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¡¡ LA LUCHA GLOBAL ES ENTRE ATLANTISTAS Y CONTINENTALISTAS !! 

Lo afirma una vez más el director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, en su columna del Club de La Pluma, ante los interrogantes que se abren con las cumbres telefónicas de Putin y Trump, y de las que sobresale “el buen feeling” entre ellos. En tanto que considera que la guerra de Ucrania sigue y que no se va a detener sólo por dos conversaciones a distancia. Mientras que define a los Continentalistas como el “Triángulo de Hierro” entre Rusia, China e Irán -sólidamente aliados- más la posible incorporación de la India, mientras que el Atlantismo Occidental -radicalizado y en caótica desconexión- se atrinchera desesperado en Europa para continuar la guerra como sea, con unos líderes sin legitimidad, con personajes monstruosos como Zelensky y con una burócrata que nadie eligió, como Úrsula Von der Layen, que ha impuesto dictatorialmente un rearme de 80 mil millones de euros que liquidarán el “estado del bienestar”, que hundirán el avance tecnológico de los países miembros y todo ello, sin que Europa pueda llegar a ser una potencia militar global.

AUDIO:

En el audio también destaca que:

• Que Trump, con sus cabildeos, estaría haciendo un control de daños ante el evidente derrumbe del imperio estadounidense.

• Que se confirma el suicidio militar de Zelenski en Kurks, que es palmario que NO manda y SÍ obedece a Inglaterra y que ha tratado de “bastardear” las conversaciones de paz, atacando en simultáneo a instalaciones energéticas rusas.

• Qué Putin no aceptará fuerzas de la OTAN en Ucrania, como fantasea Francia y Reino Unido, y que no permitirá una agresión directa Irán, en tanto que se burló -con datos del PIB- de la debilidad económica del G7.

• Que es inmutable la alianza entre Rusia y China, a pesar de las de la prensa imperial, y que el Continentalismo crece regionalmente en África a pesar del terrorismo anglosajón y que hasta en América del Sur se “cuecen las habas” por el auge y éxito de los Brics.

• Que ésta locura belicista global fue instaurada tanto por los demócratas como por los republicanos estadounidenses, con la complicidad de Europa, para intentar mantener inútilmente la hegemonía anglosajona, cuya debacle comenzó en el 2005.

Y reflexiona con que en estos tiempos borrascosos de niebla guerrera, hay que entender al mundo desde la realidad geográfica -como lo establece la ciencia de la geopolítica- y más en ésta transición histórica con cambios tectónicos, en que el ejemplo del desarrollo imparable de nueva Ruta de La Seda confirma el liderazgo global asiático, el del  Sur Global y el los BRICS hacia un nuevo mundo multipolar, a pesar del belicismo, del terrorismo y de la desestabilización desesperada impuesta por Imperio Atlantista que naufraga en sus propias aguas. 

Eduardo Bonugli (Madrid, (23/03/25)

La Ruta de la seda terrestre y maritima para salir del encierro que durante siglos impusieron los Atlantistas (G7) a los Continentalistas BRICS+

Por Michael Roberts Then Extrecession, Traducido para el CEPRID por María Valdés

Ucrania: un desastre humano

Se cumple el tercer año de la guerra entre Ucrania y Rusia. Después de tres años de guerra, la invasión rusa de Ucrania ha causado pérdidas asombrosas al pueblo y la economía de Ucrania. Hay varias estimaciones del número de civiles y militares ucranianos (muertos más heridos): 46.000 civiles y tal vez 500.000 soldados. Las bajas militares rusas son aproximadamente las mismas. Millones han huido al extranjero y muchos más millones han sido desplazados de sus hogares dentro de Ucrania. Una evaluación confidencial ucraniana a principios de 2024, publicada por el Wall Street Journal, situó las pérdidas de tropas ucranianas en 80.000 muertos y 400.000 heridos. Según cifras del gobierno, en la primera mitad de 2024, murió en Ucrania tres veces más personas de las que nacieron, informó el WSJ. En el último año, las pérdidas ucranianas han sido cinco veces mayores que las de Rusia, y Kiev pierde al menos 50.000 militares al mes.

El PIB de Ucrania ha caído un 25% y otros 7,1 millones de ucranianos viven ahora en la pobreza.

El daño que sufren quienes se quedan en Ucrania es inmenso. Las pérdidas de aprendizaje de los niños ucranianos son especialmente preocupantes: Ucrania acabará con incorporaciones de menor calidad a su fuerza laboral debido a las interrupciones en el proceso de aprendizaje causadas por la guerra (y antes de eso, por la COVID-19). Se estima que estas pérdidas ascienden a unos 90.000 millones de dólares, o casi tanto como las pérdidas de capital físico hasta la fecha. Los estudios también muestran que una guerra durante los primeros cinco años de vida de una persona se asocia con una disminución de alrededor del 10% en los puntajes de salud mental cuando tiene entre 60 y 70 años. El problema no son solo las bajas de guerra y la economía, sino también el daño a largo plazo para los ucranianos que se quedan.

A pesar de la guerra, el año pasado se produjo una modesta recuperación económica. Las exportaciones de energía aumentaron bruscamente. Los puertos de Ucrania en el Mar Negro siguen funcionando y el comercio fluye hacia el oeste a lo largo del Danubio y, en menor medida, por tren. Mientras tanto, la agricultura se ha recuperado. Aun así, la fabricación de hierro y acero sigue siendo una fracción de su nivel anterior a la guerra: de 1,5 millones de toneladas mensuales antes de la guerra a sólo 0,6 millones mensuales.

Pero Ucrania carece de mano de obra apta para producir o ir a la guerra. La tasa de desempleo en Ucrania fue del 16,8% en enero, pero aún así sigue habiendo escasez de trabajadores porque los trabajadores cualificados han abandonado el país y la mayoría de los demás han sido movilizados en las fuerzas armadas. La situación es tan mala que se ha hablado de movilizar a los jóvenes de entre 18 y 25 años que actualmente están exentos, pero esto es muy impopular y reduciría aún más el empleo civil.

Ucrania sigue dependiendo totalmente del apoyo de Occidente. Necesita al menos 40.000 millones de dólares al año para mantener los servicios públicos, apoyar a su población y mantener la producción. Depende de la UE para esa financiación civil, mientras que depende de los EE.UU. para toda su financiación militar: una «división del trabajo» directa. Además, el FMI y el Banco Mundial han ofrecido asistencia monetaria, pero, en este caso, Ucrania tiene que demostrar que tiene «sostenibilidad», es decir, que es capaz de devolver en algún momento los préstamos. De modo que si los préstamos bilaterales de los EE.UU. y los países de la UE (y se trata principalmente de préstamos, no de ayuda directa) no se materializan, el FMI no puede ampliar su programa de préstamos.

Esto nos lleva de nuevo a lo que sucederá con la economía de Ucrania, si y cuando la guerra con Rusia llegue a su fin. Según la última estimación del Banco Mundial, Ucrania necesitará 486.000 millones de dólares en los próximos diez años para recuperarse y reconstruirse, suponiendo que la guerra termine este año. Eso es casi tres veces su PIB actual. Los daños directos de la guerra ya han alcanzado casi los 152.000 millones de dólares, con cerca de 2 millones de viviendas –alrededor del 10% del parque total de viviendas de Ucrania– dañadas o destruidas, así como 8.400 kilómetros de autopistas, carreteras y otras carreteras nacionales, y casi 300 puentes. Alrededor de 5,9 millones de ucranianos permanecieron desplazados fuera del país y los desplazados internos ascendieron a unos 3,7 millones.

Lo que queda de los recursos de Ucrania (los que no se anexionó Rusia) se ha vendido a empresas occidentales. En total, el 28% de las tierras cultivables de Ucrania está ahora en manos de una mezcla de oligarcas ucranianos, corporaciones europeas y norteamericanas, así como del fondo soberano de riqueza de Arabia Saudita. Nestlé ha invertido 46 millones de dólares en una nueva instalación en la región occidental de Volyn, mientras que el gigante alemán de medicamentos y pesticidas Bayer planea invertir 60 millones de euros en la producción de semillas de maíz en la región central de Zhytomyr. MHP, la mayor empresa avícola de Ucrania, es propiedad de un ex asesor del presidente ucraniano Poroshenko. MHP ha recibido más de una quinta parte de todos los préstamos del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) en los últimos dos años. MHP emplea a 28.000 personas y controla alrededor de 360.000 hectáreas de tierra en Ucrania, una superficie mayor que Luxemburgo, miembro de la UE.

El gobierno ucraniano está comprometido con una solución de «libre mercado» para la economía de posguerra que incluiría nuevas rondas de desregulación del mercado laboral por debajo incluso de los estándares laborales mínimos de la UE, es decir, condiciones de explotación laboral; y recortes en los impuestos corporativos y sobre la renta hasta el hueso; junto con la privatización total de los activos estatales restantes. Sin embargo, las presiones de una economía de guerra han obligado al gobierno a dejar estas políticas en un segundo plano por ahora, con las demandas militares dominando.

El objetivo del gobierno de Ucrania, la UE, el gobierno de los EE.UU., las agencias multilaterales y las instituciones financieras estadounidenses que ahora se encargan de recaudar fondos y asignarlos a la reconstrucción es restaurar la economía ucraniana como una especie de zona económica especial, con dinero público para cubrir las posibles pérdidas del capital privado. Ucrania también quedará libre de sindicatos, regímenes y regulaciones fiscales severas para las empresas y cualquier otro obstáculo importante a las inversiones rentables del capital occidental en alianza con los antiguos oligarcas ucranianos.

Fuentes ucranianas estiman que el coste de restaurar la infraestructura (financiación del esfuerzo bélico (municiones, armas, etc.), pérdidas de viviendas, bienes raíces comerciales, compensaciones por muerte y lesiones, costos de reasentamiento, apoyo a la renta, etc.) y pérdida de ingresos actuales y futuros ascenderá a 1 billón de dólares, o seis años del PIB anual anterior de Ucrania. Eso es aproximadamente el 2,0% del PIB de la UE por año o el 1,5% del PIB del G7 durante seis años. Para finales de esta década, incluso si la reconstrucción va bien y suponiendo que se restablezcan todos los recursos de la Ucrania de antes de la guerra (es decir, la industria y los minerales del este de Ucrania están en manos de Rusia), entonces la economía todavía estaría un 15% por debajo de su nivel anterior a la guerra. Si no, la recuperación será aún más larga.

Rusia: la economía de guerra

La invasión rusa de Ucrania a principios de 2022 para apoderarse de las cuatro provincias de habla rusa del Donbass, en el este de Ucrania, ha dado irónicamente un impulso a la economía. En 2023, el crecimiento del PIB real fue del 3,6% y de más del 3% en 2024. La economía de guerra de Rusia se mantiene.

