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Por JOAQUÍN LABARTA LIPRANDI(*) El autor autoriza su publicación en Dossier Geopolitico

Semana tras semana, escuchamos a dirigentes de todo el arco político destacar la importancia de los recursos naturales con los que aún cuenta, en forma cuantiosa, la Argentina. Todos hablan del litio, de Vaca Muerta, del acuífero guaraní o de la Antártida como reservorio mundial de agua dulce, entre otros. Todos, bajo diferentes ópticas, centran las posibilidades de desarrollo y generación de divisas en ellos. Pero, casi nadie nos cuenta que para poder disponer de esos valiosos y estratégicos recursos para todos los argentinos, debemos cuidarlos y defenderlos de las apetencias foráneas, y también de algunas ambiciones internas, que no logran imaginar su aprovechamiento en beneficio de las grandes mayorías. La defensa de estos recursos en el mundo actual requerirá, cada vez más, de una inversión creciente y sostenida en insumos de defensa y capacitación de nuestras fuerzas armadas.

La disputa actual por la soberanía de nuestra patria está situada centralmente en el Atlántico Sur. La vigencia del Tratado Antártico concluye en 2048, que es a la vuelta de la esquina. En ese momento nuestras soberanas pretensiones coincidirán con las del Reino Unido de Gran Bretaña y la hermana República de Chile. Quienes no lleguen a esa instancia con musculatura política y militar, perderán la batalla por los recursos, y por ende, por la soberanía y por nuestra segunda y definitiva independencia. Es nuestra responsabilidad como dirigentes generar la diplomacia y utilizar los factores de presión políticos en ese sentido, factores a los que debemos agregarle uno clave y con frecuencia olvidado, que es el militar disuasivo.

El mundo no parece dirigirse hacia un idilio pacifista, menos aún en las zonas ricas en recursos naturales estratégicos. Continuar siendo una región de paz dependerá en gran parte de nuestro poder militar disuasivo. Como en cualquier negociación, más aún en las diplomáticas, las posibilidades de obtener el mayor rédito para la patria no solo estarán dadas por la destreza del negociador o negociadores, sino por su respaldo y fortaleza. Pretender negociar, con algún mínimo éxito, en un país que ha visto disminuida su capacidad disuasiva real, es por lo menos ingenuo.

Por eso nuestra tesis, que parece provocadora, es en realidad una obviedad. Argentina necesita invertir en la recuperación de sistemas de armas perdidos o debilitados, ya que la inversión en defensa, hoy, es infinitamente más económica que el riesgo que suscita no poder preservar nuestros recursos estratégicos.

Debemos recuperar con urgencia la capacidad de operar cazas bombarderos interceptores. Necesitamos recuperar la capacidad submarina y así realizar la plena vigilancia y control de nuestra plataforma marítima. Las adquisiciones necesarias para la recuperación de sistemas de armas necesitan, a su vez, de aliados regionales e internacionales dispuestos a transferir tecnología.

También necesitamos de la ciencia e investigación aplicadas a la defensa, ya que sin proyección militar sobre el Atlántico Sur, nuestros recursos estratégicos están en peligro. Estamos trabajando en ese sentido, pero la tarea no debe detenerse bajo ningún punto de vista.

La Ley del Fondo Nacional de la Defensa (FONDEF) es un paso enorme en este sentido. El Proyecto de Presupuesto 2023 contempla $160.000 millones para inversión en recuperación, modernización y/o incorporación de material. Entre los proyectos a destacar se encuentra la construcción de un buque logístico polar, complementario al rompehielos Almirante Irízar, para ampliar la capacidad de transporte en las campañas antárticas. En el astillero estatal Tandanor se encuentra en desarrollo el proyecto del buque polar de apoyo logístico antártico, con capacidad para el transporte de 12.000 toneladas y hangar para dos helicópteros Sea King, con el fin de fortalecer el abastecimiento a las doce bases argentinas en el continente antártico.

Otro proyecto central es la modernización y recuperación de la Base Conjunta Petrel, que pasará a ser permanente. El plan es convertirla en el polo logístico más importante de la Antártida. Esta base se encuentra en una ubicación estratégica y volverá a ser permanente en el invierno de 2023, luego de 48 años de inactividad, producto de un incendio en 1974. Petrel debería ser el corazón argentino en la Antártida, con dos pistas de aterrizaje cruzadas, para potenciar su operatividad ante inclemencias climáticas, y una base modelo, completamente modernizada. Tanto la construcción de una nueva base, como las pistas, están entre nuestros objetivos de corto plazo en el Ministerio de Defensa.

Por último, la Base Naval Integrada de Ushuaia, emplazada en un punto estratégico para todas las naciones con proyección antártica, prevé la construcción de un muelle y la incorporación de maquinarias y equipos para asistencia logística, con el objetivo de prestar servicios a terceros países.

La mención de estos 3 proyectos, entre los actuales 91 en curso con financiamiento FONDEF, no es casual. Responde a la visión bicontinental que la Argentina debe instaurar de cara a las disputas actuales y próximas en el Atlántico Sur, de las cuales seremos o bien activos participantes, o bien víctimas inermes.

Potenciar la innovación productiva, sustituir importaciones y adquirir capacidades productivas y tecnológicas es el objetivo primordial. No solo en términos de recursos, sino de decisión política de todo el arco nacional para que estos objetivos se concreten.

Quienes deseamos la paz y continuar siendo una región de paz en el mundo, debemos ser los mayores propulsores de la recuperación de las capacidades militares argentinas, ya que nuestra indefensión conjugada con nuestros vastos recursos naturales, son una invitación al desastre. De nuestra generación depende reaccionar por el futuro de las próximas.

(*) JOAQUÍN LABARTA LIPRANDI Abogado y Escribano, se ha desempeñado como Director General de Administración para la Logística del Ministerio de Defensa en dos oportunidades y actualmente es Subsecretario del Servicio Logístico de la Defensa.

Originalmente fue publicado en el Destape Web

La visita de Xi Jinping en Moscú hizo visible la nueva configuración del mundo centrada en la alianza ruso-china que la torpeza estadounidense consolidó

Por Eduardo J. Vior – analista internacional El autor autoriza su publicación en Dossier Geopolitico, originalmente publicado en TELAM

“En la actualidad, China se encuentra en el mejor periodo de desarrollo desde el comienzo de los tiempos modernos y el mundo está inmerso en un gran cambio sin precedentes en un siglo, y ambos procesos están entrelazados y se incentivan mutuamente.” (Xi Jinping, en reiteradas ocasiones)

Joe Biden lo logró: la insistencia de la elite neoconservadora anglonorteamericana en atacar al mismo tiempo a Rusia y a China, su tendencia a tratar ambos conflictos como confrontaciones radicales sobre visiones del mundo, la insoportable presión que ejercen sobre el resto del planeta para obligarlo a alinearse y la amenaza de seguir escalando los conflictos hasta el duelo final han unido estrechamente a dos potencias que antes se entendían, pero que nunca habían llegado al estrecho vínculo actual, si la presión anglosajona no los hubiera empujado a hacerlo.

Vladimir Putin y Xi Jinping se encontraron este lunes y martes para hacer frente a la presión de la alianza atlántica y, sobre todo, para diseñar el orden que propondrán al resto del mundo para después del episodio ucraniano. Saben que el Imperio anglosajón aún tiene fuerza, que el bloque euroasiático no puede ni debe intentar moldear el mundo a su gusto y que en cada región del planeta están surgiendo actores regionales que reclaman su papel y no están dispuestos a subordinarse a nadie más. Entenderse con ellos es la clave del futuro y a esta cuestión se dedicaron conversando en el Kremlin.

Aún antes de su cumbre ambos explicaron sus propuestas al público del otro país en sendos artículos de opinión. La visión de Putin -centrada en una “asociación con vistas al futuro”- se expuso en el Diario del Pueblo de China, mientras que la de Xi se publicó en la Gaceta Rusa y en el sitio web de la agencia estatal RIA Novosti y gira en torno al inicio de un nuevo capítulo de cooperación y desarrollo compartido.

Durante su primera reunión, el lunes 20, los presidentes hablaron durante cuatro horas y media. Esta conversación, en la que no se omitieron las diferencias de enfoque y estilo, se dedicó a los lineamientos de la multipolaridad en construcción, que necesariamente debe empezar por hallar una solución para Ucrania. Como era previsible, hubo muy pocas filtraciones de los responsables por la agenda. No obstante, hubo una bastante significativa referida a su “intercambio en profundidad” sobre Ucrania. Putin subrayó cortesmente que respeta la posición de China, expresada en el plan de doce puntos de Pekín para la resolución del conflicto y que ha sido completamente rechazado por Washington. Sin embargo, el líder del Kremlin dejó en claro que la posición rusa sigue siendo férrea: desmilitarización, neutralidad de Ucrania y confirmación de los cambios territoriales por documentos internacionales validados por árbitros confiables.

Precisamente en este sentido, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso descartó por completo cualquier papel de Estados Unidos, Reino Unido, Francia o Alemania en las futuras negociaciones sobre Ucrania, ya que no los considera neutrales.

El gobierno chino entiende la percepción rusa de la amenaza que se cierne desde Ucrania y que ha sido confirmada por el belicismo occidental. Sin embargo, la República Popular está muy apegada a la Carta de la Naciones Unidas y a los principios de la coexistencia pacífica y rechaza la modificación violenta de las fronteras. Mucho más discorda con el objetivo ruso de querer recuperar los “territorios históricos” por sus implicaciones internacionales. Si se aceptara sin ambages la reunificación de “territorios históricos”, Pekín teme verse amenazado por las reivindicaciones de tibetanos, turcomanos y mongoles sobre su territorio y así le iría a todos los países. De todos modos, subraya la responsabilidad de Occidente en la ruptura del orden jurídico internacional y busca la forma de restaurarlo, satisfaciendo las necesidades de seguridad de todos los actores (el principio chino de la seguridad compartida).

En la reunión del martes 21, en tanto, ambos líderes se dedicaron a las cuestiones económicas. Rusia ya ocupa el primer lugar como proveedor de gas natural a China, superando a Turkmenistán y Catar. La mayor parte del fluido se envía por el gasoducto Poder de Siberia, de 3.000 km, puesto en marcha en diciembre de 2019. El ducto e extiende desde Siberia Oriental hasta la provincia nororiental china de Heilongjiang. Para multiplicar los envíos, en tanto, ambas potencias están negociando aceleradamente con Mongolia el tendido del oleoducto Poder de Siberia II que, a través del país estepario, llevará el petróleo de Siberia Central al norte de China.

Putin y Xi acordaron asimismo la realización de 79 proyectos conjuntos por valor de más de 165.000 millones de dólares. El abanico abarca desde gas natural licuado (GNL) hasta construcción aeronáutica, fabricación de máquinas herramienta, investigación espacial, agroindustria y corredores económicos mejorados.

En este contexto el presidente chino afirmó que quiere vincular los proyectos de la Nueva Ruta de la Seda (BRI, por su nombre en inglés) con la Unión Económica Euroasiática (UEEA). Es natural que la BRI y la UEEA se interrelacionen. China ya ha firmado un acuerdo de cooperación económica con la asociación económica liderada por Rusia y la mayoría de los miembros de la misma lo son también de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) y están asociados al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (ABII, por su nombre en inglés). La red de organismos de integración euroasiáticos ya existe desde hace algunos años, pero la coyuntura bélica está acelerando ahora su integración.

Al mismo tiempo que los líderes de Rusia y China estaban reunidos en el Kremlin, en la Duma (parlamento) Federal sesionaba la conferencia parlamentaria “Rusia-África en el mundo multipolar”, preparatoria de la segunda cumbre Rusia-África del próximo julio. En la reunión interparlamentaria participaron delegados de más de 40 de los 53 países africanos. Con gran sentido mediático, Putin eligió este preciso momento para condonar más de 20.000 millones de dólares de deuda de los países africanos con Rusia. Si bien Pekín es el principal socio comercial de la mayoría de los países del continente negro, Moscú se está convirtiendo aceleradamente en su proveedor de cereales y en un valioso aliado para restablecer el orden y la seguridad.

También en Asia Occidental Rusia y China actúan totalmente en sincronía. El reciente restablecimiento de relaciones entre Arabia Saudita e Irán fue hilvanado por Rusia mediante discretas gestiones en Bagdad y Omán que condujeron a la firma del acuerdo en Pekín. Moscú también coordina el acercamiento entre Siria y Turquía. No obstante, la relación rusa con Irán (ahora bajo el estatus de asociación estratégica) se mantiene por separado.

