El faltazo al BRICS, la suspensión del swap con China, las duras condiciones que impone el FMI y la falta de otros apoyos muestran la desprotección de nuestro país
Por Eduardo J. Vior
analista internacional
El pasado 29 de diciembre se supo que el presidente Javier Milei había informado a los cinco países miembros del BRICS que este lunes 1° de enero Argentina no se incorporaría al foro internacional. Ya previamente el Banco Popular de China (PBC, por su nombre en inglés) había suspendido la vigencia del swap de monedas entre ambos países. Para reparar en algo la dañada relación, nuestra Cancillería anunció ese mismo viernes la designación de un nuevo embajador ante China. Ya en el nuevo año, este martes 2 el gobierno informó que el jueves 4 se reunirá con una misión del FMI, para tratar la reanudación de los pagos del organismo, mientras que el multimillonario Elon Musk volvía a señalar su aprobación de las medidas del gobierno libertario. Sólo el magnate y la congregación judía Javad Lubavich aparecen públicamente apoyando al presidente Milei. Demasiado poco para mantener la gobernanza de un país de nuestras dimensiones y peso. ¿Cuánto y cómo puede sostenerse este esquema de poder ante las crisis internacionales que se avecinan?
El gobierno de Javier Milei confirmó a fin de año que nuestro país no ingresará a BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). La decisión fue formalizada a través de una misiva oficial enviada el pasado 22 de diciembre a su par de la Federación Rusa, Vladímir Putín, quien ocupa en 2024 la presidencia rotativa del bloque, y comunicada a los otros cuatro mandatarios de los países fundadores del grupo.
En dichas cartas el presidente fundamenta su decisión diciendo que “no se considera oportuno en esta instancia participar como miembro a partir del 1° de enero del 2024, ya que muchos ejes de la política exterior actual difieren de la anterior”. El texto insiste en subrayar la diferencia de orientación de la política exterior actual respecto a la anterior. No obstante, el jefe de Estado argentino ratificó a Putín y a sus colegas “el compromiso” de su gobierno “con la intensificación de los lazos bilaterales con su país, en particular el aumento de los flujos de comercio e inversión”.
En agosto pasado, gracias a la intensa presión de Lula Da Silva y Xi Jinping, en la Cumbre del foro en Johanesburgo fue aprobado el ingreso de Argentina como miembro pleno de ese bloque junto con Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Etiopía, Irán y Egipto. La incorporación debía efectivizarse este 1º de enero. Argentina fue el único país que rechazó el convite.
El desplante del libertario no hizo más que agravar la relación con China, ya bastante afectada por sus declaraciones altisonantes durante la campaña electoral. Como respuesta a la incertidumbre en la relación bilateral, inmediatamente después del balotaje del 19 de noviembre el PBC suspendió el intercambio de monedas vigente desde 2013. Dado que Argentina ya había gastado previamente todos los yuanes de libre disponibilidad para pagar las cuotas del préstamo del FMI, el BCRA se encontró sin fondos. En esta situación está todavía después de casi un mes de gobierno.
Por esta razón, al mismo tiempo que informaba el envío de la carta a BRICS, la Cancillería comunicaba el jueves 22 que el diplomático de carrera Marcelo Suárez Salvia será el nuevo embajador argentino en China. Es un funcionario del servicio exterior que ha estado al frente de la Dirección Nacional de Ceremonial del Ministerio y anteriormente fue embajador en Canadá (2016-17), jefe de gabinete de la canciller Susana Malcorra (2016), cónsul en Chicago (EE.UU.) y tuvo otros cargos diplomáticos en Italia y en misiones argentinas ante Naciones Unidas, entre otros destinos.
Así, el gobierno argentino procura destrabar una de las quejas de China ante la demora en designar embajador. Sin embargo, es significativo que no haya mandado un representante político y haya optado por un especialista en protocolo, el área menos política de la Cancillería. Evidentemente, al tiempo que nos alejamos de BRICS nuestro gobierno rebaja el nivel de la representación en China.
Entre tanto, el poder ejecutivo argentino solicitó al Congreso Nacional la aprobación de un acuerdo con la República Popular sobre doble imposición, es decir, que empresas que ya tributen en el país asiático no lo harán en el nuestro. Se trata de una manera sencilla de autorizar la evasión impositiva desfinanciando a la vez a nuestro Estado.
Por otra parte, este martes se supo que el jueves 4 el jefe de gabinete, Nicolás Posse, y el ministro de Economía, Luis Caputo, recibirán a una comitiva del FMI para renegociar el préstamo de 2022 por 44.000 millones de dólares destinados a pagar el crédito otorgado por el organismo en 2018 al gobierno de Mauricio Macri. Al dar a conocer la noticia, el vocero presidencial Manuel Adorni indicó que en el encuentro se explorará el modo de retomar el acuerdo que “está virtualmente caído”, según dijo. Sin yuanes ni créditos privados, el gobierno argentino agacha la cabeza y acepta las órdenes de los burócratas venidos de Nueva York.
