La carrera tecnológica y las condiciones económicas post pandémicas son problemáticas del presente, que pueden leerse bajo la luz del pensamiento del líder peronista.

Perón sostenía que “en política quien no tenga cabeza para prever, tendrá que tener espaldas para aguantar”. Pero prever no es conocer antes el futuro, que por definición es algo que no existe todavía. Prever es nada más ni nada menos que “ver antes que los demás”.

Vivimos una época de cambios extraordinarios. Nunca como ahora quedó tan claro que no estamos en una época de cambio, sino ante un cambio de época. Hay que atreverse a colocar entre paréntesis todas las verdades consagradas, cuestionar los presupuestos del saber convencional y trascender los lugares comunes de lo “políticamente correcto”.

Al inaugurar un curso de adoctrinamiento en 1974, Perón señalaba que “no pensamos que las doctrinas sean permanentes, porque lo único permanente es la evolución y las doctrinas no son otra cosa que una montura que creamos para cabalgar la evolución”. La “actualización doctrinaria” es para Perón un ejercicio constante de adecuación del pensamiento a la realidad.

La verdad y la realidad

La cuestión reside en descubrir las claves que permitan dar cuenta de lo que está sucediendo a nivel mundial. No estamos ante el fin de la historia, sino más bien ante un nuevo comienzo. Nos encontramos frente a la emergencia de una nueva civilización, de una verdadera sociedad mundial que, a principios de la década del 70, el genio profético de Perón había anticipado como el inexorable advenimiento de la fase histórica del “universalismo”. El vector de este cambio mundial es la revolución tecnológica experimentada en las últimas décadas.

Perón y Eva

Un punto de inflexión

En esta década el mundo atraviesa un punto de inflexión y, por consiguiente, una etapa de alta conflictividad. Es el resultado de una crisis generalizada del statu quo en todas partes y al mismo tiempo. El proceso de integración del sistema mundial entró en una fase exponencial por el despliegue de la inteligencia artificial, la Internet de las Cosas y las redes 5-G y multiplica nuevamente su velocidad a partir de los desafíos provocados por la pandemia.

La cuestión central de la época es la contradicción entre las sociedades que emergen al ritmo de ese formidable despliegue tecnológico y la subsistencia de estructuras económicas, políticas, sociales y culturales previas a esta colosal transformación. La mayoría de los sistemas políticos resultan cada vez más impotentes ante el rumbo de los acontecimientos. El síntoma con que los sistemas políticos suelen revelar su falta de adecuación a los imperativos de la realidad es la propensión al voluntarismo, concebido como la confusión entre las palabras y los hechos y base de conceptual de las teorías en boga sobre los “relatos” o los “discursos”. Si Perón señalaba que “la única verdad es la realidad”, el voluntarismo implica exactamente lo contrario. La diferencia entre el voluntarismo y la voluntad política es, pura y simplemente, la lucidez. La voluntad política es un decisionismo con sentido histórico. (…)

Globalización e identidad nacional

 La aceleración del cambio tecnológico desata grandes fuerzas horizontalizadoras en todos los órdenes, genera condiciones propicias para la descentralización, abre mayores posibilidades para el despliegue de las particularidades, promueve la profundización de las identidades nacionales, religiosas, culturales, étnicas, lingüísticas y sociales y alienta la potenciación de un amplio abanico de diversidades.

Decía Perón (1974): “El universalismo constituye un horizonte que ya se vislumbra y no hay contradicción alguna en afirmar que la posibilidad de sumarnos a esta etapa naciente descansa en la exigencia de ser más argentinos que nunca”. Su visión nos aleja simultáneamente del cosmopolitismo hueco de las elites globalistas y del nacionalismo aislacionista, para apoyarse en un universalismo arraigado y un patriotismo abierto, de proyección continental y mundial.

Cambio en el sistema de poder mundial

El nuevo sistema de poder mundial tiene dos cabezas. La primera es Estados Unidos, la superpotencia decisiva en el orden global. La segunda es China, la superpotencia en ascenso. El dato estratégico central de esta etapa es que entre esas dos superpotencias existe un acuerdo fundado en la amplia gama de intereses comunes surgidos de la interdependencia económica entre ambas. (…)

El G-2, convertido en la “mesa chica” del G-20, es la nueva plataforma de la gobernabilidad mundial. No hay, pues, una nueva guerra fría. Tampoco existe una clásica división de espacios geográficos de influencia. La feroz competencia que libran en la carrera tecnológica, especialmente en el crucial terreno de la inteligencia artificial, incluye al mismo tiempo un vasto espacio de cooperación recíproca, reflejado en el volumen del intercambio bilateral y en los intereses de las empresas multinacionales estadounidenses en China y las corporaciones chinas en Estados Unidos. En el mundo de hoy la participación de cada nación en el sistema global puede medirse en función de la naturaleza de sus vínculos con Estados Unidos y con China.

