu” fracasaba en su intento coordinar la defensa contra la intervención y no podía ya mantener el  equilibrio entre los clanes y su propio poder en progresiva disolución. No era capaz de gestionar el cambio que requería adecuarse a la modernidad.

La búsqueda de la salvación se encarriló por un territorio ambiguo. De un modo típicamente japonés,  que ambiciona el cambio sin por ello abrogar el pasado, al proceso de reforma no se lo llamó Revolución sino Restauración, la llamada Restauración Meiji. Pasó por la voluntad de algunos de los jefes de clanes a asociarse en torno a la persona del emperador Meiji. Ello permitiría barrer las excrecencias anárquicas de los señores más díscolos, corroborando -o inventando- la autoridad central que el país requería para evolucionar de acuerdo a parámetros modernos. Para mejor consolidar la imagen de Emperador a ojos del pueblo llano, se hizo aún más hincapié en el aura de divinidad que la rodeaba.

  Se inauguró entonces la llamada “Era Meiji”. En un siglo el gobierno, la economía, la estructura social y las formas de vivir iban a ser radicalmente transformadas bajo la influencia occidental a un alto costo interno, que pasó por muchas insurrecciones y una guerra civil, la rebelión Satsuma de 1877, en la cual perecieron decenas de miles de ex samurái[ii] levantados contra el gobierno y cuyo jefe se suicidó. Pero Japón no sería un simple objeto pasivo de la occidentalización. Conservó su viejo talante samurái, pese a la derrota.  Lo que sucedió fue una revolución conservadora, si cabe esta contradicción en los términos. El poder asumió los contornos de los gobiernos de occidente, pero siguió concentrado en partidos dominados por jóvenes de procedencia samurái que pronto se reconvirtieron en patrones de empresa e  inauguraron un proceso industrializador en gran escala y en gran medida orientado a la formación de una armada y un ejército capaces de medirse con los de occidente. Miles de consejeros extranjeros fueron contratados para desarrollar los ferrocarriles, el correo, los sistemas de gestión burocrática, las industrias, la educación, la marina y el ejército. La marina se organizó de acuerdo al modelo inglés; el ejército según normas francesas primero y alemanas luego. Alemanes y norteamericanos se encargaron de estructurar la formación universitaria. Pero en ningún momento estos expertos llegaron a influir a sus discípulos más allá de los conocimientos específicos que les impartían, ni nunca quedaron a cargo de las instituciones que fundaban.[iii]

La sombra del guerrero

Winston Churchill describe de manera muy plástica este proceso en el tercer tomo de sus Memorias de guerra: “En menos de dos generaciones, sin otro antecedente que un pasado remoto, el pueblo japonés transformó la espada pesada de los Samurái en el barco revestido de acero, el fusil y el cañón, el torpedo y  la ametralladora Maxim; en la industria se operó una revolución semejante… No obstante ello todo lo que habían asimilado eran los atributos externos de la ciencia aplicada… Detrás se hallaba el viejo Japón. Recuerdo que en mi juventud los caricaturistas británicos solían representar al Japón como a un joven mensajero, elegante, aliñado, de impecable uniforme. En cierta oportunidad vi una caricatura norteamericana cuyo estilo era radicalmente distinto. Un anciano sacerdote guerrero se levantaba augusto y formidable, con la mano en la daga”.[iv]

En las condiciones de mundo moderno, más allá de cualquier imperativo cultural, era natural sin embargo que Japón pretendiera a la larga sustituir al capitalismo occidental en el rol de ordenador y dominador de Asia, su área natural de influencia. Los problemas fundamentales que se oponían a ese proyecto eran la exigüidad del superpoblado territorio insular, y la carencia de materias primas para subvenir a las necesidades del desarrollo que requería mantener el tren y equipararse a las potencias coloniales. Pero en un principio ese propósito no afloró a la superficie, no fue plenamente consciente y en cualquier caso no era realizable. La cuestión para Japón fue por entonces insertarse en el juego de las grandes potencias y crecer dentro de él, como un participante más en la partida. El escenario que se ofrecía a sus ambiciones y que le era más connatural por su proximidad geográfica, por sus recursos y por sus antecedentes histórico-culturales era China, cuyo estado de desintegración ofrecía innumerables facilidades para la penetración colonial. Esto convirtió al Japón en uno de los depredadores de China y, por su proximidad y agresividad, en el más peligroso de todos. En 1894 estalló una guerra entre ambos países a causa de las pretensiones de Japón respecto a la península de Corea, guerra que se saldó con un triunfo nipón, pese a la disparidad del número de efectivos en pugna, muy favorable a los chinos. Por el tratado de Shimonoseki, que selló la paz, Japón se incorporó la isla de Formosa (hoy Taiwán), consolidó su influencia en Corea y obtuvo la posesión de la península de Liaodong, que incluía a la estratégica base de Port Arthur. Por presión de otras potencias y especialmente de Rusia, sin embargo, hubo de renunciar a este último premio, abriéndose así el camino a un nuevo contencioso, con el imperio de los zares esta vez, que produciría la primera de las guerras modernas, siniestro aperitivo de la primera guerra mundial.

El apetito moscovita para con China provenía del rápido crecimiento del capitalismo ruso tras las reformas de Alejandro II y del deseo de expandirse hacia el lejano oriente, en un encuadre de las tensiones inter-imperialistas que preanunciaban la crisis del sistema que llegaría en 1914. En ese juego, al alborear el siglo XX todavía no estaban firmes las líneas que ordenarían a los futuros enfrentamientos. Se vivían los últimos años de la pax britannica y Londres aún estaba envuelto en las maniobras de las disputas coloniales con Francia y con Rusia; con esta última a propósito de Afganistán y el paso a la India. En ese tablero Japón era una carta apreciable para jugar en la disputa con Rusia, como lo era Inglaterra para Japón. Ello determinó que ambas potencias signaran en 1902 un tratado de alianza militar que sin embargo tenía límites y excepciones: Japón se comprometía a no inmiscuirse en conflictos suscitados en Europa y los ingleses aclaraban que no tomarían partido en el caso de una guerra entre Japón y  Estados Unidos, la potencia que desde la guerra de 1898 contra España había desembarcado en el Pacífico y en el escenario internacional como un actor a tener muy en cuenta. Estas reservas posiblemente impidieron que la guerra ruso-japonesa de  1904-1905 se transformase en la primera de las guerras mundiales. Esta encontraría su disparador en 1914, en Sarajevo.

El debut

El conflicto –suscitado siempre en torno a Corea y a la influencia que tanto Tokio como Moscú pretendían ejercer sobre el norte de China, significó la presentación en sociedad de la potencia asiática. Occidente quedó deslumbrado por la resolución, eficacia e implacabilidad del ataque japonés a una gran potencia europea. Se debe reconocer, empero, que el núcleo de la fuerza rusa se hallaba muy lejos, que el ferrocarril transiberiano acababa de ser inaugurado y no podía proveer en la cantidad y con la rapidez necesarias los abastecimientos que se necesitaban en Extremo Oriente, y que los niveles de eficiencia de los mandos rusos y del aparato de gestión de los Romanov estaban lejos de ser los ideales. Como quiera que sea, la victoria japonesa lograda en gigantescos choques y con la conquista de la híper defendida fortaleza de Port Arthur, a lo que se sumó la destrucción de una flota enviada desde el Báltico a naufragar en la sola  jornada de la batalla de Tusushima, significó el espaldarazo definitivo para que Japón fuese admitido en el club de las grandes potencias. Y también implicó, o debió implicar, la revelación de lo conectados que se hallaban los asuntos globales, así como lo próximas a la superficie que se encontraban las tensiones sociales: la guerra ruso-japonesa trajo aparejado el estallido de la primera revolución rusa, la que en 1905 abrió la era de las grandes conmociones civiles que se entremezclaron con los puros conflictos de poder entre las potencias, definiendo así el convulso talante que tendría el siglo y que se desborda en el presente.

