En cuanto a los resultados concretos de la elección general del pasado 27 de octubre y mientras se espera el escrutinio definitivo, se impuso la fórmula del “Frente de Todos” (FT), con el 48% de los votantes. En segundo lugar se ubica la fórmula  oficialista, “Juntos por el Cambio” (JC), con un caudal de votos del 40%. En la Provincia de Bs As, el Frente de Todos, obtuvo un 52%, contra el 36% de Juntos por el Cambio.

Votó más del 80% del padrón electoral y 2 300 000 de electores más, lo han hecho entre las PASO y la elección general. Entre FT y JC, se da una diferencia de unos 2 millones de votos. De los cuales, más de 1,5 millones los aporta el Conurbano Bonaerense.

De los 2 300 000 votos que se sumaron entre las PASO y la elección general, 2 millones se inclinaron por JC y aproximadamente 250 000, por el FT. No es un dato menor si esto finalmente, se confirma por la Justicia Electoral. El resto de las propuestas electorales: Consenso Federal con un 6%, el FIT, con algo más del 2%, y el resto…

El FT, inclina la balanza fundamentalmente en el Conurbano Bonaerense de la provincia de Bs. As., sobre todo en la 1ra. y  3er., sección electoral; sin desmerecer desde ya, el aporte de las provincias del norte argentino y gran parte de la Patagonia.

El voto del frente JC se destacó en las grandes ciudades (CABA, Bahía Blanca, Mar del Plata, La Plata), y en provincias importantes como Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Entre Ríos. Estas áreas conforman la región centro, en donde se inscribe la zona núcleo agropecuaria. Tenemos entonces, que una gran parte de segmentos sociales ligados a la producción cerealera y a las ciudades grandes y medianas con nutridas capas medias no necesariamente asalariadas, decidieron su voto por la fórmula del oficialismo.  

¿Qué nos dice esta información?

En la elección general, se profundizó la polarización del electorado en dos grandes frentes: a) Frente de Todos (PJ, FR, PC, NE, etc.) y b) Juntos por el Cambio (PRO, UCR, CCC, etc.)

Esto también profundiza la crisis de la forma política “Partido político” tradicional. Este fenómeno no es nuevo, se viene desarrollando fundamentalmente a partir de 1983, y con más claridad después de la crisis de 2001. Los partidos políticos tradicionales en la historia argentina (UCR y PJ), son de alguna manera una manifestación del desarrollo de las diferentes etapas del capitalismo, en donde la forma de capital dominante, incidió en la emergencia de cada uno de ellos. La Unión Cívica Radical con el capital agrario y comercial.  Y, con el desenvolvimiento del capital industrial, después de la crisis del ´30, el PJ, surge como una necesidad de dar respuesta electoral al nacimiento de la clase obrera industrial en expansión, y para canalizar su presencia como sujeto político con aspiraciones ciudadanas.

Estas formas inician su crisis con la hegemonía del capital financiero a mediados de la década de los años ´70. Hoy en día y especialmente para los enfrentamientos electorales, la ciudadanía sin rechazar del todo la representación del tradicional esquema de representación demo-liberal, opta cada día más de forma independiente por alternativas frentistas, en dónde se diluye un poco la diferenciación de otras épocas.

Torcuato Di Tella[1], años atrás, sostenían que en nuestro país se produciría a semejanza de Europa, la tendencia a agrupar el electorado en dos grandes fuerzas. Una de centro derecha conservadora y otra de centro izquierda progresista. Esta postura la hemos criticado en su momento, argumentando sus límites, ante la presencia del peronismo, que por su naturaleza movimientista y policlasista no es de izquierda, ni de derecha. Con lo cual, esa polarización en nuestro país es relativa.

Pues bien, el resultado electoral vuelve a presentar un paisaje altamente polarizado, que bien pude definirse en los términos de Torcuato Di Tella. ¿Qué ha sucedido entonces?

El peronismo como movimiento social no ha desaparecido, sino que es su forma política partidaria la que se ha desdibujado. A pesar de la polarización centro derecha y centro izquierda, existe aún en la base, el viejo antagonismo entre las zonas agropecuarias, oligarquías pampeanas, más capas medias de grandes ciudades y por el otro, sectores obreros y capas medias populares, más los sectores sociales excluidos y empobrecidos. De alguna manera persiste la antinomia peronismo anti-peronismo.

La grieta es social en su profundidad y el orden político electoral ofrecido a la ciudadanía (igualdad jurídica), no resuelve esas desigualdades sociales. En los frentes electorales permanecen los partidos tradicionales, pero se encuentran condicionados a grupos de poder.

El problema sigue siendo, encontrar la forma de resolver la articulación entre la representación social y la representación política. La cuestión será en cómo articular los grupos humanos que cumple una función en la estructura productiva- social, y las expresiones políticas instituidas.

La dirigencia política peronista ha demostrado sapiencia al unirse para acabar con las intenciones reeleccionistas del gobierno actual, ahora resta tejer un entramado productivo y social, para acercar las diferencias entre los diversos intereses (gobernaciones, intendencias, movimientos sindicales y sociales, etc.

No obstante, existen otros problemas subyacentes que influyen en este comportamiento del electorado. Y que es el encuadramiento electoral bajo una forma que no responde a las necesidades que se manifiestan en el seno de la sociedad, a través de las protestas sociales y sectoriales. Las formas de éstas, esconden nuevas situaciones y nuevas realidades en la estructura económica y social y su correlato socio-territorial. Estos cambios muchas veces no entran en la consideración de la bipolaridad de las dos fuerzas mayoritarias, que tarde o temprano emergerán.

Noviembre de 2019

Carlos Chino Fernández

CEES-CGT


[1] Torcuato Di Tella en, Página 12 “La bipolaridad que se vislumbra”, 25/9/2005

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