Por Aleksandr Duguin

La transición de la unipolaridad a la multipolaridad y su definición conceptual

Para comprender la transformación del orden mundial que está aconteciendo ante nuestros ojos, sobre todo el proceso de cambio de un modelo unipolar (globalista) a uno multipolar, es necesario recurrir a diversas ideas y conceptos que permiten realizar una explicación coherente de la misma. He propuesto mi propia visión del asunto en libros como Teoría del mundo multipolar [1] y La Geopolítica del mundo multipolar [2], pero estas son solo aproximaciones a un tema bastante complicado. En este artículo quiero desarrollar tres conceptos que pueden ayudarnos a comprender mucho mejor el proceso de transición que está teniendo lugar en las Relaciones Internacionales.

Creo que estos conceptos explican las tendencias, conflictos y problemas que se producen actualmente, como, por ejemplo, los conflictos en Ucrania, Taiwán y otras partes del mundo. Solo comprenderemos lo que está sucediendo ahora si entendemos las razones detrás de esta transición, lo cual requiere de una contraparte conceptual. Los tres conceptos que vamos a abordar hacen parte de una explicación de este asunto.

El primer mundo, el segundo mundo y el tercer mundo

Vamos a comenzar por retomar la ya olvidada teoría de los “tres mundos” que fue muy popular durante la Guerra Fría. Fue esta teoría la que popularizó el concepto de “tercer mundo”, el cual todavía sigue siendo relevante en las teorías de las Relaciones Internacionales y en el lenguaje político [3]. Sin embargo, el término “primer mundo” nunca fue desarrollado, mientras que el concepto de “segundo mundo” apenas si se ha utilizado o recibido atención. No obstante, el concepto de “segundo mundo”, con todas sus características, es el que mejor se ajusta al orden multipolar y el que mejor describe a los Estado que impulsan la multipolaridad. La teoría de clasificar los países del globo en “tres mundos” – el primero, el segundo y el tercero – se basa en un estudio del diferente progreso tecnológico, la eficiencia económica, las tasas de crecimiento, industrialización y postindustrialización que cada nación tiene dentro de la economía mundial.

Durante la Guerra Fría se consideraba que el “primer mundo” era el Occidente colectivo, compuesto por Estados Unidos y sus principales aliados, entre ellos Japón. En esta clasificación “Occidente” es tomado como una categoría civilizacional y no geográfica. El “primer mundo” incluía países con una economía capitalista desarrollada que tenían gobiernos democrático-liberales y que además contaban con un alto predominio de las zonas urbanos e industriales (una urbanización muy alta), acompañada de altas tasas de crecimiento económico, científico y técnico, liderazgo financiero, armamento avanzado, dominio de esferas estratégicas y medicina de punta, etc., superando en todas estas áreas a los otros “dos mundos”. El primer mundo fue visto como el modelo futuro de la sociedad humana, la vanguardia del progreso y la expresión visible del destino del resto de la humanidad. Se consideraba que los otros dos mundos estaban destinados a alcanzar al “primer mundo” y seguir sus pasos. El “primer mundo” fue considerado como el modelo universal con el que siempre se comparaba a los otros “dos mundos”.

El “tercer mundo” era exactamente lo contrario del “primer mundo”. Era un territorio arcaico comparada con Occidente, con una economía estancada y un lento proceso de desarrollo (o sin ninguna clase de desarrollo), poseyendo pocos adelantos científicos y tecnológicos, con una moneda inestable, una democracia débil amparada en instituciones políticas atávicas, un ejército enclenque e ineficaz, una industrialización muy baja, corrupción generalizada, una medicina muy primitiva, un analfabetismo rampante y una población predominantemente rural [4]. El “tercer mundo” dependía totalmente del “primer mundo” y a veces del “segundo mundo” para existir. La soberanía de los países del “tercer mundo” es algo meramente formal y sin contenido real [5]. El “primer mundo” consideraba que era su deber hacerse cargo del “tercer mundo”, de ahí la teoría de la “dependencia” [6], los gigantescos préstamos no reembolsables y el establecimiento de una tutela directa sobre las élites políticas, económicas e intelectuales de estos países en su mayoría formados en los sistemas educativos del “primer mundo”.