No hay vuelta atrás en la demolición de los restos de la Pax Americana, pero el camino será arduo y demorará mucho tiempo. La torpeza de la elite neoconservadora anglosajon aceleró esta vez el paso de la historia, pero no siempre será así. Hay que prepararse también para la dura resistencia que Occidente presentará ante la pérdida de su hegemonía. Ningún león entrega sin lucha su dominio sobre la selva.

La cumbre Xi-Putin consagró definitivamente a China y Rusia como socios estratégicos integrales a largo plazo y comprometidos a desarrollar una seria competencia geopolítica y geoeconómica con las hegemonías occidentales en declive. Este es el perfil del nuevo mundo que adquirió nitidez en Moscú esta semana. Putin lo definió anteriormente como una nueva política anticolonial. Ahora se presenta como una colcha de retazos multipolar.

Rusia es el puente ineludible para unir Europa y Asia, pero el centro del nuevo mundo está en China. Tanto lo acepta Putin que recomendó usar el yuan como moneda de cambio con África, América Latina y Asia. Con cada región del mundo la potencia asiática se asocia de un modo diferente. No rehúye su imbricación con la economía mundo capitalista, pero pone límites a su hegemonismo. Se une estrechamente a Rusia, pero no olvida el resto del mundo. Con África, Asia y América Latina negocia de país a país, pero prefiere hacerlo con grandes bloques regionales. China vuelve a estar en el centro del mundo, de un mundo complejo y conflictivo, pero con menos dominación y más convivencia, y Rusia es su socio preferido.

Carlos Pereyra Mele, centra su columna del Club de La Pluma nuevamente en el análisis del conflicto en el Cáucaso, con Georgia desde la mirada Geopolitica para comprender la importancia de este posible Ucrania 2.0, al estar este país sufriendo otra de las «Revoluciones de Colores» orquestadas por los anglosajones y sus ONG, y también las nulas consecuencias de la “orden” de captura de Putin y sin olvidar que está semana visita Moscú el Presidente de China Xi Jinping para conversar con su homólogo V. Putin en un encuentro de una trascendencia global de gran importancia 

La tonta decisión de ordenar la captura del Presidente  de la Federación Rusa Vladimir Putin por parte de un organismo que cada vez pierde el poco o nulo prestigio que supuestamente tenia, me refiero al Tribunal Penal Internacional, mientras las grandes potencias no se subordinada a su jurisdicción empezando por EEUU, China, India, Rusia, o sea, todo propaganda de baja nivel e inutil. Pero parece que hace falta seguir confundiendo a los extraviados habitantes de está región llamada occidente.

Mientras necesitan pareciera que los occidentales necesitan mas confusiones y delirios propagandísticos actualmente, para minimizar la gravedad de “otra’ nueva crisis financiera “oxidental” y que van!!!…y como no hay buenas noticias de la guerra híbrida global proxy en Ucrania ni en el frente económico inflación crisis políticas sociales en Inglaterra y Francia, etc., tenemos estos escapismos.  

Por ello es importante el análisis de carácter geopolitico y geoestrategico para entender lo que ocurrió y ocurre en Georgia País del Cáucaso Sur que está en una zona clave limitrofe con el Mar Negro, Turquia Rusia Armenia y Azerbaiyan, pequeno pais de apenas 70.000km2 con 3.700.000 habitantes que ya sufrio una revolucion de colores en el 2003 “La revolucion de las rosas” y en el 2008 entro en conflicto con Rusia y en menos de una semana Georgia perdio dos regiones Abjasia y Osetia del Sur. Porque aqui la OTAN quiere establecer lo que se denomina la Geopolitica de los 3 Mares (Baltico, Negro y Mediterraneo)

La Geopolitica de los 3 Mares el viejo modelo de Cinturon de aislamiento de Rusia anterior a la Guerra Fria
Aqui podemos apreciar la importancia de Georgia para lograr controlar parte del Mar Negro y conectar con la Geopolitica de los 3 Mares

El director de Dossier Geopolitico, Carlos Pereyra Mele, centra su columna del Club de La Pluma en el análisis del conflicto en el Cáucaso, con Georgia en el centro de la actualidad, al estar este país sufriendo otra de las «Revoluciones de Colores» orquestadas por los anglosajones y sus ONG, además de la complicidad de Europa y de toda la gran prensa del sistema. Un intento de golpe de estado -blando-, que abre otro frente de la guerra híbrida global de la OTAN contra el mundo todo.

Además aborda la otra gran noticia del momento, con China como actor central y universal, al patrocinar el acuerdo histórico de las dos mayores potencias musulmanas de la humanidad -Arabia Saudí e Irán- que restablecen así sus relaciones diplomática con el intercambio de embajadores y la coordinación de sus intereses económicos y de seguridad. Lo que implica un terrible revés para  Estados Unidos e Israel y  sitúa a China como un gigante operador y negociador geopolítico del mundo.

También nos informa la reelección por otro cinco años de Xi Jinping como líder máximo de la potencia asiática, que entre otros avances, lidera sobre 37 de las 44 tecnologías de punta, lo  que redobla su poder al ser un país muy avanzado tecnológicamente y a la vez, una enorme fuente de materias primas y de recursos naturales.

Por otra parte, nos cuenta  cómo India reguló su capacidad de intercambio comercial con Alemania, con Rusia, con Israel, con Birmania, con Sri Lanka y con Malasia, todo en rupias como moneda de intercambio. Lo que está provocando la ira de Washington, quién en su desesperación, no tiene otra reacción que huir hacia delante con más conflictividad y belicismo, sin obtener beneficio para sí, mientras provoca demasiado sufrimiento al resto del mundo.

Cómo tal cual lo está haciendo EEUU en Ucrania, que mientras alienta esa terrible picadora de carne de los ucranianos, se contradice día a día en todos sus relatos y en sus marchas y contramarchas, ante un posible reconocimiento de la derrota o en una remontada tan imposible como ficticia. Mientras delira con el presagio ridículo de que la victoria rusa en Bahamut será el fin de Putin (?), en un intento desesperado por seguir engañando a los ciudadanos occidentales.

En suma, Pereyra Mele, nos dibuja el más certero escenario geopolitico del momento, a partir del conflicto en Georgia y su estratégico enclave  geográfico en el Cáucaso, entre Turquía, Rusia y Armenia. Otro punto neurálgico de una Asia en pleno desarrollo, en paralelo al fortalecimiento del nuevo orden multipolar. Que también tiene repercusiones en nuestro continente, con la estrategia del terror y la amenaza de EEUU -vía Comando Sur- para frenar a cualquier precio, la influencia en la zona de China, Rusia y resto de potencias emergentes.

Eduardo Bonugli

Madrid, 12/03/23

Georgia entre el Mar Negro, Rusia, Azerbaiyan,Armenia y Turquia y con dos regiones perdidas Abjasia y Osetia del Sur

Invitado por el periodista Alfredo Guruceta expuse para su programa “Con Sentido Común”, que se transmite por el Canal de Cable “C” de Cablevisión, sobre la realidad Internacional y la complejidad de la misma y la trascendencia de los gigantescos cambio tectónicos que están ocurriendo en pleno desarrollo.

Estos cambios se entienden como una transferencia de un sistema Unipolar a otro Multipolar, y que los mismos se están desarrollando en el marco de un enfrentamiento con de una Guerra Híbrida Global “fragmentada”, dentro de la cual el conflicto directo entre la OTAN (USA) contra la Federación Rusa es la mayor expresión de la misma, pero además estos se encuentran dentro de un escenario mucho mayor, como es el conflicto de Occidente (encabezado por la angloesfera, la Unión Europea y Japón y Corea del Sur) contra el Sur Global (Eurasia, África y el mundo latinoamericano). Que desmantela casi 5 siglos de dominación occidental del mundo (con la transferencia de los ejes de poder dentro de ese concepto de “occidente”: España, Portugal, Francia, Alemania, Gran Bretaña y finalizando en la hegemonía de EEUU). 

Hoy eso es lo que está en juego, un cambio de ejes de poder global y la reaparición de viejos imperios que fueron avasallados por el occidente como el: Chino o el Indio o el Persa y el mismo poder Turco otomano sin olvidar el viejo imperio Ruso. Todos estos nuevos jugadores en la política Internacional ponen en aprieto la posición de dominio absoluto de occidente detentada hasta ahora y que se vio fortalecida tras el derrumbe de la ex URSS y que produjo la falsa sensación de que el mundo sería Unipolar y manejado política económicamente y culturalmente por el centro de este poder occidental basado en una momentánea supremacía anglosajona que apenas duró una década (conocida como los 90s).

Luego empezó un fuerte deterioro de ese poder absoluto para direccionar hoy a la recreación de múltiples polos de poder regionales y con un poder global: el Chino que le disputa el cetro a los EEUU. La gran diferencia es que China y sus aliados hacen gala del “poder suave” (basado en la integracion económica, sin injerencia en los asuntos internos de los países) que se suman al proyecto. Y el  “Occidental” -EEUU- solo tiene como herramienta para impedir el crecimiento de la multipolaridad basándose en el “poder duro” o sea la amenaza económica-financiera y si no se doblegan con estas “presiones”, recurriendo directamente al “Caos Organizado”: la guerra interna o externa en los países que quieren integran un nuevo modelo de desarrollo y crecimiento de sus naciones mas armónico y mas pluricultural y sin injerencia extranjera.

Dossier Geopolitico publica la amplia entrevista al politólogo ruso, TIMOFEY V. BORDAČЁV, máximo exponente del Club Valdai, sobre las perspectivas potenciales de Moscú en las relaciones con otras potencias regionales y extrarregionales. Efectuada al medio Italiano: Dissipatio.it

El futuro de Rusia en la comunidad internacional es muy incierto. Actualmente, no existe una alianza efectiva con China y no parece que la situación esté destinada a cambiar, mientras que Suecia y Finlandia pretenden ingresar en la OTAN (aunque por el momento, sobre todo en el caso de Suecia, el proceso de adhesión se ha ralentizado). por los desacuerdos con Turquía). Helsinki, entre otras cosas, ha comenzado a construir un muro en la frontera con la Federación Rusa. En definitiva, la crisis con Occidente será muy larga. América del Sur, India, Turquía y el mundo musulmán en general permanecen: Moscú podrá crear un nuevo orden mundial multipolaro al menos para fortalecer y estabilizar sus relaciones geopolíticas con estos países? Para despejarnos, le pedimos una evaluación a Timofej V. Bordačёv , politólogo ruso y destacado exponente del Valdai Club, un think tank considerado muy cercano a las posiciones del Kremlin.

– ¿ Es el aislamiento del que tanto se habla estos días lo que le espera a Moscú en el futuro?

El término “aislamiento” no es aplicable en este caso. Al ser un país muy grande, Rusia puede proporcionar de forma independiente su propio sustento. Además, Rusia disfruta actualmente de excelentes relaciones comerciales y económicas con otros países. A diferencia de los países europeos, que son demasiado pequeños para ser completamente autosuficientes, al ser un país muy heterogéneo, Rusia no necesita ninguna alianza . Dispone de grandes recursos, un sector de defensa eficiente, un amplio mercado interior, una agricultura muy desarrollada, etc. La población no es tan grande como uno quisiera, pero la situación no es trágica. Por lo tanto, para seguir desempeñando un papel importante para Rusia, basta con comerciar con otros países.

Las cuestiones cruciales sobre el futuro de Rusia son de carácter interno : el tipo de intervención del Estado en la economía de mercado y en el libre mercado, la multietnicidad de sus regiones y las relaciones socioeconómicas entre sus ciudadanos. Por otro lado, estos problemas son comunes a muchos otros países y no están relacionados con la actual agresión de Occidente contra Rusia. En Europa, el problema de la multietnicidad ya no es actual: de hecho, hace mucho tiempo que todas las minorías han sido reprimidas y privadas de derechos políticos y de la posibilidad de utilizar sus propias lenguas.

-Rusia y Asia Central. Estoy de acuerdo con lo que dices, que es que será muy difícil que cualquier potencia ocupe el lugar de Rusia en esta arena geopolítica. Por lo tanto, me gustaría preguntarle si el conflicto ucraniano afecta el papel geopolítico de Rusia en esta región considerando, entre otras cosas, la reciente crisis con Armenia en la OTSC.

