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por Gabriel Merino (*)

No resulta casual que en el balotaje para decidir el próximo presidente de Argentina una de las opciones presidenciales, la fórmula Milei-Villarruel, reivindique el proceso dictatorial de 1976-1983 y el genocidio llevado adelante por parte del instrumento militar. Porque fue justamente el mismo contenido programático de la actual fórmula “libertaria” el que se puso en marcha con el golpe de 1976 y, tanto ayer como hoy, resulta muy difícil imponer dicho proyecto en los marcos democráticos liberales. Una vez más aparece bajo el ropaje de la ‘libertad’ una reacción conservadora. 

El quiebre de 1976-1983 constituye una transformación estructural del país. A partir de allí se inició un proceso de periferialización acelerada o pérdida de ‘densidad nacional’, caracterizado por una caída relativa de PBI per cápita, desindustrialización, pérdida de capacidades científico-tecnológicas, aparición de la pobreza estructural y de la desocupación a gran escala, y la profundización de las condiciones de la dependencia.

Todo esto condicionó de forma estructural los fundamentos de la política exterior a partir de la reducción del poder relativo del país. Es decir, se produjo retroceso profundo de las condiciones ‘objetivas’ y ‘subjetivas’ para el desarrollo de las fuerzas productivas y para el ejercicio real de la soberanía, generando las condiciones para una desnacionalización del Estado en línea con el Consenso de Washington, que se completaría en el años 90’, cuando se establecieron las “relaciones carnales” con Estados Unidos. Esto formó parte de un escenario de restricción del margen de maniobra internacional a partir de la “retomada” de la hegemonía estadounidense bajo un ciclo de expansión financiera y una clausura (a la fuerza) de los proyectos nacionales de desarrollo en la región. El consecuente disciplinamiento de la región y su periferialización fueron evidentes: entre 1980 y 2009 (incluso teniendo en cuenta el alza de los años 2000) América Latina perdió un 30% de su ingreso per cápita en relación al núcleo orgánico del capitalismo mundial o los países centrales, encabezados por el G7.  

En contraste con la región, en ese período se observa una revolucionaria dinámica de crecimiento, desarrollo y ascenso en el poder relativo de Asia Pacífico en general y de China en particular, donde se llevaron adelante políticas y estrategias completamente opuestas a las de América Latina. Estas se centraron en la fortaleza de lo público y la importancia de la autonomía relativa nacional, la planificación estratégica estatal articuladas con la expansión del mercado interno y externo, la políticas centradas en el impulso al desarrollo de las fuerzas productivas con centralidad en la industria y la tecnología, y la orientación del capital financiero hacia la producción a través de la dirección estatal, entre otras cosas. 

Ese es el trasfondo fundamental de lo que se juega en Argentina hace 40 años, con el retorno de una democracia condicionada por un cambio estructural de las relaciones de poder a favor del bloque de poder financiero neoliberal y que vuelve a aparecer con claridad en el próximo balotaje: la consolidación del proceso que se inicia en 1976, la resistencia contra sus tendencias más negativas en escenarios de inestabilidad y ‘grieta’, o la posibilidad de transitar hacia la superación de la tendencia a la involución periférica bajo la construcción de nuevas síntesis político-sociales. 

Estas últimas dos opciones son las que se abren a partir de 2001-2003, para iniciar el ciclo en el que estamos insertos. Allí entra en crisis el modelo neoliberal y aparecen fuerzas políticas y sociales con capacidad de disputar el rumbo del Estado. Forma parte o es la expresión nacional de los primeros síntomas de la crisis de la hegemonía estadounidense y de la globalización neoliberal, que da inicio a una transición histórica-espacial del sistema mundial, que tiene como uno de sus componentes fundamentales los intentos más o menos profundos que se producen en las semiperiferias del sistema –allí donde hay fuerzas nacionales-populares con suficiente capacidad–, de insubordinarse frente al mundo unipolar, el Consenso de Washington y el poder financiero global. La expresión nacional de ese proceso, con sus formas y contenidos específicos, se conjuga en el balotaje Kirchner vs Menem del año 2003, que finalmente no se realiza por la abdicación del último candidato. 

Por ello, al igual que las elecciones de 2003, las opciones en términos del contenido son muy similares. De un lado, la dolarización, la privatización de ‘todo lo que deba ser del estado’, la mercantilización completa del acceso a bienes públicos, el alineamiento absoluto con Estados Unidos (en aquel momento implicaba firmar el ALCA impulsado por Washington) y la definición de precios relativos a favor de las finanzas, la renta de la gran propiedad, los exportadores primarios y los servicios públicos privatizados y en manos de empresas extranjeras. Del otro lado, la renegociación de la deuda, la pesificación de la economía, la recuperación del control estatal en ciertas áreas clave, la desmercantilización parcial del acceso a bienes públicos, la apuesta por la integración regional (MERCOSUR) y por recuperar ciertos márgenes de autonomía relativa –entre la dependencia negociada y la autonomía heterodoxa en los conceptos de Juan Carlos Puig. A ello se le suma el establecimiento de precios relativos en función del entramado productivo local y el fortalecimiento del mercado interno, con un papel importante de la inversión pública. Es decir, la contradicción política que atravesaba en ese momento al territorio nacional y que en la actualidad tiene nuevas formas pero similares componentes, era entre la profundización del proyecto financiero neoliberal, bajo una política exterior para-colonial, o un proyecto nacional neodesarrollista orientado a lo productivo, bajo una política exterior que oscilaba entre la dependencia negociada y la búsqueda de autonomía. 

Hoy los dilemas son muy parecidos aunque en escenarios muy distintos.

También son distintos los intérpretes. Escuchar la ‘burrada’ de que el comercio exterior de un país es un asunto de los privados donde puede ser prescindente el Estado (encima en un contexto de profunda disputa comercial-estatal, con guerras comerciales explícitas desde 2018), hace pensar en la repetida frase de Hegel que la historia parecería repetirse dos veces, la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa. Lo mismo genera escuchar frases del candidato ‘libertario’ de que no va a negociar con ‘comunistas’ en referencia a los gobiernos de Brasil y China, nuestros dos principales socios comerciales, que explican el 32% de nuestro comercio exterior y casi 2 millones de puestos de trabajo. Hasta el propio gobierno dictatorial no tuvo problemas ‘éticos’ en comerciar trigo con la Unión Soviética mientras realizaba un genocidio en nombre de Occidente, sus valores y su Guerra Fría. 

Encrucijada y ‘trilema’ nacional

Los aspectos coyunturales y estructurales colocan a la Argentina en una encrucijada cada vez más acuciante entre, por un lado, permanecer en su condición semi-periférica promoviendo la apropiación /redistribución/ reinversión de la renta en actividades vinculadas con las materias primas y el desarrollo de eslabones de mayor valor agregado de las cadenas, procesos que permiten a la vez mantener cierta jerarquía de potencia media, fortalecida mediante la integración regional con perspectiva autonomista. Y por otro, continuar con actividades cada vez más periféricas vinculadas a un extractivismo de enclave, mayor desintegración a nivel regional y subordinación estratégica al Occidente geopolítico conducido por Estados Unidos Washington en una etapa de declive relativo y bajo un ciclo económico de estancamiento relativo y financiarización. 

Como a comienzos del siglo XIX –aunque bajo realidades históricas, patrones de desarrollo y modos de inserción internacional muy diferentes por parte de las potencias emergentes– en esta transición de poder mundial se abren tres opciones estratégicas. Sin ser excluyentes, el predominio de una u otra opción o el tipo de combinación que se produzca, serán centrales para la resolución de la encrucijada nacional mencionada en la presente transición histórica-espacial del sistema mundial y en un escenario de guerra mundial híbrida. 

La primera opción implica la subordinación estratégica al Occidente geopolítico, conducido por el polo de poder angloestadounidense, que nos ligaría como periferia a un ciclo de estancamiento y financiarización con limitado margen de maniobra. La dolarización terminaría por cerrar el corset, destruyendo el entramado productivo-industrial que aún sobrevive en el país. Esto iría acompañado por la desinversión y/o la desarticulación de todas las capacidades socio-estatales fundamentales que son cruciales para el desarrollo: financiera y monetaria, defensa, control soberano de recursos naturales, ciencia y tecnología, medios nacionales de comunicación y matrices de pensamiento y cultura. 

Una segunda opción, es la neodependencia conectada con la región del Asia Pacífico liderada por China, que se encuentra en plena expansión material e impulsa un nuevo ciclo de acumulación mundial. Bajo un reforzamiento de dicho vínculo se puede garantizar, al menos, el ‘desarrollo del subdesarrollo’ o el crecimiento y el sostenimiento de la condición de semi-periferia exportadora de materias primas a gran escala con ciertos eslabones productivos locales y capacidades socio-estatales nacionales, como también otorgar cierto margen de maniobra y cierta autonomía relativa. Esto no implica romper relaciones con el Occidente geopolítico ni mucho menos, sino limitar los daños más estructurales que puede generar la subordinación periférica y establecer una ‘dependencia negociada’ con intenciones y/o matices autonomistas. Es lo que predomina en discursos, acciones y referentes que rodean al candidato Sergio Massa, quien parece comprender (en tanto cuadro ligado estrechamente con los sectores productivos nacionales, los grupos neodesarrollistas de la UIA y otras entidades de la burguesía local) que la opción de neoliberalismo periférico recargado, con claros componentes neofascistas y alineamiento hemisférico incondicional, puede implicar una política de tierra arrasada y un nuevo ‘industricidio’.     

En tercer lugar, a partir del escenario de oportunidad histórica que presenta la actual transición del sistema mundial, con el ascenso de poderes emergentes y el escenario geopolítico de expansión de la multipolaridad, resulta posible la construcción de una confederación continental a nivel sudamericano que posibilite el desarrollo de un polo regional con alcance global, en línea con un nuevo ordenamiento de carácter multipolar y multicéntrico. Esto posibilitaría aumentar los grados de autonomía relativa y  establecer un núcleo con escala y capacidades estratégicas suficientes con el objetivo de impulsar un proyecto nacional-regional de desarrollo. 

Lo central que está en juego en el balotaje en cuanto a la política exterior es, sencillamente, que ésta esté pensada, proyectada y ejecutada en función de los intereses nacionales y también populares –de la producción y el trabajo– en un escenario mundial donde se pagan mucho más caros que en otros tiempos los errores o los alineamientos ideológicos. La cuestión es tener, por lo menos y con sus debilidades, una estrategia propia.

(*) Sociologo y Doctor en Ciencias Sociales, Rrofesor Universitario colaborador habitual de Dossier Geopolitico

Publicado en «Avion Negro» https://avionnegro.com.ar/contextos/elecciones-politica-exterior-y-el-trilema-nacional/

Por Gonzalo Fiore (*)

Las relaciones comerciales y diplomáticas entre países son elementos cruciales, que moldean su desarrollo y prosperidad. Argentina se encuentra en una encrucijada, enfrentando desafíos y oportunidades en sus vínculos con tres socios comerciales clave: Brasil, China (RPCh) y Vietnam. La propuesta del candidato presidencial Javier Milei de romper relaciones con estos Estados, debido a diferencias ideológicas con sus respectivos gobiernos, revela una visión simplista y equivocada del funcionamiento del sistema internacional, obviando la complejidad de las relaciones comerciales y la importancia de estos mercados para Argentina.

