La mayoría de los objetivos internacionales del reelecto presidente o no son realistas o suponen cambios internos demasiado profundos o requieren acuerdos difícilmente concretables

por Eduardo J. Vior
analista internacional

Donald Trump fue reelecto el martes 5 como presidente de los Estados Unidos y gobernará, por lo menos los dos primeros años, con una acumulación de poder que debería permitirle cumplir su agenda sin problemas. Sin embargo, al menos en la política exterior sus propuestas no son practicables, dependen de cambios internos demasiado profundos o requieren acuerdos internacionales que al día de hoy no se ven como posibles. Claro que al votante norteamericano medio no le interesa demasiado la política exterior, pero estos temas tienen claras implicaciones internas. ¿Qué chances tiene el futuro mandatario de no decepcionar a sus votantes en este campo?

El núcleo del programa económico electoral (la baja de impuestos y la liberalización del mercado energético) puede concretarse rápidamente dado que el Partido Republicano, ha conquistado la mayoría en ambas cámaras del Congreso. Asimismo, el traspaso de la política educacional a los estados, el pase a disponibilidad de un gran número de funcionarios y empleados del gobierno federal, el fin de la política de género, la derogación de medidas de protección del medio ambiente y muchas decisiones de valor simbólico dirigidas a galvanizar a su base son también sencillas de tomar.


Donald Trump hablando sobre la seguridad fronteriza y la delincuencia migrante durante una parada de campaña en Austin, el mes pasado. Credit…Kenny Holston/The New York Times

Por el contrario, otras –especialmente aquéllas que implican a uno o más países extranjeros- son más difíciles de encarar. Frecuentemente durante la campaña el ahora presidente ha anunciado que el primer día de su gobierno comenzará la deportación de los estimados 11 millones de inmigrantes indocumentados, mayormente procedentes de América Latina y el Caribe. Además de deportaciones masivas, la estrategia incluye expulsiones expeditas, nuevas restricciones para la entrada al país de ciudadanos de países de mayoría musulmana, la restitución del Título 42, el restablecimiento del Programa “Quédate en México” y restringir la política de asilo. 

Analistas y ONG calculan que a Trump le costaría miles de millones de dólares aplicar su plan de deportación. También podría tener un impacto dramático en la economía, ya que industrias como la construcción, la hostelería y la agricultura perderían masas de trabajadores. Asimismo faltan los ingentes recursos humanos y materiales que serían necesarios para detener y deportar a millones de personas. Los expertos dudan también de que pueda hacerlo con ayuda del Ejército y de policías estaduales y locales, como argumentan los republicanos.

Principalmente México se vería afectado. Durante los dos últimos gobiernos de Estados Unidos, Se calcula que unos cuatro millones de los inmigrantes indocumentados proceden de México. Si estas personas son deportadas, esa nación perdería el equivalente a 63 mil millones de dólares en remesas, que es lo que se estima que estos indocumentados enviaron en 2023. México también podría verse presionado, como en el pasado, para aceptar a migrantes venezolanos, nicaragüenses o cubanos, a quienes a veces no puede deportar a sus países de origen. México se ha convertido en una extensión de las políticas fronterizas de la Casa Blanca. Seguramente, el gobierno de Morena buscará retardar, ya que no puede impedir, las deportaciones, pero otras amenazas acechan a  la relación binacional.

Donald Trump prometió en campaña aranceles, acuerdos comerciales renegociados e incluso una intervención militar contra los cárteles mexicanos. Aprovechando la zona de libre comercio de América del Norte, muchas empresas chinas producen ahora en México y este país se ha convertido en la mayor fuente de importaciones de Estados Unidos. 


Numerosas empresas chinas se han establecido en México para aprovechar el libre comercio con EE.UU. y Canadá

Como no puede cancelar el Tratado de Libre Comercio que él mismo actualizó en 2019, el futuro presidente amenaza con implantar aranceles de 25% a las importaciones procedentes de México, si este país no detiene el flujo hacia el norte de migrantes y de precursores para la producción de fentanilo. 

Sin embargo, nada es tan fácil como parece. Trump también ha amenazado con imponer aranceles del 100 por ciento —o incluso del 200 por ciento— a los vehículos importados de su vecino del sur. Esto podría asestar un duro golpe a una industria que exporta a Estados Unidos cerca de 90 mil millones de dólares en vehículos terminados, lo que representa alrededor del 5 por ciento del PIB de México. Sin embargo, dada la estrecha interconexión entre las cadenas de producción de ambos países, una medida como ésta perjudicaría también a las empresas y consumidores estadounidenses. Ya imponer el 25% mencionado le pegaría tremendo empujón a la inflación dentro de EE.UU.

La hace poco asumida presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha dicho en repetidas ocasiones que México colaboraría con cualquier líder de EE.UU., incluido Trump. “Va a haber buena relación con los Estados Unidos, estoy convencida de ello”, afirmó en una de sus “mañaneras”. En su momento, Andrés Manuel López Obrador fue capaz de convencer a Donald Trump que él se encargaría de controlar la frontera. Habrá que ver si la ingeniera gobernante tiene el mismo poder de persuasión.

El segundo capítulo más importante de la política exterior que pretende ejecutar Donald Trump concierne la guerra en Ucrania. El equipo de transición del presidente electo —quien en su discurso de victoria prometió “detener las guerras”— está elaborando escenarios para poner fin al conflicto ucraniano, informó The Wall Street Journal el miércoles 6 con referencia a informantes anónimos.

De acuerdo al medio, el nuevo plan consiste, primero, en que Kiev se comprometa a no unirse a la OTAN durante al menos 20 años; segundo, en que la línea del frente “quedaría básicamente fija” según la situación en el terreno, tercero, que Rusia y Ucrania acordarían una zona desmilitarizada de casi 1.300 kilómetros y, cuarto, que Estados Unidos aportaría los fondos necesarios para la reconstrucción de Ucrania tras la firma del armisticio con Rusia. “A cambio, EE.UU. seguiría bombeando a Ucrania con armas, para disuadir un futuro ataque ruso”, según las fuentes citadas por el diario.

El expresidente Trump y el presidente de Ucrania Zelensky se reúnen en Nueva York el 27 de septiembre de 2024. Alex Kent/Getty Images
Donald Trump y el presidente de Ucrania Zelensky se reunieron en New York el 27 de septiembre de 2024.

La propuesta que trascendió está aún muy lejos de la realidad. Rusia está avanzando en todos los frentes y por el momento no tiene interés en negociar la paz, hasta alcanzar algunos objetivos estratégicos. Cuando los consiga, probablemente exija la rendición de Ucrania, su desarme, su neutralización permanente y la entrega de los principales criminales nazis. Es poco probable que acepte negociar por menos que esto.

En paralelo EE.UU. y la UE deberían acceder a levantar las sanciones económicas y comerciales contra Rusia y devolver los fondos incautados por Bruselas. Precisamente, la elección de Donald Trump ha desatado discusiones en los bancos occidentales sobre el posible levantamiento de las sanciones, según informó el Financial Times. 

Las diferencias entre ambos países son inmensas y nadie espera con realismo que Trump las pueda resolver rápidamente. Cuanto más se cargue la mesa, más difícil serán las negociaciones, pero cada tema que se postergue es el preanuncio de una crisis en el futuro.

La primera llamada telefónica del exterior que Donald Trump aceptó en la noche del triunfo provino de Benyamin Netanyahu. “La conversación fue cálida y cordial. Ambos acordaron trabajar juntos por la seguridad de Israel y hablaron sobre la amenaza iraní”, aseguró un comunicado oficial sobre la conversación. 

Donald Trump y Benjamín Netanyahu durante su último encuentro en Palm Beach, (Florida, Estados Unidos)
Donald Trump y Benjamín Netanyahu durante su último encuentro en Palm Beach, (Florida)

Trump y Netanyahu tienen una relación de larga data, que se movió en zigzag, pero que en los últimos años fluye sin problemas: los dos coinciden en que Irán es el enemigo, que es necesario liberar a los 101 rehenes secuestrados en Gaza que se supone todavía viven y que la situación en Asia Occidental sólo mejorará con un acuerdo diplomático que incluya a Arabia Saudita como pieza clave.

Si pretende tener éxito en esa región, Trump deberá resolver un dilema: para liberar a los rehenes tiene que negociar con Irán y Hamas, pero a la vez autorizaría la provisión de material bélico e información de inteligencia a Israel que Biden había embargado a pocos meses de las elecciones presidenciales para contener el voto de origen árabe. Y a este complejo escenario geopolítico se debe añadir la posibilidad de una nueva represalia ya anunciada por Teherán. Si Irán vuelve a atacar, la respuesta de Netanyahu puede complicar el rol mediador del presidente electo.

La situación regional es muy diferente a la de 2016, cuando Trump ganó su primer mandato y aún a la de 2021, cuando abandonó la Casa Blanca. Los Estados árabes del Golfo tienen hoy una posición mucho más fuerte, son menos dependientes de Estados Unidos y están mucho más interconectados con otras partes del orden multipolar en surgimiento. 


El Consejo de Cooperación del Golfo (GCC, por su nombre en inglés) se ha convertido en un actor potente de la política de Asia Occidental

Al mismo tiempo, el Golfo se ha vuelto más indispensable para la política regional estadounidense. Trump es visto en el Golfo como un hombre sin una noción clara de lo que sucede en la región. Su política regional estará condicionada por el lobby proisraelí, por un lado, y por los grupos de presión del Golfo, por el otro. La cuestión crucial será saber cuán mancomunados trabajarán los lobistas árabes en cuestiones clave como Palestina e Irán y el Eje de la Resistencia.

Trump confía en poder apoyarse en Mohamed bin Salman, el heredero del trono saudita, para firmar un “Acuerdo de Abraham” con los países árabes de la región y con Israel. Sin embargo, aunque Riad finalmente no concretó su incorporación a BRICS+, es consciente de la superioridad militar de Irán y de las ventajas que le ofrece su nueva relación con China. La República Popular ofrece un mercado inagotable para su petróleo, aporta cuantiosas inversiones en infraestructura y ha tendido una red de relaciones regionales y más allá en la que los sauditas se mueven con comodidad. New York y Londres, no obstante, siguen siendo excelentes plazas financieras. Del otro lado, la locura mesiánica de Israel amenaza con hacer estallar una gran guerra regional y la integridad territorial del reino.

Donald Trump's former Iran envoy, Brian Hook
El ex enviado de Donald Trump a Irán, Brian Hook

Mientras tanto, los primeros indicios sobre los posibles nombramientos en el futuro gobierno republicano permiten prever un sensible endurecimiento de la política hacia la República Islámica de Irán. La supuesta participación en el equipo de transición del Departamento de Estado de Brian Hook, ex enviado especial de Trump para Irán, es una señal nítida de endurecimiento hacia Teherán. 

Former US ambassador to Germany Richard Grenell.
El ex embajador de EE.UU. en Alemania, Richard Grenell.

Se habla asimismo de Richard Grenell, ex embajador de EE.UU. en Alemania durante el primer mandato de Trump, quien tuvo un papel activo durante su reciente campaña y acompañó al líder republicano en su reunión con Volodymir Zelensky en septiembre pasado. A Grenell se lo menciona para algún cargo destacado en el equipo de política exterior de Trump. El ex embajador es un “trumpista” duro que durante su estadía en Berlín chocó con la entonces Canciller Angela Merkel y en una reciente entrevista desaconsejó presionar a Ucrania, para que ceda territorios a Rusia a cambio de la paz. También criticó que el gobierno saliente hubiera autorizado al presidente iraní Masud Pezeshkian a ir a New York, para participar en la Asamblea General de la ONU en octubre pasado.

Former national security advisor Robert O'Brien.
El ex asesor de seguridad nacional Robert O’Brien.

Otro ex alto asesor de seguridad nacional de Trump que está siendo considerado posiblemente para Secretario de Estado es Robert O’Brien, quien anteriormente se desempeñó como negociador de rehenes del presidente electo y más tarde como asesor de seguridad nacional. Es un ferviente crítico del Acuerdo Nuclear de 2015 (JCPOA, por su nombre en inglés). El ex asesor de seguridad nacional sostiene que Irán debe hacer grandes concesiones no sólo en su programa nuclear, sino también en el de cohetes balísticos y en sus intervenciones regionales, puntos concordantes con las exigencias de Trump cuando se retiró del JCPOA.

Con estos o similares nombramientos se acumulan vertiginosamente los indicios de que en los primeros meses del año próximo en Asia Occidental se agudizará el enfrentamiento entre Israel e Irán. No obstante, Trump sigue afirmando querer que la guerra allí termine cuanto antes. En una llamada telefónica antes de las elecciones, el presidente electo dijo al primer ministro israelí que antes del día de la toma de posesión pusiera fin a las principales operaciones militares en Gaza. Para ello es muy probable que Trump y su equipo den a Israel mucho margen de maniobra, incluida la transferencia de ciertas armas para terminar de aniquilar a los gazatíes lo antes posible. Esto implica apoyar a Netanyahu en la aplicación del “plan de los generales” para desplazar a los 300.000 palestinos que todavía sobreviven en el norte de la Franja de Gaza o exterminarlos, si se resisten a la deportación. 

Indudablemente esta escalada de la agresión israelí contra sus vecinos y en los territorios ocupados no va a acabar con la guerra sino todo lo contrario. Israel puede masacrar a los gazatíes en el norte y afirmar su ocupación de la mitad de la Franja, pero la resistencia se va a desplazar y habrá nuevos teatros de operaciones. Si Netanyahu recibe una luz verde de Washington, buscará también ocupar la mitad sur de Líbano, lo que necesariamente provocará una reacción del Eje de la Resistencia. El escalamiento de la guerra está programado, si Trump no frena drásticamente a Israel.

