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Por: Anthony Medina Rivas Plata (Perú). Lic. en Ciencia Política y Mg. en Políticas Públicas. Profesor de Ciencia Política de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y de la Universidad Católica de Santa María. Egresado del U.S. Foreign Policy Program de la Universidad de Delaware (Estados Unidos). Que autoriza a Dossier Geopolitico a publicar su articulo

Las discusiones sobre temas internacionales en el Perú suelen estar mal enfocadas, tanto por la propia dinámica de las redes sociales (en donde las voces autorizadas suelen tener el mismo peso que las de influencers, trolls y comentaristas de ocasión), como del efecto que estas generan en las filias y fobias que nacieron como producto de la segunda vuelta del 2021 y de la coyuntura posterior a la caída del gobierno de Pedro Castillo. Evaluamos conflictos internacionales asumiendo bandos en países que no son el nuestro (¿eres demócrata o republicano?, ¿estás con Israel o con Hamás?, ¿eres chavista u opositor?, etc.), mientras que a la vez convertimos problemas estrictamente internos/domésticos en problemas de seguridad internacional; como cuando Fernando Belaúnde culpaba a la Unión Soviética y a la Comintern de la aparición de Sendero Luminoso o como cuando Alan García culpaba a los chilenos y al chavismo continental de los conflictos sociales en Bagua y Tía María. Debido a esta antilógica, no podemos evaluar de manera fría y realista las causas de la victoria de Donald Trump como del impacto que su futuro gobierno tendrá en nuestro país.

¿Por qué ganó Trump?


La victoria de Trump se debe principalmente a su agenda proteccionista en política económica y a la incapacidad del Partido Demócrata de ofrecer una alternativa que incluya a los trabajadores “blue collar” que perdieron sus empleos debido a la deslocalización industrial iniciada en los años 70, así como de la creciente privatización de los servicios públicos y del encarecimiento del precio de los alimentos y del costo de la vivienda. El llamado “progresismo”, la “ideología de género”, George Soros y todos los lugares comunes del conservadurismo alt-right pueden haber tenido una cierta influencia en la opinión pública a la hora de votar (sobre todo entre los más jóvenes), pero no son ni de lejos la razón por la cual Trump ganó las elecciones. Pero de ser así, ¿por qué entonces seguimos pensando que las últimas elecciones en Estados Unidos fueron una especie de referéndum anti-izquierdista?


¿El problema es el comunismo o el capitalismo?


Hace más de 10 años, la politóloga norteamericana Nancy Fraser acuñó el concepto “neoliberalismo progresista” para referirse a un conjunto de políticas postmateriales que posteriormente fueron identificadas con el movimiento “woke”: Feminismo, LGTBI, aborto, antirracismo e inclusión forzada de minorías étnicas en los medios y la cultura; las cuales fueron implementadas desde inicios de los 90’s por las administraciones demócratas de Bill Clinton en adelante (inalteradas por sus sucesores republicanos, por cierto). Hasta aquí, parecería que la teoría de Fraser coincidiría con la de influencers alt-right como Agustín Laje, pero esto es un error. Mientras que Laje culpa al “marxismo cultural” de promover una conspiración en contra de la vida, la familia y la propiedad privada; lo que Fraser señala es que el wokismo no es sino la mano izquierda del capitalismo en su variante neoliberal.


En su último libro, titulado “Globalismo”, Laje opina que la soberanía de los Estados está en riesgo como producto de la cooptación de los organismos internacionales por parte del activismo izquierdista global, el cual tendría como objetivo la creación de un régimen comunista mundial controlada por las élites en donde los vínculos sociales tradicionales desaparecen y la soberanía de los Estados es destruida. El libro de Laje intenta justificar teóricamente el discurso que el presidente argentino Javier Milei realizó en el Foro Económico Mundial en Davos el pasado enero: las élites mundiales son de izquierda, controlan los organismos internacionales, y las políticas que proponen son comunistas. Por supuesto, el libro de Laje no señala en qué momento el movimiento comunista mundial posterior a la disolución de la URSS se volvió millonario y logró “cooptar” dichos organismos. Por el contrario, Fraser, menos conocida en el mundo de las redes sociales y de los TikToks de minuto y medio, señala que la destrucción de la vida, la familia y la propiedad no se produce como consecuencia del wokismo, sino como consecuencia de políticas neoliberales de privatización, desregulación, tercerización, financiarización y oligarquización de la economía norteamericana; en la cual la izquierda institucional, representada por el Partido Demócrata, ha seguido al pie de la letra la doctrina económica de republicanos como Ronald Reagan y George H. W. Bush (padre), utilizando al progresismo como una especie de “premio de consuelo” para con sus bases izquierdistas frente a su incapacidad de producir cambios en el modelo económico estadounidense. Aquí tocaría preguntarse si la razón por la cual las generaciones jóvenes (millenials/centennials) deciden no tener hijos tiene más que ver con que no les alcance el dinero para llegar a fin de mes o con el ver a lesbianas o transexuales en alguna película de Netflix o Disney.


¿De qué manera el progresismo refuerza al capitalismo?


Para ilustrar el concepto de neoliberalismo progresista, Fraser en su artículo de 2013 “How feminism became capitalism’s handmaiden” (“¿Cómo el feminismo se convirtió en la mucama del capitalismo?”) señala que el movimiento feminista de los Estados Unidos dejó de defender reivindicaciones colectivas de clase para enfocarse estrictamente en una política neoliberal de “cuotas” de acceso de mujeres al mercado laboral; absolutamente compatibles con las políticas antisindicales y de desregulación de derechos laborales iniciadas por Reagan en los años 80. Efectivamente, si el único cambio que propone el Partido Demócrata es el de reemplazar a los patrones hombres blancos y educados en Universidades Ivy League por patronas mujeres blancas y educadas en Universidades Ivy League, mientras las empleadas latinas que trabajan para ellas no tienen ni para pagar el alquiler; entonces no debería sorprendernos que el mal llamado “voto latino” se haya inclinado por un Trump que propone cortar la competencia de migrantes ilegales y el retorno de los trabajos que se fueron a China y al Sudeste Asiático desde la época de Nixon en adelante. La victoria de Trump por segunda vez es la mayor derrota que el neoliberal-progresismo ha enfrentado en toda su historia; y en consecuencia es el fin de una forma de hacer política que en los Estados Unidos se había vuelto inamovible desde los años 90.


Pero nuevamente, si ya es bastante claro que las preocupaciones de los votantes son principalmente económicas, ¿entonces por qué el movimiento conservador, tan activo en redes sociales, sigue diciendo que su prioridad es la lucha contra de los woke, las ONGs y la izquierda? Obviamente, porque la única forma de hacer que la gente vote por políticas contrarias a sus intereses es desviando su atención con cortinas de humo como las del “marxismo cultural” y la “ideología de género”; dirigiendo sentimientos antiprogresistas, ya sea contra la “casta” en Argentina, los “burócratas de Bruselas” en Reino Unido, las “élites globalistas” en Estados Unidos o contra los “caviares” en el Perú. Si los conservadores dijeran la verdad sobre lo que quieren hacer con la economía no sacarían ni el 1% de los votos. Esto puede llegar a niveles esquizofrénicos, como en el caso de Argentina donde mucha gente es capaz de seguir tolerando políticas económicas abiertamente antipopulares y regresivas, como las que el señor Milei viene ejecutando en contra de ellos. No importa si hoy el costo de vida en Argentina es el más alto de América Latina (superando incluso a algunos países europeos) o que la pobreza haya llegado al 53% como producto de sus políticas de ajuste estructural; al parecer, lo realmente importante para muchos argentinos es que hayan eliminado el Ministerio de la Mujer y el llamado “lenguaje inclusivo” en los documentos de gestión pública. En ese sentido, la llamada “batalla” contra el “marxismo cultural” no es más que una cortina de humo que oculta la verdadera batalla: una de carácter estrictamente económico en la que, por supuesto, el pueblo es el enemigo.


Conclusiones


Vemos entonces que evaluar la victoria de Trump implica evaluar la contradicción entre un patrón de voto y el resultado de las políticas públicas implementadas desde el gobierno una vez tomado el poder. Los norteamericanos quieren más producción local y no más importaciones de China; más regulaciones bancarias y no más derivados financieros; más servicios públicos de calidad y no más privatizaciones. Pero hacer eso implicaría que Trump rompa definitivamente con los sectores libertarios y anarcocapitalistas (los más acérrimos antiizquierdistas existentes en Estados Unidos hoy) que lo apoyaron durante su campaña de 2016, así como con muchos de los amigos millonarios que se beneficiaron de las políticas de desregulación que implementó en su primer gobierno. Aún no sabemos cuáles serán las reales políticas económicas que implementará Trump a partir del 20 de enero de 2025 (ya sabemos que una cosa es la campaña y otra el gobierno), pero por ahora, de acuerdo con el índice de Bloomberg Billionaires Index, magnates como Elon Musk, Jeff Bezos o los “progres” Bill Gates y Mark Zuckerberg han visto multiplicadas sus fortunas en los días posteriores a la victoria de Trump debido al incremento del valor de las acciones de sus empresas. Qué tanto beneficiará al pueblo norteamericano el aumento de la riqueza de los multimillonarios es una pregunta aparte.

El director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, en su columna del Club de La Pluma nos hace ver con fina ironía, que EL MUNDO SIGUE GIRANDO LUEGO DE LAS ELECCIONES EN EEUU ante la exagerada ola de especulaciones sobre el triunfo de Trump, por parte de “un ejército de expertos” haciendo proyecciones, análisis, hipótesis y futurología (imposibles de corroborar) e intentando disimular el vergonzoso papel de esos expertos y del poder mediático, cuando atosigaron de forma intencionada a la opinión pública con sus falsas -que no erróneas- encuestas de “empate técnico” sobre una elecciones que el republicano liquidó a pocas horas de cerrar las urnas, ganando ampliamente y en ambas cámaras legislativas, que se suman al control de la Corte Suprema de Justicia y arrasando con votos blancos, negros, latinos, obreros, etc.

Lo que significa que la gente votó con el bolsillo y con la memoria, con desilusión e incertidumbre, en su innata defensa propia, castigando sin piedad a los demócratas y demoliendo sin paliativos a los supuestos ataques informáticos rusos o chinos. Lo que ha dado paso a esta nueva operación psicológica de CATÁSTROFE sobre el nuevo gobierno, para ocultar la realidad geopolítica global, que sigue siendo tan angustiante y caótica para EEUU como antes del 5 de Noviembre.

Y dejando de lado toda ésta espuma de especulaciones a futuro, Pereyra Mele señala en el audio las graves y concretas dolencias que afectan a ésta Norteamérica pos electoral, al ser políticamente una viciosa República Imperial, al canceroso “estado profundo” que le consume, al contra poder totalitario de los lobby de la industria militar, petrolero, farmacéutico y de Whall Sreet, a su oligarquía de millonarios improductivos, a las matanzas entre civiles como rutina de una sociedad violenta y al trágico flagelo mortal de la droga instalada definitivamente en sus calles.

Todo un escenario demoledor que no puede ser compensado con su poderío militar ni con el dominio de los mares, defendiendo un “atlantismo” en decadencia, frente al “continentalismo” asiático en auge y luego de haber roto sus propias doctrinas y reglas históricas que le dieron su poder imperial, como el haberpermitido la alianza rusa-china y otras de segundo orden que conciernen a Irán y la India, además de seguir creando monstruos como Zelenky y Netanyahu y generando frentes de guerra que irremediablemente terminan en derrota militar.

