¡¡ EL FRACASO DE LAS DOCTRINAS MILITARES DE EEUU, DESDE LOS 90 HASTA LA GUERRA DE UCRANIA !!

Es el tema que aborda Carlos Pereyra Mele, director de Dossier Geopolítico en su columna del Club de La Pluma, con un profundo análisis histórico y estratégico que arranca con el fin de la Unión Soviética y el triunfalismo de Washington por la supuesta victoria final del capitalismo. Cuando decían que llegaba “el siglo americano” con EEUU controlando el mundo. Con intelectuales como Fukuyama y su “Fin de la Historia” sin guerras y con el neoliberalismo como dueño de la economía. O el “Choque de las Civilizaciones” de Huntington que hablaba de que Occidente se haría cargo de las naciones periféricas para aplicarles sus valores. Sin embargo, aquel cenit de la “victoria perpetua” les duró muy poco a los anglosajones y a la pusilánime Europa. Y es así como cada día que pasa, todo es más complicado para Occidente y lo contrario para el mundo euroasiático y el Sur Global. Tal cual se puede leer en un artículo de la fundación norteamericana Heritage con el título ”El Ejército Estadounidense es Débil e Incapaz” (https://dossiergeopolitico.com/2024/02/29/8684/)

Y explica cómo, en medio de aquella borrachera de superioridad, los vencedores guardaron las guerras clásicas en el baúl de los recuerdos y crearon nuevas doctrinas militares para conflictos de baja intensidad, reduciendo casi toda su logística a la tecnología punta y a grupos comandos “quirúrgicos” de golpes rápidos sobre enemigos débiles. Decían entonces que las guerras de masas de soldados y de flotas aéreas o navales habían terminado. Y que no había potencias que amenazaran su poder global. Entonces cambiaron su sistema de producción por otro más sofisticado, moderno y rentable para la industria armamentística. Pero, las idas y vueltas de las historia les demostraron que con la supercapacidad tecnológica, o el obsceno poder financiero, no alcanza para vencer a pueblos levantados en armas. Es así como llegaron los oscuros años de las derrotas, con el ejemplo emblemático de la vergonzosa huída de Afganistán, espantados por unas tribus de montañeros de la edad media.

Y nos cuenta Pereyra Mele, que atrapado en esa decadencia crónica, Occidente se enfrenta hoy a la casi segura derrota en Ucrania, desnudando el fracaso absoluto de todas esas teorías militares, al ser obligados -sin estar preparados- a volver a las guerras tradicionales, las de grandes tropas, de artillería, de trincheras, de tanques y de campos embarrados. Y sobre todo, por tener en frente una superpotencia como Rusia.

Con lo que concluye que las guerras, más que ganarse en el campo de batalla, se las gana en el campo de la logística. Que es imprescindible contar con un sistema industrial militar con stock de municiones y de  equipamiento militar a la altura del desafío. Y que aquél que tenga la capacidad de sostener el esfuerzo bélico por mayor tiempo, tiene la posibilidad de vencer a un enemigo mejor armado, mejor equipado o con armas más modernas. Duras lecciones de la realidad, que le llega mal y tarde al bando anglosajón.

Además, a la largo de este audio aborda la comprobada participación de la OTAN en Ucrania, junto a la falaz insinuación de Macrón sobre un supuesto envío de tropas al frente y el ridículo de este presidente, al que parodian rezando: ”Gracias a Dios existe Rusia, a la que podemos culpar de todos los problemas de Francia”

Eduardo Bonugli (Madrid, (03/03/24)

El grafitero francés Lekto, conocido por sus pintadas satíricas sobre Macron, ha creado un mural grande en París.
«Gracias a Dios que existe Rusia a la que podemos culpar de todos los problemas de Francia».

Mientras…se intenta seguir con el relato occidental, la realidad se impone: Rusia sigue su avance en el este de Ucrania con la toma de varios pueblos pequeños cercanos a Avdivka

Las fuerzas rusas disminuyeron temporalmente el ritmo de sus operaciones tras capturar Avdivka, pero desde entonces han aumentado el ritmo de su asalto para continuar avanzando al oeste de la localidad, según los expertos

Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/rusia-sigue-avance-ucrania-toma-pueblos-pequenos-cercanos-avdivka_1_10965063.html 

La OTAN en Ucrania: Militares alemanes planean ataques contra el puente de Crimea, según audio filtrado

Fuente

https://www.laarena.com.ar/el-mundo/militares-alemanes-planean-ataques-contra-el-puente-de-crimea-20243214230

“Newsweek”: La CIA asumió un papel central en el conflicto de Ucrania antes de que comenzara

Según el semanario, que cita a «más de una docena» de funcionarios de inteligencia anónimos,

fuente:

https://www.agenzianova.com/es/news/newsweek-la-cia-ha-assunto-un-ruolo-centrale-nel-conflitto-in-ucraina-prima-che-iniziasse/

Ucrania, Gaza y Taiwán son los frentes de la guerra global del Occidente angloamericano

Por Gabriel Merino para el website Tektonikos, el autor autoriza su publicacion en Dossier Geopolitico

Hace unos pocos meses, más precisamente a principios de diciembre del año pasado, la ex primer ministra británica Liz Truss dijo en una entrevista a The Telegraph en Washington DC que las guerras en Ucrania y en Israel, como la cuestión de Taiwán son parte del mismo conflicto contra los “dictadores autoritarios”. 

Truss afirmó que “No son guerras múltiples, son la misma guerra”, en su visita a Estados Unidos para tratar de convencer a los legisladores republicanos cercanos a Donald Trump que apoyen un aporte financiero y un involucramiento aún mayor para las fuerzas pro-occidentales de Ucrania. Para Truss la guerra en Ucrania es “Nuestra Guerra” y constituye un “imperativo estratégico para todos nosotros”.

Meses antes también había afirmado sobre Taiwán que la isla rebelde de China estaba “en la primera línea de la batalla mundial por la libertad”. Y sobre el conflicto Palestina-Israel había afirmado, cuando era primera ministra, que “soy sionista y una gran partidaria de Israel”.

Con otras palabras y bajo el ropaje ideológico occidental —que se aferra a las antinomias con aroma a Guerra Fría del estilo “democracia vs. autocracias”— Truss planteaba con total claridad el nudo del conflicto actual. Si corremos las mediaciones ideológicas, aparece con total claridad la contradicción política central de la actual transición de poder mundial: el Occidente geopolítico conducido por el polo de poder angloamericano —que en términos geoeconómicos conforma el Norte Global—, frente a los polos de poder emergentes, que buscan democratizar la distribución el poder y la riqueza mundial, construir otro ordenamiento mundial —y cuyo ascenso ha cambiado de hecho el mapa del poder, al cual el viejo orden ya no se corresponde. Y esta contradicción —y la necesidad por parte del Occidente geopolítico de detener el desarrollo de un mundo multipolar— es lo que está en el núcleo explicativo de lo que denomino como guerra mundial híbrida.  

Códigos geopolíticos compartidos

Obviamente Liz Truss no expresa a todos los grupos dominantes del Occidente geopolítico. Más bien es cercano a los planteos de que en los Estados Unidos se conoce como los neoconservadores, quienes son parte clave del establishment del Partido Republicano, fueron dominantes durante la era de George W. Bush (2001-2009) y ocuparon importantes espacios de poder durante el gobierno de Donald Trump, aunque con importantes tensiones y conflicto con el magnate nacionalista (son líneas distintas y eso se observa en algunos discusiones geopolíticas y geoestratégicas como lo es el tema Ucrania). 

Si bien Truss y los neoconservadores norteamericanos tienen diferencias con los halcones liberales globalistas que ahora dominan en el gobierno Joe Biden, son parte del establishment anglosajón y comparten un conjunto de códigos geopolíticos e imperativos estratégicos. Entre ellos: 

  1. poner a Ucrania bajo la órbita del Occidente geopolítico para debilitar estructuralmente a Rusia y quitar al gigante Euroasiático de la primera línea de los jugadores geoestratégicos; 
  2. sostener a Israel como una posición de avanza fundamental del Occidente geopolítico en el llamado “Medio Oriente” (aunque allí hay una gran diferencia entre los neoconservadores que defienden el Gran Israel y los halcones liberales que abrevan por la solución de los dos Estados); 
  3. y preservar a toda costa a Taiwán bajo la influencia estratégica Occidental para sostener la cadena de islas y posiciones militares que rodean y contienen a China, evitando que Beijing recupere la isla rebelde para convertirse en una gran potencia marítima (además de terrestre) y que complete su rejuvenecimiento nacional iniciado a partir de la revolución de 1949, que entre otras cosas significa recuperar los territorios desmembrados durante el “Siglo de Humillación”.

Globalizar la OTAN 

También comparten, con matices, el imperativo estratégico de expandir la OTAN. No solo desde Europa hacia el Este, sino también en el Pacífico, a partir de la incorporación de Japón a la alianza atlántica y desarrollando otras iniciativas como el AUKUS anglosajón (Australia, Reino Unidos, Estados Unidos) o el QUAD (diálogo de seguridad cuadrilateral conformado por Estados Unidos, Japón, Australia e India). En varios sectores se resume esta expansión en la idea de la OTAN Global (“Global NATO”), que es el nombre adecuado para definir la mutación que se produjo en la alianza atlantista a partir de los años noventa del siglo pasado: ser una herramienta del Occidente geopolítico para reforzar su supremacía y asegurar estratégicamente el orden mundial unipolar en un capitalismo global transnacionalizado. 

Los tres conflictos mencionados se desarrollan en escenarios clave del tablero euroasiático —cuyo control es una obsesión para el polo anglosajón con el fin de sostener la “supremacía” y la razón de ser de ideas en torno a una OTAN Global. En Ucrania se juega la profundidad de la cabeza de puente en la periferia occidental europea en relación con el corazón continental que tiene como centro al estado ruso. En Medio Oriente, el control de otra región geopolítica clave: centro de Afro-Eurasia, territorio de rutas terrestres y marítimas estratégicas tanto en el presente como a lo largo de la historia, principal región exportadora de hidrocarburos y centro de la civilización islámica. En Asia Pacífico, se juega la posibilidad de sostener el cerco estratégico sobre China y la periferia oriental de Eurasia desde la Segunda Guerra Mundial, en una región que ya se ha convertido en el centro dinámico de la economía mundial bajo el liderazgo de China. 

Grietas

Luego de tres meses de negociaciones y con la negativa de muchos senadores republicanos alineados con Donald Trump a quienes Truss intentó convencer, el Senado estadounidense aprobó el 13 de febrero un paquete de ayuda de 95.300 millones de dólares para Ucrania, Israel y Taiwán: 60.000 millones para Kiev (que se sumaría a los más de 110.000 de millones que ya invirtió desde febrero de 2022), 14.000 millones de dólares para apoyar la guerra de Israel en Gaza, 8.000 millones de dólares para reforzar a Taiwán y  a las fuerzas políticas independentistas pro-estadounidenses y sus socios en el Indo-Pacífico para contrarrestar a China. A ello se le agrega 9.200 millones de dólares en ayuda humanitaria para Gaza. Sin embargo, la ley aún no fue aprobada en la Cámara de Representantes dominada por republicanos trumpistas, que rechazan sobre todo un involucramiento mayor en Ucrania (la parte central del paquete), aunque puedan coincidir con los otros objetivos. 

