Por Hernando Kleimans Publicado en TÉLAM, el autor autoriza su publicación en Dossier Geopolitico
Hace exactamente un siglo Carlos Gardel interpretó el tango de Esteban Celedonio Flores “Mano a mano” y le dio su pasaporte a la inmortalidad. La letra observa que el destinatario tiene “el mate lleno de infelices ilusiones” y recomienda que, para el caso en que haya alguna “deuda chica”, se la cargue “en la cuenta del otario” que tenga.
Según cálculos de destacados expertos militares rusos, entre ellos mi querido amigo Víktor Litovkin, desde febrero de 2022 hasta el día de hoy, los países de la OTAN y sus pocos aliados-vasallos erogaron en la epopeya de Kíev… 160.000.000.000 millones de dólares. Como es de esperar, aguardan el correspondiente beneficio de esta erogación.
Otarios.
Según datos unificados del Ministerio de Economía, el Servicio Estatal de Estadísticas y la Unión de Panaderos de Ucrania, el país 404 (como lo bautizó Dmitrii Medviédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, parodiando el código de “desaparecido” de Internet) perdió desde 2022 la tercera parte de la población y la tercera parte de su economía.
El informe acusa para 2022 una caída del 30,4% del PIB. La producción industrial se derrumbó en un 40%. La inflación en alimentos alcanzó el 37%. La inflación general fue del 27%.
En el territorio controlado por el régimen de Kíev se han quedado a vivir 24 millones de habitantes. En 1991 eran 52 millones. En 2021 eran 35 millones. Está pendiente indica que mucho antes del conflicto armado con Rusia, Ucrania sufría un impresionante éxodo de población motivado por el desenfrenado y aberrante dominio de los grupos neonazis.
En los próximos cuatro años, la Unión Europea le asignará a Ucrania 50.000 millones de euros en forma de crédito para pagar sueldos y jubilaciones, y también para restaurar la economía del país. Reuters, citando al Banco Mundial, informó que para esa restauración hacen falta no menos de 365.000 millones de euros: tres veces el PIB ucraniano.
Créditos… con planes de amortización que nosotros conocemos a la perfección. Con condiciones estrictas de cumplimiento en medio de la apabullante corrupción del país, ya señalada por la atribulada Úrsula von der Layen, titular de la Comisión Europea y descendiente de inversores alemanes en la economía de la Rusia zarista.
Entonces, ¿quién le va a pagar a los países de la OTAN, al FMI, al Banco Mundial, a los organismos europeos y a los demás aliados-vasallos?
Lo cierto es, que salvo por el negocio financiero, si su condición de ariete antirruso defecciona, ni la UE ni la OTAN necesitan de Ucrania. Un país muy pobre que por su propia necesidad puede reforzar demasiado la incidencia de Polonia en Europa (Varsovia soporta casi cuatro millones de refugiados ucranianos), con lo que queda amenazada la hegemonía alemana y, por supuesto, toda la estructura de seguridad occidental.
Como corresponde a cualquier respetable financista, los aportantes quieren ver cómo será el retorno y por ello, están tomando en sus manos definitivamente la conducción del repago. No confían en absoluto en el régimen del comediante de Kíev. Hasta ahora, todo lo prometido fue en el exacto estilo del “furbo” descrito por el inolvidable Roberto Arlt.
El “furbo”, dice Arlt en sus “Aguafuertes”, es quien quebranta todas las leyes sin peligro de que éstas se vuelvan en su contra. El “furbo” embauca, defrauda y saquea al “ingenuo” cliente que, llevado por su desmedida ambición, se mete de cabeza en un lío, permite que lo saqueen y termina consolado por su propio estafador.
La mentada contraofensiva de Kíev sólo sirvió para convertirse en otra “picadora de carne” como Artiómovsk. En esa picadora no sólo se inmolaron los miles de entrenados en Inglaterra o en los Estados Unidos, sino también otros miles de infortunados movilizados pescados en las calles de Kíev o Lvov, en medio de la creciente resistencia de familiares y vecinos. En esa picadora ardieron hasta convertirse en ceniza miles de millones de dólares gastados en “Leopard”, “Bradley” “César” o cualquier otra técnica militar de la OTAN. “Arden muy bien”, dijo Putin…
Como todo inversor bien instruido, cuando el bloque anglosajón vio peligrar el retorno de sus inversiones acudió al viejo recurso de las provocaciones, del golpe de estado, tan bien conocido por todos nuestros países. “The Washington Post” y el propio “New York Times” rescataron confesiones de la CIA, que admitió conocer desde hace un par de semanas la decisión de Evguenii Prigozhin, el millonario propietario de la compañía militar privada “Wagner” (“W”), de acordar con Kíev la entrega de posiciones y organizar un motín contra el gobierno ruso.
