Entradas

Por Manolo Monereo Geoestrategia.es

“Sus principios básicos: Estados Unidos debe utilizar todos los medios a su disposición para establecer el dominio global estadounidense; con ese fin, debe estar dispuesto a actuar preventivamente para obstaculizar el surgimiento de cualquier potencia que pueda desafiar nuestra hegemonía; y mantener el dominio de espectro completo en todas las regiones del mundo. Los ideales y valores quedan relegados a un papel auxiliar como barniz sobre la aplicación del poder y como palo con el que golpear a los demás”

Michael Brenner. Asia Times 29 de marzo2024

Lo sabíamos desde hace tiempo: Rusia no iba a ser vencida. Bastaba con ver la realidad con ojos limpios y no seguir los dictados de un omnipotente aparato de propaganda que ha convertido a los grandes medios en terminales conscientes de la “otra guerra”, a saber, la cognitiva-comunicacional. Eso sí, sorprendió -y mucho- la flexibilidad y la adaptabilidad del aparato productivo, las capacidades tecnológicas y la eficacia de la organización industrial de una Rusia que seguía conservando recursos estratégicos que se consideraban agotados, perdidos. No diré mucho de la cuestión militar en sentido estricto; solo un aspecto del que no se suele hablar: el dominio ruso del arte operacional (el tercer aspecto del “arte de la guerra” del que hablaba Svechin) y la sabiduría para aprender de los propios errores.

La guerra en Ucrania aceleró todas las tendencias básicas y, lo más importante, las decantó en dirección contraria a los intereses del Occidente colectivo liderado por los EEUU. Por lo pronto, están cambiado sustancialmente cada uno de los actores en conflicto y modificando radicalmente las reglas que gobernaban sus relaciones. Nada será ya como antes; nada. Para definir la situación se ha empleado el término “poli crisis”, es decir, la convergencia de crisis diversas y simultaneas. No hay que perderse con las palabras de moda. Lo fundamental es que la etapa histórico-social está marcada por el anudamiento de dos crisis, una, de ciclo corto y medio, dominado por el declive de los EEUU y la otra, decisiva, de larga duración, determinado por el fin de la hegemonía de Occidente. Las dos crisis son una; ambas se retroalimentan y amplifican. La “Gran Transición” hace tiempo que comenzó, y con ella la guerra como horizonte, posibilidad y salida, mucho antes del conflicto ucraniano. Otra cosa es la ceguera programada y la subordinación a los que mandan; la historia, la mala, se los llevará como un mal sueño.

Es bueno detenerse y abrir el debate ¿Qué puede hacer una potencia en declive? Lo primero es reconocerlo, cosa nada fácil. Siempre hay razones para negarlo y las justificaciones se multiplican. Ahora ya lo saben. Biden lo dijo alto y claro: EEUU ha vuelto. Adiós a las aberraciones de la funesta etapa de Trump, a sus repliegues, a sus incoherencias, a sus devaneos con Rusia, a su desprecio a los aliados y, locura enorme, a su incomprensible desdén por la OTAN. Una gran potencia en su declive tiene dos opciones: pactar con los grandes Estados-civilización emergentes un nuevo orden internacional o defender, cueste lo que cueste, su viejo orden cuestionado, sus reglas y sus instituciones, ahora que todavía hay tiempo. Sí, el factor tiempo es la clave. El error estratégico más grave que se comete es pensar que, aquí y ahora, existe un equilibrio de fuerzas entre el Occidente colectivo comandado por los EEUU y un Sur global (contradictorio y heterogéneo) organizado en torno a China, Rusia e Irán. No es verdad. Lo que hay es una relevante superioridad económica, financiera, tecnológica, comunicacional y, sobre todo, político-militar del imperialismo colectivo de la triada (como lo definió años atrás Samir Amín), eso sí, de carácter temporal y en vías de desaparición.

Biden y su equipo (heredado de Hillary Clinton) sabían que no había tiempo que perder y que había que pasar rápidamente a la ofensiva si querían reforzar y preservar la hegemonía de los EEUU. La estrategia consistió en convertir las líneas de fractura de una globalización capitalista en retirada, en dispositivos político-militares que presionaran a las potencias emergentes y los obligaran a retroceder. Se establecieron rápidamente tres frentes. El primero, Europa-Ucrania; el segundo, Mar de China Meridional-Taiwán; el tercero, el Sahel en una África de nuevo territorio en disputa. Como se ve, nada nuevo; algunos lo hemos venido describiendo desde hace tiempo; desde luego, antes de la guerra en Ucrania. Poco a poco, la realidad confirma análisis y desmiente a tanta propaganda que se ha ido convirtiendo en sentido común de una clase política cada vez más anacrónica y sin sentido histórico. Hoy sabemos que los acuerdos de Minsk 1 y 2 se firmaron para no cumplirse y ganar tiempo; sabemos también que la OTAN, los EEUU y, sobre todo, el Reino Unido presionaron intensamente al gobierno de Ucrania para impedir un tratado de paz con Rusia en marzo del 22. Se podía continuar.

La táctica norteamericana consistió en ir sitiando a Rusia hasta no dejarle otra salida que la derrota estratégica o la intervención militar. ¿Derrota estratégica? Solo puede infringirla quien tiene fuerza para ello, superioridad, y la OTAN la tenía. La alternativa a la no intervención era aceptar que las fuerzas armadas ucranianas, apoyadas y dirigidas por los “asesores” de la Alianza Atlántica, masacraran a los departamentos rebeldes pro-rusos, asediaran Crimea y, lo más grave, que Ucrania primero y después Georgia formaran parte de la OTAN. Toda Rusia quedaría a merced de los misiles del Occidente colectivo. De la derrota estratégica a la derrota operativa y efectiva. No es nada nuevo para los EEUU obligar al enemigo a atacar, legitimando así una “guerra justa” por delegación, en este caso, en Ucrania. Lo han hecho siempre que han podido. El escenario en el Mar de la China meridional es otro ejemplo de cómo la Administración Biden pretende organizar y graduar su respuesta. Cuando lo considere oportuno, activará el conflicto en torno a Taiwán para obligar a China a intervenir militarmente. La estrategia de alianzas está muy avanzada y el cerco militar a China se ha acelerado mucho. La secuencia se ve ahora con más claridad: primero, debilitar a Rusia para provocar una crisis de régimen y su desintegración como Estado-civilización, para luego acumular fuerzas para afrontar al verdadero enemigo: China.

Una vez más, las cosas no le salieron como esperaban a la dirección norteamericana y a la OTAN. Las políticas de sanciones no solo no han quebrado a Rusia, sino que se han vuelto, en gran medida, contra la Unión Europea, han profundizado en la desglobalización y golpeado fuertemente a la hegemonía del dólar. El error más grave de Biden tiene que ver con su incapacidad para asumir que el mundo ya no es el que era y que la multipolaridad ha avanzado mucho. Es más, progresivamente se van trenzando alianzas, acuerdos económicos y complicidades que apuntan ya a un nuevo orden internacional sobre bases no hegemónicas occidentales; quizás el aspecto más sobresaliente sea el fortalecimiento de los BRICS y su constitución como un polo alternativo, a pesar de sus contradicciones e insuficiencias. A lo que hay que añadir el peso creciente de China como fuerza moderadora y pacificadora, capaz de poner orden a un mundo que tiende al caos sistémico y al conflicto militar global.

Hay una tendencia recurrente en los conflictos político-militares impulsados por los EEUU hacia el desborde, la escalada y la creación de escenarios catastróficos. Ocurrió en Afganistán, en Irak, en Siria, en Libia. Intervienen militarmente, desestabilizan, proclaman su victoria y luego tienen que reconocer que han creado más problemas que los pretendían resolver. Al final, tiene que elegir entre la huida o la fuga hacia adelante, es decir, la escalada. Irak y Afganistán son buenos ejemplos de lo que se acaba de señalar. ¿Qué potencia ha salido fortalecida de las victorias fracasadas de los EEUU?: la República Islámica de Irán. Como muestra un botón, Yemen; los huzies bombardeando Israel y controlando militarmente el Mar Rojo. La “gran potencia indispensable”, el Estado que da “estabilidad y coherencia al orden mundial” crea desorden, fomenta el caos y hace cada vez más insoportable los “costes de protección”.

La “Gran transición” ha avanzado tanto, parece tan irreversible, que los actores básicos llevan mucho tiempo resituando sus horizontes de posibilidad y redefiniendo sus estrategias. El ataque de Hamas contra Israel hubiese sido impensable hace apenas unos años. El asesinato de Qasem Soleimani ejecutado por los EEUU y dirigido por el Mossad presagiaba que algo importante se estaba organizando. De nuevo señales de crisis y de desorden. Biden y Netanyahu: ¿quién controla a quién? El conflicto indica con mucha precisión que Israel es lo que es y hace lo que hace porque por delante y por detrás están los EEUU y, en muchos sentidos, el Occidente colectivo. Conviene no olvidarlo. Netanyahu sabe que Israel no es solo un aliado más de los EEUU sino un actor interno en la política norteamericana, tiene poder de veto y lo ejerce. Biden hará lo que está obligado a hacer. Las lágrimas de Borrell no convencen a nadie y acaban por legitimar el genocidio del pueblo palestino.

El día 24 de marzo de este año David P. Goldman publicó un artículo en Asia Times -del que es editor adjunto- con un título inquietante, EEUU no tiene ningún plan B para Ucrania excepto más guerra. En él informa que en el fin de semana anterior se reunieron un grupo de expertos (ex miembros del gabinete, altos oficiales militares, académicos, analistas…) para evaluar la situación militar mundial. Con veracidad afirma que se dieron datos que no se correspondían con lo que estaba aconteciendo realmente en el frente militar ucraniano. Goldman nos dice que aportó informaciones muy diferentes y que nadie fue capaz de contradecirlo. El conocido estratega estadounidense salió de la reunión, no lo oculta, asustado; llegando a la conclusión de que “los dignatarios reunidos, una muestra representativa del liderazgo intelectual y ejecutivo del establishment de la política exterior, simplemente no podían imaginar un mundo en el que los EEUU ya no dieran las órdenes… Están acostumbrados a dirigir las cosas y se jugarán el mundo entero para mantener su posición”.

Este es el momento y estos son los protagonistas. La política de los que en la jerga de EEUU denominan” liberales imperialistas” ha partido siempre de un supuesto: los “otros”, es decir, Rusia, no se atreverá a usar el armamento nuclear. Conscientemente, se entra en un juego estratégico al filo de la navaja, donde los riesgos se incrementan exponencialmente y los errores humanos también. Putin lo ha repetido con mucha contundencia, Rusia los usará si ve amenazada su existencia como Estado y como civilización. Este es, insisto, el momento más peligroso: Rusia está ganando. Todo lo dicho por las élites euro-norteamericanas se está demostrando que es falso, mentiras de una propaganda que no se corresponde con la realidad. Lo coherente sería negociar y encontrar una salida política.

Se ha pasado de “derrotar a Rusia”, a “Putin no puede ganar”.

La lógica lleva a la escalada.

Negociar sería reconocer un inmenso error de cálculo y respetar los intereses estratégicos de Rusia. Asumir que el mundo dirigido y organizado por el Occidente colectivo ya no es posible y que hay que pactar un nuevo orden multipolar, inclusivo y abierto a la pluralidad real de nuestra especie.

No lo harán. El factor tiempo es la clave.

FUENTE: https://geoestrategia.es/noticia/42659/defensa/el-momento-mas-peligroso:-la-otan-esta-perdiendo-la-guerra-en-ucrania.html

Por Leandro Morgenfeld, Norteamerica

Una democracia anacrónica ofrece en Estados Unidos una plutocracia en manos de ancianos.

Cada cuatro años, el mundo concentra su atención en las elecciones estadounidenses. Si bien al jefe de la Casa Blanca lo eligen los ciudadanos de ese país, tiene un rol determinante en la vida de buena parte de los habitantes del planeta. Este año el proceso electoral tiene varias singularidades, pero también regularidades que vale la pena destacar y que suelen ser soslayadas. El supermartes del 5 de marzo confirmó que en noviembre va a repetirse el enfrentamiento Biden-Trump que tuvo en vilo al mundo a fines de 2020, y que terminó con la toma del Capitolio y un intento de golpe de estado. Tras esa acción violenta sin antecedentes, Trump fue sometido a un nuevo impeachment, del que salió indemne. A diferencia de 2016 y 2020, este año las primarias transcurrieron sin demasiada competencia: Bernie Sanders ya no se presenta como el gran desafiante por izquierda y Trump destrozó a sus rivales internos más fácilmente que en 2016. El jueves 7 de marzo, en el discurso del estado de la Unión, el presidente atacó a Trump y defendió su gestión, dando inicio a la fase final de una contienda que se le presenta complicada. El 5 noviembre se elegirá al presidente más anciano de la historia (el republicano asumiría con 78 años, el actual presidente con 82), y esta situación es apenas un síntoma del anquilosamiento imperial, que no logra renovar a los líderes de los dos partidos del establishment, ambos con índices de rechazo elevadísimos.  En este artículo repasamos las últimas novedades del proceso electoral, los ejes de discusión en la campaña y las perspectivas que se abren para nuestra región y nuestro país a partir de lo que ocurra en las urnas.  

