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Washington necesita ganar su guerra en Gaza contra Irán porque no logró ganar su guerra en Ucrania contra Rusia.

Por pepe Escobar en The Cradle

El Sur Global esperaba el amanecer de una nueva realidad árabe. 

Después de todo, las calles árabes -aún cuando están reprimidas en sus países de origen- han pulsado con protestas que expresan una furia feroz contra la masacre generalizada de palestinos en la Franja de Gaza por parte de Israel. 

Los líderes árabes se vieron obligados a tomar algún tipo de acción más allá de suspender algunas embajadas en Israel, y convocaron a una cumbre especial de la Organización de Cooperación Islámica (OCI) para discutir la actual guerra israelí contra los niños palestinos. 

Representantes de 57 estados musulmanes se reunieron en Riad el 11 de noviembre para asestar un golpe serio y práctico a los practicantes y facilitadores del genocida. Pero al final no se les ofreció nada, ni siquiera consuelo.  

La declaración final de la OCI siempre estará consagrada en el Palacio Dorado de la Cobardía. Lo más destacado del espectáculo retórico de mal gusto: nos oponemos a la “autodefensa” de Israel; condenamos el ataque a Gaza; pedimos (¿a quién?) que no venda armas a Israel; solicitamos a la canguro CPI que «investigue» crímenes de guerra; Solicitamos una resolución de la ONU que condene a Israel.  

Para que conste, estos son los mejores 57 países de mayoría musulmana que podrían reunirse en respuesta a este genocidio del siglo XXI.  

La historia, incluso si está escrita por vencedores, tiende a ser implacable con los cobardes.

Los cuatro principales cobardes, en este caso, son Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos; los tres últimos normalizaron sus relaciones con Israel bajo la dura mano de Estados Unidos en 2020. Estos son los que bloquearon sistemáticamente la adopción de medidas serias en la cumbre de la OCI, como el proyecto de propuesta argelina para prohibir el petróleo a Israel, además de prohibir el uso del espacio aéreo árabe para entregar armas al Estado ocupante.

Egipto y Jordania, vasallos árabes desde hace mucho tiempo, tampoco se comprometieron, al igual que Sudán, que se encuentra en medio de una guerra civil. Turkiye, bajo el sultán Recep Tayyip Erdogan, demostró una vez más que todo son palabras y nada de acción; una parodia neo-otomana del tejano «todo sombrero, nada de ganado». 

¿BRICS o IMEC? 

Los cuatro principales cobardes merecen un poco de escrutinio. Bahréin es un humilde vasallo que alberga una rama clave del Imperio de Bases de Estados Unidos. Marruecos tiene estrechas relaciones con Tel Aviv: se vendió rápidamente después de la promesa israelí de reconocer el reclamo de Rabat sobre el Sáhara Occidental. Además, Marruecos depende en gran medida del turismo, principalmente del colectivo occidental.  

Luego tenemos a los peces gordos: Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Ambos están repletos de armamento estadounidense y, al igual que Bahrein, también albergan bases militares estadounidenses. El príncipe heredero saudita Mohammad bin Salman (MbS) y su antiguo mentor, el gobernante emiratí Mohammad bin Zayed (MbZ), sí tienen en cuenta la amenaza de revoluciones de color que arrasen sus dominios reales si se desvían demasiado del guión imperial aceptado.  

Pero en unas pocas semanas, a partir del 1 de enero de 2024, bajo la presidencia rusa, tanto Riad como Abu Dhabi ampliarán sus horizontes a lo grande al convertirse oficialmente en miembros de los 11 BRICS . 

Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos sólo fueron admitidos en los BRICS ampliados debido a cuidadosos cálculos geopolíticos y geoeconómicos de la asociación estratégica Rusia-China.

Junto con Irán (que tiene su propia asociación estratégica tanto con Rusia como con China), se supone que Riad y Abu Dhabi reforzarán la influencia energética de la esfera BRICS y serán actores clave, más adelante, en la campaña de desdolarización. cuyo objetivo final es evitar el petrodólar.  

Sin embargo, al mismo tiempo, Riad y Abu Dhabi también se beneficiarán inmensamente del plan no tan secreto de 1963 para construir el canal  Ben Gurion , desde el golfo de Aqaba hasta el Mediterráneo oriental, llegando -qué coincidencia- muy cerca. hasta el ahora devastado norte de Gaza. 

El canal permitiría a Israel convertirse en un centro clave de tránsito energético, desalojando al Canal de Suez de Egipto, y eso encaja muy bien con el papel de Israel como nodo clave de facto en el último capítulo de la Guerra de los Corredores Económicos: la India-India inventada por Estados Unidos  . Corredor Medio Oriente (IMEC) .

IMEC es un acrónimo bastante perverso, como lo es toda la lógica detrás de este fantástico corredor, que pretende posicionar a Israel, que infringe las leyes internacionales, como un centro comercial crítico e incluso proveedor de energía entre Europa, parte del mundo árabe y la India.  

Ésa fue también la lógica detrás de la farsa del Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu en la ONU en septiembre, cuando mostró a toda la “comunidad internacional” un mapa del “Nuevo Medio Oriente” en el que Palestina había sido totalmente borrada. 

Todo lo anterior supone que se construirán los PIEM y el Canal Ben Gurión, lo cual no es algo que se pueda dar por sentado según ningún estándar realista.  

Volviendo a la votación en la OCI, las secuencias de Estados Unidos, Egipto y Jordania -dos países en las fronteras occidental y oriental de Israel, respectivamente- se encontraron en la posición más difícil de todas. El Estado ocupante deseaba empujar definitivamente a aproximadamente 4,5 millones de palestinos a sus fronteras. Pero El Cairo y Ammán, también inundados de armas estadounidenses y financieramente en bancarrota, nunca sobrevivirían a las sanciones estadounidenses si se inclinan de manera demasiado inaceptable hacia Palestina.

Así que, al final, demasiados Estados musulmanes que prefirieron la humillación a la rectitud pensaron en términos muy estrechos, pragmáticos y de interés nacional. La geopolítica es despiadada. Se trata de recursos naturales y mercados. Si no tienes uno, necesitas el otro, y si no tienes ninguno, un Hegemón dicta lo que puedes tener. 

Las calles árabes y musulmanes –y la Mayoría Global- pueden, con razón, sentirse abatidas cuando ven cómo estos “líderes” no están preparados para convertir el mundo islámico en un verdadero polo de poder dentro de la multipolaridad emergente. 

No sucedería de otra manera. Muchos estados árabes clave no son entidades soberanas. Todos están acorralados, víctimas de una mentalidad vasalla. No están preparados (todavía) para enfrentarse de cerca a la Historia. Y, lamentablemente, siguen siendo rehenes de su propio “siglo de humillación”.

El humillante golpe de gracia fue asestado nada menos que por el propio maníaco genocida de Tel Aviv: amenazó a todos en el mundo árabe si no se callaban, cosa que ya hicieron.

Por supuesto, hay valores árabes y musulmanes muy importantes en Irán, Siria, Palestina, Irak, Líbano y Yemen. Si bien no son mayoría de ninguna manera, estos actores de la Resistencia reflejan el sentimiento en la calle como ningún otro. Y con la guerra de Israel expandiéndose cada día, su influencia regional y global aumentará enormemente, tal como en todas las otras guerras regionales de la Hegemonía.

Estrangulando un nuevo siglo en la cuna 

La catastrófica debacle del Proyecto Ucrania y el resurgimiento de una guerra intratable en Asia occidental están profundamente entrelazados. 

Más allá de la niebla de la “preocupación” de Washington por el ataque genocida de Tel Aviv, el hecho crucial es que estamos justo en medio de una guerra contra los BRICS 11.      

El Imperio no hace estrategia; en el mejor de los casos, elabora planes de negocio tácticos sobre la marcha. Hay dos tácticas inmediatas en juego: una armada estadounidense desplegada  en el Mediterráneo oriental –en un esfuerzo fallido por intimidar a los gigantes del Eje de la Resistencia, Irán y Hezbolá– y una posible elección de Milei en Argentina ligada a su promesa declarada de romper. las relaciones entre Brasil y Argentina. 

Así que se trata de un ataque simultáneo contra los BRICS 11 en dos frentes: Asia occidental y América del Sur. No se escatimarán los esfuerzos estadounidenses para evitar que los BRICS 11 se acerquen a la OPEP+. Un objetivo clave es infundir miedo en Riad y Abu Dabi, como lo confirman fuentes empresariales del Golfo Pérsico.  

Incluso los líderes vasallos en la feria de la OCI habrían sido conscientes de que ahora estamos en lo más profundo de El Imperio Contraataca. Esto también explica en gran medida su cobardía. 

Sabe que para la hegemonía, la multipolaridad equivale a “caos”, la unipolaridad equivale a “orden” y los actores malignos equivalen a “autócratas”, como el nuevo “Eje del Mal” ruso-chino-iraní y cualquiera, especialmente los vasallos , que se oponga a la “orden internacional basada en reglas”. 

Y eso nos lleva a una historia de dos altos el fuego. Decenas de millones de personas de la Mayoría Global se preguntan por qué  el Hegemón está desesperado por un alto el fuego en Ucrania mientras se niega rotundamente a un alto el fuego en Palestina. 
El Proyecto de Congelación de Ucrania preserva el Fantasma de la Hegemonía un poco más. Supongamos que Moscú mordería el anzuelo (no lo hará). Pero para congelar a Ucrania en Europa, la Hegemonía necesitará una victoria israelí en Gaza -tal vez a cualquier precio- para mantener incluso un vestigio de su antigua gloria. 

¿Pero puede Israel lograr la victoria más que Ucrania? Es posible que Tel Aviv ya haya perdido la guerra el 7 de octubre, ya que nunca podrá recuperar su fachada de invencibilidad. Y si esto se transforma en una guerra regional que Israel pierde, Estados Unidos perderá de la noche a la mañana a sus vasallos árabes, que hoy tienen una opción china y rusa esperando entre bastidores. 

El rugido de la calle es cada vez más fuerte: exigen que la administración Biden, ahora vista como cómplice de Tel Aviv, detenga el genocidio israelí que puede conducir a una guerra mundial. Pero Washington no cumplirá. Las guerras en Europa y Asia occidental pueden ser su última oportunidad (la perderá) de subvertir el surgimiento de un siglo euroasiático próspero, conectado y pacífico.

Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente las de The Cradle.

John DugardCambridge University Press

Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés

El 2 de junio de 2022, el presidente Biden publicó un artículo de opinión en el New York Times titulado «Cómo está dispuesto Estados Unidos a ayudar a Ucrania» en el que declaraba que la acción de Rusia en Ucrania «podría marcar el fin del orden internacional basado en reglas y abrir la puerta a la agresión en otros lugares, con consecuencias catastróficas en todo el mundo».(1) No se menciona el derecho internacional. Posteriormente, en una conferencia de prensa al concluir la Cumbre de la OTAN de junio de 2022 en Madrid, advirtió tanto a Rusia como a China que las democracias del mundo «defenderían el orden basado en reglas» (OBR).(2) Una vez más, no se menciona el derecho internacional. El 12 de octubre de 2022, el presidente de los Estados Unidos publicó una Estrategia de Seguridad Nacional que hace repetidas referencias al OBR como la «base de la paz y la prosperidad globales»(3) con sólo una referencia pasajera al derecho internacional.(4) El término «orden basado en reglas» es utilizado con tanta frecuencia por líderes políticos estadounidenses, como el presidente Biden y el secretario de Estado Antony Blinken, que, según el profesor Stephen Walt de la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard, «parece haberse convertido en un requisito laboral para un alto puesto en el aparato de política exterior de Estados Unidos”.(5) La conclusión clara que se puede extraer de esto es que el hecho de que Estados Unidos no invoque el derecho internacional y en su lugar apele en la mayoría de las ocasiones a un «orden internacional basado en reglas» es algo considerado y deliberado.(6)

Otros líderes occidentales también han invocado el «orden internacional basado en reglas» para criticar a los Estados no occidentales, en particular a Rusia y China, por su mala conducta internacional (7) pero tales referencias han sido inconsistentes (8) o usarse indistintamente con el derecho internacional. Un buen ejemplo de esto lo proporciona la Declaración emitida por los Jefes de Estado al concluir la Cumbre de la OTAN en Madrid de 2022, en la que se afirmó que «nos adherimos al derecho internacional y a los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas». Naciones. Estamos comprometidos a defender el orden internacional basado en reglas”.(9) El Primer Ministro de los Países Bajos ha ido aún más lejos al combinar los dos términos en una sola frase al referirse al «orden jurídico internacional basado en reglas».(10) Esto sugiere que otros líderes occidentales, particularmente de la UE, tienen una actitud ambivalente hacia el orden internacional basado en reglas. Si bien están dispuestos a aceptar el lenguaje preferido de Estados Unidos en declaraciones conjuntas con Estados Unidos, insisten, no obstante, en que las relaciones internacionales se rigen por el derecho internacional. Esto quedó claro en una declaración emitida por la UE en las Naciones Unidas cuando Rusia invadió Ucrania.(11) El Reino Unido, por otra parte, invoca con frecuencia el orden internacional basado en reglas.(12)

¿Qué es esta criatura, el «orden internacional basado en reglas», que los líderes políticos estadounidenses han invocado cada vez más desde el final de la Guerra Fría en lugar del derecho internacional? ¿Es un sinónimo inofensivo de derecho internacional, como sugieren los líderes europeos? ¿O es algo más, un sistema destinado a reemplazar el derecho internacional que ha regido el comportamiento de los Estados durante más de 500 años?

En este editorial deseo compartir algunas reflexiones sobre este nuevo fenómeno, en un intento de responder a esta pregunta.

Una búsqueda en los índices de los principales libros de texto de derecho internacional no ayuda. No se menciona el «orden internacional basado en reglas» en una selección aleatoria de tales libros.(13) El relativo silencio de los académicos y profesionales del derecho internacional sobre este tema posiblemente pueda explicarse porque los abogados ven el OBR como el término político para el derecho internacional o como una retórica política inofensiva. Sin embargo, esto es desafortunado ya que ha permitido a los políticos invocar el OBR sin dar una explicación de lo que quieren decir.

1.Dos maneras de ver el ’orden basado en reglas’

Por un lado, puede verse como un concepto desarrollado por politólogos y políticos que pretende ser más o menos sinónimo de derecho internacional. (14) Fundado en un orden internacional liberal, está «basado en principios de gobernanza democrática, la protección de los derechos individuales, la apertura económica y el estado de derecho»(15) y se caracteriza por la igualdad, los derechos humanos, la libertad, el multilateralismo, la libre circulación de mercancías y la seguridad colectiva.(16) En su contenido, va más allá de la estrecha percepción positivista del derecho internacional para incluir el derecho indicativo, incluidas las normas y recomendaciones de las organizaciones internacionales de normalización (17) y conferencias y reglas elaboradas por actores no estatales.

Según este punto de vista, el OBR se basa en principios que constituyen los fundamentos del derecho internacional y además tiene en cuenta las fuentes más amplias del derecho internacional contemporáneo defendidas por muchos académicos. Al igual que el derecho internacional, se basa en los valores de la comunidad internacional consagrados en la Carta de las Naciones Unidas, en tratados multilaterales y normas consuetudinarias que dan efecto a esos valores.

Sin embargo, existe otra perspectiva de lel OBR que requiere consideración.

Los teóricos y comentaristas políticos han tomado la iniciativa en el examen del OBR pero, aparte de aquellos que han criticado al OBR, (18) han prestado escasa atención a la relación con el derecho internacional. Por ejemplo, si bien han anunciado la importancia de los derechos humanos, la autodeterminación, la integridad territorial, la cooperación económica y los principios maternales del derecho internacional, no han considerado el contenido de estos principios en referencia a tratados multilaterales o normas consuetudinarias. o los mecanismos para su aplicación. Están satisfechos con la exposición de valores que no están definidos sin tener en cuenta su fuerza vinculante o aplicabilidad. En resumen, no son reglas tal como las entienden los abogados. Para empeorar las cosas, no han considerado la cuestión de si el OBR y el derecho internacional son compatibles entre sí o si un orden es superior al otro.

