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El papel de los liderazgos y el fenómeno de ciertas creencias juega un papel central en el ascenso de corrientes reaccionarias. Cómo puede afectar las relaciones internacionales del país si la agenda gira hacia ellas.

Por Bernabé Malacalza y Juan Gabriel Tokatlian

9 de octubre de 2023

Es notable que, a pesar de algunas menciones o acusaciones, la política exterior no haya sido abordada de manera sustancial en los debates presidenciales de la primera vuelta. Resulta sorprendente dado que en la actualidad es prácticamente imposible eludir la naturaleza “interméstica” de la agenda de un país, que implica una interconexión constante entre asuntos internacionales y domésticos. Esto se vuelve aún más relevante considerando la necesidad apremiante de establecer una hoja de ruta ante el vertiginoso proceso de transición de poder, influencia y prestigio en el ámbito mundial.

A pesar de la falta de debate público sobre este asunto, hemos observado algunas declaraciones y otros lineamientos más elaborados que nos llevan a considerar la posibilidad de que, por primera vez en la historia de la Argentina, se implemente lo que en estudios de los últimos lustros se llamó una política exterior conspiratoria. Por lo tanto, dedicamos aquí nuestro análisis a explorar cómo se abordó la relación entre conspiración y política exterior, así como sus implicaciones. También examinamos las posibles limitaciones de una política exterior conspiratoria y los mecanismos de reaseguro disponibles para mitigar sus efectos negativos.

Conspiración y política exterior

La disciplina de las Relaciones Internacionales aborda múltiples temáticas mediante diversos paradigmas y enfoques y a partir de distintos niveles de análisis. Existen perspectivas que enfatizan la gravitación de la política interna en la política exterior, la influencia del régimen político y, en ese contexto, el rol crucial del individuo — el líder, el decisor último, el mandatario — en determinadas coyunturas. Los estilos de conducción, los rasgos de personalidad, las motivaciones subyacentes, el mapa cognitivo y el sistema de creencias de los hombres y mujeres al frente del ejecutivo pueden incidir significativamente en los cursos de acción diplomática que persigue un país. También se estudia la relevancia del “entorno próximo” al tomador de decisión: el tipo de formación, de conocimiento y de experiencia en materia internacional, el ambiente intelectual de aquellos cercanos al poder, el grado de apertura o bloqueo ante la información que proviene de la realidad, los intereses inmediatos de quienes asesoran al jefe de Estado, y el conjunto de ideas y visiones del mundo que posee el círculo íntimo cercano al gobernante.

Recientemente, una literatura novedosa sobre política internacional estudió, mediante investigaciones comparativas, el vínculo entre ésta, el papel de los liderazgos y el fenómeno de la conspiración. Este fenómeno en la política exterior pasó de ser un tema marginal a recibir más atención y un tratamiento riguroso en la última década debido, en gran medida, al surgimiento de varios líderes con argumentos y prácticas conspirativas. Esto se reflejó en trabajos sobre política exterior como señalan los escritos, entre otros, de Tim Aistrope y Roland Bleike, “Conspiracy and foreign policy”; Thorsten Wojczewsk, “Conspiracy theories, right-wing populism and foreign policy: The case of Alternative for Germany”; y Feliciano de Sá Guimarães, Davi Cordeiro Moreira, Irma Dutra de Oliveira e Silva, y Anna Carolina Raposo de Mello, “Conspiracy Theories and Foreign Policy Narratives: Globalism in Jair Bolsonaro’s Foreign Policy”.

Más que acercarse a la conspiración como un acto deliberado de un grupo que se reúne con fines dañinos, malévolos o ilegales, los estudios académicos se centran en el análisis del sentido y alcance de las percepciones y narrativas relacionadas con la formulación de una política exterior de tipo conspiratoria. No se trata tanto de examinar el comportamiento paranoico de algunas personas con propósitos siniestros, sino de comprender cómo se construyen argumentaciones plagada de complots, y confabulaciones y tergiversaciones para legitimar ciertas prácticas en el ámbito internacional.

En este contexto, el ascenso de corrientes reaccionarias, que en algunos casos llegan a radicalizarse o adoptar posturas extremistas, en diversos países del mundo se debe, en parte, a la habilidad y capacidad de líderes políticos (y su séquito) para influir en la opinión pública mediante el uso de eslóganes impactantes, declaraciones agresivas, gestos provocativos, explicaciones sensacionalistas y mensajes falaces. Algunos estudios (Bruno Gabriel Salvador Casara, Caterina Suitner y Jolanda Jetten, “The Impact of Economic Inequality on Conspiracy Beliefs”) señalan que la desigualdad económica puede alimentar creencias conspirativas; otros enfatizan la cuestión de la precariedad socio-económica (Jais Adam-Troian, María Chayinka, María Paola Paladino, Özden Lelis Ulug, Jeroen vaes y Pascal Wagner-Egger, “Of Precarity and Conspiracy: Introducing a Socio-Functional Model of Conspiracy Beliefs”) y su nexo con la aceptación de dichas creencias; y aún otros destacan que el narcisismo puede ser un buen predictor de tales creencias (Taylor J. Cosgrove y Christopher P. Murphy, “Narcissistic Suscetibility to Conspiracy Beliefs Exaggerated by Education, Reduced by Cognitive Reflextion”).

Ahora bien, ¿cómo se construye y sostiene el pensamiento que subyace a ciertos anuncios, promesas o medidas basada en una narrativa conspiratoria? A lo largo del tiempo, este tipo de pensamiento tiende a proliferar en momentos de crisis y en situaciones que conducen a una genuina ansiedad social y a la búsqueda desesperada de soluciones urgentes entre la población. Sirven para personificar el miedo, creando un relato que implanta amenazas. La desinformación se emplea de manera deliberada en un mundo altamente tecnológico y receptivo a las comunicaciones. Al mismo tiempo, se recurre a argumentos anticientíficos para negar, por ejemplo, la existencia del coronavirus, afirmar que la Tierra es plana o propagar falsas pseudo-teorías, como la creencia errónea de que el 5G, utilizado en redes de telefonía celular y que emplea señales transmitidas mediante ondas de radio, es responsable de la pandemia. Esto se hace con el propósito de captar a incautos, de engañar a personas desprevenidas o para continuar desinformando, ya sea mientras se busca el poder o una vez que se lo alcanzó. De esta manera, sus relatos reemplazan la ciudadanía por creyentes, la diplomacia por cofrades, y los diagnósticos del mundo por un maniqueísmo que respalda nociones sobre fuerzas internas y externas que coadyuvan, por ejemplo, a la decadencia nacional.

¿Cuáles son las condiciones que propician la formación de este pensamiento y cómo se gesta en las élites? Podemos identificar al menos cuatro factores. En primer lugar, este tipo de pensamiento conspiratorio en la política exterior suele derivar de una mirada altamente ideologizada que se alimenta de apreciaciones dogmáticas. Ello no se relaciona necesariamente con la dicotomía izquierda-derecha, sino que se basa en atacar a una serie de ideas y conceptos que son identificados como perjudiciales o malignos y que, en consecuencia, deben ser combatidos y erradicados. Desde esta perspectiva por ejemplo, la integración con los vecinos se percibe como algo potencialmente perjudicial, ya que se cree que podría ser utilizada por ciertos líderes y naciones para promover formas de vida y concepciones que son contrarias a las que se defienden en el ámbito doméstico. Se parte de la suposición de que existen fuerzas del “mal” que conspiran a nivel mundial (y regional) en contra de las ideas supremas del “bien”, que solo el líder esclarecido conoce y defiende.

En segundo lugar, una política exterior estimulada por la conspiración a menudo sirve para fomentar la auto-afirmación. Los líderes que promueven narrativas conspiratorias intentan convencer a su audiencia de que son quienes han descubierto los tentáculos ocultos o subterráneos en el frente interno y en el ámbito internacional. Esto genera un ambiente de intriga en el que se sugiere la existencia de una conspiración global, respaldada por organizaciones como, por ejemplo, Naciones Unidas, cuyo propósito sería el establecimiento de un gobierno universal, la supresión de la soberanía de los Estados nacionales y la imposición de una agenda social intrusiva y engañosa. Algunos critican a esta institución por imponer “ideales universalistas” inadmisibles, mientras que otros la atacan por supuestamente socavar los valores de las “sociedades libres”. Los compromisos multilaterales se perciben como una “camisa de fuerza” impuesta a los países como resultado de un supuesto pacto o contubernio tenebroso. La clasificación de la ONU como “maligna” no se limita a la retórica, sino que se manifestó en propuestas extremas como el rechazo a acuerdos, la suspensión de financiamiento a organismos y acusaciones temerarias como sucedió en la gestión del presidente Donald Trump.

En tercer lugar, el pensamiento conspiratorio remite a la existencia de una comunidad epistémica selecta. Quienes sostienen estas teorías se consideran a sí mismos como los “iluminados” que poseen un conocimiento especial, al mismo tiempo que desacreditan como “ignorantes” a quienes no comparten sus puntos de vista. El efecto de ello es una polarización inflexible, caracterizada por ataques personales; lo cual obstaculiza el diálogo y la negociación, así como la posibilidad de alcanzar acuerdos básicos en áreas clave de la política pública — incluida la política internacional. Y en cuarto lugar, existe una tendencia a concebir una especie de “refundación” en esta mirada conspiratoria. Se critica a la mayoría o a todos los mandatarios y políticas pasadas y se presenta al nuevo líder como alguien que puede revelar la verdad, destruir lo anterior y proporcionar un horizonte superador. Se considera que las tradiciones diplomáticas y la noción de continuidad en la política exterior son errores que llevaron a un país a la postración o a la pérdida de poder e influencia. Se postula que solo un cambio drástico puede poner fin a lo anterior y establecer una diplomacia con nuevos aliados y enemigos claramente identificados, a menudo personificados en líderes vistos como parte de las indeseables ‘continuidades’. Esta aproximación generalmente conlleva una serie de comportamientos predecibles, que pueden incluir la adopción de medidas en contra de ciertas contra-partes internacionales o la promoción de políticas específicas en línea con las creencias conspiratorias. En la política exterior, los países parecieran dividirse en “puros” e “impuros”; lo que hace que las relaciones con estos últimos sean intransigentes y prácticamente innegociables. No obstante, las políticas exteriores conspiratorias suelen también justificarse como una estrategia política para abordar la incertidumbre y la inestabilidad global. Se apela a que de ese modo se reducirán, por ejemplo, los costos de la globalización o el globalismo, según el caso, presentándose como una forma de proteger el país en lugar de exponerlo al peligro que se percibe en el mundo exterior. Abordar estas preocupaciones, se asume, puede contribuir a fortalecer la cohesión social que se fracturó en sociedades muy afectadas por el desempleo, la pobreza y la desigualdad o por un largo período de declive.

La importancia de los reaseguros de la Argentina

En años recientes se conocieron políticas exteriores conspiratorias en algunos países y se aprecia, aún en casos extremos, que existieron salvaguardas, dispositivos, tradiciones, contrapesos y manifestaciones que evitaron el enraizamiento de dinámicas conspirativas en el frente internacional. En nuestro caso, la política exterior experimentó fluctuaciones durante los 40 años de democracia, con períodos de acuerdo y desacuerdo, a veces con una mayor priorización de los asuntos internos sobre los internacionales; a veces con políticas de Estado de facto y otras con marchas y contramarchas. No obstante, existen “mínimos comunes” que constituyen garantías, incluso durante períodos cortos que buscan alterar radicalmente ciertos pilares cruciales de la política exterior. Estas “coincidencias no explicitadas” entre actores políticos y fuerzas sociales pueden funcionar como mecanismo de reaseguro frente a intentos de desmantelar patrones sostenidos y valiosos en nuestras relaciones exteriores.

Para ello, Argentina cuenta con su Cancillería, su cuerpo diplomático y un historial reconocido: subsiste una suerte de “disco duro” que refleja la existencia de una carrera profesional con funcionarios calificados. También pervive una comunidad epistémica compuesta por políticos, intelectuales, ex ministros y ministras, académicos, comunicadores, expertos en los partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil — además de una audiencia ciudadana interesada en asuntos de política exterior — dispuesta a proteger principios básicos de actuación internacional, ya sea a través de la movilización social, las investigaciones rigurosas, y la conversación pública en formas comunicativas diversas. La colaboración entre estos actores, la movilización social y la presencia pública son herramientas fundamentales para evitar giros dramáticos y potencialmente muy costosos, previniendo así daños irreversibles.

Es crucial destacar que, a pesar de las consecuencias negativas que una política exterior conspiratoria tendría en Argentina, con su enfoque “anti” o de “shock” en torno a áreas temáticas como el multilateralismo, la integración regional, el Mercosur, las relaciones estratégicas con Brasil, el vínculo con China, la búsqueda de justicia global y el reforzamiento de regímenes internacionales como el de derechos humanos, entre otros, existen contrapesos en cada uno de estos ejes que pueden mitigar los efectos de liderazgos promotores de eventuales políticas exteriores conspirativas.

En primer lugar, mientras quienes defienden las políticas exteriores conspiratorias perciben a la ONU y el multilateralismo como reliquias obsoletas, los diplomáticos argentinos desempeñaron y lo continúan desempeñando un papel crucial a nivel multilateral para prevenir la guerra, el uso de la fuerza y la proliferación nuclear en el sistema internacional. Asimismo, Argentina desempeñó un papel activo en la formación de expertos y diplomáticos que accedieron a puestos clave en organismos internacionales, como los destacados ejemplos de Rafael Grossi, quien se desempeña como director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA); de Celeste Saulo, quien ocupa el cargo de secretaria general de la Organización Meteorológica Mundial; de Frida Armas Pfirter, que fue designada jueza del Tribunal Internacional del Derecho del Mar; y de Andrea Pochak, quien fue electa para integrar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Contra la creencia de que los poderosos inevitablemente prevalecerán y que los países más débiles solo tienen la opción de acatar, América Latina — con un compromiso decisivo de la Argentina — aún se mantiene como una zona de paz y no se vio involucrada en confrontaciones bélicas de otras partes del mundo. Incluso cuando hubo la posibilidad de que estemos directamente implicados en conflictos como el de Ucrania, enviando armas y/o tropas, ningún gobierno de la región, independientemente de su ideología, tomó esa medida.

En segundo lugar, mientras que el pensamiento conspiratorio insinúa una postura anti-latinoamericana, anti-integracionista y anti-Mercosur, lo que podría conducir a un antagonismo innecesario e imprudente en las relaciones con los países vecinos, es importante destacar que existen continuidades ya establecidas que serían gravosas de desmantelar. Con Brasil, podríamos encontrarnos en una situación preocupante en la que se tomen medidas unilaterales sin consultar, los desacuerdos sean inflexibles y las tensiones bilaterales aumenten. Esto podría llevar al extremo de formar sistemas de alineamientos abiertamente contrapuestos en política exterior, donde cada país se apegue a una gran potencia diferente. Sin embargo, es importante recordar que hay un acervo institucional ya consolidado que actúa como un dispositivo reasegurador. En la década de los 80 y hasta principios de los 90, funcionarios, políticos, militares, académicos y comunicadores convergieron en la necesidad de abandonar las hipótesis de conflicto mutuo. 

La creación de Mercosur y la fundación de la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares son ejemplos claros, entre muchos, de cómo se establecieron compromisos duraderos y vitales para el interés nacional argentino. El hecho de haber transformado una cultura de rivalidad en una cultura de amistad entre Buenos Aires y Brasilia es un logro colectivo y compartido, y revertir esta situación sería extremadamente perjudicial.

En tercer lugar, aunque una variante del pensamiento conspiratorio adopte un carácter “revisionista” frente al crecimiento de Asia, especialmente de China, que se percibe como un “imperio autocrático en ascenso”, es fundamental recordar que la profundización de la relación entre China y Argentina avanzó en la última década, independientemente de los gobiernos nacionales en el poder. Aquellos que argumentan que las acciones agresivas de China no deben pasar desapercibidas, incluso si están disfrazadas como operaciones comerciales normales, no pueden ignorar la relevancia que tiene China para la ampliación de las reservas del Banco Central, el financiamiento de obras de infraestructura, como destino de nuestras exportaciones, y en tanto potencia de proyección internacional. A pesar de los intentos de ciertos voceros cercanos a la narrativa conspiratoria de generar una atmósfera similar a una nueva Guerra Fría, las principales coaliciones y partidos políticos del país, en la práctica, evitaron internalizarla, teniendo en cuenta los altos costos que generó en su momento y por décadas la “primera” Guerra Fría. La invocación hoy del anti-comunismo como guía de la diplomacia es anacrónica, extravagante e infecunda.

