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Como en 1914 y 1939 el gobierno norteamericano deja que sus aliados transatlánticos se involucren en una gran conflagración, para después forzar a su propio pueblo a seguirlos

Por Eduardo J. Vior analista internacional especial para Dossier Geopolitico

Las versiones sobre el ingreso de tropas francesas, alemanas y polacas en Ucrania y el sangriento atentado en Moscú de indudable factura ucraniana, en el que fueron asesinadas 143 personas, indican que EE.UU. está dispuesto a todas costas a prolongar y escalar la guerra en el este de Europa, sin importarle las consecuencias. En efecto, ni uno ni otro pueden suceder sin, al menos, la aprobación de Washington. 

Ante la demora del Congreso norteamericano en enviar nuevas ayudas a Kiev…

Joe Biden parece estar repitiendo la receta de sus antecesores Woodrow Wilson en 1914 y Franklin D. Roosevelt en 1939: con suculentas ganancias para la industria armamentista estadounidense, empuja a sus aliados europeos a escalar la guerra en el Dniéper, para después convencer a su pueblo de la necesidad de intervenir directamente….

…De esta dinámica no se podría escapar ni siquiera un eventual presidente Donald Trump. Mientras tanto, la militarización de la economía europea sirve a EE.UU., para aumentar las ventas de armamento norteamericano y para azuzar la competencia entre Francia y Alemania y así someterlas más fácilmente. 

El supuesto básico de esta estrategia es que en Ucrania se pueda prolongar la guerra indefinidamente. ¿Y si no?

Este jueves y viernes se reunió en Bruselas el Consejo Europeo compuesto por su presidente, Charles Michel, la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, y los jefes de Estado y de gobierno de los 27 estados miembros de la Unión Europea (UE). Además de comenzar las negociaciones con Bosnia-Hercegovina para su ingreso en la Unión Europea (UE), la cumbre de los Veintisiete decidió intensificar la compra conjunta de municiones a fabricantes europeos para su entrega a Kiev. También aprobaron un plan checo para la compra colectiva de municiones fuera de la UE (es decir, en EE.UU.), destinado a satisfacer la demanda de los Estados miembros ante la incapacidad de la propia industria para hacerlo. Sólo Hungría y Eslovaquia se oponen a esta carrera hacia la guerra.

La cumbre reclamó asimismo un alto el fuego en Gaza y prometió un paquete de ayuda para los agricultores europeos, pero terminó este viernes sin ponerse de acuerdo sobre la política migratoria. 

Aunque los 27 Estados miembros están aún lejos de un acuerdo, ya no descartan endeudarse juntos para financiar su industria de defensa y entregar armas a Ucrania, como hicieron para contener los estragos económicos de la pandemia del Covid-19. 

El cónclave de la UE decidió también destinar los intereses devengados por los 300 mil millones de dólares rusos congelados desde 2022 para ayudar a Ucrania. La incautación de los intereses de dichos activos va a afectar seriamente la confianza de los mercados en la seriedad de Europa como plaza bancaria. ¿Quién invierte tranquilo en un país o conjunto de ellos que en algún momento pueden incautarse los depósitos?


El Consejo Europeo se reunió en Bruselas

Desde el fin de la Guerra Fría todos los gobiernos norteamericanos y muchos líderes europeos vienen machacando sobre la necesidad de que Europa aumente sus gastos en defensa. Sin embargo, el reclamo de que el continente se reconvierta hacia una economía de guerra es de reciente data. Desde la Conferencia de Seguridad de Múnich en febrero pasado los más altos dirigentes europeos coinciden en que hay que prepararse para la eventualidad de una guerra directa contra Rusia. Entre los líderes de la UE cunde la inquietud ante la posibilidad de que Estados Unidos deje de sostener a Kiev y más aún, de que Donald Trump llegue a la Casa Blanca y reduzca la protección de Washington a sus aliados transatlánticos. En ese escenario, los Veintisiete llaman a proponer “acciones para reforzar la preparación y la respuesta a las crisis” con un enfoque abarcador que les sirve de plataforma para afrontar la próxima elección del Parlamento Europeo. 

Del 6 al 9 de junio próximo 370 millones de votantes están convocados a las urnas para elegir a los 705 diputados que representan a 448,4 millones de habitantes de la Unión Europea

El contexto es sumamente preocupante: la Comisión Europea (CE) prevé un crecimiento del PBI continental de sólo el 0,9% y el Banco de Inglaterra, tras dos años de estancamiento, pronostica un crecimiento británico del 0,25%. Casi todos los países europeos están afectados por el alto costo de la energía, las elevadas tasas de interés, la inflación, el desempleo y la inmigración creciente.

Como consecuencia, las huelgas y las protestas sociales se multiplican y los movimientos nacionalistas y antieuropeistas ganan cada vez más fuerza electoral. Para salir de esta crisis, entonces, la mayoría de los partidos europeos buscan la panacea en la militarización de sus economías y pretenden hacerla aceptable agitando la vieja “amenaza rusa”. 

Particularmente Alemania se ha visto golpeada por la pandemia de Covid19 y la posterior fractura de Europa. La economía germana se contrajo un 0,4% en el último trimestre de 2023 y se espera que se reduzca otro 0,1% en 2024. Ya durante la pandemia la industria alemana sufrió la ruptura de sus cadenas mundiales de suministro y distribución, pero este proceso se aceleró desde 2022 por el bloqueo de la OTAN contra Rusia y la posterior voladura de los gasoductos Nord Stream I y II. El sideral aumento en los precios de la energía que se dio entonces (41%) afectó sus costos de producción y distribución y demolió el mercado interno alemán. La gran industria, entonces, comenzó a deslocarse hacia otros continentes. 

Al principio de la intervención rusa en Ucrania Berlín adoptó una postura moderada, pero el ala más pronorteamericano de su gobierno acabó imponiéndose bajo el liderazgo de los ministros de Relaciones Exteriores Annalena Baerbock (Alianza 90/Los Verdes) y de Defensa Boris Pistorius (Partido Socialdemócrata, SPD) quienes actuaron en estrecha coordinación con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que había sido ministra de Defensa de Alemania entre 2013 y 2019. Tras ello, el primer ministro socialdemócrata Olaf Scholz se declaró partidario de la “plena cooperación alemana con Estados Unidos” y Alemania se convirtió en el segundo mayor proveedor de armas a Ucrania. El gobierno alemán creó entonces un Fondo de Emergencia de 100.000 millones de euros para la adquisición de armamentos y en noviembre de 2023 el ministro de Defensa dio a conocer las “Nuevas directrices de la política de defensa alemana” que proponen que la Bundeswehr se convierta en la “columna vertebral de la disuasión y la defensa colectiva de toda Europa”. Pistorius, además, anunció el aumento del gasto militar alemán al 2% del PBI en 2024 y al 3% y 3,5% en 2025 y 2026, respectivamente. 

Este anuncio se realizó en total sintonía con la presidenta de la Comisión, quien proclamó su candidatura a la reelección prometiendo “gastar más, gastar mejor y gastar sobre todo en armamento producido en la propia Europa”. Por último, el 12 de febrero pasado el Canciller Olaf Scholz declaró a AFP que el plan de su gobierno era superar la crisis económica y asumir el liderazgo militar de Europa. Para ello, dijo, Alemania debe “abandonar su industria manufacturera, para concentrarse en la producción de armas a gran escala”.

Bruselas reaccionó a los planes armamentistas alemanes otorgando generosos subsidios. Las empresas germanas de armamento y productos químicos recibirán una gran parte de los nuevos fondos de la UE para el desarrollo de la producción europea de municiones y carrocerías de aeronaves. Según anunció el viernes 15 de marzo la Comisión Europea, más de 130 millones de euros del total de 500 millones se pondrán a disposición de proyectos alemanes. 

El discurso belicista del Canciller Scholz y los desembolsos de la Comisión Europea coinciden con las plataformas de los principales partidos alemanes para las elecciones europeas del próximo 6 al 9 de junio. Tanto los coalicionarios (Partido Socialdemócrata –SPD-, la Alianza90/Los verdes –B90/Die Grünen- y el Partido Demócrata Liberal –FDP-) como la opositora Unión Demócrata Cristiana/Unión Socialcristiana de Baviera han puesto la militarización de la economía alemana en el tope de sus programas para la elección parlamentaria europea.

Sin embargo, los sondeos de opinión indican que el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AFD, por su nombre en alemán) cuenta ya con el apoyo del 19% de los votantes y podría convertirse en el segundo partido de Alemania. Paradójicamente, aunque cuenta con una fuerte presencia de sectores neonazis, es la única fuerza relevante que reclama el fin de la guerra en Ucrania, el restablecimiento de las relaciones pacíficas con Rusia y la reanudación de los vínculos económicos con China.

A pesar de la hegemonía estadounidense, la sólida alianza franco-alemana permitió desde la década de 1950 desarrollar la integración de Europa Occidental con cambiantes grados de autonomía. Sin embargo, después de que Nicholas Sarkozy (2007-12) sucedió a Jacques Chirac (1995-2007) las diferencias de posiciones fueron en aumento. Angela Merkel (2005-21) hizo malabares, para mantener el equilibrio entre EE.UU., Francia, Gran Bretaña y Polonia, pero tras  su partida ambas diplomacias maximizaron sus apuestas.

No obstante, el endurecimiento de la retórica de Macron no es realista. Personalidades políticas francesas publicaron la semana pasada un manifiesto contra el plan del presidente de enviar tropas a Ucrania. De ellas, ocho son generales del ejército. Es evidente que la plana mayor del arma se opone al presidente. Sabe que su armamento es anticuado e insuficiente y que la doctrina militar francesa combina la disuasión nuclear con intervenciones puntuales en África y Asia, pero no prevé el enfrentamiento entre ejércitos regulares de masas, como sucede en Ucrania. 

Este viernes 22 circuló en las redes la información de que a Kiev habría arribado un numeroso contingente trinacional franco-germano-polaco y parece confirmada la participación de efectivos galos en diversos combates en los que, por otra parte, ya habrían sufrido cuantiosas bajas. El involucramiento europeo en la guerra en el este continúa en aumento.

Los datos públicos disponibles permiten colegir que está en marcha una gigantesca maniobra estratégica, para convertir la economía europea a la producción de armamentos, aumentar la exportación de material bélico desde EE.UU., persuadir a la opinión pública europea de la necesidad de la guerra e ir mandando tropas, hasta que Rusia las arrase y los líderes occidentales puedan justificar una intervención norteamericana. Es el modelo de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Entonces EE.UU. no provocó las guerras, pero las dejó estallar y escalar. Ahora está más urgido.

Esta estrategia ha sido ideada por el gobierno de Joe Biden, pero debe mantenerse incluso en caso de una victoria de Donald Trump. Si ganan los demócratas, EE.UU. insistirá para arrastrar a Rusia a una guerra contra toda Europa que justifique la intervención que su pueblo y su Congreso hoy le niegan. Así se aseguraría el control de Europa, su desindustrialización y dependencia financiera. Si, en cambio, vence el republicano, cual Nixon en 1969, se encontrará con una guerra en marcha que le costará parar. 

El cálculo de la OTAN se basa en el supuesto de que Ucrania aguantará el embate ruso lo suficiente, como para desplegar las tropas europeas allí. 

¿Qué pasa si el régimen de Kiev se derrumba antes de tiempo? Que todos tendrán que repartir las cartas nuevamente. La estrategia occidental supone la permanencia de las condiciones actuales, pero nadie puede garantizarlas. En tiempos de guerra los acontecimientos prevalecen sobre los planes. 

Nos aproximamos a una definición histórica, pero no sabemos cuál será.