Lo que hay en juego

Luego del “supermartes” del 5 de marzo, en el que 15 estados fueron a las urnas, entramos en la fase final de las elecciones primarias estadounidenses. Cada cuatro años, la carrera por el control de la Casa Blanca acapara la atención mundial. El próximo 5 de noviembre, además de la compulsa principal, se renovará también la totalidad de la Cámara de Representantes (435 escaños, hoy con mayoría opositora: 222 republicanos y 212 demócratas), un tercio de los 100 senadores (hoy con mayoría demócrata) y se elegirán gobernadores y autoridades municipales. Al día de hoy todo indica que volverá a repetirse el duelo entre el expresidente Donald Trump y el actual mandatario Joe Biden. Estos comicios se realizan en medio de una crisis que pone de manifiesto el declive sistémico que afecta el dominio hegemónico estadounidense, que ya lleva unas dos décadas, pero que se aceleró durante la pandemia. La anterior elección presidencial, recordemos, terminó en un gran escándalo: Trump no reconoció la derrota, alegó fraude y terminó impulsando a sus seguidores a tomar el Capitolio, el 6 de enero de 2021 —cuando el Congreso debía certificar el triunfo de Biden—, lo cual provocó uno de los mayores escándalos políticos de la historia estadounidense —con un saldo de varios muertos, heridos y encarcelados, además de la ruptura con su vice Mike Pence— y le valió su segundo juicio político, que sin embargo terminó no prosperando por falta de apoyo en la Cámara de Senadores. Tres años más tarde, y a contramano de todo lo que se dijo por esos convulsionados días, Trump ratificó que controla el Grand Old Party (GOP), aplastó a sus rivales en la interna republicana y, hasta ahora, superó los escollos judiciales que parecía enfrentar su candidatura (está imputado por más de 90 delitos, en procesos penales en curso, pero el lunes pasado la Corte Suprema allanó el camino para que fuera candidato). 

A diferencia de lo que ocurrió en 2016, cuando las encuestas vaticinaban su derrota frente a Hillary Clinton, hoy la mayoría de los analistas lo dan como favorito para enfrentar al octogenario Biden, quien cosecha índices de rechazo comparables a los de James Carter (uno de los pocos presidentes que fracasó en su aventura reeleccionista). Existen posibilidades de que el proceso de elección del jefe de la Casa Blanca vuelva a provocar un escándalo político-institucional como el mencionado de 2020 o como el del 2000 —cuando George W. Bush ganó por apenas 538 votos el estado de Florida, donde gobernaba su hermano Jeff, luego de semanas de controversias e impugnaciones judiciales y acusaciones de fraude electoral—, profundizando la crisis del liderazgo global que Estados Unidos padece desde el inicio de este siglo. Trump viene tensionando el sistema político estadounidense hace casi una década y todo indica que va a seguir haciéndolo. La fractura de las clases dominantes, a pesar de lo que muchos analistas auguraron, no se cerró con la asunción de Biden en 2021. 

Mitos sobre la plutocracia estadounidense

Como en cada elección estadounidense, es bueno aclarar algunos equívocos arraigados en el sentido común. Si bien los principales medios de comunicación y los políticos y propagandistas del establishment de Occidente abonan la idea y la percepción general de que Estados Unidos es una democracia modelo, en realidad ese es uno de los grandes mitos forjados en el poderoso país del norte, para consumo externo y también para reforzar su dominio ideológico, cultural y político global. 

En realidad, lo que se observa en Estados Unidos es más bien una democracia (burguesa) de baja intensidad, en la cual la participación política ciudadana está muy mediatizada. Se vota cada dos años, pero garantizando la alternancia prácticamente exclusiva entre los dos partidos del orden. En los procesos electorales hay una serie de mecanismos para que cambie algo —un demócrata o un republicano al mando de la Casa Blanca—, pero sin que nada se modifique estructuralmente. La presencia de legisladores de terceras fuerzas políticas es casi inexistente. Hace una década, por ejemplo, Bernie Sanders era el único senador independiente. Y, para dar batalla a nivel nacional, debió hacerlo al interior del Partido Demócrata, cuyo establishment lo boicoteó en las primarias de 2016 contra Hillary Clinton y en las de 2020 contra Biden. 

Desde que George W. Bush desreguló los aportes electorales privados —y de las corporaciones y lobistas— quedó más en evidencia que lo que realmente existe es más una plutocracia que una democracia. En 2010 la Corte Suprema, con mayoría conservadora, falló a favor de la desregulación de estos lobistas. En 2016, por ejemplo, se registraron 2.368 SuperPACs (Comités de Acción Política) ante la Comisión Federal Electoral, grupos de lobistas que invirtieron más de 1.000 millones de dólares en esas campañas presidenciales. Si se suman los gastos de los aspirantes a las Cámaras de Representantes y de Senadores, las cifras se disparan. La carrera para controlar el Capitolio insumió 4.267 millones, de dólares. El gasto total estimado alcanzó la astronómica cifra de 7.000 millones de dólares hace ocho años. Y sigue creciendo desde entonces. La contracara, por cierto, son las campañas del senador Sanders de 2016 y 2020, con pequeños aportes, situación que también se replicó en las de otros aspirantes socialistas democráticos (DSA), quienes recaudaron importantes cifras con cientos de miles de aportes de menos de 20 dólares. 

El sistema electoral estadounidense, además, es uno de los más anacrónicos, heredado del período esclavista: en cuatro oportunidades, no llegó a la Casa Blanca el candidato presidencial que más votos sacó, sino el que ganó en el colegio electoral, en el cual están sobrerepresentados algunos estados escasamente poblados. La última vez ocurrió en 2016: Trump ganó en colegio electoral (538 integrantes), a pesar de que obtuvo 2.800.000 votos menos que Hillary Clinton. Lo mismo ocurrió en 2000, cuando Bush le arrebató la elección a Al Gore, habiendo sacado menos votos que él a nivel nacional. Además, existen muchos mecanismos de supresión del voto. Esto quiere decir que a millones de personas —pobres, negros e hispanos, en su mayoría—, en cada elección, se les niega el derecho político más elemental: el derecho a votar (el informe de la ACLU, American Civil Liberties Union, “Block the Vote: Voter Suppression in 2020” muestra todos los mecanismos de supresión del voto, a quiénes afecta y por qué). La elección, además, se realiza en un día laborable (martes), el voto no es obligatorio y es necesario empadronarse para poder participar. En 2016, por ejemplo, de una población total de 325 millones de personas, había habilitados para votar 231 millones, pero sólo ejercieron ese derecho 137 millones. La participación fue de apenas el 55% de los votantes habilitados (en las presidenciales de Argentina, en 2019, la participación llegó al 81%). Trump, entonces, se convirtió en presidente con apenas el 27% de los votos del total de personas en condiciones de sufragar. 

La plutocracia estadounidense, con su sistema electoral obsoleto y conservador, devino en una farsa democrática, que se manifiesta en la banalización-espectacularización de la política. Trump es un objeto más de consumo por parte de los grandes medios de comunicación —con menos recursos financieros que Hillary Clinton, hace ocho años, logró mayor cobertura mediática por el rating que generaba a través de los escándalos que protagonizó durante toda la campaña—, pero él no es una rara avis. O al menos no totalmente, como pretenden mostrarlo los medios de prensa liberales. Todo aquel que siguió la transmisión de las convenciones demócrata y republicana en 2020 puede percibir cómo la política estadounidense devino en un gran show, con un contenido diluido. Y los candidatos parecen envases vacíos, a merced de que los expertos en marketing los vendan lo mejor posible a sus potenciales clientes-consumidores-votantes. Si bien este fenómeno no deja de ser global, en el caso de Estados Unidos, cuna de la telepolítica desde hace 1960, esta tendencia está llevada a su máxima expresión. Con el auge de las redes sociales y de las fake news, esta tendencia no hizo sino acelerarse. 

Lo singular en estas elecciones

Lo que distingue el actual proceso de los dos últimos es que en esta oportunidad la competencia interna fue mucho menor que en las primarias anteriores. La paradoja es que esto ocurrió a pesar de que Biden tiene niveles de rechazo altísimos y de que Trump es indigerible para al menos la mitad de la población estadounidense, incluida la mayor parte de la fracción globalista de la clase dominante. Si bien falta la formalidad de ratificar ambas candidaturas en las respectivas convenciones partidarias (del 15 al 18 de julio será la Republicana en Milwakee, Wisconsin; del 19 al 22 de agosto tendrá lugar la demócrata, en Chicago, Illinois) ambos partidos ya tienen sus cabezas de fórmula.

En el campamento demócrata, sólo un declive en la frágil salud del presidente podría precipitar una “renuncia histórica” (hasta hace pocos días algunos se ilusionaron con los rumores sobre una hipotética candidatura de la popular Michelle Obama). Pero hoy esa posibilidad parece cada vez más lejana. Habrá que ver quién lo secunda en la fórmula, si nuevamente Kamala Harris, o si escucha esta vez a Bernie Sanders y se inclina por alguien más progresista, para marcar un contrapunto con Trump y energizar a una base demócrata que está bastante descontenta con su gobierno (recordemos que el voto no es obligatorio por lo cual el gran desafío del oficialismo es que quienes detestan a Trump concurran a las urnas).

Entre los republicanos, en tanto, la novedad de la semana fue el retiro de Nikki Haley, quien no pudo doblegar a los trumpistas, pero cosechó un porcentaje significativo en las primaras. En su discurso de renuncia del miércoles se negó a apoyar la candidatura de Trump, lo cual fue aprovechado por los estrategas de la campaña demócrata para llamar a sus votantes a acompañar a Biden. Trump todavía no anunció quién lo secundará en la fórmula, lo cual también es un dato clave ya que, de ser electo, terminaría su mandato con 82 años, un récord histórico para cualquier mandatario. Dada su pelea con su ex vice Mike Pence —quien también participó sin suerte en las primarias republicanas— se especula con que puede elegir una candidata mujer, que le sea absolutamente leal. Pueden ser las congresistas Elise Stefanik o Marjorie Taylor Greene, ambas ultraconservadoras, con el riesgo de espantar a los más moderados. 

Lo singular, entonces, es que volverán a enfrentarse los mismos rivales que en 2020, que ambos ya fueron presidentes y que, cualquiera de los dos que asuma, se transformará en el presidente más añoso en llegar a la Casa Blanca. Trump deberá afrontar durante la campaña varios juicios penales en su contra (sería la primera vez que asuma un presidente condenado) y debe demostrar que su movimiento Make America Great Again (MAGA) no sólo le permite conquistar el partido republicano, sino también mejorar la performance electoral de los últimos seis años. Los demócratas, a pesar de tener las encuestas en contra, destacan que ganaron en las elecciones de 2018, 2020 y 2022. Los republicanos, en tanto, saben que la clave es llegar a los 270 votos en el colegio electoral, lo cual pueden concretar a pesar de perder el voto popular.

La izquierda y el progresismo, que supo tener un peso electoral muy significativo en la última década, esta vez no pudo expresarse en una precandidatura que le dé mayor visibilidad. Siguen los debates estratégicos entre quienes se inclinan por dar la pelea dentro del partido demócrata (Bernie Sanders llama a votar a Biden para derrotar la amenaza anti-derechos trumpista, a la vez que impulsa un giro en la política económica hacia una orientación más distribucionista) y quienes plantean la necesidad imperiosa de construir una alternativa por afuera, empalmando con las luchas de los sindicatos, las organizaciones sociales, los feminismos, los estudiantes, los afroamericanos, los latinos, los pueblos originarios y las organizaciones ambientalistas, quienes protagonizaron la resistencia a Trump desde 2017. 

Temas en la agenda electoral

Entre los temas de campaña se destacan la crisis fronteriza (Trump insiste con culpar a los inmigrantes latinoamericanos por la falta de empleos y problemas de seguridad, mientras el gobernador de Texas militariza la frontera y amenaza incluso con una secesión), la economía (inflación, tenue recuperación post pandemia, estancamiento del salario mínimo, aumento de la pobreza e indigencia), la trampa en Ucrania (cada vez es más improbable un triunfo de Volodimir Zelenzky, mientras crece la oposición a seguir financiándolo) y el apoyo de Biden a la ofensiva israelí contra Gaza está generándole una creciente oposición en su propio partido, en particular entre los jóvenes (tuvo su expresión electoral en las primarias), e incluso entre un vasto movimiento de judíos progresistas, que denuncian las masacres y el genocidio contra la población palestina indefensa.