President Donald Trump meets with China's President Xi Jinping at the start of their bilateral meeting at the G20 leaders summit in Osaka, Japan, June 29, 2019.
El presidente Donald Trump se reunió con el presidente Xi Jinping en la cumbre de líderes del G20 en Osaka, Japón, el 29 de junio de 2019. Éste fue su último diálogo personal hasta el momento.

El cuarto capítulo de la política exterior anunciada por Donald Trump que será determinante de la suerte de su gobierno y del devenir mundial concierne la relación con China. En la actualidad, este país es uno de los tres principales mercados de exportación para 32 estados de EE.UU., con más de 70.000 empresas estadounidenses trabajando allí y 930.000 puestos de trabajo en EE.UU. respaldados sólo por las exportaciones a la República Popular. 

Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca la relación entre ambos países se dirige hacia aguas turbulentas. El presidente Xi Jinping envió una felicitación a Trump el jueves 7 haciendo hincapié en la cooperación por encima de la confrontación. Estas manifestaciones insinúan que, por ahora, Beijing tiene la esperanza de conservar cierto diálogo y estabilidad en el vínculo binacional. Sin embargo, es probable que los 100 primeros días de Trump sean una montaña rusa. Bajo Biden los departamentos del Tesoro y de Comercio gestionaban las conversaciones económicas con China a través de grupos de trabajo, centrados en la estabilidad macroeconómica y la cooperación regulatoria. Estos canales estructurados ayudaron a garantizar un diálogo abierto sobre cuestiones como los aranceles, las restricciones tecnológicas y la estabilidad financiera. Por el contrario, la conocida preferencia de Trump por la diplomacia personal podría llevar al desmantelamiento de estos canales.


Durante su sorpresiva visita a China, Elon Musk  se reunió con el primer ministro Li Qiang en Beijing el pasado 28 de abril de 2024.

En este caso Beijing podría buscar canales alternativos para gestionar las relaciones con Trump. Un intermediario potencial es Elon Musk, cuyas profundas inversiones en la República Popular, en particular a través de Tesla, lo convierten en un enlace natural con el liderazgo chino. 

Trump ya ha anunciado que desea aumentar los aranceles sobre los productos chinos en el 10% y en algunos rubros hasta el 60%. Lo justifica no sólo con argumentos comerciales sino especialmente con la necesidad de “desacoplar” ambas economías, es decir, romper la estrecha interrelación desarrollada en los últimos 40 años y que las empresas norteamericanas “relocalicen” sus enteras cadenas de producción dentro de EE.UU.

Las repercusiones económicas a corto plazo podrían ser alarmantes. Las empresas inundarán los puertos para importar mercancías antes de que entren en vigor los aranceles, disparando los costos de transporte y almacenamiento que necesariamente recaerían sobre los hogares estadounidenses de rentas más bajas. Este aumento de los costos se mantendría por muchos años, porque la industria norteamericana no está en condiciones de sustituir rápidamente estas importaciones. Las repercusiones se extenderían a todos los sectores que dependen de las cadenas de suministro transnacionales, desde la electrónica a la automoción, y podrían sacudir la economía estadounidense. Por otra parte, ninguna empresa seria cierra sin más las instalaciones que tanto le costó construir en China, para trasladarlas a Estados Unidos sin garantías de ganancias. Además, por más sanciones que Washington aplique al comercio con y la inversión en China, las posiciones que los norteamericanos abandonen allí serán rápidamente ocupadas por sus competidores. Después de una corta transición el poderío chino aumentará, mientras que no hay certeza de que EE.UU. mejore así su posición internacional.

En síntesis, puede afirmarse que la agenda de política exterior anunciada por Donald Trump durante su campaña electoral es irrealizable y que cualquier paso que dé en esta dirección sólo puede ocasionar el caos y graves crisis internacionales. Quizás pueda imponer a México la militarización de la frontera binacional, como ya lo hizo en 2019, y que el gobierno de Claudia Sheinbaum aumente la presión sobre los cárteles narcos. Puede llegar también a deportar a algunos miles de inmigrantes indocumentados, pero siempre estará lejos de los cacareados once millones. A poco andar tendrá que buscar algún subterfugio para incumplir su promesa.

Tampoco podrá alcanzar una paz rápida en el este de Europa y mucho menos evitar el desmoronamiento de Ucrania. Para ello ya es demasiado tarde. En los meses venideros deberá afrontar una intensificación de la guerra y decidir, si se involucra o deja que Kiev se desmorone.

Mucho más graves pueden ser, empero, las consecuencias de su irrestricto apoyo a los crímenes de Benyamin Netanyahu. Habrá que ver en qué punto de la escalada se baja del bólido que avanza raudo contra el muro, pisa el freno o se deja arrastrar a una catástrofe generalizada.

Finalmente, aunque parezca paradójico, es en la relación con China donde puede ganar más y mejores posiciones, si actúa cuerdamente. Lejos del “desacople” entre ambos países y de la “relocalización” de inversiones norteamericanas, el pragmatismo chino puede ofrecerle suculentas compensaciones que mostrar en casa.

Todo depende, claro, de que deje de lado la retórica electoral y aplique el sentido común.

Carlos Pereyra Mele director de Dossier Geopolitico fue entrevistado por los servicios de radio y television de la Universidad Nacional de Cordoba en el programa «Atardecer de un dia informado», sobre la situaciones geopolítica que enfrentara la administracion de Donald Trump a partir de enero de 2025: y que se desarrollara en un escenario internacional muy distinto al que dejo cuando ejercio su anterior mandato… con potencias emergentes y el sur global más solidificado y un mundo occidental en crisis de sus estructuras ONU, G7, etc. Y con los BRICS+ en creciente poderios y las guerras proxis que organizaron Ucrania y Medio Oriente con horizontes de cada día mayor dificultad y casi nulas esperanzas de revertir seguras derrotas militares que a la postre seran derrotas politicas.

Dossier Geopolítico agradece a su miembro colaborador José Francisco Herrera por las tareas de edición y diseño de este video instalado en este Canal de YouTube

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A escasas tres semanas de la elección los sondeos dan una cierta ventaja a Harris, pero la mayoría del Colegio Electoral sigue indefinida. Cualquier evento repentino podría traer la decisión

Por Eduardo J. Vior especial para Dossier Geopolitico

En la recta final para la elección presidencial norteamericana del 5 de noviembre ambos candidatos, la vicepresidenta demócrata Kamal Harris y el expresidente republicano Donald Trump, están empatados en la simpatía de los votantes. Por ello es que cualquier acontecimiento imprevisto puede influir sobre la opinión pública y decidir la elección. 

Dado que la fecha de las elecciones nacionales (así como de muchas elecciones estaduales y locales) es a principios de noviembre, en la jerga política norteamericana se llama “sorpresa de octubre” a un acontecimiento repentino que puede influir en el resultado de las elecciones (sobre todo en las presidenciales), sea deliberada o espontáneamente. Es por ello que los acontecimientos que tienen lugar en octubre pueden influir más decisivamente en las decisiones de los votantes. El término “sorpresa de octubre” fue acuñado por William Casey, posteriormente director de la CIA, cuando trabajaba como director de campaña de la campaña presidencial de Ronald Reagan en 1980. 

En dichas elecciones el aspirante republicano Ronald Reagan temía que un acuerdo de última hora para liberar a los rehenes estadounidenses retenidos en Irán pudiera dar al presidente Jimmy Carter los votos suficientes para ganar la reelección. Por eso, en los días previos a las elecciones, la prensa se centró en la decisión del gobierno iraní -y el anuncio simultáneo de Carter- de que los rehenes no serían liberados hasta después de las elecciones. 

Después de que en julio pasado el presidente Joe Biden renuncio a candidatearse para la reelección y fue remplazado por su vicepresidenta, ésta recuperó rápidamente el terreno perdido en los meses anteriores frente al expresidente republicano. Sin embargo, con una campaña agresiva, éste recuperó algo del terreno perdido y se acercó a la postulante demócrata. Así, en el promedio de las encuestas (según el portal Real Clear Politics, RCP), al día de hoy Kamala Harris tiene el 49,1% e intención de voto y Donald Trump el 47,4%, es decir, que la demócrata aventaja al republicano  por sólo 1,7 puntos. 

Sin embargo, esta ventaja no se traduce directamente en cantidad de electores. Recordemos que en el sistema norteamericano el pueblo no elige al presidente sino a un Colegio Electoral de 538 miembros, o sea que, para elegir al presidente, un partido necesita reunir 270 votos. Dado que el número de electores que nombra cada estado es igual al tamaño de su delegación en el Congreso, rige un derecho a un mínimo de tres electores independientemente de la población del estado y el reparto del resto fijado por ley es sólo aproximadamente proporcional a la población. De este modo, los estados menos poblados están desproporcionadamente representados en el Colegio y los más poblados quedan subrepresentados.

Por esta razón, ambos candidatos están actualmente empatados en la cantidad de electores que obtendrían:

Tomando el rojo intenso y el azul intenso como señales de decisiones ya tomadas respectivamente por los republicanos o los demócratas, puede verse, primero, cuán equilibradas están las intenciones de voto para uno y otro candidato y, segundo, en gris pueden distinguirse los llamados “estados oscilantes” (toss states) que en las cinco últimas elecciones presidenciales han cambiado una o más veces de opción: Nevada, Arizona, Minnesota, Wisconsin, Michigan, Pennsylvania y Georgia. En estos “estados oscilantes” se está concentrando lógicamente el esfuerzo de ambos candidatos. 

De acuerdo a un rápido recorrido por la prensa, los temas que podrían dar “sorpresas” y cambiar el voto de los ciudadanos no decididamente partidarios de uno u otro candidato son el huracán Helene, la guerra en Asia Occidental y el proceso contra Donald Trump por el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.

Los huracanes

Flood waters from the Swannanoa River inundated the Biltmore Village area of Asheville, North Carolina following Hurricane Helene’s landfall in Florida.
Hace dos semanas el huracán Helene devastó todo el sureste del país

Tras las devastadoras inundaciones registradas a principios de octubre en muchas regiones del sur, como Georgia, Carolina del Norte y Virginia, la semana pasada un segundo gran huracán azotó la costa del Golfo de Florida. Miles de personas han sido evacuadas y muchas probablemente no estarán de vuelta en sus hogares hasta el día de la elección. Por consiguiente, los estados afectados por las tormentas podrían ver reducida su participación electoral. Las inundaciones afectaron sobre todo a zonas rurales que habitualmente respaldan a Donald Trump. En estados indecisos, como Georgia y Carolina del Norte, donde las elecciones están muy reñidas, incluso una ligera disminución en el número de votantes podría influir sobre los resultados. Poco antes de las tormentas el estado de Carolina del Norte (NC, por su nombre en inglés) había enviado a muchos votantes boletas de voto por correo que pueden haberse perdido en la evacuación. 

Además, el escrutinio público en esos estados se centrará en la eficacia de la respuesta del gobierno de Biden y Harris a los huracanes. Este tema ya ocupa la agenda de las noticias que ambas campañas deberán discutir hasta el día de las elecciones. Los problemas electorales generados por las tormentas son constantes y graves, y se perfilan como una “sorpresa de octubre” en al menos un par de estados indecisos. 


Una calle inundada el jueves 10 en Osprey, Florida.

Donald Trump ha sugerido en repetidas ocasiones que el presidente, Joe Biden, ha reaccionado con lentitud ante el huracán Helene y ha afirmado que el dinero destinado a Fema (la Agencia Federal de Gestión de Emergencias) ha sido “robado” por Kamala Harris para gastarlo en alojar a inmigrantes ilegales. En los márgenes (aún) más conspirativos del movimiento Maga, las afirmaciones son aún más descabelladas. En general la opinión pública ha ridiculizado las teorías conspirativas de la ultraderecha, pero parte de la desinformación de Trump y sus aliados puede estar calando hondo. 

La guerra de Asia Occidental y la campaña electoral

El año transcurrido desde el atentado del 7 de octubre ha demostrado hasta qué punto la política presidencial estadounidense está estrechamente relacionada con la trayectoria de los acontecimientos en Oriente Próximo. Cada una ejerce una fuerza gravitatoria sobre la otra, a menudo de forma perjudicial para ambas. La política exterior no suele tener mucha importancia en las elecciones presidenciales estadounidenses, pero este año podría ser una excepción. En una contienda que probablemente se decida por pequeños márgenes en un puñado de estados, las consecuencias de los conflictos en Gaza, Cisjordania y Líbano, con una posible guerra con Irán en ciernes, podrían tener un impacto significativo en las perspectivas de Kamala Harris. 


Los manifestantes rezan en una protesta antiisraelí en Nueva York, 7 de octubre de 2024

Los conflictos en Asia Occidental continúan, pero ¿se ampliarán a un enfrentamiento directo entre Israel e Irán? Si esto acontece, hay que descontar un involucramiento directo de EE.UU. De hecho ya se anunció el envío de nuevos dispositivos de defensa antiaérea con personal norteamericano. ¿Cómo responderían los votantes estadounidenses, si el conflicto escala a una guerra regional? Los votantes estadounidenses de origen judío han tendido tradicionalmente a votar a los demócratas, ya que cerca del 70% de los ciudadanos judíos se identifican como demócratas. Esto es importante, ya que hay importantes comunidades judías en estados indecisos como Pensilvania (con 433.000), Florida (con 672.000) y Georgia (con 141.000).  Encuestas recientes muestran que el 72% de los votantes judíos apoyan a Harris frente a Trump. Y aunque el 75% de los judíos estadounidenses afirmaron que Israel es importante para ellos, sólo ocupó el noveno lugar en una lista de 11 temas en términos de importancia para configurar su voto. 