En los últimos tres años de guerra, Rusia ha logrado sortear las sanciones, al tiempo que invierte casi un tercio de su presupuesto en gastos de defensa. También ha podido aumentar el comercio con China y vender su petróleo a nuevos mercados, en parte utilizando una flota paralela de petroleros para eludir el límite de precios que los países occidentales esperaban que redujera el tesoro de guerra del país. La mitad de su petróleo y petróleo se exportó a China en 2023. Se convirtió en el principal proveedor de petróleo de China. Las importaciones chinas a Rusia han aumentado más del 60% desde el comienzo de la guerra, ya que el país ha podido suministrar a Rusia un flujo constante de bienes, incluidos automóviles y dispositivos electrónicos, llenando el vacío de las importaciones de bienes occidentales perdidas. El comercio entre Rusia y China alcanzó los 240.000 millones de dólares en 2023, un aumento de más del 64% desde 2021, antes de la guerra.

Sin embargo, la guerra ha intensificado la grave escasez de mano de obra. Al igual que Ucrania, Rusia sufre ahora una desesperada escasez de personal, aunque por razones diferentes. Incluso antes de la guerra, la fuerza laboral rusa se estaba reduciendo debido a causas demográficas naturales. Luego, al comienzo de la guerra en 2022, alrededor de tres cuartos de millón de trabajadores rusos y extranjeros, la clase media en TI, finanzas y gestión, abandonaron el país. Mientras tanto, el ejército ruso está reclutando a decenas de miles de hombres en edad de trabajar. Entre 10.000 y 30.000 trabajadores se unen al ejército cada mes, alrededor del 0,5 por ciento de la oferta total. Eso ha beneficiado a los trabajadores rusos que no están en las fuerzas armadas y tienen seguridad en el empleo, ya que los gerentes se muestran reacios a despedir a nadie.

Los salarios han aumentado en dos dígitos, la pobreza y el desempleo están en mínimos históricos. En los últimos tres trimestres, los salarios de los trabajadores con ingresos más bajos del país han aumentado más rápido que en cualquier otro segmento de la sociedad, registrando una tasa de crecimiento anual de alrededor del 20%. El gobierno está gastando masivamente en apoyo social para las familias, aumentos de pensiones, subsidios hipotecarios y compensaciones para los familiares de los que sirven en el ejército.

Pero la inflación se ha disparado y el rublo se ha depreciado significativamente frente al dólar, obligando al banco central ruso a elevar su tasa de interés a más del 20%.

Una economía de guerra significa que el Estado interviene e incluso anula la toma de decisiones del sector capitalista en beneficio del esfuerzo bélico nacional. La inversión estatal reemplaza a la inversión privada. Irónicamente, en el caso de Rusia esto se ha acelerado por la retirada de las empresas occidentales de los mercados rusos y por las sanciones. El Estado ruso ha absorbido entidades extranjeras y/o las ha revendido a capitalistas rusos comprometidos con el esfuerzo bélico.

El gasto en nuevas construcciones, equipos de alta tecnología y nuevos equipos alcanzó un máximo de 12 años de 14,4 billones de rublos (136.400 millones de dólares), un 10 por ciento más que el año anterior. La tasa de crecimiento de la inversión superó la tasa de crecimiento del PIB por un margen más amplio que en cualquier otro momento de los 15 años anteriores, según el Centro de Análisis Macroeconómico y Pronósticos a Corto Plazo con sede en Moscú.

Los principales destinos de las inversiones, hasta ahora inéditas, del país son la sustitución de importaciones, la infraestructura en el este y la producción militar. La ingeniería mecánica, que incluye la fabricación de productos metálicos terminados (armas), ordenadores, óptica y electrónica y equipos eléctricos, es uno de los sectores de mayor crecimiento de las inversiones.

Muchos economistas occidentales pronostican un colapso de la economía rusa, como lo vienen afirmando desde hace tres años. La aguda escasez de mano de obra, la inflación persistente y creciente causada por el aumento del gasto militar y las sanciones cada vez más severas provocarán, según se afirma, una crisis económica que obligará a Moscú a abandonar sus objetivos en Ucrania y a poner fin a la guerra en términos más aceptables para Kiev y sus aliados.

Muchos analistas han atribuido estas señales de sobrecalentamiento al elevado gasto en la guerra en Ucrania, señalando un gasto militar récord que se espera que haya alcanzado más del 7% del PIB en 2024. Como se espera que el gasto en defensa aumente casi un 25% este año, lo que representa alrededor del 40% del gasto del gobierno federal, algunos han planteado la posibilidad de que Rusia caiga en una «estanflación», que combina una alta inflación con un crecimiento bajo o nulo.

Pero a pesar de librar la guerra más intensa en Europa desde 1945, Moscú ha logrado financiarla con modestos déficits presupuestarios de entre el 1,5 y el 2,9% del PIB desde 2022. Como resultado, el Kremlin apenas ha tenido que endeudarse para financiar la guerra. Los ingresos fiscales generados por la actividad interna se han disparado desde que comenzó la guerra. Con alrededor del 15% del PIB, Rusia tiene la relación deuda estatal/PIB más baja de las economías del G20. Por lo tanto, a pesar de estar aislada de la mayoría de las fuentes externas de capital, Rusia sigue siendo más que capaz de financiar la inversión interna y el gasto público con sus propios recursos.

En los últimos dos años, Rusia ha registrado un superávit en su cuenta corriente de alrededor del 2,5% del PIB. Mientras Rusia pueda seguir exportando grandes volúmenes de petróleo, es poco probable que esto cambie. Los ingresos de Rusia por petróleo y gas aumentaron un 26% el año pasado hasta los 108.000 millones de dólares, incluso cuando la producción diaria de condensado de petróleo y gas disminuyó en 2024 en un 2,8%, según funcionarios del gobierno ruso citados por Reuters. A pesar de seguir siendo el país más sancionado del mundo en 2024, Rusia exportó un récord de 33,6 millones de toneladas de gas natural licuado (GNL) ese año, lo que supone un aumento del 4% respecto al año anterior.

El Instituto de Finanzas Internacionales (IIF) ha pronosticado una disminución del precio de equilibrio fiscal del petróleo (la cantidad necesaria para equilibrar el gasto presupuestario) de Rusia a 77 dólares por barril para 2025, respaldada por una recuperación de los ingresos del petróleo y el gas. Al mismo tiempo, el precio de equilibrio externo del petróleo (el precio necesario para equilibrar la cuenta corriente externa), de 41 dólares por barril, es el segundo más bajo entre los principales exportadores de hidrocarburos. Eso significa que el precio actual del petróleo de los Urales supera con creces esos puntos de equilibrio.

Pero ninguna de estas inversiones en «economía de guerra» apoyará el crecimiento de la productividad de Rusia a largo plazo. La economía de guerra de Rusia volverá a la acumulación capitalista cuando termine la guerra. Y la economía rusa sigue estando fundamentalmente vinculada a los recursos naturales. Depende de la extracción más que de la fabricación. La producción bélica es básicamente improductiva para la acumulación de capital a largo plazo. Rusia sigue estando tecnológicamente atrasada y depende de las importaciones de alta tecnología. Incluso con estímulos fiscales masivos, todavía no ha producido tecnologías aptas para un mercado de exportación competitivo más allá de las armas y la energía nuclear, con las primeras ya aprobadas y la segunda a punto de serlo. Rusia no es un actor sustancial en ninguna de las tecnologías de vanguardia, desde la inteligencia artificial hasta la biotecnología.

La crisis demográfica, la calidad cada vez menor de la educación universitaria, la ruptura de los vínculos con las escuelas internacionales y la fuga de cerebros exacerban estos problemas. Es probable que la brecha tecnológica se amplíe, y Rusia dependerá cada vez más de las importaciones chinas y de la ingeniería inversa (copia). El crecimiento potencial del PIB real de Rusia probablemente no supere el 1,5% anual, ya que el crecimiento está limitado por el envejecimiento y la disminución de la población y las bajas tasas de inversión y productividad.

La economía de guerra rusa está bien situada para continuar la guerra durante varios años más si es necesario, pero cuando la guerra termine, Putin puede enfrentarse a una caída significativa de la producción y el empleo. El mensaje subyacente es que la debilidad de la inversión, la productividad y la rentabilidad del capital ruso, incluso excluyendo las sanciones, significa que Rusia seguirá siendo económicamente débil durante el resto de esta década.

El presidente Trump ha declarado que busca un acuerdo de paz mediante negociaciones directas con Rusia, lo que significaría el fin del apoyo financiero y militar de Estados Unidos a Ucrania. Los actuales dirigentes ucranianos se oponen a cualquier acuerdo que suponga la pérdida de territorio y cualquier veto a la futura adhesión a la OTAN. Los dirigentes europeos han declarado que respaldarán a Ucrania y seguirán financiando la guerra y proporcionando apoyo militar.

Trump quiere recuperar lo que el gobierno estadounidense ha gastado hasta ahora en Ucrania, así como garantías para futuros gastos destinados a reconstruir la economía. Se ha quejado de las enormes transferencias de fondos a Ucrania sin justificar. Esto es una desinformación. La mayor parte de los fondos que Estados Unidos asignó a Ucrania se quedaron en el país para financiar la base industrial de defensa nacional y reponer los arsenales estadounidenses. Los fabricantes de armas estadounidenses están obteniendo enormes beneficios de esta guerra.

Ahora Trump exige que Ucrania ceda a Estados Unidos el 50% de sus derechos sobre los minerales de «tierras raras» a cambio de que entregue los 500.000 millones de dólares necesarios para la reconstrucción de posguerra. Trump: «Quiero que nos den algo por todo el dinero que hemos aportado y voy a intentar que se resuelva la guerra y que se acabe con toda esa muerte. Pedimos tierras raras y petróleo, todo lo que podamos conseguir». Como dijo el senador estadounidense Lindsey Graham: «Esta guerra es por dinero… El país más rico de toda Europa en minerales de tierras raras es Ucrania, con un valor de entre dos y siete billones de dólares... Así que Donald Trump va a hacer un trato para recuperar nuestro dinero, para enriquecernos con minerales raros…» El problema es que aproximadamente la mitad de estos depósitos (con un valor de entre 10 y 12 billones de dólares) se encuentran en zonas controladas por Rusia.

Todo esto es sólo otro indicio de que los activos de Ucrania van a ser repartidos por las potencias occidentales. El mes pasado, el presidente ucraniano Zelenskyy firmó una nueva ley que amplía la privatización de los bancos estatales en el país. Esto sigue al anuncio del gobierno ucraniano en julio de su programa «Privatización a Gran Escala 2024», que pretende impulsar la inversión extranjera en el país y recaudar dinero para el atribulado presupuesto nacional de Ucrania. Entre los grandes activos que se prevé privatizar actualmente se encuentran el mayor productor de mineral de titanio del país, un productor líder de productos de hormigón y una planta de minería y procesamiento. Ucrania previó privatizar las aproximadamente 3.500 empresas estatales del país en una ley de 2018, que decía que los ciudadanos y las empresas extranjeras podrían convertirse en propietarios. Cientos de empresas de menor escala están siendo privatizadas ahora, generando ingresos de 9.600 millones de UAH (181 millones de libras esterlinas) en los últimos dos años. Se trata de un subprograma de siete años denominado SOERA (actividad de reforma de las empresas estatales en Ucrania), financiado por USAID y con el Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino Unido como socio menor. SOERA trabaja para “promover la privatización de determinadas empresas estatales y desarrollar un modelo de gestión estratégica para aquellas que permanezcan en propiedad estatal”.

