Trascripción de la entrevista a Carlos Pereyra Mele por el periodista Julio Vega Guzmán, del programa “El loco de la azotea” de Radio del Plata de Tucumán, en la que profundizó en los urgentes desafíos internacionales de Argentina y durante la cual envió una pregunta trascendental a la juventud, además de abordar importantes temas de actualidad, como:
- Cambio climático y el ecologismo fundamentalista.
- Los desafíos geopolíticos de Argentina.
- El deterioro de la potencialidad regional.
- Los conflictos con los países vecinos.
- Un modelo de Unidad Nacional para las relaciones internacionales.
- El gran juego internacional y el posicionamiento de Argentina.
- La decisión histórica de enfrentarse a la Deuda Externa.
- Las graves falencias de soberanía.
- La irresponsable falta de control sobre las exportaciones.
- El ejemplo de Níger.
- La gran pregunta a los jóvenes.
“En primer lugar y -por razones de actualidad-, voy a dedicar un breve párrafo al Cambio Climático, ya que como todo tema global, en general no se asume debidamente y cuando se asume, se hace de forma parcial y erróneamente. Es lo que ocurre con este tema y especialmente cuando encima se acusa y se carga al Sur Global con la responsabilidad de ese cambio climático, cuando todos sabemos que los principales causantes del problema son cinco o seis naciones en el mundo, que no han hecho ni hacen absolutamente nada, salvo hermosos y cínicos discursos. Y además, pretenden que ahora nosotros no nos desarrollemos en aras de un ecologismo fundamentalista, que por supuesto, a los únicos que beneficia son a los que hasta ahora han logrado sus más pingues ganancias con el actual modelo de globalización, tan pernicioso para la Naturaleza.
En cuanto a la geopolítica, la situación de la Argentina, más allá de su tremenda conflictividad interna y a su compleja problemática, más allá de su retroceso como potencia regional, de su falta de crecimiento y creación de trabajo, etc., etc., tiene en adelante una serie de desafíos muy fuertes y preocupantes mientras que lamentablemente la poblaciónno tiene un concepto –ni claro ni general- de los riesgos que corre Argentina como estado y como república.
AUDIO:
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Unos riesgos que pueden llegar a ser muy, pero muy graves. Y el creerse que porque estamos alejados de las áreas donde los conflictos son calientes, nos podemos librar de sus consecuencias, es un muy grave error. Porque, cuando hay una guerra, un conflicto o una rebelión, todo repercute como una crisis absoluta y global y nos afecta en primer lugar a nosotros y a nuestro vecindario.
En tal sentido, la situación, en los últimos meses y años, y ante el deterioro de la “potencia regional” de Argentina, ha hecho que vayamos perdiendo también influencia en los países vecinos y en general, ello ha llevado a que cada país intente buscar su propia salida con medidas unilaterales para facilitar un “mejoramiento de su situación nacional y regional”
Bueno…, todo esto es una falacia, porque hoy en día, a lo que tiende el mundo es a las gigantescas concentraciones industriales o tecnológicas o de materias primas, como lo es -por ejemplo- el cartel del petróleo que es una concentración en manos de muy pocos países que controlan la producción e imponen los precios. Y cuando los precios bajan, sus socios deciden bajar la producción de millones de barriles diarios y entonces ese precio se incrementa. Por supuesto que ello repercute en nuestro país.
Como repercute también que no tengamos el control del precio de los granos que producimos, ya que eso se hace en otro lugar del mundo, precisamente en la bolsa de Chicago, en Estados Unidos, quién es el que impone los precios globales. Entonces, las herramientas que nos van quedando son cada vez menores.
Y además, todo se complica si le sumamos a este especie de caos general que vive la República, los conflictos “cuasi políticos” con nuestros países vecinos, como por ejemplo lo de la navegación en el río Paraná, que ha causado un enfrentamiento concreto con la República del Paraguay, además de politiquerías baratas y populistas, como la de ese jovencito que quiere declararle la guerra a la Argentina, y otras cosas por el estilo.