Personalmente, me gustaría que China asumiera más responsabilidad en Asia Central., aunque sus inversiones en esta región, si se comparan con inversiones en otros continentes como África, son muy pequeñas. En 2022, aumentó el comercio entre Rusia y los países de Asia Central. Naturalmente, estos tienen miedo de volverse demasiado dependientes de Moscú y, por lo tanto, también intentan tener excelentes relaciones con otros países, equilibrando así la influencia de Rusia, China, India y Europa. Para EE. UU., Asia Central es una pesadilla geopolítico-estratégica. A diferencia de otros territorios en esta zona es imposible enviar armas. Así que es mucho más difícil intervenir destruyendo estados y fomentando el radicalismo, lo que Estados Unidos hace en todo el mundo. El transporte de armas solo sería posible a través del Mar Caspio, pero esto es muy difícil y costoso.

En lo que a Kazajstán se refiere, hay que considerar que es un país muy complejo: el gobierno y la clase política en general son muy inestables, la brecha entre los ingresos y el nivel de pobreza (según los valores de estas regiones ) son muy altos. Por todas estas razones, creo que no es muy conveniente que Rusia intervenga como en enero del año pasado. Por otra parte, es muy probable que todavía se vea obligada a hacerlo; a diferencia de Occidente, Rusia no abandona a sus aliados en tiempos difíciles.

Sería beneficioso para Rusia si China mostrara más solidaridad con los países de Asia Central. Sin embargo, estas regiones no son de mucho interés para Beijing dado que: su población es bastante pequeña, se habla de un total de 77 millones de personas (basta considerar que solo Vietnam tiene una población de 99 millones de personas), su mercado interno no es muy desarrollados y por tanto poco rentables para China, Pekín también teme a los musulmanes dadas las graves dificultades para gestionar a los uigures y, por último, todos estos países se caracterizan por una fuerte sinofobia (especialmente Kirguizistán y Kazajstán).

Aunque el acuerdo entre la EEU ( Unión Económica Euroasiática ) y la República Popular China para el desarrollo industrial de estas regiones se firmó en 2018, hasta ahora no ha pasado nada significativo y es muy poco probable que la situación cambie en el futuro. Rusia por sí sola no puede apoyar y garantizar el desarrollo económico de Asia Central. Alrededor de 3 millones de inmigrantes económicos de estas regiones residen permanentemente en Rusia. Según datos de 2022, esto corresponde al 82% de toda la migración económica. Como ejemplo podemos considerar el caso de Kirguistán : el 40% del presupuesto de este país, es decir, la capacidad de pago de sus ciudadanos, está de hecho garantizada por Rusia: esto no puede continuar indefinidamente.

Turquía tiene serios problemas económicos y por lo tanto no puede desempeñar un papel económico y geopolítico significativo en esta región .

-Actualmente hay mucha discusión en Occidente sobre la posibilidad de una tercera guerra chechena. Incluso frente a la contribución chechena al conflicto ucraniano, creo que es muy poco probable que esto suceda en el corto o mediano plazo. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?

A Occidente le encanta fantasear. Los chechenos saben bien por lo que pasaron durante las dos guerras de Chechenia. Quienes actualmente ocupan cargos gubernamentales participaron en estos trágicos hechos y los recuerdan bien. Por lo tanto creo que no hay riesgo . En otoño participé en una conferencia muy interesante dedicada al diálogo interreligioso: estoy cada vez más convencido del hecho de que es muy importante para la seguridad de Rusia cultivar el diálogo interreligioso interno .

-¿Existe el riesgo de una guerra con Kazajstán, por ejemplo, en 20-25 años? Tras los hechos del pasado enero, el gobierno kazajo ha cambiado radicalmente su directiva política, haciendo todo lo posible para mostrarse independiente de Rusia. A esto se suma el nacionalismo de las nuevas generaciones y los territorios del este y norte de Kazajstán que podrían configurarse como pretextos territoriales para el conflicto.

Me gustaría subrayar una vez más que un conflicto en Kazajstán es imposible por la razón anterior: la geografía de este país hace que sea imposible suministrar armas y organizar la guerra contra Rusia. En primer lugar, Kazajstán está muy lejos, en segundo lugar, la geografía de este país es demasiado diversa y, en tercer lugar, no es un país muy grande. La verdadera amenaza para la seguridad y la estabilidad de Rusia son las divisiones internas.

-Usted dice que los temas más importantes y urgentes para el futuro de Rusia son de carácter interno y más precisamente socioeconómico. Entonces, ¿qué debería hacer Rusia para resolver estos problemas?

La situación es muy compleja y no es fácil juzgar cuando otras personas son responsables de elecciones tan importantes. Los problemas más urgentes se refieren a la economía de mercado, la atención de la salud y el sistema educativo.

La brecha de ingresos típica de una economía de mercado es demasiado alta. En Rusia tienes los mismos valores que en USA (y esto es malo).

La sanidad pública en Rusia funciona mal y por cierto este problema es común a todos los países desarrollados. En Europa este sector funciona bien solo en Alemania y Suiza. Es muy interesante notar que el número de víctimas del coronavirus en Rusia es el mismo que en los EE. UU., a pesar de que el sistema estadounidense es muy diferente y carece de bienestar.

El sistema educativo necesita una revisión profunda. Después del colapso de la URSS, Rusia comenzó a modificar su sistema de acuerdo con los estándares occidentales. Esto no ha llevado a una síntesis armoniosa entre los diferentes componentes del sistema educativo ruso, sino a la confusión de diferentes modelos y la consiguiente crisis del sistema escolar.

Me gustaría subrayar una vez más que hoy todas las preguntas sobre el futuro de Rusia no deben dirigirse a politólogos o analistas geopolíticos, sino a economistas. El futuro de Rusia depende enteramente de las relaciones socioeconómicas internas . La directiva de política exterior para los próximos 10-15 años es extremadamente clara. En el siglo XVII por Ucrania Rusia luchó 30 años. En ese momento, Rusia y la Commonwealth polaco-lituana lucharon por algunos territorios fronterizos (los de Smolensk y Seversky) que se habían convertido en parte de la estructura estatal rusa en el siglo XVI y los territorios del Gran Ducado de Lituania y Ucrania que pertenecían a Polonia.

-Si los temas más importantes son internos, ¿cómo afecta el conflicto a la dinámica que acabas de esbozar?

A pesar de las fuertes sanciones occidentales, la guerra no ha tenido mucho impacto en la economía rusa hasta el momento. El sistema interno ruso logra hacer frente a estas adversidades dada su especificidad: a diferencia del Imperio Ruso, la Federación Rusa tiene un fuerte estado de bienestar (sistema de pensiones, ayudas estatales para los menos favorecidos, etc.) y a diferencia de la Unión Soviética ejerce ninguna presión ideológica sobre las libertades individuales. En la Rusia contemporánea las libertades individualesestán muy cultivadas. Preciso enseguida que no me refiero a las libertades político-democráticas del individuo, sino a las personales. Para el «hombre ruso» las libertades personales son lo más importante: tener la posibilidad de irse de vacaciones o elegir una profesión sin pedir permiso a nadie. Precisamente por eso, el gobierno ha decidido no cerrar las fronteras (ni siquiera durante la movilización) y, a pesar de las medidas tomadas por los países «hostiles», no ha dejado de expedir visados. Esto es razonable. Al preservarse las libertades individuales, desaparece uno de los pretextos más importantes por los que el poder político puede llegar a odiar al “hombre ruso”. Esta especificidad antropológica consiste en otra matriz que caracteriza fuertemente el futuro del país: los valores tradicionales. Rusia es un país tradicionalmente ortodoxo y, por tanto, la difusión de movimientos como el de género es imposible.

La comparación con la Unión Soviética nos permite considerar otro problema de la Rusia contemporánea: el desarrollo del sector tecnológico civil y, más precisamente, de la aviación civil. A diferencia de la Unión Soviética, la Rusia de hoy tiene serios problemas para construir aviones civiles. Es absolutamente imprescindible aumentar este sector. 

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Autor del Articulo: Sacha Cepparulo; Nacido en 1996 en Magenta, en la provincia de Milán. Tras licenciarse en Filosofía se trasladó a San Petersburgo, donde aún reside, para estudiar Filosofía y Literatura Rusa. Se ocupa de los asuntos del Kremlin para los distintos periódicos en los que colabora.

Publicado en Dissipatio.it el 22/2/2023

Link del Articulo en Italiano: https://www.dissipatio.it/intervista-bordac%d1%91v/?mc_cid=6cceab8f0e&mc_eid=32edf24106

por Thierry Meyssan

Todo el mundo lo sabe pero los grandes medios no quieren decirlo. El gobierno de ‎Kiev está perdiendo la guerra frente a Rusia. Las fuerzas rusas avanzan sin apuro y ‎van instalando a la vez las defensas de las regiones que, por vía de ‎referéndum, decidieron ser parte de Rusia. Pero esa realidad inexorable esconde otras. Por ejemplo, el hecho que ‎Turquía, país que sigue siendo miembro de la OTAN, apoya a Rusia y le aporta piezas ‎de repuesto para su industria militar. La OTAN no sólo está perdiendo la guerra, también está ‎resquebrajándose. ‎

a va precisándose el futuro de Ucrania. En el campo de batalla se enfrentan, de un lado, el ‎gobierno de Kiev, que se niega a aplicar los Acuerdos de Minsk después de haberlos firmado, ‎y Rusia, que busca concretar la aplicación de la resolucion 2202 del Consejo de Seguridad de ‎la ONU, que dio su aval a dichos Acuerdos. De un lado tenemos a un Estado que rechaza el ‎Derecho Internacional, pero que tiene el apoyo de las potencias occidentales. Del otro lado, ‎vemos a un Estado que rechaza las “reglas” de Occidente y que cuenta con el respaldo de China y ‎de Turquía. ‎

‎¿Cómo pudo el presidente Volodimir Zelenski, electo porque prometía aplicar los Acuerdos ‎de Minsk, llegar a convertirse en un nacionalista integrista [1]? ¿Cómo pudo ponerse del lado de los fanáticos herederos de los peores criminales del ‎siglo XX?‎

La hipótesis más probable es que lo hizo por razones de orden financiero –la publicación de los ‎‎Paradise Papers reveló que Zelenski dispone de cuentas ocultas en paraísos fiscales y que además ‎tiene propiedades en Inglaterra e Italia. Pero el hecho es que Volodimir Zelenski ni siquiera suele ‎codearse con sus nacionalistas integristas, entre otras cosas porque es un cobarde. Al principio ‎de la guerra se encerró durante semanas en un búnker, probablemente fuera de Kiev. Y ‎sólo salió de su refugio de alta seguridad luego de que el primer ministro israelí, Nafatali Bennett, ‎le asegurara que el presidente ruso Vladimir Putin le había prometido que no tenía intenciones ‎de matarlo [2]. Desde que le dieron esa garantía, ‎Zelenski se dedica a hacerse el valiente, por videoconferencia, en todas las reuniones políticas e ‎incluso en los festivales artísticos que se organizan en Occidente. ‎

‎¿Cómo llegó Turquía, aliada de las potencias occidentales en el seno de la OTAN, a implicarse del ‎lado de Rusia?‎

Eso es más fácil de entender para quienes han seguido de cerca los intentos de asesinato ‎organizados por la CIA estadounidense contra el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Erdogan ‎fue inicialmente un delincuente callejero. Luego se enroló una milicia islámica que lo llevó a ‎codearse tanto con insurgentes afganos como con yihadistas rusos de Ichkeria y sólo después de ‎ese recorrido llegó a la política, entendida en el sentido clásico del término. Durante su época de ‎partidario de los grupos musulmanes antirrusos, Erdogan era un agente de la CIA. Pero, como ‎tantos otros, después de llegar al poder, Recep Tayyip Erdogan comenzó a ver las cosas de otra ‎manera. Poco a poco fue distanciándose de Langley y quiso servir a su pueblo. ‎

Sin embargo, la evolución personal de Recep Tayyip Erdogan tuvo lugar mientras su país ‎cambiaba varias veces de estrategia. Turquía sigue sin aceptar del todo la caída del imperio ‎otomano, lo cual la ha llevado a intentar estrategias diferentes, una tras otra. Turquía es ‎candidata a convertirse en miembro de la Unión Europea… desde 1987. En 2009, con Ahmet ‎Davutoglu, Turquía creyó poder restaurar su influencia de la época otomana. Una cosa llevando a ‎la otra, Turquía creyó en la posibilidad de conjugar ese objetivo y la historia personal de Erdogan ‎para convertirse en la patria de la Hermandad Musulmana y reinstaurar el Califato, que Mustafá ‎Kemal Ataturk había disuelto en 1924. Pero la caída del Emirato Islámico (Daesh) la obligó a ‎abandonar ese proyecto. ‎