La preocupación internacional respecto de las elecciones argentinas va desde un amplio rango ideológico, tanto desde el gobierno de los EEUU, como las principales autoridades de países europeos, hasta diplomáticos y agregados comerciales en nuestro país. Examinemos los datos concretos para comprender la magnitud de estas relaciones: en 2022, Argentina importó de China un total de US$ 15.855.696, representando el 76% del total de importaciones, mientras que exportó US$ 8.593.470, sobre un total de US$ 88.268.232. Más que una cuestión ideológica, el principal desafío en la relación con China radica en alcanzar un superávit sostenible en el tiempo y fortalecer la exportación de productos con valor agregado. Esto impactaría especialmente en la región centro (donde Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos concentran el 40% del comercio exterior argentino), siendo Brasil y China sus principales socios comerciales.

Brasil, histórico primer socio, comparte una extensa frontera terrestre que desempeña un papel fundamental en las relaciones bilaterales. El trigo y la industria automotriz cordobesa encuentran allí su principal mercado. Similarmente, China se destaca como el principal comprador de la carne bovina cordobesa, siendo Beijing el destino de más del 75% de las exportaciones de carne enfriada y congelada. La propuesta de Milei de cortar vínculos con estos países amenazaría gravemente a la región centro.

Es esencial destacar que ni siquiera EEUU, a pesar de sus tensiones con China, ha planteado nunca romper relaciones comerciales con el gigante asiático. El escenario internacional es complejo e interdependiente, donde las economías complementarias se necesitan mutuamente. Enenderlas en base a ideologías es ignorar la complejidad de las relaciones internacionales; las decisiones en este ámbito deben basarse en intereses económicos y estratégicos, considerando aspectos como empleo, inversión y competitividad.

Las relaciones comerciales en el escenario internacional las llevan adelante los Estados a través de tratados de libre comercio, donde existen regulaciones aduaneras, fitosanitarias y muchas otras, que no pueden establecerse a través de los sujetos privados. Cortar vínculos comerciales con países basándose únicamente en su orientación política no solo es simplista, sino que limitaría las opciones de mercado, afectaría las exportaciones y dificultaría la diversificación económica. En lugar de decisiones impulsivas, es más sensato evaluar las implicaciones económicas a largo plazo, centrándose en la creación de empleo, el aumento de las exportaciones y el desarrollo industrial.

Diversificar y mejorar la estructura productiva de Argentina es imperativo en la actualidad; las relaciones comerciales deben guiarse por intereses económicos y estratégicos en lugar de ideologías: China y Vietnam representan oportunidades para expandir el mercado de exportación y fortalecer la economía argentina. La clave está en aprovechar estas relaciones para mejorar la competitividad y aumentar el valor agregado de las exportaciones, para lograrlo Argentina debe invertir en innovación, tecnología y formación de su fuerza laboral, impulsando la exportación de bienes manufacturados y servicios de calidad.

La apertura al comercio internacional y la búsqueda de superávit comercial deben ir de la mano con políticas que fomenten la competitividad y calidad de los productos argentinos. Es vital no cerrar puertas a oportunidades comerciales basadas en prejuicios. Cortar relaciones comerciales con Brasil, China o Vietnam sería catastrófico para los productores y la industria local argentina; la historia enseña que en política exterior no existen amigos permanentes: sólo alianzas cambiantes en base a intereses. La interdependencia económica es esencial para el crecimiento sostenible y la estabilidad financiera; en este contexto, es fundamental reconocer que las relaciones comerciales van más allá de las preferencias ideológicas de un gobierno, siendo vitales para el bienestar económico y la prosperidad de la Nación. Quien quiera conducir los destinos de un país importante, miembro del G20 y de desarrollo medio como Argentina, no puede ser ajeno a esto.

(*) Gonzalo Fiori integrante de este Colectivo DG2023 publicado en Hoy Dia Cordoba

LA POLÍTICA EXTERIOR DE ARGENTINA, A BALLOTTAGE


Aunque no fue el eje principal de la campaña presidencial, la política exterior de la Argentina adquirió un rol clave en en el tramo final del debate electoral, cuando los dos candidatos para el balotaje del 19 de noviembre, el peronista Sergio Massa y el ultraderechista Javier Milei, expusieron posturas notoriamente contrastantes.

Casi 36 millones de argentinos podrán elegir en el balotaje de este 19 de noviembre a su futuro presidente entre el peronista Sergio Massa (Unión por la Patria) y el ultraderechista Javier Milei (La Libertad Avanza), cuyas posiciones sobre política exterior resaltan el fuerte contraste de sus proyectos de gobierno.

A continuación, exponemos las posturas de Massa y Milei respecto de los principales asuntos de política exterior que esperan al nuevo gobierno, en el contexto de conflictos armados, tensiones geopolíticas y fragmentación económica, una “policrisis” mundial que alcanza inevitablemente a América Latina y al país.

Visión general

LA LIBERTAD AVANZA (LLA): para Milei, un economista ultraliberal, el Estado sólo debe generar las bases de la política exterior y dejar el rol determinante al sector privado, en especial con gobiernos “totalitarios” (cita China y Brasil), con los que promete congelar relaciones. Su gestión diplomática, de todos modos muy ideologizada, sería parte de una “lucha global contra socialistas y estatistas”.

Milei promete estar “alineado con Occidente” y con el “mundo libre”, y tener a Estados Unidos e Israel como aliados principales. “Israel será mi aliado principal y llevaré la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén”, detalló.

UNIÓN POR LA PATRIA: Massa propone en cambio una política exterior pragmática basada en el interés nacional, que abra nuevos mercados a productos y servicios, y apoye a la producción y el trabajo de calidad de las PyMes, que promueva exportaciones con valor agregado y atraiga desde el Estado inversiones privadas que modernicen el aparato productivo.

«Argentina tiene la responsabilidad de, en un mundo convulsionado, de pensar su política exterior en defensa de su interés. Lo primero que tenemos que tener en claro es la multipolaridad: Argentina tiene que tener relaciones con todos los países que abran los brazos y los mercados para vender trabajo argentino», dijo Massa.

Las relaciones con China

LLA: Milei propone congelar todos los vínculos posibles con China y sólo permitir relaciones entre privados, para que sea una decisión de ellos y no del Estado. “No voy a hacer negocios con ningún comunista. Soy un defensor de la libertad, de la paz y de la democracia. Los comunistas -insistió- no entran ahí. Los chinos no entran ahí”. En el debate del balotaje reafirmó: “Los chinos no quieren hacer beneficencia con nosotros; si no le vendés a ellos, se lo podés vender a otros”.

UxP: en el mismo debate, Massa se preguntó: “¿Quiénes son los principales socios comerciales de la Argentina? Brasil es uno y China es otro. Vamos a defender esa agenda comercial que le da trabajo a dos millones de argentinos” y 28 mil millones de dólares en exportaciones. “La política exterior no se puede regir por caprichos ni ideologías, sino por el interés nacional», razonó.

El rol de EEUU y del FMI

LLA: Milei define a Estados Unidos como “un gran socio estratégico” sin importar su administración de turno, si bien se inclina por los republicanos, y ha expresado simpatías por Donald J. Trump, así como por el brasileño Jair Bolsonaro y otros líderes ultraderechistas. “Me puede gustar más o menos el perfil de los republicanos versus el de los demócratas, pero eso no quiere decir que no considere que Estados Unidos es un gran socio estratégico”, dijo.

En cuanto al Fondo Monetario Internacional (FMI), con el cual Argentina mantiene un programa crediticio por 44 mil millones de dólares, por el préstamo que tomó en 2018 el presidente derechista Mauricio Macri, aliado ahora de Milei para el balotaje, el candidato de LLA dijo que “no debería tener problemas” porque promete un “ajuste fiscal mucho más profundo” que el que demanda el organismo al país.

UxP: Massa anunció que pronto el FMI abrirá una investigación sobre la fuga de capitales del préstamo stand by tomado por Macri y que una comisión revisará por qué el 66% del crédito se usó para financiar el pago a fondos de inversión.

Mientras tanto, postula rediscutir el acuerdo con el Fondo. “El acuerdo que nos dejó Macri es un karma con el que Argentina va a convivir, hasta que le paguemos y lo saquemos de país. Tal como hizo Néstor Kirchner en 2005 y Lula da Silva en Brasil. Hay que volver a tener soberanía en las decisiones”, sostuvo.

El futuro del Mercosur

LLA: para Milei, el Mercosur es “una unión aduanera de mala calidad que produce desvío de comercio y que perjudica a cada uno de los miembros”, y anticipó que buscará dejar el bloque que integra Argentina con Brasil, Uruguay, Paraguay (los cuatro socios fundadores) y Venezuela, más Bolivia en proceso de adhesión.

“El Estado no tiene por qué meterse a decir con quién debo comerciar y con quién no”. En ese sentido, entiende al Mercosur como “el mejor ejemplo del estorbo que causa el Estado”, que “no progresa hacia ningún lado” y que Milei “eliminaría”.

JxC: consideró un “delirio” de su rival romper con el Mercosur que el propio país fundó hace casi cuatro décadas: “Significaría la destrucción de 400.000 o 500.000 empleos en diferentes sectores».

La región tiene «una enorme oportunidad de integrarse y competir juntos en el marco de un mundo en el que la seguridad alimentaria es fundamental», afirmó Massa, y de «trabajar coordinados» en el contexto del Mercosur.

Los BRICS, adentro o afuera

LLA: en línea con su rechazo a mantener vínculos con China o Brasil, socios principales de los BRICS (con Sudáfrica, India y Rusia), para Milei el ingreso de Argentina al bloque -negociado por el gobierno de Alberto Fernández- tiene costos negativos, porque Argentina no tiene fondos para hacer aportes y se convertiría en más deuda, y no se negoció el acceso de empresas argentinas a ese mercado.

UxP: el ministro de Economía, bajo cuya gestión se acordó la incorporación de Argentina a los BRICS a partir de 2024, la ve como una oportunidad comercial clara: 13 provincias tienen como principal destino de exportación a Brasil, 9 a China y 2 a la India, y supone casi un tercio de la venta de trabajo argentina al mundo, dice.

El Vaticano y el Papa

LLA: Milei desató la polémica en plena campaña cuando se difundieron afirmaciones suyas según la cual Francisco era “el representante del maligno en la Tierra”. Luego se desdijo: «No tengo problema en pedir disculpas. Estamos dispuestos a recibirlo en la Argentina, darle los honores de un jefe de Estado y darle los honores propios de jefe espiritual de la Iglesia».

UxP: “Vamos a defender nuestra relación con la Santa Sede”, respondió Massa a Milei, consideró a Francisco “el argentino más importante de la historia” y, en lugar de plantearse una ruptura con el Vaticano, planteó trabajar en 2024 por que el pontífice visite Argentina, como pidieron también los obispos católicos del país.