No obstante, aquello que durante la Guerra Fría fue denominado como el “segundo mundo” tenía ciertas características interesantes. Antes que nada, se denominaba segundo mundo a los países con economías socialistas que habían rechazado el capitalismo, es decir, que ideológicamente estaban en guerra con el “primer mundo”, pero que habían alcanzado un desarrollo industrial similar a este. De todas formas, el segundo mundo era considerado inferior al primere mundo según los indicadores internacionales (todos ellos elaborados por los intelectuales del primer mundo, algo que despierta cierta desconfianza y parcialidad), pero no se podía decir que eran sociedades “atrasadas” como los países del “tercer mundo”. El “segundo mundo” eran la URSS y los países del bloque oriental (especialmente Europa del Este), reconociendo así la existencia de una forma de desarrollo alternativo al capitalismo liberal del “primer mundo” que podía alcanzar resultados comparables a los de Occidente. Esta es la diferencia fundamental entre el “segundo mundo” y el “tercer mundo”: el “segundo mundo” contaba con el potencial de oponerse efectivamente al primer mundo y desafiar su modelo de universalidad. Este desafío tuvo una expresión muy concreta en términos de tasas de crecimiento económico, número de armas nucleares, potencial científico, educación, protección social, urbanización, industrialización, etc.

El “primer mundo” designaba a los países capitalistas occidentales y el “segundo mundo” al bloque oriental y los países socialistas. Estos dos mundos se encontraban en medio de un equilibrio inestable porque el “primer mundo” insistía en ser superior a los otros y el “segundo mundo” se oponía a esta tesis, adoptando en parte el modelo económico, tecnológico, etc., del “primer mundo”. Tanto el primer mundo como el segundo mundo proyectaron su influencia sobre el tercer mundo, que fue el principal escenario de su enfrentamiento global. Los países del tercer mundo se dividieron entre aquellos que dependían de los países capitalistas o socialistas, aunque también existió un “Movimiento de los No Alineados” cuyos miembros trataron de desarrollar una estrategia combinando formas de desarrollo capitalista y socialista. Lamentablemente, nunca llegaron a crear una teoría independiente y sus compromisos y estrategias siempre estuvieron basadas en realidades muy concretas. Sin embargo, los criterios del “primer mundo” (capitalismo) o la reinterpretación doctrinal e ideológica que el “segundo mundo” (socialismo) hizo de estos principios terminaron por convertirse en el modelo de los No Alineados.  La política internacional de la Guerra Fría giró alrededor del enfrentamiento entre el “primer mundo” y el “segundo mundo”, dando como resultado la bipolaridad. John Hobbson [7] ha señalado que esta división en tres mundos procede de la antropología racista del siglo XIX (Morgan [8], Tylor [9], etc.), la cual divide las sociedades en “civilizadas”, “bárbaras” y “salvajes”. La “civilización” se correspondía con las sociedades “blancas”, la “barbarie” a los pueblos “amarillos” y los “salvajes” a las tribus “negras”. Este modelo de clasificación no fue abandonado por la antropología occidental sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial, pero continuó influyendo en la clasificación política y económica de los países y sociedades del mundo. El “primer mundo” no era otra cosa que la “civilización” (la “pesada carga del hombre blanco” de Kipling), el “segundo mundo” la “barbarie” (el proverbio racista que dice “quítale a un ruso su mascara y encontrarás a un tártaro”) y el “tercer mundo” los “pueblos salvajes de África y Oceanía” (y en general, todos los paises “negros”).

Una definición amplia del segundo mundo

Debemos tener en cuenta que durante la Guerra Fría se ignoraba rampantemente que, por ejemplo, el Imperio Ruso del siglo XVIII y principios del XX también podía ser clasificado como parte del “segundo mundo” con respecto a Occidente. El Imperio Ruso era un país esencialmente agrario cuando Europa Occidental estaba en pleno proceso de industrialización. Además, Europa Occidental era capitalista y tenía gobiernos democrático burgueses, por el contrario, el Imperio Ruso era monárquico. Europa Occidental tenía centros de desarrollo científicos independientes y el Imperio Ruso se esforzaba por copiar la ciencia y la educación europeas. Sin embargo, el Imperio Ruso era capaz de enfrentarse a Occidente, defender su soberanía, su modo de vida y ganar guerras. Esta observación nos permite redefinir el concepto mismo de “segundo mundo”. Si aplicamos este concepto tanto a la URSS como a los países bajo su influencia y el Imperio Ruso, el cual ocupó más o menos el mismo territorio que la URSS, entonces seremos capaces de redefinir conceptualmente muchas cosas. Una definición amplia del concepto de “segundo mundo” implica considerar a este último como un modelo político, económico e ideológico alternativo al capitalismo global, desafiando así el dominio y la hegemonía de Occidente (el primer mundo).