El capital británico también se está relamiendo. Documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores británico publicados recientemente señalan que la guerra ofrece “oportunidades” para que Ucrania implemente “algunas reformas de enorme importancia”. “El Reino Unido espera que las empresas británicas obtengan beneficios de la reconstrucción de Ucrania”, observa un informe sobre la ayuda británica a Ucrania elaborado a principios de este año por el organismo de control de la ayuda, ICAI.

La invasión de Putin ha llevado al pueblo ucraniano a manos de un gobierno pro libre mercado y antilaboral que permitirá al capital occidental apoderarse de los activos de Ucrania y explotar su reducida fuerza laboral. Tal vez eso era inevitable: de los oligarcas prorrusos y prooccidentales de antes de la guerra, al capital occidental de ahora.

La guerra no sólo ha destruido a Ucrania, sino que ha debilitado gravemente la economía europea, ya que los costes de producción se han disparado con la pérdida de las importaciones de energía barata de Rusia. Pero parece que los líderes europeos quieren continuar la guerra incluso si Trump se retira. Están luchando desesperadamente por conseguir fondos para hacerlo y para proporcionar más ayuda militar al asediado gobierno ucraniano. Algunos líderes están proponiendo enviar tropas a Ucrania. Así que «guerra, no paz».

Igual de mala es la decisión de la OTAN y de los principales líderes de Europa de duplicar el gasto en defensa, que para finales de la década representa un promedio del 1,9% del PIB, supuestamente para resistir los inminentes ataques rusos si Putin logra la paz este año. Esta decisión se justifica de forma ridícula con el argumento de que el gasto en “defensa” “es el mayor beneficio público de todos” ( Bronwen Maddox, directora de Chatham House, el “think-tank” de relaciones internacionales que principalmente presenta las opiniones del estado militar británico). Maddox concluyó que: “el Reino Unido puede tener que endeudarse más para pagar el gasto en defensa que necesita tan urgentemente. En el próximo año y más allá, los políticos tendrán que prepararse para recuperar dinero mediante recortes a los beneficios por enfermedad, las pensiones y la atención médica… Al final, los políticos tendrán que persuadir a los votantes para que renuncien a parte de sus beneficios para pagar la defensa”. El mismo mensaje nos llega del líder del partido ganador en las elecciones alemanas.

Esto significará una enorme desviación de las inversiones en servicios y prestaciones públicas muy necesarios y en inversiones tecnológicas hacia una producción de armas improductiva y destructiva, lo que genera una enorme incertidumbre sobre el futuro de Europa como entidad económica líder durante el resto de esta década y más allá.

FUENTE CEPRID https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2963

Wang Wen Universidad china de Renmin en Guancha

El segundo mandato de Donald Trump puede no ser del todo malo para todos los países, especialmente para China. Según muchos internautas chinos, las políticas de Trump han fortalecido inadvertidamente a su país. Por esta razón, el lema de “ Chuan Jianguo ”, que significa “ Hacer grande a China ”, se ha vuelto popular .

El primer mandato de Trump contribuyó al ascenso de China de al menos tres maneras importantes.

En primer lugar, para muchos chinos, su presidencia ha destrozado la imagen de Estados Unidos como modelo de democracia, revelando el caos político y las profundas divisiones sociales del país. Durante décadas, algunos chinos habían idealizado a Estados Unidos como un “ país hermoso ” (la traducción literal del nombre chino para Estados Unidos). Sin embargo, las acciones de Trump han proporcionado lo que algunos describen como una “ lección política ”, transformando las percepciones y fomentando una mayor apreciación por la estabilidad y la gobernanza de China.

En segundo lugar, Trump ha ayudado a acelerar el impulso de China hacia la independencia tecnológica. Hace más de 20 años, el gobierno chino comenzó a promover la innovación en ciencia y tecnología, aunque muchos creían que no había límites en este campo.

Solo con eventos como el arresto de la directora financiera de Huawei, Meng Wanzhou, en 2018, y la represión a las empresas tecnológicas chinas, el país decidió involucrarse plenamente en la innovación. En 2024, China alcanzó hitos importantes en independencia tecnológica, con avances en la fabricación de semiconductores. Este cambio se puso de relieve por las exportaciones récord de chips en 2024, que superaron los 159 mil millones de dólares, duplicando las cifras de 2018.

En tercer lugar, la guerra comercial de Trump con China ha provocado una rápida reestructuración del comercio global, lo que ha llevado a más chinos a reconocer que el mundo es mucho más grande que Estados Unidos. A través de iniciativas como la Iniciativa del Cinturón y la Ruta, China ha fortalecido sus relaciones con las naciones del Sur Global. Entre 2018 y 2024, el comercio con estos países aumentó más de un 40%, mientras que la dependencia comercial de China respecto de Estados Unidos cayó del 17% al 11%.

En retrospectiva, la experiencia combinada del primer mandato de Trump y las políticas de contención de China de Biden durante los últimos ocho años han fortalecido la posición de China en el mediano plazo .

Desde una perspectiva a largo plazo, China ha obtenido una ventaja psicológica estratégica para lidiar con un posible Trump 2.0.

Los medios de comunicación y los centros de estudios chinos han reaccionado a la posibilidad de un regreso de Trump con relativa calma, en comparación con la creciente ansiedad en Europa y Canadá. Beijing parece confiado, ya que enfrentó guerras comerciales y bloqueos tecnológicos durante el primer mandato de Trump.

China no provocará activamente a Trump 2.0, pero si continúan las políticas agresivas de Estados Unidos, como las guerras comerciales o las restricciones tecnológicas, China responderá con contramedidas calculadas y, en última instancia, emergerá aún más fuerte.

El 7 de enero de 2025, tanto China como Estados Unidos enfrentaron desastres naturales. Un terremoto de magnitud 6,8 ​​sacudió el condado de Dingri, en el Tíbet, mientras un gran incendio arrasó Los Ángeles.

En el Tíbet, las autoridades chinas pasaron rápidamente de la fase de emergencia a la fase de recuperación, reubicando a 50.000 residentes en un solo día. Mientras tanto, el incendio en Los Ángeles ardió más de 10 días, exacerbado por conflictos políticos y mala gestión.

La rápida respuesta de China al terremoto, que pasó del socorro al reasentamiento, contrastó marcadamente con la prolongada crisis en Los Ángeles, donde los líderes políticos intercambiaron acusaciones mientras los incendios causaban más estragos que los ataques del 11 de septiembre. Estas respuestas contradictorias ponen de relieve las debilidades de la gestión de crisis y la gobernanza en Estados Unidos.

Mientras gran parte del mundo no occidental permanece relativamente en calma, el neofascismo al estilo de Trump está causando pánico al otro lado del Atlántico, especialmente en Europa y Canadá. Ahora están surgiendo preguntas en los niveles más altos de la diplomacia internacional: ¿Dinamarca perderá Groenlandia? ¿Perderá la OTAN el apoyo militar de EE.UU.? ¿Se convertirá Canadá en el estado número 51? Estos conceptos, antes considerados absurdos, ahora se discuten abiertamente.

Para muchos en China, es poco probable que el impacto global de Trump 2.0 supere al de Trump 1.0. De hecho, para 2025, muchos en los países no occidentales creen que Trump 2.0 se centrará principalmente en los asuntos internos, con turbulencias ocasionales entre los aliados occidentales. Los observadores no occidentales saben bien que Trump 2.0 no pondrá fin a la guerra entre Rusia y Ucrania en un día. No resolverá el conflicto israelí-palestino a corto plazo. Los aranceles del 60% no impedirán el crecimiento del comercio a largo plazo de China. No detendrá, ni puede detener, el continuo ascenso de China.

Es probable que Trump 2.0 continúe retirándose de los acuerdos internacionales, incluidos el clima y la Organización Mundial del Comercio. ¿El resultado? La desintegración gradual de la hegemonía global de Estados Unidos.

Si esta tendencia continúa, Trump 2.0 podría empujar a Estados Unidos hacia el estatus de potencia regional, adoptando el aislacionismo.

Independientemente de la escala del impacto de Trump (ya sean guerras comerciales, conflictos tecnológicos o retiros de tratados), China está bien preparada para lo peor. Como lo ha hecho en el pasado, China tiene la capacidad de convertir los desafíos en oportunidades.

En 2028, el pueblo chino tendrá más confianza que nunca para decir: “Gracias, Trump”.

Wang Wen, Universidad china de Renmin en Guancha: «Si a China se le permite liderar la cuarta revolución tecnológica, esto sin duda significará el declive oficial de la civilización occidental».

Confluencia entre liderazgo tecnológico y poder mundial en el Mundo Moderno

Síntesis de la disertación del Director de Dossier Geopolitico, en la CGT Historia de Córdoba sobre el Conflicto de Europa del este Guerra de la OTAN vs Fed. Rusa, desarrollado en el Taller de Actualidad Internacional, juntos a destacados disertantes de Córdoba y nacionales organizado por el Ateneo del Pensamiento Peronista -APP- el dia 13 de Marzo del 2025

Tema de Carlos Pereyra Mele: Guerra entre Rusia, la OTAN y Ucrania.

Cuando la Unión Soviética se disolvió en 1991, se firmó un acuerdo entre Mijail Gorvachov y George Bush que establecía la obligación para la OTAN de no expandirse más al este.

En 1994, Clinton decidió unilateralmente desechar ese acuerdo de no expansión de la OTAN, y en 1999 la OTAN se expandió a Hungría, Polonia y República Checa.

La Rusia de Boris Yeltsin protestó formalmente pero nadie en Occidente reparó en la violación del acuerdo, y Rusia no quiso escalar bélicamente porque esos países están lejos de la frontera rusa.

Luego en 2004 la OTAN siguió expandiéndose violando el acuerdo de 1994, incorporando a Estonia, Letonia, Lituania, Bulgaria, Rumania, Eslovenia y Eslovaquia.

Empezó la reacción Rusia: En 2007 Putin dijo «basta, paren, suficiente», pero la diplomacia de Occidente decidió ignorar.

Luego en 2008 la OTAN decidió iniciar las tratadistas para la incorporación de Ucrania y Georgia, países limítrofes con Rusia.

Rusia volvió a protestar formalmente señalando que si ellos decidieron tener bases en Canadá o México, EEUU iniciaría una guerra inmediatamente. Occidente siguió ignorando.

Rusia decidió entonces declarar la guerra a Georgia por tal motivo (casus belli), como todos conocemos y Georgia quedó pulverizada. La guerra terminó con un cese al fuego impulsado por Rusia, que estableció una fuerza de paz mixta y dejó dividida a Osetia del Sur en dos autoridades rivales. Osetia del Sur se convierte de facto en independiente, pero internacionalmente reconocida como parte de Georgia.

En 2010 EEUU instaló misiles en Polonia y Rumania, violando de nuevo el acuerdo de 1994.

Ese mismo año 2010, el pueblo ucraniano eligió de Presidente a Viktor Yanukovic, bajo un programa de gobierno que prometía neutralidad entre Rusia y la OTAN.