Las Malvinas y Thatcher

LLA: Milei designó como su futura canciller a Diana Mondino, quien propuso darle un lugar a los habitantes de las Islas Malvinas en eventuales negociaciones bilaterales sobre la disputa de soberanía entre Argentina y el Reino Unido. En el debate pre balotaje, Milei matizó y prometió “agotar todas las instancias diplomáticas para que las islas vuelvan a ser argentinas” pero destacó la figura de Margaret Thatcher -la primera ministra británica que condujo la guerra de 1982- por su rol en la caída del Muro de Berlín, que “aplastó a la izquierda”.

UxP: Massa declaró que «Thatcher es una enemiga de la Argentina, ayer, hoy y siempre. Nuestros héroes son absolutamente innegociables”, y de llegar al poder continuará la política actual de reclamar la apertura de negociaciones bilaterales con Londres sin condicionamientos, como establece la Constitución de 1994, “respetando el modo de vida de sus habitantes» pero no concediendo los términos de una posible “autodeterminación” a la población implantada en las islas por la ocupación británica.

La guerra en Gaza

LLA-UxP: el conflicto en Gaza es uno de los escasos puntos en los que Milei y Massa sostuvieron un acuerdo básico. Ambos, como el resto de los candidatos, repudiaron el ataque del grupo islamista palestino Hamás a poblaciones de la frontera oeste de Israel el 7 de octubre, cuando murieron más de 1.400 personas, aunque la ofensiva israelí sobre la Franja de Gaza ya lleva más de 11.000 víctimas.

“Si soy electo, Hamás será declarada organización terrorista”, anunció Massa. En el primer debate, los dos candidatos condenaron unánimemente el ataque.

Cambio climático y Agenda 2030

LLA: “Todas esas políticas que culpan al ser humano del cambio climático son falsas”, había afirmado Milei en campaña. Toda la evidencia científica indica lo contrario. La temperatura media mundial fue 1,09 °C más alta entre 2011-2020 que entre 1850-1900, por el aumento de las emisiones de dióxido de carbono. En el último debate, amplió: “No niego el cambio climático, lo que digo es que existen en la historia de la Tierra ciclos de temperaturas y este es el quinto”, y anticipó que retirará a Argentina del Acuerdo de París de 2015. También rechazó seguir adhiriendo a la Agenda 2030 de la ONU: “No adherimos al marxismo cultural”.

UxP: Massa consideró que Argentina “no puede tener un presidente que niegue el cambio climático” y rechazó la noción de Milei según la cual contaminar el ambiente es sólo una cuestión de conveniencia económica que se puede autorregular. “Contaminar va contra la casa común y las nuevas generaciones”. En cuanto a la Agenda 2030, Massa apunta a fortalecer el acceso a la vivienda, a reformar el Código Penal para castigar delitos ambientales y a impulsar energías renovables.

Publicado el 14/11/2023 en Embajada Abierta

https://www.embajadaabierta.org/post/la-politica-exterior-de-argentina-a-ballottage

“El verdadero problema de Estados Unidos con China”, por Daron Acemoglu y Simon Johnson

En lugar de asumir que un mayor comercio internacional siempre es bueno para los trabajadores estadounidenses y la seguridad nacional, la administración del presidente estadounidense Joe Biden quiere invertir en capacidad industrial nacional y fortalecer las relaciones de la cadena de suministro con países amigos. Pero por muy bienvenida que sea esa reformulación, es posible que la nueva política no vaya lo suficientemente lejos, especialmente cuando se trata de abordar el problema planteado por China.

El status quo de las últimas ocho décadas fue esquizofrénico. Si bien Estados Unidos siguió una política exterior agresiva (y a veces cínica) consistente en apoyar a dictadores y, en ocasiones, diseñar golpes de estado inspirados por la CIA, también abrazó la globalización, el comercio internacional y la integración económica en nombre de generar prosperidad y hacer que el mundo fuera más amigable con Estados Unidos. intereses.

Ahora que este statu quo se ha derrumbado efectivamente, las autoridades deben articular un reemplazo coherente. Con ese fin, dos nuevos principios pueden formar la base de la política estadounidense. Primero, el comercio internacional debe estructurarse de manera que fomente un orden mundial estable. Si la expansión del comercio pone más dinero en manos de extremistas religiosos o revanchistas autoritarios, la estabilidad global y los intereses estadounidenses se verán afectados. Tal como lo expresó el presidente Franklin D. Roosevelt en 1936, “la autocracia en los asuntos mundiales pone en peligro la paz”.

En segundo lugar, ya no basta con apelar a “ganancias del comercio” abstractas. Los trabajadores estadounidenses necesitan ver los beneficios. Cualquier acuerdo comercial que socave significativamente la calidad y cantidad de los empleos de la clase media estadounidense es malo para el país y su gente, y probablemente provocará una reacción política.

Históricamente, ha habido importantes ejemplos de expansión comercial que han generado relaciones internacionales pacíficas y prosperidad compartida. El progreso logrado desde la cooperación económica franco-alemana posterior a la Segunda Guerra Mundial hasta el Mercado Común Europeo y la Unión Europea es un buen ejemplo. Después de librar guerras sangrientas durante siglos, Europa ha disfrutado de ocho décadas de paz y prosperidad creciente, con algunos contratiempos. Como resultado, los trabajadores europeos están mucho mejor.

Aún así, Estados Unidos tenía una razón diferente para adoptar un mantra de siempre más comercio durante y después de la Guerra Fría: a saber, asegurar ganancias fáciles para las empresas estadounidenses, que ganaban dinero a través del arbitraje fiscal y subcontratando partes de su cadena de producción a países ofreciendo mano de obra a bajo costo.

Aprovechar reservas de mano de obra barata puede parecer coherente con la famosa “ley de la ventaja comparativa” del economista del siglo XIX David Ricardo, que muestra que si cada país se especializa en aquello en lo que es bueno, todos estarán mejor, en promedio. Pero surgen problemas cuando esta teoría se aplica ciegamente en el mundo real.

Sí. Dados los menores costos laborales chinos, la ley de Ricardo sostiene que China debería especializarse en la producción de bienes intensivos en mano de obra y exportarlos a Estados Unidos. Pero todavía hay que preguntarse de dónde proviene esa ventaja comparativa, quién se beneficia de ella y qué implican esos acuerdos comerciales para el futuro.

La respuesta, en cada caso, involucra a las instituciones. ¿Quién tiene derechos de propiedad seguros y protección ante la ley, y cuyos derechos humanos pueden o no ser pisoteados?

La razón por la que el Sur de Estados Unidos suministró algodón al mundo en el siglo XIX no fue simplemente que tuviera buenas condiciones agrícolas y “mano de obra barata”. Fue la esclavitud la que confirió una ventaja comparativa al Sur. Pero este acuerdo tuvo consecuencias nefastas. Los propietarios de esclavos del sur ganaron tanto poder que podrían desencadenar el conflicto más mortífero de la era moderna: la Guerra Civil estadounidense.

No es diferente con el petróleo hoy. Rusia, Irán y Arabia Saudita tienen una ventaja comparativa en la producción de petróleo, por lo que los países industrializados los recompensan generosamente. Pero sus instituciones represivas garantizan que su pueblo no se beneficie de la riqueza de recursos y aprovechan cada vez más las ganancias de su ventaja comparativa para causar estragos en todo el mundo.

China puede parecer diferente, al principio, porque su modelo exportador ha sacado a cientos de millones de personas de la pobreza y ha producido una enorme clase media. Pero China debe su “ventaja comparativa” en el sector manufacturero a instituciones represivas. Los trabajadores chinos tienen pocos derechos y a menudo trabajan en condiciones peligrosas, y el Estado depende de subsidios y crédito barato para apuntalar a sus empresas exportadoras.

Ésta no era la ventaja comparativa que Ricardo tenía en mente. En lugar de beneficiar en última instancia a todos, las políticas chinas se produjeron a expensas de los trabajadores estadounidenses, que perdieron sus empleos rápidamente ante un aumento incontrolado de las importaciones chinas en el mercado estadounidense, especialmente después del acceso de China a la Organización Mundial del Comercio en 2001. La economía china creció, el Partido Comunista de China pudo invertir en un conjunto aún más complejo de tecnologías represivas.

La trayectoria de China no augura nada bueno para el futuro. Puede que todavía no sea un Estado paria, pero su creciente poder económico amenaza la estabilidad global y los intereses estadounidenses. Contrariamente a lo que creían algunos científicos sociales y formuladores de políticas, el crecimiento económico no ha hecho a China más democrática (dos siglos de historia muestran que el crecimiento basado en la extracción y la explotación rara vez lo hace).

Entonces, ¿cómo puede Estados Unidos poner la estabilidad global y a los trabajadores en el centro de la política económica internacional? En primer lugar, se debe disuadir a las empresas estadounidenses de colocar eslabones críticos de la cadena de suministro de manufactura en países como China. El ex presidente Jimmy Carter fue ridiculizado durante mucho tiempo por enfatizar la importancia de los derechos humanos en la política exterior estadounidense, pero tenía razón. La única manera de lograr un orden global más estable es garantizar que prosperen los países genuinamente democráticos.

Los jefes corporativos que buscan ganancias no son los únicos culpables. La política exterior estadounidense ha estado plagada de contradicciones durante mucho tiempo, y la CIA a menudo socavaba regímenes democráticos que no estaban en sintonía con los intereses nacionales o incluso corporativos de Estados Unidos. Es esencial desarrollar un enfoque más basado en principios. De lo contrario, las afirmaciones de Estados Unidos de defender la democracia o los derechos humanos seguirán sonando huecas.

En segundo lugar, debemos acelerar la transición hacia una economía neutra en carbono, que es la única manera de quitarle poder a los petroestados parias (y resulta que también es buena para crear empleos en Estados Unidos). Pero también debemos evitar cualquier nueva dependencia de China para el procesamiento de minerales críticos u otros insumos “verdes” clave. Afortunadamente, hay muchos otros países que pueden suministrarlos de manera confiable, incluidos Canadá, México, India y Vietnam.

Finalmente, la política tecnológica debe convertirse en un componente clave de las relaciones económicas internacionales. Si Estados Unidos apoya el desarrollo de tecnologías que benefician al capital sobre la mano de obra (a través de la automatización, la deslocalización y el arbitraje fiscal internacional), estaremos atrapados en el mismo mal equilibrio del último medio siglo. Pero si invertimos en tecnologías que favorezcan a los trabajadores y que generen mayor experiencia y productividad, tenemos una posibilidad de hacer que la teoría de Ricardo funcione como debería.

Publicado el 13/11/2023 en Project Syndicate por Daron Acemoglu y Simon Johnson

A punto de comenzar el año electoral 2024, la división de la opinión pública sobre el apoyo a la invasión israelí en Gaza influye con fuerza sobre la competencia interpartidaria.