Biden, representante de la fracción globalista, despliega una fuerte defensa de la OTAN, mientras que Trump, el preferido de los sectores americanistas, nacionalistas y aislacionistas, asegura que si él hubiera permanecido en la Casa Blanca los conflictos militares en Ucrania y Medio Oriente no hubieran estallado.

Otro tema volverá a ser, sin lugar a dudas, la relación con China. El avance imparable del gigante oriental, punta de lanza del ascenso de Asia-Pacífico y del reordenamiento geopolítico global, en torno al grupo BRICS —ahora ampliado— y a distintas iniciativas de cooperación, como la Ruta de la Seda, acapara buena parte de los debates en Estados Unidos y el mundo entero. Hoy crece la percepción del declive relativo del poderío estadounidense y las discusiones entre los especialistas giran en torno a cómo se va a procesar esa transformación del escenario global. Tanto la estrategia de guerra comercial de Trump como la actual de una política neokeynesiana de Biden fracasaron en recuperar la competitividad productiva estadounidense y en frenar el imparable avance chino y asiático. Estados Unidos, salvo el músculo militar y la influencia político-diplomática, tiene poco para ofrecer. Desde el punto de vista comercial, financiero y de inversiones, incluso sus aliados de Occidente cada vez dependen más de China y Asia.

Un último tema será el político-ideológico-institucional. Trump continuará con su política de “demolición” de todo lo establecido —fue y es su estrategia para presentarse, sin serlo, como un outsider— y Biden intentará nuevamente, como en 2020, ofrecerse como un muro de contención para sostener las instituciones y para que no se avancen con derechos de las minorías. El tema del aborto va a ser central en la campaña. El vergonzoso giro de la Corte Suprema ultraconservadora, en junio de 2022, anuló el fallo del caso Roe vs. Wade, una resolución que en 1973 había legalizado el derecho al aborto en todo el país. Esto les permitió a los demócratas movilizar a sus bases y mejorar su suerte electoral en las últimas legislativas.   

Proyecciones

Desde 2016, en Occidente cada vez se hace más difícil aventurar los resultados de los procesos electorales. Las encuestas suelen fallar mucho más que antes, la volatilidad es mayor y las capacidades predictivas son cada vez menores. Por eso hay que ser prudentes. Falta todavía mucho tiempo para noviembre. 

Ese año casi todos planteaban que era imposible que Trump ganara las primarias, luego que eran casi nulas sus chances de derrotar a Hillary, finalmente que no iba a poder hacer lo que había prometido en la campaña. Tras su no reconocimiento de la derrota en 2020 y su impulso a la toma del Capitolio, una vez más el coro de analistas repitió hasta el cansancio que Trump estaba acabado. Otro tanto ocurrió cuando el año pasado proliferaron, en distintas cortes estadounidenses, pedidos de inhabilitación electoral. Sin embargo, el magnate probó, una vez más, que es más resistente de lo que se cree. Algo similar, en sentido, inverso, ocurrió en noviembre del 2022. Las encuestas pronosticaban una debacle demócrata y un avance ultraconservador y eso no ocurrió. El oficialismo conservó (y hasta amplió) su mayoría en la Cámara de Senadores y apenas está 10 votos abajo en la de Representantes. Se vaticinaba también que Biden no terminaría su mandato por su enflaquecida salud y hoy es el candidato oficial de los demócratas, que intentará la reelección. 

Es cierto que las encuestas no lo favorecen, que los oficialismos están perdiendo en todo Occidente desde el inicio de la pandemia y que sus balbuceos y su frágil estado de salud siembras serias dudas —ya protagonizó varios furcios, lo cual acrecienta las dudas sobre su condición mental—, pero también puede repetir el camino que lo llevó a ganar en 2020, cuando era tan mal candidato como ahora —aunque, es cierto, era cuatro años más joven y no era presidente. El tono agresivo y punzante que exhibió este jueves en el discurso sobre el estado de la Unión, en el que criticó duramente a Trump y destacó sus logros económicos, intentó relanzar su campaña, revigorizar su alicaída figura y mostrarlo competitivo. 

Epílogo: América Latina y Argentina ante las elecciones

Más allá de la alternancia entre demócratas y republicanos, los objetivos estratégicos de Estados Unidos hacia la región se mantienen desde hace dos siglos, cuando se planteó la doctrina Monroe: alejar a potencias extrahemisféricas, mantener el control del “patio trasero” y tratar de evitar que avance cualquier proyecto de coordinación política e integración latinoamericana. El llamado “gobierno permanente de las grandes corporaciones” y el complejo militar-industrial y de inteligencia y el equilibrio de pesos y contrapesos bloquea cualquier alternativa de cambio real, como la que podía haber expresado Bernie Sanders en 2016 y 2020, quien sí es muy crítico del injerencismo estadounidense. Ante cada cambio de los inquilinos de la Casa Blanca, hay más continuidades que las aparentes. Tener esto en claro es fundamental para no alimentar falsas expectativas. Ya Obama decepcionó a quienes creyeron en su promesa de 2009 de una nueva política “entre iguales” con los países de la región.

Más allá de esta aclaración, para la región no da igual Trump o Biden. Comparten objetivos, pero existen diferencias en las tácticas y las modalidades empleadas, en el uso de hard (Trump) o soft power (Biden), en apelar más al multilateralismo (Biden) o al bilateralismo (Trump) y en la retórica más o menos agresiva, por ejemplo, contra Cuba o Venezuela. Y También en las alianzas e impulso de líderes ultraderechistas. 

En este sentido, la vuelta de Trump potenciaría todavía más a las ultraderechas, como ocurrió con Bolsonaro en Brasil en 2018. Si bien el ex presidente de Brasil hoy enfrenta la posibilidad de ser juzgado por el intento de golpe de enero de 2023, todavía conserva capacidad de movilización. Trump nuevamente en la Casa Blanca implicaría un espaldarazo político-ideológico para Milei, y reforzaría a Bukele, Kast y otros exponentes de las ultraderechas reaccionarias en la región y en el mundo. Marcaría, desde el punto de vista ideológico, una reofensiva contra cualquier política económico-social incluso tímidamente igualitarista, o contra los derechos sociales conquistados o por conquistar (sindicales, de las diversidades sexuales, del aborto legal, de las luchas de los pueblos originarios por las tierras o de los ambientalistas contra el extractivismo). Cuatro años más de Trump implicarían un corrimiento todavía mayor hacia a la derecha en Occidente, y en especial en América Latina. Es cierto que el magnate no promovió los mega acuerdos de libre comercio que impulsaban los globalistas ni impulsó guerras en el extranjero. Pero el avance de la internacional ultraderechista apañada por los trumpistas y sus émulos latinoamericanos implicarían un mayor peligro para la región. La derrota de Trump, entonces, debilitaría al gobierno de Milei y a todas las fuerzas y líderes, en cada país de la región, que se referencian en ellos.

Con respecto a Argentina, hoy el gobierno de los libertarios despliega una política de alineamiento acrítico incluso más profunda que las “relaciones carnales” que se cultivaron durante el menemismo. El seguidismo a Washington es total, aunque el gobierno sea demócrata. Pero Milei no oculta su favoritismo por Trump. Incluso viajó en febrero a participar de la Conferencia de Acción Política Conservadora, oportunidad en la que se sacó una foto con el expresidente republicano, quien le prodigó halagos. En el plano interno, entonces, la reelección de Biden o el triunfo de Trump van a impactar en forma distinta. Y este es otro motivo para seguir de cerca el proceso electoral estadounidense. 

FUENTE: https://tektonikos.website/sintomas-de-envejecimiento-imperial/

En tiempos borrascosos, peligrosos y con tambores de guerra de fondo, es cuando la prudencia debe ser la mejor herramienta para no ser involucrado en conflictos “lejanos” y “distantes” del Interés Nacional de la Argentina, en su momento de mayor debilidad del País tanto en lo: político, económico  y social y mas en el área de la Defensa Nacional, la administración de Javier Milei arrastra a la argentina a posiciones antagónicas con su tradicional postura diplomática y de política internacional de neutralidad entre los grandes bandos en pugna por el Nuevo Orden Mundial (NOM), en pleno desarrollo, que siempre nos caracterizó y que además fue muy positiva para la Argentina porque la neutralidad en la I y II Guerra Mundial permitio el desarrollo de la industria con tecnologías y ciencias propia que a la postre nos beneficio a toda la sociedad…de todo ello conversamos y analizamos hoy 15 de Abril del 2024 con el Periodista Alfredo Guruceta en su programa de Tv por cable “Con sentido común” que se difunde por canal “C” de cablevisión y por Flow 539 en todo el País y Uruguay.

Prof. Lic. Carlos Pereyra Mele

Director de Dossier Geopolitico

Por Gustavo Ng para Tektonikos

La emblemática ofensiva contra un observatorio astronómico y los errores de comunicación.

Como toda nación soberana, los Estados Unidos de Norteamérica defienden sus intereses. El actual gobierno argentino ha decidido también defender los intereses de Estados Unidos. Al recibir en Tierra del Fuego a la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur de los militares norteamericanos, el presidente Javier Milei anunció “una nueva doctrina de política exterior para Argentina” y explicó que “definir alianzas estratégicas es un elemento central de una política exterior inteligente. Pero estas alianzas no pueden estar basadas simplemente en intereses económicos, tienen que estar ancladas en una visión común del mundo”.

En las semanas anteriores hubo un peregrinaje de importantes funcionarios de la Casa Blanca, que incluyó las visitas del titular del Departamento de Estado, Anthony Blinken, y del titular de la CIA, William Burns. Por otra parte, la Administración General de Puertos de Argentina firmó un convenio para la participación de ingenieros del ejército estadounidense en tareas de capacitación en la Red Troncal Paraná-Paraguay, llamada “Hidrovía”. Además, EE.UU. intercedió en la venta de aviones de combate F16 de Dinamarca, de fabricación norteamericana, para la Fuerza Aérea argentina. 

En Tierra del Fuego, el presidente Milei anunció la construcción de una base naval que, según su vocero Manuel Adorni, “convierte a la Argentina y EE.UU. en la puerta de entrada al continente blanco. Esto es parte de nuestra integración al mundo occidental y desarrollado, para afianzar nuestra soberanía ante la invasión de buques extranjeros que durante años tuvieron vía libre para depredar nuestro mar».

Si el alineamiento de Argentina con EE.UU. causa cierto escozor en el sentimiento patriótico argentino, la sensación se inflama en la Patagonia, cuando lo que se defiende son los intereses de la OTAN en el Atlántico Sur. Resulta indigerible, aun para los más entusiastas con el presidente argentino, resignarse a la invasión británica, materializada en su enclave de las Islas Malvinas. Y esa base es de un miembro de la OTAN, organización que Estados Unidos lidera. El general Martín Balza precisó que el país del Norte le proporcionó a Gran Bretaña “oportuna, amplia, actualizada y eficaz información e inteligencia satelital, que contribuyó a una guerra electrónica que facilitó las operaciones británicas”, le proveyó “misiles Sidewinder (aire-aire) y misiles antirradar Shrike” y le cedió “el uso de la importante base aeronaval de la isla Ascensión, que fue determinante desde el punto de vista logístico y operativo para la flota y la fuerza aérea británicas.”

“Los comunistas no entran ahí”

En defensa de sus intereses soberanos, Estados Unidos quiere a China fuera de América Latina. Ha decidido no cooperar con China en la región. No cooperar, pero tampoco competir. Como en el caso de la tecnología del 5G, pareciera que EE.UU. hubiera perdido su confianza en sí misma para competir con China, y como manotazo de ahogado, solamente busca eliminar a quien considera su rival.

Al alinearse con Washington, el gobierno “libertario” se sube a la cruzada de eliminar a China en la región. “No sólo no voy a hacer negocios con China: no voy a hacer negocios con ningún comunista. Yo soy un defensor de la libertad, de la paz y la democracia. Los comunistas no entran ahí. Los chinos no entran ahí”, dijo Milei al periodista Tucker Carlson.

El plan norteamericano de “China fuera de nuestro patio trasero”, tiene entre sus focos el del observatorio astronómico acordado entre Argentina y China instalado en la provincia de Neuquén.

El observatorio, que tiene el inasible nombre de “Estación de Espacio Profundo CLTC-CONAE-NEUQUÉN”, fue resistida, al igual que toda cooperación entre el gobierno de los Kirchner y China. La relación con el país oriental fue combatida por grandes sectores de la oposición y hasta por una parte conservadora del Partido Justicialista. Por supuesto, a este embate no le faltó promoción en los Estados Unidos. En julio de 2018, el New York Times publicó una nota en la que aseguraba que “desde una estación espacial en Argentina, China expande su presencia en Latinoamérica”. Seis meses después, el senador peronista Miguel Pichetto presentó un proyecto para crear una comisión bicameral para que acudieran funcionarios a brindar informes sobre el observatorio y tuviera “acceso irrestricto a las instalaciones de seguimiento terrestre, comando y adquisición de datos en el territorio de la provincia del Neuquén, y a toda documentación pertinente”.

