Por Andrés H. Reggiani
Publicado en Le Monde diplomatique, edición Cono Sur. https://www.eldiplo.org/notas-web/cuando-alemania-se-oponia-al-avance-de-la-otan-hacia-el-este/
El historiador británico James Joll señaló alguna vez que “toda historia es historia contemporánea”, es decir que los hechos del pasado adquieren sentido en el contexto presente en que esos hechos son analizados.
Hace poco el Instituto de Historia Contemporánea de Munich desclasificó documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán que contiene las conversaciones mantenidas durante 1991 entre el entonces canciller Helmut Kohl, su vicecanciller y ministro de relaciones exteriores, Hans Dietrich Genscher, y el premier soviético Mikhail Gorbachov (1). De los más de 400 minutas, memos y correspondencia entre estos y otros líderes de la época –los presidentes George Bush y François Mitterrand, entre otros– surgen algunas conclusiones que, en el contexto de la crisis ruso-ucraniana actual, podrían tener consecuencias explosivas, especialmente para el gobierno alemán. La principal es que tanto Kohl como Genscher apoyaron el mantenimiento de la Unión Soviética y se opusieron tanto a la independencia de Ucrania y los países bálticos, como también a la inclusión en la OTAN de los ex-miembros del Pacto de Varsovia.
A principios de 1991 Genscher declaró que el ingreso a la OTAN de los países del centro y este de Europa “no está en nuestro interés”.
En una nota publicada recientemente en el semanario alemán Der Spiegel, el periodista Klaus Wiegrefe ahonda en estos archivos para explicar por qué “Alemania mostró durante años una consideración especial hacia la Unión Soviética” (2). Señala que el 1° de marzo de 1991 Genscher informó a Washington que su gobierno se oponía a la expansión hacia el Este de la OTAN ya que “durante las negociaciones 2 + 4 (las dos Alemanias + Estados Unidos, URSS, Francia y Gran Bretaña) se les dijo a los soviéticos que no teníamos la intención de expandir la OTAN hacia el Este”. Tres días más tarde, en una reunión con diplomáticos de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, el funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores Alemán, Jürgen Chrobog, expresó que el entendimiento de lo acordado en las negociaciones del 2 + 4 era que no aprovecharíamos la retirada de las tropas soviéticas para sacar ventaja”. El 18 de abril de ese mismo año Genscher manifestó a su par griego que había dicho a los soviéticos que, después de la reunificación, Alemania permanecería dentro de la OTAN, pero que ésta no se expandiría hacia el Este. En una reunión llevada a cabo el 11 de octubre con sus pares francés y español, Genscher reiteró la oposición del gobierno alemán al ingreso de los países de la Comunidad de Estados Independientes (Bielorrusia y Ucrania) a la OTAN sobre la base de que ello contribuiría a desestabilizar las relaciones entre las ex-repúblicas soviéticas y Moscú. Al parecer, el gobierno de Bonn tuvo la intención de hacer que la OTAN formulase una declaración oficial señalando que la alianza atlántica no se expandiría hacia el Este, pero abandonó esta idea luego de que en una visita a Washington en mayo de 1991 el Ministro de Relaciones Exteriores alemán fuera informado de que “en el futuro no puede excluirse la expansión”.
Kohl y Genscher temían, según Wiegrefe, que la crisis entre las repúblicas bálticas y Moscú tuviera un efecto dominó que arrastrara luego a Ucrania y terminara con la desintegración de la URSS y la caída de Gorbachov. En una visita a París a principios de 1991, Kohl le dijo a Mitterrand que las repúblicas bálticas estaban tomando el “camino equivocado” y que debían esperar cuanto menos 10 años para separarse de la URSS y, una vez independientes, debían permanecer neutrales, con un “estatus finlandés”, y no ingresar a la OTAN ni a la Comunidad Europea. El gobierno alemán adoptó la misma postura ante Ucrania. Ésta debía permanecer dentro de la URSS, al menos inicialmente. Sin embargo, ante el hecho irreversible de la independencia, y también a lo que en la diplomacia alemana se interpretaba como la tendencia en Kiev hacia “excesos nacionalistas y autoritarios”, en una reunión que mantuvieron en noviembre de 1991 en Bonn Kohl y el presidente de Rusia, Boris Yeltsin, el canciller alemán prometió a su anfitrión ruso que “ejercería influencia sobre la dirigencia ucraniana” para que Kiev se uniese a una confederación integrada por Rusia y las ex-repúblicas soviéticas.