No puede decirse lo mismo de las comunidades árabe-estadounidenses, devastadas por el conflicto en Gaza (y ahora en Líbano) y enfurecidas por la respuesta de Biden a Israel. Aunque Estados Unidos ha utilizado la presión diplomática para agitar un alto el fuego, también ha vendido recientemente a Israel otros 20.000 millones de dólares (15.080 millones de libras) en aviones de combate y otras armas. Se trata de uno de los mayores paquetes militares desde el comienzo de la guerra de Gaza.  Cuando se les dio una lista de diez cuestiones y se les pidió que eligieran las tres más importantes, el 60% de los estadounidenses árabes encuestados eligieron Gaza, y el 57% dijeron que la guerra en Gaza influiría en su voto. Esto puede explicar por qué casi el 80% de los votantes árabes estadounidenses tienen una opinión desfavorable de Biden (según una encuesta realizada en mayo). Sólo el 55% tiene una opinión desfavorable de Trump.  

Ya ha habido importantes protestas por los crímenes cometidos por Israel en Gaza que han provocado cierta división entre los votantes demócratas. En Michigan y Georgia vive un número significativo de árabes estadounidenses (respectivamente, más de 200.000 y más de 150.000) que, de acuerdo a las últimas encuestas, estarían dispuestos a castigar el apoyo de los demócratas a Israel, aun sabiendo que el líder republicano es un ferviente partidario de Netanyahu. En las elecciones primarias demócratas, 100.000 de estos empadronados votaron en señal de protesta como “no comprometidos” en lugar de por el Presidente Biden. 


La vicepresidenta Kamala Harris afirmó que «no se callará» sobre la situación humanitaria en Gaza tras su reunión de julio con el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu.

Huelga portuaria

La huelga convocada a principios de octubre por la Asociación Internacional de Estibadores (que representa a 45.000 trabajadores portuarios estadounidenses de las costas oriental y meridional) tenía visos de convertirse en una “Sorpresa de Octubre”, pero fue aplazada temporalmente hasta el 15 de enero. Esto ayuda a Harris. Aunque se ha resuelto la cuestión salarial de estos trabajadores, sigue sin resolverse el espinoso asunto de la automatización y su impacto en las operaciones portuarias y en quienes allí se desempeñan. Si no se resuelve esta cuestión, la huelga se reanudará a mediados de enero. 

Proceso contra Trump por el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021

Tanya S. Chutkan, la jueza federal que supervisa el caso de Donald Trump por el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, emitió el jueves 10 una orden aprobando la publicación de documentos de fuentes redactadas que proporcionarían al fiscal especial Jack Smith material potencialmente incriminatorio sobre los intentos del expresidente por anular las elecciones de 2020. Gran parte de la información contenida en esos documentos fue utilizada por los fiscales en un escrito legal de 165 páginas en el que argumentaban que Trump debía seguir siendo procesado, a pesar de que la Corte Suprema este verano le concedió una amplia inmunidad. 

Tanya Chutkan, an Unflinching Judge in the Trump Jan. 6 Trial - The New  York Times
Jueza Tanya Chutkan

Sin embargo, la jueza pausó la potencialmente embarazosa publicación, para que el equipo legal de Trump pudiera evaluar sus opciones. Trump dispone ahora de un plazo de siete días hábiles para impugnar la publicación de los papeles, que podrían incriminarlo aún más ante la opinión pública, cuando las elecciones de 2024 entran en su recta final.


Donald Trump durante un mitin de campaña en Riverfront Sports el 9 de octubre de 2024, en Scranton, Pensilvania. 

El expresidente está acusado de conspiración para defraudar a Estados Unidos, conspiración para obstruir un procedimiento oficial, obstrucción e intento de obstruir un procedimiento oficial y conspiración contra los derechos en relación con una supuesta campaña de presión sobre funcionarios estatales para revertir los resultados de las elecciones de 2020.

El ex presidente se ha declarado inocente de todos los cargos que se le imputan y ha dicho en repetidas ocasiones que es víctima de una caza de brujas política. Asimismo ha acusado a Smith de intentar interferir en las elecciones presidenciales de 2024. No se ha fijado fecha para el juicio y muchos observadores anticipan que el caso podría acabar de nuevo ante la Corte Suprema. Se espera que, si es elegido presidente, Trump ordene al Departamento de Justicia que abandone el caso.

La economía está estabilizada 

Es poco probable que los principales indicadores y factores económicos cambien de aquí al día de las elecciones. Todavía el 1º de noviembre se publicará un último informe sobre el empleo, pero serán los economistas quienes presten más atención a esos datos, mientras que los votantes se centrarán en la inflación. La economía es citada por los votantes como la cuestión más importante a la hora de determinar su voto, pero es poco probable que en este campo se produzca una alteración seria, a menos que un cambio brusco en la situación en Asia Occidental altere repentinamente los precios de los combustibles y desordene todas las variables económicas.

Voto anticipado 

Alrededor de 3.500.000 estadounidenses han votado ya en los 30 estados que han iniciado el voto anticipado. Otros estados seguirán el ejemplo y permitirán el voto anticipado durante las semanas previas al día de las elecciones. Eventuales “Sorpresas de Octubre”, por consiguiente, no afectarán en absoluto a esos votos. El día de las elecciones más de la mitad de los votantes ya habrá votado. La realidad es que, a medida que más votantes estadounidenses votan anticipadamente, el impacto de las “Sorpresas de Octubre” disminuye. 

Conclusiones

Entre los acontecimientos que podrían dañar las chances electorales de uno u otro candidato, obviamente el más relevante es el relacionado con la guerra en Asia Occidental. Si bien EE.UU. ya ha realizado muchas elecciones presidenciales en tiempo de guerra, corre ahora el riesgo de verse envuelto en una conflagración pocos días antes de la elección, sin haber definido la jefatura del Estado y con el país profundamente dividido.

Si el conflicto estalla antes, la carga de la responsabilidad política recaerá sobre la candidata demócrata como parte del actual gobierno. Habitualmente en casos de guerra ambos partidos tienden a cooperar, pero Kamala Harris no podrá escapar al escrutinio mediático por los múltiples errores que permitieron la radicalización del conflicto en Asia Occidental.

En cambio, si la explosión se produce después del 5 de noviembre, la atribución de responsabilidades dependerá de qué partido haya ganado la elección. Si han sido los demócratas, partiendo de la continuidad política entre el gobierno saliente y el entrante, se demandará de la presidenta Harris que asuma inmediatamente la conducción política y militar. Si, por el contrario, el vencedor ha sido Donald Trump, es poco probable que los demócratas lo llamen a cogobernar antes del cambio de gobierno en enero próximo.

Dada la fractura interna, en todos los casos la transición hacia el nuevo gobierno será larga y conflictiva. Si a ello se le añade el estallido de una gran guerra regional que obligue a la intervención norteamericana, se cierne el peligro de que los militares y oficiales de inteligencia usurpen el poder de decisión y de que se adopten resoluciones que no respondan a la lógica consensual de la política.

Paradójicamente, en una elección que encierra menos riesgo de sorpresas que las anteriores la incertidumbre es mayor. Si EE.UU. no hubiera insistido en tener abiertos tantos frentes políticos, militares y económicos a la vez, bastaría con que la elección resuelva la actual falta de liderazgo para dar certezas al país y al mundo. Pero, como las crisis son tantas, simultáneas y contradictorias entre sí, el intento de arreglar una puede desatar una concatenación de otras crisis incontrolables. El que mucho abarca, poco aprieta. Hasta que EE.UU. no reduzca su exposición mundial, no tendremos tranquilidad.

La vicepresidenta logró afectar la credibilidad de Donald Trump, pero no definió a los votantes independientes ni conquistó ninguno de los estados oscilantes

Por Eduardo J. Vior
analista internacional

La candidata demócrata sacó ventaja en el primer debate presidencial con su rival republicano, pero no rompió el equilibrio que indican todas las encuestas ni mejoró su posición. A menos de dos meses de la elección del 5 de noviembre el pueblo norteamericano aparece irremisiblemente dividido y aun los indecisos y los estados que suelen cambiar de color partidario en cada elección parecen seguir la lógica de la fractura por mitades. Esta indefinición es dramática para los Estados Unidos por la gravedad de los problemas que aquejan al país, pero es catastrófica para el mundo, porque la superpotencia sigue sin liderazgo y nadie sabe quién está dirigiendo al país ni hacia dónde va.

Como muy bien explicó Seymour Hersch el pasado miércoles 11, la palabra clave del debate presidencial de anoche fue “morder el anzuelo”. Una y otra vez la candidata demócrata lanzó el anzuelo y Donald Trump lo mordió con fuerza. Harris demostró que podía manejar al outsider haciendo caso omiso de sus provocaciones, mientras se desmarcaba del presidente Joe Biden. El republicano invocó tantas veces el nombre de Biden que Harris tuvo que aclararle que ella no es Biden. 

De acuerdo con una encuesta realizada por CNN, el 63 % de votantes registrados que sintonizaron el debate coincidieron en que la actuación de Harris superó no solo la de Trump sino también las expectativas de los espectadores, con el 45% de los participantes asegurando que tenían una opinión favorable de la vicepresidenta frente al 39% que había obtenido antes del debate.

Según el análisis del medio, cada respuesta de Harris durante el encuentro estuvo acompañada de un comentario destinado a enfurecer a Trump, quien a menudo se salió de las casillas, levantando la voz y repitiéndose una y otra vez. Evidentemente, el viejo guerrero estaba mal preparado y no se adecuó aún a la maniobra demócrata del recambio de candidato.

Además, el lenguaje corporal de la vicepresidenta marcó el tono del diálogo desde el principio, al cruzar el podio para estrechar la mano a Trump, mostrándose muy segura y expresiva en todo momento. Harris mostró asimismo un perfil contrario al de Trump, al presentarse como parte y defensora de la clase media estadounidense, mientras tachaba a su oponente de egocéntrico. 

En suma, Harris logró que Trump se desviara de su mensaje, provocándolo constantemente y poniéndolo a la defensiva. En este sentido, aunque varios republicanos se quejaron de los moderadores y las preguntas, reconocieron que el expresidente dejó pasar oportunidades para lanzar ataques contra su rival. Así, el republicano estuvo acorralado, limitándose a defender su historial, pidiendo repetidamente más tiempo para hablar y perdiendo minutos para presentar sus propias políticas.


Resumen de las principales encuestas posteriores al debate que Rear Clear Politics publicó el jueves 12

Evidentemente, el viejo líder aún no se adecuó al recambio de candidato orquestado por los demócratas y está peleando contra molinos de viento.

No obstante, la gran mayoría de los telespectadores afirmó que el debate no había influido en su decisión presidencial, aunque los partidarios de Trump fueron más propensos a aceptar que el evento podría inducirlos a reconsiderar su decisión.

A pesar de que Harris mejoró su perfil y parece estar tomando la iniciativa, todavía los republicanos tienen la mayoría del Colegio Electoral, que decide quién será el presidente. En EE.UU. el pueblo no elige al presidente sino a electores que deciden por él. Los 538 miembros de este gremio se eligen en forma sólo aproximadamente proporcional a la población de los estados y los menos poblados tienen, de todos modos, garantizada una representación mínima que les da un peso proporcionalmente mucho mayor a la de los distritos más poblados. Además, cada estado tiene una legislación electoral propia y en la mayoría de ellos el partido que obtiene la mayoría de los votos se lleva todos los electores, dejando al otro partido sin representación. De este modo, la composición del Colegio Electoral se corresponde sólo lejanamente con la del voto ciudadano. La batalla, por lo tanto, se concentra en los estados oscilantes cuyo voto no aparece decidido en las encuestas. Uno solo de ellos (son unos diez) que cambie de mayoría respecto a la presidencial de 2020 puede alterar la relación de fuerzas en el órgano elector.


Promedio de las encuestas: estados cuyo voto está decidido, otros que muestran una tendencia mayoritaria y otros que aún no han optado claramente.

En este cuadro pueden verse, según el promedio de las encuestas que recopila Real Clear Politics, el grado de definición del voto de los estados: el rojo intenso muestra los distritos decididamente republicanos, decreciendo en intensidad de color según la manifestación de la voluntad de los votantes. Del mismo modo, el azul intenso indica los estados con claras mayorías demócratas y a´si sucesivamente. En verde se muestran los estados oscilantes.

A esta altura de la campaña, salvo que ocurra algún hecho imprevisto, es probable que el 5 de noviembre haya un estrecho margen de diferencia entre ambos candidatos principales. Es de esperar, entonces, que se repitan las acusaciones cruzadas de fraude, ocultamiento de votos, falseamiento de registros digitales, etc. que ya hemos visto las últimas dos veces. El país, entonces, va a seguir dividido y sin poder resolver sus problemas más acuciantes: migración, inseguridad, crecimiento económico, endeudamiento de las familias y del Estado, etc. Tanto mayor será la tentación de quien gane de buscar un desvío en la política exterior. 

La política exterior que seguiría Donald Trump en caso de llegar nuevamente a la presidencia es conocida: paz en Ucrania y acuerdo con Rusia, continuado apoyo al genocidio israelí contra los palestinos, aguda confrontación político-económica con China, pero sin llegar al enfrentamiento militar, relegamiento de la OTAN y aislamiento.