Tanto aquí, como en otras cuestiones, se puede ver con claridad las internas que surcan a Estados Unidos y al polo de poder anglo-estadounidense, como al Occidente geopolítico, lo cual es parte central del declive del viejo orden unipolar y de la crisis de hegemonía actual. Por ejemplo, no sólo son notorias las diferencias en el frente ucraniano, sino también entre el impulso de un Gran Israel que termine de apropiarse de todos los territorios palestinos (y avance hacia una escalada bélica de otras dimensiones con Irán) o la apuesta a la solución de los dos estados y a genera un equilibrio de poder favorable a Estados Unidos y Occidente en dicha región. También en torno a la cuestión de Taiwán se vio a Francia reacia a seguir los pasos de Washington y Londres de escalar contra China. “La pregunta que debemos responder, como europeos, es la siguiente: ¿Nos interesa acelerar (una crisis) en Taiwán? No”, comentó Macron en una entrevista a Les Echos y Político Europe. “Lo peor sería pensar que los europeos debemos convertirnos en seguidores en este tema y seguir el ejemplo de la agenda de Estados Unidos y de una reacción exagerada de China”, agregó. Estas palabras generaron un profundo malestar en el mundo anglosajón. 

Además, la situación en cada uno de estos escenarios es complicada para Washington y aliados. El devenir de los acontecimientos revela que, más allá de ciertas coyunturas tácticas u obtención de objetivos con dudoso resultado estratégico (como  desconecta a Alemania de la energía rusa y su consecuente desindustrialización), en general se observa avances de las fuerzas emergentes y de las tendencias que apuntan hacia una redistribución del poder mundial contraria al Occidente geopolítico. 

Por ejemplo, volvamos al caso del frente de Ucrania. El establishment occidental estimaba en general que para esta altura la Federación de Rusia estaría con la economía colapsada y el “régimen” político en crisis. Estos análisis se correspondían con el de RAND Corporation de 2019, el cual aconsejaba profundizar el apoyo a las fuerzas ucranianas pro-occidentales (guerra proxy) y aumentar considerablemente las sanciones económicas (guerra económica) con el objetivo de “sobre-extender” y “desequilibrar” a Rusia, para desplazarla del gran juego geopolítico. Incluso hace un año muchos referentes atlantistas insistían con sinceridad analítica (tan honesta como errada) sobre un próximo escenario de derrota estratégica para Rusia en Ucrania. 

Los desaciertos en los diagnósticos 

Pero como en tantos otros escenarios, el error de cálculo de buena parte de las élites occidentales, incluso las más lúcidas, se debe a la incomprensión (o a la no aceptación) del profundo cambio que se ha producido en el mapa del poder mundial. El mundo, en términos sistémicos, ya no es unipolar.

Contra todos los pronósticos, Rusia creció 3,6% en 2023 y el FMI prevé un crecimiento de 2,6% para 2024. Esto se explica tanto por factores endógenos como por el marco de asociaciones en Eurasia y África, en donde sin dudas sobresale el vínculo con China e India (cuyas economías explican buena parte del crecimiento mundial). En el terreno militar, en los últimos 10 meses el Kremlin obtuvo tres victorias importantes en batallas por el control completo del estratégico Oblast de Donetsk: Bajmut, Mariinka y Avdiivka. Esta es la provincia central de las fuerzas pro-rusas desde 2010 (más allá de Crimea obviamente) y núcleo territorial de la insurgencia pro-rusa de 2014, luego del golpe pro-occidental al presidente Viktor Yanúkovich, quien antes fue gobernador de allí. 

La guerra de desgaste propuesta por Moscú se combina, luego del total fracaso de la promocionada “contraofensiva ucraniana” durante la primavera boreal de 2023, con una lenta pero sólida ofensiva, con avances en puntos claves en el frente, que le ha permitido destruir posiciones fortificadas de Kiev en el Donbas, a medida que corroe cada vez más su músculo militar. Allí sobresale la estratégica ciudad de Avdiivka, desde donde las fuerzas ucranianas bombardeaban a objetivos civiles y militares de la ciudad de Donetsk, capital de la provincia homónimo. El desgaste de las fuerzas ucranianas y el vaciamiento de las reservas occidentales, contrasta ahora con la capacidad demostrada por el complejo militar industrial ruso para abastecer el esfuerzo bélico.

En el caso de Oriente Medio, la ofensiva israelí en Gaza, luego de los ataques de Hamás del 7 de octubre que reavivaron dicho conflicto secular, no ha logrado sus objetivos y comienza a tener grandes costos políticos. La organización político-militar Hamas no ha sido derrotada y siguen en su poder gran parte de los rehenes israelíes secuestrados. La brutal ofensiva que siguió al ataque terrorista —y que hace tiempo había sido diseñada como parte de avanzar hacia un “Gran Israel”— está causando decena de miles de víctimas civiles. Esto volvió a exponer al mundo la cárcel a cielo abierto que es Gaza y a poner de manifiesto la negativa absoluta del gobierno israelí a la solución de los dos estados, así como al cumplimiento de las resoluciones de la ONU desde 1967 (lo que profundiza las diferencias en el Occidente geopolítico). Esto intensificó el reclamo internacional y en particular del mundo islámico y de los pueblos árabes, así como obligó tanto al gobierno de los Estados Unidos y a las autoridades de la Unión Europea a ser críticos de la ofensiva israelí. 

Aceleración de la dinámica multipolar

Como se dijo en un artículo anterior, en dicha región se vienen produciendo cambios geopolíticos trascendentales, que se articulan con un proceso global: el reestablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudita auspiciado por Beijing, el ingreso de cuatro países de la región a los BRICS+ (Arabia Saudita, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Egipto), el fortalecimiento de la OPEP+ que reúne a los países exportadores de petróleo, en donde se destaca Arabia Saudita, junto a Rusia. La presión sobre el gobierno de Israel por parte de varios de los viejos y los nuevos miembros de los BRICS+ resulta clara: empezando por China que promueve la idea de dar a Palestina una asiento en la ONU y es apoyada por Arabia Saudita, o la presentación de Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia acusando a Israel de conducta genocida y el propio presidente Lula da Silva de Brasil reforzando públicamente la idea del genocidio que está cometiendo Israel contra el pueblo palestino. También Egipto que plantea la posibilidad de romper los acuerdos de Camp David de 1978. 

La dimensión central para entender el devenir de este y los otros conflictos de la guerra mundial híbrida es analizar el escenario político mundial, la escala global que atraviesa y articula de forma específica las dinámicas regionales, nacionales y locales. También las propias contradicciones del Occidente geopolítico, que son parte clave del análisis de dicho escenario. En este sentido, resulta notorio cómo se acelera la dinámica multipolar en línea con los cambios sistémicos que se están produciendo en el mapa del poder mundial. 

Los problemas para el establishment del polo de poder anglo-estadounidense se parecen un poco a los de los Habsburgo en el siglo XVII, con su extendido imperio. Como afirma Paul Kennedy en su muy interesante libro Auge y Caída de las Grandes Potencias (aunque escrito bajo una total perspectiva eurocéntrica) los Habsburgo tenían muchos recursos y poder pero eso no alcanzaba: a) debido a que la revolución militar que se estaba produciendo generaba un masivo aumento de la escala, los costos y la organización de la guerra; b) porque tenían demasiados enemigos a los que combatir y demasiados frentes que defender (Kennedy afirma que España —centro del imperio como hoy lo es EE.UU.— “se parecía a un gran oso caído en un pozo: es más poderoso que cualquiera de los perros que lo atacan, pero no puede enfrentarse a todos sus oponentes y cada vez se siente más agotado”); debido a sus problema productivos (desindustrialización actual) y la dificultad creciente para movilizar recursos, lo que incluye la creciente resistencia de la población a financiar guerras en lugares distantes. 

El trasfondo fundamental de estas tres razonas era que se estaba produciendo un cambio estructural de las correlaciones de fuerzas materiales y políticas. Se fortalecían otros jugadores y aparecían nuevas tendencias. 

Las razones por las que ni Washington ni Beijing buscan en lo inmediato generar una crisis que haga volar por los aires el actual sistema internacional.

Por Sebastián Schulz * Articulo publicado en PERFIL, el autor autoriza su pulicacion en Dossier Geopolitico

El 16 de febrero pasado, el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, se reunió con el secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, en el marco de la Conferencia de Seguridad de Múnich. La cancillería china calificó a la reunión como “sincera, sustancial y constructiva”. A finales de enero, en tanto, el canciller chino mantuvo un encuentro en Tailandia con el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, que la diplomacia china catalogó como “franca, sustancial y fructífera”.

En ambos encuentros, se realizó una salutación mutua por el cumplimiento del 45° aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas bilaterales que se cumplen este año, pero también se cruzaron acusaciones sobre algunos conflictos internacionales en curso, como los ataques hutíes en el Mar Rojo, los roles de cada uno en el conflicto de Gaza y las posiciones sobre la actuación rusa en Ucrania. La Casa Blanca afirmó que dichas reuniones se dieron en el marco de la decisión del gobierno de “mantener una comunicación estratégica y un manejo responsable de sus relaciones” con China.

Algunas semanas antes, el viceprimer ministro y encargado de Asuntos Económicos y Comerciales chino, He Lifeng, se reunió con una delegación encabezada por el subsecretario de Asuntos Internacionales del Departamento del Tesoro norteamericano, Jay Shambaugh, con el objetivo de generar más beneficios a las empresas y pueblos de los dos países.

La “visión” de San Francisco. En las distintas reuniones mencionadas arriba, apareció la necesidad de “hacer realidad la visión de San Francisco”, recordando el encuentro presencial que mantuvieron los presidentes Joe Biden y Xi Jinping en noviembre pasado en esa ciudad norteamericana, en el marco del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC).

En California, ambos mandatarios pusieron sobre la mesa sus exigencias a la contraparte. Del lado chino, se exigió a los Estados Unidos el respeto del principio de “Una sola China” y que el país norteamericano cese su apoyo militar y financiero a Taiwán. Por otra parte, se hizo hincapié en la necesidad de garantizar un entorno propicio para el intercambio entre personas y se solicitó a Estados Unidos que cese con el acoso y los interrogatorios injustificados a ciudadanos chinos que van a estudiar o investigar allí. Finalmente, China señaló la necesidad de impulsar legislaciones internacionales sobre inteligencia artificial.

Luego de la reunión, la cancillería china señaló que ambas partes acordaron promover “un desarrollo sano, estable y sostenible de las relaciones China-Estados Unidos”, un vínculo que consideraron como la relación bilateral más importante de la actualidad. Los chinos llamaron “visión de San Francisco” al consenso alcanzado en la reunión de realizar esfuerzos para garantizar los principios de respeto mutuo, coexistencia pacífica y cooperación de ganancia compartida.

Los funcionarios estadounidenses, en tanto, demandaron a la contraparte china mayores esfuerzos para regular la producción de fentanilo, y exigieron al país asiático un mayor compromiso en la resolución de la guerra de Ucrania.

Al comenzar la reunión, Joe Biden señaló que “es primordial que usted y yo nos entendamos claramente, de líder a líder, sin conceptos erróneos ni faltas de comunicación”. El presidente chino, en tanto, dijo que “el planeta Tierra es lo suficientemente grande para que los dos países tengan éxito, siempre y cuando se respeten mutuamente, coexistan en paz, serán completamente capaces de superar sus diferencias”.

En este marco, ambos países acordaron reabrir los canales de comunicación entre sus Fuerzas Armadas, que habían sido cortados tras la visita que la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, realizó a la isla de Taiwán en agosto de 2022.

¿Disminuir tensiones o administrar competencias? La proliferación de reuniones de alto nivel entre las diplomacias sinonorteamericanas de los últimos meses se da en un contexto de profundización de las disputas geopolíticas entre ambos países, en un orden internacional que tiende, de forma turbulenta, hacia una mayor multipolaridad.