Turquía se vuelve entonces hacia los pueblos turcoparlantes, vacila en incluir a los uigures y ‎finalmente opta por los pueblos étnicamente turcos. Siguiendo ese camino, Turquía ya ‎no necesita a los europeos ni a Estados Unidos sino a Rusia y China. Después de su victoria ‎frente contra Armenia, Turquía creó la “Organización de Estados Turcos”, cuyos miembros son ‎Kazajastán, Kirguistán, la propia Turquía y Uzbekistán, con Hungría y Turkmenistán como ‎observadores. ‎

Actualmente, según el Wall Street Journal, 15 firmas turcas revenden 18,5 millones de dólares ‎en material adquirido en Estados Unidos a una decena de empresas rusas incluidas en las medidas ‎coercitivas unilaterales estadounidenses –las disposiciones ilegales que la propaganda atlantista ‎presenta como “sanciones” [3]. ‎El subsecretario encargado del terrorismo y de la inteligencia financiera en el Departamento del ‎Tesoro de Estados Unidos, Brian Nelson, viajó inútilmente a Ankara con la esperanza de lograr ‎que Turquía se plegara a las “reglas” de Occidente. Pero Ankara sigue apoyando en secreto la ‎industria militar rusa. ‎

Cuando el emisario estadounidense afirmó en Ankara que Turquía iba “por mal camino” porque ‎se ponía del lado de la “vencida” Rusia, sus interlocutores turcos le pusieron delante las cifras de ‎la guerra en Ucrania, dadas a conocer por el Mosad israelí y publicadas por Hurseda Haber ‎‎ [4]. En el terreno, la ‎correlación de fuerzas es de 1 contra 8, favorable a Rusia. El Mosad estima que los militares ‎rusos cuentan 18 480 muertos… frente 157 000 muertos de los ucranianos. Como en el cuento de ‎Andersen, “el rey está desnudo”. ‎

En este momento, Turquía tiene paralizada la admisión de Suecia como miembro de la OTAN. ‎De esa manera también bloquea la admisión de Finlandia, incluida en el mismo expediente. ‎Si aceptamos como ciertas las informaciones del Wall Street Journal, eso no sucede por ‎casualidad. Ankara había logrado que esos dos países se comprometieran a aceptar sus pedidos ‎de extradición contra los jefes del PKK y del movimiento del predicador Fethullah Gulen, ‎compromiso que no ha sido cumplido. De hecho, no podía ser de otra manera ya que el PKK –‎antiguamente aliado de los soviéticos– se ha convertido en una herramienta de la CIA y ahora ‎lucha bajo las órdenes de la OTAN [5]. ‎En cuanto a Fethullah Gulen, ese personaje vive en Estados Unidos, bajo la protección de la CIA. ‎

Hoy Turquía respalda a Rusia y también a China. A Rusia le proporciona piezas de repuesto para ‎su industria militar, enviándole incluso material de fabricación estadounidense. Pero, mientras que ‎Croacia y Hungría, otros dos miembros de la OTAN, no vacilan en señalar públicamente que ‎el respaldo de la alianza atlántica a Ucrania es una gran estupidez, Turquía finge ser plenamente ‎atlantista. ‎

Por cierto, el terremoto que acaba enlutar Turquía y Siria no tiene las características que se han ‎observado siempre en el mundo entero. El hecho que una decena de embajadores de países ‎occidentales abandonaron Ankara en los 5 días anteriores al sismo, mientras que ‎sus gobiernos aconsejaban a sus ciudadanos no viajar a Turquía, parece indicar que en sus ‎capitales se sabía lo que iba a suceder. Estados Unidos, que dispone de medios técnicos ‎capaces de provocar temblores de tierra, se había comprometido en 1976 a no utilizarlos ‎nunca. Pero, en Bucarest, la senadora rumana Diana Ivanovici Sosoaca acaba de afirmar que ‎Estados Unidos provocó el terremoto en Turquía y Siria en violación de la «Convención sobre ‎la Prohibición de utilizar técnicas de modificación del medioambiente con fines militares o con ‎cualquier otros fines hostiles» [6]. El presidente Erdogan ya solicitó a sus servicios de inteligencia (MIT) estudiar esa ‎posibilidad, que actualmente parece sólo una hipótesis. En caso de respuesta positiva, habría ‎que reconocer que Washington, consciente de que ya no es la primera potencia económica ‎mundial ni la primera potencia militar, ha optado por destruir a sus “aliados” antes de que ‎concluya su propia agonía. ‎

En todo caso, a pesar de las noticias triunfalistas que inundan el mundo occidental, lo que sucede ‎en el terreno es que Ucrania está perdiendo la guerra, mientras que al menos 3 países ‎miembros de la OTAN cuestionan –desde adentro– el rumbo de ese bloque militar. ‎

‎¿Cómo explicar entonces el hecho que Estados Unidos sigue enviando al terreno armamento y ‎exigiendo a sus aliados que también lo hagan? En primer lugar, gran cantidad de ese armamento ‎está lejos de ser moderno –se trata en general de material fabricado o concebido en tiempos de ‎la guerra fría o de fabricación soviética. ¿Para qué desperdiciar en Ucrania armamento más ‎reciente sabiendo que será destruido? Eso último es seguro porque Rusia dispone de armas más ‎modernas que las del bando occidental. Por otra parte, para ciertos ejércitos occidentales puede ‎ser interesante poner a prueba ciertas armas recientes en un conflicto de alta intensidad. En ese ‎caso, lo que hacen los ejércitos occidentales es enviar a Ucrania sólo algunos prototipos de esas ‎armas. ‎

Por otra parte, los conscriptos ucranianos no reciben el armamento occidental, que es entregado ‎principalmente a las unidades de los nacionalistas integristas. Además, probablemente ‎dos terceras partes de esas armas se conservan en Albania y Kosovo o son enviadas a la región ‎africana del Sahel. El presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari, denunció en la reunión cumbre ‎de la Comisión de la Cuenca del Lago Chad que grandes cantidades de armas supuestamente ‎enviadas a Ucrania están llegando a manos de los yihadistas del Emirato Islámico (Daesh) ‎‎ [7]. En respuesta a las reacciones de sorpresa e ‎indignación de miembros del Congreso estadounidense, el Pentágono ha creado una comisión ‎que supuestamente debe dar seguimiento a los envíos de armas destinados a Ucrania, comisión ‎que sin embargo no ha informado absolutamente nada sobre eventuales resultados de sus ‎averiguaciones. ‎

Hace sólo dos semanas, el Inspector General del Pentágono viajó a Ucrania, oficialmente para ‎aclarar todo lo concerniente a los desvíos de armas. En un artículo anterior, yo mostré que el ‎verdadero objetivo de su viaje fue borrar indicios sobre los negocios de Hunter Biden, el hijo del ‎presidente Biden [8]. El ministro de Defensa ucraniano, Oleksiy ‎Reznikov, anunció entonces que estaba a punto de dimitir… cosa que aún no ha sucedido. ‎

Todavía queda una interrogante. ‎

‎¿Por qué Alemania, Francia y Países Bajos, copropietarios de los gasoductos Nord Stream y ‎‎Nord Stream 2, no protestan contra el sabotaje perpetrado el 26 de septiembre de 2022 ‎contra esa importantísima infraestructura? ¿Por qué no reaccionan ante las revelaciones de ‎Seymour Hersch sobre la responsabilidad de Estados Unidos y de Noruega [9]? Sólo el vocero del partido Alternativa para Alemania (AfD) ha ‎exigido que el parlamento alemán cree una comisión investigadora para aclarar el sabotaje. ‎

Pero la gran mayoría de los responsables de Alemania, Francia y Países Bajos, guardan el más ‎profundo silencio, sin atreverse a reconocer que su “aliado” está resultando ser su mayor ‎enemigo. ‎

Esos dirigentes, por el contrario, no han vacilado en recibir con la mayor pleitesía al presidente ‎Volodimir Zelenski en Bruselas, capital de la Unión Europea. ‎

Pero se les escapa un detalle revelador. Zelenski viajó primero a Washington y a Londres, las ‎dos capitales que dan las órdenes, y sólo después fue a la sede de la Unión Europea, para hablar ‎con los “dirigentes” de los países que siguen esas órdenes… y que pagan las cuentas. ‎

Thierry Meyssan

Fuente red Voltaire: https://www.voltairenet.org/article218841.html

Por Aleksandr Duguin

De la OME a la guerra total

Ha pasado un año desde el inicio de la OME. Si empezó como una Operación Militar Especial, ahora está claro que Rusia se ha encontrado en una guerra difícil y en toda regla. No sólo con Ucrania, como régimen y no como pueblo (de ahí la exigencia de desnazificación política planteada inicialmente), sino también con el «Occidente colectivo», es decir, esencialmente el bloque de la OTAN (salvo la posición especial de Turquía y Hungría, que pretenden mantenerse neutrales en el conflicto; los demás países de la OTAN participan en la guerra del lado de Ucrania de un modo u otro).

Este año de guerra hizo añicos muchas ilusiones que tenían todas las partes en conflicto. 

¿En qué se equivocó Occidente?

Occidente, que esperaba la eficacia de una avalancha de sanciones contra Rusia y su casi total desconexión de la parte de la economía, la política y la diplomacia mundiales controlada por Estados Unidos y sus aliados, no lo ha conseguido. La economía rusa se ha mantenido firme, no ha habido protestas internas, la posición de Putin no sólo no se ha tambaleado sino que se ha reforzado. No ha sido posible coaccionar a Rusia para que detenga sus acciones militares, el ataque la infraestructura militar y técnica de Ucrania o retire sus decisiones de integrar nuevas entidades. Tampoco se ha producido ninguna revuelta de los oligarcas cuyos bienes han sido confiscados en Occidente. Rusia ha sobrevivido, a pesar de que Occidente creía seriamente que caería.

Desde el comienzo del conflicto, Rusia, al darse cuenta de que las relaciones con Occidente se desmoronaban, ha dado un brusco giro hacia los países no occidentales –sobre todo China, Irán, los países islámicos, pero también India, Iberoamérica y África– declarando clara y contrastadamente su determinación de construir un mundo multipolar. En parte, Rusia, al tiempo que reforzaba su soberanía, ya lo había hecho antes, pero con vacilaciones, no de forma coherente, volviendo constantemente a los intentos de integrarse en el Occidente global. Ahora esta ilusión se ha disipado por fin, y a Moscú no le queda más remedio que lanzarse de cabeza a la construcción de un orden mundial multipolar. Esto ya ha dado algunos resultados, pero estamos al principio del camino.

Los planes de Rusia han cambiado significativamente

Sin embargo, las cosas no salieron como estaba previsto para la propia Rusia. Aparentemente, el plan era asestar un golpe rápido y letal contra Ucrania, apresurarse a sitiar Kiev y obligar al régimen de Zelensky a capitular, sin esperar a que Ucrania atacara Donbás y luego Crimea, lo que estaba siendo preparado por Occidente bajo la apariencia de un acuerdo formal con los acuerdos de Minsk y con el apoyo activo de las élites globalistas: Soros, Nuland, el propio Biden y su gabinete. El plan consistía entonces en llevar al poder a un político moderado (como Medvedchuk) y comenzar a restablecer las relaciones con Occidente (como tras la reunificación con Crimea). No estaba prevista ninguna reforma económica, política o social significativa. Todo debía seguir como antes

Sin embargo, las cosas no fueron así en absoluto. Tras los primeros éxitos reales, se pusieron de manifiesto ciertos errores de cálculo en la planificación estratégica de toda la operación. Los militares, la élite y la sociedad no estaban preparados para una confrontación seria, ni con el régimen ucraniano ni mucho menos con el Occidente colectivo. La ofensiva se estancó ante la desesperada y feroz resistencia de un adversario con un apoyo sin precedentes de la maquinaria militar de la OTAN. Probablemente, el Kremlin no tuvo en cuenta ni la disposición psicológica de los nazis ucranianos a luchar hasta el último ucraniano, ni la magnitud de la ayuda militar occidental.