POR JOSÉ CANDELA OCHOTORENA

Desde los tiempos del neolítico, superado el nivel tribal, las comunidades humanas más extensas que se van creando no surgen de la autoorganización. En los tiempos modernos la forma de gobierno ha sido el Imperio militar y comercial, sustentado en una cultura superadora, aunque heredera, de las formas teocráticas. El final del Imperio español no alumbró el de Holanda, ni el de Francia, principales rivales de la monarquía española, si no el de Gran Bretaña, el pirata de los mares, y el final de la hegemonía británica, no abrió el camino a Alemania o la URSS, la heredó Estados Unidos. Ningún fin de ciclo global ha sido pacífico, hasta hoy. Si comparamos el inicio de la novela “Los hijos de la medianoche”, que narra el final de la dominación británica en la India, con el capítulo de la serie “The Crown” dedicado al mismo día observamos una considerable diferencia, en la serie televisiva casi desaparece la violencia de más de veinte millones de personas desplazadas, y obligadas a cambiar de país, con que comienza el relato de Salman Rushdie. Más allá del cotilleo implícito en el éxito de la serie sobre la familia imperial británica, se encuentra la cultura global del Imperio Americano, que ha extendido nuestro foco de atención al conjunto del planeta, a través de una ilustración televisiva edulcorada. La televisión, tal y cómo nos la ofrecen desde la visión dominante, banaliza las tragedias; como las matanzas de civiles palestinos a manos del equipadísimo ejército israelita, donde las imágenes destacan al soldado con su equipo frente a los edificios en ruinas, y difuminan a las víctimas. Solo así comprendemos que los gobiernos de varios países europeos se sumen a la retirada de las subvenciones a la UNRWA, lo que les convierte en cómplices del genocidio, mientras que la protesta en las calles de Europa no desborda los límites.

EEUU supo aprovechar las circunstancias de los judíos en 1948, y ahora los necesita aún más cuando inicia la decadencia

Sin embargo, la geopolítica indica que Gaza señala las secuencias de la caída del Imperio Americano, primero fue militar, en Afganistán, ahora se hunden los mensajes willsonianos, de anticolonialismo y derechos humanos, porque, evidentemente, tras lo que estamos viendo, la bandera USA no podrá enarbolarse en la zona sin peligro de incendio. Desgraciadamente, varias decenas de miles de palestinos no podrán estudiar ese capítulo de la historia del presente. Los que sobrevivan, se asombrarán de que el único firme apoyo que tuvieron vino de una nación, Sudáfrica, a 7.000 kilómetros de distancia, aunque unida a ellos por el sufrimiento del “apartheid”, más la de un país musulmán de obediencia chiita que, en su propio territorio, persigue a sus mujeres, las cuales luchan por la igualdad y la autonomía personal. Circunstancias que nos deben hacer reflexionar sobre la tremenda complejidad de la geopolítica global en los tiempos de la cuarta revolución industrial y el desafío climático. 

Sobre el país agresor, del cual se prohíbe hablar en occidente, el sionismo agrupa a personas que, junto con los gitanos, han sufrido la peor persecución y genocidio del siglo XX en Europa, y que son ahora los guardianes del Imperio en los territorios árabe y de los persas, que albergan las mayores reservas en petróleo y gas que alimentan la civilización del capitalismo industrial. Los soldados israelitas han sumido de tal forma su función en los engranajes del Imperio, que proyectan sus rencores matando a los campesinos que habitaban las tierras de Palestina, donde fueron desterrados cómo judíos en 1945. Destierro sentenciado por los países de Europa donde habían vivido durante siglos, que no quisieron aceptarlos. 

En su trabajo de custodios Israel juega con ventaja, porque solo ellos tienen acceso a las armas desarrolladas por el capitalismo en el siglo XXI. El escenario de conflicto es un espacio geográfico y cultural, donde las identidades aún transitan desde la religión y el tribalismo hacia la construcción nacional. Un territorio inflamable, donde el poder militar es la única razón. EE. UU. supo aprovechar las circunstancias de los judíos en 1948, y ahora los necesita aún más cuando inicia la decadencia. La evidencia del colonialismo que no cesa niega el humanismo de los relatos de su modo de vida, y su liberalismo ya no engaña a nadie. Sudáfrica y la ONU en pleno lo han puesto en evidencia, exigiendo el fin de las matanzas en Gaza; una muestra evidente del dominio sin derecho que allí se ejerce. Pues solo apoyan a Washington los países que, bajo su protectorado, aspiran a seguir monopolizando las riquezas del planeta [i].

Estados Unidos es una potencia capaz de destruir el mundo, pero la destrucción global también los incluiría a ellos, por lo que están en declive

Para el momento presente, ni la ONU tiene competencias para obligar a EE UU e Israel, ni los países que compiten con EE UU por el gobierno global, China y Rusia, o la democracia iliberal y racista de la India, que hoy se alza cómo rival asiático de ambos, tienen el capital cultural y económico para sustituirlo. Sin gran convencimiento, apoyan la propuesta del alto representante europeo, Josep Borrell, y el presidente de España, Pedro Sánchez, quienes, junto al presidente de Bélgica reclaman una conferencia para que palestinos e israelitas acuerden una solución de dos estados. Pero, Israel no quiere, y los EE UU no están dispuestos a quitar a Israel la razón de la fuerza. Desaparecida casi totalmente la superioridad cultural que sustentaba la hegemonía americana hasta 2004, la única razón que la sostiene es la fuerza: Estados Unidos es una potencia capaz de destruir el mundo, pero la destrucción global también los incluiría a ellos, por lo que están en declive. Como los países de la Unión Europea son protectorados estadounidenses, la gran potencia se presenta ante los europeos como un mal menor, frente a otros aspirantes. Pero los males menores nunca han entusiasmado a nadie. 

El futuro de la Izquierda europea es inseparable del de Europa 

Durante años, Europa se ha imaginado ser el escaparate deseado de los países del Mundo. La dependencia respecto a EE UU evidenciada por la crisis de Ucrania ha dañado gravemente esa visión, y la guerra en Gaza, una vez más Oriente Medio, ha demostrado que Europa desaparece cuando se la necesita. Frente a un panorama tan desolador, nuestro continente deriva hacia su ombligo identitario, representado por el populismo neofascista y el nacionalismo económico [ii]. Con unas elites tecnológicas muy liberales en las costumbres y lo económico, y una visión de lo social que remite a la jungla, el proyecto confederal está próximo a implosionar, llevándose por delante las luces del humanismo y la razón. 

Europa desaparece cuando se la necesita. Frente a un panorama tan desolador, nuestro continente deriva hacia su ombligo identitario, representado por el populismo neofascista y el nacionalismo económico

En solo dos generaciones, el capitalismo ha destruido en Europa las bases organizativas de su alternativa, el movimiento obrero y las redes democráticas que su praxis impulsó, y lo ha conseguido utilizando su arma principal que es el nacionalismo. Falto de organización, el movimiento socialista ha sucumbido a sus errores, sin sacar enseñanzas de las experiencias. Durante el siglo XX confundió la visión del futuro a construir, los escenarios de sociedad necesarios a la acción, con una premonición bíblica, olvidando que nada existe hasta que lo construimos con los materiales que tenemos. En la política real, las teorías sirven para guiar la reflexión, pero nada sustituye al empirismo del “ensayo y error”. Cómo decía la máxima fundacional del movimiento socialista: Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo [iii]. Gramsci llamaba a esta forma de pensar la “filosofía de la praxis”, entender lo escrito hasta hoy como una guía de análisis, que cada generación utiliza para escribir su historia y proyectarla hacia el futuro. Esa proyección es lo que define el carácter trasformador del socialismo.

El miedo a la trasformación social es lo que llevó a los liberales a aceptar las ideas socialdemócratas del bienestar en 1945. En 1978, ante la evidencia de la experiencia del socialismo realmente existente, la URSS era un trampantojo en ruinas para una dictadura senil, Margaret Thatcher y su homólogo americano, Ronald Reagan decidieron quitarse la careta social y apoyar un liberalismo radical, el neoliberalismo. Lentamente, los liberales han desmantelado las bases institucionales del movimiento obrero occidental, el Estado del Bienestar que permite a las personas que viven de un salario participar en lo público, sin agobios por la subsistencia. 

La izquierda europea se replegó en la defensa del pasado, y el futuro se diluyó en culturas diversas, feminismo, ecologismo, globalismo altermundista, sindicalismo corporativo y sindicalismo sociopolítico, antirracismo y otros más minoritarios, pero no irrelevantes; cada una de ellas con sus referentes políticos en cada país y, en algunos casos, articulados a nivel europeo. Paradójicamente, el arco iris cultural ha mantenido vivos los valores solidarios y del bienestar, aunque no ha podido construir alternativas viables a la inteligencia artificial y la robótica, que amenazan por desmantelarlo del todo, dejando vacía la democracia que los convirtió en instituciones estatales.

En solo dos generaciones, el capitalismo ha destruido en Europa las bases organizativas de su alternativa, el movimiento obrero y las redes democráticas que su praxis impulsó

Imaginar el futuro en el presente

Para recuperar el movimiento socialista, necesitamos reivindicar su historia, los valores del trabajo que la alimentaron, y la capacidad de éstos para adaptarse a la vida. Nacidos de la práctica laboral en cada época y de la herencia revolucionaria, Libertad, Igualdad y Fraternidad, los valores del trabajo se crean en la colaboración cotidiana entre personas, son la identidad de las profesiones y grupos de actividad, habilidades para definir problemas y construir soluciones, con las cuales se construyeron visiones del futuro que sustentaban redes de cooperación e hicieron posible la actividad sindical, las organizaciones sin ánimo de lucro, las cooperativas y el intercambio de conocimientos y experiencias. Son competencias colaborativas que permiten que personas poco instruidas utilicen la deliberación democrática para definir el bien común, y organizarse para alcanzarlo. La cultura cooperativa nace hoy de las experiencias del trabajo participativo, el cual nos señala una metodología de organización democrática, donde son las personas las que definen los problemas a resolver, y su jerarquía, en colaboración con trabajadores expertos en soluciones técnicas a los problemas. 

Todas las revoluciones igualitarias del siglo XX han reivindicado formas de democracia que trasciendan la meramente representativa, y penetra en las empresas [iv]. Con la cogestión y la autogestión, los trabajadores ponen al día una filosofía sobre la conclusión del bien común, que define la democracia laboral. Los grupos de ejecución del trabajo debaten, en círculos, para especificar los problemas, e informan las guías para los tecnólogos que proponen soluciones, y no al revés. Trasladada a la política, significa que la participación ciudadana cataloga los problemas y su jerarquía, construyendo programas para la acción política de sus representantes y su staff técnico, que así son sometidos al control democrático. Esta filosofía es más necesaria ahora, cuando los avances en la Inteligencia Artificial amenazan la libre formación del criterio democrático en las personas y naciones. Esas tecnologías, la Informática e Inteligencia Artificial, puestas del revés, suponen un arma muy poderosa para construir y facilitar el uso ciudadano de las redes para la participación y el control democrático [v].

Competencias colaborativas que permiten que personas poco instruidas utilicen la deliberación democrática para definir el bien común, y organizarse para alcanzarlo

Nos encontramos, por lo tanto, ante la necesidad de dar una nueva dimensión a la democracia: la democracia participativa que debe guiar el esfuerzo social hacia la satisfacción del bien común, y ante una nueva visión de ese bien común, basada en la deliberación ciudadana, cómo ejercicio permanente del Contrato Social. Porque, en general, las constituciones modernas son marcos para atender las prioridades de los ciudadanos, pero, las instituciones que trasladan los problemas de los ciudadanos a la acción política se encuentran gripadas por los prejuicios al interpretarlas. En todas las constituciones europeas, la propiedad está sometida al bien común, pero las instituciones priman la definición del bien común que realizan los tecnólogos y juristas. Por lo tanto, la tarea es democratizar las instituciones. Especialmente las económicas, públicas y empresas, donde se obtienen y distribuyen los recursos necesarios para el funcionamiento del conjunto del sistema. Sin perder de vista que el tamaño de los sistemas nacionales viables debe ser bastante mayor que cualquier estado europeo.