En este sentido, la caída de la URSS, aunque fue una catástrofe para el “segundo mundo” (como lo fue en su momento la caída del Imperio Ruso), no fue el fin del “segundo mundo”. Después de 1991 el “segundo mundo” comenzó a tomar una nueva forma, ya que una serie de países que habían sido considerados como parte del “tercer mundo” durante la Guerra Fría – China, India, Brasil y Sudáfrica – dieron un salto a adelante y alcanzaron un nivel de desarrollo comparable al del “primer mundo” en el transcurso de estas tres décadas. Por supuesto, estos países usaron las herramientas del capitalismo global para hacerlo, pero fueron capaces de preservar su soberanía al poner al capitalismo a su servicio (todo lo contrario a lo que sucedió en en Europa del Este y en Rusia en la década de 1990). Desde principios de la década de 2000, y con la llegada de Vladimir Putin al poder, Rusia, que era la heredera del “segundo mundo”, comenzó a restaurar gradualmente su soberanía geopolítica. No obstante, empezó a formarse un mundo multipolar y no uno bipolar, ya que el “primer mundo” no se oponía a una única potencia, sino a varias a la vez. La ideología de esta nueva confrontación (la cual tomó diferentes grados de radicalidad y claridad ideológica en el “segundo mundo”) no era el socialismo (excepto en China), sino una especie de antiglobalismo indefinido y el rechazo puramente realista a la hegemonía occidental (principalmente de Estados Unidos). Los países del “segundo mundo” tampoco formaron un bloque ideológico. Se convirtieron en un cinturón de potencias objetivas que reclamaban su propia vía de desarrollo, la cual era cualitativamente diferente al globalismo del “primer mundo”. Los politólogos y economistas se dieron cuenta de que este fenómeno era un hecho consumado y llamaron a los países del “segundo mundo” de la época posterior a la bipolaridad como los BRIC (Brasil, Rusia, India, China) y luego BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica). En cierto momento de su desarrollo, los países del BRICS comprendieron la importancia del concepto de civilización y comenzaron a construir un paradigma de Relaciones Internacionales a partir del mismo. Así comenzó la formación cautelosa y gradual de un nuevo “segundo mundo”, esta vez multipolar, ya que cada miembro del BRICS es soberano e independiente con respecto a los demás. Dentro de los BRICS, Rusia es el líder militar indiscutible, poseyendo una enorme cantidad de recursos. China es el poder económico por antonomasia. La India es el tercer polo, teniendo una importante infraestructura económica e industrial, un enorme peso demográfico y una sociedad políticamente estable. Brasil representa simbólicamente al resto de América Latina y su enorme potencial todavía no revelado, contando con un poder militar, comercial y científico fuerte. Finalmente, Sudáfrica es uno de los países más desarrollados del continente africano e igualmente representa simbólicamente al África poscolonial.

La semi-periferia

Ahora analizaremos el “sistema mundo” de Immanuel Wallerstein [10], el representante más importante de la escuela marxista de Relaciones Internacionales (principalmente en su versión trotskista) que, a partir del concepto de “larga duración” (F. Braudel [11]) y los teóricos de la economía estructural latinoamericana (R. Prebisch [12], S. Furtado [13]), desarrolló una clasificación de los países del mundo según su desarrollo capitalista. Esta teoría parte de la conceptualización del imperialismo hecha por Vladimir Lenin [14] como la etapa más alta del desarrollo capitalista: el sistema capitalista se vuelve global y comienza a extender su influencia sobre toda la humanidad. Las guerras coloniales entre las potencias desarrolladas sólo son su etapa inicial. El capitalismo está unificando gradualmente a todas las estructuras supranacionales y de ese modo sentando las bases de un Gobierno Mundial. Estas ideas son compatibles con la teoría liberal de las Relaciones Internacionales que denominan a este sistema como “sociedad global”, un solo mundo, y que los marxistas llaman “imperialismo”.