Además, no tuvimos en cuenta los efectos de 8 años de propaganda intensiva, que inculcó a la fuerza la rusofobia y el nacionalismo histérico extremo día tras día en toda la sociedad ucraniana. Mientras que en 2014 la gran mayoría del este de Ucrania (Novorossia) y la mitad de la población del centro del país tenían una disposición positiva hacia Rusia, aunque no tan radicalmente «pro» como los residentes de Crimea y Donbás, en 2022 este equilibrio ha cambiado: el odio hacia los rusos ha aumentado significativamente y las simpatías prorrusas han sido reprimidas violentamente, a menudo mediante la represión directa, la violencia, la tortura y las palizas. En cualquier caso, los partidarios activos de Moscú en Ucrania se han vuelto pasivos e intimidados, mientras que los indecisos se han pasado al bando del neonazismo ucraniano, alentado de todas las formas posibles por Occidente (con fines puramente pragmáticos y geopolíticos).

Hasta un año después, Moscú no se dio cuenta de que no se trataba de un OME, sino de una guerra en toda regla

Ucrania estaba preparada

Ucrania estaba más preparada que nadie para las acciones de Rusia, de las que empezó a hablar en 2014, cuando Moscú no tenía ni remotas intenciones de ampliar el conflicto y la reunificación con Crimea parecía suficiente. Si algo sorprendió al régimen de Kiev fueron precisamente los fracasos militares rusos que siguieron a los éxitos iniciales. Esto elevó enormemente la moral de la sociedad ucraniana, ya impregnada de una rusofobia rampante y un nacionalismo exaltado. Llegó un momento en que Ucrania decidió luchar seriamente contra Rusia hasta el final. Kiev, dada la enorme ayuda militar de Occidente, creía en la posibilidad de la victoria, y esto se convirtió en un factor muy significativo para la psicología ucraniana.

Lo único que cogió por sorpresa al régimen de Kiev fue un ataque preventivo de Moscú, cuya preparación muchos consideraron un farol. Kiev planeó lanzar una acción militar en el Donbás mientras se preparaba, confiando en que Moscú no atacaría primero. Pero el régimen de Kiev también se preparó a fondo para repeler un probable ataque, que se habría producido en cualquier caso (nadie se hacía ilusiones a este respecto). Durante ocho años, ha estado trabajando ininterrumpidamente para reforzar varias líneas de defensa en Donbás, donde se esperaba que tuvieran lugar las principales batallas. Los instructores de la OTAN prepararon unidades ligadas y dispuestas para el combate, saturándolas con los últimos avances técnicos. Occidente no dudó en aplaudir la formación de formaciones neonazis punitivas dedicadas al terror masivo directo contra la población civil en el Donbás. Y fue allí donde el avance ruso fue más difícil. Ucrania estaba preparada para la guerra precisamente porque quería empezarla ella misma en cualquier día.

Moscú, por su parte, mantuvo todo en secreto hasta el último momento, lo que hizo que la opinión pública no estuviera del todo preparada para lo que siguió el 24 de febrero de 2022.

La élite liberal rusa es rehén de la OME

Pero la mayor sorpresa fue el comienzo de la OME para la élite liberal prooccidental rusa. Esta élite estaba individual y casi institucionalmente profundamente integrada en el mundo occidental. La mayoría había guardado sus ahorros (a veces gigantescos) en Occidente y participaba activamente en transacciones de valores y en el comercio de acciones. La OME puso efectivamente a esta élite en riesgo de ruina total. Y en la propia Rusia, esta práctica habitual era percibida por muchos como una traición a los intereses nacionales. Por ello, los liberales rusos no creyeron hasta el último momento que la OME fuese a comenzar, y cuando lo hizo, empezaron a contar los días en que terminaría. Convertida en una guerra larga y prolongada de resultado incierto, la OME fue un desastre para todo este segmento liberal de la clase dirigente. 

Todavía algunos en la élite están haciendo intentos desesperados para detener la guerra (y en cualquier término), pero ni Putin, ni las masas, ni Kiev, ni siquiera Occidente, que se ha dado cuenta de la debilidad de Rusia, algo sumida en el conflicto, y va a llegar hasta el final en su percibida desestabilización. 

Aliados volubles y soledad rusa

Creo que los amigos de Rusia también se sintieron en parte decepcionados por el primer año de la OME. Probablemente muchos pensaron que sus capacidades militares eran tan importantes y estaban tan consolidadas que el conflicto con Ucrania debería haberse resuelto con relativa facilidad. La transición a un mundo multipolar parecía para muchos ya irreversible y natural, y los problemas a los que se enfrentó Rusia por el camino devolvieron a todos a un escenario más problemático y sangriento

Resultó que las élites liberales occidentales estaban dispuestas a luchar seria y desesperadamente para preservar su hegemonía unipolar, hasta la probabilidad de una guerra a gran escala con participación directa de la OTAN e incluso un conflicto nuclear en toda regla. China, India, Turquía y otros países islámicos, así como los Estados africanos e iberoamericanos, apenas estaban preparados para semejante giro. Una cosa es acercarse a la Rusia pacífica, reforzando implícitamente su soberanía y construyendo estructuras regionales e interregionales no occidentales (¡pero tampoco antioccidentales!). Otra cosa es entrar en un conflicto frontal con Occidente. Por tanto, con el apoyo tácito de los partidarios de la multipolaridad (y sobre todo de las políticas amistosas de China, la solidaridad de Irán y la neutralidad de India y Turquía), Rusia está esencialmente sola en esta guerra con Occidente. 

Todo esto se puso de manifiesto un año después del inicio de la OME.

Primera fase: un comienzo rápido y victorioso

El primer año de esta guerra tuvo varias fases. En cada una de ellas cambiaron muchas cosas en Rusia, en Ucrania y en la comunidad mundial. 

La primera fase dramática de los éxitos rusos, en la que las tropas rusas pasaron Sumy, Chernigov y llegaron a Kiev desde el norte, fue recibida con furia en Occidente. Rusia demostró seriedad en la liberación de Donbás, y con una rápida salida de Crimea estableció el control de otras dos regiones, Jersón y Zaporiyia, así como parte de la región de Járkov. Mariupol, una ciudad de importancia estratégica en la RPD, fue tomada con dificultad. En general, Rusia, al actuar con la velocidad del rayo y por sorpresa, logró serios éxitos al principio de la operación. Sin embargo, no sabemos del todo qué errores se cometieron en esta fase que condujeron a los fracasos posteriores. Este es un asunto que aún está por investigar. Pero lo cierto es que se cometieron. 

En general, esta fase duró los dos primeros meses del OME. Rusia ampliaba su presencia, hacía frente a sanciones y presiones sin precedentes, se afianzaba en las regiones y establecía una ACM (Administración Civil-Militar).

Con éxitos visibles y tangibles, Moscú estaba dispuesto a entablar negociaciones que consolidaran políticamente los logros militares. Kiev también era reacio a aceptar negociaciones.

Segunda fase: el lógico fracaso de las negociaciones 

Pero entonces comenzó la segunda fase. Aquí se pusieron plenamente de manifiesto los errores de cálculo militares y estratégicos en la planificación de la operación, la inexactitud de las previsiones y el fracaso de las expectativas no cumplidas tanto por parte de la población local como de la disposición de una serie de oligarcas ucranianos a apoyar a Rusia bajo ciertas condiciones. 

La ofensiva vaciló y en algunas zonas Rusia se vio obligada a retirarse de las posiciones que había tomado. La cúpula militar intentó conseguir algunos resultados mediante negociaciones en Estambul, pero no dio resultado.

Las negociaciones dejaron de tener sentido porque Kiev consideró que podía resolver el conflicto militarmente a su favor

A partir de entonces, Occidente, tras haber preparado a la opinión pública con la feroz rusofobia de la primera fase, comenzó a suministrar a Ucrania todo tipo de armas letales a una escala sin precedentes. La situación empezó a deteriorarse poco a poco.

Tercera fase: punto muerto

En el verano de 2022, la situación empezó a estancarse, aunque Rusia obtuvo algunos éxitos en algunas zonas. A finales de mayo, Mariupol había sido tomada.

La tercera fase duró hasta agosto. Durante este periodo, se puso de manifiesto con toda su fuerza la contradicción entre la idea de la OME como una operación rápida y ágil, que debía entrar en la fase política, y la necesidad de luchar contra un enemigo fuertemente armado, que contaba con el apoyo logístico, de inteligencia, tecnológico, de comunicaciones y político de todo Occidente. Y en un frente de enorme longitud. Moscú seguía intentando continuar con el escenario original, sin querer perturbar a la sociedad en su conjunto y sin dirigirse directamente al pueblo. Esto creó una contradicción en los sentimientos del frente y de la retaguardia, y provocó disensiones en el seno del mando militar. Los dirigentes rusos no querían dejar entrar la guerra, aplazando por todos los medios posibles el imperativo de la movilización parcial, que para entonces se había convertido en urgente. 

Durante este periodo, Kiev y Occidente en su conjunto recurrieron a tácticas terroristas: asesinatos de civiles en la propia Rusia, voladura del puente de Crimea y, posteriormente, de los gasoductos Nord Stream. 

Cuarta fase: contraataques del régimen de Kiev

Así entramos en la Fase 4, que estuvo marcada por una contraofensiva de las FAU en la región de Járkov, ya parcialmente bajo control ruso al comienzo de la OME. También se intensificaron los ataques ucranianos en el resto del frente, y el suministro masivo de unidades HIMARS y el suministro del sistema cerrado de comunicaciones por satélite Starlink, junto con otra serie de material militar, crearon graves problemas al ejército ruso, para los que no estaba preparado en la primera fase. La retirada en el óblast de Járkov, la pérdida de Kupyansk e incluso de Krasny Liman, una ciudad de la RPD, fue el resultado de una «guerra a medias» (por utilizar la acertada definición de Vladlen Tatarsky). También aumentaron los ataques contra territorios «antiguos», con bombardeos regulares contra Belgorod y el óblast de Kursk. El enemigo también alcanzó algunos objetivos con drones en lo más profundo del territorio ruso.

Ya no era posible luchar y no luchar al mismo tiempo, es decir, mantener a la sociedad al margen de lo que ocurría en los nuevos territorios.

Fue entonces cuando la OME se convirtió en una guerra en toda regla. Más concretamente, este hecho consumado fue finalmente realizado en serio por los dirigentes rusos. 

Quinta fase: el giro decisivo

A estos fracasos siguió una quinta fase que, aunque con mucho retraso, cambió el curso de las cosas.  Putin toma las siguientes medidas: anuncio de movilización parcial, remodelación de la cúpula militar, creación de un Consejo de Coordinación de Operaciones Especiales, sometimiento de la industria militar a un régimen más estricto, endurecimiento de las medidas por fallos en el orden de defensa del Estado, etc. 

Esta fase culminó con el referéndum sobre su integración a Rusia en cuatro entidades –las regiones de la RPD, RPL, Jersón y Zaporiyia–, la decisión de Putin de admitirlas en Rusia y su discurso de apertura del 30 de septiembre con este motivo, en el que por primera vez declaró con toda franqueza la oposición de Rusia a la hegemonía liberal occidental, su plena e irreversible determinación de construir un mundo multipolar y el inicio de la fase aguda de la guerra de civilizaciones, en la que la civilización moderna de Occidente fue declarada «satánica«. En su posterior discurso de Valdai, el Presidente reiteró y desarrolló las tesis principales. 

Aunque Rusia ya se vio obligada a rendir Jersón después de eso, al retirarse más, se detuvieron los ataques de las FAU, se reforzaron las defensas de las líneas que controlaban y la guerra entró en una nueva fase. 

El siguiente paso en la escalada fue la destrucción periódica por parte de Rusia de las infraestructuras técnico-militares y, en ocasiones, energéticas de Ucrania con bombardeos de misiles.

La limpieza de la sociedad desde dentro ha comenzado: los traidores y colaboradores del enemigo han abandonado Rusia, los patriotas han dejado de ser un grupo marginal cuyas posturas de abnegada devoción a la patria se han convertido –al menos externamente– en la corriente ética dominante. Mientras que los liberales solían recopilar denuncias sistemáticas contra cualquiera que mostrara algún signo de opiniones izquierdistas o conservadoras críticas con los liberales, Occidente, etc., ahora, por el contrario, cualquiera con sentimientos liberales es automáticamente sospechoso de ser al menos un agente extranjero, o incluso un traidor, saboteador y simpatizante terrorista. Se empezaron a prohibir los conciertos y discursos públicos de opositores abiertos a la OME. Rusia inició el camino hacia su transformación ideológica.