Hoy, ya sabemos que los liberales no son un freno al crecimiento de la ultraderecha en Europa, y que se están coaligando con ella para mantenerse en los gobiernos [vi]. Por lo tanto, el futuro de la Unión está en la izquierda, siempre y cuando sea capaz de construir una visión autónoma, participativa y democrática del futuro, y una estrategia gradualista para llegar a ella. Desde la izquierda, Europa adquirirá condiciones para ganárse el liderazgo frente a los aspirantes a construir nuevos imperios, abanderando la cooperación para resolver los problemas de nuestra época, sin imponer las formas [vii], pues el futuro global tendrá que ser cogobernado entre todos, o no llegará. 


[i] La lista de países que acompañan a EE UU en el apoyo a la violencia de Israel muestra a todas las potencias salidas del Imperio Británico, más las que perdieron sus imperios en el siglo XX, y a ellas se unen Alemania y otros, culpables de la expulsión de judíos a Israel en 1945. 
[ii] Conforme se deteriore la Unión, veremos más episodios de campesinos boicoteando productos de países vecinos, tanto de Ucrania en
Hungría, cómo de España en Francia.
[iii] Carlos Marx, Tesis sobre Feuerbach, nº 11, 1845.
[iv] Soviets en Hungría, Consejos en Turín y Baviera, 1919; autogestión en Yugoeslavia, 1946; los trabajadores de Checoeslovaquia en 1968 crearon Consejos de Empresa cuando el Partido Comunista anunció las reformas democratizadoras, Solidarsnoç, en Polonia, 1978, etc.
[v] Ver D. Acemoglu y S. Johnson (2021) Poder y progreso
[vi] Como hicieron los liberales alemanes que abrieron el camino a Hitler en 1933
[vii] Si comprendemos que la democracia es la forma civilizada de la lucha de clase, entenderemos que no se puede imponer, solo ayudar a cada pueblo alcanzar la forma de su Contrato social.

FUENTE NUEVA TRIBUNA.ES https://www.nuevatribuna.es/articulo/global/analisis-geopolitico-declive-potencias-peligroso-guerra/20240203131326222917.html

Por Eduardo Vior

Si la UE confisca los depósitos rusos congelados utilizándolos para financiar a Ucrania, afectará la confiabilidad de los bancos y fondos de inversión de Europa y EE.UU.

Este miércoles 7 el Senado de EE.UU. rechazó un paquete de ayudas combinadas para Ucrania, Israel, Taiwán y el aumento de la seguridad en la frontera sur por valor de 119.000 millones de dólares. El liderazgo demócrata en la cámara alta anunció entonces que igual presentará un nuevo paquete de ayuda a los tres países desconsiderando la frontera. En medio de la polarizada campaña electoral es de esperar que este proyecto tenga aún menos suerte que el anterior.

Seguramente, este corte de flujos financieros para Ucrania va a aumentar la presión de Washington sobre la Unión Europea (UE), para que utilice los fondos estatales rusos congelados en Europa como garantía de préstamos para la reconstrucción de Ucrania, sentando un precedente devastador que provocaría una similar reacción de Moscú, afectaría gravemente la confianza del mundo financiero internacional en el sistema bancario occidental y provocaría una gigantesca fuga de capitales hacia la economía real. En suma, la medida no traería ninguna solución a la guerra en Ucrania y crearía una grave inestabilidad en los mercados financieros globales.

“La Unión Europea (UE) piensa actuar con prudencia ante las propuestas de incautar los activos congelados rusos”, explicó este martes a Financial Times el comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Paolo Gentiloni. “Tenemos un enfoque muy gradual. Vamos paso a paso”, destacó el funcionario. “Por el momento hemos tomado una sola decisión”, agregó Gentiloni, haciendo referencia a la idea de separar los intereses derivados de los activos congelados. Con esta declaración el funcionario quiso echar un paño frío sobre la agitación que generó el apresuramiento de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en dar por hecha la incautación.

Según la Comisión Europea, hay más de 269.000 millones de euros (288.850 millones de dólares) de activos rusos inmovilizados en países del G7, la UE y Australia, de los cuales 200.000 millones están en la UE, la mayoría (191.000 millones) en Bélgica. Como el Congreso norteamericano previsiblemente no va a llegar a un acuerdo interpartidario sobre una nueva ayuda financiera a Kiev, ya en diciembre pasado Washington propuso a sus aliados europeos que entreguen al gobierno ucraniano las ganancias devengadas por el dinero ruso inmovilizado.

A propuesta de Bélgica la Unión Europea (UE) decidió el pasado 29 de enero aprovechar los intereses producidos por los activos del Banco Central ruso como garantía de futuros créditos para la reconstrucción de Ucrania que se contraerían con cargo a Rusia. Sin embargo, algunos países e instituciones de la UE se oponen a la decisión alegando que no hay base legal para embargar activos soberanos de otro país y que hacerlo podría hacer que los inversores se retiraran del euro.

A pesar de la presión de Washington, para que Bruselas le saque las papas del fuego, muchos especialistas europeos están muy escépticos. “Lo que sabemos es que utilizar los activos como garantía adolece de los mismos problemas jurídicos, económicos y financieros que una confiscación y la mayoría de los departamentos jurídicos del G7 así lo consideran”, declaró un funcionario europeo cercano al asunto. “Utilizar un activo como garantía significa poseer el activo, lo que en este caso implica confiscarlo”, dijo el funcionario, que pidió no ser nombrado. Según Reuters, otros cuatro funcionarios europeos cercanos al asunto coincidieron con esta opinión.

Tampoco está claro qué entidad emitiría los bonos y qué pensarían los inversores de un plan que parte del supuesto de que el deudor (Ucrania) no saldará la acreencia al vencimiento de los bonos. Los acreedores deberían buscar cobrar entonces al garante (Rusia), quien lógicamente se mostraría remiso, porque nunca consintió en otorgar la fianza.

Como informó recientemente Bloomberg, en noviembre pasado el gobierno de Joseph Biden apoyó ante el Senado una iniciativa legislativa que facilitaría la confiscación de los activos rusos congelados, que en EE.UU. no pasan de los cuatro o cinco mil millones de dólares. Al mismo tiempo, señala la agencia, la Casa Blanca tiene en cuenta que esta medida podría arruinar la reputación del sistema financiero estadounidense y provocar una fuga del dólar. La idea de confiscar activos rusos tiene partidarios tanto entre los republicanos como entre los demócratas, pero varios políticos y expertos temen que la medida aleje a algunos aliados con vocación de autonomía, como India, Brasil y Sudáfrica, y tense aún más las relaciones con China.

La idea de Estados Unidos de confiscar y entregar los activos a Kiev había cobrado fuerza ante el bloqueo por parte de Hungría de 50.000 millones de euros de ayuda de la UE a Ucrania. Sin embargo, el retiro del veto húngaro la semana pasada quitó algo de presión, según Gentiloni. El Comisario Europeo de Economía esperaba también que el Congreso en Washington acordara esta semana entregar otros U$S60.000 millones, pero el Senado norteamericano decepcionó el optimismo del italiano.

También el gobernador del Banco Central de Italia, Fabio Panetta, lanzó una advertencia sobre los planes de la Unión Europea para confiscar los beneficios de los activos rusos congelados en Europa afirmando que la “militarización” del euro reduce inevitablemente su atractivo y favorece la aparición de alternativas como el yuan chino. Para Panetta, el creciente uso del yuan en las transacciones comerciales entre China y Rusia es “instructivo en este sentido”, ya que, dijo, Beijing promueve el empleo de su moneda en países afectados por sanciones internacionales.

Por su parte, Rusia responderá de forma “pertinente y eficaz” al menor intento de confiscar sus activos en Occidente, informaron a Sputnik desde el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso. “Hemos dicho en más de una ocasión que las medidas de coerción, tomadas unilateralmente por países occidentales en relación con los bienes de Rusia en el extranjero, son ilegítimas. También hemos señalado reiteradas veces que la confiscación de estos bienes es ilegítima y viola los principios y normas fundamentales del Derecho Internacional, incluida la igualdad soberana de los Estados”, apuntaron desde la Cancillería rusa.

Semejantes acciones, añadieron, no pueden calificarse sino como “un flagrante atentado contra la propiedad soberana y un robo descarado y banal por parte de un grupo de Estados de los bienes de otro”, añadieron. “Los países del Occidente colectivo pueden tener la certeza de que, al menor intento suyo de confiscar inmuebles y otros activos de Rusia, habrá inevitablemente una respuesta adecuada y efectiva”, concluyeron en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia.

Esto se produce después de que Dmitri Birichevski, director del Departamento de Cooperación Económica del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, declarara a Sputnik que Moscú respondería recíprocamente en caso de que Occidente confisque los activos rusos congelados. Según los cálculos de Sputnik, basados en las estadísticas nacionales rusas y los datos abiertos obtenidos por el Financial Times, Rusia posee actualmente activos extranjeros por valor de unos 288.000 millones de dólares, 1.000 millones más que los que Occidente amenaza con confiscar.

Haciéndose eco de las críticas al plan de confiscación, el Financial Times señaló este lunes que la Unión Europea no está considerando la incautación, sino sólo la introducción de un impuesto sobre las ganancias extraordinarias devengadas por los activos congelados del Banco Central de Rusia en Europa. Sin embargo, la propuesta avanza lentamente, porque varios estados clave, incluidos Alemania y Francia así como el Banco Central Europeo, están preocupados por el impacto que la medida pueda tener en la estabilidad de la eurozona y por la amenaza de Moscú de tomar represalias.

Por las dudas, Rusia refuerza la presión. Así lo afirmó a RIA Novosti Dmitri Birichevsky, director del Departamento de Cooperación Económica del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia. “No hablaré de cantidades específicas, pero la cantidad de fondos que nuestras medidas especiales de respuesta económica pueden cubrir es significativa”, dijo en una entrevista con la agencia. Al mismo tiempo, el diplomático no descartó un intercambio mutuo de activos. “Parece que el esquema de intercambio mutuo propuesto por la parte rusa podría ser de interés para las contrapartes occidentales cuyos fondos están en nuestra jurisdicción en cuentas tipo C”, aclaró Birichevsky.

En el Derecho financiero existe un principio muy básico, es casi un pilar de la economía de mercado, capitalista o no: el principio de propiedad financiera. Este principio subraya la importancia del respeto por la propiedad privada y la protección de los derechos de propiedad para el funcionamiento eficiente de los mercados. Poner los activos rusos a responder por una deuda contraída por otros es lo mismo que robarlos. Se entiende en este contexto que, al apropiarse de los bienes de los países que impulsen esta acción delictual, Rusia sólo estaría ejerciendo una represalia.

Como señaló el chino Global Times, “en lugar de abordar cualquiera de los problemas del conflicto entre Rusia y Ucrania, la confiscación sólo sentará un precedente desastroso en el sistema financiero internacional. Sin mencionar que muchos países sacarían sus reservas de estos países ante el precedente tan nefasto que sentarían.”

Por ejemplo, algunos de los activos congelados de Rusia en Occidente son bonos del Estado norteamericano. Si Occidente confiscara estos activos en nombre del apoyo a Ucrania, dañaría la credibilidad de sus propias obligaciones.