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La nueva cuestión social 

Este nuevo escenario mundial del que la Argentina forma parte modifica la naturaleza de la cuestión social y, por lo tanto, demanda una redefinición del significado de la justicia social, que para Perón es la categoría fundamental. En las nuevas condiciones surgidas del proceso de digitalización del sistema productivo mundial, resulta cada vez más evidente que las crecientes desigualdades en la distribución del ingreso, la calidad del empleo, las posibilidades de incorporación al mundo del trabajo y hasta la línea divisoria entre la inclusión y la exclusión social estarán cada vez más determinadas por el acceso que tengan los países, las regiones, los grupos sociales y los individuos a los constantes adelantos derivados del incesante cambio tecnológico en marcha (…). Aquí reside, en términos de Perón, el núcleo básico de esa nueva “montura” que habrá que fabricar para “cabalgar la evolución”.

Educación, trabajo y tecnología

La respuesta estratégica a este desafío fundamental de la época es la puesta en marcha de una verdadera Revolución de la Educación y del Trabajo que emule la visión educadora de Sarmiento, continuada por la generación del 80, que cambió a la Argentina y le permitió ocupar el primer lugar en América Latina y un sitio de privilegio en el concierto mundial de comienzos del siglo XX. Hoy hace falta que los argentinos de todas las clases sociales y de todas las regiones geográficas puedan desarrollarse individual y colectivamente en las condiciones extremadamente competitivas de la nueva sociedad mundial.

En la Argentina del siglo XXI, la tarea de impulsar un salto cualitativo en el campo de la formación laboral y profesional de nuestro pueblo, redefinida en estos términos de autoeducación permanente de la sociedad, adquiere una significación social tan trascendente y revolucionaria como la que tuvo la legislación laboral que distinguió a la revolución social encarnada por el peronismo entre 1945 y 1955.

El desafío de la marginalidad 

La erradicación de la marginalidad social es el objetivo prioritario de la época. Millones de compatriotas habitan en villas de emergencia y asentamientos precarios. Su plena integración a la sociedad, mediante el acceso a condiciones de vida dignas y su inserción en el mundo productivo, exige poner fin a esas anomalías. Eva Perón decía que “queremos una sociedad de propietarios, no de proletarios”. Corresponde transitar el camino iniciado con la ley aprobada en 2018 por unanimidad del Congreso Nacional que, en una cabal demostración de consenso político, sentó las bases de un ambicioso plan de regularización de los derechos de propiedad en los más de 4.000 villas de emergencia y asentamientos inscriptos en el inédito censo de barrios populares realizado conjuntamente por el Estado, los movimientos sociales, los sacerdotes villeros, Caritas y otras organizaciones no gubernamentales.

Pero el acceso al techo y a la tierra demanda la creación de trabajo. En las “Veinte Verdades”, Perón enfatizó, fuera de todo prejuicio clasista, que “para el peronismo existe una sola clase de hombres, los que trabajan” y que “cada argentino está obligado a producir por lo menos lo que consume”.

En el pensamiento de Perón, y también en su obra de gobierno, estuvo siempre presente la idea de la movilidad social ascendente y la reivindicación del trabajo como pilar insustituible de la dignidad humana.

Perón

La revolución de los alimentos 

Perón sabía perfectamente que no hay trabajo sin capital, ni trabajadores sin empresas, ni empresas sin inversión. Esto supone que la senda de la justicia social es inseparable de la creación de riqueza a través del vigoroso desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad.

En la economía de hoy, el perfil y las características propias que adquiere el proceso de industrialización en cada país surgen básicamente del cruce entre sus ventajas competitivas y los requerimientos del mercado mundial. En ese sentido, el país tiene por delante una oportunidad histórica: la explosión de crecimiento de los países asiáticos, liderados por China, acompañada por el paralelo incremento de la capacidad de consumo de sus poblaciones y su demanda de alimentos.