Por Eduardo J Vior Analista Internacional Agencia TELAM el autor autoriza su publicacion en Dossier Geopolitica

El pueblo norteamericano habitualmente no se informa ni se interesa mucho por los temas de la política exterior, pero la gran excepción se da, cuando algún conflicto tiene que ver con Israel. Desde 1967 el lobby judeoamericano ha ido aumentando su influencia, de modo que los avatares de la política mediooriental son vividos en Washington como propios. Este año no es diferente: por un lado, los aspirantes a la candidatura presidencial republicana han puesto unificadamente la solidaridad con Israel en el centro de su enfrentamiento con los demócratas. Éstos, por el contrario, se han dividido entre los sostenedores de Israel, aunque contrarios a Benyamin Netanyahu, y los simpatizantes de la causa palestina. La guerra en Gaza y la campaña electoral en ciernes se mezclan en las pantallas estadounidenses.Las calles de EE.UU. van a decidir gran parte de la actitud de Washington hacia la guerra y van a influir sobre el perfil de los candidatospresidenciales para la compulsa de noviembre de 2024 y sus plataformas.

Durante el debate entre los precandidatos republicanos a la presidencia, organizado por NBC News en Miami el pasado miércoles 8, los líderes compitieron entre sí por mostrar el mayor apoyo a Israel, trazar la línea más dura hacia Irán y hablar más agresivamente sobre el antisemitismo. Los cinco precandidatos dijeron que apoyaban plenamente la campaña militar de
Tel Aviv contra Hamás y que no harían nada para frenar su bombardeo a Gaza. “Yo le diría a Bibi, termina el trabajo con estos carniceros de una vez por todas”, dijo DeSantis, refiriéndose al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.

“Acaben con ellos, acaben con ellos”, exhortó, por su parte, la ex embajadora ante las Naciones Unidas Nikki Haley refiriéndose a Hamás. “Borren a Hamás del mapa”, dijo, a su vez, el senador por Carolina del Sur Tim Scott. A su turno, el ex gobernador de Nueva Jersey Chris Christie anunció que diría a Netanyahu que “Estados Unidos está dispuesto, no importa lo que necesites”.
Finalmente, el empresario Vivek Ramaswamy, recién llegado a la lid política, declaró que «yo le diría a Bibi que Israel tiene el derecho y la responsabilidad de protegerse”.

La militancia republicana por Israel no responde sólo a motivos ideológicos o estratégicos, sino que,   en   gran   medida,   tiene   un   impulso   religioso.   En   particular,   algunos   evangélicos estadounidenses, conocidos como sionistas cristianos, ven el apoyo a Israel como una obligación para la realización de las profecías apocalípticas. Aunque la mayoría de los cristianos evangélicos apoya al Partido Republicano y, como el evangelismo está tan arraigado en la política exterior estadounidense, ni siquiera los demócratas pueden ignorar sus demandas. 

El evangelismo es un movimiento surgido dentro del protestantismo después de la guerra civil norteamericana (1861-65) que desde el inicio proclamó la creación de un Estado judío en Palestina, es decir, incluso mucho antes del surgimiento del sionismo judío en 1896. Si bien el apoyo de los evangélicos a Israel no era tan manifiesto al principio, tras la victoria israelí en la
Guerra de los Seis Días (1967), que ellos consideraron un milagro y la actualización de la profecía bíblica, la defensa de Israel se convirtió en su máxima prioridad. El lobby judío empezó entonces   a   colaborar   con   estas   iglesias   y   comunidades,   para   influir   sobre   los   políticos estadounidenses.

Según una encuesta del Pew Research Center, el 67% de los evangélicos tiene una opinión positiva de Israel, el 80% cree que el Estado de Israel es el cumplimiento de la profecía bíblica y el 45% afirma que la Biblia influye en sus opiniones sobre Israel. Como los evangélicos son el mayor bloque político de Estados Unidos, sus demandas no son ignoradas. Los grupos de presión
judíos también los animan a movilizarse y presionar al gobierno.

El apoyo evangélico a Israel no se corresponde con el de los propios judíos norteamericanos. Incluso antes del 7 de octubre ya estaba disminuyendo su apoyo a Israel. Ya una encuesta reciente mostraba que, aunque la mayoría de los judíos considera que para su identidad judía es importante   preocuparse   por   Israel,   más   de   la   mitad   desaprueba   el   gobierno   de   derecha-
ultraderecha de ese país. Según otro relevamiento, una cuarta parte de los judíos estadounidenses está de acuerdo en que Israel es un “Estado de apartheid” y una quinta parte de los menores de 40 años no cree que el Estado de Israel tenga derecho a existir.
Estos cambios han venido acompañados por un crecimiento de las organizaciones judías de izquierda como IfNotNow (¿Cuándo si no ahora?) y Jewish Voice for Peace (Voz Judía por la Paz), que condenan desde hace tiempo el trato de Israel a los palestinos.

Estas agrupaciones se ubican en la vanguardia de los llamamientos a un alto el fuego y al fin del apoyo estadounidense
a la guerra de Israel contra Gaza. Desde que comenzó el actual conflicto, en tanto, activistas judíos han cerrado la estación Grand Central de Nueva York y han sido detenidos por acciones como ocupar los pasillos del Congreso y concentrarse frente a la casa del líder de la mayoría del Senado, Chuck Schumer, que también es judío. 

Lógicamente, aún más fuerte que la judía es la crítica de la comunidad musulmana: “el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha ignorado a nuestro pueblo durante la actual crisis de Gaza y nosotros vamos a ignorarlo en las elecciones presidenciales del próximo año”, ha afirmado el presidente del Consejo de Relaciones Islámico-Estadounidenses (CAIR, por su nombre en inglés)
Nihad Awad. “Le dijimos directamente a título personal que, si no pide un alto el fuego inmediato, no obtendrá nuestros votos en 2024”, declaró el dirigente en una entrevista con la agencia estatal de noticias turca Anadolu. Las declaraciones de Awad se produjeron poco después de que Biden, respondiendo a una pregunta, mientras partía para un viaje al estado de Illinois,
dijera que “no hay ninguna posibilidad” de un alto el fuego en la Franja de Gaza.

Este debate público expresa sólo en parte la profunda incidencia de la guerra sobre el estado de ánimo de la población. En una encuesta realizada en agosto pasado sólo el 32% de los estadounidenses describía a Israel como un aliado que comparte los intereses y valores de Estados Unidos. Sin embargo, esa cifra aumentó al 44% en la última encuesta, realizada tras los
atentados del 7 de octubre. Sin embargo, sólo el 36% dijo que es extremadamente o muy importante proporcionar ayuda al ejército de Israel en su lucha contra Hamás y el 40% afirmó que la respuesta militar de Israel en la Franja de Gaza ha ido demasiado lejos. Todavía, el 38% de los encuestados opinó que la respuesta de Israel ha sido más o menos correcta y sólo el 18% dijo
que no ha ido lo suficientemente lejos.

La situación se complica por el interés de los estadounidenses en equilibrar varios objetivos de política exterior. Alrededor de 6 de cada 10 creen que es extremadamente importante o muy importante que Estados Unidos ayude a recuperar a los rehenes retenidos por Hamás en Gaza, mientras que aproximadamente la mitad dijo que es preciso evitar daños a los civiles palestinos o
proporcionar ayuda humanitaria en el territorio.

Entre tanto, según una nueva encuesta de The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research dada a conocer el domingo 5, el 50% de los demócratas aprueba la forma en que Biden ha gestionado el conflicto, mientras que el 46% la desaprueba y los dos grupos divergen sustancialmente en sus opiniones sobre el apoyo de Estados Unidos a Israel. El apoyo de los demócratas a Biden en esta cuestión ha descendido ligeramente desde agosto, cuando una encuesta de AP-NORC reveló que el 57% de los demócratas aprobaba su gestión del conflicto y el 40% la desaprobaba.

La división entre los demócratas se manifiesta también en la Cámara de Representantes. Más de 20 representantes de ese partido votaron el martes 7 a favor de censurar a la representante Rashida Tlaib, la única estadounidense de origen palestino en el Congreso, por sus críticas a Israel y por haber dicho que quiere un alto el fuego en Gaza y haber pedido una “coexistencia
pacífica” entre israelíes y palestinos.

Manifestantes propalestinos piden el alto el fuego Foto AFP
Manifestantes propalestinos piden el alto el fuego / Foto: AFP.

Mientras tanto, las protestas contra la guerra se extienden por todo EE.UU. Manifestantes propalestinos ocuparon el jueves 9 el vestíbulo de The New York Times, exigiendo un alto el fuego inmediato en Gaza y acusando a los medios de comunicación de mostrar parcialidad hacia Israel en su cobertura de la guerra entre Israel y Hamás. Como casi todas las noches desde el 7 de
octubre, miles de personas marcharon anoche por el centro de Manhattan para protestar por los ataques de Israel contra Gaza.

Ya el sábado pasado decenas de miles de personas se congregaron en Washington, para exigir un alto el fuego en Gaza. Los manifestantes dirigieron su ira contra el presidente estadounidense, Joe Biden, acusándole de permitir el genocidio contra los palestinos. “Biden, Biden, you can’t hide; we charge you with genocide,” (“Biden, Biden, no podés esconderte; te acusamos de genocidio”), coreaban los movilizados.

A pesar de las negociaciones en curso, la guerra no tiene todavía visos de terminar y ya se van encendiendo las primeras luminarias para la campaña electoral 2024 que comienza oficialmente en enero próximo con las asambleas ciudadanas en Iowa. La cerrada toma de partido por Israel del Partido Republicano puede servirle para movilizar el voto cristiano sionista, pero no le
agregará nuevos votos en el resto de la población. Por su parte, la división entre los demócratas puede restar puntos a su partido, si no aparece en escena nuevamente Donald Trump y cimenta la unidad de la variopinta coalición hoy mayoritaria.

Si se llegara rápidamente a un cese del fuego en Gaza, muy probablemente el conflicto desaparecerá de las pantallas norteamericanas. Por el contrario, si los enfrentamientos en Asia Occidental se prolongan algunas semanas, influirán fuertemente en los debates políticos al comienzo de la campaña electoral. Con seguridad, la crisis política que sobrevendrá en Israel,
apenas callen las armas, echará una sombra muy pesada sobre la selección de prioridades en política exterior y éste no es un capítulo que vaya a terminar muy rápidamente. Viceversa, el curso de éstas dependerá de los avatares electorales en Washington. Estados Unidos e Israel están demasiado imbricados. como para que uno pueda estornudar sin que el otro se resfríe

FUENTE:

https://www.telam.com.ar/notas/202311/646209-la-guerra-en-asia-occidental-tambien-se-libra-en-eeuu.html

¡¡ LA DESESPERACIÓN DOMINA AL BLOQUE OCCIDENTAL, A MENOS DE DOS MESES DE LA PUESTA EN MARCHA DE LOS BRICS 11 !! Es la alerta del director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, en su columna del Club de La Pluma, quién agrega que el bloque occidental tiene como única alternativa el implementar el caos y la violencia para impedir el irremediable avance del Sur Global. Y que el gigantesco despliegue militar de EEUU en Oriente Medio, incitando a una reacción del mundo árabe por el genocidio palestino, más la elección de Milei con la ruptura de relaciones de Argentina con Brasil y China, son las dos estrategias inmediatas del imperio para evitar que los BRICS tengan el control sobre sus recursos naturales. Además del temor de los anglosajones, a que el acercamiento del nuevo bloque a la OPEP, les haga perder el poder histórico sobre el gas y el petróleo.