En cambio, se supone que Kamala Harris debiera ofrecer algo nuevo. Sin embargo, durante el debate no se desvió de la política exterior de Biden en dos áreas: su continuo apoyo personal y militar a la masacre israelí en Gaza y Cisjordania y el continuo apoyo en dólares y bienes de guerra a Ucrania y a Volodymyr Zelensky. No hizo ninguna oferta de negociaciones ni a Rusia ni a China ni a Irán.

Harris, Zelenskyy join world leaders to discuss peace plan in Ukraine - ABC  News
Harris mantiene el apoyo de Biden a Ucrania

Respecto a la guerra en Europa Oriental, sin dar detalles sobre condiciones o límites, Harris ya había dicho en la Convención Nacional Demócrata que, si gana la presidencia, seguirá apoyando a Ucrania. En junio, al anunciar 1.500 millones de dólares en ayuda estadounidense al país, la vicepresidenta prometió mantener el pleno apoyo de Estados Unidos. No obstante, en su propia campaña, no ha aclarado cómo cree que debería seguir la ayuda a Ucrania.

Vice President Harris and Israeli Prime Minister Benjamin Netanyahu shake hands before a meeting at the White House on July 25, 2024.
El 25 de julio pasado Kamala Harris dio la bienvenida en la Casa Blanca al primer ministro israelí Benyamin Netanyahu.

Harris tampoco ha respondido directamente a la pregunta, pero ha sugerido que la ayuda militar estadounidense a Israel continuará si gana la Casa Blanca. Aunque ha reconocido tibiamente el sufrimiento de los palestinos, no ha dicho si condicionará las transferencias de armas a Israel. “Siempre defenderé el derecho de Israel a defenderse y siempre me aseguraré de que Israel tenga la capacidad de defenderse”, dijo al aceptar la nominación demócrata. 

Mientras tanto, con un presidente senil, los EE.UU. no tienen hoy conducción y no se sabe quién toma las decisiones más importantes en materia de defensa y seguridad nacional. 

La administración Biden-Harris ha calificado a China como la principal amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, según el Consejo de Relaciones Exteriores, acusando al país de robar la propiedad intelectual estadounidense e inundar el mercado de Estados Unidos con exportaciones baratas. Sin embargo, Harris no se ha pronunciado sobre si apoya el envío de tropas a Taiwán. En 2022, después de que Biden dijera que apoyaba el envío de efectivos ante una invasión china, Harris dijo: “Seguiremos apoyando la autodefensa de Taiwán, en coherencia con nuestra política de siempre”. 

Como candidata a la presidencia, Kamala Harris está tratando de contrastar su visión del mundo con la de Trump, mientras ofrece distinciones cada vez más sutiles con Biden. 

U.S. Vice President Kamala Harris, centre, followed by actress Sheryl Lee Ralph, visits the Vibration studio at the freedom skate park in Accra, Ghana, Monday March 27, 2023. Vibration studios is a work station for young creative artists that includes a community recording studio and music business program. Harris is on a seven-day African visit that will also take her to Tanzania and Zambia. (AP Photo/Misper Apawu)
En marzo de 2023 Kamala Harris hizo una gira por varios países de África. Aquí, en Ghana.

Como vicepresidenta, Harris se propuso visitar África, algo que Biden prometió hacer y nunca hizo. Un alto funcionario, que habló bajo condición de anonimato para describir la labor de Harris entre bastidores, dijo que en su trabajo ha hecho hincapié en el Sur Global.

En marzo pasado, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, cuando aún no era candidata, la vicepresidenta dijo a los líderes europeos en una referencia a la visión del mundo de Trump que “el aislamiento no es insularidad”. 

Para ratificar su posición, al día siguiente de su toma de posesión, Harris hizo su primera llamada internacional como vicepresidenta al jefe de la Organización Mundial de la Salud para discutir la decisión del gobierno demócrata de volver a unirse al grupo del que Trump se retiró durante la pandemia.

En el discurso de ninguno de los dos candidatos hay propuestas sobre la imprescindible reforma de la ONU, el FMI y la OMC. Tampoco hay ofertas para la distensión en Europa o en Asia Oriental, como era usual durante la segunda etapa de la Guerra Fría. De ningún modo mencionan la posibilidad de una conferencia de paz sobre Asia Occidental que involucre a las potencias regionales y mundiales. Nada. No se les cae ni una idea que pueda llevar a la paz. Por el contrario, dejan que los burócratas a cargo sigan dilettando sobre qué tipo de armas pueden entregar a Ucrania, Israel o Taiwán, para alcanzar tal o cual objetivo. Caminan hacia el abismo con los ojos vendados, …lo peor es que pueden arrastrarnos a todos.

Al proclamar la candidatura de la actual vicepresidenta a la presidencia, los electores demócratas contrariaron al aparato partidario y aumentaron la incertidumbre sobre el futuro de EE.UU.

Por Eduardo J. Vior
analista internacional, especial para Dossier Geopolitico

El pasado jueves 22 a la noche terminó la Convención Nacional Demócrata (DNC, por su nombre en inglés) que ungió la fórmula Kamala Harris-Tim Walz para la elección presidencial del 5 de noviembre próximo. Ya antes de la Convención la candidatura de una mujer de color había vuelto a movilizar las esperanzas del pueblo demócrata. En el promedio de las encuestas electorales, la actual vicepresidenta supera a Donald Trump por 1,5 puntos, pero hasta los encuestadores demócratas aconsejan tomar los guarismos con prudencia. 

Recordemos, por otra parte, que los ciudadanos norteamericanos no eligen a su presidente sino a un colegio de 538 electores comprometidos con alguna de las dos fórmulas principales. Como la composición de este colegio no responde exactamente a la cantidad de habitantes de cada estado y en la mayoría de los distritos quien obtiene la mayoría se lleva todos los electores, ha sucedido ya varias veces (G.W. Bush en 2000, D. Trump en 2016) que el presidente resulte electo por la mayoría de los electores, aunque no haya sido el más votado por los ciudadanos. De hecho, según las encuestas, el candidato republicano todavía tiene la mayoría en el colegio..

O sea que el resultado está abierto. Lo mismo pasa con las perspectivas del próximo gobierno.

Sabemos qué haría Trump si es elegido: proteccionismo, guerra comercial con China, reducción de impuestos, paz en Ucrania, repliegue de Europa, apoyo a Israel, medidas sociales y culturales reaccionarias.

Pero Kamala todavía no ha presentado su programa. Podemos estar seguros de que seguirá la agenda “woke” en política interior, educación, género y relaciones interraciales, pero no sabemos cómo afrontará la competencia china, la inflación y el desempleo. Tampoco tenemos datos sobre su orientación en política exterior.

Biden: «Amo a mi país más que a mi trabajo»
El presidente Joe Biden y la vicepresidenta en la DNC

A falta de pronunciamientos de la candidata, orientémonos por el modo en que surgió su candidatura y quiénes la apoyan. 

Después de la Guerra Fría, EE.UU. se erigió en Imperio único y aspiró a vivir a costas de todo el mundo sin preocuparse por la salud de la propia economía. Para ello sirvieron la emisión monetaria sin límites y la expansión de la deuda pública. Sin embargo, a principios de los 2000 China comenzó a competir y Rusia a poner límites a la expansión occidental en Europa. La crisis de 2007 arruinó a la clase media que nunca se recuperó totalmente. La élite de Washington perdió credibilidad y empezaron a surgir alternativas antisistema. La elección de Donald Trump en 2016 fue un punto de ruptura. Los consensos y equilibrios en torno a Washington dejaron de funcionar.

Ante esta falta de controles, el aparato burocrático, político, empresario y militar, se separó de su base y empezó a aprovecharse del Estado y a inventar cada día nuevas aventuras que agigantaron el gasto público en beneficio de unos pocos. La guerra de Ucrania fue en este sentido paradigmática. Todo iba bien, con Biden desempeñando el papel de anciano y sabio recaudador de fondos, mientras sus cómplices llenaban sus arcas a costa del tesoro.

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Barack Obama, Chuck Schumer y Nancy Pelosi rodean (y deponen) al presidente Biden

Pero surgió un pequeño problema: Biden se volvió demasiado senil y esto se hizo dolorosamente obvio para todos los que lo vieron debatir con Trump en junio pasado. Había que hacer algo y tres mafiosos con control del aparato partidario conspiraron para sustituir a Biden: la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, el jefe del bloque demócrata en el Senado Chuck Schumer y el expresidente Barack Obama. Los tres confabulados planearon desplazar a Biden de la candidatura, llevar a cabo una breve compulsa entre los principales líderes demócratas y celebrar luego un simulacro de elección en la convención demócrata que convalidara a un candidato surgido del riñón del aparato partidario y controlado por él, es decir por los clanes Clinton y Obama. Sin embargo, Biden se las arregló para frustrar su plan respaldando a Kamala Harris, una candidata indeseada por la jerarquía, incapaz e imprevisible. 

En algún momento del mes pasado el trío de mafiosos tuvo que deponer su resistencia contra esta decisión del presidente. Definitivamente, Kamala no es la elección de nadie más que de Biden, pero cuenta con el beneplácito de Putin (¡!). 

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Cuando en febrero pasado el periodista Pavel Zarubin preguntó al mandatario ruso a quién le gustaría ver como futuro presidente de Estados Unidos, éste respondió “a Joe Biden”. Biden, dijo, es un político experimentado y predecible. Con Trump, en cambio, podría haber sorpresas debido a su carácter tempestuoso e imprevisible y a que es un aficionado a la política. El presidente actual nunca intentaría algo tan insensato como querer hacer nuevamente grande a Estados Unidos. Biden y su clan sólo están ahí para apropiarse indebidamente de lo que queda del país y eso no es un problema de Rusia. Evidentemente, por lo tanto, ahora que Biden ya no está disponible, Kamala es la favorita de Putin, porque garantizará la continuidad: los mismos bandidos continuarán saqueando el Estado, permitiendo a Putin dedicar su atención a actividades más interesantes que adivinar cuál será el próximo truco publicitario que intente hacer Trump.

Las grandes naciones hegemónicas necesitan tres ingredientes para mantener su dominio: la supremacía económica, la supremacía militar y la convicción de los sometidos de que ésa es la mejor solución. ¿Cómo están ahora la supremacía de Estados Unidos y la convicción de sus sometidos? ¿En qué situación hallará al país el/la próximo/a presidente/a de Estados Unidos?

Si observamos el presupuesto federal, veremos que un tercio del mismo se compone de dinero prestado y que el país se ve obligado cada tres meses a pedir prestado un billón de dólares para poder mantener su nivel de funcionamiento. Ni hablar de mejorarlo o de reconstruir la infraestructura deshecha.

IGNACIO RAMONET on X: "Próxima Cumbre BRICS, 22-24 de octubre en Kazán  (Rusia). https://t.co/rzJhkKUiSH" / X
La próxima cumbre de BRICS se celebrará en octubre en Kazán, Rusia

Mientras tanto, se espera que el próximo mes de octubre en la reunión de BRICS en Kazán se adopte un plan para sustituir el dólar estadounidense en el comercio internacional. Como preparación de los mercados ante esta decisión, el oro ha alcanzado por primera vez los 2.550 dólares la onza y los inversores internacionales están empezando a deshacerse de los bonos del Tesoro estadounidense sin renovar sus tenencias. Como nadie quiere quedarse afuera del comercio internacional, en la medida en que disminuye la importancia del dólar estadounidense como divisa de intercambio,

49 países han solicitado ya formalmente la adhesión al BRICS. 

Si se le quita al Departamento del Tesoro de EE.UU. la capacidad de pedir préstamos, sólo quedará dinero suficiente para el gasto social, pero recortar todo lo demás hará que la base impositiva se reduzca hasta el punto de que tampoco podrá sostener el gasto social. Demasiado para la supremacía económica. 

Seguridad en el Mar Rojo: Europa debe dar un paso al frente
EE.UU. fracasó en su intento por liberar el tránsito occidental por el Mar Rojo 

Ahora echemos un vistazo al poder militar. Estados Unidos (y un puñado realmente patético de aliados) intentaron montar una operación internacional, para tratar de arrebatar el control del Mar Rojo y, en consecuencia del Canal de Suez, a Ansar Allah, también conocido como el Movimiento Houthi, llamado así por el venerable Abdul-Malik Badruldeen al-Houthi. Actualmente, sólo los barcos chinos y rusos pueden navegar sin obstáculos por la Puerta de las Lamentaciones (también conocida como Bab el Mandeb), a la entrada del Mar Rojo. Otras opciones de navegación incluyen bordear el Cabo de Buena Esperanza, en el extremo sur de África, o abordar la Ruta Marítima Septentrional de Rusia. Una es cara, la otra es políticamente desagradable.

El resultado de esta misión (de la que apenas se supo nada) fue un agujero en la cabina de mando de un cierto portaaviones estadounidense causado por un cohete Houthi, tras lo cual el portaaviones (del que no se dijo nada) regresó cojeando a Norfolk. 

Más recientemente, cuando Irán prometió represalias por el asesinato por Israel del líder político de Hamás y multimillonario palestino Ismail Haniyeh mientras visitaba Teherán, una delegación estadounidense de alto nivel fue a Teherán y muy discretamente rogó a los iraníes que no atacaran Israel (otra vez), porque, como demostró el anterior ataque iraní con cohetes y aviones no tripulados, Israel no puede defenderse y Estados Unidos tampoco puede defenderlo. Sin embargo, Estados Unidos ha enviado un portaaviones a la región (uno de los pocos que siguen en uso), ¿para qué exactamente? Para llevar a cabo salidas efectivas de aviones hacia la costa sin reabastecimiento en el aire, la distancia máxima desde la costa debe ser inferior a 300 millas náuticas. El alcance de los cohetes hipersónicos, que todo el mundo excepto EE.UU. y sus aliados parece tener ahora y que EE.UU. aún no ha aprendido a interceptar, es mayor que eso. Un solo ataque a un portaaviones estadounidense vale más que mil salidas de aviones. Demasiado para la supremacía militar. 