Si el caso ruso llevara a los inversionistas internacionales a inferir que los riesgos geopolíticos también pueden dar lugar a impagos de deuda soberana de los países occidentales y que las interpretaciones y los cambios en las leyes y normativas respectivas escapan por completo a su control, las inversiones en bonos soberanos como la deuda del Tesoro estadounidense, que antes se consideraban refugios seguros, podrían perder la confianza de los prestamistas.

Además, las contramedidas de Rusia también podrían enviar ondas de choque a los mercados financieros mundiales. Un juego de acción-reacción de este tipo derrumbaría la cotización de los bonos de la deuda cotizados en dólares y euros y provocaría una fuga masiva de inversiones que, al no hallar en el Sur Global mercados de suficiente tamaño (China no puede absorber todo), se dirigirían al oro o a commodities, que entonces aumentarían desmedidamente su precio y provocarían una fuerte inflación mundial.

Según advierten la agencia estatal Xinhua y otros medios chinos «Una economía de mercado funcionante supone que todos los que participan en ella tengan los mismos derechos y deberes, que respeten la propiedad ajena, que ninguna parte se erija en juez del conjunto y que todos acuerden las reglas para sus intercambios. Si los países occidentales confiscan los depósitos rusos inmovilizados en su sistema bancario provocarán el estallido de una gigantesca crisis financiera y cambiaria mundial que inmediatamente repercutirá sobre la economía real, también en los Estados sancionantes. La ideología no es buena consejera de la racionalidad económica.»

Por Eduardo J. Vior
analista internacional
integrante de Dossier Geopolitico

FUENTE: AGENDAR

Por Boaventura de Sousa Santos *

Traducción de Bryan Vargas Reyes

Me hago la misma pregunta que el gran intelectual comunista portugués, Bento Jesús Caraça, se hizo en 1932 y suscribo el mismo pronóstico. Tras afirmar que, a medida que se acercaba la Primera Guerra Mundial, “los intelectuales (con excepción de Romain Rolland en Francia y, añadiría yo, Karl Kraus en Austria), en lugar de arrojar todo el peso de su prestigio en la balanza para tratar de impedir que estallara la catástrofe y poner orden en un caos de locura, utilizaron ese mismo prestigio para avivar las llamas y aumentar el desorden. Donde debían elevarse, se degradaron; para cumplir una misión noble y humana, prefirieron la traición”.

Las preguntas son: ¿ha cambiado la situación en el presente? ¿Vemos signos claros y precisos de una intención de redimir un pasado oscuro?

La respuesta de BJC es inequívoca: “La verdad es que ¡no! Hay sin duda grupos importantes de ‘hombres firmes’, de ‘hombres de buena voluntad’ que ponen lo mejor de su inteligencia y de su actividad en la lucha contra la guerra, pero desgraciadamente, la mayoría, la inmensa mayoría de los intelectuales se preparan para una nueva renuncia al espíritu. Si estalla una guerra, y nunca hemos estado tan cerca de ella, volveremos a ver surgir por todo el mundo miles de fáciles héroes de escritorio, escupiendo los mismos torrentes de mentiras que llevarán a otros al frente de la batalla… y les asegurarán estar cómodos en la retaguardia.” (Bento de Jesus Caraça, Conferências e Escritos. Lisboa, 2ª edição 1978, 216)

Diez años antes, Karl Kraus escribió en Los últimos días de la humanidad: “El humor no es más que la acusación que se lanza a sí mismo alguien que no se ha vuelto loco ante la idea de haber soportado presenciar las cosas de este tiempo en su sano juicio”. (Os Últimos Dias da Humanidade. Tradução de António Sousa Ribeiro. Lisboa, Antígona, 2023, 17-19.) Y se desahogaba: “una confesión tan completa de culpa por pertenecer a esta humanidad será bienvenida en alguna parte, y siempre será útil”.

Como Caraça, Rolland y Kraus, no me satisface que se produzca una nueva guerra mundial, ya por tercera vez. Y sin duda la última, si se trata, como es probable, de una guerra nuclear. “¡No en mi nombre!” El papel del intelectual es unirse a los ciudadanos activos por la paz, a los partidos políticos y movimientos sociales que desean realmente la paz y denuncian a las fuerzas mundiales que promueven la guerra como medio de perpetuar su poder. Pero la experiencia nos demuestra que esta lucha, para ser eficaz, debe tener una dimensión organizativa. De eso voy a hablar en este texto.

Desde hace cien años, Europa está al borde de la guerra mientras se cura las heridas de la guerra anterior. Cada vez, los motivos son diferentes, pero han tenido en común el hecho de que, aunque nacieron aquí, llevan consigo el mundo y son, por tanto, globales. Así hemos vivido entre guerras. Quizá sea poco conocido que, en cuanto terminó la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas conservadoras, especialmente los católicos y los campesinos, se preguntaban voluntariamente cuándo empezaría la nueva guerra, ahora contra Rusia. La retórica de la incipiente Guerra Fría exaltó los ánimos, y sólo se enfriaron cuando Occidente contempló pasivamente cómo los soviéticos aplastaban el levantamiento húngaro de 1956 La paz iba a durar. La paz que duró fue la que hicieron posible la Guerra Fría y las numerosas guerras calientes regionales en África, Oriente Próximo y Asia. ¿Qué hay de nuevo ahora?

Si analizamos los debates internos en EEUU antes de su intervención en las dos primeras guerras mundiales, vemos que EEUU empezó declarándose neutral; la intervención posterior a favor de los aliados fue algo reticente y contraria a la ideología del aislacionismo que había sido tan popular hasta mediados del siglo XX. Por el contrario, la tercera guerra mundial en ciernes es un proyecto estadounidense. Europa sólo es un aliado menor. ¿Por qué? En las dos primeras guerras, el imperialismo estadounidense se encontraba en una fase ascendente y las guerras se utilizaron únicamente para consolidar esta posición dominante a escala mundial. EEUU salió fortalecido de cada guerra. Basta recordar que en 1948, el PIB estadounidense era casi la mitad del PIB mundial (en 2019 era el 24%). En estos momentos, EEUU está en declive y la guerra ha sido la opción tomada desde la época del presidente Clinton para frenar el declive, porque es en el complejo militar-industrial donde EEUU tiene la superioridad más inequívoca sobre las potencias rivales. Basta pensar en la más de 800 bases militares repartidas por todo el mundo.

De hecho, EEUU ha estado en guerra permanente desde su fundación, pero las guerras nunca son las mismas, y sólo tienen en común que tienen lugar lejos de sus fronteras. Hoy es una guerra de hegemonía; si hasta hace un tiempo la opción nuclear estaba radicalmente excluida, hoy se ha convertido en uno de los escenarios posibles. La gravedad de la situación se deriva del hecho de que el declive de Estados Unidos no sólo es evidente en la política y la economía mundiales. Ahora es descaradamente visible en casa. En el país más rico del mundo, uno de cada seis niños estadounidenses no saben de dónde vendrá su próxima comida. De los jóvenes delincuentes (de entre 10 y 17 años) internados en centros de detención, el 42% son negros, a pesar de que el porcentaje de jóvenes negros en la población juvenil estadounidense es del 15%. En 2023 se produjeron 630 masacres (tiroteos masivos, en los que murieron más de 4 personas). En 2021 murieron casi 50.000 personas por armas de fuego, de las cuales más de la mitad fueron suicidios. En 2023, había 653.100 personas sin hogar, un 12% más que en 2022. Las elecciones de 2024 serán sin duda libres, pero no serán justas, dada la presencia de dinero negro (dark money) en la financiación de las campañas, y puede que ni siquiera sean pacíficas. Ante este declive multidimensional, Estados Unidos centra cada vez más energía en la guerra de hegemonía. La guerra de hegemonía es aquella cuyo objetivo es concentrar y mantener el poder en el Estado hegemónico en cuyos intereses se establece el orden internacional, un orden que es unipolar por naturaleza. La dualidad de criterios en el “orden basado en normas” (compárese Ucrania con Palestina) es la principal característica del orden hegemónico. Con el colapso de la Unión Soviética y el fin del Pacto de Varsovia (1991), la guerra de hegemonía parecía ganada para siempre. Pero como el desarrollo del capitalismo mundial es desigual y combinado, han surgido desafíos a la hegemonía estadounidense, en gran parte derivados del desarrollo de China. En 1949, la China comunista comenzó a prepararse para un siglo de fortalecimiento que devolvería a China la posición en la cúspide del sistema mundial que ocupó hasta 1830, aunque desde el siglo XVI en una cierta multipolaridad con la Europa imperial.

Como afirma Xulio Ríos en La metamorfosis del comunismo en China, Mao Zedong puso a China en pie, Deng Xiaoping la desarrolló y Xi Jinping personifica el impulso final para hacer de China un país poderoso con una posición central en el sistema mundial, que culminará en 2049(A Metamorfose do Comunismo na China, Unha historia do PCCH (1921-2012). Pontevedra, Kalandraka, 2021, 282.)

Mientras Mao dejó de lado la cultura confuciana tradicional y Deng priorizó el desarrollismo por encima del marxismo, el Xiismo busca una síntesis de las tres ideologías fundadoras con la idea de un “socialismo con peculiaridades chinas en la nueva era”. Dado que, durante la época de la globalización, China fue el socio que ayudó a disimular el declive económico de EEUU, las alarmas de la guerra hegemónica sólo empezaron a sonar en tiempos de Bill Clinton.

Pronto los neoconservadores (un grupo ideológico que va desde Hilary Clinton hasta Victoria Nuland y su marido, para quienes no hay que negociar con los rivales de la hegemonía estadounidense; hay que destruirlos) tomaron el control de la política exterior estadounidense. Los rivales tienen eslabones débiles y ahí es donde hay que atacarlos. China tiene dos: su principal aliado, Rusia, y Taiwán. La guerra de Ucrania fue desde el principio una estrategia de cambio de régimen (no en Ucrania, sino en Rusia). El objetivo era desgastar a los líderes políticos rusos (especialmente a Putin), como se hizo en los años 80, hasta que llegó un doble de Gorbachov y convirtió a Rusia en amiga de EEUU, y por tanto enemiga de China, lo que llevaría inmediatamente a China a quedar confinada en Asia. Como está claro hoy, el objetivo fracasó, Rusia se hizo más fuerte y su presencia multisecular en Eurasia se expandió aún más. El martirizado pueblo de Ucrania y los pueblos de Europa, manipulados por una guerra de propaganda sin precedentes, están pagando un alto precio por esta estrategia. Como Volodymyr Zelensky sabe poco de relaciones internacionales, no conocía la frase de Lord Palmerston con los ojos puestos en EEUU: “Las naciones no tienen amigos ni aliados permanentes; sólo tienen intereses permanentes”. Si no puede ser sustituido, Zelensky podría tener un accidente fatal en un futuro próximo.

El otro eslabón débil de China es Taiwán, y es aquí donde la guerra de hegemonía podría librarse con mayor violencia. Será una nueva Ucrania, pero en la que Estados Unidos aprenderá de los errores cometidos en Europa.

Como los amos de la historia desprecian la impertinencia de esta, no previeron la resistencia anticolonial del pueblo palestino, en este caso protagonizado por Hamás. La guerra de Israel contra Palestina es cualitativamente diferente de la guerra de Rusia contra Ucrania por tres razones principales. Por un lado, la primera es una guerra colonial de exterminio, la segunda es una guerra de contención. Por otro lado, EEUU no es un aliado de Israel. EEUU es Israel, porque el lobby pro-israelí controla tanto la política interior como la exterior de EEUU. Por último, la guerra de Israel, lejos de ser una perversión del mundo occidental, es su espejo más cruel y fiable: una civilización que desde el siglo XVI ha creado y celebrado la humanidad mientras deshumanizaba a la mayor parte de ella.

