En un clima de tensión entre China y EE.UU., Xi Jinping recibió a Bill Gates, para indicar antes de la visita de Antony Blinken que Pekín la cooperación entre ambas potencias aún es posible
por Eduardo J. Vior
analista internacional
Desde que comenzó la actual fase de la guerra en Ucrania la diplomacia china ha aprovechado el vacío que dejó la extrema concentración de Estados Unidos en combatir a Rusia, para ocupar posiciones en todas las áreas y en todos los continentes. Desde hace algunos meses Washington le respondió aumentando la presión militar y multiplicando las provocaciones. La República Popular no se quedó atrás y replica con demostraciones de fuerza. No obstante, el presidente Xi Jinping recibió el viernes con honores a Bill Gates poco antes de la visita del secretario de Estado Antony Blinken que, aunque breve y sin resultados, mostró que ambas superpotencias no quieren desperdiciar la chance de dialogar.
Este domingo y lunes el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, estuvo en Pekín en una corta visita, siendo el primer diplomático estadounidense de alto rango en visitar China en cinco años. Allí se reunió primero con el canciller chino, Qin Gang y luego con el excanciller y actual responsable por las relaciones internacionales en el Buró Político del PCCh, Wang Yi y con el presidente Xi Jinping. El viaje del jefe de la diplomacia norteamericana sobrevino en un momento de tensiones entre las dos economías más grandes del mundo y acabó pocas horas después sin comunicado conjunto. No obstante, ambas partes convinieron en seguir dialogando.
Particularmente Wang, en declaraciones a la prensa, insistió en que EE.UU. debe cambiar su actitud hacia China. “China ha reiterado en múltiples ocasiones que las relaciones entre China y Estados Unidos no deben ser un juego de suma cero en el que una parte compita o prospere a expensas de la otra, señaló el exministro. Ambas partes deben formarse una percepción correcta de las políticas interior y exterior de la otra parte y de sus intenciones estratégicas, respetarse mutuamente, coexistir en paz, buscar una cooperación beneficiosa para ambas partes y explorar la forma correcta de llevarse bien”, afirmó Wang.
“Estados Unidos considera a China como su ‘principal rival’ y ‘el desafío geopolítico más consecuente’. Se trata de un grave error de apreciación estratégica”, sostuvo el alto funcionario, añadiendo que, si bien existe competencia entre ambos países en ámbitos como la economía y el comercio, no debe ser de suma cero. Significativamente, dos días después el secretario de Estado fue recibido por el ministro Qin Gang y no por el responsable de las relaciones internacionales, su superior en la jerarquía del partido chino.
Como para mostrar el otro costado posible de las relaciones chino-norteamericanas, el presidente chino, Xi Jinping, se reunió el viernes 16 con Bill Gates, cofundador de Microsoft, quien visitó China como primero de una serie de iconos empresariales estadounidenses. Durante el viaje también se reunió con otros altos funcionarios y ambas partes expresaron su voluntad de “aunar esfuerzos para resolver los retos mundiales y ayudar a los países en desarrollo”, como reza el comunicado conjunto. La reunión, por un lado, ilustró el esfuerzo que está haciendo el gobierno de la República Popular para reducir el nivel de tensión en la relación con Estados Unidos, pero, por el otro, evidenció también la preocupación de un sector de la élite occidental por relanzar la globalización.
Al saludar al empresario estadounidense de 67 años en la Casa de Huéspedes Diaoyutai de Pekín, donde históricamente los dirigentes chinos han recibido a invitados extranjeros de alto rango, Xi calificó a Gates como el primer “amigo estadounidense” con el que se ha reunido en Pekín este año. “La base de las relaciones entre China y Estados Unidos reside en las personas. Siempre hemos depositado nuestra esperanza en el pueblo estadounidense y deseamos todo lo mejor para la amistad entre los dos pueblos”, dijo Xi, haciendo eco al discurso con el que Mao Zedong celebró en 1972 la visita de Richard Nixon.
Xi aplaudió a Gates y a la Fundación Gates por su trabajo a largo plazo, para promover la reducción de la pobreza, la salud, el desarrollo y la filantropía en todo el mundo, y prometió que China seguirá reforzando la cooperación con ella. Recuérdese que la Fundación Bill & Melinda Gates financiaba el laboratorio de biología molecular de Wuhan de donde aparentemente escapó el virus que inició la pandemia de coronavirus.
Dos días antes, el miércoles 14, el presidente chino se entrevistó en Pekín con el presidente palestino, Mahmud Abbas y ambos líderes anunciaron el establecimiento de una asociación estratégica entre China y Palestina. Xi presentó una propuesta de tres puntos para la resolución de la cuestión palestina: en primer lugar, la solución fundamental radica en el establecimiento de un Estado independiente de Palestina que goce de plena soberanía sobre la base de las fronteras de 1967 y con Jerusalén Este como capital. En segundo lugar, dijo, deben satisfacerse las necesidades económicas y de subsistencia de Palestina. En tercer lugar, es importante mantener la dirección correcta de las conversaciones de paz. Debe convocarse una conferencia de paz internacional a gran escala, con más autoridad e influencia, a fin de crear las condiciones para la reanudación de las conversaciones de paz y contribuir con esfuerzos tangibles a que Palestina e Israel vivan en paz, afirmó.