Contra toda evidencia fáctica, empero, la convicción de la mayoría de las poblaciones en América del Norte, Europa, América Latina (no en todos los países) y Japón se mantiene. Esta negación patológica de la realidad se debe al monopolio de las corporaciones norteamericanas de la información en los medios de aire y en las redes sociales, a la férrea censura que ejercen sobre informaciones no deseadas y al control de los datos personales en gran escala. En el resto del mundo ese poder de convicción está seriamente resquebrajado o desapareció. 

Claro que hasta noviembre falta mucho y pueden suceder muchas cosas, pero ¿qué podría hacer una presidenta Harris en este contexto? Durante los últimos tres años y medio, la vicepresidenta de Estados Unidos, se ha hecho eco fielmente de su jefe, invocando prácticamente la misma visión hegemónica del mundo que todos los presidentes estadounidenses han abrazado desde la Segunda Guerra Mundial. 


Rebecca Lissner y Philip Gordon, asesores de política exterior de Kamala Harris

Sin embargo, si Harris es elegida presidenta en noviembre, es posible que Estados Unidos sea degradado a un estatus más humilde, según el pensamiento de sus principales asesores: Philip Gordon, asesor de seguridad nacional de Harris, y la viceconsejera de seguridad nacional Rebecca Lissner. En un libro reciente el primero de ellos ha esbozado los contornos de una nueva visión del mundo en la que Washington reconoce francamente sus excesos pasados y rebaja drásticamente sus ambiciones. 

En lugar de intentar seguir siendo el poder hegemónico incuestionable, Estados Unidos debería reducir seriamente su papel global, escribieron Lissner y su coautora, Mira Rapp-Hooper, actual directora del Consejo de Seguridad Nacional de Biden para Asia Oriental y Oceanía. Ya es hora de que Washington deseche el objetivo mesiánico de transformar el mundo a su imagen y semejanza. En su lugar, afirman, debería limitarse a preservar un sistema mundial abierto en el que Estados Unidos pueda prosperar.

En pocas palabras, Lissner y Rapp-Hooper argumentaron que las políticas de contención y hegemonía deberían ser suplantadas por el objetivo mucho más modesto de garantizar un «procomún global accesible». A Estados Unidos le queda una tarea crítica como “superpotencia indispensable”, escribieron: es “el único país que puede garantizar un sistema abierto”. Obviamente, quien quiera abrir el sistema mundial deberá atenerse a la definición norteamericana de lo que se entiende por “apertura”.

A pesar del americano centrismo que limita la visión expuesta, ya el intento de abandonar el hegemonismo requeriría una potencia que no se sabe de dónde la tomaría Harris. ¿O tiene algún apoyo muy poderoso que le permita soñar con redireccionar a su país hacia la sensatez? En las pocas semanas desde su prenominación por Biden la candidata demócrata recaudó 350 millones de dólares, la tercera parte de lo conseguido por el presidente desde enero pasado. Blackstone y George Soros son dos de sus principales patrocinadores (en realidad, su hijo Alexander, heredero del emporio). Aunque aún no se han facilitado las cifras exactas por donante, desde la plataforma ActBlue que utilizan los demócratas sí advierten de que estos dos grandes inversores –Soros y Jonathan Gray-, junto a distintos vehículos y socios, superan los 100 millones de dólares.


Alexander Soros fue uno de los primeros en felicitar a Kamala Harris por su nominación

Desde entonces hasta ahora, toda la maquinaria demócrata ha tenido que movilizarse para recaudar cerca de 1.000 millones de dólares para Biden, y ahora ha tenido que reiniciar los números. Desde el punto de vista legal el dinero recaudado para la campaña de Biden no es traspasable: o justifican que el gasto se produjo en favor del presidente antes del cambio por Harris o lo tienen que devolver. Como Kamala estaba en la misma campaña, han ideado una fórmula para no devolverlo: si no se solicita expresamente, dan por hecho que el votante demócrata de Biden también apoya a Harris. Y si no, el ciudadano tiene la opción de reclamarlo en una web habilitada para las donaciones.En estas condiciones, puede predecirse que, si Kamala Harris alcanza la presidencia de EE.UU., su política general se caracterizará por la continuidad del universalismo liberal de Woodrow Wilson, Franklin D. Roosevelt, John F. Kennedy, James Carter, Bill Clinton, Barack Obama y Joe Biden con algunos toques de modestia impuestos por la escasez de medios, pero con la ambición de forjar nuevas alianzas transnacionales que aseguren la hegemonía del capital financiero especulativo concentrado. Más de lo mismo, pero perfumado.

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

Las próximas elecciones en Estados Unidos deben ser vistas en el marco de algunos hechos que señalan cambios importantes en la dinámica política y que de no ser considerados, podrían generar confusión en el análisis, toda vez que  se está produciendo un solapamiento de ideas o corrientes de pensamiento. Este escenario obliga a entender a Estados Unidos -de forma cada vez más necesaria-  como un actor heterogéneo en el que coexisten diversas fuerzas contradictorias que defienden intereses diversos.

Esto se manifiesta, por ejemplo, en asuntos como libertad de expresión y funcionamiento de los medios de comunicación y prensa en el que se están produciendo cambios muy profundos que tienen enorme influencia en las elecciones. Así mismo, influye en los debates sobre el comportamiento de los medios de comunicación que son asumidos hoy por los demócratas liberales como si fuera un precepto inamovible de su propuesta. Por ello, los medios dan espacio a demócratas en contra y a favor de la guerra tras una supuesta libertad de expresión que en realidad oculta que los medios han  perdido su condición de “entes autónomos” de cualquier control desde el momento que respaldan posiciones políticas en una u otra dirección. 

En esa medida todo el mundo en estados Unidos sabe que The New York Times favorece a los demócratas y el Washington Post a los republicanos. Es la versión estadounidense de “libertad de expresión” para encubrir que ambos soportan a facciones distintas del poder.

La asunción por parte de Trump de un discurso contra la guerra en Ucrania produce un desdoblamiento político de la sociedad, difícil de comprender porque las consignas y los mitos han construido la idea de que los demócratas han sido los sostenedores del orden liberal y los republicanos los exponentes del conservadurismo. Y pudiéndose aceptar que en algún momento del pasado eso pudo ser cierto, hoy ya no es así. De cara a las elecciones, esta situación nos obliga a un análisis más profundo de lo que está ocurriendo en Estados Unidos para entender las alianzas que se producen y comprender quien realmente asumirá el poder en el futuro próximo.

En la actualidad  se está generando una superposición de fuerzas que se organizan de distintas formas en el espectro político estadounidense superando el tradicional agrupamiento bipartidista. Esto, que se manifiesta con más fuerza en el bando republicano (hoy capturado por Trump) está forjando una división entre el sector neoconservador y los aislacionistas tradicionales y nacionalistas que han puesto el interés nacional por encima del interés global. En este sentido, se podría decir que hay sectores republicanos que ya no son tan “conservadores”. Esto es una anormalidad dentro del sistema.

Durante la época de predominio del clan Bush, el control neoconservador del partido republicano y por ende del gobierno, era evidente, pero se ha ido  produciendo un cambio que ha llevado a que hoy los neoconservadores cubran el bipartidismo, llegando a una situación tal que hasta podría decirse que recientemente,  el partido demócrata se ha impregnado con mucha más fuerza de esta idea. 

Como efecto de esta tendencia, en la actualidad, hay neoconservadores (neocons) en ambos partidos. Tal propensión comenzó a verse en la época en que Barack Obama tomó el control del Partido Demócrata (PD). En un primer momento se pensó que a raíz de ello se produciría un cambio de paradigma al interior del partido azul. Por el contrario, en este período se echaron las bases para la construcción de “un solo partido” a fin de sostener el sistema o “establishment”.

El cambio viene dado porque Donald Trump no pertenece  a ese  frente neoconservador cada vez más controlado por el PD. Sin embargo, durante su administración Trump hizo una alianza con los neocons para sostener su poder cuando todavía no controlaba al Partido Republicano (PR). Todo esto conduce a dificultades para determinar una posición ideológica precisa para Trump, más allá de su condición de multimillonario.

No obstante, el ex presidente y candidato ha tenido la habilidad suficiente para tomar nota  de las crecientes carencias que en la sociedad estadounidense están afectando a sectores importantes de la población blanca rural que el PD depauperó, afectando también a negros y otras minorías. Esto es lo que explica la designación de J.D. Vance como candidato a vicepresidente.

Vance, proveniente de una familia fragmentada en un pequeño pueblo del mundo rural del noreste de Estados Unidos, muy religiosa y profundamente marginada, se ha caracterizado por exponer un discurso de rechazo a la “clase dominante “ de Estados Unidos que, -según él-  en el colmo de su fracaso, ha firmado acuerdos con México y China abiertamente negativos para Estados Unidos y favorables a esos países.

El ahora candidato republicano a vicepresidente opina que con ello de destruyó “aún más los buenos empleos de manufactura de la clase media estadounidense”. Vance también ha rechazado  la “desastrosa” invasión de Irak, sobre todo porque innecesariamente los hijos de los campesinos del noreste de Estados Unidos fueron enviados a una guerra sin sentido. 

Vance un joven político que proyecta un liderazgo para el futuro del PR (que el PD no tiene) también ha manifestado su rechazo a lo que llama la “estafa verde” de los demócratas. Mientras tanto, él –gracias a Trump- se asume como “un niño de la clase trabajadora nacido lejos de los pasillos del poder [que] puede estar en este escenario como el próximo Vicepresidente de los Estados Unidos de América”. 

También ha manifestado su rechazo a Wall Street  a quien culpa de haber dejado sin negocio a los constructores estadounidenses y haber sido responsable  de “inundar” el país con inmigrantes ilegales obligando a los estadounidenses a tener que competir con personas que no deberían estar en el país.

Ha culpado a Biden de permitir que China envíe fentanilo  con el objetivo de que muchos jóvenes se volvieran adictos. Vance ha dicho que Trump y él se han comprometido con los trabajadores, eliminando la “importación de mano de obra extranjera” a fin de  luchar por los ciudadanos estadounidenses, buenos empleos y salarios.

Así mismo, prometió dejar de comprar energía  de países “que nos odian”  porque la van a producir en Estados Unidos. De igual manera, prometió la reindustrialización de Estados Unidos evitando “que el Partido Comunista Chino construya su clase media a costa de los ciudadanos estadounidenses”. Además, propuso asegurarse de que los aliados de Estados Unidos “compartan la carga de asegurar la paz mundial”.

Más allá de la posibilidad real de cumplir estas promesas,  es necesario traer a colación el ideario de Vance porque representa el verdadero pensamiento del trumpismo y del partido republicano alejado del tradicional paradigma neoconservador. Desde mi punto de vista, estos planteamientos señalan el rumbo de la ideología de Estados Unidos en las próximas décadas.

Los intentos de los neocons por sostenerse en la élite se manifestaron en la decisión de Nikki Haley (una de sus más conspicuas representantes) de mantenerse en la contienda interna del PR a pesar de su inminente derrota ante Trump. Haley defendía la guerra en Ucrania, al Comité Israelí-americano de asuntos públicos (AIPAC) y al Complejo Militar Industrial (CMI). 

Pero ahora Trump no los necesita, sobre todo cuando vio la caída de Biden tras el debate. Tampoco piensa que vaya a tener problemas en la confrontación con Kamala Harris. En su interior, Trump piensa que los neocons lo traicionaron, en particular John Bolton que se ha transformado en uno de sus más férreos opositores. Esta es también la razón de que rechazara al muy anunciado Marcos Rubio como candidato a vicepresidente.

En este sentido, es interesante dar seguimiento a lo ocurrido con el periodista Tucker Carlson que se ha mantenido en la línea de apoyo a Trump y en el sostenimiento del planteamiento anti neocons y anti élites del CMI y de la industria farmacéutica. Carlson, a pesar de tener el programa más visto de le televisión estadounidense en la Cadena Fox, fue despedido por su apoyo a Trump. He ahí la prueba de la farsa de la libertad de expresión y la autonomía de los medios. Ahora, tras la designación de Vance, todos los ataques se han centrado en él. No obstante los ataques a Carlson y a Vance , en realidad dirigidos contra Trump, han fracasado.

En la trinchera opuesta, tras la designación de Kamala Harris como candidata demócrata a la presidencia, todo el aparato mediático del establishment se ha volcado a su favor. Han centralizado el discurso y han construido una gran burbuja encaminada a demostrar que hay un “empate técnico” entre Trump y ella en las encuestas. Efectivamente, el apoyo al PD se elevó en las pesquisas tras el “renacimiento” que produjo la declinación de Biden, pero este crecimiento no es superior a las cifras que tenía Biden a comienzos de año. 

El problema ahora es saber qué pasará cuando la burbuja vuelva a su estado natural. Eso pasa por conocer cuánta influencia pueda tener Harris y cuánta fuerza pueda acumular  para poner en duda la elección del republicano. Nada indica que Harris pueda ser una amenaza para Trump. Pero habrá que esperar para saberlo porque hoy se vive “una luna de miel” entre ella, los medios y las encuestadoras que están abiertamente favoreciéndola.

Muchos piensan que Michelle Obama hubiera sido más competitiva que Harris contra Trump. Parecía que el PD iría hacía una fuerte confrontación interna para el nombramiento de su aspirante, pero algo indeterminado ocurrió, alguna negociación hubo para evitar que la designación de la candidata demócrata fuera lo menos traumática posible. 

