Aplicar ciegamente la “transición verde” y las sanciones contra Rusia llevaron a Berlín al estancamiento, una alta inflación y falta de inversiones productivas.

Por Eduardo J Vior para Agencia TELAM, el autor autoriza la publicacion en Dossier Geopolitico

La zoncera ideológica de uno es el pícaro negocio del otro. Hasta hace dos años Alemania era la “locomotora de Europa”. Parafraseando lo que en el siglo XIX tardío se decía del Imperio Otomano, hoy es “el enfermo de Europa”: su economía está estancada, la desigualdad aumenta y la pobreza crece. Sin embargo, la coalición gobernante insiste en priorizar la reducción del déficit fiscal sobre los demás objetivos. Consecuentemente, el descontento de la población aumenta y la extrema derecha suma votos. Un discurso fuertemente ideologizado remplaza entre los líderes germanos la apreciación de la realidad.

Después de semanas de discusión y de haber tenido un fuerte traspié judicial, la alianza socialdemócrata-verde-liberal (llamada “coalición semáforo” por los colores de los tres partidos) que gobierna Alemania desde hace dos años presentó el miércoles pasado un compromiso presupuestario que elevará al Parlamento para su aprobación. Sin embargo, el debate interno no ha terminado.

Los recortes previstos en el presupuesto federal desencadenaron fuertes protestas. Mientras que el Partido Liberal Democrático (FDP, por su nombre en alemán) anunció el domingo que vetaría los planes de los líderes de la coalición para cancelar las exenciones fiscales a los agricultores, el bloque parlamentario del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD, por su nombre en alemán)  manifestó su descontento por la eliminación del subsidio a la compra de coches eléctricos. El compromiso presupuestario se hizo necesario tras una sentencia del Tribunal Constitucional Federal (BVG, por su nombre en alemán) que prohibió utilizar el dinero no gastado del Fondo de Lucha contra el Ccoronavirus para el Fondo de Adaptación al Cambio Climático.

En su compromiso los coalicionarios se ajustaron al “freno a la deuda” que establece la ley. El “freno a la deuda” es una norma fiscal promulgada en 2009 e incorporada a la Ley Fundamental (Constitución). Tiene por objeto restringir los déficits presupuestarios federales a 0,5% del PBI y limitar la emisión de deuda pública. Su efecto persistente es el estancamiento económico. De hecho, la Oficina Federal de Estadísticas (Destatis) informa que el PBI se estancó en los dos primeros trimestres del año (1er trimestre: 0,0%, 2º trimestre: +0,1%).

Evidenciando una vez más que la baja de la inflación no tiene una relación directa con el crecimiento económico, la tasa de inflación anual en Alemania fue del +3,2% en noviembre pasado contra el +3,8% de octubre. Desde la pandemia, primero, y la aplicación de las sanciones económicas contra Rusia tras el comienzo de la guerra en Ucrania, después, se han producido importantes aumentos en los precios de los alimentos y de la energía que han repercutido en el aumento de la pobreza. La tasa de pobreza ya estaba aumentando notablemente en la década de 2010, pero ahora la tendencia se ha agravado. Según un informe sobre la distribución del ingreso, en 2022 el 16,7% de los habitantes vivía en la pobreza, el 10,1% incluso en la pobreza severa. En 2010, ambas tasas eran aún del 14,5% y el 7,7%, respectivamente.

Foto AFP
Foto: AFP.

El aumento de la pobreza se corresponde con un crecimiento de la desigualdad. En mayo pasado un informe de la Fundación Hans Böckler (HBS, por su nombre en alemán), cercana a la central sindical DGB, constataba que “la desigualdad de ingresos ha vuelto a aumentar desde 2020 y se ha mantenido casi en este pico en 2022. Incluso antes de la crisis del coronavirus casi ningún otro país de Europa tenía una distribución de la riqueza tan desigual como Alemania. Según los relevamientos habituales, el 1% más rico de los hogares alemanes posee alrededor de dos billones de euros, pero se estima que podría ser tres veces y media más, aunque hay dificultades para registrar la riqueza”, comenta el estudio.

“La proporción de personas que viven en la pobreza, a pesar de trabajar regularmente, sigue la HBS, ha aumentado en el nuevo milenio. En 2019 alrededor del 8% de las personas con empleo eran pobres a pesar de trabajar. Y entre todas las personas pobres, tres de cada diez trabajaban regularmente. Esto se debe en parte a la creciente importancia del sector de bajos salarios. Los políticos tardaron en tomar contramedidas, por ejemplo con el salario mínimo”, que recién fue establecido en 2022.