“W” fue la única organización militar privada que no firmó los nuevos contratos con el Ministerio de Defensa ruso…
…que a cambio de institucionalizar la existencia de contratados y voluntarios (son más de cien mil en el frente), disponen la total subordinación a la conducción militar oficial. Prigozhin hizo saber tras las líneas que él no firmaría eso y mantendría la autonomía de su compañía. La irritación del empresario había crecido cuando el Ministerio de Defensa le negó más abastecimiento, armas y municiones. En pleno y sangriento combate en Artiómovsk amenazó con abandonar la línea de combate y retirarse. De inmediato, el gobierno desplazó allí a los combatientes regulares del líder checheno Ramzán Kadyrov. Las amenazas de Prigozhin quedaron en la nada.
Pero el pico del enfrentamiento se produjo cuando el rencor provocado en Prigozhin por diversos fracasos comerciales, explotó ante la negativa de las autoridades petersburguesas a entregarle un importante terreno en pleno centro de la ciudad. La abrupta reacción fue levantar campamento y amotinarse. Esta decisión fue transmitida de inmediato donde correspondía…
También sabemos lo que significa “conocer” para la CIA y el Departamento de Estado… Según el “NYT”, sus agentes y funcionarios resolvieron no publicar estos datos por cuanto, señala el diario, “no querían ayudar a las autoridades rusas”.
Alexandr Vucic, presidente de Serbia, declaró al aire de la TV Pink de Belgrado, que consideraba indudable la participación y respaldo extranjeros del motín de “W”. Fue muy significativo: “No quiero decir quién participó en esto desde afuera, pero ni lo duden que así fue, ninguna duda”.
Este lunes, el canciller ruso Serguéi Lavrov anunció que los “servicios especiales” rusos ya trabajan en dilucidar si los servicios de inteligencia ucraniano y occidentales estuvieron directamente implicados en el motín de Prigozhin.
Así que el “gran hermano” de Washington ordenó a sus dependientes de Kíev respaldar la decisión de Prigozhin, este petersburgués dueño de restaurantes y cadenas de comida rápida, con servicio de catering para el Kremlin y otros organismos estatales rusos. En su lujoso barco-restaurante, Putin y algunos de sus pares extranjeros compartieron recepciones y agasajos.
El levantamiento de “W” se produjo en el exacto momento en que todos los ataques ucranianos eran destrozados por la artillería y la aviación rusas y cuando comenzaban los primeros avances rusos sobre las posiciones de Kíev.
Sin advertencia alguna y sin contar con el acuerdo con sus propios comandantes, Prigozhin anuncia su “marcha a Moscú”.
Durante todo ese día los grandes medios occidentales se atragantaron de excitación. El motín no fue un arranque de impromptu. Fue fríamente planeado: comenzó en la noche del viernes, cuando toda Rusia se cierra por el fin de semana. En cambio, en Occidente el día laboral estaba a pleno. La campaña propagandística se lanzó de inmediato al combate.
“Insurrección en Rusia”, “Alzamiento contra Putin”, “Los tanques de ‘Wagner’ marchan sobre Moscú”, “Rusia al borde del abismo”, fueron algunas de las portadas en los grandes medios.
Los de “W”, hasta entonces sanguinarios asesinos, se convirtieron de pronto en “insurrectos”, siguiendo el conocido calco: así denomina el bloque anglosajón a los “correctos” amotinados que se lanzan contra el “incorrecto” poder.
El sábado 24 de junio podría haber quedado marcado como uno de los más trágicos en la historia de Rusia. Algo que en la milenaria historia del país ha sido una peligrosa y sangrienta constante. La última vez, hace cien años, el enfrentamiento interno desencadenó una guerra civil que se cobró millones de vidas y la destrucción del país.
