La confesión de Angela Merkel de que en 2014/15 negoció con Rusia buscando tiempo para armar a Ucrania, muestra la doblez occidental y los costos que acarrea la ingenuidad de Putin

Por eduardo J. Vior Telam autorizado por su autor para publicar en Dossier Geopolitico

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha calificado de “decepcionantes” las declaraciones de la ex Canciller alemana Angela Merkel (2005-21), quien afirmó este miércoles en un reportaje que los Acuerdos de Minsk de 2015 fueron “un intento de dar tiempo a Ucrania”. Si, por un lado, la declaración de la líder conservadora germana evidencia una vez más que no se puede confiar en los acuerdos que firman los principales dirigentes occidentales, por el otro lado, deja ver la corresponsabilidad del líder ruso: ¿no se podría acaso haber evitado la guerra en Ucrania, si Vladimir Putin se hubiera puesto firme mucho más temprano? Se trata, sí, de una hipótesis difícil de responder, pero que puede servir para orientarse en el futuro próximo de la política mundial.

“Francamente hablando, no esperaba oír esto de la ex Canciller, porque yo siempre partía de la idea de que los dirigentes de Alemania dialogaban con nosotros con sinceridad. Sí, claro que apoyaban a Ucrania, pero me parecía que querían resolver el conflicto en base a los acuerdos de Minsk”, recalcó el líder ruso el viernes 9 tras una cumbre con los líderes de la Unión Económica Euroasiática (UEEA).

Reiteró también que Moscú “hizo todo lo correcto” en relación con el lanzamiento del operativo militar en Ucrania y constató que los miembros occidentales del Cuarteto de Normandía (Alemania, Francia) “mentían” sobre su disposición a aplicar lo acordado, en tanto Ucrania incumplía sistemáticamente los acuerdos firmados para poner fin al conflicto. El Cuarteto de Normandía fue un grupo compuesto por representantes de alto nivel de Alemania, Rusia, Ucrania y Francia, para resolver pacíficamente el conflicto bélico que surgió en el este de Ucrania después del golpe de estado de febrero de 2014 en Kiev, de la reincorporación de Crimea a Rusia y de que comenzaran las represalias nacionalistas contra la minoría rusohablante del país.

Los acuerdos de Minsk, en tanto, se negociaron entre Kiev y las regiones separatistas de Lugansk y Donetsk con dos variantes en 2014 y 2015. En esencia, ambas partes acordaron repetidamente un alto el fuego y el inicio de negociaciones sobre algún tipo de autonomía para las regiones orientales dentro de las fronteras de Ucrania. La segunda versión contó con la participación de Francia (Presidente François Hollande) y Alemania (Canciller Angela Merkel) como garantes. El papel de Rusia, por su parte, fue obligar a Lugansk y Donetsk a sentarse a la mesa (estas regiones ya entonces habrían preferido la independencia o la adhesión a Rusia). Los acuerdos nunca fueron realmente implementados por el gobierno de Kiev, quien durante ocho años bombardeó rutinariamente el Donbass apuntando a zonas densamente pobladas.

“La idea, continuó Putin, radicaba solamente en llenar a Ucrania con armas y prepararla para los combates. Quizás nos dimos cuenta con retraso. A lo mejor habría que haber iniciado antes el operativo”, reconoció. Como resultado de las recientes revelaciones se plantea, por consiguiente, la cuestión de confianza: “¿cómo llegar a un acuerdo?, ¿qué negociar?, ¿hay con quién negociar? y ¿dónde están las garantías?”, preguntó el jefe de Estado. Sin embargo, concedió finalmente, “habrá que llegar a acuerdos” y aseguró que Moscú está “abierto” a reanudar el diálogo.

El motivo de la indignación del líder ruso fue una entrevista publicada este miércoles por el semanario alemán Die Zeit, en la que la ex jefa del gobierno alemán aseguró que los acuerdos en cuestión sirvieron para dar tiempo a Kiev y le permitieron “fortalecerse, como puede verse hoy en día”. “La Ucrania de 2014/15, explicó, no es la Ucrania de hoy. Como se vio en la batalla por Debaltsevo a principios de 2015, Putin podría haberla invadido fácilmente. Y dudo mucho que los Estados de la OTAN hubieran podido hacer entonces tanto como están haciendo ahora para ayudar a Ucrania”, destacó. “Todos teníamos claro”, prosiguió, que gracias a los acuerdos el conflicto se congelaba y el problema seguía sin resolverse. “Eso fue precisamente lo que dio a Ucrania un tiempo valioso”. Ya a finales de noviembre pasado la ex Canciller afirmó en una entrevista para la revista Der Spiegel que el congelamiento del conflicto conseguido con los acuerdos de Minsk permitió a Ucrania hacerse “más fuerte y resistente”.