En 2014 Rusia y Ucrania firmaron un acuerdo en que Rusia buscaba el arriendo de Sebastopol por 25 años. No había ninguna intención de anexar Crimea ni Donbas.

Pero en 2014 EEUU operó para derrocar a Yanukovic, evento probado con la famosa y escandalosa llamada que se filtró entre Victoria Nuland y el embajador americano en Ucrania, Geoffrey Pyatt.

Luego llegaron los Tratados de Minsk I y  Minsk II (este último estableció autonomía para las regiones rusoparlantes del este de Ucrania. Este acuerdo fue apoyado de forma unánime por el Consejo de Seguridad de la ONU.

Pero EEUU y la nueva Ucrania intervenida decidieron que no sería obligatorio 

Ucrania masacró a varios miles de ciudadanos rusoparlantes en el Donbass con Zelensky como autor intelectual y principal organizador de las riadas genocidas.

Luego en 2022 EEUU reclamó el derecho de poner misiles «dondequiera» en Ucrania, y Blinken le dijo a Lavrov que EEUU pondría sistemas de misiles en cualquier lugar de Europa y no solo en Ucrania.

Y ese fue el casus belli por el que Rusia decide declarar la guerra a Ucrania: hacer respetar la obligación de la OTAN de no expandirse al este. Ni más ni menos.

La intención de Putin con la guerra es detener el avance de la OTAN (obligada desde 1994 a no expandirse) y obligar a Zelensky a firmar la neutralidad.

Zelensky estaba listo al séptimo día de iniciada la guerra para firmar la neutralidad con Putin. Pero a último minuto Zelensky decidió declinar la firma por directa solicitud de Joe Biden.

La idea era incorporar a Ucrania, Rumania, Bulgaria, Turquía y Georgia en un anillo de bloqueo a Rusia al Mar Negro.

La guerra continúa hasta hoy. Y debido a la decisión de Biden y Zelensky, más de 1 millón de ucranianos han muerto en una guerra sin sentido.

Esta es toda la verdad histórica, ni más ni menos, de los acontecimientos entre Rusia, Ucrania y la OTAN. 

Y como vemos NO se trató de que NO se respetara las normas y las reglas, mas el derecho internacional, pero la angloesfera le importa poco y nada respetar esas posiciones y su alternativa es solo la guerra y el caos.

Todo lo demás es confusión instrumentada por analfabetos locuaces bien pagados (llamados periodistas especializados o Grupos de interés que usan sus ONGs o Think Tank para imponer un relato falso favorable a los agentes del atlantismo) y que con la censura mediática y de redes instaló férreamente  “democráticamente” La Unión Europea lo que hace que sus poblaciones no entienden una pizca de todo lo que pasa en esa zona del mundo y que consumen la amarga hiel de la propaganda belicista de la OTAN/UE y hasta Biden en EEUU se seguía con el libreto, sin mayor pensamiento crítico.  Hasta el reciente cambio en la administración de USA con Donald Trump, que pareciera encauzar el diálogo con las potencia y poner a EEUU en pie ante tanto deterioro causado por las administraciones demócratas y de las que él también ha tenido responsabilidad en su primer mandato, pronto veremos si esto se encamina a terminar con un Tratado de Paz concreto duradero o se transforma en un conflicto de largo tiempo 

Carlos Pereyra Mele Analista geopolitico

Director Dossier Geopolitico

por Thierry Meyssan

Desde hace un mes la acumulación de acontecimientos críticos alrededor de Estados Unidos, de Ucrania y de la Unión Europea está resultando cada vez más difícil de interpretar ya que cada una de las potencias implicadas trata de disimular sus cartas. Los dirigentes europeos asumen una posición aparentemente estúpida, asegurando que persisten en su apoyo a los nacionalistas integristas ucranianos mientras que los gobiernos de Estados Unidos y Rusia ya se han puesto de acuerdo sobre la necesidad de restaurar la paz. Pero es posible que las reuniones diplomáticas de muy alto nivel estén sirviendo para escamotear otro asunto: la prevención de una importante crisis económica en Occidente. En ese caso, Washington tiene que aterrorizar a sus aliados para obligarlos a asumir el peso de la deuda estadounidense.

La desdolarización –o sea, el hecho de prescindir del dólar estadounidense en los intercambios internacionales y circunscribir su uso únicamente al mercado interno de Estados Unidos– ha sido desde hace tiempo como el “abominable hombre de las nieves”, todo el mundo ha oído hablar de él… pero nadie está seguro de haberlo visto.

Pero, ante las medidas coercitivas unilaterales –las mal llamadas “sanciones” cuya aplicación Estados Unidos impuso a sus aliados para castigar a Irán y posteriormente a Rusia–, las autoridades rusas han creado un Sistema de Transferencia de Mensajes Financieros (SPFS), China estableció un Sistema de Pagos Interbancarios (CIPS) y la Unión Europea se dotó del Instrumento Europeo de Apoyo a los Intercambios Comerciales (INSTEX). ¿Resultado? El uso de dólar estadounidense ha perdido terreno, un 25%, en los intercambios internacionales.

Eso sucede mientras que la deuda pública de Estados Unidos se eleva en este momento a la astronómica suma de 34 000 millardos de dólares [1] y sólo una tercera parte de esa suma colosal está en manos de inversionistas extranjeros, según la publicación especializada Forbes [2]. Si ciertos acreedores de Estados Unidos, principalmente China y Arabia Saudita, exigieran el pago de lo que se les debe, eso desataría una crisis económica de proporciones similares, como mínimo, a la de 1929.

Son numerosos los economistas que regularmente advierten sobre esa posibilidad. Pero, según Jon Hartley, de la Hoover Institution, a pesar de esas advertencias los bancos centrales no han reducido el volumen de dólares acumulados en sus reservas de divisas desde el inicio del conflicto en Ucrania.

El 20 de febrero, una videoconferencia impartida por el analista Jim Bianco, y mencionada repetidamente por la agencia Bloomberg [3], sacó nuevamente a la luz esas inquietudes.

Según el analista Jim Bianco, la administración Trump sigue actualmente un plan que denomina “el Acuerdo Mar-a-Lago”. La administración Trump espera restructurar radicalmente la carga de la deuda estadounidense reorganizando el comercio mundial a través de los derechos de aduana o aranceles, devaluando el dólar y, a fin de cuentas, reduciendo el costo de su deuda. El objetivo de todo eso sería poner la industria estadounidense en igualdad de condiciones con las de sus competidores en todo el mundo.

El principio que implementa el “Acuerdo Mar-a-Lago” tiene que ver con un artículo de Stephen Miran, del Manhattan Institute [4] y es precisamente Miran la persona que el presidente Trump ha designado para presidir el Consejo de Asesores Económicos (CEA) de la Casa Blanca. El 22 de enero, el propio Donald Trump pronunció, por videoconferencia ante el Foro de Davos, un discurso que parece apuntar en ese sentido.

La denominación misma del “Acuerdo Mar-a-Lago” es una referencia al “Acuerdo del Plaza” de 1985, en el que Estados Unidos adoptó una política tendiente a reducir el valor del dólar para reactivar las exportaciones estadounidenses. En la práctica, debido al mal manejo de los mecanismos financieros, la reactivación de la economía de Estados Unidos provocó una grave recesión en Japón.

El 21 y el 22 de enero pasados, Donald Trump reunió a los ministros de Finanzas del G7 y los jefes de los bancos centrales en su residencia de Mar-a-Lago. Y parece que los recibió diciéndoles: «De aquí no sale nadie hasta que hayamos llegado a un acuerdo sobre el dólar.» [5] El acuerdo antes mencionado cuenta por consiguiente con la aprobación de los aliados de Washington.

La idea central sería que el Tesoro estadounidense emita obligaciones del Estado federal que no acumulen intereses (los llamados “cupones cero”), obligaciones que sólo podrían cambiarse por dinero al contado al cabo de 100 años. Washington debería obligar sus aliados a convertir sus préstamos –o sea, la deuda estadounidense– en “cupones cero”.

Si aceptamos como bueno este análisis, tenemos entonces que reinterpretar varias acciones del presidente Trump, como la cuestión de los aranceles o derechos de aduana y su decisión de crear un fondo soberano. Vistos desde ese ángulo, esos actos de la administración Trump parecen mucho menos erráticos de lo que dice la prensa internacional. De hecho, parecen más bien totalmente lógicos.

Eso nos lleva a plantear que Donald Trump está tratando de aplicar un control de daños ante el posible derrumbe económico del “imperio estadounidense” de Joe Biden. Trump estaría actuando de hecho como lo hicieron en su momento Yuri Andropov, Konstantin Chernenko y Mijaíl Gorbachov, quienes trataron de hacer un “control de daños” ante el derrumbe inminente del “imperio soviético” de Leonid Brejnev.

Si llamo la atención sobre esta hipótesis es sobre todo porque, en mi opinión, el golpe de Estado que tuvo lugar en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001 no tuvo otro objetivo que retardar el derrumbe ya previsible del “imperio estadounidense”. Las dos últimas décadas han sido sólo un plazo de gracia que, lejos de resolver el problema, lo ha hecho mucho más complejo.

Tratemos de recordar: en 1989 el ruso Mijaíl Gorbachov, primer secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética, decide reducir los gastos del Estado, corta brusca e implacablemente la ayuda a los aliados de la URSS y, de hecho, los deja libres. Al mismo tiempo, la población de Alemania oriental (la RDA) derriba el muro de Berlín, mientras que los polacos llevan miembros del sindicato Solidaridad al senado y a la cámara baja de su país. Esos cambios marcan el fin del imperialismo del ucraniano Leonid Brejnev, quien desde 1968 había impuesto a todos los aliados de la URSS la obligación de adoptar, defender y preservar el modelo económico de Moscú.

Lo que hoy estamos viendo es probablemente un proceso similar: Donald Trump, presidente de Estados Unidos, disuelve el “imperio estadounidense”, como trató de desmantelarlo en 2017 [6]. El 28 de julio de 2017, en los primeros días de su primer mandato presidencial, Donald Trump había reorganizado el Consejo de Seguridad Nacional sacando de ese órgano al director de la CIA y al jefe del Estado Mayor Conjunto. Aquella medida dio lugar a 3 semanas de batallas internas en Washington, que terminarían con la renuncia forzosa del consejero de seguridad nacional que Donald Trump acababa de nombrar, el general Michael Flynn. En aquel momento, el general Flint se apartó de la escena pública, pero después de un tiempo reanudó su actividad entre los seguidores de Donald Trump y actualmente organiza en Mar-a-Lago reuniones para los grupos opositores de los países aliados de Washington.

Esta vez, Donald Trump ha iniciado su mandato desviando prudentemente la atención de la opinión pública estadounidense hacia la eventual anexión de toda la plataforma continental norteamericana, desde Groenlandia hasta el Canal de Panamá, mientras trabaja para liquidar la guerra en Ucrania y desmantelar la Unión Europea.