Preocupado por la creciente sensación de aislamiento y frustración que reinaba en Moscú, a principios de 1991 Genscher declaró que el ingreso a la OTAN de los países del centro y este de Europa “no está en nuestro interés”, y que si bien tenían el derecho de unirse a la alianza occidental, debía “evitarse que ejerzan ese derecho”. Ya fuera que se viese como un intento de mantener la paz en Europa –evitando el trágico ejemplo de Yugoslavia– o como un acercamiento con Moscú a expensas de otros países, el presidente del Comité de Asuntos Exteriores del parlamento alemán, Michael Roth (SPD), ha pedido la creación de una comisión a fin de determinar si el gobierno alemán tomó o no decisiones que implicaron la “negación de soberanía” de países vecinos.
Wiegrefe agrega que los alemanes no eran los únicos que veían con preocupación las tendencias nacionalistas que amenazaban con desgarrar a la URSS. Mitterrand se quejó de las repúblicas bálticas afirmando que “no se puede arriesgar todo lo conseguido (las negociaciones del 2 + 4) sólo para ayudar a países que no han tenido existencia propia en 400 años”. No menos proféticas resultaron las advertencias del ministro de relaciones exteriores de Gorbachov, Eduard Shevardnadze. En una visita que Genscher hizo a Moscú en octubre de 1991, Shevardnadze, que ya no ocupaba ningún cargo oficial, le advirtió al funcionario alemán que si la URSS colapsaba surgiría un “líder fascista” que llegaría al poder y reclamaría el retorno de Crimea a Rusia.
Toda historia es contemporánea
En otro momento estas revelaciones probablemente no hubiesen encontrado eco más allá de los ámbitos académicos. En el contexto actual, cuando las relaciones entre Alemania y Ucrania pasan por uno de sus peores momentos –hace unas semanas Kiev prohibió el ingreso del presidente alemán, Walter Steinmeier– a raíz de lo que la dirigencia ucraniana ve como “influencia rusa” en la política alemana, el contenido de estos documentos podría convertirse en munición para ambas partes del conflicto ruso-ucraniano. Putin tendría la prueba “objetiva” de lo que siempre había dicho: que la OTAN no cumplió la promesa hecha a Gorbachov de no expandirse hacia el Este. Zelenski, por su parte, podría usar los documentos desclasificados para demostrar que la parsimonia alemana para imponer sanciones contra Rusia, que en el fondo se debe a la dependencia alemana del gas ruso, en realidad es parte de una política alemana, independientemente de qué partido dirija el gobierno, de lograr acuerdos con Moscú en detrimento de otros países. Esta situación podría, además, ahondar aún más las divisiones dentro de Alemania, no sólo de la sociedad, sino del propio gobierno, ya que en la coalición de socialdemócratas, verdes y liberales las posturas se dividen entre la cautela del canciller Olaf Scholz (SPD, partido históricamente asociado con la “Ostpolitik” (3) y la postura pro-ucraniana de les ministres de Asuntos Exteriores y de Economía, Annalena Baerbock y Robert Habeck (ambos verdes) –aunque fuera del gobierno habría que agregar la voz de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (CDU), cuya rusofobia la llevó a amenazar con el desmantelamiento de la estructura industrial de Rusia “pieza por pieza” (4)–. El efecto negativo de la guerra en Alemania, la división en el gobierno y la crispación en la sociedad por el aumento de los precios son una mala noticia en toda Europa. Con todos los problemas y defectos que puedan señalarse, Alemania sigue siendo uno de los sistemas políticos más liberales y estables de Occidente, además del motor económico de Europa. Su debilitamiento acarrearía consecuencias imprevisibles para otros países, como Francia, cuyo gobierno la extrema derecha acaba de poner contra las cuerdas.
1. Matthias Peter, Christoph Johannes Franzen y Tim Szatkowski (comps.), Akten zur Auswärtigen Politik der Bundesrepublik Deutschland 1991. Berlin, Institut für Zeitgeschichte, 2022.
2. Klaus Wiegrefe, “Warum Deutschland jahrelang Rücksicht auf Russland genommen hat“, Der Spiegel, 29/4/2022. https://www.spiegel.de/panorama/nato-osterweiterung-warum-deutschland-jahrelang-ruecksicht-auf-russland-genommen-hat-a-ec1e4f18-82c5-44d3-aac5-bd4f91a73c14
3. La “Ostpolitik” fue la política de apertura a los países del bloque soviético iniciada en 1970 por el canciller socialdemócrata Willy Brandt.