Javier Milei en contra de la soberanía económica
Por Bruno Susani * el autor autoriza su difusion en Dossier Geopolitico
Frente a la ficción de la teoría ortodoxa, los presupuestos de los Estados de las economías de las potencias mundiales incluyen gastos en políticas industriales
La soberanía económica uno de pilares principales de la soberanía polítical, lo que explica la razón que haya tomado tal relevancia en la agenda de las principales potencias del mundo. Los generales Mosconi y Savio, entre otros, comprendieron que era necesario disponer de combustibles y acero e industrias para garantizar su aprovisionamiento de la defensa de la soberanía. La configuración de YPF elegida por Mosconi y aceptada por Yrigoyen es de una gran lucidez, ya que implica una integración vertical de la producción al consumo pasando por la destilación y la venta todo esto bajo control del Estado. Es una estructura codiciada y ejemplar casi única en el mundo. Por eso, la renacionalización de YPF realizada por la presidenta Cristina Kirchner era una necesidad económica para monitorear la provisión y el precio de combustibles para consolidar la soberanía política. Las ofensivas judiciales contra esta decisión solo son tentativas tendientes a limitar la soberanía nacional.
Perón había ido más allá en la concepción de la soberanía económica ya que la independencia económica, uno de los tres principios del movimiento justicialista, implica proteger el país de todo condicionamiento económico externo, en particular del chantaje político de los acreedores de la deuda externa. La decisión de Néstor Kirchner de saldar la deuda con el FMI fue el mayor acto de defensa de la soberanía nacional desde el desendeudamiento del país anunciado el 9 de julio de 1947 en Tucumán por Perón. Recordemos que el año 1948 fue el primero desde 1822, que la Argentina no tenía deuda externa.
La soberanía económica, que había sido relegada en los países del centro capitalista a una idea pasada de moda con la mundialización de los ’90 dirigida por el capital financiero, aparece hoy como una bandera política y económica esencial. Los países que pueden enarbolarla son respetados en el mundo.
Se sostuvo en los años de la globalización que el comercio internacional libre y sin condicionamientos hacía que la guerra, por sus costos, no fuera negocio, pero se olvidaba que el comercio internacional de libre competencia no existe y que la regla general son las subvenciones para exportar y las barreras aduaneras para protegerse. Se argumentó así mismo que racionalmente se podía llegar al mismo resultado vale decir engrandecer a los países en la esfera internacional con el comercio y se creó a estos efectos la Organización Mundial del Comercio (OMC) que terminó, dada las necesidades de las potencias económicas, relegada a una estructura burocrática sin contenido ni función por aquellos mismos que la habían creado.
La razón del fracaso de la OMC fue que el comercio internacional no tiene nada que ver con la descripción del intercambio internacional de bienes que describe la teoría ortodoxa ya que implica respetar las reglas del juego pero en la realidad ningún país respeta. Ningún gobierno de ningún país está dispuesto a resignar el bienestar de sus habitantes en arras del respeto de normas etéreas de las reglas del juego. Esto explica la razón por la cual suprimir o disminuir los aranceles e interdicciones a las importaciones sin contrapartidas como hizo Macri y hace Milei es una necedad que no favorece a los consumidores sino que solo perjudica al país.
La Gran Recesión, la crisis financiera y económica del 2008 puso en evidencia el carácter indigente de la propuesta de la mundialización y hoy la soberanía económica es un dato duro fuera de debate y la discusión gira alrededor de cual es la mejor configuración económica para alcanzarla. Las nuevas problemáticas económicas son que el Estado debe gastar más para financiar las inversiones costosas pero necesarias como la Inflation Reduction Act (IRA) de los Estados Unidos para la transición hacia energías neutras en carbono o el programa Chips Act de la Unión Europea para los microprocesadores. Pero, a la vez, se busca eludir una dependencia demasiado significativa de los mercados financieros provocada por la deuda pública que condiciona a los gobiernos esto no solo en los centros capitalistas sino también en China.
Como una suerte de revancha de la realidad económica frente a la ficción de la teoría ortodoxa los presupuestos de los Estados de las economías de las potencias mundiales incluyen, nuevamente, gastos en políticas industriales término considerado como una blasfemia hasta hace apenas una década. Se sostenía que el “mercado” y el comercio eran capaces de resolver los conflictos. La revitalización de las políticas industriales y en ciertos casos la planificación explicita o implícita significa que la soberanía económica es una problemática global donde se entrecruzan la matriz económica, el comercio exterior y el lugar que cada país quiere ocupar en el conjunto de las naciones.
La consolidación de la soberanía económica implica la necesidad de disponer de insumos básicos y de tecnologías avanzadas que son a la vez estratégicos y que permitan de modular la dependencia del comercio exterior. Esto es así porque ningún país puede pretender seriamente a la autarquía económica que no solamente es costosa pero también difícilmente alcanzable.
El comercio exterior aparece así en su complejidad ya que debe proveer los insumos necesarios para viabilizar las industrias y servicios estratégicos a través de las importaciones y a la vez hacer de tal suerte que por un lado haya una diversificación de las exportaciones y por el otro facilitar el crecimiento económico. Keynes en su artículo “La autosuficiencia Nacional” sostuvo que “todo me lleva a pensar que una mayor autosuficiencia nacional y una porosidad menos fuerte de nuestra economía podrían ser útiles al objetivo de crecimiento más que entorpecerlo”.
Esto se puede ilustrar analizando la estrategia de autosuficiencia energética de Estados Unidos que en los 90 eran los principales importadores de petróleo del mundo y lograron, en menos de dos décadas, volver a ser autosuficientes y exportadores. Pero esto tuvo sus costos ya que impidieron a partir de 1976 a sus empresas de exportar petróleo ( la prohibición solo fue levantada en el 2008) sino que además planificaron la sustitución de la importaciones de petróleo a través de la técnica del fracking y hoy son exportadores netos.
Las orientaciones de Milei de vender empresas de tecnología avanzada como Arsat Nucleoeléctrica etc; o de destruir los equipos de investigación en ciencias pura o aplicada va en sentido contrario a las orientaciones más avanzadas en materia de desarrollo económico que son la base de la soberanía económica.
La noción de soberanía económica supone imponer el debate sobre las políticas y el crecimiento económico ya que ciertos intereses buscaron, deliberadamente, de confundir la soberanía con el proteccionismo o la autarquía. Una fundación muy conocida que impulsa el librecambio como política nacional afirmaba que “mientras los argentinos substituían las importaciones los compradores de productos agrícolas substituían nuestras exportaciones” lo cual cercenaba las posibilidad de acceder a esos mercados. Pero suponer que no substituir las importaciones tendrá como correlato la apertura económica o impedir que esos países desarrollen su agricultura es un desafío a la inteligencia.
Ese juego de palabras que recuerda el discurso de Milei en Davos, que pretendió que la Argentina era la mayor potencia mundial en 1910, es por un lado una manera indirecta de perpetuar la situación económica del país en la dependencia tecnológica y económica en la cual lo han querido mantener los gobiernos dictatoriales o sometidos al capital extranjero y por el otro engañar a los argentinos.
* Doctor en Ciencias Económicas de l’ Université de París. Autor de “La economía oligárquica de Macri”, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019. bruno.susani@wanadoo.fr
Fuente Pagina12
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