El Japón se involucraría rápidamente en ese proceso. Terminada la guerra con Rusia el deseo japonés de conseguir una retribución acorde con sus aspiraciones tras obtener tan señalada victoria se vio otra vez entorpecido por la interferencia de occidente; de Estados Unidos, para ser más  precisos. Poco después, el estallido de la guerra del 14 brindaría a Japón otra oportunidad, que los japoneses no dejaron pasar: la de crecer a expensas de las posesiones coloniales alemanas en China. Con la toma de Tsing-Tao y la ocupación de la península de Shantung, más la ocupación de una  serie de islas en la Micronesia que también habían sido colonias alemanas, consiguió un premio considerable a muy poco precio. Su labor en el control del área del Pacífico a través de la búsqueda de los cruceros alemanes que incursionaban en esas aguas fue una apreciable ayuda para los británicos, como también lo fueron las tareas de escolta de los convoyes aliados en esas aguas y en las del Mediterráneo. De modo que Japón se sentó a la mesa de tratado de paz en Versalles en calidad de una potencia entre las potencias.

No tardaron en estallar los diferendos, sin embargo. Estados Unidos estaba muy atraído por el mercado chino, respecto al cual ya había desarrollado a nivel diplomático una política de puertas abiertas, y recelaba de las aspiraciones de Japón no sólo a competir en ese espacio sino a hegemonizarlo. La presencia japonesa en Micronesia por otra parte, venía a amenazar las comunicaciones entre las islas Hawai y las Filipinas, el último florón colonial que le quedaba a España en el momento de la catástrofe de 1898 y del cual Washington se había apropiado después barrer a los españoles y suprimir el movimiento independentista filipino.

En este ambiente tóxico se sumó la ofensa que las potencias occidentales infligieron a Japón a negarse a reconocer una cláusula presentada por los nipones en la que solicitaban el reconocimiento de la igualdad racial entre occidentales  y orientales. Esta bofetada al orgullo japonés y oriental en general fue compensada admitiendo el dominio de Japón sobre península de Shantung, pero dejó huella. Los japoneses incubaron su resentimiento, pero los chinos, que acababan de fundar su república, se sintieron profundamente ofendidos por el hecho de que una vez más las potencias extranjeras se arrogasen el derecho de decidir por ellos, en violación de todos los principios enarbolados por Woodrow Wilson en torno a la autodeterminación de las naciones.  

El curso que siguió la política japonesa de ahí en más estuvo marcado las oscilaciones de la situación global. Los japoneses se revelaron como fabricantes excelsos y como exportadores de primera línea de productos manufacturados, pero los datos que limitaban su crecimiento y aumentaban las tensiones internas ascendían paralelamente. El Japón constituía una sociedad industrial intensamente urbanizada, con fuerte incidencia del sentimiento nacionalista, en la cual  se diferenciaban intereses de clase que se expresaban a través de los medios de comunicación de masas, de los partidos políticos y de las agrupaciones que tendían a la acción política directa. “Los segmentos más destacados del establishment eran la aristocracia, la burocracia superior o “mombatsu”, los dirigentes del partido político conservador, los grandes intereses capitalistas (“zaibatsu”), los terratenientes y la burocracia militar o “gumbatsu”.[v] Fue dentro del ámbito de  este último sector, entre la oficialidad joven, donde las tensiones a la que la evolución de un mundo suspendido entre dos guerras sometía a Japón se manifestaron más pronto y con mayor violencia.

El salto al vacío

Japón no disponía de materias primas para sustentar su crecimiento industrial; tenía que traer de lejos el acero para sus barcos o aviones, el combustible que los alimentaba y alimentaba al movimiento de la sociedad entera, que a su vez estaba superpoblada y rascaba un pobre sustento de una tierra en más de una ocasión devastada por terremotos y maremotos. El crack de 1929 golpeó a fondo el precario equilibrio de la sociedad japonesa y a partir de ese momento los acontecimientos se precipitaron. Surgieron sectas militares que presionaban por seguir con los planes para ocupar porciones sustanciales de China y asegurarse así un flujo ininterrumpido de materias primas, alimentos y mercados. Siendo la japonesa por tradición una sociedad marcial, los militares no tardaron nada en convertirse en la fuerza dominante dentro del gobierno y, tanto para seguir sus propios planes como para distender su propia crisis interna y calmar a los sectores radicales de la oficialidad joven, impulsaron la agresión contra China. Esta política se iba a encontrar con el ascenso del nacionalismo chino, que se expresaba tanto a través de los elementos más limpios del Kuomintang, como de los del ascético Partido Comunista chino y sus jefes, cuyo internacionalismo era sincero, pero que entendían bien que la realidad brota del suelo que se pisa. La lucha por la liberación de una opresión externa es inescindible de la lucha por la liberación social. 

 Las provocaciones japonesas,  como el incidente de Mukden en 1931, desembocarían en la primera batalla de Shangai, en la creación del estado títere de Manchukúo y en la partida de Japón de la Sociedad de las Naciones;  primera herida, que iba a revelarse mortal, al organismo internacional que se presumía iba a evitar la guerra entre las potencias. A poco de andar, en 1937, estalló la lucha en gran escala entre China y Japón y el imperio del sol naciente se lanzó a la una carrera por el predominio regional que tendría, en las condiciones del mundo en ese momento,  el más fatal de los desenlaces. En efecto, el balance del poder global había quedado en entredicho a partir de la guerra del 14. A pesar de triunfo aliado, los dos grandes imperios coloniales en sentido estricto, Gran Bretaña y Francia, habían salido irremediablemente heridos del conflicto, y las “potencias reformistas” –Alemania, Italia y Japón, con el añadido de la Unión Soviética, cuya subversión corría en un diapasón diferente pero todavía más peligroso para el orden establecido- representaban diferentes grados de amenaza que tendían a descontrolarse. El choque se produjo y la victoria alemana en el Oeste, en 1940, que desbancó a Francia y puso a Gran Bretaña contra la pared, abrió para Japón una oportunidad que parecía ser de oro para organizar su soñada Esfera de Coprosperidad Asiática, que sería liderada por Tokio y que presumía la eliminación del predominio occidental del  oriente y el extremo oriente.