La naturaleza indeterminada e indefinida de las «reglas» del OBR y la falta de consideración de su relación con el derecho internacional ha llevado a cuestionar el motivo del recurso al OBR por parte de Estados Unidos. La manera en que Estados Unidos ha justificado aparentes violaciones del derecho internacional por parte de sus propias fuerzas o de sus amigos cercanos ha resultado inevitablemente en una explicación cínica, aunque plausible, de la preferencia de Estados Unidos por el OBR.

Según este punto de vista, el orden internacional basado en normas puede verse como la alternativa de los Estados Unidos al derecho internacional, un orden que resume el derecho internacional tal como lo interpretan los Estados Unidos de acuerdo con sus intereses nacionales, «una quimera, es decir, cualquiera que sea el Estados Unidos y sus seguidores quieren que signifique en un momento dado’. (19) Partiendo de la premisa de que «los propios Estados Unidos están dispuestos a ignorar, evadir o reescribir las reglas siempre que parezcan inconvenientes», (20) se considera que el OBR es amplia, abierta a la manipulación política y a dobles raseros. Según el profesor Stefan Talmon, el OBR «parece permitir reglas especiales en casos especiales -sui generis-«. (21)

2.La razón detrás de la referencia a un «orden internacional basado en reglas»

Hay varias razones que pueden explicar por qué Estados Unidos prefiere invocar un «orden internacional basado en reglas» y no el derecho internacional.

En primer lugar, Estados Unidos no es parte en varios tratados multilaterales importantes que constituyen una característica esencial del derecho internacional. No es parte de la Convención sobre el Derecho del Mar, lo que significa que está obligado a reprender a China por amenazar el «orden internacional basado en reglas» en el Mar Meridional de China en lugar del derecho internacional. (22) No es parte de una serie de tratados fundamentales que rigen el derecho internacional humanitario, incluidos los Protocolos de las Convenciones de Ginebra de 1977 sobre el derecho de la guerra, el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, la Convención sobre Municiones en Racimo y la Convención Antipersonal. Convención sobre la prohibición de las minas. Tampoco es parte de la Convención sobre los Derechos del Niño ni de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Inevitablemente, esto dificulta que Estados Unidos responsabilice a los Estados por violaciones del derecho internacional humanitario y del derecho de derechos humanos en la medida en que Estados Unidos no considere que estas normas formen parte del derecho internacional consuetudinario.

En segundo lugar, Estados Unidos ha colocado interpretaciones del derecho internacional que justifican el uso de la fuerza (23) y la violación del derecho internacional humanitario que son controvertidos y cuestionados. Su interpretación del derecho de legítima defensa para permitir ataques preventivos (24) y el uso de la fuerza contra insurgentes/militantes caracterizados como terroristas son ampliamente discutidos. (25) El recurso al uso de la fuerza como especie de intervención humanitaria en el bombardeo de Belgrado en 1999, llevado a cabo bajo los auspicios de la OTAN, (26) también está en disputa. Las interpretaciones dadas a las resoluciones del Consejo de Seguridad por parte de Estados Unidos y el Reino Unido para autorizar el uso de la fuerza en Irak en 2003 (27) y Libia en 2011 (28) han sido muy criticados como pretextos ilegales para un cambio de régimen. La denegación del estatuto de prisioneros de guerra a los soldados talibanes detenidos en la Bahía de Guantánamo tras la invasión estadounidense de Afganistán en 2002 ha sido cuestionada porque viola el artículo 4 de la Convención relativa al tratamiento de los prisioneros de guerra. (29) El uso de drones en Afganistán, Irak y Yemen para matar a militantes/terroristas hostiles, que Estados Unidos ha justificado como autodefensa permisible, ha sido criticado como una violación del derecho internacional humanitario y del derecho de los derechos humanos. (30) Parece que Estados Unidos considera más conveniente –y posible– defender interpretaciones impugnadas del derecho internacional de este tipo bajo las ’reglas’ amplias de la RBO que justificarlas bajo las reglas más estrictas del derecho internacional. (31)

En tercer lugar, Estados Unidos no está dispuesto a responsabilizar a algunos Estados, como Israel, por violaciones del derecho internacional. Se tratan como casos sui generis en los que el interés nacional excluye la rendición de cuentas. Este excepcionalismo con respecto a Israel fue explicado detalladamente por Estados Unidos en su declaración conjunta con Israel con motivo de la visita del presidente Biden a Israel en julio de 2022 (32) que reafirma «los vínculos inquebrantables entre nuestros dos países y el compromiso duradero de los Estados Unidos con la seguridad de Israel» y la determinación de los dos estados «de combatir todos los esfuerzos para boicotear o deslegitimar a Israel, negar su derecho a la autosuficiencia» defensa, o señalarlo en cualquier foro, incluidas las Naciones Unidas o la Corte Penal Internacional». Este compromiso explica la negativa constante de Estados Unidos a responsabilizar a Israel por sus repetidas violaciones del derecho humanitario, apoyar el procesamiento de los autores de crímenes internacionales ante la Corte Penal Internacional, condenar sus ataques a Gaza – mejor retratados como una aplicación excesiva de la ocupación de Gaza y no la autodefensa como sostienen los Estados Unidos – (33), insisten en que Israel procese a los asesinos de un ciudadano estadounidense (Shireen Abu Akleh), critican su violación de los derechos humanos según lo establecido tanto por el Consejo de Derechos Humanos como por la Asamblea General, aceptan que Israel aplica una política de apartheid en el Territorio Palestino Ocupado, (34) y oponerse a su anexión de Jerusalén Este. (35) Y, por supuesto, está la negativa de Estados Unidos a reconocer la existencia del arsenal nuclear de Israel o permitir cualquier discusión sobre él en el contexto de la proliferación nuclear en el Medio Oriente. (36) Es posible que tales medidas por parte de Israel se consideren consistentes con el “orden internacional basado en reglas”, incluso si violan reglas básicas del derecho internacional.

Por supuesto, los dobles raseros, el excepcionalismo y la hipocresía son características de las políticas exteriores de los estados que aceptan el derecho internacional y no favorecen al OBR. Semejante conducta debe ser condenada, ya que socava la noción de responsabilidad de todos los Estados, independientemente de su posición y de sus amigos en la comunidad internacional. Las «reglas» amorfas del OBR, sin embargo, hacen que sea más fácil para un estado brindar un trato especial a otro estado y tolerar sus violaciones del derecho internacional. Estados Unidos puede justificar su negativa a responsabilizar a Israel por sus violaciones del derecho internacional argumentando que el derecho internacional tal como lo interpreta Estados Unidos –el OBR– permite ataques a Gaza como autodefensa contra el terrorismo y el asesinato de militantes terroristas mediante drones, la aplicación del apartheid, la anexión de territorio y la continuación de una ocupación que se considera ampliamente ilegal.

Estas explicaciones sobre la invocación preferida de Estados Unidos del OBR no se aplican consistentemente a otros estados de la alianza occidental. La mayoría son partes en la mayoría de los tratados multilaterales. Sólo el Reino Unido participó en todas las controvertidas intervenciones militares mencionadas anteriormente, aunque algunas se llevaron a cabo bajo el paraguas de la OTAN. Y la mayoría de los Estados occidentales han estado dispuestos a responsabilizar a Israel por sus violaciones del derecho internacional, aunque sólo de palabra. Esto probablemente explica por qué los líderes occidentales han utilizado el término OBR indistintamente con el derecho internacional y parecen tratar ambos órdenes como sinónimos. Esto significa que el OBR es en gran medida una orden defendida por Estados Unidos.

3.El debate jurisprudencial entre Rusia, China y Occidente sobre el OBR

Occidente ha utilizado el OBR para juzgar a Rusia y, más recientemente, a China. Esto ha llevado a lo que podría denominarse un debate jurisprudencial entre Rusia y Occidente, en el que Rusia condena a Occidente por abandonar el respeto al derecho internacional en su afirmación del OBR, y Estados Unidos se atiene a su evaluación de la mala conducta de Rusia en términos del OBR.

Sergey Lavrov, el Ministro de Asuntos Exteriores ruso, ha criticado sistemáticamente a Occidente por su recurso a un orden internacional basado en normas. En 2020 declaró que Occidente abogaba por un «orden basado en reglas centrado en Occidente como alternativa al derecho internacional». (37) con el propósito de reemplazar el derecho internacional con métodos no consensuales para resolver disputas internacionales eludiendo el derecho internacional. (38) Explicó que «este término fue acuñado recientemente para camuflar un esfuerzo por inventar reglas en función de los cambios en la situación política para poder presionar a Estados desagradables e incluso a los aliados». (39)

El presidente Putin se ha hecho eco de esta opinión. El 25 de mayo de 2022, el Ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, con motivo del Día de África, leyó una declaración del Presidente Putin en la que, en el contexto de la acción de Rusia en Ucrania, declaraba que: “El principal problema es que un pequeño grupo de países occidentales liderados por Estados Unidos sigue intentando imponer el concepto de un orden mundial basado en reglas a la comunidad internacional. Utilizan esta bandera para promover, sin dudarlo, un modelo unipolar de orden mundial donde hay países excepcionales y todos los demás que deben obedecer al club de los elegidos”. (40)

En 2019, un grupo de académicos rusos produjo un artículo académico en el que concluyen que: “Por lo tanto, hay razones suficientes para pensar que el concepto moderno de “orden basado en reglas” tiene una connotación política, ante todo antirrusa, que se suma a las actuales armas políticas de Occidente… En pocas palabras, el concepto presenta una herramienta para universalizar un proyecto occidental unilateral de orden mundial”. (41)

La guerra de palabras entre Occidente y Rusia sobre el OBR ha entrado ahora en la retórica de la invasión de Ucrania.

Rusia ha violado los principios más fundamentales del derecho internacional y el derecho de la Carta de las Naciones Unidas en su brutal ataque a Ucrania y su igualmente brutal ocupación del país. Ha violado la prohibición del uso de la fuerza, la obligación de respetar la integridad territorial de otro Estado soberano y las normas del derecho de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Pese a ello, Estados Unidos ha preferido condenar a Rusia por violar el OBR indefinido cuyas reglas aún no se han enunciado. (42)

Por su parte, Rusia ha criticado a Occidente por actuar de acuerdo con el OBR. Como se muestra arriba, el presidente Putin se quejó de la dependencia de Occidente del OBR en su declaración en el Día de África, el 25 de mayo de 2022. (43) Los precedentes sentados por la generosa interpretación de Occidente de sus obligaciones en virtud del OBR también fueron evidentes en la declaración del presidente Putin de una operación militar especial (es decir, guerra) contra Ucrania el 24 de febrero de 2022. (44) En esta declaración se refirió al bombardeo de Belgrado por parte de la OTAN en 1999, la invasión de Irak en 2003, la intervención en Libia en 2011 y la acción de Estados Unidos en Siria, todos los cuales se basaron en interpretaciones dudosas y controvertidas del derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas. (45) La implicación clara era que Estados Unidos, Occidente y la OTAN habían pretendido actuar de acuerdo con el orden internacional basado en reglas y no con el derecho internacional en estas ocasiones.(46)

Los Estados utilizan con frecuencia el tu quoque o «qué pasa» para desviar las críticas a su propia conducta. La Unión Soviética y ahora la Federación Rusa han utilizado esta defensa contra Estados Unidos durante muchos años. Por ejemplo, ha acusado a Estados Unidos de linchar a afroamericanos, practicar la discriminación racial y apoyar a los Contras en Nicaragua en respuesta a las críticas a su propio historial de derechos humanos. Aunque tu quoque puede ser una estrategia política útil, no es una defensa aceptada en el derecho internacional. Por otro lado, no hay duda de que los precedentes de conducta ilegal serán invocados como una licencia para la legalidad por parte de un Estado delincuente, particularmente cuando se justifican en interpretaciones controvertidas de la ley perteneciente al orden internacional basado en reglas. Según Chatham House, las recientes violaciones del derecho internacional por parte de Estados Unidos han «proyectado una larga sombra sobre la pretensión de Estados Unidos de ser el principal defensor de un sistema internacional basado en reglas». (47)

China también ha afirmado su oposición a un orden basado en reglas. En mayo de 2021, en un debate virtual del Consejo de Seguridad sobre multilateralismo, el Ministro de Relaciones Exteriores Wang Yi declaró que: “Las normas internacionales deben basarse en el derecho internacional y deben ser escritas por todos. No son una patente ni un privilegio de unos pocos. Deben ser aplicables a todos los países y no debe haber lugar para el excepcionalismo ni para dobles raseros”.(48)

En una línea similar, en 2021, Yang Jiechi, director de la Oficina de la Comisión Central de Asuntos Exteriores, afirmó que China defiende el sistema centrado en las Naciones Unidas y el orden internacional respaldado por el derecho internacional y no el «llamado orden internacional basado en reglas» defendido por un pequeño número de países. (49)

4.Las reglas que componen el OBR

A la luz de la acusación tanto de los académicos occidentales como de los líderes políticos de Rusia y China de que Occidente ha propuesto el orden internacional basado en reglas como una alternativa al derecho internacional, no se puede aceptar sin examinar que el OBR es idéntica con el derecho internacional y que este es simplemente un nombre para el derecho internacional preferido por los teóricos y practicantes políticos.

Las reglas que componen el «orden internacional basado en reglas» todavía están por definirse. Hasta el momento no hay indicios de que tomarán la forma de convenciones internacionales generales o particulares según lo entiende el Artículo 38(1)(a) del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia. Además, no sabemos cuál es la naturaleza de estas reglas. Se ha sugerido que «no tienen una cualidad positiva». Más bien, su valor depende de la medida en que sirvan a los intereses y valores de los Estados que los sostienen”.(50) Si existen reglas, el método para su creación sigue siendo un misterio.(51) No sabemos «quién establece en última instancia estas reglas y determina su contenido»,(52) no sabemos si los estados deben dar su consentimiento a estas reglas y, de ser así, cuáles estados. Ciertamente, la Comisión de Derecho Internacional y la Sexta Comisión de la ONU no participan en este proceso. Caritativamente, parece que las reglas son acuerdos tácitos entre un puñado de estados occidentales para los cuales no ha habido un consentimiento claro. Pero el consentimiento es la base del derecho internacional. Según Stefan Talmon, el orden basado en reglas se ha utilizado para exigir a ciertos Estados que cumplan las normas jurídicas internacionales existentes, a las que en realidad no han dado su consentimiento y, por tanto, no están obligados. El término «orden basado en reglas» desdibuja la distinción entre reglas vinculantes y no vinculantes, dando la impresión de que todos los estados y actores internacionales están sujetos a este orden, independientemente de si han dado su consentimiento o no a estas reglas.(53)

El acuerdo judicial no figura en el idioma de la RBO.(54) La Corte Internacional de Justicia probablemente no tendría competencia para conocer de una disputa basada en una ’regla’ del OBR conforme al Artículo 38(1), ya que tales ’reglas’ carecen de contenido y no pueden identificarse como pertenecientes a ninguna fuente reconocida, pero podría hacerlo conforme al Artículo 38(2) si los Estados remitiran una controversia a la Corte para decidir un caso ex aequo et bono.

Las críticas al OBR por no ser considerado una fuente formal de derecho internacional según el artículo 38 del Estatuto de la CIJ pueden cuestionarse por no tener en cuenta los métodos de elaboración de leyes que han ampliado las fuentes de derecho. ley internacional. Como resultado, adopta un enfoque altamente formalista del derecho internacional contemporáneo. Hay sustancia en esta crítica. La manera en que los estados invocan resoluciones no vinculantes de las Naciones Unidas y otras instituciones intergubernamentales, las decisiones de conferencias internacionales y otros organismos normativos y lo que hoy se conoce como «derecho indicativo» deja claro que los estados ven el derecho internacional como un orden fluido y flexible que se ocupa tanto de las normas que generan expectativas como de las reglas y principios reconocidos por el artículo 38. Si se acepta esto, se puede argumentar, el OBR simplemente reconoce la existencia de un orden jurídico contemporáneo libre del formalismo jurídico.