Y finaliza con una breve y concisa referencia a las elecciones, reflexionando que si Trump no administra esta decadencia con cierta habilidad y maniobrabilidad, la crisis de Occidente será grave y profunda y con posibilidad de provocar un conflicto nuclear.

Eduardo Bonugli (Madrid (17/11/24)

Javier Benitez de radio Sputnik entrevista al Director de Dossier Geopolitico Carlos Peeyra Mele

A Europa le falta cerebro. Es lo que manifestó el presidente de Rusia, Vladímir Putin, en la sesión plenaria del XXI Foro Internacional de Discusiones Valdái, en la ciudad rusa de Sochi. De acuerdo al mandatario, eso es lo que afirman colegas expertos de su entorno, al referirse a decisiones económicas de los europeos.

AUDIO DE LA ENTREVISTA

Donde no hay, no hay

‘Lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta’, dice el viejo refrán, que cae como anillo al dedo a las actuales autoridades de la Unión Europea, salvo excepciones, como la de Hungría, o Eslovaquia.

En este sentido, en su intervención en la sesión plenaria del XXI Foro Internacional de Debates Valdái en la ciudad rusa de Sochi el presidente ruso, Vladímir Putin, declaró que en Europa las decisiones económicas las toman políticos que no tienen nada que ver con la economía.

«No quiero ofender a nadie, ¡Dios me libre! Esto no va a sonar muy bien: pregunto a mis colegas, los expertos, qué le falta ahora a Europa. La respuesta es: le falta cerebro. No porque sean estúpidos, sino porque las decisiones económicas las toman políticos que no tienen nada que ver con la economía. Las decisiones se politizan, no se calculan, no se basan en la realidad», explicó.

De esta manera comentó Putin la liquidación de los contratos de gas y la agenda verde. «Algo noble: la lucha por el clima. ¿Nos alarma a todos? Sí, y asusta a algunos. Pero asustar a propósito para imponer decisiones que son irrealizables, eso no es justo para los votantes», observó el jefe del Kremlin.

«Este es un discurso clave [de Putin] que lo tendrán que analizar mucho los europeos y los occidentales. Creo que es una pieza fundamental para entender el nuevo mundo que se está desarrollando. Justamente se hace en uno de los foros, el de Valdái, que es donde los intelectuales, los economistas, los expertos en política internacional, etc., se reúnen, y que ha venido prácticamente a suplantar al de Davos, en el sentido de que va marcando caminos, va marcando nuevas sendas. Y allí este discurso de Vladímir Putin ha sido muy ejemplar y con un claro direccionamiento hacia donde se dirige el mundo y tendrá que ser estudiado en profundidad en vista, de acá a un par de años, de todo lo que se dijo en estos días, cómo se ha cumplido», señala el director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele.

«En lo que hace referencia Vladímir Putin de una Europa que está descerebrada, es evidente. Europa no tiene pensamiento propio, tiene un accionar de grupos económicos, que a su vez, con el asunto de la globalización se han hecho transnacionales. Es decir, están por encima de las naciones. Entonces, ¿qué rol juegan los políticos en ese aspecto? Ser simplemente la cadena de transmisión de rdenes supranacionales, que por supuesto, no benefician a quienes realmente los han puesto en ese lugar para ‘dirigir el país’, instrumentar las políticas que correspondan para llevar adelante al país a un mejor puerto», observa el analista.

«Esa falta de cerebro a la que hace referencia Putin, se ha visto claramente porque, de una forma totalmente disciplinada, subordinada, Europa […] está como en piloto automático. El problema es, al piloto automático, ¿quién es el que le ha puesto la dirección, las coordenadas hacia donde hay que ir? Evidentemente no han sido los políticos europeos, han sido poderes supranacionales y también una superpotencia a la que ellos han decidido subordinarse alegremente, y concluir que operan, además, bajo un paraguas que viene a ser una falsedad hipócrita, que son las famosas normas y reglas que dicen que defienden cuando hacen estas maniobras a las que han llevado a esta crisis. Ahí es donde se demuestra en la práctica real esa falta de conducción y de cerebro centralizado que deberían tener los europeos para poder haber seguido una vía de desarrollo que los afecta porque es un ‘enfermo en terapia intensiva'», concluye Pereyra Mele.

FUENTE SPUTNIK: https://noticiaslatam.lat/20241112/se-tenia-que-decir-y-se-dijo-a-europa-le-falta-cerebro-afirmo-putin-1158966308.html

AUDACY PODCAST: https://www.audacy.com/podcast/al-contado-a7e2c/episodes/se-tenia-que-decir-y-se-dijo-putin-afirma-que-a-europa-le-falta-cerebro-f6645

Por Eleonora Gosman PERFIL 27 años de cobertura en Brasil como corresponsal. Entrevistó a todos los presidentes brasileños desde 1995, salvo el último. Autora del site Brasil 7 días. La autora autoriza a Dossier Geopolitico su difusion

Como organizador de la Cumbre, Brasil pretende que cada palabra de la declaración final tenga el máximo consenso. Pero hay obstáculos considerables y una de esas dificultades procede nada menos que de Buenos Aires, porque Milei pretende hacer valer sus reservas sobre algunos puntos.

SAN PABLO | No es apenas una reunión de las potencias occidentales  la cumbre que se inicia el próximo lunes en Río de Janeiro. El G20 ofrece un elemento diferencial sobre otros foros, que es el hecho de estar integrado por 19 países y dos bloques continentales. Son parte del grupo Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y Turquía. Y en cuanto a las dos organizaciones regionales, una es la Unión Europea que figura entre los miembros fundadores (en 1999) y la otra es la Unión Africana, que se incorporó en 2023. Pese a la variedad política y económica que caracteriza ese foro de naciones, o tal vez por esa razón, los temas en debate tienen chances de llegar a algunos resultados para mejorar las condiciones internacionales.


Todavía no se sabe qué grado de consenso logrará este nuevo G20, ya que aborda temas diferentes y difíciles de consensuar: desde la “gobernabilidad del mundo” y la “Alianza contra el Hambre y la Pobreza”, hasta los cambios climáticos y la imposición de un Tributo Internacional a las grandes fortunas. Hay además un objetivo que concierne a los países del Mercosur y que apuntaría a aprovechar la cita para avanzar en el acuerdo con la Unión Europea, largamente demorado. Ese es uno de los asuntos que vendrá a discutir con Javier Milei el presidente francés Emmanuel Macron, quién inicia hoy una visita a Buenos Aires. 

En Río de Janeiro los representantes, o “sherpas”, de cada país, ya comenzaron las negociaciones palabra por palabra de la declaración final. La función recayó en la Argentina sobre el abogado y político Federico Pinedo, a cargo de conducir los arreglos definitivos en total consonancia con las posiciones de la Casa Rosada. 

La  tarea de Pinedo no parece fácil desde que la posturas del gobierno nacional se han vuelto más rígidas y resistentes, en relación a la casi totalidad de los asuntos abordados en esta cúpula mundial. Milei, quién acaba de retornar de Estados Unidos donde se reunió con el futuro presidente americano Donald Trump, reveló una tendencia a diferir en 180 grados de las posiciones brasileñas. Es lo que se ha visto en los últimos días de reuniones de los sherpas, a puertas cerradas, en un hotel del Aeropuerto Santos Dumont. 

La diplomacia de Brasil, el país que tuvo a su cargo la organización de esta cumbre, pretende que cada palabra de la declaración final tenga el máximo consenso. Pero sabe que hay obstáculos considerables para llegar a una postura única de las 19 naciones y los dos bloques regionales. Uno de las dificultades procede nada menos que de Buenos Aires, donde el presidente argentino pretende hacer valer sus reservas en los distintos asuntos abordados en la cumbre,  como las cuestiones del tributo mundial sobre los ultra ricos, los desastres climáticos y de los derechos de las mujeres y de las minorías.

Putin no irá al G20 en Brasil porque la orden de detención en su contra perturbaría la cumbre

Milei vendrá acompañado esta vez por el flamante canciller Gerardo Werthein, que sustituyó recientemente a Diana Mondino en el comando del Palacio San Martín. Según comentaron en Brasilia, el presidente tendrá oportunidad de discursear ante sus colegas del mundo en dos oportunidades y, según esas mismas fuentes, todo indica que hablará sobre un asunto muy caro a los socios brasileños: la reforma de la gobernabilidad global, o sea, de organismos internacionales como el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el FMI y el Banco Mundial. En la Casa Rosada indicaron que no habrá una reunión bilateral con Lula da Silva; aunque tampoco puede descartarse del todo. 

Un gran ausente en la Cumbre


En esta oportunidad hay un gran ausente: Rusia. Ocurre que el hacha de la Corte Penal Internacional pende sobre el cuello del presidente Vladimir Putin y éste podría perder su libertad si se traslada a territorios de Occidente, como es el caso de Brasil, la nación organizadora en 2024. Lo cierto es que aún, con esa defección, en esta cita están presentes jefes de Estado de variadas ideologías, aunque siempre dentro del contexto del sistema capitalista. Esta vez parecen coincidir sobre la necesidad de “democratizar” la gobernanza mundial. El caso más emblemático de las disparidades ideológicas y políticas es sin dudas el del estadounidense Joe Biden  con su colega chino Xi Jinping. No obstante esas grandes distancias, ambos estuvieron reunidos esta semana en Lima.

El nuevo “equilibrio” mundial figura, sin duda, entre los temas centrales de la cumbre que debe durar hasta el martes próximo en el Museo de Arte Moderno de la playa del Flamengo. Brasil, obviamente, es uno de los países más interesados en promover la reforma de las Naciones Unidas, cuyo Consejo de Seguridad responde todavía hoy al esquema vigente desde 1945. Este organismo de 5 países (Estados Unidos, China, Rusia, Francia e Inglaterra), cuenta con una herramienta: el veto,  con el que decide en última instancia la vigencia de medidas adoptadas en la ONU. Lo que se busca es ampliar la cantidad de miembros permanentes del CS con otras naciones de distintos continentes. 

El G20 y la crisis capitalista

Hasta ahora, la iniciativa menciona la inclusión de India, de Brasil, de Sudáfrica, de Japón y de Alemania; y hay probabilidades de un avance específico en esa dirección. No por acaso, los organizadores brasileños de la cumbre decidieron incorporar la cuestión a la cita previa del G20 Social, que ocurre por estas horas en Boulevard Olímpico carioca. De acuerdo con los diplomáticos de Brasil, “las discusiones buscan mapear los desafíos y proponer directrices para una gobernabilidad mundial más inclusiva y democrática”.

Celso Amorim, ex canciller y actual jefe de la Asesoría Especial del Presidente de la República Lula da Silva, hizo una reseña de las asimetrías mundiales que producen grandes distorsiones, inclusive entre continentes. Puso como ejemplo la estructura del Fondo Monetario Internacional, donde EE.UU. tiene un peso decisivo por cuenta de ser quien aporta la mayor cantidad de recursos. Con los mismos argumentos, cuestionó también al Banco Mundial y las propias Naciones Unidas. “Esa desigualdad estructural es una de las mayores trabas para que esas instituciones sean capaces de enfrentar las crisis globales, redistribuir recursos y promover la justicia social y ambiental”, tal como reveló el economista de Corea del Sur Ha Joon Chang. 