El problema era Estados Unidos, que pretendía desde siempre jugar el papel de primus inter pares y estaba demasiado lejos y era demasiado fuerte para ser alcanzado. No vamos a reseñar aquí el camino que llevó a Pearl Harbor; este un tema aparte y demasiado complejo para abordarlo en esta nota que ya se ha extendido demasiado. Baste decir que Japón, a pesar de su tradición de realismo diplomático, estaba demasiado poseído por sus demonios familiares que invocaban el orgullo nacional y su superioridad marcial como para no quedar implicado en la red de provocaciones que montó Washington hasta llevarlo a dar el primer golpe en la guerra del Pacífico. Le brindó así al presidente norteamericano Roosevelt el motivo que necesitaba para llevar a su país a una guerra global en la cual sabía que se jugaba, más allá de cualquier otra fundamentación, ética o del carácter que fuere, el destino de su país como superpotencia. Más allá de los innumerables crímenes de que fueron responsables los ejércitos de Mikado en China (basta mencionar la masacre de Nankín) psicológicamente era imposible que Japón se allanase a la retirada general de China e Indochina que les exigía Washington para  levantar las sanciones que le había impuesto y que estaban estrangulándolo en su capacidad económica y en su aptitud militar. Apenas si le quedaba combustible para seis meses para abastecer su flota. Le quedaban a Japón dos  opciones de hierro.  Allanarse a esas exigencias y suicidarse en una guerra civil, o atacar en la esperanza de que en el juego del conflicto global y obteniendo una gran ventaja inicial, obtener un empate. Eligió el segundo camino y también prácticamente se obliteró. Pero su papel en ese lapso fue dramático y espectacular. La “blitzkrieg”  del Pacífico duró apenas seis meses, hasta la batalla de Midway, pero supuso un despliegue impresionante de fuerza, eficiencia e intrepidez que conmovieron a los pueblos de oriente, demostrando lo ficticio o al menos lo relativo, de la presunta superioridad racial de los occidentales y lo vulnerable que era su predominio. Cayeron Malaya, las Filipinas, la fortaleza de Singapur, las Indias Orientales Holandesas, Borneo, Nueva Guinea, Siam y Birmania, y el aliento de los japoneses se sintió en las fronteras de la India y en el norte de Australia. A partir de entonces comenzó un lento retroceso, jalonado de feroces batallas. Los japoneses se hicieron famosos por el mal trato que prodigaban a los prisioneros, pero ello no debía extrañar mucho pues ellos mismo se rehusaban a serlo, prefiriendo la muerte en batalla que al deshonor que para su código implicaba rendirse. Con los kamikaze, los pilotos que se inmolaban arrojándose con sus aparatos contra los barcos enemigos, esta ética del suicidio llegó a su punto límite.

La bomba atómica y el ingreso de la URSS a la guerra contra el Japón terminaron con la funesta epopeya, aunque se debe decir que las argumentaciones norteamericanas que intentan explicar los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki como un acto de “compasión” destinado a terminar más rápido con el sufrimiento de los japoneses y con la lista de bajas americanas son una perfecta falacia. Los japoneses estaban vencidos y su gobierno quería rendirse cuando las bombas explotaron. Y Washington lo sabía. El propósito de su lanzamiento fue experimentar sobre un cuerpo vivo sus efectos y, secundariamente, adelantarse al ingreso de la URSS al conflicto para limitar el papel de un socio incómodo en las negociaciones de paz.

Así concluyó la aventura japonesa por erigirse en un gran protagonista global. Ese papel correspondería a China, que a pesar de estar devastada por la guerra suponía una base mucho más vasta y potente para jugar ese papel. A Japón solo le ha restado, hasta ahora, desempeñar el rol de segundo de Estados Unidos en Asia. La ocupación norteamericana fue singularmente benévola y beneficiosa. El general Douglas Mac Arthur –en otros planos un temible “warmonger” contra el comunismo-, y los equipos especializados que lo secundaron, llevaron a cabo algo que muchos han definido como una segunda gran reforma que vino a complementar a la restauración Meiji, con una reforma agraria y educativa que arraigaron gracias precisamente a los procesos de cambio que el Japón por sí mismo había generado en el siglo anterior. Japón se convirtió así en una sociedad de masas con un sistema político participativo a gran escala. Sin embargo, no se puede pronosticar nada respecto al futuro, pues la multiplicidad de variantes a que puede dar lugar el conflicto entre el imperialismo norteamericano y las aspiraciones chinas y rusas inhibe  cualquier vaticinio. Y debajo de las capas del cambio, la dura tradición del servicio sigue impregnando a la cultura japonesa.

Cualquiera sea el futuro, históricamente queda para Japón el mérito de haber sido el primero de los pueblos periféricos en proyectarse al primer plano del acontecer mundial y en haber propinado al orgulloso occidente un revés o una serie de reveses militares de enorme repercusión. Esos golpes rompieron el encantamiento por el cual un puñado de británicos, holandeses, franceses, norteamericanos o portugueses mantenían bajo obediencia a pueblos que sumaban miles de millones de personas con diferente color de piel, que profesaban religiones distintas y se distribuían en un vasto mosaico cultural.

Esta contribución al despertar de los pueblos sumergidos, aunque pueda haber sido en parte involuntaria, va a quedar como un legado imborrable. Agigantado, si cabe, por la impronta fanática y dramática que tuvo y que imprime una nota me atrevería a decir de cierta grandeza estética a esa terrible  peripecia.

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[i] “En el Japón anterior a la “restauración Meiji” se distinguían dos principios a partir de los cuales se ordenaba el Estado. “Uno simbólico, dinástico, depositario de la soberanía, del mandato del Cielo, y era el “tenno”, que se traduce aproximativamente como Emperador. Pero el verdadero poder era ejercido por el “shogun” o comandante en jefe, mezcla de intendente de palacio y condestable, que bajo el régimen de los Tokugawa se erigiría en amo absoluto”. Jean Lacouture: “Jesuites. Les conquérants”, Editions du Seuil, 1991.

[ii] Los samurái eran hombres de armas que se regían por un código de honor, el Bushido, y se ponían al servicio de un señor feudal. Su abolición como clase no eliminó su espíritu, que siguió impregnando a las fuerzas armadas de Japón moderno y del cual dio testimonio el comportamiento tan intrépido como cruel   de los soldados japoneses durante la guerra.

[iii] Tanto en este asunto como en la orientación general de la nota, he seguido los lineamientos trazados por el hermoso libro “El Imperio japonés”, de John Whitney Hall, publicado en la “Historia Universal”, editorial Siglo XXI, Madrid, 1970.

[iv] Winston Churchill: “La Segunda Guerra Mundial. La Gran Alianza”. Peuser, Buenos Aires, 1950.

[v] John Whitney Hall, op.cit.

FUENTE ENRIQUE LACOLLA: http://www.enriquelacolla.com/sitio/notas.php?id=697

Este domingo el Wall Street Journal informó que ex militares afganos se están pasando al Estado Islámico, confirmando así el papel de EE.UU. en el origen del terrorismo.

Por Eduardo J. Vior

Los Estados Unidos siguen proclamando su decisión de combatir al terrorismo en todas partes del mundo. Sin embargo, una reciente publicación de The Wall Street Journal da cuenta del pasaje de personal de inteligencia y ex miembros de las fuerzas especiales del antiguo régimen afgano a las filas del Estado Islámico-Jorasán (ISIS-K, por su nombre en inglés). La importancia de la información trasciende el escenario afgano, porque confirma que, sin el apoyo y el entrenamiento norteamericano no existiría ningún tipo de terrorismo, en Asia Central, en Oriente Medio o en cualquier otra parte del mundo.