Lejos de calmar las aguas, las cumbres sirvieron para recordar las “líneas rojas” de ambos países, pero no apaciguaron las tensiones que existen entre ellos. De hecho, en una conferencia de prensa posterior a la cumbre de APEC, Biden llamó “dictador” a Xi Jinping, lo que disparó el enojo de la diplomacia china. Beijing también reaccionó cuando Jake Sullivan felicitó a William Lai por su victoria en las elecciones de Taiwán en enero pasado, lo que implica el reconocimiento por parte de Estados Unidos del acto electoral en un territorio que China reclama como propio.

La diplomacia china también tuvo comentarios enérgicos sobre Washington. En sus habituales ruedas de prensa, el portavoz de la cancillería Wang Wenbin acusó a Estados Unidos de utilizar “su dominio sobre los sistemas operativos globales y los servicios de internet para llevar a cabo vigilancia y robo de datos masivos e indiscriminados”, apoyar “descaradamente a las organizaciones de ciberataques para que lleven a cabo ciberataques continuos y duraderos contra agencias gubernamentales”, sostener una anacrónica “mentalidad típica de la Guerra Fría” y difamar constante e infundadamente a China. “Parece que la paranoia de algunos políticos estadounidenses está empeorando”, llegó a decir Wang.

En febrero de 2023, el Consejo de Estado de China publicó un informe titulado “La hegemonía estadounidense y sus peligros”, en el que acusa directamente a Estados Unidos de actuar “con audacia para interferir en los asuntos internos de otros países, perseguir, mantener y abusar de la hegemonía, promover la subversión y la infiltración y librar guerras deliberadamente, perjudicando a la comunidad internacional”. Este documento representó un verdadero quiebre de la diplomacia de “bajo perfil” de China.

¿Ganar tiempo? Más allá de los acuerdos puntuales alcanzados en las últimas reuniones bilaterales, la relación entre China y Estados Unidos se perfila como el vector del cambio geopolítico de las próximas décadas. La manera en la que se resuelva esta disputa impactará directamente en el formato que tomará el orden internacional en el futuro. El presidente ruso, Vladimir Putin, lo dejó claro en su entrevista con Tucker Carlson, cuando dijo explícitamente que “Estados Unidos teme más a una China fuerte que a una Rusia fuerte”.

Los llamados de Estados Unidos a China para que desempeñe un papel más proactivo en la defensa del “orden internacional basado en reglas” promovido por Occidente manifiesta una realidad que se ha hecho cada vez más clara en las últimas dos décadas, y es que Estados Unidos ya no está en condiciones de resolver unilateralmente los conflictos internacionales, ni de disciplinar o alinear al mundo emergente y en desarrollo. China, en tanto, busca administrar las tensiones, mientras continúa acumulando capacidades para disputar en áreas estratégicas (como la tecnología o el sistema monetario) y fortalece sus alianzas con el resto del llamado “sur global”.

El otro aspecto a considerar a la hora de analizar las tensiones entre China y los Estados Unidos es tanto las transformaciones en las formas de organización del capital como la interdependencia que ello trajo aparejado. Ningún Estado hoy es completamente autosuficiente, y los grandes capitales tienen sus negocios sumamente diversificados tanto en rubros como en territorios. Por ello, la administración demócrata estadounidense busca limar algunas asperezas con China para garantizar un entorno propicio para los múltiples inversores radicados en ese país.

Por eso, ninguno de los dos países busca en lo inmediato generar una crisis que haga volar por los aires el actual sistema internacional. En el caso de China, porque actualmente se encuentra en ascenso estratégico de su iniciativa geopolítica, ya es la primera potencia económica mundial medida en paridad del poder adquisitivo y se encuentra en camino firme para convertirse en un país socialista moderno plenamente desarrollado. Estados Unidos, en tanto, se encuentra en declive hegemónico desde hace, por lo menos, dos décadas, y su establishment está más enfocado en resolver la profunda grieta interna entre globalistas y neoconservadores que en recuperar la condición de hegemón indiscutible que ostentó durante gran parte del siglo XX.

Ambos buscan, en síntesis, ganar tiempo.

Una incógnita importante es qué pasará en el caso de Donald Trump vuelva a ganar las elecciones de los Estados Unidos en noviembre próximo. Trump dijo hace algunos días que impondrá aranceles a los productos chinos de más del 60%, lo que implica también un impulso todavía mayor del proteccionismo, el unilateralismo y el intervencionismo a nivel internacional. Más allá de la retórica antichina que se achaca al expresidente, el propio Trump se encargó de calmar las alertas: “Me fue genial con China con todo”, dijo el candidato republicano. “Quiero que a China le vaya genial, de verdad. Y me gusta mucho el presidente Xi. Fue muy buen amigo mío durante mi mandato”. Seguramente, el devenir de la relación sinonortamericana estará marcado por el resultado de las elecciones de noviembre en el país del norte.

* Licenciado en Sociología por la Universidad Nacional de La Plata y candidato a Doctor en Ciencias Sociales y Especialista en Estudios Chinos por la misma universidad. Colaborador habitual de Dossier Geopolitico

FUENTE «PERFIL» https://www.perfil.com/noticias/elobservador/distension-o-medicion-geopolitica-entre-potencias.phtml

Sitio Mision Verdad

El Foro de la Multipolaridad, que inició en Moscú el 26 de febrero, ha reunido a representantes de 130 países para discutir sobre la importancia de un mundo de contrapesos políticos y la necesidad de un nuevo orden internacional más equitativo. El mismo está respaldado por el Movimiento Rusófilo Internacional y el Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa.

La presencia de representantes de Asia, Europa, África, América Latina y del Norte en este foro demuestra el interés global en la promoción de un mundo libre de hegemonía. La multipolaridad se presenta como una alternativa al sistema global actual, que favorece a las potencias dominantes en detrimento de otras naciones. 

En la conferencia se han discutido propuestas y soluciones para fomentar un equilibrio de poder más justo y equitativo, que respete la soberanía y la autodeterminación de todos los países.

El debate inició con la intervención de María Zajárova, representante oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, cuyo discurso destacó la necesidad de establecer una agenda unificadora sin condiciones previas, que promueva la cooperación y el entendimiento entre diferentes continentes, países y conceptos filosóficos. 

«Esto es realmente muy importante en estos días porque todo lo que vemos hoy es la desconexión de la humanidad por diversos motivos, o la unificación sobre la base del antagonismo con todos los demás. Estas son las tendencias globales que, por desgracia, se están introduciendo en la conciencia pública a toda velocidad».

El canciller ruso Serguéi Lavrov fue el encargado de transmitir el mensaje del presidente Vladímir Putin en el foro, en el cual resaltó el papel del movimiento rusófilo en contrarrestar los intentos de Occidente de aislar internacionalmente Rusia, así como en difundir información objetiva sobre el país y desenmascarar mitos propagandísticos.

Además, Lavrov enfatizó el compromiso de Rusia en seguir desarrollándose como un país amigable y abierto al mundo, y promover la democratización de la vida internacional, además de basar su desarrollo en los principios de la Carta de las Naciones Unidas. 

«Nuestra actual presidencia de los Brics y de la Comunidad de Estados Independientes, nuestro trabajo activo y constructivo en la UEEA, la OCS, el G20 y muchos otros formatos multilaterales tienen como objetivo lograr nuestra proyección. También tomaré nota de los estrechos vínculos que estamos desarrollando con las asociaciones de integración regional».

Beijing resonó en el foro por su crítica a la unipolaridad, las guerras y las revoluciones de colores como norma.

Zhang Weiwei, experto chino en relaciones internacionales y director del Instituto de China, expresó que en un contexto de dominio unipolar, cualquier recurso, desde el dinero hasta los componentes tecnológicos, puede ser utilizado como arma. Enfatizó la postura de China en favor del modelo de «unión y prosperidad» frente al enfoque occidental de «división y control».

Según Weiwei, a pesar de los esfuerzos de aislamiento por parte de Occidente, la mayoría de los países del mundo tiene simpatía por Rusia. Por otro lado, el llamado Occidente Colectivo se encuentra cada vez más aislado a escala global, lo que refleja un cambio en las dinámicas de poder internacionalmente.

Tras la desintegración de la Unión Soviética se ha observado un incremento acelerado de conflictos en diversas partes del mundo. La falta de un equilibrio de poder ha propiciado una hegemonía que amenaza con desencadenar una guerra nuclear generalizada. La relevancia de esta situación se refleja en la celebración de reuniones internacionales como la de este foro en Rusia, donde cientos de países se oponen al sistema unipolar actual.

FUENTE: https://misionverdad.com/globalistan/lecciones-desde-el-foro-de-la-multipolaridad-en-moscu

Por Enrique Lacolla de su sitio Web PERSPECTIVA

Javier Milei y las fuerzas que lo manipulan amenazan la unidad nacional. Aunque el proceso apenas se inicia, tiene una potencialidad muy peligrosa y debe ser combatido sin cuartel.

El autoritarismo necesita de fuerza para hacerse valer. De lo contrario se reduce a un gesto ridículo: a un ordenancismo estentóreo pero vacío. Los tweets que prodiga el primer mandatario a altas horas de la noche para invectivar a la “casta” o a cualquiera de los que considera sus enemigos; su ejercicio del poder en base a decretos de “necesidad y urgencia” que son verdaderos mandobles contra el bolsillo de los más necesitados, y sus poses –que incluyen salir al balcón de la Rosada, como orondo amo de casa, al lado del secretario de estado norteamericano para mostrarle la plaza y saludar a una multitud imaginaria- generan estupor y asombro. También excitan una propensión a la burla que habita el carácter nacional y que tiende a quitarle importancia a todo, como si la vida y la historia constituyesen una gigantesca broma.

Y bien, este último rasgo es tan inquietante como la torsión vesánica que se percibe en la actuación o sobreactuación de Javier Milei. Porque el país se está yendo al demonio y buscarle el costado cómico a lo que está pasando sin reparar en lo grave de los daños que se le están infligiendo y en lo insuperable que pueden llegar a ser, implicaría empezar a perder una batalla que todavía no se ha librado y que debería comprometer a todos los “argentinos de bien”. Para recurrir a una figura que acuñó Milei, pero que en este caso no apunta a realzar a una clase o raza de gente que se supone excelsa y se eleva por encima de otras (así sea parándose en puntas de pie) sino a quienes sienten al país como un todo, se reconocen como argentinos sin distinción ideológica y no quieren que ese todo se vaya al abismo.

El odio cainita que hace de contrapeso (o es más bien su complemento necesario) al humor cínico que mencionábamos antes, es en buena medida responsable de que estemos como estamos. Las luchas entre unitarios y federales en el siglo XIX; o entre la aspiración a constituir una sociedad autónoma, y la voluntad de aferrarse a un modelo que perpetuase la configuración dependiente que dio a la oligarquía y a su clientela una vida privilegiada bajo el paraguas de la semicolonia británica, constituyeron el trazo grueso de la grieta que nos ha dividido; pero aun allí se conservaba cierto respeto en lo referido a las fronteras nacionales, que el bando federal había sabido conseguir. Porque, aunque parezca mentira, lo que estamos viendo en este momento es el esbozo de la reedición de una lucha que se supuso cerrada con la revolución 1880. Asistimos a las primeras pulsiones centrífugas que apuntan a una virtual partición del país. Y ello debido fundamentalmente a la degeneración, quizá definitiva, de la clase poseyente que se benefició con el crecimiento deforme de la nación.