En cuarto lugar, aunque una política exterior conspiratoria ataca a organismos que considera “satélites” de la ONU, como la CEPAL, la FAO, la UNESCO y la Organización Mundial de la Salud (OMS), es esencial reconocer que el papel de estos organismos es determinante en la arquitectura internacional en temas cruciales para los países en desarrollo. Estos temas están intrínsecamente relacionados con la promoción de un orden internacional más justo, como la seguridad alimentaria, la erradicación del hambre, el desarrollo sostenible, el derecho a la educación y el derecho a la salud. No obstante, es importante destacar que existe una fuerte tradición y reputación en nuestro cuerpo diplomático, así como un acervo histórico que enfatiza la importancia de reclamar contra las injusticias del orden internacional, reconocer las asimetrías entre el Norte y el Sur Global en foros mundiales y regionales y promover iniciativas que busquen acortar esa brecha. El costo de desmantelar una política diplomática consolidada a lo largo de décadas sería significativo. Hay asuntos claves que podrían sufrir retrocesos inquietantes y elevados si el país busca apartarse de estas instancias que se hacen eco de las posiciones del sur global y de los países en desarrollo, así como de la región latinoamericana. Para el caso, alejarse de los pares del sur y de América Latina y alinearse casi exclusivamente con Occidente podría tener efectos nocivos en el reclamo histórico del país en torno a Malvinas.

Y en quinto lugar, el pensamiento conspiratorio podría tener un efecto muy negativo en uno de los pilares de la política exterior argentina, que es la defensa interna y la promoción internacional de los derechos humanos. Aunque voceros cercanos a este razonamiento critican las actitudes de la Comisión de Derechos Humanos por otorgar un asiento a gobiernos no democráticos (lo cual es práctica estándar al incluir a todos los miembros de Naciones Unidas con asientos rotativos), es importante destacar que el compromiso del país, no de un gobierno en particular, con los derechos humanos desde el retorno a la democracia alcanzó su punto más alto recientemente, cuando un argentino, Federico Villegas, asumió la presidencia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en 2022. 

A pesar de que surgieron voces notorias (aunque no marginales) que reivindican la dictadura, desde el histórico juicio a las juntas militares — reconocido por ser el primer enjuiciamiento en el mundo a una dictadura militar bajo procedimientos del Estado de Derecho — casi la totalidad de los actores respaldaron los avances judiciales y legislativos para condenar los delitos de lesa humanidad y defender el derecho a la verdad. 

El negacionismo no es parte de la cultura democrática alcanzada y sostenida durante cuatro décadas. Los derechos humanos son un activo esencial del perfil argentino en el mundo y como tal es registrado por las contrapartes del país y en los foros internacionales y continentales. Son ya parte del interés nacional y una regresión tendría una consecuencia devastadora para la imagen de la Argentina.

Además, el pensamiento conspiratorio en diversas partes del mundo manifestó una fuerte oposición a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un acuerdo que fue aprobado en 2015 por todos los Estados miembros de las Naciones Unidas. Esta agenda abarca 17 objetivos para hacer frente a la creciente pobreza, las desigualdades y la urgente crisis climática. Quienes se adhieren a la perspectiva conspiratoria consideran esta agenda como “intrusiva” y la acusan de promover principios “redistributivos” de justicia social que rechazan. Por tal razón, propagaron discursos con un marcado sesgo anti-ambientalista y argumentos anti-científicos, cuestionando la responsabilidad de los países en la aceleración del cambio climático y desestimando los compromisos multilaterales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. También se opusieron a la “igualdad de género”, pues aluden que no respeta la diferencia biológica de la sexualidad entre hombre y mujer y destruye la institución de la familia tradicional. 

No obstante, es importante destacar que Argentina mantuvo un perfil activo en la promoción de derechos humanos de primera, segunda y tercera generación, tanto en la Asamblea General de las Naciones Unidas como en diversos organismos internacionales, independientemente de los gobiernos de turno. Esto incluyó un compromiso continuo con la protección del medio ambiente y la lucha contra las desigualdades, aspectos que son parte integral de la agenda de derechos humanos que el país respaldó a nivel internacional.

A modo de reflexión final

La disciplina de las Relaciones Internacionales ha fundamentado y documentado la existencia de políticas exteriores conspiratorias en diferentes latitudes. Además, se ha acumulado un conjunto de experiencias que merecen un estudio más sistemático y comparativo para identificar rasgos compartidos. Por lo tanto, tenemos un conocimiento de cómo se manifiestan estas políticas exteriores conspiratorias, comprendiendo sus motivaciones, lógicas, modus operandi, e implicaciones, así como las limitaciones y respuestas a las mismas. Es importante destacar que las referencias de estudios comparados no indican un éxito absoluto ni un fracaso total, ya que existen ejemplos pasados y vigentes de políticas exteriores conspiratorias que demuestran esto. No obstante, es cierto que hubo casos que han mostrado sus limitaciones, y es evidente que estas políticas dejan huellas que es preferible evitar para no caer en giros contundentes ni vaivenes contraproducentes que pueden perjudicar los intereses nacionales.

Es relevante reconocer que, aunque existen políticas exteriores conspiratorias, también contamos con la presencia y vigencia de mecanismos de reaseguro. Hoy, por primera vez en la Argentina, existe la probabilidad de que se despliegue una política exterior de este tipo, y esto merece atención. En caso de que sea factible su implementación, es importante disponer de formas de argumentación, organización, manifestación y acción que minimicen el daño potencial de una experiencia de política exterior conspiratoria en el país.

FUENTE: https://cenital.com/la-politica-exterior-conspiratoria-un-riesgo-inadvertido-para-la-argentina/ 

Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor/autora y no representan necesariamente la posición de Dossier Geopolitico

Bernabe Malacalza: Doctor en Ciencias Sociales. Investigador del CONICET. Profesor en Universidad Nacional de Quilmes y Universidad Torcuato Di Tella.

Juan Gabriel Tokatlian: Vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella.

Por Jiang Shixue*

Algunas personas han descubierto que la mayoría de los países desarrollados del mundo están en el hemisferio norte y la mayoría de los países en desarrollo están en el hemisferio sur. Por tanto, norte es sinónimo de países desarrollados y sur es idéntico a países en desarrollo. Y las relaciones norte-sur se dan entre países desarrollados y países en desarrollo, mientras la cooperación sur-sur es entre países en desarrollo. Este entendimiento se ha convertido en consenso internacional. Incluso Deng Xiaoping dijo a mediados de la década de 1980 que el orden internacional se caracterizaba por cuatro palabras: este y oeste, y norte y sur, lo que significa que la relación este-oeste se refiere a la que se produce entre países desarrollados y en desarrollo, y la relación norte-sur ocurre entre países socialistas y países capitalistas.

Además de la palabra sur, existe la expresión sur global, que ha aparecido en el círculo académico y los medios de comunicación de todo el mundo. La locución fue acuñada por el activista político estadunidense Carl Oglesby (1935-2011), cuando publicó en 1969 un artículo sobre la guerra de Vietnam en la revista católica Commonwealth. Argumentó que la guerra de Vietnam fue el resultado inevitable de cientos de años de dominio del sur global por el norte global.

Lo sorprendente es que, después de entrar en 2023, el sur global haya atraído una atención sin precedente por muchas personas, tanto a escala internacional como en China. La popularidad de esa expresión puede estar relacionada con las siguientes tres conferencias: la primera fue la Cumbre de la voz del sur global, en India (6/1/23). El anfitrión invitó a 120 países, excluyendo a China. La segunda fue la Conferencia de seguridad de Múnich (17-19/2/23), cuyo panel de discusión se tituló Recalibrando la brújula: cooperación sur-norte. La tercera fue la cumbre del G7 en Hiroshima, Japón (5/23). Este encuentro estableció dos agendas, una de las cuales fue el acercamiento al sur global. Algunos países en desarrollo asistieron a esta cumbre, y en esta oportunidad tampoco fue invitada China.

Pese a la exageración de la frase sur global, hay que señalar que no existe un consenso sobre su definición. Mientras algunos creen que ocurre lo mismo al expresarse acerca del sur, es decir, los países en desarrollo, los países subdesarrollados, los países pobres o los países atrasados; otros sostienen que, al igual que la anticuada frase tercer mundo, mantiene una fuerte connotación política, que refleja la naturaleza del orden mundial dividido entre los países desarrollados y en desarrollo. Otros más tienden a decir que mientras los países en desarrollo reflejan su individualidad, el sur global les presta más atención como un cuerpo colectivo y también resalta los múltiples impactos de la globalización en los países en desarrollo.

Precisamente debido a la falta de un consenso general la gente a menudo aplica el concepto de sur global siguiendo caprichos propios o la interpreta según su comprensión como la definición del término.

Sin importar si la carencia de una definición bien reconocida conduce a confusión y desconcierto académico, es necesario señalar que algunos países, Estados Unidos, en particular, desean expulsar a China de la familia del sur global. De hecho, ya cuando Trump estaba en el poder, Estados Unidos ya había dicho que China no es un país en desarrollo. Por ejemplo, en el Memorando presidencial sobre la reforma del estatus de los países en desarrollo en la Organización Mundial del Comercio (26/7/19), Estados Unidos anunció que nunca aceptó el reclamo de China de tener el estatus de país en desarrollo.

Vale la pena resaltar que las motivaciones de Estados Unidos no surten mayor efecto debido a que el estatus internacional de determinado país no lo deciden unas pocas naciones, sino la comunidad internacional conjunta. En su informe titulado Forjar un sur global (19/12/04), el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ya había incluido a China en la lista del sur global, que comprende más de 130 países en desarrollo.

Es cierto que, a medida que su economía crece rápidamente, el estatus internacional de China ha aumentado cada día. Pero la identidad de China como país en desarrollo no ha cambiado. Según la reciente clasificación por ingresos del Banco Mundial, por ejemplo, China aún está debajo del umbral del grupo de ingresos altos (INB per cápita de 13 mil 846 dólares o más). Aun en el futuro previsible, China seguirá siendo miembro de la gran familia de países en desarrollo y seguirá contribuyendo a la prosperidad común de los mismos mediante la promoción de la cooperación sur-sur. Por tanto, el concepto y aplicación del sur global dejando a China a un lado es una seudo hipótesis o una falsa proposición.

*Profesor distinguido. Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad de Estudios Internacionales de Sichuan

LA JORNADA

FUENTE: https://www.nodal.am/2023/11/el-sur-global-sin-china-es-una-seudohipotesis-por-jiang-shixue/ 

Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor/autora y no representan necesariamente la posición de Dossier Geopolitico

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

Mi artículo de la semana pasada “La ONU debe desaparecer”, despertó comezón entre algunos lectores que me escribieron para manifestar estupor, hacerme saber sus opiniones, exponer críticas y preguntarme si eso era posible y cómo debería hacerse.

Recordé que hace unos meses, en una reunión, una veterana diplomática venezolana jubilada, apelando a sus muchos años de servicio y experiencia, ante un planteamiento similar de mi parte, me llamó a la cordura y a entender que “las cosas no funcionaban así”. Esa diplomática, que en general ostenta un discurso bastante radical, se rendía ante la tradición y ante una práctica, que ahora resulta obsoleta, sobre todo porque hoy, la ONU, está incapacitada para resolver los grandes problemas de la humanidad. 

En este marco, quisiera -haciendo una interpretación propia- exponer un artículo escrito por el Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov el pasado 10 de octubre de 2023¸ publicado en la página oficial de ese ministerio.  El texto es bastante extenso. Voy a hacer un esfuerzo de resumirlo, incorporando lo que a mi juicio son los aspectos más resaltantes. Cualquier error o falla es de mi entera responsabilidad.

Según el Canciller ruso, el planeta está experimentando cambios “fundamentales y tectónicos” que están haciendo surgir un nuevo mundo multipolar más justo, reflejando de esa manera la diversidad cultural y civilizatoria de la Tierra. Así, la mayoría global, (85% del planeta) aboga por una distribución más equitativa de los bienes, por el respeto a la diversidad civilizatoria y por la democratización de la vida internacional.

Este es el contexto en que el canciller Lavrov explica el rechazo de Occidente a los principios fundacionales de la ONU para lo cual hace un análisis histórico desde finales de la guerra fría exponiendo los acuerdos tomados para evitar la expansión de la OTAN. En 2021-2022, Rusia elaboró una propuesta que fue entregada a Occidente para que se establecieran garantías mutuas de seguridad pero fueron silenciadas y rechazada. Con la militarización de Ucrania, la OTAN pretendió extender su área de influencia hacia el este, amenazando a Rusia. Incluso se dio a la tarea de crear alianzas agresivas en el Asia-Pacífico apremiando y provocando a China, a Rusia y a la Asociación de Naciones del Sureste de Asia (ASEAN).

Pareciera que la política de Estados Unidos está encaminada a extender la Doctrina Monroe a todo el mundo, tratando de esa manera, de determinar cuál debería ser la política exterior de los países.

La violación de la Carta de la ONU se está transformando en una constante. Se quiere mostrar la expansión de la OTAN como algo beneficioso y la extensión de los BRICS como dañino. Estados Unidos pretende erigirse como árbitro del mundo. Se omite el principio fundamental de la Carta de la ONU que dice que la organización “ está fundada sobre la base de la igualdad soberana de todos”. Así mismo, se está socavando permanentemente el principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países.

Desde la desintegración de la URSS, Estados Unidos quiso subordinar a Ucrania. Hay suficientes pruebas de ello. La injerencia directa de Washington en el derrocamiento del presidente Yanukovich es abierta, pública y conocida. A partir de ese momento, el país comenzó a vivir una espiral de represión, persecución y asesinato de aquellos que no aceptaron y rechazaron el golpe de Estado de 2014. Así mismo, se empezaron a aplicar medidas racistas de todo tipo y se violentaron todas las leyes internacionales.

En ese contexto se llevó a delante la negociación que concluyó con los Acuerdos de Minsk. Hoy se sabe que solo fueron un gran engaño por parte de Alemania y Francia que solo buscaban ganar tiempo para oxigenar y fortalecer a Ucrania a fin de prepararla para sus objetivos macabros.

Rusia, que desde 1997 había hecho todo tipo de esfuerzos para llegar a un acuerdo que aceptara la indivisibilidad de la seguridad, comenzó a percibir, sobre todo desde 2015 que en Ucrania se estaba profundizando una práctica gubernamental de carácter supremacista y neonazi.

En este contexto, Occidente ha manifestado temor de debatir estos temas. Han asumido una posición respecto de Ucrania pero evitan a hablar de Mayotte y Comoras (Francia)  así como de Chagos y Malvinas (Reino Unido). Yo agregaría que se niegan también a debatir los casos coloniales de Puerto Rico, la República Árabe Saharaui Democrática y Palestina. 

El Canciller Lavrov opina que el modelo de mundo occidental liberal es intrínseco a un discurso de doble rasero en la política internacional. Cuando el concepto de libre autodeterminación entra en contradicción con los intereses geopolíticos occidentales, estos lo condenan y castigan a los países con sanciones. Pero si le “interesa” la autodeterminación, la apoyan como en el caso de Kosovo que le fue sustraída a Serbia por decisión de la OTAN sin realización de un referéndum de autodeterminación para que el pueblo opinara como si se hizo en Donbass y en Crimea. Ahora, Bruselas pretende imponer su “mediación” entre Azerbaiyán y Armenia, solo para tratar de desestabilizar la región, ubicada también en las fronteras de Rusia. 

Pasando a otro tema, pero dando continuidad al análisis, Lavrov dice que Estados Unidos busca impedir la democratización de las relaciones internacionales imponiendo sus criterios y violando la ley y los procedimientos.  La propia secretaría general de la ONU actúa al margen de la neutralidad a la que está obligada.

En este contexto, menciona el discurso de Antonio Guterres el pasado 29 de marzo cuando dijo que  “…la administración autocrática no garantiza la estabilidad, sino que representa un catalizador del caos y conflictos”, mientras que “las fuertes sociedades democráticas son capaces de auto enmendarse y automejorar, pudiendo estimular los cambios, incluso radicales, sin derramamiento de sangre ni violencia”. Dice Lavrov que sin querer, Guterres “se acuerda uno de los ´cambios` generados por las aventuras agresivas de las ´democracias fuertes` en Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria y muchos otros países”.