Al otro lado están los perdedores históricos del expansionismo europeo, el mundo islámico. La posibilidad de una escalada global de la guerra es cualitativamente mucho mayor en este caso. De ahí la inmediata desinversión en Ucrania. También en Oriente Medio, los neoconservadores tratarán de encontrar el eslabón débil de las alianzas chinas. Este eslabón es sin duda Irán. Probablemente será el próximo objetivo.

La resistencia contra la Tercera Guerra Mundial

La Historia es siempre contingente, por mucho que algunos factores parezcan determinarla. La tercera guerra no es inevitable. Las fuerzas de la resistencia y de la paz no están en Europa, el continente más violento del mundo. Es cierto que en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial surgió en Europa un poderoso movimiento pacifista, cuya mayor (y última) manifestación fueron las protestas contra la guerra de Irak en 2003. Este movimiento fue especialmente fuerte en Alemania, que, sin embargo, desde la guerra de Ucrania ha vuelto a sus peligrosos impulsos belicistas. La resistencia está en el Sur global.

En este texto, por Norte Global se entiende la Europa de los antiguos proyectos imperiales (sin Rusia), así como Japón y las antiguas colonias donde dominaban el racismo y el nacionalismo blanco (EE.UU., Canadá, Nueva Zelanda y Australia); el Sur Global, por su parte, son todas las demás antiguas colonias europeas y los países que, aunque no eran colonias europeas, estaban dominados por Europa (como China tras las Guerras del Opio).

Es posible que esta denominación sea transitoria y no dure mucho, ya que es subsidiaria de la fase más reciente de la globalización colonial- capitalista que, como sabemos, ha ido perdiendo terreno. El otro problema de esta denominación y de la dicotomía que conlleva es que homogeneiza las diferentes realidades sociohistóricas incluidas en cada uno de los polos de la dicotomía. Un análisis histórico no eurocéntrico mostrará la gran heterogeneidad tanto del Norte global como del Sur global. Basta con tener en cuenta que el Norte global incluye las potencias coloniales europeas y algunas de sus antiguas colonias. Por otra parte, dentro de Europa siempre ha habido asimetrías propias del colonialismo interno, de la Europa del Norte en relación con la Europa del Sur, de la Europa Central en relación con la Europa del Este, de las ciudades italianas y sus plantaciones en Chipre con mano de obra esclava eslava (eslavos que Hitler, siglos más tarde, llamaría Untermenschen, subhumanos), por no hablar de los Balcanes, cuya pertenencia a Europa se ha cuestionado repetidamente.

La misma (o mayor) diversidad puede observarse en lo que hoy es el Sur global. Las temporalidades, las lógicas de intervención e interacción y las economías políticas del extractivismo colonial en el Atlántico Norte, el Atlántico Sur, el Océano Índico y el Mar de China eran muy diferentes, por no mencionar el hecho de que incluían países que no estaban sometidos al colonialismo europeo. Hoy no tenemos la “inocencia” inaugural de principios del siglo XX en Europa, cuando todos los avances de la sociedad industrial y las comunicaciones se consideraban factores de homogeneidad.

Por supuesto, la homogeneización y la convergencia se han producido y siguen produciéndose, pero, contradictoriamente, también han surgido diferencias, desencuentros, reinvenciones de pasados distintos y vocaciones éticas y políticas divergentes. Por tanto, las dicotomías deben utilizarse con la máxima cautela y su utilidad es siempre provisional y limitada.

Con todas estas salvedades, el Sur global cuenta hoy con un actor privilegiado, China, y con una densa red de cooperaciones regionales y temáticas, entre ellas los BRICS+. (El acrónimo designa a los países que originalmente fundaron la organización (Brasil, Rusia, Indica, China y África del Sur) más los países candidatos a entrar en la organización.) ¿Es China comunista? ¿Es China imperialista? ¿En qué dirección llevará China al Sur global como actor privilegiado? Todas estas cuestiones son objeto de debate. China está gobernada por un Partido Comunista muy centralizado con unos noventa millones de militantes; en términos económicos, es hoy una economía mixta: una base capitalista –la gran mayoría de las empresas (61,2%) y del empleo (82,1%) (Números de 2018. Ver Li, Z., & Kotz, D. M. (2021). Is China Imperialist? Economy, State, and Insertion in the Global System. Review of Radical Political Economics, 53(4), 600-610. https://doi.org/10.1177/04866134211018868) pertenecen al sector privado y se rigen por las reglas del mercado– con una parte excepcionalmente grande de empresas estatales y un papel excepcionalmente grande y activo del Estado en la dirección de la economía y en el control financiero. Esta estructura, combinada con las relaciones exteriores de China (contratos de beneficio mutuo), parece indicar un patrón de comportamiento que no coincide con el patrón imperialista (dominación y extracción mediante contratos desiguales, tutela militar o violencia). Independientemente de esta valoración, lo que hay que subrayar es que China opera en conjunción con muchos otros países con un desarrollo intermedio y una fuerte conciencia de su soberanía. La organización BRICS+ es hoy la forma organizativa más densa y operativa del Sur global.

Como no se trata de una nueva edición del Movimiento de Países No Alineados, que buscaba modelos de desarrollo que no fueran ni capitalistas occidentales ni socialistas soviéticos, debemos preguntarnos cuál es el principio rector del Sur Global y hasta qué punto puede ser un hecho de paz y de prevención de la tercera guerra mundial.

En mi opinión, el Sur Global aspira a una alternativa quizá más radical que la alternativa entre capitalismo y socialismo. Se trata de la posibilidad de un capitalismo sin colonialismo. La idea de León Trotsky de que el desarrollo global del capitalismo es desigual y combinado se basa precisamente en las variaciones de la combinación de capitalismo y colonialismo en las distintas regiones del mundo. He argumentado que desde el siglo XVI, la dominación moderna ha consistido en una tríada: capitalismo, colonialismo y patriarcado. También he argumentado que las tres formas de dominación actúan en permanente articulación y que ninguna de ellas es sostenible sin las otras. En otras palabras, no puedo imaginar una sociedad capitalista que no sea colonialista y patriarcal. El colonialismo histórico (ocupación territorial por un país extranjero) aún no ha terminado, como nos muestra el horror cotidiano del genocidio del pueblo de Gaza, y no debemos olvidar el colonialismo al que está sometido el pueblo saharaui. Pero hoy en día el colonialismo continúa bajo muchas otras formas, como el racismo, el saqueo de los recursos naturales, la tala de bosques y el envenenamiento de los ríos, el acaparamiento de tierras, el desplazamiento forzoso de poblaciones, el creciente número de refugiados
medioambientales, el encarcelamiento masivo de personas negras en algunos países, los contratos desiguales, las fronteras con alambradas y fortalezas de hormigón, etc.

La razón de la permanencia del colonialismo y del patriarcado es que el capitalismo no puede sostenerse sin una fracción mayor o menor de mano de obra sobreexplotada o no remunerada, o simplemente desechable.

El colonialismo y el patriarcado, al generar poblaciones racializadas o sexualizadas, son las dominaciones que hacen posible esta sobreexplotación y robo de mano de obra. Y es en el Sur global donde prevalecen con mayor intensidad.

El Sur global es hoy una vasta y compleja red de prácticas e ideologías que exigen el fin de la dualidad entre el capitalismo aparentemente civilizado de las metrópolis del Norte y el capitalismo bárbaro de las colonias y neocolonias. En otras palabras, un capitalismo sin colonialismo a escala mundial. Sospecho que si triunfan, lo que surgirá de su victoria no será el capitalismo tal y como lo conocemos, sino algo diferente que, por ahora, podemos llamar postcapitalismo. La versión bélica del imperialismo neoconservador estadounidense representa un esfuerzo desesperado por impedir ese éxito. Sin embargo, el poder económico que ahora ostenta el Sur global (la gran diferencia con el Movimiento de Países No Alineados) podría obligar a EEUU y a sus aliados del Norte global a negociar. Los BRICS+ representan ahora más del 30% del PIB mundial. La negociación es la única forma de evitar la Tercera Guerra Mundial. Ahí reside nuestra esperanza.

¿Salvará la negociación al mundo?

A principios de 2024, el mundo se enfrenta a cuatro problemas fundamentales: la guerra global, la desigualdad social, el colapso ecológico, el futuro de la ONU y la falta de alternativas creíbles. Veamos cómo los BRICS+ pueden contribuir a resolver estos problemas.

La paz. A lo largo de este texto he intentado demostrar que la única posibilidad de detener la inminente tercera guerra mundial reside en la capacidad de los BRICS+ para obligar al imperialismo estadounidense a negociar. Por supuesto, además de los BRICS+, existen otras organizaciones, como la Organización de Cooperación de Shanghai (Shanghai Cooperation Organisation), que pueden contribuir al mismo objetivo. Sin embargo, creo que los BRICS+ son la organización con mayor diversidad política y cultural y, por tanto, la mejor situada para movilizar a sus poblaciones contra la guerra. La dificultad estriba en que el continente donde estas condiciones se dan con mayor claridad, América Latina, es el continente más dependiente de EEUU y, por tanto, donde la fuerza desestabilizadora de las organizaciones públicas y privadas al servicio del imperialismo se ejercerá con mayor eficacia sobre los gobiernos medianamente transformadores.

Basta recordar lo que está ocurriendo en Argentina (por culpa propia y ajena) o la negativa del Presidente Gabriel Boric a cumplir con las demandas populares tan ejemplarmente expresadas en el movimiento que llevó a la primera Asamblea Constituyente de Chile (2020-2022). Brasil está bajo constante observación imperial y el presidente Lula da Silva se enfrenta a un Congreso hostil formado, en palabras de Roberto Amaral, por hombres blancos en su mayoría ricos, cuando el 55% de la población se declara morena o negra, cuando el 51% de la población está formada por mujeres que ocupan sólo el 8% de los escaños en la Cámara de Diputados y cuando el 37% de la población pasa hambre. Puede que el petróleo de los países de Oriente Medio que pretenden unirse a los BRICS+ sea más eficaz para presionar las negociaciones, lo que será bueno para la paz, pero malo para todos los demás problemas.

Desigualdad social. Los BRICS+ incluyen a los países con mayor desigualdad social (de nuevo Brasil, con una de las mayores concentraciones de renta del mundo). Sostengo en este texto que la combinación de capitalismo y colonialismo es en parte responsable de las condiciones nacionales e internacionales que impiden una distribución más equilibrada de la riqueza tanto a nivel nacional como internacional. Las organizaciones internacionales son el fiel espejo de este dúo capitalismo- colonialismo, ya sea la ONU –y sus diversas entidades, desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) hasta la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, o la Oficina del Alto Comisionado para los Refugiados–, el Banco Mundial, el FMI o la OMC.

En la medida en que los BRICS+ luchen con éxito por refundar estas organizaciones o sustituirlas por otras, es posible que se creen las condiciones para una distribución más equilibrada de la riqueza. Hasta dónde pueda llegar este equilibrio depende de cuál sea esta nueva formación postcapitalista. Como hasta ahora no ha habido capitalismo sin colonialismo, nadie puede garantizar que esto sea posible. Ni al revés.