El Estado Islámico-Jorasán (ISIS-K) amenaza la paz y la estabilidad de toda Asia Central.

Muchas de las antiguas fuerzas nacionales afganas que desde la retirada estadounidense en agosto son buscadas por los talibanes se están pasando al Estado Islámico (ISIS-K), según un nuevo informe de investigación del Wall Street Journal. También entre los que se unen a las filas del ISIS en Afganistán, o ISIS-K, hay miembros del antiguo servicio de inteligencia que fueron entrenados por EE.UU. «El número de desertores que se unen al grupo terrorista es relativamente pequeño, pero está creciendo, según personas que conocen a estos hombres, a ex funcionarios de seguridad afganos y a los talibanes», escribe The Wall Street Journal.

Aunque se dice que esto está ocurriendo en pequeñas cantidades y se describe como un movimiento por desesperación, podría ser una gran ayuda para las capacidades del ISIS-K, dado que los miembros de la inteligencia aportan al grupo terrorista una gran experiencia y capacidades muy especializadas. Los críticos de la desastrosa salida de Afganistán ordenada por Biden ya habían advertido desde el inicio que los grupos terroristas aprovecharían los activos «abandonados» por los estadounidenses. Como prueba el informe cita «Un oficial del ejército nacional afgano que comandaba el depósito de armas y municiones del ejército en Gardez, la capital de la provincia sudoriental de Paktia, se unió a la filial regional del ISIS-K y murió hace una semana combatiendo contra los talibanes, según un ex funcionario afgano que lo conocía.» «El ex funcionario contó también que varios otros antiguos miembros de la inteligencia y el ejército por él conocidos también se unieron al Estado Islámico después de que los talibanes registraran sus hogares y exigieran que se presentaran ante las nuevas autoridades del país», continúa el informe.

En algunos casos estas fuerzas especiales afganas recibieron un entrenamiento de élite por parte de los Navy SEALS o de los Boinas Verdes del Ejército. El informe explica que cientos de miles de ex miembros de las tropas nacionales afganas, oficiales de inteligencia y policías llevan meses sin cobrar desde el colapso del gobierno de Kabul y que al mismo tiempo tienen demasiado miedo de presentarse a trabajar o de identificarse como parte del antiguo gobierno. En un momento en que los talibanes intentan acabar con el ISIS-K, este personal descontento y desempleado es carne de cañón para el reclutamiento del Estado Islámico.

Y luego, con aparente asombro, el informe del WSJ reconoce lo que muchos saben desde hace tiempo:

Los talibanes han alegado durante mucho tiempo que la provincia de Jorasán del Estado Islámico era una creación del servicio de inteligencia de Afganistán y de Estados Unidos que pretendía sembrar la división dentro de la insurgencia islamista, una afirmación negada por Washington y por el anterior gobierno de Kabul.

Cabe destacar el reciente ejemplo histórico de cómo se formó la resistencia en Irak tras la invasión estadounidense de 2003. Con el derrocamiento de Saddam Hussein cientos de miles de antiguos soldados y policías iraquíes recién desempleados se unieron a grupos radicales para librar una insurgencia mortal, algunos al naciente Estado Islámico.

Varios atentados suicidas y con coches bomba atribuidos al ISIS-K han causado decenas de muertos en algunas ciudades importantes, incluida Kabul. Funcionarios de Washington han sugerido en varias ocasiones la posibilidad de que el Pentágono pueda ayudar en las operaciones contra el ISIS (por ejemplo con apoyo aéreo), pero el gobierno de Biden se ha resistido argumentando que significaría trabajar directamente con los talibanes. Prefieren hacerlo con los terroristas.

Obviamente, no es inocente que el WSJ publique este informe, a todas luces basado en fuentes de inteligencia. Hasta puede provenir del propio Pentágono: después de la derrota y la escandalosa retirada de Kabul son muchos en el gobierno y en las fuerzas armadas los que piden la cabeza del general Kenneth F. McKenzie Jr., jefe del Comando Central del Ejército de EE.UU. Como en toda operación militar fracasada, la primera reacción es buscar un chivo expiatorio. Es la mejor forma de no tener que llevar a los tribunales a los responsables civiles y militares por veinte años de locura.

La cuestión, empero, excede ampliamente las responsabilidades individuales de un par de jefes. Desde 2001 se han decretado sobre los países centrales el estado de emergencia y la vigilancia masiva de las poblaciones, se han limitado severamente las libertades individuales y grupales en nombre de la protección contra el terrorismo. Para combatirlo, al mismo tiempo, se ha llevado la “guerra híbrida” a todos los continentes. En nombre de la libertad han destruido la vida y la libertad de decenas de millones de seres humanos. ¿Y ahora vienen a reconocer que el terrorismo islámico es obra suya? Muy noble, pero muy tarde. La Humanidad espera no sólo que retiren sus fuerzas militares y de inteligencia de todos los países, sino que reparen monetariamente el daño que han ocasionado a cada una de las familias dañadas y que entreguen a la Corte Penal Internacional a los responsables civiles y militares por los crímenes cometidos, por lo menos, desde 2001.

INFOBAIRES: https://infobaires24.com.ar/a-confesion-de-parte-relevo-de-prueba/

Un artículo que muestra la furia y la impotencia del sistema ante los daños inevitables de su falta de recursos y de previsión.  Lo más hilarante es la rabia contra Rusia por ser dueña del gas, algo que en su concepto imperial, lo consideran una  injusticia divina.

EUROPEAN COUNCIL ON FOREIGN RELATIONS

El gas ruso huye hacia Asia y la UE no puede quedarse de brazos cruzados

Bruselas debe prepararse de cara al creciente deseo de Rusia de vender gas a China. De lo contrario, corre el riesgo de empeorar su dependencia energética de Moscú

Por Filip Medunic* 01/11/2021 

El precio de la energía está aumentando en toda la Unión Europea, algo que preocupa tanto a los consumidores como a los gobiernos a medida que se acerca el invierno. La UE ha respondido lanzando una ‘caja de herramientas’ llena de medidas variadas que los estados miembros pueden implementar para ayudar a los hogares, y muchos gobiernos están ofreciendo subsidios para ayudar a la gente.

En este contexto de precios por las nubes, varios líderes de la UE han lanzado críticas severas contra Rusia. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, señaló a Moscú por no aumentar su oferta de gas y elogió deliberadamente a Noruega por haber incrementado la producción. El alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, sugirió que Rusia estaba reteniendo intencionalmente el suministro.

El choque energético actual bien puede ser el primero de la transición verde, y hay numerosos factores en juego. Estos van desde los anteriores procesos de liberación del mercado de energía de la UE —que han ayudado a que los precios se disparen a medida que Europa reacciona con fuerza a las fluctuaciones en el mercado internacional del gas— hasta el aumento de la demanda de gas en las economías emergentes —países a los que la UE alentó activamente a avanzar hacia el gas y alejarse del carbón—. Es posible que los europeos estén entrando ahora en una era en la que la escasez no sea algo inusual. La creciente demanda está abriendo rápidamente nuevos mercados para los productores de gas natural licuado (GNL), que tienen un abanico de clientes más amplio que antes.