La teoría del sistema-mundo divide en tres partes la geografía del capitalismo [15]. En primer lugar, está el centro, el núcleo o el “Norte rico”, que constituye la zona de mayor desarrollo capitalista. América del Norte y Europa occidental son el núcleo del atlantismo y la civilización europea occidental, cuyo polo se desplazó a mediados del siglo XX a los Estados Unidos. El núcleo del sistema-mundo de Wallerstein es el “primer mundo”. Alrededor de este núcleo se ha formado un primer anillo de países que Wallerstein llama la “semiperiferia” y este incluye países que tienen un nivel de desarrollo capitalista mucho menor, pero que compiten desesperadamente por alcanzar al núcleo. Los países de la semiperiferia también son capitalistas, aunque su capitalismo es nacionalista. Normalmente estos países son dominados por gobiernos “cesaristas” (tal y como los entiende A. Gramsci [15]) que aceptan la hegemonía liberal de forma parcial, especialmente en lo económico, tecnológico y industrial, mientras que conservan características políticas, culturales y sociales precapitalistas o no capitalistas. Wallerstein considera que hacen parte de esta semiperiferia los países más desarrollados de América Latina, sobre todo Brasil, India, China y Rusia. En otras palabras, los países que conforman los BRIC o BRICS, es decir, el “segundo mundo”. Finalmente, Wallerstein dice que la periferia son los países que componen el “tercer mundo” y que se caracterizan por el subdesarrollo, el atraso, las crisis económicas, los atavismos sociales, la falta de competitividad, la corrupción, etc., o, como se dice hoy, el “Sur pobre”.

En la teoría del sistema-mundo de Wallerstein el progreso es afirmado como algo positivo, pues Wallerstein sigue influido por las categorías marxistas de tiempo lineal y el cambio de las formas económicas como expresión del mismo, por lo que podemos decir que el núcleo, la semiperiferia y la periferia no solo se diferencian por el lugar que ocupan, sino que también representan diferentes momentos históricos de desarrollo. La periferia es el pasado y el orden arcaico precapitalista, el núcleo es el futuro sistema capitalista global (globalización) y la semiperiferia es la zona en la que se produce la transformación de la periferia en parte del núcleo. Según Wallerstein, la semiperiferia no es una alternativa al capitalismo, sino sólo su etapa de transición o futuro que aún no ha sido. Es por eso que Wallerstein nunca se interesó realmente por la semiperiferia, investigando únicamente las tendencias que confirmaban como las élites de dichas sociedades se fundirían con el orden globalista liberal, conduciendo al mestizaje y la proletarización de las masas arcaicas. Wallerstein predijo que la semiperiferia pronto desaparecería, quedando únicamente el núcleo y la periferia.

En el momento en que la semiperiferia desaparezca el mundo entero se convertirá en una sociedad global con un Norte rico opuesto a un Sur pobre, donde las élites formaran parte del núcleo y las masas de todo el mundo se mezclaran entre sí debido a la migración global, convirtiéndose en un nuevo proletariado internacional. Solo en ese momento comenzará la revolución proletaria predicha por Marx, la crisis del sistema capitalista mundial y la aparición del comunismo. Todo esto ocurrirá en el momento en que finalice el proceso de globalización del capitalismo y la abolición de la semiperiferia. Wallerstein era un trotskista y un antiestalinista, por lo que no creía en la posibilidad de la construcción del socialismo en un solo país, como la URSS o China, siendo semejantes intentos un aplazamiento de la globalización y, por lo tanto, de la Revolución Mundial. Wallertein, al igual que Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista [16], consideraba que era un deber de los comunistas apoyar a la burguesía en su lucha contra las instituciones medievales; sólo después del éxito de las revoluciones burguesas los comunistas podrán luchar contra el capitalismo. Wallerstein y la mayoría de los marxistas culturales y la izquierdista contemporánea están a favor de la globalización y en contra de la defensa de la soberanía por parte de las potencias semiperifericas, pues tal lucha retrasa el triunfo del liberalismo y la globalización. Es por esa razón que ellos no son antiglobalistas, sino alterglobalistas, llamando a la creación de un posliberalismo y no de un antiliberalismo [17].