Sexta fase: de nuevo el equilibrio

Poco a poco, el frente se estabiliza y vuelve a producirse un nuevo estancamiento. Ahora ninguno de los adversarios puede cambiar las tornas. Rusia se ha reforzado con una reserva movilizada. Moscú ha apoyado a los voluntarios y, en especial, a la PMC de Wagner, que ha logrado importantes avances para cambiar las tornas en los teatros de guerra locales. Se tomaron muchas medidas necesarias para abastecer al ejército y el equipo necesario. El movimiento de voluntarios estaba en pleno apogeo.

La guerra ha entrado en la sociedad rusa.

Esta 6ª fase dura hasta nuestros días. Se caracteriza por un relativo equilibrio de poder. Ambas partes no pueden avanzar de forma decisiva y determinante en este estado. Pero Moscú, Kiev y Washington están dispuestos a continuar el enfrentamiento durante el tiempo que sea necesario.

En otras palabras, la cuestión de cuándo terminará el conflicto en Ucrania ha perdido su significado y su relevancia. Sólo ahora hemos entrado realmente en la guerra, hemos tomado conciencia de este hecho. Es una especie de estar en guerra.  Es una existencia difícil, trágica y dolorosa a la que la sociedad rusa no estaba acostumbrada desde hacía mucho tiempo y que la mayoría de la gente ni siquiera conocía realmente. 

El uso de armas nucleares: el argumento final

La gravedad del enfrentamiento de Rusia con Occidente ha suscitado nuevos interrogantes sobre la probabilidad de que este conflicto pueda derivar en una escalada nuclear. Las Armas Nucleares Tácticas (ANT) y las Armas Nucleares Estratégicas (ANE) fueron objeto de debate a todos los niveles, desde los gobiernos hasta los medios de comunicación. Al tratarse de una guerra en toda regla entre Rusia y Occidente, esta perspectiva dejó de ser puramente teórica y se convirtió en un argumento cada vez más mencionado por las distintas partes del conflicto.

Hay que hacer algunos comentarios sobre este punto. 

Aunque el estado real de la tecnología nuclear es altamente clasificado, y nadie puede estar totalmente seguro de cómo son las cosas en realidad, se cree (y probablemente con razón) que las capacidades nucleares rusas, así como los medios para utilizarlas a través de misiles, submarinos y otros medios, son suficientes para destruir Estados Unidos y los países de la OTAN. Por el momento, la OTAN no dispone de medios suficientes para protegerse de un posible ataque nuclear ruso. Por lo tanto, en caso de emergencia, Rusia tiene la opción de recurrir a este argumento de último recurso. 

Putin ha sido bastante claro sobre lo que quiere decir con esto: esencialmente, si Rusia se enfrenta a una derrota militar directa de los países de la OTAN y sus aliados, a la ocupación y a la pérdida de soberanía, Rusia podría utilizar armas nucleares. 

Soberanía nuclear

Al mismo tiempo, Rusia también carece de defensas aéreas que la protejan de forma fiable de un ataque nuclear estadounidense. En consecuencia, el estallido de un conflicto nuclear a gran escala, quienquiera que ataque primero, supondría casi con toda seguridad el Apocalipsis nuclear y la destrucción de la humanidad, y posiblemente de todo el planeta en su conjunto. Las armas nucleares –especialmente las ANE– no pueden ser utilizadas eficazmente por un solo bando. El segundo responderá, y bastará con que la humanidad arda en una conflagración nuclear. Obviamente, el mero hecho de poseer armas nucleares significa que, en una situación crítica, pueden ser utilizadas por gobernantes soberanos, es decir, por las más altas autoridades de EEUU y Rusia. Casi nadie más es capaz de influir en una decisión semejante sobre un suicidio global. Ese es el sentido de la soberanía nuclear. Putin ha sido bastante franco sobre los términos del uso de armas nucleares. Por supuesto, Washington tiene sus propias opiniones al respecto, pero está claro que en respuesta a un hipotético ataque de Rusia también tendrá que responder simétricamente.

¿Se puede llegar a eso? Creo que sí. 

Líneas rojas nucleares

Si el uso de las ANE es casi seguro significa el fin de la humanidad, y sólo se utilizará si se cruzan las líneas rojas. Esta vez muy en serio. Occidente ignoró las primeras líneas rojas que Rusia había identificado antes del inicio de la OME, convencido de que Putin iba de farol. Occidente se dejó convencer por la élite liberal rusa, que se negaba a creer que las intenciones de Putin fueran serias. Pero estas intenciones deben tomarse con mucho cuidado. 

Así pues, para Moscú, cruzar las líneas rojas supondría el inicio de una guerra nuclear, y están bastante claras. Y suenan así: una derrota crítica en la guerra de Ucrania con una implicación directa e intensiva de EEUU y los países de la OTAN en el conflicto. Estábamos al borde de esto en la cuarta fase de la OME, cuando, de hecho, todo el mundo hablaba de las ANT y ANE. Sólo algunos éxitos del ejército ruso apoyándose en los medios convencionales de armamento y guerra apaciguaron hasta cierto punto la situación. Ciertamente, no han anulado totalmente la amenaza nuclear. Para Rusia, la cuestión de la confrontación nuclear sólo desaparecerá del orden del día cuando consiga la Victoria. En qué consiste la «victoria», hablaremos un poco más adelante. 

EEUU y Occidente no tienen motivos para usar armas nucleares

Para Estados Unidos y la OTAN, donde se encuentran, no existe motivación alguna para utilizar armas nucleares, ni siquiera en un futuro previsible. Sólo se utilizarían en respuesta a un ataque nuclear de Rusia, que no se produciría sin una razón fundamental (es decir, sin una amenaza seria -incluso fatal- de derrota militar). Incluso imaginando que Rusia se hiciera con el control de toda Ucrania, eso no acercaría a Estados Unidos a sus líneas rojas. 

En cierto sentido, Estados Unidos ya ha conseguido grandes resultados en su enfrentamiento con Rusia: ha desbaratado una transición pacífica y sin sobresaltos hacia la multipolaridad, ha aislado a Rusia del mundo occidental y la ha condenado a un aislamiento parcial, ha logrado demostrar cierta debilidad de Rusia en el ámbito militar y técnico, ha impuesto graves sanciones, ha contribuido al deterioro de la imagen de Rusia entre quienes eran sus aliados reales o potenciales, ha actualizado su arsenal militar y técnico y ha probado nuevas tecnologías en situaciones reales. Si se puede vencer a Rusia por otros medios, el Occidente colectivo estará más que encantado de hacerlo. Por cualquier medio, excepto el nuclear. En otras palabras, la posición de Occidente es tal que no tiene motivos para ser el primero en utilizar armas nucleares contra Rusia, ni siquiera en un futuro lejano. Pero Rusia sí. Sin embargo, todo esto depende de Occidente. Si no se lleva a Rusia a un callejón sin salida, puede evitarse fácilmente. Rusia sólo irá a por la destrucción de la humanidad si la propia Rusia es llevada al borde de la aniquilación. 

Kiev condenado

Y por último, Kiev. Kiev se encuentra en una situación muy difícil. Zelensky ya pidió una vez, después de que un misil ucraniano cayera en territorio polaco, a sus socios y patrocinadores occidentales que lanzaran un ataque nuclear contra Rusia. ¿Cuál era su idea? 

El hecho es que Ucrania está condenada en esta guerra desde todos los puntos de vista. Rusia no puede perder, ya que su línea roja es su derrota. Entonces todos perderán.  

El Occidente colectivo, aunque pierda algo, ya ha ganado mucho y no existe ninguna amenaza crítica de Rusia para los países europeos de la OTAN, y mucho menos para los propios Estados Unidos. Todo lo que se dice sobre este tema es pura propaganda.

Pero Ucrania, en una situación en la que se ha encontrado varias veces en su historia, entre el martillo y el yunque, entre el Imperio (blanco o rojo) y Occidente, está condenada. Los rusos no harán ninguna concesión y se mantendrán firmes hasta conseguir la victoria. Una victoria de Moscú significaría la derrota completa del régimen nazi pro-occidental de Kiev. Y como Estado nacional soberano, no habrá Ucrania ni siquiera en la aproximación más general. 

En tal situación, Zelensky, imitando en parte a Putin, proclama que está dispuesto a apretar el botón nuclear. Como no habrá Ucrania, es necesario destruir a la humanidad. En principio, esto puede entenderse, entra de lleno en la lógica del pensamiento terrorista. Sólo que Zelensky no tiene botón nuclear. Porque no tiene soberanía. Pedir a EEUU y a la OTAN que se suiciden a nivel mundial en nombre de la independencia (que no es más que una ficción) es, como mínimo, ingenuo. Armas sí, dinero sí, apoyo mediático sí, por supuesto, apoyo político sí, todo el que quieran. ¿Y nuclear? 

La respuesta es demasiado obvia. Cómo se puede creer seriamente que Washington, por muy fanáticos que sean hoy los partidarios del globalismo, la unipolaridad y la preservación de la hegemonía a toda costa, vaya a ir hasta la destrucción de la humanidad en aras de la «¡Gloria a los héroes!». Incluso perdiendo toda Ucrania, Occidente no pierde mucho. Y el régimen nazi de Kiev y sus sueños de grandeza mundial, por supuesto, se derrumbarán. 

En otras palabras, las líneas rojas de Kiev no deben tomarse en serio. Aunque Zelensky actúa como un maestro terrorista. Ha tomado como rehén a todo un país y amenaza con la destrucción de la humanidad. 

El fin de la guerra: los objetivos de Rusia

Tras un año de guerra en Ucrania, está bastante claro que Rusia no puede perder en ella. Se trata de un desafío existencial¿ser o no ser un país, un Estado, un pueblo? No se trata de adquirir territorios en disputa o de equilibrar la seguridad. Así era hace un año. Ahora las cosas son mucho más agudas. Rusia no puede perder y cruzar esta línea roja nos lleva de nuevo al tema del apocalipsis nuclear. Y en este tema todo el mundo debería tenerlo claro: no se trata sólo de la decisión de Putin, sino de la lógica de toda la trayectoria histórica de Rusia, que en todas las etapas ha luchado contra la caída en la dependencia de Occidente, ya fuera la Orden Teutónica, la Polonia católica, el Napoleón burgués, el Hitler racista o los globalistas modernos. Rusia será libre o no será nada.

Pequeña victoria: la liberación de nuevos territorios

Ahora lo que queda por considerar es la victoria. Aquí hay tres opciones.

La escala mínima de victoria para Rusia podría consistir, en determinadas circunstancias, en poner bajo su control todos los territorios de las 4 nuevas entidades constituyentes de la Federación Rusa: las regiones de la RPD, RPL, Jersón y Zaporiyia. Paralelamente, se produciría el desarme de Ucrania y se garantizaría plenamente su estatus neutral en un futuro previsible. Para ello, Kiev debe reconocer y aceptar la situación de facto. Con esto, el proceso de paz puede comenzar.

Sin embargo, tal escenario es muy improbable. Los éxitos relativos del régimen de Kiev en la región de Járkov han dado a los nacionalistas ucranianos la esperanza de que pueden derrotar a Rusia. La feroz resistencia en Donbás demuestra su intención de resistir hasta el final, invertir el curso de la campaña y pasar de nuevo a la contraofensiva, en todos los nuevos temas, incluida Crimea. Y es totalmente improbable que las actuales autoridades de Kiev acepten tal fijación del statu quo. 

Para Occidente, sin embargo, ésta sería la mejor solución, ya que un respiro en las hostilidades podría utilizarse como los acuerdos de Minsk para militarizar aún más Ucrania. La propia Ucrania –incluso sin estas zonas– sigue siendo un territorio enorme, y la cuestión del estatus neutral podría confundirse en términos ambiguos. 

Moscú entiende todo esto, y Washington lo entiende un poco peor. Y los actuales dirigentes de Kiev no quieren entenderlo en absoluto.