Colapso ecológico. Este es sin duda el gran problema y desafío de nuestro tiempo, y también el único problema político verdaderamente nuevo. Podría incluso afirmarse que el terror que suscita la posibilidad de una guerra nuclear no tiene nada que ver con el que podría provocar un calentamiento global de 2°C por encima de los niveles preindustriales. La frustrante experiencia internacional de los últimos veinte años a la hora de evitar que esto ocurra augura lo peor. He abogado por un replanteamiento radical de los conceptos de progreso, desarrollo, naturaleza y derechos humanos para hacer frente a este desafío. Al igual que el gran ecologista Giuseppe di Marzo, sostengo que la liberación del ser humano no es posible sin la liberación de la madre tierra, a la que la cultura occidental llama erróneamente naturaleza (Ver Ecologia Integrale. Roma, Castelvecchi, 2021). Y como sólo se puede pensar en lo nuevo a partir de lo viejo, vengo proponiendo la idea de los derechos de la naturaleza como parte integrante de una futura declaración (verdaderamente) universal de los derechos humanos, puesto que la distinción entre vida humana y vida no humana ya no tiene ningún sentido a efectos de preservar la vida en el planeta Tierra. (Ver Law and the Epistemologies of the South. Cambridge University Press 2023, 622-676.)

Lo hago en la retaguardia de la antigua filosofía de los pueblos indígenas y campesinos y de los movimientos ecologistas orientados en torno a la idea de una ecología integral. No hay justicia social sin justicia natural. Nuestro cuerpo es la miniatura más fiel de la Madre Tierra. Por eso no podemos pretender una vida sana en un planeta enfermo, como nos ha recordado recientemente el Papa Francisco.

En vista de ello, y a juzgar por las posiciones de algunos países BRICS+ en las conferencias medioambientales de la ONU, sospecho que los BRICS+ serán más parte del problema que de la solución. El único líder político de relevancia internacional que es profundamente consciente de los retos a los que nos enfrentamos en este ámbito es el presidente de Colombia, Gustavo Petro, un país que no pertenece a los BRICS+.

El futuro de la ONU. Al igual que su predecesora, la Sociedad de Naciones, fundada en 1920, la ONU nació al final de una guerra mundial con el objetivo de evitar que se produjera otra. Al igual que la Sociedad de Naciones, la ONU se creó para consolidar la victoria aliada. Sin embargo, mientras que en la época de la Sociedad de Naciones el aislacionismo aún dominaba el Congreso estadounidense, lo que hizo que EEUU no se adhiriera a la organización, en el caso de la ONU los EEUU fueron su promotor fundamental, el principal financiador, e incluso ofreció Nueva York como sede. Las huellas de la guerra estaban claramente presentes en la estructura institucional de ambas organizaciones (al igual que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, en el caso de la Sociedad de Naciones los miembros del Consejo Ejecutivo eran Inglaterra, Francia, Italia y Japón). La Sociedad de Naciones tuvo que ocuparse de la protección de las minorías ante los innumerables desplazamientos de población que se produjeron al término de la Primera Guerra Mundial, tanto en Europa Oriental como en los Balcanes. El fracaso de la Liga se acentuó a medida que se ponía de manifiesto su incapacidad para prevenir o resolver conflictos entre Estados, en particular la invasión de Manchuria por Japón en 1933 y la de Etiopía por Italia en 1935. Debilitada desde el principio por la ausencia de Estados Unidos, la Sociedad de Naciones se fue disminuyendo gradualmente con la marcha de Alemania en 1933 y de Japón e Italia en los años siguientes. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la Sociedad de Naciones se convirtió en una formalidad intrascendente.

En el caso de la ONU, su debilitamiento se remonta a mucho tiempo atrás y por razones similares a las que llevaron al fracaso de la Sociedad de Naciones, aunque los actores y los problemas sean ahora diferentes.

¿Sobrevivirá la ONU al primer genocidio de un pueblo (el palestino) retransmitido en directo por televisión a todo el mundo? Las huellas de la Segunda Guerra Mundial están muy presentes en la actual estructura institucional de la ONU y su inadecuación a las realidades actuales es cada vez más evidente. En el caso de la Liga, los países más fuertes respondieron a las frustraciones marchándose. En el caso de la ONU, los BRICS+ son un hecho nuevo y potencialmente influyente por las razones que he mencionado anteriormente.

Si se convierten en un actor colectivo coherente, los BRICS+ tienen poder e influencia suficientes para seguir una de estas dos estrategias: o bien crear instituciones multilaterales que vacíen de contenido la intervención de la ONU y fuercen la opción del multipolarismo, o bien promover una reforma muy profunda de la ONU que implique a toda la organización en su conjunto (Tratado Fundacional, Declaración Universal de los Derechos Humanos, etc.), a sus agencias regionales y temáticas, a su sede y a su financiación. Estados Unidos boicoteará por todos los medios cualquiera de estas soluciones. Que tengan éxito o no depende de muchos factores, sobre todo de la resolución de la guerra civil interna que actualmente domina de forma latente la vida política estadounidense.

Alternativas creíbles

Durante los últimos cien años, las luchas contra la desigualdad, la injusticia y la discriminación han sido de dos tipos principales: las luchas entre la izquierda y la derecha y las luchas por la liberación/autodeterminación de las colonias europeas. No siempre se distinguieron claramente, ya que a veces las luchas por la autodeterminación anticolonial también se etiquetaron como luchas entre izquierda y derecha, como en el caso de Argelia, por ejemplo.

En el caso de las democracias liberales, las luchas entre izquierda y derecha comenzaron siendo luchas entre proyectos de sociedad y de economía política (capitalismo frente a socialismo o comunismo); pero después de la Segunda Guerra Mundial se convirtieron en luchas entre diferentes concepciones del capitalismo (capitalismo liberal, capitalismo socialdemócrata según la teoría de la regulación y de la democracia (democracia liberal, democracia social, democracia representativa, democracia participativa, democracia popular). En los últimos diez años, con el resurgimiento político de la extrema derecha y el fascismo, la dicotomía entre izquierda y derecha ha pasado a designar la lucha entre democracia y dictadura o democracia “mutilada”. Las luchas anticoloniales comenzaron con la independencia política de las colonias y luego pasaron a incluir luchas antirracistas y antipatriarcales. Hoy en día, especialmente tras el surgimiento de los BRICS+, parecen tener como objetivo una segunda independencia, la independencia económica o el capitalismo sin colonialismo, como he mencionado anteriormente.

En este momento vivimos un estado de bifurcación en la vida de las luchas sociales por una sociedad más justa y ninguno de los tipos de lucha que identifiqué anteriormente proporciona una orientación política adecuada. La bifurcación es entre mantener la distinción entre humanidad y naturaleza o una nueva epistemología y una nueva política que parta de la simbiosis entre humanidad y naturaleza. En el primer caso, ni las luchas entre izquierda y derecha, ni las luchas anticoloniales o antipatriarcales ofrecen alternativas creíbles. La razón fundamental es que dirigen luchas fragmentadas contra la dominación moderna, luchas a veces economicistas contra el capitalismo, a veces culturalistas e identitarias contra el racismo y el sexismo. El neoliberalismo, en sus múltiples dimensiones político- económicas, sociopsicológicas, culturales y religiosas, es una fábrica incesante de no-alternativas y de falsas alternativas. En el segundo caso, la simbiosis de la vida humana y no humana (el fin de la dicotomía entre humanidad y naturaleza) requiere una refundación tanto de las categorías de izquierda y derecha, como de las categorías de autodeterminación y liberación.

Conclusión

La respuesta a la pregunta de si negociar con el imperialismo estadounidense salvará al mundo es que no. En el mejor de los casos, podría aplazar su destrucción. Sin embargo, esa negociación es esencial para ganar tiempo, para permitir el surgimiento y la consolidación de fuerzas políticas orientadas en torno a la idea de una refundación epistémico-política que nos permita escuchar a la Madre Tierra y curar sus heridas, que son, al fin y al cabo, nuestras heridas.

* Sociólogo. Profesor catedrático jubilado de la Facultad de Economía de la Universidad de Coímbra (Portugal). Profesor distinguido de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU.

Fuente Cuadernos de Bitacora

Por Jesús A. Núñez Villaverde

Se le reclama a la Unión Europea (UE) desde hace tiempo un mayor perfil geopolítico en el escenario internacional. Incluso Ursula von der Leyen insistió en hacer de ello la seña de identidad de la Comisión que comenzó a presidir a finales de 2019 y Josep Borrell viene demandando machaconamente que debemos dejar de ser el campo de juego para convervtirnos en jugadores, aprendiendo de paso el lenguaje del poder.

En el intento por convertir en hechos esas palabras es obvio que nadie va a esperar a que los Veintisiete terminen por superar sus divergencias en materia de política exterior, de seguridad y de defensa para dotarse de una voz audible en tantos asuntos que tocan a nuestros intereses compartidos. También lo es que las desavenencias internas, tan lastradas por trasnochadas visiones nacionalistas como por alineamientos más o menos firmes con Washington, restan capacidad funcional a lo que diga Bruselas, acrecentando el riesgo de acabar en una irrelevancia tan dañina para salvaguardar nuestros intereses como para defender un orden internacional basado en normas.

Pero aun sin caer en el error de pensar que el vaso está totalmente vacío, es imposible evitar la sensación de que se va llenando muy lentamente y de que, incluso, en ocasiones se retrocede. Dos son los ejemplos más recientes de ello; uno mirando hacia el interior de la propia casa comunitaria (con Ucrania como piedra de toque) y el otro hacia nuestra vecindad más inmediata (con Palestina en el punto de mira).

Lo que se extrae del reciente Consejo Europeo deja un innegable sabor agridulce porque si, por un lado, transmite la ambición de ampliar la familia para compartir un espacio de bienestar y seguridad envidiado en el resto del planeta; por otro, deja un poso de amargura ante las artes de ventajista exhibidas por uno de sus más incómodos miembros: la Hungría de Viktor Orbán. La sustancia de lo ocurrido en torno a la manera en la que la UE ha encarado el sueño político de Ucrania de formar parte del club comunitario –mientras aumenta su inquietud por el temor al olvido internacional ante un invasor que sigue en condiciones de imponerse– se resume de inmediato. Por un lado, Orbán ha dejado que salga adelante la invitación a Ucrania para iniciar las negociaciones de adhesión. Con ese gesto (que incluyó su salida de la sala de reuniones donde se debatía el asunto) mostraba una aparente flexibilidad, que en ningún caso podía ocultar que en realidad respondía al hecho de que un día antes había obtenido el desbloqueo de 10.200 millones de euros de los fondos de cohesión, retenidos desde hace tiempo ante la deriva antidemocrática de Budapest. De ese modo, sin ceder nada sustancial a cambio y abusando del derecho de veto que le ofrece la regla de la unanimidad, buscaba desmentir su imagen como demasiado sensible a lo que diga Moscú, permitiendo que se inicie un proceso que, como bien sabe Turquía, puede alargarse indefinidamente. Un proceso que le permite seguir chantajeando a Bruselas para lograr nuevos desembolsos o para evitar nuevas sanciones con ocasión de futuros momentos en los que su voto será nuevamente necesario.

De hecho, una señal bien clara de esa voluntad obstruccionista se concretó un día más tarde, cuando el mismo Orbán bloqueó la aprobación del paquete de hasta 50.000 millones de euros que la Unión quiere destinar para la reconstrucción de Ucrania y la preparación para que llegue a ser algún día miembro de pleno derecho. En resumen, sí al mero arranque de un proceso que se desconoce de momento hasta dónde puede llevar, y no a las ayudas contantes y sonantes a quien Orbán no quiere ver a su lado. Un comportamiento que puede sentar un precedente muy peligroso a considerar por otros miembros que se sientan tentados de emular al canciller húngaro y que, de paso, muestra crudamente la disfuncionalidad de una Unión que muy difícilmente va a poder absorber a nuevos miembros con las actuales reglas de juego.