A continuación señala que en el mismo discurso el Secretario General dijo que: “Ellas ([as democracias] son centros de extensa cooperación que hunde sus raíces en los principios de la igualdad, la participación y la solidaridad”. Lo curioso es que esta retórica concuerda plenamente con cierta argumentación del gobierno de Estados Unidos. Es además un discurso proselitista que entra “en directa contradicción con el punto 4 del Art.1 de la Carta de las Naciones Unidas donde se recoge la necesidad de que la ONU ́ sirva de centro que armonice los esfuerzos de las naciones por alcanzar estos propósitos comunes”.

En este marco, el Canciller ruso opina que es necesario revisar las relaciones existentes entre el Consejo de Seguridad (CS) y la Asamblea General (AG) de la ONU. Expone que ha habido un “abuso del derecho a veto” de las potencias occidentales. Explica que Estados Unidos incluso forzó un debate sobre el asunto en la Asamblea General. Sin embargo, dice que hay muchas resoluciones del CS aprobadas hace bastantes años sin que se hubiera aplicado el veto, y no se han cumplido. Lavrov se pregunta por qué la AG no analiza las causas de esta situación , en particular las relacionadas con Palestina, Asia Occidental y el norte de África.

Por otro lado, plantea que debe atenderse el problema de las sanciones porque Estados Unidos y sus aliados han establecido sanciones adicionales unilaterales que son ilegales al decidirse al margen del Consejo de Seguridad. Así, también ocurre que el CS ha decidido sanciones temporales que se han extinguido, no obstante, como en el caso de Irán,  se siguen aplicando. En la práctica, Occidente decide sus propias normas.

El canciller ruso opina que es necesario hacer efectivo el espíritu de multipolaridad “explícito en la carta de la ONU”, considerando que la mayoría del planeta está a favor de “reforzar su soberanía, defender sus intereses nacionales, sus tradiciones, su cultura y su forma de vivir”. 

Según él, esto está presente en las recientes Cumbres de los BRICS, el G-20 y la Cumbre de Asia Oriental por lo que se hace imprescindible reformar cuánto antes los mecanismos de gestión global.

Aquí disiento con el Canciller Lavrov porque creo que eso es imposible, habida cuenta que Estados Unidos vetará cualquier reforma de la ONU. Me parece que el camino (aunque largo tal vez) debería ser comenzar a construir una organización paralela que desde mi punto de vista está germinando a partir del BRICS.

Para concretar su propuesta de reforma Lavrov convoca a :

  • Ir reconociendo el peso económico y financiero real de los países del Sur Global.
  • Desbloquear el funcionamiento de los órganos de solución de controversias de la OMC.
  • Ampliar los miembros con poder de veto en el CS.
  • Abordar métodos más justos en la “formación de la Secretaría de la ONU”
  • Revisar las responsabilidades de los países anfitriones de las sedes de la ONU.

Claro, todo esto es posible, si Estados Unidos está de acuerdo. Me parece difícil por no decir imposible que lo acepte porque eso cercenaría su hegemonía institucional y jurídica sobre el mundo.

Finalmente el artículo plantea que la aplicación de estas propuestas permitiría avanzar en la solidificación de la supremacía del derecho internacional. Aprovechando las potencialidades del Sur Global y sus asociaciones en primer lugar del BRICS, pero también de otras instancias como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) ,la CELAC, la Liga Árabe, la ASEAN, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC),  la Unión Económica Euroasiática (UEEA),  la Comunidad de Estados Independientes (CEI)  y la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, entre otros, se podría aprovechar al máximo las potencialidades de estas agrupaciones. Algunas de ellas, están coadyuvando a construir una gran asociación euro asiática, que -desde mi punto de vista- es el espacio donde va a nacer y el eje sobre el cual va a girar el mundo nuevo.

Toda esta dinámica está tratando de ser contrarrestada por Estados Unidos y por Occidente en general toda vez que su objetivo es sostener su dominación, manteniendo un mundo fragmentado. Al respecto, el Presidente de Rusia, Vladímir Putin -con el objetivo de reforzar el Derecho Internacional sobre la base de la Carta de la ONU- formuló seis principios para la formación de una auténtica multipolaridad. Son ellos:  apertura y relaciones sin barreras que obstaculizan la comunicación en el mundo, respeto de la diversidad como fundamento del desarrollo conjunto, máxima representación en las estructuras de la gestión global, seguridad universal basada en el equilibrio de intereses de todos, acceso justo a los bienes del desarrollo, paridad para todos y renuncia a la dictadura “´de los ricos o los fuertes`”.

Finaliza el canciller Lavrov afirmando que la humanidad debe superar la unipolaridad y que existe una responsabilidad colectiva para lograr ese objetivo, asegurando que “Rusia, junto con los países que comparten su postura, está dispuesta a coadyuvar plenamente a su puesta en práctica”.

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La Cadena de Radio Contineltal sección Tucuman FM 100.1 entrevistó al director de Dossier Geopolítico  Lic. Carlos Pereyra Mele sobre los desafíos de Política Exterior y del Sistema Mundo que deberá enfrentar el nuevo Presidente electo de Argentina Sr. Javier Milei 

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John DugardCambridge University Press

Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés

El 2 de junio de 2022, el presidente Biden publicó un artículo de opinión en el New York Times titulado «Cómo está dispuesto Estados Unidos a ayudar a Ucrania» en el que declaraba que la acción de Rusia en Ucrania «podría marcar el fin del orden internacional basado en reglas y abrir la puerta a la agresión en otros lugares, con consecuencias catastróficas en todo el mundo».(1) No se menciona el derecho internacional. Posteriormente, en una conferencia de prensa al concluir la Cumbre de la OTAN de junio de 2022 en Madrid, advirtió tanto a Rusia como a China que las democracias del mundo «defenderían el orden basado en reglas» (OBR).(2) Una vez más, no se menciona el derecho internacional. El 12 de octubre de 2022, el presidente de los Estados Unidos publicó una Estrategia de Seguridad Nacional que hace repetidas referencias al OBR como la «base de la paz y la prosperidad globales»(3) con sólo una referencia pasajera al derecho internacional.(4) El término «orden basado en reglas» es utilizado con tanta frecuencia por líderes políticos estadounidenses, como el presidente Biden y el secretario de Estado Antony Blinken, que, según el profesor Stephen Walt de la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard, «parece haberse convertido en un requisito laboral para un alto puesto en el aparato de política exterior de Estados Unidos”.(5) La conclusión clara que se puede extraer de esto es que el hecho de que Estados Unidos no invoque el derecho internacional y en su lugar apele en la mayoría de las ocasiones a un «orden internacional basado en reglas» es algo considerado y deliberado.(6)

Otros líderes occidentales también han invocado el «orden internacional basado en reglas» para criticar a los Estados no occidentales, en particular a Rusia y China, por su mala conducta internacional (7) pero tales referencias han sido inconsistentes (8) o usarse indistintamente con el derecho internacional. Un buen ejemplo de esto lo proporciona la Declaración emitida por los Jefes de Estado al concluir la Cumbre de la OTAN en Madrid de 2022, en la que se afirmó que «nos adherimos al derecho internacional y a los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas». Naciones. Estamos comprometidos a defender el orden internacional basado en reglas”.(9) El Primer Ministro de los Países Bajos ha ido aún más lejos al combinar los dos términos en una sola frase al referirse al «orden jurídico internacional basado en reglas».(10) Esto sugiere que otros líderes occidentales, particularmente de la UE, tienen una actitud ambivalente hacia el orden internacional basado en reglas. Si bien están dispuestos a aceptar el lenguaje preferido de Estados Unidos en declaraciones conjuntas con Estados Unidos, insisten, no obstante, en que las relaciones internacionales se rigen por el derecho internacional. Esto quedó claro en una declaración emitida por la UE en las Naciones Unidas cuando Rusia invadió Ucrania.(11) El Reino Unido, por otra parte, invoca con frecuencia el orden internacional basado en reglas.(12)

¿Qué es esta criatura, el «orden internacional basado en reglas», que los líderes políticos estadounidenses han invocado cada vez más desde el final de la Guerra Fría en lugar del derecho internacional? ¿Es un sinónimo inofensivo de derecho internacional, como sugieren los líderes europeos? ¿O es algo más, un sistema destinado a reemplazar el derecho internacional que ha regido el comportamiento de los Estados durante más de 500 años?

En este editorial deseo compartir algunas reflexiones sobre este nuevo fenómeno, en un intento de responder a esta pregunta.

Una búsqueda en los índices de los principales libros de texto de derecho internacional no ayuda. No se menciona el «orden internacional basado en reglas» en una selección aleatoria de tales libros.(13) El relativo silencio de los académicos y profesionales del derecho internacional sobre este tema posiblemente pueda explicarse porque los abogados ven el OBR como el término político para el derecho internacional o como una retórica política inofensiva. Sin embargo, esto es desafortunado ya que ha permitido a los políticos invocar el OBR sin dar una explicación de lo que quieren decir.

1.Dos maneras de ver el ’orden basado en reglas’

Por un lado, puede verse como un concepto desarrollado por politólogos y políticos que pretende ser más o menos sinónimo de derecho internacional. (14) Fundado en un orden internacional liberal, está «basado en principios de gobernanza democrática, la protección de los derechos individuales, la apertura económica y el estado de derecho»(15) y se caracteriza por la igualdad, los derechos humanos, la libertad, el multilateralismo, la libre circulación de mercancías y la seguridad colectiva.(16) En su contenido, va más allá de la estrecha percepción positivista del derecho internacional para incluir el derecho indicativo, incluidas las normas y recomendaciones de las organizaciones internacionales de normalización (17) y conferencias y reglas elaboradas por actores no estatales.

Según este punto de vista, el OBR se basa en principios que constituyen los fundamentos del derecho internacional y además tiene en cuenta las fuentes más amplias del derecho internacional contemporáneo defendidas por muchos académicos. Al igual que el derecho internacional, se basa en los valores de la comunidad internacional consagrados en la Carta de las Naciones Unidas, en tratados multilaterales y normas consuetudinarias que dan efecto a esos valores.

Sin embargo, existe otra perspectiva de lel OBR que requiere consideración.

Los teóricos y comentaristas políticos han tomado la iniciativa en el examen del OBR pero, aparte de aquellos que han criticado al OBR, (18) han prestado escasa atención a la relación con el derecho internacional. Por ejemplo, si bien han anunciado la importancia de los derechos humanos, la autodeterminación, la integridad territorial, la cooperación económica y los principios maternales del derecho internacional, no han considerado el contenido de estos principios en referencia a tratados multilaterales o normas consuetudinarias. o los mecanismos para su aplicación. Están satisfechos con la exposición de valores que no están definidos sin tener en cuenta su fuerza vinculante o aplicabilidad. En resumen, no son reglas tal como las entienden los abogados. Para empeorar las cosas, no han considerado la cuestión de si el OBR y el derecho internacional son compatibles entre sí o si un orden es superior al otro.

La naturaleza indeterminada e indefinida de las «reglas» del OBR y la falta de consideración de su relación con el derecho internacional ha llevado a cuestionar el motivo del recurso al OBR por parte de Estados Unidos. La manera en que Estados Unidos ha justificado aparentes violaciones del derecho internacional por parte de sus propias fuerzas o de sus amigos cercanos ha resultado inevitablemente en una explicación cínica, aunque plausible, de la preferencia de Estados Unidos por el OBR.

Según este punto de vista, el orden internacional basado en normas puede verse como la alternativa de los Estados Unidos al derecho internacional, un orden que resume el derecho internacional tal como lo interpretan los Estados Unidos de acuerdo con sus intereses nacionales, «una quimera, es decir, cualquiera que sea el Estados Unidos y sus seguidores quieren que signifique en un momento dado’. (19) Partiendo de la premisa de que «los propios Estados Unidos están dispuestos a ignorar, evadir o reescribir las reglas siempre que parezcan inconvenientes», (20) se considera que el OBR es amplia, abierta a la manipulación política y a dobles raseros. Según el profesor Stefan Talmon, el OBR «parece permitir reglas especiales en casos especiales -sui generis-«. (21)

2.La razón detrás de la referencia a un «orden internacional basado en reglas»

Hay varias razones que pueden explicar por qué Estados Unidos prefiere invocar un «orden internacional basado en reglas» y no el derecho internacional.

En primer lugar, Estados Unidos no es parte en varios tratados multilaterales importantes que constituyen una característica esencial del derecho internacional. No es parte de la Convención sobre el Derecho del Mar, lo que significa que está obligado a reprender a China por amenazar el «orden internacional basado en reglas» en el Mar Meridional de China en lugar del derecho internacional. (22) No es parte de una serie de tratados fundamentales que rigen el derecho internacional humanitario, incluidos los Protocolos de las Convenciones de Ginebra de 1977 sobre el derecho de la guerra, el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, la Convención sobre Municiones en Racimo y la Convención Antipersonal. Convención sobre la prohibición de las minas. Tampoco es parte de la Convención sobre los Derechos del Niño ni de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Inevitablemente, esto dificulta que Estados Unidos responsabilice a los Estados por violaciones del derecho internacional humanitario y del derecho de derechos humanos en la medida en que Estados Unidos no considere que estas normas formen parte del derecho internacional consuetudinario.

En segundo lugar, Estados Unidos ha colocado interpretaciones del derecho internacional que justifican el uso de la fuerza (23) y la violación del derecho internacional humanitario que son controvertidos y cuestionados. Su interpretación del derecho de legítima defensa para permitir ataques preventivos (24) y el uso de la fuerza contra insurgentes/militantes caracterizados como terroristas son ampliamente discutidos. (25) El recurso al uso de la fuerza como especie de intervención humanitaria en el bombardeo de Belgrado en 1999, llevado a cabo bajo los auspicios de la OTAN, (26) también está en disputa. Las interpretaciones dadas a las resoluciones del Consejo de Seguridad por parte de Estados Unidos y el Reino Unido para autorizar el uso de la fuerza en Irak en 2003 (27) y Libia en 2011 (28) han sido muy criticados como pretextos ilegales para un cambio de régimen. La denegación del estatuto de prisioneros de guerra a los soldados talibanes detenidos en la Bahía de Guantánamo tras la invasión estadounidense de Afganistán en 2002 ha sido cuestionada porque viola el artículo 4 de la Convención relativa al tratamiento de los prisioneros de guerra. (29) El uso de drones en Afganistán, Irak y Yemen para matar a militantes/terroristas hostiles, que Estados Unidos ha justificado como autodefensa permisible, ha sido criticado como una violación del derecho internacional humanitario y del derecho de los derechos humanos. (30) Parece que Estados Unidos considera más conveniente –y posible– defender interpretaciones impugnadas del derecho internacional de este tipo bajo las ’reglas’ amplias de la RBO que justificarlas bajo las reglas más estrictas del derecho internacional. (31)

En tercer lugar, Estados Unidos no está dispuesto a responsabilizar a algunos Estados, como Israel, por violaciones del derecho internacional. Se tratan como casos sui generis en los que el interés nacional excluye la rendición de cuentas. Este excepcionalismo con respecto a Israel fue explicado detalladamente por Estados Unidos en su declaración conjunta con Israel con motivo de la visita del presidente Biden a Israel en julio de 2022 (32) que reafirma «los vínculos inquebrantables entre nuestros dos países y el compromiso duradero de los Estados Unidos con la seguridad de Israel» y la determinación de los dos estados «de combatir todos los esfuerzos para boicotear o deslegitimar a Israel, negar su derecho a la autosuficiencia» defensa, o señalarlo en cualquier foro, incluidas las Naciones Unidas o la Corte Penal Internacional». Este compromiso explica la negativa constante de Estados Unidos a responsabilizar a Israel por sus repetidas violaciones del derecho humanitario, apoyar el procesamiento de los autores de crímenes internacionales ante la Corte Penal Internacional, condenar sus ataques a Gaza – mejor retratados como una aplicación excesiva de la ocupación de Gaza y no la autodefensa como sostienen los Estados Unidos – (33), insisten en que Israel procese a los asesinos de un ciudadano estadounidense (Shireen Abu Akleh), critican su violación de los derechos humanos según lo establecido tanto por el Consejo de Derechos Humanos como por la Asamblea General, aceptan que Israel aplica una política de apartheid en el Territorio Palestino Ocupado, (34) y oponerse a su anexión de Jerusalén Este. (35) Y, por supuesto, está la negativa de Estados Unidos a reconocer la existencia del arsenal nuclear de Israel o permitir cualquier discusión sobre él en el contexto de la proliferación nuclear en el Medio Oriente. (36) Es posible que tales medidas por parte de Israel se consideren consistentes con el “orden internacional basado en reglas”, incluso si violan reglas básicas del derecho internacional.