AUDIO:

Y muy sentidamente hace un llamado a no interiorizar ni naturalizar la barbarie en directo de Israel contra Palestina, mucho menos la de esos 4.000 niños asesinados salvajemente. Pidiendo que el estupor y la reacción se impongan a la rutina y que nadie olvide que “todo niño es un legado de la humanidad”

Además, y a lo largo del audio, desenmascara el ridículo argumento de que la flota norteamericana y su impresionante logística militar, está en la zona para ayudar al régimen sionista de Tel Aviv “ante una milicia que apenas usa cohetes artesanales”. También, que la extensión del conflicto buscada por Occidente, traería consecuencias catastróficas y terribles para la región, afectando a la potestad de esos países sobre el aprovechamiento de sus propios recursos naturales. Que el divorcio entre Argentina y Brasil rompería el eje políticamente duro en América del Sur entre los dos principales países industrializados de la región, además de ser los mayores productores de alimentos, como los más desarrollados tecnológicamente, lo que imposibilitaría el funcionamiento de uno sin el otro. En tanto que la ruptura con China sería el último y definitivo suicidio económico de Argentina.

Sobre el candidato Milei nos dice que este personaje siniestro y desequilibrado es otra apuesta desesperada de los grupos del poder global occidental, quienes al incentivar su voto, solo procuran instalar en el país un clima de caos y destrucción económica y social, por lo que es necesario convocar a un último esfuerzo para que las urnas derroten a esta falsa opción. Lo que implica que la elección del 19 de Noviembre es trascendental.

Finalmente asegura que el uno de enero del 2024 será el punto de partida de los BRICS 11, con la incorporación de Arabia Saudí, Irán, Egipto, Argentina, Etiopía y Emiratos Árabes Unidos, lo que profundizará el cambio tectónico del nuevo mundo unipolar, por lo que hay que evitar entrar en el juego violento que propone Occidente, con su única y peligrosa estrategia de guerra y muerte.

Eduardo Bonugli (Madrid, 12/11/23)

Decidimos en Dossier Geopolitico por su importancia, ir publicando los videos de las clases de Política Internacional del Analista y Periodista Internacional Pepe Escobar, en su nuevo emprendimiento que organiza bajo el formato de Clases cortas con gran abundancia de información y tocando en cada una de ella, un tema puntual y vital de los gigantescos cambios que llegaron para imponerse, y que solo encuentran una resistencia violenta pero esteril del poder anglosajón atlantista retardatario, de un mundo que ya inició un proceso de transformación, estos programas estas identificados en la Plataforma de Youtube con el Nombre de: Pepe Cafe. (Las clases están en idioma portugues pero se pueden traducir usando las herramientas del Video)

En está tercera reunión virtual: Nuestro tercer café conjunto, realizado desde  Francia, se centra en el concepto de guerras eternas. ¿Quién y por qué los mantiene? Analiza los roles de las principales grandes potencias en este complicado proceso geopolítico.

Prof. Lic. Carlos Pereyra Mele Director de Dossier Geopolitico

SITIO DEL VIDEO TERCERA REUNION: Cómo Rusia y China están rompiendo el obsoleto orden mundial

https://www.youtube.com/watch?v=qpX_rovrf_o

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein especial para Dossier Geopolitico

Mientras en Palestina se produce un genocidio en vivo y en directo que ya dura más de un mes, auspiciado y alimentado militarmente por Estados Unidos, Ucrania,..

…la otra hija putativa de Washington se debate en el olvido. Noviembre ha hecho públicas una serie de declaraciones que dan cuenta del estado putrefacto y en fase terminal en que se encuentra Kiev, solo esperando por una extremaunción que sin dudarlo, tendrá repercusiones más allá de sus fronteras.

El primer día de este mes, el jefe del Pentágono, general Lloyd Austin al intervenir en la audiencia del Senado sobre los fondos adicionales afirmó con extraordinaria contundencia que Ucrania no podría ganar el conflicto con Rusia sin el apoyo de Washington. De esta manera se hizo patente algo sabido por los militares desde hace mucho tiempo que los líderes políticos occidentales han pretendido ocultar. Dicho en pocas palabras, el esfuerzo militar de Ucrania depende casi exclusivamente del aporte que haga Estados Unidos para sostenerlo.

Para hacer más evidente la aseveración y tal vez pensando en que podría haber algunas dudas al respecto, solo tres días después, el 4 de noviembre, la secretaria de prensa de la Casa Blanca Karine Jean-Pierre, advirtió que el gobierno de Estados Unidos  “se está quedando sin fondos para financiar los envíos de armas a Ucrania”. En algo que podría parecer risible si no estuvieran en juego miles de vidas humanas,  la vocera afirmó que van a comenzar a entregar “paquetes más pequeños de ayuda”  para ampliar la capacidad de apoyo al régimen de Kiev “durante el mayor tiempo posible”.

Vale recordar que el 20 de octubre, la Casa Blanca pidió al Congreso un nuevo paquete de ayuda para Kiev por un valor de 60.000 millones de dólares. Sin embargo, el pasado jueves 2, la Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley que prevé más de 14.000 millones de dólares en ayuda de emergencia para Israel, pero en el que no se menciona a Ucrania. La explicación vino del congresista republicano Mike Johnson, nuevo líder de la Cámara de Representantes quien destacó que las necesidades de Israel son más “urgentes” que las de Ucrania.

Todo esto ocurre cuando el ministro de Finanzas de Ucrania Serguéi Marchenko informara a la opinión pública que su país se enfrenta a un déficit de 29 mil millones de dólares para 2024 por lo que sin la ayuda de sus aliados occidentales, difícilmente podrá ser superado tal escollo. Marchenko aseguró que veía mucho “cansancio” y “debilidad” entre los socios de Ucrania agregando que a los funcionarios occidentales “les gustaría olvidarse” de las acciones militares, aunque las hostilidades “siguen en curso, a gran escala”.

Agregando datos para avalar la situación, el propio comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, general Valeri Zaluzhny admitió en una entrevista para la revista británica The Economist, que Rusia estaba en una mejor posición en el conflicto armado, describiendo la situación actual en el frente como “un punto muerto” en términos del nivel de tecnología. 

La entrevista de Zaluzhny causó no solo descontento y desmoralización en Ucrania, también terror generalizado entre algunos de sus aliados. En sentido contrario, el presidente Zelenski aseveró que su país no estaba en un punto muerto respecto de Rusia. Afirmó que lo que ocurría era que Moscú tenía una total superioridad aérea que los obligaba a cuidar a sus militares. A continuación esbozó una propuesta para superar tal situación, a partir de la entrega por parte de Occidente delos aviones caza polivalentes F-16 prometidos.

Echándole “más leña al fuego”, al día siguiente, 5 de noviembre el exasesor del jefe de la Oficina Presidencial de Ucrania, Alexéi Arestóvich señaló su conformidad con Zaluzhny al afirmar que Ucrania no podía –en las condiciones actuales- derrotar a Rusia en el campo de batalla. Argumentando a favor de su idea,

Arestóvich aseguró que: “El enemigo es más poderoso en términos económicos, militares, de movilización y de organización, y nuestros socios, de los que dependemos, no están interesados en derrotar a la Federación Rusa».

Lo interesante de esta declaración es que por una parte, fue la primera vez que se refuta públicamente desde Ucrania la idea de que el fracaso de las operaciones depende exclusivamente del aporte de Occidente en armamento y recursos financieros, al incorporar los grandes déficit en materia de recursos humanos y organización en los que la ayuda externa no tiene mayor influencia. Por otro lado, en esta declaración es explícita la dependencia de Occidente para sostener las acciones,  como ya lo había señalado el general Austin.

Este debate que cubre la noticia informativa interna del país, se inserta en una dinámica electoral de cara a los comicios presidenciales del próximo año. Pero Zelenski cerró cualquier posibilidad al respecto al decir que no se pueden hacer elecciones en una situación en la que impera la Ley Marcial.

Aunque se rumoró que el nuevo ministro de defensa Rustem Umérov, vinculado al expresidente Piotr Poroshenko habría presentado una solicitud para destituir a Zaluzhny, tal información fue desmentida por el asesor de la Oficina Presidencial Serguéi Leschenko, quien la caracterizó como una «noticia falsa». No obstante, el mal ya estaba hecho cuando se hizo patente que un sector de la sociedad desea que Zaluzhny se vaya.

Al respecto, la Oficina Presidencial emitió una dura crítica pública a Zaluzhny, pero el presidente no tomó la decisión de destituirlo. Zelenski debe haber tomado nota de las excelentes relaciones de Zaluzhny con los mandos militares de la OTAN y en especial con el secretario de defensa de Estados Unidos. No obstante, hay que entender la dimensión negativa de lo que significa para cualquier país que el jefe de Estado y el jefe de las fuerzas armadas emitan opiniones contradictorias públicamente en particular al referirse a la situación del conflicto en su aspecto bélico. El New York Times señaló que tal situación es expresión de “una brecha emergente entre el liderazgo militar y civil en un momento ya difícil para Ucrania» sobre todo porque “la fisura [entre Zelenski y Zaluzhny] se produce mientras Ucrania está luchando en su esfuerzo de guerra, militar y diplomáticamente».

Esta controversia, fue una vez más motivo para la intervención de Arestóvich a fin de continuar “echando sal en la herida”. Para nadie es un secreto que el exasesor ha manifestado su aspiración a la presidencia. De alguna manera, eso explica su permanente aparición en los medios y en las redes sociales. En este contexto se explica su aparente interés en mediar en la reyerta que evidentemente atenta contra el espíritu de combate de las fuerzas armadas. Arestóvich ha hecho un llamado a Zelenski para que “muestre sensatez” y dirima sus discordias con Zaluzhny. Así mismo le ha hecho saber que está en sus manos “la clave para cambiar la postura de la oposición, de los estadounidenses, de todo el mundo, del Ejército y de la sociedad» aprovechando de decirle que no son los que lo critican y lo instan a hacer las elecciones , los que generan inestabilidad en el país «sino usted mismo, con sus políticas ineficaces que socavan la fe de los ciudadanos en la victoria, los sentimientos en el Ejército, la confianza de los socios y aliados”.

A esta polémica se han ido incorporando algunos de los más influyentes medios de comunicación occidentales. Por ejemplo,…

…la revista “Time”, que ahora se ha tornado -sin tapujos- en fuerte detractora del gobierno de Ucrania, publicó un artículo en el que califica a Zelenski como una persona que vive al margen de la realidad. La aseveración resulta sorprendente sabiendo que este medio informativo está fuertemente ligado a la CIA, principal agencia de inteligencia exterior de Estados Unidos.  

A este respecto, el periodista y expresentador de “Fox News”, Clayton Morris se preguntó: “¿Por qué una revista respaldada por la CIA decide de repente mostrar el verdadero y sombrío panorama de la situación en Ucrania? ¿Para conseguir su apoyo o [para] sentar las bases de algo menos agradable?» Morris afirmó que para escribir el artículo, “Time” consiguió acceder al círculo íntimo de Zelenski y como resultado de ello, se le pudo retratar como un «líder mentalmente inestable y no realizado». 