La dificultad de la crítica anterior es que presupone que las «reglas» del «orden basado en reglas» tienen un contenido conocido y van más allá de la afirmación de valores amplios. El respeto de los derechos humanos, la autodeterminación, la integridad territorial, la libertad de navegación, la gobernanza democrática, la libre circulación de mercancías, la apertura económica, etc. son valores importantes que un tribunal puede invocar para ayudarle a interpretar las normas jurídicas, pero no son no normas de derecho tal como se entienden comúnmente. Carecen de definición o contenido. No hay indicios de que estas normas sean vinculantes o aplicables (y, de ser así, cómo), de si pueden restringirse o de si todas las naciones y pueblos las disfrutan. En resumen, el OBR no hace ningún intento de proclamar un orden legal con reglas definidas y procedimientos de elaboración de leyes y solución de disputas.

El OBR es algo más que el derecho internacional. Es un régimen alternativo fuera de la disciplina del derecho internacional que inevitablemente desafía y amenaza el derecho internacional. Caritativamente puede verse como un orden que comprende valores de orden liberal. De manera menos caritativa, puede verse como un orden competitivo defendido por algunos estados occidentales, particularmente Estados Unidos, que busca imponer la interpretación del derecho internacional que mejor promueve los intereses de Occidente, particularmente los de Estados Unidos. A diferencia del derecho internacional, no parece ser un orden universal. Más bien, es un orden empleado por Occidente, de nuevo particularmente por Estados Unidos, para asegurar su dominio.

5.Observaciones finales

Volver a la guerra en Ucrania. En su invasión de Ucrania, la Federación de Rusia ha violado principios fundamentales del derecho internacional, que van desde el uso ilegal de la fuerza y ​​la violación de la integridad territorial de otro Estado soberano hasta violaciones brutales del derecho internacional humanitario y del derecho de los derechos humanos. Estas violaciones del derecho internacional se juzgan mejor por un orden jurídico aceptado y comprendido por todas las naciones del mundo que por un régimen amorfo defendido por una de las partes en conflicto. La declaración emitida por la UE condenando la invasión rusa de Ucrania como una violación del Artículo 2(4) de la Carta de las Naciones Unidas, un crimen de agresión según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y una violación de normas imperativas del derecho internacional (55) tiene más peso que la afirmación del presidente Biden de que la invasión viola el orden internacional basado en reglas.(56)

Una última razón para descartar el orden internacional basado en reglas como medio para juzgar el comportamiento de los Estados es que es un obstáculo innecesario y perjudicial para los intentos de llegar a un acuerdo sobre el derecho internacional como un orden universal que gobierne a todos los Estados. Todos los estados tienen sus propias idiosincrasias en lo que respecta a la aplicación del derecho internacional, pero rara vez amenazan la universalidad del derecho internacional. Sin embargo, en la actualidad existen varias divisiones importantes entre los Estados sobre las características y principios cardinales del derecho internacional.

El más notable de ellos es el que existe entre Occidente, por un lado, y Rusia y China, por el otro. Mientras Occidente enfatiza la gobernabilidad democrática, los derechos humanos, el ambientalismo y la globalización, Rusia y China enfatizan la igualdad soberana de los estados, la no intervención en los asuntos internos de los estados, la solución de disputas mediante mecanismos que los estados hayan consentido, la inmunidad de los estados y sus funcionarios, y la condena del doble rasero en el trato a los estados. Este enfoque chino-ruso del derecho internacional quedó detallado en 2016 en la Declaración de la Federación de Rusia y la República Popular China sobre la Promoción del Derecho Internacional.(57)

La adhesión de Occidente tanto a un orden internacional basado en reglas como al derecho internacional socava los esfuerzos por acordar un sistema universal de derecho internacional basado en las mismas reglas, principios y valores fundamentales. Un orden internacional fundado en la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional tal como ha evolucionado desde el final de la Segunda Guerra Mundial es una receta más sólida para la paz que el orden internacional amorfo y discriminatorio basado en normas.

Referencias

(1) J. R. Biden Jr., ‘How the US is Willing to Help Ukraine’, New York Times International Edition, 2 June 2022, 1, at 11.

(2) The White House Briefing Room, ‘Remarks by President Biden in Press Conference (Madrid, Spain)’, The White House, 30 June 2022, available at www.whitehouse.gov/briefing-room/speeches-remarks/2022/06/30/remarks-by-president-biden-in-press-conference-madrid-spain.

(3) The White House, ‘National Security Strategy’, The White House, October 2022, at Introduction, 8, 18, 42, available at www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2022/10/Biden-Harris-Administrations-National-Security-Strategy-10.2022.pdf.

(4) Ibid., at 18, 45.

(5) S. Walt, ‘China Wants a “Rules Based International Order,” Too’, Foreign Policy, 31 March 2021, available at www.belfercenter.org/publication/china-wants-rules-based-international-order-too. See also A. Tuygan, ‘The Rules-based International Order’, Diplomatic Opinion, 10 May 2021, available at www.diplomaticopinion.com/2021/05/10/the-rules-based-international-order/.

(6) Further evidence of President Biden’s determination to avoid reference to international law is provided by an article he wrote shortly after becoming president: J. R. Biden, Jr., ‘Rescuing US Foreign Policy after Trump’, (2020) 99 Foreign Affairs 64. In this wide-ranging account of his proposed foreign policy, there is no mention of international law or the United Nations. NATO does, however, feature prominently in the article.

(7) See the statement of the German Foreign Minister, Annalena Baerbock after the 2022 G20 meeting of foreign ministers where she referred to a shared commitment to the rules-based international order: Außenministerin Annalena Baerbock [@Abaerbock], ‘Liebe @AyorkorBotchwey, @DrAlfredMutua & @mnsanzabaganwa, ich freue mich sehr, mit Ihnen drei starke Partner*innen für die Verteidigung der regelbasierten internationalen Ordnung beim #G7-Treffen in Münster willkommen zu heißen!’, Twitter, 4 November 2022, available at twitter.com/ABaerbock/status/1588503709440700417. See further, R. Falk, ‘“Rule-based International-Order”: A New Metaphor for US Geo-Political Primacy’, Eurasia Review, 1 June 2021, available at www.eurasiareview.com; G. Cross, ‘Rules-based Order: Hypocrisy Masquerading as Principle’, China Daily, 3 May 2022, available at www.chinadailyhk.com/article/269894#Rules-based-order-masquerading-as-principle.

(8) The statements of Australian leaders are interesting. While the former Prime Minister, Scott Morrison, repeatedly used the term ‘rules-based order’ and not ‘international law’, the present Foreign Minister, Penny Wong, refers to international law. See her statement on the occasion of the 2022 G20 meeting of foreign ministers: Sen. The Hon P. Wong, ‘Doorstop Following G20 Foreign Ministers’ Meeting’, Minister for Foreign Affairs, 8 July 2022, available at www.foreignminister.gov.au.

(9) NATO Heads of State and Government, Madrid Summit Declaration, Press Release 095 (2022), available at www.nato.int>cps>natohq>official_texts_196951. For a similar statement see the communique issued after the meeting of foreign ministers of the G7 at St Malo on 6 April 2019: G7 Foreign Ministers, ‘Statement on the Situation in the West of Libya’, G7 France Biarritz, 5 April 2019, available at www.elysee.fr/admin/upload/default/0001/04/fa9bd64d1ab7fc32e4c9508650b83222b0c1a267.pdf.

(10) Prime Minister M. Rutte, ‘Statement by Prime Minister Rutte for the 80th Anniversary of Bilateral Relations between the Netherlands and Australia’, Government of the Netherlands, 16 April 2022, available at www.government.nl/documents/speeches/2022/04/16/statement-prime-minister-rutte-80-year-anniversary-of-bilateral-relations-between-australia-and-the-netherlands.

(11) S. Popan, Statement on behalf of the EU and its Member States at the 76th Session of the General Assembly Special Committee on the Charter of the United Nations and the Strengthening of the Role of the Organization, 3 November 2021, available at www.eeas.europa.eu/delegations/un-new-york/eu-statement-%E2%80%93-united-nations-6th-committee-report-special-committee-un_en?s=63.

(12) See, for example, the statements by Jeremy Hunt, Secretary of State for Foreign and Commonwealth Affairs, in Parliament on 2 April 2019 in the debate in Parliament on the Rules-based International Order: J. Hunt (Secretary of State for Foreign and Commonwealth Affairs), ‘Rules-Based International Order: Debate’, UK Parliament, Hansard, Oral Answers to Questions on Rules-based International order, volume 657, 2 April 2019, column 916, available at https://hansard.parliament.uk>2019-04-02debates. See also British Embassy of Manila, ‘UK Foreign Office Minister Mark Field Visits Philippines, 15–17 August’, British Embassy Manila, 28 August 2018, available at www.gov.uk/government/news/uk-foreign-office-minister-mark-field-visits-philippines-15-17-august.

(13) See, for example, J. Crawford (ed.), Brownlie’s Principles of Public International Law (2018); M. Shaw, International Law (2021); M. Evans (ed.), International Law (2018); J. Crawford, Chance, Order, Change: The Course of International Law (2014); A. Roberts, Is International Law International? (2017).

(14) For an example of a scholarly work that draws no clear distinction between international law and the rules—based order see S. Bashfield and E. Katselli Proukaki, ‘The Rules-based Order, International Law and the British Indian Ocean Territory. Do as I Say, Not as I Do’, (2022) 23 German Law Journal 713.

(15) M. Jorgensen, ‘The Jurisprudence of the Rules-Based Order: The Power of Rules Consistent with but not Binding under International Law’, (2022) 22 Melbourne Journal of International Law 221.

(16) D. Lake, L. Martin and T. Rice, ‘Challenges to the Liberal Order: Reflections on International Organization’, (2021) 75 International Organization 225. See also N. Wright, ‘The UK and the International Rules-Based-System’, Foreign Policy Centre, 8 September 2020, available at www.fpc.org.uk/the-uk-and-the-international-rules-based-system. The October 2022 National Security Strategy of the United States likewise stresses these values as part of its international strategy and by implication associates them with the RBO: supra note 3, particularly at 6, 18.

(17) See the statement by Antony Blinken at the virtual meeting of the Security Council Open Debate on Multilateralism on 7 May 2021, in which he stated that the rules-based order included the commitments of states under international law, the UN Charter and ‘the rules and standards agreed to under the auspices of the WTO and numerous standard-setting organizations’: A. J. Blinken, ‘Secretary Antony J. Blinken Virtual Remarks at the UN Security Council Open Debate on Multilateralism’, U.S. Department of State, 7 May 2021, available at www.state.gov/secretary-antony-j-blinken-virtual-remarks-at-the-un-security-council-open-debate-on-multilateralism/.

(18) See Walt and Tuygan, supra note 5; see Falk and Cross, supra note 7.

(19) Cross, supra note 7. See also R. Mullerson: the rules-based order is ‘based on rules of Washington and not related to international law’, cited in A. N. Vylegzhanin et al., ‘The Term “Rules-Based Order in International Legal Discourse”’, (2021) 2 Moscow Journal of International Law 35.

(20) See Walt, supra note 5.

(21) S. Talmon, ‘Rules-based Order v International Law?’, German Practice in International Law, 20 January 2019, available at www.gpil.jura.uni-bonn.de/2019/01/rules-based-order-v-international-law.

(22) Agence France-Presse, ‘Antony Blinken Warns China to Stop “Aggressive Actions” in Asia-Pacific’, Guardian, 13 December 2021.

(23) According to Richard Falk, ‘[t]he United States has projected more force outside its borders than has any State in the course of the past 75 years’, supra note 7.

(24) In 2002, in the wake of 9/11, President George Bush issued a National Security Strategy approving the use of force in pre-emptive self-defence: The White House, The National Security Strategy of the United States of America, 41 ILM 1478 (2002). For criticism of this doctrine see W. M. Reisman and A. A. Armstrong, ‘The Past and Future of the Claim of Preemptive Self-Defence in International Law’, (2006) 100 AJIL 525. See also the decisions of the International Court of Justice that cast serious doubt on the validity of pre-emptive self-defence: Legal Consequences of the Construction of a Wall in the Occupied Palestinian Territory, Advisory Opinion of 9 July 2004, [2004] ICJ Rep. 136, para. 139; Case Concerning the Armed Activities in the Territory of the Congo (Democratic Republic of the Congo v. Uganda), Judgment of 19 December 2005, [2005] ICJ Rep. 168, paras. 143, 148.

(25) For a full coverage of this argument and the objections to it see D. Tladi and J. Dugard, ‘The Use of Force by States’, in J. Dugard et al. (eds.), Dugard’s International Law: A South African Perspective (2018), 730, at 759.

(26) NATO’s invocation of the doctrine of humanitarian intervention to justify its action was seriously questioned by scholars. See L. Henkin, ‘Editorial Comments: NATO’s Humanitarian Intervention’, (1999) 93 AJIL 824.

(27) United Nations Security Council, Resolution 1441, Un Doc. S/RES/ 1441 (2002); United Nations Security Council, Resolution 678, Un Doc. S/RES/ 678 (1990); United Nations Security Council, Resolution 687, Un Doc. S/RES/ 687 (1991) were invoked creatively by the United States and the United Kingdom to justify the invasion of Iraq and regime change. Critics agree that the United States and the United Kingdom acted unlawfully. See V. Lowe, ‘The Iraq Crisis: What Now?’, (2003) 52 ICLQ 859; P. Sands, Lawless World: America and the Making and Breaking of Global Rules-From FDR’s Atlantic Charter to George Bush’s Illegal War (2005).

(28) United Nations Security Council, Resolution 1973, Un Doc. S/RES/1973 (2011) imposed a no-fly zone and authorized states to take ‘all necessary measures protect civilians’ but was used as a justification for regime change by NATO. See R. Higgins et al., Oppenheim’s International Law: United Nations (2017), 1023, paras. 26, 120.

(29) G. Aldrich, ‘The Taliban, Al Quaeda, and the Determination of Illegal Combatants’, (2002) 96 AJIL 891.

(30) C. Jones, The War Lawyers. The United States, Israel and Juridical Warfare (2020), 193–6; United Nations General Assembly, Report of the Special Rapporteur on Extrajudicial, Summary or Arbitrary Executions, Philip Alston, UN Doc. A/HRC/14/24/Ad 6 (2010); M. Boyle, The Legal and Ethical Implications of Drone Warfare (2017).

(31) According to Ben Scott, ‘Although the US shaped the UN and much of international law, its relationship with these institutions has become increasingly vexed, especially since the 2003 invasion of Iraq. That’s partly why it has fallen back on the rules-based order’: B. Scott, ‘The Trouble with Washington’s Rules-Based Order Gambit’, The Diplomat, 3 August 2021, available at www.thediplomat.com/2021/08/the-trouble-with-washingtons-rules-based-order-gambit.

(32) The White House Briefing Room, ‘The Jerusalem US-Israel Strategic Partnership Joint Declaration’, The White House, 14 July 2022, available at www.whitehouse.gov/briefing-room/statements-releases/2022/07/14/the-jerusalem-u-s-israel-strategic-partnership-joint-declaration/. See also Biden’s statement on the ‘need to sustain our ironclad commitment to Israel’s security’ in his 2020 article in Foreign Affairs, supra note 6, at 73.

(33) See J. Dugard, ‘Legal Consequences of the Construction of a Wall in the Occupied Palestinian Territory’, in E. Bjorge and C. Miles (eds.), Landmark Cases in Public International Law (2017), 539, at 556–7.

(34) B. Samuels, ‘The US State Department Rejects Amnesty’s Apartheid Claim against Israel’, Haaretz, 1 February 2022.

(35) See Falk, supra note 7.

(36) V. Gilinsky and H. Sokolski, ‘Biden Should End US Hypocrisy on Israeli Nukes’, Foreign Policy, 19 February 2022.

(37) Cited in Vylegzhanin et al., supra note 19, at 39.

(38) Ibid., at 51.

(39) Ibid., at 39.

(40) K. K. Klomegah, ‘Russia Renews its Support to Mark Africa Day’, Modern Diplomacy, 27 May 2022, available at www.moderndiplomacy.eu/2022/05/27/russia-renews-its-support-to-mark-africa-day/. See also the statement by President Putin cited by A. Roberts, Is International Law International? (2017), 297.

(41) See Vylegzhanin et al., supra note 19, at 51.

(42) See note 1, supra. As early as 2021 the G7 complained that Russia’s behaviour threatened the RBO: see Vylegzhanin et al., ibid., at 39.

