Desde hace años  los integrantes que conformamos el Tanque de Ideas de Dossier Geopolitico sosteniamos en soledad -Por no ser Políticamente Correctos-, los cambios que se producirían en este S XXI: que serían el auge de Potencias Emergentes y un incremento de Poderío del Eje Euroasiático sobre la el Bloque Anglo-Sajón y la Unión Europea, luego la dinámica nos fue corroborando esas tendencias. También dijimos que en su espíritu de supervivencia bien desarrollada la Gran Bretaña -respaldandose en su commonwealth- se aleja de de esa realidad para volver a posesionarse y jugar “sola” en el nuevo orden en formación y tener un lugarcito bajo el sol. 

Por ello es importante observar que las crisis del atlantismo se profundiza y hoy lo refleja en los informes reflexiones y trabajos de uno Tanque de Ideas de los más importantes de Europa: “Política Exterior”

Carlos Pereyra Mele

Dossier Geopolitico Análisis Geopolitico desde Suramerica

Difundimos 3 Artículos que sustentan lo antes expresado: [1] Fractura europea; [2] División norte-sur en Europa; [3] ¿Eurasianismo frente a europeísmo?

[1] Fractura europea

En los años noventa, la prensa anglosajona acuñó el acrónimo PIGS (cerdos, en inglés) para agrupar en sus análisis económicos a los cuatro países del sur de Europa (Portugal, Italia, Grecia y España) en vísperas de su entrada al euro. Todos tenían problemas de competitividad y balanza de pagos, que ensombrecían su ingreso en la moneda común. Años después, en plena crisis económica –cuyas consecuencias explora en este número Joaquín Estefanía reseñando el último libro de Adam Tooze– Financial Times rescató el término. Reconocía su carga peyorativa al tiempo que defendía su “mucha verdad”.

Más allá de acrónimos desafortunados, la fractura entre el norte y el sur de Europa fue muy real. Pasado lo peor de la crisis, lo sigue siendo. Según Jonathan Hopkin, ha emergido una nueva brecha en la zona euro, reflejando el conflicto entre votantes y gobiernos en torno a la relación acreedores-deudores. En los países deudores del sur, la crisis ha provocado un crecimiento notable del apoyo a nuevos partidos de izquierda, mientras que la derecha radical apenas ha progresado. En los países acreedores del norte, la tendencia es la opuesta.

El sur ha encajado esta nueva relación de diferentes formas. Como explica José María Lassalle, España afrontó una triple crisis económica, de legitimidad y territorial que sus instituciones, de momento, han logrado contener. Ocurre lo contrario en Italia, hoy dirigida por fuerzas nacional-populistas: Steven Forti detalla el pulso que su gobierno mantiene con la Unión Europea. En Portugal, Patrícia Lisa señala que la geringonça izquierdista ha sabido gestionar la economía con éxito mientras mantiene una buena relación con Bruselas. Esta forma de cuestionar las políticas de austeridad, menos directa que la griega, ha tenido más recorrido. Pero Syriza, según Irene Martín, abandona el poder con Grecia en la senda de la recuperación económica.

Política Exterior se rodea desde siempre de un extraordinario elenco de colaboradores, consejeros, y amigos. El 17 de julio, lamentablemente, uno de ellos nos dejó: Emilio Ybarra, consejero de esta casa desde 2008. Siempre nos honró con su inteligencia, compromiso e inestimable generosidad. Gracias, Emilio. DEP

[2] División norte-sur en Europa

La crisis financiera de 2008, que desembocó en una crisis de deuda soberana en 2010, está lejos de terminar. La división entre países acreedores y deudores aún puede convertirse en un eje conductor de la política europea.

La crisis financiera de 2008 pudo haber empezado como un problema del mundo anglosajón, pero pronto se convirtió en fuente de nuevas y profundas tensiones en la política europea. A medida que la inestabilidad de los mercados se expandió desde Wall Street y la City de Londres a bancos europeos vulnerables, y en última instancia a gobiernos soberanos, resquebrajó las frágiles instituciones de la unión monetaria. Como es bien sabido ahora, la crisis empujó a los países periféricos de la zona euro hacia una crisis de deuda soberana, a medida que los mercados comenzaron a cuestionar su habilidad para pagar lo que debían. Lo que a menudo se olvida es que la crisis financiera también hizo saltar por los aires los balances de grandes bancos en el norte de Europa, que necesitaron rescates multimillonarios en 2008-09 y se arriesgaban a necesitar nuevas intervenciones, si algún país periférico caía en la bancarrota. La gestión de la crisis devino en un juego de culpas cuando los políticos del norte de Europa, enfrentándose al enfado de sus propios votantes, impusieron duras condiciones a los gobiernos del sur de que necesitaban asistencia financiera.

Este artículo examina las consecuencias políticas de esta división. El auge de fuerzas populistas o antisistema tras la crisis está claramente relacionado con el estrés económico que recayó sobre los votantes ante la falta de crecimiento y la austeridad fiscal perseguida por los gobiernos europeos. La mayoría de países donde los salarios se han visto más devaluados son también los que han presenciado mayor inestabilidad política, con las fuerzas gobernantes sufriendo fuertes derrotas y el sistema tradicional de partidos cediendo terreno a actores antisistema. Grecia, el país más afectado por la crisis –su PIB se contrajo un 25%– vio su sistema de partidos sacudido por el colapso y casi desaparición del socialista Pasok y la emergencia de un nuevo partido de izquierdas, Syriza, que obtuvo el poder en 2015. Pero los sistemas de partidos en países que salieron más o menos intactos de la crisis también se han visto impactados, con el declive de fuerzas tradicionales y el crecimiento de alternativas políticas que han afectado a las economías más estables como Alemania, Países Bajos o Dinamarca. ¿Cómo sacar sentido de esta dinámica?