Por supuesto, los dobles raseros, el excepcionalismo y la hipocresía son características de las políticas exteriores de los estados que aceptan el derecho internacional y no favorecen al OBR. Semejante conducta debe ser condenada, ya que socava la noción de responsabilidad de todos los Estados, independientemente de su posición y de sus amigos en la comunidad internacional. Las «reglas» amorfas del OBR, sin embargo, hacen que sea más fácil para un estado brindar un trato especial a otro estado y tolerar sus violaciones del derecho internacional. Estados Unidos puede justificar su negativa a responsabilizar a Israel por sus violaciones del derecho internacional argumentando que el derecho internacional tal como lo interpreta Estados Unidos –el OBR– permite ataques a Gaza como autodefensa contra el terrorismo y el asesinato de militantes terroristas mediante drones, la aplicación del apartheid, la anexión de territorio y la continuación de una ocupación que se considera ampliamente ilegal.

Estas explicaciones sobre la invocación preferida de Estados Unidos del OBR no se aplican consistentemente a otros estados de la alianza occidental. La mayoría son partes en la mayoría de los tratados multilaterales. Sólo el Reino Unido participó en todas las controvertidas intervenciones militares mencionadas anteriormente, aunque algunas se llevaron a cabo bajo el paraguas de la OTAN. Y la mayoría de los Estados occidentales han estado dispuestos a responsabilizar a Israel por sus violaciones del derecho internacional, aunque sólo de palabra. Esto probablemente explica por qué los líderes occidentales han utilizado el término OBR indistintamente con el derecho internacional y parecen tratar ambos órdenes como sinónimos. Esto significa que el OBR es en gran medida una orden defendida por Estados Unidos.

3.El debate jurisprudencial entre Rusia, China y Occidente sobre el OBR

Occidente ha utilizado el OBR para juzgar a Rusia y, más recientemente, a China. Esto ha llevado a lo que podría denominarse un debate jurisprudencial entre Rusia y Occidente, en el que Rusia condena a Occidente por abandonar el respeto al derecho internacional en su afirmación del OBR, y Estados Unidos se atiene a su evaluación de la mala conducta de Rusia en términos del OBR.

Sergey Lavrov, el Ministro de Asuntos Exteriores ruso, ha criticado sistemáticamente a Occidente por su recurso a un orden internacional basado en normas. En 2020 declaró que Occidente abogaba por un «orden basado en reglas centrado en Occidente como alternativa al derecho internacional». (37) con el propósito de reemplazar el derecho internacional con métodos no consensuales para resolver disputas internacionales eludiendo el derecho internacional. (38) Explicó que «este término fue acuñado recientemente para camuflar un esfuerzo por inventar reglas en función de los cambios en la situación política para poder presionar a Estados desagradables e incluso a los aliados». (39)

El presidente Putin se ha hecho eco de esta opinión. El 25 de mayo de 2022, el Ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, con motivo del Día de África, leyó una declaración del Presidente Putin en la que, en el contexto de la acción de Rusia en Ucrania, declaraba que: “El principal problema es que un pequeño grupo de países occidentales liderados por Estados Unidos sigue intentando imponer el concepto de un orden mundial basado en reglas a la comunidad internacional. Utilizan esta bandera para promover, sin dudarlo, un modelo unipolar de orden mundial donde hay países excepcionales y todos los demás que deben obedecer al club de los elegidos”. (40)

En 2019, un grupo de académicos rusos produjo un artículo académico en el que concluyen que: “Por lo tanto, hay razones suficientes para pensar que el concepto moderno de “orden basado en reglas” tiene una connotación política, ante todo antirrusa, que se suma a las actuales armas políticas de Occidente… En pocas palabras, el concepto presenta una herramienta para universalizar un proyecto occidental unilateral de orden mundial”. (41)

La guerra de palabras entre Occidente y Rusia sobre el OBR ha entrado ahora en la retórica de la invasión de Ucrania.

Rusia ha violado los principios más fundamentales del derecho internacional y el derecho de la Carta de las Naciones Unidas en su brutal ataque a Ucrania y su igualmente brutal ocupación del país. Ha violado la prohibición del uso de la fuerza, la obligación de respetar la integridad territorial de otro Estado soberano y las normas del derecho de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Pese a ello, Estados Unidos ha preferido condenar a Rusia por violar el OBR indefinido cuyas reglas aún no se han enunciado. (42)

Por su parte, Rusia ha criticado a Occidente por actuar de acuerdo con el OBR. Como se muestra arriba, el presidente Putin se quejó de la dependencia de Occidente del OBR en su declaración en el Día de África, el 25 de mayo de 2022. (43) Los precedentes sentados por la generosa interpretación de Occidente de sus obligaciones en virtud del OBR también fueron evidentes en la declaración del presidente Putin de una operación militar especial (es decir, guerra) contra Ucrania el 24 de febrero de 2022. (44) En esta declaración se refirió al bombardeo de Belgrado por parte de la OTAN en 1999, la invasión de Irak en 2003, la intervención en Libia en 2011 y la acción de Estados Unidos en Siria, todos los cuales se basaron en interpretaciones dudosas y controvertidas del derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas. (45) La implicación clara era que Estados Unidos, Occidente y la OTAN habían pretendido actuar de acuerdo con el orden internacional basado en reglas y no con el derecho internacional en estas ocasiones.(46)

Los Estados utilizan con frecuencia el tu quoque o «qué pasa» para desviar las críticas a su propia conducta. La Unión Soviética y ahora la Federación Rusa han utilizado esta defensa contra Estados Unidos durante muchos años. Por ejemplo, ha acusado a Estados Unidos de linchar a afroamericanos, practicar la discriminación racial y apoyar a los Contras en Nicaragua en respuesta a las críticas a su propio historial de derechos humanos. Aunque tu quoque puede ser una estrategia política útil, no es una defensa aceptada en el derecho internacional. Por otro lado, no hay duda de que los precedentes de conducta ilegal serán invocados como una licencia para la legalidad por parte de un Estado delincuente, particularmente cuando se justifican en interpretaciones controvertidas de la ley perteneciente al orden internacional basado en reglas. Según Chatham House, las recientes violaciones del derecho internacional por parte de Estados Unidos han «proyectado una larga sombra sobre la pretensión de Estados Unidos de ser el principal defensor de un sistema internacional basado en reglas». (47)

China también ha afirmado su oposición a un orden basado en reglas. En mayo de 2021, en un debate virtual del Consejo de Seguridad sobre multilateralismo, el Ministro de Relaciones Exteriores Wang Yi declaró que: “Las normas internacionales deben basarse en el derecho internacional y deben ser escritas por todos. No son una patente ni un privilegio de unos pocos. Deben ser aplicables a todos los países y no debe haber lugar para el excepcionalismo ni para dobles raseros”.(48)

En una línea similar, en 2021, Yang Jiechi, director de la Oficina de la Comisión Central de Asuntos Exteriores, afirmó que China defiende el sistema centrado en las Naciones Unidas y el orden internacional respaldado por el derecho internacional y no el «llamado orden internacional basado en reglas» defendido por un pequeño número de países. (49)

4.Las reglas que componen el OBR

A la luz de la acusación tanto de los académicos occidentales como de los líderes políticos de Rusia y China de que Occidente ha propuesto el orden internacional basado en reglas como una alternativa al derecho internacional, no se puede aceptar sin examinar que el OBR es idéntica con el derecho internacional y que este es simplemente un nombre para el derecho internacional preferido por los teóricos y practicantes políticos.

Las reglas que componen el «orden internacional basado en reglas» todavía están por definirse. Hasta el momento no hay indicios de que tomarán la forma de convenciones internacionales generales o particulares según lo entiende el Artículo 38(1)(a) del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia. Además, no sabemos cuál es la naturaleza de estas reglas. Se ha sugerido que «no tienen una cualidad positiva». Más bien, su valor depende de la medida en que sirvan a los intereses y valores de los Estados que los sostienen”.(50) Si existen reglas, el método para su creación sigue siendo un misterio.(51) No sabemos «quién establece en última instancia estas reglas y determina su contenido»,(52) no sabemos si los estados deben dar su consentimiento a estas reglas y, de ser así, cuáles estados. Ciertamente, la Comisión de Derecho Internacional y la Sexta Comisión de la ONU no participan en este proceso. Caritativamente, parece que las reglas son acuerdos tácitos entre un puñado de estados occidentales para los cuales no ha habido un consentimiento claro. Pero el consentimiento es la base del derecho internacional. Según Stefan Talmon, el orden basado en reglas se ha utilizado para exigir a ciertos Estados que cumplan las normas jurídicas internacionales existentes, a las que en realidad no han dado su consentimiento y, por tanto, no están obligados. El término «orden basado en reglas» desdibuja la distinción entre reglas vinculantes y no vinculantes, dando la impresión de que todos los estados y actores internacionales están sujetos a este orden, independientemente de si han dado su consentimiento o no a estas reglas.(53)

El acuerdo judicial no figura en el idioma de la RBO.(54) La Corte Internacional de Justicia probablemente no tendría competencia para conocer de una disputa basada en una ’regla’ del OBR conforme al Artículo 38(1), ya que tales ’reglas’ carecen de contenido y no pueden identificarse como pertenecientes a ninguna fuente reconocida, pero podría hacerlo conforme al Artículo 38(2) si los Estados remitiran una controversia a la Corte para decidir un caso ex aequo et bono.

Las críticas al OBR por no ser considerado una fuente formal de derecho internacional según el artículo 38 del Estatuto de la CIJ pueden cuestionarse por no tener en cuenta los métodos de elaboración de leyes que han ampliado las fuentes de derecho. ley internacional. Como resultado, adopta un enfoque altamente formalista del derecho internacional contemporáneo. Hay sustancia en esta crítica. La manera en que los estados invocan resoluciones no vinculantes de las Naciones Unidas y otras instituciones intergubernamentales, las decisiones de conferencias internacionales y otros organismos normativos y lo que hoy se conoce como «derecho indicativo» deja claro que los estados ven el derecho internacional como un orden fluido y flexible que se ocupa tanto de las normas que generan expectativas como de las reglas y principios reconocidos por el artículo 38. Si se acepta esto, se puede argumentar, el OBR simplemente reconoce la existencia de un orden jurídico contemporáneo libre del formalismo jurídico.

La dificultad de la crítica anterior es que presupone que las «reglas» del «orden basado en reglas» tienen un contenido conocido y van más allá de la afirmación de valores amplios. El respeto de los derechos humanos, la autodeterminación, la integridad territorial, la libertad de navegación, la gobernanza democrática, la libre circulación de mercancías, la apertura económica, etc. son valores importantes que un tribunal puede invocar para ayudarle a interpretar las normas jurídicas, pero no son no normas de derecho tal como se entienden comúnmente. Carecen de definición o contenido. No hay indicios de que estas normas sean vinculantes o aplicables (y, de ser así, cómo), de si pueden restringirse o de si todas las naciones y pueblos las disfrutan. En resumen, el OBR no hace ningún intento de proclamar un orden legal con reglas definidas y procedimientos de elaboración de leyes y solución de disputas.

El OBR es algo más que el derecho internacional. Es un régimen alternativo fuera de la disciplina del derecho internacional que inevitablemente desafía y amenaza el derecho internacional. Caritativamente puede verse como un orden que comprende valores de orden liberal. De manera menos caritativa, puede verse como un orden competitivo defendido por algunos estados occidentales, particularmente Estados Unidos, que busca imponer la interpretación del derecho internacional que mejor promueve los intereses de Occidente, particularmente los de Estados Unidos. A diferencia del derecho internacional, no parece ser un orden universal. Más bien, es un orden empleado por Occidente, de nuevo particularmente por Estados Unidos, para asegurar su dominio.

5.Observaciones finales

Volver a la guerra en Ucrania. En su invasión de Ucrania, la Federación de Rusia ha violado principios fundamentales del derecho internacional, que van desde el uso ilegal de la fuerza y ​​la violación de la integridad territorial de otro Estado soberano hasta violaciones brutales del derecho internacional humanitario y del derecho de los derechos humanos. Estas violaciones del derecho internacional se juzgan mejor por un orden jurídico aceptado y comprendido por todas las naciones del mundo que por un régimen amorfo defendido por una de las partes en conflicto. La declaración emitida por la UE condenando la invasión rusa de Ucrania como una violación del Artículo 2(4) de la Carta de las Naciones Unidas, un crimen de agresión según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y una violación de normas imperativas del derecho internacional (55) tiene más peso que la afirmación del presidente Biden de que la invasión viola el orden internacional basado en reglas.(56)

Una última razón para descartar el orden internacional basado en reglas como medio para juzgar el comportamiento de los Estados es que es un obstáculo innecesario y perjudicial para los intentos de llegar a un acuerdo sobre el derecho internacional como un orden universal que gobierne a todos los Estados. Todos los estados tienen sus propias idiosincrasias en lo que respecta a la aplicación del derecho internacional, pero rara vez amenazan la universalidad del derecho internacional. Sin embargo, en la actualidad existen varias divisiones importantes entre los Estados sobre las características y principios cardinales del derecho internacional.

El más notable de ellos es el que existe entre Occidente, por un lado, y Rusia y China, por el otro. Mientras Occidente enfatiza la gobernabilidad democrática, los derechos humanos, el ambientalismo y la globalización, Rusia y China enfatizan la igualdad soberana de los estados, la no intervención en los asuntos internos de los estados, la solución de disputas mediante mecanismos que los estados hayan consentido, la inmunidad de los estados y sus funcionarios, y la condena del doble rasero en el trato a los estados. Este enfoque chino-ruso del derecho internacional quedó detallado en 2016 en la Declaración de la Federación de Rusia y la República Popular China sobre la Promoción del Derecho Internacional.(57)

La adhesión de Occidente tanto a un orden internacional basado en reglas como al derecho internacional socava los esfuerzos por acordar un sistema universal de derecho internacional basado en las mismas reglas, principios y valores fundamentales. Un orden internacional fundado en la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional tal como ha evolucionado desde el final de la Segunda Guerra Mundial es una receta más sólida para la paz que el orden internacional amorfo y discriminatorio basado en normas.

Referencias

(1) J. R. Biden Jr., ‘How the US is Willing to Help Ukraine’, New York Times International Edition, 2 June 2022, 1, at 11.

(2) The White House Briefing Room, ‘Remarks by President Biden in Press Conference (Madrid, Spain)’, The White House, 30 June 2022, available at www.whitehouse.gov/briefing-room/speeches-remarks/2022/06/30/remarks-by-president-biden-in-press-conference-madrid-spain.

(3) The White House, ‘National Security Strategy’, The White House, October 2022, at Introduction, 8, 18, 42, available at www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2022/10/Biden-Harris-Administrations-National-Security-Strategy-10.2022.pdf.

(4) Ibid., at 18, 45.

(5) S. Walt, ‘China Wants a “Rules Based International Order,” Too’, Foreign Policy, 31 March 2021, available at www.belfercenter.org/publication/china-wants-rules-based-international-order-too. See also A. Tuygan, ‘The Rules-based International Order’, Diplomatic Opinion, 10 May 2021, available at www.diplomaticopinion.com/2021/05/10/the-rules-based-international-order/.

(6) Further evidence of President Biden’s determination to avoid reference to international law is provided by an article he wrote shortly after becoming president: J. R. Biden, Jr., ‘Rescuing US Foreign Policy after Trump’, (2020) 99 Foreign Affairs 64. In this wide-ranging account of his proposed foreign policy, there is no mention of international law or the United Nations. NATO does, however, feature prominently in the article.

(7) See the statement of the German Foreign Minister, Annalena Baerbock after the 2022 G20 meeting of foreign ministers where she referred to a shared commitment to the rules-based international order: Außenministerin Annalena Baerbock [@Abaerbock], ‘Liebe @AyorkorBotchwey, @DrAlfredMutua & @mnsanzabaganwa, ich freue mich sehr, mit Ihnen drei starke Partner*innen für die Verteidigung der regelbasierten internationalen Ordnung beim #G7-Treffen in Münster willkommen zu heißen!’, Twitter, 4 November 2022, available at twitter.com/ABaerbock/status/1588503709440700417. See further, R. Falk, ‘“Rule-based International-Order”: A New Metaphor for US Geo-Political Primacy’, Eurasia Review, 1 June 2021, available at www.eurasiareview.com; G. Cross, ‘Rules-based Order: Hypocrisy Masquerading as Principle’, China Daily, 3 May 2022, available at www.chinadailyhk.com/article/269894#Rules-based-order-masquerading-as-principle.

