Por Enrique Lacolla
Aunque los cerriles reaccionarios de la oposición argentina se nieguen a verlo, el mundo se mueve hacia nuevos derroteros. Preservar la pertenencia de Argentina al BRICS es una más de las razones por las que hay que votar bien en las elecciones generales.
Argentina ha ingresado finalmente a los BRICS, el bloque económico, político y comercial que hasta el miércoles agrupaba a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, y al que ahora se unen nuestro país, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. En términos de geopolítica, los BRICS pueden ser entendidos como un grupo dirigido a contrapesar el poder hegemónico del G7, formado por Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Japón, Italia y Canadá. En el momento de su fundación el G7 manejaba el 70 por ciento del PBI global, pero hoy controla solo la tercera parte de este, mientras que los BRICS disponen de otra tercera parte. A esto cabe añadir lo que señala Julián Guarino en Ámbito Financiero: que a medida que pasan los años, el G7 disminuye en esta participación del PBI global, mientras que los BRICS crecen en ella, gracias no sólo a su avance tecnológico y en la investigación y el desarrollo de la ciencia (notable en el caso de China, India y Rusia) que tiende a equiparar al de occidente, sino también a su formidable disponibilidad de recursos estratégicos, que incluyen minerales críticos como el litio y el cobre, y el gas, el petróleo, los recursos hídricos y la producción agropecuaria. Aunado a esto, tanto los Emiratos Árabes Unidos como Arabia Saudita, recién incorporados, tienen grandes reservas de divisas. Con ellas podrían apuntalar una transición monetaria mundial respaldando al petroyuán, con el que los países emergentes podrían comenzar a romper la hegemonía del petrodólar.
La resolución, adoptada en la cumbre del Sur global realizada en Johannesburgo, es extraordinariamente positiva para nuestro país si la miramos en perspectiva. Esto es, absteniéndonos de esos accesos de ruidoso y superficial entusiasmo que suelen sobrecogernos cuando parece que algo, por fin, sale bien. Porque, amén del largo camino que hay que recorrer antes de que Argentina pueda pararse sobre sus piernas si consigue desligarse o paliar efectivamente la carga criminal de la deuda que nos dejó el gobierno de Mauricio Macri, hay que superar primero los comicios generales que están a la vuelta de la esquina y que, de momento, según las encuestas, dan como ganador a Javier Milei.
Este personaje, que no se guarda nada, salió a decir días pasados que su eventual gobierno jamás comerciaría con regímenes “comunistas” como el chino, el brasileño (¡!) y el venezolano (¿?); con lo cual cortaría de paso los vínculos con nuestros dos principales socios comerciales. Es por esto que el presidente de Brasil, Inacio Lula da Silva, supeditó, en unas declaraciones formuladas días atrás, el ingreso de Argentina al BRICS al hecho de que Milei no gane las elecciones. El acceso de los nuevos miembros a la organización está previsto para el 24 de diciembre, de modo que para ese entonces la incógnita estará aclarada. Patricia Bullrich por su parte no demoró un instante en decir que si es presidenta la Argentina renunciará de inmediato a nuestra recién adquirida pertenencia al bloque.
Es de locos… O de imbéciles. Como lo es también la renuencia o la tibieza con que no pocos empresarios recibieron la noticia del acceso a la organización sureña. ¿Pero no es pesadillesco que a esta altura de la historia estemos especulando acerca de individuos como Milei y Patricia Bullrich como posibles ocupantes del “sillón de Rivadavia”? Y aquí no me refiero solamente a la naturaleza de sus propuestas, que vuelven a las políticas ultraliberales que periódicamente arruinan al país destruyendo lo trabajosamente construido por los gobiernos nacional-populares. El propósito de esta gente es, desde luego, retornar a la Argentina de producción primaria, en un marco de contracción social donde el 40 o el 50 por ciento de su población caerá en una pobreza irremediable, el 40 por ciento vegetará y el 10 por ciento restante comerá opíparamente. Pero lo que más llama la atención es el perfil psicológico e intelectual de los candidatos opositores. Los medios oficialistas se esfuerzan en ridiculizarlos, pero tal vez se equivocan: Milei es un chiste en sí mismo, que de su perfil grotesco extrae buena parte, si no la totalidad, de su efecto. Burlarse de él no es otra cosa que regalarle tiempo de exposición ante las cámaras; más valdría ocuparse del carácter deletéreo de sus propuestas.