Una lectura multipolar de la semiperiferia

El sistema-mundo de Wallerstein es más bien una especie de antítesis del mundo multipolar. La multipolaridad interpreta el fenómeno de la semiperiferia de una manera muy diferente y no considera a esta última como la supervivencia de realidades atávicas que serán destruidas por el núcleo, sino como la posibilidad de crear un sistema alternativo al capitalismo y la globalización liberal, la cual niega la posibilidad de que existe un modelo social alternativo a la misma. La semiperiferia no es considerada por la multipolaridad como un fenómeno intermedio entre el núcleo y la periferia, al contrario, se entiende por la semiperiferia una especie de fenómeno que combina la identidad de una civilización determinada con la modernización. Huntington [18] consideraba que el choque de civilizaciones sustituiría al mundo bipolar y por eso habló de la “modernización sin occidentalización” con tal de describir a las élites de la semiperiferia que eligen conscientemente no integrarse a las élites globales del núcleo y seguir dirigiendo el destino de sus propias civilizaciones. Tal estrategia la podemos encontrar en China, los países islámicos y, en cierta forma, en Rusia. Si desvinculamos al concepto de semiperiferia de su origen marxista-trotskista en la teoría del sistema-mundo, entonces descubrimos que es prácticamente idéntico al de “segundo mundo”, por lo que podemos desarrollar con mayor precisión y detalle las relaciones entre los países de la semiperiferia (BRICS) y los países del núcleo y la periferia.

El potencial combinado de los países de la semiperiferia – logrado por medio de un diálogo intelectual entre sus élites que han decidido conscientemente no integrarse al capitalismo liberal global – puede convertirse en un proyecto cuyos recursos son comparables e incluso superiores al potencial agregado de todo el núcleo (“primer mundo”), produciéndose las condiciones para fundar un sistema alternativo. Desde un punto de vista intelectual, la semiperiferia no seria una especie de “futuro por llegar”, sino una zona de libre elección que puede en cualquier momento combinar el “futuro” con el “pasado” en diferentes grados con tal de crear otra cosa. Para realizar esto, es necesario abandonar la concepción liberal y marxista del tiempo lineal y el progreso sociotécnico, algo que no resulta tan difícil de hacer, pues las religiones confucianas, islámicas, ortodoxas, católicas e hindúes niegan el tiempo lineal y ven el futuro tal y como lo proponen los capitalistas y los marxistas como algo totalmente negativo, una especie de escenario apocalíptico y escatológico, o indiferentemente. Solo así la semiperiferia (“el segundo mundo”) deja de ser una zona gris o espacio de transición entre el “progreso” y el “salvajismo”, la “civilización” y el “atavismo”, para convertirse en el baluarte de las civilizaciones soberanas con sus propios criterios, normas e ideas sobre la naturaleza humana, Dios, la inmortalidad, el tiempo, el alma, la religión, el género, la familia, la sociedad, la justicia, el desarrollo, etc. El núcleo deja de ser universal y se convierte solo en una civilización en medio de muchas otras. El “segundo mundo” deja de ser una semiperiferia entre el núcleo y la periferia, ya que de ahora en adelante los países del núcleo no son el futuro universal de la humanidad, sino una simple parte de la misma, una provincia más que ha hecho sus propias elecciones y que no puede obligar a otros a seguirla.

Los Estados-Civilizaciones

Ahora analizaremos un tercer concepto que es fundamental para entender la transición del mundo unipolar al mundo multipolar y cual es el papel que deben desempeñar los BRICS en todo este proceso. Se trata del concepto Estado-Civilización formulada por académicos chinos (especialmente por el profesor Zhang Weiwei [19]) y que se aplica de forma perfecta a la China moderna y, por analogía, a Rusia, India, etc. Los eurasiáticos rusos plantearon una teoría muy parecida en su momento y por eso hablaron de un Estado-Mundo [20]. Según los eurasiáticos Rusia debía ser considerada como una civilización y no como un conjunto de países distintos, de ahí que hablaran de Rusia-Eurasia. De hecho, una de las críticas más perspicaces de Samuel Huntington consistió en el llamado a la creación de una teoría de las Relaciones Internacionales basada en las civilizaciones en su artículo “El choque de civilizaciones” [20]. Fabio Petito [21], un experto anglo-italiano en el área de las Relaciones Internacionales, sostuvo que la existencia de varias civilizaciones no conduce necesariamente al conflicto al igual que en la teoría del realismo de las Relaciones Internacionales la guerra es solo una posibilidad entre dos Estados-nación (tal y como lo establece la teoría de la soberanía) y no la norma. Lo importante es que ambos autores consideran que la soberanía no es monopolio de los Estados-nación, sino de las civilizaciones. El Estado-civilización niega en un principio dos cosas:

