Para asegurarse el petróleo del Mar Caspio, Washington, Londres y Tel Aviv apoyan a Ankara y Bakú contra el pueblo armenio sin importarles las consecuencias catastróficas que sobrevendrán

Por Eduardo J. Vior
analista internacional

Ante la falta de apoyo de su propio país y de la comunidad internacional, los habitantes del enclave armenio de Nagorno Karabaj (Alto Karabaj, Arstaj en armenio) se rindieron ante la ofensiva del ejército azerí y disolvieron la república que habían proclamado en 1988. Temeroso de una masacre, entonces, el 83% de los 120.000 habitantes del macizo transcaucásico emigraron al territorio de la República de Armenia. Con el éxodo terminaron 2.200 años de asentamiento armenio en la comarca. El gobierno de Ereván no hizo nada. Por su parte, el contingente ruso de mantenimiento de la paz se limitó a mediar entre los contendientes y dispuso la logística para el traslado de la población. Los medios occidentales sólo supieron acusar a Rusia de haber abandonado a los armenios y las Naciones Unidas mandaron este último fin de semana una misión humanitaria que constató que el enclave está vacío. La soledad de Armenia cuando sus habitantes son expulsados de territorios ancestrales preanuncia lo que puede suceder, si el país no cambia de rumbo: un nuevo genocidio se anuncia al sur del Cáucaso.

El parlamento de Armenia votó el martes 3 a favor de adherirse a la Corte Penal Internacional (CPI). Desde el Ministerio de Exteriores ruso comentaron que esta decisión de Ereván tendrá consecuencias muy negativas para las relaciones con Moscú, ya que los países que reconocen el tribunal internacional están obligados a arrestar a Putín, si pone un pie en sus territorios, porque está acusado de la deportación de niños ucranianos. Las autoridades armenias sostienen que su adhesión a la CPI busca frenar la agresión de Azerbaiyán, pero no queda claro cómo puede ayudar esta adhesión a revertir el desplazamiento forzoso de la población de Nagorno Karabaj.

El 1º de enero de 2024 la no reconocida República de Nagorno-Karabaj (Artsaj, en armenio) deja de existir. El decreto correspondiente fue firmado el pasado sábado 30 por el jefe de la república, Samvel Shahramanyan. La población del enclave quedó en libertad de decidir, si permanecía en él o buscaba acogida en el territorio de Armenia, pero la inmensa mayoría votó con los pies: al día sábado ya cien mil habitantes de la región (83% del total) habían huido hacia la madre patria que los abandonó.

Los hechos se dan tras una ofensiva relámpago llevada a cabo por el ejército azerí el19 de septiembre pasado. En dos días de combate los milicianos armenios mataron a 200 soldados enemigos, pero, faltos de armas pesadas y de todo apoyo desde la República de Armenia, con la mediación de la fuerza de paz rusa, se rindieron y depusieron las armas. Estos últimos combates terminaron con unos 200 soldados fallecidos de cada lado, mientras que al menos 170 personas murieron tras la explosión de un depósito de combustible que fue tomado por los refugiados en su huida por la única vía que conecta el enclave montañoso con la República de Armenia.

En tanto, la ONU envió este fin de semana una misión a Nagorno Karabaj, la primera en 30 años, para evaluar las necesidades humanitarias. Desde el lugar los enviados constataron que ya no había casi nadie. “Ahogado el niño, María tapa el pozo”, citaba mi abuela asturiana.

En verde se indica el enclave armenio de Nagorno Karabaj (Artsaj, en armenio), en realidad distante unos 50 km de la frontera armenia

Nagorno Karabaj es un macizo montañoso habitado por armenios desde 200 años antes de nuestra era. En 1923 la naciente Unión Soviética le dio autonomía dentro de los límites de Azerbaiyán, pero en 1988, cuando la URSS ya se estaba desintegrando, la población armenia proclamó la independencia de la República de Nagorno Karabaj, que no fue nunca reconocida por nadie. Hasta 1994 duró una guerra con Azerbaiyán en la que murieron más de 30.000 personas. Tras el armisticiolos armenios tomaron control de la región y de los territorios periféricos.

Ya gobernando el actual primer ministro liberal Nicol Pashinián, en 2020 se produjo la segunda guerra, que dejó unos 6.500 muertos.Aprovechando la sorpresa y la falta de preparación de Armenia,Azerbaiyán recuperó entonces zonas de Nagorno Karabaj y territorios circundantes. Las autoridades armenias presentaron en ese momento una denuncia ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), pero sin resultados. La guerra terminó en pocos días gracias a la mediación de Rusia, que estacionó un contingente de paz en torno al enclave. Sin embargo, las escaramuzas se repitieron periódicamente.

En ese momento la mediación rusa cerró con ambas partes un compromiso beneficioso para todos: Armenia reconocía la soberanía de Azerbaiyán sobre el enclave, pero éste último se comprometía a respetar la autonomía del macizo. A cambio, Rusia lo apoyaría en la construcción de una carretera que vinculara el territorio azerí con el enclave de Nayiyeván, entre Armenia y Turquía, en el que vive casi medio millón de azeríes. La ruta debía ajustarse a la frontera armenio-iraní, el llamado “corredor de Zangezur”. Por su parte, Rusia obtenía una carretera que atravesaría Bakú y Ereván. Armenia se habría abierto al comercio internacional e Irán habría tenido la tranquilidad de que el gestor fuera Rusia.