¿De qué otra manera puede evaluarse la aparición de un documento suscrito por los gobernadores patagónicos y firmado en nombre de las Provincias Unidas del Sur? ¿Y por qué no lo juzgamos disparatado? Pues porque es una reacción del país interior ante el desmanejo que se promueve desde el poder central. Este impulsa un ajuste que implica un reordenamiento económico arrasador de todo lo que se ha construido hasta hoy y que remata la trabajosa recuperación que se venía verificando después que la gestión Macri-Caputo endeudase al país hasta las calendas griegas. Los encargados de operar este proceso son los mismos que habían gestionado la timba financiera para enjugar la cual se hubo de contraer la deuda.

No es solo la chifladura de Milei, con sus amenazas y cortes de subsidios y coparticipaciones, lo que promueve el actual desbarajuste. Es la insania que deviene de la perspectiva angurrienta y deliberadamente miope de los operadores de la City, de los lobbies bancarios y empresarios, de los oligopolios agroexportadores y de algunos medios de comunicación de masas, que juegan la partida que conviene al sistema-mundo.

Es decir, al conglomerado que intenta monopolizar la tecnología, las finanzas, el acceso a los recursos naturales del planeta, la fuerza militar, las armas de destrucción masiva y la desinformación: ya sea la que se vierte a través de las grandes agencias de noticias o la que circula torrencialmente por medio de la manipulación de las redes sociales.

Este conglomerado se sitúa en un plano impreciso, en una selva de siglas que etiquetan a organismos internacionales que no han sido votados por nadie y que jamás se someten al escrutinio público. Su objetivo es la disolución de los estados nacionales, de las defensas tras las cuales mal que bien los pueblos pueden sentirse contenidos y proveerse de recursos para la defensa de sus intereses. El nombre de anarco-capitalismo le cuadra bien siempre y cuando desenganchemos la palabra anarquía del carácter individualista que le diera la tradición de las luchas sociales y lo remplacemos por el del accionar absorbente de la concentración capitalista, signada por su naturaleza a aplastar a los más débiles en aras del beneficio del más fuerte.

 No quiero dramatizar en exceso y dar a entender que la Argentina se encuentra al borde de su disolución. No es así. Pero sí resulta evidente que si no se toma en serio el camino que se ha comenzado a recorrer, ese riesgo va a crecer. La crisis mundial se pronuncia y no nos va a ignorar. El mundo multipolar que está comenzando a tomar cuerpo constituye una amenaza mortal para el sistema y este, si sigue en pie, va a intentar aferrarse a lo que le queda. La Argentina ha venido de motu proprio a situarse en ese lugar. Milei imita a sus perros y menea su melena ante los poderosos para que no olviden que se encuentra a su disposición.

¿Tendrán los pueblos que se encuentran comprendidos en el sistema opresor los recursos necesarios para forzar un cambio de rumbo en la carrera hacia el báratro que las fuerzas que los orientan han asumido? ¿O se proseguirá por esta vía hasta desembocar en otra Edad de Hierro?

En la batalla mundial que se está fraguando, la Argentina tiene un papel que jugar. Dispone de enormes recursos y de una posición geoestratégica importante por su proyección a la Antártida y por encontrarse a caballo entre los océanos Atlántico y Pacífico. La guerra de Malvinas no fue el capricho de un presidente borracho: aprender algo de geopolítica no le vendría mal a nuestro progresismo ilustrado. Argentina cuenta con enormes reservas de agua dulce, con una inmensa riqueza ictícola y agropecuaria, y con reservas minerales entre las cuales el gas, el petróleo y el litio brindan un póquer de ases, que la ponen entre las gemas que al imperialismo le gustaría conservar. Pero para eso el imperialismo y los parásitos que se ponen a su servicio, tienen que deshacerse, no de los excedentes poblacionales, porque estos no existen aquí, sino de las posibilidades de que sus habitantes puedan mejorar sus aptitudes y adueñarse de su destino. Argentina ha poseído tradicionalmente un elevado nivel educativo, ahora en proceso de deterioro por el ataque sin tregua de sus detractores, que lo han bombardeado durante décadas. Terminar con esta capacidad es el objetivo maestro tanto del presidente Milei como de las fuerzas que lo rodean. Estas se encuentran a la expectativa de si bastará con sostener al clown para que cumpla con su cometido o si habrá que sustituirlo por alguien más presentable si se revela incapaz de dominar a sus demonios y naufraga en el caos que él mismo está generando.

Cómo evolucionarán las cosas en las próximas semanas y meses no cosa fácil de pronosticar. De una cosa podemos estar seguros, sin embargo, y es que no es posible quedarse sentados a ver como este anarco-capitalista pone en práctica su plan. Si es que puede llamarse plan a una salva de misiles de “necesidad y urgencia” con los que se propone gobernar. O, más bien, desgobernar.

Que la Argentina cuente como sujeto consciente de sí mismo o que deje sus riquezas y su proyección geoestratégica a merced del primer venido, es importante para los poderes que se aprestan a medir sus fuerzas a nivel mundial. La cuestión está en saber si también lo será para nosotros.

FUENTE: https://www.enriquelacolla.com/sitio/notas.php?id=788

Cuando el río suena, es porque trae agua. El gobierno de Javier Milei quiere firmar los «Protocolos Adicionales» del TNP, y el resultado será la muerte del Mercosur.

Pero vamos por partes. El TNP es el Tratado de No Proliferación de 1968. Establece que hay cinco países con armas atómicas que integran el Consejo de Seguridad Permanente de las Naciones Unidas. A esos cinco no se les puede hacer ninguna inspección de arsenales nucleares. 

Luego está el resto de los países signatarios, que reciben inspecciones nucleares sorpresivas. Son frecuentes y profundas cuando tienen programas atómicos pacíficos, y mucho más aún si tienen cierta independencia tecnológica, vale decir si no compran y en cambio diseñan reactores y/o centrales de potencia, si enriquecen uranio o si fabrican agua pesada. Los inspectores tienen autoridad «Full Scope», es decir pueden acceder a todos los laboratorios e instalaciones. Brasil y Argentina hacen todo eso.

El encargado de las Naciones Unidas que ejercer el poder de vigilancia del TNP es el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), dirigido hoy por un argentino, el embajador Rafael Grossi.

Desde 1968 a 1995, ningún gobierno argentino, fuera militar o civil y sin importar de qué partido, quiso firmar el TNP. Brasil tampoco, y por lo mismo. Es totalmente asimétrico, y una pérdida importante de soberanía científica, tecnológica e industrial. Como resumió alguna vez y con elegancia el embajador Julio César Carasales, radical, el TNP es el desarme de los desarmados.

Brasil tampoco quiso firmarlo. Sus gobiernos militares mantuvieron dos programas nucleares, uno civil y orientado a la energía y aplicaciones nucleares, y otro llamado «Paralelo», supuestamente secreto pero a voces, y que se orientaba a desarrollar bombas nucleares. 

Como cada fuerza armada tenía su propio programa paralelo, Brasil tenía cuatro programas nucleares a falta de uno, el Oficial y el Paralelo, como nuestro dólar. Pero como los paralelos no eran cooperativos entre sí sino más bien cerrados y competitivos, no parecen haber logrado nada fuera de despilfarrar recursos económicos y científicos.

Entre 1968 y 1984, la relación entre Brasil y Argentina estuvo muy envenenada por la desconfianza sobre el uso del Paraná. Los brasileños, dueños absolutos de la alta cuenca de ese río gigante, terminaron construyendo sobre el mismo más de 40 represas, la mayor de las cuales es Itaipú. 

Los militares argentinos suponían que en caso de conflicto el Paraná podía ser usado como arma: dejar el río en seco, aguas abajo de Itapú, o liberar decenas de embalses en forma simultánea, y anegar todas las ciudades costeras argentinas en la onda de crecida. Militarmente hablando, no es una hipótesis descabellada. Lo descabellado sería entrar en guerra otra vez con Brasil. En el siglo XIX tuvimos tres, y no se puede decir que hayamos ganado ninguna.

Pero en el Cono Sur los secretos son difíciles de mantener, incluso si son secretos a gritos, como el de Brasil. Durante ese período, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), dirigida en general por contraalmirantes o almirantes, discutió más de una vez si valía la pena desarrollar un programa nuclear armamentista y secreto. Optó por no hacerlo porque aquí no hay secreto que dure mucho, pero sobre todo para no desatar una carrera armamentista regional desaforada con Brasil y con Chile. 

La CNEA se concedió únicamente el «caveat» de que si se verificaba que los brasileños estaban cerca de la bomba, no habría más remedio que ponerse a la par. En realidad, con un programa nuclear basado en la investigación y el desarrollo propios, la CNEA tenía los recursos humanos como para alcanzar y pasar a Brasil caminando. Era nuestra única fortaleza, pero una decisiva. Educación pública desde la primaria a la universidad, y por ende un país lleno de ingenieros.

Y es que los brasileños habían encarado el átomo, tanto en sus aspectos pacíficos como en los otros, por el lado de la transferencia de tecnología. Así encararon su desarrollo metalmecánico e industrial, y con éxito. Pero en un asunto tan estratégico como el nuclear, los miles de pequeños secretos de la tecnología no te los vende nadie, y si lo hacen, te dan gato por liebre, como le pasó a Brasil cuando la República Federal Alemana les vendió, y bien caro, un sistema de toberas para enriquecer uranio que sencillamente no funcionaba. Esa miríada de secretitos, especiamente en ciencia de materiales, los aprendés vos en tus propios laboratorios. Eso nos daba una ventaja impresionante en los sesenta y setenta, y no tanto en equipamiento o en fondos, sino en recursos humanos.

La CNEA no podía decidir sobre estas cuestiones, pero sí aconsejar a los presidentes de la Nación, que en general eran militares, o gobiernos civiles atados con piolines. Pero el prestigio de la CNEA era enorme, los presidentes escuchaban y el resultado fue que nunca hubo ni un intento de bomba atómica argentina. ¿Y por qué? Porque la podíamos hacer de la noche a la mañana, PERO NO NOS CONVENÍA. Las carreras armamentistas nucleares son caras: le costaron la existencia a la URSS, y devoran desde hace medio siglo las economías de la India y Pakistán.

El mejor mensaje para darle al mundo era el argentino: «Usamos el átomo para mejorar la calidad de vida y la de la industria en nuestro país. No tenemos la bomba porque no queremos, no porque no podamos. NO NOS JODAN».

Esta leve ventaja nuestra los militares brasileños también lo sabían y no les hacía maldita la gracia. Pero en medio de tanta rivalidad, supieron negociar con nuestros propios militares un acuerdo tácito, jamás escrito, de no firmar el TNP, y de excusarse angelicalmente ante los EEUU de no hacerlo dado que sospechaban del país vecino. El mismo libreto. 

Eso dio buenos resultados hasta que volvió la democracia a ambos países y de modo muy contundente, aunque por distintas causas. El último marino en dirigir la CNEA, el contraalmirante y reactorista nuclear Carlos Castro Madero, se encargó de comunicar al mundo que la Argentina había desarrollado una minúscula planta de enriquecimiento de uranio en la quebrada de Pilcaniyeu, perdida en medio de la estepa rionegrina, a 60 kilómetros de Bariloche pero casi inaccesible por los malos caminos.

Esto se reveló a fines de 1983 y tras nuestra derrota en Malvinas. A la OTAN le agarró terror. Al cuete, porque la planta de PIlcaniyeu era deliberadamente chica y atrasada, y no había modo en que pudiera enriquecer suficiente uranio a un valor suficientemente alto como para hacer la bomba. Una fotografía satelital bastaba para confirmarlo.