Desde el año pasado la diplomacia china se ha mostrado muy activa en Asia Occidental. Primero, en noviembre el presidente Xi visitó Arabia Saudita y concluyó una serie de multimillonarios acuerdos comerciales y de inversión. Luego, en marzo pasado la mediación china consiguió que Riad y Teherán restablecieran las relaciones diplomáticas. Tras los terremotos de febrero pasado, en tanto, la República Popular envió equipos de rescate a Turquía y Siria y hace tres semanas delegaciones chinas y sirias se reunieron para definir proyectos comunes de transporte. Israel ha quedado marginado de esta intensa actividad diplomática. Sin embargo, empresas chinas han construido en Haifa un puerto pensado como terminal del Nuevo Camino de la Seda y el tiempo apremia para que cumpla su función. Para ello Tel Aviv debe dejar sus ilusiones expansionistas y entenderse con sus vecinos. Pekín está disponiendo la arquitectura diplomática y económica para que sea más fácil. Si se concreta, la antigua capital imperial se convertirá en el centro de un pluriverso de naciones asiáticas comerciando y cooperando pacíficamente.
En tanto, en una extensa entrevista con Bloomberg, el centenario Henry Kissinger se expresó sobre las relaciones de EE.UU. con Rusia y con China y, si bien sigue sin entender nada sobre Rusia, sí tuvo sensatas palabras sobre China. “Dada la trayectoria actual de las relaciones, creo que es probable que se produzca algún conflicto militar”, afirmó. Pero aclaró: “También creo que la trayectoria actual de las relaciones debe ser alterada y durante las últimas semanas ha habido señales por ambas partes de intentar poner fin a las tensiones. Todavía no han entablado el tipo de diálogo que he sugerido, mas creo que se están acercando.” Reconoció, no obstante, que todavía no tiene claro el resultado de las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China. Advirtió, sin embargo, que las guerras entre dos superpotencias no se pueden ganar.
Si bien insiste en tratar de separar a China de Rusia, el exsecretario de Estado (1969-77) es lo suficientemente realista, como para desaconsejar a la Casa Blanca que abra un segundo frente contra China, mientras se enfrenta a Rusia en Ucrania.
Por el mismo camino del realismo parece ir el saliente jefe del Estado Mayor Conjunto norteamericano, Mark Milley, quien constató el pasado 7 de junio que el nuevo mundo multipolar está compuesto por tres potencias: Estados Unidos, China y Rusia. “La situación geopolítica está cambiando de maneras muy fundamentales”, afirmó Milley en la ceremonia de graduación de la Universidad de Defensa Nacional. Y añadió: “Cada vez es más claro que realmente estamos en un entorno internacional multipolar con al menos tres grandes potencias y tres es más complicado que dos y ciertamente mucho más complicado que uno”. El jefe militar más alto de EE.UU., quien en agosto será remplazado por el aeronauta Charles Brown, agregó que, cuanto más multipolar se vuelva el mundo, Rusia y China representarán para Washington un cada vez mayor desafío. Por lo menos, ya alguien en la elite norteamericana entendió que EE.UU. ha dejado de ser la única potencia mundial.
Cuando la elite norteamericana no entiende algo, busca la respuesta en la historia de la Antigüedad Clásica, su modelo e inspiración. Una de las muletillas más recurrida de los últimos años ha sido la llamada “trampa de Tucídides”. Se refiere a la tensión estructural letal que se produciría cuando una potencia nueva reta a otra establecida, creando las condiciones para que estalle una guerra. El primero en describir este fenómeno fue el ateniense Tucídides en su narración de la Guerra del Peloponeso (fines del siglo V antes de nuestra era). “Fue el ascenso de Atenas y el temor que inculcó en Esparta lo que hizo que la guerra fuera inevitable», sentenció Tucídides. En nuestros tiempos, continúan estos analistas, el temor es que China en auge desafíe violentamente la hegemonía de Estados Unidos. Esta visión altamente ideologizada es compartida por la mayoría de los analistas norteamericanos y sus acólitos. Se basa en el supuesto de que China sería tan expansionista, supremacista y hegemonista como los propios Estados Unidos y la competencia entre ambos sería de suma cero, es decir, cuando uno gana, el otro pierde. Por el contrario, la República Popular no ha expandido su poder militar por el mundo y carece de una ideología universalista que respalde su eventual dominación mundial, como sí ha hecho su contrincante. Pekín prefiere actuar como socio leal y árbitro benévolo que defiende sus intereses, pero respeta los ajenos, concierta reglas de entendimiento y garantiza su cumplimiento.
China está jugando en toda la cancha y sus contrincantes se sienten rebalsados. Como no existe árbitro ni VAR que regule las relaciones entre las superpotencias, corresponde a ambas establecer las reglas de juego que les permitan competir sin ir a la guerra. El abanico de acuerdos posibles es amplio, pero se lo puede resumir en pocas frases: ninguna de las superpotencias actuales está en condiciones de vencer definitivamente a la otra, mucho menos teniendo en cuenta que son tres y que India e Irán se les acercan rápidamente. Todas deben aceptar conceder algo de sus aspiraciones de poder, para no romper el juego. Quizás hasta encuentren áreas donde la cooperación sea posible. Claro que en este punto asoma el riesgo para los demás actores del sistema internacional de que los elefantes se pongan de acuerdo a costas de las hormigas …, pero ése ya es otro tema.
Publicado en TELAM autorizado por su autor la publicacion en Dossier Geopolitico
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