·         El Estado-nación (según la teoría realista de las Relaciones Internacionales), y

·         El Gobierno Mundial (la teoría liberal de las Relaciones Internacionales).

El Estado-Civilización es algo intermedio que puede incluir en su seno a diferentes pueblos (naciones), confesiones e incluso sub-Estados, pero que jamás se considera un modelo universal y planetario. El Estado-Civilización siempre permanece sin importar los vaivenes ideológicos, formas, culturas o fronteras que posee y puede existir como un imperio unificado o como las ruinas, restos y fragmentos de un imperio que, bajo ciertas circunstancias históricas, puede volver a reunificarse. El Estado-nación surgió en Europa en la Modernidad, mientras que el Estado-Civilización existe desde tiempos inmemoriales. Huntington observó que las civilizaciones estaban volviendo a surgir después de que la lucha ideológica de dos bloques ideológicos diferentes, capitalista y socialista, había dividido a los Estados-nación durante la segunda mitad del siglo XX. El colapso de la URSS y la unipolaridad liberal no podrían detener el retorno de las civilizaciones (Fin de la Historia de Fukuyama [22]), por lo que Huntington creía que la unipolaridad y la victoria global del Occidente liberal y capitalista era una ilusión que duraría muy poco. El triunfo global del liberalismo solo llevaría al desmantelamiento de los Estados-nación y la abolición del comunismo, pero jamás a la destrucción de la identidad de las civilizaciones que parecían haber desaparecido hace mucho tiempo. Huntington no se equivocó y poco a poco las diferentes civilizaciones comenzaron a reclamar su participación en la política internacional como sujetos activos, tal proceso llevó al hecho de que estas civilizaciones se “politizaran” y se convirtieran en Estados-civilización.

Dentro de los Estados-civilización existen toda clase de fuerzas y realidades que la politología occidental es incapaz de entender, ya que no pueden ser reducidas a las estructuras del Estado-nación o asimiladas a análisis macro y microeconómico. Términos como “dictadura”, “democracia”, “autoritarismo”, “totalitarismo”, “progreso social”, “derechos humanos”, etc., no tienen sentido ante estas entidades y deben ser reconceptualizados. La politología occidental moderna ha descartado deliberadamente el análisis de la identidad civilizatoria, la importancia de la cultura en la formación de un Estado y la sociedad o la importancia de los valores tradicionales, algo que solo es aplicado al estudio de las sociedades arcaicas. Sin embargo, las sociedades arcaicas son débiles políticamente y se han convertido en objetos de investigación o modernización para Occidente. Los Estados-civilización conservan su soberanía y cuentan con amplias tradiciones intelectuales y una gran autoconciencia. Son sujetos y no objetos de estudio o “intentos de desarrollo” (siendo esto último puro colonialismo disfrazado). Los Estados-civilización tampoco se limitan a negar la universalidad del modelo occidental, sino que también rechazan los intentos de Occidente de extender su poder blando al interior de sus fronteras. Por otra parte, estos Estados-civilización pueden extender su influencia más allá de sus fronteras y no viven a la defensiva, sino también pueden crear estrategias para contraatacar y desarrollar teorías para integrar sus propios Grande Espacios o proponer proyectos ambiciosos. Esto último lo podemos observar en instituciones como los BRI, la Comunidad Económica Euroasiática, la OCS o los BRICS.