Doblemente al cuete, porque «Pilca» se construyó reactivamente, debido a la prepotencia irracional y territorial de los EEUU. En 1981, cuando la CNEA le vendió a Perú dos reactores nucleares, uno de investigación y otro de producción de radioisótopos, decidió que éramos un país proliferador y nos declararon embargo de uranio enriquecido. Es decir, rompieron contratos de abastecimiento que garantizaban nuestros reactores de investigación y radioisótopos médicos durante décadas.

Pilca todavía hoy tiene el tamaño y las capacidades justas como para decirle a la mafia mundial del enriquecimiento de uranio que nos vendan libremente, no sea cosa de que tengamos que hacer una planta mejor. Los recursos humanos los seguimos teniendo. La plata, no. Pero ya se sabe, la plata viene y va.

Hábil en diplomacia, antes de dar la noticia al mundo Castro Madero fue autorizado por Presidencia para pedir una conversación telefónica con el entonces presidente de Brasil, el general Joao Figueiredo, para anunciarle la existencia de Pilca, y de sus limitaciones. Figueiredo era de Inteligencia. Se rió y felicitó a Castro Madero. Y así quedaron las cosas. 

Y luego, con alguna diferencia cronológica y por causas sumamente distintas, ambos países volvieron a ser democracias representativas y bastante apegadas a sus constituciones nacionales. Ya no alcanzaba con un guiño entre milicos para no firmar el TNP, y la presión de los EEUU era enorme.

Fue entonces que el embajador Adolfo Saracho, creador de la Dirección de Asuntos Nucleares y Desarme, pergeñó una estrategia dramática: invitar al presidente Jose Sarney a visitar Pilca, con todo el acompañamiento científico y militar que quisiera, y acceso pleno. Al canciller Dante Caputo la idea le encantó y también a Alfonsín: la idea era buena, garantizaba la paz, y además era un relanzamiento de imagen de su gobierno, ya bastante desgastado.

Lo que siguió fue el ABACC, que en la práctica empezó a funcionar mucho antes de que se pulieran los detalles en los papeles. En 1991, cuando finalmente se firmaron, hacía años que mandábamos y venían inspectores científicamente capacitados y tecnológicamente equipados. 

Imposible no decir que sin Saracho y sin ABACC jamás hubiera ocurrido algo tan insólito como el Mercosur, la primera alianza aduanera y económica de Sudamérica que, más allá de sus logros, no es un circo diplomático armado por el State Department.

Y así siguieron las cosas, cada cual en su casa y Dios en la de todos, como decía Sancho Panza, hasta que sobrevino Carlos Menem. Entre las muchas cosas que rompió,  firmó el TNP sin avisarle siquiera a Brasil. La relación nuclear con los primos, construida por Alfonsín y Sarney desde 1987, se nos fue al bombo durante muchos años. Nunca nos van a perdonar. 

El ABACC se creó justamente para no tener que firmar el TNP. Brasil inspecciona a la Argentina y la Argentina a Brasil, y nada más. El Consejo de Seguridad Permanente de las Naciones Unidas, formada únicamente por EEUU, Rusia, China, Francia e Inglaterra, está pintado en la pared. No nos inspecciona. Da por buenos los informes del ABACC, y chau.

Ése fue el formato original del ABBAC creado por las cancillerías de Alfonsín y Sarney, y éste es el documento que se firmó en 1991. Brasil garantiza que Argentina no prolifera, y viceversa. Terceros, afuera. Especialmente los grandes proliferadores exentos de toda inspección, es decir los cinco países armamentistas del Consejo de Seguridad Permanente. 

La posición conjunta del ABACC fue que, por supuesto, no se firmaba el TNP por considerarlo un documento asimétrico, y de yapa, anacrónico. Hoy los países con armas nucleares son nueve, le guste o no al Consejo de Seguridad Permanente. Y las potencias económicas, diplomáticas y militares emergentes son otras: las del BRICS ampliado. De modo que el actual Consejo de Seguridad representa al mundo de los años ’50, pero no el de hoy. 

En ese cuadro de grandes cambios históricos en la correlación de poder, el ABACC era un «TNP for two». Y un modelo a seguir por otros países del entonces llamado Tercer Mundo.

Durante un tiempo los EEUU se tuvieron que contentar con esa situación y sonreir. Pero en 1989 se derrumbó la URSS y en 1995 los EEUU se habían vuelto la única superpotencia del planeta. En el cuadro de sometimiento unilateral de las «relaciones carnales», la Cancillería Argentina firmó el TNP, sin siquiera avisarle previamente a Itamaraty.

Mala idea.

Las inspecciones recíprocas del ABBAC sin embargo se mantuvieron, pero en un nuevo formato absurdo. Brasil y la Argentina se controlan entre sí, como siempre, pero arriba está el OIEA que controla a ambos, y controla… el control. Se lo llama «Acuerdo Cuatripartito» porque a los gobiernos de ambos países añade dos partes: el ABACC y el OIEA. Ese organismo de la ONU está controlado por EEUU «ab initio» desde los ’50, pero en 1995 y con ese país puesto en el rol de superpotencia única, no quieras ver.

El Cuatripartito es una fantochada diplomática armada y/o tolerada piadosamente por Brasil. Finge que todo sigue como antes de que Menem firmara el TNP unilateralmente, y obligara así a firmar a Brasil. Brasil tuvo que hacerlo para no quedarse atajando solo en Sudamérica la presión de los EEUU. ¿Quién los paraba a los autodenominados americanos en aquellos años?

Pero si hay un medidor objetivo del enojo brasileño es que desde 1995 no tuvo lugar ningún programa tecnológico conjunto en el área nuclear. Nos vendieron el enriquecido para el CAREM, les vendimos la ingeniería del reactor RBM, punto. Nada más. En enriquecimiento de uranio, los primos avanzaron solos y lo hicieron técnicamente muy bien, con ultracentrifugadoras, un sistema mucho más moderno que el de Pilca, la difusión gaseosa. Eran tiempos de Lula y de CFK, buena onda entre gobiernos. Pudimos haber avanzado juntos en enriquecimiento por láser, algo aún más futurista, pero nada.

En el diseño del motor de su primer submarino nuclear, pasó lo mismo. Y ésa es un área en que tenemos la ventaja de ser diseñadores de reactores desde 1958, y de haber construido el 40% de nuestra primera central nucleoeléctrica, el 55% de la segunda, y el 90% de la tercera. Un motor naval nuclear es una centralita de entre 20 y 300 MW, construida en muy poco espacio. De centrales sabemos. Pero los primos brasucas no nos dieron bola. Y qué decir del CAREM, la central nuclear compacta argentina: en sociedad con Brasil, ya la estaríamos usando y exportando. A espaldas únicamente de la flaca economía argentina, todavía estamos construyendo el prototipo.

En esta conducta hay un componente histórico importante. Brasil fue un imperio antes de volverse un país, y eso no se olvida. También hay un componente geográfico: ese país que antes fue imperio hoy abarca el 50% de la superficie de Sudamérica. Pero por último aunque en primer lugar, está también el hecho de que firmamos con ellos un ABACC para no tener que firmar el TNP, y los traicionamos.

Ahora el OIEA sugiere gentilmente que firmemos los Protocolos Adicionales al TNP, redactados en 1997. En lugar de inspeccionar los sitios nucleares de la Argentina, esto habilita al OIEA a inspeccionar presuntos robos de material físil en TODO el territorio argentino. Ninguna puerta les queda cerrada a los inspectores.

Lo de todo el territorio me preocupa mucho. Ya me resulta intragable que los EEUU, que hemos derrotado en toda licitación de reactores salvo una (Tailandia), pueda acceder a cada detalle del RA-10 (ya quisieran tener uno así), o a la central compacta CAREM, un SMR cuyo diseño copiaron de sobra. Y aún así no están construyendo ningún reactor parecido y nosotros sí. 

Pero «full scope» sobre todo el territorio argentino implica demasiadas cosas. ¿Las universidades y laboratorios no nucleares también? ¿Los lugares donde diseñamos y fabricamos satélites y cohetes también? ¿Las empresas de biotecnología también? Puerta que les cerremos es denuncia ante el OIEA de que estamos «proliferando». Y luego te apilan sanciones de comercio exterior como para aniquilarte. Eso no va a suceder inmediatamente, pero sí en cuanto la Argentina -obviamente no con este gobierno- intente volver al BRICS ampliado, o reconstruir con industria propia su equipamiento militar convencional.

Un buen régimen de inspecciones obligatorias será excelente para nuestras industrias avanzadas. Tan provechoso como la munición para el pato. Bueno, las industrias que quedan…

Pero blanco sobre negro, una segunda puñalada diplomática por la espalda a Brasil firma el acta de defunción del Mercosur. Es exactamente lo que se busca.

Los Protocolos Adicionales no se deben firmar.

Daniel E. Arias

ooooo

Preservando la relación nuclear con Brasil

Hay restos arqueológicos que dan cuenta de actividades de cooperación nuclear entre la Argentina y Brasil, que se remontan a 1960. Sin embargo, visiones rivales que enfrentaban a ambos países por entonces y controversias irresueltas sobre la disposición de los recursos hídricos, impidieron hasta entrados los años ‘80 la firma de algún instrumento amplio sobre los usos pacíficos de la energía nuclear.

En la materia había cuestiones en las que lo natural era que trabajaran (parcial o totalmente) en conjunto: la producción de radioisótopos por ciclotrón, el desarrollo de patrones isotópicos, la protección radiológica, la seguridad nuclear, el reciclado de elementos combustibles, los proyectos energéticos.

Así las cosas, se fueron poniendo en práctica diversos mecanismos bilaterales de cooperación, dirigidos tanto a promover el desarrollo como a fortalecer la confianza mutua y transmitir a la comunidad internacional que ninguno de los dos países intentaba desarrollar o producir armas nucleares. Esto, a su turno, reforzaba la capacidad individual y conjunta en materia nuclear: siempre es bueno recordar que el régimen de no proliferación es asimétrico y que, por lo tanto, las naciones del Sur deben asegurarse un poder negociador básico.

El primero en magnitud fue el acuerdo celebrado en Guadalajara, México, en vigor desde el 12 de diciembre de 1991, luego de su ratificación por los Congresos brasileño y argentino. Cabe destacar que tal ratificación resultó en la promulgación con fuerza de ley de lo establecido en el Acuerdo, ley que es de cumplimento obligatorio y común en Brasil y en la Argentina.

El Acuerdo Bilateral establece un mecanismo de salvaguardias totales y crea el Sistema Común de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (SCCC) y la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC), cuya función es administrar y aplicar el SCCC. Una salvaguardia, en el derecho internacional, es una medida que adopta uno o más países para proteger a su sector productivo nacional frente a un aumento de las importaciones de determinados productos que le causan o amenazan causar un daño grave.

Tanto Brasil como la Argentina tienen acuerdos de salvaguardias vigentes con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) desde los años sesenta y setenta, derivados de acuerdos de cooperación que Brasil había firmado con Estados Unidos y Alemania, y la Argentina con Estados Unidos, Alemania, Canadá y Suiza. Estos Acuerdos, tipo INFCIRC 66, contemplan los casos de cooperación y no abarcan los materiales nucleares involucrados en los programas autónomos de cada país, que actualmente, como consecuencia de las salvaguardias totales establecidas por el Acuerdo Bilateral, están sometidos al SCCC y son verificados y controlados por la ABACC. Por otra parte, y sobre la base del Acuerdo Bilateral, el 13 de diciembre de 1991 se firmó un Acuerdo Cuatripartito de salvaguardias entre la Argentina, el Brasil, la ABACC y el OIEA que hoy bajo la dirección general de un argentino, el embajador Rafael Grossi.

