La Asamblea General de la ONU gana peso político
Aunque la reforma de la organización mundial está paralizada, una intensa actividad diplomática que busca evitar el estallido del planeta da a la sesión de este año una inusual dinámica
Por Eduardo J. Vior analista internacional que autoriza su publicacion en Dossier Geopolitico
Habitualmente la sesión anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas sólo sirve como podio para una maratón de discursos de los representantes de los 193 miembros sin mayores consecuencias políticas. Sin embargo, tras la sucesión de reuniones cumbre de BRICS, del G20 y del Grupo de los 77 + China en poco más de dos semanas, ante la gravedad de las crisis que se acumulan las exposiciones en Nueva York se alinean este año en torno a la imprescindible reforma de la gobernanza mundial, mientras que los pasillos de la ONU sirven para encuentros improvisados que remplazan la falta de una agenda concertada entre los bloques. Por primera vez se hace sentir en Nueva York el potencial del Sur Global, despertando la esperanza de que terceras fuerzas atenúen el choque entre los grandes bloques.
La Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) inició el martes 19 su período de sesiones de una semana de duración con el telón de fondo del actual conflicto en Ucrania, el cambio climático, la crisis sanitaria, la crisis migratoria, la crisis de la deuda y la inestabilidad geopolítica que en cualquier momento pueden estallar, juntos o por separado.. El lema del 78º período de sesiones de la AGNU es “Reconstruir la confianza y reavivar la solidaridad mundial: Acelerar la acción en la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible hacia la paz, la prosperidad, el progreso y la sostenibilidad para todos”, pero el mundo está lejos de la confianza y la solidaridad
En la asamblea, que sesiona una semana al año, están representados los 193 Estados miembro, pero el control real sobre el organismo mundial recae en el Consejo de Seguridad de 15 miembros de los cuales cinco (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido) tienen derecho de veto por haber sido los vencedores de la IIª Guerra Mundial. Los otros diez se renuevan anualmente.
Aunque históricamente la reunión sólo ha servido como tribuna de oratoria, este año ha adquirido un nuevo significado por la conjunción de conflictos agudos. Significativamente, aparte del Presidente de Estados Unidos Joe Biden, ninguno de los líderes de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad asiste a la sesión de la AGNU. Tampoco participa el líder indio Narendra Modi. Mientras duran graves conflictos geopolíticos y las iniciativas diplomáticas aún no dan frutos, nadie quiere arriesgar definiciones públicas.
La asamblea fue inaugurada por el Secretario General de las Naciones Unidas, el portugués Antônio Guterres, quien pidió a los líderes mundiales acciones conjuntas para superar las muchas crisis que amenazan la paz y la preservación del planeta y reclamó la pronta reforma del Consejo de Seguridad y otras instituciones multilaterales, para alcanzar dichas metas. Para el diplomático “el mundo ha cambiado; nuestras instituciones no. La ONU, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional (FMI) nacieron en 1945 y responden a una época en la que gran parte de los países actuales vivían bajo el yugo colonial”, recordó.
En esta línea se expresó también Luiz Inácio Lula da Silva. Manteniendo la tradición iniciada en 1945, tras la inauguración siempre toca hablar primero al presidente de Brasil, seguido por el de Estados Unidos en tanto país anfitrión de la asamblea. En su discurso Lula proclamó que su país se ha reencontrado con el multilateralismo y ha vuelto el universalismo en su política exterior. Recalcó que es necesario encontrar una solución para la pandemia de hambre que azota al planeta. Enfocado también en la crisis de desigualdad que existe dentro de su país y en el mundo, dijo que la intolerancia, el racismo y la xenofobia son atizados por las nuevas tecnologías. El presidente sostuvo también que las poblaciones del Sur son las que más sufren por el cambio climático y las que se ven más afectadas por los desastres naturales. El presidente brasileño hizo asimismo un llamado a la paz y dijo que ésta tiene que fundamentarse en el dialogo. Promover una cultura de paz es una obligación, señaló.
Por su parte, en su mensaje Joe Biden destacó la importancia de la cooperación internacional para hacer frente a los desafíos globales. “Estados Unidos busca un mundo más seguro, más próspero y más equitativo para todas las personas”, declaró. El jefe de la Casa Blanca destacó que, para hacer frente a nuevos desafíos, las instituciones y los enfoques internacionales “deben ser actualizados para seguir el ritmo del mundo”. “Esto comienza con las Naciones Unidas, comienza aquí, en esta sala”, dijo Biden.
En lo que respecta a las relaciones entre EE.UU. y China, el líder norteamericano declaró que Washington busca “gestionar responsablemente la competencia entre nuestros países, para que no se convierta en un conflicto”. “Estamos a favor de reducir riesgos, no disociarnos de China. Resistiremos la agresión e intimidación para defender las reglas del camino […]. Pero también estamos dispuestos a trabajar juntos con China en asuntos en los que el progreso depende de esfuerzos comunes”, dijo, citando como ejemplo el trabajo en la lucha contra la crisis climática.
Durante su intervención, Biden recordó asimismo que Rusia suspendió su participación en el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, conocido también como START III o Nuevo START. El presidente estadounidense tachó de “irresponsable” este paso de Moscú. Cabe recordar que Moscú suspendió en febrero pasado su participación en el Nuevo START debido a que –según sostuvo- Washington “destruyó la base legal en materia de control de armas y seguridad” con la infraestructura militar de la OTAN actuando en contra del país euroasiático.