Sólo una personalidad extranjera apoya entusiastamente al gobierno de Javier Milei: Elon Musk. El pasado viernes 29 en la red X de su propiedad la cuenta @Endwokeness publicó un recuento de acciones ejecutadas por el gobierno libertario. Este repaso incluyó desde el polémico Decreto de Necesidad y Urgencia 70/2023 hasta la llamativa prohibición del término “woke” (corrección política) en el ámbito militar argentino. La celebración de estas medidas provocó una breve reacción de Musk con un simple “Wow” que ratifica su apoyo al gobierno de Javier Milei y se suma al intercambio que tuvieron poco después del cambio de gobierno y a la mención que el presidente hizo de Starlink, cuando justificó la desregulación de la oferta de Internet.
Entre los magnates argentinos que sostienen el nuevo gobierno (Galperín, Eurnekián, Elsztain) sobresale el último. El propietario del hólding inmobiliario IRSA, representante de la congregación mística neocapitalista Javad Lubavich y vicepresidente del Congreso Judío Mundial, consiguió que el presidente Milei (quien se aloja desde hace 45 días en un hotel de su propiedad) designara a su ex gerente Nicolás Pakgojz para dirigir la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE), la administradora de todos los inmuebles del Estado nacional. Elsztain fue también quien dio a Milei el contacto con Javad Lubavich.
Javier Milei con Eduardo Elzstein
En suma, a principios de 2024 Argentina se ha distanciado de Brasil y China (sus dos principales socios comerciales), no ocupa el lugar que le corresponde entre sus pares de BRICS ni se preocupa por activar Mercosur, Unasur o CELAC, donde tendría una posición relevante que podría aprovechar económicamente. Tampoco mantiene relaciones fluidas con Estados Unidos u otras potencias occidentales. Hoy en día nuestro país carece de protagonismo internacional. Tanto más dependiente se ha hecho de unos pocos grupos rentísticos nacionales insertos en la economía mundial de casino. Para la gestión de la deuda externa depende completamente del FMI, cuya burocracia va a completar el crédito de U$S56.000 millones comprometido con Macri, por un lado para lavar su propia culpa implicando a nuestro país, por el otro para facilitar la conversión a dólares de la deuda interna del Banco Central y la fuga de ese préstamo adicional hacia paraísos fiscales.
El gobierno de Javier Milei tiene un proyecto colonial de sometimiento de nuestro país al capital financiero especulativo concentrado y de desquiciamiento de toda su estructura política, económica, social y cultural para que sea ingobernable por décadas. El caos que ha creado ya el DNU 70/23 es inmenso. Sin embargo, a pesar del saqueo del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de ANSES (U$S53.000 millones) y del proyectado remate a precio vil de YPF y Aerolíneas, Argentina depende de diarias inyecciones de dólares para mantener el mínimo funcionamiento de la administración. Este plan, empero, requiere que la tasa de interés en EE.UU. se mantenga alta, para continuar la fuga hacia el dólar.
La situación mundial se encuentra al borde del estallido. Si la defensa ucraniana se desmorona y el ejército ruso avanza, cuanto menos, hasta el Dniéper, no sólo el gobierno de Joe Biden va a ser duramente golpeado dentro de Estados Unidos, sino que Black Rock va a tener que dar cuenta a sus accionistas de las pérdidas concomitantes con la ocupación rusa de las tierras que recibió de Ucrania como garantía por sus préstamos de guerra. Probablemente quiera entonces resarcirse aumentando los beneficios de sus inversiones en Argentina.
Si EE.UU. e Israel atacan a Yemen, para restablecer el abastecimiento de petróleo para el segundo, el movimiento Ansar Alá y el ejército yemenita van a responder bombardeando los yacimientos en Arabia Saudita y Emiratos. Ante el brusco aumento del precio de los hidrocarburos que sobrevendría y el pánico que recorrería toda la economía occidental, es probable que las grandes corporaciones quisieran echar mano a Vaca Muerta. No basta para remplazar la oferta que se perdería, pero en pocos años podría aportar gran parte del gas faltante.
En caso de que las provocaciones norteamericanas en el Mar de la China Meridional desemboquen en un enfrentamiento con China, se vería afectada el comercio marítimo internacional y por consiguiente nuestros intercambios con la potencia asiática. Además del daño comercial que sufriríamos, es legítimo prever que, dado el alineamiento ideológico de nuestro gobierno con Occidente, Beijing exigiera entonces la devolución del swap.
Pueden pensarse otras hipótesis de conflicto. En todas ellas Argentina aparece aislada y a merced de los acontecimientos. Cualquiera de estos cimbronazos va a provocar peleas entre los bandoleros que han asaltado el poder, para protegerse y quedarse con los restos del naufragio. Sería bueno, entonces, que el movimiento nacional y popular no sólo mantenga su unidad, sino que deje de lado toda ilusión de sacar ventajas mediante negociaciones y afiance sus vínculos con los movimientos populares latinoamericanos y del Sur Global. En el siglo XXI la Geopolítica se ha vuelto una cuestión muy seria como para dejársela sólo a los gobiernos.
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