Para Amorim, un diplomático que tiene una relación no sólo laboral sino también de amistad con el presidente Lula, esta cumbre del G20 “abre un espacio para repensar” esta cuestión. Y, a seguir, destaco el papel de los bloque regionales en el equilibrio de las hegemonías tradicionales, entre los que mencionó específicamente al BRICS. Es ni más ni menos que el grupo integrado, originalmente, por Rusia, China, India, Brasil y África del Sur; y que ahora incorporó a Egipto, Etiopía, Irán y los Emiratos Árabes Unidos.   

El coreano del Sur, Ha Joon Chang, numeró los grandes problemas económicos globales que impiden una mejora global. Apuntó contra el neoliberalismo, que a su juicio perpetúa la dependencia de los países en desarrollo. Señaló concretamente: “No puede haber una única regla económica para todos, porque eso sólo beneficia a los países ricos”. Se refería, como es obvio, a la necesidad de admitir las diferencias entre naciones ricas, medianas y pobres; pero al mismo tiempo defendió la necesidad de crear mecanismos de financiamiento más justos y transparentes; a la vez que debe ser garantizada la transferencia de tecnología.

FUENTE PERFIL: https://www.perfil.com/noticias/columnistas/a-brasil-le-preocupan-las-diferencias-con-argentina-en-el-g20.phtml

La mayoría de los objetivos internacionales del reelecto presidente o no son realistas o suponen cambios internos demasiado profundos o requieren acuerdos difícilmente concretables

por Eduardo J. Vior
analista internacional

Donald Trump fue reelecto el martes 5 como presidente de los Estados Unidos y gobernará, por lo menos los dos primeros años, con una acumulación de poder que debería permitirle cumplir su agenda sin problemas. Sin embargo, al menos en la política exterior sus propuestas no son practicables, dependen de cambios internos demasiado profundos o requieren acuerdos internacionales que al día de hoy no se ven como posibles. Claro que al votante norteamericano medio no le interesa demasiado la política exterior, pero estos temas tienen claras implicaciones internas. ¿Qué chances tiene el futuro mandatario de no decepcionar a sus votantes en este campo?

El núcleo del programa económico electoral (la baja de impuestos y la liberalización del mercado energético) puede concretarse rápidamente dado que el Partido Republicano, ha conquistado la mayoría en ambas cámaras del Congreso. Asimismo, el traspaso de la política educacional a los estados, el pase a disponibilidad de un gran número de funcionarios y empleados del gobierno federal, el fin de la política de género, la derogación de medidas de protección del medio ambiente y muchas decisiones de valor simbólico dirigidas a galvanizar a su base son también sencillas de tomar.


Donald Trump hablando sobre la seguridad fronteriza y la delincuencia migrante durante una parada de campaña en Austin, el mes pasado. Credit…Kenny Holston/The New York Times

Por el contrario, otras –especialmente aquéllas que implican a uno o más países extranjeros- son más difíciles de encarar. Frecuentemente durante la campaña el ahora presidente ha anunciado que el primer día de su gobierno comenzará la deportación de los estimados 11 millones de inmigrantes indocumentados, mayormente procedentes de América Latina y el Caribe. Además de deportaciones masivas, la estrategia incluye expulsiones expeditas, nuevas restricciones para la entrada al país de ciudadanos de países de mayoría musulmana, la restitución del Título 42, el restablecimiento del Programa “Quédate en México” y restringir la política de asilo. 

Analistas y ONG calculan que a Trump le costaría miles de millones de dólares aplicar su plan de deportación. También podría tener un impacto dramático en la economía, ya que industrias como la construcción, la hostelería y la agricultura perderían masas de trabajadores. Asimismo faltan los ingentes recursos humanos y materiales que serían necesarios para detener y deportar a millones de personas. Los expertos dudan también de que pueda hacerlo con ayuda del Ejército y de policías estaduales y locales, como argumentan los republicanos.

Principalmente México se vería afectado. Durante los dos últimos gobiernos de Estados Unidos, Se calcula que unos cuatro millones de los inmigrantes indocumentados proceden de México. Si estas personas son deportadas, esa nación perdería el equivalente a 63 mil millones de dólares en remesas, que es lo que se estima que estos indocumentados enviaron en 2023. México también podría verse presionado, como en el pasado, para aceptar a migrantes venezolanos, nicaragüenses o cubanos, a quienes a veces no puede deportar a sus países de origen. México se ha convertido en una extensión de las políticas fronterizas de la Casa Blanca. Seguramente, el gobierno de Morena buscará retardar, ya que no puede impedir, las deportaciones, pero otras amenazas acechan a  la relación binacional.

Donald Trump prometió en campaña aranceles, acuerdos comerciales renegociados e incluso una intervención militar contra los cárteles mexicanos. Aprovechando la zona de libre comercio de América del Norte, muchas empresas chinas producen ahora en México y este país se ha convertido en la mayor fuente de importaciones de Estados Unidos. 


Numerosas empresas chinas se han establecido en México para aprovechar el libre comercio con EE.UU. y Canadá

Como no puede cancelar el Tratado de Libre Comercio que él mismo actualizó en 2019, el futuro presidente amenaza con implantar aranceles de 25% a las importaciones procedentes de México, si este país no detiene el flujo hacia el norte de migrantes y de precursores para la producción de fentanilo. 

Sin embargo, nada es tan fácil como parece. Trump también ha amenazado con imponer aranceles del 100 por ciento —o incluso del 200 por ciento— a los vehículos importados de su vecino del sur. Esto podría asestar un duro golpe a una industria que exporta a Estados Unidos cerca de 90 mil millones de dólares en vehículos terminados, lo que representa alrededor del 5 por ciento del PIB de México. Sin embargo, dada la estrecha interconexión entre las cadenas de producción de ambos países, una medida como ésta perjudicaría también a las empresas y consumidores estadounidenses. Ya imponer el 25% mencionado le pegaría tremendo empujón a la inflación dentro de EE.UU.

La hace poco asumida presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha dicho en repetidas ocasiones que México colaboraría con cualquier líder de EE.UU., incluido Trump. “Va a haber buena relación con los Estados Unidos, estoy convencida de ello”, afirmó en una de sus “mañaneras”. En su momento, Andrés Manuel López Obrador fue capaz de convencer a Donald Trump que él se encargaría de controlar la frontera. Habrá que ver si la ingeniera gobernante tiene el mismo poder de persuasión.

El segundo capítulo más importante de la política exterior que pretende ejecutar Donald Trump concierne la guerra en Ucrania. El equipo de transición del presidente electo —quien en su discurso de victoria prometió “detener las guerras”— está elaborando escenarios para poner fin al conflicto ucraniano, informó The Wall Street Journal el miércoles 6 con referencia a informantes anónimos.

De acuerdo al medio, el nuevo plan consiste, primero, en que Kiev se comprometa a no unirse a la OTAN durante al menos 20 años; segundo, en que la línea del frente “quedaría básicamente fija” según la situación en el terreno, tercero, que Rusia y Ucrania acordarían una zona desmilitarizada de casi 1.300 kilómetros y, cuarto, que Estados Unidos aportaría los fondos necesarios para la reconstrucción de Ucrania tras la firma del armisticio con Rusia. “A cambio, EE.UU. seguiría bombeando a Ucrania con armas, para disuadir un futuro ataque ruso”, según las fuentes citadas por el diario.

El expresidente Trump y el presidente de Ucrania Zelensky se reúnen en Nueva York el 27 de septiembre de 2024. Alex Kent/Getty Images
Donald Trump y el presidente de Ucrania Zelensky se reunieron en New York el 27 de septiembre de 2024.

La propuesta que trascendió está aún muy lejos de la realidad. Rusia está avanzando en todos los frentes y por el momento no tiene interés en negociar la paz, hasta alcanzar algunos objetivos estratégicos. Cuando los consiga, probablemente exija la rendición de Ucrania, su desarme, su neutralización permanente y la entrega de los principales criminales nazis. Es poco probable que acepte negociar por menos que esto.

En paralelo EE.UU. y la UE deberían acceder a levantar las sanciones económicas y comerciales contra Rusia y devolver los fondos incautados por Bruselas. Precisamente, la elección de Donald Trump ha desatado discusiones en los bancos occidentales sobre el posible levantamiento de las sanciones, según informó el Financial Times. 

Las diferencias entre ambos países son inmensas y nadie espera con realismo que Trump las pueda resolver rápidamente. Cuanto más se cargue la mesa, más difícil serán las negociaciones, pero cada tema que se postergue es el preanuncio de una crisis en el futuro.

La primera llamada telefónica del exterior que Donald Trump aceptó en la noche del triunfo provino de Benyamin Netanyahu. “La conversación fue cálida y cordial. Ambos acordaron trabajar juntos por la seguridad de Israel y hablaron sobre la amenaza iraní”, aseguró un comunicado oficial sobre la conversación. 

Donald Trump y Benjamín Netanyahu durante su último encuentro en Palm Beach, (Florida, Estados Unidos)
Donald Trump y Benjamín Netanyahu durante su último encuentro en Palm Beach, (Florida)

Trump y Netanyahu tienen una relación de larga data, que se movió en zigzag, pero que en los últimos años fluye sin problemas: los dos coinciden en que Irán es el enemigo, que es necesario liberar a los 101 rehenes secuestrados en Gaza que se supone todavía viven y que la situación en Asia Occidental sólo mejorará con un acuerdo diplomático que incluya a Arabia Saudita como pieza clave.

Si pretende tener éxito en esa región, Trump deberá resolver un dilema: para liberar a los rehenes tiene que negociar con Irán y Hamas, pero a la vez autorizaría la provisión de material bélico e información de inteligencia a Israel que Biden había embargado a pocos meses de las elecciones presidenciales para contener el voto de origen árabe. Y a este complejo escenario geopolítico se debe añadir la posibilidad de una nueva represalia ya anunciada por Teherán. Si Irán vuelve a atacar, la respuesta de Netanyahu puede complicar el rol mediador del presidente electo.

La situación regional es muy diferente a la de 2016, cuando Trump ganó su primer mandato y aún a la de 2021, cuando abandonó la Casa Blanca. Los Estados árabes del Golfo tienen hoy una posición mucho más fuerte, son menos dependientes de Estados Unidos y están mucho más interconectados con otras partes del orden multipolar en surgimiento. 


El Consejo de Cooperación del Golfo (GCC, por su nombre en inglés) se ha convertido en un actor potente de la política de Asia Occidental

Al mismo tiempo, el Golfo se ha vuelto más indispensable para la política regional estadounidense. Trump es visto en el Golfo como un hombre sin una noción clara de lo que sucede en la región. Su política regional estará condicionada por el lobby proisraelí, por un lado, y por los grupos de presión del Golfo, por el otro. La cuestión crucial será saber cuán mancomunados trabajarán los lobistas árabes en cuestiones clave como Palestina e Irán y el Eje de la Resistencia.

Trump confía en poder apoyarse en Mohamed bin Salman, el heredero del trono saudita, para firmar un “Acuerdo de Abraham” con los países árabes de la región y con Israel. Sin embargo, aunque Riad finalmente no concretó su incorporación a BRICS+, es consciente de la superioridad militar de Irán y de las ventajas que le ofrece su nueva relación con China. La República Popular ofrece un mercado inagotable para su petróleo, aporta cuantiosas inversiones en infraestructura y ha tendido una red de relaciones regionales y más allá en la que los sauditas se mueven con comodidad. New York y Londres, no obstante, siguen siendo excelentes plazas financieras. Del otro lado, la locura mesiánica de Israel amenaza con hacer estallar una gran guerra regional y la integridad territorial del reino.