(43) See note 40, supra.

(44) See the text of President Putin’s speech: ‘Full text: Putin’s Declaration of War on Ukraine’, The Spectator, 24 February 2022, available at www.spectator.co.uk/article/full-text-putin-s-declaration-of-war-on-ukraine/.

(45) For an analysis of President Putin’s legal justifications for the Ukraine war see M. Milanovic, ‘What Is Russia’s Legal Justification for Using Force against Ukraine?’, EJIL:Talk!, 24 February 2022, available at www.ejiltalk.org.

(46) See further, Roberts, supra note 13, at 282.

(47) The London Conference, ‘Challenges to the Rules-Based International Order’, Chatham House: The Royal Institute of International Affairs, 2015, available at www.chathamhouse.org/sites/default/files/London%20Conference%202015%20-%20Background%20Papers.pdf.

(48) State Councilor and Foreign Minister W. Yi, ‘Remarks by State Councilor and Foreign Minister Wang Yi at the United Nations Security Council High-level Meeting on the Theme “Maintenance of International Peace and Security: Upholding Multilateralism and the United Nations-centered International System”’, Ministry of Foreign Affairs of the People’s Republic of China, 8 May 2021, available at www.fmprc.gov.cn/mfa_eng/wjdt_665385/zyjh_665391/202105/t20210508_9170544.html.

(49) See Scott, supra note 31.

(50) M. Chalmers, ‘Which Rules, Why there is No Single Rules-based International System’, Occasional Paper, Royal United Services Institute, April 2019.

(51) The October 2022 US National Security Strategy declares that the RBO ‘provides all nations that sign up to the principles an opportunity to participate in and have a role in shaping the rules’, supra note 3. Unfortunately, there is no indication of how this ‘signing up’ may be done.

(52) See Talmon, supra note 21.

(53) See Talmon, ibid.

(54) The US National Security Strategy of October 2022 makes no mention of the International Court of Justice, supra note 3.

(55) See note 11, supra.

(56) See note 1, supra.

(57) Ministry of Foreign Affairs of the Russian Federation, ‘The Declaration of the Russian Federation and the People’s Republic of China on the Promotion of International Law’, 25 June 2016, available at www.fmprc.gov.cn>201608. For a detailed analysis of this Declaration see Roberts, supra note 13, at 290–9.

CEPRID

Por Alberto Cruz CEPRID

La cumbre de los BRICS de agosto supuso el punto de inflexión del fin de la era del mundo unipolar hegemonizado por Occidente (1). Pero por si hubiese alguna duda sobre esto, la actual situación en Palestina no solo lo pone de relieve, sino que lo refuerza. A partir de ahora ya nada será igual.

Occidente está en las últimas y ya no tiene ninguna baza para retener su hegemonía: ni política, ni cultural, ni militar, ni económica. Nada. La paliza que está recibiendo en el país 404, antes conocido como Ucrania, es de las que hacen época y ahora acaba de saltar Palestina. Quienes piensen que el régimen sionista de Israel va a ganar harían bien en replanteárselo. No está nada claro. Esta es la razón por la que a mediados de octubre el presidente de EEUU hizo algo muy inusual, dar un discurso a la nación en el que dijo las verdades del porquero: “estamos en un punto de inflexión porque el actual orden mundial se ha quedado sin fuerza”. Es la primera vez que se dice de forma abierta porque ya no se pueden poner más puertas al campo. Y lo dijo justificando la postura de EEUU de apoyo a Ucrania y a Israel porque ambos son “existenciales para la seguridad e intereses de EEUU”.

No es que el “actual orden mundial se haya quedado sin fuerza”, como dice Biden, sino que ya no existe. Hay otro mundo en marcha, un nuevo orden multipolar donde la hegemonía occidental desaparece y más con la constatación a nivel planetario de la hipocresía, cinismo y doble moral que Occidente está mostrando con el genocidio y limpieza étnica que el régimen sionista israelí está implementando en Gaza. Y este nuevo orden multipolar tiene ya sus propias estructuras e instituciones que son claramente la alternativa a las occidentales y en las que ha asegurado, hasta ahora, su hegemonía. Son la Organización para la Cooperación de Shanghai, los BRICS, el Banco Asiático de Inversiones e infraestructuras, el Nuevo Banco de Desarrollo, la Nueva Ruta de la Seda…

De forma especial están los BRICS, que ya superan en Producto Interior Bruto, en términos de paridad del poder adquisitivo, al fantasmagórico G-7 de “los países más ricos e industrializados del mundo”, como le gusta repetir a un decrépito Occidente, sabiendo que es irreal. Con la ampliación de los BRICS a partir de enero del año que viene, la distancia entre ellos y el fantasmagórico G-7 hará que este último se convierta casi en irrelevante.

Pero a esto hay que añadir la otra gran apuesta de los BRICS: el comercio en moneda propia. Esto no solo es un impulso más a la desdolarización de la economía mundial (el 32’5% del comercio entre los países BRICS es ya en sus propias monedas) sino que está suponiendo que el euro empiece a caer en la irrelevancia: en dos años, es decir, con la crisis de Ucrania, el euro ha perdido la friolera de 14 puntos porcentuales en el comercio internacional, pasando del 38’43% al 24’42%. En términos técnicos eso significa que el euro está comenzando a ser excluido de los pagos internacionales (2).

La razón principal es el irracional vasallaje a EEUU, especialmente por las sanciones -ilegales, según el derecho internacional-, la otra razón que hay que tener en cuenta es que cada vez más países utilizan el pago en sus monedas nacionales en su comercio internacional. Si antes el euro era una alternativa al dólar que utilizaban muchos países, ahora ya no lo es. El euro pierde valor porque lo pierde Europa. El jardín, como dijo Borrell, se marchita.

La debilidad de la economía europea es evidente como consecuencia de la crisis energética que se vive por el, también irracional, rechazo al gas ruso y la dependencia del gas estadounidense, cuatro veces más caro que el ruso (y que Europa está pagando en dólares). Ahora que se cumple un año desde la voladura del gasoducto «Corriente del Norte 2» sin que Europa haya dicho ni mú ante una agresión tan flagrante, la cosa adquiere mayor relieve.

La inflación sigue haciendo de las suyas, Alemania está oficialmente en recesión desde hace medio año y la elevación de las tasas de interés está empobreciendo a la población. Eso repercute en las deudas nacionales y eso arrastra al euro al abismo.

Pero donde hay que poner la atención es el aumento de los pagos en monedas nacionales que se está produciendo en el mundo como consecuencia de las sanciones impuestas a Rusia y que han sido vistas por el resto del planeta como una agresión y una amenaza a ellos mismos. Cada vez más países lo hacen, y tras la ampliación de los BRICS la tendencia aumentará para evitar riesgos y reducir la dependencia occidental. Y entre EEUU y su dólar y Europa y su euro, el más débil es quien se resiente. Aunque ambos se resentirán más a partir del 1 de enero de 2024, cuando la ampliación de los BRICS sea efectiva. Se ha dicho que todos los nuevos integrantes se van a adherir al sistema BRICS PAY, que es en el que comercian desde 2018 los integrantes históricos y que, como ya he apuntado más arriba, supone el 32’5% del comercio intra-BRICS, aunque el primer país que lo ha anunciado formalmente es Irán.

Como es lógico, hay un ganador y un perdedor de todo esto. El ganador es EEUU, que ha visto cómo el dólar se ha reforzado debido a la caída del euro. Ese aumento se debe en gran medida a la sustitución de los pagos internacionales que antes se realizaban en euros. ¿Quiere decir eso que se frena la desdolarización de la economía mundial? Pues no. Su proporción en las reservas de divisas de los estados está disminuyendo constantemente. El claro perdedor es Europa, que está entrando en la irrelevancia geopolítica.

El impulso final del proyecto sionista y la resistencia palestina

Con todo esto en marcha, y dado el papel relevante que va a tener Arabia Saudita al ser aceptado como nuevo miembro de los BRICS, Occidente – bajo la dirección de EEUU – puso en marcha dos iniciativas complementarias: la primera, intentar competir con la Nueva Ruta de la Seda china anunciando la constitución de un corredor económico UE-India-Arabia Saudita-Israel; la segunda, complementaria de la primera, impulsar la normalización política entre Arabia Saudita e Israel. Sin esta última, la primera no será posible.

Sin embargo hubo algo que no se tuvo en cuenta, ni por unos ni por otros: Palestina. O para ser más exacto, la resistencia palestina. Porque la normalización entre Arabia Saudita e Israel aceleraba la culminación del proyecto sionista de anulación del pueblo palestino y la creación del Gran Israel, algo en lo que sin pudor había insistido el primer ministro israelí en su discurso ante la Asamblea General de la ONU de mediados de septiembre.

Y es que enlazando las dos cosas está el gas que se ha descubierto en las aguas de Gaza y que hacen que todo lo anterior sea si no irrelevante sí al menos no tan pomposo como se ha vendido. Porque el gas es la única riqueza que tendría el hipotético Estado palestino, dado que lo que hay en la actualizad son 43 minizonas aisladas entre sí y, por lo tanto, sin viabilidad económica alguna. No puede haber un Estado palestino viable sin unidad geográfica ni recursos.

Junto a esto, el estado sionista llevaba varios meses impulsando medidas políticas para culminar el proyecto sionista: la reconstrucción de la Tierra de Israel (que tuvo su punto culminante cuando Netanyahu presentó en la ONU un mapa en el que desaparecía cualquier atisbo de Palestina); la institución de la Ley Judía (Halajá), que despoja a los no judíos de su estatus legal, es decir, deja a los ya ciudadanos de segunda clase, los árabes israelíes, sin ser ni siquiera ciudadanos; y la construcción del Templo Judío en el Monte del Templo, es decir, lisa y llanamente, la destrucción de la Mezquita de Al-Aqsa.

La penúltima provocación dos semanas antes del 7 de octubre fue determinante para la respuesta de la resistencia palestina. Hay que recordar que ya en el año 2000 hubo otra provocación en el mismo sentido y generó la Segunda Intifada, cuyo gran logro fue que se obligó a Israel a abandonar Gaza. Esta es la razón por la que la resistencia palestina ha denominado a su operación militar “Inundación de Al-Aqsa”.

Frente a lo que machaconamente está repitiendo Occidente y sus medios de propaganda, antes llamados de comunicación, la operación de la resistencia palestina no fue únicamente ejecutada por Hamás, sino por otras tres organizaciones: la Yijad Islámica, el Frente Popular de Liberación de Palestina y el Frente Popular de Liberación de Palestina-Comando General. Es evidente que el predominio y hegemonía es de Hamás, pero las cuatro organizaciones actúan de forma coordinada.

Para la resistencia palestina era una cuestión de “ahora o nunca” debido a la inacción de los colaboracionistas de la mal llamada Autoridad Palestina y no solo tenían que romper la estrategia sionista sino obligar al mundo a posicionarse ante lo que era, de hecho, el fin de Palestina porque Israel insistía en sus cuatro noes: no al Estado palestino soberano, no al reconocimiento de los derechos históricos y políticos de Jerusalén Este, no al desmantelamiento de las colonias y no al derecho al retorno.

Además, la resistencia palestina actuó teniendo el abrumador respaldo de la población no solo de Gaza, sino de Cisjordania. En junio, el Centro Palestino de Investigación, financiado por la Fundación Konrad Adenauer (democristiana alemana), tuvo que reconocer en una encuesta que el 71% de los palestinos apoyarían a los grupos armados para una escalada armada o una tercera intifada y que el 82% se oponía a la política colaboracionista de la mal llamada Autoridad Palestina deteniendo o reprimiendo a estos grupos (3).

Miedo y vulnerabilidad de Occidente

Como es sabido, a Occidente le importa una higa la opinión de los pueblos. Imbuido de su profundo colonialismo, no ha tardado en asumir el doble discurso israelí sobre “otro 11 de septiembre”, dirigido a EEUU, y “es otro holocausto”, dirigido a Europa. Discursos que para el resto de mortales, o sea, nosotros, ha sido resumido en el simple “terrorismo”. Y todo ello arropado con el mantra de “derecho a la legítima defensa”.

Esto no oculta otra cosa que el miedo y la vulnerabilidad de un Occidente que ve cómo su hegemonía desaparece a gran velocidad y que, como tuvo que reconocer Biden en su discurso, tanto esto como Ucrania se convierten en existenciales. Por lo tanto, la condena a los palestinos estaba asegurada porque un sector muy mayoritario – excluyendo a los colaboracionistas de Fatah – ha demostrado su firme voluntad de luchar contra el colonialismo. Así, se les ha criminalizado permanentemente y han sido habituales las expresiones de “bestias”, “animales”, “bárbaros”, “terroristas”…, expresiones que, por supuesto, no se han repetido con los genocidas israelíes ni siquiera con el bombardeo a hospitales o a campamentos de refugiados. Occidente ha deshumanizado a los palestinos y ha sacado a la luz algo que dijo Frantz Fanon cuando habló del comportamiento genocida de Francia en Argelia: “las víctimas del colonialismo nunca lograrán persuadir a sus colonizadores europeos de su sufrimiento y profundo deseo de libertad”.

El hecho es que Palestina se niega a morir en silencio y quiere narrar su propia historia, como también ha tenido que reconocer, muy tarde, el propio Secretario General de la ONU cuando dijo eso de que “es producto de 56 años de ocupación”.

26 resoluciones de la ONU contra Israel y el derecho internacional

No hay que remontarse a 1948, cuando se divide Palestina y se otorga a los judíos, minoría muy minoritaria entonces, la mayor parte de la tierra. Basta con ir a 1967 cuando en la ONU se aprueban dos resoluciones emblemáticas: la 242 y la 338. La primera hace referencia al reconocimiento a la soberanía e integridad de Israel que iba acompañado de la retirada de los Territorios Ocupados y de la solución a los refugiados expulsados en 1948. La segunda hacía referencia a paz por territorios.

Ni que decir tiene que Occidente se quedó con la primera parte de la resolución 242, prescindiendo de la segunda, y que de la resolución 338 nunca dijo nada. Pero es que desde entonces la ONU ha aprobado otras resoluciones contra Israel. En total, son 26 resoluciones de la ONU las que condenan a Israel por la anexión de territorios, la construcción de asentamientos, la expulsión y desplazamiento de palestinos, la denegación del derecho al retorno, la confiscación y expropiación de tierras, la destrucción y demolición de casas…

Occidente lleva un año y medio levantando la bandera de la única resolución que aprobó la ONU contra Rusia cuando lanzó su “operación militar especial” en Ucrania. No ha levantado ni un dedo para recordar, no ya denunciar a Israel, estas resoluciones. Por eso Occidente no habla del derecho internacional y sí insiste en eso de “orden basado en reglas”. Su orden y sus reglas porque el derecho internacional le estorba y molesta.

Entre otras cosas, porque el derecho internacional es muy claro: “Israel, como potencia ocupante, debe cumplir escrupulosamente con sus obligaciones legales según lo dispuesto en la IV Convención de Ginebra”.

¿Y qué dice la IV Convención de Ginebra? Establece derechos para el ocupado y obligaciones para el ocupante. Uno de los derechos es “el reconocimiento del derecho del pueblo ocupado a utilizar todo tipo de lucha, incluyendo la lucha armada, para liberarse del colonialismo”. Unas de las obligaciones son, por ejemplo, que “el poder ocupante no puede utilizar castigos colectivos contra la población civil” (art. 33); que “la potencia ocupante no podrá proceder a la evacuación o transferencia de una parte de su población civil al territorio ocupado” (art. 49); que “el poder ocupado no tiene el deber de obedecer al ocupante, que es responsable del bienestar del territorio ocupado, de ofrecer condiciones dignas de vida, garantizar la sanidad, la higiene pública, la asistencia y educación de los niños” (art. 50); que “el ocupante tiene que respetar la propiedad privada del ocupado” (art. 55)…

El fin del “orden internacional basado en reglas”

Si Occidente se acaba de suicidar con su apoyo al genocidio y limpieza étnica en Palestina, desapareciendo vertiginosamente lo poco que quedaba de su hegemonía, lo mismo se puede decir de su “orden internacional basado en reglas”. Es un mantra que viene repitiéndose desde 2008, pero que se ha acentuado desde el apoyo al golpe nazi en Ucrania el 2014 y que cogió su cenit en junio de 2022 cuando Biden dijo que “la acción de Rusia en Ucrania podría marcar el fin del orden internacional basado en reglas y abrir la puerta a la agresión en otros lugares, con consecuencias catastróficas en todo el mundo”. Nadie de entre sus vasallos, especialmente Europa, dijo nada de la omisión al derecho internacional.