Para oponerse a Trump, Harris designó a un candidato a vicepresidente con características similares al candidato republicano: Tim Walz, gobernador del estado de Minnesota. Al igual que Vance, Walz proviene de una zona rural, al igual que Vance sirvió  en las fuerzas armadas y al igual que Vance era un casi desconocido fuera de su estado. 

A pesar que Vance es senador y Walz gobernador, ninguno de los dos pertenece al establishment del poder de Washington. Sin ser tan joven como Vance (40 años) Walz (60 años) pretende proyectar una cara nueva para el futuro de los demócratas. En los códigos políticos de Estados Unidos, Walz es considerado un liberal (¿progresista?) a través del cual el PD intenta atraer al sector juvenil que se agrupa en torno al senador Bernie Sanders y que ha sido profundamente crítico con Biden, sobre todo por su apoyo a Israel. 

Con respecto a posibles alianzas, vale saber que Trump le ofreció la vicepresidencia al candidato independiente Robert. K Kennedy. Ambos líderes conversaron y manifestaron afinidades, por ejemplo coincidieron en la necesidad de apoyar a Israel y en el rechazo a los neocons,   pero finalmente, Kennedy rechazó  la designación. Hay que recordar que éste, intentó ser candidato por el PD pero el establishment de este partido, le negó  la posibilidad de participar en las primarias, llevándolo a transformarse en candidato independiente.  

En resumen, estamos en un momento de la campaña de Estados Unidos en que se enfrenta un Trump carismático frente a una Harris frágil, sostenida artificialmente por los medios de comunicación. Por decisión del PD, ella ejerció sus funciones como vicepresidenta con un perfil muy bajo. Ahora, eso le va a “pasar la cuenta” en sus aspiraciones presidenciales.

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”EEUU Y LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ” es el símil que utiliza Carlos Pereyra Mele, director de Dossier Geopolítico, en su columna del Club de La Pluma, para establecer un nexo entre el actual estado caótico, violento y de fractura interna que vive Norteamérica, con aquella trágica época de derrumbe del siglo XIX, retratada en el icónico film de ese nombre, sobre la Guerra de Secesión en Estados Unidos, que dejó medio millón de muertos.

Y de la misma manera que la película protagonizada por Vivien Leigh y Clark Gable, más allá de una historia de amor y desamor, es un canto nostálgico sobre el fin de una época idílica, también ahora prolifera una lista interminable de políticos, medios y expertos, todos nostálgicos, que añoran el retorno imposible al momento histórico en que este estado-imperio era el dueño del poder mundial. Además de que son más y más, los pronósticos geopolíticos que indican que Estados Unidos no podrá mantener unida su conformación interna de 50 estados.

Y analiza que la actual no es una crisis política común, sino un quiebre profundo e irreparable, propio de todo fin de ciclo, ante la llegada al corazón de EEUU de los cambios sistémicos mundiales, por el fracaso de su economía globalizada, por las pérdidas permanentes de poderío internacional, por sus sonadas derrotas militares y por el ascenso irreversible de las potencias euroasiáticas y del Sur Global. Todo ello en una sociedad fragmentada y tensionada -entre otras razones- por los radicales cambios demográficos que imponen las crecientes minorías en aumento que “no responden al tradicional espíritu norteamericano” y que están desplazando del centro de la escena nacional a “LOS WASP” (blancos, anglosajones y protestantes). Además del trágico y extendido flagelo de los opióides que desnuda otro aspecto oscuro, triste y solitario del alma de los estadounidenses.

Pero sobretodo profundiza, y detallando la larga lista de asesinatos y atentados políticos -incluido el reciente contra Trump-, en el fenómeno histórico y cultural de la violencia en este país, que está completamente asumida e incorporada en la sociedad, ya que desde siempre la utilizó tanto para la conquista territorial contra los indígenas, para el asentamiento de sus colones y luego para su expansionismo global desde 1889 con la guerra contra España, mientras que también ha recurrido a la violencia para afrontar sus sonados conflictos raciales y migratorios y hasta los de su vida diaria. Logrando por décadas que las devastadoras consecuencias de la misma se ocultaran tras el éxito de su ascenso como potencia mundial y por el gran crecimiento económico del siglo XX. Unas condiciones triunfantes que ya no existen y que dejan al “milagro americano” desnudo y debilitado.

Por lo que sus dirigencias actuales no tienten muchas alternativas para salir de la encerrona en la que cayeron. Tal cual lo reflejan las expectativas sobre las próximas elecciones presidenciales que se dirimen entre continuar con la ruinosa política de guerra global de su senil presidente y de la OTAN o en las complicadas promesas de Trump de trabajar hacia adentro para reverdecer viejas épocas de porvenir, y buscar alguna forma mínimamente digna de compatibilizar su andadura en el mundo con los nuevos poderes emergentes y con el objetivo de recuperar algo de todo «lo que el viento se llevó»

Eduardo Bonugli (Madrid, (21/07/24)

SL KanthanSputnik – Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés

“Usted es un delincuente convicto”.

“Eres un criminal. Puedes ser un delincuente convicto tan pronto como dejes el cargo”.

«Eres un perdedor. Te acostaste con una estrella del porno cuando tu esposa estaba embarazada”.

No, estas no son líneas de un reality show de mala calidad, sino extractos del debate presidencial estadounidense entre Biden y Trump. El llamado líder del mundo libre, Biden, de 81 años, a menudo murmuraba incoherencias y sonaba como un paciente con demencia que debería ser hospitalizado. Sin embargo, no se trata sólo de Biden o Trump, el propio imperio estadounidense es geriátrico y se acerca a su fin. Para los analistas geopolíticos objetivos, el declive y la decadencia de EEUU han sido evidentes desde hace algún tiempo, pero la implosión se acelerará rápidamente y se volverá innegable durante esta década. ¿Cómo se producirá el fin del imperio?

En 1980, nadie en la URSS habría predicho la caída de su sistema. La única diferencia entre la Unión Soviética y EEUU es que este último no se desmantelará pacíficamente. La extraordinaria combinación de arrogancia y codicia entre los oligarcas que gobiernan EEUU será un obstáculo formidable para cualquier negociación pacífica de una nueva arquitectura de seguridad. Más importante aún, el racismo y el imperialismo incrustados en la psique del establishment angloamericano se resistirán intensamente a la aceptación de Asia como el nuevo centro de poder global. (El epicentro de prosperidad e influencia podría ser Eurasia, si Europa logra liberarse de la dominación estadounidense).

Los estadounidenses son malos en historia, por eso piensan que son únicos y que el siglo estadounidense durará para siempre. Pero todos los imperios surgen y caen. Más esclarecedor es el hecho de que todos los imperios siguen caminos completamente idénticos de crecimiento, decadencia y muerte. Se puede leer sobre los imperios egipcio, romano, griego, chino, indio, español, holandés, portugués, francés, alemán y británico, y encontrar similitudes asombrosas.

En las primeras etapas, hay paz y prosperidad impulsadas por la productividad y la innovación. Recién saliendo de una pobreza relativa, la gente trabaja duro y ahorra dinero.

Entonces la sociedad se vuelve complaciente y el sistema político poco a poco se convierte en una cleptocracia. El imperio recurre a la deuda y a guerras de saqueo para compensar la caída del nivel de vida.

En la fase final, hay una ruptura de la moralidad y el propósito que une a la nación. Los líderes alientan la degeneración y el hedonismo para distraer a las masas. La deuda se está disparando, la productividad y la ventaja competitiva se están derrumbando, la desigualdad se está volviendo marcada, el patriotismo está perdiendo su atractivo y la guerra civil se asoma en el horizonte. En este punto, surgen rivales disciplinados y decididos para desafiar y, en última instancia, derrotar al imperio.

Cualquiera que analice el imperio estadounidense puede ver en qué etapa se encuentra ahora.

Los pilares del imperio americano

El imperio americano es –pronto será necesario decir “fue”- el más grande y poderoso de la historia de la humanidad. Con 800 bases militares en 140 países, ha logrado lo que ningún otro imperio ha podido hacer en la historia mundial.

Sin embargo, lo que realmente sustenta el imperio estadounidense no es el ejército, sino el dólar real. Creado en 1944 en la conferencia de Bretton Woods, el dólar casi muere en 1971 cuando Estados Unidos incumplió sus obligaciones y abandonó el patrón oro. Sorprendentemente, se salvó gracias al ingenioso acuerdo del petrodólar con Arabia Saudita. Hoy en día, es la moneda de facto para fijar el precio de todas las materias primas del mundo; y esta demanda convierte al dólar en la moneda principal del comercio mundial y de las reservas de divisas de todas las naciones.

Así, el dólar estadounidense tiene dos ventajas principales: (1) mantiene su fortaleza a pesar del enorme déficit comercial y presupuestario de EEUU (2); Puede usarse para imponer sanciones y castigar a las naciones que desobedecen a EEUU.

La fortaleza del dólar ayuda a atraer a las mejores mentes de todo el mundo, un factor crucial para mantener el liderazgo de EEUU en ciencia y tecnología. La innovación, por supuesto, es un pilar clave de cualquier imperio.

También existe una relación sinérgica entre el dólar y el ejército estadounidense. La hegemonía del dólar permite gastar 1 billón de dólares al año en el ejército y miles de millones más en guerras perpetuas, que no son sólo programas de bienestar para contratistas militares sino que también sirven como advertencia a vasallos y rivales potenciales. “No desobedezcan al Imperio americano, de lo contrario…”.

Si el dinero y el ejército son esenciales, el poder blando es más crucial en un mundo de 8 mil millones de habitantes, que tienen fácil acceso a información diversa y abundante. Democracia es una palabra peligrosa para un imperio, que por lo tanto debe garantizar que el pueblo (los votantes) esté completamente formateado para apoyar al imperio. Esta es la razón por la que los medios de comunicación y las redes sociales estadounidenses dominan la autopista de la información en todo el mundo.

Sin embargo, después de años de negligencia y arrogancia, EEUU ha entrado en la última etapa del imperialismo y cada uno de los pilares analizados anteriormente está colapsando al mismo tiempo.

El ejército estadounidense ya no es abrumador

“Amamos la guerra porque somos buenos en ella. Somos buenos en esto porque tenemos mucha práctica. No somos buenos en nada más”, dijo George Carlin, el brillante comediante estadounidense.

Sin embargo, EEUU también está perdiendo su ventaja en las guerras. Los únicos países que puede derrotar son aquellos que son relativamente mucho más débiles, como Irak (que ha quedado significativamente debilitado después de una década de sanciones paralizantes), Libia, Afganistán, etc. El ejemplo más reciente es la ayuda a Israel a librar una guerra genocida contra la indefensa Gaza.

Sin embargo, mire cómo EEUU está perdiendo la guerra por poderes contra Rusia en Ucrania. El presupuesto militar anual de EEUUy los países de la OTAN combinados asciende a la asombrosa cifra de 1’6 billones de dólares. Esto es 25 veces más que el presupuesto militar ruso. Sin embargo, después de más de dos años de conflicto, Rusia sigue invicta, mientras el comediante Zelenski advierte que Ucrania ha perdido demasiados hombres y no le queda mucho tiempo. Más importante aún, ¡Rusia es capaz de fabricar más municiones que los desindustrializados EEUU y Europa juntos!

En Medio Oriente, Estados Unidos ha intentado crear una «coalición de dispuestos» para derrotar a los hutíes en Yemen, uno de los países más pobres del mundo. En primer lugar, casi ningún país europeo se ha sumado a la llamada Operación Guardián de la Prosperidad. En segundo lugar, el heterogéneo grupo de resistencia yemení no sólo ha resistido los bombardeos estadounidenses, sino que también está derribando aviones no tripulados estadounidenses e incluso lanzando misiles balísticos antibuque contra portaaviones estadounidenses.

En cuanto a los famosos contratistas militares de Estados Unidos, no pueden producir misiles, aviones de combate y portaaviones sin productos y componentes chinos, incluidos elementos de tierras raras, que son esenciales para prácticamente todas las armas de alta tecnología. Como admitió el director general de Raytheon, su empresa depende de miles de proveedores chinos.

China ahora tiene la armada más grande del mundo. Y su capacidad de construcción naval es 250 veces mayor que la de EEUU. Cuando se trata de tecnología de drones, China es mucho más avanzada que EEUU, lo que ha llevado a que el ejército ucraniano rechazase los drones estadounidenses por drones DJI chinos.

Más importante es el hecho de que China y Rusia tienen misiles hipersónicos, algo que EEUU aún no ha descubierto. Combine los misiles hipersónicos con 1000 ojivas nucleares que China tendrá para 2030, y una vez que pueda apostar con seguridad a que no habrá una guerra caliente entre Estados Unidos y China.

En resumen, el imperio americano perdió su ventaja militar. La guerra por poderes en Ucrania bien podría ser su última guerra. Una vez que Rusia gane decisivamente, ningún país asiático se unirá a EEUU en una guerra contra China. La Pax Americana estará oficialmente muerta en un futuro próximo.

El dólar estadounidense se enfrenta a la muerte por miles de recortes

En cuanto al poderoso dólar estadounidense, se enfrenta a ataques de todos lados. Todo el mundo está tratando de desvincularse del “dólar terrorista”, como lo llamó el multimillonario indio Uday Kotak. El esfuerzo de desdolarización se ha acelerado en todo el mundo desde la imposición de sanciones draconianas a Rusia y el robo de cientos de miles de millones de dólares de moneda rusa hace dos años. El comercio bilateral chino-ruso se realiza actualmente en un 90% con monedas locales: rublo y yuan.