Donald Trump's former Iran envoy, Brian Hook
El ex enviado de Donald Trump a Irán, Brian Hook

Mientras tanto, los primeros indicios sobre los posibles nombramientos en el futuro gobierno republicano permiten prever un sensible endurecimiento de la política hacia la República Islámica de Irán. La supuesta participación en el equipo de transición del Departamento de Estado de Brian Hook, ex enviado especial de Trump para Irán, es una señal nítida de endurecimiento hacia Teherán. 

Former US ambassador to Germany Richard Grenell.
El ex embajador de EE.UU. en Alemania, Richard Grenell.

Se habla asimismo de Richard Grenell, ex embajador de EE.UU. en Alemania durante el primer mandato de Trump, quien tuvo un papel activo durante su reciente campaña y acompañó al líder republicano en su reunión con Volodymir Zelensky en septiembre pasado. A Grenell se lo menciona para algún cargo destacado en el equipo de política exterior de Trump. El ex embajador es un “trumpista” duro que durante su estadía en Berlín chocó con la entonces Canciller Angela Merkel y en una reciente entrevista desaconsejó presionar a Ucrania, para que ceda territorios a Rusia a cambio de la paz. También criticó que el gobierno saliente hubiera autorizado al presidente iraní Masud Pezeshkian a ir a New York, para participar en la Asamblea General de la ONU en octubre pasado.

Former national security advisor Robert O'Brien.
El ex asesor de seguridad nacional Robert O’Brien.

Otro ex alto asesor de seguridad nacional de Trump que está siendo considerado posiblemente para Secretario de Estado es Robert O’Brien, quien anteriormente se desempeñó como negociador de rehenes del presidente electo y más tarde como asesor de seguridad nacional. Es un ferviente crítico del Acuerdo Nuclear de 2015 (JCPOA, por su nombre en inglés). El ex asesor de seguridad nacional sostiene que Irán debe hacer grandes concesiones no sólo en su programa nuclear, sino también en el de cohetes balísticos y en sus intervenciones regionales, puntos concordantes con las exigencias de Trump cuando se retiró del JCPOA.

Con estos o similares nombramientos se acumulan vertiginosamente los indicios de que en los primeros meses del año próximo en Asia Occidental se agudizará el enfrentamiento entre Israel e Irán. No obstante, Trump sigue afirmando querer que la guerra allí termine cuanto antes. En una llamada telefónica antes de las elecciones, el presidente electo dijo al primer ministro israelí que antes del día de la toma de posesión pusiera fin a las principales operaciones militares en Gaza. Para ello es muy probable que Trump y su equipo den a Israel mucho margen de maniobra, incluida la transferencia de ciertas armas para terminar de aniquilar a los gazatíes lo antes posible. Esto implica apoyar a Netanyahu en la aplicación del “plan de los generales” para desplazar a los 300.000 palestinos que todavía sobreviven en el norte de la Franja de Gaza o exterminarlos, si se resisten a la deportación. 

Indudablemente esta escalada de la agresión israelí contra sus vecinos y en los territorios ocupados no va a acabar con la guerra sino todo lo contrario. Israel puede masacrar a los gazatíes en el norte y afirmar su ocupación de la mitad de la Franja, pero la resistencia se va a desplazar y habrá nuevos teatros de operaciones. Si Netanyahu recibe una luz verde de Washington, buscará también ocupar la mitad sur de Líbano, lo que necesariamente provocará una reacción del Eje de la Resistencia. El escalamiento de la guerra está programado, si Trump no frena drásticamente a Israel.

President Donald Trump meets with China's President Xi Jinping at the start of their bilateral meeting at the G20 leaders summit in Osaka, Japan, June 29, 2019.
El presidente Donald Trump se reunió con el presidente Xi Jinping en la cumbre de líderes del G20 en Osaka, Japón, el 29 de junio de 2019. Éste fue su último diálogo personal hasta el momento.

El cuarto capítulo de la política exterior anunciada por Donald Trump que será determinante de la suerte de su gobierno y del devenir mundial concierne la relación con China. En la actualidad, este país es uno de los tres principales mercados de exportación para 32 estados de EE.UU., con más de 70.000 empresas estadounidenses trabajando allí y 930.000 puestos de trabajo en EE.UU. respaldados sólo por las exportaciones a la República Popular. 

Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca la relación entre ambos países se dirige hacia aguas turbulentas. El presidente Xi Jinping envió una felicitación a Trump el jueves 7 haciendo hincapié en la cooperación por encima de la confrontación. Estas manifestaciones insinúan que, por ahora, Beijing tiene la esperanza de conservar cierto diálogo y estabilidad en el vínculo binacional. Sin embargo, es probable que los 100 primeros días de Trump sean una montaña rusa. Bajo Biden los departamentos del Tesoro y de Comercio gestionaban las conversaciones económicas con China a través de grupos de trabajo, centrados en la estabilidad macroeconómica y la cooperación regulatoria. Estos canales estructurados ayudaron a garantizar un diálogo abierto sobre cuestiones como los aranceles, las restricciones tecnológicas y la estabilidad financiera. Por el contrario, la conocida preferencia de Trump por la diplomacia personal podría llevar al desmantelamiento de estos canales.


Durante su sorpresiva visita a China, Elon Musk  se reunió con el primer ministro Li Qiang en Beijing el pasado 28 de abril de 2024.

En este caso Beijing podría buscar canales alternativos para gestionar las relaciones con Trump. Un intermediario potencial es Elon Musk, cuyas profundas inversiones en la República Popular, en particular a través de Tesla, lo convierten en un enlace natural con el liderazgo chino. 

Trump ya ha anunciado que desea aumentar los aranceles sobre los productos chinos en el 10% y en algunos rubros hasta el 60%. Lo justifica no sólo con argumentos comerciales sino especialmente con la necesidad de “desacoplar” ambas economías, es decir, romper la estrecha interrelación desarrollada en los últimos 40 años y que las empresas norteamericanas “relocalicen” sus enteras cadenas de producción dentro de EE.UU.

Las repercusiones económicas a corto plazo podrían ser alarmantes. Las empresas inundarán los puertos para importar mercancías antes de que entren en vigor los aranceles, disparando los costos de transporte y almacenamiento que necesariamente recaerían sobre los hogares estadounidenses de rentas más bajas. Este aumento de los costos se mantendría por muchos años, porque la industria norteamericana no está en condiciones de sustituir rápidamente estas importaciones. Las repercusiones se extenderían a todos los sectores que dependen de las cadenas de suministro transnacionales, desde la electrónica a la automoción, y podrían sacudir la economía estadounidense. Por otra parte, ninguna empresa seria cierra sin más las instalaciones que tanto le costó construir en China, para trasladarlas a Estados Unidos sin garantías de ganancias. Además, por más sanciones que Washington aplique al comercio con y la inversión en China, las posiciones que los norteamericanos abandonen allí serán rápidamente ocupadas por sus competidores. Después de una corta transición el poderío chino aumentará, mientras que no hay certeza de que EE.UU. mejore así su posición internacional.

En síntesis, puede afirmarse que la agenda de política exterior anunciada por Donald Trump durante su campaña electoral es irrealizable y que cualquier paso que dé en esta dirección sólo puede ocasionar el caos y graves crisis internacionales. Quizás pueda imponer a México la militarización de la frontera binacional, como ya lo hizo en 2019, y que el gobierno de Claudia Sheinbaum aumente la presión sobre los cárteles narcos. Puede llegar también a deportar a algunos miles de inmigrantes indocumentados, pero siempre estará lejos de los cacareados once millones. A poco andar tendrá que buscar algún subterfugio para incumplir su promesa.

Tampoco podrá alcanzar una paz rápida en el este de Europa y mucho menos evitar el desmoronamiento de Ucrania. Para ello ya es demasiado tarde. En los meses venideros deberá afrontar una intensificación de la guerra y decidir, si se involucra o deja que Kiev se desmorone.

Mucho más graves pueden ser, empero, las consecuencias de su irrestricto apoyo a los crímenes de Benyamin Netanyahu. Habrá que ver en qué punto de la escalada se baja del bólido que avanza raudo contra el muro, pisa el freno o se deja arrastrar a una catástrofe generalizada.

Finalmente, aunque parezca paradójico, es en la relación con China donde puede ganar más y mejores posiciones, si actúa cuerdamente. Lejos del “desacople” entre ambos países y de la “relocalización” de inversiones norteamericanas, el pragmatismo chino puede ofrecerle suculentas compensaciones que mostrar en casa.

Todo depende, claro, de que deje de lado la retórica electoral y aplique el sentido común.

Por Hugo Dionísio

Votar por Trump para solucionar los problemas de las condiciones de vida de la clase trabajadora estadounidense es como dejar a alguien en el desierto porque tiene sed.

La inmigración, el aborto, el wokismo, la guerra de Ucrania, las guerras eternas, la reindustrialización y el proteccionismo. Con excepción del aborto y el wokismo (identitarismo), que son cuestiones que conciernen más a la conciencia de cada uno que a la política estructural, todos ellos representan, de alguna manera, algunas de las consecuencias más brutales del neoliberalismo en Estados Unidos y figuran entre las principales causas de la derrota de Kamala y de la victoria de Trump.

La desindustrialización, a la que Trump atribuye una de las principales causas de la pérdida de poder de Estados Unidos, se produjo como resultado directo de la financiarización de la economía (acelerada por el republicano Nixon), que convirtió el negocio de los casinos de Wall Street en el motor económico de Estados Unidos. Sin la industria, se produjo un deterioro del poder real que se resolvió mediante la creación de conflictos eternos. Las guerras eternas tienen un alto costo para la economía occidental (también en Europa) y obstaculizan la inversión pública en infraestructura y otras necesidades sociales. El botín que hacen posible para Blackrock, Monsanto, Golden Sachs y otros no vuelve al pueblo estadounidense, sino a la acumulación de unos pocos.

Para desviar la atención, asustar y anestesiar a las masas, se están reviviendo la rusofobia, la Guerra Fría y el identitarismo, provocando la atomización social y la fractura de los movimientos sociales que podrían desafiar de manera consistente y coherente esta situación. El resultado es un sentimiento humano de inestabilidad y precariedad en todos los aspectos de la vida.

Trump se perfila como la solución que colmará las aspiraciones de estabilidad y de cierta “normalidad” en las costumbres, la economía, el trabajo y la familia. Kamala nunca se ha librado de la acusación de querer mantener intocados los factores que provocan esta descomposición social.

La anunciada victoria de Trump demuestra que los “éxitos” económicos de Biden no fueron reconocidos por la población. Las ganancias oligárquicas nunca llegaron a los bolsillos de los trabajadores. El Partido Demócrata se negó a reconocer este hecho y, al hacerlo, garantizó la victoria de Trump.

Explicada la causa, ahora debemos establecer sus componentes, que enumeraré al azar:

  1. El papel de las guerras eternas

Trump ha utilizado esta bandera con maestría, capitalizando factores como el miedo a una guerra mundial, la opacidad del complejo militar-industrial, su falta de control sobre el gasto y el hecho de que opera al margen de las reglas democráticas, sin auditoría, escrutinio ni necesidad de justificar el gasto.

La más que previsible derrota de la OTAN en Ucrania trae consigo otra novedad, que es un cierto descrédito de la mítica –pero nunca demostrada- capacidad militar estadounidense. Trump se presentó como el candidato que resolvería los conflictos eternos, liberando al pueblo norteamericano de ese lastre, pero recuperando al mismo tiempo el misticismo militar perdido. Una especie de nacionalismo propio de los imperios que van camino de su fin.