Si mi hipótesis es justa, no hay que creer ni una palabra de las amenazas de anexión de territorios, como Canadá, y no creer tampoco que Estados Unidos retira sus tropas de Europa para enfrentarse a China. Tendríamos que admitir más bien que Washington abandona militarmente a sus “aliados” europeos. Puede verse, sin embargo, que mientras abandona a Alemania, Estados Unidos apuesta por Polonia para organizar Europa central, aunque sea a costa de permitir que los polacos anexen la Galitzia oriental –que hoy es parte de Ucrania.

También tendríamos que prepararnos a ser testigos de cómo Estados Unidos abandona a sus aliados del Medio Oriente, con excepción de Israel. Efectivamente, Washington acaba de reanudar el suministro de armamento a Israel y está iniciando contactos más o menos discretos con Irán a través de Rusia, mientras permite que Arabia Saudita y Turquía se repartan el Medio Oriente.

Volviendo a los últimos acontecimientos en Europa, la competición entre Francia y Reino Unido por liderear la defensa europea no debería verse quizás como una oposición a la paz en Ucrania. Francia y Reino Unido no tienen posibilidades reales de reemplazar el apoyo militar de Estados Unidos a Europa. Se trata más bien de determinar el papel que cada uno de esos dos países va a desempeñar en Europa.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, espera desarrollar su enfoque de una defensa europea basada en el arsenal nuclear francés, mientras que el primer ministro británico, Keir Starmer, trata de explotar la situación actual en provecho de Londres. El presidente Macron está consciente de que la Unión Europea, basada en el antiguo poderío económico de Alemania, está en vías de extinción y que el presidente estadounidense Donald Trump apuesta más bien por la “Iniciativa de los Tres Mares”, elaborada alrededor de Polonia. En respuesta, el presidente Macron podría reactivar el “Triángulo de Weimar” (Alemania-Francia-Polonia) para tratar de conservar al menos cierto margen de maniobra. Por su parte, partiendo del mismo análisis que Macron y teniendo en cuenta el retroceso de la OTAN, el primer ministro británico Starmer buscará mantener a Alemania lo más alejada posible de Rusia –exactamente la misma política exterior que Londres ha venido aplicando durante siglo y medio.

Observen ustedes que tanto los aliados europeos de Estados Unidos como China y Arabia Saudita probablemente verán como una estafa la propuesta de aceptar “cupones cero” en lugar del pago de la colosal deuda estadounidense. Rusia, por el contrario, debería respaldar a Estados Unidos en esa maniobra. En efecto, en el momento del desmantelamiento de la URSS, Rusia atravesó toda una década de recesión y de graves crisis internas, pero hoy necesita a Estados Unidos para no verse a solas con China.

ANEXOS

[1] 1 millardo = 1 000 millones

[2] “Why Trump’s ‘Mar-A-Lago Accord’ Would Financially Matter To You”, Erik Sherman, Forbes, 23 de febrero de 2025.

[3] “‘Mar-a-Lago Accord’ chatter is geting Wall Street attention”; “Jim Bianco on What a ‘Mar-a-Lago Accord’ could mean for the economy”, Tracy Alloway y Joe Wiesenthal, Bloomberg, 20 y 25 de febrero de 2025.

[4“A User’s Guide to Restructuring the Global Trading System”, Stephen Miran, Hudson Bay Capital, noviembre de 2025.

[5] «Et Donald Trump fit entrer Mar-a-Lago dans la légende du dollar» [En español, “Y Donald Trump hizo entrar Mar-a-Lago en la leyenda del dólar”], Nessim Ait-Kacimi, Les Échos, 25 de febrero de 2025.

[6] «Donald Trump disuelve la organización del imperialismo estadounidense», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 30 de enero de 2017

FUENTE RED VOLTAIRE: https://www.voltairenet.org/article221902.html

Las opiniones de los autores no representan necesariamente las de DOSSIER GEOPOLITICO

Por Alberto Cruz

CEPRID

La mal llamada Unión Europea, cada vez más desunida, es en estos momentos cualquier cosa menos “democrática”. Ya no esconde su miedo, ni sus filias neonazis, ni su deriva belicista con perogrulladas estériles como “los valores democráticos” y todas esas historias para niños tan habituales hasta hace nada. El plan de rearme que ha presentado la presidenta del Consejo Europeo de 800.000 millones de euros para “la defensa” indica que la población europea va a ser sacrificada en aras de la guerra y del lucro de los de siempre.

No es un decir, es una realidad porque lo primero que recoge ese plan es derogar el Plan de Estabilidad y Crecimiento, aprobado inicialmente en 1997 y cuya última modificación es de 2023, nunca implementado en su totalidad. Eso significa, lisa y claramente, la derogación oficial de la llamada «Europa social». Porque en el plan de Von der Leyen se prevé que 650.000 millones de esos 800.000 reclamados para armas salgan de ahí (1).

Durante años los plutócratas de Bruselas han impuesto políticas de austeridad draconianas, recortado servicios públicos, atención sanitaria, educación y bienestar, todo en nombre del sagrado equilibrio presupuestario. Destruyeron países como Grecia en ello (y la supuesta izquierda se dejó degollar en aras del altar de sacrificios europeo). Y ahora todas las restricciones, esas políticas de austeridad, no se van a aplicar para las armas pero se mantienen para todo lo demás, es decir, no habrá ninguna mejora en la vida de los pueblos europeos. Lo que sorprende es la nula oposición popular a ello. El nivel de sumisión de la población europea, con muy escasas excepciones que vienen más del espectro más derechista que de los supuestos progresistas. Vivir para ver.

Los datos sobre el declive inexorable europeo se multiplican, pero no hay reacción. Lo penúltimo es que la organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) acaba de publicar un estudio afirmando que «las sanciones contra Rusia provocarán un fuerte aumento del déficit de pescado en la UE por el aumento de precios y la grave escasez de productos pesqueros populares» (2). Porque el grado de estupidez de los “dirigentes” europeos llega hasta el extremo de que, como en Alemania, se imponen sanciones al abadejo (una especie de bacalao) y que se pesca sobre todo el aguas rusas. La rusofobia patológica de Europa se manifiesta en cosas como estas, sin sentido alguno: en Alemania es muy popular una comida de palitos de pescado (Alaskan saithe), de los que se consumen ni más ni menos que 5’2 millones de unidades diarias, cuya materia prima es el abadejo que se captura en aguas rusas desde hace mucho tiempo. Como esas aguas están cerca de Alaska, en Alemania decidieron evitar la referencia a Rusia y por eso lleva el nombre que lleva. Pero eso no cambia el origen.

Pues bien, los plutócratas europeos han vuelto a tomar psicotrópicos y, por iniciativa de Alemania, han decidió en 2023 incluir el abadejo en los paquetes de sanciones contra Rusia (y van 16 ya). El simple anuncio hizo que el precio de esta comida popular haya subido el 42%. Eso ya de por sí es grave, pero lo es más cómo ha repercutido no solo en la industria pesquera, como reconoce ahora el informe de la FAO, sino que está empezando a desaparecer de los mercados y del consumo popular. Añádase a eso la larga lista de empresas alemanas que están paradas o han quebrado: Agfa, Polaroid, Praktiker, Hertie, Karstadt, Kaufhof, KaDeWe, Body Shop, Woolwort, Varta. Eso por no hablar de la industria automovilística, toda en decadencia (incluso la hasta ahora intocable Mercedes Benz ha decidido despedir a 12.000 trabajadores, que se suman a los despidos en Volkswagen, en Audi, etc.), y la situación de toda Europa en el pelotón de cola de la manufactura industrial. Hoy día Alemania se sitúa en el puesto 32 del mundo en manufactura industrial, por debajo de países como Colombia, Indonesia, Tailandia, o Malasia.

No es el único país europeo que está tan abajo: solo hay dos países, España y Polonia, que superan la media mundial que se considera idóneo para el crecimiento de un país y que se sitúa en el índice 50. La media de la eurozona está en estos momentos en el 46 mientras que el país que lidera este índice, India, está en el 58.

Teniendo en cuenta estos datos, es curioso que la presidenta de la UE haya acudido recientemente a India a pedir que este país se sume a la campaña contra Rusia (27 y 28 de febrero). Formalmente la visita a India era para tratar de la posible firma de un acuerdo de libre comercio, el acceso de los productos europeos -que se enfrentan a unos aranceles altos impuestos por India para los automóviles y el vino, por ejemplo- y, lo más importante, que India colabore en las sanciones contra Rusia. Mostrando su nivel intelectual, Von der Leyen dijo que «la guerra de Rusia en Ucrania amenaza a la India no menos que a Europa». El nivel intelectual de la “dirigencia europea” no llega al nivel del asa de un cubo cuando dice esto habiendo sancionado a empresas indias “por intentar eludir las sanciones”. Colonialismo en estado puro.

Cuando India lidera estadísticas como la del sector manufacturero mientras la UE está hundida, decir esto es una perfecta estupidez que indica a todo el mundo el nivel intelectual que hay hoy en Europa. Sobre todo porque India ha demostrado en estos tres años que lleva el conflicto ucraniano, ese que da tanto miedo a los plutócratas, que los recursos energéticos rusos son vitales para ella. Justo lo contrario que han hecho los vasallos europeos, que han aceptado la presión de EEUU y se han desindustrializado.

Pensar el que el zombi en que se ha convertido ahora la Unión Europea puede presionar a India es de locos, pero este es el nivel, además de hacer una demostración práctica de una total ignorancia sobre India, una ignorancia colonial: el primer país que visitó Modi tras su reelección como presidente el año pasado fue a Rusia. Es más, en la respuesta oficial de India a la pretensión europea de que se sumase a las sanciones contra Rusia no deja lugar a la duda: “India no reconoce las sanciones y no tiene intención de cambiar su política. Las sanciones no son un método diplomático a menos que sean introducidas por las Naciones Unidas».

Es sangrante que mientras la ciudadanía europea se enfrenta a una crisis económica sin precedentes -de la que Alemania es el exponente más claro-, con una inflación galopante y un poder adquisitivo en caída libre, el zombi europeo hable tan alegremente de miles de millones para armas. Para armas, no para mantequilla. Y los llamados «socialdemócratas» europeos lo apoyan reforzando tal aberración con un llamamiento «Por una Europa libre y fuerte», mientras en el Estado español la gente de Sumar dice que cuestionar todo esto (el armamentismo, la OTAN y demás) es «un eslogan del siglo pasado».

¿Una Europa fuerte sin sanidad, sin educación, sin pensiones… sin europeos? Bueno, está bien. La pobreza, el desempleo, la crisis energética provocada por el abandono de las muy baratas fuentes energéticas rusas han surgido como las setas, o mejor, como pasa la luz por el cristal: sin tocarlo ni mancharlo.

Desde febrero de 2022 nos hemos desayunado, comido y cenado con que se nos decía que Putin se moría, que los soldados rusos robaban las lavadoras en el Donbás para recuperar los chips, que peleaban con palas y caballos, que tenían los calcetines agujereados, que se quedaban sin tanques y sin misiles y muchas cosas por el estilo y, pese a todo eso, son un peligro que nos amenaza por lo que hay que responder con 800.000 millones de euros en armas y evitar ese peligro.