También está lo de la República del Uruguay, que se beneficia de que la Argentina carezca de un canal propio de salida en el Río de la Plata, lo que obliga a que nuestras exportaciones tengan que pasar por la margen oriental, que le corresponde a Uruguay por el tratado el Río de la Plata. Entonces nos cobran peaje, nos cobran aduana, nos cobran gastos, etc., etc. Y todo eso va causando problemas. Y cuando se quiere pactar una solución, saltan nuevamente los viejos problemas históricos y otros desencuentros enquistados en el tiempo. También vemos los roces con Chile por sus pretensiones en el Atlántico Sur. O sea, se han implementado una serie de tensiones y factores que hacen parecer que en este año 23 “Argentina esté cercada” de enfrentamientos con sus vecinos.
Sin embargo, todo esto se solucionaría con una política exterior concreta y muy clara, con objetivos perfectamente unidos al interés nacional y por supuesto, con un modelo de Unidad Nacional para las relaciones internacionales.
Tampoco puede ser que semejante estrategia quede en manos de un solo partido. Por el contrario, tienen que definirse unos objetivos claros entre todos lo que tienen representación en el Parlamento, mediante acuerdos por encima de los partidos, que marquen nuestra línea roja en la defensa del país, tal cuál lo hacen las potencias, donde nadie puede cruzar esta línea roja, porque cruzarla significa una agresión a la patria. Por lo tanto es imprescindible que Argentina plantee y defina sus líneas rojas.
Y luego está el gran juego internacional, en el que las luchas entre el bloque del Sur global encabezado por China y seguida por los BRICS, se enfrenta con el bloque de las potencias del Norte Global u Occidente, que forman el G7. Y ese es el juego o lucha que baja a nuestro territorio, que también se transforma en un campo de batalla en medio de una desinformación e ignorancia preocupante. Porque ese juego está definiendo las inversiones en la región, de quienes la hacen y para qué. Define además el desarrollo tecnológico, o no. Define las formas culturales por la utilización de los medios de comunicación. Etc.
Pero con este clima de desinformación, se profundiza el enfrentamiento interno entre un bando y el otro, lo que lleva a un mayor caos y a una mayor confusión en la población, que no entiende nada mientras todo se reduce a mensajes a través de eslóganes, cuando todos sabemos que la política no son eslóganes, que la política es una forma mediante la cual se trata de cambiar las situaciones problemáticas que se está viviendo y eso no se puede hacer usando una motosierra, o cosas por el estilo. Todo lo contrario, se deben hacer planes concretos, con proyectos factibles, asegurando quiénes los van a financiar y con qué recursos se van a pagar. Todo lo demás es un “hermoso discursito” de un grupo de gente que cree que en la Argentina somos habitantes pero que no somos ciudadanos.
El asunto es que si los ciudadanos somos capaces de involucramos, si tomamos el toro por las astas y si empezamos a discutir las cosas serias en lugar de tonteras. Esas tonteras que luego nos harán llorar sobre la leche derramada. Y esto significa que existe otra historia. La verdadera historia. La única que interesa discutir.
Por eso yo me pregunto: ¿Cuándo va a dar a luz el posicionamiento definitivo de la Argentina en el mundo para los próximos 20, 30, 40, 50 años? Porque es eso lo que está en juego, como asunto crucial en todo el globo terráqueo. Y es algo que no puede esperar al próximo gobierno, ni de acá 8 años. ¡No, no, no, no!
Es un partido se está jugando en este momento y es por el campeonato mundial para definir cómo va a ser el modelo global de aquí al futuro.
Y no tomar las decisiones y no adoptar las medidas correctas ahora mismo para llegar con un equipo perfecto y hacer la mejor performance posible -que nos ubique en el bloque de de los ganadores- nos condenará a presentarnos con un equipo de improvisados y que, como todos sabemos, siempre son arrasados por los equipos profesionales.