Esta vez, quien encabezaba el motín era un aventurero que pretendió jugar un papel decisivo en la política interna rusa. En la práctica, todas las grandes ciudades rusas (casi 20) tienen oficinas de reclutamiento de “W”, combinadas con centros comerciales. En este territorio de presencia se asentó la intención desestabilizadora de Prigozhin.
A juzgar por la celeridad y coordinación de movimientos de los efectivos de “W” que siguieron a su propietario, la acción fue bien coordinada de antemano.
El alzamiento fue recibido con algarabía en algunas capitales occidentales. El inefable Joseph Borrell, titular de la diplomacia de la UE, anticipó que “hay que desarrollar una nueva estrategia ante esta inestabilidad en Rusia”.
El presidente francés Emmanuel Macron subrayó que lo principal que mostraba el motín era “la fractura, la fragilidad del régimen y el ejército (rusos), su debilidad, y esta fragilidad, esta debilidad justifica por completo nuestras acciones en la continuidad del esfuerzo bélico de Ucrania”. Es el mismo Macron que hace unos días le rogó al presidente sudafricano Cyril Ramaphosa que le permita asistir a la cumbre del BRICS que se cumplirá en agosto próximo en Johannesburgo.
En realidad, sólo 5.000 de los 25.000 efectivos de “W” acompañaron a su propietario.
Como era de esperar y rodeado por efectivos regulares chechenos y de las tropas de asalto rusas, rechazado por la aplastante mayoría de la opinión pública rusa, a la que los promotores de esta aventura suponían sublevar contra la “dictadura del Kremlin”, el “cocinero de Putin” abandonó sus seguidores y, con permiso de Moscú y de Minsk, se refugió en la Bielorrusia del presidente Alexandr Lukashenko. Su “viejo” amigo, en plena coincidencia con Putin, le abrió la única oportunidad de evitar un desenlace fatal. Por ahora…
Los integrantes de “W” no serán represaliados, según el gobierno ruso, ya que son héroes de guerra. Se les ofreció integrarse a las fuerzas regulares firmando el correspondiente contrato con el Ministerio de Defensa, o desmovilizarse.
El fracaso de Prigozhin provocó el furor de sus clientes de Kíev, quienes lo acusaron de “impotente”, “cobarde” y “traidor”. No era para menos. La neutralización de este motín, sin disparar un tiro y sin apresar a ningún soldado “W”, fue un enorme balde de agua fría que pone a los “estrategas” de la calle Bankovkaia ante el feo rostro de la derrota y, con toda franqueza, de su propia “neutralización”…
Entonces, los “insurrectos” de “W” volvieron a convertirse en temidos y sanguinarios terroristas. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg advirtió que la alianza atlántica observa atentamente la situación en torno a “W” y la información sobre su “potencial reubicación en Belarús”, afirmando que la OTAN está “lista para una rápida reacción”, en el caso de que así sea…
Por su parte, Mathew Miller, representante oficial del Departamento de Estado, afirmó que Washington quisiera que “el grupo ‘Wagner’ sea disuelto y liquidar su acción en todo el mundo”. John Kirby, coordinador de comunicaciones estratégicas en el Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, tras anunciar que pedirá la extradición de Prigozhin, afirmó que “trabajamos en obligar a ‘Wagner’ a responder por sus actos. Continuamos adoptando medidas para limitar su capacidad de sembrar el caos”.
Pese a desencadenar una desenfrenada campaña mediática que intenta poner a Putin como el derrotado por este episodio, y al gobierno ruso como impotente para frenar la insurrección popular contra la “tiranía”,
..el bloque anglosajón y sus aliados-vasallos han iniciado una silenciosa campaña para lograr un tratado de paz, antes de que Rusia termine de rescatar sus históricos territorios de “Pequeña Rusia”, el actual Donbass.
La cumbre de la OTAN el 11 y 12 de julio en Vilnius, capital de Lituania, uno de los pequeños países bálticos, no sólo no se apresta a satisfacer el reclamo de inmediato ingreso de Ucrania, sino que tras declamar su “irrestricto” apoyo al gobierno del comediante Volodomir Zelensky, relega la admisión “luego de finalizar el conflicto bélico con Rusia”, según prometió el canciller alemán Otto Scholtz. El propio presidente norteamericano Joe Biden declaró a los periodistas que Ucrania por ahora no alcanza el nivel de la OTAN. Al anciano habitante de la Casa Blanca no le gusta el nivel de corrupción de Kíev, algo a lo que él y su hijo, el “casto” Hunter, han contribuido poderosamente con sus negociados en el tránsito de gas desde Rusia a Europa.