Esto significa que la estrategia de palabras altisonantes de la UE pronto resultará insuficiente para la tarea de garantizar el calor en un mundo geoeconómicamente más frío. Los gobiernos de toda Europa están empezando a transformar la forma en que generan y suministran energía, pero, para Moscú, la economía rusa sigue dependiendo de las exportaciones de combustibles fósiles, por lo que los esfuerzos para pasar a las energías renovables son vistos como un desafío a largo plazo. Rusia aún no puede permitirse perder a los países europeos como sus principales compradores, pero, al mismo tiempo, ya está estudiando cómo apuntalar su posición mediante la diversificación hacia Asia, especialmente China, donde los vastos recursos naturales rusos están ganando importancia.

El Gobierno de Vladímir Putin sigue siendo el principal proveedor de gas de Europa, pero los europeos necesitan comprender urgentemente los cambios que Rusia está realizando en su infraestructura de transporte de energía, ya que estos podrían dejar a la UE todavía más a merced de Moscú.

Desde finales del año pasado, el nuevo gasoducto ‘Power of Siberia’ transporta gas desde Rusia hasta China. En marzo de este año, Putin dio luz verde para la construcción de un segundo oleoducto, ‘Power of Siberia 2’. Esta instalación suministrará gas desde la península de Yamal en Siberia, que posee las mayores reservas de gas del gigante euroasiático, unas que actualmente abastecen a sus clientes de la UE.

Este giro ruso hacia Asia no debería ser una sorpresa. La demanda en China sigue aumentando, y el país finalmente parece dispuesto a comenzar a dejar de lado el carbón. Para Pekín, llenar el vacío energético con GNL tiene efectos secundarios indeseados, como que los buques que lo transportan tengan que pasar por el cuello de botella del Estrecho de Malaca, y que dos de los principales proveedores del mundo de este combustible, Australia y Estados Unidos, acaben de forjar una alianza en su contra. Por estos motivos, el gas suministrado por Rusia se vuelve aún más atractivo para Beijing.

‘Power of Siberia 2’ entregaría gas directamente a las regiones del noreste de China, que son la parte más densamente poblada del país. Paralelamente, Pekín lleva tiempo negociando con el gobierno de Turkmenistán la suma de una cuarta línea a su gasoducto conjunto Asia Central-China, que ya proporciona casi el 40% de las importaciones de gas del país. Pero este proyecto ha experimentado numerosos retrasos, lo que significa que hay una oportunidad para que Gazprom entre primero y asegure su participación de mercado.

Mongolia también podría estar interesada en el proyecto ‘Power of Siberia 2’, dadas las tarifas de tránsito que podría exigir, pero también debe diversificarse, ya que el carbón representa alrededor del 80% de sus fuentes de energía. Y, a medida que las economías asiáticas continúen creciendo y China agregue millones de hogares a su red de gas, la demanda sólo crecerá. Además, Rusia quiere aumentar la cantidad de GNL que suministra a través de la ruta del Mar Ártico con el objetivo de que represente el 20 por ciento del suministro mundial para 2035. Los clientes asiáticos, y especialmente China, constituyen su principal mercado.

Por ahora, el oleoducto ‘Power of Siberia 2’ sigue siendo solo un proyecto, y no estará operativo hasta 2030 como muy pronto. Los compromisos de esta escala necesitan una gran cantidad de tiempo para formularse y Moscú podría llegar a encontrarse con un muro a la hora de negociar precios y tarifas de tránsito. Sin embargo, es un plan serio. Si el gasoducto se materializa, la península de Yamal será un suministro gasístico clave tanto para Europa como para China. Esto le da a Rusia una nueva ventaja.

Por lo tanto, la UE debe pensar de manera más estratégica sobre su suministro de energía y planear cómo eliminar hoy las vulnerabilidades de mañana. Su primer paso podría ser negarse a permitir la apertura del gasoducto Nord Stream 2 entre Rusia y Alemania. Los partidarios del proyecto han sostenido que no está diseñado para ser utilizado por Moscú de manera coercitiva, pero el potencial para ello permanece. Gazprom acaba de aprovechar su monopolio del gas sobre Moldavia, sugiriendo que el gobierno proeuropeo del país debería abandonar un acuerdo de libre comercio con la UE y detener la liberalización del mercado del gas a cambio de precios más bajos del combustible. La UE debe comprender que actores como Rusia siempre están dispuestos a utilizar activamente las dependencias para sus objetivos políticos y debe incluir este riesgo en su evaluación prospectiva.

Así como Rusia está ampliando sus opciones estratégicas, la UE tendrá que evaluar estratégicamente sus necesidades. Sobre todo, debería seguir adelante en el desarrollo de su infraestructura de energía renovable, pero mientras tanto, también volver a firmar contratos de suministro a más largo plazo que los actuales. Esto dará a los consumidores un respiro, protegiéndolos de las fluctuaciones de precios salvajes y permitiendo a los estados europeos llevar a cabo la importante transición energética.

La UE debería salvaguardar sus necesidades a medio plazo estabilizando su suministro de gas como «combustible puente» a medida que avanza hacia las energías renovables, lo que también solidificaría la relación con Rusia durante este período —después de todo, Europa sigue siendo su mayor cliente—. Existe la oportunidad de avanzar en la transición verde mientras se asegura un suministro constante de gas.
*Este análisis del European Council on Foreign Relations (ECFR) ha sido publicado originalmente en inglés bajo el título de ‘Russia’s ‘gas pivot’ to Asia: How Europe can protect itself and pursue the green transition’.

‘Power of Siberia 2’

El Porqué de las Noticias: Venezuela: campaña electoral. Macri ante tribunales. Tensión sobre Taiwán

Carlos Pereyra Mele Director de Dossier Geopolitico, entrevistado en HispanTv. Por Juan Carlos Rozo, para el Programa: El Porqué de las Noticias: ¿Por qué EEUU busca lazos militares con Taiwán?. Minuto 17,33 FF.AA. chinas, listas para defender su territorio ante posibles lazos militares entre EE.UU. y Taiwán. China exige a la Casa Blanca dejar de inmiscuirse en sus asuntos internos.

Por Claudio Mutti

La geografía de Europa del Este tenía un aspecto muy diferente al actual a finales de los siglos XIII y XIV, ya que el panorama político era extremadamente fragmentado y las fuerzas que iban a ser decisivas en los siglos siguientes apenas se estaban formando. Rusia no era más que un conjunto de principados, entre los cuales el pequeño Ducado de Moscovia aún no se había alzado como el futuro Estado ruso. Por otro lado, el Reino de Polonia, que un siglo antes se había fragmentado en una gran cantidad de principados, no incluía ni Silesia ni los territorios bálticos de Pomerania, entre tanto, las fronteras polacas a penas llegaban hasta Galitzia. La Orden de los Caballeros Teutónicos dominaba todo el Báltico entre las desembocaduras del Vístula y del Neva. Por su parte, Lituania estaba aprisionada entre los rusos y Polonia. Mientras tanto, los kanes tártaros reinaban sobre todo el Sur de Ucrania, incluida la península de Crimea.

No obstante, Lituania comienza a extender sus fronteras hacia el Este, sin encontrar mayores obstáculos, a partir de las últimas décadas del siglo XIII y tal proceso durara casi un siglo y medio. Cuando a mediados del siglo XIV Lituania derrota a los ejércitos de la Orden Teutónica y amplia sus territorios hacia el Norte, termina por convertirse en “un poderoso Estado” [1] que se extiende desde el mar Báltico hasta casi llegar al mar Negro.