En general, más del 50% de todas las transacciones transfronterizas en China se realizan actualmente en RMB chino (y esta cifra era prácticamente el 0% en 2010).

El mayor shock para el petrodólar vendrá del petroyuan, es decir, cuando Arabia Saudita y otros miembros de la OPEP comiencen a vender petróleo y gas a cambio de yuanes chinos. Las ondas de choque resultantes no pueden subestimarse. Pronto, todos los países adoptarán la opción de fijar precios y vender productos básicos (desde cobre y oro hasta trigo y café) en yuanes chinos. El corolario obvio es que los países reducirán sus tenencias de dólares y los reemplazarán con yuanes.

La desdolarización no es sólo para los rivales geopolíticos de Estados Unidos. Por ejemplo, la India y los países de la ASEAN también se han embarcado en este viaje de transformación. Por no hablar de los BRICS+, que están trabajando en su propio sistema financiero alternativo para eludir el dólar, el euro y el tipo de cambio SWIFT.

La desdolarización es la democratización definitiva de las finanzas globales.

Efectos de la desdolarización

Al igual que en el mercado de valores o en cualquier actividad económica, la gente sigue la tendencia y se sube al carro. Lo mismo ocurrirá con el dumping del dólar. Y las repercusiones de la desdolarización serán sísmicas.

En primer lugar, la demanda de dólares estadounidenses y de deuda estadounidense caerá drásticamente. El efecto inmediato de esto será un aumento en los rendimientos de los bonos del Tesoro de EEUU, lo que diezmará el mercado de bonos a corto plazo y, de forma permanente, resultará en tasas de interés más altas en toda la economía de EEUU, incluidas tasas de tarjetas de crédito e hipotecas más altas.

Los tipos hipotecarios más altos tendrán un efecto muy perjudicial en el sector inmobiliario. Consideremos que el valor total de las viviendas estadounidenses es de 47 billones de dólares. Si las tasas hipotecarias alcanzan el 15% (el doble de la tasa actual), el impacto en el sector residencial y comercial será catastrófico. Hoy en día la gente olvida que en 1981 la tasa hipotecaria promedio en Estados Unidos era del 18%.

Las tasas de interés afectan los precios de todo. Por lo tanto, el coste de la vida también se disparará.

Los hogares y las empresas, que se endeudaron durante los años de tasas de interés bajas, enfrentarán problemas financieros monumentales en la era de tasas de interés más altas.

Además, los pagos de la deuda pública estadounidense serán enormes, lo que conducirá a importantes recortes del gasto. En 2024, los pagos de intereses sobre la deuda del gobierno federal de Estados Unidos serán de poco más de 1 billón de dólares. ¿Qué pasará si este pago se duplica? ¿Recortará el Congreso el gasto en partidas sensibles como la Seguridad Social, Medicare y Medicaid o las bases militares estadounidenses en el extranjero? ¿Se atreverán los políticos a aumentar los impuestos y correr el riesgo de una revuelta electoral?

Las personas que piensan que EEUU puede imprimir una salida a sus problemas se están engañando a sí mismas. Esto sólo funciona hasta cierto punto mientras el dólar disfrute de su “privilegio exorbitante”. Cuando este estatus exclusivo comience a desaparecer, EEUU se verá obligado a tragarse la austeridad, la temida palabra en economía.

Los políticos estadounidenses también se verán obligados a reducir la ayuda exterior, lo que provocará una disminución del poder diplomático del imperio estadounidense. No olvidemos que muchos países votan junto a Estados Unidos en la ONU únicamente por incentivos monetarios. Cuando el dinero se agota, también lo hace la amistad en la geopolítica. En algún momento, Europa también se liberará del dominio estadounidense, reformará o expulsará a la OTAN, normalizará las relaciones con Rusia y desarrollará una cooperación beneficiosa para todos con China.

A Estados Unidos también le resultará más difícil atraer inmigrantes brillantes a las universidades y los negocios. Las universidades estadounidenses recortarán las becas, mientras que los institutos de investigación de China, Rusia, Hong Kong, Singapur, etc. se convertirán en el centro de las mentes más inteligentes. Otra opción para China es también establecer centros de excelencia en países europeos amigos. Así, por ejemplo, Serbia y Hungría pueden abrir universidades chinas para atraer a los mejores científicos del mundo.

También habrá una fuga de cerebros inversa hacia la India. Los ingenieros de software y líderes empresariales más exitosos de la India en Estados Unidos se dirigirán a la India, creando un renacimiento en la industria del software. Pronto habrá empresas indias de software compitiendo globalmente con Oracle y Google.

La reacción en cadena será imparable, del mismo modo que EEUU se convirtió en la meca de la innovación después de la Segunda Guerra Mundial, tras siglos de dominación europea. China ya es el número uno del mundo en términos de patentes y artículos científicos de alta calidad; y líder indiscutible en muchas tecnologías como 5G, vehículos eléctricos, baterías, paneles solares, energía nuclear y muchas categorías de IA. Si bien EEUU tiene cierta ventaja en un puñado de áreas como los semiconductores, China alcanzará y superará a EEUU en los próximos años.

Y cuando la economía estadounidense se debilite, China se impulsará hacia adelante. La combinación de investigación, ideas prácticas y manufactura le dará a China la ventaja que EEUU disfrutó brevemente en las décadas de 1950 y 1960. Sin embargo, a diferencia de EEUU, China no subcontratará su producción ni adoptará el capitalismo financiero que ha destruido la economía estadounidense.

Un dólar débil también reducirá la capacidad de las empresas estadounidenses –particularmente gigantes financieros como BlackRock– de adquirir empresas en todo el mundo. De hecho, sucederá lo contrario, es decir, las empresas extranjeras comprarán acciones de antiguos gigantes estadounidenses. Y las repercusiones serán significativas.

Por ejemplo, imaginemos que los países asiáticos se convierten en grandes accionistas de las empresas matrices de Facebook, Google, Wall Street Journal, CNN, etc. Y que las empresas asiáticas también se conviertan en importantes anunciantes en los medios occidentales. ¿Resultado? La cobertura de los medios occidentales cambiaría radicalmente. De repente, los medios estadounidenses se verían obligados a ser objetivos e introducir narrativas completamente diferentes. Quizás los libros de historia y Wikipedia se reescriban de muchas maneras.

Finalmente, uno de los aspectos más peligrosos de la pérdida de poder hegemónico será la posible venganza de todos los países que Estados Unidos ha oprimido o destruido durante décadas, desde América Latina hasta Medio Oriente y más allá de Asia. ¿Qué pasaría si los países poderosos del futuro –Rusia, Irán y China– quisieran imponer sanciones devastadoras a EEUU? Tal vez Rusia diga a otros países que dejen de comprar petróleo y gas a EEUU; ¡Y China puede imponer sanciones a los iPhone y Tesla por preocupaciones sobre el espionaje!

Conclusión

“Los americanos son la refutación viviente del axioma cartesiano: “Pienso, luego existo”. Los estadounidenses no piensan y, sin embargo, lo hacen” – filósofo italiano, Julius Evola.

Cuando el Imperio Americano comience a implosionar, la reacción de los estadounidenses comunes y corrientes será bastante violenta, porque nadie está preparado para el futuro. Habiendo escuchado constantemente que Estados Unidos es el país más grande, las masas ignoran por completo los inminentes tsunamis económicos y geopolíticos. Habrá caos, crimen y tal vez incluso guerra civil, por lo que los estadounidenses buscarán un chivo expiatorio para explicar la caída del imperio.

En cuanto a los demás, prepárense para un siglo asiático. Si Europa fuera inteligente, veríamos un siglo euroasiático más próspero.

SL Kanthan es analista geopolítico y escritor indio.

Quien quiso asesinar a Donald Trump pretendía aprovecharse del caos subsecuente para instaurar una dictadura y meter al país en una guerra nuclear. ¿Quién fue?

Por Eduardo J. Vior
analista internacional
especial para Dossier Geopolitico

Cuando un acontecimiento político resulta inexplicable, hay que preguntarse a quién beneficia, cui bono? Si el intento de asesinato contra Donald Trump el pasado sábado en Butler, Pennsylvania, no hubiera fallado por un casual giro de su cabeza, nunca habría beneficiado a Joe Biden. Dado que él mismo había dicho hace pocos días que había que “poner a Trump en la mira”, nadie habría creído en su inocencia. El caos se habría apoderado de las calles de Estados Unidos. Claro que, al sobrevivir, el candidato republicano capitaliza la agresión en su favor. Pero, ¿a quién debía beneficiar originariamente el atentado? Si lo sabemos, sabremos de dónde emana el peligro de guerra civil para EE.UU. y de guerra nuclear para el mundo.


Donald Trump al ser rescatado por el Servicio Secreto, en una foto que remeda la imagen de los Marines izando la bandera en Iwo Jima en 1945

El FBI ha identificado a Thomas Matthew Crooks como el atacante implicado en el intento de magnicidio contra Trump. Cito textualmente a Carlos Pissolito en la red X: “Fallas del Servicio Secreto de los EEUU: 1. La enorme bandera estadounidense que ondeaba sobre la cabeza de Trump sirvió como un indicador de viento, marcando su velocidad y dirección. Tales indicadores se utilizan en todos los polígonos del mundo y son de gran ayuda para un tirador experto. 2. Además, la rápida eliminación del agresor sugiere la existencia de francotiradores del Servicio Secreto apuntando en esa dirección. 3. Finalmente, se sabe que 4/5 minutos antes de los disparos hubo denuncias del público sobre la existencia del tirador, pero el Servicio Secreto no reaccionó adecuadamente. Como conclusión, es difícil creer que el Servicio Secreto fuera tan incompetente. Fuente: The New Atlas Channel.”: 

Por su parte, Pepe Escobar, en su canal de Telegram pocos minutos después del atentado escribió lo siguiente: “El tirador NO falló. Su tiro profesional dio en el blanco. Trump movió la cabeza una fracción de segundo antes de que la bala impactara. Menos de una pulgada. De lo contrario, ahora estaría muerto”. Y recuerda que “todos los que tienen cerebro saben que él es un objetivo”, por eso destaca la “GRAN falla del Servicio Secreto”. Otro dato a destacar, según su visión, es que “el tirador fue ’neutralizado’ para que no dijera quién está detrás”.

En cambio, Scott Bennett, analista político-militar citado por Ramiro Caggiano Blanco, no se arriesgó por ninguna de las dos posibilidades (atentado o autoatentado) y levantó la hipótesis de que en las próximas horas (o días) “también puede haber un esfuerzo planificado y un descubrimiento conveniente de pruebas y vínculos que culpen a un país extranjero por este asesinato [malogrado], como Rusia, Irán, China, Isis-k, etc.”.

A esta altura puede afirmarse, primero, que Trump sufrió un intento de asesinato y que la hipótesis del autoatentado es inverosímil. En segundo lugar, es evidente que el Servicio Secreto falló por ineptitud o porque recibió la orden de hacer la vista gorda. El análisis de los hechos sugiere que alguien con poder y mando sabía del atentado y lo instigó o lo apañó.

El ataque contra Trump culminó dos semanas catastróficas para la campaña electoral demócrata después del debate del 27 de junio. La penosa imagen que dio el presidente desató una discusión generalizada sobre la continuidad de su candidatura. Este viernes que pasó el New York Times informó que los principales donantes a la campaña presidencial demócrata habían congelado compromisos por valor de 90 millones de dólares y el sábado por la mañana Pepe Escobar reportó que “Elon Musk ha hecho una ‘donación considerable’ a un super PAC que trabaja para devolver a Donald Trump a la Casa Blanca.” PAC (Political Action Commitee, Comité de Acción Política) son los grupos no partidarios que recaudan fondos para distintos aspectos de las campañas electorales. 

El frustrado asesinato y, sobre todo, la foto de Associated Press mostrando al ex presidente puesto en pie, rodeado por agentes del Secret Service y alzando el puño, mientras convocaba a sus seguidores a continuar la lucha, impulsaron el aprovechamiento patriótico del hecho. Todo norteamericano conoce la foto de los marines izando la bandera de EE.UU. sobre la isla nipona de Iwo Jima en febrero de 1945. La imagen de Trump y los agentes este sábado fue un calco del original y ya es emblema de la campaña republicana.

Biden dijo que no tiene todos los datos para calificar el tiroteo de atentado contra Trump. Nada más perjudicial para su campaña que contrariar la percepción mayoritaria de los ciudadanos.

Las investigaciones sobre el atentado pondrán bajo la lupa a la directora del Servicio Secreto, Kimberly Cheatle, que deberá responder al FBI por el operativo fallido. También debe resolverse cómo proteger a los presidentes en un momento de polarización y acceso generalizado a las armas de fuego. En reconocimiento del riesgo que corren los candidatos, este lunes el secretario de Seguridad Interior, Alejandro Mayorkas, anunció que el Servicio Secreto custodiará también al candidato independiente Robert Kennedy Jr.

Obviamente, el ex presidente está sacando del ataque un rédito político enorme. El lunes comenzó en Milwaukee, Wisconsin, la Convención Nacional Republicana que en cuatro días debe elegir la fórmula y determinar la plataforma electoral. El lunes por la tarde Donald Trump fue aclamado como un héroe por los 50.000 delegados.


Donald Trump y James Vance en la Convención Nacional Republicana en Milwaukee

Ya antes de que comenzaran las sesiones, el líder republicano anunció que el senador por Ohio James D. Vance sería su compañero de fórmula. Vance, de 39 años de edad, es un antiguo crítico de Trump que se convirtió en aliado y ahora es el primer millennial en participar en la fórmula presidencial de un partido importante en un momento en que la elite política estadounidense está muy envejecida.