Posteriormente, la Cumbre de la OTAN de junio de 2022 en Madrid advirtió tanto a Rusia como a China que las democracias del mundo “defenderían el orden basado en reglas”. A partir de aquí, no hay ni un solo dirigente de Occidente que no haya hecho lo mismo. Solo ahora, cuando se constata el genocidio que lleva a la práctica Israel y cómo está pasando factura a sus valedores occidentales, aparece de forma tímida e inconsistente la referencia al derecho internacional. Ya es tarde para ello. Occidente ha bombardeado cualquier atisbo de acuerdo con el resto del mundo, que no va a tardar en pasar factura a tanto cinismo, hipocresía y colapso moral.

Occidente está agonizando y va a morir matando, como se pone de manifiesto en Gaza. Nada de su estructura de dominio puede salvarse a medio plazo. La base económica y geopolítica sobre la que se construyó la superestructura institucional de la gobernanza global liberal-occidental simplemente ha desaparecido. El viejo orden está más allá de la salvación; ya ha surgido otro nuevo aunque, parafraseando a Gramsci, estamos viviendo una época de monstruos e Israel es uno de sus principales.

Notas

(1) “La era del mundo unipolar hegemonizado por Occidente ha llegado a su fin” https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2848

(2) https://www.swift.com/es

(3) https://pcpsr.org/en/node/944

Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es “Las brujas de la noche. El 46 Regimiento “Taman” de aviadoras soviéticas en la II Guerra Mundial”, editado por La Caída con la colaboración del CEPRID y que va por la tercera edición. Los pedidos se pueden hacer a libros.lacaida@gmail.com o bien a ceprid@nodo50.org También se puede encontrar en librerías.

albercruz@eresmas.com

Desde hace casi un mes los istmeños se movilizan masivamente contra un proyecto minero a cielo abierto que reinstalaría un enclave colonial y dañaría el medio ambiente.

Por Eduardo Vior Analista Internacional

Desde que el pasado 20 de octubre la Asamblea Legislativa de Panamá sancionó la ley 406 otorgando a una empresa canadiense de capitales chinos una gigantesca concesión para la ampliación de un yacimiento de cobre a cielo abierto de 13.000 hectáreas, no cesan las masivas movilizaciones en todo el país. No sólo se oponen a la extracción de cobre en un área del ecológicamente sensible Corredor Biológico Mesoamericano sino también a la entrega de soberanía. Por estas razones todo el país está pendiente del fallo que adopte la semana próxima la Corte Suprema de Justicia.

La mina panameña objeto de masivas protestas redujo este lunes sus operaciones productivas, después de que pequeñas embarcaciones de pesca bloquearan su puerto en señal de repudio. Paralelamente, el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del oficialista Partido Revolucionario Democrático (PRD) exigió este domingo al gobierno del presidente Laurentino Cortizo agilizar una salida a la crisis. De acuerdo al partido, en la solución “deben estar presente todos los sectores de la sociedad”. Para esta agrupación política, además del problema minero el descontento se origina en la ausencia de un “modelo político-económico de ejecutorias sociales justas, equitativas y con equidad”.

Mientras tanto, el país está pendiente del fallo que la Corte Suprema podría anunciar la semana próxima contra la minera canadiense First Quantum. Los nueve jueces de la corte están sopesando si revocan el contrato de la empresa canadiense para la mina Cobre Panamá por sus insanables vicios de fondo y forma. Si bien el presidente ha advertido contra los procesos en sede extranjera que amenazarían al país en caso de rescindir el contrato, los procuradores fiscales citan precedentes en los que el Estado panameño retiró concesiones a empresas extranjeras y obtuvo razón en los tribunales extranjeros.

Las protestas más grandes que ha tenido Panamá en tres décadas comenzaron el 23 de octubre, tres días después de que el gobierno firmó un contrato con la multinacional minera canadiense First Quantum dándole una concesión por hasta 40 años para la explotación de un yacimiento a cielo abierto de 13.000 hectáreas en la selva de la Provincia de Colón, sobre el Caribe. Desde entonces todos los días hay más de 70 000 personas en las calles de Ciudad de Panamá, otros tantas en las capitales del interior y pueblos remotos y hasta en el mar: reclamando “Panamá libre de minería” pescadores bloquearon el lunes pasado el puerto de Punta Rincón, propiedad de la minera. Las manifestaciones asemejan una marejada de gente proclamando que “el oro de Panamá es verde”, en alusión a la biodiversidad del país. En las manifestaciones los sindicatos de docentes y de la construcción se unieron a grupos indígenas y ambientalistas para exigir que se cancele la concesión.

Hasta hoy se han registrado todos los días enfrentamientos entre manifestantes y policías que intentan disolver las protestas y reabrir las carreteras y puentes bloqueaddos. Cuatro personas han perdido ya la vida en las refriegas. A los enfrentamientos con la policía (que dejaron más de 800 detenidos), el cierre de rutas (particularmente de la Panamericana) y el desabastecimiento de combustible y alimentos se suma también la imposibilidad para desplazarse de miles de migrantes que cruzan Panamá en su camino hacia Estados Unidos.

A inicios de noviembre Standard & Poor’s revisó a la baja su evaluación del país por los riesgos potenciales para la confianza de los inversores y el crecimiento económico. La incertidumbre también ha mermado el valor de mercado de First Quantum en unos 8.000 millones de dólares canadienses (5.800 millones de dólares estadounidenses). En medio de la caída, la china Jiangxi Copper Co Ltd, el mayor accionista de First Quantum, elevó la semana pasada su participación en la empresa canadiense al 18.5%.

Cortizo, un centrista que no puede presentarse a la reelección, se ha enfrentado a unos índices bajos de aprobación (18%) por la corrupción, la falta de transparencia y los deficientes servicios sociales. La política medioambiental también ha sido objeto de renovada atención a medida que una grave sequía azota el país, limitando la navegación a través del Canal de Panamá.

El rechazo de los panameños a la explotación de la mayor mina de cobre a cielo abierto de Centroamérica es de vieja data. El yacimiento, ubicado en la provincia de Colón, viene siendo operado desde 1997 a través de un contrato firmado entre el Estado y la sociedad minera Petaquilla S.A. Ese acuerdo se concretó sin licitación y sin estudios de impacto ambiental. En 2009 aquella irregularidad movió a la sociedad civil a interponer una demanda. Sin embargo, no fue hasta 2017 que se logró el fallo por inconstitucionalidad, con el agravante de que su publicación en la Gaceta Oficial no se concretó hasta 2021.

La empresa primero se aprovechó de esa demora para ampliar las operaciones del yacimiento. Después, el Estado debió haber hecho cumplir el fallo definitivo. En cambio, renegoció el contrato. Las negociaciones con los canadienses se iniciaron en enero de 2022 a puerta cerrada, hasta que en marzo de 2023, sin haber habilitado la participación ciudadana, se anunció el acuerdo. Ante la protesta pública, en la Asamblea Legislativa se hicieron tres debates y se consultó a los pueblos relacionados con la actividad extractiva, quienes expresaron su rechazo. Entonces, en vez de derogar el contrato, el gobierno lo devolvió con algunas mejoras. Al final, la Asamblea aprobó en 72 horas la Ley 406 y la noche del 20 de octubre el presidente la promulgó.

El nuevo contrato minero contempla aportes mínimos anuales de U$S 375 millones de la minera al Estado panameño, aunque diez veces el monto del acuerdo anterior. Además del daño implícito para el medio ambiente, el contrato otorga a la minera privilegios y concesiones que generan un territorio aparte con características administrativas diferentes. El reclamo de la ciudadanía al contrato de la empresa minera tiene que ver, por consiguiente, también con la reivindicación de la soberanía. Panamá recuperó su canal recién en 1999 después de 96 años de lucha y no quiere repetir la experiencia.

Cortizo, un centrista que no puede presentarse a la reelección, se ha enfrentado a unos índices bajos de aprobación (18%) por la corrupción, la falta de transparencia y los deficientes servicios sociales. La política medioambiental también ha sido objeto de renovada atención a medida que una grave sequía azota el país, limitando la navegación a través del Canal de Panamá.

El rechazo de los panameños a la explotación de la mayor mina de cobre a cielo abierto de Centroamérica es de vieja data. El yacimiento, ubicado en la provincia de Colón, viene siendo operado desde 1997 a través de un contrato firmado entre el Estado y la sociedad minera Petaquilla S.A. Ese acuerdo se concretó sin licitación y sin estudios de impacto ambiental. En 2009 aquella irregularidad movió a la sociedad civil a interponer una demanda. Sin embargo, no fue hasta 2017 que se logró el fallo por inconstitucionalidad, con el agravante de que su publicación en la Gaceta Oficial no se concretó hasta 2021.

La empresa primero se aprovechó de esa demora para ampliar las operaciones del yacimiento. Después, el Estado debió haber hecho cumplir el fallo definitivo. En cambio, renegoció el contrato. Las negociaciones con los canadienses se iniciaron en enero de 2022 a puerta cerrada, hasta que en marzo de 2023, sin haber habilitado la participación ciudadana, se anunció el acuerdo. Ante la protesta pública, en la Asamblea Legislativa se hicieron tres debates y se consultó a los pueblos relacionados con la actividad extractiva, quienes expresaron su rechazo. Entonces, en vez de derogar el contrato, el gobierno lo devolvió con algunas mejoras. Al final, la Asamblea aprobó en 72 horas la Ley 406 y la noche del 20 de octubre el presidente la promulgó.

El nuevo contrato minero contempla aportes mínimos anuales de U$S 375 millones de la minera al Estado panameño, aunque diez veces el monto del acuerdo anterior. Además del daño implícito para el medio ambiente, el contrato otorga a la minera privilegios y concesiones que generan un territorio aparte con características administrativas diferentes. El reclamo de la ciudadanía al contrato de la empresa minera tiene que ver, por consiguiente, también con la reivindicación de la soberanía.  Panamá recuperó su canal recién en 1999 después de 96 años de lucha y no quiere repetir la experiencia.

Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor/autora y no representan necesariamente la posición de la agencia TELAM

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

En fecha tan lejana como el 25 de septiembre de 2011 escribí un artículo titulado “La ONU ha muerto”. Entre otras cosas allí decía que:  “Los acontecimientos de los últimos años signados por una unipolaridad cerrada […] dan cuenta de una ONU inoperante y plegado a la voluntad de los Estados canallas. La resolución unánime que condenó a Irán por la supuesta intención de construir armas atómicas contrasta la existencia de las mismas en países como Israel, India y Pakistán, que poseen la común característica de estar entre los mayores compradores de armas a los fabricantes que son básicamente los países miembros permanentes del Consejo de Seguridad”.

Continuaba más adelante: “La aprobación también unánime de las potencias para autorizar -a través de la resolución 1973- lo que derivó en el bombardeo indiscriminado a las ciudades libias y el asesinato de miles de ciudadanos, muestran una organización que ya no es garante de la paz sino promotora de la guerra. Igual hecho ocurrió durante los recientes acontecimientos en Costa de Marfil, donde el propio Secretario General de la ONU dio órdenes a los Cascos Azules de involucrarse militarmente bajo órdenes de las fuerzas armadas francesas que invadieron el país africano”.

Doce años después, el diagnóstico es el mismo pero la crisis es aún más profunda. La pandemia de Covid 19 evidenció ante el mundo la incapacidad de la organización para gerenciar el combate contra el virus que se constituyó en enemigo común de la humanidad.

En esta batalla, la Organización Mundial de la Salud (OMS fracasó estrepitosamente). En octubre de 2021, 20 meses después de haber comenzado la pandemia sólo el 57% de la población mundial había sido vacunada. La pandemia nunca pudo ser controlada a través de la distribución de vacunas. Los países ricos establecieron una clara distancia de los más pobres.  En enero de 2022, la OMS publicó una guía para priorizar la distribución mundial de las vacunas COVID-19 de manera justa pero ya era demasiado tarde y el plan era defectuoso. Primó la lógica del mercado, del lucro y la ganancia por encima de la lógica de la protección del ser humano, de su salud y su vida. Ello, porque la OMS depende principalmente de la buena voluntad de los países ricos y de las empresas.

Circunstancias similares ocurrieron en la actuación de la OMS durante la gripe A (subtipo H1N1) que atacó al mundo en 2009. Otro ejemplo de error reiterativo de la OMS fue su actuación en 2014 durante la crisis del Ébola. Su incapacidad es recurrente. En el primer caso los gobiernos que siguieron sus recomendaciones acumularon cantidades innecesarias de fármacos antigripales solo en beneficio de las empresas farmacéuticas. Y en el segundo, actuando con extrema pasividad ante la gravedad de la propagación del Ébola, infravalorando el problema . Solo cuando la epidemia estaba ya fuera de control en África Occidental, la directora general declaró una emergencia global.

Hay que decirlo, esa “buena voluntad” mencionada está en relación directa con la decisión de las empresas de actuar cuando observan que el contagio puede afectar sus ganancias y las de los países ricos. Este hecho es violatorio del enciso 3 del artículo 1, Capítulo 1 de la Carta de las Naciones Unidas que establece los propósitos y principios de la ONU y que señala que la organización debe:  “Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”.

Así mismo, el pésimo trabajo de la ONU en el manejo de la pandemia atenta flagrantemente con el artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU que establece que: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. La ONU ha demostrado que no es capaz de garantizar ese derecho y, ni siquiera cumplir con los propósitos que le asigna la Carta. 

En este contexto, la operación militar de Rusia en Ucrania y el reciente conflicto en Palestina pusieron sobre el tapete la inoperancia de la ONU. En ambos casos la organización fue incapaz de impedir que se proyectaran y ejecutaran sendos genocidios sobre los pueblos del Donbass y de Palestina respectivamente. En Ucrania hicieron de la “vista gorda” durante 8 años mientras con extrema crueldad hordas nazi fascistas exterminaban a la población ruso parlante.

El asunto palestino es mucho peor porque la ONU es causante directa del mismo al crear ilegalmente el Estado de Israel cuando no es potestad suya -según la Carta- crear países, pero incluso después de haber decidido tal esperpento jurídico, no ha sido capaz de hacer cumplir la resolución 181 de la Asamblea General, del 29 de noviembre de 1947 que establecía la partición de Palestina en un Estado judío, un Estado árabe y una zona bajo régimen internacional particular. En este caso, tal vez más que en ningún otro, se ha hecho patente el uso de la ONU como un instrumento de la política exterior de Estados Unidos. La ONU ha fallado en su responsabilidad primigenia que era promover y consolidar la paz en el planeta.

En otro ámbito, uno podría preguntarse qué sentido tiene la existencia de la Organización Mundial del Comercio (OMC), otra agencia de la ONU si hasta agosto de 2023, se habían aplicado 26.162 medidas coercitivas unilaterales (mal llamadas sanciones) por parte de Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá Reino Unidos, Suiza y otros países afectando a 30 Estados en todo el mundo. Así, el 28% de la población mundial está impedida de desarrollar su vida con total normalidad. 

Vale decir que en este caso, la Asamblea General de la ONU en su 78° periodo de sesiones, aprobó con 128 votos a favor y 54 en contra una resolución sobre la promoción y protección de los derechos humanos frente a las medidas coercitivas unilaterales. 

Sin embargo, todo es en vano. Las relaciones internacionales no son de derecho sino de poder. La ONU es una estructura sustentada en el poder atómico de 5 países que imponen esa condición al mundo. La institución del veto es una práctica antidemocrática que establece que el mundo tiene que vivir bajo la dictadura de 5 países por la única razón que tienen capacidad de destruir el planeta. Así, esa capacidad es la que establece y sostiene al sistema internacional y su estructura. El planeta vive bajo la permanente contradicción entre el carácter democrático de la Asamblea General y el carácter dictatorial del Consejo de Seguridad.