El relato contra el observatorio astronómico es impecable. Una síntesis sería: “Es una base militar china, que el Partido Comunista utiliza para espiar a los países libres, que el gobierno de los Kirchner permitió instalar a cambio de beneficios personales para sus corruptos funcionarios”. 

En un mismo día, Diario Perfil titula “El ‘lado oscuro’ de la base china: qué se sabe de las actividades de la instalación en Neuquén” y La Nación, “ ‘No nos dejaron ni acercarnos’. El enigma de la base china en el desierto neuquino que incomoda a EE.UU.” (atribuyendo la aseveración a “una policía de la comisaría 36° de Bajada del Agrio”).

Se trata de un relato fácil de entender, pregnante y que causa el entusiasmo que genera todo odio al peronismo conducido por Néstor y Cristina Kirchner.

Está adobado con el velo de lo oculto y lo turbio que se le atribuye a China, y la pericia comunicativa con que está diseñado se revela, por ejemplo, en que el observatorio haya pasado de “estación” a “base”. Con la insistencia de que el lugar es manejado por los militares chinos, el término “base” induce automáticamente a la idea de “base militar”.

Asimismo, ante una nueva presencia estos días de la generala Richardson (precedida por una declaración del embajador norteamericano Marc Stanley: “Me sorprende que Argentina permita que las Fuerzas Armadas chinas operen en Neuquén”), el gobierno argentino se apura a prometer que hará una inspección de observatorio.

Siendo que en el observatorio está presente la Comisión Nacional de Asuntos Espaciales (CONAE), que depende del Poder Ejecutivo, debería hablarse de una intervención más que de una inspección

Una inspección, tal como había pedido Pichetto en 2019, instala la idea de que el observatorio está en una jurisdicción de China de la cual Argentina está afuera, como si fuera un territorio ganado por un país invasor. El relato ignora por completo que el observatorio fue aprobado por el Congreso de la Nación Argentina en 2015 mediante la ley 27.123. Y que Argentina tiene un contrato con la Unión Europea exactamente igual para operar en forma conjunta un observatorio que se ubica en Malargüe, Mendoza, bastante cerca del que está en Neuquén y sobre el cual jamás nadie hizo ninguna crítica.

Un experimento de comunicación

En estos días, la campaña para atornillar en el fondo del sentido común de los argentinos que el observatorio es un aparato dispositivo diabólico de China, es torrencial. La noticia corre como un reguero de pólvora en medios de Argentina, es amplificada en Occidente —France 24— y trasciende a otros países de América Latina —Forbes México, Montevideo Portal. El peronista Carlos Ruckauf, exvicepresidente de la Nación durante la gestión de Carlos Menem y exgobernador de la provincia de Buenos Aires, le dice a la CNN que “está bueno que Milei haya puesto el ojo en la política exterior, lejos de las dictaduras y cerca de las democracias. Es positivo para el país porque EE.UU. no tiene en la región un aliado mediano como la Argentina”.

El relato sobre el observatorio astronómico de China y Argentina en la provincia de Neuquén está erigiéndose como una estrategia comunicativa emblemática. Es un modelo de una dimensión, una intensidad y una nitidez tales, que no es difícil concebir que pueda ser utilizado para otros proyectos de cooperación entre China y algún país de América Latina.

El ataque se desarrolla, además, en el escenario de la decisión del actual Gobierno argentino de desmantelar la producción científica local. En el observatorio trabajan científicos chinos y científicos argentinos. Lo que se está buscando destruir es un mecanismo de cooperación científica —no sólo con China, sino con la comunidad de astrónomos mundial, que también utiliza el observatorio.

El alineamiento colonial típicamente otorga la producción —de conocimiento, así como la producción industrial— al Imperio y la extracción a la colonia. Esta es la concepción estructural que fundamenta la decisión del actual Gobierno de reducir o desintegrar al CONICET, las universidades, las empresas estatales con áreas de investigación y desarrollo, y toda otra instancia de producción científica. 

La campaña contra el observatorio astronómico ha tenido resistencias. Ya en 2016, durante el gobierno de Mauricio Macri, se aprobó un protocolo adicional que establece que el acuerdo entre Argentina y China “se implementará exclusivamente con miras al uso civil en el campo de la ciencia y la tecnología, y la información resultante de ninguna manera podrá ser utilizada con fines militares”.

Estos días, Agustín Rossi, exministro de Defensa durante la gestión de Alberto Fernández, afirmó que el observatorio “no es militar, sino experimental” y señaló que en la misma provincia patagónica “hay una base civil del Comando Sur de Estados Unidos”.

Pero como se sabe, en la comunicación masiva el ataque certero aparece en la tapa del diario y se instala como verdad, mientras la desmentida, aun reconocida por el Poder Judicial, aparece tres días después en las páginas interiores, sin fotos, en una gris columna negra neutra, que no produce ningún efecto.

El contrato entre Argentina y China para la construcción y uso del observatorio no fue comunicado desde un principio. Se decidió un vacío de comunicación, que la oposición y EE.UU. están llenando con una orgía de “verdades”.

Ante esta fiesta, poco sirve referir que Pablo Coppari, conductor del ciclo “Sorprendente Argenchina”, de la Televisión Pública, para informar sobre la cooperación entre Argentina y China, entró en el observatorio hace cuatro años y registró en un documental todo lo que había allí dentro. Está en YouTube, libre para quien quiera verlo.

Tampoco sirvieron la publicidad de varias visitas. Por ejemplo, referentes del Gobierno de Neuquén, del Consejo Profesional de Ingeniería de Telecomunicaciones, Electrónica y Computación (COPITEC), del Colegio de Ingenieros de la Provincia del Neuquén, de la Universidad Nacional del Comahue y de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), Facultad Regional Neuquén, estuvieron en mayo del 2023.

En agosto de 2019 Leandro Groetzner de la CONAE, Wang Jizhou de CLTC y Alejandra Di Crocco del gobierno de la provincia del Neuquén, junto a Mariano Jordan de la Secretaría de Gobierno de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, Mariano Enrico de la Cancillería Argentina, Rodolfo Lafitte exsecretario de Gestión Pública neuqino, Gustavo Romero director del Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR) y funcionarios e investigadores de la CONAE y de CLTC, recibieron a agregados científicos y funcionarios de las embajadas de Alemania, Brasil, China, Italia, el Reino Unido y… Estados Unidos.

La comunicación en el caso de esta batalla ha sido reactiva, es decir, en principio fue pasiva. El Gobierno nacional, el gobierno de Neuquén y China, podrían haber desarrollado una acción de comunicación desde el principio, instalando por ejemplo un centro de interpretación junto al observatorio para que los turistas fueran a visitarlo, y en el que algunos monitores mostraran lo que hacían los científicos en el interior —como hace el documental de Coppari. 

Hubieran podido imitar lo que la provincia de San Juan ha hecho con el Complejo Astronómico El Leoncito (CASLEO), que no solamente es comunicado, sino que la difusión es aprovechada como atractivo turístico. Se ha construido un hotel y una plataforma astronómica en la que un astrónomo da una charla de dos horas mientras los visitantes observan por una serie de telescopios el cielo nocturno.

Podría haberse establecido un mínimo mecanismo de comunicación que fuera informando de las actividades que se desarrollaban en el interior del observatorio en clave de divulgación científica. Por ejemplo, el observatorio es utilizado para la exploración que hace China de la Luna y de Marte. El cohete que llevó la sonda china a Marte tenía en su cabeza, pintada, la bandera argentina como logo de la CONAE. Salvo la revista especializada DangDai, ningún medio argentino, ni alineado con Estados Unidos, ni antimperialista, informó que Argentina formó parte del proyecto internacional liderado por China que llegó a Marte. Ningún medio asoció el observatorio a la participación de Argentina para que la humanidad llegara a Marte.

El observatorio podría haber aprovechado la astronomía como una marca de Argentina, la Patagonia o Neuquén, así como se ha hecho con los dinosaurios. En cambio, los gobiernos de Argentina, Neuquén y China, eligieron el silencio. En el caso de China la comunicación pareciera no poder escapar de la trampa de informar al público de otros países con la misma estrategia de comunicación masiva con que el gobierno informa a la sociedad china, esto es, sólo se dice lo que el Estado decide y si no es la palabra del Estado, sólo hay silencio.

Vemos aquí, con el caso de este observatorio, las consecuencias de la decisión de utilizar la no-comunicación de China. Y si el modelo de ataque a China utilizado con el observatorio va a ser replicado, es esperable que Estados Unidos y todos los medios de comunicación latinoamericanos que están cómodos habitando su patio, se hagan una fiesta, como ya sucedió en Argentina con el proyecto agrícola en el Valle Medio del Río Negro o el proyecto de la instalación de granjas porcinas, así como pareciera que empieza a suceder con algunas empresas chinas que se disponen a desarrollar la explotación del litio en el noroeste.

Fuente: https://tektonikos.website/disparen-contra-china/

¡¡ ARGENTINA EN SU HORA MÁS OSCURA !!

Es el título de la columna para el Club de la Pluma del director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, en referencia al vergonzoso alineamiento internacional del país con EEUU, Inglaterra y la OTAN, de la mano del ejecutivo de Milei y de los referentes locales permeables a Norteamérica, lo que consolida el despliegue en Argentina de todos los instrumentos de la guerra híbrida que los anglosajones libran por todo el mundo, transformando a nuestro país en la triste figura de un vasallo feudal propio del siglo XII, reinstalando un neocolonialismo imperial norteamericano y reduciendo a nuestro gobierno a un mero gerente administrador de los intereses de Washington.

A lo largo del audio, analiza la visita de la Jefa del Comando Sur de EEUU, general Laura Richarson y de lo que ordenó, decidió y se apropió de nuestra soberanía nacional, demostrando la total y obsecuente subordinación del gobierno nacional a la estrategia imperial de hacerse con el Atlántico Sur, las Malvinas y del paso bioceánico, además de cederle el manejo de los recursos naturales y de permitir controlar y censurar cualquier posible relación con “potencias malignas”. Una visita que siguió a la del director de la CIA, William J. Burns, quién en otra demostración de poder y oscurantismo, “anudó acuerdos” de inteligencia y seguridad con el Ministerio del Interior.

AUDIO DE LA COLUMNA DE GEOPOLITICA

Además, Pereyra Mele abordó otras cuestiones muy comprometedoras para la independencia del país, cómo:

  • La confirmación de la renuncia argentina a ser parte de los Brics con un claro posicionamiento internacional en contra de los vientos del cambio hacia la multipolaridad global.
  • La pretensión de Milei de que Argentina participe en los conflictos de Ucrania e Israel, siempre a favor de los anglosajones y bajo la doctrina de “las guerras preventivas”.
  • La nueva ocurrencia del gobierno libertario de ser parte de la OTAN cuando no dispone de fondos para ello, ni tropas, ni equipamiento militar.
  • Proyectos de instalación de bases militares y navales conjuntos con EEUU y con el personal extranjero en régimen de total impunidad diplomática.
  • Compra de aviones F-16 norteamericanos permitiendo el control de Washington sobre nuestra defensa aérea.
  • La intención de Milei es que Argentina renuncie a su tradicional postura de no intervención en los asuntos externos de terceros países, ni de participar de los conflictos, ni de enfrentamientos entre potencias.
  • Estas y otras concesiones de soberanía sin ninguna contrapartida, sin promesas de inversiones económicas o productivas, sin acceso al crédito externo, ni de reprogramar la deuda, ni impulsar exportaciones, ni nuevos mercados.
  • ¡¡ ES ENTREGAR TODA NUESTRA SOBERANÍA A CAMBIO DE NADA !!

 Y concluye con que estamos viviendo horas difíciles, graves y  oscuras por apenas 100 días de un gobierno que puede arrastrar a la Argentina a su destrucción y con consecuencias que pagarán las actuales y futuras generaciones. Y que si el pueblo no toma conciencia de ello y no actúa, seremos basura de la historia.

Eduardo Bonugli (Madrid, 14/04/24)

Con una respuesta medida y política al ataque de Tel Aviv contra el consulado de Teherán en Damasco, la República Islámica gana la iniciativa en Asia Occidental

por Eduardo J. Vior
analista internacional especial para Dossier Geopolitico

Este sábado a la noche Irán disparó más de 300 drones y varios cohetes de crucero sobre objetivos militares en Israel. A pesar de que la “cúpula  de hierro” antiaérea que protege al Estado sionista logró derribar más del 90% de los proyectiles, la masividad del ataque permitió a suficientes piezas filtrarse, como para producir severos daños en una base aérea del sur y otra de inteligencia en el norte. Sólo una niña resultó herida. 

La evidencia de que Israel es vulnerable se sumó al desasosiego entre la población que ya había producido el domingo anterior el anuncio de que sus tropas se habían retirado de Gaza. Durante la semana pasada varios comentaristas certificaron la derrota de su país en los seis meses de invasión al territorio gazatí y las subsecuentes amenazas del gobierno de derecha/ultraderecha contra Irán se evidenciaron vacuas, porque el presidente norteamericano Joe Biden prohibió a Benyamin Netanyahu  responder al ataque persa. Irán ha ocupado el centro del escenario regional en un cambio epocal que repercutirá en todos los frentes.