Ahora los líderes otanistas apresuran la aceptación de Kíev a negociar la paz antes que sea tarde.
La base de esta negociación sigue siendo la propuesta por Elon Musk hace ya un año: 1) Crimea es rusa; 2) Ucrania es declarada estado neutral fuera de bloques; 3) se respeta la decisión soberana de las repúblicas del Donbass y las regiones del sur de Ucrania, que se pronunciaron por reunirse con Rusia.
Con mayores o menores coincidencias, esta plataforma es compartida por El Vaticano, los países africanos, Egipto, Indonesia, Turquía, los países árabes, sus colegas BRICS (China, la India, Brasil, Sudáfrica), Irán, etc. En suma, la aplastante mayoría del resto del mundo multipolar. En cualquier caso, todos ellos se mostraron solidarios con Rusia en este episodio. Celso Amorim, consejero en relaciones internacionales del presidente brasileño Lula, fue categórico: “estamos interesados en que la situación en la Federación Rusa se normalice. Nadie está interesado en la debilitación de Rusia”.
En Copenhague acaba de realizarse una secreta reunión entre representantes de estos países y de la OTAN, para terminar de definir los lineamientos del acuerdo a presentarle a Kíev. Es muy probable que en la residencia de la calle Bánkovkaia, además de desazón y furia, impere el desencanto.
En marzo de 2022 un texto similar fue refrendado en Estambul durante las únicas reuniones directas que se desarrollaron entre Ucrania y Rusia. Ese acuerdo fue terminantemente rechazado por la OTAN (en especial Washington) y algunos de los ucranianos firmantes fueron cuidadosamente exterminados.
El texto refrendado de ese acuerdo fue exhibido por Putin a los integrantes de la misión africana de paz (algo inédito en el continente africano) que recientemente lo visitaron para interceder por el fin del enfrentamiento bélico. Mientras en Kíev estos líderes africanos fueron sometidos a una absurda provocación (se activó una falsa alarma antiaérea y fueron obligados a refugiarse en el hotel interrumpiendo la reunión con Zelensky), en Moscú Putin reiteró la absoluta disposición de su gobierno a entablar negociaciones de paz.
El canal alemán de televisión ARD afirmó que las “negociaciones oficiales de paz” por Ucrania pueden iniciarse ya en julio. Esta decisión se habría tomado en la reunión supersecreta de alto nivel en Copenhague entre Jack Sullivan, consejero de seguridad nacional del presidente Biden, y representantes de los países BRICS.
Las fuentes indicaron que en la reunión se discutieron de modo informal los principios de un posible acuerdo de paz sin condicionamientos, aunque también reconocieron que no se esperan resultados concretos del encuentro. Kíev prohibió por decreto negociar con Rusia y sólo acepta un acuerdo sobre la base de sus condiciones, que implican retrotraer un status quo hasta 1991, cuando Ucrania, Rusia y Bielorrusia resolvieron el colapso de la URSS. Algo que este Moscú de 2023 no aceptará de ninguna manera.
En este nuevo mundo enmarcado por el creciente, amenazante peligro nuclear, la necesidad de resolver la paz en este conflicto es universal. No se trata, desde luego, de un litigio fronterizo local. Se trata del enfrentamiento entre el bloque anglosajón, empecinado en conservar su hegemonía, y el resto del mundo multipolar cuyo objetivo es un sistema de relaciones basado en la solidaridad, la autodeterminación y la cooperación.
A nuestra Patria le corresponde, como inmediato miembro de los BRICS, exponer su clara posición en defensa de esos principios. Principios que el general Perón enarboló hace más de 70 años: “soberanía política, independencia económica y justicia social”. Exponerlo ahora y en la hora de las elecciones es un deber de las fuerzas nacionales y populares. Porque son principios objetivos e inalienables.
Y ese es, apuntado a un futuro promisorio, nuestro inmediato punto crítico.
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