En cuanto a la Bullrich también viene a reflejar esa suerte de preferencia por la selección al revés que parece haber invadido al electorado que la vota. La exposición infantiloide y embarullada de sus propuestas da ganas de apagar el televisor. Sin embargo estas figuras, junto a su maestro mayor Mauricio Macri, tan elemental como ellos pero ornado por el lustre social de la que fuera su juventud dorada, se erigen dominantes sobre el paisaje político del país. El fenómeno en parte es culpa del oligopolio mediático, que disimula las fallas de sus elegidos o las escamotea en la medida que puede. Pero es expresivo también de otra cosa más significativa: la decadencia de nuestra clase patricia, que en el pasado solía enorgullecerse de la elocución fina y elegante de sus “doctores” y periodistas, y que ahora pasa por deleitarse con cualquier cosa, como las deyecciones verbales de Viviana Canosa o Baby Echecopar.
Frente a este batiburrillo semántico y político no se puede sino elogiar la continuidad que han tenido las actuales autoridades de Argentina y Brasil en seguir el rumbo abierto en 1985 por los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney cuando se reunieron en Foz de Iguazú y lanzaron el Mercosur. Hay que agradecerle a Lula y a Alberto Fernández su persistencia en reavivar y consolidar el lazo que une a nuestros países. La presión de Lula por traer a la Argentina al seno del BRICS resulta conmovedora. Es demostrativa tanto de su generosidad como de su comprensión del significado geopolítico que tiene esta alianza; y el coraje político que demostró Alberto Fernández cuando fue a visitar a Lula en desgracia a la cárcel donde lo había recluido el “lawfare”, también demuestra que este hombre de buena voluntad (al que tanto le hemos reprochado su timidez en otras áreas) tiene una visión clara tanto de la prospección estratégica de Argentina como de sus propios deberes como representante del país.
Esperemos que este gran paso que es el ingreso al BRICS no se frustre con un tropiezo electoral. Es una razón más para incitar a la concurrencia a las urnas en la próxima elección general. Pese a lo opaco que para alguna gente del frente nacional parezcan las candidaturas de Massa y Rossi, en esa media luz se dirimen sin embargo cuestiones vitales para el futuro. Estar dentro o fuera del BRICS es una de ellas.
Exit Prigoszyn
El miércoles el avión privado en que se transportaba Yevgeny Prigoszyn, jefe de la milicia Wagner, junto a miembros de su estado mayor, se estrelló en las cercanías de Tver, en la Federación Rusa. No hubo sobrevivientes. Pocas horas antes Vladimir Putin había destituido al general Sergei Surovikin, hasta aquí jefe de las fuerzas aerotransportadas. Este tenía estrechos lazos con Prigoszyn, quien había estado a sus órdenes durante la intervención militar rusa en Siria, que cortó de raíz la amenaza que significaba el terrorismo del ISIS para el régimen de Bashar al Assaf. También habían trabajado juntos en la toma de Bakhmut (Artiomovsk, para los rusos) en la guerra actual en Ucrania. En ocasión del motín del grupo comandado por Prigoszyn contra el jefe del Estado Mayor, general Valery Guerasimov, Surovikin se señaló por haber disuadido a su amigo de continuar su avance hacia Moscú.
Uno no puede saber qué diablos pasa en los pasillos del Kremlin, pero es evidente que hay o ha habido una disputa por el poder o por el control de algunos de sus hilos. Es obvio que tras un movimiento de la envergadura del protagonizado por Prigoszyn haya todavía cuentas por saldar. Y las reacciones eslavas a una afrenta política que comporte traición en cualquiera de sus versiones –zaristas, soviéticas o terroristas- nunca han solido ser amenas. Es difícil por lo tanto creer en la versión de un accidente en el caso de la caída del avión de Prigoszyn: es raro que un avión explote espontáneamente en el aire, como ha sido en este caso. Prigoszyn tenía vetado el ingreso a Rusia, ¿habrá reaccionado cuando se enteró de la destitución de su amigo y se precipitó a Moscú para ejercer algún tipo de intercesión o, peor aún, de presión? Una bomba implantada en el avión o un misil teledirigido pueden haber concluido con su carrera y con la de sus acompañantes.
Ahora bien, si interrumpir su viaje era tan urgente, ¿puede significar esto que hay procesos que siguen cocinándose dentro de círculo del poder en Rusia? Imaginamos que los agentes de la CIA y del MI 6 deben estar afanándose por desvelar estas incógnitas. Les deseamos suerte. A nosotros se nos quemaron los papeles.
FUENTE SITIO OFICIAL DE ENRIQUE LACOLLA:
http://www.enriquelacolla.com/sitio/notas.php?id=769