El Gran Duque lituano Jogaila (cuyo nombre sería conocido en Europa en la forma polaco-latina de Jagiello, es decir, Jagellon) decidió bautizarse en 1386 con la intención de casarse con la reina polaca de once años Jadwiga (que se convertiría en Santa Eduviges, patrona de las reinas, Polonia y la Unión Europea) y de ese modo ser coronado como el rey de Polonia Ladislao (1386-1434). Lituania siguió siendo un gran ducado que existía bajo la soberanía lituana. Los acuerdos preliminares que Jogaila, fundador de la dinastía jagellónica, celebró con la aristocracia polaca consistían en unir sus posesiones lituanas y rusas a la corona polaca, hacerle la guerra a los Caballeros Teutónicos y apoyar y respaldar los esfuerzos de los misioneros alemanes y polacos con tal de convertir a los paganos lituanos al catolicismo.

Los ejércitos del rey polaco Ladislao y de su primo lituano Vitautas (1350-1430) derrotaron a los Caballeros Teutónicos en Grunwald el 15 de julio de 1410 y con ello le pusieron fin al dominio de esta Orden sobre el Báltico. El Gran Ducado de Lituania, bajo el mando de Vitautas, continuó su política de expansión hacia el Sur y el Este, con lo que llegó a conquistar grandes porciones del territorio ruso e incluso consiguió que los tártaros de Crimea cayeran bajo su influencia. Fue así que Lituania “alcanzó su máxima extensión territorial, llegando incluso hasta el Mar Negro y contando con una superficie de alrededor de 1.000.000 de kilómetros cuadrados, más de tres veces el tamaño de la actual Italia” [2].

Durante el siglo siguiente, en específico el 10 de enero de 1569, una dieta conjunta lituano-polaca ratificó la unión de estos dos reinos en Lublin y fue así como nació la República de las Dos Naciones (pol. Rczeczpospolita Obojga Narodów), convirtiendo a este reino en el mayor Estado de Europa Oriental hasta el siglo XVII. La voluntad de poder de la aristocracia polaca reavivó el mito del origen sármata de su sangre y con ello crearon una especie de mesianismo político que expresaron con la consigna: “¡Polonia caput ac regina totius Sarmatiae!”. En otras palabras, “a Polonia le corresponde ponerse a la cabeza de una formación eslava que unificaría a casi todos los pueblos de Europa central y oriental” [3] convirtiéndose con ello en una especie de “Sarmacia europea”.

No obstante, estas ambiciones fueron frustradas por las luchas internas provocadas por el sistema de patronazgo y los ataques de potencias periféricas emergentes como Rusia (la “Sarmacia asiática”) y Prusia que causaron que el sistema geopolítico unitario creado por los Jagellon terminara por desaparecer con las sucesivas particiones de Polonia que acontecieron en 1772, 1793 y 1795.

La idea de revivir la República de las Dos Naciones fue propuesta por el príncipe Adam Jerzy Czartoryski (1770-1861), que se encontraba exiliado en París, un “aristócrata que era para sus seguidores el ‘rey sin corona’ de Polonia” [4] y que creía que con el apoyo de Gran Bretaña, Francia y Turquía sería posible resucitar su reino mediante la incorporación de las regiones orientales de Prusia y la reconstrucción de un Estado polaco-lituano federado que estuviera formado por estonios, letones, ucranianos, checos, eslovacos, húngaros, rumanos y eslavos del sur, de tal forma que con ello el poder prusiano se vería enormemente reducido y Rusia habría sido obligada a abandonar sus ambiciones en Europa Oriental. Pero el proyecto de Czartoryski, cuyos partidarios debieron considerar bastante factible durante el periodo de levantamientos anti-imperiales de 1848-49, fracasó debido al poco interés que tenían en él las potencias de Europa Occidental, sin hablar de la intransigencia húngara hacia los checos, eslovacos y rumanos, y la hostilidad de Rusia y Prusia ante semejantes planes.

Sin embargo, este proyecto reapareció después de la Primera Guerra Mundial tras las derrotas militares de Rusia, Alemania y Austria-Hungría, seguidas por la Revolución de Octubre en Rusia. Después de que acabó la guerra polaco-rusa con la firma del Tratado de Paz de Riga del 18 de marzo de 1921, el mariscal Józef Piłsudski (1867-1935), jefe provisional del nuevo Estado polaco, propuso la idea de formar una federación de Estados que se extendiera “del Mar Báltico hasta el Mar Negro” y que se llamaría en polaco Międzymorze, en lituano Tarpjūris y en latín Intermarium, neologismo que simplemente no estaba a la altura de la tradición humanista polaca. Esta federación sería la heredera histórica de la antigua entidad política polaco-lituana. EL proyecto de Piłsudski (1919-1921) incluía en un principio no solo a Polonia como fuerza hegemónica, sino también a Lituania, Bielorrusia y Ucrania. Por supuesto, el Intermarium iba dirigido tanto contra Alemania, buscando impedir que volviera a convertirse en una potencia imperial, como contra Rusia. El mariscal Piłsudski propuso otro proyecto complementario conocido como “Prometeo” que desmembraría a Rusia en una serie de Estados étnicos independientes.

Francia apoyo este proyecto, ya que de haber triunfado le permitiría separar a Alemania y a Rusia mediante la aparición de un bloque europeo centro-oriental encabezado por Polonia. Pero el apoyo francés fue insuficiente a la hora de impulsarlo y fue sustituido por un frágil sistema de alianzas que terminaron desencadenando la Segunda Guerra Mundial.

El mariscal Piłsudski propuso una versión incluso más audaz de su proyecto Intermarium en los años de 1921 y 1935. En esta versión renunciaba a los territorios de Ucrania y Bielorrusia, pero los sustituía con la inclusión de Noruega, Suecia, Dinamarca, Estonia, Letonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Grecia, Yugoslavia e Italia, por lo que los dos mares se convertían en cuatro, ya que al Mar Báltico y al Mar Negro se sumaban el Ártico y el Mediterráneo. Pero tal proyecto también fracasó y su único logro fue la formación de una de Polonia con Rumanía.

Józef Beck (1894-1944), colaborador de Piłsudski, retomó en 1932 la idea de crear una entidad geopolítica centroeuropea entre el Mar Báltico y el Mar Negro con el nombre de “Tercera Europa”, llevando a cabo sus planes cuando asumió la dirección de la política exterior polaca, lo cual culminó en una alianza con Rumanía y Hungría.

Posteriormente, el gobierno polaco de Władisław Sikorski (1881-1943) – exiliado primero en París y luego en Londres – presentó durante la Segunda Guerra Mundial a los gobiernos de Checoslovaquia, Grecia y Yugoslavia la idea de crear una unión centroeuropea entre el Mar Báltico, el Mar Negro, el Egeo y el Adriático durante la Segunda Guerra Mundial; pero debido a la oposición soviética y a la negativa de Checoslovaquia de federarse con Polonia, tal plan termino por ser archivado.

La idea del Intermarium fue desempolvada después de la caída de la URSS y la disolución del Pacto de Varsovia y desde entonces a adoptado diferentes formas como el Consejo de Cooperación del Mar Negro, la Asociación Oriental y el Grupo de Visegrád, que son versiones menos ambiciosas y más pequeñas del mismo proyecto ya “clásico”.