Entonces, es allí donde está la mayor falla de nuestra querida República Argentina. Por lo que es necesario y urgente que su población “de ciudadanos y no solo de habitantes” se interese a fondo de los temas fundamentales y básicos el país, como lo es la forma de insertarse en este nuevo mundo en gestación, con quiénes vamos a trabajar y cómo vamos negociar nuestras cartas de los recursos naturales. O por el contrario, si seguiremos como hasta ahora, solamente atados con los mismos que nos han aplicado endeudamientos sin límites, sin solución de continuidad y sin ninguna posibilidad para salir de esa trampa en la que fuimos introducidos como prisioneros del típico usurero, que te presta plata, pero que nunca te permite devolverla, para que sigamos siendo sus eternos deudores.
Es por ello que la Argentina tiene que salir de ese círculo vicioso y sumarse a las nuevas realidades. Y nuestro país, mientras no torne la decisión histórica de enfrentar y resolver su principal problema que es el de la deuda externa, no tendremos ni libertar ni posibilidad de decidir nuestro futuro geopolítico por las pretensiones de las potencias del Norte Global, que son las que operan en nuestra región y que nos cierran el camino al futuro.
En ese sentido, tenemos que asumir la realidad de nuestras graves falencias en comparación con las potencias de verdad.
Por ejemplo, las islas Malvinas no están ocupadas por los chinos, ni por los rusos, ni por la India, ni por Irán. Están ocupadas por el Reino Unido y con ello traigo a colación el escándalo del radar de seguimiento satelital que los ingleses nos introdujeron en la provincia de Tierra del Fuego -con alguna complicidad estatal- y que gracias a denuncias de numerosos pobladores, el Ministerio de Defensa logró desactivarlo. Entonces me hago esta pregunta: ¿Cuántos minutos duraría un funcionario inglés que autorizase colocar un radar satelital argentino en cualquier población británica, para pasar información a sus enemigos rusos o chinos?
Y este es solo un ejemplo de una larga lista de hechos perjudiciales que socavan al Estado y que lo hace parecer a un queso Gruyer lleno de agujeros negros.
Estos son los asuntos serios y profundos que tiene que tratar la ciudadanía, en lugar de las tonteras que se escuchan por ahí en estos tiempos electorales.
Por lo tanto es urgente y necesario que la gente entienda y asuma que nadie, por más bueno y por más honesto que sea, por más exacto en hacer las cuentas y por más perfectas que sean sus políticas, puede sacar adelante a un país que tiene que pagar más de lo que le entra. Es un razonamiento tan obvio y fácil que, quizás por eso, se le pasa por alto a casi todo el mundo.
Otro aspecto fundamental es la falta de control de las riquezas que salen del país. Es decir, ha llegado la horra de preguntarse en serio: ¿Cuánto se están llevando de Argentina en cada exportación, a qué precio de coste y con qué condiciones de pago?
Y este vacío viene de la época de Menem, cuando se disolvieron los Ministerios Minería y se redujeron al mínimo los controles de cada provincia sobre su suelo, como también disminuyeron las herramientas de actuación junto a nuevas legislaciones laxas y permisivas, propias de un estado fofo y hueco.
Entonces me pregunto otra vez: ¿Cuánto oro de la Argentina está saliendo hoy sin control del Estado Nacional y cuántos minerales estratégicos se van libremente del país? Todo ello gracias a este caótico sistema que permite, a las gigantescas multinacionales que explotan la Cordillera, justificar unas expediciones millonarias de materias primas con una simple declaración jurada, sin ninguna otra revisión o inspección.
Y estamos hablando de miles de millones de dólares que se nos escapan día tras día. No estamos hablando de “los planeros” y todo el ruido que se arma alrededor de ellos. Estamos hablando que si se controlara la salida del oro, Argentina recaudaría una cantidad de dinero que dejaría en nada la polémica de esos subsidios.