En septiembre de 1944, en el mensaje pronunciado en el acto de constitución del Consejo Nacional de Posguerra, Perón señaló: “la técnica moderna presiente la futura escasez de materias primas perecederas y orienta su mirada hacia las producciones de cultivo. En el subsuelo inagotable de las pampas de nuestra patria, se encuentra escondida la verdadera riqueza del porvenir”. Casi treinta años después, apenas asumida su tercera presidencia, Perón afirmó: “Solamente las grandes zonas de reservas tienen todavía en sus manos la posibilidad de sacarle a la tierra la alimentación necesaria para este mundo superpoblado y la materia prima para este mundo superindustrializado. Nosotros constituimos una de esas grandes reservas. Ellos son los ricos del pasado. Si sabemos proceder, nosotros seremos los ricos del futuro (…) frente a este cuadro, y desarrollados en lo necesario tecnológicamente, debemos dedicarnos a la gran producción de granos y proteínas, que es de lo que está más hambriento el mundo de hoy”.

Hacia una nueva geografía económica 

La conversión de la Argentina en una potencia alimentaria de envergadura mundial supone también una redefinición de nuestra geografía económica). El rediseño de la geografía económica imprime viabilidad a una estrategia orientada hacia una redistribución de la población. La Argentina tiene hoy 45 millones de habitantes en un territorio continental de casi tres millones de kilómetros cuadrados enteramente habitables, pero más del 30% de esa población está concentrada en una milésima parte de esa superficie (Buenos Aires y el conurbano).

La transformación de esa estructura macrocefálica signada por la marginalidad social implica lanzar una nueva epopeya colonizadora, equivalente a una Segunda Conquista del Desierto, una estrategia de inversiones en infraestructura para tornar posible la fundación de nuevas ciudades en el interior, el impulso a una política de tierras que promueva el acceso a la propiedad.

La comunidad organizada en el siglo XXI 

La redefinición de la geografía económica tiene profundas implicancias políticas. Supone un replanteo del marco institucional orientado en la dirección que señala Perón de la construcción de la comunidad organizada, concebida como un sistema de poder y un modelo de organización de la sociedad.

Perón definía a la comunidad organizada como la “conjunción entre un gobierno centralizado, un Estado descentralizado y un pueblo libre”. Ese “gobierno centralizado”, que está en el vértice de la pirámide de decisiones, está inequívocamente identificado en la figura del Presidente de la República, que representa la encarnación de la legitimidad democrática, por la condición insustituible e indelegable que le otorga su carácter de único funcionario público electo por la totalidad del pueblo argentino.

Pero para Perón, ese “gobierno centralizado” se articula con la presencia y la acción de un “Estado descentralizado”, lo que supone colocar siempre lo más cerca posible de la base el poder de decisión sobre los asuntos concernientes a cada sector social y a cada comunidad local, provincias y municipios en primer lugar.

El aporte verdaderamente propio y original de la visión de Perón sobre la comunidad organizada es el protagonismo de las “organizaciones libres del pueblo” como núcleo de una democracia participativa que amplía sustancialmente el sistema de representación política y fortalece su legitimidad. Perón diferenciaba claramente entre “masa” y “pueblo” y lo que a su juicio distingue ambas categorías es, precisamente, la organización. Para Perón, el poder es organización y la organización es poder. “Esa organización, para que sea eficaz y constructiva, debe ser popularmente libre”, porque “al sentido de comunidad se llega desde abajo y no desde arriba”.

Argentina en la sociedad mundial

En esta nueva sociedad mundial, signada por el advenimiento de la fase histórica del universalismo, la solidez de un sistema político está indisolublemente ligada con los niveles de integración de cada país en el sistema global. Esa estrategia de integración exige compatibilizar una férrea afirmación del interés nacional con una cultura de la asociación acorde a la época.

En todos los casos, ese imperativo supone siempre el fortalecimiento de la relación con Estados Unidos, cuyo reconocimiento como eje de ese sistema de poder se parece más al reconocimiento de la existencia de la ley de gravedad que a una decisión de política exterior, y con China, la superpotencia ascendente, que constituye además una inmensa fuente de oportunidades. Pero en la situación específica de la Argentina lo fundamental de su inserción en el mundo pasa por su asociación con Brasil, nuestro principal socio comercial y aliado estratégico necesario a nivel regional y global.