China sería el Estado-civilización por excelencia, ya que su identidad y poder siempre han influido fuertemente en la historia. La Rusia contemporánea intenta convertirse en un Estado-civilización y la operación militar especial en Ucrania es resultado de este intento; todo esto va acompañado del aislamiento de Rusia de todas las redes mundiales, lo cual demuestra la voluntad de nuestro país de desacoplarse del globalismo. Aunque Rusia y China están logrando construir sus respectivos Estados-civilización en confrontación directa con Occidente, países como la India (especialmente bajo el gobierno nacionalista de Modi) están haciendo lo mismo bajo el amparo de Occidente. Los países islámicos, por el contrario, siguen una estrategia mixta de confrontación (Irán) y alianza (Turquía, Pakistán) con Occidente. No obstante, todos buscan crear sus propios Estados-civilización.

El segundo mundo como el nuevo paradigma de la Relaciones internacionales

Uniendo todos estos conceptos en un todo obtenemos la siguiente ecuación: segundo mundo=semiperiferia=Estado-civilización. El “segundo mundo” son precisamente los países que hoy defienden la multipolaridad y rechazan la unipolaridad y el globalismo, es decir, la hegemonía del “primer mundo”. En cuanto a su nivel de desarrollo económico y su grado de modernización, podemos decir que el “segundo mundo” se corresponde a la semiperiferia del sistema-mundo. No obstante, a diferencia de Wallerstein, no consideramos que el destino de esta semiperiferia sea la integración de sus élites a la globalización y la mezcla del proletario mundial en un crisol sin control, sino la afirmación de su identidad propia y la unificación de las sociedades que comparten esta identidad. Los polos autónomos del “segundo mundo” (la semiperiferia) son los Estados-civilización tanto reales (China, Rusia) como potenciales (el mundo islámico, América Latina, África).

Es mediante este aparato conceptual que podemos entender la importancia de los BRICS y, aunque actualmente se trata de una alianza muy convencional o de un club compuesto por Estados-Civilización (explícitos e implícitos), vemos en ellos los representantes del “segundo mundo” y la semiperiferia. Sin embargo, este club tiene la capacidad de cambiar la situación actual: el siglo XX fue testigo de la constante erosión de la soberanía de los Estados-nación y muchos de ellos no son más que cascaras vacías formalmente reconocidas por la ONU que en su momento servían a uno u otro campo de confrontación ideológica. En el sistema bipolar solo existían dos verdaderos Estados soberanos: Washington y Moscú. Estos últimos eran los que tomaban las decisiones y el resto de los Estados-nación se acoplaban a las mismas de forma parcial o relativa. El fin de la URSS y la disolución del Pacto de Varsovia no condujeron a la consolidación de los Estados-nación nacidos de esta desintegración, sino que dio paso a la consolidación temporal de la unipolaridad y la globalización. Además, Washington trató de convertir su sistema de valores y reglas liberales en un modelo universal. El siguiente paso lógico de este proceso hubiera sido la proclamación de un Gobierno Mundial como lo quieren Fukuyama, Soros y Schwab (fundador del Foro de Davos), pero este proceso fue truncado tanto por contradicciones internas como por la rebelión directa de Rusia y China contra la unipolaridad. Fue así que el “segundo mundo”, la semiperiferia y los Estados-civilización desafiaron abiertamente al globalismo y se convirtieron en sus sepultureros. Lo que parecía un fenómeno temporal y transitorio – la semiperiferia o los BRICS – era en realidad algo mucho más importante, estableciéndose de ese modo los fundamentos de la multipolaridad. El “segundo mundo”, la semiperiferia y los Estado-civilización se convirtieron en los principales actores de la política mundial, contradiciendo así las teorías occidentales de las Relaciones Internacionales, incluida la versión marxista-trotskista (Wallerstein) de la misma.

