[Artículo realizado por Silvia Palacios y Lorenzo Carrasco que nos remite el Movimiento de Solidaridad Iberoamericana (MSIa) para ser difundido por Dossier Geopolitico]
MSIa, 27 de agosto de 2021.- Ante el declive estratégico global por el que atraviesa la nación estadounidense, el gobierno del presidente Joe Biden está sopesando opciones para recomponer las relaciones de su país con Iberoamérica, inestables tras la ruptura del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), cuando Estados Unidos apoyó a Inglaterra en la guerra de Las Malvinas en 1982.
Así como en el resto del mundo occidental, el fracaso del Nuevo Orden Mundial, y su sucedáneo, el programa del “Nuevo Siglo Americano”, encuentran un hemisferio frágil y en crisis, particularmente, un proceso de caos institucional en América del Sur. En este contexto, el gobierno de Biden ha lanzado una ofensiva diplomática, con el despliegue de sus piezas más importantes.
Em julio, el director general de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), William Burns, realizo una visita relámpago a Brasil, en una evidente misión de “control de daños”, -algo que difícilmente sería asignado a un jefe de la agencia-, una probable respuesta a la inusitada participación del presidente Jair Bolsonaro en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, realizado en junio, invitado personalmente por el presidente Vladimir Putin.
La más reciente fue la gira de la primera semana de agosto encabezada por Jake Sullivan, consejero de Seguridad Nacional, acompañado por Juan González, director senior para el hemisferio occidental del Consejo de Seguridad Nacional, y de Ricardo Zúñiga, director para asuntos del hemisferio occidental del Departamento de Estado y ejecutivos de peso en diversos renglones de seguridad, tecnología y cibernética.
La visita incluyó los tres países de mayor peso regional, Brasil, Argentina, y, por último, México, donde su presidente anunció la invitación para que el presidente estadounidense Joe Biden visite el país en septiembre próximo. De acuerdo con la programación oficial, los temas de las visitas no contenían ninguna gran novedad fuera de los asuntos generales en los planos económico, ambiental, de seguridad, migratorios, además de la cooperación contra la pandemia del Covid-19.
Lo más evidente en la visita se reflejó en la inquietud geopolítica central en América del Sur – en Brasil y Argentina- por contener la presencia económica de China, reforzando la cruzada estadounidense contra la participación de la empresa China Huawei en la instalación de la tecnología 5G en esos países.
A Brasil se le ofreció, a cambio de su alineamiento, convertirlo en “socio global” de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), lo que sería un descalabro para los intereses estratégicos brasileños, porque lo aislaría del resto de los países, principalmente de Argentina.
En Buenos Aires, Sullivan, además de enfatizar el tema del sistema 5G, (menos apremiante que en Brasil, debido a que Argentina ni siquiera ha concluido sus planes para tal renglón) manifestó apoyo para las negociaciones de la deuda de 44 mil millones de dólares que tiene Argentina con el FMI. Adicionalmente prometió la colaboración para controlar la pesca ilegal de China y otras naciones en el Atlántico Sur.
El aspecto más significativo se produjo en la comida en la Casa Rosada, brindada por el presidente Alberto Fernández, en la que Jake Sullivan ofreció: “Nosotros tenemos un nuevo concepto de defensa y seguridad nacional. Privilegiamos la salud, el medio ambiente, la justicia social y la estabilidad económica y financiera de los países”.
Agregó, “nosotros estamos planteando un nuevo pacto social. El presidente Biden busca ser una continuidad avanzada de los planes que en su momento propusieron (Franklin Delano) Roosevelt y (Lyndon Baynes) Johnson”. (Infobae 8 de agosto de 2021)
En México, la presencia de los enviados de Biden, fue un tanto diferente, por la posición geográfica que el país guarda respecto a su vecino del Norte, así como por el tratado de libre comercio T-MEC (NAFTA 2.0) que mantiene dependiente al país a los intereses comerciales de sus socios norteamericanos. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, recibió a la delegación de Sullivan enfatizando su propuesta de vincular los temas de emigración y seguridad a proyectos de desarrollo económico, sobre todo hacia América Central y al sur de México; además se restablecerá el mecanismo de negociación de alto nivel para concretar proyectos de colaboración entre las naciones de América del Norte. Reiteró que es del interés de Iberoamérica, la recuperación económica de Estados Unidos.
Muy promisorio para un nuevo orden hemisférico sería que la diplomacia de Washington se empeñe verdaderamente en un viraje diplomático a la Roosevelt mejorado, dejando atrás sus estratagemas “excepcionalistas” y que despeje el camino para la cooperación de EUA con el resto del continente, cimentada en el respeto a la soberanía de los estados y en el principio de no intervención en los asuntos internos de los estados.
Es decir, sin la prevalencia del orden hegemónico que hasta ahora reina en el continente. De hecho, el rompimiento del TIAR en 1982, fue el acontecimiento histórico que marcó el inicio de una ofensiva del poder norteamericano y sus aliados neoliberales en el hemisferio contra los estados nacionales y las fuerzas armadas de Iberoamérica.
Este fue el propósito que tuvo la creación en ese mismo año del Dialogo Interamericano (DI). A partir de ese momento la entidad fue el principal coadyuvante en la elaboración de la política externa hacia el continente, tanto de demócratas como de republicanos, impulsando desde ambas corrientes políticas el mismo programa supranacional: desmantelamiento de las Fuerzas Armadas, neoliberalismo, legalización de las drogas, indigenismo y ambientalismo, y la supuesta defensa de los derechos humanos ad hoc.
Su antípoda, que restauraría el orden hemisférico, sería un modelo de cooperación que no es lejano del sistema nacional de economía concebida por los padres fundadores de la Unión Americana, y que fue el cimiento del poderío industrial norteamericano hasta la década de los1970.
Es el momento para regresar a su origen anticolonialista, cuando Estados Unidos, se independizó del Imperio Británico y de la dictadura financiera del Banco de Inglaterra (que adoptaron más tarde con la creación del Sistema de la Reserva Federal, vigente hasta la fecha). Significa echar mano de sus antecedentes históricos con un sistema de crédito dirigido a proyectos de economía física, intensivos en innovación tecnológica. La recuperación industrial de los Estados Unidos, en ese sentido, estaría plenamente de acuerdo con los intereses soberanos de las naciones iberoamericanas.
Este es el único futuro posible frente al colapso galopante de un orden mundial supremacista.
De la parte de Iberoamérica, urge escapar del peor colapso institucional de su historia, donde todos los partidos políticos están desprestigiados y sus sistemas económicos volcados a alimentar la usura de la globalización financiera.
Volver a la historia, rescatar el pasado fehaciente apartando las versiones distorsionadas que surgieron a partir de las guerras de independencia, que niegan sistemáticamente el grandioso origen de una civilización mestiza, es la tarea que las naciones iberoamericanas tienen para librarse del colonialismo mental que el iluminismo impuso.
El otro camino es emprender un nuevo sendero colonial que permita que los experimentos de cuño etnonacionalistas, impulsados del exterior y ya peligrosamente enraizados en variadas capas de la sociedad, ayuden a acelerar la desintegración de nuestras naciones.
La recuperación industrial de los Estados Unidos y la recuperación del proyecto civilizador iberoamericano, serán entonces las dos piernas para renovar un sistema de seguridad y desarrollo hemisférico.
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