En América Latina los esquemas regionales de complementación comercial no se han consolidado
Por Alberto Hutschenreuter publicado en Infobae
La regla central para comprender cómo funciona el mundo es tener en claro que mientras hacia dentro de los países las instituciones restringen el poder, hacia fuera es el poder el que limita a las instituciones. Podrán existir tiempos en los que las instituciones internacionales ejercen un mayor dinamismo, pero en eso que denominan “arena interestatal”, los actores preeminentes (mayores e intermedios) se observan desconfiados como “gladiadores” (tal como lo advertía Hobbes en el siglo XVII).
Ello es así porque la anarquía internacional continúa siendo el sitio común en las relaciones Internacionales y globales. Es cierto que la interdependencia y la pluralidad de nuevos actores han impactado en esa condición de anarquía o falta de gobierno mundial, pero es (muy) prematuro asegurar que el mundo se encuentra en un curso de orden mundial en clave centralizadora, es decir, de un centro ejecutivo ordenador frente al que los Estados ceden sus intereses.
El avance de las tecnologías mayores ha creado cierta ilusión relativa con el advenimiento de nuevos valores que modificarían aquello que Stanley Hoffmann ha denominado “políticas como de costumbre” en las relaciones Internacionales, es decir, el poder, las capacidades, el interés nacional y la incertidumbre de las intenciones entre los Estados. Pero es necesario ser cauteloso con esta entendible expectativa: las nuevas tecnologías abren oportunidades, pero podrían implicar una situación de mayor competencia y conflictividad internacional y también una mayor desigualdad entre Estados.
Sin duda, los nuevos actores y las tecnologías han dispersado el poder, es decir, no lo concentran los Estados absolutamente, pero ello no implica disminución de rivalidad. En este sentido, interesantes son las reflexiones del experto Ian Bremmer en relación con lo que ha denominado “tecnopolaridad”, esto es, un nuevo modo de rivalidad en la política internacional, entre las empresas tecnológicas y los Estados. La diferencia en relación con las nociones tradicionales de poder global reside en que la soberanía y la influencia no se encuentran determinadas por el territorio físico y el poder militar, sino por el control sobre los datos, los algoritmos y los servidores.
Pero ello no elimina la rivalidad clásica: sin salir del segmento de las tecnologías mayores, particularmente en materia de inteligencia artificial, no sabemos el curso que finalmente adopte este nuevo fenómeno. Pero hasta entonces, podemos estar seguros de que los Estados la utilizarán como una herramienta altamente estratégica de poder. Resulta muy difícil imaginar que Estados Unidos y China, los dos actores que más concentran dicha tecnología, vayan a cooperar dejando de lado sus intereses nacionales. Seguramente habrá “áreas democráticas” en las que trabajarán juntos, pero en áreas selectivas no serán “democráticos”.
Estas breves consideraciones son pertinentes en relación con la realidad de América Latina, acaso el escenario del globo donde menos se ha avanzado en materia de tecnologías mayores. Si alguna vez existió una división internacional del trabajo, hoy el segmento de las tecnologías va creando una nueva división o desigualdad internacional acaso más categórica.
Más allá del factor tecnológico, el mundo de hoy es densamente geopolítico y geoeconómico. Es decir, la geopolítica y la guerra nunca se han marchado ni lo harán. Basta echar una mirada al mundo para comprobarlo: existe un (des) orden internacional disruptivo y, en parte, en estado de guerra y de “no guerra”.
Imágen de un operativo estadounidense en Siria. Los conflictos bélicos son una continuidad en el mundo
En este contexto, lo importante es y será mantener vigentes las capacidades nacionales, la autoayuda, y construir poder nacional, pues, sobre todo para aquellos actores que cuentan poco en las relaciones interestatales, no hay que olvidar que no existe ningún “911 mundial” al que acudir en caso de peligro. Lo más próximo es el multilateralismo, pero este modelo o bien público internacional hace tiempo que se halla devaluado y las perspectivas de ascenso son muy débiles.
De nuevo, América Latina ha sido insuficiente en materia de construir poder nacional, en tanto los esquemas regionales de complementación comercial no se han consolidado, al punto que ha vuelto a ser significativo eso que un antropólogo español ha denominado “ley de antipatía vecinal”. A pesar del históricamente bajo nivel de confrontación militar interestatal, las fronteras continúan dividiendo a los países de la región.
Por último, afortunadamente la geoeconomía tampoco se ha marchado. Puede que haya disminuido la intensidad de la globalización como consecuencia de la pandemia, las tensiones, las confrontaciones militares, las relocalizaciones y el impacto en las cadenas de suministro. Pero el comercio vital es una dimensión de relativo orden internacional. No es un orden, pero sí un sucedáneo. Y para el estado actual del mundo actual, es mucho.
El mercado es el mundo y el mundo es el mercado. Ello significa que cualquier inserción o incremento de protagonismo internacional exige selectividad pragmática, no selectividad ideológica. Si predominara esto último, el comercio entre la Unión Europea y China o el de Estados Unidos y China sería una cifra mínima o nominal; pero el comercio general entre estos tres actores pronto podría alcanzar los dos billones de dólares, sobre todo si Washington y Pekín logran una diagonal y afirman una “cultura estratégica” en su inalterable rivalidad.
El mundo parece orientarse hacia una nueva era de bipolaridad, aunque ello no significará rigidez de bloques como en tiempos del bipolarismo del siglo XX ni tampoco estabilidad asegurada, claro. En ese mundo habrá oportunidades para captar mercados, tecnologías e inversiones. Pero, como pocas veces, ello demandará un pragmatismo casi extremo.
Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor/autora y no representan necesariamente la posición de DOSSIER GEOPOLITICO.
FUENTE: https://www.infobae.com/opinion/2023/11/22/mirar-el-mundo-en-clave-estrategica-y-geopolitica-no-ideal/
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