(8) The statements of Australian leaders are interesting. While the former Prime Minister, Scott Morrison, repeatedly used the term ‘rules-based order’ and not ‘international law’, the present Foreign Minister, Penny Wong, refers to international law. See her statement on the occasion of the 2022 G20 meeting of foreign ministers: Sen. The Hon P. Wong, ‘Doorstop Following G20 Foreign Ministers’ Meeting’, Minister for Foreign Affairs, 8 July 2022, available at www.foreignminister.gov.au.

(9) NATO Heads of State and Government, Madrid Summit Declaration, Press Release 095 (2022), available at www.nato.int>cps>natohq>official_texts_196951. For a similar statement see the communique issued after the meeting of foreign ministers of the G7 at St Malo on 6 April 2019: G7 Foreign Ministers, ‘Statement on the Situation in the West of Libya’, G7 France Biarritz, 5 April 2019, available at www.elysee.fr/admin/upload/default/0001/04/fa9bd64d1ab7fc32e4c9508650b83222b0c1a267.pdf.

(10) Prime Minister M. Rutte, ‘Statement by Prime Minister Rutte for the 80th Anniversary of Bilateral Relations between the Netherlands and Australia’, Government of the Netherlands, 16 April 2022, available at www.government.nl/documents/speeches/2022/04/16/statement-prime-minister-rutte-80-year-anniversary-of-bilateral-relations-between-australia-and-the-netherlands.

(11) S. Popan, Statement on behalf of the EU and its Member States at the 76th Session of the General Assembly Special Committee on the Charter of the United Nations and the Strengthening of the Role of the Organization, 3 November 2021, available at www.eeas.europa.eu/delegations/un-new-york/eu-statement-%E2%80%93-united-nations-6th-committee-report-special-committee-un_en?s=63.

(12) See, for example, the statements by Jeremy Hunt, Secretary of State for Foreign and Commonwealth Affairs, in Parliament on 2 April 2019 in the debate in Parliament on the Rules-based International Order: J. Hunt (Secretary of State for Foreign and Commonwealth Affairs), ‘Rules-Based International Order: Debate’, UK Parliament, Hansard, Oral Answers to Questions on Rules-based International order, volume 657, 2 April 2019, column 916, available at https://hansard.parliament.uk>2019-04-02debates. See also British Embassy of Manila, ‘UK Foreign Office Minister Mark Field Visits Philippines, 15–17 August’, British Embassy Manila, 28 August 2018, available at www.gov.uk/government/news/uk-foreign-office-minister-mark-field-visits-philippines-15-17-august.

(13) See, for example, J. Crawford (ed.), Brownlie’s Principles of Public International Law (2018); M. Shaw, International Law (2021); M. Evans (ed.), International Law (2018); J. Crawford, Chance, Order, Change: The Course of International Law (2014); A. Roberts, Is International Law International? (2017).

(14) For an example of a scholarly work that draws no clear distinction between international law and the rules—based order see S. Bashfield and E. Katselli Proukaki, ‘The Rules-based Order, International Law and the British Indian Ocean Territory. Do as I Say, Not as I Do’, (2022) 23 German Law Journal 713.

(15) M. Jorgensen, ‘The Jurisprudence of the Rules-Based Order: The Power of Rules Consistent with but not Binding under International Law’, (2022) 22 Melbourne Journal of International Law 221.

(16) D. Lake, L. Martin and T. Rice, ‘Challenges to the Liberal Order: Reflections on International Organization’, (2021) 75 International Organization 225. See also N. Wright, ‘The UK and the International Rules-Based-System’, Foreign Policy Centre, 8 September 2020, available at www.fpc.org.uk/the-uk-and-the-international-rules-based-system. The October 2022 National Security Strategy of the United States likewise stresses these values as part of its international strategy and by implication associates them with the RBO: supra note 3, particularly at 6, 18.

(17) See the statement by Antony Blinken at the virtual meeting of the Security Council Open Debate on Multilateralism on 7 May 2021, in which he stated that the rules-based order included the commitments of states under international law, the UN Charter and ‘the rules and standards agreed to under the auspices of the WTO and numerous standard-setting organizations’: A. J. Blinken, ‘Secretary Antony J. Blinken Virtual Remarks at the UN Security Council Open Debate on Multilateralism’, U.S. Department of State, 7 May 2021, available at www.state.gov/secretary-antony-j-blinken-virtual-remarks-at-the-un-security-council-open-debate-on-multilateralism/.

(18) See Walt and Tuygan, supra note 5; see Falk and Cross, supra note 7.

(19) Cross, supra note 7. See also R. Mullerson: the rules-based order is ‘based on rules of Washington and not related to international law’, cited in A. N. Vylegzhanin et al., ‘The Term “Rules-Based Order in International Legal Discourse”’, (2021) 2 Moscow Journal of International Law 35.

(20) See Walt, supra note 5.

(21) S. Talmon, ‘Rules-based Order v International Law?’, German Practice in International Law, 20 January 2019, available at www.gpil.jura.uni-bonn.de/2019/01/rules-based-order-v-international-law.

(22) Agence France-Presse, ‘Antony Blinken Warns China to Stop “Aggressive Actions” in Asia-Pacific’, Guardian, 13 December 2021.

(23) According to Richard Falk, ‘[t]he United States has projected more force outside its borders than has any State in the course of the past 75 years’, supra note 7.

(24) In 2002, in the wake of 9/11, President George Bush issued a National Security Strategy approving the use of force in pre-emptive self-defence: The White House, The National Security Strategy of the United States of America, 41 ILM 1478 (2002). For criticism of this doctrine see W. M. Reisman and A. A. Armstrong, ‘The Past and Future of the Claim of Preemptive Self-Defence in International Law’, (2006) 100 AJIL 525. See also the decisions of the International Court of Justice that cast serious doubt on the validity of pre-emptive self-defence: Legal Consequences of the Construction of a Wall in the Occupied Palestinian Territory, Advisory Opinion of 9 July 2004, [2004] ICJ Rep. 136, para. 139; Case Concerning the Armed Activities in the Territory of the Congo (Democratic Republic of the Congo v. Uganda), Judgment of 19 December 2005, [2005] ICJ Rep. 168, paras. 143, 148.

(25) For a full coverage of this argument and the objections to it see D. Tladi and J. Dugard, ‘The Use of Force by States’, in J. Dugard et al. (eds.), Dugard’s International Law: A South African Perspective (2018), 730, at 759.

(26) NATO’s invocation of the doctrine of humanitarian intervention to justify its action was seriously questioned by scholars. See L. Henkin, ‘Editorial Comments: NATO’s Humanitarian Intervention’, (1999) 93 AJIL 824.

(27) United Nations Security Council, Resolution 1441, Un Doc. S/RES/ 1441 (2002); United Nations Security Council, Resolution 678, Un Doc. S/RES/ 678 (1990); United Nations Security Council, Resolution 687, Un Doc. S/RES/ 687 (1991) were invoked creatively by the United States and the United Kingdom to justify the invasion of Iraq and regime change. Critics agree that the United States and the United Kingdom acted unlawfully. See V. Lowe, ‘The Iraq Crisis: What Now?’, (2003) 52 ICLQ 859; P. Sands, Lawless World: America and the Making and Breaking of Global Rules-From FDR’s Atlantic Charter to George Bush’s Illegal War (2005).

(28) United Nations Security Council, Resolution 1973, Un Doc. S/RES/1973 (2011) imposed a no-fly zone and authorized states to take ‘all necessary measures protect civilians’ but was used as a justification for regime change by NATO. See R. Higgins et al., Oppenheim’s International Law: United Nations (2017), 1023, paras. 26, 120.

(29) G. Aldrich, ‘The Taliban, Al Quaeda, and the Determination of Illegal Combatants’, (2002) 96 AJIL 891.

(30) C. Jones, The War Lawyers. The United States, Israel and Juridical Warfare (2020), 193–6; United Nations General Assembly, Report of the Special Rapporteur on Extrajudicial, Summary or Arbitrary Executions, Philip Alston, UN Doc. A/HRC/14/24/Ad 6 (2010); M. Boyle, The Legal and Ethical Implications of Drone Warfare (2017).

(31) According to Ben Scott, ‘Although the US shaped the UN and much of international law, its relationship with these institutions has become increasingly vexed, especially since the 2003 invasion of Iraq. That’s partly why it has fallen back on the rules-based order’: B. Scott, ‘The Trouble with Washington’s Rules-Based Order Gambit’, The Diplomat, 3 August 2021, available at www.thediplomat.com/2021/08/the-trouble-with-washingtons-rules-based-order-gambit.

(32) The White House Briefing Room, ‘The Jerusalem US-Israel Strategic Partnership Joint Declaration’, The White House, 14 July 2022, available at www.whitehouse.gov/briefing-room/statements-releases/2022/07/14/the-jerusalem-u-s-israel-strategic-partnership-joint-declaration/. See also Biden’s statement on the ‘need to sustain our ironclad commitment to Israel’s security’ in his 2020 article in Foreign Affairs, supra note 6, at 73.

(33) See J. Dugard, ‘Legal Consequences of the Construction of a Wall in the Occupied Palestinian Territory’, in E. Bjorge and C. Miles (eds.), Landmark Cases in Public International Law (2017), 539, at 556–7.

(34) B. Samuels, ‘The US State Department Rejects Amnesty’s Apartheid Claim against Israel’, Haaretz, 1 February 2022.

(35) See Falk, supra note 7.

(36) V. Gilinsky and H. Sokolski, ‘Biden Should End US Hypocrisy on Israeli Nukes’, Foreign Policy, 19 February 2022.

(37) Cited in Vylegzhanin et al., supra note 19, at 39.

(38) Ibid., at 51.

(39) Ibid., at 39.

(40) K. K. Klomegah, ‘Russia Renews its Support to Mark Africa Day’, Modern Diplomacy, 27 May 2022, available at www.moderndiplomacy.eu/2022/05/27/russia-renews-its-support-to-mark-africa-day/. See also the statement by President Putin cited by A. Roberts, Is International Law International? (2017), 297.

(41) See Vylegzhanin et al., supra note 19, at 51.

(42) See note 1, supra. As early as 2021 the G7 complained that Russia’s behaviour threatened the RBO: see Vylegzhanin et al., ibid., at 39.

(43) See note 40, supra.

(44) See the text of President Putin’s speech: ‘Full text: Putin’s Declaration of War on Ukraine’, The Spectator, 24 February 2022, available at www.spectator.co.uk/article/full-text-putin-s-declaration-of-war-on-ukraine/.

(45) For an analysis of President Putin’s legal justifications for the Ukraine war see M. Milanovic, ‘What Is Russia’s Legal Justification for Using Force against Ukraine?’, EJIL:Talk!, 24 February 2022, available at www.ejiltalk.org.

(46) See further, Roberts, supra note 13, at 282.

(47) The London Conference, ‘Challenges to the Rules-Based International Order’, Chatham House: The Royal Institute of International Affairs, 2015, available at www.chathamhouse.org/sites/default/files/London%20Conference%202015%20-%20Background%20Papers.pdf.

(48) State Councilor and Foreign Minister W. Yi, ‘Remarks by State Councilor and Foreign Minister Wang Yi at the United Nations Security Council High-level Meeting on the Theme “Maintenance of International Peace and Security: Upholding Multilateralism and the United Nations-centered International System”’, Ministry of Foreign Affairs of the People’s Republic of China, 8 May 2021, available at www.fmprc.gov.cn/mfa_eng/wjdt_665385/zyjh_665391/202105/t20210508_9170544.html.

(49) See Scott, supra note 31.

(50) M. Chalmers, ‘Which Rules, Why there is No Single Rules-based International System’, Occasional Paper, Royal United Services Institute, April 2019.

(51) The October 2022 US National Security Strategy declares that the RBO ‘provides all nations that sign up to the principles an opportunity to participate in and have a role in shaping the rules’, supra note 3. Unfortunately, there is no indication of how this ‘signing up’ may be done.

(52) See Talmon, supra note 21.

(53) See Talmon, ibid.

(54) The US National Security Strategy of October 2022 makes no mention of the International Court of Justice, supra note 3.

(55) See note 11, supra.

(56) See note 1, supra.

(57) Ministry of Foreign Affairs of the Russian Federation, ‘The Declaration of the Russian Federation and the People’s Republic of China on the Promotion of International Law’, 25 June 2016, available at www.fmprc.gov.cn>201608. For a detailed analysis of this Declaration see Roberts, supra note 13, at 290–9.

CEPRID

Por Alberto Cruz CEPRID

La cumbre de los BRICS de agosto supuso el punto de inflexión del fin de la era del mundo unipolar hegemonizado por Occidente (1). Pero por si hubiese alguna duda sobre esto, la actual situación en Palestina no solo lo pone de relieve, sino que lo refuerza. A partir de ahora ya nada será igual.

Occidente está en las últimas y ya no tiene ninguna baza para retener su hegemonía: ni política, ni cultural, ni militar, ni económica. Nada. La paliza que está recibiendo en el país 404, antes conocido como Ucrania, es de las que hacen época y ahora acaba de saltar Palestina. Quienes piensen que el régimen sionista de Israel va a ganar harían bien en replanteárselo. No está nada claro. Esta es la razón por la que a mediados de octubre el presidente de EEUU hizo algo muy inusual, dar un discurso a la nación en el que dijo las verdades del porquero: “estamos en un punto de inflexión porque el actual orden mundial se ha quedado sin fuerza”. Es la primera vez que se dice de forma abierta porque ya no se pueden poner más puertas al campo. Y lo dijo justificando la postura de EEUU de apoyo a Ucrania y a Israel porque ambos son “existenciales para la seguridad e intereses de EEUU”.

No es que el “actual orden mundial se haya quedado sin fuerza”, como dice Biden, sino que ya no existe. Hay otro mundo en marcha, un nuevo orden multipolar donde la hegemonía occidental desaparece y más con la constatación a nivel planetario de la hipocresía, cinismo y doble moral que Occidente está mostrando con el genocidio y limpieza étnica que el régimen sionista israelí está implementando en Gaza. Y este nuevo orden multipolar tiene ya sus propias estructuras e instituciones que son claramente la alternativa a las occidentales y en las que ha asegurado, hasta ahora, su hegemonía. Son la Organización para la Cooperación de Shanghai, los BRICS, el Banco Asiático de Inversiones e infraestructuras, el Nuevo Banco de Desarrollo, la Nueva Ruta de la Seda…

De forma especial están los BRICS, que ya superan en Producto Interior Bruto, en términos de paridad del poder adquisitivo, al fantasmagórico G-7 de “los países más ricos e industrializados del mundo”, como le gusta repetir a un decrépito Occidente, sabiendo que es irreal. Con la ampliación de los BRICS a partir de enero del año que viene, la distancia entre ellos y el fantasmagórico G-7 hará que este último se convierta casi en irrelevante.

Pero a esto hay que añadir la otra gran apuesta de los BRICS: el comercio en moneda propia. Esto no solo es un impulso más a la desdolarización de la economía mundial (el 32’5% del comercio entre los países BRICS es ya en sus propias monedas) sino que está suponiendo que el euro empiece a caer en la irrelevancia: en dos años, es decir, con la crisis de Ucrania, el euro ha perdido la friolera de 14 puntos porcentuales en el comercio internacional, pasando del 38’43% al 24’42%. En términos técnicos eso significa que el euro está comenzando a ser excluido de los pagos internacionales (2).

La razón principal es el irracional vasallaje a EEUU, especialmente por las sanciones -ilegales, según el derecho internacional-, la otra razón que hay que tener en cuenta es que cada vez más países utilizan el pago en sus monedas nacionales en su comercio internacional. Si antes el euro era una alternativa al dólar que utilizaban muchos países, ahora ya no lo es. El euro pierde valor porque lo pierde Europa. El jardín, como dijo Borrell, se marchita.

La debilidad de la economía europea es evidente como consecuencia de la crisis energética que se vive por el, también irracional, rechazo al gas ruso y la dependencia del gas estadounidense, cuatro veces más caro que el ruso (y que Europa está pagando en dólares). Ahora que se cumple un año desde la voladura del gasoducto «Corriente del Norte 2» sin que Europa haya dicho ni mú ante una agresión tan flagrante, la cosa adquiere mayor relieve.