En la actualidad hay varios casos que exponen el carácter retrógrado de la ONU además de los ya conocidos en Ucrania y Palestina, En este sentido, la República Popular Democrática de Corea (RPDC) ha opinado en torno a que el Comando de la ONU, responsable de vigilar el cumplimiento del armisticio después de la Guerra de Corea de los años 50 del siglo pasado, debe disolverse para “evitar el inicio de una nueva guerra y defender la paz y seguridad en la península de Corea. 

De acuerdo con el comunicado emitido por el gobierno norcoreano, el comando no representa “más que un instrumento de confrontación de Estados Unidos porque no tiene nada que ver con la ONU”. Según Pyongyang,  el comando “vuelve a revelar su naturaleza agresiva, buscando preparar una declaración de confrontación simulando la segunda Guerra de Corea”. Ya en 1975, la Asamblea General de la ONU aprobó dos resoluciones que estipularon la disolución del comando y la retirada de las tropas estadounidenses de la región e incluso, dos antiguos secretarios generales de la ONU, Butros Butros Ghali y Kofi Annan, afirmaron que “el organismo no está bajo el control de Naciones Unidas, sino de Washington”. Ahora -según la denuncia de la RPDC- el Comando “se reactiva como un instrumento de guerra plurinacional, encabezado por Estados Unidos. Se trata de graves acontecimientos que ponen en peligro la seguridad en la región Asia-Pacífico, la península de Corea incluida”. Parece evidente que la ONU está permitiendo ser usada por Estados Unidos para generar otro escenario de conflicto en el planeta.

No podía ser de otra manera cuando el secretario general de la ONU es un hombre proveniente de un país de la OTAN. Hay que recordar que cuando fue primer ministro de Portugal acompañó todas las tropelías de esta agrupación belicista ente ellas la guerra de los Balcanes y la invasión de Afganistán. Difícilmente un personaje de esta estirpe puede tener la ecuanimidad y la neutralidad necesaria para tratar los asuntos que incumben a la organización.  Un mundo justo jamás debe tener a un guerrerista como su máximo líder.

Ya en el pasado,  Europa nos dio ejemplos del liderazgo que la representa. Entre 1972 y 1981, Kurt Waldheim, un político austríaco de extrema derecha fue designado secretario general de la ONU. No importó que Waldheim hubiera sido miembro de la Liga de Estudiantes Nacional-Socialistas Alemanes, una estructura del partido nazi de su país que lo llevó a que incluso formara parte las SA, las tropas de choque del partido nazi que bajo las órdenes directas de Hitler sembraban el terror en los países ocupados. Nada más y nada menos que un nazi fue enviado por Europa para ser secretario general de la ONU.

La actuación respecto de Venezuela no está ajena a su impronta. La ONU ha violentado el Acuerdo de Ginebra que establece una solución amistosa y satisfactoria para las dos partes en el conflicto del Esequibo. Las gigantescas reservas petroleras descubiertas en 2015 en ese territorio en reclamación movilizaron al gobierno de Estados Unidos que ejerciendo presión sobre la ONU logró que el caso fuera enviado de forma ilegal a la Corte Internacional de Justicia (CIJ), un órgano de la ONU que ha decidido actuar sin tener jurisdicción sobre el caso. 

Ya, el anterior secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, un títere de Washington,  había decidido de forma unilateral e ilegal ponerle fin a la figura del buen oficiante. Dando continuidad a esta aberración jurídica, Antonio Guterres -casi desde el mismo momento de su designación- aceptó la demanda que Estados Unidos había iniciado ante  su predecesor, favoreciendo unilateralmente la decisión de Guyana que en realidad es la decisión de la empresa ExxonMobil, que pretende explotar ilegal y unilateralmente los recursos del Esequibo. Guterres es cómplice de este intento de despojo, de la misma manera que lo es la CIJ que, poniéndose al margen de la ley pretende avalar la demanda de Guyana.

Guterres debió consultar a Venezuela para obtener su conformidad respecto de la jurisdicción de la CIJ, tal como lo establece el Acuerdo de Ginebra. Vale agregar que Venezuela no es firmante del protocolo sobre jurisdicción obligatoria de la CIJ por lo que no está obligada a acatar la decisión que tome este organismo. No es Venezuela la que se ha puesto al margen de la ley. Ha sido la organización de Naciones Unidas, una vez más.

Tal vez nadie como el presidente de Brasil, lo ha señalado con tanta precisión: “La ONU de 1945 ya no vale nada en 2023″. Lo dijo espantado por la incapacidad de la organización para detener el genocidio israelí en Palestina. Como es habitual, la dictadura anacrónica del veto ejercida por Estados Unidos he impedido incluso que se detengan las acciones armadas en Gaza. Al respecto Lula dijo: «Solo un país tuvo derecho a vetar y la vetó [la propuesta], y fue Estados Unidos. Esto es incomprensible, no es aceptable. Por eso luchamos para cambiar la ONU” y agregó: «Por eso queremos cambiar el número de [miembros] y cómo funciona y acabar con el derecho de veto»

En este contexto fue el propio gobierno israelí el que se puso al margen del derecho internacional al reconocer públicamente que posee armas nucleares, lo cual le está vedado por la Carta de la ONU. No obstante, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), otro ente perteneciente a la ONU, tan activa queriendo auditar y controlar a Rusia en el conflicto en Ucrania, ha dado vuelta la cabeza para evitar dar una opinión sobre esta otra situación que…otra vez, pone en entredicho la neutralidad de la ONU y su apego al derecho internacional todo lo cual deteriora la seguridad global, colocando en grave riesgo el régimen de control internacional de armas que la ONU debe sostener, defender y aplicar.

 Washington se ha colocado por encima de la ONU avalando todos los desmanes cometidos por Israel, país que por cierto no ha firmado el Tratado de No Proliferación. Sus 300 bombas termonucleares son un verdadero peligro no sólo para el pueblo palestino sino para todo el planeta, cuando se sabe que las mismas están en manos de estos nuevos nazis del siglo XXI, desbordantes en odio, ávidos de matar y carentes de todo sentido de humanidad. 

La ONU ha fracasado, no tiene sentido de existir. Un mundo nuevo está naciendo. Una organización nueva le debe acompañar.

Por: Sebastián Schulz(*)

El debate presidencial del domingo pasado en Argentina disparó la discusión sobre estrategias de inserción internacional, dinámicas del comercio exterior y alineamientos geopolíticos para el mundo que se viene. ¿Qué dice Javier Milei sobre nuestro vínculo con China?

El debate presidencial del domingo pasado en Argentina abrió una fuerte discusión sobre las estrategias posibles de inserción de nuestro país en el sistema internacional, las dinámicas del comercio exterior y los alineamientos geopolíticos preferibles y necesarios para el mundo que se viene.

El candidato presidencial de Unión por la Patria, Sergio Massa, sostuvo la necesidad de que Argentina aporte a la construcción de un orden internacional multipolar, diversificando marcos de alianzas en un mundo cada vez más interdependiente pero conflictivo.

En este marco, ratificó la centralidad de las alianzas con Brasil, China y la India, sostuvo la importancia de efectivizar el ingreso de nuestro país al BRICS y de diversificar asociaciones con el Sur global en general, lo que aporta a su vez a ganar grados de autonomía relativa para discutir, entre otras cosas, las condiciones para el pago de la deuda con el Fondo Monetario Internacional tomada por el ex presidente Mauricio Macri.

Por otra parte, el candidato de La Libertad Avanza, Javier Milei, fue explícito en su mirada de que Argentina debe alinearse incondicionalmente con el “mundo libre” y romper todo tipo de relaciones diplomáticas con lo que llamó “autocracias” y “comunismos” a nivel internacional, mencionando principalmente a Brasil y China. Analicemos un poco más en detalle qué quiere decir el candidato libertario.

En primer lugar, la alocución de Javier Milei deja expuesto un peligroso desconocimiento de las dinámicas actuales del poder global y de las formas que adoptan las relaciones internacionales en el Siglo XXI. Aunque, hay que decirlo, más que un desconocimiento, Milei utiliza metáforas anacrónicas y propias de la Guerra Fría, como “comunismo” y “mundo libre” para evitar hablar de sus verdaderas intenciones en materia internacional.

Milei sostiene que es posible acusar a China, libremente y sin ningún tipo de pruebas, de “dictadura asesina”, que es posible además romper relaciones diplomáticas con el país asiático, pero que puede a pesar de ello seguir habilitando el comercio bilateral “entre privados”. Esto implica desconocer varios aspectos básicos de cualquier estrategia diplomática internacional. En primer lugar, China es una economía socialista de mercado bajo la dirección política del Partido Comunista de China. La estrategia económica del país (y la actividad de sus grandes empresas) sigue un mandato otorgado por Estado, que es el encargado de la planificación económica nacional. Es lo que Enrique Dussel Peters ha denominado como “omnipresencia del sector público chino”.

Tomemos, por ejemplo, el caso de Paraguay, un país vecino que no reconoce a la República Popular China. Según la “tesis” de Milei, esto no tendría porque impactar en su comercio exterior, ya que el mismo se realiza entre privados. Pero, ¿sorpresa?, mientras que China representa casi el 28% de las compras de Paraguay, las compras chinas a Paraguay representan el 0,3%.

Por otro lado, romper relaciones diplomáticas o afectar la seguridad nacional de un Estado y pretender que eso no afecte en el comercio bilateral “entre privados” es un error grosero de mirada política. Si no, observemos al supuesto “adalid” del “mundo libre”, los Estados Unidos. Tanto bajo la anterior administración de Donald Trump como en la actual de Joe Biden, los Estados Unidos han impulsado un arsenal de sanciones a empresas e individuos considerados “peligrosos” para los intereses naciones de los Estados Unidos. Además, el Estado norteamericano ha restringido o directamente prohibido a sus empresas comerciar bienes considerados “estratégicos” con determinados países, y ha establecido aranceles (impuestos) a productos específicos para proteger su industria nacional. Como vemos, no existe tal “libre mercado” en un contexto de pujas sistémicas como el que estamos atravesando en el actual orden internacional.

De este modo, el candidato libertario busca en realidad desconocer el rol que juegan los Estados como promotores y protectores de los intereses nacionales y como garantes de la regulación de las desigualdades en el poder internacional. Negar a nuestro Estado la posibilidad de aplicar regulaciones que aporten al interés nacional, como lo hace cualquier Estado del mundo, es lisa y llanamente entregar nuestra soberanía a los más poderosos, en este caso, explícitamente a los Estados Unidos.

En este punto, lo que busca Milei en realidad es romper cualquier tipo de relación con Estados mínimamente contestatarios del orden global unipolar atlantista occidental. Busca alinearse acrítica y tajantemente a lo que alguna vez George W. Bush llamó un “Nuevo Siglo Americano”, es decir, la continuidad de la perpetuación de la hegemonía norteamericana a escala global. Para ello, busca darles vía libre a sus empresas amigas para que hagan negocios a nivel internacional, a costa del interés nacional de los/as argentinos/as.

Además, Milei señala con demasiada soltura que es posible reemplazar de un día para el otro a un mercado de 1.400 millones de habilitantes como el chino, que tiene además una clase media con cada vez mayor capacidad de consumo.

A su vez, la consolidación de la República Popular China como el segundo socio comercial de Argentina no fue un hecho que “los privados” consiguieron por su cuenta de un día para el otro, sino que fue producto de una planificada gestión diplomática gubernamental de más de 20 años de continuidad, que incluyo el reconocimiento de la República Popular como economía de mercado y la firma de la Asociación Estratégica en 2004, la elevación de las relaciones bilaterales al estatus de Asociación Estratégica Integral en 2014 y la firma del Memorándum de Entendimiento para construcción conjunta de la Iniciativa de la Franja y la Ruta en 2022.

Milei ignora deliberada e irresponsablemente que la República Popular China se ha consolidado como nuestro segundo socio comercial, e ignora también las enormes posibilidades que significa el mercado chino en un futuro cercano. De hecho, China es el principal importador y exportador global de mercancías y en algunos años se posicionará como el país con mayor Producto Bruto del mundo.

En este marco, no existen sustitutos inmediatos para los productos que China compra hoy a la Argentina. En el caso de la soja, por ejemplo, que representa el 30% de nuestras exportaciones hacia China, el segundo destino de las mismas es Egipto, que aunque es un nuevo socio en los BRICS+, Milei ha dicho que no tiene ninguna intención de ser parte de un bloque que integra a esos países. El otro producto importante es la carne bobina congelada, la cual es comprada casi en su totalidad por China (84% de nuestras exportaciones en ese rubro van a China). Además, para que tengamos en cuenta, China es también el principal comprador mundial de soja (compra el 56% de la soja del mundo) y también el principal comprador mundial de carne bovina congelada (35%). Romper relaciones diplomáticas con China significaría una merma significativa de ingresos a nuestra economía nacional.

Es cierto que la canasta comercial de Argentina y China tienen importantes desbalances que es necesario corregir en lo inmediato. En primer lugar, la composición casi totalmente primaria de nuestras exportaciones, lo que trae aparejado una amenaza de primarización de nuestra economía nacional; en segundo lugar, el déficit comercial que se desprende de lo anterior. Estos puntos y otros han sido marcados como prioritarios en el Memorándum de Entendimiento para la Cooperación en el marco de la Franja y la Ruta de la Seda; es decir, la Argentina tiene importantes posibilidades a partir de fortalecer el comercio con China.

Por otra parte, y en este sentido, Javier Milei habla con demasiada simpleza de un supuesto “mundo libre”, haciendo referencia a los Estados Unidos. Una idea que se ha demostrado completamente equivocada, y que ignora que Estados Unidos ha intentado imponer su modelo económico y social a base de sangre y fuego, que cuenta con una red de más de 800 bases militares alrededor del mundo y que ha propiciado golpes de Estado e intervenciones unilaterales en los cinco continentes. Si existe hoy una manifestación de un “mundo libre”, son aquellos países y bloques regionales que pujan por un impulsar un orden internacional multipolar, en el cual se respeten los modelos de desarrollo nacionales, se impulsen relaciones multilaterales basadas en el respeto mutuo, la coexistencia pacífica y el diálogo de civilizaciones. La mayor iniciativa que existe hoy para concretar un “mundo libre” es la propuesta china de construir una comunidad de destino compartido para la humanidad.

Como en tantos otros temas estratégicos para el interés nacional, Milei no solo desconoce e ignora completamente las nuevas dinámicas del poder en las relaciones internacionales, sino que directamente propone convertir a nuestro país en una semicolonia norteamericana, que rinda pleitesía frente al establishment económico y político estadounidense. Su sueño es ver la bandera de los Estados Unidos flameando sobre nuestro Banco Central. Su “misión” es ver a la Argentina como un ladero sumiso e incondicional de los Estados Unidos, volver a poner de rodillas a nuestro país frente al Fondo Monetario Internacional y romper cualquier tipo de alineamiento estratégico con los países del Sur global. Por ello, reivindica a personajes nefastos como Margaret Thatcher y Ronald Reagan, acepta la idea de entregar la soberanía de las Islas Malvinas y la Antártida, y de romper cualquier tipo de propuesta de integración regional autónoma, propiciando, como ya lo hizo su socio Mauricio Macri, una nueva ola desestabilizadora sobre los gobiernos progresistas de nuestra región.

El orden internacional atraviesa cambios sistémicos. La disputa entre unipolaridad y multipolaridad se monta a su vez sobre dos propuestas de orden global: o vamos hacia una globalización incluyente basada en el diálogo de civilizaciones, los Estados como herramientas de inclusión social y los pueblos como sujetos de la transformación, o vamos hacia una globalización financiera neoliberal, sustentada en la supresión de las soberanías estatales y la primacía de las corporaciones financieras y la especulación.

Esta es la puja que está ordenando el mundo, y el lugar en el que la Argentina se inserte en ella es parte de lo que someterá a votación el domingo 19 de noviembre.