Durante su bombardeo de este fin de semana Irán sólo atacó objetivos militares de Israel y casi no produjo víctimas. Este domingo el mayor general Hossein Salami, jefe del Cuerpo de Guardias de la Revolución Islámica (IRGC, por su nombre en inglés), advirtió sobre respuestas aún más duras, si Israel decide tomar represalias. Por su parte, Mohammad Bagueri, jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas iraníes, reveló que el cuartel general de la inteligencia israelí en el Monte Hermón y la base militar de Nevatim fueron atacados y destruidos con éxito utilizando misiles balísticos y de crucero. La base aérea de Nevatim  está ubicada en el desierto de Néguev, en el sur de Israel, desde donde el ejército de este país el 1º de abril atacó con sus F 35 el consulado iraní en Damasco, asesinando a Mohammad Reza Zahedi, comandante de la Fuerza Quds (Jerusalén) de operaciones exteriores de la IRGC, y a otros seis altos mandos. Se estima que siete cohetes impactaron en el aeropuerto. Por su parte, el portavoz del ejército israelí admitió este domingo que el objetivo fue dañado.

Irán ha dado por concluida su represalia, pero su oferta de cese al fuego en Gaza fue rechazada por Israel. Los EE.UU. y la UE quieren que todo termine en este punto, pero lo más probable es que Israel lance su propia represalia. Sin embargo, por ahora, según versiones del sensacionalista Yedioth Ahronoth, tras la conversación telefónica que Netanyahu y Biden mantuvieron este domingo, Tel Aviv ha postergado toda respuesta.

El ataque iraní sucedió al retiro, el domingo 7, de las tropas israelíes que habían invadido la Franja de Gaza seis meses antes. La guerra estalló tras un ataque contra Israel perpetrado por Hamás y otras tres  organizaciones palestinas el 7 de octubre de 2023, en el que, según cifras israelíes, murieron 1.200 personas, en su mayoría civiles. Durante la incursión fueron tomadas como rehenes 253 personas. Algunos fueron canjeados por prisioneros palestinos que estaban en las prisiones israelíes, pero todavía hay unos 130 retenidos en Gaza, si bien se presume que al menos 34 están muertos.

Según el ejército israelí, unos 600 de sus soldados han muerto desde entonces y muchos miles han sido heridos. Al menos 33.000 personas, la mayoría de ellas mujeres y niños, fueron muertos por los ataques israelíes. Según la ONU, el 85% de la población de la Franja de Gaza, donde viven más de 2,3 millones de personas, se ha visto obligada a evacuar sus hogares por los ataques de Israel. El mes pasado un informe de Integrated Food Security Phase Classification, una respetada red internacional de información sobre el hambre, advirtió sobre una hambruna inminente en Gaza. Según la ONU, se espera que la mitad de la población de la Franja de Gaza (1,11 millones de personas) enfrente condiciones alimenticias catastróficas.

Sin embargo, no fue el desastre humanitario el que forzó la retirada israelí de la Franja de Gaza. Mucho más importantes fueron la llamada de Biden a Netanyahu tras el ataque israelí al consulado iraní en Damasco; la incapacidad israelí para acabar con la resistencia palestina; la falta de reservistas para las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI); la crisis económica en Israel tras seis meses de movilización; las manifestaciones masivas contra Netanyahu dentro del país reclamando la liberación de los rehenes así como aquéllas contra Israel en el exterior; la negociación en El Cairo entre Israel y Hamás con la mediación de Egipto y Qatar; la guerra de desgaste que la milicia libanesa Hezbolá lleva contra el norte de Israel y, sobre todo, el temor norteamericano al estallido de una gran guerra regional con Irán que obligaría a EE.UU. a defender a Israel y llevaría a la confrontación directa con Rusia y China, aliados de la República Islámica.

Imagen cedida por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) de tropas israelíes realizando una operación militar en la Franja de Gaza. | Foto:Xinhua/Fuerzas de Defensa de Israel
El ejército israelí no pudo destruir a la Resistencia Palestina

Respetables analistas israelíes, tanto civiles como militares, constataron la semana pasada la derrota de su país en Gaza. Varios factores se aducen para fundamentar este aserto:

El primer fracaso de las FDI ha sido estratégico. El ejército de Israel sólo ha logrado a medias los objetivos de guerra de sus políticos (destruir las capacidades militares de Hamás; sacarlo del poder en Gaza y rescatar a los rehenes). A pesar de la destrucción producida, Hamás está lejos de ser destruido. 

El segundo fracaso de los militares israelíes consistió en la forma en que llevaron a cabo esta guerra, específicamente los altos niveles de destrucción y muerte de civiles, así como los saqueos que las propias tropas filmaron.

El tercer fracaso deviene de su obstrucción de los esfuerzos internacionales por llevar ayuda a los habitantes de Gaza. Los militares impidieron sistemáticamente la llegada de los socorros para la población civil y atacaron a  las organizaciones humanitarias ante las cámaras de todo el mundo provocando numerosas bajas entre los cooperantes civiles.

El balance de la situación actual es pésimo para Israel y sus aliados occidentales:

  1. Con su represalia del sábado 13 Irán asestó un golpe demoledor al prestigio de la “cúpula de hierro”. Demostró su inutilidad ante un ataque masivo y escalonado con enjambres de drones a los que suceden diferentes categorías de cohetes. En la última década y media la República Islámica ha incentivado especialmente el desarrollo de tecnologías propias en estas áreas y cuenta con decenas de miles de proyectiles de fabricación fácil y económica.
  2. Tras la derrota en Gaza y la vergüenza que las FDI pasaron esa noche, la desazón cunde entre la población israelí. Durante más de medio siglo se le inculcó un sentimiento de superioridad racial que hoy se ve desautorizado por la realidad. Le falta orientación y apoyo para cambiar su forma de ver el conflicto.
  3. Al mismo tiempo, tanto la población palestina como los pueblos árabes y el propio pueblo iraní (del que 40% está sumido en la pobreza) se sienten reivindicados frente a una potencia que perciben como opresiva y amenazadora. Este nuevo estado de ánimo va a tener inmediatas consecuencias políticas.
  4. Irán ha pasado a tener la iniciativa regional y ha puesto en entredicho a aquellos monarcas y mandatarios árabes y turcos que temían enfrentarse a Israel.
  5. Si bien para la Casa Blanca es un alivio que, por ahora, se haya evitado una guerra regional que podría involucrar a toda la alianza occidental, el poderío alcanzado por Irán la obligará a tomarlo en cuenta como un interlocutor serio o tratar de destruirlo en una conflagración mayor.
  6. Finalmente, Rusia y China han obtenido la confirmación de que su estrategia de jugar a ganar tiempo ha sido correcta. Si la derrota de Israel se confirma, sólo necesitan esperar hasta que Ucrania caiga y las potencias occidentales se avengan a una negociación sobre el orden global.

De todas maneras, no es de esperar que el gobierno de Israel acepte sin más la situación actual. La oposición interna ya está agitando para provocar la caída del gabinete y la modificación de las leyes que el año pasado recortaron el poder de la Suprema Corte. Además, si Netanyahu abandona el gobierno, se verá confrontado con los juicios por corrupción que lo acosan.

Tampoco las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se conformarán con la derrota que sufrieron y buscarán la revancha. Es previsible que recrudezca la represión sobre los palestinos y que, al menos esporádicamente, continúen los bombardeos sobre Gaza. No hay que descartar la multiplicación de los atentados terroristas en Irán dirigidos desde las bases israelíes en el Kurdistán iraquí. Más improbable, empero, es que las FDI se atrevan a atacar frontalmente a Irán, aunque sea en el próximo tiempo. 

El nuevo balance de fuerzas en Asia Occidental repercutirá sobre la guerra en Ucrania. A menos de que las facciones más duras dentro de la alianza occidental se impongan y comprometan a la OTAN a un enfrentamiento directo con Rusia, Irán ha demostrado que la alianza euroasiática por ahora es invencible en el campo de batalla. Pero también ha evidenciado su disposición a negociar. Esperemos que todos los involucrados se hayan dado cuenta.

Por Martín Jay(*) para la Fundacion de la Cultura Estrategica

El ataque con aviones no tripulados de Irán ha abierto una lata de gusanos que Biden hubiera preferido que no se hubiera abierto.

Es irónico para los analistas occidentales cómo invariablemente es Oriente el que mantiene la cabeza fría y no muerde el anzuelo de la escalada, mientras que Occidente es el que es imprudente, temerario y descuidado con sus provocaciones. En Ucrania no hemos visto más que esto acompañado de errores de cálculo y malas decisiones por parte de la OTAN. Y ahora estamos viendo esto en Israel, ya que, sorprendentemente, Joe Biden ha logrado verse atrapado en una guerra regional entre Israel e Irán, un sueño para este último durante más de 30 años.

La reacción de Irán al bombardeo de su consulado en Damasco fue muy mesurada, bien pensada y llevada a cabo con una cierta sobriedad que no será igualada por Israel y Estados Unidos.

Teherán no quería matar civiles sino simplemente enviar un mensaje de que Israel había cruzado una línea y si vuelve a hacer esto, entonces habrá más ataques de Irán, tal vez misiles intercontinentales con un impacto más profundo que los drones baratos. Eso no quiere decir que los drones no fueran efectivos. Estaban realizando la tarea específica que los iraníes querían de ellos, sabiendo muy bien que la mayoría de ellos serían interceptados.

Pero la medida de Teherán todavía fue un shock para muchos expertos occidentales y sin duda también para la camarilla de Netanyahu, ya que rompió varios mitos en una sola noche. En primer lugar, que Irán tendría el coraje de bombardear directamente a Israel, algo que muchos expertos descartan sin pensarlo. El hecho de que Irán esté dispuesto a utilizar sus misiles para matar potencialmente a civiles en suelo israelí cambia la dinámica ahora, ya que Israel ya no puede adivinar cuál será la venganza si continúa con sus salvajes bombardeos contra soldados iraníes, incluso en suelo sirio.

En segundo lugar, también derriba el mito de que Israel tiene la capacidad de afrontar la guerra en más de un frente.

Durante toda la noche, mientras el ejército estaba ocupado, los habitantes de Gaza disfrutaron de una noche pacífica sin ningún bombardeo y recurrieron a las redes sociales para celebrar la distensión. El ejército de Israel no tiene la capacidad ni la fuerza para librar una guerra en Gaza ni tampoco una desde un segundo frente, como un ataque masivo con drones, y mucho menos un tercero de Hezbollah en el Líbano, si fuera necesario.

Y en tercer lugar, el papel de los socios. Israel no podría haber pasado la noche y haber obtenido lo que afirma ser una tasa de acierto del 99 por ciento sin la ayuda de socios como los aviones de combate británicos de la RAF que ayudaron, sin mencionar al rey Abdullah de Jordania, cuya fuerza aérea también derribó los drones. Si estas relaciones, junto con las de Estados Unidos, se ponen a prueba y se llevan más allá de sus límites, la vulnerabilidad de Israel se vuelve, cuando menos, polémica.

Por eso, la forma en que Netanyahu juegue sus cartas en los próximos días es crucial para que Israel se mantenga en buenos términos con sus aliados occidentales, pero también para que, de manera realista, permanezca en el juego. El ataque con aviones no tripulados de Irán ha abierto una lata de gusanos que Biden hubiera preferido que no se hubiera abierto. Según algunos informes, se cree que Biden le dijo a Netanyahu que diera marcha atrás y abandonara a los iraníes, por temor a que la situación se saliera de control. ¿Podría Biden seriamente ir a las urnas en diciembre de este año con una hoja de trucos de política exterior que incluía retirarse de Afganistán, comenzar una guerra en Ucrania que lo humillará a él y a la OTAN cuando Rusia inevitablemente gane y ahora comience una guerra mundial con Irán? Analistas experimentados han aventurado que no podrá evitar aumentar las apuestas y lanzar un ataque de venganza contra Irán o sus representantes. Por supuesto, esto pondría a prueba la relación con Estados Unidos y la llevaría al límite, un truco que Biden espera que Netanyahu no lleve a cabo. Dado que es casi seguro que esto llevará la relación entre Biden y Netanyahu a un punto de ruptura y le dará a Irán la victoria de cualquier manera, es difícil entender cómo la mayoría de los expertos occidentales no vieron el ataque con aviones no tripulados como una gran victoria para Teherán. La táctica de Netanyahu será que Biden es débil y ahora está perdido en el laberinto del belicismo en Oriente Medio. También pensará que Biden tendrá que presentarse ante los halcones de Washington como un vencedor y, por eso, ahora se encuentra en una situación más profunda que nunca, a medida que se agotan las opciones y la ventana para el pensamiento racional parece ya no existir. La pesadilla de Biden con Netanyahu apenas comienza.