La inflación sigue haciendo de las suyas, Alemania está oficialmente en recesión desde hace medio año y la elevación de las tasas de interés está empobreciendo a la población. Eso repercute en las deudas nacionales y eso arrastra al euro al abismo.

Pero donde hay que poner la atención es el aumento de los pagos en monedas nacionales que se está produciendo en el mundo como consecuencia de las sanciones impuestas a Rusia y que han sido vistas por el resto del planeta como una agresión y una amenaza a ellos mismos. Cada vez más países lo hacen, y tras la ampliación de los BRICS la tendencia aumentará para evitar riesgos y reducir la dependencia occidental. Y entre EEUU y su dólar y Europa y su euro, el más débil es quien se resiente. Aunque ambos se resentirán más a partir del 1 de enero de 2024, cuando la ampliación de los BRICS sea efectiva. Se ha dicho que todos los nuevos integrantes se van a adherir al sistema BRICS PAY, que es en el que comercian desde 2018 los integrantes históricos y que, como ya he apuntado más arriba, supone el 32’5% del comercio intra-BRICS, aunque el primer país que lo ha anunciado formalmente es Irán.

Como es lógico, hay un ganador y un perdedor de todo esto. El ganador es EEUU, que ha visto cómo el dólar se ha reforzado debido a la caída del euro. Ese aumento se debe en gran medida a la sustitución de los pagos internacionales que antes se realizaban en euros. ¿Quiere decir eso que se frena la desdolarización de la economía mundial? Pues no. Su proporción en las reservas de divisas de los estados está disminuyendo constantemente. El claro perdedor es Europa, que está entrando en la irrelevancia geopolítica.

El impulso final del proyecto sionista y la resistencia palestina

Con todo esto en marcha, y dado el papel relevante que va a tener Arabia Saudita al ser aceptado como nuevo miembro de los BRICS, Occidente – bajo la dirección de EEUU – puso en marcha dos iniciativas complementarias: la primera, intentar competir con la Nueva Ruta de la Seda china anunciando la constitución de un corredor económico UE-India-Arabia Saudita-Israel; la segunda, complementaria de la primera, impulsar la normalización política entre Arabia Saudita e Israel. Sin esta última, la primera no será posible.

Sin embargo hubo algo que no se tuvo en cuenta, ni por unos ni por otros: Palestina. O para ser más exacto, la resistencia palestina. Porque la normalización entre Arabia Saudita e Israel aceleraba la culminación del proyecto sionista de anulación del pueblo palestino y la creación del Gran Israel, algo en lo que sin pudor había insistido el primer ministro israelí en su discurso ante la Asamblea General de la ONU de mediados de septiembre.

Y es que enlazando las dos cosas está el gas que se ha descubierto en las aguas de Gaza y que hacen que todo lo anterior sea si no irrelevante sí al menos no tan pomposo como se ha vendido. Porque el gas es la única riqueza que tendría el hipotético Estado palestino, dado que lo que hay en la actualizad son 43 minizonas aisladas entre sí y, por lo tanto, sin viabilidad económica alguna. No puede haber un Estado palestino viable sin unidad geográfica ni recursos.

Junto a esto, el estado sionista llevaba varios meses impulsando medidas políticas para culminar el proyecto sionista: la reconstrucción de la Tierra de Israel (que tuvo su punto culminante cuando Netanyahu presentó en la ONU un mapa en el que desaparecía cualquier atisbo de Palestina); la institución de la Ley Judía (Halajá), que despoja a los no judíos de su estatus legal, es decir, deja a los ya ciudadanos de segunda clase, los árabes israelíes, sin ser ni siquiera ciudadanos; y la construcción del Templo Judío en el Monte del Templo, es decir, lisa y llanamente, la destrucción de la Mezquita de Al-Aqsa.

La penúltima provocación dos semanas antes del 7 de octubre fue determinante para la respuesta de la resistencia palestina. Hay que recordar que ya en el año 2000 hubo otra provocación en el mismo sentido y generó la Segunda Intifada, cuyo gran logro fue que se obligó a Israel a abandonar Gaza. Esta es la razón por la que la resistencia palestina ha denominado a su operación militar “Inundación de Al-Aqsa”.

Frente a lo que machaconamente está repitiendo Occidente y sus medios de propaganda, antes llamados de comunicación, la operación de la resistencia palestina no fue únicamente ejecutada por Hamás, sino por otras tres organizaciones: la Yijad Islámica, el Frente Popular de Liberación de Palestina y el Frente Popular de Liberación de Palestina-Comando General. Es evidente que el predominio y hegemonía es de Hamás, pero las cuatro organizaciones actúan de forma coordinada.

Para la resistencia palestina era una cuestión de “ahora o nunca” debido a la inacción de los colaboracionistas de la mal llamada Autoridad Palestina y no solo tenían que romper la estrategia sionista sino obligar al mundo a posicionarse ante lo que era, de hecho, el fin de Palestina porque Israel insistía en sus cuatro noes: no al Estado palestino soberano, no al reconocimiento de los derechos históricos y políticos de Jerusalén Este, no al desmantelamiento de las colonias y no al derecho al retorno.

Además, la resistencia palestina actuó teniendo el abrumador respaldo de la población no solo de Gaza, sino de Cisjordania. En junio, el Centro Palestino de Investigación, financiado por la Fundación Konrad Adenauer (democristiana alemana), tuvo que reconocer en una encuesta que el 71% de los palestinos apoyarían a los grupos armados para una escalada armada o una tercera intifada y que el 82% se oponía a la política colaboracionista de la mal llamada Autoridad Palestina deteniendo o reprimiendo a estos grupos (3).

Miedo y vulnerabilidad de Occidente

Como es sabido, a Occidente le importa una higa la opinión de los pueblos. Imbuido de su profundo colonialismo, no ha tardado en asumir el doble discurso israelí sobre “otro 11 de septiembre”, dirigido a EEUU, y “es otro holocausto”, dirigido a Europa. Discursos que para el resto de mortales, o sea, nosotros, ha sido resumido en el simple “terrorismo”. Y todo ello arropado con el mantra de “derecho a la legítima defensa”.

Esto no oculta otra cosa que el miedo y la vulnerabilidad de un Occidente que ve cómo su hegemonía desaparece a gran velocidad y que, como tuvo que reconocer Biden en su discurso, tanto esto como Ucrania se convierten en existenciales. Por lo tanto, la condena a los palestinos estaba asegurada porque un sector muy mayoritario – excluyendo a los colaboracionistas de Fatah – ha demostrado su firme voluntad de luchar contra el colonialismo. Así, se les ha criminalizado permanentemente y han sido habituales las expresiones de “bestias”, “animales”, “bárbaros”, “terroristas”…, expresiones que, por supuesto, no se han repetido con los genocidas israelíes ni siquiera con el bombardeo a hospitales o a campamentos de refugiados. Occidente ha deshumanizado a los palestinos y ha sacado a la luz algo que dijo Frantz Fanon cuando habló del comportamiento genocida de Francia en Argelia: “las víctimas del colonialismo nunca lograrán persuadir a sus colonizadores europeos de su sufrimiento y profundo deseo de libertad”.

El hecho es que Palestina se niega a morir en silencio y quiere narrar su propia historia, como también ha tenido que reconocer, muy tarde, el propio Secretario General de la ONU cuando dijo eso de que “es producto de 56 años de ocupación”.

26 resoluciones de la ONU contra Israel y el derecho internacional

No hay que remontarse a 1948, cuando se divide Palestina y se otorga a los judíos, minoría muy minoritaria entonces, la mayor parte de la tierra. Basta con ir a 1967 cuando en la ONU se aprueban dos resoluciones emblemáticas: la 242 y la 338. La primera hace referencia al reconocimiento a la soberanía e integridad de Israel que iba acompañado de la retirada de los Territorios Ocupados y de la solución a los refugiados expulsados en 1948. La segunda hacía referencia a paz por territorios.

Ni que decir tiene que Occidente se quedó con la primera parte de la resolución 242, prescindiendo de la segunda, y que de la resolución 338 nunca dijo nada. Pero es que desde entonces la ONU ha aprobado otras resoluciones contra Israel. En total, son 26 resoluciones de la ONU las que condenan a Israel por la anexión de territorios, la construcción de asentamientos, la expulsión y desplazamiento de palestinos, la denegación del derecho al retorno, la confiscación y expropiación de tierras, la destrucción y demolición de casas…

Occidente lleva un año y medio levantando la bandera de la única resolución que aprobó la ONU contra Rusia cuando lanzó su “operación militar especial” en Ucrania. No ha levantado ni un dedo para recordar, no ya denunciar a Israel, estas resoluciones. Por eso Occidente no habla del derecho internacional y sí insiste en eso de “orden basado en reglas”. Su orden y sus reglas porque el derecho internacional le estorba y molesta.

Entre otras cosas, porque el derecho internacional es muy claro: “Israel, como potencia ocupante, debe cumplir escrupulosamente con sus obligaciones legales según lo dispuesto en la IV Convención de Ginebra”.

¿Y qué dice la IV Convención de Ginebra? Establece derechos para el ocupado y obligaciones para el ocupante. Uno de los derechos es “el reconocimiento del derecho del pueblo ocupado a utilizar todo tipo de lucha, incluyendo la lucha armada, para liberarse del colonialismo”. Unas de las obligaciones son, por ejemplo, que “el poder ocupante no puede utilizar castigos colectivos contra la población civil” (art. 33); que “la potencia ocupante no podrá proceder a la evacuación o transferencia de una parte de su población civil al territorio ocupado” (art. 49); que “el poder ocupado no tiene el deber de obedecer al ocupante, que es responsable del bienestar del territorio ocupado, de ofrecer condiciones dignas de vida, garantizar la sanidad, la higiene pública, la asistencia y educación de los niños” (art. 50); que “el ocupante tiene que respetar la propiedad privada del ocupado” (art. 55)…

El fin del “orden internacional basado en reglas”

Si Occidente se acaba de suicidar con su apoyo al genocidio y limpieza étnica en Palestina, desapareciendo vertiginosamente lo poco que quedaba de su hegemonía, lo mismo se puede decir de su “orden internacional basado en reglas”. Es un mantra que viene repitiéndose desde 2008, pero que se ha acentuado desde el apoyo al golpe nazi en Ucrania el 2014 y que cogió su cenit en junio de 2022 cuando Biden dijo que “la acción de Rusia en Ucrania podría marcar el fin del orden internacional basado en reglas y abrir la puerta a la agresión en otros lugares, con consecuencias catastróficas en todo el mundo”. Nadie de entre sus vasallos, especialmente Europa, dijo nada de la omisión al derecho internacional.

Posteriormente, la Cumbre de la OTAN de junio de 2022 en Madrid advirtió tanto a Rusia como a China que las democracias del mundo “defenderían el orden basado en reglas”. A partir de aquí, no hay ni un solo dirigente de Occidente que no haya hecho lo mismo. Solo ahora, cuando se constata el genocidio que lleva a la práctica Israel y cómo está pasando factura a sus valedores occidentales, aparece de forma tímida e inconsistente la referencia al derecho internacional. Ya es tarde para ello. Occidente ha bombardeado cualquier atisbo de acuerdo con el resto del mundo, que no va a tardar en pasar factura a tanto cinismo, hipocresía y colapso moral.

Occidente está agonizando y va a morir matando, como se pone de manifiesto en Gaza. Nada de su estructura de dominio puede salvarse a medio plazo. La base económica y geopolítica sobre la que se construyó la superestructura institucional de la gobernanza global liberal-occidental simplemente ha desaparecido. El viejo orden está más allá de la salvación; ya ha surgido otro nuevo aunque, parafraseando a Gramsci, estamos viviendo una época de monstruos e Israel es uno de sus principales.

Notas

(1) “La era del mundo unipolar hegemonizado por Occidente ha llegado a su fin” https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2848

(2) https://www.swift.com/es

(3) https://pcpsr.org/en/node/944

Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es “Las brujas de la noche. El 46 Regimiento “Taman” de aviadoras soviéticas en la II Guerra Mundial”, editado por La Caída con la colaboración del CEPRID y que va por la tercera edición. Los pedidos se pueden hacer a libros.lacaida@gmail.com o bien a ceprid@nodo50.org También se puede encontrar en librerías.

albercruz@eresmas.com

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

En fecha tan lejana como el 25 de septiembre de 2011 escribí un artículo titulado “La ONU ha muerto”. Entre otras cosas allí decía que:  “Los acontecimientos de los últimos años signados por una unipolaridad cerrada […] dan cuenta de una ONU inoperante y plegado a la voluntad de los Estados canallas. La resolución unánime que condenó a Irán por la supuesta intención de construir armas atómicas contrasta la existencia de las mismas en países como Israel, India y Pakistán, que poseen la común característica de estar entre los mayores compradores de armas a los fabricantes que son básicamente los países miembros permanentes del Consejo de Seguridad”.

Continuaba más adelante: “La aprobación también unánime de las potencias para autorizar -a través de la resolución 1973- lo que derivó en el bombardeo indiscriminado a las ciudades libias y el asesinato de miles de ciudadanos, muestran una organización que ya no es garante de la paz sino promotora de la guerra. Igual hecho ocurrió durante los recientes acontecimientos en Costa de Marfil, donde el propio Secretario General de la ONU dio órdenes a los Cascos Azules de involucrarse militarmente bajo órdenes de las fuerzas armadas francesas que invadieron el país africano”.

Doce años después, el diagnóstico es el mismo pero la crisis es aún más profunda. La pandemia de Covid 19 evidenció ante el mundo la incapacidad de la organización para gerenciar el combate contra el virus que se constituyó en enemigo común de la humanidad.

En esta batalla, la Organización Mundial de la Salud (OMS fracasó estrepitosamente). En octubre de 2021, 20 meses después de haber comenzado la pandemia sólo el 57% de la población mundial había sido vacunada. La pandemia nunca pudo ser controlada a través de la distribución de vacunas. Los países ricos establecieron una clara distancia de los más pobres.  En enero de 2022, la OMS publicó una guía para priorizar la distribución mundial de las vacunas COVID-19 de manera justa pero ya era demasiado tarde y el plan era defectuoso. Primó la lógica del mercado, del lucro y la ganancia por encima de la lógica de la protección del ser humano, de su salud y su vida. Ello, porque la OMS depende principalmente de la buena voluntad de los países ricos y de las empresas.

Circunstancias similares ocurrieron en la actuación de la OMS durante la gripe A (subtipo H1N1) que atacó al mundo en 2009. Otro ejemplo de error reiterativo de la OMS fue su actuación en 2014 durante la crisis del Ébola. Su incapacidad es recurrente. En el primer caso los gobiernos que siguieron sus recomendaciones acumularon cantidades innecesarias de fármacos antigripales solo en beneficio de las empresas farmacéuticas. Y en el segundo, actuando con extrema pasividad ante la gravedad de la propagación del Ébola, infravalorando el problema . Solo cuando la epidemia estaba ya fuera de control en África Occidental, la directora general declaró una emergencia global.

Hay que decirlo, esa “buena voluntad” mencionada está en relación directa con la decisión de las empresas de actuar cuando observan que el contagio puede afectar sus ganancias y las de los países ricos. Este hecho es violatorio del enciso 3 del artículo 1, Capítulo 1 de la Carta de las Naciones Unidas que establece los propósitos y principios de la ONU y que señala que la organización debe:  “Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”.

Así mismo, el pésimo trabajo de la ONU en el manejo de la pandemia atenta flagrantemente con el artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU que establece que: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. La ONU ha demostrado que no es capaz de garantizar ese derecho y, ni siquiera cumplir con los propósitos que le asigna la Carta. 

En este contexto, la operación militar de Rusia en Ucrania y el reciente conflicto en Palestina pusieron sobre el tapete la inoperancia de la ONU. En ambos casos la organización fue incapaz de impedir que se proyectaran y ejecutaran sendos genocidios sobre los pueblos del Donbass y de Palestina respectivamente. En Ucrania hicieron de la “vista gorda” durante 8 años mientras con extrema crueldad hordas nazi fascistas exterminaban a la población ruso parlante.