Victoria intermedia: la liberación de Novorossia

La versión media de la Victoria para Rusia habría sido liberar todo el territorio de la Novorossia histórica, que incluye Crimea, 4 nuevas entidades rusas y tres regiones más: Járkov, Odessa y Mykolaiv (con partes de Krivoy Rog, Dnipro y Poltava). Esto completaría la división lógica de Ucrania en Ucrania Oriental y Occidental, que tienen historias, identidades y orientaciones geopolíticas diferentes. Tal solución sería aceptable para Rusia y, sin duda, se percibiría como una victoria muy real, completando lo que se inició, y luego se interrumpió, en 2014. En conjunto, también convendría a Occidente, cuyos planes estratégicos serían más sensibles a la pérdida de la ciudad portuaria de Odesa. Pero incluso eso no es tan crucial, debido a la disponibilidad de otros puertos del Mar Negro: Rumanía, Bulgaria y Turquía, tres países de la OTAN (no miembros potenciales, sino reales de la Alianza).

Está claro que para Kiev tal escenario es categóricamente inaceptable, aunque aquí hay que hacer una salvedad. Es categóricamente inaceptable para el régimen actual y en el actual entorno estratégico-militar. Si se produce la liberación completa con éxito de los 4 nuevos sujetos de la Federación y la posterior entrada de las tropas rusas a las fronteras de tres nuevas regiones, tanto el ejército ucraniano como el estado psicológico de la población, el potencial económico y el propio régimen político de Zelensky se encontrarán en un estado completamente diferente, completamente roto. La infraestructura de la economía seguirá siendo destruida por los ataques rusos, y las derrotas en los frentes sumirán en el más absoluto abatimiento a una sociedad ya exhausta y desangrada por la guerra. Quizás haya un gobierno diferente en Kiev, y no se puede descartar que haya un cambio de gobierno en Washington, donde cualquier gobernante realista reduciría sin duda el apoyo a Ucrania, simplemente calculando con sobriedad los intereses nacionales de EEUU sin una creencia fanática en la globalización. Trump es un ejemplo vivo de que esto es muy posible y no está muy lejos del reino de la probabilidad. 

En una situación de victoria media, es decir, la liberación completa de Novorossia, sería extremadamente ventajoso para Kiev y para Occidente pasar a acuerdos de paz para preservar al menos el resto de Ucrania. Se podría establecer un nuevo Estado que no tendría las restricciones y obligaciones actuales, y podría convertirse –gradualmente– en un baluarte para cercar a Rusia. Para que Occidente salve al menos lo que queda de Ucrania, el proyecto de Novorossia sería perfectamente aceptable y, a largo plazo, le resultaría bastante beneficioso, incluso para enfrentarse a una Rusia soberana.

La Gran Victoria: la liberación de Ucrania

Por último, una victoria completa para Rusia sería la liberación de todo el territorio de Ucrania del control del régimen nazi pro-occidental y el restablecimiento de la unidad histórica tanto de un Estado eslavo oriental como de una gran potencia euroasiática. La multipolaridad se habría establecido de forma irreversible y habríamos dado un vuelco a la historia de la humanidad. Además, sólo una Victoria así permitiría cumplir plenamente los objetivos fijados al principio: la desnazificación y la desmilitarización, ya que sin el pleno control de un territorio militarizado y nazificado esto no puede lograrse.

El geopolítico atlantista Zbigniew Brzezinski escribió con razón: «Sin Ucrania, Rusia no puede convertirse en un imperio». Y tiene razón. Pero también podemos leer esta fórmula en clave euroasiática: «Y con Ucrania, Rusia se convertirá en un Imperio, es decir, en un polo soberano del mundo multipolar». 

Aun así, Occidente no habría sufrido daños críticos en un sentido estratégico-militar, y mucho menos en un sentido económico. Rusia seguiría aislada de Occidente, demonizada a los ojos de muchos países. Su influencia en Europa se habría reducido a cero o incluso se habría vuelto negativa. La comunidad atlántica se habría consolidado más que nunca frente a un enemigo tan peligroso. Y Rusia, excluida del Occidente colectivo, aislada de la tecnología y de las nuevas redes, habría recibido una importante población no del todo leal, cuando no hostil, cuya integración en un espacio unificado habría exigido un increíble esfuerzo extraordinario a un país ya cansado de la guerra. 

Y la propia Ucrania no estaría bajo ocupación, sino como parte de una única nación sin ninguna desventaja étnica y con todas las perspectivas abiertas para tomar posiciones y moverse libremente por toda Rusia. Si se quisiera, esto podría verse como la anexión de Rusia a Ucrania y la antigua capital del Estado ruso, Kiev, volvería a estar en el centro del mundo ruso en lugar de en su periferia.

Naturalmente, en ese caso la paz habría llegado de forma natural y no habría tenido sentido negociar sus términos con nadie. 

Cambiar la fórmula rusa

Lo último que merece la pena considerar al analizar el primer año de la OEM es la evaluación teórica de la transformación que la guerra en Ucrania ha causado en el espacio de las Relaciones Internacionales. Esta vez se trata de una evaluación teórica de la transformación que la guerra en Ucrania ha causado en el espacio de las Relaciones Internacionales. 

Aquí tenemos el siguiente panorama. Las administraciones de Clinton, del neocon Bush Jr. y de Obama, así como la administración de Biden, son liberales de línea dura en Asuntos Internacionales. Consideran que el mundo es global y está dirigido por el Gobierno Mundial a través de los jefes de todos los Estados nación. Incluso los propios Estados Unidos no son, a sus ojos, más que una herramienta temporal en manos de una élite mundial cosmopolita. De ahí la aversión e incluso el odio de los demócratas y los globalistas hacia cualquier forma de patriotismo estadounidense y hacia la propia identidad tradicional de los estadounidenses.

Para los partidarios del liberalismo en las RRII, cualquier Estado-nación es un obstáculo para el Gobierno Mundial, y un Estado-nación soberano fuerte, y que desafíe abiertamente a la élite liberal, es el verdadero enemigo a destruir. 

Tras la caída de la URSS, el mundo dejó de ser bipolar para convertirse en unipolar, y la élite globalista, los partidarios del liberalismo en las RRII se apoderaron de las palancas de gobierno de la humanidad. 

La Rusia desmembrada y derrotada de los años noventa, como remanente del segundo polo, bajo Yeltsin aceptó las reglas del juego y se plegó a la lógica de los liberales en las RRII. Moscú sólo tenía que integrarse en el mundo occidental, desprenderse de su soberanía y empezar a jugar según sus reglas. El objetivo era obtener al menos cierto estatus en el futuro Gobierno Mundial, y la nueva cúpula oligárquica hizo todo lo posible por encajar en el mundo occidental a cualquier precio, incluso a título individual.

Todas las instituciones de enseñanza superior y universidades de Rusia se pusieron desde entonces al lado del liberalismo en la cuestión de las Relaciones Internacionales. El realismo se olvidó (aunque se conociera), se equiparó al «nacionalismo» y nunca se pronunció la palabra «soberanía».

Todo ha cambiado en la realpolitik (pero no en la educación) con la llegada de Putin. Putin fue desde el principio un realista convencido en Relaciones Internacionales y un firme defensor de la soberanía. Al mismo tiempo, compartía plenamente la universalidad de los valores occidentales, la falta de alternativa al mercado y a la democracia, consideraba el progreso social y científico-tecnológico de Occidente como la única vía para el desarrollo de la civilización.  En lo único que insistía era en la soberanía. De ahí el mito de su influencia sobre Trump. Fue el realismo lo que unió a Putin y Trump. En todo lo demás son muy diferentes. El realismo de Putin no es contra Occidente, es contra el liberalismo en las Relaciones Internacionales, contra el Gobierno Mundial. Es el realismo estadounidense, el chino, el europeo y cualquier otro.

Pero la unipolaridad que se ha desarrollado desde principios de los años noventa ha puesto de cabecera a los liberales de las Relaciones Internacionales. Creían que había llegado el momento histórico, se había acabado la historia como confrontación de paradigmas ideológicos (tesis de Fukuyama) y era hora de iniciar con nueva fuerza el proceso de unificación de la humanidad bajo el Gobierno Mundial. Pero para ello había que abolir la soberanía residual. 

Tal línea estaba en contradicción con el realismo de Putin. Y, sin embargo, Putin trató de mantener el equilibrio y las relaciones con Occidente a toda costa. Esto era bastante fácil con el realista Trump, que comprendía la voluntad de soberanía de Putin, pero se volvió imposible con Biden en la Casa Blanca. Así que Putin, como realista que es, ha llegado al límite del compromiso posible. El Occidente colectivo, liderado por los liberales en las RRII, presionó cada vez más a Rusia para que finalmente comenzara a desmantelar su soberanía, en lugar de fortalecerla. 

Este conflicto culminó con el inicio de la OME. Los globalistas apoyaron activamente la militarización y nazificación de Ucrania. Putin se rebeló contra esto porque comprendió que el Occidente colectivo se estaba preparando para una campaña simétrica de «desmilitarización» y «desnazificación» de la propia Rusia. Los liberales hicieron la vista gorda ante el rápido florecimiento del neonazismo rusófobo en la propia Ucrania y, es más, lo promovieron activamente, contribuyendo a su militarización en la medida de lo posible, mientras que a la propia Rusia se la acusaba de lo mismo: «militarismo» y «nazismo», tratando de equiparar a Putin con Hitler de todas las formas posibles. 

Putin comenzó la OME como un realista. No más que eso. Pero un año después la situación ha cambiado. Ha quedado claro que Rusia está en guerra contra la civilización liberal occidental moderna en su conjunto, contra el globalismo y los valores que Occidente impone a todos los demás. Este giro en la conciencia rusa de la situación mundial es quizá el resultado más importante de toda la OME.

La guerra ha pasado de ser una defensa de la soberanía a un choque de civilizaciones. Rusia ya no se limita a insistir en una gobernanza independiente, compartiendo actitudes, criterios, normas, reglas y valores occidentales, sino que actúa como una civilización independiente, con sus propias actitudes, criterios, normas, reglas y valores. Rusia ya no es Occidente en absoluto. No es un país europeo, sino una civilización ortodoxa euroasiática. Esto es lo que declaró Putin en su discurso con motivo de la admisión de los cuatro nuevos sujetos a la Federación Rusa el 30 de septiembre, luego en el discurso de Valdai, y repetido muchas veces en otros discursos. Por último, en el Decreto 809, Putin aprobó las bases de la política estatal de protección de los valores tradicionales rusos, un conjunto que no sólo difiere significativamente del liberalismo, sino que en algunos puntos es directamente opuesto a él.

Rusia ha cambiado su paradigma del realismo a la teoría del mundo multipolar, ha rechazado de plano el liberalismo en todas sus formas y ha desafiado directamente a la civilización occidental moderna, negándole abiertamente el derecho a ser universalPutin ya no cree en Occidente. Y califica a la civilización occidental moderna de «satánica«. En esto se puede identificar fácilmente tanto una referencia directa a la escatología y teología ortodoxas, como una alusión a la confrontación entre los sistemas capitalista y socialista de la era de Stalin. Hoy, es cierto, Rusia no es un Estado socialista. Pero éste es el resultado de la derrota sufrida por la URSS a principios de la década de 1990, al encontrarse Rusia y otros países postsoviéticos en la posición de colonias ideológicas y económicas del Occidente global. 

Todo el gobierno de Putin hasta el 24 de febrero de 2022 fue una preparación para este momento decisivo. Pero solía mantenerse dentro del marco realista. Es decir, la vía occidental de desarrollo + soberanía. Ahora, tras un año de duras pruebas y terribles sacrificios sufridos por Rusia, la fórmula ha cambiado: soberanía + identidad civilizacional. La vía rusa.

Fuente Geopolitika.ru: https://www.geopolitika.ru/es/article/operacion-militar-especial-ano-uno-un-cambio-de-paradigma 

En su columna del Club de La Pluma, el director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele analiza porqué el titular del momento es la DESOCCIDENTALIZACIÓN DEL MUNDO. Y para ello desmenuza el avance estratégico y aplastante de China y Asia en todos los campos, y también la derrota de la OTAN en Ucrania. Al respecto, aporta datos concretos e irrefutables de responsables anglosajones, como la agencia israelí Mossad, quién confirmó que por cada ruso que cae, son 8 los ucranianos fuera de combate, ya sea en muertos, heridos o prisioneros. Lo que destruye la propaganda mediática anglosajona sobre la supuesta y aplastante derrota de Putin. Por el contrario, Rusia ya ha ocupado y consolidado el 20% del territorio de Ucrania, quién se ha quedado sin economía y sin infraestructuras. Y que sobrevive sólo gracias al dinero y a las armas que le suministra la OTAN, a cambio de una lealtad suicida que ha costado 157.000 muertos y 300 mil heridos gracias a la temeraria y cruel complicidad de su presidente Zelensky.