James David Vance, nacido James Donald Bowman, es un político, comentarista conservador, empresario y autor, actualmente senador por Ohio desde enero de 2023. Es muy conocido por su saga familiar Hillbilly Elegy, que se hizo popular durante la campaña de 2016. Es veterano de la Marina y fue educado en Yale. En el Senado ejerce una fuerte crítica contra Mitch McConnell, el líder del bloque republicano. Entrevistado por CNN en la tarde del lunes, declaró que “sobre la cuestión de Ucrania en particular, todo el mundo con un cerebro en la cabeza sabe que esto va a terminar con negociaciones… Ucrania está funcionalmente destruida como país”.

“Nuestra política sobre Ucrania es insostenible, continuó. La edad media de un soldado de su ejército es de 43 años, más que yo. Nadie puede articular lo que se conseguirá con 61.000 millones de dólares, así que tenemos que impulsar un final negociado de la guerra.”

Respecto al atentado, en un mensaje en la red X el mismo lunes escribió lo siguiente: “la premisa central de la campaña de Biden es que el presidente Donald Trump es un fascista autoritario al que hay que detener a toda costa”.Esa retórica condujo directamente al intento de asesinato del presidente Trump”, agregó.

Al escoger a Vance, Trump jugó a ganar un estado tradicionalmente oscilante que, empero, le dio su voto en las elecciones de 2016 y 2020. Es parte del llamado Rust Belt (el cinturón del óxido) que abarca las comarcas desindustrializadas de Ohio, Pennsylvania, Michigan, Indiana, Illinois, Wisconsin y Iowa y cuyo empobrecimiento retrató el ahora candidato vicepresidencial en su novela.

Allí viven los antiguos trabajadores industriales que todo lo esperan del proteccionismo del candidato republicano. Al escoger su compañero de fórmula, Trump también pensó en la edad: “se necesita a alguien que pueda ser bueno por si acaso, así de horrible por si acaso”, subrayó en una entrevista para The Clay Travis & Buck Sexton Show en mayo. 

Antes de comenzar la asamblea, el mismo lunes por la mañana el ex presidente se reunió con Robert F. Kennedy Jr. Ésta último confirmó la reunión, pero puso en duda la información de Político de que el objetivo principal de la misma haya sido discutir un posible apoyo a Trump. La conjetura del portal de orientación demócrata no carece de sentido: mientras que el promedio de las encuestas da a Donald Trump el 47,1% de los votos y a Joe Biden el 44%, Kennedy oscila entre el 8 y el 9%, un caudal apetecido por los dos candidatos principales para resolver la elección sin problemas.

La candidatura del Partido Republicano se hizo oficial en la tarde del lunes, cuando los delegados eligieron mayoritariamente la fórmula Trump-Vance. El elegido de Trump entró entonces en la convención junto con su esposa, Usha Vance, mientras la multitud coreaba “¡J.D., J.D.!”.

Wall Street, en tanto, ya votó. Las cotizaciones subieron el lunes tras el intento de asesinato que aumentó la ventaja de Trump en las encuestas. Con el republicano los mercados esperan una política comercial de línea dura y regulaciones más laxas en cuestiones que van desde la política energética hasta las criptomonedas. Significativamente, también se beneficiaron por el ascenso de Trump las acciones del fabricante de armas Gunmaker Smith & Wesson.

Del mismo modo el lunes subió el bitcoin un 8,6% a 62.508 dólares, llevando al 47% sus ganancias en lo que va del año. Ether también aumentó un 6,8% a 3.322 dólares. Trump ha criticado a los demócratas por intentar regular y limitar el sector de las criptomonedas que se venga apoyando a los republicanos.


Cuadro de la evolución de la intención de voto para las presidenciales de noviembre. Se notan claramente las influencias del debate de junio y del atentado contra Donald Trump

Cuando en política se produce un hecho disruptivo y sus responsables no aparecen claros, la primera pregunta a hacerse es quién se beneficia, cui bono?, en latín. Si se parte de la base de que nadie organiza un autoatentado para que lo maten, Donald Trump, indudablemente el beneficiario inmediato del fallido magnicidio, no puede haber sido el instigador u organizador del hecho.

Si el candidato republicano hubiera sido muerto, el caos se habría adueñado de las calles estadounidenses. Las milicias patrióticas habrían salido a atacar sedes gubernamentales, legislaturas, locales demócratas, de asociaciones y lobbies afines, etc. Probablemente, en más de un estado habría sido necesario declarar el estado de emergencia y poner la Guardia Nacional en la calle, prohibir las reuniones públicas y censurar las redes de comunicación masiva. Con un candidato suplente no tan conocido, el Partido Republicano habría sido un adversario más fácil de vencer que hoy en día. Si, finalmente, la cúpula demócrata se hubiera decidido a sustituir a Biden por otro candidato, la operación habría sido menos riesgosa sin Trump que con él vivo y actuante.

En definitiva, todo apunta a que el aparato demócrata, en consecuencia la elite globalista, habrían sido los beneficiarios de la desaparición del candidato republicano. Esto no implica, como afirma la paranoia patriota, que EL Deep State (Estado profundo) como tal sea responsable por el atentado. Se trata de un conjunto de organizaciones, instituciones y asociaciones que no responden cual robots a las órdenes de una jefatura única. Están unidos por redes en cuyos nodos reinan algunos caciquejos imbuidos de omnipotencia y paranoia. De cualquiera de ellos puede haber venido la iniciativa desesperada de eliminar físicamente al líder de la otra república.

Tras el atentado fallido y la convención exitosa, Donald Trump pasa a la ofensiva, para vencer en noviembre e instalarse en la Casa Blanca en enero próximo. La Justicia comienza a pavimentarle el camino haciendo caer la causa por apropiación indebida de documentos confidenciales. Sin embargo, aun en retroceso, el aparato militar-empresario-mediático-legislativo-científico y de inteligencia no está derrotado.

Nuevos atentados se sucederán, operaciones de falsa bandera, maniobras financieras, diplomáticas y provocaciones bélicas, con tal de hacer el país ingobernable e imposibilitar la paz con Rusia y China. EE.UU. está en guerra y sólo su derrota podrá detenerlo.

Frente a un orden internacional cada vez más conflictivo, la integración permite que Latinoamérica pueda tener mayores márgenes de maniobra, así como espacios de diálogo y cooperación.

Por SEBASTIÁN SCHULZ

Desde la época de las primeras independencias latinoamericanas a finales del siglo XVIII y principios del XIX, distintos intelectuales, militares y políticos plantearon la necesidad de impulsar la integración de las naciones del continente. Estos debates continúan hasta nuestros días y, a medida que se agudizan las disputas geopolíticas a nivel internacional, vuelven a cobrar vigencia.

Ya sea por la necesidad de aumentar las cuotas de poder frente a las pujas globales, o señalando la existencia de un sustrato histórico y cultural común de los pueblos latinoamericanos, la integración estuvo desde siempre en la agenda regional. Sin embargo, por distintas razones, no ha llegado aún a materializarse verdaderamente.

La integración en perspectiva histórica

La idea de una patria latinoamericana puede encontrarse desde finales del 1700 en las obras de figuras destacadas a nivel regional como el expresidente de la Primera República de Venezuela, Francisco de Miranda; también el escritor jesuita peruano Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, o el político, militar y revolucionario argentino, Bernardo de Monteagudo.

Uno de los primeros en darle impulso al integracionismo regional fue el expresidente de la Gran Colombia, Simón Bolívar, quien en 1826 convocó a los representantes de los recientemente independizados Estados americanos al Congreso de Panamá, con el objetivo de establecer una Confederación de Estados Latinoamericanos que promoviera la cooperación y la defensa mutua.

El político, filósofo, fundador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra de Independencia de Cuba, José Martí, en tanto, acuñó en 1891 el concepto de “Nuestra América” para señalar la necesidad de la unidad de los pueblos latinoamericanos frente a las amenazas del imperialismo y el colonialismo.

El escritor, diplomático y político argentino Manuel Ugarte fue otro de los grandes integracionistas latinoamericanos, y popularizó la idea de «Patria Grande» para referirse a una América Latina unida, libre de influencias extranjeras, y solidaria en su lucha por la justicia social y el desarrollo autónomo.

Estos fueron solo algunos de los referentes que impulsaron la idea de integración regional desde la etapa independentista frente a diferentes oligarquías locales que pugnaban por dividir al continente en una multiplicidad de estados nacionales, apoyadas generalmente por Estados Unidos, Gran Bretaña y otras potencias europeas.

En la década de 1950, en tanto, el militar y presidente argentino Juan Domingo Perón recuperó el espíritu de integración, y propuso la formación de un bloque “ABC” entre Argentina, Brasil y Chile, con el objetivo de fortalecer la autonomía regional, contrapesar la influencia de potencias extranjeras en un marco de Guerra Fría, promover el desarrollo económico conjunto y defender los intereses regionales.

Según la visión de Perón, plasmada en su obra La Doctrina Universal, “en el año 2000 las agrupaciones menores serán los continentes. Esa evolución no ha de detenerse y el progreso de los medios de comunicación nos llevará hacia una próxima etapa de universalismo”. Lo que decía el político y militar argentino es que, para poder adquirir los umbrales de poder necesarios que garanticen la soberanía, los países de América Latina debían constituirse como una confederación continental de estados.

La necesidad de constituir estados de dimensiones continentales, según esta visión, había sido la que llevó a conformar los principales Estados Continentales de la época: Estados Unidos y la Unión Soviética. También sería esta visión la que luego daría impulso a la conformación de la Comisión Económica Europea en 1951. Para lograr grados de autonomía suficientes que permitieran incidir en la política internacional, la región debía inevitablemente agruparse en una integración de proporciones continentales.

La necesidad de la integración

La noción de continentalismo propuesta por Perón la retomó el gran pensador uruguayo Alberto Methol Ferré, quien introdujo la idea de “Estado Continental Industrial” como núcleo mínimo de aglutinación para formar parte, en condiciones de soberanía, de las disputas globales de poder.

Según la visión de Methol Ferré, los estados latinoamericanos debían integrarse política y económicamente para tener mayor influencia en el escenario global, mientras que el desarrollo de industria pesada y estratégica era un requisito indispensable para reducir la dependencia de importaciones y fortalecer la economía interna. En ese sentido, alcanzar la soberanía tecnológica era crucial para asegurar un desarrollo autónomo y sostenible.

La necesidad de una integración económica efectiva se complementó a partir de la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) en 2004 y la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) en 2008, por el impulso de un Consejo de Defensa Sudamericano, por una Iniciativa para la Integración en Infraestructura Regional (IIRSA) e, inclusive, por la propuesta de creación de un mecanismo de compensación regional (el SUCRE) y un Banco del Sur.

Estas iniciativas tenían el objetivo, como dijimos antes, de dotar a la región de mayores márgenes de soberanía frente a las confrontaciones geopolíticas globales. Es que América Latina y el Caribe se ha convertido en una región clave en las disputas internacionales, al contar con 660 millones de habitantes (el 8% de la población mundial), más del 14% de la superficie y el 6% del PBI mundial (superior a Japón o Alemania).

La región posee, asimismo, la principal reserva de hidrocarburos del mundo, la principal reserva de litio, es una de las primeras regiones de producción de alimentos, posee una de las principales reservas de biodiversidad y una de las principales reservas de agua dulce del planeta.

A su vez, en un orden internacional en el cual el centro del dinamismo económico global se está trasladando desde el Atlántico Norte hacia el Pacífico, la región cuenta con dos pasos bioceánicos estratégicos: el Canal de Panamá, por un lado, y el Estrecho de Magallanes, por el otro, el cual también permite proyectar poder hacia el continente antártico.

En este marco, la llamada “balcanización” de la región promovida por británicos y estadounidenses desde mediados del siglo XIX solo ha exacerbado el divisionismo, la confrontación, la inestabilidad y la pérdida de peso relativo de América Latina y el Caribe en los asuntos globales.

La actualidad de la integración

Luego de una etapa de fuertes retrocesos en las iniciativas de integración regional entre 2015 y 2019, la vuelta de un ciclo progresista en la región ha permitido darle un nuevo impulso a esta articulación regional. Los esfuerzos conjuntos de Alberto Fernández en Argentina (2019-2023) y Andrés Manuel López Obrador en México (2018-2024) permitieron darle una nueva vitalidad a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que había sido paralizada en los años anteriores por gobiernos de sesgo neoconservador.

Con el retorno de Luiz Inácio Lula da Silva a la presidencia de Brasil, este impulso tomó un nuevo vigor, ahora acompañado también por los apoyos de Gustavo Petro en Colombia, Luis Arce en Bolivia y Gabriel Boric en Chile.

De este modo, la integración latinoamericana vuelve a estar en la agenda regional de los gobiernos nacionales. Materializar esta integración será vital para que la región no sea un sujeto pasivo de las disputas geopolíticas, sino que pueda tener la capacidad de participar de la toma de decisiones sobre los asuntos globales.

Frente a una situación internacional cada vez más conflictiva, la integración regional permite que la región tenga mayores márgenes de maniobra, al dotarla de espacios de diálogo, ámbitos de cooperación y herramientas específicas generadas desde y para la región.

En un orden internacional donde los espacios continentales/regionales ganan cada vez mayor protagonismo, es imprescindible pensar en favorecer instancias de integración regional para ganar autonomía y soberanía.

FUENTE: TRT ESPAÑOL https://www.trtespanol.com/opinion/la-geopolitica-de-la-integracion-latinoamericana-14928217


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Sebastian Schulz

Sebastián Schulz

Es sociólogo de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.