Este supuesto tiene dos problemas: el primero es que el discurso de la paz y el fin de la guerra debería, conceptualmente, estar del lado de Kamala; el segundo es que creer que Trump logrará siquiera poner fin al militarismo estadounidense es, cuando menos, ridículo. Trump podrá incluso enfriar algunos conflictos, pero agravará otros, en línea con su arrogancia y narcisismo, no porque sea Trump, sino porque comparte el providencialismo ideológico estadounidense.

Como se verá, Trump no sólo aumentará el gasto militar, en línea con el Mandato 2025 de la Heritage Foundation , sino que también tendrá que alimentar conflictos para justificarlos. Probablemente más conflictos fríos que calientes, pero conflictos al fin y al cabo. Europa será una de las mayores víctimas de su propia cobardía. Trump no dejará de extorsionar a los políticos cobardes europeos para que le den lo que él considera su contribución justa a una OTAN que sólo trabaja para Estados Unidos y para nadie más.

Trump se alimenta de la falta de un discurso pacifista, abogando por el fin de las guerras eternas, lo que no significa “el fin de las guerras” y ciertamente no significa “el fin de los conflictos” y las tensiones militares.

  1. La inmigración culpa a la gente equivocada

Esta bandera no es nueva. Sin embargo, como todo el mundo puede constatar, lo que Trump no dice es que son los propios empresarios los que exigen a los gobiernos occidentales que abran las “puertas” migratorias. Ningún migrante se muda a un país si piensa que allí no encontrará trabajo. Es la probabilidad de encontrar trabajo lo que atrae la migración. Esa información circula por las redes de tráfico y llega a los más pobres, que aprovechan la oportunidad.

¿Y quién difunde la información? Basta con ver, por ejemplo, la postura de las asociaciones de empresarios europeos al respecto. Consideran que se necesitan más inmigrantes. Al fin y al cabo, necesitan mano de obra barata, disponible, bien educada y desechable que ejerza una presión a la baja sobre los costes salariales de la población local. Trump, la extrema derecha, no dice nada al respecto.

La extrema derecha capitaliza masivamente los problemas de exclusión social vinculados al flujo de migrantes y a las malas condiciones de vida de sus descendientes. Y esta exclusión social es, una vez más, culpa del Partido Demócrata. El Partido Demócrata responde a los empleadores manteniendo o aumentando el stock migratorio, pero el dinero que debería utilizarse para integrar a estas personas y a sus hijos en realidad se utiliza para la guerra y para financiar a las grandes corporaciones. El paquete antiinflación de Biden (la Ley de Reducción de la Inflación) ha financiado cientos de miles de millones de dólares en compras de capital en la bolsa realizadas por las propias corporaciones, de modo que se valoran artificialmente. Este dinero no se ha utilizado para mejorar el acceso a la atención sanitaria, la vivienda o la seguridad social, todos ellos buques insignia utilizados por el Partido Demócrata. Este partido ha sido penalizado por tratar a los migrantes como los trata el Partido Republicano cuando está en el poder.

  1. La debacle democrática sobre la cuestión palestina

El Partido Demócrata ha perdido gran parte de la confianza que la juventud estadounidense de las zonas urbanas depositaba en él en relación con la cuestión palestina. Si hasta ahora, para bien o para mal, los jóvenes progresistas y los adultos antisionistas veían al Partido Demócrata como una especie de apaciguador –al menos– frente al antiarabismo y el sionismo republicanos, con Biden y Kamala todo se ha esfumado.

Fue bajo el gobierno de Biden y Kamala que el mundo presenció en vivo un genocidio inaceptable. Fue bajo una administración demócrata que Estados Unidos se embarcó en una guerra en dos frentes, uno de los cuales se libra contra un pueblo indefenso y el otro tiene las consecuencias más impredecibles.

Kamala y el Partido Demócrata no lograron hacer una diferencia sustancial con respecto a Trump, y si alguien sacó provecho de ello fue la candidatura de este último. Al menos habrá captado algunos votos a los que antes no habría tenido acceso. El hecho de que defienda el fin de las guerras perpetuas y diga que no quiere una guerra con Irán terminó marcando una diferencia importante también en esta cuestión.

  1. La antipatía que generan las figuras que hoy son el rostro del Partido Demócrata

El establishment estaba convencido de que al pueblo estadounidense le gustaba Hillary Clinton. Se equivocaban. Hillary era “Killary” y no había ninguna simpatía especial por ella. También estaban convencidos de que Kamala no fracasaría. Bastaba con ponerla delante de un teleprompter y ya estaba. No tenía que hablar mucho y pensar aún menos. Nadie era capaz de sacar provecho de nada positivo de Kamala. Las veces que se quedaba sin teleprompter, su improvisación era espantosa. Su incapacidad oratoria, retórica y teórica quedaba patente.

Pero el hecho de que sea mujer, combinado con el hecho de que sea “ Brown ”, no podía fallar. La carta había funcionado con Obama, ¿por qué iba a fallar ahora? Obama fue el político genocida más simpático de la historia. Mientras hacía gala de su enorme capacidad de discurso, encerraba a niños en jaulas en la frontera sur, amenazaba a Siria con una invasión, creaba las condiciones para que el Estado Islámico entrara en Siria e Irak, destruía Libia y apoyaba a los neonazis en Ucrania.

Esta apuesta por una figura inocua, mediocre e incapaz no es nueva y representa un enorme vacío de liderazgo real. Biden fue el último de los líderes detrás de la maquinaria demócrata estadounidense. A personas como Cornel West, Jill Stein o Bernie Sanders los grandes donantes les impidieron dar voz a las inquietudes populares importantes para los jóvenes y los trabajadores. Esta es la “democracia” estadounidense en su totalidad.

  1. Sacar provecho del desagrado por el sistema y por la situación actual

La precariedad de la vida, la dureza de las condiciones de vida, el estancamiento ideológico del sistema político y el apagado de las luces que pueden abrir paso a una alternativa, y con el estancamiento, la podredumbre y el deterioro, combinados con la ausencia de alternativas, crean las contradicciones ideales para el surgimiento de movimientos que defiendan, aunque sea solo en apariencia, esa alternativa. Es una ley de vida. Si el agua no va por un lado, va por el otro.

Sin embargo, el Partido Demócrata, al igual que los partidos socialdemócratas en Europa, está controlado por el neoliberalismo. El deterioro de los servicios públicos durante sus mandatos se ha hecho evidente, lo que ha provocado la desmoralización ideológica, no sólo de la socialdemocracia, sino de todas las fuerzas progresistas y democráticas consideradas “moderadas”. Los radicales son personas non gratas y ya no constituyen una diferencia efectiva con las demás fuerzas de la derecha.

Cuando tenemos un Partido Demócrata que defiende la hegemonía neoliberal y el globalismo, un partido socialista o socialdemócrata que defiende la Europa neoliberal y el revisionismo histórico, aliándose con neoliberales y neoconservadores, se abre el espacio para la aparición de una alternativa a la extrema derecha. La realidad nunca se detiene.

Trump se perfila como una alternativa al sistema que lo construye y lo alimenta. Y lo consigue porque el establishment ha transformado el sistema de partidos occidental en un amplio campo de derecha neoliberal y neoconservador, en el que desfilan figuras distintas en apariencia pero iguales en sustancia, domesticadas por las élites, con el único objetivo de mantener la apariencia de un movimiento democrático, cuando en la práctica no existe.

Después de todo, es J. D. Vance, el vicepresidente de Trump, quien parece oponerse a los desplazamientos de las corporaciones a México y China. ¿No deberían haberlo hecho los demócratas? Cuando vemos a Biden aplicando aranceles para que las marcas chinas no entren en Estados Unidos, cabe preguntarse si no debería haberse acordado de hacerlo con las empresas estadounidenses que cerraban en el país y abrían en el extranjero. ¿Por qué el Partido Demócrata fue cómplice de la destrucción de la capacidad industrial estadounidense y, con ella, de la destrucción de los modos de vida de la clase trabajadora estadounidense?

  1. El aborto y la preocupación por los vivos

No se trata sólo del aborto, una bandera que puede ser capitalizada en una sociedad reaccionaria y muy religiosa. No tiene sentido que las Kamalas del mundo salgan a decir que a un trumpista o a un republicano tradicional le importan más los fetos humanos que la vida de los ya nacidos, si luego mantienen congelados los salarios durante más de 40 años, permiten que la riqueza se concentre de nuevo al nivel de los años 30, no crean una red de guarderías baratas o gratuitas, no apoyan la formación de familias y el crecimiento de la natalidad, etcétera. Su discurso contradice lo que en realidad hacen.

¿Dónde está la moralidad de defender el aborto en una situación como ésta? Incluso si existe, está muy condicionada por el fracaso de las políticas sociales del PD. ¿Cómo se puede decir que se puede defender el aborto como último recurso, cuando se es directamente responsable de no crear las condiciones para sostener la tasa de natalidad, que hacen de este “último recurso” el primer recurso?

  1. La defensa de la “normalidad”

La vinculación entre el wokismo neoliberal (identitarismo) y la propaganda LGBTQ con los movimientos de izquierda también es culpa del Partido Demócrata y de los partidos socialdemócratas, que han renunciado al universalismo en favor de una atomización de la identidad y la liberalización del género.

Las mujeres, los homosexuales, los latinos, los negros, las personas trans son elegidas sólo por lo que son, y no por lo que son como personas, como seres humanos. Elegir a un homosexual incapaz, sólo porque es homosexual, es un gran perjuicio para el movimiento homo , elegir a una mujer incapaz, sólo porque es mujer, es un perjuicio para la causa de las mujeres. Alguien como Von Der Leyen, siendo mujer, perpetúa la guerra. Alguien como Paulo Rangel (ministro de Asuntos Exteriores de Portugal), siendo homosexual, perpetúa la guerra. ¿Cuál es la ventaja que esta política aporta a la sociedad? Tenemos que erradicar las formas discriminatorias de hacer las cosas, no introducir otras.

Utilizado como bandera oportunista, el wokismo atomiza la identidad, atomiza la sociedad. La propaganda del despertar se utiliza como bandera política y como signo de sofisticación y libertad mental, pero su efecto es transmitir a la sociedad que su “normalidad” está en juego. Podemos cuestionar si la “normalidad” incluye o no otras identidades, pero siempre como parte de un todo, por supuesto. El sistema simplemente tiene que garantizar que, sea lo que sea que elijas ser, tengas derecho naturalmente a las mismas condiciones de vida que todos los demás.

En cambio, el Partido Demócrata se ha dejado llevar por la idea de que lo más importante es poder afirmar la propia identidad, e incluso hacerlo con indignación y panfletos. Lo que importa es que se pueda elegir ser trans, homo o no binario, aunque haya que vivir en la calle y sin trabajo. Se trata de una inversión de prioridades. Para garantizar una libertad de elección efectiva es necesario, en primer lugar, proporcionar las condiciones básicas universales necesarias para sobrevivir con dignidad. Y no al revés. Defender lo primero en detrimento de lo segundo envía un mensaje que supone la subversión de las cosas, que destruye la apariencia de normalidad y la idea de estabilidad social.