(*)Martín JAY Martin Jay es un periodista británico galardonado que vive en Marruecos, donde es corresponsal de The Daily Mail (Reino Unido), y anteriormente informó sobre la Primavera Árabe allí para CNN, así como para Euronews. De 2012 a 2019 residió en Beirut, donde trabajó para varios medios de comunicación internacionales, incluidos BBC, Al Jazeera, RT, DW, además de informar de forma independiente para el Daily Mail del Reino Unido, The Sunday Times y TRT World. Su carrera lo ha llevado a trabajar en casi 50 países de África, Medio Oriente y Europa para una gran cantidad de importantes medios de comunicación. Ha vivido y trabajado en Marruecos, Bélgica, Kenia y Líbano.

Las opiniones de los contribuyentes individuales no representan necesariamente las de la Fundación Cultura Estratégica y las de Dossier Geopolitico

Entrevista publicada originalmente en francés el 12 de enero de 2024 en Le Figaro y reproducida en castellano el 18 de febrero de 2024 en Kalewche. Por Alexandre Devecchio

Historiador, economista, antropólogo, sociólogo, politólogo, demógrafo, analista internacional, uno de los «últimos mohicanos» del pensamiento científico riguroso y totalizador, prolífica rara avis en unas humanidades cada vez más desquiciadas por las divagaciones subjetivistas de la posmodernidad y la fragmentación academicista del conocimiento (por no hablar de la «corrección política» y su cultura de la cancelación), el francés Emmanuel Todd no necesita presentaciones, al menos en Kalewche. Siempre dice cosas estimulantes, cosas que nos hacen pensar y debatir un montón, aunque no siempre estemos de acuerdo con él.

El año pasado publicamos dos entrevistas que le hicieron sendos periódicos parisinos: el diario Le Figaro y la revista Marianne. Hoy traducimos una tercera: “Nous assistons à la chute finale de l’Occident”, que viera la luz el lunes 12 de enero de este año en Le Figaro. El entrevistador es Alexandre Devecchio, un conocido periodista de la prensa liberal-conservadora de Francia (el mismo de la interviú “La Tercera Guerra Mundial ha comenzado”, que difundimos aquí en el verano austral de 2023). El disparador de la nueva entrevista con Le Figaro es la salida de imprenta del último libro de Todd: La Défaite de l’Occident (París, Gallimard, 2024), con la colaboración de Baptiste Touverey. No hay todavía traducción castellana.

-Según usted, el punto de partida de este libro fue la entrevista que concedió a Le Figaro hace poco más de un año, titulada “La Troisième Guerre mondiale a comencé” (“La Tercera Guerra Mundial ha comenzado”). Usted ve ahora la derrota de Occidente. Pero la guerra no ha terminado…

-La guerra no ha terminado, pero Occidente ya no se hace ilusiones de que sea posible una victoria ucraniana. Esto aún no estaba claro para todo el mundo cuando escribí, pero hoy, tras el fracaso de la contraofensiva de este verano [boreal] y el fracaso de Estados Unidos y otros países de la OTAN a la hora de suministrar a Ucrania suficientes armas, el Pentágono estaría de acuerdo conmigo.

Mi valoración de la derrota de Occidente se basa en tres factores.

En primer lugar, la deficiencia industrial de Estados Unidos, con la revelación del carácter ficticio del PBI estadounidense. En mi libro, desinflo este PBI y muestro las causas profundas del declive industrial: la insuficiencia de la formación en ingeniería y, más en general, el descenso del nivel educativo, que comenzó en 1965 en Estados Unidos.

A un nivel más profundo, la desaparición del protestantismo estadounidense es el segundo factor de la caída de Occidente. Mi libro es básicamente una secuela de La ética protestante y el espíritu del capitalismo, de Max Weber. En vísperas de la guerra de 1914, Weber creía con razón que el ascenso de Occidente era en el fondo el ascenso del mundo protestante: Inglaterra, Estados Unidos, Alemania unificada por Prusia, Escandinavia. Francia tuvo la suerte de estar geográficamente cerca del grupo de cabeza. El protestantismo había producido un alto nivel de educación, sin precedentes en la historia de la humanidad, la alfabetización universal, porque exigía que cada fiel pudiera leer por sí mismo las Sagradas Escrituras. Además, el miedo a la condenación y la necesidad de sentirse elegido por Dios condujeron a una ética del trabajo y a una fuerte moral individual y colectiva. En el lado negativo, esto condujo a uno de los peores racismos que jamás hayan existido –antinegro en Estados Unidos y antijudío en Alemania–, ya que, con sus elegidos y condenados, el protestantismo renunció a la igualdad católica de los hombres. El avance educativo y la ética del trabajo produjeron un considerable avance económico e industrial.

Hoy, simétricamente, el reciente hundimiento del protestantismo ha desencadenado un declive intelectual, una desaparición de la ética del trabajo y una codicia masiva (nombre oficial: neoliberalismo). El ascenso se está convirtiendo en la caída de Occidente. Mi análisis del elemento religioso no es nostálgico ni moralista: es una observación histórica. Además, el racismo asociado al protestantismo también está desapareciendo y los Estados Unidos han tenido su primer presidente negro, Obama. No podemos sino felicitarnos por ello.

-¿Y cuál es el tercer factor?

El tercer factor de la derrota de Occidente es la preferencia del resto del mundo por Rusia. Rusia ha descubierto discretos aliados económicos en todas partes. Un nuevo poder blando conservador ruso (anti-LGBT) se hallaba en pleno apogeo cuando quedó claro que Rusia estaba a la altura del desafío económico. Nuestra modernidad cultural parece en gran medida demencial para el mundo exterior: una observación de antropólogo, no de moralista retro. Además, como vivimos del trabajo mal pagado de los hombres, las mujeres y los niños del antiguo Tercer Mundo, nuestra moral no es creíble.

En este, mi último libro, quiero huir de la emoción y del juicio moral permanente que nos envuelven y ofrecer un análisis desapasionado de la situación geopolítica. Estoy de luto por la muerte de mi padre espiritual en historia, Emmanuel Le Roy Ladurie, y lo admito todo: no soy un agente del Kremlin, ¡soy el último representante de la escuela francesa de historia de Annales!

-¿Podemos hablar realmente de una guerra mundial? ¿Y Rusia ganó realmente? Estamos en una especie de status quo…

-Los norteamericanos van a buscar un status quo que les permita ocultar su derrota. Los rusos no lo aceptarán. Son conscientes no sólo de su inmediata superioridad industrial y militar, sino también de su futura debilidad demográfica. Sin duda, Putin quiere alcanzar sus objetivos bélicos economizando en recursos humanos, y se está tomando su tiempo. Quiere preservar la estabilización de la sociedad rusa. No quiere volver a militarizar Rusia y desea que continúe su desarrollo económico. Pero también sabe que llegan cohortes demográficamente raleados y que el reclutamiento militar será más difícil dentro de unos años (¿tres, cuatro, cinco?). Por lo tanto, los rusos deben derribar a Ucrania y a la OTAN ahora, sin darles tregua. No nos hagamos ilusiones. El esfuerzo ruso se intensificará.

La negativa de Occidente a ver la lógica de la estrategia rusa, con sus razones, sus puntos fuertes y sus limitaciones, ha provocado una ceguera general. Las palabras flotan en la niebla. En términos militares, lo peor está por llegar para los ucranianos y Occidente. Sin duda, Rusia quiere recuperar el 40% del territorio ucraniano y un régimen neutralizado en Kiev. Y en nuestras pantallas de televisión, en el mismo momento en que Putin dice que Odesa es una ciudad rusa, nos siguen diciendo que el frente se está estabilizando…

-Para demostrar el declive de Occidente, usted se centra en la tasa de mortalidad infantil… ¿Cómo se revela este indicador?

-Fue observando el aumento de la mortalidad infantil rusa entre 1970 y 1974, y el hecho de que los soviéticos dejaran de publicar estadísticas al respecto, como juzgué que el régimen no tenía futuro, en mi libro La caída final (1976). Así que es un parámetro probado. En este aspecto, los EE.UU. van por detrás de todos los demás países occidentales. Los más avanzados son Escandinavia y Japón, pero Rusia también va por delante. Francia va mejor que Rusia, pero empezamos a ver signos de recuperación. Y, en cualquier caso, aquí estamos por detrás de Bielorrusia. Esto significa simplemente que lo que se nos dice de Rusia es a menudo erróneo: se nos presenta un país fracasado, con énfasis en sus aspectos autoritarios, pero no se ve que está en una fase de rápida reestructuración. La caída fue violenta, pero el rebote es asombroso.

Esta cifra puede explicarse, pero ante todo significa que tenemos que aceptar una realidad distinta de la que transmiten nuestros medios de comunicación. Rusia es ciertamente una democracia autoritaria (que no protege a sus minorías) con una ideología conservadora, pero su sociedad está cambiando, se está volviendo altamente tecnológica con cada vez más elementos que funcionan perfectamente. Decir esto me define como un historiador serio y no como un putinófilo. Cualquier putinófobo responsable debería haberle tomado la medida a su adversario. Además, señaló constantemente que Rusia tiene un problema demográfico, igual que Occidente, al que creía decadente. La legislación anti-LGBT de Rusia, aunque probablemente resulte atractiva para el resto del mundo, no está llevando a los rusos a tener más hijos que nosotros. Rusia no ha escapado a la crisis general de la modernidad. No existe un contramodelo ruso.

Sin embargo, no es imposible que la hostilidad general de Occidente esté estructurando y dando armas al sistema ruso, al suscitar un patriotismo aglutinador. Las sanciones han permitido al régimen ruso lanzar una política de sustitución [de importaciones] proteccionista a gran escala, que Putin nunca habría podido imponer a los rusos de buenas a primeras, y que dará a la economía de Rusia una ventaja considerable sobre la de la UE. La guerra ha reforzado su solidez social, pero la crisis individualista también existe en Rusia, con los restos de la estructura familiar comunitaria actuando como moderador. El individualismo que muta plenamente en narcisismo sólo se desarrolla en los países donde reinaba la familia nuclear, especialmente en el mundo angloamericano. Nos atrevemos a utilizar un neologismo: Rusia es una sociedad de individualismo controlado, como Japón o Alemania.

Mi libro ofrece una descripción de la estabilidad rusa. Luego, avanzando hacia el oeste, analiza el enigma de una sociedad ucraniana en descomposición que ha encontrado en la guerra un sentido a su existencia, para pasar después a la naturaleza paradójica de la nueva «rusofobia» en las antiguas democracias populares de la Europa centro-oriental, luego a la crisis de la UE y, por último, a la crisis de los países anglosajones y escandinavos. Paso a paso, esta marcha hacia Occidente nos lleva al corazón de la inestabilidad mundial. Es una zambullida en un agujero negro. El protestantismo angloamericano ha alcanzado el estadio cero de la religión, más allá del estadio zombi, y ha producido este agujero negro. En Estados Unidos, al comienzo del tercer milenio, el miedo al vacío está mutando hacia la deificación de la nada, hacia el nihilismo.

-¿Hablar de Rusia como de una democracia autoritaria no es demasiado halagador?

-Tenemos que alejarnos de la oposición democracia liberal vs. autocracia loca. Las primeras son más bien oligarquías liberales, con una élite desconectada de la población: a nadie fuera de los medios de comunicación le importa la remodelación de Matignon [antiguo palacete parisino del siglo XVIII que hoy funciona como residencia oficial del primer ministro de Francia]. Por otra parte, necesitamos utilizar otro concepto para sustituir a los de «autocracia» o «neoestalinismo». En Rusia, la mayoría de la población apoya al régimen, pero las minorías –ya sean homosexuales, étnicas u oligarcas– no están protegidas: se trata de una democracia autoritaria, alimentada por los restos del temperamento comunitario ruso que produjo el comunismo. Para mí, el término «autoritario» tiene tanto peso como el término «democracia».

-Dada su crítica a la decadencia de las «oligarquías liberales», podría pensarse que envidia el segundo modelo…

-En absoluto. Soy antropólogo: estudiando la diversidad de las estructuras familiares y de las idiosincrasias políticas, he llegado a aceptar la diversidad del mundo. Pero soy occidental, y nunca he aspirado a ser otra cosa. La familia de mi madre huyó a Estados Unidos durante la guerra, y yo me formé en investigación en Inglaterra, donde descubrí que soy francés y nada más. ¿Por qué quieren «deportarme» a Rusia? Siento que este tipo de acusaciones atentan contra mi ciudadanía francesa, tanto más cuanto que –discúlpenme– habiendo nacido en el seno del establishment intelectual, formo parte, en un sentido modesto y no financiero, de la oligarquía: antes que yo, mi abuelo había publicado con Gallimard en la época de entreguerras.