Desde la década de 1950 la economía alemana combinaba un fuerte sector exportador de manufacturas industriales y tecnología con el crecimiento del mercado interno mediante un extendido Estado de Bienestar. Éste último comenzó a ser desmontado bajo el gobierno de Helmut Kohl (1982-98) y decididamente después de la reunificación del país. Al mismo tiempo, con el pretexto de que la “reconstrucción” del Este había producido grandes deudas, creció el endeudamiento público y privado, mientras que –fieles al reinante neoliberalismo- las grandes empresas sustituían la innovación tecnológica por la obtención de réditos a corto plazo. Esta política de financiarización de la economía repercutió en el aumento de la desigualdad y el retraso productivo.

Como explica un reciente informe de The Economist, “entre 2006 y 2017, Alemania todavía superó a otras economías importantes y estuvo a la par de Estados Unidos, pero hoy está estancada y en 2023 puede convertirse en la única economía importante cuyo PIB se contraiga. Para peor, según el FMI, el crecimiento de Alemania durante los próximos cinco años será más lento que en Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y España.”

Lo peor es que Alemania está literalmente perdiendo su industria: acosadas por el aumento en los costos de producción resultante del crecimiento desmedido de los precios de la energía y la falta de crédito, muchas de las más grandes empresas industriales están trasladando sus inversiones a Estados Unidos y a China. Particularmente la industria química, la tercera rama más grande del país, ha sido la más afectada por el aumento de los precios de la energía. Los fabricantes de productos químicos necesitan grandes cantidades de electricidad para producir materiales utilizados en prácticamente todos los sectores de la economía. En los últimos meses varias importantes empresas químicas alemanas, incluido el líder del mercado BASF, han advertido sobre la caída de sus ganancias y el incumplimiento de los objetivos fijados para este año.

En 2023 el volumen de producción de la industria química disminuyó un 16,5%. En 2022, también hubo una caída del 20%. A finales de diciembre, esta triste cifra bien podría ser igual a la del año pasado. Con una recesión así los despidos masivos son inevitables. La industria química produce fertilizantes para la agricultura y, sin suficientes fertilizantes minerales a un precio accesible, los agricultores alemanes obtendrán rendimientos significativamente menores.

En la industria alemana se mantienen a flote aquellas empresas que siguen cooperando con Rusia. En total, 393 empresas alemanas siguen cooperando con Rusia y en los últimos doce meses han ganado casi 400 millones de euros cuyos impuestos fueron como aire para el erario público.

Reflejando la crisis, este viernes 15 el Banco Central de Alemania (Bundesbank) recortó drásticamente sus previsiones de crecimiento para el próximo año, afirmando que el país tardará en salir del estancamiento. De acuerdo con el Bundesbank, el PBI se contraerá un 0,1% este año, y en 2024 su crecimiento será del 0,4%.

En este contexto la prioridad que la coalición semáforo otorga a la reducción del déficit presupuestario sólo puede profundizar el ciclo recesivo. Según un reciente artículo de la agencia Bloomberg, el compromiso del gobierno no resuelve “la sequía de inversiones” que generarán los recortes propuestos. “Alemania cayó siete puestos este año hasta el puesto 22 en el Anuario de Competitividad Mundial y se ubicó aún más abajo en las categorías de eficiencia gubernamental y empresarial”, dice el texto. Bloomberg concluye sosteniendo que los recortes presupuestarios tendrán efectos negativos en la economía alemana y su industria.

No es de extrañar, entonces, que el apoyo popular a la coalición gobernante haya caído al mínimo registrado desde que está en los cargos, según una encuesta realizada por el Instituto de Investigación de Opinión (INSA, por sus siglas en alemán) para Bild am Sonntag. De las 1.202 personas que participaron en el sondeo entre el 11 y el 15 de diciembre, 15% apoya al SPD, mientras que 12% y el 5% de los electores siguen respectivamente a Los Verdes y al FDP. De esta manera, la coalición gobernante cuenta con el apoyo del 32% de los encuestados. Otro tanto opta por el bloque de la Unión Demócrata Cristiana (CDU, por su nombre en alemán) y la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU, por su nombre en alemán), mientras que la extremista Alternativa para Alemania (AfD, por su nombre en alemán) tiene el 23%. Además, el 53% de los entrevistados opinó que el Canciller Scholz debe pedir al Parlamento alemán un voto de confianza como primer paso hacia nuevas elecciones generales.

La financiarización de la economía, el cierre de las centrales nucleares (la última fue clausurada el año pasado), el encorsetamiento de la política por la estabilización presupuestaria, el ciego alineamiento internacional con Estados Unidos y la OTAN, la consecuente aplicación de las sanciones contra Rusia, el impune atentado terrorista contra los gasoductos Nord Stream 1 y 2 y las inmensas erogaciones para apoyar al régimen ucraniano de Volodymir Zelenski están hundiendo a Alemania.

Cuando se fundó la OTAN en 1949, el político francés Robert Schuman la caracterizaba diciendo que “la OTAN sirve para tener a los rusos afuera, a EE.UU. adentro y a Alemania abajo”. Tenía razón: gracias a su alineamiento ciego con Occidente, Alemania hoy está muy abajo.


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