De todos modos, el sistema de alianzas que más se parece al proyecto del Intermarium es el teorizado por el Instituto Stratfor, un centro de estudios estadounidense fundado por George Friedman debido al estallido de la crisis ucraniana. El general Frederick Benjamin «Ben» Hodges, comandante del ejército estadounidense en Europa (condecorado con la Orden del Mérito de la República de Polonia y la Orden de la Estrella de Rumanía), anunció el “posicionamiento” de tropas de la OTAN en todas las fronteras occidentales de Rusia, lo cual incluye los Estados bálticos, Polonia, Ucrania, Rumanía y Bulgaria, es decir, una ofensiva que va del Báltico hasta el Mar Negro, tal y como lo propuso en su momento Piłsudski.

El presidente polaco Andrzej Duda presagió el nacimiento de una alianza regional inspirada explícitamente en el modelo de Intermarium el 6 de agosto de 2015. Un año después, entre el 2 y el 3 de julio de 2016, tuvo lugar la conferencia inaugural del Grupo de Asistencia Intermarium en las instalaciones del Hotel Radisson Blue de Kiev, en presencia del presidente de la Rada ucraniana, Andriy Paruby, y del presidente del Instituto Nacional de Investigación Estratégica, Vladimir Gorbulin, así como de otras personalidades políticas y militares provenientes de varias partes de Europa entre las cuales se presentó el proyecto de crear una unión de todos los Estados entre el Mar Báltico y el Mar Negro.

Pero al mes siguiente la idea de los dos mares se convirtió en tres: el 25 y 26 de agosto de 2016 el Foro de Dubrovnik sobre “El Fortalecimiento de Europa – Conectando el Norte y el Sur” emitió un comunicado conjunto donde se promovía la Iniciativa de los Tres Mares, un plan cuyo objetivo era “conectar las economías e infraestructuras de Europa Central y Oriental y que iba desde el Norte hasta el Sur, con la intención de ampliar la cooperación en los ámbitos energéticos, de transporte, las comunicaciones digitales y, en general, de la economía”. Esta Iniciativa de los Tres Mares, que en un primer momento fue promovida por la administración Obama, luego fue abiertamente defendida por Donald Trump el 6 de julio de 2017 durante su visita a Varsovia. El presidente Duda dijo que esta iniciativa busca crear “un nuevo concepto que promueva la unidad europea” y reúne en su interior a doce países entre los mares Báltico, Negro y Adriático, además de que casi todos sus miembros pertenecen a la Alianza Atlántica: Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Eslovaquia, República Checa, Austria, Eslovenia, Croacia, Hungría, Rumanía y Bulgaria.

El objetivo económico de la Iniciativa de los Tres Mares es golpear las exportaciones de gas ruso a Europa favoreciendo los envíos de gas natural licuado desde Estados Unidos: “Una terminal en el puerto báltico de Świnoujście, con un coste de unos mil millones de dólares, permitirá a Polonia importar hasta 5.000 millones de metros cúbicos de GNL estadounidense al año, que pronto llegaran a los 7,5 millones. A través de esta y otras terminales, incluida una prevista en Croacia, el gas procedente de Estados Unidos, o de otros países que pertenezca a empresas estadounidenses, se distribuirá por gasoductos a toda la región de los tres mares” [5].

Por lo tanto, la macrorregión de los Tres Mares se encuentra vinculada tanto energética como militarmente a Washington y no a Bruselas o Berlín, por lo que podemos decir que todo esto terminará por romper, tarde o temprano, a la Unión Europea, especialmente cuando a ella se sume Ucrania, y únicamente reforzará el cordón sanitario que ya ha sido construido alrededor de las fronteras occidentales de Rusia.

Notas:

[1] Josef Macek, L’Europa orientale nei secoli XIV e XV, Sansoni, Firenze 1974, p. 16.

[2] Beruta Žindžiūtė Michelini, Lituania, NED, Milano 1990, p. 50.

[3] Francis Conte, Gli Slavi. Le civiltà dell’Europa centrale e orientale, Einaudi, Torino 1990, p. 293.

[4] Oscar Halecki, I Polacchi, in Il mondo degli Slavi, a cura di Hans Kohn, Cappelli editore, Bologna 1970, p. 115.

[5] Manlio Dinucci, Sui Tre mari dell’Europa bandiera Usa, Rete Voltaire, Roma, 10 luglio 2017 http://www.voltairenet.org/article197081.htm

FUENTE GEOPOLITICA.RU

Leonid Savin

Daniel Kawczynski, asesor del Parlamento británico sobre Polonia, presentó un informe titulado “La iniciativa de los tres mares y las oportunidades para la Gran Bretaña global” en septiembre del 2021. Él, junto con otros tres coautores que son ciudadanos británicos de ascendencia polaca, abogan por una mayor cooperación entre Polonia y Gran Bretaña. Daniel Kawczynski es un personaje bastante pintoresco y algo odioso, empezando por el hecho de pertenecer al Partido Conservador del Reino Unido y ser uno de los más activos defensores del Brexit. Kawczynski dijo en el 2017 que Londres “debería ayudar a otros países a defender su soberanía política frente a Bruselas” (1). en septiembre de 2019, Kawczynski escribió una carta a Donald Trump rogándole que ayudara a Polonia a pedir una indemnización a Alemania por la destrucción que esta causó durante la Segunda Guerra Mundial (2).

Kawczynski es católico, pero no se adscribe a la moral cristiana tradicional: se divorció de su mujer, con la que tiene un hijo, y en noviembre de 2019 contrajo “matrimonio” formal con un hombre de origen brasileño que ha amado durante toda su vida (3).

Kawczynski ha sido uno de los principales partidarios de la Iniciativa de los tres mares y recuerda constantemente que Estados Unidos es uno de sus principales impulsores. Por ejemplo, en una publicación estadounidense este año escribió lo siguiente: “Los beneficios económicos siempre tiene un trasfondo geopolítico. En primer lugar, el suministro de energía estadounidense es un contrapeso frente al dominio ruso en este campo, además de que le proporcionan a Europa Central y Oriental una alternativa estratégica para conservar su independencia energética. En segundo lugar, Washington utiliza la asociación 3SI (Three Seas InitiativeIniciativa de los tres mares) como un instrumento para contrarrestar la creciente influencia china en los Balcanes. Esto también se hace evidente en el ámbito de las telecomunicaciones, especialmente con la implementación del ‘Plan de Seguridad de Redes Limpias 5G’ al que Estonia se ha unido recientemente y la promoción del proyecto Conectividad Inteligente que pretende conectar digitalmente todas las fronteras del 3SI. Casi todas las capitales de Europa Central y Oriental, al igual que Londres, desconfían cada vez más de Pekín y de su creciente influencia en la zona” (4). En ese entonces también pidió que Gran Bretaña se sumara a las sanciones en contra del Nord Stream 2.

Lo cual nos lleva a la conclusión de que Kawczynski es sin lugar a dudas uno de los más acérrimos defensores de los intereses de Washington.