En esencia, los compromisos nucleares entre Buenos Aires y Brasilia han robustecido la democracia en ambos países, han contribuido a que América Latina se consolide como una zona de paz, han facilitado transformar una vieja cultura de la rivalidad, y han significado la concreción de una suerte de “ancla” que compele a los dos a evitar planes nucleares con fines militares. Este gran logro para nosotros, para la relación argentino-brasileña, para Latinoamérica e incluso para el mundo -pues no somos foco de proliferación-, se ha sustentado en principios compartidos y beneficios mutuos. La confianza y trasparencia alcanzadas no son producto de la filantropía, sino de la convergencia de objetivos e intereses.

Por ello, lo que estos párrafos pretenden subrayar es que, hoy más que nunca, en un escenario global turbulento e incierto, debemos preservar lo pactado con Brasil. Por ello, si Argentina firmara un acuerdo de salvaguardias adicionales de manera unilateral (aunque favorable a los propósitos de terceros países) no sólo se malograría severamente la relación con el vecino, sino que se estaría erosionando uno de los mejores y más acertados artefactos institucionales bilaterales y multilaterales que tenemos y que funcionan con seriedad. Cuando algo de esta naturaleza no trasciende, y no forma parte de los programas de chimentos, es porque está rindiendo buenos frutos.

Uno de los méritos de la política exterior democrática argentina en estas cuatro décadas ha sido eludir la improvisación o la sobreactuación en un tema tan sensible. Tenemos cuadros técnicos altamente calificados que han sido una especie de “disco duro” que ha logrado una continuidad poco habitual en nuestra diplomacia, en otros temas. Tenemos un acuerdo político amplio mediante el cual en materia nuclear, especialmente, con Brasil la clave es no innovar: refrendar lo ya alcanzado para garantizar una mayor efectividad futura.

No han faltado pedidos y hasta presiones internacionales para que, por ejemplo, Argentina y Brasil adhiriesen al llamado Protocolo Adicional de 1997. Quizás en alguna ocasión y por razones de conveniencia circunstancial se ha pensado en una adhesión unilateral del país a dicho instrumento, afectando un acuerdo tácito con Brasil de que si hubiera adhesión lo haríamos los dos. El oportunismo se puede convertir en un boomerang para la Argentina. Proceder así no solo dañaría severamente la relación bilateral con nuestro vecino, sino que de hecho levaríamos el “ancla” para que Brasil no se sienta obligado por los compromisos contraídos. Tal cosa, a su turno, afectaría nuestros intereses nacionales. Tampoco eso le conviene a las grandes potencias nucleares. En realidad no hay motivo alguno para que nosotros, para que Brasil, para que la OIEA e incluso para que Estados Unidos horademos, por acción u omisión, las acuerdos nucleares existentes entre Buenos Aires y Brasil.

La Argentina requiere de socios, amigos, acompañantes en esta hora de graves dificultades y grandes desafíos. Tensar, y muy probablemente, deteriorar nuestro vínculo con Brasil sería un despropósito. Procurar buenas relaciones con Washington no requiere estropear los lazos con otras naciones, menos aún con las más próximas. El unilateralismo -sin atributos de poder reales- es un tipo de comportamiento que nos resultará, más temprano que tarde, ruinoso.

Rafael Bielsa y Juan Gabriel Tokatlian

FUENTE: https://agendarweb.com.ar/2024/02/29/el-peligro-de-los-protocolos-del-tratado-de-no-proliferacion-nuclear/

Por Eduardo Vior Analista Internacional Publicado en el Sitio Web: Tektonikos

Con un clima de pesimismo dentro de la OTAN, la Conferencia de Seguridad de Múnich se limitó a trazar fronteras.

Dos ausentes fueron los protagonistas principales del máximo cónclave anual sobre temas de Defensa: Donald Trump y Vladímir Putin. Ambos en campaña electoral, el primero se hizo representar por algunos de sus mejores cuadros. El segundo, en tanto, dejó de ser invitado desde que en 2007 advirtió ante este mismo foro contra la expansión de la OTAN hacia el Este. No obstante, casi todos los disertantes se refirieron explícita o implícitamente a alguno de los dos o a ambos, más preocupados por fijar los límites del encuentro que por alumbrar caminos.

La 60ª Conferencia de Seguridad de Múnich (MSC, por su nombre en inglés) se realizó —como siempre— en el Hotel Bayerischer Hof a mediados de febrero y centró su foco en Ucrania y en Oriente Próximo, así como en las amenazas a la ciberseguridad que perciben los aliados. 

Con más de 900 participantes, unos 50 Jefes de Estado y de gobierno, más de 100 ministros y representantes de organizaciones no gubernamentales y empresas, la MSC es una de las más importantes reuniones internacionales de política de defensa y seguridad. El evento se realizó por primera vez en 1963 como “Conferencia sobre la Ciencia de la Defensa”, cuando reunió a unas pocas decenas de civiles y militares. Con el paso de los años, el círculo se fue ampliando y, aunque muchos generales siguen frecuentando el hotel de Múnich, también asisten directores ejecutivos, activistas de derechos humanos, ecologistas y otros líderes de todo el mundo. 

Además de actos públicos como paneles y rondas de debate, la MSC es sobre todo un evento diplomático de citas rápidas entre homólogos y profesionales de la política de seguridad. Es el lugar ideal para comprar y vender armamento en los pasillos o en el bar del hotel.

Con el lema “¿Perder-Perder?” (“Lose-lose?”) que presidió la MSC 2024, los autores del informe con el mismo título llamaron la atención hacia la cada vez más ruinosa competencia entre los aliados. Ante el aumento de las tensiones y la incertidumbre económica, muchos gobiernos ponen más esfuerzos en defender las posiciones internacionales adquiridas que en incrementar la cooperación con sus socios. Este enfoque, advierten los autores, conduce a una espiral descendente que socava el orden internacional. 

En la inauguración de la Conferencia de Seguridad, el secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió sobre una arquitectura de seguridad cada vez más inestable en la comunidad mundial. Por su parte, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, se mostró algo más confiado, ya que –según él– no existe ninguna amenaza militar inmediata de Rusia contra un miembro de la Alianza Atlántica. 

Por su parte, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, denunció el “expansionismo” ruso y anunció que desarrollaría nuevos enfoques para la industria de defensa. En plena campaña para su confirmación como jefa de la CE (brazo ejecutivo de la Unión Europea) después de la elección parlamentaria del próximo junio, la médica alemana no cesa de batir parches de guerra, para apoyar a los partidos conservadores y demócrata cristianos.

Otra oradora durante el primer día de sesiones fue la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, quien aprovechó para posicionarse contra Donald Trump sin nombrarlo. Según ella, en su propio interés y beneficio, EE.UU. debe continuar siendo el líder del mundo. El presidente Joe Biden, y ella están firmemente comprometidos, manifestó, con la defensa de los valores democráticos donde se vean amenazados. En referencia a las elecciones estadounidenses de noviembre próximo, denunció Harrris —sin nombrar a Trump— que hay voces que querrían aislar a EE.UU. y alejarlos de sus aliados. 

Antes de la conferencia, los organizadores publicaron, como todos los años, el Índice de Seguridad de Múnich, que evalúa la percepción de seguridad de los ciudadanos europeos y norteamericanos. El estudio transnacional registró un aumento generalizado de la preocupación por las amenazas medioambientales, las migraciones masivas, el terrorismo islámico y la delincuencia organizada. En cambio, ha disminuido la percepción de riesgo por la guerra de Ucrania.

Consecuentemente, a diferencia de 2023, cuando el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyi fue recibido en Múnich como el líder de un ejército victorioso, este año lo rodeó una nube de pesimismo. Claro que el cómico presidente estilizó dramáticamente su pedido de más ayuda, pero sus oyentes lo escucharon convencidos de que, si EE.UU. retacea el apoyo a Ucrania, Europa no podrá remplazarlos y Kiev deberá rendirse ante Moscú.

Junto a Ucrania, otro gran tema de la conferencia fue la guerra en Gaza. Si bien los organizadores pudieron juntar en un debate al presidente israelí Izchak Herzog con el jefe de gobierno del país mediador Catar, Mohammed al-Thani, y el presidente de la conferencia, Christoph Heusgen, saludó la coincidencia como un “rayo de esperanza”, no hubo avances concretos hacia un alto el fuego. 

El temor por la vulnerabilidad de las redes informáticas de los países occidentales recorrió todas las reuniones y paneles de la MSC. En un artículo de opinión publicado en el portal norteamericano Politico, Benedikt Franke, vicepresidente de la Conferencia, tituló que “Es hora de blindar las políticas tecnológicas europeas”. 

Ciberseguridad

A su vez, según un informe de Statista publicado poco antes del encuentro, los ciudadanos de las principales economías occidentales tienen más temor que hace un año por la seguridad nacional de sus países. En esta línea, de acuerdo con el Informe de Seguridad de Múnich 2024, los ciudadanos y empresas de naciones del G7 perciben los ciberataques como el segundo mayor riesgo después de los fenómenos meteorológicos extremos. Sin embargo, nadie espera que la situación mejore pronto, porque se trata de riesgos sistémicos que perdurarán por años, según declaró a Euractiv el investigador alemán en Geopolítica Valentin Weber.

Jörn Müller-Quade, del Instituto de Tecnología de Karlsruhe (KIT, por su nombre en alemán), advirtió que los resultados del informe también deben considerarse a la luz de la cobertura informativa que influye mucho, dijo, en la percepción pública sobre riesgos para la seguridad. 

Hace casi tres años, en marzo de 2021, todos los miembros de la ONU acordaron cumplir once normas cibernéticas, incluidas las relativas a la protección de infraestructuras críticas y a no permitir que sus territorios sean utilizados por ciberdelincuentes. No obstante, desde entonces el ecosistema del ransomware de raíz rusa se ha vuelto cada vez más rentable y dañino, dicen los expertos occidentales, y el gobierno chino ha sido acusado de “cibersabotaje sistemático”, habiendo sido culpado por una campaña de piratería informática para interrumpir el suministro de agua a la población civil.

Un conflicto entre Rusia y otros Estados de Europa “no empezaría necesariamente en el terreno militar”, advirtió en Múnich el primer ministro noruego, Jonas Gahr Støre, Durante una mesa redonda sobre la defensa europea, en la que intervino junto a Ursula von der Leyen y al primer ministro neerlandés y probable remplazante de Stoltenberg en la OTAN, Mark Rutte, Støre advirtió que las democracias ya están “siendo puestas a prueba con noticias falsas, teorías conspirativas y ciberataques.” “En caso de conflicto no empezará necesariamente en el terreno militar, sino diluyendo nuestras democracias”, declaró el primer ministro en el panel.

Durante su participación en esa discusión, aunque no mencionó la propuesta del presidente del Consejo Europeo Charles Michel, de crear “una fuerza cibernética europea equipada con capacidades ofensivas”, Von der Leyen llamó a los europeos a desarrollar su industria de defensa y anunció que la Comisión publicará en marzo una nueva estrategia industrial de defensa.