El artículo, publicado el pasado 30 de octubre hace comentarios sobre Zelenski y su entorno, señalando que el excesivo optimismo fuera de la realidad del presidente ucraniano, incluso a pesar de los fracasos en las operaciones de combate, “obstaculiza los intentos de su equipo de realizar nuevas estrategias e ideas”.

Con extrema dureza, la publicación asegura que Ucrania ya no podrá contar con el recurso humano necesario para utilizar todo el armamento que Occidente le ha prometido. Al mismo tiempo afirma que también conspira contra ello que los funcionarios locales «roban como si no hubiera un mañana».

En el trasfondo de esta disputa  se manifiesta el desacuerdo entre Zaluzhny y Zelenski en la apreciación que cada uno tiene de la situación en el frente ante el fracaso de la contraofensiva. Sobre este asunto, el New York Times llegó a decir que las operaciones de los militares ucranianos no lograron tener «ningún avance» provocando -por el contrario- un gran número de víctimas agregando que «Ucrania está enfrentando ataques intensivos rusos en el este», mientras que el escepticismo en Europa y el partido Republicano de Estados Unidos ha crecido.

Desde el 4 de junio (fecha de inicio de la “contraofensiva”), las fuerzas armadas de Ucrania han tenido 90 mil bajas (entre muertos y heridos graves irrecuperables) así como 557 tanques y 1.900 vehículos blindados destruidos. Para que se tenga una idea del significado de esta cifra baste decir que hasta el momento Occidente ha enviado a Ucrania 595 tanques (de los 830 comprometidos) y 1.550 vehículos blindados.

Rusia por su parte, está realizando operaciones de defensa activa que significa la ejecución de acciones ofensivas a pequeña escala en algunos sectores, centrando sus ataques a través de golpes contra los medios aéreos, los lugares de concentración de tropas y la logística. Debe recordarse que -desde el punto de vista bélico- para Rusia este conflicto tiene básicamente las características de una guerra de desgaste que ya rebasó las posibilidades de Ucrania,  afectando también a Estados Unidos y sobre todo a Europa. 

En este contexto se comienzan a apreciar manifestaciones de desesperación en la élite ucraniana.

Así, se ha comenzado a verificar un llamado a la “comprensión” de Occidente porque según Zelenski las tropas ucranianas están defendiendo «valores comunes» como la democracia, atacados hoy por la autocracia rusa. En el imaginario colectivo se trata de instalar una nueva bipolaridad “democracia vs. autocracia”. El desasosiego de Zelenski invoca a Occidente a luchar contra el peligro ruso que podría “matar a todos” con lo cual le quedaría la puerta abierta para atacar a los países de la OTAN, en cuyo caso “…ustedes enviarán a sus hijos e hijas [a la guerra]. Y el precio será más alto. Es muy importante no perder la voluntad, no perder esta fuerte posición, y no perder su democracia». 

En el colmo de su frustración, el pasado lunes 6 de noviembre el agobiado presidente ucraniano solicitó a “Estados Unidos, la Unión Europea y los países asiáticos” enviar a su país sistemas de defensa aérea o “al menos alquilarlos durante el invierno”.

Lo cierto es que la tal “contraofensiva”  de las Fuerzas Armadas de Ucrania no estuvo a la altura de las esperanzas de Occidente y probablemente haya sido la última oportunidad para Ucrania porque ya no tiene recursos para realizar una operación de envergadura importante en el frente.

Toda esta situación está colocando sobre el tapete la posibilidad de una salida negociada al conflicto si es que la hubiera a estas alturas. El propio Washington Post ha señalado que hubo una posibilidad de resolver diplomáticamente el conflicto ucraniano, pero ya ha desaparecido, toda vez que Rusia tiene una ventaja en el frente y es poco probable que se congele.

Aunque Zelenski se niegue a tal idea, la misma se ha ido extendiendo cada vez más. Por ejemplo, el ministro de Asuntos Exteriores y Europeos de Eslovaquia, Juraj Blanar afirmó sin ambages que el conflicto en Ucrania no tiene solución militar.

Hasta Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y sempiterno belicista, ha tenido que reconocer que la crisis en Asia Occidental ha tenido fuerte impacto en la política hacia Ucrania. En un arranque inusual de honestidad, Borrell afirmó: «Seamos francos, la crisis de Oriente Medio ya está teniendo un impacto duradero en nuestra política en Ucrania». Borrell llamó a buscar una solución al conflicto en Oriente Medio pero no olvidarse de Ucrania porque: » Si Ucrania pierde, nosotros perdemos. Tenemos que mantener nuestra unanimidad y nuestra unidad en el apoyo a Ucrania”.

Como ha dicho el diplomático y analista político internacional indio MK Bhadrahumar: “La guerra de Ucrania está en piloto automático”.  Lo argumenta afirmando que los objetivos estratégicos fijados por el Presidente Vladimir Putin en febrero del año pasado se mantienen incólumes. Pero ahora, “Rusia siente que ha tomado la delantera en la guerra y que eso es irreversible”. 

Aunque Rusia no ha iniciado una gran ofensiva, la preparación para ella es ostensible. Sin embargo, desde hace un mes lo que ocurra en Ucrania estará irremediablemente amarrado al conflicto en Asia Occidental. Esta situación no podrá estar ausente de las apreciaciones políticas y militares. La simultaneidad en el tiempo de ambos acontecimientos y muchos otros que están ocurriendo en variados rincones del planeta, dicen relación con la crisis de Occidente y de Estados Unidos y la incapacidad de mantener su hegemonía unilateral en el globo. 

Parece difícil que Estados Unidos logre lidiar con los dos conflictos al mismo tiempo, sobre todo porque no son los únicos. En paralelo, debe contender con China en el plano económico, manejar su propia crisis interna, sostener el poder colonial que hoy se tambalea en África y generar respuestas a la rebelión silenciosa que se comienza a manifestar de diferentes formas en América Latina y el Caribe sobre todo porque Cuba, Nicaragua y Venezuela han sido capaces de resistir y mantener en alto sus banderas.

Por lo pronto, pareciera extenderse en Estados Unidos la convicción de que Ucrania no le va a ganar la guerra a Rusia, el pesimismo cunde y el pánico inunda los intersticios del poder imperial. No lo sabemos aún, pero tal vez, Ucrania sea la primera batalla ganada en el mundo que está naciendo.

X:@sergioro0701

Después de más de un mes de iniciados los enfrentamientos en Gaza EE.UU. e Israel se han quedado sin un plan realista para salir de la crisis y se acercan a una gran derrota política y moral.

Por Eduardo Vior Analista Internacional que autoriza su publicacion en Dossier Geopolitico realizado para Agencia TELAM

A 32 días de comenzada la actual guerra en Gaza, con un ingente apoyo norteamericano Israel está demostrando su conocida superioridad militar, sin poder, empero, derrotar a los milicianos palestinos que controlan la Franja. Si bien Washington reta públicamente al gobierno de Benyamin Netanyahu, lo sigue pertrechando abundantemente y mandó a la región dos amenazantes grupos navales. Sin embargo, el pueblo israelí no parece entusiasmado por ir a una guerra sin metas ni tiempos previsibles y la opinión pública internacional se está apartando aceleradamente de Israel. Entre tanto, la población civil de Gaza es la víctima principal de este sangriento juego geopolítico. Pronto la presión interna e internacional se hará insostenible y los aliados en Washington y Tel Aviv deberán plantearse cómo salir del pantano en el que se han metido.

En el décimo día de reocupación de la Franja de Gaza las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), que ya en días anteriores cerraron el cerco en torno a la ciudad de Gaza (en el norte de la Franja), están procurando avanzar a lo largo de la costa, para cerrar completamente el cerco y evitar que los comandos palestinos ataquen Israel por mar. La operación está resultando sumamente costosa, porque los milicianos surgen a cada momento de la red de túneles, atacan a los blindados israelíes y vuelven rápidamente a sus refugios. El ejército israelí afirma haber dado muerte a algunos mandos del Movimiento de Resistencia Islámica Hamás, pero los combates se suceden sin pausa y ningún mando se ha rendido a las fuerzas atacantes.

Según fuentes palestinas, más de 900.000 civiles están todavía en la sitiada ciudad de Gaza sin atreverse a abandonarla por los riesgos de bombardeo que acechan en el camino. Más de 10.500 civiles, de los cuales 4.328 niños, han perdido la vida por los bombardeos. Por su parte, el Ministerio de Salud israelí informó que en un mes 7.262 heridos han llegado a los hospitales como consecuencia de la guerra. Un millón y medio de los 2,5 millones de habitantes  de la Franja han sido desplazados y debieron buscar refugio en escuelas, hospitales y templos religiosos de distintas confesiones que, no obstante, a menudo son bombardeados sin miramientos. El 46% de las muertes entre civiles se produjo en el sur del territorio, que según el gobierno israelí sería territorio seguro.

Mientras tanto, en El Cairo y en Catar se suceden las negociaciones para alcanzar un canje de rehenes israelíes por prisioneros palestinos, pero hasta ahora sin éxito. .El obstáculo principal es la negativa israelí a cesar las hostilidades durante tres días, para que se pueda realizar el intercambio.

En este escenario cruzado por rumores, versiones y declaraciones contrapuestas tuvieron una gran resonancia declaraciones que el ex primer ministro israelí Ehud Barak (1999-2001) hizo este martes al medio digital norteamericano Politico. Según el también ex ministro de Defensa, a Israel sólo le quedan unas semanas para eliminar a Hamás, ya que la opinión pública -sobre todo en Estados Unidos- se está inclinando rápidamente en contra de sus ataques contra Gaza. El político laborista también sugirió que una fuerza árabe multinacional podría tomar el control de Gaza después de la campaña militar, para preparar el regreso de la Autoridad Palestina de Mahmud Abbas como relevo de Hamás. No obstante, Barak subrayó que la vuelta a la diplomacia encaminada a la creación de un Estado palestino era una perspectiva muy remota.

Foto AFP
Foto: AFP

El dirigente observó también que en los últimos días había cambiado la retórica de los funcionarios estadounidenses, con un creciente coro de llamamientos a una pausa humanitaria. Le preocupa asimismo que esté disminuyendo la simpatía generada hacia Israel inmediatamente después del 7 de octubre, cuando las fuerzas unificadas de la resistencia palestina lanzaron el ataque terrorista más mortífero contra Israel en los 75 años de historia del Estado. “Se ve que la ventana se está cerrando. Tendremos que llegar a un acuerdo con las exigencias estadounidenses en las próximas dos o tres semanas, probablemente antes”.

Las declaraciones de Ehud Barak trasmiten la urgencia estadounidense, para que el ejército israelí liquide a Hamás y se retire de la Franja de Gaza. Oficialmente EE.UU. se opone a la reocupación israelí de la Franja, pero no quiere devolvérsela a Hamás que la gobierna desde 2007 por el voto democrático de los gazatíes. Habida cuenta, empero, del rechazo generalizado de la población a la Autoridad Palestina presidida por el octogenario Abbas por su entrega a Occidente y su corrupción, es ilusorio pensar que ésta pudiera volver a gobernar la Franja. La idea de que una fuerza militar árabe plurinacional lo haga transitoriamente, por otra parte, remite a los llamados “Acuerdos de Abraham” de 2020 entre Israel, Baréin y los Emiratos Árabes Unidos. A este proyecto de Donald Trump debía sumarse ahora Arabia Saudita, pero se retrajo inmediatamente después del 7 de octubre. En la situación actual tales acuerdos están en el freezer y tratar de reactivarlos es una ilusión.