El asunto palestino es mucho peor porque la ONU es causante directa del mismo al crear ilegalmente el Estado de Israel cuando no es potestad suya -según la Carta- crear países, pero incluso después de haber decidido tal esperpento jurídico, no ha sido capaz de hacer cumplir la resolución 181 de la Asamblea General, del 29 de noviembre de 1947 que establecía la partición de Palestina en un Estado judío, un Estado árabe y una zona bajo régimen internacional particular. En este caso, tal vez más que en ningún otro, se ha hecho patente el uso de la ONU como un instrumento de la política exterior de Estados Unidos. La ONU ha fallado en su responsabilidad primigenia que era promover y consolidar la paz en el planeta.

En otro ámbito, uno podría preguntarse qué sentido tiene la existencia de la Organización Mundial del Comercio (OMC), otra agencia de la ONU si hasta agosto de 2023, se habían aplicado 26.162 medidas coercitivas unilaterales (mal llamadas sanciones) por parte de Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá Reino Unidos, Suiza y otros países afectando a 30 Estados en todo el mundo. Así, el 28% de la población mundial está impedida de desarrollar su vida con total normalidad. 

Vale decir que en este caso, la Asamblea General de la ONU en su 78° periodo de sesiones, aprobó con 128 votos a favor y 54 en contra una resolución sobre la promoción y protección de los derechos humanos frente a las medidas coercitivas unilaterales. 

Sin embargo, todo es en vano. Las relaciones internacionales no son de derecho sino de poder. La ONU es una estructura sustentada en el poder atómico de 5 países que imponen esa condición al mundo. La institución del veto es una práctica antidemocrática que establece que el mundo tiene que vivir bajo la dictadura de 5 países por la única razón que tienen capacidad de destruir el planeta. Así, esa capacidad es la que establece y sostiene al sistema internacional y su estructura. El planeta vive bajo la permanente contradicción entre el carácter democrático de la Asamblea General y el carácter dictatorial del Consejo de Seguridad.

En la actualidad hay varios casos que exponen el carácter retrógrado de la ONU además de los ya conocidos en Ucrania y Palestina, En este sentido, la República Popular Democrática de Corea (RPDC) ha opinado en torno a que el Comando de la ONU, responsable de vigilar el cumplimiento del armisticio después de la Guerra de Corea de los años 50 del siglo pasado, debe disolverse para “evitar el inicio de una nueva guerra y defender la paz y seguridad en la península de Corea. 

De acuerdo con el comunicado emitido por el gobierno norcoreano, el comando no representa “más que un instrumento de confrontación de Estados Unidos porque no tiene nada que ver con la ONU”. Según Pyongyang,  el comando “vuelve a revelar su naturaleza agresiva, buscando preparar una declaración de confrontación simulando la segunda Guerra de Corea”. Ya en 1975, la Asamblea General de la ONU aprobó dos resoluciones que estipularon la disolución del comando y la retirada de las tropas estadounidenses de la región e incluso, dos antiguos secretarios generales de la ONU, Butros Butros Ghali y Kofi Annan, afirmaron que “el organismo no está bajo el control de Naciones Unidas, sino de Washington”. Ahora -según la denuncia de la RPDC- el Comando “se reactiva como un instrumento de guerra plurinacional, encabezado por Estados Unidos. Se trata de graves acontecimientos que ponen en peligro la seguridad en la región Asia-Pacífico, la península de Corea incluida”. Parece evidente que la ONU está permitiendo ser usada por Estados Unidos para generar otro escenario de conflicto en el planeta.

No podía ser de otra manera cuando el secretario general de la ONU es un hombre proveniente de un país de la OTAN. Hay que recordar que cuando fue primer ministro de Portugal acompañó todas las tropelías de esta agrupación belicista ente ellas la guerra de los Balcanes y la invasión de Afganistán. Difícilmente un personaje de esta estirpe puede tener la ecuanimidad y la neutralidad necesaria para tratar los asuntos que incumben a la organización.  Un mundo justo jamás debe tener a un guerrerista como su máximo líder.

Ya en el pasado,  Europa nos dio ejemplos del liderazgo que la representa. Entre 1972 y 1981, Kurt Waldheim, un político austríaco de extrema derecha fue designado secretario general de la ONU. No importó que Waldheim hubiera sido miembro de la Liga de Estudiantes Nacional-Socialistas Alemanes, una estructura del partido nazi de su país que lo llevó a que incluso formara parte las SA, las tropas de choque del partido nazi que bajo las órdenes directas de Hitler sembraban el terror en los países ocupados. Nada más y nada menos que un nazi fue enviado por Europa para ser secretario general de la ONU.

La actuación respecto de Venezuela no está ajena a su impronta. La ONU ha violentado el Acuerdo de Ginebra que establece una solución amistosa y satisfactoria para las dos partes en el conflicto del Esequibo. Las gigantescas reservas petroleras descubiertas en 2015 en ese territorio en reclamación movilizaron al gobierno de Estados Unidos que ejerciendo presión sobre la ONU logró que el caso fuera enviado de forma ilegal a la Corte Internacional de Justicia (CIJ), un órgano de la ONU que ha decidido actuar sin tener jurisdicción sobre el caso. 

Ya, el anterior secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, un títere de Washington,  había decidido de forma unilateral e ilegal ponerle fin a la figura del buen oficiante. Dando continuidad a esta aberración jurídica, Antonio Guterres -casi desde el mismo momento de su designación- aceptó la demanda que Estados Unidos había iniciado ante  su predecesor, favoreciendo unilateralmente la decisión de Guyana que en realidad es la decisión de la empresa ExxonMobil, que pretende explotar ilegal y unilateralmente los recursos del Esequibo. Guterres es cómplice de este intento de despojo, de la misma manera que lo es la CIJ que, poniéndose al margen de la ley pretende avalar la demanda de Guyana.

Guterres debió consultar a Venezuela para obtener su conformidad respecto de la jurisdicción de la CIJ, tal como lo establece el Acuerdo de Ginebra. Vale agregar que Venezuela no es firmante del protocolo sobre jurisdicción obligatoria de la CIJ por lo que no está obligada a acatar la decisión que tome este organismo. No es Venezuela la que se ha puesto al margen de la ley. Ha sido la organización de Naciones Unidas, una vez más.

Tal vez nadie como el presidente de Brasil, lo ha señalado con tanta precisión: “La ONU de 1945 ya no vale nada en 2023″. Lo dijo espantado por la incapacidad de la organización para detener el genocidio israelí en Palestina. Como es habitual, la dictadura anacrónica del veto ejercida por Estados Unidos he impedido incluso que se detengan las acciones armadas en Gaza. Al respecto Lula dijo: «Solo un país tuvo derecho a vetar y la vetó [la propuesta], y fue Estados Unidos. Esto es incomprensible, no es aceptable. Por eso luchamos para cambiar la ONU” y agregó: «Por eso queremos cambiar el número de [miembros] y cómo funciona y acabar con el derecho de veto»

En este contexto fue el propio gobierno israelí el que se puso al margen del derecho internacional al reconocer públicamente que posee armas nucleares, lo cual le está vedado por la Carta de la ONU. No obstante, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), otro ente perteneciente a la ONU, tan activa queriendo auditar y controlar a Rusia en el conflicto en Ucrania, ha dado vuelta la cabeza para evitar dar una opinión sobre esta otra situación que…otra vez, pone en entredicho la neutralidad de la ONU y su apego al derecho internacional todo lo cual deteriora la seguridad global, colocando en grave riesgo el régimen de control internacional de armas que la ONU debe sostener, defender y aplicar.

 Washington se ha colocado por encima de la ONU avalando todos los desmanes cometidos por Israel, país que por cierto no ha firmado el Tratado de No Proliferación. Sus 300 bombas termonucleares son un verdadero peligro no sólo para el pueblo palestino sino para todo el planeta, cuando se sabe que las mismas están en manos de estos nuevos nazis del siglo XXI, desbordantes en odio, ávidos de matar y carentes de todo sentido de humanidad. 

La ONU ha fracasado, no tiene sentido de existir. Un mundo nuevo está naciendo. Una organización nueva le debe acompañar.

Por Gonzalo Fiore (*)

Las relaciones comerciales y diplomáticas entre países son elementos cruciales, que moldean su desarrollo y prosperidad. Argentina se encuentra en una encrucijada, enfrentando desafíos y oportunidades en sus vínculos con tres socios comerciales clave: Brasil, China (RPCh) y Vietnam. La propuesta del candidato presidencial Javier Milei de romper relaciones con estos Estados, debido a diferencias ideológicas con sus respectivos gobiernos, revela una visión simplista y equivocada del funcionamiento del sistema internacional, obviando la complejidad de las relaciones comerciales y la importancia de estos mercados para Argentina.

La preocupación internacional respecto de las elecciones argentinas va desde un amplio rango ideológico, tanto desde el gobierno de los EEUU, como las principales autoridades de países europeos, hasta diplomáticos y agregados comerciales en nuestro país. Examinemos los datos concretos para comprender la magnitud de estas relaciones: en 2022, Argentina importó de China un total de US$ 15.855.696, representando el 76% del total de importaciones, mientras que exportó US$ 8.593.470, sobre un total de US$ 88.268.232. Más que una cuestión ideológica, el principal desafío en la relación con China radica en alcanzar un superávit sostenible en el tiempo y fortalecer la exportación de productos con valor agregado. Esto impactaría especialmente en la región centro (donde Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos concentran el 40% del comercio exterior argentino), siendo Brasil y China sus principales socios comerciales.

Brasil, histórico primer socio, comparte una extensa frontera terrestre que desempeña un papel fundamental en las relaciones bilaterales. El trigo y la industria automotriz cordobesa encuentran allí su principal mercado. Similarmente, China se destaca como el principal comprador de la carne bovina cordobesa, siendo Beijing el destino de más del 75% de las exportaciones de carne enfriada y congelada. La propuesta de Milei de cortar vínculos con estos países amenazaría gravemente a la región centro.

Es esencial destacar que ni siquiera EEUU, a pesar de sus tensiones con China, ha planteado nunca romper relaciones comerciales con el gigante asiático. El escenario internacional es complejo e interdependiente, donde las economías complementarias se necesitan mutuamente. Enenderlas en base a ideologías es ignorar la complejidad de las relaciones internacionales; las decisiones en este ámbito deben basarse en intereses económicos y estratégicos, considerando aspectos como empleo, inversión y competitividad.

Las relaciones comerciales en el escenario internacional las llevan adelante los Estados a través de tratados de libre comercio, donde existen regulaciones aduaneras, fitosanitarias y muchas otras, que no pueden establecerse a través de los sujetos privados. Cortar vínculos comerciales con países basándose únicamente en su orientación política no solo es simplista, sino que limitaría las opciones de mercado, afectaría las exportaciones y dificultaría la diversificación económica. En lugar de decisiones impulsivas, es más sensato evaluar las implicaciones económicas a largo plazo, centrándose en la creación de empleo, el aumento de las exportaciones y el desarrollo industrial.

Diversificar y mejorar la estructura productiva de Argentina es imperativo en la actualidad; las relaciones comerciales deben guiarse por intereses económicos y estratégicos en lugar de ideologías: China y Vietnam representan oportunidades para expandir el mercado de exportación y fortalecer la economía argentina. La clave está en aprovechar estas relaciones para mejorar la competitividad y aumentar el valor agregado de las exportaciones, para lograrlo Argentina debe invertir en innovación, tecnología y formación de su fuerza laboral, impulsando la exportación de bienes manufacturados y servicios de calidad.

La apertura al comercio internacional y la búsqueda de superávit comercial deben ir de la mano con políticas que fomenten la competitividad y calidad de los productos argentinos. Es vital no cerrar puertas a oportunidades comerciales basadas en prejuicios. Cortar relaciones comerciales con Brasil, China o Vietnam sería catastrófico para los productores y la industria local argentina; la historia enseña que en política exterior no existen amigos permanentes: sólo alianzas cambiantes en base a intereses. La interdependencia económica es esencial para el crecimiento sostenible y la estabilidad financiera; en este contexto, es fundamental reconocer que las relaciones comerciales van más allá de las preferencias ideológicas de un gobierno, siendo vitales para el bienestar económico y la prosperidad de la Nación. Quien quiera conducir los destinos de un país importante, miembro del G20 y de desarrollo medio como Argentina, no puede ser ajeno a esto.

(*) Gonzalo Fiori integrante de este Colectivo DG2023 publicado en Hoy Dia Cordoba

LA POLÍTICA EXTERIOR DE ARGENTINA, A BALLOTTAGE


Aunque no fue el eje principal de la campaña presidencial, la política exterior de la Argentina adquirió un rol clave en en el tramo final del debate electoral, cuando los dos candidatos para el balotaje del 19 de noviembre, el peronista Sergio Massa y el ultraderechista Javier Milei, expusieron posturas notoriamente contrastantes.

Casi 36 millones de argentinos podrán elegir en el balotaje de este 19 de noviembre a su futuro presidente entre el peronista Sergio Massa (Unión por la Patria) y el ultraderechista Javier Milei (La Libertad Avanza), cuyas posiciones sobre política exterior resaltan el fuerte contraste de sus proyectos de gobierno.

A continuación, exponemos las posturas de Massa y Milei respecto de los principales asuntos de política exterior que esperan al nuevo gobierno, en el contexto de conflictos armados, tensiones geopolíticas y fragmentación económica, una “policrisis” mundial que alcanza inevitablemente a América Latina y al país.

Visión general

LA LIBERTAD AVANZA (LLA): para Milei, un economista ultraliberal, el Estado sólo debe generar las bases de la política exterior y dejar el rol determinante al sector privado, en especial con gobiernos “totalitarios” (cita China y Brasil), con los que promete congelar relaciones. Su gestión diplomática, de todos modos muy ideologizada, sería parte de una “lucha global contra socialistas y estatistas”.

Milei promete estar “alineado con Occidente” y con el “mundo libre”, y tener a Estados Unidos e Israel como aliados principales. “Israel será mi aliado principal y llevaré la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén”, detalló.

UNIÓN POR LA PATRIA: Massa propone en cambio una política exterior pragmática basada en el interés nacional, que abra nuevos mercados a productos y servicios, y apoye a la producción y el trabajo de calidad de las PyMes, que promueva exportaciones con valor agregado y atraiga desde el Estado inversiones privadas que modernicen el aparato productivo.

«Argentina tiene la responsabilidad de, en un mundo convulsionado, de pensar su política exterior en defensa de su interés. Lo primero que tenemos que tener en claro es la multipolaridad: Argentina tiene que tener relaciones con todos los países que abran los brazos y los mercados para vender trabajo argentino», dijo Massa.

Las relaciones con China

LLA: Milei propone congelar todos los vínculos posibles con China y sólo permitir relaciones entre privados, para que sea una decisión de ellos y no del Estado. “No voy a hacer negocios con ningún comunista. Soy un defensor de la libertad, de la paz y de la democracia. Los comunistas -insistió- no entran ahí. Los chinos no entran ahí”. En el debate del balotaje reafirmó: “Los chinos no quieren hacer beneficencia con nosotros; si no le vendés a ellos, se lo podés vender a otros”.

UxP: en el mismo debate, Massa se preguntó: “¿Quiénes son los principales socios comerciales de la Argentina? Brasil es uno y China es otro. Vamos a defender esa agenda comercial que le da trabajo a dos millones de argentinos” y 28 mil millones de dólares en exportaciones. “La política exterior no se puede regir por caprichos ni ideologías, sino por el interés nacional», razonó.

El rol de EEUU y del FMI

LLA: Milei define a Estados Unidos como “un gran socio estratégico” sin importar su administración de turno, si bien se inclina por los republicanos, y ha expresado simpatías por Donald J. Trump, así como por el brasileño Jair Bolsonaro y otros líderes ultraderechistas. “Me puede gustar más o menos el perfil de los republicanos versus el de los demócratas, pero eso no quiere decir que no considere que Estados Unidos es un gran socio estratégico”, dijo.

En cuanto al Fondo Monetario Internacional (FMI), con el cual Argentina mantiene un programa crediticio por 44 mil millones de dólares, por el préstamo que tomó en 2018 el presidente derechista Mauricio Macri, aliado ahora de Milei para el balotaje, el candidato de LLA dijo que “no debería tener problemas” porque promete un “ajuste fiscal mucho más profundo” que el que demanda el organismo al país.

UxP: Massa anunció que pronto el FMI abrirá una investigación sobre la fuga de capitales del préstamo stand by tomado por Macri y que una comisión revisará por qué el 66% del crédito se usó para financiar el pago a fondos de inversión.