El wokismo consiste en un conjunto de principios que son el resultado directo de la liberalización de la identidad individual y la posibilidad de elegir entre un conjunto de identidades comercializadas, en desconexión con la existencia material y biológica de cada uno. En cierto modo, significa la libertad de la biología y de la condición material de cada uno. Nadie tiene que estar prisionero de su condición biológica, se puede ir más allá de eso, ya que se puede elegir entre algo así como un «mercado de identidades». Es la aplicación de la ideología del consumismo a la condición biológica humana. Es, por tanto, un individualismo divisivo, un idealismo. El Partido Demócrata nunca debería embarcarse en el idealismo. No se discuten los gustos, las condiciones o los modos de vida de cada uno, sólo hay que garantizar que al elegir uno u otro, uno no sufra discriminación de ningún tipo. El resto depende de uno mismo. Al plantear la diferencia en cada paso del camino, se empieza a dividir la sociedad en pequeñas tribus, se rompen los vínculos sociales entre las personas. Así que no es difícil entender por qué, hoy en día, se encuentra cada vez más intolerancia.

Al introducir el progresismo y el individualismo exacerbado en su programa, el Partido Demócrata ha contribuido a la división de la sociedad. Una sociedad más fragmentada, con condiciones de vida más duras y la destrucción de las organizaciones de base de la clase trabajadora (sustituidas por ONG de la CIA), crean el terreno ideal para el populismo de extrema derecha.

Con ello, ha permitido a Trump presentarse como el garante de la normalidad. ¡La extrema derecha se presenta como el garante de la normalidad!

  1. El error de la carta de Zelenski contra Trump

La asociación de Trump con Putin y Rusia tenía como objetivo capitalizar una rusofobia que nunca llegó a imponerse, salvo entre quienes se alimentan y viven del establishment . El día de la votación, en el estado de Georgia, Putin volvió a la escena. Supuestamente hubo amenazas de bomba de Rusia. Nadie se las cree ya y los resultados en Georgia demuestran una cierta y creciente inmunidad popular a las estafas de la prensa corporativa.

La verdad es que pocos creen ya en Zelenski y menos aún son capaces de oírle hablar. En total desconexión con el sentimiento popular, creían que poner a Trump contra Zelenski afectaría a Trump. Por el contrario, tranquilizó a muchos que dudaban de que Trump pusiera fin a la guerra y les aseguró que era la votación correcta.

Al igual que el pueblo ucraniano, nosotros los occidentales estamos hartos de esta guerra.

  1. El descrédito de la prensa convencional

Toda la prensa occidental dominante, incluso la alineada con el Partido Republicano, estaba presionando a favor de Kamala, que tenía a los halcones de su lado.

La derrota de Kamala es la derrota de la prensa corporativa. La derrota de Kamala es la derrota de las narrativas encargadas por Wall Street, el Pentágono, la CIA o la Casa Blanca. Hoy en Estados Unidos, según Gallup, ya hay más estadounidenses que no creen en absoluto en los grandes medios de comunicación que los que no creen en ellos en absoluto.

Trump lo ha utilizado exhaustivamente. Desde la posverdad de su primer mandato hasta el descrédito total de su segundo, Trump ha vencido a la prensa convencional . En esto, Elon Musk y su cuenta de Twitter han jugado un papel clave. Twitter ha sido la fuerza de propaganda online de Trump. Ningún ser humano debería tener tanto poder como Musk, pero uno de los responsables de fabricar estos poderes “neofeudales” no es nadie más que el propio Partido Demócrata.

En conclusión:

La derrota de Kamala es, pues, la victoria de la demagogia política, del mesianismo providencialista y del supremacismo, de los que el Partido Demócrata no se ha liberado y que además ha contribuido a normalizar, permitiendo a Trump ganar a pesar de ello y a pesar de la forma exacerbada en que lo defiende. El Partido Demócrata nunca podría desmontarlo en su esencia, porque los demócratas también defienden el “liderazgo americano”, la “nación indispensable”, todas las consignas triunfalistas y neocolonialistas de la élite estadounidense, fabricadas bajo Clinton.

La victoria de Trump es la derrota de las empresas encuestadoras, denunciadas como instrumentos para construir los resultados deseados.

La democracia se entiende como un sistema superior en el que personas informadas y conscientes toman decisiones conscientes, según programas discutidos, reflexionados y debatidos. El desfile de seguidores de Trump sin la más mínima decencia política, intelectual o ideológica, o el desfile de seguidores de Kamala sin la más mínima capacidad de transmitir ideas, en ambos casos sólo llamados a la palestra por su popularidad, es uno de los tristes episodios de ese espectáculo circense decadente al que en EEUU llaman “elecciones democráticas”.

Por último, Kamala esta vez impidió que el Partido Demócrata capitalizara su desinteligencia: los votos relacionados con la limitación del uso de armas, ya que se presentó como alguien que las usa, hablando de ello con orgullo, lo que no habrá dejado de escandalizar a mucha gente buena; los votos de los migrantes y descendientes de migrantes, preocupados por la constante agresión de EEUU contra sus países de origen (caso de los chinos, iraníes, cubanos, árabes y muchos otros); los votos pro palestinos y muchos votos de las clases trabajadoras.

No ha logrado cambiar realmente las políticas de Trump y, por lo tanto, ha desmovilizado a sus partidarios o, debido a los factores que he mencionado, ha hecho que muchos se pasen al otro candidato. El peso de los asuntos internacionales puede no ser muy grande, pero de ellos se desprende que hay muy pocas cosas que distancien a Kamala de Trump. Esto es inaceptable en una democracia.

Al final, sólo puede llegarse a una conclusión: gane quien gane, el pueblo estadounidense siempre perderá. Votar por Trump para resolver los problemas de las condiciones de vida de la clase obrera estadounidense es como dejar a alguien en el desierto porque tiene sed.

¡Mira el desierto en el que estamos!

Las opiniones de los colaboradores individuales no representan necesariamente las de la Fundación Cultura Estratégica y de Dossier Geopolitico

FUENTE: .https://strategic-culture.su/news/2024/11/09/trump-product-made-moral-bankruptcy-of-democratic-party/

Carlos Pereyra Mele director de Dossier Geopolitico fue entrevistado por los servicios de radio y television de la Universidad Nacional de Cordoba en el programa «Atardecer de un dia informado», sobre la situaciones geopolítica que enfrentara la administracion de Donald Trump a partir de enero de 2025: y que se desarrollara en un escenario internacional muy distinto al que dejo cuando ejercio su anterior mandato… con potencias emergentes y el sur global más solidificado y un mundo occidental en crisis de sus estructuras ONU, G7, etc. Y con los BRICS+ en creciente poderios y las guerras proxis que organizaron Ucrania y Medio Oriente con horizontes de cada día mayor dificultad y casi nulas esperanzas de revertir seguras derrotas militares que a la postre seran derrotas politicas.

Dossier Geopolítico agradece a su miembro colaborador José Francisco Herrera por las tareas de edición y diseño de este video instalado en este Canal de YouTube

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Javier Benitez entrevista al Director de Dossier Geopolitico Carlos Pereyra Mele

El canciller de Rusia, Serguéi Lavrov, saludó el interés de Turquía por acercarse a los BRICS. Asimismo, incidió en el atractivo de este grupo, cuya seña de identidad es el respeto a la Carta de la ONU. Mientras, el jefe de la Cámara de Comercio e Industria alemana afirmó que los signos de desindustrialización en el país son cada vez más claros.

El pragmatismo del sur global supera a Occidente

En una entrevista que concedió al periódico turco Hürriyet, Lavrov afirmó que Rusia es partidaria de ampliar los lazos de los BRICS con los países de la mayoría global, sobre todo, con los que apoyan el multilateralismo, llevan adelante una política exterior soberana e independiente, y no se suman a las sanciones unilaterales del Occidente colectivo.

“Saludamos el interés de Turquía por acercarse a los BRICS. Esto confirma el atractivo de la asociación basada en el respeto a la Carta de la ONU, la apertura, el pragmatismo y la no directividad frente a terceros”, declaró al medio turco el jefe de la diplomacia rusa.

AUDIO:

En opinión del director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, podemos observar al respecto que lo que antes atraía era un polo de concentración, o querer integrar una asociación que favoreciera a la nación que intentaba acceder a ella. “Hoy está claramente demostrado que la Unión Europea, en primer lugar, no es ni tanta unión, ni tan europea”.

Y mientras los países del sur global siguen avanzando en sus agendas de crecimiento y desarrollo, el jardín de Josep Borrell se marchita a pasos agigantados. Así, el director de la Cámara de Comercio e Industria alemana [DIHK], Martin Wansleben, afirmó que “los signos de desindustrialización son cada vez más claros”.

Mencionó que la principal representante de los trabajadores de VW, Daniela Cavallo, dijo que la compañía cerraría al menos tres fábricas en Alemania, despediría a 30.000 trabajadores, y recortaría los salarios en un 10%, y hasta un 18% en algunos casos. En este contexto, el 30 de octubre VW informó una caída en el beneficio neto del 64%, interanual, en el tercer trimestre, atribuible principalmente a las débiles ventas de sus automóviles en China.

Esto se produce tras meses de noticias igualmente escalofriantes. Ya en febrero el fabricante de electrodomésticos Miele dijo que trasladaría parte de su producción a Polonia, lo que afectará a 700 puestos de trabajo en Gütersloh, en Renania del Norte-Westfalia, la sede de la empresa familiar de 125 años de antigüedad. En tanto, Continental, proveedor de automóviles, está eliminando 7.000 puestos de trabajo y cerrando plantas. Por su parte, el fabricante de neumáticos francés Michelin está eliminando 1.500 puestos de trabajo en Alemania y cerrando fábricas. Y en julio, ZF Friedrichshafen, otro proveedor alemán de automóviles, informó que para 2028 eliminaría 14.000 puestos de trabajo.

“Todos estos datos vienen a echar por tierra toda una mitología que por lo menos se nos ha trasladado a los pueblos periféricos de la importancia que tenían los países centrales tradicionales que durante uno o dos siglos han estado controlando el desarrollo y las capacidades globales. Lo que está sucediendo en Alemania se va a ver replicado en otras regiones. Cuando se hacen esas deslocalizaciones de industrias, como en el caso citado de una empresa que se va a Polonia, allí no van a pagar mejores sueldos que en Alemania. Por supuesto que para que les dé ganancia, el recorte va a ir siempre al lugar más débil, que es la cadena de sueldos de sus operarios”, apunta Pereyra Mele.

Un nuevo estudio del DIHK de Wansleben está repleto de cifras alarmantes. En él se revela que un tercio de todas las empresas y dos quintos de las firmas industriales encuestadas tienen previsto reducir sus inversiones en Alemania. Solo un 19% de las firmas industriales califican su situación actual de “buena”, mientras que un 35% la califica de “mala”.

FUENTE: https://noticiaslatam.lat/20241107/rusia-y-turquia-congenian-y-avanzan-mientras-alemania-descarrila-en-plena-debacle-europea-1158844753.html

Por Pepe Escobar

Abróchense los cinturones: pase lo que pase, el terremoto de Trump seguramente será un viaje lleno de baches.

En la escala política de Richter, eso fue un asesino, literalmente. Lo que se suponía que iba a ser un espectáculo totalitario liberal fue barrido brutalmente, sin contemplaciones, del parque, de cualquier parque. Incluso antes del día de las elecciones, el pensamiento crítico era consciente de lo que estaba en juego. Con fraude, Kamala gana. Sin fraude, Trump gana. Hubo, en el mejor de los casos, intentos (fallidos) de fraude. La pregunta clave sigue siendo: ¿qué quiere realmente el Estado profundo de Estados Unidos?