Balance pobre

Este año la Conferencia de Seguridad de Múnich dejó un balance pobre: la mayoría de los documentos y oradores se concentraron en denunciar amenazas reales o probables y en trazar y retrazar fronteras hacia el Este. El esfuerzo por diferenciarse fue mucho mayor que la energía puesta en definir objetivos, perspectivas y visiones comunes. Por ello fue tan patente la defensa que todos hicieron de su pequeña parcela. 

Mientras los países occidentales no superen la política de la cancelación hacia quienes piensan o actúan diferente, estarán encerrados en la dinámica de “perder-perder”: cuanto más rígidas sean las fronteras ideológicas, menor será el espacio que quedará a quienes viven en su interior. La competencia entre las naciones occidentales por recursos cada vez más escasos aumentará y las ganancias de un aliado serán las pérdidas del otro.

Del otro lado del planeta, en cambio, BRICS10 está animado por la lógica contraria: “win-win” (ganar-ganar). La apertura y comprensión mutua entre culturas, sistemas e ideologías diferentes, para resolver juntos los problemas actuales de la humanidad expande las fronteras y las dimensiones de la colaboración, aumenta el producto y los servicios disponibles y hace posible que todos ganen. Claro, es el proyecto de un mundo sin fronteras en el que la seguridad es mutua y recíproca. Por eso sus reuniones infunden tanto optimismo.

Por Federico Oberto Tarena Publicado en Dissipatio.It

La Conferencia de Seguridad de Múnich, celebrada del 16 al 18 de febrero, evaluó el estado de ánimo de la política internacional. La respuesta es desoladora: el orden global que pensábamos estable y triunfante se ha derrumbado definitivamente. Ya nadie está al mando del sistema interestatal y los círculos viciosos se alimentan hacia una colisión frontal. La lucidez y el pragmatismo se convierten en raras y buscadas excepciones; Sin embargo, sorprende el lugar donde los encontramos.

La Conferencia de Seguridad de Múnich es ahora el Davos de la diplomacia internacional. Al menos desde que Vladimir Putin la eligió en 2007 para llevar a cabo su primer ataque frontal -entonces sólo retórico- al orden unipolar bajo la hegemonía estadounidense. Asimismo, hace dos años fue uno de los escenarios  en los que se celebró la ruptura diplomática total entre Occidente y Rusia . Por lo tanto, un termómetro para medir el estado de ánimo de la política internacional, en el que el estado del arte de la política exterior de las mayores potencias, junto con los grandes desafíos globales -desde el clima hasta el comercio y las tecnologías- restablezcan  el  rompecabezas  de la política global . Y este año, tras superar el shock del año pasado, los líderes políticos, comentaristas y analistas occidentales han  contemplado  el fin del orden global. El panorama pintado es el de un mundo inevitablemente destinado a sufrir los efectos nocivos de viejas y nuevas rivalidades geopolíticas.

No es sorprendente que el lema de la conferencia de este año fuera  perder-perder : desventajoso para todos. El regreso de las rivalidades geopolíticas ha transformado la política internacional en un gran juego de suma negativa en el que los frutos de la prosperidad, el comercio, las tecnologías y, para algunos, incluso la seguridad física, se dejan de lado en nombre de la sospecha, los temores existenciales y las airadas exigencias de reconocimiento. Un gran partido, en el que al final todos pierden, al menos desde  nuestro  punto de vista.

Se dijo, del fin del orden global. Suponiendo que alguna vez haya existido remotamente un consenso global sobre reglas y relaciones entre potencias , una vez pasada la fase de shock de los nuevos revisionismos (que no son ni nuevos ni sorprendentes), hoy se contempla con mayor claridad el resultado de estos macromovimientos. Ya nadie está a cargo , los círculos viciosos evolucionan por sí solos. Cada elemento mueve sus piezas de maneras que empeoran la salud general del sistema. Todo el mundo lo hace conscientemente, más o menos, porque está irremediablemente convencido de que ese es el único camino a seguir. En Tierra Santa, se destruye a una población para convencerla de que abandone el radicalismo. En Europa el conflicto por defender la paz se está radicalizando . Cada acción resulta en lo contrario de su objetivo original.

Los escenarios secundarios -el Sudeste Asiático y el Sahel- están llevando a cabo transformaciones que ponen en juego el equilibrio en lugar de estabilizarlo. En el primero, se reorganizan las alianzas para protegerse del gigante chino, en vista de un choque que nadie querría, por los mencionados beneficios mutuos del comercio al que los distintos Estados del Pacífico no quieren renunciar en nombre de cruzadas de seguridad. entre grandes potencias. En el segundo, continúa  la apertura a las más variadas filiaciones  debido al urgente vencimiento de la hegemonía francesa. El clima, la desglobalización y el recién llegado –la inteligencia artificial– prometen añadir su contribución al desorden, pero palidecen en comparación con los temores del Armagedón de los conflictos interestatales.

En la era posunipolar, en la que los fundamentos económico-demográficos de la hegemonía estadounidense están cada vez más disminuidos, Estados Unidos sigue siendo un actor preponderante en la seguridad internacional debido a la  desproporción militar  y las ventajas geoestratégicas. Los primeros se pueden resumir en la comparación cuantitativa: 877 mil millones contra los 292 mil millones de chinos, que sin embargo gastan sólo el 1,6% de su PIB en defensa -un porcentaje de Europa occidental- contra el 3,5% estadounidense ; todos los demás ( ciento noventa y uno ) estados son insignificantes, e incluso cuando se suman no pueden equilibrar la puntuación. Esto último puede resumirse aforísticamente recordando que es mucho más fácil gestionar las preocupaciones sobre la propia seguridad cuando dos océanos han separado, durante gran parte de su historia, la nueva Tierra Prometida de las turbulencias del mundo entero. De ahí una actitud más pacífica y tranquilizadora hacia sus satélites; un enfoque que Rusia y China, por otro lado, no pueden y probablemente nunca podrán interpretar, a pesar de que los recursos energéticos de la primera y el dinero en efectivo de la segunda intentan igualar el marcador político.

Pero esto no significa ciertamente que Estados Unidos ya no sea capaz de dirigir la dinámica del sistema a su gusto. La Conferencia de Munich de 2024 confirma  el No Man’s World  de Richard Kupchan  , en el que, tras el declive del primero , no se reemplaza una función de ordenamiento similar. Lo que emerge es un mundo múltiple y  -histórico  para la humanidad- culturalmente heterogéneo y plural, como recordó Henry Kissinger en  Orden mundial . Ya no se veía un concierto homogéneo de  potencias civilizadas , como por ejemplo el orden europeo de finales del siglo XIX. Sino un florecimiento de  civilizaciones , a menudo bárbaras entre sí, en las que los valores occidentales ya no son dominantes, como afirma preocupado el propio Kupchan. Y por tanto, inevitablemente obligado a aceptar el compromiso más doloroso: el de la identidad, que encuentra en los principios morales la base más profunda y sólida de la propia seguridad en uno mismo, según  Brent Steele .

En todo esto, parece llegar una señal positiva desde el Pacífico . Una señal de reequilibrio del desorden y, por tanto, de la racionalidad. Las relaciones entre Beijing y Washington no han vuelto mágicamente a la amistad, como es normal dadas las enormes divergencias estructurales; sin embargo, están sorprendentemente marcados por  la responsabilidad . Beijing sigue ejemplificando el papel del  Sabio internacional  , personificado por las palabras de advertencia de su ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi; Washington, por su parte, intenta mantener un diálogo continuo sobre cuestiones menos relevantes -como  la lucha conjunta contra el fentanilo-  pero aún capaz de crear consenso entre las partes.

En cualquier caso, las dos grandes potencias  no están concretamente más cerca  en asuntos estratégicos:  el desacoplamiento  en sectores estratégicos continúa y  Beijing no está haciendo cambios sustanciales en sus prácticas industriales en nombre de un derecho al desarrollo. Sin mencionar la cuestión de Taiwán, sobre la cual la buena voluntad poco puede hacer si no va acompañada de serios replanteamientos estratégicos.

Sin embargo, los dos  grandes  perciben, en este momento de polarización del sistema, que deben contribuir con un movimiento opuesto. Continúan llevando adelante lo que hace dos años se definió como una nueva guerra fría , pero evitan deliberadamente percibirla como tal; de hecho, si pueden, intentan dejar de lado el hacha que hasta hace poco se esgrimía con agresividad descoordinada para imponer sanciones y aranceles en masa, a veces perjudiciales para los propios intereses de quienes los propusieron. En este sentido, recordamos el ejemplo sensacional de las  sanciones financieras de 2019 a la Bolsa de Hong Kong , que abrieron un flujo sin precedentes de capital chino hacia ella y provocaron en cambio una larga serie de pérdidas para los inversores estadounidenses.

Esta voluntad diplomática nos asegura que alguien todavía está tratando de gobernar el timón internacional. Es evidente que  hoy es más complejo que ayer , porque una fuerza superior ya no es suficiente y una tendencia incesante al compromiso es inevitable. Pero la conciencia de que tenemos que escapar de la polarización es la mejor señal a la que, hasta la fecha, podemos aspirar de manera realista.

Una responsabilidad que nos enseña que el maximalismo ideológico ya no es la mejor garantía de seguridad, sino la capacidad de razonamiento claro y pragmático , capaz también de aceptar el pluralismo inevitable del futuro orden internacional, si todavía es legítimo esperar poder para obtenerlo.

FUENTE: https://www.dissipatio.it/nessuno-al-timone-della-nave/ 

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein colaborador de Dossier Geopolitico desde Venezuela

Este artículo fue publicado el pasado 27 de febrero en la Revista Soberanía N° 7 de la Casa de la Soberanía Miguel d´Escoto Brockmann de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN). Managua. Por razones de espacio, aquí será divulgado en dos partes.

El ritmo de los acontecimientos internacionales es avasallador. Inmersos en la dinámica de la sobrevivencia cotidiana resulta sumamente complicado seguirle el paso a los hechos regionales o globales que, dada la interdependencia de los procesos, terminan influyendo y afectando el quehacer local en cualquiera de nuestros países.

En este contexto es válido preguntarse, ¿en qué lugar y en qué momento de la historia de la humanidad nos encontramos? La respuesta puede sonar un tanto frívola, pero creo que estamos pasando por un tsunami de varias olas que han sido generadas por una superposición de movimientos tectónicos que están ocurriendo simultáneamente.

La primera ola expone el trance que significa el cuestionamiento creciente a la democracia surgida hace 2.700 años en la Grecia del siglo VI antes de Cristo y que, a pesar de haber sufrido grandes modificaciones a lo largo de la historia, se mantiene como esencia del modelo político de Occidente, fracasando y generando conflictos en su intento de transformarse en modelo universal. La segunda es aquella que ha emanado de las primeras manifestaciones de crisis estructural del capitalismo surgido hace alrededor de 250 años tras la revolución industrial iniciada hacia 1760 en el Reino Unido en lo económico y la revolución francesa de 1789 en lo político. La tercera es la del fin del modelo heredado de la segunda guerra mundial y la consolidación de la hegemonía estadounidense hace casi 80 años. Finalmente, la cuarta ola es la que se ha formado por el fin de la bipolaridad hace 30 años sin que el mundo haya podido estabilizar un nuevo sistema internacional.

Como se dijo antes, la dinámica de los acontecimientos del día a día no nos dejan ver esta dimensión tan extraordinaria de la situación política internacional. Vivimos un momento de quiebres.  De cuestionamientos, un momento en que se pone a prueba lo mejor de la condición humana, pero que también se manifiesta lo más execrable y la fragilidad de los mortales. Es un momento de definiciones. Es un momento de decisiones. Vivimos un tiempo único de la historia.