El presidente norteamericano declaró que su país “apoya a Ucrania en sus esfuerzos para lograr una solución diplomática” del conflicto. “Sólo Rusia tiene el poder para poner fin a esta guerra inmediatamente, sólo Rusia se interpone en el camino de la paz, porque el precio de Rusia por la paz es la capitulación de Ucrania, el territorio de Ucrania y los niños de Ucrania”, declamó. No obstante sus afirmaciones, en marzo de 2022 fracasó en el último momento una negociación de paz entre Rusia y Ucrania que se realizaba en Turquí, porque Gran Bretaña y EE.UU. presionaron al presidente Zelenski para que no firmara el acuerdo.
Cuando éste último se dirigió a la reunión, como era previsible, condenó a Rusia y reclamó la solidaridad occidental. Presentó a Rusia como una amenaza implacable a escala mundial que no se detendría en las fronteras de Ucrania. Añadió que Rusia estaba convirtiendo en armas elementos esenciales como los alimentos y la energía “no sólo contra nuestro país, sino también contra todos ustedes”.
A su vez, el presidente Alberto Fernández se expresó en sintonía con lo manifestado por el Secretario General y por el presidente brasileño. Su discurso incluyó críticas a la arquitectura financiera internacional y a la especulación con los alimentos y sostuvo que los poderes económicos “sólo buscan imponer las mismas políticas ortodoxas que profundizaron la desigualdad y la miseria en el mundo”. En su alocución también reiteró las demandas históricas de la Argentina para que Gran Bretaña negocie sobre la soberanía de Malvinas y a Irán para que ayude a esclarecer las causas de los atentados a la embajada de Israel y la mutual judía AMIA.
La reunión tomó temperatura, cuando este miércoles habló el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia Serguei Lavrov. Al principio de su discurso, Lavrov destacó que tras la finalización de la Guerra Fría los países occidentales, encabezados por EE.UU., se autoproclamaron capaces de decidir sobre el destino “de toda la humanidad”. “Hoy en día Occidente recurre a normas y principios estatutarios de manera selectiva, […] únicamente de acuerdo con sus necesidades geopolíticas egoístas”, destacó.
“También crecen los riesgos de un conflicto global”, aseguró Lavrov. “Precisamente, para detenerlos, para dirigir los acontecimientos en una dirección pacífica, Rusia insistió e insiste en que todas las disposiciones de la Carta de la ONU deben respetarse y aplicarse no selectivamente, sino en su totalidad y en interconexión, incluidos los principios de igualdad soberana de los Estados, la no injerencia en sus asuntos internos, el respeto a la integridad territorial y el derecho de los pueblos a la autodeterminación”, explicó.
En la asamblea existe un consenso sobre la necesidad de reformar la gobernanza mundial, especialmente la de los organismos financieros internacionales, pero no sobre las metas y métodos de esa reforma. Por eso está paralizada. Estados Unidos y sus aliados insisten en el monopolio de poder que detentan en la ONU, el FMI y el Banco Mundial, mientras mantienen una retórica confrontativa propia de la vieja Guerra Fría. Sin embargo, la diplomacia estadounidense parece haber registrado la amplia alianza reformista de países del Sur Global con China y, en parte, con Rusia que tomó forma en las últimas reuniones cumbre. Consciente de que está quedando en minoría, entonces, Washington está aprovechando la Asamblea General de la ONU para multiplicar los contactos.
Como parte de esta búsqueda de contención, el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, se reunió el lunes en Nueva York con el Vicepresidente chino Han Zheng. Según el Departamento de Estado de EE.UU., en la reunión ambos dirigentes hablaron sobre la invasión rusa a Ucrania, sorbe Corea del Norte y el estrecho de Taiwán. El comunicado estadounidense calificó la conversación como “franca y constructiva”, lo que el lenguaje diplomático indica que no se pusieron de acuerdo en casi nada. No obstante, ambos acordaron mantener abiertas las líneas de comunicación.
Ya previamente hubo otro contacto del más alto nivel. La Casa Blanca anunció el domingo que su Asesor de Seguridad Nacional Jake Sullivan se reunió en Malta durante el fin de semana con Wang Yi, máximo responsable de política exterior del Partido Comunista y ministro de Asuntos Exteriores de China como parte de los esfuerzos para mantener abierta la comunicación entre las dos naciones. En la reunión hablaron sobre las relaciones entre las dos naciones, la guerra de Rusia en Ucrania y las tensiones entre Washington y Pekín sobre Taiwán.
El propio presidente Biden se encontró en Nueva York con el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu, a quien espera convencer de que firme un tratado de paz con Arabia Saudita. Biden también recibió al presidente turco Recep T. Erdogan, al presidente Lula y, por supuesto, a Volodymir Zelenski. El ucraniano, a su vez, está de gira en Nueva York estrechando cuanta mano se le pone a tiro, pero quienes se reúnen con él, como Lula, lo hacen también con Lavrov. Más que apoyos, el cómico-presidente recibe presiones para que negocie con Rusia.
Mucho ruido y pocas nueces. Hasta ahora, de tantas reuniones no ha surgido ni un solo acuerdo conocido públicamente. No obstante, es mejor que los representantes de las grandes potencias hablen entre sí a que se disparen cohetes. Es una novedad el consenso alcanzado por los países del Sur Global y la presión que están ejerciendo en la asamblea de la ONU y es auspicioso que EE.UU. haya registrado dicha presión. Por ahora esa demanda no va a tener resultados políticos efectivos, pero va a obligar a los países occidentales a retomar el diálogo multilateral y puntualmente puede forzarlos a adoptar agendas concretas de cambio en temas muy específicos. Si la Asamblea General de la ONU de este año sirve para disminuir el riesgo de guerra, ya habrá valido la pena.
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