(*) Analista Internacional especialista en China

Publicado en La Ruta China

https://larutachina.com/china-milei-y-la-politica-exterior-argentina/

por Gabriel Merino (*)

No resulta casual que en el balotaje para decidir el próximo presidente de Argentina una de las opciones presidenciales, la fórmula Milei-Villarruel, reivindique el proceso dictatorial de 1976-1983 y el genocidio llevado adelante por parte del instrumento militar. Porque fue justamente el mismo contenido programático de la actual fórmula “libertaria” el que se puso en marcha con el golpe de 1976 y, tanto ayer como hoy, resulta muy difícil imponer dicho proyecto en los marcos democráticos liberales. Una vez más aparece bajo el ropaje de la ‘libertad’ una reacción conservadora. 

El quiebre de 1976-1983 constituye una transformación estructural del país. A partir de allí se inició un proceso de periferialización acelerada o pérdida de ‘densidad nacional’, caracterizado por una caída relativa de PBI per cápita, desindustrialización, pérdida de capacidades científico-tecnológicas, aparición de la pobreza estructural y de la desocupación a gran escala, y la profundización de las condiciones de la dependencia.

Todo esto condicionó de forma estructural los fundamentos de la política exterior a partir de la reducción del poder relativo del país. Es decir, se produjo retroceso profundo de las condiciones ‘objetivas’ y ‘subjetivas’ para el desarrollo de las fuerzas productivas y para el ejercicio real de la soberanía, generando las condiciones para una desnacionalización del Estado en línea con el Consenso de Washington, que se completaría en el años 90’, cuando se establecieron las “relaciones carnales” con Estados Unidos. Esto formó parte de un escenario de restricción del margen de maniobra internacional a partir de la “retomada” de la hegemonía estadounidense bajo un ciclo de expansión financiera y una clausura (a la fuerza) de los proyectos nacionales de desarrollo en la región. El consecuente disciplinamiento de la región y su periferialización fueron evidentes: entre 1980 y 2009 (incluso teniendo en cuenta el alza de los años 2000) América Latina perdió un 30% de su ingreso per cápita en relación al núcleo orgánico del capitalismo mundial o los países centrales, encabezados por el G7.  

En contraste con la región, en ese período se observa una revolucionaria dinámica de crecimiento, desarrollo y ascenso en el poder relativo de Asia Pacífico en general y de China en particular, donde se llevaron adelante políticas y estrategias completamente opuestas a las de América Latina. Estas se centraron en la fortaleza de lo público y la importancia de la autonomía relativa nacional, la planificación estratégica estatal articuladas con la expansión del mercado interno y externo, la políticas centradas en el impulso al desarrollo de las fuerzas productivas con centralidad en la industria y la tecnología, y la orientación del capital financiero hacia la producción a través de la dirección estatal, entre otras cosas. 

Ese es el trasfondo fundamental de lo que se juega en Argentina hace 40 años, con el retorno de una democracia condicionada por un cambio estructural de las relaciones de poder a favor del bloque de poder financiero neoliberal y que vuelve a aparecer con claridad en el próximo balotaje: la consolidación del proceso que se inicia en 1976, la resistencia contra sus tendencias más negativas en escenarios de inestabilidad y ‘grieta’, o la posibilidad de transitar hacia la superación de la tendencia a la involución periférica bajo la construcción de nuevas síntesis político-sociales. 

Estas últimas dos opciones son las que se abren a partir de 2001-2003, para iniciar el ciclo en el que estamos insertos. Allí entra en crisis el modelo neoliberal y aparecen fuerzas políticas y sociales con capacidad de disputar el rumbo del Estado. Forma parte o es la expresión nacional de los primeros síntomas de la crisis de la hegemonía estadounidense y de la globalización neoliberal, que da inicio a una transición histórica-espacial del sistema mundial, que tiene como uno de sus componentes fundamentales los intentos más o menos profundos que se producen en las semiperiferias del sistema –allí donde hay fuerzas nacionales-populares con suficiente capacidad–, de insubordinarse frente al mundo unipolar, el Consenso de Washington y el poder financiero global. La expresión nacional de ese proceso, con sus formas y contenidos específicos, se conjuga en el balotaje Kirchner vs Menem del año 2003, que finalmente no se realiza por la abdicación del último candidato. 

Por ello, al igual que las elecciones de 2003, las opciones en términos del contenido son muy similares. De un lado, la dolarización, la privatización de ‘todo lo que deba ser del estado’, la mercantilización completa del acceso a bienes públicos, el alineamiento absoluto con Estados Unidos (en aquel momento implicaba firmar el ALCA impulsado por Washington) y la definición de precios relativos a favor de las finanzas, la renta de la gran propiedad, los exportadores primarios y los servicios públicos privatizados y en manos de empresas extranjeras. Del otro lado, la renegociación de la deuda, la pesificación de la economía, la recuperación del control estatal en ciertas áreas clave, la desmercantilización parcial del acceso a bienes públicos, la apuesta por la integración regional (MERCOSUR) y por recuperar ciertos márgenes de autonomía relativa –entre la dependencia negociada y la autonomía heterodoxa en los conceptos de Juan Carlos Puig. A ello se le suma el establecimiento de precios relativos en función del entramado productivo local y el fortalecimiento del mercado interno, con un papel importante de la inversión pública. Es decir, la contradicción política que atravesaba en ese momento al territorio nacional y que en la actualidad tiene nuevas formas pero similares componentes, era entre la profundización del proyecto financiero neoliberal, bajo una política exterior para-colonial, o un proyecto nacional neodesarrollista orientado a lo productivo, bajo una política exterior que oscilaba entre la dependencia negociada y la búsqueda de autonomía. 

Hoy los dilemas son muy parecidos aunque en escenarios muy distintos.

También son distintos los intérpretes. Escuchar la ‘burrada’ de que el comercio exterior de un país es un asunto de los privados donde puede ser prescindente el Estado (encima en un contexto de profunda disputa comercial-estatal, con guerras comerciales explícitas desde 2018), hace pensar en la repetida frase de Hegel que la historia parecería repetirse dos veces, la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa. Lo mismo genera escuchar frases del candidato ‘libertario’ de que no va a negociar con ‘comunistas’ en referencia a los gobiernos de Brasil y China, nuestros dos principales socios comerciales, que explican el 32% de nuestro comercio exterior y casi 2 millones de puestos de trabajo. Hasta el propio gobierno dictatorial no tuvo problemas ‘éticos’ en comerciar trigo con la Unión Soviética mientras realizaba un genocidio en nombre de Occidente, sus valores y su Guerra Fría. 

Encrucijada y ‘trilema’ nacional

Los aspectos coyunturales y estructurales colocan a la Argentina en una encrucijada cada vez más acuciante entre, por un lado, permanecer en su condición semi-periférica promoviendo la apropiación /redistribución/ reinversión de la renta en actividades vinculadas con las materias primas y el desarrollo de eslabones de mayor valor agregado de las cadenas, procesos que permiten a la vez mantener cierta jerarquía de potencia media, fortalecida mediante la integración regional con perspectiva autonomista. Y por otro, continuar con actividades cada vez más periféricas vinculadas a un extractivismo de enclave, mayor desintegración a nivel regional y subordinación estratégica al Occidente geopolítico conducido por Estados Unidos Washington en una etapa de declive relativo y bajo un ciclo económico de estancamiento relativo y financiarización. 

Como a comienzos del siglo XIX –aunque bajo realidades históricas, patrones de desarrollo y modos de inserción internacional muy diferentes por parte de las potencias emergentes– en esta transición de poder mundial se abren tres opciones estratégicas. Sin ser excluyentes, el predominio de una u otra opción o el tipo de combinación que se produzca, serán centrales para la resolución de la encrucijada nacional mencionada en la presente transición histórica-espacial del sistema mundial y en un escenario de guerra mundial híbrida. 

La primera opción implica la subordinación estratégica al Occidente geopolítico, conducido por el polo de poder angloestadounidense, que nos ligaría como periferia a un ciclo de estancamiento y financiarización con limitado margen de maniobra. La dolarización terminaría por cerrar el corset, destruyendo el entramado productivo-industrial que aún sobrevive en el país. Esto iría acompañado por la desinversión y/o la desarticulación de todas las capacidades socio-estatales fundamentales que son cruciales para el desarrollo: financiera y monetaria, defensa, control soberano de recursos naturales, ciencia y tecnología, medios nacionales de comunicación y matrices de pensamiento y cultura. 

Una segunda opción, es la neodependencia conectada con la región del Asia Pacífico liderada por China, que se encuentra en plena expansión material e impulsa un nuevo ciclo de acumulación mundial. Bajo un reforzamiento de dicho vínculo se puede garantizar, al menos, el ‘desarrollo del subdesarrollo’ o el crecimiento y el sostenimiento de la condición de semi-periferia exportadora de materias primas a gran escala con ciertos eslabones productivos locales y capacidades socio-estatales nacionales, como también otorgar cierto margen de maniobra y cierta autonomía relativa. Esto no implica romper relaciones con el Occidente geopolítico ni mucho menos, sino limitar los daños más estructurales que puede generar la subordinación periférica y establecer una ‘dependencia negociada’ con intenciones y/o matices autonomistas. Es lo que predomina en discursos, acciones y referentes que rodean al candidato Sergio Massa, quien parece comprender (en tanto cuadro ligado estrechamente con los sectores productivos nacionales, los grupos neodesarrollistas de la UIA y otras entidades de la burguesía local) que la opción de neoliberalismo periférico recargado, con claros componentes neofascistas y alineamiento hemisférico incondicional, puede implicar una política de tierra arrasada y un nuevo ‘industricidio’.     

En tercer lugar, a partir del escenario de oportunidad histórica que presenta la actual transición del sistema mundial, con el ascenso de poderes emergentes y el escenario geopolítico de expansión de la multipolaridad, resulta posible la construcción de una confederación continental a nivel sudamericano que posibilite el desarrollo de un polo regional con alcance global, en línea con un nuevo ordenamiento de carácter multipolar y multicéntrico. Esto posibilitaría aumentar los grados de autonomía relativa y  establecer un núcleo con escala y capacidades estratégicas suficientes con el objetivo de impulsar un proyecto nacional-regional de desarrollo. 

Lo central que está en juego en el balotaje en cuanto a la política exterior es, sencillamente, que ésta esté pensada, proyectada y ejecutada en función de los intereses nacionales y también populares –de la producción y el trabajo– en un escenario mundial donde se pagan mucho más caros que en otros tiempos los errores o los alineamientos ideológicos. La cuestión es tener, por lo menos y con sus debilidades, una estrategia propia.

(*) Sociologo y Doctor en Ciencias Sociales, Rrofesor Universitario colaborador habitual de Dossier Geopolitico

Publicado en «Avion Negro» https://avionnegro.com.ar/contextos/elecciones-politica-exterior-y-el-trilema-nacional/

Por Gonzalo Fiore (*)

Las relaciones comerciales y diplomáticas entre países son elementos cruciales, que moldean su desarrollo y prosperidad. Argentina se encuentra en una encrucijada, enfrentando desafíos y oportunidades en sus vínculos con tres socios comerciales clave: Brasil, China (RPCh) y Vietnam. La propuesta del candidato presidencial Javier Milei de romper relaciones con estos Estados, debido a diferencias ideológicas con sus respectivos gobiernos, revela una visión simplista y equivocada del funcionamiento del sistema internacional, obviando la complejidad de las relaciones comerciales y la importancia de estos mercados para Argentina.

La preocupación internacional respecto de las elecciones argentinas va desde un amplio rango ideológico, tanto desde el gobierno de los EEUU, como las principales autoridades de países europeos, hasta diplomáticos y agregados comerciales en nuestro país. Examinemos los datos concretos para comprender la magnitud de estas relaciones: en 2022, Argentina importó de China un total de US$ 15.855.696, representando el 76% del total de importaciones, mientras que exportó US$ 8.593.470, sobre un total de US$ 88.268.232. Más que una cuestión ideológica, el principal desafío en la relación con China radica en alcanzar un superávit sostenible en el tiempo y fortalecer la exportación de productos con valor agregado. Esto impactaría especialmente en la región centro (donde Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos concentran el 40% del comercio exterior argentino), siendo Brasil y China sus principales socios comerciales.

Brasil, histórico primer socio, comparte una extensa frontera terrestre que desempeña un papel fundamental en las relaciones bilaterales. El trigo y la industria automotriz cordobesa encuentran allí su principal mercado. Similarmente, China se destaca como el principal comprador de la carne bovina cordobesa, siendo Beijing el destino de más del 75% de las exportaciones de carne enfriada y congelada. La propuesta de Milei de cortar vínculos con estos países amenazaría gravemente a la región centro.

Es esencial destacar que ni siquiera EEUU, a pesar de sus tensiones con China, ha planteado nunca romper relaciones comerciales con el gigante asiático. El escenario internacional es complejo e interdependiente, donde las economías complementarias se necesitan mutuamente. Enenderlas en base a ideologías es ignorar la complejidad de las relaciones internacionales; las decisiones en este ámbito deben basarse en intereses económicos y estratégicos, considerando aspectos como empleo, inversión y competitividad.

Las relaciones comerciales en el escenario internacional las llevan adelante los Estados a través de tratados de libre comercio, donde existen regulaciones aduaneras, fitosanitarias y muchas otras, que no pueden establecerse a través de los sujetos privados. Cortar vínculos comerciales con países basándose únicamente en su orientación política no solo es simplista, sino que limitaría las opciones de mercado, afectaría las exportaciones y dificultaría la diversificación económica. En lugar de decisiones impulsivas, es más sensato evaluar las implicaciones económicas a largo plazo, centrándose en la creación de empleo, el aumento de las exportaciones y el desarrollo industrial.

Diversificar y mejorar la estructura productiva de Argentina es imperativo en la actualidad; las relaciones comerciales deben guiarse por intereses económicos y estratégicos en lugar de ideologías: China y Vietnam representan oportunidades para expandir el mercado de exportación y fortalecer la economía argentina. La clave está en aprovechar estas relaciones para mejorar la competitividad y aumentar el valor agregado de las exportaciones, para lograrlo Argentina debe invertir en innovación, tecnología y formación de su fuerza laboral, impulsando la exportación de bienes manufacturados y servicios de calidad.

La apertura al comercio internacional y la búsqueda de superávit comercial deben ir de la mano con políticas que fomenten la competitividad y calidad de los productos argentinos. Es vital no cerrar puertas a oportunidades comerciales basadas en prejuicios. Cortar relaciones comerciales con Brasil, China o Vietnam sería catastrófico para los productores y la industria local argentina; la historia enseña que en política exterior no existen amigos permanentes: sólo alianzas cambiantes en base a intereses. La interdependencia económica es esencial para el crecimiento sostenible y la estabilidad financiera; en este contexto, es fundamental reconocer que las relaciones comerciales van más allá de las preferencias ideológicas de un gobierno, siendo vitales para el bienestar económico y la prosperidad de la Nación. Quien quiera conducir los destinos de un país importante, miembro del G20 y de desarrollo medio como Argentina, no puede ser ajeno a esto.

(*) Gonzalo Fiori integrante de este Colectivo DG2023 publicado en Hoy Dia Cordoba

LA POLÍTICA EXTERIOR DE ARGENTINA, A BALLOTTAGE


Aunque no fue el eje principal de la campaña presidencial, la política exterior de la Argentina adquirió un rol clave en en el tramo final del debate electoral, cuando los dos candidatos para el balotaje del 19 de noviembre, el peronista Sergio Massa y el ultraderechista Javier Milei, expusieron posturas notoriamente contrastantes.

Casi 36 millones de argentinos podrán elegir en el balotaje de este 19 de noviembre a su futuro presidente entre el peronista Sergio Massa (Unión por la Patria) y el ultraderechista Javier Milei (La Libertad Avanza), cuyas posiciones sobre política exterior resaltan el fuerte contraste de sus proyectos de gobierno.

A continuación, exponemos las posturas de Massa y Milei respecto de los principales asuntos de política exterior que esperan al nuevo gobierno, en el contexto de conflictos armados, tensiones geopolíticas y fragmentación económica, una “policrisis” mundial que alcanza inevitablemente a América Latina y al país.

Visión general

LA LIBERTAD AVANZA (LLA): para Milei, un economista ultraliberal, el Estado sólo debe generar las bases de la política exterior y dejar el rol determinante al sector privado, en especial con gobiernos “totalitarios” (cita China y Brasil), con los que promete congelar relaciones. Su gestión diplomática, de todos modos muy ideologizada, sería parte de una “lucha global contra socialistas y estatistas”.