Y en medio de este análisis, traigo a colación lo ocurrido en Níger tras el golpe militar que derrocó al gobierno títere pro europeo que mantenía al país en un profundo atraso y siempre colonizado por Europa, quién nunca le abrió las posibilidades al desarrollo. Resulta que Francia acaparaba el total de la producción de uranio del país africano con lo que sostenía el 80% de su producción eléctrica basada en la energía nuclear. Le pagaba 0,80 euros por kilo de uranio, cuando el propio estado galo pagaba el mismo uranio de Canadá a 200 euros el kilo. ¡¡ UN GIGANTESCO ROBO !! Toda una explotación humana que apenas le permitía al nativo africano poco más que un plato de comida al día. Evidentemente, los militares revolucionarios que han tomado el gobierno, además de expulsar al embajador francés y a las tropas francesas que estaban en Níger, tomaron como primera medida decirles a los franceses: “…señores, a partir de hoy, ustedes me pagan los 200 euros por kilo o vendemos nuestro uranio al mercado internacional”. Lo que indignó a la Unión Europea, que esgrimió que era una medida propia de una dictadura además de un ataque a los derechos humanos y resto de barbaridades. El clásico insulto de Occidente a los países que asumen su soberanía y desnudan esa hipocresía imperial que han llevado históricamente a África a una pobreza absoluta. Mientras que hoy mismo, esos países ricos, que presumen de valores, dejan morir ahogados a cientos de emigrantes en el mar Mediterráneo.
Y hago este parangón con Argentina, porque hoy mismo, en medio de la campaña electoral, nadie habla del tema de la fuga de materias primas, ni de las reformas legales necesarias para revertir la situación, para ejercer el control y la vigilancia de nuestro patrimonio. Si somos dueños de productos y elementos que son fundamentales para las potencias, es de justicia que éstas cumplan con la obligación y la legalidad de pagar lo que corresponde por lo que se llevan. Es algo que hasta un niño lo entiende.
Por eso este mensaje es también para los jóvenes, que quizá no entienden lo que es soberanía. Que significa entre otras cosas, que un país haga de forma independiente lo más le conviene y que se relacione libremente con quién quiera. Y en medio de esta desinformación general, es necesario explicarle a la juventud, con modelos muy sencillitos, lo que es la política de verdad, lo que es la economía, de cómo se deben hacer las cosas y de cómo proyectar el futuro.
Y que cada joven decida por si mismo. Y SI DECIDEN QUE NO LES IMPORTA QUE OTROS SE ROBEN NUESTRO ORO, si no les importa que no paguen los impuestos ni que se apropien del país, entonces que luego no lloren con que aquí no hay trabajo, que no hay industria, que no hay salud ni educación.
Bueno… todo esto mi querido Julio, forma parte del común y gigantesco drama de la Argentina, que requiere una solución coordinada y combinada. Y para ello, entiendo que los políticos deben ser convocados para discutir públicamente estos temas prioritarios y decidir que hacer. Por ejemplo, con nuestro mar, uno de los más grandes del mundo y con enormes riquezas. Qué hacer con nuestra industria agraria que produce eficientemente pero que puede multiplicar y ampliar su acción. O sea, no solamente mandar al extranjero el poroto de soja, sino elaborar los aceites ya refinados. También debemos reforzar el área tecnológica, donde tenemos altísimas capacidades y con un nivel cercano a lo mejorcito del mundo. Y por supuesto también en el tema de los satélites, donde Argentina puede aportar lo suyo, como lo demuestra el acuerdo con Turquía y la oportunidad de hacer empresas mixtas para desarrollarse en un ámbito que hasta hace poco solo estaba reservado a las superpotencias.
Y así podría proseguir con otros campos y otros ejemplos, pero lo que se trata es de no quedar rehén de las trampas de siempre.
Reitero finalmente que la Argentina necesita una política internacional clara y concreta, un poder económico político real y una capacidad militar que asegure un sólido sistema defensivo. Ya que no debemos olvidar aquella máxima histórica de Guillermo I de Alemania sobre que ”Una Nación si Fuerzas Armadas puede ser una hermosa orquesta pero sin instrumentos musicales.”
Trascripción de Eduardo Bonugli