La tesis del Estado-Civilización, en caso de ser recuperada por los países del “segundo mundo” (los BRICS) podría llevar a la reestructuración del panorama mundial. Occidente como el “primer mundo”, el núcleo, dejará de ser el centro de todo y se convertirá en una simple región de nuestro planeta. Esto llevará a que Occidente cree su propio Estado-civilización o incluso se divida en dos Estados-Civilización diferentes: uno cuyo centro sería América del Norte y otro ubicado en Europa. Todo esto llevará a la aparición de muchos otros Estados-Civilización como China, Rusia, India, el mundo islámico, América Latina, África, etc., que serán capaces de competir de igual a igual en todos los niveles. Todos ellos podrán elegir libremente su futuro, sin ser considerados como el pasado de Occidente. Por supuesto, este es un proyecto a futuro que requiere de sumar el potencial de todos los Estados-civilización no Occidentales para desafiar al núcleo, relativizando sus pretensiones de dominio global y limitando la influencia de su cosmopolitismo. El hecho de reducir las fronteras de Occidente y convertirlo en una provincia implicaría la derrota del proyecto de un Gobierno Mundial y daría nacimiento al Estado-civilización occidental. La operación militar rusa en Ucrania y el futuro control chino sobre Taiwán son los primeros pasos en ese sentido. Casi siempre el cambio del orden mundial se produce a través guerras que algunas veces toman el carácter de guerras mundiales. Desgraciadamente, la construcción del mundo multipolar nacerá de estas guerras. Si la guerra no puede ser evitada, lo único que podemos hacer es limitar la escala de la misma por medio de regla y leyes conjuntas. Sin embargo, semejante proyecto requiere de un análisis de los fundamentos teóricos y conceptuales de la multipolaridad.

Notas:

[1]Dugin A.  The Theory of a Multipolar World.  Budapest: Arktos Media Ltd, 2021.

[2] Dugin A.   Geopolítica del mundo multipolar Santiago de Chile: . Ignacio Carrera Pinto Ediciones, 2022.

[3] Aijaz Ch. K. The political economy of development and underdevelopment. New York: Random House, 1973.

[4] Rangel C. Third World Ideology and Western Reality. New Brunswick: Transaction Books, 1986.

[5] Krasner S.D. Sovereignty: Organized Hypocrisy. Princeton: Princeton University Press, 1999.

[6] Cardoso F., Falleto E. Dependency and Development in Latin America. Berkeley: University of California Press. 1979; Ghosh, B.N. Dependency Theory Revisited. Farnham, UK: Ashgate Press. 2001.

[7] Hobson J. The Eurocentric Conception of World Politics: Western International Theory,

1760–2010. Cambridge: Cambridge University Press, 2012.

[8] Morgan Lewis Henry. Ancient Society. Tucson: The University of. Arizona Press, 1995.

[9] Tylor Edward Burnett. Researches into the Early History of Mankind and the Development of Civilization. London J. Murray, 1865.

[10] Wallerstein I. The Modern World-System: Capitalist Agriculture and the Emergence of the European World Economy in the Sixteenth Century. New York: Academic Press, 1976

[11] Braudel F. Le Temps du Monde. Paris: Armand Colin, 1979.

[12] Prebisch R. Capitalismo periférico. Crisis y transformación, Santiago de Chile: CEPAL,1981.

[13] Furtado C. Desenvolvimento e subdesenvolvimento. Rio de Janeiro: Fundo de Cultura, 1961.

[14] Ленин В.И. Империализм, как высшая стадия капитализма. Популярный очерк/ Ленин В.И. Полное собрание сочинений. 5-издание. Т. 27. М.: Политиздат, 1969.

[15] Wallerstein I. World-Systems Analysis: An Introduction. Durham, North Carolina: Duke University Press. 2004. 

[16] Грамши А. Избранные произведения: Т. 1—3. — М.: Изд. иностранной литературы, 1957—1959.

[17] Маркс К., Энгельс Ф. Манифест коммунистической партии/ Маркс К., Энгельс Ф. Сочинения. Т. 4. М.: государственное издательство политической литературы, 1955.

[18] Wallerstein I. After Liberalism. New York: New Press, 1995.

[19] Huntington S. The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order. New York : Simon & Schuster, 1996.

[20] Zhang Weiwei. The China Wave: Rise of a Civilizational State. Singapore: World Scientific Publishing, 2012.

[21] Основы евразийства. М.: Партия «Евразия», 2002.

[22] Huntington S. The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order.

[23] Petito F., Michael M.S. (ed.), Civilizational Dialogue and World Order: The Other Politics of Cultures, Religions, and Civilizations in International Relations (Culture and Religion in International Relations). London:  Palgrave Macmillan, 2009.

[24] Fukuyama F.  The End of History and the Last Man. NY: Free Press, 1992.

PUBLICADO EN GEOPOLITICA.RU https://www.geopolitika.ru/es/article/el-segundo-mundo-la-semiperiferia-y-la-civilizacion

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