Mi bandeja de entrada está llena de informes llorosos de los think tanks estadounidenses que se preguntan, incrédulos, por qué Kamala podría perder. Es bastante sencillo, aparte de su absoluta incompetencia y absoluta mediocridad, que literalmente se ríe a carcajadas.

El legado de la administración de la que formó parte es espantoso: desde Crash Test Dummy hasta Little Butcher Blinkie.

En lugar de preocuparse por la lamentable situación que se vive a todos los niveles en torno a esa entidad mítica, el “pueblo estadounidense”, decidieron invertirlo todo en una guerra de poder fabricada por los neoconservadores para infligir una “derrota estratégica” a Rusia, robando activos rusos, desatando un tsunami de sanciones, enviando una serie de armas prodigiosas . La militarización de Ucrania provocó la muerte de innumerables ucranianos y la inevitable y inminente humillación cósmica de la OTAN en el suelo negro de Novorossiya.

Invirtieron todo para apoyar un genocidio en Gaza llevado a cabo con un enorme arsenal de armas estadounidenses: una operación de limpieza étnica y exterminio codificada según el espacio vital, dirigida por un grupo de psicópatas talmúdicos y comercializada bajo el “orden internacional basado en reglas” arrojado por Butcher Blinkie en cada reunión bilateral o multilateral.

No es de extrañar que Asia occidental y el Sur global en general no tardaran en recibir el mensaje de lo que podría pasarle a cualquiera que se atreviera a ir en contra de los “intereses” del Hegemón. De ahí el contragolpe: el fortalecimiento de los BRICS y BRICS+, celebrado ante todo el mundo hace dos semanas en Kazán.

Al menos esta administración tuvo un mérito: fortalecer los vínculos entre las principales “amenazas existenciales” para el Hegemón: los tres BRICS (Rusia, China, Irán), más la indomable RPDC. Todo eso en contraste con una magra victoria táctica –que puede no durar mucho-: el vasallaje absoluto de Europa.

Colgando a Ucrania del cuello de Europa

Por supuesto, la política exterior no gana las elecciones estadounidenses. Los propios estadounidenses tendrán que resolver sus dilemas o sumergirse en una guerra civil. En cuanto al grueso de la Mayoría Global, no se hace ilusiones. El mensaje codificado de Trumpquake es que el lobby sionista gana, otra vez. Tal vez no de manera tan unánime si consideramos todas las corrientes de neoconservadores y sionistas. Wall Street gana otra vez (Larry Fink, de BlackRock, lo dijo incluso antes del día de las elecciones). Y los silos prominentes en todo el Estado Profundo también ganan otra vez. Eso plantea una pregunta modificada: ¿qué pasa si Trump se siente lo suficientemente envalentonado después del 25 de enero como para lanzar una purga estalinista del Estado Profundo?

El día de las elecciones se celebró casi simultáneamente con la reunión anual del Club Valdai en Sochi , donde la superestrella, como era de esperar, fue el eminente geopolítico Serguéi Karaganov. Por supuesto, se refirió directamente a las guerras eternas del Imperio: “Vivimos en tiempos bíblicos”.

Incluso antes del terremoto de Trump, Karaganov enfatizó con calma: “Venceremos a Occidente en Ucrania, sin recurrir a medios extremos”. Y eso “permitirá una retirada pacífica de los EE.UU., que se convertirán en una superpotencia normal”. Europa, mientras tanto, “se quedará al margen de la Historia”.

Todo esto es muy acertado. Pero después Karaganov introdujo un concepto sorprendente: “La guerra en Ucrania es un reemplazo de la Tercera Guerra Mundial. Después, podemos acordar algún tipo de orden en Eurasia”.

Esa sería la “indivisibilidad de la seguridad” propuesta por Putin a Washington –y rechazada– en diciembre de 2021, parte de la “Gran Asociación Euroasiática” que fue conceptualizada por el propio Karaganov.

El problema, sin embargo, es su conclusión: “Hagamos de la guerra de Ucrania la última gran guerra del siglo XXI  ”.

Ahí está el quid de la cuestión: la verdadera guerra importante es en realidad la que enfrenta a Eretz Israel contra el Eje de la Resistencia en Asia Occidental.

Hagamos una breve parada en Europa antes de llegar al meollo del asunto. El terremoto de Trump está listo para colgar a Ucrania del cuello de Europa como un albatros más grande que la vida. La respuesta es la siguiente: que salga el dinero estadounidense que financia el Proyecto Ucrania, nacido para perder, y que entre el dinero alemán que llena las arcas del lobby armamentístico dentro del complejo MICIMATT (complejo militar-industrial-congresional-inteligencia-medios-académico-think tank) acuñado por Ray McGovern.

El Tesoro de Estados Unidos ha emitido un memorando interno válido hasta el 30 de abril de 2025 –cuando Trump ya cumplirá tres meses en el poder– permitiendo transacciones con bancos rusos sobre todo lo relacionado con petróleo, gas natural, madera y cualquier forma de uranio.

En cuanto a la crédula Unión Europea dirigida por Bruselas, ellos pagarán la pesada carga de armar el remanente de Ucrania mientras aceptan ola tras ola de nuevos refugiados y dicen adiós a cualquiera de sus fondos ya invertidos en ese enorme agujero negro.

Cuidado con ese aspirante a Tony Soprano

El terremoto de Trump, si se toma en su sentido literal, seguramente convertirá aún más al dólar estadounidense en un arma; Trump ha amenazado, públicamente, con

incluir en la lista negra a cualquier nación que utilice otras monedas para el comercio internacional. Los socios del BRICS y del BRICS+ lo han registrado; y eso acelerará la prueba de todos los modelos en el laboratorio del BRICS, lo que conducirá a un sistema de liquidación comercial alternativo de múltiples capas.

Los BRICS y la mayoría global también saben que Trump, de hecho, aprobó las sanciones a Nordstream , cuando recientemente se refirió a “matar” a Nord Stream. Y también saben que hizo menos que nada durante Trump 1.0 para encontrar una solución a la guerra por poderes en Ucrania.

Ahora llegamos al punto decisivo. Trump destruyó personalmente el JCPOA (el acuerdo nuclear con Irán) negociado por el P5+1 (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania). Moscú –y Pekín– saben perfectamente cómo esto condujo a una mayor desestabilización de toda Asia occidental, en conjunción con el asesinato del general Soleimani ordenado por Trump, que dio inicio a lo que yo llamé los furiosos años veinte .

Por último, pero no por ello menos importante, Trump negoció el grandilocuentemente llamado “Acuerdo del Siglo”: los Acuerdos de Abraham, que, de implementarse, enterrarán para siempre cualquier posibilidad de una solución de dos Estados entre Israel y Palestina.

El acuerdo, que puede considerarse tan nefasto como la declaración Balfour de 1917, puede estar en coma, pero el amigo de WhatsApp de MbS, Jared Kushner, ha vuelto y, sin duda, renovará la presión. MbS todavía no ha tomado una decisión en lo que respecta a los BRICS. Trump se volverá loco si MbS empieza a navegar cada vez más por el camino del petroyuan.

Todo esto nos lleva a un personaje sumamente nefasto, Mike Pompeo, un aspirante a Tony Soprano que es un serio candidato a convertirse en jefe del Pentágono. Eso significaría grandes problemas en el futuro. Pompeo fue director de la CIA y secretario de Estado durante la era Trump 1.0. Es un ultrahalcón en cuanto a Rusia, China y, especialmente, Irán.

Podría decirse que la pregunta urgente a partir de ahora es si Trump –cuya vida fue salvada por Dios, según su propia interpretación– hace lo que sus donantes súper ricos esperan de él, nombra a Pompeo y a otros gánsteres para puestos clave e invierte en la guerra de Israel contra Irán y el Eje de la Resistencia.

Si ese es el caso, no tendrá que preocuparse por otro francotirador fallido. Pero si realmente intenta llevar adelante su propio juego independiente, no hay duda de que será un hombre muerto que camina.

Así que toda la Mayoría Global espera con gran expectación. ¿Cómo se traducirá el terremoto de Trump en la esfera geopolítica del MAGA? Las apuestas seguras se centran en el uso extensivo de empresas militares privadas (PMC) para “misiones” de política exterior e “intervenciones” militares seleccionadas y dirigidas. Los objetivos podrían incluir a cualquier actor del Sur Global, desde México (para “asegurar la frontera”) hasta Venezuela (la doctrina Monroe para “asegurar el petróleo”), Yemen (para “asegurar el Mar Rojo”) y, por supuesto, Irán (una campaña de bombardeos masivos para “asegurar Israel”).

En pocas palabras: no habrá nuevas guerras (como prometió Trump), sólo unas cuantas incursiones selectivas, y una guerra híbrida a toda marcha. Brasil, cuidado: Trumpquake no tolerará que un miembro verdaderamente soberano del BRICS aumente su influencia en el “hemisferio occidental”.

Abróchense los cinturones: pase lo que pase, el terremoto de Trump seguramente será un viaje lleno de baches.

FUENTE: https://strategic-culture.su/news/2024/11/07/trumpquake/

Las opiniones de los colaboradores individuales no representan necesariamente las de Dossier Geopolitico.

Aunque no avanza en ningún frente y la situación económica de Israel es catastrófica, Netanyahu persiste en su guerra en seis frentes esperando que el eventual triunfo de Trump traiga un milagro

por Eduardo J. Vior
analista internacional especial para Dossier Geopolitico

Un día antes de las elecciones en Estados Unidos se especula mucho en los medios occidentales sobre la actitud que pueda adoptar uno u otro candidato hacia el conflicto de Asia Occidental en caso de llegar a la presidencia. Mientras tanto, el gobierno israelí sigue masacrando impunemente a la población de Gaza y bombardeando a la población civil de Líbano. El régimen sionista no oculta su intención de conquistar el sur del país y erradicar a su población árabe, tal como hizo en 1948 en el actual territorio de su Estado y lo está haciendo ahora en Gaza y Cisjordania. El proyecto mesiánico, imperialista y racista del “Gran Israel” sigue avanzando y no parece que nadie pueda frenarlo. ¿O sí? 


Mapa de la Franja de Gaza

Luego del sonado fracaso del ataque sionista contra Irán el sábado 26, Israel ha intensificado la aplicación del llamado “plan de los generales” para erradicar a la población palestina del norte de la Franja de Gaza, mientras insiste en el desgaste de la población libanesa con bombardeos permanentes. Según un informe de Hezbolá emitido el jueves 31, las pérdidas sionistas desde el inicio de la guerra terrestre en Líbano el pasado 1º de octubre ascienden a más de 95 muertos y 900 heridos entre oficiales y soldados a los que hay que sumar un considerable equipamiento. Estas pérdidas no incluyen las bajas ni los daños causados por los ataques con misiles y drones dentro de Israel mismo. 

El gobierno israelí no ha contradicho estos datos. Al contrario, el líder opositor israelí Yair Lapid dijo el domingo 27 que casi 12 000 soldados han muerto o resultado heridos en la guerra en curso. “Más de 11 000 soldados fueron heridos y otros 890 han muerto”, reveló Lapid en declaraciones al oficialista Canal 12 de Israel en un balance de las bajas en el ejército israelí desde el 7 de octubre de 2023. Señaló, además, que más de ocho mil israelíes heridos necesitan servicios de rehabilitación.