El intento de recuperar protagonismo

Esto no es casual. Viene precedido de varios movimientos que indican cómo Europa tiene miedo a la irrelevancia y los plutócratas creen que así recuperarán protagonismo. Hace tiempo que está en la irrelevancia, como fiel vasallo de su señor estadounidense, pero desde la victoria de Trump en las elecciones de EEUU ese sentimiento ha aflorado sin traba alguna. Fue el esperpéntico Secretario General de la OTAN quien dijo por primera vez en diciembre del año pasado, que se gastaba mucho en pensiones, sanidad y bienestar social vario y que eso tenía que ir para la guerra. Cuando Trump, ya presidente, decidió iniciar conversaciones con Rusia para normalizar relaciones – la paz en Ucrania aún está muy lejos – Europa entró en pánico total y ha decidido dar el salto hacia el abismo.

Fue Gran Bretaña la que inició el movimiento convocando una reunión en Londres el día siguiente a la histórica reprimenda pública que sufrió Zelenski en EEUU. Una reunión grotesca donde se vio a un personaje como este flanqueado por los «líderes» de las potencias neocoloniales en decadencia vendiendo un circo de «lucha por la democracia y contra el totalitarismo». No era solo una reunión para apoyar a este sujeto, sino contra Trump. Estuvieron presentes presentes varios países europeos, pero contando con y actuando para los demócratas estadounidenses, para Soros, para los Rothschild, para los BlackRock. La convicción que existía hasta ese momento de que al zombi europeo le interesa provocar un conflicto a Trump alargando la guerra en Ucrania hasta 2026 para dar tiempo a que los demócratas recuperen el Congreso y el Senado en EEUU se convertía en certeza.

La actitud de Zelenski en la reunión con Trump solo podía tener una explicación: los países europeos (Francia, Gran Bretaña y Alemania, sobre todo) le habían convencido para que volase todos los puentes con Trump garantizándole protección dado que las visitas previas de Macron y Stramer a Trump no condujeron al objetivo principal: que EEUU proporcionase garantías de seguridad a las «fuerzas de paz» británico-francesas en Ucrania. En su loca cabeza, un hipotético ataque ruso a esas fuerzas obligaría a EEUU, como garante, a atacar a Rusia. Es más que probable que a eso fuera a lo que refería Trump cuando acusó a Zelenski de provocar la III Guerra Mundial. Trump será un bocazas, pero no es un imbécil. Y menos quienes le asesoran. De ahí también que Trump hubiese dicho, antes y después, que las «fuerzas de paz» son asunto de Europa.

Como mínimo, Macron y Starmer querían obligar a EEUU a interrumpir las negociaciones bilaterales con Rusia. Esa fue otra de las pretensiones de Zelenski en esa histórica reunión de la que salió vapuleado. No es casualidad que Trump se comunicara con Macron y Starmer de una manera manifiestamente poco ceremoniosa, especialmente a Macron, a quien no recibió sino que fue una empleada del servicio de protocolo. Y a Starmer le espetó, también públicamente, que si la valiente y audaz Gran Bretaña podría enfrentarse sola a Rusia.

Europa está al borde del abismo. Está haciendo lo posible y lo imposible para descarrillar cualquier acuerdo de paz, por lejana que esté, porque se ha convertido en un actor irrelevante, un extra en política internacional. Ya ni siquiera es un actor de reparto.

Porque es imposible no notar las contradicciones más obvias de todo este esperpento: Gran Bretaña, un país que ya no pertenece al zombi conocido como Unión Europea, ejerce como eje y mando de todo el resto de países europeos con ideas absurdas como crear una «tregua temporal» para salvar lo que queda del ejército neonazi, y luego bombear rápidamente armas al país mientras se celebran oficialmente «conversaciones de paz» y posicionar a sus escuálidos ejércitos en Ucrania en un intento de cambiar el equilibrio de poder sobre el terreno. Todo esto, no hace falta decirlo, se basa en la esperanza de que EEUU mantenga su compromiso de “cubrir” todo el escenario europeo con su fuerza nuclear.

Es un plan de niños o mejor, de locos, sin posibilidad alguna. Pero como son burros con anteojeras solo se ven a sí mismos y a su paranoia antirrusa. Están presos de sus propias narrativas sin ver que Rusia los ve y que no está jugando en una reunión de niños: justo cuando terminaba la reunión de Londres bombardeó un carguero que transportaba armas británicas desde Turquía.

Esto tiene que ver con la historieta de Macron, que intenta quitar protagonismo al británico Starmer, diciendo que «como primer paso hacia la paz tiene que haber una tregua en el aire, en el mar y en relación con la infraestructura energética». Da por hecho que los rusos son estúpidos y que van a renunciar a sus ventajas en el aire y en el mar, por donde llega una parte importante del suministro de armas a los neonazis, como ha quedado claro con este ataque. Y que la infraestructura energética no es vital para lo que queda de fuerza militar de los neonazis.

Por alguna razón que se me escapa, salvo que una tregua solo favorece a quien se retira, esto de la tregua no lo propuso Occidente cuando los rusos se retiraron de Jarkov y Jerson o en los primeros días de la «operación Kursk» (donde, por cierto, los rusos ya han recuperado el 75% del territorio que lograron ocupar los neonazis).

Europa sabe que su mundo, ese que manejaban (en lo que la dejaba EEUU) ya no existe. Ha sido cómplice de la expansión de la OTAN, lo que desencadenó el conflicto, ha sido cómplice de la enemistad con China (lo de los aranceles a los coches eléctricos ha sido la puntilla a la industria europea, como comentaba más arriba), ha apoyado el genocidio en Gaza, ha llevado a sus países a la recesión y todo por seguir como fiel vasallo a EEUU. Pero ahora EEUU está a otra cosa y Europa se ha quedado con el culo al aire. Y ha visto su desnudez y ha entrado en pánico.

Notas

(1) https://ec.europa.eu/commission/presscorner/detail/sv/statement_25_673

(2) https://openknowledge.fao.org/server/api/core/bitstreams/f12f4e9b-15c8-4466-8cc2-aa50596e9818/content

Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es “Las brujas de la noche. El 46 Regimiento “Taman” de aviadoras soviéticas en la II Guerra Mundial”, editado por La Caída con la colaboración del CEPRID y que ya va por la tercera edición.

albercruz@eresmas.com

FUENTE CEPRID: https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2967

Las opiniones del autor no representan necesariamente las de Dossier Geopolitico

¡¡ TIEMPOS BORRASCOSOS PARA LA REPÚBLICA IMPERIAL !! pronostica el director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele en su columna del Club de La Pluma, ante la lucha intestina de las élites occidentales entre los triunfalistas de Trump contra los globalistas derrotados, que se han atrincherado en Europa tras el falso símil de aquel pacto del siglo XIX, de “La Entente Cordiale Franco Británica”, buscando una unidad imposible en el viejo continente, para continuar una guerra contra Rusia que ya han perdido, en tanto que Trump exige darla por acabada con un acuerdo de paz directo con Putin, que sellaría el fracaso definitivo de la estrategia imperial en destruir a Rusia para luego cercar a China. A lo que Europa responde abrazándose a un acabado Zelensky -símbolo y peón de la catástrofe- y con exigencias cercanas al ridículo, obviamente rechazadas por Moscú.

AUDIO:

A lo largo del audio, aborda y analiza la secuencia de los últimos acontecimientos tales como:

• El enfrentamiento verbal en la Casa Blanca, que no fue un show ni una trampa, y sí mostró la realidad del “personaje Zelensky” que sabe que el fin de la guerra será su propio final.

• La encerrona previa de Macron y Starmer a Trump, con un “tratado de paz” que solo sería un alto el fuego por 30 días para transformar a Ucrania en una especie de las “2 Coreas” y el despliegue de tropas europeas en Ucrania. Hipótesis tan fantasiosas para Europa como inaceptables para Rusia.

• Que la NO firma del tratado por los recursos minerales y tierras raras fue porque Ucrania exigía que EEUU fuera el “garante de seguridad” contra Rusia. Condición también descartada de plano por la administración Trump.

• La sobreactuada reacción de los europeos con “sus cumbres” repletas de rispideces y elucubrando con unas fuerzas armadas propias en tanto que alientan el conflicto a pesar de que aumenta el rechazo a mandar tropas a Ucrania y a las dudas sobre el esfuerzo económico anunciado.

• Que en este momento la guerra continúa, perdiendo Ucrania más territorios y más vidas, mientras que Moscú no tiene prisas por negociar una paz que no sea concreta, real, y factible de cumplir, además de que reconozca todos sus objetivos.

• Que Inglaterra, que encabeza con Francia el grupo de países europeos “rebeldes” a Trump, no seguirá ese rumbo de choque contra EEUU porque pesan más sus lealtades anglosajones y porque la UE es garantía de divisiones y conflictos internos.

Finalmente, Pereyra Mele reflexiona que en estos momentos es crucial tanto la neutralidad del Sur global, cómo el NO castigar a Rusia y el fortalecer las bases de los BRICS+ para tener un sitio en la futura mesa de negociaciones del nuevo orden mundial, en tanto que se aproxima la guerra comercial del gobierno de Trump a nivel global por lo que habría que pensar en grande y vislumbrar correctamente todos los escenarios, más allá de los TIEMPOS BORRASCOSOS EN LA REPÚBLICA IMPERIAL

Eduardo Bonugli (Madrid, (09/03/25)

Por Sergio Pintado de Sputnik que entrevista a Silvina Romano y a Carlos Pereyra Mele

Luego de 10 años, Luis Almagro culmina un ciclo al frente de la OEA marcado por la «sumisión total a Washington», el apoyo a un golpe de Estado en Bolivia y la amenaza de una invasión a Venezuela. Dos analistas consultados por Sputnik reflexionaron sobre cómo Almagro «llevó al límite» a la OEA como herramienta de EEUU contra los «díscolos».

Con la inminente elección de un nuevo secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el uruguayo Luis Almagro se encamina a abandonar el puesto que ocupó durante una década y que lo tuvo como uno de los principales portavoces de las presiones de Washington contra los países latinoamericanos, incrementando el descrédito de una organización cada vez menos confiable.

Si bien Almagro llegó a la OEA impulsado, entre otros, por el Gobierno uruguayo de José Mujica (2010-2025) del que había sido canciller, pronto demostró su frecuente coincidencia con la política exterior estadounidense y, particularmente, con la agenda de Donald Trump, que alcanzó la Casa Blanca por primera vez poco después.

«Durante la gestión de Almagro se consolidaron algunas tendencias históricas de la OEA como la sumisión a EEUU, el principal ‘accionista’ de la organización. Pero, además, Almagro construyó una marca propia, muy personalista y en la línea del primer Gobierno de Trump y con el núcleo de republicanos afines a Trump en Miami», afirmó a Sputnik la politóloga argentina Silvina Romano.

La experta, una de las autoras del libro La OEA en tiempos de Almagro, admitió que la OEA siempre fue, desde su creación en 1948, un instrumento a través del cual Washington buscó imponer al resto del continente «su noción de la democracia y el desarrollo» y el american way of life. Aun así, consideró que el organismo aún era visto por algunos países como un instrumento «de diplomacia» que podía servir para la solución de controversias.