El núcleo de esta alianza estratégica es la transformación de América del Sur, con Brasil en primer lugar, en la mayor fuente producción de proteínas del siglo XXI y principal abastecedor de alimentos a los centenares de millones de consumidores de la nueva clase media en ascenso del continente asiático y transformar a la región en un actor de relevancia en el escenario global.

Otra vez vale aquí recordar la vigencia de la visión de Perón, quien en un histórico discurso en noviembre de 1953 en la Escuela Superior de Guerra, afirmó: “Ni Argentina, ni Brasil ni Chile aislados pueden soñar con la unidad económica indispensable para enfrentar su destino de grandeza. Unidos forman, sin embargo, la más formidable unidad, a caballo de los dos grandes océanos de la civilización moderna. De esa unidad, podría construirse hacia el norte la Confederación Sudamericana, unificando a todos los pueblos de raíz latina”. En la misma exposición, Perón sostiene que “hay que tener la política de la fuerza que se posee o la fuerza que se necesita para sustentar una política. Nosotros no podemos tener lo segundo, tenemos que reducirnos a aceptar lo primero, pero dentro de esa situación podemos tener nuestras ideas y luchar por ellas”.

En la visión de Perón la Argentina tiene que guiar la construcción de su destino nacional con una percepción hiperrealista de los acontecimientos, que no tiene nada que ver con un pragmatismo miope, que siga desde atrás y pasivamente los pasos del proceso histórico. Muy por el contrario, Perón plantea la necesidad de actuar con lucidez y sin complejos en el escenario mundial. En 1973, veinte años después de aquel discurso en la Escuela Superior de Guerra advertía: “si nosotros no nos ponemos también a intervenir en la organización de ese universalismo, todos nuestros años de lucha serán inútiles. Porque si los imperialismos actuales imponen el ritmo de esa universalización, lo harán en su provecho, no en el nuestro”.

La nueva década

Hay un cambio mundial en marcha. El desafío es aprovechar las inmensas oportunidades que ofrece al país un mundo en expansión, guiado por la Cuarta Revolución Industrial y el ascenso del mercado asiático. La recuperación de la economía mundial después de la pandemia, la superabundancia de liquidez en el mercado global de capitales y el sostenido incremento del precio internacional de la soja sintetizan la aparición de una coyuntura internacional extraordinariamente favorable para la Argentina.

En la década que termina la Argentina padeció una larga fase de estancamiento económico, que abarcó a gobiernos de distinto signo político. La crónica fragilidad del tejido institucional, unida al fuerte debilitamiento del poder político, cuyo vértice insustituible es la autoridad presidencial, incentiva la histórica tendencia del conjunto de la sociedad argentina a manifestar sus reclamos a través de la acción directa, un escenario de creciente ingobernabilidad, al borde del estallido. El núcleo conceptual ineludible para la formulación de una respuesta a esa situación es la afirmación de la unidad nacional, que constituye un valor supremo, y compromete tanto al oficialismo como a la oposición, así como a todos los actores productivos y a las diversas expresiones de la sociedad civil. Las urgencias perentorias de la crisis imponen la vigencia del apotegma de que “para un argentino no puede haber nada mejor que otro argentino”. La situación argentina exige una reformulación del sistema de poder político instaurado a partir del 10 de diciembre de 2019, a fin de fortalecer sustancialmente sus bases de sustentación y dotarlo de la capacidad suficiente para adoptar con energía y decisión todas las medidas que las circunstancias impongan para salir de la emergencia y encarar las reformas estructurales indispensables para abrir un nuevo horizonte para la producción y el trabajo de los argentinos.

Sólo un amplio consenso nacional alrededor de un proyecto compartido, tal como lo expresara Perón en su mensaje al Congreso Nacional el 1° de mayo de 1974, puede generar la confianza necesaria para acometer esa tarea. (A Jorge Bolívar, amigo y compañero).

Pascual Albanese es Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico, Miembro del Consejo de Redacción de la revista Movimiento 21 e integra la red NAP (Nueva Acción Política).

Jorge Castro es Presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico y autor de “El desarrollismo del siglo XXI”.

Jorge Raventos es periodista, columnista político de los diarios “La Prensa” y “La Capital” de Mar del Plata y director del sitio “Agenda Política”.

Los tres son cofundadores del Centro de Reflexión y Acción Política Segundo Centenario y autores de “La visión estratégica de Perón” (Areté Grupo Editor).

FUENTE: https://espacioestrategico.blogspot.com/2021/09/la-vision-estrategica-de-juan-domingo.html

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