Por: Anthony Medina Rivas Plata Director de la Escuela Profesional de Ciencia Política y Gobierno UCSM Para DOSSIER GEOPOLITICO
Las tensiones entre China y Estados Unidos por el status de la isla de Taiwán continúan. Beijing acaba de cerrar tres canales diplomáticos para la discusión bilateral de asuntos militares con los Estados Unidos; así como la suspensión temporal de cinco programas de cooperación sobre diversos temas que van desde el cambio climático hasta la lucha antidrogas. Esta es una escalada peligrosa, ya que, como bien sabemos, el potencial de enfrentamientos accidentales aumenta en ausencia de una línea de comunicación directa entre las Fuerzas Armadas de ambos bandos.
La diplomacia es, por excelencia, un juego de garrotes y zanahorias (‘carrots and sticks’) en donde puedes pelearte con la mano derecha mientras sigues negociando con la izquierda. Si, de un lado, los líderes militares estadounidenses han insinuado que existen otros canales de comunicación abiertos con sus pares chinos; al mismo tiempo el delegado para asuntos climáticos de los EE.UU., el ex senador y ex candidato presidencial John Kerry, criticó a China por suspender sus conversaciones climáticas bilaterales. Ciertamente, no se han logrado grandes avances en las discusiones chino-estadounidenses sobre cambio climático debido a que ambos países son las dos principales economías del mundo, con lo que tienen pocos incentivos para reducir sus emisiones frente a sus necesidades de seguir promoviendo el crecimiento industrial al interior. Sin embargo, eso no exime a los actores políticos de esforzarse por mantener el tono de la conversación para evitar que esta siga cayendo por una pendiente, como efectivamente viene ocurriendo ahora. Más aún, Estados Unidos continúa ejerciendo presión diplomática en la principal zona de interés de China, el Pacífico Asiático; con el objetivo de buscar nuevos socios para el aumento de la cooperación económica en el corto plazo, y probablemente de la militar en el mediano y largo.
Actualmente, Estados Unidos viene promoviendo una nueva iniciativa en el Pacífico: La llamada ‘Ley de Embajadas de las Islas del Pacífico’, acaba de ser recientemente presentada con apoyo de los dos principales partidos (Demócratas y Republicanos) tanto en la Cámara de Representantes (Diputados) como en el Senado; estando prevista su aprobación para finales de este año. Este proyecto de Ley permitirá abrir nuevas embajadas en tres estados insulares (Vanuatu, Kiribati y Tonga) que anteriormente manejaban sus relaciones con los Estados Unidos a través de su embajada en Islas Fiji. Cabe señalar que si bien el presidente Joe Biden planea organizar una cumbre de líderes de las Islas del Pacífico en la Casa Blanca en septiembre con el objetivo de reforzar sus vínculos diplomáticos; sigue siendo muy notoria la ventaja que todavía tiene la República Popular China negociando con estos países debido a su mayor cercanía geográfica y cultural.
Del lado chino, también hay varios movimientos a considerar. Esta semana, China finalizó oficialmente sus ejercicios militares con fuego real en el Estrecho de Taiwán; a la vez que su Oficina de Asuntos de Taiwán (un despacho dependiente de la Cancillería china) acaba de emitir un ‘Libro Blanco’ que enfatiza la necesidad de una ‘reunificación pacífica’ con la isla, al tiempo que se reserva el derecho a usar la fuerza de ser necesario. Después de ver los intentos de Beijing por disuadir la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, vale la pena discutir las razones por las cuales China aún no ha invadido Taiwán, al igual que las posibilidades de que esto pueda ocurrir en el corto o mediano plazo.
En primer lugar, señalar que tanto en China como en Taiwán todavía hay corrientes de opinión favorables a una reunificación pacífica, es decir, sin un conflicto armado de por medio. Sin embargo, el mayor acceso de los taiwaneses a fuentes informativas y redes sociales occidentales, ha generado una fuerte corriente contraria al gobierno comunista en Beijing, especialmente luego de los últimos disturbios en Hong Kong; una zona que también posee un sistema económico especial dentro del territorio continental chino. Los dirigentes del Partido Comunista señalan que el público taiwanés ha sido engañado por su partido de gobierno, el Partido Democrático Progresista (PDP), así como por la propaganda norteamericana; a la vez que no hay consenso sobre la credibilidad de las encuestas internas debido a que estas son criticadas por los diversos partidos políticos de la isla de acuerdo a su posición frente a una eventual reunificación o independencia. En ese sentido, el partido histórico que fundó la República de China en la isla de Taiwán, el Kuomintang, en los últimos años ha sido abiertamente favorable a una reunificación pacífica, con lo que se ha convertido en uno de los principales partidos de oposición el día de hoy. Otro punto a considerar es que, más allá de cuestiones de opinión pública, la invasión de una isla es una tarea que requiere de una logística militar sumamente compleja. A pesar de la cercanía entre las costas de China y Taiwán (130 km. entre los dos puntos más próximos del Estrecho) los riesgos que acompañarían a una eventual invasión son muy altos. China no ha librado una guerra real en 43 años, desde su fallida invasión de Vietnam en el año 1979; y aunque ha logrado modernizar exitosamente a su Ejército Popular de Liberación, su poder aeronaval sigue siendo pequeño comparativamente si los Estados Unidos deciden salir a defender a Taiwán. De otro lado, es evidente que la principal hipótesis de conflicto militar en Taiwán consiste en una invasión anfibia proveniente desde el continente; por lo que se han venido preparando para esta eventualidad prácticamente desde la fundación de la República de China en 1949.
Hay muchas dudas a ambos lados del Océano Pacífico sobre los alcances que puede tener una invasión china de Taiwán. Existen facciones dentro de la intelectualidad y las fuerzas armadas chinas que consideran que invadir Taiwán podría poner fin a la presencia estadounidense en el Mar del Sur de China; mientras que en los Estados Unidos no hay certeza sobre si el gobierno estaría dispuesto a ir a la guerra con China para defender a Taiwán, especialmente de cara a sus actuales prioridades en el escenario ucraniano. Al mismo tiempo, en círculos diplomáticos chinos hay la preocupación de que un ataque militar a Taiwán pueda poner en riesgo la imagen de ‘crecimiento pacífico’ que quieren proyectar en el continente asiático; generando presiones para un rearme japonés auspiciado por los Estados Unidos. La interdependencia económica también limita las posibilidades de una guerra, debido a los altos niveles de cooperación tecnológica existentes entre empresas taiwanesas de alta tecnología y las grandes factorías del sur de China.
Finalmente, y quizás lo más importante a considerar, es el riesgo político que trae cualquier intervención militar. Si el gobierno de Beijing fracasa al momento de invadir Taiwán (sea por la resistencia taiwanesa o por evitar una escalada nuclear con los Estados Unidos), evidentemente se producirían amplias protestas en todo el país contra la actual dirigencia del Partido Comunista, y en particular contra su presidente, Xi Jinping. Dado que China ha venido promoviendo en los últimos años la idea de que una intervención militar sería rápida y poco costosa; la frustración popular sería muy grande al ver incumplida dicha promesa, por lo que podrían producirse protestas como nunca antes vistas desde la época de la masacre de Tiananmen de 1989.
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