Ahora bien, el informe que presento al Parlamento Británico se centra antes que nada en los intereses del Reino Unido en el proyecto 3SI, aunque Estados Unidos juega un papel importante en toda esta iniciativa (oficialmente no es más que un observador). No obstante, Londres también tiene sus propias razones para involucrarse en este proyecto y el documento presentado por el gobierno lo deja más que claro. El Ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido intervino en la cumbre del 3SI en Sofía en julio de 2021 y reconoció la importancia económica y geoestratégica que tenía esta Iniciativa para toda la región (5).

Hasta este momento, la Iniciativa de la 3SI ha celebrado 5 grandes cumbres y ha creado un Fondo de Inversión de los Tres Mares que esta invirtiendo en grandes proyectos de infraestructura, energía y conectividad. Hasta ahora se han invertido más de 300 millones de dólares en energía, pero los planes prevén que pronto se alcanzaran más de mil millones. La 3SI representa aproximadamente el 30% de la UE y abarca un total de 12 países y 112 millones de habitantes. Hungría, Lituania, Polonia, Rumanía y Estonia son sus principales lideres.

Kawczynski escribe que: “La declaración anterior fue un tema recurrente de los 12 embajadores de los países que participan en la Iniciativa de los Tres Mares. Para que la nueva Gran Bretaña post-Brexit demuestre efectivamente sus ambiciones globales, debe reafirmar sus compromisos con Europa. Las dimensiones económicas y políticas del bloque abren al sector público y privado del Reino Unido a más de 157 proyectos energéticos, de infraestructuras y digitales donde nosotros podemos ser una alternativa al marco de cooperación con la UE y trabajar junto con nuestros aliados más cercano de Europa Central y Oriental. La iniciativa de los Tres Mares no solo es un proyecto que podría dar cabida a la nueva estrategia global post-Brexit del Reino Unido, sino que también actúa como un eje estratégico de 12 capitales que comparten la visión de Londres de crear una alianza transatlántica más fuerte basada en la cooperación y el desarrollo económicos multilateral con tal de crear un orden internacional más sólido en el futuro”.

Según el informe presentado por Kawczynski y sus colegas: “Los doce embajadores de los países consultados subrayaron que la Iniciativa de los Tres Mares no es una alternativa a la UE, ni tampoco un intento de reestructurar o crear un sistema político europeo paralelo. La Iniciativa de los Tres Mares sirve principalmente para intensificar la cooperación e interconexión regionales. Sin embargo, varios embajadores también describieron las implicaciones geopolíticas de la Iniciativa, especialmente para Rusia y China. En cuanto a la primera, el aumento de los suministros de gas natural licuado (GNL) desde Estados Unidos para los países del 3SI es importante a un nivel estratégico, ya que los suministros de Estados Unidos contrarrestan la creciente dependencia energética europea de Rusia como queda constatado con proyectos de infraestructura tales como el gasoducto Nord Stream 2. Con respecto a este último punto, tanto Washington como Tokio pueden ser un contrapeso frente a la creciente influencia de Pekín en los Balcanes, teniendo en cuenta que Estados Unidos y Japón preparan la creación de fondos de inversión alternativos conocidos como la Iniciativa 17+1. Por lo tanto, la Iniciativa 3SI ha desarrollado naturalmente un ala geoestratégica y, desde de la perspectiva de S.E. Intelmann y de muchos otros expertos, es posible decir que se han creado varios ‘mecanismo de equilibrio’ que permiten superar los retos geopolíticos que enfrenta el continente europeo y la comunidad transatlántica” (6).

El 32% de los 77 proyectos prioritarios que ha lanzado la 3SI están relacionados con la energía. Uno de ellos es la terminal de gas natural licuado construida en Croacia, la cual fue terminada en el 2020. Existen otros proyectos como el gasoducto Polonia-Lituania (GIPL) que conectará Lituania, Letonia y Estonia y ampliará el acceso de los países bálticos a la red energética europea que ya opera en Polonia, o el gasoducto Bulgaria-Rumanía-Hungría (BRUA) que permitirá la comercialización del gas del Mar Negro en toda la región.

En cuanto a la influencia china, los funcionarios occidentales han subrayado constantemente la amenaza estratégica que esta representa para el foro 17+1 y por eso se busca frenar las inversiones chinas en Europa Central y Oriental. En marzo de 2021, Lituania dijo que se retiraría del bloque 17+1 y pidió a otros miembros de la UE que hicieran lo mismo. Por supuesto, los países de la 3SI dan prioridad a las inversiones que provienen de naciones “occidentales” como Alemania, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos. Obviamente, nada de esto se hace sin la aprobación de EE.UU., ya que su principal intención es bloquear la influencia de China en los países balcánicos.

Ahora bien, existe también un cierto legado histórico: es sabido que Gran Bretaña apoyo activamente, después de la Primera Guerra Mundial, la creación de un cordón sanitario contra Rusia en todos los países de Europa del Este, por lo que ahora lo único que desea es continuar esta labor bloqueando la participación de fuerzas externas. Como muy bien señala uno de los coautores del informe, George Byczynski, alto asesor del parlamento británico, “parte de la estrategia global del Reino Unido tras el Brexit es encontrar la forma de afianzar nuestra posición en Europa en lugar de permitir que posibles adversarios alteren el mapa europeo. Los embajadores de los 12 países de la 3SI comparten la idea de Londres de crear una alianza económica transatlántica mucho más fuerte y han acogido con satisfacción el apoyo del Reino Unido, como atestigua el caluroso saludo del ex Secretario de Estado Dominic Raab durante la última cumbre de la 3SI en Sofía. Además, el invertir en todos los proyectos de la 3SI podría darle a Londres unos grandes ingresos que beneficiarán sin duda a las generaciones futuras. Participar en iniciativas internacionales como la 3SI demostraría que, aunque el Reino Unido ha abandonado la UE, no ha dejado Europa y el intensificar nuestra cooperación con estos países podría contribuir a garantizar unas condiciones comerciales más favorables para el Reino Unido. Por lo que impulsar la Iniciativa de la 3SI ayudará a profundizar nuestra relación con nuestros aliados más cercanos y garantizando la capacidad de nuestro país para responder con rapidez, solidez y eficacia a los retos y crisis que se presenten” (7).

Por lo tanto, la 3SI, además de la OTAN y los otros acuerdos bilaterales, es una plataforma para ampliar la influencia transatlántica en Europa Oriental, haciendo que los principales actores de Europa Occidental – Francia y Alemania – continúen siendo periféricos, mientras que Gran Bretaña se beneficia de las actuales circunstancias. La Iniciativa del 3SI busca eliminar la competencia que representan Rusia y China mediante la promoción artificial de la rusofobia (y la sinofobia) en toda Europa del Este.

Notas:

1. https://danielkawczynski.pl/2017/12/30/daniel-kawczynski-after-we-escape…

2. https://danielkawczynski.pl/2019/09/05/daniel-writes-a-letter-to-the-us-…

3. https://twitter.com/DKShrewsbury/status/1192904874104631296

4. https://capx.co/global-britain-must-seize-the-opportunities-of-the-three…

5. https://3seas.eu/

6. https://emerging-europe.com/wp-content/uploads/2021/09/Report-on-the-Three-Seas-Initiative.pdf

7. https://rusi.org/explore-our-research/publications/commentary/strengthening-european-unity-three-seas-initiative

FUENTE: GEOPOLITICA.RU