Cualquier acercamiento árabe-israelí se ha hecho aún más impensable, después de que el domingo pasado la revista +972 Magazine difundió un documento del servicio de inteligencia israelí con un plan para Gaza. El documento propone al gobierno israelí tres opciones para terminar exitosamente la invasión a la Franja: “1) Derrocar al gobierno de Hamás y unificar a Gaza y Cisjordania bajo el gobierno de la Autoridad Palestina; 2) crear un nuevo Estado árabe independiente», es decir no palestino ni elegido por los palestinos, para gobernar la Franja bajo las directrices de Israel o 3) desplazar a la población no combatiente de la Franja hacia el norte de Sinaí”. Se trata de una región desértica bajo jurisdicción egipcia donde los palestinos desplazados serían hacinados en campamentos de refugiados. Según el documento de la inteligencia israelí, esta tercera opción es ‘la más viable’ y beneficiosa para los intereses a largo plazo» del Estado de Israel”. La idea de este plan es sencillamente despoblar la Franja de Gaza o, al menos, su mitad norte y anexarla a Israel. Significativamente, frente a la costa dela Franja comienza un gigantesco yacimiento submarino de gas que se extiende frente a Israel, Líbano y Siria hasta Chipre y Grecia.

Para poner en práctica cualquiera de las tres opciones, las FDI deberían derrotar tan decisivamente a las milicias palestinas que toda resistencia sea impensable por mucho tiempo. Sin embargo, sobre el terreno las cosas son diferentes. Según informan fuentes fiables, el sistema de túneles que construyó Hamás debajo de Gaza es a la vez una enorme obra de ingeniería y un desafío político y militar que Israel difícilmente pueda superar y, seguramente, no en el corto plazo y mucho menos con los escasos 320.000 efectivos que hoy tiene movilizados en todo el país.

La red de túneles construida por debajo de la Franja comenzó a extenderse desde 2007, cuando Hamás llegó al poder. Al principio eran rutas para el contrabando con Egipto e Israel, pero se transformaron en una fortaleza subterránea. El sistema de bunkers y pasajes de 2 m de ancho por 2 m de alto reforzados por concreto tiene una extensión total aproximada de 500 km a una profundidad que va de los 30 a los 70 metros. Hay un total de 1.300 pasadizos que conectan arsenales y alojamiento para tropas. El sistema subterráneo de Hamás cuenta con una red de comunicación por cable para evitar intercepciones, un acceso independiente a internet y sistemas de ventilación y energía autónomos alimentados con combustible. Al estar construidos en una de las zonas más densamente pobladas del mundo, este entramado subterráneo está montado por debajo de viviendas, escuelas, hospitales y zonas comerciales.

Hamas elaboró un sistema muy complejo de entradas y ventilación que se confunde con el entramado urbano. Hay una deliberada planificación, para mezclar el sistema de túneles con las zonas civiles y para hacer más difícil la tarea de neutralizarlos. Los centros de mando y arsenales están a 70 metros de profundidad. A excepción de algún artefacto atómico, no hay un arma capaz de llegar tan profundo. No hay en el arsenal israelí una bomba o misil convencional que pueda perforar tantos metros de tierra, el concreto de la superficie y el refuerzo de los túneles. Ni tampoco la cantidad suficiente para demoler 500 km de túneles.
La lógica indica, entonces, que se debe tomar el sistema subterráneo por asalto y por tierra, con una gran fuerza militar para controlar las entradas y al mismo tiempo combatir en la superficie. Sería una batalla simultánea en dos planos con un enorme costo en bajas militares y civiles. Es decir que al mismo tiempo Israel debería enfrentar una batalla urbana, tomar precauciones para evitar la mayor cantidad de bajas civiles que puedan ser usadas por la propaganda de Hamás y sus aliados e ir simultáneamente ubicando y tomando los sitios que conducen a los túneles. Una vez dentro de ellos, las tropas israelíes deberían enfrentar el desconocimiento del laberinto de corredores, sitios de derrumbe programados, minas, explosivos direccionales, espacios preparados para emboscadas, ataques suicidas, tramos que podrían ser inundados para frenar el avance, el riesgo para los 222 rehenes usados como escudos humanos y la seguridad de que su avance es monitoreado por cámaras instaladas en puntos clave.

Foto AFP
Foto: AFP

La conclusión es que, a pesar de que el primer ministro Benyamin Netanyahu insiste en que sus fuerzas ocuparán Gaza por un tiempo indefinido, Israel no puede conquistar la Franja y mucho menos ocuparla. En consecuencia, en algún momento va a tener que aceptar un alto el fuego y negociar políticamente.

Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel especularon al principio de las hostilidades con la expansión de la guerra a toda la región. Para Washington el mejor escenario era que el Eje de la Resistencia (Irán, Hezbolá, Siria, las milicias chiítas iraquíes y los huti yemenitas) atacaran frontalmente a Israel y las tropas norteamericanas repartidas por toda la región. Entonces EE.UU. habría involucrado a Rusia en un segundo frente de guerra que ésta difícilmente soporte, habría comprometido a Irán, cuando se han levantado temporariamente las sanciones occidentales, y habría roto el frente árabe-iraní costosamente articulado por China. Para ello el Pentágono mandó al Mediterráneo Oriental y al Mar Rojo a dos potentes grupos navales. Pero los estrategas de la Casa Blanca no contaron con la visión de largo plazo del Ayatolá Jamenei y del secretario general de Hezbolá Sayed Nasralá.

Precisamente, sobre el discurso del líder libanés del pasado viernes 3 el analista israelí Nitzan Sadan comentó lo siguiente: “Ayer me di cuenta de que Abdel Nasser no puede compararse con el líder de Hezbolá. Gamal Abdel Nasser, a pesar de su inteligencia, cedió ante el entusiasmo y el populismo, se volvió imprudente y perdió la guerra con nosotros. En cuanto a Nasrallá, que podría haber ganado la popularidad de cientos de millones con una sola palabra, prefirió perder su popularidad, para lograr una victoria aplastante en el futuro. Este hombre es excepcional, es aterrador.”

Efectivamente, los líderes de Irán y Hezbolá dejaron sin aplicación a las enormes fuerzas estadounidenses en el Mediterráneo Oriental, el Mar Rojo y decenas de bases en toda la región. Si no hay extensión de la guerra y el ejército israelí no puede vencer a Hamás, pronto deberá acceder a un alto el fuego y negociar. Entonces, en algún momento no muy lejano deberá retirarse de la Franja. Será el instante en que estalle la crisis política interna, el gobierno sea depuesto y los israelíes tengan que ir nuevamente a las urnas en medio de una feroz fractura de la sociedad y la cultura del país.

La situación en Asia Occidental se ha transformado radicalmente. Ya no se trata de un conflicto nacional entre israelíes y palestinos. Israel se ha convertido en un país mesiánico que pretende expandirse indefinidamente en nombre del mandato bíblico. Consecuentemente, la causa palestina ha unificado a los pueblos de la región, musulmanes o no, árabes, turcos o persas. Al convertirse en un conflicto entre civilizaciones, la lucha por la independencia palestina se ha hecho ubicua, multidimensional y omnipresente.

La alianza antiisraelí tiene tiempo, porque tiene una población numerosa, convencida de la justeza de su lucha anticolonial y motivada. Además, tiene los recursos económicos, políticos, diplomáticos y militares para un enfrentamiento a largo plazo.
Occidente (e Israel como su puntal regional), por el contrario, sólo tiene la fuerza militar y no tiene tiempo, porque la competencia entre bloques lo acucia.

Los únicos que sólo cuentan con su dignidad y su capacidad de sacrificio son los pobladores de Gaza. A ellos corresponde la mayor dedicación humanitaria.

FUENTE: https://www.telam.com.ar/notas/202311/645921-las-ventanas-se-van-cerrando.html

A los cinco frentes políticos, económicos y militares que ya tiene abiertos la Casa Blanca pretende ahora agregar uno más en el Continente Americano.

POR EDUARDO J. VIOR que autoriza su publicacion en Dossier Geopolitico

¿Cuánto tiempo más pueden sostener los Estados Unidos la acumulación de frentes de conflicto abiertos por el gobierno de Joe Biden? Involucró a Rusia en una guerra en Ucrania que hoy sabe perdida, permitió el ataque a Israel, sigue provocando a China en el este y sureste de Asia, mientras agudiza un conflicto económico con la potencia asiática que daña a toda la economía mundial y radicaliza la confrontación interna. Como si esto fuera poco, algunos días antes de la elección argentina del 22 de octubre la jefa del Comando Sur volvió a alertar contra el “peligro chino” en el hemisferio occidental. EE.UU. sigue siendo la primera potencia militar mundial, pero se ha involucrado en demasiados frentes a la vez y está debilitado por la división de su propio frente interno.

Estados Unidos tiene abiertos cinco frentes de conflicto sin posibilidad de triunfar en ninguno. Dos de los frentes abiertos por Washington están activos con Rusia (por la hegemonía y la carrera militar) y China (por Taiwán y por la guerra comercial). Otros dos frentes son el conflicto de Israel y Palestina y el de Ucrania, y el quinto frente es el que tiene lugar en el interior de Estados UnidosSu política y sociedad están profundamente divididas por ideologías y visiones del país y el mundo incongruentes e irreconciliables. Este es, quizás, el conflicto más grave.

Desde que la resistencia palestina unida lanzó su ataque contra Israel el pasado 7 de octubre, el Pentágono ha organizado un puente aéreo para el suministro de material de guerra a Tel Aviv, pero también ha enviado 20 aviones a Chipre y Jordania ha recibido 15 aviones de transporte y dos escuadrillas de aeronaves para fuerzas aerotransportadas y fuerzas especiales. Esos efectivos se agregan a los dos grupos aeronavales en torno a portaaviones que el Pentágono envió inicialmente a la región.

Al retornar de su viaje a Israel, el presidente Joe Biden reafirmó el apoyo norteamericano  a la independencia de ese Estado, pero en repetidas ocasiones advirtió que debía respetar a la población civil de Gaza y, más recientemente, abogó por la erección de un Estado palestino independiente como única solución para el conflicto.

Aparentemente, Washington presiona para que Israel no invada masivamente la Franja, en primer lugar, porque quiere ganar tiempo para extender la guerra a Siria, a la que acusa de permitir el tránsito de armas iraníes para Hezbolá, aunque dar batalla allí implicaría chocar con Rusia. Después de tres semanas de guerra, en las que Israel ha bombardeado permanentemente el territorio, habiendo matado a cerca de 10.000 civiles (muchos más permanecen sepultados bajo los escombros), de los cuales 3.500 eran niños y herido a varias decenas de miles de civiles, recién este martes Israel se ha atrevido a mandar una gran columna de blindados al norte de la Franja de Gaza tras varios intentos anteriores frustrados por la resistencia. Por primera vez, en todo el mundo se multiplica el reclamo, para que los dirigentes israelíes sean sometidos a juicio por cometer crímenes de lesa humanidad.