No obstante, el armisticio de noviembre de 2020 no fue respetado ni por Bakú ni por Ereván. Moscú tampoco hizo gran cosa para que se cumpliera. Bakú quería la apertura del corredor de Zangezur bajo control de guardias rusos, pero Ereván no tomó ninguna medida. En consecuencia, Bakú siguió provocando escaramuzas en Artsaj y Syunik (provincia armenia en el sureste, fronteriza con Azerbaiyán) y omitió construir otra carretera que permitiría a los armenios viajar de ida y vuelta a Artsaj. De hecho, Bakú bloqueó el enclave.

El corredor de Zangezur es la carretera (abajo en el mapa) que une Azerbaiyán con su enclave de Nayichevan bordeando la frontera iraní

Pashinián nunca ocultó su alineamiento antirruso. Ya hace años en la Asamblea Nacional armenia lideró la fracción Éxodo, contraria a los acuerdos con Rusia, y en 2018 llegó al poder gracias a una “revolución de colores”. Su alineamiento con el multimillonario judío húngaro George Soros lo identifica como un agente relevante en la estrategia británica para Asia Occidental.

Después de nuevos choques entre ambos países, en septiembre de 2022 Pashinián reconoció públicamente que Nagorno Karabaj es parte de Azerbaiyán y en mayo de 2023 aceptó reconocer la soberanía de Azerbaiyán dentro de las fronteras soviéticas, es decir, incluyendo Nagorno Karabaj. Vladímir Putín tomó entonces nota de dicho reconocimiento y el presidente azerí Ilham Aliev aseguró que su país y Armenia podrían firmar un tratado de paz antes de 2024, si Ereván mantiene su reconocimiento.

Sin embargo, hace un mes Armenia se negó a albergar los ejercicios militares de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), el pacto de seguridad de Asia Central presidido por Rusia, y en su lugar invitó al ejército estadounidense a adiestrarse en Armenia. Al mismo tiempo su esposa, Anna Hakobián, visitó Ucrania y llevó “ayuda humanitaria”. Finalmente, Samantha Power, exasesora de seguridad nacional de Barack Obama (2008-13) y directora de la agencia de asistencia exterior USAID (financiadora de muchas operaciones encubiertas) estuvo hace una semana en Ereván y en Bakú. El cambio de bando es completo.

Cuando el 19 de septiembre los azeríes atacaron Nagorno Karabaj, aun sufriendo algunas bajas el contingente ruso de paz se limitó a mediar un cese el fuego y la evacuación de la población civil. Cien mil habitantes del enclave buscaron refugio en Armenia. Es una población enojada.Están enojados con Azerbaiyán por el bombardeo que los obligó a huir y con Turquía por apoyar y armar al agresor, pero no están enojados con Rusia. De hecho, muchos van a continuar su diáspora hacia allí. Están sobre todo enojados con el gobierno armenio, como muchos de sus compatriotas en la propia Armenia, como se vio en las brutalmente reprimidas protestas masivas. Hasta 350 manifestantes han sido detenidos y muchos fueron golpeados por las fuerzas de seguridad. Previsiblemente, Pashinián acusó al Kremlin por los disturbios.

El cristianismo llegó a Armenia a mediados del siglo I y el país es oficialmente cristiano desde 301. La Iglesia Apostólica Armenia es el pilar de la nacionalidad. No es de extrañar, entonces, que, ante la defección del gobierno, los sacerdotes estén pidiendo la devolución del poder al pueblo para salvar a la nación.

En Armenia se espera una nueva guerra. Primero será Syunik, la región que separa Azerbaiyán de su enclave en Nayicheván, y luego todo el país. Como pueblo túrquico, Azerbaiyán está apoyado por Turquía y ambos por Israel, que busca abrir un segundo frente contra Irán. De hecho, Teherán ha avisado que no permitirá que se corte su vinculación terrestre con Armenia, porque necesita tener expedita la vía hacia Rusia. Si las fuerzas militares azeríes osan invadir el sur de Armenia, Irán responderá. En la vereda opuesta, los británicos (Rothschild, BP/Shell) trabajan con Aliyev para acceder a Bakú y a los recursos de Asia Central. El conflicto en el Cáucaso Sur enfrenta a los principales bloques geopolíticos.

Estados Unidos ha conquistado en la región una posición importante, para amenazar a Rusia desde el sur, a Irán desde el norte y penetrar en Asia Central. Joe Biden ha ofrecido toda su ayuda al primer ministro Pashinián, sobre todo para que éste se mantenga en el poder, porque se esperan masivas protestas contra su rendición. Sin embargo, habida cuenta de la negativa del Congreso a mandar más ayuda a Ucrania, es poco probable que la Casa Blanca pueda (y quiera) sostener a su subordinado en Ereván en caso de guerra contra un aliado fuerte como Aliyev.

Por su parte, Rusia mantiene una posición legalista y no intervencionista. Afirma mantenerse en el cumplimiento del acuerdo de paz de 2020. Putín espera que Pashinián caiga pronto y que en Ereván suba un gobierno más amigable. Mientras tanto, no puede romper los lazos con Turquía, porque la política pendular de Recep T. Erdogan ha sido muy útil en el manejo de la crisis ucraniana y para sortear las sanciones occidentales. También necesita a Azerbaiyán, porque por allí pasa el Corredor de Transporte Norte-Sur que enlaza Rusia con Irán e India. Moscú no puede ceder el Cáucaso y Asia Central ante las provocaciones occidentales. Por lo tanto, Putín tratará de restablecer su papel como mediador junto con Irán. En el momento adecuado hará sentir la fuerza necesaria para convencer a las partes de la necesidad de un compromiso.

La situación en Armenia va a seguir deteriorándose y la continuidad de la agresión azerí es altamente probable. La nación cristiana más vieja del mundo no puede sobrevivir sola y Estados Unidos no puede ni quiere sostenerla seriamente. En Ereván deberá darse un cambio de rumbo. De la resolución de la crisis política interna dependerá su supervivencia.

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