Algo similar ocurre en relación con la imagen de la Unión cuando se trata de adoptar posturas comunes en asuntos tan peliagudos como lo que está ocurriendo en Palestina. Es difícil de explicar, más allá de los caducos esquemas nacionalistas, que ni siquiera en el nuevo intento de sacar adelante una resolución en la Asamblea General de las Naciones Unidas para establecer el alto el fuego en Gaza, aun sabiendo que su aprobación no tiene (desgraciadamente) ninguna fuerza vinculante, haya sido imposible lograr que los Veintisiete se colocaran en el lado correcto de la historia. De poco sirve argumentar que en esta ocasión sólo haya habido un país que ha votado en contra (Austria), cuando en octubre también lo hicieron la República Checa, Croacia y Hungría, y que también haya disminuido el número de los que se abstuvieron (sólo Alemania, Italia y los Países Bajos), mientras que en la primera oportunidad también lo hicieron Bulgaria, Chipre, Dinamarca, Eslovaquia, Estonia, Finlandia, Grecia, Letonia, Lituania, Polonia, Rumanía y Suecia.

Por estas sendas no sólo se debilita internamente una UE que tanto necesitamos, cuando se acercan unas elecciones que pueden traducirse en un mayor peso para los euroescépticos y los antieuropeístas, sino que aumenta su vulnerabilidad ante unos desafíos y unas amenazas para las que hoy no contamos con instrumentos y políticas mínimamente sólidas.

Fuente Real Instituto Elcano

Linf de la fuente:

https://www.realinstitutoelcano.org/blog/el-debil-musculo-geopolitico-de-la-union-europea/?utm_source=newsletter273&utm_medium=email&utm_campaign=dic2023&_cldee=9MZHeyprsLnQnaMbRF6sjN9EDUQ0UP_oRGbaDxoTsuVL4QRSw_ZkWvpGxdbyhOs4&recipientid=contact-e33d168fc89de911aa05000d3a2065c5-bc8249603e824c978cb6e14bc0184709&esid=90e4235e-e4a0-ee11-be37-6045bd8c5364

Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente las de Dossier Geopolitico.

Se rifa una recesión y la UE compró todos los boletos. Tanto en el caso de la zona euro, como en los de Alemania y Francia, los Índices de Gestores de Compras (PMI, por sus siglas en inglés) del mes de diciembre se han contraído respecto a las lecturas anteriores, denotando así un debilitamiento en servicios y la industria.

Javier Benitez de Sputnik entrevista al Director de Dossier Geopolitico Carlos Pereyra Mele

AUDIO DE LA ENTREVISTA DESDE MOSCU:

Al pan, pan, y al vino, vino: las cosas por su nombre

En los PMI, elaborados por S&P Global, los 50 puntos representan la barrera que separa la contracción de la actividad, de la expansión. Cualquier número por debajo de esos 50 puntos, indicaría que la actividad se está debilitando, mientras que, en caso contrario, cuando supera los 50, estaría creciendo.

Ni los servicios ni la industria están en expansión en ninguno de los casos, pero lo preocupante ha sido ese empeoramiento generalizado en todos los baremos, salvo en el caso de una industria alemana que ha mejorado levemente, pero que todavía permanece a una gran distancia del crecimiento.

Así, los datos han supuesto un escaso alivio a finales de 2023, apuntando a riesgos a la baja para el crecimiento del PIB en los próximos meses ante una debilidad evidente en los sectores manufacturero y de servicios a lo largo del continente, evidenciada con un PMI compuesto en la eurozona arrojando un sombrío 47,0 en diciembre, por debajo de los 47,6 registrados en noviembre. La caída de la producción se aceleró tanto en el sector manufacturero como en el de servicios, con una débil lectura de 44,1 en el primero y 48,1 en el segundo.

Al comentar esta situación, el Dr. Carlos Pereyra Mele comienza por hacer una serie de puntualizaciones. «Esto se describe con numerosos datos y números, que por ahí pueden llamar un poco a la confusión, porque tantos números generalmente es la fórmula que usa el sistema de análisis económico para ocultar una catástrofe. En los últimos años, especialmente del neoliberalismo, se han empezado a usar subterfugios, especialmente de términos: en vez de hablar de pobreza, te hablan de ‘índices bajos de subsistencia’. Claro, entonces ‘ya no es pobre’, tú ya no sabes de quién estás hablando, ni cómo vas a medir a ese tipo que en ese momento es tan pobre, pero no se sabe cómo está el tema de su subsistencia».

El también director de Dossier Geopolítico señala que «todo esto [los PMI, por ejemplo] va disfrazando realmente todo un panorama de crisis profunda. Y esta crisis profunda [en la UE], no es que sale de un repollo, ni que sale de hace un mes, o dos meses. En primer lugar, en la gran crisis europea, que fue de las finanzas entre los años 2008-2009, todos sabemos que [esa crisis] nunca se logró superar, y que lo que han hecho durante todos estos años eran paliativos».

«En la UE los tres principales aportantes, que aportan el 70% del PIB de toda la unión, son Francia, Alemania e Italia. Es decir, que el otro 30% hay que distribuirlo entre 24 países que integran el bloque. Y, por lo tanto, si entran en crisis Alemania y Francia, entonces la crisis es mayúscula. Porque no es lo mismo que la crisis sea Grecia, en España o en Portugal», indica Pereyra Mele al explicar los datos de los PMI en Francia y Alemania.

FUENTE SPUTNIK

https://sputniknews.lat/20231220/economia-europea-a-punto-de-ser-noqueada-por-la-recesion-1146743637.html

EL GIGANTESCO BAÑO DE SANGRE EN LA MAYOR CÁRCEL A CIELO ABIERTO DEL MUNDO, es el drama mundial que el director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, aborda en su columna del Club de La Pluma, al referirse a Palestina, donde los 2.300.000 habitantes de La Franja de Gaza, de apenas 600 kilómetros cuadrados -cercados por aire, mar y tierra en una encerrona mortal donde no pueden ni quedarse ni huir- están siendo sometidos al pavor, al terror, a la masacre, al saqueo de sus tierras y a una limpieza étnica total, por parte de la poderosa potencia militar de Israel, con la más moderna tecnología de destrucción masiva y apoyada con armamento, con presión mediática y con propaganda por EEUU y Europa, en una demostración espeluznante de lo que es la moderna aplicación del TERRORISMO EN SERIO.

Todo ello dentro de un histórico y flagrante incumplimiento de las numerosas resoluciones de la ONU, además del abuso expansionista de Israel sobre los pactos de 1948, que en lugar de respetar el espacio acordado al pueblo palestino, lo fue invadiendo y cercando hasta reducirlo a pequeños islotes rodeados por las fuerzas armadas ocupantes mientras ejecutaba este monstruoso holocausto que la humanidad no puede ni debería  aceptar, mientras se espera que la presión internacional obligue a Israel a sentarse en una mesa en negociación, donde haga las  concesiones necesarias para llegar a una solución política y definitiva al problema.

Además, y a lo largo del audio, Pereyra Mele también analiza otros puntos como los siguientes:

  • El histórico anti judaísmo en el mundo es culpa de Europa.
  • Con esta masacre, Israel conseguirá unificar el siempre dividido mundo árabe.
  • Peligra el supuesto acercamiento entre Israel y Arabia Saudita.
  • El conflicto ha tirado por la borda el fantasioso proyecto de Biden de crear una alternativa a la Ruta de la Seda.
  • La guerra de la OTAN en Ucrania, aunque se hayan silenciado las noticias, continúa siendo un desastre para las tropas de Zelensky.
  • Europa está preparando alguna explicación a sus poblaciones ante el fracaso que se avecina por su derrota en esta guerra.
  • Francia abandona la República de Níger avergonzada tras no cumplir sus amenazas de invadir el país y lo hace en silencio para evitar la humillación de EEUU en Afganistán del 2021.
  • Rusia reactiva la Comunidad de Estados Independientes de países de la ex URSS, menos Ucrania y Armenia, como una nueva zona para libre comercio, también como fórmula de seguridad y defensa y para frenar la estrategia anglosajona de desestabilización en la región.

Todo ello en un escenario donde el Sur global se va transformando en una realidad cada vez más poderosa, lo que hace que el poder en el mundo vire hacia zonas y países que en los últimos cinco siglos han estado dominadas por las potencias occidentales.

Eduardo Bonugli (Madrid, 15/10/23)

EUROPA Y SUS CRISIS EN TODOS LOS FRENTES es el tema central de la Columna del Club de La Pluma del director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, con el que analiza las graves circunstancias del Viejo Continente, tanto en lo interno como en lo externo, mientras sigue atrapada en un profundo letargo geopolítico impuesto por la sumisión de las autoridades de la UE a la estrategia de EEUU, que la relegan a una paupérrima irrelevancia geopolítica, cuando el mundo vive una histórica lucha entre un Occidente en declive, contra China, como líder absoluto del ascenso imparable del Sur Global.

Y nos habla del frente de Ucrania y del fracaso confirmado de la que iba a ser la victoriosa contraofensiva de Zelensky, aportando datos escalofriantes de bajas y daños, mientras los medios occidentales achacan ahora toda la culpa al destrozado ejército ucraniano y sus centenares de miles de muertos, cuando éste fue entrenado y equipado por la OTAN, además de dirigidos por sus estrategas. Una OTAN que para tapar la realidad, se enreda ahora en sus contradicciones y abre una pantalla de terror y confunde a la ciudadanía con los supuestos riesgos de Polonia en su frontera con Bielorrusia y la presencia allí del grupo Wagner.

También explica las razones del gran chasco de la UE con su fallida promesa de multiplicar por mucho la producción de armas y municiones para Ucrania, que solo fue un discurso vacío imposible de cumplir. Y que China acaba de prohibir la venta a Europa de minerales estratégicos y básicos para la industria de alta tecnología, algo que favorece a EEUU, precisamente quién exige a Bruselas enfrentarse con Pekín.

Luego analiza el Laberinto Francés, que además de los graves problemas internos de todo tipo que padece, ahora se consuma su expulsión de África luego del golpe en Níger y de incentivar una desvanecida invasión militar a ese país. Por lo que se encuentra con el fin de los privilegios coloniales por el expolio de recursos naturales de esa región, que significaban la mayor fuente de su riqueza histórica y actual.

Además, nos comenta que en Alemania se agudizan los problemas económicos debido al precio y carencia del gas para la industria, mientras sigue comprando el odiado gas ruso en el mercado negro, mucho más caro que hace dos años.

Y dejando el escenario europeo lleno de nubarrones, comenta que continúa la crisis del sistema político israelí en medio de sus despiadados ataques a la población Palestina.

Que no se paralizo el plan de paz para Ucrania propuesto por Arabia Saudita.

Que China y Emiratos árabes Unidos iniciaron las primeras maniobras aéreas conjuntas de la historia.

Que las tensiones en el Mar de China continúan especialmente con países limítrofes como Filipinas.

Y que en Sudamérica vuelve a estar encima del tapete los temas de la Amazonia y el calentamiento global, reforzando el convencimiento de que sobre el cambio climático, los países desarrollados deben hacerse cargo de sus terribles acciones que han llevado a esta situación.

Eduardo Bonugli (Madrid, 13/08/23)

Tanto Estados Unidos como Europa se han metido descaradamente en trampas que ellos mismos han creado, escribe Alastair Crooke. Fundacion de la Cultura Estrategica

Para ser franco, tanto EE. UU. como Europa se han metido descaradamente en trampas que ellos mismos han creado. Atrapado en las mentiras y engaños entretejidos en torno a una supuesta herencia de ADN cultural superior (que garantiza, se dice, una victoria casi segura), Occidente está despertando a un desastre que se acerca rápidamente para el que no hay soluciones fáciles. El excepcionalismo cultural, junto con la perspectiva de una clara «victoria» sobre Rusia, se están desvaneciendo rápidamente, pero salir del engaño es lento y humillante.

