La vicepresidenta logró afectar la credibilidad de Donald Trump, pero no definió a los votantes independientes ni conquistó ninguno de los estados oscilantes
Por Eduardo J. Vior
analista internacional
La candidata demócrata sacó ventaja en el primer debate presidencial con su rival republicano, pero no rompió el equilibrio que indican todas las encuestas ni mejoró su posición. A menos de dos meses de la elección del 5 de noviembre el pueblo norteamericano aparece irremisiblemente dividido y aun los indecisos y los estados que suelen cambiar de color partidario en cada elección parecen seguir la lógica de la fractura por mitades. Esta indefinición es dramática para los Estados Unidos por la gravedad de los problemas que aquejan al país, pero es catastrófica para el mundo, porque la superpotencia sigue sin liderazgo y nadie sabe quién está dirigiendo al país ni hacia dónde va.
Como muy bien explicó Seymour Hersch el pasado miércoles 11, la palabra clave del debate presidencial de anoche fue “morder el anzuelo”. Una y otra vez la candidata demócrata lanzó el anzuelo y Donald Trump lo mordió con fuerza. Harris demostró que podía manejar al outsider haciendo caso omiso de sus provocaciones, mientras se desmarcaba del presidente Joe Biden. El republicano invocó tantas veces el nombre de Biden que Harris tuvo que aclararle que ella no es Biden.
De acuerdo con una encuesta realizada por CNN, el 63 % de votantes registrados que sintonizaron el debate coincidieron en que la actuación de Harris superó no solo la de Trump sino también las expectativas de los espectadores, con el 45% de los participantes asegurando que tenían una opinión favorable de la vicepresidenta frente al 39% que había obtenido antes del debate.
Según el análisis del medio, cada respuesta de Harris durante el encuentro estuvo acompañada de un comentario destinado a enfurecer a Trump, quien a menudo se salió de las casillas, levantando la voz y repitiéndose una y otra vez. Evidentemente, el viejo guerrero estaba mal preparado y no se adecuó aún a la maniobra demócrata del recambio de candidato.
Además, el lenguaje corporal de la vicepresidenta marcó el tono del diálogo desde el principio, al cruzar el podio para estrechar la mano a Trump, mostrándose muy segura y expresiva en todo momento. Harris mostró asimismo un perfil contrario al de Trump, al presentarse como parte y defensora de la clase media estadounidense, mientras tachaba a su oponente de egocéntrico.
En suma, Harris logró que Trump se desviara de su mensaje, provocándolo constantemente y poniéndolo a la defensiva. En este sentido, aunque varios republicanos se quejaron de los moderadores y las preguntas, reconocieron que el expresidente dejó pasar oportunidades para lanzar ataques contra su rival. Así, el republicano estuvo acorralado, limitándose a defender su historial, pidiendo repetidamente más tiempo para hablar y perdiendo minutos para presentar sus propias políticas.
Resumen de las principales encuestas posteriores al debate que Rear Clear Politics publicó el jueves 12
Evidentemente, el viejo líder aún no se adecuó al recambio de candidato orquestado por los demócratas y está peleando contra molinos de viento.
No obstante, la gran mayoría de los telespectadores afirmó que el debate no había influido en su decisión presidencial, aunque los partidarios de Trump fueron más propensos a aceptar que el evento podría inducirlos a reconsiderar su decisión.
A pesar de que Harris mejoró su perfil y parece estar tomando la iniciativa, todavía los republicanos tienen la mayoría del Colegio Electoral, que decide quién será el presidente. En EE.UU. el pueblo no elige al presidente sino a electores que deciden por él. Los 538 miembros de este gremio se eligen en forma sólo aproximadamente proporcional a la población de los estados y los menos poblados tienen, de todos modos, garantizada una representación mínima que les da un peso proporcionalmente mucho mayor a la de los distritos más poblados. Además, cada estado tiene una legislación electoral propia y en la mayoría de ellos el partido que obtiene la mayoría de los votos se lleva todos los electores, dejando al otro partido sin representación. De este modo, la composición del Colegio Electoral se corresponde sólo lejanamente con la del voto ciudadano. La batalla, por lo tanto, se concentra en los estados oscilantes cuyo voto no aparece decidido en las encuestas. Uno solo de ellos (son unos diez) que cambie de mayoría respecto a la presidencial de 2020 puede alterar la relación de fuerzas en el órgano elector.
Promedio de las encuestas: estados cuyo voto está decidido, otros que muestran una tendencia mayoritaria y otros que aún no han optado claramente.
En este cuadro pueden verse, según el promedio de las encuestas que recopila Real Clear Politics, el grado de definición del voto de los estados: el rojo intenso muestra los distritos decididamente republicanos, decreciendo en intensidad de color según la manifestación de la voluntad de los votantes. Del mismo modo, el azul intenso indica los estados con claras mayorías demócratas y a´si sucesivamente. En verde se muestran los estados oscilantes.