Mientras tanto, postula rediscutir el acuerdo con el Fondo. “El acuerdo que nos dejó Macri es un karma con el que Argentina va a convivir, hasta que le paguemos y lo saquemos de país. Tal como hizo Néstor Kirchner en 2005 y Lula da Silva en Brasil. Hay que volver a tener soberanía en las decisiones”, sostuvo.

El futuro del Mercosur

LLA: para Milei, el Mercosur es “una unión aduanera de mala calidad que produce desvío de comercio y que perjudica a cada uno de los miembros”, y anticipó que buscará dejar el bloque que integra Argentina con Brasil, Uruguay, Paraguay (los cuatro socios fundadores) y Venezuela, más Bolivia en proceso de adhesión.

“El Estado no tiene por qué meterse a decir con quién debo comerciar y con quién no”. En ese sentido, entiende al Mercosur como “el mejor ejemplo del estorbo que causa el Estado”, que “no progresa hacia ningún lado” y que Milei “eliminaría”.

JxC: consideró un “delirio” de su rival romper con el Mercosur que el propio país fundó hace casi cuatro décadas: “Significaría la destrucción de 400.000 o 500.000 empleos en diferentes sectores».

La región tiene «una enorme oportunidad de integrarse y competir juntos en el marco de un mundo en el que la seguridad alimentaria es fundamental», afirmó Massa, y de «trabajar coordinados» en el contexto del Mercosur.

Los BRICS, adentro o afuera

LLA: en línea con su rechazo a mantener vínculos con China o Brasil, socios principales de los BRICS (con Sudáfrica, India y Rusia), para Milei el ingreso de Argentina al bloque -negociado por el gobierno de Alberto Fernández- tiene costos negativos, porque Argentina no tiene fondos para hacer aportes y se convertiría en más deuda, y no se negoció el acceso de empresas argentinas a ese mercado.

UxP: el ministro de Economía, bajo cuya gestión se acordó la incorporación de Argentina a los BRICS a partir de 2024, la ve como una oportunidad comercial clara: 13 provincias tienen como principal destino de exportación a Brasil, 9 a China y 2 a la India, y supone casi un tercio de la venta de trabajo argentina al mundo, dice.

El Vaticano y el Papa

LLA: Milei desató la polémica en plena campaña cuando se difundieron afirmaciones suyas según la cual Francisco era “el representante del maligno en la Tierra”. Luego se desdijo: «No tengo problema en pedir disculpas. Estamos dispuestos a recibirlo en la Argentina, darle los honores de un jefe de Estado y darle los honores propios de jefe espiritual de la Iglesia».

UxP: “Vamos a defender nuestra relación con la Santa Sede”, respondió Massa a Milei, consideró a Francisco “el argentino más importante de la historia” y, en lugar de plantearse una ruptura con el Vaticano, planteó trabajar en 2024 por que el pontífice visite Argentina, como pidieron también los obispos católicos del país.

Las Malvinas y Thatcher

LLA: Milei designó como su futura canciller a Diana Mondino, quien propuso darle un lugar a los habitantes de las Islas Malvinas en eventuales negociaciones bilaterales sobre la disputa de soberanía entre Argentina y el Reino Unido. En el debate pre balotaje, Milei matizó y prometió “agotar todas las instancias diplomáticas para que las islas vuelvan a ser argentinas” pero destacó la figura de Margaret Thatcher -la primera ministra británica que condujo la guerra de 1982- por su rol en la caída del Muro de Berlín, que “aplastó a la izquierda”.

UxP: Massa declaró que «Thatcher es una enemiga de la Argentina, ayer, hoy y siempre. Nuestros héroes son absolutamente innegociables”, y de llegar al poder continuará la política actual de reclamar la apertura de negociaciones bilaterales con Londres sin condicionamientos, como establece la Constitución de 1994, “respetando el modo de vida de sus habitantes» pero no concediendo los términos de una posible “autodeterminación” a la población implantada en las islas por la ocupación británica.

La guerra en Gaza

LLA-UxP: el conflicto en Gaza es uno de los escasos puntos en los que Milei y Massa sostuvieron un acuerdo básico. Ambos, como el resto de los candidatos, repudiaron el ataque del grupo islamista palestino Hamás a poblaciones de la frontera oeste de Israel el 7 de octubre, cuando murieron más de 1.400 personas, aunque la ofensiva israelí sobre la Franja de Gaza ya lleva más de 11.000 víctimas.

“Si soy electo, Hamás será declarada organización terrorista”, anunció Massa. En el primer debate, los dos candidatos condenaron unánimemente el ataque.

Cambio climático y Agenda 2030

LLA: “Todas esas políticas que culpan al ser humano del cambio climático son falsas”, había afirmado Milei en campaña. Toda la evidencia científica indica lo contrario. La temperatura media mundial fue 1,09 °C más alta entre 2011-2020 que entre 1850-1900, por el aumento de las emisiones de dióxido de carbono. En el último debate, amplió: “No niego el cambio climático, lo que digo es que existen en la historia de la Tierra ciclos de temperaturas y este es el quinto”, y anticipó que retirará a Argentina del Acuerdo de París de 2015. También rechazó seguir adhiriendo a la Agenda 2030 de la ONU: “No adherimos al marxismo cultural”.

UxP: Massa consideró que Argentina “no puede tener un presidente que niegue el cambio climático” y rechazó la noción de Milei según la cual contaminar el ambiente es sólo una cuestión de conveniencia económica que se puede autorregular. “Contaminar va contra la casa común y las nuevas generaciones”. En cuanto a la Agenda 2030, Massa apunta a fortalecer el acceso a la vivienda, a reformar el Código Penal para castigar delitos ambientales y a impulsar energías renovables.

Publicado el 14/11/2023 en Embajada Abierta

https://www.embajadaabierta.org/post/la-politica-exterior-de-argentina-a-ballottage

A punto de comenzar el año electoral 2024, la división de la opinión pública sobre el apoyo a la invasión israelí en Gaza influye con fuerza sobre la competencia interpartidaria.

Por Eduardo J Vior Analista Internacional Agencia TELAM el autor autoriza su publicacion en Dossier Geopolitica

El pueblo norteamericano habitualmente no se informa ni se interesa mucho por los temas de la política exterior, pero la gran excepción se da, cuando algún conflicto tiene que ver con Israel. Desde 1967 el lobby judeoamericano ha ido aumentando su influencia, de modo que los avatares de la política mediooriental son vividos en Washington como propios. Este año no es diferente: por un lado, los aspirantes a la candidatura presidencial republicana han puesto unificadamente la solidaridad con Israel en el centro de su enfrentamiento con los demócratas. Éstos, por el contrario, se han dividido entre los sostenedores de Israel, aunque contrarios a Benyamin Netanyahu, y los simpatizantes de la causa palestina. La guerra en Gaza y la campaña electoral en ciernes se mezclan en las pantallas estadounidenses.Las calles de EE.UU. van a decidir gran parte de la actitud de Washington hacia la guerra y van a influir sobre el perfil de los candidatospresidenciales para la compulsa de noviembre de 2024 y sus plataformas.

Durante el debate entre los precandidatos republicanos a la presidencia, organizado por NBC News en Miami el pasado miércoles 8, los líderes compitieron entre sí por mostrar el mayor apoyo a Israel, trazar la línea más dura hacia Irán y hablar más agresivamente sobre el antisemitismo. Los cinco precandidatos dijeron que apoyaban plenamente la campaña militar de
Tel Aviv contra Hamás y que no harían nada para frenar su bombardeo a Gaza. “Yo le diría a Bibi, termina el trabajo con estos carniceros de una vez por todas”, dijo DeSantis, refiriéndose al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.

“Acaben con ellos, acaben con ellos”, exhortó, por su parte, la ex embajadora ante las Naciones Unidas Nikki Haley refiriéndose a Hamás. “Borren a Hamás del mapa”, dijo, a su vez, el senador por Carolina del Sur Tim Scott. A su turno, el ex gobernador de Nueva Jersey Chris Christie anunció que diría a Netanyahu que “Estados Unidos está dispuesto, no importa lo que necesites”.
Finalmente, el empresario Vivek Ramaswamy, recién llegado a la lid política, declaró que «yo le diría a Bibi que Israel tiene el derecho y la responsabilidad de protegerse”.

La militancia republicana por Israel no responde sólo a motivos ideológicos o estratégicos, sino que,   en   gran   medida,   tiene   un   impulso   religioso.   En   particular,   algunos   evangélicos estadounidenses, conocidos como sionistas cristianos, ven el apoyo a Israel como una obligación para la realización de las profecías apocalípticas. Aunque la mayoría de los cristianos evangélicos apoya al Partido Republicano y, como el evangelismo está tan arraigado en la política exterior estadounidense, ni siquiera los demócratas pueden ignorar sus demandas. 

El evangelismo es un movimiento surgido dentro del protestantismo después de la guerra civil norteamericana (1861-65) que desde el inicio proclamó la creación de un Estado judío en Palestina, es decir, incluso mucho antes del surgimiento del sionismo judío en 1896. Si bien el apoyo de los evangélicos a Israel no era tan manifiesto al principio, tras la victoria israelí en la
Guerra de los Seis Días (1967), que ellos consideraron un milagro y la actualización de la profecía bíblica, la defensa de Israel se convirtió en su máxima prioridad. El lobby judío empezó entonces   a   colaborar   con   estas   iglesias   y   comunidades,   para   influir   sobre   los   políticos estadounidenses.

Según una encuesta del Pew Research Center, el 67% de los evangélicos tiene una opinión positiva de Israel, el 80% cree que el Estado de Israel es el cumplimiento de la profecía bíblica y el 45% afirma que la Biblia influye en sus opiniones sobre Israel. Como los evangélicos son el mayor bloque político de Estados Unidos, sus demandas no son ignoradas. Los grupos de presión
judíos también los animan a movilizarse y presionar al gobierno.

El apoyo evangélico a Israel no se corresponde con el de los propios judíos norteamericanos. Incluso antes del 7 de octubre ya estaba disminuyendo su apoyo a Israel. Ya una encuesta reciente mostraba que, aunque la mayoría de los judíos considera que para su identidad judía es importante   preocuparse   por   Israel,   más   de   la   mitad   desaprueba   el   gobierno   de   derecha-
ultraderecha de ese país. Según otro relevamiento, una cuarta parte de los judíos estadounidenses está de acuerdo en que Israel es un “Estado de apartheid” y una quinta parte de los menores de 40 años no cree que el Estado de Israel tenga derecho a existir.
Estos cambios han venido acompañados por un crecimiento de las organizaciones judías de izquierda como IfNotNow (¿Cuándo si no ahora?) y Jewish Voice for Peace (Voz Judía por la Paz), que condenan desde hace tiempo el trato de Israel a los palestinos.

Estas agrupaciones se ubican en la vanguardia de los llamamientos a un alto el fuego y al fin del apoyo estadounidense
a la guerra de Israel contra Gaza. Desde que comenzó el actual conflicto, en tanto, activistas judíos han cerrado la estación Grand Central de Nueva York y han sido detenidos por acciones como ocupar los pasillos del Congreso y concentrarse frente a la casa del líder de la mayoría del Senado, Chuck Schumer, que también es judío. 

Lógicamente, aún más fuerte que la judía es la crítica de la comunidad musulmana: “el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha ignorado a nuestro pueblo durante la actual crisis de Gaza y nosotros vamos a ignorarlo en las elecciones presidenciales del próximo año”, ha afirmado el presidente del Consejo de Relaciones Islámico-Estadounidenses (CAIR, por su nombre en inglés)
Nihad Awad. “Le dijimos directamente a título personal que, si no pide un alto el fuego inmediato, no obtendrá nuestros votos en 2024”, declaró el dirigente en una entrevista con la agencia estatal de noticias turca Anadolu. Las declaraciones de Awad se produjeron poco después de que Biden, respondiendo a una pregunta, mientras partía para un viaje al estado de Illinois,
dijera que “no hay ninguna posibilidad” de un alto el fuego en la Franja de Gaza.

Este debate público expresa sólo en parte la profunda incidencia de la guerra sobre el estado de ánimo de la población. En una encuesta realizada en agosto pasado sólo el 32% de los estadounidenses describía a Israel como un aliado que comparte los intereses y valores de Estados Unidos. Sin embargo, esa cifra aumentó al 44% en la última encuesta, realizada tras los
atentados del 7 de octubre. Sin embargo, sólo el 36% dijo que es extremadamente o muy importante proporcionar ayuda al ejército de Israel en su lucha contra Hamás y el 40% afirmó que la respuesta militar de Israel en la Franja de Gaza ha ido demasiado lejos. Todavía, el 38% de los encuestados opinó que la respuesta de Israel ha sido más o menos correcta y sólo el 18% dijo
que no ha ido lo suficientemente lejos.

La situación se complica por el interés de los estadounidenses en equilibrar varios objetivos de política exterior. Alrededor de 6 de cada 10 creen que es extremadamente importante o muy importante que Estados Unidos ayude a recuperar a los rehenes retenidos por Hamás en Gaza, mientras que aproximadamente la mitad dijo que es preciso evitar daños a los civiles palestinos o
proporcionar ayuda humanitaria en el territorio.

Entre tanto, según una nueva encuesta de The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research dada a conocer el domingo 5, el 50% de los demócratas aprueba la forma en que Biden ha gestionado el conflicto, mientras que el 46% la desaprueba y los dos grupos divergen sustancialmente en sus opiniones sobre el apoyo de Estados Unidos a Israel. El apoyo de los demócratas a Biden en esta cuestión ha descendido ligeramente desde agosto, cuando una encuesta de AP-NORC reveló que el 57% de los demócratas aprobaba su gestión del conflicto y el 40% la desaprobaba.

La división entre los demócratas se manifiesta también en la Cámara de Representantes. Más de 20 representantes de ese partido votaron el martes 7 a favor de censurar a la representante Rashida Tlaib, la única estadounidense de origen palestino en el Congreso, por sus críticas a Israel y por haber dicho que quiere un alto el fuego en Gaza y haber pedido una “coexistencia
pacífica” entre israelíes y palestinos.

Manifestantes propalestinos piden el alto el fuego Foto AFP
Manifestantes propalestinos piden el alto el fuego / Foto: AFP.

Mientras tanto, las protestas contra la guerra se extienden por todo EE.UU. Manifestantes propalestinos ocuparon el jueves 9 el vestíbulo de The New York Times, exigiendo un alto el fuego inmediato en Gaza y acusando a los medios de comunicación de mostrar parcialidad hacia Israel en su cobertura de la guerra entre Israel y Hamás. Como casi todas las noches desde el 7 de
octubre, miles de personas marcharon anoche por el centro de Manhattan para protestar por los ataques de Israel contra Gaza.

Ya el sábado pasado decenas de miles de personas se congregaron en Washington, para exigir un alto el fuego en Gaza. Los manifestantes dirigieron su ira contra el presidente estadounidense, Joe Biden, acusándole de permitir el genocidio contra los palestinos. “Biden, Biden, you can’t hide; we charge you with genocide,” (“Biden, Biden, no podés esconderte; te acusamos de genocidio”), coreaban los movilizados.

A pesar de las negociaciones en curso, la guerra no tiene todavía visos de terminar y ya se van encendiendo las primeras luminarias para la campaña electoral 2024 que comienza oficialmente en enero próximo con las asambleas ciudadanas en Iowa. La cerrada toma de partido por Israel del Partido Republicano puede servirle para movilizar el voto cristiano sionista, pero no le
agregará nuevos votos en el resto de la población. Por su parte, la división entre los demócratas puede restar puntos a su partido, si no aparece en escena nuevamente Donald Trump y cimenta la unidad de la variopinta coalición hoy mayoritaria.

Si se llegara rápidamente a un cese del fuego en Gaza, muy probablemente el conflicto desaparecerá de las pantallas norteamericanas. Por el contrario, si los enfrentamientos en Asia Occidental se prolongan algunas semanas, influirán fuertemente en los debates políticos al comienzo de la campaña electoral. Con seguridad, la crisis política que sobrevendrá en Israel,
apenas callen las armas, echará una sombra muy pesada sobre la selección de prioridades en política exterior y éste no es un capítulo que vaya a terminar muy rápidamente. Viceversa, el curso de éstas dependerá de los avatares electorales en Washington. Estados Unidos e Israel están demasiado imbricados. como para que uno pueda estornudar sin que el otro se resfríe

FUENTE:

https://www.telam.com.ar/notas/202311/646209-la-guerra-en-asia-occidental-tambien-se-libra-en-eeuu.html