-Usted vincula la decadencia de Occidente a la desaparición de la religión –en particular del protestantismo– y fecha esta desaparición en las leyes sobre el matrimonio homosexual…

-No he dado ninguna opinión personal sobre esta cuestión social. Sólo soy un sociólogo de la religión que está encantado de tener un indicador preciso del paso de la religión a lo largo del tiempo, desde un estadio zombi a un estado cero. En mis libros anteriores, introduje el concepto de estadio zombi de la religión: la creencia ha desaparecido, pero las costumbres, los valores y la capacidad de acción colectiva heredados de la religión permanecen, a menudo traducidos a un lenguaje ideológico: nacional, socialista o comunista. Sin embargo, al comienzo del tercer milenio, la religión ha alcanzado un estadio cero –un nuevo concepto– que yo capto en tres indicadores (siempre estoy buscando indicadores estadísticos para evaluar fenómenos que son a la vez morales y sociales: soy admirador de Durkheim, el fundador de la sociología cuantitativa, incluso más que de Weber).

En el estadio zombi, la gente ya no va a misa, pero sigue bautizando a sus hijos; la desaparición del bautismo es evidente hoy en día, se ha alcanzado la fase cero. En el estadio zombi, la gente sigue enterrando a sus muertos, obedeciendo al rechazo de la Iglesia a la cremación; hoy en día, la difusión masiva de la cremación se está convirtiendo en la costumbre más extendida, práctica y barata: etapa cero alcanzada. Por último, el matrimonio civil de la época zombi tenía todas las características del antiguo matrimonio religioso: un hombre, una mujer, hijos que criar. Con el matrimonio entre personas del mismo sexo, que no tiene sentido en términos religiosos, hemos salido del estadio zombi y, gracias a las leyes sobre el matrimonio para todos, podemos datar el nuevo estado cero de la religión.

-Con el tiempo, ¿no se ha vuelto un poco reaccionario?

-A mí me educó una abuela que me decía que, sexualmente hablando, todos los gustos están en la naturaleza, y yo soy fiel a mis antepasados. Así que, LGB, bienvenido. Pero T, la cuestión trans, es otra cosa. Por supuesto, hay que proteger a las personas afectadas. Pero la fijación de las clases medias occidentales en esta cuestión ultra minoritaria plantea una cuestión sociológica e histórica. Establecer como horizonte social la idea de que un hombre puede realmente convertirse en mujer y una mujer en hombre es afirmar algo biológicamente imposible, es negar la realidad del mundo, es afirmar lo falso.

La ideología trans es, por tanto, en mi opinión, una de las banderas de ese nihilismo que define hoy a Occidente, ese afán por destruir no sólo las cosas y las personas, sino la realidad. Pero, una vez más, no estoy en absoluto abrumado aquí por la indignación o la emoción. Esta ideología existe y tengo que integrar en un modelo histórico. En la era del metaverso, no puedo decir si mi apego a la realidad me convierte en un reaccionario.

FUENTE https://www.elciudadano.com/actualidad/emmanuel-todd-asistimos-a-la-caida-final-del-occidente/04/13/ 

Por Enrique Lacolla de su sitio web Perspectivas

El gobierno pronuncia su inflexión pro-norteamericana. La carestía prosigue, el frente político-sindical se arremolina pero no se mueve mucho y la opinión pública sigue dando muestras de paciencia.

Despótico e intransigente con los débiles y servil con los fuertes, Javier Milei tiene una faceta tiránica en su personaje. Esperemos que no se trate más que de una vocación por revestir el  “physique du role” y no de una arraigada pulsión autoritaria. Por estos días tuvo otra ocasión de insinuar ese carácter de dictador en germen, al menos en la faceta servil.

Luego de no asistir a la conmemoración del 2 de abril en Ushuaia para participar en cambio de un acto frente al cenotafio que guarda el nombre de los caídos, en la Plaza San Martín, se precipitó a la provincia austral para presentar sus respetos a la jefa del Southcom, la generala Laura Richardson, que había descendido al lugar no sabemos exactamente para qué, pues no ha habido una reseña completa del sentido de sus actividades en su nuevo viaje a nuestro país. Sí se publicó que en reuniones a cuatro bandas entre la generala, el ministro de defensa argentino, la canciller Diana Mondino y el embajador norteamericano, quedó confirmada la firma de una carta de intención para la compra por Argentina de 24 cazas F-16, de fabricación estadunidense, más otro dedicado a la instrucción de los mecánicos que los sirven,que hasta ayer fueron parte de la dotación de la fuerza aérea de Dinamarca. Estos aviones, que tienen cerca de dos décadas de servicio, vienen a suplantar los JF 17 chino-paquistaníes también de cuarta generación, pero nuevos, cuya adquisición estaba a medias comprometida por el gobierno anterior.

El viaje de Richardson a Tierra del Fuego, sin embargo, saltó a la prensa cuando el gobernador de esa provincia, Gustavo Melella, expresó su rechazo a la visita y se solidarizó con los veteranos de Malvinas que habían manifestado su repudio por la presencia de un alto jefe militar de un aliado de Gran Bretaña. Pues Estados Unidos ejerció una influencia hostil y decisiva en el desenlace del conflicto librado en el Atlántico Sur en 1982.

Cuando Milei tuvo noticia del gesto del gobernador se precipitó a Tierra del Fuego en una actitud que no puede ser interpretada de otra manera que como un pedido de excusas. De paso encontró otra ocasión para disfrazarse de militar y exhibir su vocación “occidental y cristiana” reafirmando la pertenencia de Argentina a la línea orientada por Estados Unidos e Israel.

La frecuente mención al estado judío precisamente en el momento en que este se encuentra realizando prácticas inequívocamente genocidas en el territorio de Gaza no inmuta a nuestro presidente, acostumbrado a trastocar los elementos de la realidad de acuerdo a lo que son sus conveniencias o al grado de candor del público que lo escucha.

Los motivos de la visita de la generala Richardson a nuestro país, más allá de los circunloquios y silencios de las autoridades, son, con todo, transparentes.

Ella misma se ha ocupado en más de una oportunidad de puntualizar el valor que el entero subcontinente que reviste para su país con sus enormes reservas minerales, energéticas, ictícolas, hidrográficas y boscosas, y con el Cono Sur como llave de la comunicación bioceánica y puerta de acceso a la Antártida. En consonancia con el viaje de la generala el gobierno Milei hizo saber que las obras de la cuarta usina nuclear argentina que cuenta con apoyo chino (Atucha 3) quedaban paralizadas por falta de presupuesto (“no hay plata”), y que se activaba en cambio la construcción de una base norteamericana integrada a la base argentina ya existente en Tierra del Fuego, mientras se disponía la programación de una visita de inspección a la estación china de observación del espacio profundo sita en Neuquén. Esta instalación es similar a otra de la Unión Europea aposentada en Malargüe, que no ha recibido sin embargo la misma atención.

Los F-16

No quisiera opinar sobre asuntos que escapan a mi competencia, pero habría que cuidarse de emitir juicios demasiado apresurados e influidos por el pragmatismo político en torno al asunto de la reconstitución de la caza supersónica para la Fuerza Aérea Argentina. Aunque es evidente que la compra de los F-16 concuerda con la orientación pro-norteamericana del gobierno Milei, también es verdad que era una hipótesis que rondaba incluso durante las gestiones de Agustín Rossi y Jorge Taiana al frente del ministerio de Defensa. Según la revista Zona Militar (zona-militar.com), la Fuerza Aérea habría jugado un doble juego con el tema hasta conseguir que la oferta norteamericana incluyese una propuesta superadora referida a los sistemas de armas que portarán los cazas. En cualquier caso, la llegada a la Casa Rosada de un candidato tan claramente sesgado a favor de la alineación con los angloamericanos inviabilizaba la opción china. Había que llenar ese grave hueco en nuestro sistema de defensa y eso, mal que bien, parece haberse logrado, después de largos años de postergaciones, con la compra de los Fighting Falcon.

Ahora bien, el tema no se agota ahí.

El nudo de la cuestión está vinculado a cuál será, en definitiva, la opción estratégica de la Argentina: si elegirá alinearse definitivamente con el bando anglosajón, o si procurará valerse con cierto grado de autonomía en un mundo multipolar. No se puede cambiar cada cuatro años de lado y suponer que los aviones también pueden cambiar de marca. Cualquier elección en materia de defensa involucra tecnología, logística, actualizaciones e infraestructura, toda una parafernalia que gravitará pesadamente en la determinación de la política exterior de cualquier país. Lo cual demuestra, por si todavía hiciera falta, que no se puede vivir indefinidamente divididos por una grieta.

La crisis crece

El gran rival de Estados Unidos, China, y el bloque de las economías emergentes que encaran su desarrollo a partir de criterios contrapuestos a los del capitalismo financiero, están haciendo retroceder a la economía norteamericana.

Hasta aquí el imperialismo estadounidense no ceja en su propósito de imponer su hegemonía sobre el conjunto del globo. En consecuencia, en los años recientes ha enfatizado su ofensiva contra el binomio de naciones que más amenazan su supremacía, China y Rusia, ayudado por las reminiscencias de la guerra fría y por el temor que estas ejercen sobre la población europea. Basándose en estos miedos y explotando la que parece ser la irremediable mediocridad de su dirigencia, Estados Unidos aprovechó el conflicto en Ucrania –que fue buscado, inventado y fomentado por el gobierno de Barack Obama- no sólo para alinear a la Unión Europea en contra de Rusia sino para forzarla a deteriorar su economía. Al incremento en el gasto militar se sumaron las sanciones contra Moscú, que a la postre, lejos de dañar, sirvieron para potenciar la economía rusa al consolidar la relación con China y al activar la producción interna, mientras que Europa sufría el brutal encarecimiento energético que supuso el reemplazo del gas ruso por la necesidad de importar gas licuado desde Estados Unidos o desde fuentes controladas por este. La voladura del gasoducto Nord Stream presuntamente consumada por los servicios de inteligencia norteamericanos con la colaboración de Noruega, terminó por redondear la ecuación al no ser resistida ni denunciada por los aliados de la Unión, que más bien se confirmaron en su resolución de enfrentar a Rusia atribuyéndole intenciones expansivas que, si existen, no son otra cosa que una réplica a la política de cerco que la OTAN puso en práctica no bien caída la Unión Soviética.

Es un hecho que a partir de la decisión del Kremlin de frenar el hostigamiento occidental con la ocupación parcial de Ucrania, la situación global se ha tornado más crítica. Parece evidente que se está entrando a un período de conflictividad creciente, que se exterioriza en este momento en diversas áreas, cada una de ellas calificada por características peculiares que motivan asimismo respuestas diferenciadas en el seno del sistema imperial. Grosso modo se pueden distinguir tres áreas de conflicto crítico: Ucrania, medio oriente y el estrecho de Taiwán. No son por cierto los únicos lugares del globo afectados por la guerra, pero son críticos porque son los únicos donde un agravamiento de la situación puede arrastrar a un choque a las potencias mayores.

De los tres, Medio Oriente quizá sea el que califica mejor para ser un escenario susceptible de incendiarse: hay una presencia física en el terreno de tropas de Estados Unidos; y su más estrecho aliado, Israel, está poseído por un furor expansivo que sólo puede explicarse porque la derecha israelí, que controla el gobierno, percibe que la oportunidad de fundar el Gran Israel con que siempre ha soñado está en tren de desvanecerse a medida que cambian las cartas del juego e Irán se convierte en parte de una constelación de estados –Rusia, Turquía, Arabia Saudita, China- destinada a eclipsar su gravitación como agente provocador del binomio angloamericano y a constituirse más bien en una molestia por el hecho de perseguir sus propios objetivos. Desde luego, habrá que ver cómo impactaría en estas coordenadas un eventual triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales previstas para noviembre.

Más allá de la locura que puede permear a la política israelí en tanto punta de lanza de la estrategia occidental en la región, hay un elemento en ella que debería ser recuperado por nuestros gobernantes, en especial por nuestro presidente, que tan proclive se manifiesta a convertirse al judaísmo y que tan propenso es a identificar a la democracia israelí como el non plus ultra de la libertad. El estado hebreo es furiosamente nacionalista, nace de una experiencia socialista y cuida su independencia, incluso contra sus aliados, con una intransigencia moderada por el tino político, rasgos que deberían ser absorbidos por los estamentos de los que se nutre el corpus administrativo de este país.

La facción de este actualmente en el poder entre nosotros, por el contrario, está formada por los herederos más desenfadados del cipayaje, que tienen introyectado un desprecio hacia nuestras clases populares que viene de lejos, de un esnobismo anticriollo y antiespañol que ya se percibía en Sarmiento, sólo que ahora desprovisto de los sueños de grandeza que tenía el sanjuanino y también de su aliento y de su talento literario.

Los riesgos que corren la estabilidad social y la integridad territorial de nuestro país son enormes en este momento. Aunque todavía la opinión pública parecería no caer del todo en la cuenta, la realidad es que la batalla entre las fuerzas contrapuestas en el mundo ya ha comenzado y nosotros –a nuestra escala y por supuesto desde nuestro lugar en el globo- no podremos escapar a ella. 