Veamos:

  1. La democracia ateniense

Aunque hay estudios que señalan que hubo algunas manifestaciones democráticas anteriores, se considera que la democracia surgió en Atenas hace 27 siglos significando un paso adelante en el desarrollo político de Occidente,  a pesar que nació siendo un sistema excluyente que sólo consideraba como ciudadanos a los varones, con capacidad económica y pertenencia a la nobleza. Los extranjeros, los esclavos y las mujeres no eran ciudadanos. No obstante, la instauración de ciertas instituciones como los poderes ejecutivo y legislativo y el voto, fueron mecanismos de avanzada en la época. Sin embargo, hasta ahora, la democracia no ha sido capaz de resolver la dicotomía representación/participación que sigue siendo restringida y limitada a los sectores con mayores recursos en la sociedad que la utiliza precisamente como mecanismo de control de la misma. Es un sistema en crisis.

  1. La revolución industrial y la revolución francesa 

La revolución francesa instauró una serie de mecanismos avanzados respecto de las sociedades esclavista y feudal. Por ejemplo, los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), la alternabilidad y la independencia de estas instancias así como las libertades civiles (de expresión, de prensa, de asociación), entre otras. 

Habría sido deseable que el pueblo hubiera asaltado el poder para construir sociedades más justas y democráticas, sin embargo, tal como lo previó Lenin, en la fase superior del capitalismo que vivimos, el sistema creado ha llegado a tan altos niveles de  concentración del poder económico y político que son estos propios avances desmesurados los que constriñen el desarrollo acelerado de la acumulación capitalista en los niveles ambicionados, transformándose en un freno para el sus necesidades de ganancia, por lo cual, son las propias clases sustentadoras del poder, las que destruyen las llamadas libertades democráticas que ellas mismas han creado. 

Por su parte, la revolución industrial que significó un impulso revolucionario respecto del retrógrado sistema feudal, hoy en su fase imperialista ha creado elevados niveles de diferenciación entre explotadores y explotados. La producción capitalista se concentra cada vez más en una minoría que usufructúa los éxitos y los avances del desarrollo y de los adelantos científicos y tecnológicos.  Estos procesos revolucionarios del pasado, hoy se manifiestan de manera reaccionaria, representando formas conservadoras y atrasadas que no tienen sustento en el mediano y largo plazo.

  1. El fin de la segunda guerra mundial.

El fin de la segunda guerra mundial hizo nacer un nuevo sistema internacional que tuvo a la ONU como eje fundamental sobre el cual se iban a construir la paz y relaciones más equitativas entre los pueblos.  La ONU no ha podido cumplir ese objetivo, lo cual es expresión de la obsolescencia del sistema.

Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) fue incapaz de manejar la crisis del COVID19, la Organización Mundial del Comercio no ha podido impedir que el 31,5% de la población mundial viva bajo sanciones, la Comisión de Derechos Humanos y sus entes adscritos no se pueden sacudir la tutela de mecanismos politizados que son manejados según los intereses de los poderosos. Otro tanto ocurre con los organismos encargados de impartir justicia. Las organizaciones de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación  (FAO), para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) son estructuras que hacen una loable labor pero están limitadas y restringidas de recursos porque las misiones que cumplen no están encaminadas a favorecer los intereses de los poderosos.

La ONU vive una contradicción intrínseca entre el carácter democrático de la Asamblea General y el carácter dictatorial del Consejo de Seguridad y su derecho a veto.  Hay que recordar que la ONU se creó con 51 países y hoy forman parte de ella 194 Estados, de manera tal que la realidad de hoy es muy distinta a la que le dio origen. Los miembros africanos originales de la ONU fueron 4, hoy son 54, de Asia, 8, hoy son 51, de Caricom, ninguno, hoy son 15. ¿Puede alguien pensar que la ONU pude seguir funcionando de la misma manera, cuando ha habido una evidente transformación de su membresía?

El Artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos expone el derecho a la vida. Por su parte, el artículo 1 dice que” Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos” ¿Puede alguien creer que eso es verdad? El sistema emanado de la segunda guerra mundial hoy es solo una quimera.

El capitalismo no ha podido garantizar que todo seamos iguales en dignidad y derechos. Veamos:

  • 900 millones de personas pasan hambre.
  • 1.100 millones viven en condiciones de pobreza extrema.
  • 2.800 millones en situación de pobreza.
  • 448 millones de niños tienen bajo peso.
  • 876 millones de adultos son analfabetos. De ellos las dos terceras partes son mujeres.
  • Todos los días mueren 30.000 niños menores de 5 años de enfermedades que podían haber sido evitadas.
  • Más de 1.000 millones de personas no tienen acceso al agua.
  • El 90% de la población mundial posee el 20% de la riqueza.
  • El 1% posee el 63% de esa riqueza.
  • Ellon Musk paga 3% de impuestos. Una trabajadora de Uganda que se dedica a vender harina, paga el 40% de sus ingresos en impuestos, es decir 80 dólares al mes.
  • Los mil millonarios ganan 2.700 millones de dólares al día.
  • 1.800 millones de personas en el mundo carecen de vivienda.

¿Este es el éxito del capitalismo?¿ Este es el mundo que queremos? El éxito que con total fanfarria y colorido nos muestran los medios de comunicación a través de “alfombras rojas”, vestidos largos, yates y mansiones, concursos de belleza y laureles de artistas, deportistas y monarquías, representan a una muy ínfima parte de la humanidad, menos del 1%. Esa no es la realidad del planeta.  El capitalismo fracasó, solo produce hambre, guerra y muerte. Pero nos tratan de convencer, de que algún día podremos vivir como ese 1%, lo cual es y será imposible mientras la estructura del poder mundial se mantenga como hasta ahora. 

  1. La caída de la Unión Soviética y el fin de la bipolaridad.

Tras la caída de la Unión Soviética y el fin de la bipolaridad, el mundo no pudo, de inmediato, estructurar un nuevo sistema internacional. La última década del siglo pasado fue caótica sin que las dos fuerzas en pugna: unilateralismo y multilateralismo, pudieran consolidarse. Pero los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 le permitieron a Estados Unidos imponer la doctrina de “guerra contra el terrorismo” que en los hechos significó la instauración de la unipolaridad. Hay que recordar el discurso del presidente Bush del 20 de septiembre de ese año cuando planteó la falsa disyuntiva de “o están con ellos o están con nosotros”. Eso impuso la obligación del mundo de “estar con Estados Unidos”, porque la alternativa era “apoyar al terrorismo”, eliminando cualquier otra posición. El gran ganador de esas acciones terroristas fue Estados Unidos.

Eran tiempos en que se anunciaba “el fin de la historia” y efectivamente pareció que Estados Unidos y el capitalismo se establecerían en el planeta por “los siglos de los siglos”. Estaba ocurriendo la guerra en los Balcanes y se produjo la intervención estadounidense en Irak sin que hubiera contrapeso alguno a la actuación imperialista.

Todo marchaba bien para Washington hasta que en 2008 se produjo la crisis de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos que contaminó a todo el mundo. Era expresión de la incapacidad de esa potencia y del capitalismo de sostener el mundo unipolar.

Pero el mundo había cambiado. Pocos años después, en 2012, Vladimir Putin regresó al poder en Rusia, y en China, el mismo año, Xi Jinping era elegido secretario general del partido comunista. Ese mismo año fue nombrado presidente de la Comisión Militar Central y al siguiente, presidente de la República Popular China.

Putin y Xi son de la misma generación, uno nacido en octubre de 1952 y el otro, en junio de 1953. Es una generación de la postguerra, Putin vivió el fin del socialismo en la Unión Soviética y Xi, la muerte de Mao y el inicio de la política de reforma y apertura, ambos en la tercera década de su vida.  Ellos y sus países son los conductores del nuevo mundo que está naciendo.

Este sistema que está emergiendo, como es natural, navega en medio de contradicciones y resistencias sin que todavía pueda definirse con precisión. Aún hoy, se mantiene con mucha mayor fuerza la pugna entre multipolaridad y unipolaridad. Pero este conflicto comenzó a resolverse en 2020.

Continuará…

¡¡ LA CASTA OCCIDENTAL TIENE MIEDO !! alerta Carlos Pereyra Mele, director de Dossier Geopolítico en su columna del Club de La Pluma, tras el Congreso de Seguridad de Munich, cuyo brindis final se ahogó con la caída de la fortaleza ucraniana de Avdíivka, generando pánico y desazón en la el mundo atlantista.

Un sombrío panorama cuando todo apunta a que les llega la hora a los anglosajones de pagar los platos rotos por aquella fatídica apuesta en los años 90 por el neoliberalismo y la guerra eterna, mientras se le desmorona el poder logrado tras la 2ª Guerra Mundial, con la alianza occidental agrietada y con una élites aterrorizadas y desubicadas ante el poderoso mundo euroasiático en alza, habiendo perdido el tren de la economía productiva y manufacturera y con su costosa estructura militar muy cuestionada por los errores estratégicos y por las derrotas históricas que se le acumulan. Los puntos claves que atormentan a los atlantistas serían:

  • El pánico generalizado por la evidente derrota de la OTAN en Ucrania, que hasta confirman los medios norteamericanos, en medio de caóticas retiradas y tremendas bajas que no tienen reemplazo, mientras el canciller Borrell sigue con sus delirios de “jardinero bélico”.
  • Por el fin del relato victimista de Israel y por su aislamiento y condena internacional junto a EEUU, además del retroceso del 20% de su economía a causa de sus crímenes en Gaza.
  • Por el colapso ante la falta de armas en la OTAN, que nunca tuvo una producción a la altura de una guerra tradicional y de desgaste como la planteada por Putin.
  • Por el fracaso estratégico de los estados mayores occidentales cuando provocaron la guerra con Rusia, al masacrar desde el 2014 la población eslava del Donbás.
  • Por el terrible precio de los 14 paquetes de sanciones que Europa aplicó a Rusia y que fueron “un tiro en el pié” a su economía y a su estado del bienestar, tras el sueño húmedo de trocear Rusia e ir a por China.
  • Por el pánico en la UE, luego de abandonar por décadas su propia producción de armas y ante las amenazas de Trump sobre el incierto futuro de la OTAN.
  • Por el terrible daño que sufre la economía occidental ante los ataques directos de Yemen en el Mar Rojo, al que solo pueden responder con acciones a distancia.
  • Por la crisis interna y múltiple en el propio EEUU, con la candidatura de Biden en el aire y con la justicia tratando de proscribir a Trump.
  • Por el avance de los Brics. Por el liderazgo de Lula. Por el poder del renovado G20. Por la pérdida del dominio global del dólar. Por el auge de la Organización de Cooperación de Shanghai.
  • Por la creación en Moscú del Foro Internacional de las Naciones, que convoca a las naciones del sur global a luchar contra el moderno neocolonialismo occidental.

Además, en su audio, menciona a los “Neocons” de Trump, Bannon, Bolsonaro, Milei o Macri. A los cuales, la “Argentina Oficial” de hoy ha adherido con su actual desvarío ideológico y posicionamiento internacional

Eduardo Bonugli (Madrid, (25/02/24)

ANEXO ANALISIS DE CARLOS PEREYRA MELE Y LA REUNION DEL G20 EN RIO PARA RT

Lavrov se reúne con el presidente de Brasil
La reunión se celebra en Brasilia, adonde Lavrov viajó tras concluir la reunión de ministros de Asuntos Exteriores del G20 en Río de Janeiro.

VER EN SITIO DE RT: https://actualidad.rt.com/actualidad/500057-lavrov-reunirse-presidente-brasil