Durante la semana pasada 30 soldados israelíes fueron abatidos en la Franja de Gaza y en Líbano. Según informaron los medios israelíes el domingo pasado, 30 soldados sionistas han muerto la semana pasada en batallas en la Franja de Gaza y el sur del Líbano. Sin embargo, ni la creciente crítica internacional ni la resistencia palestina ni las protestas dentro del país detienen el genocidio. Por el contrario, el domingo 3 el primer ministro Benyamin Netanyahu anunció desde la frontera israelo-libanesa que el objetivo de las operaciones en el país vecino es “alejar a Hezbolá de la frontera, hasta más allá del Río Litani”. Se trata de ocupar la misma faja de unos 50 km de ancho que Israel mantuvo entre su primera invasión en Líbano en 1982 y la retirada en 1994.

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El ejército israelí ha intensificado en el norte de Gaza el “plan de los generales” para erradicar a la población palestina

Los indescriptibles horrores que se están produciendo en Gaza forman parte de una estrategia conocida como el “Plan de los Generales”, cuyo objetivo es expulsar al mayor número posible de los 300.000 palestinos que permanecen en el norte de Gaza, mientras se mata de hambre o se asesina directamente a los que se resisten y se quedan. Fue presentado por el general de división retirado Giora Eiland al gabinete del primer ministro israelí en septiembre pasado y Netanyahu lo avaló diciendo que el plan “tiene mucho sentido”. 

Soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en la Franja de Gaza.
Soldados israelíes en el norte de la Franja de Gaza

El uso del hambre como arma de guerra resultó embarazoso para los partidarios de Netanyahu en la Casa Blanca, que apoyan con entusiasmo el genocidio, aunque desean evitar una reacción de los votantes estadounidenses que pueda hacerles perder las elecciones. Así, el 13 de octubre Antony Blinken envió una carta en la que exigía públicamente a Netanyahu que aumentara la ayuda a Gaza, pero dio a Netanyahu un plazo de 30 días para cumplir la exigencia. Cuando el 13 de noviembre se cumpla el plazo, no habrá en Washington gobierno con fuerza suficiente como para hacer cumplir la exigencia de Blinken.

Tel Aviv está aprovechando al máximo una oportunidad creada por primera vez el 7 de octubre del año pasado. Cuando Hamás lanzó la Operación Tormenta de Al-Aqsa, bajo la Directiva Aníbal el ejército israelí utilizó helicópteros de ataque, aviones no tripulados y tanques no sólo para repeler a los atacantes sino también para quemar a cientos de sus propios ciudadanos en los kibbutzim y en la fiesta electrónica. Al disfrazar estas horribles muertes como obra de Hamás, Israel creó una oportunidad única para evacuar la Franja de Gaza.

Esto no es simplemente un conflicto regional o una guerra, sino un intento deliberado de borrado y limpieza étnica que se está llevando a cabo en tiempo real, mientras el mundo entero, aparte del Eje de Resistencia de Asia Occidental, observa en silencio. Sin embargo, el gabinete ultraderechista sabe que su tiempo es escaso. Sus enemigos son cada día más poderosos y sus aliados más débiles. Entonces apresura la huida hacia adelante, hacia una guerra regional generalizada. Según el Canal 13 de televisión israelí, inmediatamente antes del ataque del 26 de octubre contra Irán, Yoav Galant envió un mensaje “secreto y urgente” a todos los miembros del gabinete ministerial en el que reclamó que se actualizaran los objetivos de guerra. Respecto a Gaza, sugirió esforzarse por “crear una situación sin amenazas militares”. Para el frente libanés, en tanto, propuso “crear condiciones de seguridad que permitan a los residentes del norte de Israel regresar a sus hogares lo antes posible”. En lo referente a Irán, por su parte, el ministro enfatizó la necesidad de “contener, pero al mismo tiempo mantener distancia del conflicto directo” con este país.

A pesar del anuncio de Netanyahu, Israel sólo avanza en el norte de la Franja de Gaza. En el sur de Líbano la situación militar está estancada. A manos de Irán ha sufrido un fuerte golpe que no pudo replicar y sigue inerme ante el hostigamiento yemenita. Esta situación en los frentes, junto con el ascenso del número de víctimas propias, la crisis económica y el aislamiento internacional están minando el apoyo de la población al gobierno nacionalista y racista. 

Todavía el 1º de octubre, horas antes del ataque iraní, BBC titulaba. “Cómo subió la popularidad de Netanyahu en Israel tras los ataques contra Hezbolá”. Por el contrario, el 26 de octubre una encuesta del oficialista Canal 12 mostró que un 60% de los israelíes desconfía del primer ministro contra un 36% que lo apoya. El 55% de los encuestados calificó como “pobre” el desempeño del primer ministro en el conflicto, mientras que el 41% lo evaluó de manera positiva. Además, alrededor de la mitad de los consultados está a favor de realizar nuevas elecciones lo antes posible, aunque el plazo vence a finales de 2026. El cansancio de guerra cunde entre la población, pero aún no alcanza para cambiar el rumbo político y militar.

Si bien la coalición de derecha-ultraderecha siempre fue rechazada por el centroizquierda liberal, la agudización de ese enfrentamiento es un síntoma importante de la polarización y creciente aislamiento del régimen. Después de que el domingo 27 el director del liberal Haaretz, Amos Schocken, acusara a Israel de imponer un “régimen cruel de apartheid” a los palestinos y pidiera sanciones internacionales contra sus líderes, varios ministerios israelíes han cortado relaciones con el diario y han pedido que se boicotee su cobertura sobre el gobierno. “Al gobierno no le importa imponer un cruel régimen de apartheid a la población palestina. Desestima los costos que supone para ambas partes defender los asentamientos (en Cisjordania ocupada) mientras combate a los luchadores por la libertad palestinos a los que Israel llama terroristas”, dijo Schocken el domingo en una conferencia celebrada por su periódico en Londres.

Según los medios israelíes, el director de Haaretz también describió la situación en Gaza y en Cisjordania como una “segunda Nakba (catástrofe)”, en referencia al éxodo palestino por la guerra de 1948. El Canal 12 de la televisión israelí apuntó, por su parte, que el boicot del gobierno podría incluir la suspensión de toda la publicidad y los anuncios, tanto de la versión impresa como digital.


El costo de la guerra

Mientras tanto, la guerra de Netanyahu sigue desangrando la economía de Israel:

  1. Israel sufre una desaceleración económica más aguda que los otros 37 países de la OCDE. El PIB israelí bajó un 4,1 % tras el ataque de Hamás en octubre de 2023 y descendió sucesivamente un 1,1 % y un 1,4 % en los dos primeros trimestres de este año.
  2. El Banco de Israel había pronosticado que el crecimiento económico para 2024 sería del 2,8 %, pero ahora lo rebajó al 1,5 %, fundamentalmente por las ramas ligadas a la defensa y seguridad interior.
  3. Para 2025, la guerra contra los palestinos habrá costado U$S 67.000 millones que Israel no tiene y no se sabe de dónde obtendrá.
  4. En consecuencia, los pagos de la deuda irán encareciéndose por los intereses. El déficit fiscal subió del 4,1 % del PIB al 7,8 %. La calificación crediticia del país bajó de A+ a A y seguirá descendiendo si se agrava su guerra contra Líbano.
  5. El bloqueo de los hutíes yemenitas contra el transporte de bienes de y hacia Israel a través del Estrecho de Bab el Mandeb causa un impacto masivo en la economía de Israel. 
  6. La movilización de 360.000 reservistas, el desplazamiento de 120.000 israelíes y el bloqueo de 140.000 palestinos de Cisjordania para volver a sus puestos de trabajo en Israel dejaron una enorme crisis laboral que repercute en la parálisis de numerosos sectores.
  7.  Al desempleo hay que sumar la interrupción en las cadenas de suministro y la pérdida de inversores debido a la falta de confianza en el país sionista que conducirá a una quiebra de empresas.
  8. Los inversores temen que al boicot de Turquía y de otras naciones se le sumen otros Estados y creen que el gobierno israelí se verá forzado a subir los impuestos para seguir costeando su guerra.

Ni el estancamiento de las operaciones militares ni el creciente cansancio de la población israelí han persuadido todavía al gobierno de Tel Aviv de la necesidad de negociar seriamente sendos ceses de hostilidades en Gaza y Líbano. Si bien los negociadores se han reencontrado en Doha, Qatar, a principios de la semana pasada, no han avanzado ni un ápice. El jueves 31, Taher al-Nunu, alto cargo de Hamás, avisó que el grupo rechazaría cualquier propuesta que permitiera reanudar las hostilidades en una fecha posterior. Benyamin Netanyahu, a su vez, insiste en que cualquier acuerdo permita más tarde retomar las hostilidades, mientras que el ministro de Finanzas israelí, el ultraderechista Bezalel Smotrich, afirmó en una entrevista concedida al diario israelí Makor Rishon que “el ejército israelí permanecerá en la Franja de Gaza durante muchos años”.

Entre tanto, en su última entrevista con Tucker Carlson el jueves 31, el líder republicano afirmó la necesidad de acabar con la guerra en Asia Occidental, porque amenaza involucrar a EE.UU. Este cálculo, empero, implica –al igual que todos los proyectos de acuerdo que han fracasado- que el sionismo es racional y actuar en función de sus intereses más que de su ideología.

Tucker Carlson: Trump is angry dad giving 'vigorous spanking' to America
Este jueves 31 Tucker Carlson entrevistó en público a Donald Trump

Desde su origen como movimiento pentecostal en los Estados Unidos de la “Reconstrucción” después de la guerra civil de 1861 a 1865 el sionismo siempre fue un movimiento mesiánico, colonialista y racista. También cuando fue impuesto por el Barón de Rothschild dentro del judaísmo. Sin embargo, hasta el ascenso del Likud al gobierno israelí en 1977 mantuvo ciertos controles racionales. Fue la conjunción de neoliberalismo, nacionalismo y mesianismo religioso la que lo hizo salirse de madre. Las tres corrientes estrecharon la interpenetración entre el proceso norteamericano y el israelí. Cada vez que se estrecharon los límites de la expansión norteamericana el sionismo se volvió más agresivo y esta tendencia se mantiene. Ariel Sharon invadió Líbano durante la crisis de 1981-83; Benyamin Netanyahu hizo lo mismo en 2006, cuando EE.UU. se había estancado en Irak. Hoy, con el Imperio a la defensiva en Asia Occidental y en retirada en Ucrania, Israel se presenta nuevamente como la punta de lanza para recuperar terreno, al mismo tiempo que el sionismo va concretizando su ideal de “Gran Israel” del Nilo al Éufrates. 

No basta, empero, el cálculo racional sobre las ganancias y pérdidas de cada bando. El aislamiento de Israel y su crisis económica han estrechado su espacio de maniobra y forzado la formación de una coalición extremista que juega a va banque. El gobierno de Benyamin Netanyahu no puede parar la guerra, porque es su razón de ser. Sólo la ilusión de limpiar étnicamente Gaza, Cisjordania y el sur de Líbano la mantiene unida. 

Eretz Yisrael Greater Israel - Openclipart
Mapa del “Gran Israel” soñado por el sionismo

La elite norteamericana, a su vez, no puede detenerlo, porque ambos partidos están inficionados por el lobby sionista, a la vez financiero y armamentista. La elección norteamericana de mañana no decidirá todavía la suerte de Asia Occidental. Israel sólo puede ser detenido mediante la combinación de una firme respuesta militar del Eje de la Resistencia, su aislamiento internacional y una crisis política que paralice a EE.UU. Y para que los tres factores se conjuguen aún faltan algunos pasos, aunque quizás no demasiado tiempo.