La respuesta gravita en torno a dos facetas relacionadas de la crisis. Primera, aunque algunos países sufrieron mucho más que otros, el crecimiento en el conjunto de la zona euro fue débil, e incluso las historias de éxito relativo, como Alemania, crecieron de manera poco espectacular y sin mejoras en las condiciones de vida. El resultado es que los votantes se sintieron molestos en toda la zona euro y votaron en consecuencia. Segunda, la manera en que interpretaron la crisis, varía. Los votantes en Europa del Norte, enfrentándose a medidas de austeridad cuando sus gobiernos buscaron cuadrar las cuentas tras el shock de 2008-09, resintieron profundamente que se destinaran fondos a rescatar a los países atribulados del sur. Los votantes en estos últimos, lejos de expresar gratitud por la asistencia financiera, resintieron las duras medidas de austeridad y reformas impopulares exigidas como contraparte.

Esta política conflictiva ha dado nueva forma a los sistemas políticos en la zona euro durante la década de 2010. El conflicto tiene unas profundas raíces económicas y las brechas entre acreedores y deudores se han traducido en modalidades diferentes de políticas antisistema en el norte y sur de la Unión Europea. Estas pautas, a su vez, han establecido una serie de fallas que están socavando la totalidad de la unión monetaria…

[3] ¿Eurasianismo frente a europeísmo?

Vladímir Putin actúa como aglutinante de quienes, desde posiciones nacionalistas, antagonizan con la idea de una UE liberal.

La apuesta por la Unión Europea es hegemónica en España, pero conviene no dar el europeísmo por descontado. Desde el comienzo de la crisis de 2008, las encuestas apuntan a una cierta insatisfacción de la opinión pública con el desempeño de la UE. Insatisfacción que no cabe leer en una sola dirección en cuanto a sus implicaciones: la máxima de Ortega, “España es el problema, Europa la solución”, sigue pesando en el imaginario colectivo español. Pero estas encuestas sugieren la existencia de un incipiente caldo de cultivo, propicio para quienes abogan por una redefinición profunda del proyecto europeo, lejos del sustrato tradicionalmente compartido por las familias popular, socialdemócrata y liberal. Estas voces siguen siendo minoritarias, pero aumentan a derecha e izquierda. Dada la volatilidad del panorama político y la emergencia de nuevos partidos, no cabe descartar que ganen fuerza durante el nuevo ciclo político europeo iniciado tras las elecciones de mayo. El aumento de las voces que cuestionan consensos básicos de la UE desde el propio Parlamento Europeo contribuirá, probablemente, a una mayor difusión de estas visiones alternativas en la discusión política en España.

En estos debates, la vigencia del vínculo transatlántico y una posible reorientación estratégica hacia Rusia ocupan un espacio significativo. La Rusia de Vladímir Putin suele actuar como aglutinante inspirador de quienes, desde posiciones identitarias y nacionalistas, antagonizan con la idea de una UE liberal y abierta. El Kremlin, no obstante, mantiene la suficiente ambigüedad discursiva como para sostener opciones diversas, reservándose el mayor número de oportunidades. Desarrolla así un enfoque pragmático y oportunista, sin renunciar por ello a la coherencia y solidez estratégicas.

La idea de una Eurasia ampliada e integrada es uno de los conceptos impulsados por el Kremlin para redefinir los debates sobre su relación con la UE y el futuro geopolítico de Europa. El concepto de Eurasia es –conviene no perderlo de vista– flexible, polisémico y no significa lo mismo en Moscú que en Minsk, Nur-Sultán (antigua Astaná), Bishkek, Kazán, Yereván o Kiev. Además, el Kremlin lo modula en función de su audiencia.

El eurasianismo no ha sido el eje doctrinal para articular la unión económica eurasiática, pero desempeña un papel en los debates sobre su conceptualización y proyección internacional. En su versión clásica –afianzada en el periodo de entreguerras– se trata de una doctrina construida sobre la idea de Eurasia como tercer continente entre Europa y Asia, con Rusia en el centro como eje de una civilización singular, distinta de Occidente e históricamente enfrentada a ella. En su versión actual –impulsada sobre todo por la figura del filósofo y activista ruso, Aleksandr Dugin– se convierte en un constructo ecléctico y ambiguo, menos constreñido geográficamente. Esto facilita su creciente difusión y adaptación en contextos diversos y en apariencia contrapuestos: resuena en grupos europeos de derecha e izquierda radicales que comparten animadversión hacia la democracia liberal. Dugin ha reformulado el eurasianismo dentro de su autodenominada “cuarta teoría política”, con la que aspira a superar el eje izquierda-derecha y articular la confrontación contra la democracia y valores liberales en nombre de lo que denomina populismo integral…

FUENTE:

[1] https://www.politicaexterior.com/articulos/politica-exterior/polext191-fractura-europea/

[2] https://www.politicaexterior.com/articulos/politica-exterior/division-norte-sur-europa/

[3] https://www.politicaexterior.com/articulos/politica-exterior/eurasianismo-frente-europeismo/ 

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