La devastación que se avecina no se centra únicamente en la fallida ofensiva de Ucrania y la débil actuación de la OTAN. Comprende múltiples vectores que se han ido construyendo a lo largo de los años, pero que están llegando a su culminación sincrónicamente.

En los EE. UU., el período previo a las elecciones trascendentales está en marcha. Los demócratas están en un aprieto: hace mucho tiempo que el partido le dio la espalda a su antiguo electorado obrero, comprometiéndose en cambio con una ‘clase creativa’ urbana en un proyecto de reparación moral exaltado de ‘ingeniería social’ que moldea el mundo, en alianza con Silicon Valley y la Nomenklatura Permanente. Pero ese experimento se ha esfumado, volviéndose cada vez más extremo y absurdo. El retroceso se está construyendo.

Como era de esperar, la campaña demócrata no está ganando terreno. Team Biden tiene índices de aprobación muy bajos. Pero la presión de la familia Biden insiste en que Biden debe perseverar en su candidatura y no ceder ante otra. De cualquier manera, Biden se quede o se vaya, no hay una solución fácil para el enigma del Partido de una plataforma que no funciona.

El panorama electoral es un desastre. La artillería pesada de ‘lawfare’ tiene la intención de romper las defensas de Trump y expulsarlo del campo, mientras que un desgaste de las revelaciones de malversación de la familia Biden tiene la intención de desgastar e implosionar la burbuja de Biden. El establishment demócrata también está asustado por la maniobra de flanqueo de la candidatura de RF Kennedy, que crece rápidamente como una bola de nieve.

En pocas palabras, la ideología demócrata profesional de reparación histórica está separando a los EE. UU. en dos naciones que viven en una sola tierra. Dividido no tanto por ‘Rojo o Azul’, o clase, sino definido por ‘formas de ser’ irreconciliables. Las viejas categorías: Izquierda, Derecha, Demócrata o GOP están siendo disueltas por una Guerra Cultural que no respeta categorías, cruzando los límites de clase y afiliación partidaria. De hecho, incluso las minorías étnicas se han visto alienadas por los fanáticos que quieren sexualizar a los niños a los 5 años y por la presión de la agenda trans en los niños en edad escolar.

Ucrania ha servido como solvente para el viejo orden y se ha convertido en el albatros que cuelga del cuello del gobierno de Biden: cómo dar la vuelta a la debacle que se avecina en Ucrania como si fuera una «misión cumplida». ¿Se puede hacer eso? Porque la ruta de escape de un alto el fuego y una línea de contacto congelada es inaceptable para Moscú. En definitiva, la ‘guerra de Biden’ no puede continuar como está, pero tampoco puede hacer ‘otras’ sin enfrentarse a la humillación. El mito del poder estadounidense, la competencia de la OTAN y la reputación del armamento estadounidense penden de un hilo.

La narrativa económica («todo está bien») está a punto, por razones algo inconexas, de volverse amarga también. La deuda, finalmente, se está convirtiendo en la espada suspendida sobre el cuello de la economía. El crédito está siendo fuertemente exprimido. Y el próximo mes, el bloque BRICS-SCO dará los primeros pasos estratégicos para desenredar hasta 40 países del dólar. Entonces, ¿quién comprará los 1,1 billones de dólares de los bonos del Tesoro de Yellen, ahora y en el futuro, que se necesitan para financiar los gastos del gobierno de EE. UU.?

Estos eventos aparentemente están desconectados, pero en realidad forman un bucle que se refuerza a sí mismo. Una que conduzca a una ‘corrida en el banco político’, es decir, la propia credibilidad de los EE.UU.

Frente a muchas preguntas, y ninguna solución, el estado de ánimo entre sectores del electorado está impulsando un estado de ánimo radical y cada vez más iconoclasta. Un espíritu contrarrevolucionario , tal vez. Es demasiado pronto para decir si barrerá con la mayoría, pero puede que lo haga, ya que el radicalismo proviene de las dos alas: las bases del Partido Republicano y el ‘campo’ de Kennedy.

Una variedad de votantes republicanos separa a los líderes conservadores en dos campos: los que “saben qué hora es” y los que no. Ese es el eslogan de la derecha que se ha vuelto cada vez más importante para un ala importante del Partido que ve un país debilitado y corrompido por la ideología; que sostienen que ya no queda casi nada que ‘conservar’. Derrocar el orden posestadounidense existente y restablecer los antiguos principios de Estados Unidos en la práctica se defiende como una especie de contrarrevolución y el único camino a seguir.

Ese aforismo para ‘saber qué hora del día es’ se refiere a un sentido emergente de urgencia y apetito por la acción radical, no a los debates académicos aburridos y aburridos entre los conservadores de mentalidad más populista. “La premisa es que la lucha contra el poder cultural laboral es existencial, y que las tácticas extremas que escandalizarían a una generación anterior de conservadores deben ser la norma”.

De hecho, si un líder no es chocante en su conducta y propuestas, probablemente “no sabe qué hora es”.

La segunda característica clave de esta mentalidad de nosotros contra ellos es que cualquier consenso político , ipso facto, genera sospechas y se convierte en un foco de ataque.

“ Cuando te das cuenta de esto, lo que al principio parece una mezcolanza de ideas diferentes parece más unificado. La política de salud de Covid, el disgusto por el 6 de enero, el presupuesto del Pentágono, la inmigración, el apoyo a Ucrania, la promoción de la diversidad racial, los derechos de las personas trans: todos estos son temas que disfrutan de una medida de consenso bipartidista de élite. Pero para el ala Tucker Carlson -los republicanos que abrazan estas cosas simplemente- no saben qué hora es ”, explica Politico .

Lo que destaca en esta formulación es que así como el apoyo sin reservas a las prácticas regulatorias de Covid fue un «marcador» de «pensamiento correcto» en tiempos de pandemia, el apoyo a Ucrania se define como «un marcador» de pensamiento liberal correcto (y estar en el Equipo) en la era posterior a la pandemia.

Esto sugiere que, ya y a medida que se acercan las elecciones, Ucrania ya no será bipartidista en términos de apoyo, sino que se convertirá en una espada utilizada contra el odiado establecimiento del partido único, y cualquier indicio de una gran cagada se convertirá en pieza central de esta guerra contrarrevolucionaria.

La sensación del Partido Republicano de que la cultura estadounidense se ha desviado: la legislación se enredó en el Congreso a principios de este mes, cuando el anteriormente sacrosanto Proyecto de Ley de Defensa del Pentágono se convirtió en el objetivo de enmiendas de guerra cultural sobre el aborto, la diversidad y el género que podrían frustrar su aprobación. El presidente McCarthy se vio obligado a aceptar la rebelión de extrema derecha contra el proyecto de ley del presupuesto de Defensa y sacarlo adelante, sin el habitual apoyo bipartidista generalizado.

Las medidas eliminaron los fondos para iniciativas de diversidad en las fuerzas armadas y agregaron restricciones sobre el aborto y la atención transgénero para los miembros del servicio. Los legisladores republicanos dijeron que actuaron porque la ideología liberal estaba debilitando a las fuerzas armadas . Pero las enmiendas ponen en peligro el camino del proyecto de ley en el Senado controlado por los demócratas.

Los sentimientos intensificados en ambos lados se reflejan en una encuesta que encontró que alrededor del 80% de los republicanos creen que la agenda demócrata “si no se detiene, destruirá Estados Unidos tal como lo conocemos”. Aproximadamente la misma proporción de demócratas tenía el mismo temor de la agenda republicana, diciendo que destruiría el país, según encontró una encuesta de NBC News el otoño pasado.

El presidente de la Fundación Heritage , Kevin Roberts, destaca el papel de Tucker Carlson en ‘decir la verdad al público estadounidense’. Carlson entiende las “fisuras en el consenso económico, las fisuras en la política exterior y, lo que es más importante para mí, como les gusta decir a algunos conservadores: [él sabe] ‘qué hora es’”.

Carlson critica a un Partido Republicano favorable a los negocios por complacer a las corporaciones que subcontratan los trabajos de fabricación. Hizo corriente la crítica conservadora de las cirugías de transición de género para menores. En política social y fiscal, Carlson fue donde los conservadores más tradicionales no irían. Y su influencia era incuestionable. “La clave”, dijo Roberts, “es que Tucker se ve a sí mismo como alguien que tiene una obligación moral en nombre del conservador promedio”.

Los demócratas y otros en el campo liberal, sin embargo, dicen que la guerra cultural del Partido Republicano es una mera reacción contra una mayor aceptación de la creciente diversidad de la nación, que dicen que hace mucho tiempo que se espera en Estados Unidos.

“La Contrarrevolución ha convertido la próxima carrera por la Casa Blanca en un momento existencial. Muy poca gente está hablando de reforma fiscal, y todo el mundo está hablando de los temas culturales”, dijo un líder republicano; “ven la política casi como una situación de vida o muerte”.

El candidato presidencial republicano Ramaswamy, hablando a principios de este mes, advirtió que el patriotismo, el trabajo duro y otros valores se habían disipado: “Ahí es cuando el veneno comienza a llenar el vacío: el despertar, la transgeneridad, el climatismo, el covidismo, la depresión, la ansiedad, el uso de drogas, el suicidio”.

Así, ‘fuegos artificiales’ se avecinan para EE.UU. En Europa, sin embargo, pocos ‘saben qué hora es’. La Guerra Cultural, como se pretendía, ha debilitado el sentido de pertenencia colectiva a las culturas europeas distintivas. Y el retroceso está silenciado. Europa sigue siendo en general aletargada y lenta. (La clase dominante cuenta con estos últimos para su supervivencia).

Sin embargo, mientras los fuegos artificiales estadounidenses iluminan el cielo político, la resonancia en Europa es casi segura. Los europeos comparten la desconfianza hacia sus élites y la tecnocracia de Bruselas de la misma manera que los distritos electorales de Carlson-Kennedy.

Las euroélites desprecian al pueblo. Los europeos comunes saben que sus gobernantes los miran con desprecio, y saben que sus élites también lo saben.

El fuego que arrojará el hierro europeo es la economía: un conjunto de malas decisiones ha hipotecado el futuro económico de Europa en los años venideros. Se viene la austeridad. Y la inflación está haciendo estragos en el nivel de vida de las personas, incluso en su capacidad de vivir.

Los fuegos artificiales están llegando a Europa, pero lentamente. Ya empezó (los gobiernos están cayendo); pero EE. UU. es la vanguardia del cambio radical a medida que Occidente pierde el control sobre la meta-narrativa de que su ‘visión’ es únicamente el paradigma a través del cual también debe moldearse la ‘visión’ del mundo. Un cambio que lo cambia todo.

Fuente: https://strategic-culture.org/news/2023/07/24/counter-revolution-do-you-know-what-time-it-is/

Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan no obstante las de Dossier Geopolitico

NEGRO RICO, NEGRO POBRE es el titular de la columna del Club de La Pluma de nuestro colaborador en Madrid, Eduardo Bonugli, al comparar la abrumadora reacción de la prensa y los poderes europeos y españoles, en el caso de los insultos racistas al jugador Vinicius del Real Madrid.
Y los compara con el siilencio y la impunidad sobre la muerte por apaleamiento de 42 emigrantes hace justo un año en la frontera con Marruecos.
También nos recuerda que la UE y el gobierno de España felicitaron en su día a los agentes involucrados en los hechos.
Y se pregunta si el joven y millonario jugador negro, en este momento de gloria, tendrá algunas palabras para esos hermanos de raza pobres y masacrados y si les pedirá a los que le aplauden hoy, que se haga justicia para aquellos desgraciados y su familia.

Carlos Alberto Pereyra Mele
Dossier Geopolitico