No obstante la cantidad enorme de pérdidas humanas, el ejército israelí todavía no ha alcanzado ningún objetivo militar relevante, mientras que las milicias gazatíes no dejan de bombardear el sur de Israel y hasta Tel Aviv. En tanto, en Cisjordania ocupada se multiplican las manifestaciones y ataques a militares y colonos. En la frontera con Líbano, por su parte, Hezbolá bombardea sistemáticamente las instalaciones de escucha y los radares israelíes, para “cegar” a su oponente, pero mantiene una contención significativa.

Israel sabe que no puede triunfar en el campo de batalla. ¿Para qué, entonces, tal masacre de inocentes? La razón hay que buscarla en el mar: en las aguas territoriales de Gaza comienza un gigantesco campo gasífero que se extiende a lo largo del litoral israelí hasta la mitad de la costa libanesa y que EE.UU., Turquía e Israel ambicionan. Algunos miembros de la coalición derechista-ultraderechista que gobierna en Tel Aviv ya han anunciado su intención de desplazar a un millón de palestinos de la mitad norte de la Franja, para anexarla y luego explotar el yacimiento.

Aunque no quiere una ocupación permanente de la Franja, a la elite norteamericana le conviene que en Asia Occidental se produzca una guerra controlada que se prolongue por cierto tiempo, primero, para desplazar a Ucrania de las pantallas televisivas, segundo, para justificar el pedido al Congreso de nuevas partidas presupuestarias para armamentos, tercero, para acceder a la explotación del gas en el Mediterráneo Oriental y, cuarto, para llegar a las elecciones de noviembre de 2024 con algo que mostrar al electorado.

Sin embargo, norteamericanos e israelíes han hecho las cuentas sin el dueño del supermercado. Por una parte, con su ataque a la Franja Israel ha conseguido una unidad nacional de los palestinos como no se veía desde el asesinato de Yasser Arafat. Frente a una sociedad israelí profundamente fracturada, esta unidad implica una ventaja estratégica considerable. Por otra parte, Rusia y China han desarrollado en el último año y medio una estrecha cooperación. Moscú es el gran protector del gobierno sirio y tiene una sólida alianza militar y económica con Irán. China, en tanto, es aliada militar de Irán y está desarrollando una fuerte integración económica con Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Catar. Además, tanto Teherán como Riad y Dubai serán miembros de BRICS11 a partir de enero próximo.

Estados Unidos tiene abiertos cinco frentes de conflicto sin posibilidad de triunfar en ninguno
Estados Unidos tiene abiertos cinco frentes de conflicto sin posibilidad de triunfar en ninguno

Ante este nuevo sistema de alianzas EE.UU. ha perdido el control sobre el petróleo mediooriental. Sólo le quedan su ocupación sobre el este de Siria, donde saquea impunemente los pozos de propiedad de ese país, y los yacimientos iraquíes. En ambos estados sus fuerzas están siendo hostigadas por las milicias coordinadas en el Eje de la Resistencia. Éste es, empero, sólo un aspecto de la emboscada de Moscú y Pekín en la que cayeron los occidentales.

Al mismo tiempo, para anular la presencia de los grupos navales norteamericanos en el Mediterráneo Oriental, Rusia ha mandado una escuadrilla aérea armada con cohetes hipersónicos Kinzhal a sobrevolar las aguas internacionales del Mar Negro. Desde allí, avisó el presidente Putin, estos cohetes pueden alcanzar los portaaviones estadounidenses en el Mediterráneo en un plazo de dos a tres minutos. Convergentemente, los silenciadores rusos instalados en la base naval de Tartus, en el norte de Siria, pueden “cegar” los radares y los sistemas de navegación estadounidenses en una vasta región adyacente. Por último y no casualmente Rusia ensayó el miércoles 25 un ataque nuclear en un ejercicio supervisado por Putin horas después de que el parlamento ruso rescindiera la adhesión al tratado de prohibición global de ensayos nucleares (TPCE, por su nombre en inglés).

De todos modos, el arma principal de los rusos, los chinos y sus aliados es el petróleo. Para obligar a Israel y Occidente a negociar, la OPEP+ puede aumentar el precio del fluido que vende a Occidente arriba de los 100 dólares o reducir el abastecimiento con el mismo efecto.

El bloque euroasiático ha encerrado a su contrincante en un dilema: si expande la guerra en Asia Occidental, chocará con Rusia e Irán y arriesgará un gigantesco bloqueo petrolero que puede destruir las economías occidentales. Si, en cambio, se aviene a una negociación, hará colapsar el gobierno israelí y provocará allí el caos. Además, debería reconocer la independencia palestina y la erección de un Estado en Gaza y los territorios ocupados.

Sin embargo, ni Israel ni EE.UU. son los mayores perdedores de la guerra en Gaza, sino el gobierno ucraniano. Los legisladores norteamericanos ya no quieren votar nuevas partidas de ayuda a Ucrania. El gobierno de Joe Biden pidió al Congreso que apruebe una partida de 106 mil millones de dólares para Ucrania e Israel, pero los republicanos que controlan la Cámara de Representantes quieren desdoblar la votación, para no mandar nada a Kiev.

La situación en el campo de batalla tampoco favorece la generosidad de los legisladores. A pesar de que pequeñas unidades ucranianas pudieron establecer dos o tres cabezas de puente al este del río Dnieper, en el suroeste, su publicitada contraofensiva en el sur ha fracasado y en Avdiivka, cerca de la capital regional Donetsk, las fuerzas rusas amenazan con encerrar a sus oponentes en un bolsón. Más al norte, al oeste de Artiomovsk (Bajmut) y en Kupiansk, el ejército ruso avanza lentamente. Si bien esta guerra es de desgaste para ambas partes, Rusia está siendo aprovisionada con municiones por Irán y Corea del Norte, mientras que los suministros occidentales para Ucrania se van reduciendo. Ahora, si el Congreso norteamericano niega los fondos, los días de Zelenski y su grupo están contados.

No obstante este cuadro de situación, han aparecido algunos indicios de que la dirigencia norteamericana comienza a entender su precaria situación. Por primera vez este domingo una fuerte delegación de Washington concurrirá a la Exposición Internacional de Exportaciones de China (CIIE, por su nombre en inglés), una feria anual que reúne en Shanghai a expositores de todo el mundo. La República Popular viene advirtiendo desde hace varios años contra la política de desacople del gobierno Biden y llamando a separar los negocios de la política. Esta concurrencia parece darle la razón. No resuelve el entredicho por la ambición secesionista del liderazgo taiwanés ni evita las provocaciones navales norteamericanas, pero crea por lo menos un espacio de intercambio pacífico.

No obstante, es demasiado temprano para hablar de un deshielo en la relación entre ambas potencias, ya que los lineamientos de la política exterior estadounidense que diferencian entre la amenaza “aguda” de Rusia y la amenaza “estructural” planteada por China siguen vigentes.

La situación de EE.UU. se agrava por el amotinamiento de diplomáticos y funcionarios del Congreso. A raíz de la sonora dimisión hace dos semanas del subsecretario para Asuntos Político-Militares del Departamento de Estado, Josh Paul, en el organismo se ha desatado un “motín” de funcionarios contra Tom Sullivan, vicejefe de la oficina del secretario de Estado y hermano del consejero de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan. Este funcionario parece ser especialmente despótico y arbitrario y no prestar atención al asesoramiento de funcionarios de carrera con larga experiencia, lo que suscitó la reacción de los diplomáticos. Al mismo tiempo, 411 empleados del Congreso, todos miembros de las comunidades judía y musulmana, firmaron juntos una petición, para que los congresistas promuevan un cese de hostilidades inmediato en Gaza. “Como musulmanes y judíos estamos cansados de revivir los temores generacionales de genocidio y de limpieza étnica”, resalta la petición.

La minoría musulmana estadounidense (4,5 millones de personas) rechaza cualquier apoyo al presidente Joe Biden y, aunque sólo representa un 1% de la población estadounidense, podría impedir la reelección del presidente. Por su parte, la minoría judía estadounidense, no mucho más numerosa (6 millones de personas), se opone a que la Casa Blanca sostenga a Benyamin Netanyahu. Sin embargo, ninguna de las dos minorías puede contrapesar la influencia de los cristianos sionistas (20 millones de personas) que alientan la concentración de todos los judíos en Palestina para dar la batalla final (el Armagedón) del Bien contra el Mal.

En este contexto, no se entiende que la jefa del Comando Sur del US-Army siga tratando de provocar un incendio en América Latina y el Caribe. El pasado 19 de octubre la teniente generala Laura Richardson fue entrevistada en la Universidad de Miami por Susan Segal, presidenta de la American Society (AS)-Consejo de las Américas (COA, por su nombre en inglés) financiada por la Fundación Rockefeller y las 200 compañías norteamericanas con los mayores negocios en América Latina y el Caribe. Allí la generala insistió en sus conocidas denuncias contra la acumulación de poder militar sin precedentes que China estaría adquiriendo en el continente.

Desde que gobierna Joe Biden la Casa Blanca no ha hecho más que multiplicar los conflictos dentro y fuera del país sin solucionar ninguno. Ahora experimenta el síndrome de la manta corta: si tira de un lado, se destapa del otro. Quizás sea, entonces, una señal de realismo el que EE.UU. haya propuesto a Rusia retomar el diálogo estratégico. Por lo pronto Moscú ha reaccionado con indiferencia ante la propuesta, pero no desvaloriza el gesto. Quiere ver, si el gobierno de Biden realmente entendió su situación comprometida o si sólo quiere ganar tiempo. Obviamente, la Casa Blanca comprende que debe retirarse de Ucrania y ceder posiciones en Asia Occidental, pero quiere cobrar su retirada lo más caro posible.

Por ahora Washington sólo presiona al gobierno de Netanyahu, para que limite sus operaciones en Gaza, pero el primer ministro tiene su suerte atada a la alianza con la ultraderecha y persiste en el propósito de anexar el norte de la Franja y Cisjordania, expulsando a los palestinos. Si sigue avanzando en esta dirección, empero, desatará una guerra regional de proporciones. Si pretende controlar la crisis, la Casa Blanca va a tener que derrocar al primer ministro y negociar con Rusia e Irán en medio del consecuente caos que se produciría en Israel.

Por el contrario, Moscú puede presentarse como el mejor pacificador gracias a las buenas relaciones que mantiene con todos los actores clave (Israel, Hamas, Irán y otros estados de la región), pero sus buenos oficios van a costar a su oponente el tener que aceptar una negociación que abarque todos los temas y las áreas en conflicto.

Es dudoso que esta eventual distensión calme inmediatamente el conflicto en Asia Oriental ni disminuya el intervencionismo norteamericano en América Latina, pero seguramente alentará la presencia de China en Asia Occidental y agudizará el conflicto interno en Estados Unidos. Hasta tanto el grupo dirigente en Washington no se haga cargo de los reales problemas de su país y de su debilidad relativa, el despliegue excesivo de su poder en el mundo lo encerrará en el dilema de arriesgar una guerra mundial que destruiría el planeta o aceptar su derrota y retirarse a lamer las heridas.

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