A esta altura de la campaña, salvo que ocurra algún hecho imprevisto, es probable que el 5 de noviembre haya un estrecho margen de diferencia entre ambos candidatos principales. Es de esperar, entonces, que se repitan las acusaciones cruzadas de fraude, ocultamiento de votos, falseamiento de registros digitales, etc. que ya hemos visto las últimas dos veces. El país, entonces, va a seguir dividido y sin poder resolver sus problemas más acuciantes: migración, inseguridad, crecimiento económico, endeudamiento de las familias y del Estado, etc. Tanto mayor será la tentación de quien gane de buscar un desvío en la política exterior.
La política exterior que seguiría Donald Trump en caso de llegar nuevamente a la presidencia es conocida: paz en Ucrania y acuerdo con Rusia, continuado apoyo al genocidio israelí contra los palestinos, aguda confrontación político-económica con China, pero sin llegar al enfrentamiento militar, relegamiento de la OTAN y aislamiento.
En cambio, se supone que Kamala Harris debiera ofrecer algo nuevo. Sin embargo, durante el debate no se desvió de la política exterior de Biden en dos áreas: su continuo apoyo personal y militar a la masacre israelí en Gaza y Cisjordania y el continuo apoyo en dólares y bienes de guerra a Ucrania y a Volodymyr Zelensky. No hizo ninguna oferta de negociaciones ni a Rusia ni a China ni a Irán.
Harris mantiene el apoyo de Biden a Ucrania
Respecto a la guerra en Europa Oriental, sin dar detalles sobre condiciones o límites, Harris ya había dicho en la Convención Nacional Demócrata que, si gana la presidencia, seguirá apoyando a Ucrania. En junio, al anunciar 1.500 millones de dólares en ayuda estadounidense al país, la vicepresidenta prometió mantener el pleno apoyo de Estados Unidos. No obstante, en su propia campaña, no ha aclarado cómo cree que debería seguir la ayuda a Ucrania.
El 25 de julio pasado Kamala Harris dio la bienvenida en la Casa Blanca al primer ministro israelí Benyamin Netanyahu.
Harris tampoco ha respondido directamente a la pregunta, pero ha sugerido que la ayuda militar estadounidense a Israel continuará si gana la Casa Blanca. Aunque ha reconocido tibiamente el sufrimiento de los palestinos, no ha dicho si condicionará las transferencias de armas a Israel. “Siempre defenderé el derecho de Israel a defenderse y siempre me aseguraré de que Israel tenga la capacidad de defenderse”, dijo al aceptar la nominación demócrata.
Mientras tanto, con un presidente senil, los EE.UU. no tienen hoy conducción y no se sabe quién toma las decisiones más importantes en materia de defensa y seguridad nacional.
La administración Biden-Harris ha calificado a China como la principal amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, según el Consejo de Relaciones Exteriores, acusando al país de robar la propiedad intelectual estadounidense e inundar el mercado de Estados Unidos con exportaciones baratas. Sin embargo, Harris no se ha pronunciado sobre si apoya el envío de tropas a Taiwán. En 2022, después de que Biden dijera que apoyaba el envío de efectivos ante una invasión china, Harris dijo: “Seguiremos apoyando la autodefensa de Taiwán, en coherencia con nuestra política de siempre”.
Como candidata a la presidencia, Kamala Harris está tratando de contrastar su visión del mundo con la de Trump, mientras ofrece distinciones cada vez más sutiles con Biden.
En marzo de 2023 Kamala Harris hizo una gira por varios países de África. Aquí, en Ghana.
Como vicepresidenta, Harris se propuso visitar África, algo que Biden prometió hacer y nunca hizo. Un alto funcionario, que habló bajo condición de anonimato para describir la labor de Harris entre bastidores, dijo que en su trabajo ha hecho hincapié en el Sur Global.
En marzo pasado, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, cuando aún no era candidata, la vicepresidenta dijo a los líderes europeos en una referencia a la visión del mundo de Trump que “el aislamiento no es insularidad”.
Para ratificar su posición, al día siguiente de su toma de posesión, Harris hizo su primera llamada internacional como vicepresidenta al jefe de la Organización Mundial de la Salud para discutir la decisión del gobierno demócrata de volver a unirse al grupo del que Trump se retiró durante la pandemia.
En el discurso de ninguno de los dos candidatos hay propuestas sobre la imprescindible reforma de la ONU, el FMI y la OMC. Tampoco hay ofertas para la distensión en Europa o en Asia Oriental, como era usual durante la segunda etapa de la Guerra Fría. De ningún modo mencionan la posibilidad de una conferencia de paz sobre Asia Occidental que involucre a las potencias regionales y mundiales. Nada. No se les cae ni una idea que pueda llevar a la paz. Por el contrario, dejan que los burócratas a cargo sigan dilettando sobre qué tipo de armas pueden entregar a Ucrania, Israel o Taiwán, para alcanzar tal o cual objetivo. Caminan hacia el abismo con los ojos vendados, …lo peor es que pueden arrastrarnos a todos.