Milei promete estar “alineado con Occidente” y con el “mundo libre”, y tener a Estados Unidos e Israel como aliados principales. “Israel será mi aliado principal y llevaré la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén”, detalló.

UNIÓN POR LA PATRIA: Massa propone en cambio una política exterior pragmática basada en el interés nacional, que abra nuevos mercados a productos y servicios, y apoye a la producción y el trabajo de calidad de las PyMes, que promueva exportaciones con valor agregado y atraiga desde el Estado inversiones privadas que modernicen el aparato productivo.

«Argentina tiene la responsabilidad de, en un mundo convulsionado, de pensar su política exterior en defensa de su interés. Lo primero que tenemos que tener en claro es la multipolaridad: Argentina tiene que tener relaciones con todos los países que abran los brazos y los mercados para vender trabajo argentino», dijo Massa.

Las relaciones con China

LLA: Milei propone congelar todos los vínculos posibles con China y sólo permitir relaciones entre privados, para que sea una decisión de ellos y no del Estado. “No voy a hacer negocios con ningún comunista. Soy un defensor de la libertad, de la paz y de la democracia. Los comunistas -insistió- no entran ahí. Los chinos no entran ahí”. En el debate del balotaje reafirmó: “Los chinos no quieren hacer beneficencia con nosotros; si no le vendés a ellos, se lo podés vender a otros”.

UxP: en el mismo debate, Massa se preguntó: “¿Quiénes son los principales socios comerciales de la Argentina? Brasil es uno y China es otro. Vamos a defender esa agenda comercial que le da trabajo a dos millones de argentinos” y 28 mil millones de dólares en exportaciones. “La política exterior no se puede regir por caprichos ni ideologías, sino por el interés nacional», razonó.

El rol de EEUU y del FMI

LLA: Milei define a Estados Unidos como “un gran socio estratégico” sin importar su administración de turno, si bien se inclina por los republicanos, y ha expresado simpatías por Donald J. Trump, así como por el brasileño Jair Bolsonaro y otros líderes ultraderechistas. “Me puede gustar más o menos el perfil de los republicanos versus el de los demócratas, pero eso no quiere decir que no considere que Estados Unidos es un gran socio estratégico”, dijo.

En cuanto al Fondo Monetario Internacional (FMI), con el cual Argentina mantiene un programa crediticio por 44 mil millones de dólares, por el préstamo que tomó en 2018 el presidente derechista Mauricio Macri, aliado ahora de Milei para el balotaje, el candidato de LLA dijo que “no debería tener problemas” porque promete un “ajuste fiscal mucho más profundo” que el que demanda el organismo al país.

UxP: Massa anunció que pronto el FMI abrirá una investigación sobre la fuga de capitales del préstamo stand by tomado por Macri y que una comisión revisará por qué el 66% del crédito se usó para financiar el pago a fondos de inversión.

Mientras tanto, postula rediscutir el acuerdo con el Fondo. “El acuerdo que nos dejó Macri es un karma con el que Argentina va a convivir, hasta que le paguemos y lo saquemos de país. Tal como hizo Néstor Kirchner en 2005 y Lula da Silva en Brasil. Hay que volver a tener soberanía en las decisiones”, sostuvo.

El futuro del Mercosur

LLA: para Milei, el Mercosur es “una unión aduanera de mala calidad que produce desvío de comercio y que perjudica a cada uno de los miembros”, y anticipó que buscará dejar el bloque que integra Argentina con Brasil, Uruguay, Paraguay (los cuatro socios fundadores) y Venezuela, más Bolivia en proceso de adhesión.

“El Estado no tiene por qué meterse a decir con quién debo comerciar y con quién no”. En ese sentido, entiende al Mercosur como “el mejor ejemplo del estorbo que causa el Estado”, que “no progresa hacia ningún lado” y que Milei “eliminaría”.

JxC: consideró un “delirio” de su rival romper con el Mercosur que el propio país fundó hace casi cuatro décadas: “Significaría la destrucción de 400.000 o 500.000 empleos en diferentes sectores».

La región tiene «una enorme oportunidad de integrarse y competir juntos en el marco de un mundo en el que la seguridad alimentaria es fundamental», afirmó Massa, y de «trabajar coordinados» en el contexto del Mercosur.

Los BRICS, adentro o afuera

LLA: en línea con su rechazo a mantener vínculos con China o Brasil, socios principales de los BRICS (con Sudáfrica, India y Rusia), para Milei el ingreso de Argentina al bloque -negociado por el gobierno de Alberto Fernández- tiene costos negativos, porque Argentina no tiene fondos para hacer aportes y se convertiría en más deuda, y no se negoció el acceso de empresas argentinas a ese mercado.

UxP: el ministro de Economía, bajo cuya gestión se acordó la incorporación de Argentina a los BRICS a partir de 2024, la ve como una oportunidad comercial clara: 13 provincias tienen como principal destino de exportación a Brasil, 9 a China y 2 a la India, y supone casi un tercio de la venta de trabajo argentina al mundo, dice.

El Vaticano y el Papa

LLA: Milei desató la polémica en plena campaña cuando se difundieron afirmaciones suyas según la cual Francisco era “el representante del maligno en la Tierra”. Luego se desdijo: «No tengo problema en pedir disculpas. Estamos dispuestos a recibirlo en la Argentina, darle los honores de un jefe de Estado y darle los honores propios de jefe espiritual de la Iglesia».

UxP: “Vamos a defender nuestra relación con la Santa Sede”, respondió Massa a Milei, consideró a Francisco “el argentino más importante de la historia” y, en lugar de plantearse una ruptura con el Vaticano, planteó trabajar en 2024 por que el pontífice visite Argentina, como pidieron también los obispos católicos del país.

Las Malvinas y Thatcher

LLA: Milei designó como su futura canciller a Diana Mondino, quien propuso darle un lugar a los habitantes de las Islas Malvinas en eventuales negociaciones bilaterales sobre la disputa de soberanía entre Argentina y el Reino Unido. En el debate pre balotaje, Milei matizó y prometió “agotar todas las instancias diplomáticas para que las islas vuelvan a ser argentinas” pero destacó la figura de Margaret Thatcher -la primera ministra británica que condujo la guerra de 1982- por su rol en la caída del Muro de Berlín, que “aplastó a la izquierda”.

UxP: Massa declaró que «Thatcher es una enemiga de la Argentina, ayer, hoy y siempre. Nuestros héroes son absolutamente innegociables”, y de llegar al poder continuará la política actual de reclamar la apertura de negociaciones bilaterales con Londres sin condicionamientos, como establece la Constitución de 1994, “respetando el modo de vida de sus habitantes» pero no concediendo los términos de una posible “autodeterminación” a la población implantada en las islas por la ocupación británica.

La guerra en Gaza

LLA-UxP: el conflicto en Gaza es uno de los escasos puntos en los que Milei y Massa sostuvieron un acuerdo básico. Ambos, como el resto de los candidatos, repudiaron el ataque del grupo islamista palestino Hamás a poblaciones de la frontera oeste de Israel el 7 de octubre, cuando murieron más de 1.400 personas, aunque la ofensiva israelí sobre la Franja de Gaza ya lleva más de 11.000 víctimas.

“Si soy electo, Hamás será declarada organización terrorista”, anunció Massa. En el primer debate, los dos candidatos condenaron unánimemente el ataque.

Cambio climático y Agenda 2030

LLA: “Todas esas políticas que culpan al ser humano del cambio climático son falsas”, había afirmado Milei en campaña. Toda la evidencia científica indica lo contrario. La temperatura media mundial fue 1,09 °C más alta entre 2011-2020 que entre 1850-1900, por el aumento de las emisiones de dióxido de carbono. En el último debate, amplió: “No niego el cambio climático, lo que digo es que existen en la historia de la Tierra ciclos de temperaturas y este es el quinto”, y anticipó que retirará a Argentina del Acuerdo de París de 2015. También rechazó seguir adhiriendo a la Agenda 2030 de la ONU: “No adherimos al marxismo cultural”.

UxP: Massa consideró que Argentina “no puede tener un presidente que niegue el cambio climático” y rechazó la noción de Milei según la cual contaminar el ambiente es sólo una cuestión de conveniencia económica que se puede autorregular. “Contaminar va contra la casa común y las nuevas generaciones”. En cuanto a la Agenda 2030, Massa apunta a fortalecer el acceso a la vivienda, a reformar el Código Penal para castigar delitos ambientales y a impulsar energías renovables.

Publicado el 14/11/2023 en Embajada Abierta

https://www.embajadaabierta.org/post/la-politica-exterior-de-argentina-a-ballottage

“El verdadero problema de Estados Unidos con China”, por Daron Acemoglu y Simon Johnson

En lugar de asumir que un mayor comercio internacional siempre es bueno para los trabajadores estadounidenses y la seguridad nacional, la administración del presidente estadounidense Joe Biden quiere invertir en capacidad industrial nacional y fortalecer las relaciones de la cadena de suministro con países amigos. Pero por muy bienvenida que sea esa reformulación, es posible que la nueva política no vaya lo suficientemente lejos, especialmente cuando se trata de abordar el problema planteado por China.

El status quo de las últimas ocho décadas fue esquizofrénico. Si bien Estados Unidos siguió una política exterior agresiva (y a veces cínica) consistente en apoyar a dictadores y, en ocasiones, diseñar golpes de estado inspirados por la CIA, también abrazó la globalización, el comercio internacional y la integración económica en nombre de generar prosperidad y hacer que el mundo fuera más amigable con Estados Unidos. intereses.

Ahora que este statu quo se ha derrumbado efectivamente, las autoridades deben articular un reemplazo coherente. Con ese fin, dos nuevos principios pueden formar la base de la política estadounidense. Primero, el comercio internacional debe estructurarse de manera que fomente un orden mundial estable. Si la expansión del comercio pone más dinero en manos de extremistas religiosos o revanchistas autoritarios, la estabilidad global y los intereses estadounidenses se verán afectados. Tal como lo expresó el presidente Franklin D. Roosevelt en 1936, “la autocracia en los asuntos mundiales pone en peligro la paz”.

En segundo lugar, ya no basta con apelar a “ganancias del comercio” abstractas. Los trabajadores estadounidenses necesitan ver los beneficios. Cualquier acuerdo comercial que socave significativamente la calidad y cantidad de los empleos de la clase media estadounidense es malo para el país y su gente, y probablemente provocará una reacción política.

Históricamente, ha habido importantes ejemplos de expansión comercial que han generado relaciones internacionales pacíficas y prosperidad compartida. El progreso logrado desde la cooperación económica franco-alemana posterior a la Segunda Guerra Mundial hasta el Mercado Común Europeo y la Unión Europea es un buen ejemplo. Después de librar guerras sangrientas durante siglos, Europa ha disfrutado de ocho décadas de paz y prosperidad creciente, con algunos contratiempos. Como resultado, los trabajadores europeos están mucho mejor.

Aún así, Estados Unidos tenía una razón diferente para adoptar un mantra de siempre más comercio durante y después de la Guerra Fría: a saber, asegurar ganancias fáciles para las empresas estadounidenses, que ganaban dinero a través del arbitraje fiscal y subcontratando partes de su cadena de producción a países ofreciendo mano de obra a bajo costo.

Aprovechar reservas de mano de obra barata puede parecer coherente con la famosa “ley de la ventaja comparativa” del economista del siglo XIX David Ricardo, que muestra que si cada país se especializa en aquello en lo que es bueno, todos estarán mejor, en promedio. Pero surgen problemas cuando esta teoría se aplica ciegamente en el mundo real.

Sí. Dados los menores costos laborales chinos, la ley de Ricardo sostiene que China debería especializarse en la producción de bienes intensivos en mano de obra y exportarlos a Estados Unidos. Pero todavía hay que preguntarse de dónde proviene esa ventaja comparativa, quién se beneficia de ella y qué implican esos acuerdos comerciales para el futuro.

La respuesta, en cada caso, involucra a las instituciones. ¿Quién tiene derechos de propiedad seguros y protección ante la ley, y cuyos derechos humanos pueden o no ser pisoteados?

La razón por la que el Sur de Estados Unidos suministró algodón al mundo en el siglo XIX no fue simplemente que tuviera buenas condiciones agrícolas y “mano de obra barata”. Fue la esclavitud la que confirió una ventaja comparativa al Sur. Pero este acuerdo tuvo consecuencias nefastas. Los propietarios de esclavos del sur ganaron tanto poder que podrían desencadenar el conflicto más mortífero de la era moderna: la Guerra Civil estadounidense.

No es diferente con el petróleo hoy. Rusia, Irán y Arabia Saudita tienen una ventaja comparativa en la producción de petróleo, por lo que los países industrializados los recompensan generosamente. Pero sus instituciones represivas garantizan que su pueblo no se beneficie de la riqueza de recursos y aprovechan cada vez más las ganancias de su ventaja comparativa para causar estragos en todo el mundo.

China puede parecer diferente, al principio, porque su modelo exportador ha sacado a cientos de millones de personas de la pobreza y ha producido una enorme clase media. Pero China debe su “ventaja comparativa” en el sector manufacturero a instituciones represivas. Los trabajadores chinos tienen pocos derechos y a menudo trabajan en condiciones peligrosas, y el Estado depende de subsidios y crédito barato para apuntalar a sus empresas exportadoras.

Ésta no era la ventaja comparativa que Ricardo tenía en mente. En lugar de beneficiar en última instancia a todos, las políticas chinas se produjeron a expensas de los trabajadores estadounidenses, que perdieron sus empleos rápidamente ante un aumento incontrolado de las importaciones chinas en el mercado estadounidense, especialmente después del acceso de China a la Organización Mundial del Comercio en 2001. La economía china creció, el Partido Comunista de China pudo invertir en un conjunto aún más complejo de tecnologías represivas.

La trayectoria de China no augura nada bueno para el futuro. Puede que todavía no sea un Estado paria, pero su creciente poder económico amenaza la estabilidad global y los intereses estadounidenses. Contrariamente a lo que creían algunos científicos sociales y formuladores de políticas, el crecimiento económico no ha hecho a China más democrática (dos siglos de historia muestran que el crecimiento basado en la extracción y la explotación rara vez lo hace).

Entonces, ¿cómo puede Estados Unidos poner la estabilidad global y a los trabajadores en el centro de la política económica internacional? En primer lugar, se debe disuadir a las empresas estadounidenses de colocar eslabones críticos de la cadena de suministro de manufactura en países como China. El ex presidente Jimmy Carter fue ridiculizado durante mucho tiempo por enfatizar la importancia de los derechos humanos en la política exterior estadounidense, pero tenía razón. La única manera de lograr un orden global más estable es garantizar que prosperen los países genuinamente democráticos.

Los jefes corporativos que buscan ganancias no son los únicos culpables. La política exterior estadounidense ha estado plagada de contradicciones durante mucho tiempo, y la CIA a menudo socavaba regímenes democráticos que no estaban en sintonía con los intereses nacionales o incluso corporativos de Estados Unidos. Es esencial desarrollar un enfoque más basado en principios. De lo contrario, las afirmaciones de Estados Unidos de defender la democracia o los derechos humanos seguirán sonando huecas.

En segundo lugar, debemos acelerar la transición hacia una economía neutra en carbono, que es la única manera de quitarle poder a los petroestados parias (y resulta que también es buena para crear empleos en Estados Unidos). Pero también debemos evitar cualquier nueva dependencia de China para el procesamiento de minerales críticos u otros insumos “verdes” clave. Afortunadamente, hay muchos otros países que pueden suministrarlos de manera confiable, incluidos Canadá, México, India y Vietnam.

Finalmente, la política tecnológica debe convertirse en un componente clave de las relaciones económicas internacionales. Si Estados Unidos apoya el desarrollo de tecnologías que benefician al capital sobre la mano de obra (a través de la automatización, la deslocalización y el arbitraje fiscal internacional), estaremos atrapados en el mismo mal equilibrio del último medio siglo. Pero si invertimos en tecnologías que favorezcan a los trabajadores y que generen mayor experiencia y productividad, tenemos una posibilidad de hacer que la teoría de Ricardo funcione como debería.

Publicado el 13/11/2023 en Project Syndicate por Daron Acemoglu y Simon Johnson