América Latina Bolivia preside el Consejo Permanente de la OEA para implementar una «reforma impostergable»

Romano subrayó que Almagro «eliminó esa característica del organismo y en vez de hacer diplomacia ejerció el intervencionismo directo en la política interna de los países y generó discordia», lo que en definitiva es «todo lo contrario a lo que debería esperarse de un organismo interamericano».

Para la analista, el episodio «más bochornoso» de la gestión de Almagro se dio con el apoyo de la OEA al golpe de Estado en Bolivia en 2019, cuando el propio secretario general acusó al entonces presidente boliviano Evo Morales (2006-2019) de fraude electoral, sin datos fehacientes que sustentaran esa hipótesis.

«Almagro profundizó la inestabilidad y propició un golpe de Estado convencional puro y duro en Bolivia, con un legado de violencia, muertes y desinstitucionalización muy fuerte. La OEA es responsable de eso y todos esperábamos que Almagro tuviera que rendir cuentas, pero parece que se irá impune», afirmó Romano.

La analista también apuntó como otro de los puntos oscuros de la gestión Almagro el apoyo explícito a una posible intervención armada en Venezuela en 2018, con el objetivo de derrocar al presidente Nicolás Maduro. «Se plegó a EEUU en esa amenaza que prácticamente planteó una situación de guerra que hacía mucho no se veía en la región«, recordó.

¿Por qué la OEA no funciona?

También en diálogo con Sputnik, el analista geopolítico Carlos Pereyra Mele definió al período de Almagro al frente de la OEA como una época de «sumisión total a las directivas de Washington» pero contextualizó esto dentro de la historia de una organización que nunca se apartó demasiado de ese camino.

Para el experto, el organismo tiene un problema desde su origen, cuando EEUU se aseguró el control sobre esa plataforma al financiarla y asegurar que su sede estuviera en la capital estadounidense. El debilitamiento se acentuó, de acuerdo al experto, cuando se incorporaron las excolonias europeas en el Caribe, diluyendo el poder que tenían los estados soberanos latinoamericanos al otorgar «un voto por país».

«El voto de Brasil tiene la misma potestad que el de Trinidad y Tobago, cuando sabemos que esa no es la real dimensión del poder en nuestra América. Por lo tanto, el poder latinoamericano se fue diluyendo y quedando a la saga de esta organización, que es fruto de la Guerra Fría», sostuvo Pereyra Mele.

El experto advirtió que, si bien en la actualidad EEUU ya no es el «Estado hegemónico» en la región como lo era en la época de postguerra en la nación la OEA, el organismo «siguió siendo una herramienta muy útil para los gobiernos norteamericanos de turno», especialmente en la tarea de «bloquear a todos los países díscolos de la región». Ello explica, fundamentalmente, el «castigo a Cuba», expulsada de la organización en 1962, o los más recientes embates contra Venezuela o Bolivia.

Pereyra Mele aseguró que la OEA «ha perdido credibilidad» al punto en que países como Venezuela han decidido directamente dejar de participar y «es un reflejo de algo que no existe más» porque «no representa los intereses reales de la región». «Todo esto genera un descrédito que ha llevado a una pérdida sustancial de importancia que terminará, seguramente, con el deterioro final de esta organización«, auguró.

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En efecto, el experto comparó la pérdida de relevancia de la OEA con la del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que «ha perdido la influencia que tenía» en la región en favor, por ejemplo, del Banco de los BRICS y la consolidación de China como principal socio comercial de la mayoría de los países latinoamericanos.

La CELAC, alternativa natural a la OEA

Para Romano, los diez años de Almagro en la OEA «terminaron de borrar» las pocas esperanzas de que la OEA tuviera, al menos, una apuesta por la diplomacia en la región americana. Por eso, consideró que la gestión del uruguayo «ha presionado para el nacimiento o el refuerzo de organismos de diplomacia y encuentro regional por fuera de la OEA».

«Es muy difícil que la OEA vuelva a revestirse de legitimidad luego de la gestión de Almagro y es urgente que encontremos institucionalidades alternativas porque en el tablero geopolítico de hoy, una de las únicas vías para que América Latina tenga voz y voto y pueda mejorar sus condiciones es la unidad regional», afirmó la analista.

Pereyra Mele apuntó especialmente a la presencia de EEUU y Canadá como uno de los grandes problemas de la OEA. «Mientras tengamos organismos donde la anglosfera tenga suficiente poder y suficiente relación desequilibrada, como en la OEA con EEUU y Canadá, no servirá porque será un mal espejo en el que se reflejan mal las situaciones de la región«, explicó.

Tras la desaparición de la Unasur, ese foco se ha colocado, remarcó Romano, sobre la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), organización que nuclea a los 33 países de las Américas, excepto EEUU y Canadá.

Pereyra Mele consideró, en tanto, que la CELAC podría agrupar a su vez a «organismos regionales» que contemplen de forma más específica las realidades de los diferentes «subcontinentes» de América y que, juntos, puedan «desarrollar una política más acorde a nuestros modelos de soberanía si queremos formar parte del nuevo orden mundial«.

Por: Prof Dr. Anthony Medina Rivas Plata (1) especial para Dossier Geopolitico

Una anécdota poco conocida en la historia de la diplomacia digital se produjo en el año 2020 en Perú; cuando las cuentas de Twitter de las Embajadas de Estados Unidos y China empezaron a acusarse mutuamente de depredar los recursos pesqueros del mar peruano. El 22 de septiembre, la Embajada de EE. UU en Perú a través de un tweet realizó una alerta sobre la presencia de una flota de más de 300 barcos procedentes de China en la costa peruana; informando que dichos barcos estaban realizando una sobrepesca en la zona, generando enormes daños ecológicos y económicos. Pocos minutos después la Embajada China salía no sólo a desmentir lo señalado por la Embajada estadounidense, sino a acusarla de difundir fake news. 

Las tensiones entre ambos países por la situación peruana, si bien siempre han sido de bajo perfil, han ido en aumento; debido a la presencia cada vez más grande de China en la economía peruana. Dicha presencia se ha consolidado con la inauguración del nuevo Megapuerto de Chancay en noviembre de 2024; del cual la empresa Cosco Shipping, una empresa estatal china, posee la titularidad de sus activos. 

Pero no es solamente Chancay. Desde el año 2014, China se ha convertido en el principal socio comercial del Perú, y la “relación estratégica” que establecieron en consecuencia de ello alcanza a los principales sectores de la economía peruana: agrícola, pesquero, energético y portuario. Esto se ha logrado de manera asimétrica, permitiendo el control por parte de empresas chinas (muchas de ellas estatales) de activos estratégicos peruanos sin una mayor supervisión o presencia del Estado Peruano. En ese sentido, las empresas estatales peruanas son pocas y débiles, y la crisis de régimen que actualmente vive el país (6 presidentes en 9 años) ha debilitado de manera crítica la capacidad del Estado para regular la inversión extranjera. La política peruana de acercamiento a China ha sido una consecuencia de dos políticas de Estado: la proyección a la región Asia-Pacífico desde el ingreso del Perú a APEC en 1997 (Fujimori) y su política de apertura a través de Tratados de Libre Comercio Bilaterales, tendencia seguida por el Perú al menos desde el año 2002 (Toledo-García-Humala).  

Para entender la importancia que China ha venido logrando en la economía del Perú, comparémosla con la balanza comercial que dicho país tiene con los Estados Unidos. Desde la implementación del TLC Perú-EE.UU. en 2009, las exportaciones peruanas hacia Estados Unidos han mostrado un crecimiento sostenido, alcanzando un total de 101.005 millones de dólares en los primeros quince años de vigencia del acuerdo. De este total, el 51,1% correspondió a productos no tradicionales (manufacturas e industria). En el último año evaluado (febrero 2023 – enero 2024), las exportaciones peruanas a Estados Unidos sumaron 9.090,7 millones de dólares, lo que representó un incremento del 5,3% en comparación con el año anterior. Del monto total exportado en ese período, el 98,7% correspondió a subpartidas con acceso libre de aranceles.

Entre los productos tradicionales que exporta el Perú, la minería es uno de los principales. En el último año evaluado, las exportaciones de cátodos y secciones de cátodos de cobre refinado aumentaron en 255,5 millones de dólares. Asimismo, los derivados del petróleo registraron un crecimiento significativo, con un incremento del 165,5% en comparación con el año anterior. Por otro lado, dentro de los productos no tradicionales, el sector agropecuario ha mostrado un crecimiento notable, con un aumento de 362,1 millones de dólares en las exportaciones durante el último año. Destacan productos como los arándanos frescos y las uvas frescas, con incrementos de 360,4 millones y 194,1 millones de dólares, respectivamente. En el año 2023, Estados Unidos se consolidó como el segundo socio comercial de Perú, representando el 13,6% del total de las exportaciones peruanas, con un valor de 8.602 millones de dólares y un crecimiento del 19,8% en comparación con 2022; siendo una relación comercial por épocas deficitaria y por épocas superavitaria para ambos países.

Esta relación económica, que es sumamente importante para el Perú, empezó a ser disputada por China. El TLC firmado en 2009 y en vigor desde marzo de 2010 ha permitido un crecimiento sostenido del intercambio comercial. Desde 1998 hasta 2023, las exportaciones peruanas a China han experimentado una tasa promedio anual de crecimiento del 19.3%, mientras que las importaciones desde China han crecido a una tasa promedio anual del 17.3%. Este dinamismo ha hecho que China se posicione como el destino principal de las exportaciones peruanas y la fuente primaria de sus importaciones. El volumen de comercio bilateral ha alcanzado niveles históricos. En 2022, las exportaciones peruanas a China totalizaron 20,891 millones de dólares, representando el 33% del total de exportaciones del país. Al mismo tiempo, las importaciones desde China sumaron 15,789 millones de dólares, equivalentes al 26.2% del total de importaciones peruanas. Estos valores reflejan el rol preponderante que ha adquirido China en la economía peruana, tanto como mercado de destino para sus productos primarios como en la provisión de bienes manufacturados esenciales para la industria y el consumo interno.

Las exportaciones peruanas a China están fuertemente concentradas en productos tradicionales, con la minería como el sector predominante. En 2022, el 91% de las exportaciones a China correspondieron a minerales, con el cobre como el principal producto exportado, alcanzando un valor de 14,291 millones de dólares, lo que representó el 70.8% del total del rubro. Otros minerales importantes en la canasta exportadora incluyen el hierro, con 1,691 millones de dólares (8.4%), el plomo con 1,304 millones de dólares (6.5%) y el zinc con 770 millones de dólares (3.8%). Además, el sector pesquero ha jugado un papel relevante en las exportaciones, con la harina de pescado alcanzando los 1,416 millones de dólares en ventas a China, lo que representa el 7% del total de exportaciones tradicionales hacia ese país.