Las declaraciones de Angela Merkel, por repetidas, no pueden considerarse inocentes. Con su experiencia en relaciones internacionales, es consciente de que está dinamitando cualquier posibilidad próxima de negociación. Se sabe que el gobierno de Olaf Scholz, desesperado por la crisis energética que amenaza destruir la industria alemana, está buscando el diálogo con Rusia. La ex Canciller acaba de cerrarle la puerta por largo tiempo. Sólo queda abierto el camino de las armas.
La ex jefa de gobierno, en cambio, no ha medido adecuadamente cómo pueden resonar sus palabras en el Sur Global. Tamaña muestra de cinismo y falsedad sólo puede alentar la desconfianza hacia la palabra de los líderes occidentales y fomentar la convicción de que su prepotencia sólo entiende el lenguaje de la fuerza. Angela Merkel acaba de dar una contribución decisiva al entierro de la ONU.

Queda, finalmente, por considerar la clamorosa ingenuidad del líder ruso. No está mintiendo: efectivamente, entre 2014 y 2021 la diplomacia rusa insistió incansablemente en la necesidad de alcanzar acuerdos pacíficos sobre Ucrania, aun cuando los continuos bombardeos en el este, la represión a todas las expresiones de la cultura rusa dentro del país y los datos de inteligencia sobre la construcción de fortalezas y el adiestramiento británico al ejército ucraniano presagiaban la reanudación de la guerra. Contra la opinión de Nikolai Patruchev, presidente del Consejo de Seguridad Nacional, hasta el final Vladimir Putin buscó soluciones legales.

Quizás, si hubiera aprovechado la presidencia de Donald Trump (quien quería llegar a un acuerdo global con Rusia), para ponerse duro e imponer una negociación política sobre Ucrania, habría evitado esta guerra a la que Rusia llegó obligada por las provocaciones occidentales y ucranianas. Es difícil saberlo, pero su tardanza en ponerse firme da al líder ruso el rol de responsable secundario por esta conflagración. Unos (los jefes de Estado y de gobierno de la OTAN) son culpables por intención y acto, el otro por imprevisión. Quienes pagamos somos todos los demás.

1 comentario
  1. Gustavo Herren
    Gustavo Herren Dice:

    En referencia al articulo ‘En la política mundial, la inocencia cuesta cara’, con el que concuerdo, las proposiciones de todo líder de un país no implican que sean verdaderas, ya que subyacen los intereses del mismo (caso emblemático Merkel). De modo que deberían siempre ser cuestionadas por la otra parte en base a informacion propia, como la de los servicios de inteligencia rusos por ejemplo, que probablemente no fueron lo suficientemente eficaces en cuanto a evaluar la magnitud y velocidad con que el atlantismo estuvo armando por 8 años a Ucrania, o bien Putin subestimo su informacion sea por estrategia, intereses, o inocencia la cual seria grave. Mas aun cuando los hechos, como los bombardeos continuados a Donest y Lugansk del régimen filonazi ucraniano, demostraban que los acuerdos de Minsk, no se cumplían (también como antecedente deberia haberse tenido muy en cuenta, la promesa de los atlantistas a Gorbachov de la no expansion hacia el Este de la OTAN)

    Tampoco es claro como Rusia habria calculado la velocidad de evolucion del conflicto con Kiev, ya que pareció subestimar el nivel de la intervención indefectible de los paises de la OTAN y EEUU, que buscan entre otros el deterioro y colapso económico de la Federación de Rusia, para un cambio de régimen y su balcanizacion. A pesar de todo, para esta puede ser una oportunidad, como menciono Putin, para poner a punto sus estrategias y tácticas de guerra, ingeniería inversa a las armas atlantistas y las nuevas alianzas económicas que debiliten al hegemon, hacia una nueva configuración global multipolar.

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