Por: Lic. Alejandro Marcó del Pont para el Tabano Economista

La utilización de las cadenas de suministro como arma geopolítica se convierte cada vez más en parte del arte de gobernar a través de la economía 

La serie de televisión Utopia satiriza la política de defensa australiana al sostener que el aumento del gasto militar en ese país tiene como objetivo proteger sus rutas marítimas. Dado que China es el principal socio comercial de Australia, éste estaría protegiendo el comercio con China de China. Paradójico, ¿no? 

El 90% de la logística industrial del comercio mundial se lleva a cabo de forma marítima, por lo tanto, los puntos de estrangulamiento del transporte pasan a ser elementos fundamentales de las principales rutas comerciales, generalmente estrechos o canales. A medida que se utilizan en mayor medida las cadenas de suministro como armas geopolíticas, éstas se convierten más en parte del arte de gobernar mediante la economía, su vulnerabilidad crece y cada uno de los puntos enumerados en el mapa pasan a ser centrales para desarrollarse.

Los ocho puntos más importantes del mapa son: 1) el Canal de Panamá [conexión Atlántico-Pacifico] 2) Estrecho de Gibraltar [Océano Atlántico – Mar Mediterráneo] 3) Cabo de Buena Esperanza [Océano Atlántico Sur – Océano Índico] 4) Estrecho del Bósforo [Mar Mármara – Mar Negro] 5) Canal de Suez [Mar Rojo – Mediterráneo] 6) Estrecho de Bab-el-Mandeb [Mar Rojo – Océano Indico] 7) el Estrecho de Ormuz [Golfo Pérsico – Golfo de Omán ] y por último el 8) el Estrecho de Malaca [Océano Índico – Océano Pacífico]. China exporta el 30.4% de las mercancías del mundo, por lo que entorpecer esta actividad es central para los EE.UU. El clima geopolítico actual es el peor desde la Guerra Fría, a medida que aumentan las tensiones y se profundiza la disputa por un cambio continuo hacia la multipolaridad. El diálogo político constructivo es muy difícil, sobre todo porque las políticas de proteccionismo y desarrollo nacional se implementan de ambos lados del enfrentamiento.

La sabiduría convencional sostiene que es muy probable que haya conflictos durante una transición de poder entre potencias en declive y potencias en ascenso, mientras que la academia lo afirma. En «El auge y la caída de las grandes potencias«, Paul Kennedy sostiene que la historia demuestra que las potencias son más peligrosas militarmente cuando están en declive y pierden su hegemonía. El registro empírico, por otro lado, demuestra que cuando un Estado dominante está en decadencia y percibe una amenaza de un competidor en ascenso, a menudo buscará cortar el acceso de este último a las cadenas de suministro para contener su crecimiento económico, exactamente lo que está pasando. Gran Bretaña interrumpió el acceso de Alemania a las rutas marítimas al comienzo de la Primera Guerra Mundial. Estados Unidos prohibió las ventas de tecnologías satelitales avanzadas a Japón en la década de 1980 y de semiconductores a China a finales de la década de 2010, entre otros muchos ejemplos.

La idea es deshabilitar los mayores puntos críticos, pero podría tener graves consecuencias globales. Las interrupciones en los cuellos de botella tienen efectos en todo el mundo, ya que afectan el tráfico que va hacia y desde muchos países, pero, por sobre todo, de y hacia China. Mientras que alrededor del 12% del comercio mundial pasa por el Canal de Suez, el 26% lo hace por el Estrecho de Malaca, entre Indonesia y Malasia, el 21% del petróleo por el estrecho de Ormuz, y el estrecho de Bab-el-Mandeb, con 29 kilómetros de ancho, permite el transporte de alrededor del 11% del petróleo por mar y el 8% del gas natural licuado (GNL), según la Administración de Información de Energía de Estados Unidos. 

La guerra de Ucrania–Rusia puso en jaque al Mar Negro. La disputa entre China e India del estrecho de Malaca facilita aproximadamente el 26% del comercio mundial y el 80% del petróleo que consume Asia, y además une a China, India y el Sudeste Asiático, más los países productores de petróleo de Oriente Medio con China, Japón y Corea. Un bloqueo en este paso tendría consecuencias significativas: casi la mitad de la flota marítima mundial tendría que desviarse, lo que paralizaría la capacidad de envío global de petróleo, incrementaría los costos y afectaría los precios de los combustibles.

El canal de Panamá, vía para el 5% del transporte mundial, tiene problemas de sequía. El Mar Rojo y el estrecho de Bab-el-Mandeb, agredido por hutíes de Yemen, en respuesta a los ataques de Israel a la franja de Gaza, ha desordenado las cadenas globales de suministro. Si a esto le agregamos a los EE.UU., con sus buques en el Mediterráneo, más los constantes ejercicios militares conjuntos en aguas del mar de China Meridional entre Estados Unidos, Japón, Australia y Filipinas, la idea de cerrar y obstaculizar el comercio es clara.  

Para establecer las alternativas, comencemos por los problemas actuales. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), en su informe de febrero de 2024, “Navegando en aguas turbulentas”, analiza el impacto en el comercio mundial de la interrupción de las rutas marítimas en el Mar Rojo, el Mar Negro y el Canal de Panamá.

El Canal de Suez es uno de los cuellos de botella y vías navegables marítimas más importantes del mundo. Permite el paso de energía, materias primas, bienes de consumo y componentes hacia y desde el Océano Índico y hacia el Mediterráneo y el Atlántico. En 2023, alrededor de 26.000 buques cruzaron el Canal de Suez, distribuidos de la siguiente manera: los graneleros (carguero de granos) representaron el 28% del tráfico total, petroleros 24% y los portacontenedores 23%. Hoy en día, no existe una alternativa ideal al Canal de Suez, especialmente para el comercio Asia-Europa y Asia-Norte de África, Asia y la costa este de América del Norte. En la primera quincena de febrero de 2024, cayó un 82% el número de contenedores que cruzaban el Canal, por lo que los principales perjudicados fueron los ítems que más se transportan: gas natural licuado, petróleo, granos y automóviles.

El Canal de Suez es una gran fuente de ingresos en divisas para Egipto, ya que aportó 9.400 millones de dólares en el año 2023, lo que equivale al 2,3% del PIB. Según se informa, la crisis del Mar Rojo ha provocado una caída del 40% en estos ingresos. El deterioro de la situación en Egipto podría tener efectos indirectos negativos en otros países de la región, como Etiopía y el Sudán. El comercio exterior de varios países de África Oriental depende en gran medida de este Canal, y he aquí una particularidad. Aproximadamente el 31% por ciento del volumen del comercio exterior de Yibuti (Djibouti), país conocido como la “perla del Mar Rojo”, pasa por este canal.

Actualmente, al menos cinco países tienen bases militares en Yibuti: Estados Unidos, China, Italia, Francia y Japón. Pero como muestra el mapa, este es uno de los puntos en conflicto. De la base china en Yibuti, en la entrada al Estrecho de Bab-el-Mandeb, y conexión al puerto de Gwadar en Pakistán, sale el corredor económico China–Pakistan Economic Corridor (CPEC), megaproyecto que busca conectar el puerto de Gwadar en el suroeste de Pakistán con la región autónoma de Xinjiang por tren, eliminando el estrecho de Malaca.

El Canal de Panamá ha estado enfrentando bajos niveles de agua causados por la sequía. Para ahorrar agua, la Autoridad del Canal ha reducido el número de embarcaciones que pueden cruzarlo. Lo que más se transporta por esta vía incluye graneleros, gaseros y productos químicos, así como vehículos. El Canal es particularmente importante para el comercio exterior de los países de la costa oeste de América del Sur. Aproximadamente el 26% del comercio de Ecuador, el 22% del comercio exterior chileno y el 22% del comercio exterior peruano se canalizan a través de este estrecho. Extrañamente, este pasaje no tiene problemas más allá de cuestiones técnicas. La respuesta a esta casualidad se encuentra en que Estados Unidos es el mayor cliente del Canal, representa el 72% del volumen de carga. El segundo usuario más importante del Canal de Panamá es China, que representa el 22,5 % de los volúmenes de carga que lo atraviesan.

El Mar Negro ya ha sido motivo de escritos por nuestra parte, sobre todo por la supuesta hambruna que generaría la inmovilización de grano y fertilizante por esa vía. La revista The Economits (link aquí) fue la portavoz de esta noticia falsa de la hambruna provocada por la maldad rusa al no dejar salir granos. El Centro de Coordinación Conjunta (JCC) en Estambul, integrado por Rusia, Turquía, Ucrania y la ONU, demostraron que la iniciativa era sólo un artificio para mantener los ingresos por exportaciones de Ucrania. El 81% de los 32,9 millones de toneladas métricas exportadas al amparo de la Iniciativa de Granos del Mar Negro se destinó a países de renta alta o media alta, sobre todo europeos, como España, Italia y los Países Bajos, así como a China y Turquía. Los países de renta baja recibieron el 3% de las exportaciones de grano de Ucrania y el 9% de su trigo (sobre todo Bangladesh).

Como vimos, entre guerras, problemas climáticos y ataques hutíes, el mundo quedó divido en dos, desde Finlandia a Somalia, las rutas de comercio se han cerrado y perjudican sobre todo a China, lógica para la cual fueron diseñadas las clausuras. La pregunta es si existen rutas alternativas o potencias que mantengan sobre todo la Ruta de la Seda, de manera que esta estrategia no tenga tanta incidencia. Hay muchas alternativas, pero las que tendrán tensiones en el futuro serán el Corredor Norte, el Corredor Medio y el Corredor Sur, como muestra el mapa.

El Corredor Norte es más utilizado de los tres. Consta de ferrocarriles y oleoductos que van de China a Kazajstán, Rusia y Europa. Este corredor de hielo en el norte europeo beneficia a Rusia entre calentamiento global, deshielos y sus rompehielos. Los números dejan muy clara esta idea: un envío desde Japón hasta Róterdam a través del canal de Suez tarda unos 30 días, mientras que hacerlo a través de la Ruta del Mar del Norte le tomaría 18 días. El transporte por esta ruta tampoco está exento de complicaciones. Las hostiles condiciones meteorológicas en unas aguas difíciles para la navegación pueden encarecer los seguros de viaje y los materiales para proteger cargas y barcos de las bajas temperaturas. El desarrollo será lento, al parecer, aunque se ha acelerado con posterioridad a la guerra Ucrania-Rusia.

El Corredor Sur, menos desarrollado, pero aún importante, implica la construcción de conexiones ferroviarias continuas desde China a Pakistán, Afganistán, Irán, Irak, Siria, Líbano y, potencialmente, Turquía, antes de llegar a Europa a través de puertos en el Líbano y Siria, y mediante conexiones terrestres en Turquía.

La más complicada pero no menos esencial de estas arterias es la Ruta Transcaspiana de Transporte Internacional (TITR), apodada «el Corredor Medio» y que contempla el tránsito multimodal ferroviario y marítimo de mercancías de China a Europa a través de Kirguistán, Turkmenistán, Azerbaiyán, Armenia, Georgia y Turquía. Aunque esta vía supone la distancia más corta, surgen complicaciones y costes adicionales con el complejo proceso de transición de las rutas terrestres a las marítimas a través de los puertos del Mar Caspio. Su entusiasmo por el Corredor Medio radica en su potencial para reducir el tiempo necesario para enviar mercancías entre Asia Oriental y Europa a tan sólo doce días.

Otra simpática alternativa, que desnuda al capitalismo es que Estados Unidos ha impuestos aranceles y restricciones a bienes y servicios chinos con el objetivo de incentivar a las empresas a salir de China para ubicarse en su territorio o el de algún país aliado. La tasa del crecimiento del comercio entre China y México aumentó un 35% en el 2023 y se disparó un 60% en enero, y se consolida entre las mayores del mundo. Por cada dólar que México exportó a China en 2023, China mandó U$S 11.4. La Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) alertó de un déficit de gran tamaño entre ambas naciones. Una porción considerable de estos productos probablemente sea transportada en camiones a los EE.UU., por lo que surge la posibilidad de que el aumento del comercio de China con México se esté utilizando para eludir los aranceles impuestos a las importaciones de China a los EE.UU. como parte de la guerra comercial en curso.

El año pasado, México modificó su ley de impuestos a la importación para poner aranceles a productos provenientes de países con los que no tiene un tratado de libre comercio, incluyendo a China. Esto lo hizo para proteger a la industria nacional, según la Secretaría de Economía, y en línea con los mensajes que la Casa Blanca ha estado enviando a México en los últimos años sobre su comercio con “terceros países” que no forman parte del bloque comercial norteamericano.

Ataques a buques, cierre de vías navegables, ampliación de vías terrestres, uso de terceros países para evitar sanciones o aranceles. Estados Unidos y China juegan, los demás miran.

FUENTE https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2024/03/31/guerra-sin-humo-las-olas-del-caos/