También, nuestro director  profundiza en los cambios globales que marca la actual caída de Occidente luego de la desaparición de la URSS, hace 30 años, cuando pretendía controlar el globo terráqueo e imponerse definitivamente al resto de naciones, por los siglos de los siglos. Sin embargo, el éxito de las nuevas organizaciones estratégicas del sudeste asiático con China, a la cabeza y el gran desarrollo de sus proyectos, como la nueva Ruta y Cinturon de La Seda, además del resurgir de Rusia, marcan el fin de aquellos sueños imperiales .

Además, analiza cómo se agota el poder colonial de los últimos siglos y que estos cambios significan el gran ocaso de Occidente, gracias a una ola de transformaciones que se extiende además por los países árabes, las petromonarquías, Irán, La India, Turquía, África y hasta Latinoamérica.

También Pereyra Mele aborda la crisis interna de EEUU, tanto económica como política y toda su incapacidad para resolverlas. Sobre la situación de Europa nos dice que va camino a tener menos importancia estratégica que la que tenía antes del siglo XIX.

Y que se puede transformar  en lo que fue Grecia para  la Roma imperial o sea, un lugar de turismo de las elites, un sitio de visita para ver tiempos idos que ya no volverán y de  viejas glorias que ya no existen.

Eduardo Bonugli (Madrid, 19/02/23)

Guerra contra Rusia en Ucrania 30 países no lograron el objetivo de destruir y derrotar a Rusia

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Un liderazgo débil ha levantado la tapa de la caja de Pandora europea, escribe Alastair Crooke.

Las cosas se están volviendo psicóticas. Mientras escucha a los líderes de la UE, todos repitiendo puntos idénticos de ‘buenas noticias’, sin embargo, irradian una inquietud básica, presumiblemente un reflejo del estrés psíquico de, por un lado, repetir ‘Ucrania está ganando: la derrota de Rusia se acerca’, cuando , por el otro, saben exactamente lo contrario : que ‘de ninguna manera’ Europa puede derrotar a un gran ejército ruso en la masa terrestre de Eurasia.

Incluso el coloso de Washington limita el uso del poderío militar estadounidense a conflictos que los estadounidenses pueden permitirse perder : guerras perdidas ante oponentes débiles que nadie puede contradecir si el resultado no fue una pérdida, sino una «victoria» de algún modo.

Sin embargo, la guerra con Rusia (ya sea financiera o militar) es sustancialmente diferente de luchar contra pequeños movimientos insurgentes mal equipados y dispersos, o de colapsar las economías de estados frágiles, como el Líbano.

La fanfarronada inicial de EE.UU. ha implosionado. Rusia no colapsó internamente ante el asalto financiero de Washington, ni cayó en un cambio de régimen caótico como lo predijeron los funcionarios occidentales. Washington subestimó la cohesión social de Rusia, su potencial militar latente y su relativa inmunidad a las sanciones económicas occidentales.

La pregunta que preocupa a Occidente es qué harán ahora los rusos a continuación: ¿Continuar desgastando al ejército ucraniano y, al mismo tiempo, liquidar el inventario de armas de la OTAN? ¿O desplegar las fuerzas ofensivas rusas reunidas en Ucrania?

El punto, en pocas palabras, es que la misma ambigüedad entre la amenaza de la ofensiva y la implementación es parte de la estrategia rusa para mantener a Occidente desconcertado y dudando. Estas son las tácticas de guerra psicológica por las que es conocido el general Gerasimov. ¿Vendrá? ¿De dónde y adónde irá? No sabemos.

El calendario de Rusia no estará determinado por el calendario político occidental; pero cuándo, y si, una ofensiva se vuelve propicia para los intereses rusos. Además, Moscú tiene el ojo puesto en dos frentes: la guerra financiera (que puede abogar por un despliegue militar más lento para permitir que aumenten los niveles de dolor económico) y la situación militar (que puede, o no, favorecer la extirpación lenta e incremental). de la capacidad ucraniana para luchar en absoluto). El exasesor principal del secretario de Defensa de EE. UU., el coronel Douglas Macgregor, ve el despliegue de una gran fuerza, y pronto. Puede que tenga razón.

Esta última consideración debe contrastarse con el panorama general: Rusia se dedica principalmente a hacer retroceder la hegemonía estadounidense y expulsar a la OTAN del ‘Heartland’ asiático. Los rusos saben desde hace algún tiempo que el ‘sistema de Orden Global’ no es sostenible (las estructuras posteriores a la Segunda Guerra Mundial ya son claramente visibles en el espejo retrovisor). Y tanto Rusia como China aprecian que no hay una forma elegante, o atajo, de deshacer un sistema tan grande.

Estos últimos saben que no se puede confiar en Occidente y que está destinado a caer. Durante algunos años, Rusia y China han estado reestructurando sus economías y construyendo sus ejércitos, preparándose para el inevitable colapso del imperio estadounidense (mientras cruzan los dedos para que la ‘caída’ no suponga un Apocalipsis).

En la práctica, tanto Rusia como China se han esforzado por moderar ese colapso, en la medida de lo posible. Nadie se beneficia de una implosión descontrolada de EE. UU. Sin embargo, EE. UU. está yendo demasiado lejos con su proyecto de Ucrania, y Rusia va a utilizar este conflicto para facilitar el fin del imperio estadounidense; realmente no hay otra opción.

Como subraya Kelley Beaucar Vlahos en el Conservador Estadounidense , las facciones estadounidenses han estado preparando el ‘entierro’ de Rusia durante muchos años. De hecho, uno de los hechos más dañinos que surgieron de la exposición de ‘ Twitter Files’ de Matt Taibbi ha sido: «Cuán agresivos fueron los legisladores del Congreso y los funcionarios de la agencia federal, al impulsar una narrativa cínica que puso en vereda al gigante de las redes sociales mientras instalaba al coco ruso». que persigue la política exterior y las posturas de EE. UU. en la guerra de Ucrania hoy”.

Esa historia inventada de Rusia tratando de destruir la democracia de los EE. UU. Atrajo la aceptación pública de una nueva guerra con Rusia.

Esta lucha existencial no puede detenerse ahora: se podría argumentar que los europeos y los estadounidenses están en una burbuja de todo es óptica y ‘todo’ es inmediatez de relaciones públicas y teatro, y todos necesitamos jugar este juego. Es muy posible que también estén proyectando el mismo espíritu de la época en los rusos y los chinos, creyendo que deben pensar de manera similar: sin valores, sin creer en nada, excepto en lo que sea mejor para los HSH.

Visto desde esta perspectiva, es realmente un choque cultural, uno que refleja la incapacidad occidental para la empatía. Occidente puede pensar genuinamente que la atención de Putin se centra sobre todo en los índices de audiencia , al igual que Macron, Scholz y Biden, y que cuando terminen las hostilidades, las cosas seguirán como siempre. Es posible que realmente no entiendan que no es así como piensa el resto del mundo.

Dentro de esta mentalidad existe, ‘La guerra es un negocio’… Tanques mucho, ¡Ahora dennos F-16!’ Tan pronto como EE. UU., Alemania y otras potencias de la OTAN anunciaron el importante lanzamiento de los principales tanques de batalla para Ucrania, Kiev inmediatamente comenzó a exigir el suministro de aviones de combate F-16. De hecho, el oficial de defensa ucraniano Yuriy Sak comentó descaradamente sobre la relativa facilidad del “próximo gran obstáculo” de adquirir aviones de combate F-16:

“No querían darnos artillería pesada, entonces lo hicieron. No querían darnos HIMARS [misiles], entonces lo hicieron. No querían darnos tanques, ahora nos están dando tanques. Aparte de las armas nucleares, no queda nada que no consigamos”.

Este es un excelente ejemplo del síndrome de ‘la guerra como negocio’, y la política se trata de acumular dinero. Eso significa que los F-16 son los siguientes, y eso significa que Polonia: los F-16 no tendrían su base en una base aérea en Ucrania. Y extender el espacio de batalla a Polonia inevitablemente conduciría a más ‘guerra como negocio’: tanques, APC y F-16. El Complejo Militar se frotará las manos de alegría.

Como era de esperar, la frustración de los fanáticos de la guerra con el fracaso colectivo de Occidente para detener la marea de la derrota de Ucrania está creciendo, y se ha visto agravada por el informe de Rand Corporation (financiado por el Pentágono) la semana pasada, que equivalía a una refutación forense de la justificación. por la guerra en Ucrania. Enfatizando que, aunque los ucranianos están luchando, sus ciudades arrasadas y su economía diezmada no concuerdan con los intereses ucranianos .

El Informe advierte que EE. UU. debe evitar ‘un conflicto prolongado’, declara que la victoria de Ucrania es ‘improbable’ e ‘poco probable’, y advierte de manera significativa sobre el conflicto que se está derramando en Polonia. También se destaca la contingencia de que EE. UU. corra el riesgo de deslizarse inadvertidamente hacia una guerra nuclear por varios ‘temas’.

Sobre este último punto, el Informe Rand es profético: el jefe de la delegación rusa ante la OSCE esta semana ha advertido públicamente que si se deben desplegar proyectiles occidentales de uranio empobrecido o berilio perforantes de blindaje en Ucrania, como los que usó Estados Unidos en Irak. y Yugoslavia con consecuencias devastadoras: Rusia consideraría tal despliegue como el uso de bombas nucleares sucias contra Rusia, con las consecuencias consiguientes.

Si había alguna duda sobre las ‘Líneas Rojas’ rusas, y dónde se encuentran, no puede haber ninguna ahora. Para ser claros, ‘consecuencias’ equivale a una posible respuesta nuclear rusa. Occidente ha sido advertido.

Si la frustración por el fallido proyecto militar ucraniano es ‘la causa’, la desesperación es la secuela.

“Como tú, estoy, y creo que la administración está muy gratificada de saber que Nord Stream 2 es ahora, como te gusta decir, un trozo de metal en el fondo del mar”, opinó Victoria Nuland la semana pasada. Esta declaración muestra impotencia, más que cualquier otra cosa (traducido, Nuland está diciendo, OK amigos, no somos impotentes ya que, guiño, guiño, aún logramos destruir el gasoducto para la UE).

Toda la campaña de relaciones públicas para más tanques se parece más a un intento de dar más moral a los ucranianos y a sus seguidores en Europa (dado que los tanques no cambiarán el curso de la guerra), un ‘paso a paso’, efectivamente nada más significativo. Lo mismo ocurre con las propuestas políticas presentadas por el Secretario de Estado, Blinken, y Victoria Nuland la semana pasada. Parecen haber sido reclutados sabiendo que serían rechazados en Moscú, y lo fueron.

Sin embargo, para darle a la combinación Blinken-Nuland lo que le corresponde, si los neoconservadores no tienen esperanza en la ejecución de sus proyectos de guerra, que casi invariablemente terminan desastrosamente, son brillantes en la manipulación de los Estados para que se conviertan en sus cómplices, en contra de sus propios intereses nacionales.

Donde a los neoconservadores se les ha dado campo libre es en la destrucción de Europa, política, económica y militarmente. 

Los propios EE. UU. (y el mundo en general) deben estar absolutamente asombrados por el grado de sumisión europea y el control absoluto del liderazgo de la UE que han ejercido estos neoconservadores.

Los miembros de la OTAN nunca estuvieron fuertemente unidos detrás de la cruzada de Washington para debilitar fatalmente a Rusia. La población de la UE (especialmente francesa y alemana) no tiene estómago para bolsas para cadáveres. Pero los neoconservadores divisaron correctamente el talón de Aquiles europeo: era Polonia, Lituania, las otras repúblicas bálticas y la República Checa. Los neoconservadores estadounidenses se aliaron con esta facción radical rusofóbica que quiere que Rusia sea desmembrada y pacificada, y arrebatar las palancas de la política exterior de la UE lejos de Francia y Alemania. Este último se sentó en silencio e impotente en Bucarest en 2008, cuando la ‘puerta’ de la OTAN se abrió de par en par a Georgia y Ucrania. ¿Por qué no expresaron entonces sus reservas que dicen tener en ese momento?

Un liderazgo débil ha levantado la tapa de la caja de Pandora europea, para que todas las animosidades, los celos y las ambiciones desnudas de los viejos fantasmas europeos floten como vapores oscuros. ¿Hay alguien que pueda cerrar su tapa ahora?

FUENTE Fundacion de la Cultura Estrategica