A pesar de la fuerte dependencia de los productos tradicionales, las exportaciones no tradicionales han mostrado un crecimiento sostenido, aunque aún representan una porción menor del comercio bilateral. En 2022, las exportaciones no tradicionales a China sumaron 706 millones de dólares, con los sectores agropecuario, pesquero y textil como los más destacados. El sector agropecuario lideró estas exportaciones con un valor de 356 millones de dólares, equivalente al 50.4% del total de productos no tradicionales exportados a China. Los productos pesqueros representaron el 32.6% con 230 millones de dólares, mientras que el sector textil aportó 46.6 millones de dólares, equivalente al 6.6%. Estos datos reflejan un esfuerzo por diversificar la canasta exportadora y aprovechar las oportunidades en nuevos mercados dentro de China, aunque el peso de las exportaciones sigue estando fuertemente inclinado hacia los productos básicos. Finalmente, en el ámbito de las importaciones, Perú ha consolidado a China como su principal proveedor de bienes manufacturados. Los productos importados desde China incluyen maquinaria, productos electrónicos, textiles y juguetes, siendo una fuente clave para el abastecimiento de bienes industriales y de consumo. 

Estados Unidos ha visto de manera crítica la creciente relación económica de China con Perú. A pesar de que Estados Unidos es el cuarto mayor inversor extranjero en el Perú (con un 11%) frente a Reino Unido (18%), España (17%) y Chile (12%); dicho país ha sido crítico con el rol que han cobrado las empresas chinas (especialmente las estatales) en sectores como los de electricidad y minería. En abril de 2023, la empresa italiana Enel vendió la totalidad de sus activos en Perú a China Southern Grid International para dar energía eléctrica al norte de Lima; mientras que la empresa chilena Luz del Sur fue vendida a Three Gorges Corporation; con lo cual el 100% de la energía eléctrica de la capital del Perú (una de las capitales más grandes de Sudamérica, con casi 13 millones de personas) es controlada por un solo país: la República Popular China. La preocupación de Estados Unidos con la inversión china trasciende el tema económico y se convierte en uno de seguridad; siendo que China ya dejó de ser un socio meramente comercial para el intercambio de productos. En la última visita de Xi Jingping a Lima durante la cumbre de APEC del pasado Noviembre de 2024; la presidenta peruana Dina Boluarte destacó la promoción de la inversión china en Perú como un objetivo estratégico de su gobierno. No le falta razón, considerando que la relación con China es una de las muy pocas cosas que se han mantenido constantes a nivel de política pública en el Perú en las últimas dos décadas. 

Aunque no debería serlo, esta situación empieza a volverse problemática para el Perú. Asesores cercanos al presidente Donald Trump han criticado abiertamente el proyecto chino del Megapuerto en Chancay y han señalado que podrían imponer aranceles de hasta 60% a todos los productos que ingresen al mercado estadounidense a través de Chancay; a pesar de que los productos que van a los Estados Unidos salen principalmente por el puerto del Callao, mientras que por Chancay salen principalmente productos destinados a China y viceversa.

Al mismo tiempo, el Congreso Peruano aprobó un acuerdo para el ingreso de tropas norteamericanas armadas al Perú, con el objetivo de realizar ejercicios militares en 16 localidades peruanas durante todo el año 2025. Considerando que algunos funcionarios clave del gobierno de Trump han opinado que Chancay puede servir como una base militar china (el Djibouti de Sudamérica) para suministros, logística y reparación de buques; en Perú deben tener claro que su neutralidad política en medio del conflicto entre China y Estados Unidos puede ser forzada a terminar en algún momento. ¿Pero cuándo llegará ese momento?

Varios analistas suelen ver un “alineamiento” de los estados sudamericanos con China como un resultado automático de su peso económico, y esto no es necesariamente cierto. La ‘gran estrategia’ de Trump en el Hemisferio Occidental se extiende desde Groenlandia hasta Panamá; pero no incluye a Sudamérica dentro de ella; por lo que puede ser más flexible en su política comercial con países pequeños cuyo déficit comercial no le es excesivamente oneroso (como es el caso de Perú; a diferencia de Argentina y Brasil con quien ya tiene conflictos por los nuevos aranceles impuestos al acero). Trump sabe que es imposible lograr superávit en el 100% de sus balanzas comerciales; por lo que puede seguir manteniendo sus preferencias arancelarias con Perú a cambio de presencia militar y de un cambio en los patrones de la cooperación internacional más orientados a la inversión extranjera directa de cara a contrapesar los proyectos Belt and Road en América del Sur. Si, por el contrario, el gobierno de Trump decide imponer aranceles a las exportaciones peruanas o sanciones a empresas peruanas en el marco del TLC; las posiciones pro-chinas en el establishment peruano se fortalecerán. Sin duda, este ha sido un difícil equilibrio que hasta el momento el gobierno peruano ha sabido mantener. Lo que no sabemos es por cuánto tiempo este equilibrio será posible, y por cuál de los dos países se decantará la posición final del Perú. 

1 Licenciado en Ciencia Política y Magíster en Políticas Públicas.

Doctorando en Relaciones Internacionales del IRI-UNLP.

Por Elena Fritz

El European Council on Foreign Relations (ECFR), uno de los think tanks más influyentes de la UE, presenta un «plan de cinco puntos» que arrastra a Europa a una guerra por poder con Rusia.

Los estrategas de política exterior de Europa han ideado algo nuevo, y podría ser su proyecto más peligroso hasta la fecha. El ECFR, uno de los think tanks más influyentes de la UE, presenta un «plan de cinco puntos» que supuestamente hará a Europa más segura. Sin embargo, quien lea el documento pronto se dará cuenta de que no se trata de seguridad, sino de una estrategia de escalada que llevará a Europa a una guerra por poder con Rusia.

Las propuestas del ECFR son una pesadilla de sobreconfianza, ingenuidad geopolítica y locura económica. Uno se pregunta inevitablemente: ¿Alguien en Bruselas tiene todavía una visión clara de la realidad?

Un plan sin consideración por las pérdidas

El plan del ECFR se basa en cinco puntos clave:

    – El masivo rearme de Ucrania, financiado con fondos de la UE.

    – Nuevas sanciones contra Rusia, a pesar de que las anteriores han dañado más a Europa que a Moscú.

    – Una agenda europea de alto el fuego que se definirá sin Rusia.

    – Una obligación de rearme para la UE, con un aumento del gasto en defensa hasta el tres por ciento del PIB.

    – La pretensión de reemplazar a EE. UU. como potencia líder, a pesar de que Europa depende militar, económica y geopolíticamente de Washington.

¿Suena como un plan? No, suena como una ilusión peligrosa. Porque detrás de esta agenda hay una fatídica suposición: que la UE es una gran potencia que puede determinar lo que sucede en el mundo.

Pero la realidad es diferente.

Europa está económicamente debilitada, socialmente profundamente dividida y políticamente incapacitada. Mientras Rusia convierte su economía en producción bélica y los EE. UU. se retiran cada vez más de la escalada directa, los burócratas de la UE sueñan con dirigir la política mundial con sanciones y transferencias de dinero. Esto no es una estrategia, es megalomanía.

Europa no puede reemplazar a EE. UU.

Uno de los puntos más extraños del documento del ECFR es la idea de que la UE pueda ocupar el lugar de EE. UU. Solo se necesita actuar con determinación, se dice, y entonces Europa podrá «marcar el tono». Pero para reemplazar a EE. UU., la UE tendría que poseer primero el poder militar, financiero y estratégico de Washington. Y eso es precisamente lo que falta:

    – Militarmente: La UE no tiene un ejército propio y depende completamente de la OTAN. La idea de que Bruselas pueda de repente actuar como una potencia militar líder es absurda.

    – Financieramente: Mientras los EE. UU. controlan el dólar y dirigen los flujos financieros globales, la UE está económicamente debilitada y luchando contra tendencias recesivas.

    – Estratégicamente: Los EE. UU. pueden permitirse una flexibilidad geopolítica a través de sus redes globales. La UE, por otro lado, se ha metido en un callejón sin salida, donde se encuentra sin opciones propias.

Entonces, ¿qué queda de la idea de que Europa podría ponerse a la cabeza del juego geopolítico? Nada, excepto pensamiento ilusorio.

Un barril sin fondo: ¿Quién se beneficia de los miles de millones para Ucrania?

El ECFR exige para Ucrania 40 mil millones de euros en 2025, y inversiones a largo plazo equivalentes al 0,25 por ciento del PIB de la UE. Pero no hay respuestas claras a la pregunta crucial: ¿A dónde va realmente ese dinero?

Hoy en día, Ucrania está económicamente colapsada, la producción industrial está en ruinas y millones de personas han huido. Cada euro que fluye hacia Kiev financia ya sea la guerra o desaparece en redes de corrupción.

Los estrategas de la UE parecen no aprender nada de esto. Siguen inyectando dinero de los contribuyentes en una estructura que ya no funciona. ¿El resultado? Los ciudadanos de Europa pagan la factura, y Ucrania sigue siendo un estado en crisis permanente.

¿Rusia debe capitular? El ECFR exige lo imposible

Particularmente provocadora es la exigencia del ECFR de que Rusia se someta a un «plan de reparaciones» occidental. Moscú debería pagar reparaciones, limitar sus armas de largo alcance y cumplir con las directrices de Bruselas.

Pero quien crea que Rusia se someterá a un dictado de la UE ignora la realidad geopolítica. Los tiempos en que Europa podía dictar condiciones a Rusia han pasado.

En realidad, Moscú reacciona a esta confrontación con aún más determinación. Mientras Occidente se pierde en debates sobre el suministro de armas, Rusia ha transformado su industria en economía de guerra, ha aumentado masivamente la producción de armas y ha forjado nuevas alianzas globales.

En otras palabras: la UE intenta trabajar con una postura amenazante, pero le falta el poder para imponer sus propias amenazas.

Europa ya no tiene tiempo para juegos de planificación

Mientras Bruselas aún discute sobre nuevos gastos en defensa, otros actores ya están actuando. Rusia está ampliando su capacidad de producción militar. China fortalece sus redes económicas y geopolíticas. Los EE. UU. se preparan para una nueva dirección de política exterior después de las elecciones.

Europa, por su parte, se pierde en teorías y espera que las sanciones y los paquetes financieros cambien el rumbo de la historia.

Pero el tiempo para tales ilusiones se ha acabado. Europa no está del lado de los ganadores en este conflicto, y es hora de que lo reconozca.

Conclusión: La política bélica de Europa conduce al abismo

El plan del ECFR no es un concepto de seguridad, sino una receta para una catástrofe geopolítica. Una política de rearme sin base económica. Una estrategia de sanciones que causa más daño a Europa que a Rusia. Una escalada militar para la cual Europa no está preparada. Una idea utópica de reemplazar a EE. UU. como potencia líder, sin los medios de poder necesarios.

La UE se encuentra en un punto de inflexión. ¿Seguirá siendo un vasallo de Washington que tropieza ciegamente en un conflicto? ¿O finalmente encontrará una estrategia independiente basada en la diplomacia, la estabilidad económica y un cálculo de poder inteligente?

Si Europa no se despide pronto de estas fantasías peligrosas, se avecina un futuro en el que el continente no será el «líder del mundo libre», sino solo el próximo campo de batalla geopolítico.

FUENTE: https://www.geopolitika.ru/es/article/el-ultimo-acto-de-europa-como-el-plan-del-ecfr-lleva-la-ue-al-abismo